por Varios en Internet | CeF | 23 Abr, 2014 | Despertar religioso Juegos
La primera semana de Pascua es uno de los momentos más importantes para todos los cristianos, y más concretamente el pasaje de la Sagrada Escritura que se refiere al Camino de Emaús. En este pasaje bíblico aprendemos que Jesús está vivo y que nunca nos dejará. Es también uno de los pasajes más importantes para comprender la importancia de la fe y de la esperanza. Todas estas enseñanzas se pueden ver reforzadas en los niños coloreando dibujos que representan las escenas del Camino de Emaús.
Os presentamos las siguientes láminas para que los niños se diviertan y aprendan este episodio tan importante y siempre actual para todos los cristianos. Podéis acceder a las imágenes en tamaño real pulsando sobre la imagen o sobre el título de cada imagen.
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Dibujos para colorear el Camino de Emaús
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por donbosco.es | 22 Abr, 2014 | Despertar religioso Juegos
Siempre que realizamos una celebración, hacemos hincapié en que tiene tres partes. Toda celebración tiene un «antes», un «durante» y un «después».
Estas tres partes, son importantes para celebrar realmente. También debemos tener en cuenta todos los que van a participar en la celebración, para que nadie se sienta espectador, ya que todos van a celebrar y por lo tanto, de alguna manera, deben sentirse que están participando.
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Antes
Con los chicos
Pasamos por las salas y conversamos con los chicos acerca de lo que significa la Pascua.
En el relato, hacemos hincapié en el momento de la resurrección, y en el pedido de Jesús de que debemos anunciar a todos que él está vivo, que está junto a nosotros y que nos quiere.
No podemos dar este mensaje sin decir que Jesús murió, pero el centro del mensaje debe ser la resurrección. Para ayudarnos en el relato, podemos preparar láminas. Hemos hecho la experiencia de realizar los dibujos con chicos más grandes que ya reflexionaron acerca de la pascua y que hacen los dibujos sabiendo que son para los más pequeños.
Actividad
Preparamos una lámina grande (dos o tres papeles afiche) con un dibujo sencillo de Jesús resucitado con los brazos abiertos. Entre todas las salas se pinta este dibujo y alrededor del mismo, se escriben mensajes de los chicos a Jesús.
- ¿Qué le podemos decir a Jesús en esta Pascua?
- ¿Qué le podemos pedir?
- ¿Qué le podemos agradecer?
Lo importante es que los chicos le digan algo a Jesús que está vivo en medio nuestro.
El catequista escribe los distintos mensajes directamente en el papel afiche.
Importante: llevar los chicos a la capilla en pequeños grupos antes de la celebración para que la conozcan, la dibujen, caminen, pregunten por todo lo que les llama la atención, para que el día de la celebración estén tranquilos porque conocen el lugar.
Con los adultos
Invitar a los padres y abuelos a una reunión de preparación para la pascua. Podemos leer con ellos el texto de los peregrinos de Emaús y meditar acerca de cómo, cuando reconocieron a Jesús salieron corriendo a contarlo a los demás, a pesar de que era de noche y los caminos en la época de Jesús, también eran peligrosos.
- ¿Cómo anunciamos nosotros a Jesús resucitado?
- ¿Cómo pueden anunciar nuestros hijos a Jesús resucitado?
En la reunión también se preparan las canciones que se cantarán durante la celebración y se prepara con ellos un regalo para cada sala.
Regalo
Preparamos una imagen igual a la que trabajamos con los chicos más chica. Los adultos que participan de la reunión las pintan, las pegan sobre una base de cartón más grande, y arman un cuadrito. Para armar el marco, se puede utilizar cartón coarrugado, papel de colores, goma de pegar de colores, marcadores.
También se prepara un cirio pequeño, de cartón, para cada chico.
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Durante
Los chicos entran a la capilla y se sientan en el suelo, cerca del altar.
Cantan alguna canción para saludar a Jesús.
Guía: (conversando con los chicos) ¿Saben por qué estamos reunidos? Estamos reunidos todos los chicos y los papás para celebrar una gran fiesta, es una de las fiestas más importantes…
Entra alguien caracterizado como periodista con una cámara fotográfica o de video.
Periodista: Disculpen que interrumpa, pero me dijeron que tenía que venir a este Jardín porque estaba pasando algo muy importante. Yo soy un periodista importante y no me quiero perder ninguna noticia.
Guía: ¿Así que usted es muy importante?
Periodista: Sí, yo soy re-importante.
Guía: ¿Y por qué es re-importante?
Periodista: Y, soy importante porque salgo en la tele y todos me conocen.
Guía: ¿Y está seguro que por eso es importante?
Periodista: También conozco personas importantes… y voy a fiestas importantes… y hago cosas importantes… y, y… (piensa)
Guía: ¿Y? A mí no me impresiona. Yo sí que conozco a gente re-importante.
Periodista: A ver, ¿a quiénes?
Guía: A ver…, vamos a preguntarle a los chicos.
Periodista: ¿A los chicos? ¿Pero, cómo le va a preguntar a los chicos? ¿Qué van a saber ellos quién es importante y por qué?
Guía: Espere, espere, se nota que hace mucho que no conversa con ningún chico. Ellos sí tienen cosas importantes que decirnos aunque los grandes a veces no los escuchamos. A ver chicos: ¿quién es importante para ustedes?
El guía conversa con los chicos. Seguramente dirán los papás, los abuelos, los hermanos, los amigos, Jesús. Podemos ayudarlos con preguntas: ¿Quién los quiere? ¿Quién los cuida?
Periodista: Está bien, está bien. Me parece que me convencieron. Los papás son importantes, los abuelos, los hermanos, los maestros, pero, ¿Jesús? ¿Por qué Jesús es importante?
Guía: (pregunta a los chicos y a los papás) Jesús es importante porque nos quiere, nos cuida, nos enseña muchas cosas buenas y especialmente, porque murió y resucitó, está vivo en medio nuestro, aunque no lo veamos, porque nos ama. Y como Jesús es el que más amó, por eso es el más importante. ¿Cantamos una canción a Jesús dando gracias por su amor? (Cantamos «El amor de Dios es maravilloso», o «Yo tengo un amigo que me ama».)
Periodista: (durante la canción estuvo cantando, bailando y sacando fotos a todos los chicos) Bueno, yo tengo que despedirne, me tengo que ir a trabajar, pero les quiero decir que me voy con el corazón cambiado porque ustedes, los chicos me dieron la mejor noticia que yo haya escuchado: Jesús resucitó, está vivo en medio nuestro. Nunca voy a olvidar esto que hoy me han enseñado.
Guía: Para no olvidarnos tampoco nosotros que Jesús resucitó, vamos a prender el cirio, esta gran vela que está junto al altar. Esta luz nos recuerda que Jesús está en medio nuestro. Vamos a cerrar los ojos, hacemos silencio y vamos a decirle a Jesús las oraciones que escribimos en la sala.
El guía se acerca al afiche y lee, en voz alta, algunas de las oraciones.
Guía: Ahora vamos a pedirle a los papás que ellos hagan una oración. El que quiera, pide a Jesús algo. Todos decimos: Gracias Jesús por escucharnos.
Rezamos el Padrenuestro.
El guía entrega a cada maestra una vela encendida, el cuadrito y un sobre con los cirios que realizaron los padres y abuelos y después, dice:
Guía: Damos un aplauso a los que trabajaron y trabajan tanto para nosotros.
También explica que la maestra se lleva un pequeño regalo para que ellos realicen en el aula un trabajito. Cantamos esta es la luz de Cristo.
(Se puede preparar una velita de las de noche sobre un platito, o una vela común a la cual le hayamos puesto un cono de cartón. De ser posible, se puede preparar una vela para cada sala, para que la maestra la encienda durante el tiempo de pascua al agradecer la merienda.)
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Después
En el aula, cada chico recibe su cirio y lo pega en una hoja en blanco o de color. Lo decora con flores, papeles de colores, goma de pegar, dibujos…
Se lo lleva de recuerdo de la celebración a su casa.
Nota: También es posible pedirle a los chicos que unos días antes de la celebración lleven a la escuela un paquete de galletitas. Con la maestra realizan tarjetas de Pascua que pegan en cada paquete, y el día de la celebración las llevan en una caja a la capilla y la colocan en el altar. Se les explica a los chicos que esas galletitas van a ser entregadas a chicos y grandes de distintos lugares carenciados para que ellos también se enteren que Jesús resucitó. Para compartir nuestra alegría con ellos. Luego, las personas que realizan la acción social en la escuela, las entregan en los lugares que ya tengan destinados. Es importante que los padres sepan la cantidad de galletitas que se llevaron a la escuela y dónde se entregaron.
Hace algunos años pedimos en la escuela que los chicos llevaran huevitos de pascua porque para ellos es lo más representativo de la Pascua. Pero, naturalmente, muchos chicos del jardín se los querían comer en vez de ponerlos en la caja, o llegaban rotos. Por eso, pensamos que las galletitas podían resultar mucho mejor y así se lo explicamos a los mismos chicos, que también lo comprenden.
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Documento original en donbosco.es, el Portal Salesiano de España
por José Martínez Colín | churchforum.org | 20 Abr, 2014 | Primera comunión Dinámicas
Para iniciar este tiempo de Pacua, os ofrecemos esta pequeña catequesis inicial, basada en las palabras del Papa Emérito Benedicto XVI durante la Pascua del pasado año, y elaborada por el Rvdo. D. José Martínez Colín para churchforum.org, de donde la recojemos para nuestra página.
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Para saber
En su mensaje de Pascua del Domingo de Resurrección del año 2012, el Papa Emérito Benedicto XVI nos envió el siguiente saludo: «Queridos hermanos y hermanas, Jesús, crucificado y resucitado, nos repite hoy este anuncio gozoso: «He resucitado, estoy siempre contigo ¡Aleluya!»».
Con ello nos invita a no perder la presencia de Dios en nuestras vidas, sino a procurar encontrarlo en el quehacer diario.
Anteriormente, el Papa, recordando a San Agustín, decía que este santo escribió un libro importante llamado La Ciudad de Dios. Lo escribió cuando habían invadido Roma y muchos se preguntaban por qué Dios no los había ayudado. El Santo responde que el Reino de Dios no es de este mundo. Es decir, las guerras, desastres o dolores no significan que Dios nos abandona. El mal no es introducido al mundo por Dios, sino por el hombre libre que no obra según el querer de Dios. Sin embargo, Dios no nos abandona y su Providencia sabe cuándo y cómo actuar.
A continuación, un relato nos ayudará a reflexionar al respecto.
Para pensar
Se cuenta que una vez un hombre, era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. El hombre ingresó a una cueva la cual se subdividía, a su vez, en varias. Los malhechores empezaron a buscarlo por las cuevas anteriores de la que el se encontraba.
Al sentirse atrapado, elevó desesperado una plegaria a Dios, de la siguiente manera: «Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la entrada, para que no entren a matarme«». En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva en la que él se encontraba, y vio que apareció una arañita.
La arañita empezó a tejer una telaraña en la entrada. El hombre volvió a elevar otra plegaria, esta vez más angustiado: «Señor, te pedí ángeles, no una araña». Y continuó: «Señor, por favor, con tu mano poderosa coloca un muro fuerte en la entrada para que los hombres no puedan entrar a matarme». Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada, y observo a la arañita tejiendo la telaraña. Estaban ya los malhechores ingresando en la cueva anterior de la que se encontraba el hombre y este quedó aterrado esperando su muerte.
Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva que se encontraba el hombre, ya la arañita había tapado toda la entrada, entonces se escuchó que uno de ellos decía: «Vamos, entremos a esta cueva». Pero otro de ellos le contestó: «No. No ves que hasta hay telarañas. Se ve que nadie ha entrado en esta cueva por años. Sigamos buscando en las demás cuevas».
En ocasiones esperamos que la respuesta de Dios sea según nuestro pobre pensar, olvidándonos de que Dios es infinitamente más sabio y poderoso. Pensemos cómo es nuestra oración al Señor.
Para vivir
El Papa nos exhorta a sentirnos en presencia de Dios: «Que nadie cierre el corazón a la omnipotencia de este amor redentor. Jesucristo ha muerto y resucitado por todos: ¡Él es nuestra esperanza! Esperanza verdadera para cada ser humano. Hoy… Jesús resucitado nos envía también a todas partes como testigos de su esperanza y nos garantiza: Yo estoy siempre con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20)».
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por Bárbara Greenyer | 20 Abr, 2014 | Postcomunión Narraciones
El niño, Jacobo, dirigió se a su padre bajando la ladera pedregosa que se extendía desde Jericó en la valle, hasta Jerusalén sobre la montaña. Su padre, Ezra, quedó ciego al nacer. Desde la madrugada hasta el anochecer de cada día, se sentaba en una roca, siempre la misma roca, rogando por comida o dinero a los peregrinos en el camino. Algunos días eran escasos los peregrinos y solamente recibía pocos denarios, pero hoy había varios grupos viajando a Jerusalén para celebrar la Pascua.
Jacobo dejó a su padre y subió la ladera otra vez, al lugar donde cuidaba al rebaño de su vecino. Jacobo vivía con su padre Ezra, su madre Anna y sus hermanitos en una casucha cerca de la aldea Beth. Eran muy pobres, a veces no tenían nada más que un puñado de arroz en toda la casa.
Jacobo pasó todo el día en el campo cuidando las ovejas y los corderos recién nacidos. Era casi el anochecer cuando se dio cuenta de que faltaba un cordero. La oveja madre balaba lastimosamente y Jacobo salió en busca de la pequeña que se había extraviado de su madre. Cuando la halló ya era tarde y el sol se ponía detrás de la cuidad de Jerusalén. Bajó la ladera con saltos rápidos para regresar a casa con su padre.
Llegó al camino y corrió sobre el polvo y las piedras hacia la roca donde su padre siempre le esperaba, pero cuando llegó, ¡la roca estaba vacía! ¡Su padre no estaba ahí! Jacobo se detuvo, temblando de temor. ¿Había tratado papá de regresar sólo a casa, escalando la colina llena de rocas y espinos? Se le ocurrió algo peor: ¿Lo atacaron unos ladrones al ciego indefenso, robaron su dinero y lo tiraron a un precipicio? Entonces Jacobo levantó su mirada y vio a un hombre acercándose a él por el camino de Jerusalén. Caminaba erguido, pisando con cuidado pero también con decisión y protegiendo sus ojos como de una luz brillantísima. Parecía ser alguien digno de confianza y Jacobo se acercó para pedir su ayuda.
Entonces, cuando se juntaron, Jacobo se paró sorprendido. ¡Era su padre, Ezra!
«Jacobo», llamó Ezra, «¡Puedo ver! Estaba por el camino, escuchando a la gente que pasaba, y oí decir que venía Jesús de Nazaret, así le llamé por su nombre. ‘¿Qué quieres?’ él me preguntó. ‘Maestro, quiero ver,’ le dije. Entonces, hijo, me tocó en los ojos y lento, muy lentamente empecé a ver: primero sólo sombras, entonces personas, y arboles, y colinas — ¡todo! Seguí a la muchedumbre que caminaba para Jerusalén, deseando verlo. Lo tenía que hacer, Jacobo. Pero él se perdió entre la gente y yo tenía que regresar. Jacobo, ¿fue él el Mesías esperado? ¿El hombre que me dio la vista? ¿Fue él el Mesías esperado?». Jacobo y su padre ascendieron lentamente el camino pedregoso a su casa, preguntándose.
¡Qué alegría en la casa de Jacobo esa noche! Jacobo pasó los siguientes días mostrando a su padre las ovejas y los corderos y todas las flores en la colina. Le mostró las estrellas por la noche y le indicó las torres de Jerusalén. «Es tan bueno el Señor», dijo Ezra.
Unos días después, llegó la fiesta de la Pascua, y aunque apenas tenían con qué celebrar, sus corazones se rebosaron con gratitud a Dios.
«Quiero ir a Jerusalén en busca de Jesús», dijo Jacobo.
Su padre Ezra lo miró y dijo: «Pienso que tú debes ir, Jacobo. Debes buscar a Jesús y darle gracias por todos nosotros».
«Te vas después del sábado», dijo su madre Anna.
Muy temprano el domingo, la mañana después del sábado, Jacobo salió para Jerusalén. Ya había mucha gente en la calle de la ciudad, pero él siguió a un grupo de peregrinos y pronto llegó al atrio del templo. Se detuvo entre el tumulto de gritos, cantos y regateo. El niño se desconcertó. ¿Dónde iba a encontrar a Jesús? Entonces fue a un fariseo pasando por la multitud en dirección al santuario. Y le rogó, «Por favor, ¿dónde puedo encontrar a Jesús de Nazaret?».
El alto y orgulloso hombre miró hacia abajo. «¿Quién eres tú?», preguntó al niño.
«Soy Jacobo, hijo de Ezra, y busco Jesús de Nazaret».
El fariseo lo tomó del brazo y lo llevó a un rincón sin ruido atrás de una columna. «Jacobo», dijo, «no se debe ni mencionar ese nombre en el Templo. Aquel hombre ha sido azotado y crucificado por el gobernador romano. Y no hay más que decir».
«Pero…», replicó Jacobo, «a mi padre le dio la vista».
«Jacobo hijo de Ezra», dijo el orgulloso fariseo, «vete a casa y no cuentes eso nunca a nadie».
Lo empujó en dirección a la salida.
El niño salió del templo sollozando, y con los ojos llenos de lágrimas corrió y corrió a tropezones y sin dirección por las calles de Jerusalén, hasta que chocó con alguien. Cuando recobró el aliento, se halló en los brazos de una mujer.
«¿Qué te molesta, hijo?» ella le preguntó. Jacobo miró su cara llena de cariño y le contó todo.
Dulcemente, ella tomó su mano y le guio a su casa, donde había otras mujeres, y cuando terminó la cena que ella ofreció, dijo: «Sí, es verdad que la guardia romana llevó a nuestro Jesús, lo azotó y lo crucificó, pero sabemos que él fue el tan esperado Mesías. Hoy, cuando nuestras hermanas fueron al lugar de entierro, descubrieron que habían quitado la piedra que cubría el sepulcro. Un ángel estaba allí, y les dijo que Jesús había resucitado de entre los muertos, exactamente como él prometió. Es cierto que Jesús resucitó, y lo hemos visto y él nos habló. Jacobo, dile a tu padre que Jesús, quien le quitó su ceguera, fue el prometido Hijo de Dios».
«Si hubiera estado allí, habría luchado por Jesús», dijo Jacobo.
«Hijo, todavía puedes luchar por él, pero no con armas contra los romanos. Solo puedes luchar por él con amor, como él nos enseñó».
Al oír estas palabras, las lágrimas de Jacobo se convirtieron en alegría. Fuera de la ciudad de Jerusalén, lejos de la multitud trastornada, escandalosa y aglomerada en angostas calles; descendiendo por el camino, subiendo y bajando la colinita, Jacobo se apuró para contarles a su padre Ezra y a su madre Anna todo lo que había oído.
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© The Plough Publishing House, 2011. Usado con permiso.
Este libro electrónico es una publicación de Plough Publishing House, Rifton, NY 12471 EUA (www.plough.com) y Robertsbridge, East Sussex, TN32 5DR, RU.
por SS Francisco I | 20 Abr, 2014 | Catequesis Magisterio
Queridos hermanos y hermanas, Feliz y santa Pascua.
El anuncio del ángel a las mujeres resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo: « Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí. Ha resucitado… Venid a ver el sitio donde lo pusieron» (Mt 28,5-6).
Esta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo. El mensaje que los cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte.
Por esto decimos a todos: «Venid y veréis». En toda situación humana, marcada por la fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena Nueva no es sólo una palabra, sino un testimonio de amor gratuito y fiel: es un salir de sí mismo para ir al encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido… «Venid y veréis»: El amor es más fuerte, el amor da vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto.
Con esta gozosa certeza, nos dirigimos hoy a ti, Señor resucitado.
Ayúdanos a buscarte para que todos podamos encontrarte, saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos; que podemos amarte y adorarte.
Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices.
Haznos disponibles para proteger a los indefensos, especialmente a los niños, a las mujeres y a los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al abandono.
Haz que podamos curar a los hermanos afectados por la epidemia de Ébola en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y a aquellos que padecen tantas otras enfermedades, que también se difunden a causa de la incuria y de la extrema pobreza.
Consuela a todos los que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres queridos, por haber sido injustamente arrancados de su afecto, como tantas personas, sacerdotes y laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo.
Conforta a quienes han dejado su propia tierra para emigrar a lugares donde poder esperar en un futuro mejor, vivir su vida con dignidad y, muchas veces, profesar libremente su fe.
Te rogamos, Jesús glorioso, que cesen todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande, antigua o reciente.
Te pedimos por Siria: la amada Siria, que cuantos sufren las consecuencias del conflicto puedan recibir la ayuda humanitaria necesaria; que las partes en causa dejen de usar la fuerza para sembrar muerte, sobre todo entre la población inerme, y tengan la audacia de negociar la paz, tan anhelada desde hace tanto tiempo.
Jesús glorioso, te rogamos que consueles a las víctimas de la violencia fratricida en Irak y sostengas las esperanzas que suscitan la reanudación de las negociaciones entre israelíes y palestinos.
Te invocamos para que se ponga fin a los enfrentamientos en la República Centroafricana, se detengan los atroces ataques terroristas en algunas partes de Nigeria y la violencia en Sudán del Sur.
Y te pedimos por Venezuela, para que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la concordia fraterna.
Que por tu resurrección, que este año celebramos junto con las iglesias que siguen el calendario juliano, te pedimos que ilumines e inspires iniciativas de paz en Ucrania, para que todas las partes implicadas, apoyadas por la Comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del País. Que como hermanos puedan hoy cantar Хрhctос Воскрес.
Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de la Tierra: Tú, que has vencido a la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz. Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua.
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Santo Padre Francisco: Mensaje Urbi et Orbi de la Pascua 2014
Balcón central de la Basílica Vaticana, Domingo, 20 de abril de 2014
por Miguel Carmen Hernández SSP | 20 Abr, 2014 | Postcomunión Liturgia
Acabamos de celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. El Viernes Santo se nos revela el gran amor de Dios en su Hijo, que dio su vida para la salvación de todos los hombres. Al conmemorar la muerte de Cristo se experimentó dolor y tristeza, pero al mismo tiempo que vemos al crucificado también vemos a aquél quien vencerá la muerte y resucitará. Cristo crucificado, es el siervo doliente que ha soportado el peso de todas nuestras rebeldías y que, sin embargo, lo ha hecho por amor y por nuestra salvación.
Las celebraciones que se llevaron a cabo el Viernes Santo, nos hicieron poner nuestros ojos en Jesús crucificado, la cruz significa entrega total, donación, renuncia y sacrificio, sin embargo, la cruz es fuente de salvación y vida. La muerte de Jesús no es la última palabra de Dios, pues Él devuelve la vida a aquél que murió injustamente, Dios manifiesta su gran amor en la muerte y resurrección de Jesús y así en el árbol de la cruz no se encuentra la muerte, sino la vida y salvación para todos.
Durante el Sábado Santo esperamos la resurrección, no es una espera pasiva, sino un tiempo en el que se aguarda con ansia el triunfo de Cristo sobre la muerte, esperamos impacientemente la victoria definitiva de Jesús. Así, la meditación y contemplación del sepulcro están marcadas por la esperanza. Nuestra fe no se queda estancada en la muerte y el sepulcro, sino que es dinamizada y potenciada por quien venció la muerte y será el viviente para siempre.
Ahora bien, la resurrección de Cristo es simbolizada por la luz, por el fuego nuevo, que ahuyenta las tinieblas de la muerte y resucita victorioso. La luz, elemento natural, se convierte en símbolo de vida, felicidad, alegría y esperanza. Entonces, iluminar la noche con el Cirio Pascual, es representar la victoria de Cristo sobre la muerte, y estar envueltos en la luz de Cristo que nos llena de gozo y esperanza.
El Cirio Pascual significa pues, que Cristo resucitado está presente con nosotros aquí y ahora, simboliza la victoria de la vida sobre la muerte, abriendo e iluminando nuestro caminar en el seguimiento de Cristo.
Las inscripciones del Cirio Pascual: las letras del alfabeto griego, alfa y omega, y el año son símbolos que nos hacen tener presente que Cristo está entre nosotros ahora y por toda la eternidad, así mismo, nos recuerdan que Él es el principio y fin de todas las cosas, los cinco granos que se clavan en el Cirio Pascual, simbolizan las cinco llagas de Cristo muerto y resucitado.
Jesús ya no yace en el sepulcro. Él es la luz del mundo, el vencedor de la muerte que nos ha obtenido la salvación. Y así como Cristo es luz del mundo, todos los cristianos estamos llamados también a serlo, con la luz de Cristo, disipemos la oscuridad de nuestro corazón y llenémonos de ella, pues sólo esta luz puede iluminarnos y guiarnos por el camino verdadero que nos lleva a la vida, sólo la luz de Cristo puede eliminar nuestra oscuridad interior y llevar una vida de acuerdo a nuestro ser como cristianos.
«Solo la luz de Cristo podrá ayudarnos a captar y contemplar la realidad desde la perspectiva del amor a Dios y a nuestros hermanos», unidos a Cristo seamos nosotros luz del mundo, ciudad puesta en alto (Cfr. Mt 5, 13-16) e iluminemos y disipemos con acciones y obras concretas las tinieblas de nuestro mundo.
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por Teresa Fernández | Catholic.net | 17 Abr, 2014 | Confirmación Liturgia
He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre vivo (cf. san Ireneo, Adv. haereses, 4,20,5-7). Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana. Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos (cf. Ez 37,1-14).
Santo Padre Francisco: Mensaje Urbi et Orbi
Domingo de Resurrección, 31 de marzo de 2013
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La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes.
Importancia de la fiesta
El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión. Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.
La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles. Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte. En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?
Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre. San Pablo nos dice: «Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe» (I Corintios 15,14). Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios. Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera, toda nuestra vida adquiere sentido.
La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte. La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico. Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.
Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.
¿Cómo se celebra el Domingo de Pascua?
Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el cirio pascual, que simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes. En algunos lugares, muy de mañana, se lleva a cabo una procesión que se llama «del encuentro». En ésta, un grupo de personas llevan la imagen de la Virgen y se encuentran con otro grupo de personas que llevan la imagen de Jesús resucitado, como símbolo de la alegría de ver vivo al Señor.
En algunos países, se acostumbra celebrar la alegría de la Resurrección escondiendo dulces en los jardines para que los niños pequeños los encuentren, con base en la leyenda del «conejo de pascua».
La costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua, es la regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos.
A veces, ambas tradiciones se combinan y así, el buscar los huevitos escondidos simboliza la búsqueda de todo cristiano de Cristo resucitado.
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Artículo original en Catholic.net
por Santo Padre emérito Benedicto XVI | 16 Abr, 2014 | Postcomunión Dinámicas
[…] Hemos llegado ya al corazón de la Semana Santa, culmen del camino cuaresmal. Mañana entraremos en el Triduo Pascual, los tres días santos en los que la Iglesia conmemora el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. El Hijo de Dios, al hacerse hombre por obediencia al Padre, llegando a ser en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado (cf. Hb 4, 15), aceptó cumplir hasta el fondo su voluntad, afrontar por amor a nosotros la pasión y la cruz, para hacernos partícipes de su resurrección, a fin de que en él y por él podamos vivir para siempre en la consolación y en la paz. Os exhorto, por tanto, a acoger este misterio de salvación, a participar intensamente en el Triduo pascual, fulcro de todo el año litúrgico y momento de gracia especial para todo cristiano; os invito a buscar en estos días el recogimiento y la oración, a fin de beber más profundamente en este manantial de gracia. Al respecto, con vistas a las festividades inminentes, todo cristiano está invitado a celebrar el sacramento de la Reconciliación, momento de especial adhesión a la muerte y resurrección de Cristo, para poder participar con mayor fruto en la santa Pascua.
El Jueves Santo es el día en que se conmemora la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial. Por la mañana, cada comunidad diocesana, congregada en la iglesia catedral en torno a su obispo, celebra la Misa Crismal, en la que se bendicen el santo Crisma, el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos. Desde el Triduo Pascual y durante todo el año litúrgico, estos óleos se usarán para los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, las Ordenaciones sacerdotal y episcopal, y la Unción de los enfermos; así se evidencia que la salvación, transmitida por los signos sacramentales, brota precisamente del Misterio pascual de Cristo. En efecto, hemos sido redimidos con su muerte y resurrección y, mediante los sacramentos, bebemos en esa misma fuente salvífica. Durante la Misa Crismal, mañana, tiene lugar también la renovación de las promesas sacerdotales. En todo el mundo, cada sacerdote renueva los compromisos que asumió el día de su Ordenación, para consagrarse totalmente a Cristo en el ejercicio del sagrado ministerio al servicio de los hermanos. Acompañemos a nuestros sacerdotes con nuestra oración.
El Jueves Santo, por la tarde, comienza efectivamente el Triduo Pascual, con la memoria de la Última Cena, en la que Jesús instituyó el Memorial de su Pascua, cumpliendo así el rito pascual judío. De acuerdo con la tradición, cada familia judía, reunida en torno a la mesa en la fiesta de Pascua, come el cordero asado, conmemorando la liberación de los israelitas de la esclavitud de Egipto; así, en el Cenáculo, consciente de su muerte inminente, Jesús, verdadero Cordero pascual, se ofrece a sí mismo por nuestra salvación (cf. 1 Co 5, 7). Al pronunciar la bendición sobre el pan y sobre el vino, anticipa el sacrificio de la cruz y manifiesta la intención de perpetuar su presencia en medio de los discípulos: bajo las especies del pan y del vino, se hace realmente presente con su cuerpo entregado y con su sangre derramada. Durante la Última Cena los Apóstoles son constituidos ministros de este sacramento de salvación; Jesús les lava los pies (cf. Jn 13, 1-25), invitándolos a amarse los unos a los otros como él los ha amado, dando la vida por ellos. Repitiendo este gesto en la liturgia, también nosotros estamos llamados a testimoniar efectivamente el amor de nuestro Redentor.
El Jueves Santo, por último, se concluye con la adoración eucarística, recordando la agonía del Señor en el huerto de Getsemaní. Al salir del Cenáculo, Jesús se retiró a orar, solo, en presencia del Padre. Los Evangelios narran que, en ese momento de comunión profunda, Jesús experimentó una gran angustia, un sufrimiento tal que le hizo sudar sangre (cf. Mt 26, 38). Consciente de su muerte inminente en la cruz, siente una gran angustia y la cercanía de la muerte. En esta situación aparece también un elemento de gran importancia para toda la Iglesia. Jesús dice a los suyos: permaneced aquí y velad. Y esta invitación a la vigilancia atañe precisamente a este momento de angustia, de amenaza, en la que llegará el traidor, pero también concierne a toda la historia de la Iglesia. Es un mensaje permanente para todos los tiempos, porque la somnolencia de los discípulos no sólo era el problema de ese momento, sino que es el problema de toda la historia. La cuestión es en qué consiste esta somnolencia, en qué consistiría la vigilancia a la que el Señor nos invita. Yo diría que la somnolencia de los discípulos a lo largo de la historia consiste en cierta insensibilidad del alma ante el poder del mal, una insensibilidad ante todo el mal del mundo. Nosotros no queremos dejarnos turbar demasiado por estas cosas, queremos olvidarlas; pensamos que tal vez no sea tan grave, y olvidamos. Y no es sólo insensibilidad ante el mal, mientras deberíamos velar para hacer el bien, para luchar por la fuerza del bien. Es insensibilidad ante Dios: esta es nuestra verdadera somnolencia; esta insensibilidad ante la presencia de Dios que nos hace insensibles también ante el mal. No sentimos a Dios —nos molestaría— y así naturalmente no sentimos tampoco la fuerza del mal y permanecemos en el camino de nuestra comodidad. La adoración nocturna del Jueves Santo, el estar velando con el Señor, debería ser precisamente el momento para hacernos reflexionar sobre la somnolencia de los discípulos, de los defensores de Jesús, de los apóstoles, de nosotros, que no vemos, no queremos ver toda la fuerza del mal, y que no queremos entrar en su pasión por el bien, por la presencia de Dios en el mundo, por el amor al prójimo y a Dios.
Luego, el Señor comienza a orar. Los tres apóstoles —Pedro, Santiago y Juan— duermen, pero alguna vez se despiertan y escuchan el estribillo de esta oración del Señor: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». ¿Qué es mi voluntad? ¿Qué es tu voluntad, de la que habla el Señor? Mi voluntad es «que no debería morir», que se le evite ese cáliz del sufrimiento; es la voluntad humana, de la naturaleza humana, y Cristo siente, con toda la conciencia de su ser, la vida, el abismo de la muerte, el terror de la nada, esta amenaza del sufrimiento. Y siente el abismo del mal más que nosotros, que tenemos esta aversión natural contra la muerte, este miedo natural a la muerte. Además de la muerte, siente también todo el sufrimiento de la humanidad. Siente que todo esto es el cáliz que debe beber, que debe obligarse a beber, aceptar el mal del mundo, todo lo que es terrible, la aversión contra Dios, todo el pecado. Y podemos entender que Jesús, con su alma humana, sienta terror ante esta realidad, que percibe en toda su crueldad: mi voluntad sería no beber el cáliz, pero mi voluntad está subordinada a tu voluntad, a la voluntad de Dios, a la voluntad del Padre, que es también la verdadera voluntad del Hijo. Así Jesús, en esta oración, transforma la aversión natural, la aversión contra el cáliz, contra su misión de morir por nosotros; transforma esta voluntad natural suya en voluntad de Dios, en un «sí» a la voluntad de Dios. El hombre de por sí siente la tentación de oponerse a la voluntad de Dios, de tener la intención de seguir su propia voluntad, de sentirse libre sólo si es autónomo; opone su propia autonomía a la heteronomía de seguir la voluntad de Dios. Este es todo el drama de la humanidad. Pero, en realidad, esta autonomía está equivocada y este entrar en la voluntad de Dios no es oponerse a sí mismo, no es una esclavitud que violenta mi voluntad, sino que es entrar en la verdad y en el amor, en el bien. Y Jesús tira de nuestra voluntad, que se opone a la voluntad de Dios, que busca autonomía; tira de nuestra voluntad hacia lo alto, hacia la voluntad de Dios. Este es el drama de nuestra redención, que Jesús eleva hacia lo alto nuestra voluntad, toda nuestra aversión contra la voluntad de Dios, y nuestra aversión contra la muerte y el pecado, y la une a la voluntad del Padre: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». En esta transformación del «no» en un «sí», en esta inserción de la voluntad de la criatura en la voluntad del Padre, él transforma la humanidad y nos redime. Y nos invita a entrar en este movimiento suyo: salir de nuestro «no» y entrar en el «sí» del Hijo. Mi voluntad está allí, pero es decisiva la voluntad del Padre, porque esta es la verdad y el amor.
Hay otro elemento de esta oración que me parece importante. Los tres testimonios han conservado —como se puede constatar en la Sagrada Escritura— la palabra hebrea o aramea con la que el Señor habló al Padre; lo llamó: «Abbá», padre. Pero esta fórmula, «Abbá», es una forma familiar del término padre, una forma que sólo se usa en familia, que nunca se había usado refiriéndose a Dios. Aquí vemos la intimidad de Jesús, que habla en familia, habla verdaderamente como Hijo con el Padre. Vemos el misterio trinitario: el Hijo que habla con el Padre y redime a la humanidad.
Otra observación. La carta a los Hebreos nos ha dado una profunda interpretación de esta oración del Señor, de este drama de Getsemaní. Dice: estas lágrimas de Jesús, esta oración, estos gritos de Jesús, esta angustia, todo esto no es simplemente una concesión a la debilidad de la carne, como se podría decir. Precisamente así realiza la función del Sumo Sacerdote, porque el Sumo Sacerdote debe llevar al ser humano, con todos sus problemas y sufrimientos, a la altura de Dios. Y la carta a los Hebreos dice: con todos estos gritos, lágrimas, sufrimientos, oraciones, el Señor ha llevado nuestra realidad a Dios (cf. Hb 5, 7 ss). Y usa la palabra griega prospherein, que es el término técnico para indicar lo que debe hacer el Sumo Sacerdote: ofrecer, alzar sus manos.
Precisamente en este drama de Getsemaní, donde parece que ya no está presente la fuerza de Dios, Jesús realiza la función del Sumo Sacerdote. Y dice además que en este acto de obediencia, es decir, de conformación de la voluntad natural humana a la voluntad de Dios, se perfecciona como sacerdote. Y usa de nuevo la palabra técnica para ordenar sacerdote. Precisamente así se convierte realmente en el Sumo Sacerdote de la humanidad y así abre el cielo y la puerta a la resurrección.
Si reflexionamos sobre este drama de Getsemaní, podemos ver también el gran contraste entre Jesús con su angustia, con su sufrimiento, y el gran filósofo Sócrates, que permanece tranquilo y no se turba ante la muerte. Y esto parece lo ideal. Podemos admirar a este filósofo, pero la misión de Jesús era otra. Su misión no era esa total indiferencia y libertad; su misión era llevar en sí todo nuestro sufrimiento, todo el drama humano. Y por eso precisamente esta humillación de Getsemaní es esencial para la misión del hombre-Dios. Él lleva en sí nuestro sufrimiento, nuestra pobreza, y la transforma según la voluntad de Dios. Y así abre las puertas del cielo, abre el cielo: esta tienda del Santísimo, que hasta ahora el hombre ha cerrado contra Dios, queda abierta por este sufrimiento y obediencia de Jesús. Estas son algunas observaciones para el Jueves Santo, para nuestra celebración de la noche del Jueves Santo.
El Viernes Santo conmemoraremos la pasión y la muerte del Señor; adoraremos a Cristo crucificado; participaremos en sus sufrimientos con la penitencia y el ayuno. «Mirando al que traspasaron» (cf. Jn 19, 37), podremos acudir a su corazón desgarrado, del que brota sangre y agua, como a una fuente; de ese corazón, de donde mana el amor de Dios para cada hombre, recibimos su Espíritu. Acompañemos, por tanto, también nosotros a Jesús que sube al Calvario; dejémonos guiar por él hasta la cruz; recibamos la ofrenda de su cuerpo inmolado.
Por último, en la noche del Sábado Santo celebraremos la solemne Vigilia Pascual, en la que se nos anuncia la resurrección de Cristo, su victoria definitiva sobre la muerte, que nos invita a ser en él hombres nuevos. Al participar en esta santa Vigilia, en la noche central de todo el año litúrgico, conmemoraremos nuestro Bautismo, en el que también nosotros hemos sido sepultados con Cristo, para poder resucitar con él y participar en el banquete del cielo (cf. Ap 19, 7-9).
Queridos amigos, hemos tratado de comprender el estado de ánimo con que Jesús vivió el momento de la prueba extrema, para descubrir lo que orientaba su obrar. El criterio que guió cada opción de Jesús durante toda su vida fue su firme voluntad de amar al Padre, de ser uno con el Padre y de serle fiel; esta decisión de corresponder a su amor lo impulsó a abrazar, en toda circunstancia, el proyecto del Padre, a hacer suyo el designio de amor que le encomendó para recapitular en él todas las cosas, para reconducir a él todas las cosas. Al revivir el Triduo santo, dispongámos a acoger también nosotros en nuestra vida la voluntad de Dios, conscientes de que en la voluntad de Dios, aunque parezca dura, en contraste con nuestras intenciones, se encuentra nuestro verdadero bien, el camino de la vida. Que la Virgen Madre nos guíe en este itinerario, y nos obtenga de su Hijo divino la gracia de poder entregar nuestra vida por amor a Jesús, al servicio de nuestros hermanos. Gracias.
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Santo Padre emérito Benedicto XVI
Audiencia General del miércoles, 20 de abril de 2011
por Educar con Jesús | 15 Abr, 2014 | Postcomunión Dinámicas
El «lavatorio de pies» es uno de los principales gestos simbólicos del Jueves Santo. Os ofrecemos estas maravillosas dinámicas realizadas por el magnífico equipo del portal web Educar con Jesús y esperamos que los niños se diviertan aprendiendo este grandisimo gesto de amor de Nuestro Señor Jesucristo.
Podéis acceder a las láminas en tamaño real pulsando sobre los títulos de cada imagen y sobre las propias imágenes.
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«Lavatorio de pies» – Dinámica audiovisual
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«Lavatorio de pies» – Palabras cruzadas
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«Lavatorio de pies» – Laberinto
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«Lavatorio de pies» – Criptograma
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«Lavatorio de pies» – Sopa de letras
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