por Catequesis en Familia | 12 Sep, 2015 | La Biblia
Marcos 9, 38-43.45.47-48. Vigésimosexto Domingo del Tiempo Ordinario. En todas las cosas de la vida es necesario «pensar como cristiano, sentir como cristiano y actuar como cristiano». Ésta es la coherencia de vida de un cristiano que, cuando actúa, siente y piensa, reconoce la presencia del Señor.
Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros». Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de los Números, Núm 11, 25-29
Salmo: Sal 19(18), 8-14
Segunda lectura: Carta a Santiago, Sant 5, 1-6
Oración introductoria
Gracias Señor por el don de la fe que me diste por tu bondad infinita. Ayúdame a llevar tu nombre y mensaje a todos de forma respetuosa, de tal manera que sea testimonio vivo de tu amor, de tu alegría y de tu misericordia.
Petición
Señor, que sea siempre fiel a mi fe.
Meditación del Santo Padre Francisco
Los cristianos incoherentes suscitan escándalo porque dan un antitestimonio a quien no cree. Precisamente al tema de la coherencia cristiana, sugerido por la administración del sacramento de la Confirmación, el Papa Francisco dedicó la homilía en la misa del [día de hoy]. «Ser cristiano —aclaró el Papa— significa dar testimonio de Jesucristo».
El Pontífice delineó después el perfil espiritual del cristiano, indicando precisamente en la coherencia su elemento central. En todas las cosas de la vida, dijo, es necesario «pensar como cristiano, sentir como cristiano y actuar como cristiano». Ésta es «la coherencia de vida de un cristiano que, cuando actúa, siente y piensa», reconoce la presencia del Señor.
El Papa también puso en guardia del hecho que «si falta una de estas» características, «no existe el cristiano». Por lo demás, «uno también puede decir: yo soy cristiano». Pero «si tú no vives como cristiano, si no actúas como cristiano, si no piensas como cristiano y no sientes como cristiano, hay algo que no está bien. Hay una cierta incoherencia». Todos nosotros cristianos, observó el Pontífice, «estamos llamados a dar testimonio de Jesucristo». En cambio, los cristianos que «viven ordinaria y comúnmente, con incoherencia, hacen mucho mal».
A ellos se refiere expresamente el apóstol Santiago en su carta leída en la liturgia del día (5, 1-6). Reprocha directamente «a algunos incoherentes que se enorgullecían de ser cristianos, pero explotaban a sus obreros».
«Es fuerte el Señor», comentó el Papa después de haber releído el texto de Santiago. Tan fuerte que «si uno escucha» estas palabras, «puede pensar que las pronunció un comunista. No, no —precisó el Pontífice—, las dijo el apóstol Santiago: es palabra del Señor». El problema, pues, es «la incoherencia», y «los cristianos que no son coherentes, dan escándalo».
El Pontífice, refiriéndose al pasaje evangélico de Marcos (9, 41-50) leído en la liturgia, recordó que Jesús habló con fuerza contra el escándalo y «dijo: «El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen —uno solo de estos hermanos y hermanas que tienen fe—, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y le echasen al mar»». En verdad, explicó el Papa, «el cristiano incoherente hace mucho mal», y la imagen fuerte usada por Jesús es muy elocuente. Por lo tanto, prosiguió, «la vida del cristiano está en la senda de la coherencia», pero también tiene que vérselas «con la tentación de no ser coherente y de dar tanto escándalo. Y el escándalo mata».
Las consecuencias, además, saltan a la vista. Todos los cristianos, comentó el Papa, han oído decir: «Yo creo en Dios, pero no en la Iglesia, porque vosotros cristianos decís una cosa y hacéis otra». Son palabras que «todos hemos escuchado: yo creo en Dios, pero no en vosotros». Y esto sucede «por la incoherencia» de los cristianos, explicó el Papa.
Afirmó después que las dos lecturas del día nos ayudan «a rezar por la coherencia cristiana, para actuar, sentir y pensar como cristianos». Y «para vivir con coherencia cristiana —reafirmó— es necesaria la oración, porque la coherencia cristiana es un don de Dios». Es un don que debemos esforzarnos por pedir, diciendo: «Señor, que yo sea coherente. Señor, que no escandalice nunca. Que sea una persona que piense como cristiano, que sienta como cristiano, que actúe como cristiano». Y «ésta —dijo el Papa— es la oración de hoy para todos nosotros: tenemos necesidad de coherencia».
Significativo fue el ejemplo práctico que sugirió: «Si te encuentras ante un ateo que te dice que no cree en Dios, puedes leerle toda una biblioteca donde se dice que Dios existe, y aunque se pruebe que Dios existe, él no tendrá fe». Pero, prosiguió el Papa, «si delante de este ateo das testimonio de coherencia y de vida cristiana, algo comenzará a trabajar en su corazón». Y «será precisamente tu testimonio el que le creará la inquietud sobre la cual trabajará el Espíritu Santo».
El Papa Francisco recordó que «todos nosotros, toda la Iglesia», debemos pedir al Señor «la gracia de ser coherentes», reconociéndonos pecadores, débiles, incoherentes, pero siempre dispuestos a pedir perdón a Dios.
Se trata de «ir adelante en la vida con coherencia cristiana», dando testimonio de que creemos en Jesucristo y sabiendo que somos pecadores. Pero con «la valentía de pedir perdón cuando nos equivocamos» y «teniendo mucho miedo de escandalizar». Y que «el Señor —fue el deseo conclusivo del Papa— nos conceda esta gracia a todos nosotros».
Santo Padre Francisco: El escándalo de la incoherencia
Meditación del jueves, 27 de febrero de 2014
Propósito
Trabajar siempre pensando en que somos Iglesia, no de forma individual.
Diálogo con Cristo
Señor, ayúdame a vivir siempre en clave de amor generoso, desinteresado. Tener una actitud de dar, a no buscar ser consolado, cuanto consolar; a no ser comprendido, como comprender; que no espere ser amado, sino que me dedique a amar. Tú sabes qué difícil resulta a mi naturaleza vivir en constante disposición de entrega. Dame tu gracia para poder hacer un buen examen de conciencia de todo lo bueno que he dejado de hacer.
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Evangelio del día en «Catholic.net»
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por Catequesis en Familia | 11 Sep, 2015 | Postcomunión Dinámicas
Este árbol de la Cruz nos salva, a todos nosotros, de las consecuencias de aquel otro árbol, donde comenzó la autosuficiencia, el orgullo, la soberbia de querer conocer – nosotros – todo, según nuestra mentalidad, según nuestros criterios, y también según esa presunción de ser y de llegar a ser los únicos seres del mundo.
Santo Padre Francisco
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Para un cristiano, exaltar la cruz quiere decir entrar en comunión con la totalidad del amor incondicional de Dios por el hombre.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
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La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.
Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
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Comparte tus problemas con Jesucristo
Con motivo de la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz animamos a niños, pero también a jóvenes y adultos, a compartir y ofrecer a Jesucristo nuestros desánimos y desalientos.
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Para que los más pequeños de la familia también se entretengan, os proponemos que coloreen esta lámina del Santo Padre Francisco portando la cruz.
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por Catequesis en Familia | 11 Sep, 2015 | La Biblia
Lucas 9, 1-6. Miércoles de la 25.ª semana del Tiempo Ordinario. El Señor no nos abandonará jamás. Así pues nuestro caminar debe hacerse perseverante gracias a la esperanza que infunde fortaleza.
Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esas ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos». Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes.
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Lecturas
Primra lectura: Libro de Esdras, Esd 9, 5-9
Salmo (Tomado del Libro de Tobías), Tob 13, 2-4.6
Oración introductoria
Señor, quiero ponerme en camino para predicar tu Reino con mi testimonio de vida. Inicio poniendo en tus manos mi intención y te pido, en esta oración, que me concedas un corazón generoso y seguro de su misión, para la cual sólo necesito de tu gracia.
Petición
Jesús, dame tu gracia para ser un auténtico discípulo y misionero de tu amor.
Meditación del Santo Padre Francisco
La vergüenza ante Dios, la oración para implorar la misericordia divina y la plena confianza en el Señor. Son estos los puntos fundamentales de la reflexión propuesta por el Papa Francisco en la misa que, el [día de hoy] por la mañana, celebró en la capilla de Santa Marta con los cardenales Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales, y Béchara Boutros Raï, patriarca de Antioquía de los Maronitas, junto a un grupo de obispos maronitas llegados de Líbano, Siria, Tierra Santa y otros países de cada continente.
Al comentar las lecturas de la liturgia (Esdras 9, 5-9; Lucas 9, 1-6), el Santo Padre dijo que, en particular, el pasaje del libro de Esdras le hacía pensar en los obispos maronitas y, como es habitual, resumió su pensamiento en torno a tres conceptos. Ante todo la actitud de vergüenza y confusión de Esdras ante Dios, hasta el punto de no poder levantar la mirada hacia Él. Vergüenza y confusión de todos nosotros por los pecados cometidos, que nos han llevado a la esclavitud pues hemos servido a ídolos que no son Dios.
La oración es el segundo concepto. Siguiendo el ejemplo de Esdras, que, de rodillas, alza las manos hacia Dios implorando misericordia, así debemos hacer nosotros por nuestros innumerables pecados. Una oración que, observó el Papa, hay que elevar por la paz en Líbano, en Siria y en todo Oriente Medio. Es la oración siempre y en toda situación, precisó, el camino que debemos recorrer para afrontar los momentos difíciles, como las pruebas más dramáticas y la oscuridad que a veces nos envuelve en situaciones imprevisibles. Para hallar la vía de salida de todo ello, como subrayó el Pontífice, hay que orar incesantemente.
Finalmente, confianza absoluta en Dios que jamás nos abandona. Es el tercer concepto propuesto por el Santo Padre. Estemos seguros, dijo, de que el Señor está con nosotros y, por lo tanto, nuestro caminar debe hacerse perseverante gracias a la esperanza que infunde fortaleza. La palabra de los pastores será tranquilizadora para los fieles: el Señor no nos abandonará jamás.
Después de la comunión, el cardenal Béchara Boutros Raï dirigió al Santo Padre un agradecimiento y un saludo muy cordial en nombre de los obispos participantes, de todos los maronitas y de todo Líbano, confirmando su fidelidad a Pedro y a su sucesor «que nos sostiene en nuestro camino frecuentemente espinoso». En particular dio las gracias al Papa por el fuerte impulso que ha dado a la búsqueda de la paz: «Su oración y exhortación por la paz en Siria y en Oriente Medio ha sembrado esperanza y consuelo».
Santo Padre Francisco: La oración por la paz en Oriente Medios
Meditación del miércoles, 25 de septiembre de 2013
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
Jesús no solamente envió a sus discípulos a curar a los enfermos (cf. Mt 10,8; Lc 9,2; 10,9), sino que instituyó también para ellos un sacramento específico: la Unción de los enfermos. La Carta de Santiago atestigua ya la existencia de este gesto sacramental en la primera comunidad cristiana (cf. St 5,14-16). Si la Eucaristía muestra cómo los sufrimientos y la muerte de Cristo se han transformado en amor, la Unción de los enfermos, por su parte, asocia al que sufre al ofrecimiento que Cristo ha hecho de sí para la salvación de todos, de tal manera que él también pueda, en el misterio de la comunión de los santos, participar en la redención del mundo. La relación entre estos sacramentos se manifiesta, además, en el momento en que se agrava la enfermedad: «A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como viático». En el momento de pasar al Padre, la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo se manifiesta como semilla de vida eterna y potencia de resurrección: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6,54). Puesto que el santo Viático abre al enfermo la plenitud del misterio pascual, es necesario asegurarle su recepción. La atención y el cuidado pastoral de los enfermos redunda sin duda en beneficio espiritual de toda la comunidad, sabiendo que lo que hayamos hecho al más pequeño se lo hemos hecho a Jesús mismo (cf. Mt 25,40).
Santo Padre emérito Benedicto XVI: Eucaristía y Unción de los enfermos
Exhortación apostólica post sinodal Sacramentum caritatis, n. 22
Propósito
Acercar a Cristo, con mi oración y atención, a quien esté pasando por la enfermedad.
Diálogo con Cristo
Señor, el mundo necesita apóstoles santos. La persona «moderna» se caracteriza por su insensibilidad e indiferencia ante las necesidades de los demás. Por eso confío en que esta oración me ayude a pasar mi vida haciendo el bien, pensando bien, hablando bien y dando no sólo lo que tengo, sino sobre todo, lo que soy, con sencillez y generosidad.
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por Catequesis en Familia | 9 Sep, 2015 | La Biblia
Marcos 9, 30-37. Vigésimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario. Pensad en los niños hambrientos en los campos de refugiados; pensad solamente en ello.
Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará». Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?». Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos». Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de la Sabiduría, Sab 2, 12.17-20
Salmo: Sal 54(53), 3-8
Segunda lectura: Carta a Santiago, Sant 3, 16; 4, 3
Oración introductoria
Señor, vengo abrirte mi corazón porque, aunque te he fallado, confío en tu misericordia y creo en tu infinito amor. No quiero tener nunca miedo de acercarme a Ti, porque sólo en Ti podré encontrar la respuesta a los interrogantes de mi vida.
Petición
Señor, permite que sepa imitar tu ejemplo de paciencia, donación y servicio a los demás.
Meditación del Santo Padre Francisco
Escandalizarse por los millones de muertos de la primera guerra mundial tiene poco sentido si uno no se escandaliza también por los muertos de las numerosas pequeñas guerras de hoy. Y son guerras que hacen morir de hambre a muchísimos niños en los campos de refugiados, mientras que los mercaderes de armas hacen fiesta. Es un llamamiento a no ser indiferentes frente a los conflictos que siguen ensangrentando el planeta el que hizo el Pontífice en la misa del martes 25 de febrero.
El hilo conductor fueron las dos lecturas de la liturgia, tomadas de la carta de Santiago (4, 1-10) y del Evangelio de san Marcos (9, 30-37). Precisamente el pasaje evangélico, explicó el Papa, nos induce a la reflexión. En él se narra que los discípulos «discutían» e incluso «disputaban por el camino. Lo hacían para aclarar quién era el más grande entre ellos: por ambición». Así, dijo el Pontífice, «su corazón se alejó». Los discípulos tenían «el corazón alejado», y «cuando el corazón se aleja, nace la guerra». Precisamente ésta es la esencia —subrayó— de la «catequesis que el apóstol Santiago nos propone hoy», haciéndonos esta pregunta directa: «Hermanos míos: ¿de dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros?».
Son palabras que «hacen reflexionar» por su actualidad. En efecto, observó el Papa, «todos los días encontramos guerras en los diarios». Hasta tal punto que ya «los muertos parecen formar parte de una contabilidad diaria». Y nos «hemos acostumbrado a leer estas cosas». Por eso, «si tuviéramos la paciencia de enumerar todas las guerras que en este momento hay en el mundo, seguramente llenaríamos varias páginas».
Ahora «parece que el espíritu de la guerra se ha apoderado de nosotros». Así, «se celebran actos para conmemorar el centenario de aquella gran guerra», con «muchos millones de muertos», y están «todos escandalizados»; sin embargo, también hoy sucede «lo mismo: en lugar de una gran guerra», hay «pequeñas guerras por doquier».
«¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros?», se preguntaba Santiago. Sí, respondió el Papa, la guerra nace «dentro», porque «las guerras, el odio, la enemistad no se compran en el mercado. Están aquí, en el corazón». Y recordó que, «cuando éramos niños y en el catecismo nos explicaban la historia de Caín y Abel, todos nos escandalizábamos: ¡éste mató a su hermano, no se puede entender!». Y, sin embargo, «hoy tantos millones de hermanos se matan entre sí. Pero, ¡estamos acostumbrados!». Así, «la gran guerra de 1914 nos escandaliza», mientras que «esta gran guerra casi por doquier, casi escondida —digo—, no nos escandaliza».
«La pasión —dijo de nuevo el Pontífice— nos lleva a la guerra, al espíritu del mundo». Así, «habitualmente, frente a un conflicto, nos encontramos en una situación curiosa», que nos impulsa a «ir adelante para resolverlo discutiendo, con un lenguaje de guerra». En cambio, debería prevalecer «el lenguaje de paz». ¿Y cuáles son las consecuencias? La respuesta del Papa fue neta: «Pensad en los niños hambrientos en los campos de refugiados; pensad solamente en ello. ¡Éste es el fruto de la guerra!». Pero su reflexión fue más allá. Y añadió: «Y, si queréis, pensad en los grandes salones, en las fiestas que hacen los propietarios de las industrias de armas, los que fabrican armas». Por lo tanto, las consecuencias de la guerra son, por una parte, «el niño enfermo, hambriento, en un campo de refugiados», y, por otra, «las grandes fiestas» y la buena vida que se dan los fabricantes de armas.
«Pero, ¿qué sucede en nuestro corazón?», se preguntó el Papa volviendo a proponer la idea fundamental de la carta de Santiago. «El consejo que nos da el apóstol —dijo— es muy sencillo: Acercaos a Dios y Él se acercará a vosotros». Un consejo que se refiere a cada uno, porque este «espíritu de guerra que nos aleja de Dios no está sólo lejos de nosotros», sino que «está incluso en nuestra casa». Como demuestran, por ejemplo, las numerosas «familias destruidas porque el papá y la mamá no son capaces de encontrar el camino de la paz y prefieren la guerra, hacer un juicio». En verdad, «la guerra destruye».
De ahí la invitación del Papa Francisco a «rezar por la paz», por esa «paz que parece haberse convertido solamente en una palabra y nada más». Rezar, pues, «para que esta palabra tenga la capacidad de actuar». Rezar y seguir la exhortación del apóstol Santiago a reconocer «vuestra miseria». De esta miseria –observó el Papa– «provienen las guerras, las guerras en las familias, las guerras en los barrios, las guerras por doquier».
Las palabras de Santiago indican el camino de la verdadera paz. Se lee en la carta del apóstol: «Lamentad vuestra miseria, haced duelo y llorad. Que vuestra risa se convierta en llanto y vuestra alegría en aflicción». Palabras fuertes, que el Pontífice comentó proponiendo un examen de conciencia: «¿Quién de nosotros ha llorado cuando lee un diario, cuando en la televisión ve las imágenes de tantos muertos?».
Por eso, según el Papa Francisco, lo que «debe hacer hoy —hoy, ¡eh!, 25 de febrero, hoy— un cristiano frente a tantas guerras por doquier» es esto: debe humillarse, como escribió Santiago, «ante el Señor»; debe «llorar, entristecerse, humillarse». El Pontífice concluyó su meditación sobre la paz con una invocación al Señor para que nos haga «comprender esto», salvándonos «de acostumbrarnos a las noticias de guerra».
Santo Padre Francisco: Quien hace fiesta para hacer la guerra
Meditación del martes, 25 de febrero de 2014
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
Respecto a la «victoria» entendida en términos triunfalistas, Cristo nos sugiere un camino bien diverso, que no pasa a través del poder y la potencia. De hecho, afirma: «Si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el siervo de todos». Cristo habla de una victoria a través del amor que sufre, a través del servicio recíproco, la ayuda, la nueva esperanza y el concreto consuelo dado a los últimos, a los olvidados, a los rechazados. Para todos los cristianos, la más alta expresión de tan humilde servicio es Jesucristo mismo, el don total que hace de Sí mismo, la victoria de su amor sobre la muerte, en la cruz, que resplandece en la luz de la mañana de Pascua. Nosotros podemos tomar parte en esta «victoria» transformadora si nos dejamos transformar por Dios, sólo si realizamos una conversión de nuestra vida y la transformación se realiza en forma de conversión.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Meditación del miércoles, 18 de enero de 2012
Propósito
Tener una atención, un acto de servicio, o al menos una sonrisa, con la persona que más me cuesta «soportar», con la sencillez de un niño.
Diálogo con Cristo
Jesús, qué testimonio de paciencia y comprensión ante la debilidad. En vez de valorar el plan de salvación que me propones, me distraigo en lo pasajero, en la tentación del poder, del tener o del aparecer, cuando mi único afán debe ser entregarme con la confianza y docilidad de un niño a mi misión, como discípulo y misionero de tu amor. Te ofrezco éste y todos mis días. Tómame Señor
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por Catequesis en Familia | 7 Sep, 2015 | La Biblia
Lucas 7, 36-48.50. Jueves de la 24.ª semana del Tiempo Ordinario. A quien ama mucho Dios le perdona todo.
En aquel tiempo un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!». Pero Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». «Di, Maestro!, respondió él. «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos amará más?». Simón contestó: «Pienso que aquel a quien perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado bien». Y volviéndose hacia la mujer, dijo de Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor». Después dijo a la mujer: «Tus pecados te son perdonados». Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Primer Carta de san Pablo a Timoteo, 1 Tim 4, 12-16
Salmo: Sal 111(110), 7-10
Oración introductoria
Dios mío, al igual que la mujer del Evangelio, te busco con una gran fe en esta oración. Soy consciente de mis miserias y necesito tu perdón. No permitas que me aparte de Ti, porque en Ti tengo puesta toda mi esperanza. Te amo y deseo ardientemente compartir este amor con los demás.
Petición
Señor, ayúdame a reparar mis faltas con esta oración sincera y humilde.
Meditación del Santo Padre Francisco
El pasaje evangélico de hoy nos hace dar un paso más. Jesús encuentra a una mujer pecadora durante una comida en casa de un fariseo, suscitando el escándalo de los presentes: Jesús deja que se acerque una pecadora, e incluso le perdona los pecados, diciendo: «Sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco» (Lc 7,47). Jesús es la encarnación del Dios vivo, el que trae la vida, frente a tantas obras de muerte, frente al pecado, al egoísmo, al cerrarse en sí mismos. Jesús acoge, ama, levanta, anima, perdona y da nuevamente la fuerza para caminar, devuelve la vida. Vemos en todo el Evangelio cómo Jesús trae con gestos y palabras la vida de Dios que transforma. Es la experiencia de la mujer que unge los pies del Señor con perfume: se siente comprendida, amada, y responde con un gesto de amor, se deja tocar por la misericordia de Dios y obtiene el perdón, comienza una vida nueva. Dios, el Viviente, es misericordioso. ¿Están de acuerdo? Digamos juntos: Dios es misericordioso, de nuevo: Dios el Viviente, es misericordioso.
Santo Padre Francisco
Homilía del domingo, 16 de junio de 2013
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
[Queridos hermanos y hermanas:]
[…] aprovecho de buen grado la ocasión para proponer a vuestra atención algunas reflexiones sobre la administración [del sacramento de la Reconciliación] en nuestra época, que por desgracia está perdiendo cada vez más el sentido del pecado.
Es necesario ayudar a quienes se confiesan a experimentar la ternura divina para con los pecadores arrepentidos que tantos episodios evangélicos muestran con tonos de intensa conmoción. Tomemos, por ejemplo, la famosa página del evangelio de san Lucas que presenta a la pecadora perdonada (cf. Lc 7, 36-50). Simón, fariseo y rico «notable» de la ciudad, ofrece en su casa un banquete en honor de Jesús. Inesperadamente, desde el fondo de la sala, entra una huésped no invitada ni prevista: una conocida pecadora pública. Es comprensible el malestar de los presentes, que a la mujer no parece preocuparle. Ella avanza y, de modo más bien furtivo, se detiene a los pies de Jesús. Había escuchado sus palabras de perdón y de esperanza para todos, incluso para las prostitutas, y está allí conmovida y silenciosa. Con sus lágrimas moja los pies de Jesús, se los enjuga con sus cabellos, los besa y los unge con un agradable perfume. Al actuar así, la pecadora quiere expresar el afecto y la gratitud que alberga hacia el Señor con gestos familiares para ella, aunque la sociedad los censure.
Frente al desconcierto general, es precisamente Jesús quien afronta la situación: «Simón, tengo algo que decirte». El fariseo le responde: «Di, maestro». Todos conocemos la respuesta de Jesús con una parábola que podríamos resumir con las siguientes palabras que el Señor dirige fundamentalmente a Simón: «¿Ves? Esta mujer sabe que es pecadora e, impulsada por el amor, pide comprensión y perdón. Tú, en cambio, presumes de ser justo y tal vez estás convencido de que no tienes nada grave de lo cual pedir perdón».
Es elocuente el mensaje que transmite este pasaje evangélico: a quien ama mucho Dios le perdona todo. Quien confía en sí mismo y en sus propios méritos está como cegado por su yo y su corazón se endurece en el pecado. En cambio, quien se reconoce débil y pecador se encomienda a Dios y obtiene de él gracia y perdón. Este es precisamente el mensaje que debemos transmitir: lo que más cuenta es hacer comprender que en el sacramento de la Reconciliación, cualquiera que sea el pecado cometido, si lo reconocemos humildemente y acudimos con confianza al sacerdote confesor, siempre experimentamos la alegría pacificadora del perdón de Dios.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Discurso del viernes, 7 de marzo de 2008
Propósito
Evitar, hoy, juzgar a los demás para mantener un corazón generoso y misericordioso como el de Cristo.
Diálogo con Cristo
Dios Padre misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia, ten compasión de tus hijos pecadores y apiádate de las obras de tus manos para que podamos permanecer en pie el día de tu venida gloriosa.
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por Catequesis en Familia | 7 Sep, 2015 | Catequesis Metodología
Lucas 7, 31-35. Miércoles de la 24.ª semana del Tiempo Ordinario. Todos estamos llamados, no a mostrarnos a nosotros mismos, sino a comunicar esta tríada existencial que conforman la verdad, la bondad y la belleza.
En aquel tiempo el Señor dijo: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos:»¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!». Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: «¡Ha perdido la cabeza!». Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!». Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Primera Carta de san Pablo a Timoteo, 1 Tim 3, 14-16
Salmo: Sal 111(110), 1-6
Oración Introductoria
Señor Jesús, acércate a mi vida, quiero tu sabiduría para poder tener un auténtico encuentro con Dios en esta oración, creo, espero y te amo. Ven Señor, ¡no tardes!
Petición
Jesús, te quiero, te pido que pueda gozarte en esta oración.
Meditación del Santo Padre Francisco
Una invitación a tratar de conocer cada vez mejor la verdadera naturaleza de la Iglesia, y también su caminar por el mundo, con sus virtudes y sus pecados, y conocer las motivaciones espirituales que la guían, y que son las más auténticas para comprenderla. Tened la seguridad de que la Iglesia, por su parte, dedica una gran atención a vuestro precioso cometido; tenéis la capacidad de recoger y expresar las expectativas y exigencias de nuestro tiempo, de ofrecer los elementos para una lectura de la realidad. Vuestro trabajo requiere estudio, sensibilidad y experiencia, como en tantas otras profesiones, pero implica una atención especial respecto a la verdad, la bondad y la belleza; y esto nos hace particularmente cercanos, porque la Iglesia existe precisamente para comunicar esto: la Verdad, la Bondad y la Belleza «en persona». Debería quedar muy claro que todos estamos llamados, no a mostrarnos a nosotros mismos, sino a comunicar esta tríada existencial que conforman la verdad, la bondad y la belleza.
Santo Padre Francisco
Discurso del sábado, 16 de marzo de 2013
Meditación del Papa emérito
Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. En la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida cotidiana. Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este «antes» de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta. En el desarrollo de este encuentro se muestra también claramente que el amor no es solamente un sentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor.
Benedicto XVI, Deus caritas est, n. 17
Propósito
Buscar en Dios, y en la oración, la respuesta a mis inquietudes y conocer la palabra de Dios.
Diálogo con Cristo
Jesús, no quiero que lleguen los problemas, las enfermedades o el momento de la muerte para saber reconocer la gran necesidad que tengo de tu presencia en mi vida. Por eso, a raíz de este encuentro contigo en la oración, me propongo valorar mi fe y luchar por conocer más Tu Palabray la Iglesia.
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por Catequesis en Familia | 5 Sep, 2015 | La Biblia
Juan 19, 25-27. Fiesta de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores. María permaneció firme a los pies de la cruz.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Carta a los Hebreos, Heb 5, 7-9
Salmo: Sal 31(30), 2-6.15-16.20
Oración introductoria
Dios mío, te busco como te buscó el hijo pródigo. Te pido me concedas la gracia de iniciar mi oración con un gran espíritu de conversión, con un deseo profundo y ardiente de mejorar mi conducta, con la decisión de aprovechar esta meditación como una oportunidad para levantarme y recomenzar, para abandonar el pecado y elegirte en todo a Ti. En una palabra, Señor, ayúdame a amarte más.
Petición
Señor, hazme comprender que tus mandamientos no son preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir de mi egoísmo y así poder entrar en diálogo contigo y los demás.
Meditación del Santo Padre Francisco
Dos mujeres y madres —María y la Iglesia— llevan a Cristo a una tercera mujer, que se asemeja a las primeras dos pero es más «pequeña»: nuestra alma. Con esta imagen todas en femenino el Papa quiso reafirmar que sin la maternidad de María y de la Iglesia no tenemos a Cristo. «Nosotros no somos huérfanos» recordó durante la misa que celebró el lunes 15 de septiembre.
El Papa Francisco evidenció inmediatamente cómo «la Iglesia, en su liturgia, nos lleva dos veces, en dos días, uno detrás del otro, al Calvario»: en efecto, «ayer nos hacía contemplar la cruz de Jesús, hoy a su madre a los pies de la cruz» (Jn 19, 25-27). En particular, «ayer nos hacía decir una palabra: gloriosa». Una palabra que hacía referencia a la «cruz del Señor, porque llevaba a la vida, nos llevaba a la gloria». Pero «hoy la palabra más fuerte de la liturgia es: madre. Gloriosa la cruz; humilde y dócil la madre», que la liturgia celebra hoy como Virgen dolorosa.
San Pablo (Heb 5, 7-9) «destaca tres palabras fuertes al hablar de Jesús como hijo: aprendió, obedeció y sufrió». Jesús, en esencia, «aprendió la obediencia y sufrió». Por lo tanto, «es lo contrario de lo que había ocurrido a nuestro padre Adán, que no había querido aprender lo que el Señor le exigía, que no había querido sufrir ni obedecer». Sobre todo, prosiguió, «este pasaje de la Carta a los Hebreos nos recuerda ese otro pasaje de la Carta a los Filipenses: aún siendo Dios, no retuvo el ser igual a Dios; se despojó y humilló a sí mismo haciéndose siervo. Esta es la gloria de la cruz de Jesús», quien, afirmó el Papa Francisco, «vino al mundo para aprender a ser hombre, y siendo hombre, caminar con los hombres. Vino al mundo para obedecer y obedeció». Pero «esta obediencia la aprendió del sufrimiento».
«Adán salió del paraíso con una promesa —prosiguió— que continuó adelante durante siglos. Hoy, con esta obediencia, con este despojarse a sí mismo y humillarse de Jesús, esa promesa se hace esperanza». Y «el pueblo de Dios camina con esperanza cierta».
También María «la madre, la nueva Eva, como Pablo mismo la llama, participa de este camino del hijo: aprendió, sufrió y obedeció». Ella «se convierte en madre». Podríamos decir que es «ungida como madre» —afirmó el Pontífice— y lo mismo vale para la Iglesia.
Por lo tanto, esta es «nuestra esperanza: nosotros no somos huérfanos, tenemos madres»: ante todo María. Y luego la Iglesia, que es madre «cuando realiza el mismo camino de Jesús y María: el camino de la obediencia, el camino del sufrimiento, y cuando tiene esa actitud de aprender continuamente el camino del Señor».
«Estas dos mujeres —María y la Iglesia— llevan adelante la esperanza que es Cristo, nos dan a Cristo, engendran a Cristo en nosotros» reafirmó el obispo de Roma. Así, «sin María, no estaría Jesucristo; sin la Iglesia, no podemos ir adelante». Son «dos mujeres y dos madres».
«María —explicó el Papa Francisco— permaneció firme a los pies de la cruz, estaba unida al hijo porque lo había aceptado y sabía, más o menos, que le esperaba una espada: Simeón se lo había anunciado». María es la «madre firmísima», continuó, «que nos da seguridad en este camino de aprendizaje, de sufrimiento y de obediencia». Y también la Iglesia madre «permanece firme cuando adora a Jesucristo y nos guía, nos enseña, nos cubre, nos ayuda en este camino de la obediencia, del sufrimiento, de aprender esta sabiduría de Dios».
Mas aún, afirmó el Pontífice, «también nuestra alma participa de esto, cuando se abre a María y a la Iglesia: según el monje Isaac, el abad de Stella, también nuestra alma es femenina y se asemeja análogamente a María y a la Iglesia». Así, «hoy, contemplando a los pies de la cruz a esta mujer —firmísima en el seguimiento de su hijo en el sufrimiento para aprender la obediencia— miramos a la Iglesia y miramos a nuestra madre». Pero «también miramos nuestra pequeña alma, que jamás se perderá si continúa siendo también una mujer cercana a estas dos grandes mujeres que nos acompañan en la vida: María y la Iglesia».
El Papa Francisco concluyó recordando que, «así como huyeron nuestros padres del paraíso con una promesa, hoy nosotros podemos seguir adelante con una esperanza: la esperanza que nos da nuestra madre María, firme a los pies de la cruz, y nuestra santa madre Iglesia jerárquica».
Santo Padre Francisco: Tres mujeres
Meditación del lunes, 15 de septiembre de 2014
Propósito
Ojalá que nunca le tengamos miedo a Dios y nos acerquemos con inmensa confianza al sacramento de la reconciliación. Él siempre nos acogerá, infinitamente mejor que el padre de la parábola. Sólo así descubriremos el corazón dulce y bondadoso de Dios, nos daremos cuenta de que es incapaz de resistirse a la misericordia y conoceremos, por propia experiencia, ¡¡que Dios es Amor!!
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por Catequesis en Familia | 5 Sep, 2015 | La Biblia
Marcos 8, 27-35. Vigésimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario. Pensar según el mundo es dejar aparte a Dios, no aceptar su designio de amor, es casi impedirle cumplir su sabia voluntad.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?. Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas». «Y ustedes, ¿Tú eres el Mesías». Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de Isaías, Is 50, 5-9a
Salmo: Sal 115(114), 1-9
Segunda lectura: Carta a Santiago, Sant 2, 14-18
Oración introductoria
Señor, quiero ir contigo y «perder» mi vida por amor a Ti. No me atrae la cruz, pero creo que Tú eres mi Dios, mi Salvador, mi Amigo y fiel compañero, que ha estado y estará conmigo en todos los momentos de mi vida. Por eso, con mucha fe, esperanza y amor quiero tener este momento de oración.
Petición
Espíritu Santo, transforma mi debilidad en santidad, para poder seguir tu camino.
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
¿Cómo es posible que «el Cristo, el Hijo de Dios vivo» pueda padecer hasta la muerte? El apóstol Pedro se rebela, no acepta este camino, toma la palabra y dice al Maestro: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte». Aparece evidente la divergencia ente el designio del amor del Padre, que llega hasta el don del Hijo Unigénito en la cruz para salvar a la humanidad, y las expectativas, los deseos y los proyectos de los discípulos. Y este contraste se repite también hoy: cuando la realización de la propia vida está orientada únicamente al éxito social, al bienestar físico y económico ya no se razona según la voluntad de Dios sino según los hombres. Pensar según el mundo es dejar aparte a Dios, no aceptar su designio de amor, es casi impedirle cumplir su sabia voluntad. Por eso Jesús le dice a Pedro una palabra particularmente dura: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí!». El Señor enseña que «el camino de los discípulos es un seguirle a Él, al Crucificado. Pero en los tres Evangelios, este seguirle en el signo de la cruz… como el camino del ‘perderse a sí mismo’, que es necesario para el hombre y sin el cual le resulta imposible encontrarse a sí mismo».
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Ángelus del domingo, 28 de agosto de 2011
Propósito
Renovar mi pureza de intención en mis actividades de hoy, y hacer todo para cumplir la voluntad de Dios en mi vida.
Diálogo con Cristo
Señor, quiero que seas todo para mí. Moldea mi corazón al tuyo para que pueda valorar y experimentar todos los acontecimientos desde tu perspectiva. Ayúdame a amarte sobre todas las cosas para estar listo para seguirte en los momentos de dificultad; cuando se necesite un sacrificio personal o renuncia, sosténme para poder seguir tu camino.
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por catolicosfirmesensufe.org | 5 Sep, 2015 | Postcomunión Narraciones
—¡Qué bueno estuvo el culto hoy Jorge!
—Cierto Eduardo, esa enseñanza del pastor sobre el rey David fue genial. ¡Qué gran hombre de Dios!
—Sabes Jorge, desde que dejé de ser católico me siento mejor: ya no fumo, no le pego a mi esposa, no trato mal a mis hijos. Definitivamente cuando era católico no sentía a Dios en mi corazón. Es más ni leía la Biblia.
—Es verdad Eduardo, esas misas aburridas, repitiendo lo mismo, y qué fastidio esa idolatría a María. Nada que ver con la María de la Biblia. Deberíamos mostrarle a los católicos que están errados…
—Ojalá Dios nos diera la oportunidad algún día de colocar a María como ella es realmente.
—Dios los bendiga hijos de Dios.
—Oh pero Eduardo, ¿que es esa luz tan fuerte?, ¡no puedo ver!
—No sé Jorge, parece un sol.
—Soy un ángel enviado por el Señor. Ha escuchado su oración y quiere darles la oportunidad de que puedan mostrar a la Virgen como ustedes creen que debe ser. Pero a cambio el Señor quiere que ustedes construyan un lugar de oración, donde ustedes quisieran orar y que Nuestro Señor Jesucristo se manifestara.
—Como no mi Señor. Para ti todo, claro lo haremos.
—Si Jorge, vamos a ponernos a trabajar por la obra.
—Bueno Eduardo, lo primero que debemos quitarle a la Virgen de los católicos es esa corona, ni que fuera reina. El único Rey de reyes es Cristo nuestro Señor.
—Cierto Jorge. Lo segundo que vamos a hacer es quitarle eso de «Inmaculada». ¿Quien diría esa blasfemia? ¿Que tal estos católicos? Hacer creer que María nació sin pecado como si Cristo no hubiera muerto por sus pecados.
—Eduardo, lo tercero sería quitarle ese título de «Madre de Dios». ¿Acaso Dios tiene madre? ¿Acaso María es más que Dios?
—Y por último nada de estar orándole, fue una buena mujer pero está muerta esperando la resurrección final.
—Eduardo, ¡creo que, ahora sí, esta María es la de la Biblia!
—Muy bien Jorge, ahora vamos a construirle al Señor Jesús su lugar de culto. Debemos hacerlo lo mejor posible. Tú sabes que para Dios es lo mejor. Así como Salomón usó los mejores materiales para construir el Templo. Así debemos hacer nosotros.
—Exacto. Vamos a comprar los materiales más finos y de mejor calidad. Estoy seguro que el Señor nos va a premiar por querer darle lo mejor a Él.
Tiempo después….
—Dios les bendiga hijos de Dios.
—¡Eduardo regresó el ángel!, mira
—Ya terminamos la obra que nos encomendó el Señor. Y también moldeamos a la Virgen como debe ser según la Biblia y no como esos paganos católicos.
—El Señor pide que se presenten ante él.
—Oh Jorge, qué momento más hermoso.
—Pero… ¿Señor Jesús por qué lloras?
—¿Hicimos mal lo que nos encomendaste?
—Queridos míos. Los amo como a nada en el mundo. Saben que no escatimé en hacerme hombre para poder salvarlos derramando mi sangre en la Cruz. Los he estado observando en todo lo que hacían, y me pone triste ver cómo despreciaban la obra de mi Padre y se gloriaban de su obra humana.
—Pero Señor…no entendemos.
—Miren lo que hicieron con mi madre. Mi Padre celestial escogió para mi venida a la Tierra a una mujer especial. La pensó desde antes de fundar el mundo, la preparó para esa misión que era recibirme y cuidarme, educarme y hasta el último instante de mi vida en la Tierra estuvo conmigo. Pero ustedes la cambiaron:
– Le quitaron la corona que mi mismo Padre le dio. ¿Acaso no saben que la Reina es la madre del Rey? ¿No han leído la Biblia que tanto dicen leer? Si ustedes proclaman en 2 Tim 2, 12 que reinarán conmigo ¿por qué se atreven a no dejarla reinar a ella también? Si ella no es Reina, no es mi madre porque la madre del Rey es la Reina. ¿Es esa la madre que quieren para mí?
—Le quitaron su inmaculada concepción. Y con eso también van en contra de la Palabra. ¿No saben que nada impuro entra en la presencia de Dios? Si ella estuviera contaminada de pecado, ¿cómo creen que yo hubiera estado en su vientre? ¿Cómo pueden pensar que mi Padre me hubiera enviado a un vientre pecador? Dios le aplicó a mi madre de manera preventiva los méritos de mi redención. ¿Si ella es una pecadora cómo pudo darme su carne? ¿Es esa la madre que quieren para mí?
—Le quitaron su maternidad divina. ¡Ay! eso sí que me duele. Cuantas veces ustedes en sus oraciones no me proclaman como su Dios y Salvador, y ahora vienen a decir que la mujer por la que vine al mundo no es la madre de Dios. ¿Acaso para ustedes ya dejé ser de Dios? ¿o ella ya dejó de ser mi madre? Si ella no es madre de Dios entonces que soy yo para ustedes? ¿Esa es la madre que quieren para mí?
—Le quitaron su intercesión y la declararon muerta. ¿Acaso no leen en la Palabra que Dios es un Dios de vivos no de muertos? ¿Se les olvida que mi primer milagro en Canaán lo hice porque ella me lo pidió como madre? Así como al pie de la cruz estuvo esperando recibirme en sus brazos, así está ella ahora orando ante mi por ustedes incluso.
—¿Esa es la madre que quieren para mí? Si ustedes hubieran tenido que escogerme una madre, me hubieran escogido a una pecadora? ¿A una que no daría a luz al Verbo Divino?, cuyo ¿no sería Rey por ella no ser reina? Cómo me duele mis hijos que eso es lo que ustedes me darían como madre.
—Señor, de verdad que no lo habíamos visto así. De verdad que no entendíamos a la Virgen. Nos habíamos enceguecido por adorarte sólo a ti que no queríamos descubrir el papel de tu madre en el plan de Salvación .
—Sí Señor, yo también me siento muy mal. Verte llorar por lo que hicimos, y saber que es lo que hacen muchos hermanos nuestros que se dicen llamar cristianos y no valoramos a tu madre como sí hacen los católicos.
—Queridos míos, y más doloroso aun es ver que la construcción que ustedes hicieron fue con los mejores materiales; ahí no escatimaron gastos, buscaron lo mejor y más fino. Quisieron glorificarme dándome un lugar digno de mi, pero en cambio el lugar que mi Padre quiso para mí, ese vientre inmaculado les parecía absurdo y anti-bíblico.
—Ay Señor. Ya por favor no sigas que sentimos un nudo en la garganta. Perdónanos, te prometo que de ahora en adelante le daré a tu madre el lugar que se merece, y eso sólo puedo hacerlo en una sola Iglesia. ¡Te amo Jesús!!
—¡Eduardo, despierta! ¡¡¡Eduardo!!!! Levántate, ya se acabó el culto. Te quedaste dormido
—¡Ay Virgen Santa!
—Oye Eduardo estás loco, deja de decir eso. ¿Acaso tuviste una pesadilla?
—No. Al contrario. Tuve la mejor revelación de mi vida: El llanto de Cristo
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Cuento original de «Católicos firmes en su fe»