José el carpintero – Historia copta

José el carpintero – Historia copta

San José fue el hombre justo que Dios quiso poner al frente de su casa. Del ejemplo fuerte y paterno de san José Jesús aprendió las virtudes de la piedad varonil, la fidelidad a la palabra dada, la integridad y el trabajo duro. En el carpintero de Nazaret vio cómo la autoridad puesta al servicio del amor es infinitamente más fecunda que el poder que busca dominar. ¡Cuánta necesidad tiene nuestro mundo del ejemplo, de la guía y de la fuerza serena de hombres como san José!

Santo Padre Benedicto XVI

Homilía del jueves, 14 de mayo de 2009

Monte del Precipicio – Nazaret

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Introito

He aquí el relato del fallecimiento de nuestro santo padre José, padre del Cristo según la carne, y que vivió ciento once años. En el monte de los Olivos nuestro Salvador refirió a los apóstoles su vida por entero. Y los mismos apóstoles escribieron sus palabras, y las depositaron en la Biblioteca de Jerusalén. Y el día en que el santo anciano abandonó su cuerpo, en la paz de Dios, fue el 26 del mes de epifi.

Discurso de Jesús a los apóstoles

I. Y llegó un día en que, hallándose nuestro buen Señor sentado en el monte de los Olivos y sus discípulos reunidos en torno suyo, les habló en estos términos: Queridos hermanos, hijos de mi buen Padre, vosotros, a quienes Él ha elegido para heraldos suyos entre el mundo entero, sabéis bien cuán a menudo os he predicho que seré crucificado; que gustará la muerte por todos; que resucitará de entre los muertos; que os daré el encargo de predicar el Evangelio, a fin de que lo anunciáis en el mundo entero; que os investiré de una fuerza venida de lo alto, y que os llenará del Espíritu Santo, para que prediquéis a todas las naciones, diciéndoles: Haced penitencia, porque más vale al hombre hallar un vaso de agua en la vida venidera que gozar en esta de todos los bienes del mundo y, además, el lugar que ocupa la planta de un pie en el reino de mi Padre vale más que todas las riquezas de este mundo y, a más, una hora de los justos que se regocijan vale más que cien años de los pecadores que lloran y se lamentan. Así, pues, ¡oh mis miembros gloriosos!, cuando vayáis entre los pueblos, dirigidles esta enseñanza: Con balanza justa y justo peso mi Padre pesará vuestra conducta. Una sola palabra que hayáis dicho os será examinada. Así como no hay medio de escapar a la muerte, tampoco lo hay de escapar a nuestros actos buenos o malos. Mas cuanto yo os he dicho termina en esto: el fuerte no se puede salvar por su fuerza, ni el hombre por la multitud de sus riquezas. Y escuchad ahora, que os contaré la historia de mi padre José, el viejo carpintero, bendito de Dios.

Viudedad de José

II. Había un hombre llamado José, natural de la villa de Bethlehem, la de los judíos, que es la villa del rey David. Era muy instruido en la sabiduría y en el arte de la construcción. Este hombre llamado José desposó a una mujer en la unión de un santo matrimonio, y le dio hijos e hijas: cuatro varones y dos hembras. He aquí sus nombres: Judá, Josetos, Jacobo y Simeón. Los nombre da las muchachas eran Lisia y Lidia. Y la mujer de José murió, según ley de todo nacido, dejando a su hijo Jacobo de corta edad. Y José, varón justo, glorificaba a Dios en todas sus obras. E iba fuera de su villa natal a ejercer el oficio de carpintero, con dos de sus hijos, porque vivían del trabajo de sus manos, según la ley de Moisés. Y este hombre justo de que hablo es mi padre carnal, a quien mi madre María fue unida como esposa.

María es presentada en el templo

III. Mientras mi padre José vivía en viudedad, María, mi madre, buena y bendita en todo modo, estaba en el templo, consagrada a su servicio en la santidad. Tenía entonces la edad de doce años y había pasado tres en la casa de sus padres y nueve en el templo del Señor. Viendo los sacerdotes que la Virgen practicaba el ascetismo, y que permanecía en el temor del Señor, deliberaron entre sí y se dijeron: Busquemos un hombre de bien para desposarla, no sea que el caso ordinario de las mujeres le ocurra en el templo y seamos culpables de un gran pecado.

Elección de José para esposo tutelar de María

IV. Por entonces convocaron a la tribu de Judá, que habían elegido entre las doce, echando a suertes. Y la suerte correspondió al buen viejo José, mi padre carnal. Y los sacerdotes dijeron a mi madre, la Virgen bendita: Vete con José y obedécele, hasta que llegue el tiempo en que efectúes el casamiento. Mi padre José acogió a María en su casa, y ella, encontrando al pequeño Jacobo con la tristeza del huérfano, se encargó de educarlo, y por esto se llamó a María madre de Jacobo. Luego que José la hubo recibido, se puso en viaje hacia el lugar en que ejercía su oficio de carpintero. Y, en su casa, María, mi madre, pasó dos años hasta que llegó el buen momento.

Concepción pura de María. Dudas y zozobras de José

V. En el catorceno año de su edad, vine al mundo de mi propia voluntad, y entré en ella, yo, Jesús, vuestra vida. Cuando llevaba tres meses encinta, el cándido José volvió de su viaje. Y, encontrando a la Virgen embarazada, se turbó, tuvo miedo y pensó despedirla en secreto. Y, a causa del disgusto, no comió ni bebió en todo aquel día.

Un ángel revela a José el misterio del embarazo de María

VI. Mas, mediada la noche, he aquí que Gabriel, el arcángel de la alegría, vino a él en una visión, por mandato de mi Padre, y le dijo: José, hijo de David, no temas admitir a María, tu esposa, porque aquel que ella parirá ha salido del Espíritu Santo. Y se le llamará Jesús, y él es quien apacentará y guiará a todos los pueblos con un cetro de hierro. Y el ángel se alejó de él, y José se levantó, hizo como el ángel le había ordenado y recibió a María junto a sí.

Empadronamiento ordenado por Augusto y viaje de la Sagrada Familia a Bethlehem

VII. Vino en seguida una orden del rey Augusto para hacer el censo de toda la población de la tierra, cada uno en su respectiva ciudad. El viejo condujo a la Virgen María, mi madre, a su villa natal de Bethlehem. Y, como ella estaba a punto de parir, él inscribió su nombre ante el escriba así: José, hijo de David, con María, su esposa, y Jesús, su hijo, de la tribu de Judá. Y mi madre María me puso en el mundo en el camino de regreso a Bethtehem, en la tumba de Raquel, mujer de Jacobo el patriarca, que fue la madre de José y de Benjamín.

Satánica decisión de Herodes y huida a Egipto

VIII. Satán dio un consejo a Herodes el Grande, padre de Arquelao, el que hizo decapitar a Juan, mi amigo y mi deudo. Y así él me buscó para matarme, imaginando que mi reino era de este mundo. José fue advertido por una visión. Se levantó, me tomó con María, mi madre, en cuyos brazos yo iba recostado, mientras que Salomé nos seguía. Partimos para Egipto. Y allí permanecimos un año, hasta que el cuerpo de Herodes fue presa de los gusanos, que lo hicieron morir en castigo de la sangre de los inocentes niños que había vertido en abundancia.

Regreso de Egipto a Galilea

IX. Y, cuando aquel pérfido e impío Herodes hubo muerto, volvimos a un pueblo de Galilea que se llama Nazareth. Mi padre José, el viejo bendito, practicaba el oficio de carpintero, y vivíamos del trabajo de sus manos. Fiel observador de la ley de Moisés, nunca comió su pan gratuitamente.

Vejez robusta y juiciosa de José

X. Y, pasado tan largo lapso, su cuerpo no estaba debilitado. Sus ojos no habían perdido la luz y ni un solo diente había perdido su boca. En ningún momento le faltó prudencia y buen juicio, antes permanecía vigoroso como un joven, cuando ya su edad había alcanzado el año ciento once.

Sumisión de Jesús a sus padres

XI. Entonces, sus hijos más jóvenes, Josetos y Simeón, tomaron mujer y se establecieron en sus casas. Sus dos hijas también se casaron, según es lícito a todo ser humano. José permaneció con Jacobo, su hijo más joven. Y, desde que la Virgen me pariera, yo había permanecido con ella en la completa sumisión que conviene a la calidad de hijo. Porque, en verdad, yo he ejecutado y hecho todas las obras humanas, fuera del pecado. Y llamaba a María «madre» y a José «padre». Y obedecía en cuanto me iban a decir. Y no les replicaba una sola palabra, sino que los amaba mucho.

Aproxímase la muerte de José

XII. Y ocurrió que la muerte de mi padre se acercó, según es ley del hombre. Cuando su cuerpo sintió la enfermedad, su ángel le advirtió: En este año morirás. Y su alma se turbó y fue a Jerusalén, al templo del Señor, y se prosternó ante el altar, diciendo:

Plegaria dirigida por José a Dios

XIII. ¡Oh, Dios, padre de toda misericordia y de toda carne, Dios de mi alma, de mi cuerpo y de mi espíritu, pues que los días de mi vida en este mundo se han cumplido, he aquí que yo te ruego, Señor Dios, envíes a mí al arcángel San Miguel, para que esté junto a mí hasta que mi pobre alma salga de mi cuerpo, sin dolor y sin turbación! Porque para todo hombre hay un gran temor que es la muerte: para el hombre y para todo animal doméstico, o para la bestia salvaje, o para el reptil, o para el pájaro, en una palabra, para toda criatura bajo el cielo, que posee un alma viviente, es un dolor y una aflicción esperar que su alma se separe de su cuerpo. Así, pues, mi Señor, que esté tu arcángel junto a mí hasta que mi alma se separe sin dolor de mi cuerpo. No permitas que el ángel que me fue dado vuelva hacia mí su róstro lleno de cólera, cuando yo esté en tu camino, y que me deje solo. No dejes que aquellos cuya faz cambia me atormenten en el camino que yo recorra hacia ti. No dejes detener mi alma por quienes guardan tu puerta, y no me confundas ante tu tribunal formidable. No desencadenes contra mí las olas del río de fuego en que todas las almas se purifican antes de ver la gloria de tu divinidad, ¡oh Dios, que juzgas a todos en verdad y en justicia! Ahora, mi Señor, reconfórteme tu misericordia, porque tú eres la fuente de todo bien. A ti sea dada gloria por la eternidad de las eternidades. Amén.

Enfermedad de José

XIV. Y se dirigió en seguida a Nazareth, la villa en que habitaba. Y sufrió la enfermedad de que debía morir, según el destino de todo hombre. Y su enfermedad era más grave que ninguna de las que había sufrido desde el día en que fue puesto en el mundo. He aquí los estados de vida de mi querido padre José. Alcanzó la edad de cuarenta años. Tomó mujer. Vivió cuarenta y nueve años con su mujer, y, cuando esta murió, pasó un año solo. Mi madre pasó luego dos años en su casa, luego que los sacerdotes se la hubieran confiado, dándole esta instrucción: Vela por ella hasta el momento de cumplir vuestro matrimonio. Al comenzar el tercer año de vivir ella con él, y en el quinceno año de la vida de ella, me puso en el mundo por un misterio que únicamente comprendemos yo, mi Padre y el Espíritu Santo, que solo somos uno.

Trastornos físicos y mentales de José

XV. Y el total de los días de la vida de mi padre, el bendito viejo José, fue de ciento once años, conforme a la orden que había dado mi buen Padre. El día en que dejó su cuerpo fue el 26 del mes de epifi. Entonces, el oro fino que era la carne de mi padre José comenzó a transmutarse, y la plata que eran su razón y su juicio se alteró. Olvidó el comer y el beber y se equivocaba en su oficio. Ocurrió, pues, que ese día, 26 de epifi, cuando la luz comenzaba a extenderse, mi padre José se agitó mucho sobre su lecho. Sintió un vivo temor, lanzó un profundo gemido y se puso a gritar con gran turbación, expresándose de este modo:

Trenos de José

XVI. ¡Malhaya yo en este día! ¡Malhaya el día en que mi madre me parió! ¡ Malhaya el seno en que recibí el germen de vida! ¡Malhayan los pechos cuya leche mame! ¡Malhayan las rodillas en que me he sentado! ¡Malhayan las manos que me sostenían hasta que fui mayor, para entrar en el pecado! ¡Malhayan mi lengua y mis labios, que se han empleado en la injuria, la calumnia, la detracción y el engaño! ¡Malhayan mis ojos, que han visto el escándalo! ¡Malhayan mis oídos, que han gustado de escuchar frívolos discursos! ¡Malhayan mis manos, que han tomado lo que no les pertencía! ¡Malhayan mi estómago y mi vientre, que han tomado alimentos que no les correspondían y que, si hallaban alguna cosa de comer, la devoraban más que una llama pudiera hacerlo! ¡Malhayan mis pies, que tan mal han servido a mi cuerpo, llevándolo por otras vías que las buenas! ¡Malhaya mi cuerpo, que ha tornado mi alma desierta y extraña al Dios que la creó! ¿Qué haré yo ahora? Estoy cercado por todas partes. En verdad, malhaya todo hombre que corneta pecado. En verdad que la misma turbación que yo he visto en mi padre Jacobo cuando dejó su cuerpo cae hoy sobre mí, desgraciado que soy. Pero es Jesús, mi Dios, el árbitro de mi suerte, quien cumple su voluntad en mí.

Jesús consuela a su padre

XVII. Viendo que mi padre José hablaba de tal forma, me levanté y fui hacia él, que estaba acostado, y lo hallé turbado de alma y de espíritu. Y le dije: Salud, mi querido padre José, cuya vejez es a la vez buena y bendita. Él, con gran temor de la muerte, me contestó: ¡Salud infinitas veces, mi hijo querido! He aquí que mi alma se apacigua después de escuchar tu voz. ¡Jesús, mi Señor! ¡Jesús, mi verdadero rey! ¡Jesús, mi bueno y misericordioso salvador! ¡Jesús, el liberador! ¡Jesús, el guía! ¡Jesús, el defensor! ¡Jesús, todo bondad! ¡Jesús, cuyo nombre es dulce y muy untuoso a todas las bocas! ¡Jesús, ojo escrutador! ¡Jesús, oído atento! Escúchame hoy a mí, tu servidor, que te implora, y que solloza en tu presencia. Tú eres Dios, en verdad. Tú eres, en verdad, el Señor, según el ángel me ha dicho muchas veces, sobre todo el día que mi corazón tuvo sospechas, por un pensamiento humano, cuando la Virgen bendita estaba encinta y yo me propuse despedirla en secreto. Cuando tales eran mis reflexiones, el ángel se me mostró en una visión, y me habló en estos términos: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque aquel que ha de parir es salido del Espíritu Santo. No albergues ninguna duda respecto a su embarazo, porque ella parirá un niño, que llamarás Jesús. Tú eres Jesús, el Cristo, el salvador de mi alma, de mi cuerpo y de mi espíritu. No me condenes a mí, tu esclavo y obra de tus manos. Yo no sé nada, Señor, y no comprendo el misterio de tu concepción desconcertante. Nunca he oído que una mujer haya concebido sin un hombre, ni que una mujer haya parido conservando el sello de su virginidad. Yo recuerdo el día que la serpiente mordió al niño que murió. Su familia te buscó para entregarte a Herodes, y tu misericordia lo salvó. Resucitaste a aquel cuya muerte te habían achacado por calumnia, diciendo: Tú eres quien lo ha matado. Hubo una gran alegría en la casa del muerto. Yo te tomé la oreja, y te dije: Sé prudente, hijo. Y tú me reprochaste, diciendo: Si no fueses mi padre según la carne, no haría falta que te enseñase lo que acabas de hacer. Ahora, pues, ¡oh mi Señor y mi Dios!, si es para pedirme cuenta de aquel día para lo que me has enviado estos signos terroríficos, yo pido a tu bondad que no entres conmigo en disputa. Yo soy tu esclavo y el hijo de tu sierva. Si rompes mis lazos, yo te ofreceré un sacrificio de alabanza, es decir, la confesión de la gloria de tu divinidad. Porque tú eres Jesucristo, el hijo del Dios verdadero y el hijo del hombre al tiempo mismo.

Jesús consuela a su madre

XVIII. Al acabar de hablar así mi padre José, no pude contener las lágrimas, y lloraba viendo que la muerte lo dominaba y oyendo las palabras que salían de su boca. En seguida, ¡oh hermanos míos!, pensé en mi muerte en la cruz para salvar al mundo entero. Y aquella cuyo nombre es suave a la boca de quienes me aman, María, mi madre, se levantó. Y me dijo con una gran tristeza: ¡Malhaya yo, querido hijo! ¿Va, pues, a morir aquel cuya vejez es buena y bendita, José, tu padre según la carne? Yo dije: ¡Oh mi madre querida! ¿Quién de entre todos los hombres no pasará por la muerte? Porque la muerte es la soberana de la humanidad, ¡oh mi bendita madre! Tú misma morirás como todo nacido. Pero así para José, mi padre, como para ti, la muerte no será una muerte, sino una vida eterna y sin fin. Porque también yo debo necesariamente morir, a causa de la forma carnal que he revestido. Ahora, pues, ¡oh mi madre querida!, levántate para ir hacia José, el viejo bendito, a fin de que sepas el destino que le vendrá de lo alto.

Dolores y gemidos de José

XIX. Y ella se levantó. Y, dirigiéndose al lugar en que Josa estaba acostado, lo encontró cuando los signos de la muerte acababan de manifestarse en él. Yo, ¡oh mis amigos!, me senté a su cabecera, y María, mi madre, a sus pies. Él levantó los ojos hacia mi rostro. Y no pudo hablar, porque el momento de la muerte lo dominaba. Entonces alzó otra vez la vista, y lanzó un gran gemido. Yo sostuve sus manos y sus pies un largo trecho, mientras él me miraba y me imploraba, diciendo: Ño dejéis que me lleven. Yo coloqué mi mano en su corazón, y conocí que su alma había subido ya a su garganta, para ser arrancada de su cuerpo. No había llegado aún el instante postrero, en que la muerte debía venir, porque, si no, ya no hubiera aguardado más. Pero habían llegado ya la turbación y las lágrimas que la preceden.

Empieza la agonía del patriarca

XX. Cuando mi querida madre me vio palpar su cuerpo, ella le palpé los pies, y encontró que el calor y la respiración lo habían abandonado. Y me dijo ingenuamente: ¡Gracias, hijo mío! Desde que has posado tu mano sobre su cuerpo, el calor lo ha dejado. He aquí sus pies y sus piernas, que están frías como el hielo. Yo fui hacia sus hijos, y les dije: Venid para hablar a vuestro padre, que ahora es el momento, antes que la boca deje de hablar, y la pobre carne se vuelva fría. Entonces los hijos e hijas de José fueron a él. Y él estaba en peligro a causa de los dolores de la muerte y presto a salir de este mundo. Lisia, la hija de José, dijo a sus hermanos: Malhaya a mí, mis hermanos queridos, si este no es el mal de nuestra madre, que no habíamos vuelto a ver hasta ahora. Igual será nuestro padre José, que no veremos nunca más. Entonces los hijos de José alzaron la voz, llorando. Yo también, y María, la Virgen, mi madre, lloramos con ellos, porque el momento de la muerte había sobrevenido.

Jesús divisa a la muerte que se acerca

XXI. Entonces miré en dirección al mediodía y divisé a la muerte. Entré en la mansión, seguida de Amenti, que es su instrumento, con el diablo seguido de sus ayudantes, vestidos de fuego, innumerables y echando por la boca humo y azufre. Mi padre José miró y vio que lo buscaban, llenos contra él de la cólera con que acostumbran a encender sus rostros contra toda alma que deja un cuerpo, especialmente contra los pecadores en quienes advierten el más mínimo signo de posesión. Cuando el buen viejo los divisé, sus ojos vertieron lágrimas. En este momento, el alma de mi buen padre José se separó, lanzando un suspiro, a la vez que buscaba medio de ocultarse, para salvarse. Cuando yo vi, por el gemido de mi padre José, que había distinguido a las potencias que nunca hasta entonces había visto, me levanté en seguida, y amenacé al diablo y a los que iban con él. Y todos se fueron en vergüenza y con gran desorden. Y, de cuantos estaban sentados en torno a mi padre José, nadie, ni aun mi madre María, conoció nada de los ejércitos terribles que persiguen a las almas de los hombres. Cuanto a la muerte, cuando vio que yo había amenazado a las potencias de las tinieblas, y las había echado fuera, tomó miedo. Y me levanté al instante, y elevé una plegaria a mi Padre Misericordioso, diciéndole:

Oración de Jesús a su Padre

XXII. ¡Oh Padre mío, raíz de toda misericordia y de toda verdad! ¡Ojo que ves! ¡Oído que oyes! Escúchame a mí, que soy tu hijo querido, y que te imploro por mi padn José, rogando que le envíes un cortejo numeroso de ángeles, con Miguel, el dispensador de la verdad, y con Gabriel, el mensajero de la luz. Acompañen ellos el alma de mi padre José, hasta que haya pasado los siete círculo; de las tinieblas. No atraviese mi padre las vías angostas por las que es terrible andar, donde se tiene el gran ea panto de ver las potencias que las ocupan, donde el río de fuego que corre en el abismo mueve sus ondas como las olas del mar. Y sé misericordioso para el alma de mi buen padre José, que va a tus manos santas, porque este es el momento en que necesita tu misericordia. Yo os lo digo, ¡oh mis venerables hermanos, y mis apóstoles benditos!: todo hombre nacido en este mundo y que conoce el bien y el mal, después que ha pasado todo su tiempo en la concupiscencia de sus ojos, necesita la piedad de mi buen Padre cuando llega el momento de morir, de franquear el pasaje, de comparecer ante el Tribunal Terrible y de hacer su defensa. Pero vuelvo al relato de la salida del cuerpo de mi buen padre José.

José expira

XXIII. Y, cuando la agonía llegaba a su término último y mi padre iba a rendir el alma, lo abracé. Y apenas dije el amén, que mi querida madre repitió en la lengua de los habitantes del cielo, se presentaron Miguel y Gabriel, con el coro de los ángeles, y se colocaron cerca del cuerpo de mi padre José. En este momento la rigidez y la opresión lo abrumaban en extremo, y comprendí que el instante próximo y su premio habían llegado, porque el cuerpo era presa de dolores parecidos a los que preceden al parto. La agonía lo acosaba, tal que una violenta tempestad o un enorme fuego que devora gran cantidad de materias inflamables. Cuanto a la muerte misma, el miedo no le permitía entrar en el cuerpo de mi querido padre José, para separarlo de su alma, porque, al mirar el interior de la habitación, me encontró sentado cerca de su cabeza y con mi mano en sus sienes. Y, cuando advertí que la intrusa vacilaba en entrar por mi causa, me levanté, me puse detrás del umbral y encontré a la muerte, que esperaba sola y poseída de un gran temor. Y le dije: ¡Oh tú, que has llegado de la región del mediodía, entra pronto a cumplir lo que mi Padre te ha ordenado! Pero vela por José como por la luz de tus ojos, porque es mi padre según la carne y ha sufrido por mí mucho, desde los días de mi niñez, huyendo de un sitio a otro, a causa del perverso propósito de Herodes. Y he recibido sus lecciones, como todos los hijos cuyos padres acostumbran a instruirlos para su bien. Y entonces Abbatón entró y tomó el alma de mi padre José, y la separó de su cuerpo, en el punto y hora en que el sol iba a despuntar en su órbita, el 12 del mes de epifi. Y el total de los días de la vida de mi querido padre José fue de ciento once años. Y Miguel tomó los dos extremos de una mortaja de seda preciosa, y Gabriel tomó los otros dos. Y tomaron el alma de mi querido padre José, y la depositaron en la mortaja. Y ninguno de los que se hallaban cerca del cuerpo de mi padre conoció que había muerto, y mi madre Maria, tampoco. Y mandé a Miguel y a Gabriel que velasen el cuerpo de José, a causa de los raptores que pululaban por los caminos, y que los ángeles incorporales, cuando salieran de la casa con el cadáver, continuasen cantando en su ruta, hasta conducir el alma a los cielos, cerca de mi buen Padre.

Jesús consuela a los hijos de José

XXIV. Y volví cerca del cuerpo de mi padre José, que yacía como un cesto. Le bajé los ojos y se los cerré, así como la boca, y quedé contemplándolo. Y dije a la Virgen: Oh María, ¿qué se hicieron los trabajos del oficio que José realizó desde su infancia hasta ahora? Todos han pasado en un solo momento. Es como si no hubiese venido nunca al mundo. Cuando sus hijos e hijas me oyeron decir esto a María, mi madre, me dijeron con profusión de lágrimas: Malhaya nosotros, ¡oh nuestro Señor! Nuestro padre ha muerto, ¡y nosotros no lo sabíamos! Yo les dije: En verdad, ha muerto. Mas la muerte de José, mi padre, no es una muerte, sino una vida para la eternidad. Grandes son los bienes que va a recibir mi muy amado José. Porque desde que su alma ha dejado su cuerpo, todo dolor ha cesado para él. Está en el reino de los cielos por toda la eternidad. Ha dejado tras sí este mundo de penosos deberes y de vanos cuidados. Ha ido a la morada de reposo de mi Padre, que está en los cielos, y que nunca será destruida. Cuando yo hube dicho a mis hermanos: Ha muerto vuestro padre José, el viejo bendito, se levantaron, desgarraron sus vestiduras, y lloraron mucho rato.

Duelo en la ciudad de Nazareth

XXV. Entonces, todos los de la ciudad de Nazareth y de toda la Galilea, al oír el duelo, se reunieron en el lugar en que estábamos, según costumbre de los judíos. Y pasaron todo el día llorando, hasta la hora novena. A la hora novena, hice salir a todos. Vertí agua sobre el cuerpo de mi amado padre José, lo ungí en aceite perfumado, y rogué a mi Padre, que está en los cielos, con las plegarias celestes que escribí con mis propios dedos cuando aún no había encarnado en la Virgen María. Y, al decir yo amén, muchos ángeles llegaron. Di orden a dos de ellos de extender una vestidura, e hice levantar el cuerpo bendito de mi buen padre José para amortajarlo con ella.

Palabras de bendición de Jesús sobre el cadáver de su padre

XXVI. Y puse mi mano en su corazón, diciendo: Nunca el olor fétido de la muerte se apodere de ti. No oigan tus oídos nada malo. No invada la corrupción tu cuerpo. No se vea atacada tu mortaja por la tierra, ni se separe de tu cuerpo, hasta que lleguen los mil años. No se caigan los cabellos de tu cabeza, esos cabellos que yo he tomado tantas veces con mis manos, ¡oh mi buen padre José! Y la dicha sea contigo. A los que den una ofrenda a tu santuario el día de tu conmemoración, que es el 26 del mes de epifi, yo los bendeciré con un don celestial que se les hará en los cielos. Quien, en tu nombre, ponga un pan en la mano de un pobre no dejaré que carezca de los bienes de este mundo, mientras viva. Quienes lleven una copa de vino a los labios de un extranjero, o de un huérfano, o de una viuda, en el día de tu conmemoración, yo se lo haré presente, para que tú los lleves al banquete de los mil años. Los que escriban el libro de tu tránsito, según lo he contado hoy con mi boca, por mi salud, ¡oh mi padre José!, que los tendré presentes en este mundo, y, cuando dejen su cuerpo, yo romperé la cédula de sus pecados, para que no sufran ningún tormento, salvo la angustia de la muerte y el río de fuego que purifica toda alma ante mi Padre. Y, cuando un hombre pobre, no pudiendo hacer lo que yo he dicho, engendre un hijo y le llame José, para glorificar tu nombre, ni hambre, ni epidemia entrarán en su mansión, porque tu nombre estará allí.

Honras fúnebres

XXVII. En seguida, los notables de la población fueron al sitio en que estaba depositado el cuerpo de mi padre, acompañados de los acólitos de los funerales, y con objeto de amortajar su cuerpo según los ritos judíos. Y lo encontraron amortajado ya. El lienzo se había unido a su cuerpo como con grapas de hierro. Y, cuando lo movieron, no hallaron la abertura de su mortaja. Entonces, lo llevaron a la tumba. Y, cuando lo hubieron puesto a la entrada de la caverna para abrir la puerta y depositarlo entre sus padres, recordé el día en que partió conmigo para Egipto y las tribulaciones que por mí sufrió, y me extendí sobre su cuerpo, y lloré sobre él, diciendo:

Reflexiones de Jesús sobre la muerte

XXVIII. ¡Oh muerte, que causas tantas lágrimas y lamentos! ¡Es, sin embargo, Aquel que domina todas las cosas quien te ha dado ese poder sorprendente! Pero el reproche no alcanza tanto a la muerte como a Adán y a su mujer. La muerte no hace nada sin orden de mi Padre. Ha habido hombres que han vivido novecientos años antes de morir, y muchos otros han vivido más aún, sin que nadie entre ellos haya dicho que ha visto la muerte, ni que esta viniese por intervalos a atormentar a cualquiera. Es que no atormenta a los hombres más que una vez, y esta vez es mi buen Padre quien la envía al hombre. Cuando viene hacia él, es porque oye la sentencia que parte del cielo. Si la sentencia llega cargada de cólera, también con cólera llega la muerte para llevar el alma a su Señor. La muerte no tiene el poder de llevar el alma al fuego o al reino de los cielos. La muerte cumple la orden de Dios. Adán, al contrario, no cumplió la orden de mi Padre, sino que cometió una transgresión. Y la cometió, hasta irritar a mi Padre contra él, obedeciendo a su mujer y desobedeciendo a Dios, de modo que atrajo la muerte sobre toda alma viviente. Si Adán no hubiese desobedecido a mi buen Padre, no hubiese atraído la muerte sobre él. ¿Qué es, pues, lo que me impide rogar a mi buen Padre para que envíe un carro luminoso, donde yo pondría a mi padre José, sin que gustase la muerte, para hacerlo conducir, con la carne en que fue engendrado, hacia un lugar de reposo, con los ángeles incorpóreos? Mas por la transgresión de Adán, sobre 1a humanidad entera ha venido la gran angustia de la muerte. Y yo mismo, pues que revisto esta carne, debo gustar la muerte por las criaturas que he creado, para serles misericordioso.

Enterramiento de José

XXIX. Mientras yo hablaba así, y abrazaba a mi padre José, llorando sobre él, ellos abrieron la puerta de la tumba y depositaron su cuerpo junto al de Jacobo, su padre. Su fin ocurrió en su año ciento once. Ni un solo diente se perdió en su boca, ni sus ojos se oscurecieron, sino que su mirada era como la de un niñito. Nunca perdió su vigor, sino que practicó su oficio de carpintero hasta el día en que lo atacó la enfermedad de que debía morir.

Una objeción hecha a Jesús por sus discípulos

XXX. Nosotros, los apóstoles, oyendo estas palabras de la boca de nuestro Salvador, nos regocijamos. Nos lenvantamos, y adoramos sus manos y sus pies con júbilo, diciendo: Gracias te damos, ¡oh nuestro buen Salvador!, por habernos hecho dignos de oír de tu boca, Señor, palabras de vida. Sin embargo, nos asombras, ¡oh nuestro buen Salvador! Puesto que concediste la inmortalidad a Enoch y a Elías, y puesto que hasta ahora están rodeados de bienes, y conservan la carne en que han nacido, y que no ha conocido corrupción, este viejo bendito José, el carpintero, a quien has hecho tan gran honor, que has llamado tu padre, y a quien obedeciste en todo, aquel a cuyo propósito nos has dado instrucciones diciendo: Cuando yo os invista de poder, cuando envíe hacia vosotros a aquel que es prometido por mi Padre, es decir, el Parácleto, el Espíritu Santo, para enviaros a predicar el Santo Evangelio, predicaréis también a mi padre José; y a más: Decir estas palabras de vida en el testamento de su tránsito; y aun: Leed este testamento los días de fiesta y sagrados; y en fin: Aquel que corte o añada palabras de este testamento, de modo que me ponga por embustero, sufrirá mi santa venganza: después de todo esto, nos sorprende que lo hayas llamado tu padre carnal y que, no obstante, no le hayas prometido la inmortalidad, para hacerlo vivir eternamente.

Respuesta de Jesús

XXXI. Nuestro Salvador contestó, y nos dijo: La sentencia que mi Padre dicté contra Adán no será nunca baldía, por cuanto desobedeció sus mandatos. Cuando mi Padre ordena que un hombre sea justo, este se convierte en su elegido. Cuando el hombre ama las obras del diablo, por su voluntad de hacer el mal, si Dios lo deja vivir largo tiempo, ¿no sabe que caerá en las manos de Dios, si no hace penitencia? Pero, cuando alguien llega a una edad avanzada entre buenas acciones, son sus obras las que hacen de él un anciano. Cada vez que Dios ve que un hombre corrompe su carne en su camino sobre la tierra, acorta su existencia, como hizo con Ezequías. Toda profecía dictada por mi Padre debe cumplirse por entero. Me habéis hablado de Enoch y Elías, diciendo: Viven en la carne en que han nacido, y respecto a José mi padre según la carne, diciendo: ¿Por qué no lo has dejado en su carne hasta ahora? Pero, aunque hubiese vivido diez mil años, habría debido morir. Yo os lo digo, ¡oh mis miembros santos!, que cada vez que Enoch o Elías piensan en la muerte hubieran querido morir, para librarse de la gran angustia en que se encuentran. Porque deben morir en un día de terror, de clamor, de aflicción y de amenaza. En efecto: el Anticristo matará a estos dos hombres, vertiendo su sangre sobre la tierra como un vaso de agua, a causa de las afrentas que le hicieron sufrir rechazándolo.

Gozoso aquietamiento de los apóstoles

XXXII. Nosotros respondimos diciéndole: Oh nuestro Señor y nuestro Dios, ¿qué hombres son esos que habéis dicho que el hijo de la perdición matará por un vaso de agua? Jesús, nuestro Salvador y nuestra vida, nos dijo: Son Enoch y Elías. Y, mientras nuestro Salvador nos decía estas cosas, fuimos presa de gran gozo. Y le rendimos gracias y alabanzas a él, nuestro Señor y nuestro Dios, nuestro Salvador Jesucristo, aquel por quien toda loanza conviene al Padre, a él mismo y al Espíritu vivificador, ahora y en todos los tiempos y hasta la eternidad de todas las eternidades. Amén.

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Via Crucis vivientes en México, Estados Unidos y España

Via Crucis vivientes en México, Estados Unidos y España

Una antigua tradición de la Iglesia de Roma cuenta que el apóstol Pedro, saliendo de la ciudad para escapar de la persecución de Nerón, vio que Jesús caminaba en dirección contraria y enseguida le preguntó: «Señor, ¿adónde vas?». La respuesta de Jesús fue: «Voy a Roma para ser crucificado de nuevo». En aquel momento, Pedro comprendió que tenía que seguir al Señor con valentía, hasta el final, pero entendió sobre todo que nunca estaba solo en el camino; con él estaba siempre aquel Jesús que lo había amado hasta morir. Miren, Jesús con su Cruz recorre nuestras calles y carga nuestros miedos, nuestros problemas, nuestros sufrimientos, también los más profundos. Con la Cruz, Jesús se une al silencio de las víctimas de la violencia, que ya no pueden gritar, sobre todo los inocentes y los indefensos; con la Cruz, Jesús se une a las familias que se encuentran en dificultad, y que lloran la trágica pérdida de sus hijos, como en el caso de los doscientos cuarenta y dos jóvenes víctimas del incendio en la ciudad de Santa María a principios de este año. Rezamos por ellos. Con la Cruz Jesús se une a todas las personas que sufren hambre, en un mundo que, por otro lado, se permite el lujo de tirar cada día toneladas de alimentos. Con la cruz, Jesús está junto a tantas madres y padres que sufren al ver a sus hijos víctimas de paraísos artificiales, como la droga. Con la Cruz, Jesús se une a quien es perseguido por su religión, por sus ideas, o simplemente por el color de su piel; en la Cruz, Jesús está junto a tantos jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven el egoísmo y corrupción, o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso en Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio. Cuánto hacen sufrir a Jesús nuestras incoherencias. En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevás vos solo. Yo la llevo con vos y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (cf. Jn 3,16).

Santo Padre Francisco

Discurso en el Via Crucis con los jóvenes (XXVIII JMJ 2013 Río de Janeiro)

Vídeo completo del Via Crucis con los jóvenes

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VIA CRUCIS VIVIENTES EN MÉXICO


Via Crucis en Villa Hidalgo, Jalisco


Via Crucis de la Parroquia de San Antonio de Padua, Chihuahua


Via Crucis en Puruándiro, Michoacán de Ocampo


Via Crucis de la Parroquia de Ntra. Señora de la Merced de León, Guanajuato

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VIA CRUCIS VIVIENTES EN ESTADOS UNIDOS


Via Crucis de la Iglesia Asunción en Westchester, Nueva York


Vía Crucis en Glen Cove, Nueva York


Via Crucis en Salinas, California

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VIA CRUCIS VIVIENTES EN ESPAÑA


Via Crucis en Balmaseda, Vizcaya


Via Crucis en Arkotxa, Vizcaya


Via Crucis en Adeje, Tenerife

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Oraciones penitenciales para perseverar en el amor

Oraciones penitenciales para perseverar en el amor

«Orad constantemente» (1 Ts 5, 17), «dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo» (Ef 5, 20), «siempre en oración y suplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos» (Ef 6, 18). «No nos ha sido prescrito trabajar, vigilar y ayunar constantemente; pero sí tenemos una ley que nos manda orar sin cesar» (Evagrio Pontico, Capita practica ad Anatolium, 49). Este ardor incansable no puede venir más que del amor. Contra nuestra inercia y nuestra pereza, el combate de la oración es el del amor humilde, confiado y perseverante. Este amor abre nuestros corazones a tres evidencias de fe, luminosas y vivificantes:

Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 2742

[nota: las tres evidencias se corresponden con los números 2743, 2744 y 2745 que podéis leer en este mismo artículo]


Acto Penitencial


Yo confieso ante Dios Todopoderoso,

y ante vosotros, hermanos,

que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen,

a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,

que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

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Orar es siempre posible: El tiempo del cristiano es el de Cristo resucitado que está con nosotros «todos los días» (Mt 28, 20), cualesquiera que sean las tempestades (cf Lc 8, 24). Nuestro tiempo está en las manos de Dios:

«Conviene que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo: igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo a otras labores, que levante su alma a Dios: conviene también que el siervo alborotador o que anda yendo de un lado para otro, o el que se encuentra sirviendo en la cocina […], intenten elevar la súplica desde lo más hondo de su corazón» (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 6).

Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 2743


Oración penitencial de san Ambrosio de Milán


Oh, Señor,

que tienes misericordia de todos,

quita de mí mis pecados,

y misericordiosamente enciende en mí

el fuego de tu Espíritu Santo.

Quita de mí el corazón de piedra,

y dame un corazón de carne,

un corazón para amarte y adorarte,

un corazón para deleitarse en Ti,

para seguirte y disfrutar de Ti.

En el nombre de Cristo.

Amén.


San Ambrosio de Milán

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Orar es una necesidad vital: si no nos dejamos llevar por el Espíritu caemos en la esclavitud del pecado (cf Ga 5, 16-25). ¿Cómo puede el Espíritu Santo ser «vida nuestra», si nuestro corazón está lejos de él?

«Nada vale como la oración: hace posible lo que es imposible, fácil lo que es difícil […]. Es imposible […] que el hombre […] que ora […] pueda pecar» (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermón 4, 5).

«Quien ora se salva ciertamente, quien no ora se condena ciertamente» (San Alfonso María de Ligorio, Del gran mezzo della preghiera, pars 1, c. 1).

Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 2744


Oración penitencial de san Agustín


Oh Señor,

La casa de mi alma es estrecha;

agrándala para que puedas entrar en ella.

Es ruinosa, ¡repárala!

No es agradable a tu vista.

Lo confieso, lo sé.

Pero, ¿quién la limpiará?,

¿A quién he de implorar sino a Ti?

Límpiame de mis transgresiones secretas,

Oh Señor,

y libra a tu siervo de extraños pecados.


San Agustín de Hipona

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Oración y vida cristiana son inseparables porque se trata del mismo amor y de la misma renuncia que procede del amor. La misma conformidad filial y amorosa al designio de amor del Padre. La misma unión transformante en el Espíritu Santo que nos conforma cada vez más con Cristo Jesús. El mismo amor a todos los hombres, ese amor con el cual Jesús nos ha amado. «Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre os lo concederá. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros» (Jn 15, 16-17).

«Ora continuamente el que une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo así podemos cumplir el mandato: ‘Orad constantemente’» (Orígenes, De oratione, 12, 2).

Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 2745


SALMO 51, 3-19


3 ¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,

por tu gran compasión, borra mis faltas!

4 ¡Lávame totalmente de mi culpa

y purifícame de mi pecado!

5 Porque yo reconozco mis faltas

y mi pecado está siempre ante mí.

6 Contra ti, contra ti solo pequé

e hice lo que es malo a tus ojos.

Por eso, será justa tu sentencia

y tu juicio será irreprochable;

7 yo soy culpable desde que nací;

pecador me concibió mi madre.

8 Tú amas la sinceridad del corazón

y me enseñas la sabiduría en mi interior.

9 Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;

lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

10 Anúnciame el gozo y la alegría:

que se alegren los huesos quebrantados.

11 Aparta tu vista de mis pecados

y borra todas mis culpas.

12 Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,

y renueva la firmeza de mi espíritu.

13 No me arrojes lejos de tu presencia

ni retires de mí tu santo espíritu.

14 Devuélveme la alegría de tu salvación,

que tu espíritu generoso me sostenga:

15 yo enseñaré tu camino a los impíos

y los pecadores volverán a ti.

16 ¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,

y mi lengua anunciará tu justicia!

17 Abre mis labios, Señor,

y mi boca proclamará tu alabanza.

18 Los sacrificios no te satisfacen;

si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:

19 mi sacrificio es un espíritu contrito,

tú no desprecias el corazón contrito y humillado.


Salmo 51 en la Sagrada Escritura del portal web de la Santa Sede

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Un testimonio de Carnaval antes de Cuaresma

Un testimonio de Carnaval antes de Cuaresma

A veces pensamos: «No, nosotros somos cristianos: hemos recibido el bautismo, la confirmación, la primera comunión… y así el documento de identidad está en orden. Y ahora, dormimos tranquilos: somos cristianos…». Pero, ¿dónde está esa fuerza del Espíritu que te lleva adelante? ¿Somos fieles al Espíritu para anunciar a Jesús con nuestra vida, con nuestro testimonio y con nuestras palabras? Cuando hacemos esto, la Iglesia se convierte en una Iglesia Madre que genera hijos… hijos de la Iglesia que testimonian a Jesús.

Santo Padre Francisco: Tiempo de testimonio

Misas matutinas del 12 de abril al 18 de abril de 2013

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Lo habitual en los carnavales en España es ver personas disfrazadas de sacerdotes, obispos y religiosas, que se burlan de las personas consagradas, de la Iglesia Católica y de quienes creen en Dios. El carnaval de Cádiz es uno de los importantes que se celebra en España y tiene como uno de los actos centrales un prestigioso festival de canciones irónicas denominadas ‘chirigotas’ y en el cual compiten grupos que optan al premio con composiciones inéditas.

La agrupación «Los defensores de Luis» ha presentado una ‘chirigota’ en el carnaval de Cádiz 2011 titulada «Cada vez que digo que yo soy creyente». En ella sus componentes hacen una defensa de la dignidad de los creyentes y de su fe en Dios, que contrarresta los recientes ataques contra la religión católica ocurridos en España. La valentía de este grupo consigue, como se puede ver en el vídeo que ofrecemos, la complicidad del público que aplaude apasionadamente en la gala de cuartos de final.

Las ‘chirigotas’ son coplas recitativas y monólogas, con formas musicales procedentes del pasodoble, la rumba, la sevillana, el tanguillo o la seguidilla. Las letras suelen ser sobre temas de actualidad (política, prensa del corazón…). Son muy conocidas las ‘chirigotas’ del carnaval de Cádiz, donde se celebra cada año el concurso en el que se valoran tres aspectos: el vestuario o presentación, la calidad de las voces y la agudeza de las letras. El principal objetivo de la ‘chirigota’ es hacer reír al público a través de la crítica satírico-humorística.

Articulo original de Camino católico

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Cada vez que digo que yo soy creyente (canción de la comparsa «Los defensores de Luis»)

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Cada vez que digo que yo soy creyente – Letra


Cada vez que digo que yo soy creyente,

aparece algún valiente que me juzga

con la voz cobarde del intransigente

que surge siempre de la censura.

Esos que presumen ser inteligentes

y van buscando su razón en la incultura

porque no entienden que la fe me haga más fuerte

Que simplemente es un invento de los curas,

que surge nada más,

que surge por el miedo hacia la muerte.

Y hay quien se ofende si le doy gracias a Dios,

y hay quien se ofende si le pido protección.

¿Qué más da quién me comprende,

si el creer me hace más fuerte,

y me hace ser mejor persona?

Si a Dios lo encuentro solamente en el amor,

y no en las manos indecentes,

que se justifican si le adoran.

Ni en las manos de pederastas

ni de aquellos que mataran

y juraran en su nombre.

Dios está en las manos del que ayuda,

del que no pregunta nunca,

y que perdona los errores.

Ése es el Dios que me llena,

ése es el Dios que ilumina.

Y si en el mismo día en que me muera,

compruebo de verdad que no existiera,

la misma fe que muchos tirarían,

si me hizo ser feliz toda mi vida,

ya habría valido la pena,

ya habría valido la pena.

Original de la página web lacuerda.net

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Cada vez que digo que yo soy creyente – Letra y acordes

Cada vez que digo que yo soy creyente - Letra y acordes

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Para saber más visitar la página web del Carnaval de Cádiz (España)



Los clavos. (Cuaresma es tiempo de… ¡parar!)

Los clavos. (Cuaresma es tiempo de… ¡parar!)

Esta es la historia de un chico que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.

El primer día, el joven clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos…

Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo por cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta…

Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: «has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero el modo como se lo digas lo devastará y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa física. Los amigos son en verdad una joya rara. Ellos te hacen reír y te animan a que tengas éxito. Ellos te prestan todo, comparten palabras de elogio y siempre quieren abrirnos sus corazones. Por favor, perdóname si alguna vez dejé una cicatriz en tu puerta».

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Reflexión: Es tiempo de… ¡parar!

¡Para! Detente, haz una pausa en tu ajetreo. Relájate, el mundo sigue girando y las horas continúan su marcha. Inicia esta Cuaresma con calma y paciencia, pero con el corazón dispuesto. Este año tienes otra oportunidad para crecer personalmente, pero no corras, que el corazón tiene su ritmo y muchas cosas requieren paciencia. Dispón todas tus fuerzas para iniciar el largo camino hacia la Cruz, que culmina en la Resurrección del Amor. Aparta toda la pereza e indiferencia del que pospone para mañana el momento de iniciar el viaje hacia su interior. Hoy comienza, hoy es el primer día en que serás mejor persona, mejor amigo, mejor hijo de Dios; pero primero haz ese «¡Para!» necesario para revisar el auto que te llevará a lo largo de ese viaje: tu corazón.

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Cuaderno «Es tiempo de… Cuaresma»

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San Juan Casiano, maestro de la oración

San Juan Casiano, maestro de la oración

Abracémonos, pues, con todas nuestras ener­gías a lo que puede encaminamos a lograr el objetivo de la pureza del corazón; evitemos, por el contrario, como funesto y malsano, lo que nos apartaría de él. Esta pureza es cabalmente la razón de ser de todas nuestras acciones y de todos nuestros sacrificios. Por ella, y para poder con­servarla siempre intacta, hemos dejado a los pa­dres, la patria, los honores, las riquezas. Todas las delicias y placeres del mundo nos parecen cosa deleznable.

San Juan Casiano

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Monje y escritor ascético del sur de la Galia, primero en introducir las reglas del monacato oriental en Occidente; nació, probablemente, en Provenza hacia el 360 y murió alrededor de 435, probablemente cerca de Marsella. Genadio se refiere a él como escita de nacimiento (natione Scytha), pero se considera que es una afirmación errónea basada en el hecho de que Casiano pasó varios años de su vida en el desierto de Escitia (heremus Scitii), en Egipto. Hijo de padres ricos, recibió una buena educación, y cuando aún era joven visitó los santos lugares en Palestina, acompañado por su amigo Germano, algo mayor que él. En Belén Casiano y Germano asumieron las obligaciones de la vida monástica, pero como ocurre con muchos de sus contemporáneos, el deseo de adquirir la ciencia de la santidad directamente de sus más eminentes maestros, pronto los llevó de sus celdas en Belén a los desiertos egipcios. Antes de abandonar su primera casa monástica, ambos amigos prometieron volver lo antes posible, pero esta cláusula la interpretaron muy ampliamente, puesto que no volvieron a ver Belén hasta siete años después.

Durante su ausencia visitaron a los solitarios más famosos de Egipto por su santidad y se sintieron tan atraídos por sus grandes virtudes que después de conseguir en Belén una extensión de su permiso de ausencia, volvieron a Egipto donde permanecieron siete años más. Fue durante este período de su vida que Casiano recopiló los materiales para sus dos principales obras, «Institutos «y «Conferencias». Ambos pasaron de Egipto a Constantinopla donde Casiano se convirtió en el discípulo preferido de San Juan Crisóstomo. El famoso obispo de la capital oriental elevó a Casiano al diaconato y le encomendó los tesoros de su catedral. Después de la segunda expulsión de Crisóstomo, Casiano fue enviado a Roma por el clero de Constantinopla para interesar al Papa San Inocencio I a favor de su obispo. Fue probablemente en Roma donde Casiano fue ordenado sacerdote, pues es cierto que al llegar a la Cuidad Eterna aún era diácono. Desde este momento ya no se vuelve a oír sobre Germano, y de Casiano mismo no se conoce nada por la próxima década.

Hacia el 415 estaba en Marsella donde fundó dos monasterios, uno para hombres, sobre la tumba de San Víctor, un mártir de la última persecución cristiana de Maximiano (286-305), y el otro para mujeres. El resto de sus días los pasó en o cerca de Marsella. Su influencia personal y sus escritos contribuyeron mucho a la difusión del monacato en occidente. Aunque nunca fue formalmente canonizado, San Gregorio I Magno lo consideraba un santo, y se cuenta que el Papa Urbano V (1362-1370), quien había sido abad de San Víctor, hizo que se grabaran las palabras «San Casiano» en el relicario de plata que contenía su cabeza. Su fiesta se celebra en Marsella, con octava, el 23 de julio y su nombre se halla entre los santos del calendario griego.

Las dos principales obras de Casiano tratan de la vida cenobítica y de los pecados principales o mortales. Se titulan: De institutis coenobiorum et de octo principalium vitiorum remediis libri XII y Collationes XXIV. La primera fue escrita entre el 420 y 429. Casiano mismo describe la relación entre las dos obras (Instit., II, 9) de la siguiente manera: «Estos libros [Institutos]… tratan principalmente de lo que pertenece al hombre exterior y de las costumbres de los cenobios (es decir, las institutos de vida monástica en común); las otras [las Collationes o Conferencias] tratan más de la disciplina del hombre interior y la perfección del corazón». Los primeros cuatro libros de los Institutos tratan de las reglas que gobiernan la vida monástica, ilustradas con ejemplos sacados de la observación personal del autor en Egipto y Palestina; los ocho libros restantes están dedicados a los ocho principales obstáculos que encuentran los monjes en el camino hacia la perfección: gula, impureza, avaricia, ira, desaliento, accidia (tedio), vanagloria y orgullo. Las Conferencias contienen el relato de las conversaciones de Casiano y Germano con los solitarios egipcios, sobre el tema de la vida interior. Lo compuso en tres partes: el primer fascículo (libros I-X) estaba dedicado al obispo San Leoncio de Fréjus y a un monje [luego obispo] llamado Heladio; el segundo (libros XI-XVII), a San Honorato de Arles y a San Euquerio de Lyon; el tercero (libros XVIII-XXIV), a los «santos hermanos» Joviniano, Minervo, Leoncio y Teodoro.

Ambas obras, especialmente la segunda, fueron muy estimadas por sus contemporáneos y por varios fundadores de órdenes religiosas posteriores. San Benito de Nursia utilizó a Casiano al escribir su Regla y ordenó que se leyeran diariamente en sus monasterios selecciones de las «Conferencias», a las que llamó espejo del monacato (speculum monasticum). Casiodoro también recomendaba las Conferencias a sus monjes, sin embargo con reservas respecto a las ideas del autor sobre el libre albedrío. Por otra parte, el decreto atribuido al Papa Gelasio De recipiendis et non recipiendis libris (de principios del siglo VI), censura esta obra como «apócrifa» es decir, que contenía doctrinas erróneas. Euquerio de Lyons hizo un resumen de la obra, que ha llegado a nuestros días (P.L., L, 867 ss.).

Una tercera obra de Casiano, escrita hacia 430-431, a petición del archidiácono romano León, que después fue Papa San León I Magno, era una defensa de la doctrina ortodoxa contra los errores de Nestorio: De Incarnatione Domini contra Nestorium (P.L., L, 9-272). Parece que se escribió con alguna precipitación y, consiguientemente, no es del mismo valor que las otras del mismo autor. Una gran parte consiste de pruebas, sacadas de la Escritura, la Divinidad de Nuestro Señor y en apoyo del título de María como «Madre de Dios»; el autor denuncia el pelagianismo como fuente de la nueva herejía, que considera incompatible con la doctrina de la Trinidad.

Sin embargo, el mismo Casiano no escapó de la sospecha de enseñanzas erróneas; de hecho, se le considera originador de lo que, desde la Edad Media, se ha conocido como semipelagianismo. En su tercera y quinta, pero especialmente en la décimo tercera, de sus Conferencias se hallan puntos de vista de ese estilo atribuidos a él. Preocupado como estaba por las cuestiones morales, exageró el papel del libre albedrío al reclamar que los pasos iniciales hacia la salvación estaban en poder de cada individuo, sin la ayuda de la gracia. La enseñanza de Casiano sobre este punto fue una reacción contra lo que él veía como una exageración de San Agustín en su tratado De correptione et gratia respecto al poder irresistible de la gracia y la predestinación. Casiano vio en la doctrina de San Agustín un elemento de fatalismo y mientras trataba de encontrar una via media entre las opiniones del gran obispo de Hipona y Pelagio, presentó ideas que eran solamente menos erróneas que las del heresiarca mismo.

No negaba la doctrina de la caída: hasta admitía la existencia y necesidad de una gracia interior, que apoya a la voluntad para resistir las tentaciones y lograr la santidad. Pero afirmaba que después de la caída aún quedaba en cada alma «algunas semillas de bondad… implantadas por la bondad del Creador», la que, sin embargo, debe ser «avivada por la asistencia de Dios». Sin esta ayuda «no serán capaces de conseguir un aumento de la perfección» (Coll., XIII, 12). Por consiguiente «debemos preocuparnos de no referir todos los méritos de los santos al Señor de tal manera que solo atribuyamos a la naturaleza humana lo que es perverso». No debemos mantener que «Dios hizo al hombre tal que no puede nunca desear o ser capaz del bien, pues de lo contrario no le ha concedido una voluntad libre, si sólo puede querer o ser capaz de lo que es malo» (ibid.).

Los tres puntos de vista opuestos se han resumido de la siguiente manera: San Agustín veía al hombre en su estado natural como muerto, Pelagio como muy sano y Casiano como enfermo. El error de Casiano fue ver un acto puramente natural, que procede del ejercicio del libre albedrío, como el primer paso para la salvación. Casiano no tomó parte en la controversia sobre sus enseñanzas que surgió poco antes de su muerte. Su primer oponente, Tiro Próspero de Aquitania se refiere a él, sin nombrarlo, como hombre de virtudes más que ordinarias. El semipelagianismo fue por fin condenado por el Concilio de Orange en 529.

Artículo original en la Enciclopedia Católica

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Otros recursos en la red

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Recursos audiovisuales

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Cuaresma. Dinámica con sopa de letras

Cuaresma. Dinámica con sopa de letras

Os proponemos esta dinámica cuyo objetivo es el de fijar conocimientos básicos sobre la Cuaresma. Para ello sugerimos al catequista que prepare su sesión sobre la Cuaresma utilizando la lectura del primer apartado del artículo «Cuaresma: 40 días para la reconciliación» y la sopa de letras que hemos preparado para vosotros, la cual, para ser resuelta necesita primero que se completen las frases con los términos adecuados.

Esta dinámica bien puede servir para niños de Primera Comunión, de Postcomunión o de Confirmación.

Nota: podéis acceder a la imagen en tamaño para imprimir pulsando sobre el título o sobre la misma imagen.

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Cuaresma. Sopa de letras

Cuaresma. Sopa de letras
Cuaresma. Sopa de letras


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Soluciones

Cuaresma. Solucionario
Cuaresma. Solucionario


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Agradecemos a kokolikoko.com la maravillosa herramienta que pone a disposición de todos para crear sopas de letras.

Puzzle «Jesusito de mi vida» – Dinámica

Puzzle «Jesusito de mi vida» – Dinámica

Os proponemos esta dinámica de catequesis que consiste en la construcción de este puzzle que hemos denominado «Jesusito de mi vida». La dinámica tiene dos posibles objetivos (elegir uno o realizar los dos):

El primer objetivo es el de aprender la oración «Jesusito de mi vida»; para ello simplemente tenéis que utilizar el puzzle que presenta la oración completa.

El segundo objetivo es el de aprender a hacer un propósito en el tiempo de Cuaresma; para ello el niño primero deberá escribir su propósito y después se recortan la piezas para montar el puzzle. La dinámica consiste en enseñar al niño qué es un propósito, a pensarlo, a proponérselo y a comprometerse a realizarlo (ponerlo por escrito y poder comprobar su cumplimiento al final de la Cuaresma ya es de por sí un gran compromiso) .

Para ambos objetivos os presentamos una variedad de puzzles a elegir (con oración o sin oración; con color o sin color en el fondo).

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Hay dos opciones diferentes para hacer el puzzle.


Opción 1. Fácil.

Para preparar el puzzle sigue las siguientes instrucciones:

  • Imprimir y recortar la ilustración original.
  • Imprimir y recortar la ilustración con las fichas marcadas.
  • Recortar las fichas por las líneas .

El puzzle se resuelve colocando las fichas sobre la ilustración original recortada.

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Opción 2. Difícil.

Los niños, junto con los padres, participan en la construcción de las piezas.

Para preparar el puzzle sigue las siguientes instrucciones:

  • Imprimir y recortar la ilustración original.
  • Imprimir y recortar la ilustración con las fichas marcadas.
  • Imprimir ocho copias del cubo y recortar cada una de ellas.
  • Construir cada cubo doblándolo por los pliegues y pegándolo por las pestañas.
  • Recortar las fichas de la ilustración por las líneas y pegar una ficha en cada cubo por la cara y dirección de la cara en la que está impreso «Cuaresma 2014».

El puzzle se resuelve juntando los cubos en el orden adecuado y por la cara en la que se encuentran las fichas. Es conveniente tener a mano la ilustración original para que los más pequeños puedan ver en todo momento el resultado final.


Advertencia para los padres o catequistas:

La creación del puzzle exige el uso de tijeras y pegamento, productos que pueden resultar peligrosos para los niños, por lo que es imprescindible el uso de tijeras sin punta y del pegamento adecuado, además de la supervisión de un adulto en todo momento.

También hay que tener en cuenta que las dimensiones del puzzle y del cubo puedan ser diferentes debido a las diferentes impresoras, etc.

Para obtener e imprimir los recortables en su tamaño real  podéis pulsar sobre los títulos o sobre las imágenes.

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Puzzle con la oración completa

Ilustración original 1 Ilustración original 2
Ilustración original 1 Ilustración original 2
Ilustración 1 Ilustración 2
Ilustración 1 Ilustración 2

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Puzzle para escribir un propósito (con frase inicial)

Ilustración original 1 Ilustración original 2
Ilustración original 1 Ilustración original 1
Ilustración 1 Ilustración 2
Ilustración 1 Ilustración 2

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Puzzle para escribir un propósito (sin oración inicial)

Ilustración original 1 Ilustración original 2

Ilustración original 1

Ilustración original 2

Ilustración 1 Ilustración 2
Ilustración 1 Ilustración 2

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Cubo para construir el puzzle en tres dimensiones

Nota: hay que imprimir ocho cubos.

Cubo para puzzle 3D
Cubo para puzzle 3D


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Virgen del Cisne, más allá del milagro – Película online

Virgen del Cisne, más allá del milagro – Película online

La devoción a la Virgen del Cisne, en Ecuador, se remonta a más de 400 años cuando un grupo de indios de El Cisne, palabra que, según refiere el Dr. Pío Jaramillo Alvarado en su historia de Loja, deriva del vocablo quechua «cuizne» (lugar), viajó hasta Quito para solicitar al célebre artista Diego de Robles una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe similar a la que se veneraba en la iglesia quiteña de Guápulo.

Aparición milagrosa

En 1596 se desató una terrible tempestad que arrasó las tierras de Loja y Zaruma. A causa de la hambruna, Diego de Zorrilla, oidor de la Real Audiencia de Quito, dispuso que los habitantes de El Cisne se retirasen tierra adentro, hacia el cercano pueblo de San Pedro de Chuquiribamba, en busca de protección. Fue entonces que la Virgen Santísima se apareció a los indios para pedirles que permaneciesen en el lugar y levantasen allí una iglesia en su honor.

Viajaron los indios a Quito para encargar la imagen, según se ha dicho, y a su regreso levantaron el templo al que los pobladores pusieron bajo la advocación de Nuestra Señora del Cisne. La talla que se les hizo no fue la pedida sino una réplica igual a la que los españoles veneraban en Cáceres, Extremadura, que mucho agradó a los pobladores. La imagen es morena, con el pelo rizado, pequeñita de estatura, vestida en colores muy vivos y muy milagrera.

A partir de ese momento comenzaron a recibirse gracias y favores marianos, especialmente la tan necesaria lluvia en tiempos de cosecha.

La leyenda

Cuenta la leyenda que salía todos los días a conducir sus rebaños una doncella indígena, inocente y humilde, a quien con frecuencia se le aparecía una hermosa pastorcilla coronada de rosas y aspecto resplandeciente. La pastorcilla, siempre luciendo sencilla indumentaria, no era otra que la Virgen Santísima, que acompañaba a la niña por los campos mientras cuidaba el ganado que pacía y la ayudaba a hilar cuando en horas del medio día la indiecita, fatigada, se tendía a dormir confiadamente bajo la sombra de un árbol.

Otros milagros

En momentos en que los habitantes de El Cisne se trasladaban a San Pedro de Chiuquiribamba se desató otra terrible tempestad. Tanto asustó a los naturales que le pidieron a aquellos que regresaran a su tierra y se llevaran la santa imagen. Así lo hicieron y casi al instante la tormenta se aplacó, por lo que muchos habitantes de la región se declararon esclavos de María Santísima bajo esa advocación.

En otra oportunidad, un peruano, curado milagrosamente de una grave dolencia por la Virgen del Cisne, prometió trasladarse a su santuario para dar gracias. Al llegar a El Cisne y mientras subía la pronunciada cuesta de la Alhaja, comenzó a fatigarse y a sentir una profunda sed. Le faltaron las fuerzas y cayó desmayado y en tan angustiante situación pronunció, con un hilo de voz, la siguiente oración: «Madre mía del Cisne ¿cómo consientes que muera antes de llegar a tu santuario a donde voy a darte gracias por los grandes beneficios que me has otorgado? Dadme agua para salvar mi vida». Acto seguido alzó la cabeza y vio cerca, en el suelo, una ligera mancha de humedad de la que brotó un hilo de agua que empezó a correr hacia él. Con ella aplacó la sed y recuperó las fuerzas siguiendo su peregrinar hasta el santuario, donde cayó de rodillas a los pies de la sagrada imagen, emocionado y agradecido.

El santuario de la Virgen

A 70 km de Loja, se levanta la basílica gótica de la Virgen del Cisne, concurrido centro de peregrinaciones en la cumbre de una montaña. La edificación, iniciada por el P. Ricardo Fernández, fue continuada por los padres oblatos, quienes la tienen a su cargo hasta el día de hoy. El altar mayor, labrado totalmente en oro, es una pieza de inestimable valor artístico y en su parte superior posee el camarín donde la Virgen reposa la mayor parte del año.

La devoción por Nuestra Señora del Cisne -cuyo principal día de veneración es históricamente el 15 de agosto -se extendió por todo el continente, alcanzando incluso puntos tan distantes como Madrid y numerosas ciudades de Norteamérica.

Pío Jaramillo Alvarado: Crónicas y documentos al margen de la
historia de Loja y su provincia
, Ed. Cultura Ecuatoriana, 1974.

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Virgen del Cisne, más allá del milagro (película)

Sinopsis

A una niña pastorcita se le aparece una mujer coronada con flores. La infante le dice que la población en que vive migrará a otro sitio por la sequía. Sin embargo, la extraña figura solicita que edifiquen un santuario y una imagen semejante a ella y, a cambio, las tierras se convertirán en cultivables y libres de plagas. El pueblo comienza a creer en un milagro y cuatro indígenas inician la travesía en busca del escultor que diseñó la efigie.

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Ficha técnica

Título original: Virgen del Cisne – Más allá del milagro

Dirección: Paúl Moreira

País: Ecuador

Año: 2013

Duración: 94 min

Género: Histórica/Religiosa

Intérpretes: Natalia Anda, Karen Salinas, Olsmán Briseño, Marco Simbaña, Diego Robles, Alberto Padilla y Danny Pérez.

Guión: Paúl Moreira.

Producción: Mónica Maldonado

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