Catequesis marianas del san Juan Pablo II

Catequesis marianas del san Juan Pablo II

¿Nos dejamos iluminar por la fe de María, que es nuestra Madre? ¿O bien la pensamos lejana, demasiado distinta de nosotros? En los momentos de dificultad, de prueba, de oscuridad, ¿la miramos a ella como modelo de confianza en Dios, que quiere siempre y sólo nuestro bien? Pensemos en esto, tal vez nos hará bien volver a encontrar a María como modelo y figura de la Iglesia en esta fe que ella tenía.

Santo Padre Francisco

Audiencia General del miércoles 23 de octubre de 2013

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En este artículo os presentamos el índice de las catequesis marianas del Santo Padre Juan Pablo II que hemos publicado en Catequesis en Familia.

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Catequesis fundamentales

María, Madre de Dios

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Catequesis temáticas

El Espíritu Santo y María

La santísima Virgen María y la vida consagrada

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Catequesis mes de Mayo, mes de María

Para el 1 de mayo: María, hija predilecta del Padre

Para el 2 de mayo: María en el camino hacia el Padre

Para el 3 de mayo: María indica el camino hacia la unión plena con Dios

Para el 5 de mayo: Anuncio de la Maternidad Mesiánica

Para el 6 de mayo: La nueva Hija de Sión

Para el 7 de mayo: María, la «llena de gracia»

Para el 8 de mayo: La Santidad perfecta de María

Para el 9 de mayo: El Misterio de la Encarnación

Para el 26 de mayo: María en las bodas de Caná

Para el 31 de mayo: El Espíritu Santo en la Visitación

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Catequesis sobre la Anunciación del Señor

Catequesis sobre la Anunciación del Señor

En la Anunciación, el Mensajero de Dios la llama «llena de gracia» y le revela este proyecto. María responde «sí» y desde aquel momento la fe de María recibe una luz nueva: se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que de ella ha tomado carne y en quien se cumplen las promesas de toda la historia de la salvación. La fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel, en ella está precisamente concentrado todo el camino, toda la vía de aquel pueblo que esperaba la redención, y en este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro a Cristo, encarnación del amor infinito de Dios.

Santo Padre Francisco

Audiencia General del miércoles 23 de octubre de 2013

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Misterio central de la fe cristiana

En efecto, la encarnación del Hijo de Dios es el misterio central de la fe cristiana, y en él, María ocupa un puesto de primer orden. Pero, ¿cuál es el significado de este misterio? Y, ¿cuál es la importancia que tiene para nuestra vida concreta?

Veamos ante todo qué significa la encarnación. En el evangelio de san Lucas hemos escuchado las palabras del ángel a María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios» (Lc 1,35). En María, el Hijo de Dios se hace hombre, cumpliéndose así la profecía de Isaías: «Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros»» (Is 7,14). Sí, Jesús, el Verbo hecho carne, es el Dios-con-nosotros, que ha venido a habitar entre nosotros y a compartir nuestra misma condición humana. El apóstol san Juan lo expresa de la siguiente manera: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). La expresión «se hizo carne» apunta a la realidad humana más concreta y tangible. En Cristo, Dios ha venido realmente al mundo, ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar para el hombre. En cambio, cuando Dios es arrojado fuera, el mundo se convierte en un lugar inhóspito para el hombre, frustrando al mismo tiempo la verdadera vocación de la creación de ser espacio para la alianza, para el «sí» del amor entre Dios y la humanidad que le responde. Y así hizo María como primicia de los creyentes con su «sí» al Señor sin reservas.

Por eso, al contemplar el misterio de la encarnación no podemos dejar de dirigir a ella nuestros ojos, para llenarnos de asombro, de gratitud y amor al ver cómo nuestro Dios, al entrar en el mundo, ha querido contar con el consentimiento libre de una criatura suya. Sólo cuando la Virgen respondió al ángel, «aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), a partir de ese momento el Verbo eterno del Padre comenzó su existencia humana en el tiempo. Resulta conmovedor ver cómo Dios no sólo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla. Y vemos también cómo el comienzo de la existencia terrena del Hijo de Dios está marcado por un doble «sí» a la voluntad salvífica del Padre, el de Cristo y el de María. Esta obediencia a Dios es la que abre las puertas del mundo a la verdad, a la salvación. En efecto, Dios nos ha creado como fruto de su amor infinito, por eso vivir conforme a su voluntad es el camino para encontrar nuestra genuina identidad, la verdad de nuestro ser, mientras que apartarse de Dios nos aleja de nosotros mismos y nos precipita en el vacío. La obediencia en la fe es la verdadera libertad, la auténtica redención, que nos permite unirnos al amor de Jesús en su esfuerzo por conformarse a la voluntad del Padre. La redención es siempre este proceso de llevar la voluntad humana a la plena comunión con la voluntad divina.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Homilía en la Solemnidad de la Anunciación del Señor

Lunes 26 de marzo de 2012

Santa Misa con ocasión del 400º Aniversario del hallazgo de la Virgen de la Caridad del Cobre

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Parábola de los viñadores homicidas – Dinámica audiovisual

Parábola de los viñadores homicidas – Dinámica audiovisual

Esta parábola concluye con una amonestación de Jesús, particularmente severa, dirigida a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos» (Mt 21, 43). Son palabras que hacen pensar en la gran responsabilidad de quien en cada época, está llamado a trabajar en la viña del Señor, especialmente con función de autoridad, e impulsan a renovar la plena fidelidad a Cristo. Él es «la piedra que desecharon los constructores», (cf. Mt 21, 42), porque lo consideraron enemigo de la ley y peligroso para el orden público, pero él mismo, rechazado y crucificado, resucitó, convirtiéndose en la «piedra angular» en la que se pueden apoyar con absoluta seguridad los fundamentos de toda existencia humana y del mundo entero. De esta verdad habla la parábola de los viñadores infieles, a los que un hombre confió su viña para que la cultivaran y recogieran los frutos. El propietario de la viña representa a Dios mismo, mientras que la viña simboliza a su pueblo, así como la vida que él nos da para que, con su gracia y nuestro compromiso, hagamos el bien. San Agustín comenta que «Dios nos cultiva como un campo para hacernos mejores» (Sermo 87, 1, 2: PL 38, 531). Dios tiene un proyecto para sus amigos, pero por desgracia la respuesta del hombre a menudo se orienta a la infidelidad, que se traduce en rechazo. El orgullo y el egoísmo impiden reconocer y acoger incluso el don más valioso de Dios: su Hijo unigénito. En efecto, cuando «les mandó a su hijo —escribe el evangelista Mateo— … [los labradores] agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron» (Mt 21, 37.39). Dios se pone en nuestras manos, acepta hacerse misterio insondable de debilidad y manifiesta su omnipotencia en la fidelidad a un designio de amor, que al final prevé también el justo castigo para los malvados (cf. Mt 21, 41).

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del domingo, 2 de octubre de 2011

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Ofrecemos un vídeo de dibujos animados donde se relata la parábola recogida en Marcos 12, 1-12 o en Mateo 21, 33-46.

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Viñadores homicidas – Parábola en dibujos

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Texto de la parábola en san Marcos

Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: «A mi hijo le respetarán». Pero aquellos labradores dijeron entre sí: «Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia.» Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?» Trataban de detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.

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Texto de la parábola en san Mateo

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: «Respetarán a mi hijo». Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: «Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia». Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelve el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?». Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo». Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: «La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos»? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos». Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

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Parábola del Hijo Pródigo – Dinámica audiovisual

Parábola del Hijo Pródigo – Dinámica audiovisual

Esta parábola habla de la alegría de Dios. Dios es alegre. Interesante esto: ¡Dios es alegre! ¿Y cuál es la alegría de Dios? La alegría de Dios es perdonar, ¡la alegría de Dios es perdonar! Es la alegría de un pastor que reencuentra su oveja; la alegría de una mujer que halla su moneda; es la alegría de un padre que vuelve a acoger en casa al hijo que se había perdido, que estaba como muerto y ha vuelto a la vida, ha vuelto a casa. ¡Aquí está todo el Evangelio! ¡Aquí! ¡Aquí está todo el Evangelio, está todo el cristianismo! Pero mirad que no es sentimiento, no es «buenismo». Al contrario, la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del «cáncer» que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos, las vorágines negativas que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto, y ésta es la alegría de Dios.

Santo Padre Francisco. Ángelus del domingo 15 de septiembre de 2013

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La parábola del hijo pródigo es referencia en toda la Cuaresma. En los siguientes enlaces presentamos diversos audiovisuales, de distintas procedencias y para distintas edades, que abordan este texto evangélico.

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El hijo pródigo – Parábola en dibujos animados

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El hijo pródigo  – Canción del Padre Edgar Larrea

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Texto de la parábola en el Evangelio según san Lucas 14, 1-32

Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.» Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.» Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión. «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.» Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.» Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.» Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.» Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.» Pero el padre dijo a sus siervos: «Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.» Y comenzaron la fiesta. «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: «Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.» Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: «Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!» «Pero él le dijo: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.»»

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El efecto Francisco: el Papa del cambio – DVD de Goya Producciones

El efecto Francisco: el Papa del cambio – DVD de Goya Producciones

Con motivo del primer aniversario de la elección del Papa Francisco Goya Producciones anuncia el lanzamiento a nivel mundial de su nuevo documental «El Efecto Francisco: el Papa del Cambio». Estará disponible a partir del 13 de marzo en español, francés e inglés.

El documental ha sido presentado en el congreso mundial de Signis, la más importante organización de comunicadores audiovisuales, que integra a más de 140 nacionalidades. El congreso ha tenido lugar en Roma y allí televisiones y distribuidoras de DVD de varios países han adquirido los derechos del documental.

Este nuevo film muestra, en 53 minutos, el fulminante ascenso a la cima de la popularidad del entonces poco conocido cardenal argentino. Refleja también el radical cambio de la imagen de la Iglesia que él ha generado. Una encuesta efectuada a pie de calle entre personas de diversas creencias y países lo atestigua .

¿Cuáles son las causas de tan espectacular cambio en la opinión? El documental recoge respuestas de destacados cardenales, de expertos en redes sociales como Gustavo Entrala, de vaticanólogos como John Allen, periodistas como María Ángeles Fernández, o del jefe de prensa del Vaticano Federico Lombardi.

«Para ellos una clave son los hechos y gestos que la gente ha visto hacer a Francisco, que les transmiten sencillez, cercanía, pobreza, esperanza y alegría. Todos admiten que se está notando un efecto Francisco», subraya el director de Goya Producciones Andrés Garrigó.

¿Pero a dónde lleva Francisco a la Iglesia? ¿Qué cambiará? Sobre tales incógnitas el film recoge opiniones de los cardenales de París, Nueva York, Bombay, Lima, Sao Paulo, Santiago de Chile, Quebec, Westminster y Sevilla. Sus respuestas despejan muchas dudas.

Con imágenes entrañables, este documental ofrece también anécdotas, gestos de humor, mensajes, opiniones y claves para comprender un papado ya histórico.

Este es el cuarto documental realizado por Goya Producciones en torno al Papa en un año. El primero, «El Cónclave» apareció tras la renuncia de Benedicto XVI, el segundo «¿Quién es el Papa Francisco?, se tradujo a 14 idiomas, y el tercero «Revolución en Río», es un magistral resumen de la última JMJ. Todos han sido difundidos con éxito en los cinco continentes.

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Adquirir online el DVD «El efecto Francisco»

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Para contactar con Goya Producciones

Página web de Goya Producciones

(+34) 91 548 38 75

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info@goyaproducciones.es


José de Nazaret – Película

José de Nazaret – Película

Y morirá por fin José sin haber visto manifestarse la misión de Jesús. En su silencio quedarán sepultados todos sus padecimientos y esperanzas. La vida de este hombre no ha sido la del que, pretendiendo realizarse a sí mismo, busca en sí solamente los recursos que necesita para hacer de su vida lo que quiere. Ha sido el hombre que se niega a sí mismo, que se deja llevar adonde no quería. No ha hecho de su vida cosa propia, sino algo para dar. No se ha guiado por un plan que hubiera concebido su intelecto, y decidido su voluntad, sino que, respondiendo a los deseos de Dios, ha renunciado a su voluntad para entregarse a la de Otro, la voluntad grandiosa del Altísimo. Pero es exactamente en esta íntegra renuncia de sí mismo donde el hombre se descubre.

Porque tal es la verdad: que solamente si sabemos perdernos, si nos damos, podremos encontrarnos. Cuando esto sucede, no es nuestra voluntad quien prevalece, sino ésa del Padre a la que Jesús se sometió: No se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,42). Y como entonces se cumple lo que decimos en el Padrenuestro: Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo, es una parte del Cielo lo que hay en la tierra, porque en ésta se hace lo mismo que en el Cielo. Por esto san José nos ha enseñado, con su renuncia, con su abandono que en cierto modo adelantaba la imitación de Jesús crucificado, los caminos de la fidelidad, de la resurrección y de la vida.

Cuando san José duerme

Homilía del Cardenal Joseph Ratzinger

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José de Nazaret – Sinopsis de la película

Un hombre justo

Los hechos históricos narrados en los primeros capítulos de los evangelios de Mateo y Lucas, desde la perspectiva de José. Como estas fuentes contienen elementos bastantes escuetos acerca del carpintero que fue esposo de María, y que crió a Jesús, los guionistas imaginan con más o menos tino algunas circunstancias razonables en su vida: así, vemos cómo sufre por la violación de una pariente por un soldado romano, elemento que formará parte de sus dades acerca de cómo María ha podido quedar encinta; también le vemos haciendo trabajos para Herodes, o en las puertas del templo de Jerusalén.

El film de Raffaele Mertes se enmarca en el conjunto de otras producciones televisivas de Lux Vide, que trata de acercar la Biblia a un público popular amplio. En tal sentido se cumple sobradamente el objetivo, con un José cuyos sufrimientos comparte el espectador. A veces la Virgen puede parecer algo fría, o extrañar algunas acciones de Jesús niño -su extravío en Jerusalén-, pero el conjunto es grato, y sabe sacar punta a pasajes de la Escritura no demasiado explícitos.

Artículo original en decine21.com

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José de Nazaret  – Ficha y compra en www.dvdbiblia.com

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José de Nazaret – Ficha de la película

Título original: Giuseppe di Nazareth

Duración: 97 min

Género: Drama | Histórico

Año: 1999

País: Italia

Dirección: Raffaele Mertes

Guión: Gareth Jones Gianmario Pagano

Música: Marco Frisina

Fotografía: Giovanni Galasso

Intérpretes: Tobias Moretti Stefania Rivi Ennio Fantastichini Massimo Reale Omar Lahlou Francesco Dominedò

Distribuidora: Karma Films

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Aprende la vida de san José el carpintero – Vídeos de animación

Aprende la vida de san José el carpintero – Vídeos de animación

San José fue el hombre justo que Dios quiso poner al frente de su casa. Del ejemplo fuerte y paterno de san José Jesús aprendió las virtudes de la piedad varonil, la fidelidad a la palabra dada, la integridad y el trabajo duro. En el carpintero de Nazaret vio cómo la autoridad puesta al servicio del amor es infinitamente más fecunda que el poder que busca dominar. ¡Cuánta necesidad tiene nuestro mundo del ejemplo, de la guía y de la fuerza serena de hombres como san José!

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Homilía en el Monte del Precipicio (Nazaret) el jueves, 14 de mayo de 2009

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Con motivo de la próxima festividad de san José, os sugerimos la utilización de alguna de estas tres obras audiovisuales para que los niños aprendan la vida del más importante santo de la Iglesia católica.

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San José, padre adoptivo de Nuestro Señor Jesucristo

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San José, Custodio de Nuestro Señor Jesucristo

San José, Custodio de Nuestro Señor Jesucristo

José de Nazaret, esposo de la Santísima Virgen María y padre adoptivo de Nuestro Señor Jesucristo, es uno de los santos que mayor devoción despiertan entre los fieles cristianos. La Iglesia universal celebra su fiesta el día 19 de marzo, y es especialmente venerado por su labor de custodio de Jesús, durante su infancia y juventud. Como padre adoptivo de Nuestro Señor, su huella en el aspecto humano de Jesús seguro que fue importante: ¡cuántos de los comportamientos, gestos y actitudes los aprendería Jesús, como buen hijo que era, de su propio padre!


Fuentes sobre su vida

Las principales fuentes de información acerca de la vida de san José son los primeros capítulos de nuestros primer y tercer Evangelios; estas también son prácticamente las únicas fuentes confiables, ya que mientras que tanto en la vida del santo patriarca así como en varios otros temas relacionados con la historia del Salvador que fueron dejados sin tratar por los escritos canónicos, la literatura apócrifa está llena de detalles, la no admisión de dichos trabajos dentro del Cuerpo del Canon de las Sagradas Escrituras lanza una fuerte sospecha sobre sus contenidos, y, aún cuando se pueda dar por acordado que varios de dichos hechos así recopilados puedan estar fundados en tradiciones confiables, en la mayoría de los casos es casi imposible discernir y tamizar tales partículas de verdadera historia de entre los componentes imaginarios con los cuales están asociados. Entre dichas producciones apócrifas tratando más o menos vastamente algunos episodios de la vida de san José pueden destacarse el así llamado Protovangelio de Santiago, el Evangelio de Pseudo-Mateo, el Evangelio de la Natividad de la Virgen María, la Historia de José, el Carpintero, y la Vida de la Virgen y Muerte de José.


Genealogía

San Mateo (1:16) llama a san José como el hijo de Jacob, de acuerdo con san Lucas (3:23), Elí fue su padre. Este no es el lugar apropiado para recitar los distintos y variados esfuerzos en resolver las irritantes incógnitas que surgen de las divergencias entre ambas genealogías, ni tampoco es necesario puntualizar las explicaciones que mejor responden a todos los requerimientos del problema, es suficiente con recordar al lector que, contrariamente a lo que fuese anteriormente afirmado, los escritores más modernos admiten prestamente que en ambos documentos poseemos la genealogía de José, y que es bastante factible conciliar ambos datos.


Residencia

En todo caso, Belén, la ciudad de David y sus descendientes, aparenta haber sido el lugar de nacimiento de José. Cuando, sin embargo, la historia del Evangelio comienza, unos pocos meses antes de la Anunciación, José era situado en Nazaret. Cuándo y por qué él abandonó su tierra natal para radicarse por sí mismo en Galilea no ha sido averiguado; algunos suponen y la suposición no es de ningún modo improbable— que las entonces humildes circunstancias de la familia y la necesidad de ganarse la vida pueden haber motivado el cambio. San José, por cierto, fue un tekton, como podemos aprender en Mateo 13:55, y Marcos 6:3. La palabra significa tanto «mecánico», en general, como «carpintero», en particular; san Justino se inclina por la última acepción (Dial. cum Tryph., lxxxviii, in PG, VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación, la cual es seguida por la Biblia Inglesa.


Matrimonio

Es probablemente en Nazaret que José comprometió y desposó a aquella que sería luego la Madre de Dios. Cuándo el matrimonio tuvo lugar, si antes o después de la Encarnación, no es materia fácil de establecer, y en este punto los maestros de la exégesis han disentido en todo tiempo. La mayoría de los intérpretes modernos, siguiendo las huellas de santo Tomás, entienden que, para la época de la Anunciación, la Santísima Virgen estaba solamente comprometida con José; tal como santo Tomás informa, esta interpretación se adapta mejor a todos los datos evangélicos.

No será poco interesante de recordar acá, a pesar de lo poco confiable que son, las extensas historias concernientes al matrimonio de san José que podemos encontrar en los escritos apócrifos. Cuando contaba con cuarenta años de edad, José desposó a una mujer llamada Melcha o Escha para algunos, Salomé para otros, con quien convivió cuarenta y nueve años y con quien tuvo seis chicos, dos hijas y cuatro hijos, el menor de los cuales fue Santiago (el Menor, llamado «el hermano del Señor»). Un año después de la muerte de su esposa, cuando los sacerdotes anunciaron por toda la Judea que ellos deseaban encontrar en la tribu de Judá algún hombre respetable para desposar a María, de entonces doce a catorce años de edad, José, quien ya tenía en dicho momento noventa años, fue a Jerusalén entre los candidatos, un milagro manifestó la elección de José realizada por Dios, y dos años después la Anunciación tuvo lugar. Estos sueños, como los caracteriza san Jerónimo, a partir de los cuales varios artistas Cristianos han dibujado su inspiración (véase, por ejemplo, Los Esponsales de la Virgen de Rafael), están viciados en su autoridad; a pesar de ello adquirieron con el correr de los años cierta popularidad, en ellos algunos escritores eclesiásticos buscaban la respuesta a la bien conocida dificultad surgida a partir de la mención en los Evangelios de «los hermanos del Señor», de ellos también la credulidad popular, contrariamente a toda probabilidad así como también a la tradición atestiguada por viejos trabajos artísticos, ha retenido la creencia de que san José era un hombre anciano en el momento de su matrimonio con la Madre de Dios.


La Encarnación

Este matrimonio, verdadero y completo, estaba pensado, en la intención de los esposos, para ser un matrimonio virginal (cf. san Augustín, De cons. Evang., II, i in P.L. XXXIV, 1071-72; Contra Juliano, V, xii, 45 in P.L.. XLIV, 810; santo Tomás, de Aquino, ST III:28; III:29:2). Pero pronto, la fe de José en su esposa iba a ser dolorosamente probada: ella iba a tener un hijo. Pese a lo doloroso que el descubrimiento debió haber sido para él, sin conciencia de lo que significaba el misterio de la Encarnación, sus delicados sentimientos le prohibieron a sí mismo difamar a su prometida, y resolvió «abandonarla en secreto; pero mientras pensaba en dichas cosas, el ángel del Señor se le apareció en sueños, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa, ya que lo que ha sido concebido en ella, es obra del Espíritu Santo. Y José, levantándose de su sueño, hizo tal como el ángel del Señor le encomendó y la tomó por esposa»(Mateo 1:19, 20, 24).


El Nacimiento y la Huida a Egipto

Unos pocos meses más tarde, llegó el tiempo para José y María de ir a Belén , para ser censados, de acuerdo con el decreto emitido por el César Augusto: una nueva fuente de angustia para José, puesto que «sus días se habían cumplido, ella debía ser asistida para el parto», y «no había lugar para ellos en la posada» (Lucas 2:1-7). «Cuáles han sido los pensamientos de este santo varón en el nacimiento del Salvador, la venida de los pastorcitos y de los sabios, y en los sucesos ocurridos durante la Presentación de Jesús en el Templo, solamente podemos adivinarlos; san Lucas únicamente dice que él estaba «admirado de las cosas que se hablaban de El» (2:33). Nuevas pruebas seguirían pronto. Las noticias de que un rey de los Judíos había nacido bastó para encender en el malvado corazón del viejo y sangriento tirano, Herodes, el fuego de los celos. Nuevamente, «un ángel del Señor se apareció en sueños a José, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto: y permanece allí hasta que te sea avisado» (Mateo 2:13).


Regreso a Nazaret

La citación para regresar a Palestina llegó recién después de unos pocos años, y la Sagrada Familia se estableció nuevamente en Nazaret. La vida de san José es, de aquí en adelante, la simple y apacible vida de un humilde Judío, que se mantenía a sí mismo y a su familia con su trabajo, y observando fielmente las prácticas religiosas prescriptas por la Ley u observadas por los Israelitas piadosos. El único incidente digno de mención, recogido en los Evangelios, es la pérdida y angustiosa búsqueda de Jesús, de entonces doce años de edad, cuando El se extravió durante la peregrinación anual a la Ciudad Santa (Lucas 2: 42-51).


Muerte

Esto es lo último que escuchamos acerca de san José en las Sagradas Escrituras, y bien podemos suponer que el padre adoptivo de Jesús falleció antes del comienzo de la vida pública del Salvador. En varias circunstancias, por cierto, los Evangelios nos hablan de la madre y hermanos (Mateo 12:46; Marcos 3:31; Lucas 8:19; Juan 7:3), pero nunca hablan acerca de Su padre en conexión con el resto de la familia, solamente nos cuentan que Nuestro Señor, durante Su vida pública fue sindicado como el hijo de José (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 13:55). ¿Es posible pensar que Jesús, además, cuando estaba a punto de morir en la Cruz, haya confiado Su madre al cuidado de Juan, estandoJosé todavía con vida? De acuerdo con la apócrifa «Historia de José el Carpintero», el santo hombre había alcanzado los ciento once años cuando murió, el 20 de Julio (del Año del Señor 18 ó 19). San Epifanio le asignaba noventa años de edad en el tiempo de su deceso, y si vamos a creerle al Venerable Beda, él fue enterrado en el Valle de Josafat. A decir verdad no sabemos cuándo murió san José, es bastante improbable que él haya alcanzado semejante madurez de edad de la cual nos hablan la «Historia de san José» y san Epifanio. Lo más probable es que haya muerto y sido enterrado en Nazaret.


Devoción a san José

José era un «hombre justo». Este elogio otorgado por Espíritu Santo, y el privilegio de haber sido elegido por Dios para ser el padre adoptivo de Jesús y el Esposo de la Virgen Madre, son los fundamentos de los honores asignados a san José por la Iglesia. Tan convincentes son dichos fundamentos que no deja de ser sorprendente que el culto a san José fuese tan lento en ganar reconocimiento. La principal de las causas de esto es el hecho de que «durante los primeros siglos de existencia de la Iglesia, eran solo los mártires quienes gozaban de veneración» (Kellner). Lejos de ser ignoradas o pasadas por alto durante los primeros años de Cristianismo, las prerrogativas de san José fueron ocasionalmente confrontadas entre los Padres; incluso tales elogios, que no pueden ser atribuidos a los escritores entre cuyos trabajos ellos encuentran cabida, atestiguan que las ideas y la devoción allí expresadas eran familiares, no solo para los teólogos y predicadores, y deberían haber sido prestamente bienvenidas por la gente. Las huellas más tempranas de reconocimiento público acerca de la santidad de san José son halladas en Oriente. Su fiesta, si es que podemos confiarnos de las afirmaciones de Papebroch, era tenida en cuenta por los Coptos ya en los tempranos inicios del siglo cuarto. Nicéforo Calixto dice asimismo cuya autoridad desconocemos— que en la gran basílica erigida en Belén por Santa Elena, había un magnífico oratorio dedicado en honor de nuestro santo. Lo cierto es, sea como sea, que la fiesta de «José el Carpintero» se encuentra registrada, el 20 de Julio, en uno de los antiguos Calendarios Coptos que ha llegado a nuestras manos, así como también en un Synazarium de los siglos octavo y noveno publicado por el Cardenal Mai (Script. Vet. Nova Coll., IV, 15 sqq.). Menologios griegos de una fecha posterior al menos mencionan a san José en el 25 ó 26 de Diciembre, y otra conmemoración suya conjuntamente con otros santos fue realizada en los dos domingos inmediatamente anterior y posterior a Navidad.

En Occidente el nombre del padre adoptivo de Nuestro Señor (Nutritor Domini) aparece en algunos martirologios locales de los siglos noveno y décimo, y encontramos en 1129, por primera vez, una iglesia dedicada en su honor en Bologna. Su devoción, por entonces solamente privada, como aparentaba ser, cobró un gran ímpetu debido a la influencia y al celo de santos de la talla de san Bernardo, santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudis (muerta en 1310), y Santa Brígida de Suecia (muerta en 1373). De acuerdo con Benedicto XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), «la opinión generalizada de lo aprendido es que los Padres Carmelitas fueron los primeros en importar desde Oriente hacia Occidente la loable práctica de tributarle un completo culto a san José” Su fiesta, introducida hasta el fin poco tiempo después, en el Calendario Dominico, fue ganando paulatinamente una posición segura en numerosas diócesis de Europa Occidental. Entre los más celosos promotores de la devoción en dicha época, san Vicente Ferrer (muerto en 1419), Pedro d’Ailly (m. en 1420), san Bernardino de Siena (m. en 1444), y Jehan Charlier Gerson (m. en 1429), merece una especial mención Gerson, quien, en 1400, compuso un Oficio de los Esponsales de José particularmente en el Concilio de Constanza (1414), como medio de promocionar el reconocimiento público del culto de san José. Recién bajo el pontificado de Sixto IV (1471-84), los esfuerzos de dichos benditos hombres fueron recompensados por el Calendario Romano (19 de Marzo). Desde aquel entonces la devoción adquirió cada vez mayor popularidad, y la dignidad de la fiesta fue guardando relación con su firme crecimiento. Primeramente solo fue una festum simplex, y fue prontamente elevada a un doble rito por Inocencio VIII (1484-92), declarada por Gregorio XV, en 1621, como una fiesta obligatoria, a instancias de los Emperadores Fernando III y Leopoldo I y del Rey Carlos II de España, y fue elevada al rango de fiesta doble de la segunda clase por Clemente XI (1700-21). Además, Benedicto XIII, en 1726, agregó el nombre en la Letanía de los Santos.

Una festividad en el año, sin embargo, no fue considerada suficiente para satisfacer la piedad popular. La Fiesta de los Esponsales de la Santísima Virgen yJosé, tan vigorosamente propugnada por Gerson, y concedida por Paulo III a los Franciscanos, después a otras órdenes religiosas y diócesis individuales, fue, en 1725, concedida a todos los países que la solicitasen, un apropiado Oficio, compilado por el Dominico Pierto Aurato, fue asignado, y el día fijado en el 23 de Enero. Esto no fue todo, la reformada Orden Carmelita Descalza, en la cual Santa Teresa infundió su gran devoción hacia el padre adoptivo de Jesús, lo eligió, en 1621, como su patrono, y en 1689, les fue permitido celebrar la fiesta de su Patrocinio en el tercer Domingo después de Pascua. Esta fiesta, pronto, adoptada a lo largo de todo el Reino de España, fue posteriormente extendida a todos los estados y diócesis que solicitasen el privilegio. Ninguna otra devoción, tal vez, haya crecido tan universalmente como esta, así como tampoco ninguna otra pareció haber atraído con tanta fuerza a los corazones de los cristianos, y particularmente de las clases obreras, durante el siglo diecinueve, como esta de san José.

Este maravilloso, y sin precedentes, incremento de la popularidad ha sido otro nuevo galardón para ser adosado al culto del santo. Complementariamente, uno de los primeros actos del pontificado de Pío IX, siendo él mismo particularmente devoto de san José, fue hacer extensiva a toda la Iglesia la fiesta del Patrocinio (1847), y en Diciembre, 1870, de acuerdo con los deseos de los obispos y de toda la feligresía, él declaró solemnemente al Santo Patriarca José, como patrono de la Iglesia Católica, y resolvió que su fiesta (19 de Marzo) debería de allí en adelante ser celebrada como una doble de la primera clase (pero sin octava, a causa de la Cuaresma). Siguiendo los pasos de sus predecesores, Leon XIII y Pío X han exhibido un similar deseo de agregar sus propias joyas a la corona de san José: el primero, permitiendo en ciertos días la lectura del Oficio Votivo del santo, y el restante aprobando, el 18 de Marzo de 1909, una letanía en honor de aquel cuyo nombre él recibió en su bautismo.

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Transcrito por Joseph P. Thomas y traducido por Christian Longarini en memoria del Padre José Paredom.
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Artículo original en la Enciclopedia Católica Online

El catequista «es» catequista

El catequista «es» catequista

Ser catequista significa dar testimonio de la fe; ser coherente en la propia vida. Y esto no es fácil. ¡No es fácil! Ayudamos, guiamos al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Me gusta recordar lo que San Francisco de Asís decía a sus frailes: «Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras». Las palabras vienen… pero antes el testimonio: que la gente vea en vuestra vida el Evangelio, que pueda «leer en vosotros» el Evangelio. Y «ser» catequistas requiere amor, amor cada vez más intenso a Cristo, amor a su pueblo santo. Y este amor no se compra en las tiendas, no se compra tampoco aquí en Roma. ¡Este amor viene de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! Y si viene de Cristo, sale de Cristo y nosotros tenemos que caminar desde Cristo, desde este amor que Él nos da.

Santo Padre Francisco. Discurso en el Congreso Internacional sobre la Catequesis

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El catequista es un discípulo del Señor

El catequista no es un profesor que enseña una materia más, es un apóstol de la Nueva Evangelización que tiene que ser consciente de que su labor no tiene que ver con la mera transmisión de una información teórica sino con el ejemplo y demostración  de una experiencia vital de fe.

El ejemplo perfecto para entender cómo debe de ser un catequista lo encontramos en los antiguos maestros del oriente, quienes enseñaban a vivir de acuerdo al plan divino; de esta manera facilitaban la búsqueda de la propia vocación y el encuentro de sentido de la vida.

En la antigua sociedad hebrea el maestro llegaba a ser más importante que los padres porque los hebreos buscaban saber vivir y los maestros mostraban y demostraban ese «saber vivir» con su propio estilo de vida, que era lo que realmente enseñaban. La reputación y autoridad de un maestro se la proporcionaba su propia coherencia de vida e invitaba a sus alumnos a seguirla e imitarla.

Jesús «Maestro» también es un maestro de Israel que enseña a sus discípulos a vivir; sin embargo, Jesús es único, es el Hijo de Dios, y tiene un estilo de vida con unas características únicas que sus discípulos deben tener siempre presente:


Antiguos maestros

Jesús «Maestro»

Los discípulos tenían el derecho de seleccionar al maestro que más les convenciera y conviniera.

Jesús escogía personalmente a cada uno de sus seguidores.

El discipulado era tomado solo temporalmente.

Los discípulos de Jesús lo siguen toda la vida.

Los discípulos entraban al servicio del maestro casi de la misma forma que un esclavo servía a su amo.

Jesús los llama amigos.

Los niños y mujeres no eran considerados aptos para el discipulado.

Jesús pide que los niños se acerquen a él y un grupo de mujeres lo siguen para aprender a vivir su vida.

Los seguidores de un ilustre maestro gozaban de fama y autoridad ante el pueblo.

Los seguidores de Jesús se encuentran con problemas, persecuciones y calumnias.


Así pues, un catequista debe poseer un formación sólida y estar formándose permanentemente para perseverar en el camino de santidad; pero sobre todo debe tener siempre presente la esencia de lo que realmente es: un discípulo del Señor. 

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Texto adaptado del artículo original de Mayú Dollero para Catholic.net