Cuando pasan los años, puede ocurrir que la rutina o la falta de hábito nos descubran que aquello que teníamos como clarísimo la primera confesión de pronto nos resulte confuso, o presente alguna laguna en la memoria. Luego, ayudando a un hijo, a un nieto… surge la cuestión. Este folleto es utilísimo para hacer brillar de nuevo y revivir con el esplendor de la primera vez el sacramento de la Reconciliación.
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Hace un tiempo que un pequeño, que se preparaba para la primera Comunión, llamó por teléfono a un familiar para comunicarle que le habían preparado para recibir la primera Confesión. Al preguntarle ¿qué tal? el chico respondió con sencillez: ¡Voy más ligero!… el sacerdote me ha dicho esto y lo otro… Estaba exultante.
Supo decir, espontáneamente, la alegría que produce siempre en pequeños y…, no tan pequeños, este encuentro personal con Dios que perdona en cuanto le manifestamos lo que nos ha apartado poco o mucho de su amistad, y la recuperamos, personalmente, con la absolución sacramental.
Los consejos que le dio el sacerdote, que actúa en nombre de Cristo, como padre que comprende, médico que cura, maestro que enseña y buen pastor, refuerzan la confianza con nuestro Padre-Dios que acoge siempre como manifestó el Señor resucitado al instituir este Sacramento, en su primera aparición a los Apóstoles: Recibid el Espíritu Santo, a quien perdonareis los pecados, le serán perdonados y a quien se los retuviereis les serán retenidos.