Pornografía: Falsos argumentos (I)

Pornografía: Falsos argumentos (I)

Falso argumento: «No hay víctimas, por lo tanto, nadie sale dañado».

Esta justificación de la pornografía, suele comenzar con una consideración de la actividad como un intercambio privado entre los espectadores y los productores y distribuidores del material. En esa consideración, hay «libre» elección por parte de adultos que realizan un acto por su propia voluntad para atender una «necesidad» y recibir compensación por ello. La ilusión inherente en esta racionalización está en creer que todos los participantes terminan el intercambio como las mismas personas que entraron en un principio, sin sufrir ningún daño. Al igual que todas las racionalizaciones, esta es una ilusión.

La primera ilusión está en que la visualización de hombres y mujeres en relaciones íntimas no los perjudica como personas. A menudo eso no es verdad ni siquiera en un plano físico. Al aprovecharse de las personas vulnerables y necesitadas, la industria de la pornografía a menudo las incita a tener patrones de comportamiento más arraigados y peligrosos hasta que el daño físico es inevitable.

Con todo, la misma naturaleza de la pornografía lleva a cometer un acto de violencia contra la dignidad de la persona humana. Al tomar un aspecto esencial de la persona, la sexualidad humana, y convertirlo en un producto para operaciones de trueque y venta —empleado y desechado por otras personas desconocidas— la industria de la pornografía comete el más violento atentado contra la dignidad de esas víctimas.


El eros, degradado a puro «sexo», se convierte en mercancía, en simple «objeto» que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad, éste no es propiamente el gran sí del hombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modo considera el cuerpo y la sexualidad solamente como la parte material de su ser, para emplearla y explotarla de modo calculador. Una parte, además, que no aprecia como ámbito de su libertad, sino como algo que, a su manera, intenta convertir en agradable e inocuo a la vez. En realidad, nos encontramos ante una degradación del cuerpo humano, que ya no está integrado en el conjunto de la libertad de nuestra existencia, ni es expresión viva de la totalidad de nuestro ser, sino que es relegado a lo puramente biológico.

Papa Benedicto XVI, Deus Caritas Est, 5


Cada año, miles de hombres y mujeres se ven atraídos a la industria de la pornografía por la promesa de dinero fácilmente adquirido. La industria se aprovecha de los más vulnerables: los pobres, los maltratados y marginados, y aun los niños. Esta explotación de los débiles es un pecado grave. Ya sea que la necesidad, la confusión o el alejamiento impulsen a los hombres y las mujeres a convertirse en objetos pornográficos, su elección, con toda seguridad, no puede verse como un acto libre. Los productores y distribuidores de pornografía dejan a su paso un amplio camino de hombres y mujeres destruidos y desvalorizados.

Son cada vez más numerosas las víctimas jóvenes y aun los niños. Cuando ellos, que son los más vulnerables e inocentes de nuestra sociedad, se convierten en víctimas de las exigencias deshumanizantes de una industria que desea destruir la inocencia por razones de lucro, ese es un acto de violencia incalificable.


Deshumanización del espectador

Los culpables dentro de la industria son fáciles de identificar, pero no están solos. Toda la industria pornográfica existe para obtener lucro… y no puede haber lucro sin clientes. Quienes buscan y usan imágenes pornográficas son participantes activos en la victimización de otros. Quienes ven materiales pornográficos no se pueden separar de la responsabilidad moral relacionada con la victimización y la degradación de los hombres, mujeres y niños presentados en esos materiales, y los espectadores mismos sufren degradación.

Es erróneo pensar que el efecto singular de los actos pecaminosos de elección moral es el daño que causan a otros.

Obviamente, el efecto inmediato de optar por participar en la visualización de material pornográfico es la violencia espiritual y emocional cometida contra aquellos cuyas imágenes se ven. Con todo, el efecto personal y existencial en la persona que opta por ver imágenes pornográficas está en el centro de esos actos pecaminosos.

La persona humana, la única criatura con sentido moral, establece o destruye progresivamente su carácter con cada acto de elección moral. Por lo tanto, uno se convierte en persona virtuosa por el propio acto de practicar la virtud y en persona depravada por practicar actos de vicio. Cuando uno opta por ver pornografía, incluso si al principio es contra su voluntad, se convierte en la clase de persona dispuesta a usar a otros como puros objetos de placer, sin tener en cuenta su dignidad inherente como hombre o mujer creado a imagen de Dios. A medida que se arraiga más el hábito de la pornografía, se hacen más pronunciadas las características de una persona que degrada a otras, las convierte en objeto y deja un legado de violencia contra su dignidad.

En esta transformación, a veces, gradual y, a veces, repentina del carácter humano, ejerce el pecado su mayor influencia en las personas y en la cultura. Los jóvenes manipulan y abandonan con más facilidad a los amigos para satisfacer sus deseos temporales y a menudo egoístas. Los cónyuges comienzan a valorar a su pareja en una escala de lo que reciben de la relación en lugar de hacerlo por su fidelidad conyugal con el don de sí mismos. Los adultos jóvenes ven el matrimonio apenas como un contrato no vinculante que puede anularse si los beneficios del estado matrimonial ya no satisfacen sus deseos y expectativas cada vez más irreales y aun perversos. Los sacerdotes y los consagrados juzgan su ministerio sobre la base de la satisfacción y del adelanto en el plano personal más que a partir del sacrificio. El uso generalizado de la pornografía naturalmente lleva a la degradación de la sociedad humana porque envilece a las personas que se someten a ella.

La pornografía hace de la intimidad una mentira. Al distorsionar la propia característica humana que promete poner fin al aislamiento, la pornografía lleva al usuario no a la intimidad, sino a un alejamiento aún más profundo. El propósito divino de la sexualidad humana es satisfacer el anhelo de comunión con otro y traer a la persona al vínculo del amor que da vida y la nutre.

En esta experiencia humana de intimidad con otro, se ha preconcebido el destino eterno del ser humano de perfecta comunión con su Creador.


Jesús, en respuesta, les dijo: «¿No habéis leído que aquel que al principio creó el linaje humano, creó un solo hombre y una sola mujer y que dijo: por lo tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre y habrá de unirse con su mujer, y serán dos en una sola carne? Así que ya no son dos, sino una sola carne».

Mateo 19, 4-6


La falsa promesa de intimidad ofrecida por la pornografía lleva más bien a un alejamiento aún más profundo que paraliza la capacidad del usuario de experimentar verdadero contacto humano íntimo. El usuario de pornografía, al anhelar humana intimidad con aquellas personas cuyas imágenes son empleadas, ¿cuánto más lo será contra la dignidad humana de la persona a quien se le prometió la exclusividad del afecto? El uso de la pornografía es una violación del compromiso matrimonial. Incluso si el cónyuge la tolera, ¿cómo no dejar de sentir el rechazo y la traición cuando la propia pareja comprometida recurre a la ilusión y a una felicidad efímera en imágenes pornográficas? Este rechazo, si no es corregido, a menudo lleva a la destrucción permanente del compromiso conyugal.

Como sucede con la naturaleza de todo pecado, quienes más sufren son los inocentes. Los niños, que se esfuerzan naturalmente en imitar e incorporar el amor de sus padres con capacidad para dar de sí mismos, en lugar de ese amor encuentran tensión, traición y egoísmo. Es comprensible entonces que lleguen a creer que el amor verdadero, un amor de sacrificio y con el don de sí mismo, sea una ilusión.

Es una vana esperanza creer que un cónyuge, usuario de pornografía, podrá mantener en secreto este pecado y también que el material propiamente dicho podrá permanecer oculto. Si los niños encuentran este mismo material que ha causado daño a su familia, entenderán la sexualidad de una forma no prevista por sus padres. En lugar de aprender y experimentar la nobleza de la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios, experimentan la degradación de la persona humana reducida a un producto, a un objeto.

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 Fuente original: Pornografía: un ataque al templo de Dios vivo


Pornografía: Falsos argumentos (I)

Pornografía: Los cristianos en un mundo seglar

Los cristianos son intrínsecamente un pueblo aparte. La realidad del Bautismo nos convierte en una comunidad llamada al desierto, en un pueblo consagrado para establecer una relación con el Creador de todas las cosas. Con todo, al igual que el pueblo de Israel que fue llamado a salir de Egipto, los miembros de la Iglesia también se encuentran inextricablemente vinculados a la misma cultura de la muerte de la que Dios los ha libertado.

En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón.

«Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea».

Éxodo 16, 2-3.

Entonces no es sorprendente que asumamos actitudes comunes en el mundo seglar y estemos confusos con respecto a la verdadera naturaleza del pecado. Esta confusión puede llegar a ser mortal cuando la empleamos para justificar nuestra propia culpabilidad o para buscar una «definición diluida» de la naturaleza maléfica de los pecados que nos tientan. En ningún otro punto es esto más evidente que en la confusión que experimentan algunos cristianos sobre la verdadera naturaleza de la pornografía.

Los jóvenes cristianos luchan por vivir con las exigencias de su condición de apóstoles bajo las presiones de la cultura que los rodea. Este proceso de integración se dificulta más en una cultura que, en la última generación, ha abandonado la virtud de la castidad.

Los cónyuges, sobre todo los esposos, que luchan por crecer en la fidelidad inherente a su vocación conyugal, encuentran tentaciones para escapar y buscar falso consuelo en imágenes y fantasías.

Los sacerdotes y los consagrados, que se han comprometido a llevar una vida de castidad y celibato, se encuentran en medio de una cultura que considera el celibato como una meta imposible de cumplir y que atenta contra la salud. En un momento de duda, pueden buscar falso consuelo en la impureza. Sus faltas son aún más graves por causa del escándalo que acarrean a la Iglesia.

Como consecuencia de estas fantasías, los hombres y mujeres solteros se distraen de la tarea más importante de percibir: la llamada de Dios en su vida. Al pasar de pensamientos impuros a imágenes y a mal comportamiento sexual en la realidad, minan la base de la confianza y la fidelidad que se necesita para la felicidad futura.

Ninguna persona que viva en nuestra cultura puede separarse totalmente de este azote de la pornografía. Todos se ven afectados en mayor o menor grado, aun quienes no participan directamente en el uso de la pornografía. Con todo, si las personas que se han dejado llevar por este vicio contestaran con sinceridad si son mejores o más felices por causa de la pornografía, solamente las más indiferentes darían una respuesta afirmativa. Una evaluación sincera revela que el uso de la pornografía causa debilidad espiritual, social y emocional.

Entonces, ¿por qué sucumben tantos a una tentación tan obviamente contraria al bien de la persona humana? Por lo menos en parte, es por causa de la duda y la confusión ocasionada por los falsos argumentos de quienes justifican este comportamiento. A esos falsos argumentos me referiré ahora antes de ofrecer orientación.

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 Fuente original: Pornografía: un ataque al templo de Dios vivo


Pornografía: Falsos argumentos (I)

Pornografía: La naturaleza de la amenaza actual

La naturaleza de la amenaza actual: una falta grave…

En el mundo del arte a menudo se ha mostrado el cuerpo humano, vestido y desnudo, en varias representaciones y poses. Si bien el peligro de la inmodestia existe aún en relación con las obras de arte, el mal de la pornografía es mayor y más insidioso. La pornografía muestra al cuerpo solamente de una manera explotadora y las imágenes pornográficas se crean y se ven únicamente con el fin de despertar impureza sexual. Por ende, la producción, visualización y propagación de la pornografía constituyen una ofensa contra la dignidad de las personas, actos objetivamente malos, y deben condenarse.

En una cultura que ve la pornografía apenas como una debilidad privada, e incluso como un placer legítimo que debe protegerse por ley, es preciso repetir aquí la enseñanza constante de la Iglesia Católica. En palabras sencillas, el Catecismo de la Iglesia Católica condena la pornografía como una falta grave (CEC, 2354).

La inmoralidad de la pornografía proviene, en primer lugar, del hecho de que distorsiona la verdad sobre la sexualidad humana. Desnaturaliza la finalidad del acto sexual (CEC, 2354), la entrega íntima de un cónyuge al otro. En vez de ser la expresión de la unión íntima de vida y amor de una pareja casada, el acto sexual se reduce a una fuente degradante de entretenimiento y aun de lucro para otros. La pornografía también viola la castidad porque introduce pensamientos impuros a la mente del espectador y a menudo conduce a actos impúdicos, como la masturbación o el adulterio.

La pornografía es también una ofensa contra la justicia. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público) pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia ilícita (CEC, 2354).

Se usa y se manipula a los «participantes» de una forma incompatible con su dignidad humana. Todos los participantes en la producción, la distribución, la venta y el uso de pornografía cooperan y, hasta cierto punto, hacen posible esta degradación de otros. En realidad, la pornografía se ha convertido en un sistema y en una industria de degradación mutua. El hecho de que algunas personas estén dispuestas a participar, de ninguna manera reduce la culpabilidad de quienes se dedican a la producción y al uso de la pornografía.

Además, la pornografía representa un grave abuso de los medios de comunicación y, en ese sentido, viola el octavo mandamiento. Debemos recordar que el derecho al uso de los medios de comunicación (por ejemplo, la libertad de expresión) no es un derecho absoluto. Siempre debe estar al servicio del bien común. Las autoridades civiles deben velar por que el uso de los medios de comunicación se realice de conformidad con la ley moral. Para lograrlo, las autoridades civiles deben impedir la producción y la distribución de material pornográfico (CEC, 2354).

Por lo tanto, me permito recordar a todos los fieles que el uso de pornografía, es decir, su fabricación, distribución, venta o visualización, es un pecado grave. Quienes participen en esa actividad con pleno conocimiento y consentimiento cometen un pecado mortal. Tales actos los privan de la gracia santificante, destruyen la vida de Cristo en su alma y les impide recibir la Sagrada Comunión hasta cuando hayan recibido la absolución por medio del Sacramento de la Penitencia.

La gravedad de este pecado se aprecia con mayor claridad cuando se considera el profundo daño que causa el uso de la pornografía a la sociedad. En primer lugar, perjudica a toda la familia, la célula básica de la sociedad, y a la Iglesia, porque destruye el vínculo conyugal. Puesto que introduce a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio (CEC, 2354), el uso de la pornografía por un hombre desvía su atención y afecto de su esposa. Le crea en la mente expectativas irreales y a menudo inmorales para su vida íntima. Él comienza a acercarse a ella solamente como medio de gratificación propia y ya no como «compañera apropiada».

Los sacerdotes y los orientadores conocen muy bien la gravedad de la amenaza que presenta la pornografía para el matrimonio y saben cuántas familias ya han sufrido una triste división debido a sus efectos.

La disponibilidad e intrusión de la pornografía perjudican el bien común al producir una imagen consumista y licenciosa de la sexualidad, particularmente de las mujeres. Es cada vez más difícil inculcar y proteger la inapreciable virtud de la castidad cuando la pornografía infecta a la mayoría de los medios de comunicación. El interés de la sociedad en la preparación de los hombres y mujeres jóvenes para el matrimonio también sufre cuando los medios de comunicación presentan el sagrado acto de intimidad que es propio del sagrado vínculo del matrimonio como un juguete mercantil.

Sin embargo, quizá lo peor de todo es el daño que causa la pornografía al «modelo» de la visión sobrenatural que tiene el ser humano. Nuestra visión natural en este mundo es el modelo de la visión sobrenatural en el otro mundo. Una vez que hayamos distorsionado o dañado el modelo, ¿cómo podremos entender la realidad? Nuestro Señor nos ha dado el don de la vista con la intención de que, en definitiva, podamos verlo a Él. El uso pecaminoso de esta facultad distorsiona nuestro entendimiento de ello y, peor aún, paraliza nuestra capacidad de lograr su satisfacción en el cielo. Lo que el ser humano debe usar para recibir la verdadera visión de Dios y la belleza de su creación, lo utiliza más bien para consumir imágenes falsas de otros en la pornografía.

¿Cómo podemos entender la visión sobrenatural que Dios desea para nosotros, es decir, la contemplación de Dios en la visión beatífica, una vez que nuestra vista natural se ha lesionado y distorsionado?

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Pornografía: Falsos argumentos (I)

Pornografía: Introducción

La vida del hombre es la visión de Dios.

San Ireneo

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En mis cuarenta años de sacerdocio, he presenciado la propagación del mal de la pornografía como una plaga a través de nuestra cultura. Lo que alguna vez fue un vicio vergonzoso y poco frecuente de unos pocos, se ha convertido en la principal forma de entretenimiento de muchos, por medio de internet, televisión por cable, televisión por satélite y por sistemas de transmisión aérea, por los teléfonos celulares, e incluso por variados dispositivos portátiles de juego y entretenimiento diseñados para niños y adolescentes.

Nunca antes habían estado tantos ciudadanos tentados a ver pornografía. Nunca antes habían sido tan débiles las estructuras de responsabilidad, para no mencionar las defensas que cada sociedad debe construir para proteger el precioso don de sus hijos.

Esta plaga arruina el alma de los hombres, las mujeres y los niños, destruye los vínculos del matrimonio y victimiza a los más inocentes de entre nosotros. Oscurece y destruye la capacidad de las personas para verse unas a otras como expresiones singulares y hermosas de la creación de Dios; en lugar de ello, les nubla la vista y las lleva a ver los demás como objetos que se pueden usar y manipular. Se ha justificado como un «canal de libre expresión», se ha apoyado como una iniciativa comercial y se ha permitido meramente como otra forma de entretenimiento. No se reconoce ampliamente como una amenaza a la vida y a la felicidad. No suele tratarse como una adicción destructora. Sin embargo, cambia la forma en que hombres y mujeres se tratan entre sí, a veces de forma asombrosa, muy a menudo de forma sutil. Y no va a desaparecer…

Me he enterado de la existencia de esta plaga por mis hermanos sacerdotes, con la que se encuentran regularmente en el confesionario; por los orientadores que la tratan por medio de nuestras instituciones católicas de servicio social; por los maestros de las escuelas católicas, los ministerios de los jóvenes y los maestros de educación religiosa que tratan los efectos en la vida de nuestros jóvenes; por los padres de familia que hablan de la dificultad de criar a sus hijos con modestia en nuestra cultura; y por mi participación en la Alianza Religiosa en contra de la Pornografía, una coalición de líderes religiosos de distintos credos.

Con todo, esta plaga se propaga más allá de los límites de la Iglesia o de la escuela. Sus víctimas son innumerables. Hoy en día, quizá más que en cualquier otra época, el ser humano se da cuenta de que su don de la vista y, por lo tanto, su visión de Dios, se han distorsionado por el mal de la pornografía.

Como parte de mi responsabilidad de conducir a toda la población de la Diócesis de Arlington a la visión de Dios, he estimado necesario en este momento abordar los graves peligros morales, sociales y espirituales de la pornografía. Al hacerlo, pido a los católicos y a quienes no lo son que se detengan un momento y se unan en mis reflexiones en esta carta pastoral en la cual: 1) se examinará la naturaleza de la amenaza actual; 2) se abordarán los argumentos expresados por las personas que tratan de defender la pornografía; 5) se presentarán orientaciones para los jóvenes, las parejas y los sacerdotes sobre la forma de protegerse contra la pornografía, liberarse de su esclavitud y buscar el perdón de Dios y, por último, 4) se reflexionará sobre el don de la vista y su satisfacción en la contemplación divina.

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 Fuente original: Pornografía: un ataque al templo de Dios vivo


Pornografía: Falsos argumentos (I)

Pornografía: un ataque al templo de Dios vivo

Por ventura, ¿no sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que ya no sois de vosotros, puesto que fuisteis comprados a gran precio?

1 Cor. 6, 19-20

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Os presentamos esta magnífica Carta Pastoral de Monseñor Paul S. Loverde, Obispo de la Diócesis de Arlington, sobre la pornografía, uno de los acontecimientos más nocivos que se estan extendiendo a gran velocidad por el mundo, a la sombra del extraordinario desarrollo de las telecomunicaciones y las tecnologías de la información.

Con un lenguaje claro y sencillo, Monseñor Paul expone las nefastas consecuencias del consumo de pornografía, así como unas muy sencillas pero claras orientaciones para todos sobre la manera de evitar este peligro.

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Pornografía: Índice general

Introducción

Introducción

Naturaleza de la amenza

La naturaleza de la amenaza actual

Los cristianos en un mundo seglar

Falsos argumentos

Nadie sale dañado

El uso moderado puede ser terapéutico

Una ayuda para la madurez emocional y sexual

Odio cristiano al cuerpo       

Orientaciones

Qué se puede hacer

Orientación para todos los cristianos

Orientación para los jóvenes

Orientación para las parejas

Orientación para los sacerdotes

La contemplación divina

El don de la vista

Conclusión

Conclusión

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 Fuente original: Pornografía: un ataque al templo de Dios vivo


La Biblia más infantil: Las parábolas de Jesús

La Biblia más infantil: Las parábolas de Jesús

Ahora os vamos a contar algunas enseñanzas de Jesús. Jesús enseñaba con parábolas, que son pequeñas historias o comparaciones que servían para que la gente sencilla aprendiese lo que Jesús les quería enseñar. Unas parábolas tratan del Reino de los Cielos y otras nos muestran la misericordia del Señor.

«Gracias por tus parábolas, porque así te entiendo mejor»

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La parábola del trigoLa parábola del trigo

¡Mirad qué contento está este campesino porque el campo está lleno de trigo! Jesús dijo un día: «El reino de los cielos es como la semilla que siembra el hombre en la tierra. El hombre duerme de noche y se levanta de día, y la semilla crece hasta que se convierte en trigo». El trigo ha crecido gracias a los cuidados del labrador, pero sobre todo porque Dios ha dado su gracia, su sol, su lluvia… Pues así crece dentro de nuestra alma el Reino de Dios.



«Que tu Reino esté en mi corazón»

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El hijo pródigo (I)El hijo pródigo (I)

Una de las parábolas más bonitas es la del hijo pródigo. En ella Jesús nos habla de lo bueno que es Dios. Cuenta cómo un hijo pidió dinero a su padre y se fue de su casa a un país lejano, donde se lo gastó todo portándose muy mal.




«Que nunca me aleje de mi padre Dios»

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El hijo pródigo (II)El hijo pródigo (II)

Al quedarse sin nada, se puso a trabajar cuidando cerdos, pues sólo encontró este trabajo. Escuchemos lo que está pensando «¡Cuántos jornalero en casa de mi padre tienen pan abundante, mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti…». Y se puso en viaje para volver a casa de su padre.


Oración del «Padrenuestro»

Padre nuestro,

Que estás en el cielo,

Santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu Reino.

Hágase tu voluntad

En la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén.

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El hijo pródigo (III)El hijo pródigo (III)

Cuando su padre le vio llegar, salió corriendo a su encuentro y le abrazó lleno de alegría. El hijo le pidió perdón y el padre, muy contento, le perdonó y le preparó una gran fiesta, porque había vuelto el hijo que creía perdido para siempre.




«Gloria»

Gloria al Padre y al Hijo

Y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

Ahora y siempre,

Por los siglos de los siglos.

Amén.

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De La Biblia más infantil, Casals, 1999. Páginas 99 a 103

Coordinador: Pedro de la Herrán

Texto: Miguel Álvarez y Sagrario Fernández Díaz

Dibujos: José Ramón Sánchez y Javier Jerez


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Entrada al templo – Vídeo

Entrada al templo – Vídeo

Las buenas maneras y formas de comportarse al acceder al templo no solo constituyen un mero acto de protocolo sino que nos predisponen en la correcta actitud espiritual de respeto a Dios y, por tanto, de respeto a nuestros hermanos y de respeto hacia nosotros mismos.

¡Entramos en la casa de Dios! Todos los católicos debemos ser plenamente conscientes de la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en el Sagrario en todo momento de nuestra vida que realizamos este sencillo paso, pues es magisterio de Dios: una disciplina que nos enseña cómo saludar respetuosamente a Dios, que nos enseña a respetar a los demás y que nos enseña que «entramos» en algo más importante que nuestra propia individualidad.

Pero, por supuesto, ninguna persona nacemos sabiendo cómo comportarnos apropiadamente en cada situación de la vida; por ello es menester de catequesis enseñar a los niños el modo, la actitud y comportamiento correctos. Y como dice el dicho «una imagen vale más que mil palabras» , hemos realizado este video didáctico que presenta todo el proceso de entrada inicial al templo.

Entrada al templo

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San Antonio de Padua: biografía y películas online

San Antonio de Padua: biografía y películas online

San Antonio es uno de los santos católicos que mayor devoción recibe en el mundo. Nace en Lisboa (Portugal), en 1195. Ingresa en un monasterio a las afueras de la ciudad. Dos años después se traslada a Coimbra. Aunque sus conocimientos son muy amplios, profundiza más en las Sagradas Escrituras.

Ante la popularidad adquirida del martirio de cinco franciscanos en Marruecos decide hacerse franciscano, deseoso de consagrarse al apostolado entre los infieles y morir mártir de Cristo.

En 1220, ya como franciscano, desembarca en Marruecos. Cae enfermo y sus superiores creen oportuno repatriarlo, pero en el viaje de regreso, acaba en Sicilia tras un tortuoso viaje. Allí conoce a san Francisco de Asís con quien convive y comparte los comentarios de su relación con Dios, en el convento de Monte Paula.

Su fama comienza a extenderse con ocasión de un sermón predicado a franciscanos y dominicos que fueron ordenados sacerdotes, en 1221. Habla de tal manera de todos quedaron maravillados de su sabiduría. Cuando ve que sus estudios progresaban, decide ordenarse sacerdote, y como profesor de Teología, ejerce pastoralmente por Francia e Italia donde alcanza una afamada popularidad. Se dedica a la composición de sermones para todas las festividades del año.

Fallece a los treinta y seis años el 13 de junio de 1231 y, en el lugar de su muerte fue construido un templo en su honor, por lo que se llamó san Antonio de Padua. En el mundo de habla española y portuguesa también es conocido como san Antonio de los Portugueses o san Antonio de Lisboa. Al año siguiente de su muerte fue canonizado por el Papa.

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Antonio, el guerrero de Dios – Película original con subtítulos

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San Antonio – Película en español latino

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Catequesis sobre la familia: El noviazgo (III)

Catequesis sobre la familia: El noviazgo (III)

Necesaria preparación del matrimonio en la etapa del noviazgo [35]

Para que el «Sí» de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos, la preparación para el matrimonio es de primera importancia: el ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias son el camino privilegiado de esta preparación. El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como «familia de Dios» es indispensable para la transmisión de los valores humanos y cristianos del matrimonio y de la familia, y esto con mayor razón en nuestra época en la que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no aseguran suficientemente esta iniciación.

«Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la castidad, puedan pasar, a la edad conveniente, de un noviazgo vivido honestamente al matrimonio» (CEC 1632).

A la preparación próxima del matrimonio pertenece de una manera especial la elección de consorte, porque de aquí depende en gran parte la felicidad del futuro matrimonio, ya que un cónyuge puede ser al otro de gran ayuda para llevar la vida conyugal cristianamente o, por lo contrario, crearle serios peligros y dificultades. Para que no padezcan, pues, por toda la vida, las consecuencias de una imprudente elección, deliberen seriamente los que desean casarse, antes de elegir la persona con la que han de convivir para siempre, y en esta deliberación tengan presente las consecuencias que se derivan del matrimonio, en orden, en primer lugar, a la verdadera religión de Cristo, y además en orden a sí mismo, al otro cónyuge, a la futura prole y a la sociedad humana y civil. Imploren con asiduidad el auxilio divino, para que elijan según la prudencia cristiana, no llevados por el ímpetu ciego y sin freno de la pasión, ni solamente por razones de lucro o por otro motivo menos noble, sino guiados por un amor recto y verdadero, y por un afecto leal hacia el futuro cónyuge, buscando además en el matrimonio aquellos fines para los cuales Dios lo ha instituido. No dejen, en fin, de pedir para dicha elección el prudente y tan estimable consejo de sus padres, a fin de precaver, con el auxilio del conocimiento más maduro y de la experiencia que ellos tienen en las cosas humanas, toda equivocación perniciosa, y para conseguir también más copiosa la bendición divina prometida a los que guardan el cuarto mandamiento: «Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento que va acompañado con recompensa) para que te vaya bien y tengas larga vida sobre la tierra» (Pío XI, Casti Connubii).

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Notas

[35] En el nuevo «Bendicional» emanado por la Congregación para el Culto y los Sacramentos y por la Conferencia Episcopal Italiana, hay un Rito de bendición de los Novios, una Celebración de la Palabra con Oraciones, que puede ser presidido por uno de los padres de los novios o por un Presbítero si lo hubiese. (Bendición de los Novios. Capítulo XVII).

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