
En estas catequesis, Juan Pablo II ahonda en estos aspectos, porque, según veremos más adelante, la confusión creada en el mundo de hoy sobre la identidad del sexo y, por consiguiente, del papel del padre y de la madre, exige hoy más que nunca a los cristianos el asumir su propia sexualidad como querida en el designio de Dios sobre la familia, imagen de la comunión trinitaria.
El cuerpo, que expresa la feminidad «para» la masculinidad, y viceversa, la masculinidad «para» la feminidad, manifiesta la reciprocidad y la comunión de las personas. La expresa a través del don como característica fundamental de la existencia personal.