¿Recuerdas cómo fue cuando conociste a tu mejor amigo o amiga? Intenta recordar cuándo fue, dónde fue, qué sucedió, que pensaste de él, qué sentiste…
Por si te ha costado hacerlo, te propongo esta situación imaginaria: Seguro que hay alguien a quien te gustaría conocer bien porque por ejemplo es famoso, o bien porque le admiras mucho o has oído hablar de él. ¿Qué pasaría si un día esta persona se encontrara contigo y te dijera que quiere alojarse en tu casa? ¿Qué sentirías? ¿qué harías?. Pues algo así le sucedió a Zaqueo.
En la época en la que Nuestro Señor Jesucristo vivía en la tierra, Zaqueo era un empleado del gobierno en Jericó, una ciudad importante. Era el jefe de los recaudadores de impuestos por lo que se había enriquecido. Zaqueo era mal visto por la gente de Jericó.
Un día se enteró de que Jesús de Nazaret bajaba a su ciudad. Había oído hablar de él y quería conocerle. Lo que pasó nos lo cuenta el evangelista Lucas en Lc 19, 1-10:
Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa. Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador. Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Jericó era una meta obligatoria para ir a Jerusalén, un centro comercial muy importante en el imperio romano, bien comunicado con los países sudorientales. Era, por lo tanto, un lugar adecuado para cobrar los impuestos y asegurar, de este modo, la prosperidad de los recaudadores, los cuales, sirviéndose de lo recaudado, aumentaban sus riquezas personales.
Zaqueo era uno de los jefes de estos recaudadores y quizás uno de lo más corruptos, con tanta riqueza que suscitaba envidia y rabia entre los habitantes de Jericó. Un hombre que podría encarnar el ideal de una sociedad como la nuestra… alguien que ha alcanzado la «happiness» americana, el ideal que promete nuestro mundo desarrollado, el bienestar individual. ¿Qué más podía esperar Zaqueo?
Sin embargo aquel ideal, tan perseguido por el mundo que le rodea, no le satisface. Tal vez se sienta decepcionado, no es lo que esperaba, no resulta ser la buena noticia divulgada por la sociedad romana… es otra mentira, otro engaño. No se siente feliz.
Por eso quiere ver a Jesús, un hombre diferente, con un mensaje singular. No sabemos quien le habrá hablado de Jesús, ni cómo. Tal vez más de uno, las distintas opiniones (es un charlatán, un profeta, un curandero, un gran orador, habla con autoridad) le han movido a conocerlo de cerca. ¿Qué tiene este Jesús de especial?
Pero la suya es más que una curiosidad, su búsqueda se vuelve ansiosa, hasta el punto de perder la reputación, y de pasar de lo «que dice la gente». Nos imaginamos aquel hombre que se abre paso entre la muchedumbre para ver a Jesús… que corre como un loco para adelantarlo… que se sube como un niño a un árbol. No le preocupa su imagen su reputación, su dignidad, ni lo que la gente pueda pensar de él… está dispuesto a todo con tal de ver a Jesús.
Es esta inquietud tan fuerte, este deseo tan grande que le permiten encontrarse con Jesús. Hay que ponerse en camino. Zaqueo nos enseña la importancia de buscar a Jesús de manera decidida, de quererle ver, la importancia de manifestar y vivir un interés profundo por él. En la fe, hay un movimiento humano necesario : la curiosidad, el deseo, el interés por Jesús, por su palabra, por su persona, por su reino. Jesús lo mira y le habla. ¡Quién sabe la confusión interior que sintió Zaqueo! Me está hablando justo a mí. ¿Y por qué a mí… no ve cuánta gente hay alrededor, por qué me escoge exactamente a mí? ¿No sabe lo que soy, lo que hago? Sin duda no sabe lo malo que soy.
Pero al mismo tiempo, ¡qué felicidad el sentirse escogido! Y Zaqueo baja con alegría, no se siente condenado, al contrario se siente valorizado, aceptado, en definitiva se siente amado. Jesús entra en la vida de este hombre y lo hace poniendo todo patas arriba, la vida de Zaqueo da un vuelco total, inesperado, como inesperado fue el encuentro, inesperada la mirada de Jesús. Jesús quiere ir a casa de Zaqueo y se auto-invita. ¡Menuda sorpresa! Algo inimaginable. Esta invitación no entraba en los planes de Zaqueo, se conformaba con menos, con verle pasar… de lejos. Pero, oídas las palabras de Jesús, baja todo contento del árbol y se lleva a Jesús a su casa. ¿Qué significó aquel encuentro para Zaqueo? Todo. A partir de ese momento hay un antes y un después. De alguna manera Zaqueo baja de la higuera convertido porque aceptó sin titubeos la palabra de Jesús, y le abrió su casa, su corazón y su bolsillo comprometiéndose a arreglar cuantas injusticias hubiera cometido. Quizás como Zaqueo buscamos a Jesús, pero a medias y de lejos… ¡anda que si se para y me mira como a Zaqueo! ¿Tenemos miedo de la profundidad del encuentro con él a solas? Quizás también entre en nuestra vida y lo ponga todo patas arriba… Zaqueo experimenta que Jesús es como aquel padre de la parábola que tenía dos hijos, uno de ellos -el pequeño- se marchó con una parte de los bienes del padre. Y gasta toda aquella riqueza que el padre había ganado con tanto sudor, sacrificio y trabajo. Aquel padre cuando lo ve volver corre a su encuentro, lo abraza y hace fiesta. No le importa absolutamente nada lo que el hijo ha perdido; lo que él sabe es que su hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida. Jesús manifiesta aquel amor tan grande, tan gratuito e incondicional.
Zaqueo, frente a las acusaciones como las hechas por el hijo mayor de la parábola, se pone de pie dispuesto a actuar: La mitad de los bienes se lo da a los pobres y cuatro veces más a quien ha engañado.
“Amor con amor se paga”, dice el refrán. Uno que se siente amado y amado gratuitamente como Zaqueo, ama a su vez. O como dice un escritor latinoamericano: “Es para mí una cosa inexplicable el porqué se siente uno capaz de ser bueno al sentirse amado.”
Es una experiencia que cada uno de nosotros puede hacer. Cuando una persona te quiere de verdad notas cómo cambia tu vida, sientes que te invade una fuerza para hacer el bien. Y cuanto más el amor de la persona es grande, más te sientes capaz de ser bueno.
Tal vez la sabiduría del sacramento, del signo de la reconciliación sea justamente eso. Un signo concreto de que Jesús te ama pese a todo lo que ha pasado o has hecho. Él sacerdote en nombre del Padre, te dice vete en paz, y entonces estás seguro de que Dios te ama. No te inquietes, porque El te ama, y tú puedes amar. Necesitamos oír aquellas palabras para poder amar, para amar con valentía como Zaqueo, para recuperar la alegría de sentirnos amados, para oír : “conviene que hoy me quede en tu casa”… para oír : “Hoy la salvación ha llegado en esta casa”.
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Para la reflexión personal
- Zaqueo tenía ansia de encontrarse con Jesús: ¿Y tú? ¿Cuál es el árbol que te permite ver a Jesús, encontrarte con su mirada?
- ¿Has tenido alguna experiencia concreta donde has experimentado la “mirada” de Jesús? ¿Qué ha cambiado en tu vida? ¿Qué estás dispuesto a perder (o a ganar) para encontrarte de verdad con Jesús?
- La experiencia de Zaqueo es la de sentirse, no condenado, sino amado, lo cual le llena de alegría: ¿Te sientes feliz de ser seguidor de Jesús? ¿ O vives tu condición de discípulo con temor con inquietud, viendo que no estás a la altura?
- ¿Qué profundidad tiene tu relación con Jesús… o con los demás?
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Vídeo que desarrolla el encueltro de Jesús y Zaqueo, según el relato de Lucas
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Vídeo y canción, Entra en mi casa, sobre la historia de Jesús y Zaqueo
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Zaqueo, canción de David Hernández
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Juego sobre Zaqueo y su encuentro con Jesús
Está basado en los pasajes bíblicos que nos hablan sobre aquel pequeño hombre de Jericó, quien al no poder ver a Jesús cuando pasaba por allí, se subió a un árbol para poder conocerlo.
Lo hemos desarrollado con fines de evangelización, y tratamos de realizar un juego atractivo, sobre todo para los pequeños de la casa.
Este divertido juego es propio para niños de 4 años en adelante.
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Dibujos para colorear