Evangelio del día: He venido al mundo a…

Evangelio del día: He venido al mundo a…

Lucas 12, 49-53. Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario.  ¿Qué significa traer división al mundo? Significa que la fe no es una cosa decorativa, ornamental… vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión: la fe comporta elegir a Dios como criterio fundamental de la vida.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Jeremías, Jer 38, 4-6.8-10

Salmo: Sal 40(39), 2-4.18

Segunda lectura: Carta de san Pablo a los Hebreos, Heb 12, 1-4

Oración introductoria

Padre, es estos momentos de oración, te pedimos que el fuego de Tu amor arda en nuestros corazones.

Petición

Dios mio, te pedimos el don de la caridad, de un amor apasionado a Cristo que traiga la guerra a las fuerzas que quieren destruir la verdadera paz en la tierra.

Meditación del Santo Padre Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

[…] Jesús dice a los discípulos: «¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división» (Lc 12, 51). ¿Qué significa esto? Significa que la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión, como si fuese un pastel que se lo decora con nata. No, la fe no es esto. La fe comporta elegir a Dios como criterio- base de la vida, y Dios no es vacío, Dios no es neutro, Dios es siempre positivo, Dio es amor, y el amor es positivo. Después de que Jesús vino al mundo no se puede actuar como si no conociéramos a Dios. Como si fuese una cosa abstracta, vacía, de referencia puramente nominal; no, Dios tiene un rostro concreto, tiene un nombre: Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a todos nosotros. Por esto Jesús dice: he venido a traer división; no es que Jesús quiera dividir a los hombres entre sí, al contrario: Jesús es nuestra paz, nuestra reconciliación. Pero esta paz no es la paz de los sepulcros, no es neutralidad, Jesús no trae neutralidad, esta paz no es una componenda a cualquier precio. Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y elegir el bien, la verdad, la justicia, incluso cuando esto requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto sí, divide; lo sabemos, divide incluso las relaciones más cercanas. Pero atención: no es Jesús quien divide. Él pone el criterio: vivir para sí mismos, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo, u obedecer a Dios. He aquí en qué sentido Jesús es «signo de contradicción» (Lc 2, 34).

Por lo tanto, esta palabra del Evangelio no autoriza, de hecho, el uso de la fuerza para difundir la fe. Es precisamente lo contrario: la verdadera fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a toda violencia. ¡Fe y violencia son incompatibles! ¡Fe y violencia son incompatibles! En cambio, fe y fortaleza van juntas. El cristiano no es violento, pero es fuerte. ¿Con qué fortaleza? La de la mansedumbre, la fuerza de la mansedumbre, la fuerza del amor.

Queridos amigos, también entre los parientes de Jesús hubo algunos que a un cierto punto no compartieron su modo de vivir y de predicar, nos lo dice el Evangelio (cf. Mc 3, 20-21). Pero su Madre lo siguió siempre fielmente, manteniendo fija la mirada de su corazón en Jesús, el Hijo del Altísimo, y en su misterio. Y al final, gracias a la fe de María, los familiares de Jesús entraron a formar parte de la primera comunidad cristiana (cf. Hch 1, 14). Pidamos a María que nos ayude también a nosotros a mantener la mirada bien fija en Jesús y a seguirle siempre, incluso cuando cuesta.

Santo Padre Francisco

Ángelus del domingo, 18 de agosto de 2013

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

En el evangelio de este [día] hay una expresión de Jesús que siempre atrae nuestra atención y hace falta comprenderla bien. Mientras va de camino hacia Jerusalén, donde le espera la muerte en cruz, Cristo dice a sus discípulos: «¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división». Y añade: «En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra» (Lc 12, 51-53). Quien conozca, aunque sea mínimamente, el evangelio de Cristo, sabe que es un mensaje de paz por excelencia; Jesús mismo, como escribe san Pablo, «es nuestra paz» (Ef 2, 14), muerto y resucitado para derribar el muro de la enemistad e inaugurar el reino de Dios, que es amor, alegría y paz. ¿Cómo se explican, entonces, esas palabras suyas? ¿A qué se refiere el Señor cuando dice —según la redacción de san Lucas— que ha venido a traer la «división», o —según la redacción de san Mateo— la «espada»? (Mt 10, 34).

Esta expresión de Cristo significa que la paz que vino a traer no es sinónimo de simple ausencia de conflictos. Al contrario, la paz de Jesús es fruto de una lucha constante contra el mal. El combate que Jesús está decidido a librar no es contra hombres o poderes humanos, sino contra el enemigo de Dios y del hombre, contra Satanás. Quien quiera resistir a este enemigo permaneciendo fiel a Dios y al bien, debe afrontar necesariamente incomprensiones y a veces auténticas persecuciones.

Por eso, todos los que quieran seguir a Jesús y comprometerse sin componendas en favor de la verdad, deben saber que encontrarán oposiciones y se convertirán, sin buscarlo, en signo de división entre las personas, incluso en el seno de sus mismas familias. En efecto, el amor a los padres es un mandamiento sagrado, pero para vivirlo de modo auténtico no debe anteponerse jamás al amor a Dios y a Cristo. De este modo, siguiendo los pasos del Señor Jesús, los cristianos se convierten en «instrumentos de su paz», según la célebre expresión de san Francisco de Asís. No de una paz inconsistente y aparente, sino real, buscada con valentía y tenacidad en el esfuerzo diario por vencer el mal con el bien (cf. Rm 12, 21) y pagando personalmente el precio que esto implica.

La Virgen María, Reina de la paz, compartió hasta el martirio del alma la lucha de su Hijo Jesús contra el Maligno, y sigue compartiéndola hasta el fin de los tiempos. Invoquemos su intercesión materna para que nos ayude a ser siempre testigos de la paz de Cristo, sin llegar jamás a componendas con el mal.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Audiencia General del miércoles, 15 de junio de 2011

Propósito

Todas las actividades y oraciones de este día, ofrecerlas por aumentar ese amor a Cristo en nuestros corazones y que ese fuego encendido ilumine a nuestra familia, compañeros y amigos.

Diálogo con Cristo

Santísima Trinidad, gracias por esta oración y por el don de mi bautismo. Esa chispa de vida divina que recibí debe estar en continuo crecimiento. No quiero que las presiones externas o mi propia debilidad, me lleven a la mediocridad o la indiferencia que puede apagar esta luz. Te agradezco mi familia y te suplico que nunca permitas que yo sea piedra de tropiezo en su fe. Dame la sabiduría para saber cuándo hablar y cuándo quedarme callado.

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Santa Margaría María de Alacoque y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Santa Margaría María de Alacoque y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

En este artículo os ofrecemos divcersas producciones audivisuales sobre santa Margarita María de Alacoque y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

 

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El Sagrado Corazón de Jesús y santa Margarita María de Alacoque

 

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Más sobre santa Margarita María de Alacoque en EWTN Televisión

Más sobre la devoción al Sagrado Corazón en EWTN Televisión

 

«Venid y vamos todos con flores a María» – Canción para niños

«Venid y vamos todos con flores a María» – Canción para niños

Estamos en primavera y está a punto de acabar el mes de mayo y yo aun me acuerdo de cuando iba al colegio, que era público, y lo celebrábamos con un acto tan peculiar que hoy en día ha quedado solo en el recuerdo, y era algo que podría denominar como: «Con flores a María».

En el pasillo del colegio, todos los meses de mayo nos ponían una imagen de la Virgen, y en clase, nuestro profesor, nos contaba que ese mes estaba dedicado a la Virgen, y se hacía una ofrenda de flores, es decir, podíamos llevar un ramo y ofrecérselas a ella.

Yo me iba para casa con la noticia: 

¡¡Mamá, mamá, tengo que llevar un ramo de flores al cole!!

Y claro está mi madre con su paciencia infinita, me traía un ramo del pueblo, con ese olor que embriagaba toda mi casa, aun recuerdo esas lilas, con ese aroma penetrante…

Creo recordar que era el viernes cuando se llevaban las flores, y ahí me tenéis a mí, con el ramo en la mano tieso para que no se me estropease, no dejaba que se acercara nadie tenía que llegar intacto al homenaje.

Nos ponían en fila e íbamos cantando todos hasta la imagen de la virgen, donde depositábamos las flores. Que orgullosa me sentía, con esa candidez de esos pocos años que tenía…

No recordaba muy bien cómo era la letra, pero lo he encontrado y estoy segura que a más de uno os suena:

Venid y vamos todos con flores a porfía,

con flores a María, que Madre nuestra es (bis).

De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella,

más que la luna, bella, postrados a tus pies.

Venimos a ofrecerte las flores de este suelo,

con cuánto amor y anhelo, Señora, tú lo ves.

Por ellas te rogamos, si cándidas te placen,

las que en la gloria nacen, en cambio, tú nos des.

Testimonio en el blog ¿Naciste en los años 60?

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«Venid y vamos todos con flores a María» – Versión coral

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 «Venid y vamos todos con flores a María» – Partitura

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«Venid y vamos todos con flores a María» – Letra y acordes

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Recursos para «Primeros pasos con Jesús»

Aprende y colorea la devoción a la Virgen del Carmelo (IV)

Aprende y colorea la devoción a la Virgen del Carmelo (IV)

Os presentamos estos textos y dibujos que exponen la historia de la devoción de la Virgen del Carmelo, Nuestra Señora del Carmen, así como la historia de la Orden de los Carmelitas.

Que disfrutéis con las maravillosas ilustraciones y textos del Hermano Roque Miguel Vernaz, religioso de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey.

Nota: podéis obtener las imágenes en tamaño real pulsando directamente sobre el título de cada capítulo.

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El Privilegio SabatinoEl Privilegio Sabatino

Desee el siglo X la Iglesia dedicó de un modo especial el sábado a la Santísima Virgen. Muchos santos pedían al Señor la gracia de morir en sábado por ser el día especial de la Madre del Cielo.

Es doctrina de la Iglesia que la devoción verdadera a María es señal cierta de salvación. El Papa Pío XII lo recomendaba en la Carta Magna de 1950: «Ciertamente, la piadosa Madre no dejará de hacer que los hijos que expían en el Purgatorio sus culpas alcancen lo antes posible la patria celestial por su intercesión, según el llamado Privilegio Sabatino, que la tradición nos ha transmitido con estas palabras: ‘Yo, su Madre de Gracia, bajaré el sábado después de su muerte ya cuantos —religiosos, terciarios y cofrades— hallare en el Purgatorio los libraré y los llevaré al monte santo de la salvación eterna’. En otras palabras, como si la Virgen hubiera querido decir: ‘Quien vista con devoción y amor mi escapulario, y procure vivir bien la vida cristiana, yo le protegeré en vida, en muerte y hasta en el mismo Purgatorio’».

 

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros ? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que Él les diga».

Jn 2, 1-5

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¿Qué es el Escapulario?¿Qué es el Escapulario?

El Escapulario del Carmen es el signo externo de devoción mariana que consiste en la consagración a la Santísima Virgen María por la inscripción en la Orden Carmelita, en la esperanza de su protección maternal.

El distintivo externo de esta inscripción o consagración es el pequeño escapulario marrón, por todos tan conocido, o la medalla de la Virgen del Carmen y el Sagrado Corazón de Jesús. El Escapulario del Carmen es un «memorial» de todas las virtudes, un signo eficaz de santidad y una prenda de eterna salvación.

En 1950, Su Santidad Pío XII, Cofrade Carmelita, colocaba a la cabeza de todas las devociones marianas ésta del Escapulario. «Nadie ignora ciertamente —escribía— de cuánta eficacia sea, para avivar la fe católica y reformar las costumbres, el amor a la Santísima Virgen Madre de Dios, ejercitado principalmente mediante aquellas manifestaciones de devoción que contribuyen en modo particular a iluminar la mente con celestial doctrina y a excitar las voluntades a la práctica de la vida cristiana. Entre éstas debe colocarse, en primer lugar, la devoción del Escapulario de los Carmelitas, que, por su misma sencillez al alcance de todos, y por los abundantes frutos de santificación que aporta, se halla extensamente divulgada entre los fieles cristianos».

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Las ilustraciones y los textos son autoría del Hermano Roque Miguel Vernaz, religioso de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey.

 

Aprende y colorea la devoción a la Virgen del Carmelo (IV)

Aprende y colorea la devoción a la Virgen del Carmelo (II)

Os presentamos estos textos y dibujos que exponen la historia de la devoción de la Virgen del Carmelo, Nuestra Señora del Carmen, así como la historia de la Orden de los Carmelitas.

Que disfrutéis con las maravillosas ilustraciones y textos del Hermano Roque Miguel Vernaz, religioso de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey.

Nota: podéis obtener las imágenes en tamaño real pulsando directamente sobre el título de cada capítulo.

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La devoción a la Virgen del Carmelo

La devoción a la Virgen del Carmelo

La devoción a la Virgen del Carmelo

Los ermitaños del Monte Carmelo, como amaban mucho a Cristo, cuya tierra habían conquistado, era lógico asimismo que amasen a su Madre, la Virgen María. En este Monte Carmelo había unos monjes griegos y tenían una iglesia en honor de santa Margarita. Los ermitaños venidos de Europa —se les llamaba latinos— edificaron enseguida una bonita capilla en honor de la Virgen María. Por ello, muy pronto, la gente, para distinguir a unos de otros, a los venidos de Europa les llamaron «hermanos de la Virgen María». Esto era porque empezaron a amar a María con toda su alma.

La Virgen del Carmen se llama así por el lugar de su origen, es decir, del Monte Carmelo, que es un monte muy bello y rico en vegetación que hay en Palestina y está bañado por el mar Mediterráneo. Está claro que solo hay una Virgen María, la Madre de Jesús y la nuestra, pero toma diversos nombres o edificaciones, como por ejemplo: la Virgen del Rosario, la Virgen del Pilar, la Virgen de Guadalupe, etc… y las Patronas de casi todos los pueblos.

 

José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

Lc 2, 4-7

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La devoción de los Carmelitas a la Santísima VirgenLa devoción de los Carmelitas a la Santísima Virgen

Esta capilla dedicada a la Santísima Virgen —a principios del siglo XIII— fue el origen o causa de la profunda devoción que desde entonces y para siempre profesarían los Carmelitas a la Virgen María.

Los Carmelitas son los religiosos, religiosas y seglares que toman su nombre del Monte Carmelo, donde nacieron, y que se proponen con todas sus fuerzas hacer suyo el lema «conocer, amar, imitar e irradiar a María siempre y en todo». Todo lo que pertenece a María es propio de los Carmelitas. No puede concebirse un Carmelita que no trate de hacer suyo, amar y practicar todo cuanto se refiera a María; por ello, los Carmelitas empezaron por dedicar a la Virgen casi todas las iglesias que construían. También escribieron muchos y preciosos libros que contribuyeron a hacer amar e imitar a la Santísima Virgen María. Este amor no ha menguado a través de los siglos.

 

Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y a la recién nacido acostado en el pesebre. Al Verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todos lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.

Lc 2, 16-20

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Las ilustraciones y los textos son autoría del Hermano Roque Miguel Vernaz, religioso de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey.

 

Evangelio del día: Fiesta de san Benito de Nursia, patrón de Europa

Evangelio del día: Fiesta de san Benito de Nursia, patrón de Europa

Mateo 19, 27-29. Fiesta de san Benito, patrón de Europa. El gran monje sigue siendo un verdadero maestro que enseña el arte de vivir el verdadero humanismo.

Pedro, tomando la palabra, dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?». Jesús les respondió: «Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Proverbios 2, 1-9

Salmo: Sal 34(33), 2-6.9.12-15

Oración introductoria

Señor, ayúdame a no temer y a perseverar en el camino del amor, como hizo san Benito, para que llegue a ser digno a tus ojos.

Petición

Señor, no dejes nunca que desconfíe de Ti a causa de mis temores; por eso, al igual que tu siervo san Benito, te pido me concedas fortaleza para mantenerme en el camino de la esperanza.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy voy a hablar de san Benito, fundador del monacato occidental y también patrono de mi pontificado. Comienzo citando una frase de san Gregorio Magno que, refiriéndose a san Benito, dice: «Este hombre de Dios, que brilló sobre esta tierra con tantos milagros, no resplandeció menos por la elocuencia con la que supo exponer su doctrina» (Dial. II, 36). El gran Papa escribió estas palabras en el año 592; el santo monje había muerto cincuenta años antes y todavía seguía vivo en la memoria de la gente y sobre todo en la floreciente Orden religiosa que fundó. San Benito de Nursia, con su vida y su obra, ejerció una influencia fundamental en el desarrollo de la civilización y de la cultura europea.

La fuente más importante sobre su vida es el segundo libro de los Diálogos de san Gregorio Magno. No es una biografía en el sentido clásico. Según las ideas de su época, san Gregorio quiso ilustrar mediante el ejemplo de un hombre concreto —precisamente san Benito— la ascensión a las cumbres de la contemplación, que puede realizar quien se abandona en manos de Dios. Por tanto, nos presenta un modelo de vida humana como ascensión hacia la cumbre de la perfección.

En el libro de los Diálogos, san Gregorio Magno narra también muchos milagros realizados por el santo. También en este caso no quiere simplemente contar algo extraño, sino demostrar cómo Dios, advirtiendo, ayudando e incluso castigando, interviene en las situaciones concretas de la vida del hombre. Quiere mostrar que Dios no es una hipótesis lejana, situada en el origen del mundo, sino que está presente en la vida del hombre, de cada hombre.

Esta perspectiva del «biógrafo» se explica también a la luz del contexto general de su tiempo: entre los siglos V y VI, el mundo sufría una tremenda crisis de valores y de instituciones, provocada por el derrumbamiento del Imperio Romano, por la invasión de los nuevos pueblos y por la decadencia de las costumbres. Al presentar a san Benito como «astro luminoso», san Gregorio quería indicar en esta tremenda situación, precisamente aquí, en esta ciudad de Roma, el camino de salida de la «noche oscura de la historia» (cf. Juan Pablo II, Discurso en la abadía de Montecassino, 18 de mayo de 1979, n. 2: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de mayo de 1979, p. 11).

De hecho, la obra del santo, y en especial su Regla, fueron una auténtica levadura espiritual, que cambió, con el paso de los siglos, mucho más allá de los confines de su patria y de su época, el rostro de Europa, suscitando tras la caída de la unidad política creada por el Imperio Romano una nueva unidad espiritual y cultural, la de la fe cristiana compartida por los pueblos del continente. De este modo nació la realidad que llamamos «Europa».

La fecha del nacimiento de san Benito se sitúa alrededor del año 480. Procedía, según dice san Gregorio de la región de Nursia, ex provincia Nursiae. Sus padres, de clase acomodada, lo enviaron a estudiar a Roma. Él, sin embargo, no se quedó mucho tiempo en la ciudad eterna. Como explicación totalmente creíble, san Gregorio alude al hecho de que al joven Benito le disgustaba el estilo de vida de muchos de sus compañeros de estudios, que vivían de manera disoluta, y no quería caer en los mismos errores. Sólo quería agradar a Dios: «soli Deo placere desiderans» (Dial. II, Prol. 1).

Así, antes de concluir sus estudios, san Benito dejó Roma y se retiró a la soledad de los montes que se encuentran al este de la ciudad eterna. Después de una primera estancia en el pueblo de Effide (hoy Affile), donde se unió durante algún tiempo a una «comunidad religiosa» de monjes, se hizo eremita en la cercana Subiaco. Allí vivió durante tres años, completamente solo, en una gruta que, desde la alta Edad Media, constituye el «corazón» de un monasterio benedictino llamado «Sacro Speco» (Gruta sagrada).

El período que pasó en Subiaco, un tiempo de soledad con Dios, fue para san Benito un momento de maduración. Allí tuvo que soportar y superar las tres tentaciones fundamentales de todo ser humano: la tentación de autoafirmarse y el deseo de ponerse a sí mismo en el centro; la tentación de la sensualidad; y, por último, la tentación de la ira y de la venganza.

San Benito estaba convencido de que sólo después de haber vencido estas tentaciones podía dirigir a los demás palabras útiles para sus situaciones de necesidad. De este modo, tras pacificar su alma, podía controlar plenamente los impulsos de su yo, para ser artífice de paz a su alrededor. Sólo entonces decidió fundar sus primeros monasterios en el valle del Anio, cerca de Subiaco.

En el año 529, san Benito dejó Subiaco para asentarse en Montecassino. Algunos han explicado que este cambio fue una manera de huir de las intrigas de un eclesiástico local envidioso. Pero esta explicación resulta poco convincente, pues su muerte repentina no impulsó a san Benito a regresar (Dial. II, 8). En realidad, tomó esta decisión porque había entrado en una nueva fase de su maduración interior y de su experiencia monástica.

Según san Gregorio Magno, su salida del remoto valle del Anio hacia el monte Cassio —una altura que, dominando la llanura circunstante, es visible desde lejos—, tiene un carácter simbólico: la vida monástica en el ocultamiento tiene una razón de ser, pero un monasterio también tiene una finalidad pública en la vida de la Iglesia y de la sociedad: debe dar visibilidad a la fe como fuerza de vida. De hecho, cuando el 21 de marzo del año 547 san Benito concluyó su vida terrena, dejó con su Regla y con la familia benedictina que fundó, un patrimonio que ha dado frutos a través de los siglos y que los sigue dando en el mundo entero.

En todo el segundo libro de los Diálogos, san Gregorio nos muestra cómo la vida de san Benito estaba inmersa en un clima de oración, fundamento de su existencia. Sin oración no hay experiencia de Dios. Pero la espiritualidad de san Benito no era una interioridad alejada de la realidad. En la inquietud y en el caos de su época, vivía bajo la mirada de Dios y precisamente así nunca perdió de vista los deberes de la vida cotidiana ni al hombre con sus necesidades concretas.

Al contemplar a Dios comprendió la realidad del hombre y su misión. En su Regla se refiere a la vida monástica como «escuela del servicio del Señor» (Prol. 45) y pide a sus monjes que «nada se anteponga a la Obra de Dios» (43, 3), es decir, al Oficio divino o Liturgia de las Horas. Sin embargo, subraya que la oración es, en primer lugar, un acto de escucha (Prol. 9-11), que después debe traducirse en la acción concreta. «El Señor espera que respondamos diariamente con obras a sus santos consejos», afirma (Prol. 35).

Así, la vida del monje se convierte en una simbiosis fecunda entre acción y contemplación «para que en todo sea glorificado Dios» (57, 9). En contraste con una autorrealización fácil y egocéntrica, que hoy con frecuencia se exalta, el compromiso primero e irrenunciable del discípulo de san Benito es la sincera búsqueda de Dios (58, 7) en el camino trazado por Cristo, humilde y obediente (5, 13), a cuyo amor no debe anteponer nada (4, 21; 72, 11), y precisamente así, sirviendo a los demás, se convierte en hombre de servicio y de paz. En el ejercicio de la obediencia vivida con una fe animada por el amor (5, 2), el monje conquista la humildad (5, 1), a la que dedica todo un capítulo de su Regla (7). De este modo, el hombre se configura cada vez más con Cristo y alcanza la auténtica autorrealización como criatura a imagen y semejanza de Dios.

A la obediencia del discípulo debe corresponder la sabiduría del abad, que en el monasterio «hace las veces de Cristo» (2, 2; 63, 13). Su figura, descrita sobre todo en el segundo capítulo de la Regla, con un perfil de belleza espiritual y de compromiso exigente, puede considerarse un autorretrato de san Benito, pues —como escribe san Gregorio Magno— «el santo de ninguna manera podía enseñar algo diferente de lo que vivía» (Dial. II, 36). El abad debe ser un padre tierno y al mismo tiempo un maestro severo (2, 24), un verdadero educador. Aun siendo inflexible contra los vicios, sobre todo está llamado a imitar la ternura del buen Pastor (27, 8), a «servir más que a mandar» (64, 8), y a «enseñar todo lo bueno y lo santo más con obras que con palabras» (2, 12). Para poder decidir con responsabilidad, el abad también debe escuchar «el consejo de los hermanos» (3, 2), porque «muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor» (3, 3). Esta disposición hace sorprendentemente moderna una Regla escrita hace casi quince siglos. Un hombre de responsabilidad pública, incluso en ámbitos privados, siempre debe saber escuchar y aprender de lo que escucha.

San Benito califica la Regla como «mínima, escrita sólo para el inicio» (73, 8); pero, en realidad, ofrece indicaciones útiles no sólo para los monjes, sino también para todos los que buscan orientación en su camino hacia Dios. Por su moderación, su humanidad y su sobrio discernimiento entre lo esencial y lo secundario en la vida espiritual, ha mantenido su fuerza iluminadora hasta hoy.

Pablo VI, al proclamar el 24 de octubre de 1964 a san Benito patrono de Europa, pretendía reconocer la admirable obra llevada a cabo por el santo a través de la Regla para la formación de la civilización y de la cultura europea. Hoy Europa, recién salida de un siglo herido profundamente por dos guerras mundiales y después del derrumbe de las grandes ideologías que se han revelado trágicas utopías, se encuentra en búsqueda de su propia identidad.

Para crear una unidad nueva y duradera, ciertamente son importantes los instrumentos políticos, económicos y jurídicos, pero es necesario también suscitar una renovación ética y espiritual que se inspire en las raíces cristianas del continente. De lo contrario no se puede reconstruir Europa. Sin esta savia vital, el hombre queda expuesto al peligro de sucumbir a la antigua tentación de querer redimirse por sí mismo, utopía que de diferentes maneras, en la Europa del siglo XX, como puso de relieve el Papa Juan Pablo II, provocó «una regresión sin precedentes en la atormentada historia de la humanidad» (Discurso a la asamblea plenaria del Consejo pontificio para la cultura, 12 de enero de 1990, n. 1: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 28 de enero de 1990, p. 6). Al buscar el verdadero progreso, escuchemos también hoy la Regla de san Benito como una luz para nuestro camino. El gran monje sigue siendo un verdadero maestro que enseña el arte de vivir el verdadero humanismo.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Audiencia General del miércoles, 9 de abril de 2008

Catecismo de la Iglesia Católica, CEC

La vida religiosa

925 Nacida en Oriente en los primeros siglos del cristianismo (cf. UR 15) y vivida en los institutos canónicamente erigidos por la Iglesia (cf. CIC, can. 573), la vida religiosa se distingue de las otras formas de vida consagrada por el aspecto cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida fraterna llevada en común, y por el testimonio dado de la unión de Cristo y de la Iglesia (cf. CIC, can. 607).

926 La vida religiosa nace del misterio de la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe de su Señor y que ofrece como un estado de vida estable al fiel llamado por Dios a la profesión de los consejos. Así la Iglesia puede a la vez manifestar a Cristo y reconocerse como Esposa del Salvador. La vida religiosa está invitada a significar, bajo estas diversas formas, la caridad misma de Dios, en el lenguaje de nuestro tiempo.

927 Todos los religiosos, exentos o no (cf. CIC, can. 591), se encuentran entre los colaboradores del obispo diocesano en su misión pastoral (cf. CD 33-35). La implantación y la expansión misionera de la Iglesia requieren la presencia de la vida religiosa en todas sus formas «desde el período de implantación de la Iglesia» (AG 18, 40). «La historia da testimonio de los grandes méritos de las familias religiosas en la propagación de la fe y en la formación de las nuevas Iglesias: desde las antiguas instituciones monásticas, las órdenes medievales y hasta las congregaciones modernas» (RM 69).

Catecismo de la Iglesia Católica

Propósito

Leer una breve biografía de san Benito siempre que me acuda el miedo a apartarme del Señor.

Diálogo con Cristo

Señor, quiero configurar todo mi ser al programa de vida que propone tu Palabra; por ello, aunque no profese los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia como hizo tu querido siervo san Benito, te prometo no escatimar esfuerzos por conocer las implicaciones morales del Evangelio para conformar con ellas todo mi obrar, y desterrar de mi vida todo lo que pueda ser un obstáculo para crecer en mi amor a Ti y a los demás.

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Evangelio del día en «Catholic.net»

Evangelio del día en «Evangelio del día»

Evangelio del día en «Orden de Predicadores»

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El escapulario del Carmen, una devoción mariana universal

El escapulario del Carmen, una devoción mariana universal

El escapulario del Carmen es un signo externo de devoción mariana, que consiste en la consagración a la Santísima Virgen María —por la inscripción en la Orden Carmelita— en la esperanza de su protección maternal. El distintivo externo de esta consagración es el pequeño escapulario marrón, de la misma tela que los hábitos carmelitas.

El escapulario del Carmen es un sacramental, es decir, «un signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se significan efectos, sobre todo espirituales, que se obtienen por la intercesión de la Iglesia» (Concilio Vaticano II, Sacrosantum Concilium, 60).

Origen y propagación

A finales del siglo XII o principios del XIII nacía en el monte Carmelo, en Palestina, la Orden de los Carmelitas. Pronto se vieron obligados a emigrar a Occidente. En Europa, tampoco fueron muy bien recibidos por todos. Por esta situación, el Superior General de la Orden, san Simón Stock, suplicaba con insistencia la ayuda de la Santísima Virgen con esta oración:

Flos Carmeli

Vitis Florigera

Splendor coeli

Virgo puerpera

Singularis .

Mater mitis

Sed viri nescia

Carmelitis

Sto propitia,

Stella maris

Flor del Carmelo

viña florida

esplendor del Cielo

Virgen fecunda

y singular,

¡Oh madre tierna!

intacta de hombre

a los carmelitas

proteja tu nombre,

Estrella del mar.

La Virgen se aparece a san Simón StockEn 1251, la Bienaventurada Virgen María, acompañada de una multitud de ángeles, se apareció a Simón, con el escapulario de la Orden en sus manos, y le dijo: «Tú y todos los Carmelitas tendréis el privilegio, que quien muera con él no padecerá el fuego eterno»; es decir, quien muera con él, se salvará.

La promesa del escapulario es de tal trascendencia, que precisamente por ello suscitó fuerte oposición.

 

Significado del Escapulario

Al vestir el escapulario, durante toda la vida, es muy importante que sepamos apreciar su profundo y rico significado, como pertenencia a una Orden, a la del Carmen, con obligación de vivir según su rica espiritualidad y su propio carisma. Quien viste el escapulario debe procurar tener siempre presente a la Santísima Virgen y tratar de copiar sus virtudes, su vida y obrar como Ella. Y María, obró partiendo de estas palabras suyas: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».

El escapulario del Carmen es también un memorial de todas las virtudes de María. Así lo recordaba a todos el papa Pío XII, el 11 de febrero de 1950:

«Reconozcan en este memorial de la Virgen un espejo de humildad y castidad.

»Vean, en la forma sencilla de su hechura, un compendio de modestia y candor.

»Vean, sobre todo, en esta librea que visten ida y noche, significada, con simbolismo elocuente, la oración con la cual invocan el auxilio divino.

»Reconozcan, por fin, en ella su consagración al Sacratísimo Corazón de la Virgen Inmaculada».

Cada escapulario tiene sus privilegios o gracias particulares, pero todos pueden sustituirse por la medalla-escapulario. Para ganar las promesas, es igual llevar la medalla que los trozos de paño (aunque en determinados casos, por otras razones externas de mayor visibilidad, etc., puede ser preferible el escapulario de paño).

Medalla escapulario

La medalla-escapulario debe tener por una parte la imagen del Jesús con el Sagrado Corazón, y por la otra una imagen de la Virgen bajo la advocación del Carmen (o cualquier otra). Lo mismo que los escapularios, ha de estar bendecida por un sacerdote.

 

Privilegio sabatino

El Escapulario del Carmen además de la promesa de salvación para quienes mueran con él, lleva también consigo el llamado privilegio sabatino.

Según la tradición, a la muerte de Clemente V (1314), en el cónclave que duró dos años y tres meses, la Santísima Virgen se apareció al cardenal Jaime Duesa, muy devoto de ella, y le anunció que sería papa con el nombre de Juan XXII, y añadió: «Quiero que anuncies a los carmelitas y a sus cofrades: los que lleven puesto el Escapulario, guarden castidad conforme con su estado, y recen el oficio divino — o los que no sepan leer se abstengan de comer carne los miércoles y sábados —, si van al purgatorio, Yo haré que cuanto antes, especialmente el sábado siguiente a su muerte, sean trasladadas sus almas al cielo».

El privilegio sabatino consiste, pues, en que la Santísima Virgen sacará del purgatorio cuanto antes, especialmente el sábado después de su muerte, a quienes hayan muerto con el Escapulario y durante su vida hayan guardado castidad según su estado y rezado todos los días el oficio parvo (este se puede sustituir por la Liturgia de las Horas o por la abstinencia de carne los miércoles y sábados, o un sacerdote con facultad para ello, lo puede conmutar por otra obra piadosa, v. gr. el rezo diario del Rosario). Si uno peca contra la castidad o deja un día de hacer la obra prescrita, podrá recuperar el privilegio al confesarse y cumplir la penitencia.

 

Virgen del CarmenProtección maternal

Su profundo simbolismo mariano, los grandes privilegios y el gran amor y privilegiada asistencia que ha manifestado a través de los siglos la Santísima Virgen del Carmen a quienes visten devotamente su escapulario son por lo que se ha extendido por doquier esta piadosa devoción de vestir su escapulario.

Sobre todo por su rico simbolismo: ser hijo de María, ver en él todas las virtudes de María, ser símbolo de nuestra consagración filial a la Madre Amable.

 

 

 

Indulgencias

He aquí las indulgencias plenarias y parciales para los que visten el escapulario.

Indulgencias plenarias.

1. El día que se viste el escapulario y el que es inscrito en la Tercera Orden o Cofradía.

2. En estas fiestas:

a) Virgen del Carmen (16 de julio o cuando se celebre)

b) San Simón Stock (16 de mayo)

c) San Elías Profeta (20 de julio)

d) Santa Teresa de Jesús (15 de octubre)

e) Santa Teresa del Niño Jesús (1 de octubre)

f) San Juan de la Cruz (14 de diciembre)

g) Todos los Santos Carmelitas (14 de noviembre).

Indulgencia parcial

Se gana indulgencia parcial por usar piadosamente el santo escapulario. Se puede ganar no solo por besarlo, sino por cualquier otro acto de afecto y devoción. Y solo al escapulario, sino también a la medalla-escapulario.

 

Recomendación pontificia

Desde el siglo XVI —que es cuando se extiende por toda la cristiandad el uso del escapulario del Carmen— casi todos los Papas lo han vestido y propagado. El Papa Juan Pablo II, que era terciario carmelita, recordó en diversas ocasiones que vestía con devoción, desde niño, el escapulario del Carmen.

 

Bendición e imposición

La Sagrada Penitenciaria Apostólica ha dicho que se recomienda el uso tradicional del escapulario en cuanto a tamaño, materia, color, etc., pero que pueden usarse también otros.

Cualquier sacerdote puede bendecir e imponer el escapulario del Carmen a los fieles en general.

Para quedar inscrito en la cofradía organizada o Tercera Orden del Carmen, este sacerdote debe estar facultado por el superior General de los Carmelitas. Los simples fieles no pueden bendecirlos ni imponerlos.

 

Fórmula para bendecirlo e imponerlo

V: Muéstranos Señor, tu misericordia.

R: Y danos tu salvación.

V: Escucha, Señor, mi oración.

R: Y llegue a ti mi clamor.

V: El Señor esté con vosotros.

R: Y con tu espíritu.

OREMOS. Señor nuestro Jesucristo, Salvador del género humano, bendice con tu diestra a este hábito que, por tu amor y el de tu Madre la Virgen María del Monte Carmelo, va a llevar con devoción tu siervo (o sierva), a fin de que por la intercesión de tu misma Madre y defendido(a) del maligno espíritu, persevere en tu gracia hasta la muerte: Que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R: Así sea.

A continuación rocía el escapulario con agua bendita y después lo impone a la persona o personas (a cada una por separado). Diciendo a cada una.

V: Recibe este hábito bendito, suplicando a la Santísima Virgen que, por sus méritos, lo lleves sin mancha, le defienda contra todas las adversidades y te conduzca a la vida eterna.

R: Así sea.

Y añade:

V: Yo, usando de la potestad que se me ha concedido, te recibo a la participación de todos los bienes espirituales que, por la misericordia de Jesucristo, practican los religiosos Carmelitas. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

R: Así sea.

V: Que te bendiga el Creador del cielo y de la tierra, el Dios todopoderoso, que se ha dignado incorporarle a la Cofradía de la Santísima Virgen del monte Carmelo, a quien imploramos que en la hora de tu muerte abata la cabeza de la serpiente infernal y finalmente, consigas las palmas y la corona de la herencia sempiterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

R: Así sea.

Y rocía el nuevo cofrade con agua bendita. Cuando son más de una de las personas que han de recibir el santo escapulario, se dice en plural. El sacredote ha de exhortar a los nuevos cofrades a que vistan dignamente el escapulario, tratando de imitar las virtudes de María.

En caso de necesidad, basta para bendecir el escapulario la señal de la cruz del sacerdote y las palabras «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén».

 

Escapulario verdeEscapulario verde

Cuando en la familia hay algún familiar o amigo que se encuentra lejos de la fe y uno desea hacer algo al respecto, María Madre Santísima nos dio una forma de convertirles cuando ella se le apareció a la Hermana Justina Bisqueyburu en 1840, llevando «la vestidura de la conversión — El escapulario verde». Ella dijo: «Esta insignia santa de mi Inmaculado Corazón ha de ser un gran medio para la conversión de almas…»

Por un periodo de más de seis años, la Virgen se le apareció a la Hermana Justina y le respondió muchas preguntas con relación al escapulario y a su uso. La Virgen María dijo que el escapulario verde no necesita ninguna bendición especial, y no necesita inscripción como el escapulario café. Puede ser bendecido por cualquier sacerdote. Si la persona que nosotros queremos que se beneficie de este escapulario no conviene en llevarlo consigo, este se puede colocar en cualquier sitio de su habitación. Cada día se debe decir la siguiente oración:

«Inmaculado corazón de María, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte».

Si la persona por quien se tiene intención en el escapulario no va a decir la oración, entonces aquel que lo regala debe de decirla en su lugar, todos los días. La Virgen María dijo: «Las gracias mas grandes se obtienen por el uso del escapulario, pero estas gracias vienen en proporción.

 

Aprende y colorea la devoción a la Virgen del Carmelo (IV)

Aprende y colorea la devoción a la Virgen del Carmelo (I)

Os presentamos estos textos y dibujos que exponen la historia de la devoción de la Virgen del Carmelo, Nuestra Señora del Carmen, así como la historia de la Orden de los Carmelitas.

Que disfrutéis con las maravillosas ilustraciones y textos del Hermano Roque Miguel Vernaz, religioso de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey.

Nota: podéis obtener las imágenes en tamaño real pulsando directamente sobre el título de cada capítulo.

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Los ermitaños del Monte CarmeloLos ermitaños del Monte Carmelo

En los siglos XI y XII se despertó en toda Europa grandes deseos de ir a Tierra Santa, que estaba en posesión de los árabes. Así nacieron las Cruzadas.

A finales del siglo XII, un puñado de estos cruzados , viendo que el Monte Carmelo era un lugar muy bello por su soledad, y también para entregarse a la oración, se establecieron allí.

La mayor parte de estos ermitaños que fijaron allí su morada eran procedentes de Francia e Italia, y se propusieron imitar al profeta san Elías, que había vivido en aquel hermoso monte.

Un famoso historiador de aquel tiempo —Jaime de Vitry— dice «que los Carmelitas estaban metidos en las grutas del Monte Carmelo, como las abejas en su panal, fabricando la miel dulcísima de la contemplación».

Los ermitaños, pues, se propusieron orar y santificarse por el bien del mundo y por la conversión de los pecadores.

 

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, esclamó: ‘¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.

Lc 1, 39-45

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San Alberto les de la ReglaSan Alberto les da la Regla

Estos ermitaños —casi todos de origen europeo— eligieron a uno como Superior de todos. Parece ser que se llamaba Brocardo y que después sería santo. Brocardo presentó una serie de preguntas al Patriarca de Jerusalén, un tal Alberto Avogador, que también después sería santo, y éste les dio la Regla o Norma de vida hacia el año 1209.

Esta regla fue aprobada por el Papa Honorio III el 30 de enero de 1226. Esta Regla la han observado santos tan grandes como san Andrés Corsino, san Pedro Tomás, santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, santa Teresita del Niño Jesús… Consta de 18 capítulos, todos ellos muy espirituales y bíblicos. En el prólogo ya se señala que está escrita para «los que quieren vivir en obsequio de Jesucristo». Después se dan normas de convivencia y de vida que deben llevar: lugares, superior, votos, oración, ayuno, trabajo, vida espiritual, etc. Todos los Carmelitas de hoy prometen observar esta Regla cuando emiten sus votos religiosos.

 

María dijo entonces: ‘Mi alma canta la grandeza del Señor, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que le temen’.

Lc 1, 46-50

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Las ilustraciones y los textos son autoría del Hermano Roque Miguel Vernaz, religioso de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey.

 

Evangelio del día: La vocación de Mateo

Evangelio del día: La vocación de Mateo

Mateo 9, 9-13. Viernes de la 13.ª semana del Tiempo Ordinario. Jesús no excluye a nadie de su amistad porque la buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece su gracia al pecador.

Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Amós, Am 8, 4-6.9-12

Salmo: Sal 119(118), 2.10.20.30.40.131

Oración preparatoria

Señor, yo también quiero dejar todo para estar sólo contigo en esta oración. Concédeme desprenderme de todas mis preocupaciones para poder escuchar y ser dócil a las inspiraciones de tu Santo Espíritu.

Petición

Señor, cúrame de todo aquello que me aleje de cumplir tu voluntad.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

Continuando con la serie de retratos de los doce Apóstoles, que comenzamos hace algunas semanas, hoy reflexionamos sobre san Mateo. A decir verdad, es casi imposible delinear completamente su figura, pues las noticias que tenemos sobre él son pocas e incompletas. Más que esbozar su biografía, lo que podemos hacer es trazar el perfil que nos ofrece el Evangelio.

Mateo está siempre presente en las listas de los Doce elegidos por Jesús (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13). En hebreo, su nombre significa «don de Dios». El primer Evangelio canónico, que lleva su nombre, nos lo presenta en la lista de los Doce con un apelativo muy preciso: «el publicano» (Mt 10, 3). De este modo se identifica con el hombre sentado en el despacho de impuestos, a quien Jesús llama a su seguimiento: «Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y le siguió» (Mt 9, 9). También san Marcos (cf. Mc 2, 13-17) y san Lucas (cf. Lc 5, 27-30) narran la llamada del hombre sentado en el despacho de impuestos, pero lo llaman «Leví». Para imaginar la escena descrita en Mt 9, 9 basta recordar el magnífico lienzo de Caravaggio, que se conserva aquí, en Roma, en la iglesia de San Luis de los Franceses.

Los Evangelios nos brindan otro detalle biográfico: en el pasaje que precede a la narración de la llamada se refiere un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm (cf. Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12), y se alude a la cercanía del Mar de Galilea, es decir, el Lago de Tiberíades (cf. Mc 2, 13-14). De ahí se puede deducir que Mateo desempeñaba la función de recaudador en Cafarnaúm, situada precisamente «junto al mar» (Mt 4, 13), donde Jesús era huésped fijo en la casa de Pedro.

Basándonos en estas sencillas constataciones que encontramos en el Evangelio, podemos hacer un par de reflexiones. La primera es que Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más de una ocasión de «publicanos y pecadores» (Mt 9, 10; Lc 15, 1), de «publicanos y prostitutas» (Mt 21, 31). Además, ven en los publicanos un ejemplo de avaricia (cf. Mt 5, 46: sólo aman a los que les aman) y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como «jefe de publicanos, y rico» (Lc 19, 2), mientras que la opinión popular los tenía por «hombres ladrones, injustos, adúlteros» (Lc 18, 11).

Ante estas referencias, salta a la vista un dato: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración: «No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mc 2, 17).

La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece su gracia al pecador. En otro pasaje, con la famosa parábola del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar, Jesús llega a poner a un publicano anónimo como ejemplo de humilde confianza en la misericordia divina: mientras el fariseo hacía alarde de su perfección moral, «el publicano (…) no se atrevía ni a elevar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!»». Y Jesús comenta: «Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado» (Lc 18, 13-14). Por tanto, con la figura de Mateo, los Evangelios nos presentan una auténtica paradoja: quien se encuentra aparentemente más lejos de la santidad puede convertirse incluso en un modelo de acogida de la misericordia de Dios, permitiéndole mostrar sus maravillosos efectos en su existencia.

A este respecto, san Juan Crisóstomo hace un comentario significativo: observa que sólo en la narración de algunas llamadas se menciona el trabajo que estaban realizando esas personas. Pedro, Andrés, Santiago y Juan fueron llamados mientras estaban pescando; y Mateo precisamente mientras recaudaba impuestos. Se trata de oficios de poca importancia —comenta el Crisóstomo— «pues no hay nada más detestable que el recaudador y nada más común que la pesca» (In Matth. Hom.: PL 57, 363). Así pues, la llamada de Jesús llega también a personas de bajo nivel social, mientras realizan su trabajo ordinario.

Hay otra reflexión que surge de la narración evangélica: Mateo responde inmediatamente a la llamada de Jesús: «Él se levantó y lo siguió». La concisión de la frase subraya claramente la prontitud de Mateo en la respuesta a la llamada. Esto implicaba para él abandonarlo todo, en especial una fuente de ingresos segura, aunque a menudo injusta y deshonrosa. Evidentemente Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando actividades desaprobadas por Dios.

Se puede intuir fácilmente su aplicación también al presente: tampoco hoy se puede admitir el apego a lo que es incompatible con el seguimiento de Jesús, como son las riquezas deshonestas. En cierta ocasión dijo tajantemente: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme» (Mt 19, 21). Esto es precisamente lo que hizo Mateo: se levantó y lo siguió. En este «levantarse» se puede ver el desapego de una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión consciente a una existencia nueva, recta, en comunión con Jesús.

Recordemos, por último, que la tradición de la Iglesia antigua concuerda en atribuir a san Mateo la paternidad del primer Evangelio. Esto sucedió ya a partir de Papías, obispo de Gerápolis, en Frigia, alrededor del año 130. Escribe Papías: «Mateo recogió las palabras (del Señor) en hebreo, y cada quien las interpretó como pudo» (en Eusebio de Cesarea, Hist. eccl. III, 39, 16). El historiador Eusebio añade este dato: «Mateo, que antes había predicado a los judíos, cuando decidió ir también a otros pueblos, escribió en su lengua materna el Evangelio que anunciaba; de este modo trató de sustituir con un texto escrito lo que perdían con su partida aquellos de los que se separaba» (ib., III, 24, 6).

Ya no tenemos el Evangelio escrito por san Mateo en hebreo o arameo, pero en el Evangelio griego que nos ha llegado seguimos escuchando todavía, en cierto sentido, la voz persuasiva del publicano Mateo que, al convertirse en Apóstol, sigue anunciándonos la misericordia salvadora de Dios. Escuchemos este mensaje de san Mateo, meditémoslo siempre de nuevo, para aprender también nosotros a levantarnos y a seguir a Jesús con decisión.

Santo Padre emérito Benedicto XVI: Catequesis sobre san Mateo, apóstol

Audiencia General del miércoles, 30 de agosto de 2006

Propósito

Buscar un acercamiento o tener un acto de caridad con esa persona que «me cuesta» aceptar.

Diálogo con Cristo

Señor, gracias por invitarme a seguirte, a ser tu discípulo y misionero. Ardientemente deseo tener la fe y el amor suficiente para responder con prontitud a tu llamado. Quiero salir de esta oración con la sabiduría, la fuerza y la alegría, que logre contagiar de tu amor a los demás. Siguiendo el ejemplo de María, y por su intercesión, te pido que sea fermento y canal para comunicar tu amor en mi familia, en mi profesión, en el círculo de mis amigos.

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