Evangelio del día: Yo soy la puerta de las ovejas

Evangelio del día: Yo soy la puerta de las ovejas

Juan 10, 1-10. Lunes de la 4.ª semana del Tiempo de Pascua. La puerta del Señor es estrecha porque Jesús nos pide abrir nuestro corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por Él.

En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz». Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 11, 1-18

Salmo: Sal 42(41), 2-3; 43(42), 3-4

Oración preparatoria

Padre, gracias por la encarnación de tu Hijo, nuestro Redentor y porque nos diste a María como madre. Confío en tu misericordia y por esto te quiero ofrecer en mi oración mi amor, débil y manchado por mi egoísmo y soberbia, pero dispuesto a escucharte y entrar por esa puerta estrecha que me señales.

Petición

Espíritu Santo, que no vacile y nunca tenga miedo a tus inspiraciones.

Meditación del Santo Padre Francisco

La imagen de la puerta se repite varias veces en el Evangelio y se refiere a la de la casa, del hogar doméstico, donde encontramos seguridad, amor, calor. Jesús nos dice que existe una puerta que nos hace entrar en la familia de Dios, en el calor de la casa de Dios, de la comunión con Él. Esta puerta es Jesús mismo (cf. Jn 10, 9). Él es la puerta. Él es el paso hacia la salvación. Él conduce al Padre. Y la puerta, que es Jesús, nunca está cerrada, esta puerta nunca está cerrada, está abierta siempre y a todos, sin distinción, sin exclusiones, sin privilegios. Porque, sabéis, Jesús no excluye a nadie. Tal vez alguno de vosotros podrá decirme: «Pero, Padre, seguramente yo estoy excluido, porque soy un gran pecador: he hecho cosas malas, he hecho muchas de estas cosas en la vida». ¡No, no estás excluido! Precisamente por esto eres el preferido, porque Jesús prefiere al pecador, siempre, para perdonarle, para amarle. Jesús te está esperando para abrazarte, para perdonarte. No tengas miedo: Él te espera. Anímate, ten valor para entrar por su puerta. Todos están invitados a cruzar esta puerta, a atravesar la puerta de la fe, a entrar en su vida, y a hacerle entrar en nuestra vida, para que Él la transforme, la renueve, le done alegría plena y duradera.

En la actualidad pasamos ante muchas puertas que invitan a entrar prometiendo una felicidad que luego nos damos cuenta de que dura sólo un instante, que se agota en sí misma y no tiene futuro. Pero yo os pregunto: nosotros, ¿por qué puerta queremos entrar? Y, ¿a quién queremos hacer entrar por la puerta de nuestra vida? Quisiera decir con fuerza: no tengamos miedo de cruzar la puerta de la fe en Jesús, de dejarle entrar cada vez más en nuestra vida, de salir de nuestros egoísmos, de nuestras cerrazones, de nuestras indiferencias hacia los demás. Porque Jesús ilumina nuestra vida con una luz que no se apaga más. No es un fuego de artificio, no es un flash. No, es una luz serena que dura siempre y nos da paz. Así es la luz que encontramos si entramos por la puerta de Jesús.

Cierto, la puerta de Jesús es una puerta estrecha, no por ser una sala de tortura. No, no es por eso. Sino porque nos pide abrir nuestro corazón a Él, reconocernos pecadores, necesitados de su salvación, de su perdón, de su amor, de tener la humildad de acoger su misericordia y dejarnos renovar por Él. Jesús en el Evangelio nos dice que ser cristianos no es tener una «etiqueta». Yo os pregunto: vosotros, ¿sois cristianos de etiqueta o de verdad? Y cada uno responda dentro de sí. No cristianos, nunca cristianos de etiqueta. Cristianos de verdad, de corazón. Ser cristianos es vivir y testimoniar la fe en la oración, en las obras de caridad, en la promoción de la justicia, en hacer el bien. Por la puerta estrecha que es Cristo debe pasar toda nuestra vida.

A la Virgen María, Puerta del Cielo, pidamos que nos ayude a cruzar la puerta de la fe, a dejar que su Hijo transforme nuestra existencia como transformó la suya para traer a todos la alegría del Evangelio.

Santo Padre Francisco: Sobre el tema de la Salvación

Ángelus del domingo, 25 de agosto de 2013

Propósito

Prepararme con un buen examen de conciencia y poner en mi agenda de actividades la fecha de mi próxima confesión.

Diálogo con Cristo

Jesucristo, no debo temer a la muerte porque ella es el paso que me acerca a lo que más he buscado en mi vida: gozar en plenitud de tu presencia. La vida es corta y tengo que aprovecharla para amarte y servirte, fortaleciéndome diariamente con la oración y los sacramentos. Confío en Ti y te digo que puedes venir a buscarme cuando Tú quieras, como Tú quieras y donde Tú quieras.

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San Hermenegildo, rey y mártir

San Hermenegildo, rey y mártir

Hay algo de cómico en aquella actitud admirativa de los reyes bárbaros ante la cultura y las instituciones del Imperio romano: se esfuerzan por comprenderlas, las estudian, las recogen, las adoptan con mejor buena voluntad que éxito. No podemos ver la corte de Teodorico el Grande sin pensar en la de Justiniano. Imitador de Teodorico fue en España Leovigildo, que, entendiendo el Imperio a la manera de Constantino o de Teodosio, intenta reproducirle en el manto de púrpura, en la corona de oro, en la jerarquía palaciega, en las pompas cortesanas y en aquel título de Flavio con que se adornarán todos los reyes toledanos. Toledo había quedado convertido en una pequeña Bizancio.

Todo esto, sin embargo, no era más que un barniz exterior. Más importancia tenía la cuestión religiosa, pero en este punto los visigodos seguían fieles a las doctrinas de sus mayores. Arriano y bárbaro eran todavía dos términos sinónimos. Precisamente fue Leovigildo el que dirigió en España la última lucha entre el arrianismo y la ortodoxia. Hábil político, guerrero afortunado, hombre de altos pensamientos y de voluntad firme, aspiraba tenazmente a la unidad. Preparó la unidad política, sometiendo a los vascones y destruyendo el reino de los suevos; favoreció la unidad de razas en su obra legislativa y puso todo su empeño para conseguir la unidad religiosa. El fin era bueno, pero se equivocó de camino. Empeñóse en imponer a todos sus súbditos el arrianismo de su casa. A pesar de su penetración natural, no supo ver que arrianismo era lo mismo que división, desunión, individualismo; que ese sistema estaba desprovisto de aquella fuerza educadora y civilizadora, propia de la Iglesia católica, que por un milagro incesante renueva los individuos y los pueblos. Quería unión, quería cultura, y se proponía conseguirlas por medio de la barbarie.

La oposición se manifestó en aquel mismo palacio toledano, orgulloso con las magnificencias. Vivía en él una princesa, llamada Ingunda, que, como hija de los reyes francos, estaba firmemente unida a la religión católica. Ingunda era esposa de Hermenegildo, el hijo mayor del rey, mancebo afable y valiente, en quien se concentraba la esperanza de los pueblos. Pero en el palacio había, además, otra mujer, una vieja de aire altanero, de genio avinagrado y de espíritu intransigente. Era Gosvinda, la mujer del rey, suegra y madrastra a la vez: suegra de Ingunda y madrastra de Hermenegildo. Arriana hasta el fanatismo; envidiosa, además, de la Juventud y la belleza de su nuera, Gosvinda se ponía furiosa ante la actitud de la princesa franca. Las discusiones eran diarias en el palacio. De las palabras se pasó a la violencia: hubo amenazas, injurias y golpes. Se intentó rebautizar a Ingunda por la fuerza; pero ella permanecía firme como la roca, repitiendo una y otra vez «que le bastaba haber sido lavada una vez del pecado original en las aguas regeneradoras del bautismo, y que confesaba a la Santísima Trinidad en igualdad indivisa». Esta respuesta irritó de tal modo a la vieja, que, arrojándose sobre Ingunda, la asió de los cabellos, la arrojó en tierra, la golpeó hasta hacerle sangre, y habiéndola despojado de sus vestidos, mandó que la sumergiesen en una piscina arriana.

Leovigildo, que, por naturaleza, no era tiano, ni opresor, ni fanático, presenciaba con dolor aquella tragedia doméstica, y para acabar con ella dio a su hijo el gobierno de Sevilla, con el título de rey. Tal vez en esta decisión influyó el temor de un conflicto armado con los francos; pero es un hecho que en la primavera del año 579 los jóvenes esposos residían ya en la capital de la Botica. Allí les espiaba la gracia, que venía ahora envuelta en la palabra elocuente de un gran obispo, San Leandro. Esposo amante y corazón recto, Hermenegildo abjuró la herejía, y como si quisiese borrar hasta el sello de su bárbaro linaje, tomó el nombre de Juan.

Cunde en Toledo la alarma; Gosvinda grita furiosa; Leovigildo, viendo su corona en peligro, se dispone para la lucha. Carácter tenaz, se niega a desistir de su campaña religiosa. Reúne en Toledo un concilio de obispos arrianos (580) y hace decretar que en adelante no será necesaria la rebautización para pasar al arrianismo. Como esto no bastaba para atraer a los católicos, redactóse una nueva profesión de fe, que creyó propia para unir a los dos partidos. Él mismo dio ejemplo de la civilización, presentándose, juntamente con las gentes del pueblo, a venerar las reliquias de los mártires. Todo fue inútil. Los hispanorromanos resistían heroicamente: unos sufrieron el tormento, otros la cárcel, y los obispos más egregios fueron arrojados de sus sedes. Entre tanto, Hermenegildo se preparaba a la defensa; muchas ciudades y castillos se habían declarado en su favor; dos ejércitos de Toledo habían sido derrotados, y los embajadores del príncipe negociaban en las cortes de los suevos, de los francos y de los bizantinos. También Leovigildo se preparaba para combatir. A fines del año 582 reunía su gente, sitiaba y ganaba a Cáceres y Mérida, separaba de la alianza de Hermenegildo a los suevos y los imperiales, y se presentaba delante de Sevilla. Los sevillanos amaban al joven rey, y se le amaba en toda la Botica. El epígrafe de un templo de Alcalá de Guadaira nos ha transmitido la inquietud de los católicos en aquellos días y el eco del amor que a Hermenegildo profesaban. Dice así: «Cristo. En el nombre del Señor. En el año felizmente segundo del reinado de nuestro señor Hermenegildo rey, a quien persigue su padre el rey Leovigildo en la ciudad de Sevilla.» Fue una defensa heroica que duró cerca de dos años, hasta que el pan empezó a faltar, los defensores se quedaron sin armas y el Betis se alejó de la ciudad, cambiado su curso por los sitiadores. Entonces Hermenegildo tuvo un gesto hermoso: puso en salvo a su mujer en territorio bizantino, y se dirigió a Córdoba, dispuesto a defender su causa hasta el fin. Allí se le presentó su hermano Recaredo, ofreciéndole perdón y olvido: «Acércate, hermano mío —le decía—; póstrate a los pies de nuestro padre y te perdonará todo.» Poco después llegaba Leovigildo también. «¡Padre, padre, padre!», clama el príncipe al verle venir; luego, arrojándose a sus pies, se los regaba con las lágrimas.

Leovigildo le alzó del suelo, le besó en el rostro y con palabras cariñosas le condujo al campamento. El pobre príncipe había caído en el lazo. Poco después le despojaban de las vestiduras reales, le cubrían con un saco de infamia y le cargaban de cadenas. Lleváronle de Córdoba a Toledo, de Toledo a Valencia y de Valencia a Tarragona. Vivía hundido en un mísero calabozo, atado de pies y manos, bajo la custodia de un carcelero cruel, digno emisario de la vengativa Gosvinda. Se hicieron esfuerzos inauditos para obligarle a apostatar; pero el permanecía inmóvil en su fe. Una noche—era la noche que precedía a la Pascua—apareció en la prisión un obispo arriano que venía a darle la comunión y a ofrecerle la gracia paterna. Hermenegildo le rechazó indignado, rehusando comunicar con los herejes. Unos días después el verdugo segaba su cabeza.

Así murió aquel príncipe desgraciado, y, ¡caso extraño!, ningún escritor español de aquel tiempo tuvo una palabra de conmiseración para él. Los mismos perseguidos de su padre le trataron con crueldad. Juan Biclarense le llama tirano y rebelde; San Isidoro dice que tiranizó a su patria, y Gregorio de Tours, que nos describe el gesto magnífico del mártir en la prisión, llega a llamarle miserable. Ni en el tercer Concilio de Toledo, donde triunfaban las ideas por las cuales había derramado su sangre, hubo para él el menor recuerdo. Pero tal vez no era éste el sentir del pueblo: unos peregrinos que llegaron por aquellos días a Roma contaron los sucesos a San Gregorio Magno, le hablaron de la arrogancia, del valor, del heroísmo del príncipe, y el gran Pontífice nos dejó de él un elogio entusiasta.

Fuente: Hijos de la Divina Voluntad

San Enstanislao, obispo de Cracovia, con recursos para catequesis

San Enstanislao, obispo de Cracovia, con recursos para catequesis

San Estanislao, nació en Szczepanow, cerca de Cracovia el día 26 de julio de 1030. Fue hijo único. Su nacimiento puede considerarse como un prodigio, pues vino al mundo después de treinta años de casados sus padres.

Los padres, Wielislaw y Bogna, de noble alcurnia, llevaban vida austera y piadosa, siendo muy estimados por sus grandes virtudes.

En el hogar paterno Estanislao recibió una esmerada cultura, tanto moral como intelectual; sus estudios superiores los realizó en Cracovia y en París.

Fue ordenado sacerdote por el obispo de Cracovia, Lamberto, siendo elegido sucesor de esta sede el día 2 de febrero de 1072. Gobernó valientemente la diócesis durante ocho años, al cabo de los cuales fue martirizado.

El día 17 de septiembre de 1253 quedó canonizado en Asís por el papa Inocencio IV. El papa Clemente VIII extendió su culto para toda la Iglesia en el año 1605.

La muerte de San Estanislao en el pensamiento polaco significa lo mismo que la muerte de los valores con los cuales él vivía, por los que luchaba y por los que murió como mártir. Con la muerte de estos valores desaparecía también Polonia; por el contrario, con el desarrollo de estas virtudes se reavivaron las almas de los polacos, y sus méritos colmaban la nación de beneficios especiales.

Esta idea tan acertada —es un lema de la existencia de Polonia— y de actualidad siempre en la vida del pueblo polaco, el papa Pío XII la subrayó en una carta dirigida al cardenal primado de Polonia, monseñor Esteban Wyszynski, el día 16 de julio de 1953.

No cabe duda. La figura del Santo constituye para todo el pueblo polaco, en su marcha histórica, ideológica y natural, un magnífico ejemplar y seguro guía.

Por otra parte, la grandeza de San Estanislao consiste en saber vivir y realizar el ideal de nuestra religión, tantas veces subrayado por San Pablo: christianus sum. Este ideal le hizo hombre de gran virtud, fundada en la confianza en Dios, que por honrarle, por la religión verdadera, por la justicia, por la libertad y salvación de su pueblo, llegaba a despreciar todas las penas, dificultades, cruces y sufrimientos, guardando siempre en los momentos más importantes y duros de su vida el equilibrio de su espíritu, su fervorosa piedad y un alma inquebrantable.

No es cierto que San Estanislao fuera un hombre duro y de un temperamento rencoroso y terco que le llevara al conflicto con el rey Boleslao y, en consecuencia, a la muerte. Es una opinión falsa y sin fundamento, porque los motivos de su actuación que causaron su martirio eran altamente cristianos, dignos de un obispo católico.

El primer biógrafo y famoso historiador polaco, Jan DIugosz, confirma esta opinión diciendo: «Estanislao era de carácter dulce y humilde, pacífico y púdico; era muy cuidadoso en reprimir sus propias, faltas antes de hacerlo con sus prójimos; era un alma que jamás mostró soberbia ni se dejó llevar por la ira, muy atento, de naturaleza afable y humano, de gran ingenio y sabiduría, y dispuesto siempre a ayudar a quien necesitaba ayuda alguna. Odiaba la adulación e hipocresía, mostrándose siempre sencillo y de corazón abierto».

En una palabra, el obispo de Cracovia era un hombre serio, templado y de verdadera santidad.

Todo lo contrario le ocurría al rey polaco Boleslao. Era un gran guerrero, muy valiente y audaz; pero también era figura de grandes vicios y de muy débil voluntad, defectos que le oscurecieron la inteligencia y le llevaron a la mayor catástrofe de su vida. Agravaron esta situación suya los éxitos políticos y militares, hasta tal punto que en su soberbia Boleslao llegó a creer que a él, el rey, le estaba permitido todo; su conducta se manifestó entonces totalmente amoral, dando paso a sinnúmero de crueldades y abusos que clamaron al cielo.

San Estanislao, viendo un mal tan grande y pecados tan notorios, no pudo quedarse tranquilo; callar en esta situación significaba lo mismo que aprobar la conducta del rey. Decidió entonces intervenir. Varios eran los motivos que tenía San Estanislao para amonestar al soberano. En primer lugar era el obispo de la capital de Polonia, vivía cerca de la corte del rey, era el obispo de la Iglesia de Cristo, que no podía quedarse mudo frente a un pecador público; era un cristiano que debía amonestar a un hermano suyo que estaba errando. Además, Estanislao era un alto dignatario de la Corona y por esto quería demostrar su disconformidad con los tímidos cortesanos.

Sin embargo, la empresa no era fácil ni sin grandes peligros, pues Gallus Anonimus, la auténtica historia polaca de aquella época, llama al rey Boleslao «rex ferox». Se debía, por tanto, emplear la máxima prudencia.

San Estanislao, en el cumplimiento de este deber suyo, se mostró a su debida altura. Amonestaba al rey pidiendo y rogándole que cambiase su postura, que frenase su inmoralidad, el terror y toda la ilegalidad. Actuaba paternal y pacíficamente, sin ira y sin faltar al respeto a un soberano.

Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron vanos. Según Jan Dlugosz, el efecto era contrario. El rey, en vez de prestar atención a los consejos de su obispo, se llenaba de furia y contestaba con amenazas, olvidándose de su propio honor. Boleslao no quiso ver en la persona del obispo de Cracovia sino a un audaz enemigo que se atrevía a reprimir al rey. En consecuencia, la justa postura del obispo de Cracovia quedó juzgada falsamente y, herido el corazón del rey, decidió su muerte. Aprovechando la ocasión de que el obispo celebraba una misa en las afueras de la ciudad, en la iglesia llamada «Na Skalce”, invadió el templo con su cuadrilla y le mató personalmente durante el santo sacrificio.

La leyenda que siempre acompaña a hechos tan extraordinarios dice que el rey se detuvo ante la puerta de la misma iglesia, mandando entrar a sus soldados y dar la muerte al santo obispo. Estos, intentando cumplir la orden, tres veces llegaron hasta el altar y tres veces, aterrorizados por el miedo, huyeron del templo. Fue entonces cuando el furibundo rey penetró y, yéndose hasta el altar, personalmente mató al ilustre prelado. Cometido el crimen, mandó sacar el cadáver fuera de la iglesia y machacarlo con las espadas.

Satisfecho de su éxito dejó los restos a la intemperie para que fueran pasto de las fieras. Sin embargo, era Dios mismo, prosigue la leyenda, quien se preocupó por estos santos restos mortales de un obispo mártir. En el lugar del sacrilegio aparecieron cuatro grandes águilas reales que volaron sobre estas reliquias durante el tiempo que tardó en integrarse el cuerpo de nuevo y hasta que Ilegaron los sacerdotes para recogerlo.

Esta leyenda tiene mucha aceptación en Polonia, pues su símbolo profético era, y es, muy vivo. La maldad desmembró el cuerpo del obispo Estanislao, la santidad lo unió milagrosamente de nuevo. En la vida histórica de la nación varias veces la maldad desmembró a Polonia, pero era la santidad, la penitencia del pueblo, sus sacrificios y la perseverancia en sus altos valores lo que unía a Polonia de nuevo y la resucitaba. Siempre que Polonia defendía el reinado de Dios, la Verdad, la justicia y el bien de las almas era nación grande e invencible; si traicionaba estos valores caía desmembrada.

Los amigos del rey justificaban al soberano divulgando que el castigo era justo porque el obispo de Cracovia era un traidor. Hoy día esta canción la cantan también los enemigos de Polonia. Y surge la pregunta: ¿A quién debía obedecer el obispo de Cracovia? ¿A Dios o al rey? ¿Debía, acaso, traicionar su fe y a su Dios y servir a un rey que ha traicionado todo? San Estanislao se mostró un obispo intrépido, un magno defensor de los derechos de Dios, de la moral y de la justicia. He aquí su gloria y su ejemplo para todos los cristianos.

Dios, justo y santo, honró esta postura, pues tanto durante su vida como después de su muerte muchos milagros —el proceso de canonización revisó 36 de primera clase— glorificaron la santidad de este intrépido obispo de Cracovia.

San Estanislao era uno de estos seres a quienes Dios, queriendo manifestar su omnipotencia, y para que sirvan de ejemplo a los demás hombres, les concede bienes sobrenaturales, con el fin de que, por ellos, la verdad de la fe y de la religión brille para la salvación y confortación de los creyentes.

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Evangelio del día: El buen Pastor conoce a sus ovejas

Evangelio del día: El buen Pastor conoce a sus ovejas

Juan 10, 27-30. Cuarto Domingo IV del Tiempo de Pascua. La voz de Nuestro Señor Jesucristo es única: tenemos que aprender a distinguirla, pues nos guía por el camino de la vida, pero por un camino de la vida que supera el abismo de la muerte.

Dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 13, 14.43-52

Salmo: Sal 100(99), 2-5

Segunda lectura: Libro del Apocalípsis, Ap 7, 9.14b-17

Oración introductoria
Señor, esta meditación es una oportunidad para continuar celebrando tu Pascua de Resurrección. Saber que me amas, que me pides mi ayuda en la nueva evangelización y que esperas tanto de mí me anima a ofrecerte mi fe y devoción. Te agradezco y te bendigo por todo tu amor.

Petición
Señor, mi buen pastor, concédeme tener siempre mi conciencia clara: ¡Soy conocido y amado infinitamente!

Meditación del Santo Padre Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El cuarto domingo del tiempo de Pascua se caracteriza por el Evangelio del Buen Pastor, que se lee cada año. El pasaje de hoy refiere estas palabras de Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno» (Jn 10, 27-30). En estos cuatro versículos está todo el mensaje de Jesús, está el núcleo central de su Evangelio: Él nos llama a participar en su relación con el Padre, y ésta es la vida eterna.

Jesús quiere entablar con sus amigos una relación que sea el reflejo de la relación que Él mismo tiene con el Padre: una relación de pertenencia recíproca en la confianza plena, en la íntima comunión. Para expresar este entendimiento profundo, esta relación de amistad, Jesús usa la imagen del pastor con sus ovejas: Él las llama y ellas reconocen su voz, responden a su llamada y le siguen. Es bellísima esta parábola. El misterio de la voz es sugestivo: pensemos que desde el seno de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz y la del papá; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad. La voz de Jesús es única. Si aprendemos a distinguirla, Él nos guía por el camino de la vida, un camino que supera también el abismo de la muerte.

Pero, en un momento determinado, Jesús dijo, refiriéndose a sus ovejas: «Mi Padre, que me las ha dado…» (cf. 10, 29). Esto es muy importante, es un misterio profundo, no fácil de comprender: si yo me siento atraído por Jesús, si su voz templa mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro de mí el deseo del amor, de la verdad, de la vida, de la belleza… y Jesús es todo esto en plenitud. Esto nos ayuda a comprender el misterio de la vocación, especialmente las llamadas a una especial consagración. A veces Jesús nos llama, nos invita a seguirle, pero tal vez sucede que no nos damos cuenta de que es Él, precisamente como le sucedió al joven Samuel. Hay muchos jóvenes hoy, aquí en la plaza. Sois muchos vosotros, ¿no? Se ve… Eso. Sois muchos jóvenes hoy aquí en la plaza. Quisiera preguntaros: ¿habéis sentido alguna vez la voz del Señor que, a través de un deseo, una inquietud, os invitaba a seguirle más de cerca? ¿Le habéis oído? No os oigo. Eso… ¿Habéis tenido el deseo de ser apóstoles de Jesús? Es necesario jugarse la juventud por los grandes ideales. Vosotros, ¿pensáis en esto? ¿Estáis de acuerdo? Pregunta a Jesús qué quiere de ti y sé valiente. ¡Pregúntaselo! Detrás y antes de toda vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, está siempre la oración fuerte e intensa de alguien: de una abuela, de un abuelo, de una madre, de un padre, de una comunidad… He aquí porqué Jesús dijo: «Rogad, pues, al Señor de la mies —es decir, a Dios Padre— para que mande trabajadores a su mies» (Mt 9, 38). Las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y sólo en la oración pueden perseverar y dar fruto. Me complace ponerlo de relieve hoy, que es la «Jornada mundial de oración por las vocaciones». Recemos en especial por los nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma que tuve la alegría de ordenar esta mañana. E invoquemos la intercesión de María. Hoy hubo diez jóvenes que dijeron «sí» a Jesús y fueron ordenados sacerdotes esta mañana… Es bonito esto. Invoquemos la intercesión de María que es la Mujer del «sí». María dijo «sí», toda su vida. Ella aprendió a reconocer la voz de Jesús desde que le llevaba en su seno. Que María, nuestra Madre, nos ayude a reconocer cada vez mejor la voz de Jesús y a seguirla, para caminar por el camino de la vida. Gracias.

Muchas gracias por el saludo, pero saludad también a Jesús. Gritad «Jesús», fuerte… Recemos todos juntos a la Virgen.

Santo Padre Francisco

Regina Coeli del IV Domingo de Pascua, 21 de abril de 2013

Propósito

Consultar con mi sacerdote cómo puedo mejorar la calidad de mi oración diaria.

Diálogo con Cristo

Señor Jesucristo, Tú eres el Pastor que me conoce. Te doy las gracias por estar siempre a mi lado, guiando y cuidando mi camino para que sepa vivir la oración en medio de las actividades y responsabilidades de cada día.

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Evangelio del día: Jesús, pan de vida

Evangelio del día: Jesús, pan de vida

Juan 6, 35-40. Miércoles de la 3.ª semana del Tiempo de Pascua. La Eucaristía sostiene y transforma toda la vida cotidiana.

Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 8, 1b-8

Salmo: Sal 66(65), 1-7

Oración introductoria

Jesús, la promesa que haces de acoger siempre a quien se acerca a Ti me llena de confianza y entusiasmo. Quiero cumplir siempre tu voluntad. Haz que esta oración abra mi entendimiento, disponga mi voluntad y avive mi amor, para que nunca me estanque en el conformismo o en la mediocridad.

Petición

Te pedimos Señor que nos dé el alimento, la Eucaristía, , para poder alimentar también nuestro espíritu, y llegar a tener vida en Cristo.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

El hombre es incapaz de darse la vida a sí mismo, él se comprende sólo a partir de Dios: es la relación con él lo que da consistencia a nuestra humanidad y lo que hace buena y justa nuestra vida. En el Padrenuestro pedimos que sea santificado su nombre, que venga su reino, que se cumpla su voluntad. Es ante todo el primado de Dios lo que debemos recuperar en nuestro mundo y en nuestra vida, porque es este primado lo que nos permite reencontrar la verdad de lo que somos; y en el conocimiento y seguimiento de la voluntad de Dios donde encontramos nuestro verdadero bien. Dar tiempo y espacio a Dios, para que sea el centro vital de nuestra existencia.

¿De dónde partir, como de la fuente, para recuperar y reafirmar el primado de Dios? De la Eucaristía: aquí Dios se hace tan cercano que se convierte en nuestro alimento, aquí él se hace fuerza en el camino con frecuencia difícil, aquí se hace presencia amiga que transforma. Ya la Ley dada por medio de Moisés se consideraba como «pan del cielo», gracias al cual Israel se convierte en el pueblo de Dios; pero en Jesús, la palabra última y definitiva de Dios, se hace carne, viene a nuestro encuentro como Persona. Él, Palabra eterna, es el verdadero maná, es el pan de la vida (cf. Jn 6, 32-35); y realizar las obras de Dios es creer en él (cf. Jn 6, 28-29). En la última Cena Jesús resume toda su existencia en un gesto que se inscribe en la gran bendición pascual a Dios, gesto que él, como hijo, vive en acción de gracias al Padre por su inmenso amor. Jesús parte el pan y lo comparte, pero con una profundidad nueva, porque él se dona a sí mismo. Toma el cáliz y lo comparte para que todos pueden beber de él, pero con este gesto él dona la «nueva alianza en su sangre», se dona a sí mismo. Jesús anticipa el acto de amor supremo, en obediencia a la voluntad del Padre: el sacrificio de la cruz. Se le quitará la vida en la cruz, pero él ya ahora la entrega por sí mismo. Así, la muerte de Cristo no se reduce a una ejecución violenta, sino que él la transforma en un libre acto de amor, en un acto de autodonación, que atraviesa victoriosamente la muerte misma y reafirma la bondad de la creación salida de las manos de Dios, humillada por el pecado y, al final, redimida. Este inmenso don es accesible a nosotros en el Sacramento de la Eucaristía: Dios se dona a nosotros, para abrir nuestra existencia a él, para involucrarla en el misterio de amor de la cruz, para hacerla partícipe del misterio eterno del cual provenimos y para anticipar la nueva condición de la vida plena en Dios, en cuya espera vivimos.

¿Pero qué comporta para nuestra vida cotidiana este partir de la Eucaristía a fin de reafirmar el primado de Dios? La comunión eucarística, queridos amigos, nos arranca de nuestro individualismo, nos comunica el espíritu de Cristo muerto y resucitado, nos conforma a él; nos une íntimamente a los hermanos en el misterio de comunión que es la Iglesia, donde el único Pan hace de muchos un solo cuerpo (cf. 1 Co 10, 17), realizando la oración de la comunidad cristiana de los orígenes que nos presenta el libro de la Didaché: «Como este fragmento estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino» (ix, 4). La Eucaristía sostiene y transforma toda la vida cotidiana.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Homilía del domingo 11 de septiembre de 2011

Diálogo con Cristo

Jesús, me doy cuenta que el ideal de cumplir siempre tu voluntad es costoso. El orgullo, la pereza espiritual o el miedo son obstáculos que necesito vencer, pero frecuentemente olvido que sólo tu gracia podrá lograr esa transformación de mi egoísmo y soberbia en amor a Ti y a los demás. Nunca permitas que me aparte de la fuente de esa gracia: tu Eucaristía.

Propósito

Para que recibir la Eucaristía nunca se convierta en un acto rutinario, hoy (y siempre) me prepararé lo mejor posible para recibirla y agradeceré a Dios su infinito amor.

*  *  *

Evangelio del día en «Catholic.net»

Evangelio del día en «Evangelio del día»

Evangelio del día en «Orden de Predicadores»

Evangelio del día en «Evangeli.net»

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Guía para vivir el Año Santo de la Misericordia junto al Papa Francisco: Abril 2016

Guía para vivir el Año Santo de la Misericordia junto al Papa Francisco: Abril 2016

Nos será inútil en este contexto recordar la relación existente entre justicia y misericordia. No son dos momentos contrastantes entre sí, sino un solo momento que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor… La misericordia no es contraria a la justicia sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer… 

firmafrancisco

(Misericordiae Vultus, 20)

*  *  *

Dios va más allá de la justicia, con la misericordia y el perdón

Escuchamos al Papa Francisco

Nos será inútil en este contexto recordar la relación existente entre justicia y misericordia. No son dos momentos contrastantes entre sí, sino un solo momento que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor… La misericordia no es contraria a la justicia sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer… Si Dios se detuviera en la justicia, dejaría de ser Dios; sería como todos los hombres que invocan respeto por la ley. La justicia por sí misma no basta, y la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla. Por esto, Dios va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón. Esto no significa restarle valor a la justicia o hacerla superflua, al contrario. Quien se equivoca deberá expiar la pena. Solo que este no es el fin, sino el inicio de la conversión, porque se experimenta la ternura del perdón. Dios no rechaza la justicia. Él la engloba y la supera en un evento superior donde se experimenta el amor que está a la base de una verdadera justicia… Esta justicia de Dios es la misericordia concedida a todos como gracia en razón de la muerte y resurrección de Jesucristo. La Cruz de Cristo, entonces, es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre el mundo, porque nos ofrece la certeza del amor y de la vida nueva.

Misericordiae Vultus, 20

¡Qué grandes son tus obras, Señor, qué profundos tus designios!

*  *  *

Escuchamos la Palabra de Dios

Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; ofrecían sacrificios a los Baales y quemaban incienso a los ídolos. ¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer. Efraím volverá a Egipto y Asiria será su rey, porque rehusaron volver a mí. La espada hará estragos en sus ciudades, destrozará los barrotes de sus puertas y los devorará a causa de sus intrigas. Mi pueblo está aferrado a su apostasía: se los llama hacia lo alto, pero ni uno solo se levanta. ¿Cómo voy a abandonarte, Efraím? ¿Cómo voy a entregarte, Israel? ¿Cómo voy a tratarte como a Admá o a dejarte igual que Seboím? Mi corazón se convulsiona dentro de mí, y al mismo tiempo se estremecen mis entrañas. No daré curso al furor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque soy Dios, no un hombre; el Santo en medio de ti y no es mi deseo aniquilar…

Oseas 11, 1-9

*  *  *

Un salmo para alabar

A cada estrofa del salmo repetimos:

¡Qué grandes son tus obras, Señor, qué profundos tus designios!

Es bueno dar gracias al Señor,
y cantar, Dios Altísimo, a tu Nombre;
proclamar tu amor de madrugada,
y tu fidelidad en las vigilias de la noche,
con el arpa de diez cuerdas y la lira,
con música de cítara.

Tú me alegras, Señor, con tus acciones,
cantaré jubiloso por la obra de tus manos.
El hombre insensato no conoce
y el necio no entiende estas cosas.

El justo florecerá como la palmera,
crecerá como los cedros del Líbano:
trasplantado en la Casa del Señor,
florecerá en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez seguirá dando frutos,
se mantendrá fresco y frondoso,
para proclamar qué justo es el Señor, mi Roca,
en quien no existe la maldad.

Salmo 92

*  *  *

Para reflexionar y/o compartir en grupo

  1. Pensamos en situaciones en nuestras vidas en las que reclamamos justicia o que percibimos que fueron muy injustos con nosotros. ¿Qué sentimos en dichos momentos? Realizamos una pequeña lista. La compartimos en grupos de a cuatro.
  2. ¿En qué situaciones consideramos que el perdón sería superador de la justicia? Pensemos ejemplos concretos. 
  3. Compartimos lo que nos sugiere la frase del Papa Francisco: “La justicia de Dios es su perdón”.
  4. ¿Creemos que es posible compatibilizar justicia con misericordia? ¿De qué manera? 
  5. ¿Qué nos enseñó Jesús al respecto? ¿En qué episodios evangélicos Jesús nos mostró que es posible entender que la misericordia va más allá de la justicia?

*  *  *

Intenciones

A cada intención respondemos: ¡Señor de la Paciencia, te rogamos que conviertas nuestro corazón de piedra en un corazón sensible!

  • Protege al el Papa Francisco y haz que su testimonio valiente de la Misericordia de Dios sirva de unión entre todos los pueblos. Oremos… 
  • Te pedimos que la misericordia sea la regla de vida de todos los discípulos de Jesús, reunidos en su Iglesia. Oremos… 
  • Enséñanos a ser justos, pero sobre todo, ayúdanos a ser misericordiosos con nuestros hermanos. Oremos… 
  • Padre, te suplicamos que salves nuestras almas, liberándolas de todas nuestras limitaciones, para que los frutos de nuestras obras sean manifestaciones de tu amor. Oremos… 
  • Te pedimos que cambies nuestras decisiones egoístas, nuestra arrogancia, nuestra tristeza y toda huella negativa que se encuentre en nuestro interior. Oremos… 
  • Te pedimos perdón por todos los aquellos a quienes hemos herido, para que por la intercesión de Jesús Misericordioso, nos ayudes a reconciliarnos con ellos y sanar sus heridas. Oremos…

Agregamos nuestras intenciones personales y comunitarias…

Rezamos un Padrenuestro, un Avemaría y el Gloria.

Repetimos con convicción la advocación: ¡Jesús, en vos confío!  ¡Jesús, en vos confío!  ¡Jesús, en vos confío!

Oración: : Señor de la Paciencia, por el don de tu gracia, abres las puertas de nuestro corazón, para que podamos experimentar tu consuelo y perdón. Te rogamos que nos ayudes a ser misericordiosos con nuestros hermanos y que, por el don de la fe en Jesús, nos traigas la Salvación. ¡Por tu gran misericordia, perdona nuestras faltas y ayúdanos a vivir conforme a tu Palabra! Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Aleluya!

Señal de la Cruz

*  *  *

Compromiso personal del mes

Este mes de abril voy a reconciliarme con aquel familiar o amigo que hace tiempo que estoy distanciado. También podré consolar a aquel prójimo que está triste, angustiado o deprimido u otro compromiso similar…

*  *  *

Para memorizar y rezar durante el mes 

¡María de Guadalupe, ayúdanos a ir más allá de la justicia, con la misericordia y el perdón!

*  *  *

La misericordia en los santos

Senta Teresita del Niño JesúsSanta Teresita del Niño Jesús (1873-1897). Jesús hace dulce hasta lo más amargo.

Cuenta la misma Santa Teresita: “Un día, en la recreación, me dijo con aire muy satisfecho más o menos estas palabras:-¿Querría decirme, hermana Teresa del Niño Jesús, qué es lo que la atrae tanto en mí? Siempre que me mira, la veo sonreír. ¡Ay!, lo que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma… Jesús, que hace dulce hasta lo más amargo… Le respondí que sonreía porque me alegraba verla (por supuesto que no añadí que era bajo un punto de vista espiritual).”

*  *  *

Un cuento para pensar

El herido y el capellán

Cuentan que un capellán, se aproximó a un herido en medio del fragor de la batalla y le preguntó:

–¿Quieres que te lea la Biblia?

–Primero dame agua que tengo sed, dijo el herido.

El capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en kilómetros a la redonda.

–¿Ahora? –preguntó nuevamente el capellán.

–Primero dame de comer, suplicó el herido.

El capellán le dio el último mendrugo de pan que atesoraba en su mochila.

–Tengo frío, fue el siguiente clamor, y el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña, pese al frío que calaba los huesos y cubrió al lesionado.

–Ahora sí –le dijo al capellán.  Háblame de ese Dios que te hizo darme tu último sorbo de agua, tu último mendrugo y tu único abrigo.  ¡Quiero conocerlo en su bondad…!

Adaptación – Autor desconocido

Para disfrutar del buen cine


TÍTULO EN CASTELLANO

ORIGEN

DIRECTOR

PROTAGONISTAS

Título Original / Otro Título

AÑO

DURACIÓN

GÉNERO

CALIFICACIÓN

ROMERO

USA

John Duigan

Richard Jordan / Raul Juliá

Romero, el santo del pueblo

1989

100 min

Testimonial

SAM 14

Sonata para un hombre bueno

alemania

F. Gallenberger

Ulrich Tukur / Daniel Brühl

John Rabe

2009

134 min

draM BIOGRAF

SAM 13

Romero.  Narra la vida de Mons. Oscar Romero (Raul Juliá), arzobispo del Salvador, que se dedicó trabajar por los más pobres, a criticar la desigualdad social y a la defensa de los derechos humanos.  Mons. Romero murió asesinado, en el año 1980; precisamente, en el momento que celebraba Misa del Domingo de Ramos, como un signo preclaro de quienes entregan sus vidas a los demás y a la causa del Evangelio.

Sonata para un hombre bueno.  Basada en hechos reales, durante la invasión japonesa a China (1937-1938).  John Rabe (Ulrich Tukur) era un empresario alemán exitoso radicado en China.  Tras la invasión de China, arriesgando su vida, sus posesiones y su prestigio, libró de la muerte a más de 200.000 chinos durante la masacre de Nanking.  Su acción decidida en defensa de toda vida humana, nos muestra cómo podemos alcanzar la justicia y el perdón a través de la misericordia.

*  *  *

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*  *  *

La casa de Dios y de todos

La casa de Dios y de todos

Un templo hecho de ladrillos y cemento.  La puerta  abierta incita a entrar. Una campana suena llamando a misa, y el recuerdo de mi niñez que siempre vuelve.

De pequeña deseaba conocer una iglesia por dentro. Cuando el avance de mi enfermedad se apaciguó, tuve la enorme alegría de poder hacerlo y poco a  poco la casa de Dios llegó a ser como mi  segundo hogar. Sentí el amor de una comunidad activa, desde el sacerdote que la guiaba hasta el maravilloso grupo apostólico que me invitaron a integrar.

Fue la primera vez que salí a la calle con amigos. Aún desconocía las barreras arquitectónicas con  las que me podía encontrar, porque entre mis nuevos compañeros no notaba el inconveniente de los escalones y escaleras ya que sólo bastaba cumplir el deseo sin medir los esfuerzos.

Nuestro querido P. Florencio Perelló, agustino recoleto, durante mucho tiempo me había llevado la comunión a mi casa. Él tenía muy presente mi soledad y deseaba que participara de un grupo en la comunidad parroquial. Gracias a su esfuerzo y al mío logré integrarme, y al poco tiempo todos me conocían y yo a ellos.

Queriendo servir en otra actividad estudié y me dediqué a dar catequesis con  un grupo de diez niños. El primer año lo hice en casa pero luego vimos lo importante que era ir a la parroquia. Mis alumnos aprendieron  a manejar mi silla de ruedas. Tanto a ellos como a mi nos costaba mucho levantarnos temprano para asistir a la misa dominical pero la alegría del encuentro valía el esfuerzo.

Hoy tengo la sensación de que mi experiencia me permite ver las cosas desde otro lado, pensando en la gente con discapacidad y en su necesidad de conectarse con los demás y sobre todo con Dios. Por eso mi reflexión también incluye la preocupación de facilitar esos acercamientos. Entiendo que empezar por poner rampas en la entrada de los templos puede ser  un buen comienzo para muchas personas que como yo quieren acercarse a Dios.

Actualmente  existen muchas personas con discapacidad que no están enfermas; (aunque se tenga una  imagen errónea de que todo aquél que está en silla de ruedas lo está) Y, cuando se presenta el deseo de querer ir a misa, aparece el obstáculo de los escalones. Nos tienen que ayudar a subir cortándonos la independencia de nuestra movilidad que ya es reducida.

Cuando veo una hermosa rampa hecha a la entrada de una iglesia, sea de costado o de frente, siento como si Jesús me dijera: «Ven, estoy aquí, te amo y te estoy esperando» e irresistiblemente me vienen deseos de entrar. Porque en los hechos noto el amor cristiano de un párroco y de una comunidad que me demuestran  que soy parte de esa familia. Desechando los obstáculos físicos para atraerme hacia la casa de Dios donde nadie debe faltar.

Sin embargo, nuestra presencia, la de la persona con discapacidad que deambulan en silla de ruedas como yo, se ve muy pocos en los templos. Si pensáramos en lo que nos dice el evangelio nos encontraríamos que la realidad contradice aquello de ser los preferidos del Señor. Creo que no nos eligió para sufrir demostrándonos cuanto nos amaba, como nos solían decir antiguamente de una forma resignada.  Sé, que se sentiría gozoso de ver que estamos incluidos en la comunidad activa de su propia casa.

Mis palabras de hoy quisiera que fuesen un llamado de atención a todos los párrocos, que andan muy ocupados trabajando en las tareas de la Iglesia de Cristo. Yo desearía que por un sólo día se pongan en una silla de ruedas e intenten entrar y salir del  templo todas las veces que necesiten para cumplir con sus deberes. Les aseguro que no les será nada fácil.

Creo que de tanto vernos pasar a distancia se acostumbraron a mirarnos desde la vereda de enfrente. Y podrán excusarse diciendo que no hay dinero, que la iglesia pierde su estética antigua y colonial, pero imagino yo que les es muy difícil comprender el grito interior que callamos si no se ponen de la misma vereda del que desea visitar al Amigo que lo está esperando siempre.

Guía para vivir el Año Santo de la Misericordia junto al Papa Francisco: Abril 2016

Guía para vivir el Año Santo de la Misericordia junto al Papa Francisco: Abril 2016

Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia”. Estas palabras de santo Tomás de Aquino muestran cuánto la misericordia divina no es en absoluto un signo de debilidad, sino más bien la cualidad de la omnipotencia de Dios. Es por esto que la liturgia, en una de las colectas más antiguas, invita a orar diciendo: ¡Oh, Dios, que revelas tu omnipotencia sobre todo en la misericordia y el perdón! Dios será siempre para la humanidad como Aquél que está presente, cercano, providente, santo y misericordioso.

«Paciente y misericordioso» es el binomio que a menudo aparece en el Antiguo Testamento para describir la naturaleza de Dios. Su ser misericordioso se constata concretamente en tantas acciones de la historia de la salvación donde su bondad prevalece por encima del castigo y la destrucción. Así pues, la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón.

firmafrancisco

(Misericordiae Vultus, 6)

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Dios va más alla de la justicia, con la misericordia y el perdón

Escuchamos al Papa Francisco

ABRIL 2016

Dios va más allá de la justicia,

con la misericordia y el perdón

 Escuchamos al Papa Francisco

“Nos será inútil en este contexto recordar la relación existente entre justicia y misericordia. No son dos momentos contrastantes entre sí, sino un solo momento que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor…   La misericordia no es contraria a la justicia sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer…  Si Dios se detuviera en la justicia, dejaría de ser Dios; sería como todos los hombres que invocan respeto por la ley.  La justicia por sí misma no basta, y la experiencia enseña que apelando solamente a ella se corre el riesgo de destruirla.  Por esto, Dios va más allá de la justicia con la misericordia y el perdón. Esto no significa restarle valor a la justicia o hacerla superflua, al contrario. Quien se equivoca deberá expiar la pena. Solo que este no es el fin, sino el inicio de la conversión, porque se experimenta la ternura del perdón. Dios no rechaza la justicia.  Él la engloba y la supera en un evento superior donde se experimenta el amor que está a la base de una verdadera justicia…  Esta justicia de Dios es la misericordia concedida a todos como gracia en razón de la muerte y resurrección de Jesucristo.  La Cruz de Cristo, entonces, es el juicio de Dios sobre todos nosotros y sobre el mundo, porque nos ofrece la certeza del amor y de la vida nueva.”

Misericordiae Vultus, 20

  Escuchamos la Palabra de Dios

“Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.  Pero cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; ofrecían sacrificios a los Baales y quemaban incienso a los ídolos.  ¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos!  Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba.  Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer.  Efraím volverá a Egipto y Asiria será su rey, porque rehusaron volver a mí.  La espada hará estragos en sus ciudades, destrozará los barrotes de sus puertas y los devorará a causa de sus intrigas.  Mi pueblo está aferrado a su apostasía: se los llama hacia lo alto, pero ni uno solo se levanta.  ¿Cómo voy a abandonarte, Efraím? ¿Cómo voy a entregarte, Israel? ¿Cómo voy a tratarte como a Admá o a dejarte igual que Seboím?  Mi corazón se convulsiona dentro de mí, y al mismo tiempo se estremecen mis entrañas. No daré curso al furor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque soy Dios, no un hombre; el Santo en medio de ti y no es mi deseo aniquilar…”

Libro del Profeta Oseas 11, 1-9

Un salmo para alabar.  A cada estrofa del salmo repetimos:

¡Qué grandes son tus obras, Señor,

qué profundos tus designios!

Es bueno dar gracias al Señor,

y cantar, Dios Altísimo, a tu Nombre;

proclamar tu amor de madrugada,

y tu fidelidad en las vigilias de la noche,

con el arpa de diez cuerdas y la lira,

con música de cítara.

Tú me alegras, Señor, con tus acciones,

cantaré jubiloso por la obra de tus manos.

El hombre insensato no conoce

y el necio no entiende estas cosas.

El justo florecerá como la palmera,

crecerá como los cedros del Líbano:

trasplantado en la Casa del Señor,

florecerá en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez seguirá dando frutos,

se mantendrá fresco y frondoso,

para proclamar qué justo es el Señor,

mi Roca, en quien no existe la maldad.

Salmo 92

Para reflexionar y/o compartir en grupo

  1. Pensamos en situaciones en nuestras vidas en las que reclamamos justicia o que percibimos que fueron muy injustos con nosotros.  ¿Qué sentimos en dichos momentos?  Realizamos una pequeña lista.  La compartimos en grupos de a cuatro.
  2. ¿En qué situaciones consideramos que el perdón sería superador de la justicia?  Pensemos ejemplos concretos. 
  3. Compartimos lo que nos sugiere la frase del Papa Francisco: “La justicia de Dios es su perdón”.
  4. ¿Creemos que es posible compatibilizar justicia con misericordia?  ¿De qué manera? 
  5. ¿Qué nos enseñó Jesús al respecto?  ¿En qué episodios evangélicos Jesús nos mostró que es posible entender que la misericordia va más allá de la justicia?

 

Intenciones.  A cada intención respondemos: ¡Señor de la Paciencia, te rogamos que conviertas nuestro corazón de piedra en un corazón sensible!

–        Protege al el Papa Francisco y haz que su testimonio valiente de la Misericordia de Dios sirva de unión entre todos los pueblos.  Oremos…

–        Te pedimos que la misericordia sea la regla de vida de todos los discípulos de Jesús, reunidos en su Iglesia.  Oremos…

–        Enséñanos a ser justos, pero sobre todo, ayúdanos a ser misericordiosos con nuestros hermanos. Oremos…

–        Padre, te suplicamos que salves nuestras almas, liberándolas de todas nuestras limitaciones, para que los frutos de nuestras obras sean manifestaciones de tu amor.  Oremos…

–        Te pedimos que cambies nuestras decisiones egoístas, nuestra arrogancia, nuestra tristeza y toda huella negativa que se encuentre en nuestro interior.  Oremos…

–        Te pedimos perdón por todos los aquellos a quienes hemos herido, para que por la intercesión de Jesús Misericordioso, nos ayudes a reconciliarnos con ellos y sanar sus heridas.  Oremos…

Agregamos nuestras intenciones personales y comunitarias…

 

Rezamos un Padrenuestro, un Avemaría y el Gloria.

 

Repetimos con convicción la advocación: ¡Jesús, en vos confío!  ¡Jesús, en vos confío!  ¡Jesús, en vos confío!

 

Oración: Señor de la Paciencia, por el don de tu gracia, abres las puertas de nuestro corazón, para que podamos experimentar tu consuelo y perdón.  Te rogamos que nos ayudes a ser misericordiosos con nuestros hermanos y que, por el don de la fe en Jesús, nos traigas la Salvación.  ¡Por tu gran misericordia, perdona nuestras faltas y ayúdanos a vivir conforme a tu Palabra!  Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos.  ¡Amén!  ¡Aleluya!

… Señal de la Cruz

Compromiso personal del mes.  Este mes de abril voy a reconciliarme con aquel familiar o amigo que hace tiempo que estoy distanciado.  También podré consolar a aquel prójimo que está triste, angustiado o deprimido u otro compromiso similar…

 

Para memorizar y rezar durante el mes: ¡María de Guadalupe, ayúdanos a ir más allá de la justicia, con la misericordia y el perdón!

 

La misericordia en los santos

 

Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897).  Jesús hace dulce hasta lo más amargo. Cuenta la misma Santa Teresita: “Un día, en la recreación, me dijo con aire muy satisfecho más o menos estas palabras:-¿Querría decirme, hermana Teresa del Niño Jesús, qué es lo que la atrae tanto en mí? Siempre que me mira, la veo sonreír.  ¡Ay!, lo que me atraía era Jesús, escondido en el fondo de su alma… Jesús, que hace dulce hasta lo más amargo… Le respondí que sonreía porque me alegraba verla (por supuesto que no añadí que era bajo un punto de vista espiritual).”

Un cuento para rumiar

 

EL HERIDO Y EL CAPELLÁN

Cuentan que un capellán, se aproximó a un herido en medio del fragor de la batalla y le preguntó:

–¿Quieres que te lea la Biblia?

–Primero dame agua que tengo sed, dijo el herido.

El capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en kilómetros a la redonda.

–¿Ahora? –preguntó nuevamente el capellán.

–Primero dame de comer, suplicó el herido.

El capellán le dio el último mendrugo de pan que atesoraba en su mochila.

–Tengo frío, fue el siguiente clamor, y el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña, pese al frío que calaba los huesos y cubrió al lesionado.

–Ahora sí –le dijo al capellán.  Háblame de ese Dios que te hizo darme tu último sorbo de agua, tu último mendrugo y tu único abrigo.  ¡Quiero conocerlo en su bondad…!

Adaptación – Autor desconocido

Para disfrutar del buen cine


  • TÍTULO EN CASTELLANO

ORIGEN

DIRECTOR

PROTAGONISTAS

Título Original / Otro Título

AÑO

DURACIÓN

GÉNERO

CALIFICACIÓN

  • ROMERO

USA

John Duigan

Richard Jordan / Raul Juliá

Romero, el santo del pueblo

1989

100 min

Testimonial

SAM 14

  • Sonata para un hombre bueno

alemania

F. Gallenberger

Ulrich Tukur / Daniel Brühl

John Rabe

2009

134 min

draM BIOGRAF

SAM 13

Romero.  Narra la vida de Mons. Oscar Romero (Raul Juliá), arzobispo del Salvador, que se dedicó trabajar por los más pobres, a criticar la desigualdad social y a la defensa de los derechos humanos.  Mons. Romero murió asesinado, en el año 1980; precisamente, en el momento que celebraba Misa del Domingo de Ramos, como un signo preclaro de quienes entregan sus vidas a los demás y a la causa del Evangelio.

Sonata para un hombre bueno.  Basada en hechos reales, durante la invasión japonesa a China (1937-1938).  John Rabe (Ulrich Tukur) era un empresario alemán exitoso radicado en China.  Tras la invasión de China, arriesgando su vida, sus posesiones y su prestigio, libró de la muerte a más de 200.000 chinos durante la masacre de Nanking.  Su acción decidida en defensa de toda vida humana, nos muestra cómo podemos alcanzar la justicia y el perdón a través de la misericordia.

Evangelio del día: Jesús resucitado con sus discípulos

Evangelio del día: Jesús resucitado con sus discípulos

Juan 21, 1-19. Tercer Domingo del Tiempo de Pascua. ¿Dónde encontraban los primeros discípulos la fuerza para dar este testimonio? Está claro que sólo puede explicar este hecho la presencia del Señor Resucitado con ellos. 

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban junto Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros». Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?». Ellos respondieron: «No». Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán». Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dio a Pedro: «¡Es el Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar». Simón Pedro subió a al barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres», porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». El le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». El le respondió: «Sí, Señor, saber que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras». De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 5, 27b-32.40b-41

Salmo: Sal 30(29), 2-6.11-13

Segunda lectura: Libro del Apocalipsis, Ap 5, 11-14

Oración preparatoria

Señor, Pedro te amó mucho, pero no fue fiel en tu Pasión porque el miedo lo dominó. A pesar de su caída, Tú no sólo le perdonas su traición sino que lo nombras pastor de tus ovejas. Confiado en tu misericordia hoy me acerco a Ti en esta oración, porque eres Tú la fuente de todo bien. Ayúdame a reconocer tu presencia en mi vida y a ser dócil a tus inspiraciones.

Petición

Señor, que nunca desconfíe de tu amor y misericordia.

Meditación del Santo Padre Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Quisiera detenerme brevemente en la página de los Hechos de los Apóstoles que se lee en la Liturgia de este tercer Domingo de Pascua. Este texto relata que la primera predicación de los Apóstoles en Jerusalén llenó la ciudad de la noticia de que Jesús había verdaderamente resucitado, según las Escrituras, y era el Mesías anunciado por los Profetas. Los sumos sacerdotes y los jefes de la ciudad intentaron reprimir el nacimiento de la comunidad de los creyentes en Cristo e hicieron encarcelar a los Apóstoles, ordenándoles que no enseñaran más en su nombre. Pero Pedro y los otros Once respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús… lo ha exaltado con su diestra, haciéndole jefe y salvador… Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo» (Hch 5, 29-32). Entonces hicieron flagelar a los Apóstoles y les ordenaron nuevamente que no hablaran más en el nombre de Jesús. Y ellos se marcharon, así dice la Escritura, «contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús» (v. 41).

Me pregunto: ¿dónde encontraban los primeros discípulos la fuerza para dar este testimonio? No sólo: ¿de dónde les venía la alegría y la valentía del anuncio, a pesar de los obstáculos y las violencias? No olvidemos que los Apóstoles eran personas sencillas, no eran escribas, doctores de la Ley, ni pertenecían a la clase sacerdotal. ¿Cómo pudieron, con sus limitaciones y combatidos por las autoridades, llenar Jerusalén con su enseñanza? (cf. Hch 5, 28). Está claro que sólo pueden explicar este hecho la presencia del Señor Resucitado con ellos y la acción del Espíritu Santo. El Señor que estaba con ellos y el Espíritu que les impulsaba a la predicación explica este hecho extraordinario. Su fe se basaba en una experiencia tan fuerte y personal de Cristo muerto y resucitado, que no tenían miedo de nada ni de nadie, e incluso veían las persecuciones como un motivo de honor que les permitía seguir las huellas de Jesús y asemejarse a Él, dando testimonio con la vida.

Esta historia de la primera comunidad cristiana nos dice algo muy importante, válida para la Iglesia de todos los tiempos, también para nosotros: cuando una persona conoce verdaderamente a Jesucristo y cree en Él, experimenta su presencia en la vida y la fuerza de su Resurrección, y no puede dejar de comunicar esta experiencia. Y si esta persona encuentra incomprensiones o adversidades, se comporta como Jesús en su Pasión: responde con el amor y la fuerza de la verdad.

Rezando juntos el Regina Caeli, pidamos la ayuda de María santísima a fin de que la Iglesia en todo el mundo anuncie con franqueza y valentía la Resurrección del Señor y dé de ella un testimonio válido con gestos de amor fraterno. El amor fraterno es el testimonio más cercano que podemos dar de que Jesús vive entre nosotros, que Jesús ha resucitado. Oremos de modo particular por los cristianos que sufren persecución; en este tiempo son muchos los cristianos que sufren persecución, muchos, muchos, en tantos países: recemos por ellos, con amor, desde nuestro corazón. Que sientan la presencia viva y confortante del Señor Resucitado.

Santo Padre Francisco

Regina Coeli del III Domingo de Pascua, 14 de abril de 2013

Diálogo con Cristo

Señor, sé que cuando me has pedido algo, me has dado la gracia para responder. Ayúdame a no dejar que la pereza o la irresponsabilidad me impidan cumplir tu voluntad. Tú me invitas a darme con una entrega generosa, total, radical, constante, auténtica, conquistadora y sacrificada; cuenta conmigo, Señor; con tu gracia todo es posible.

Propósito

Preferentemente en familia, hacer unos minutos de adoración ante Cristo Eucaristía.

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