Santa Tais, la penitente

Santa Tais, la penitente

El calendario nos presenta el 8 de octubre a la inocencia nunca perdida luchando en el amor a Cristo y en el afán de penitencia con la inocencia recobrada. Por un lado, la santa escandinava Brígida de Suecia, gloria de la corte de San Olaf, princesa por la sangre, reina por el espíritu sediento de lejanías terrenas y celestes, peregrina infatigable, que después de encerrar a su marido en un claustro para trasladarle desde allí a la gloria, baja de las nieves septentrionales, recorre la Europa central, llega hasta el fin de la tierra para visitar el sepulcro de Santiago, tuerce de dirección y penetra en el Oriente, siguiendo los caminos de su divino Crucificado, vuelve a fijar su residencia en Roma y sigue la corte de los pontífices, dejando volar a la vez su espíritu por los infinitos espacios de la teología y de la mística en maravillosas revelaciones, cuyo relato trae hasta nosotros el varonil aliento de aquella alma inquieta y apasionada (1302-1372).

Pero al lado de Brígida, margarita perenne entre los hielos del Norte, aparece la rosa de Alejandría, que después de marchitarse al contacto abrasador de los fuegos del desierto, vuelve a renacer más bella bajo la caricia de los aires de la gracia. Es Tais, la bella pecadora, que despertaba gérmenes de tentación hasta en los carcomidos anacoretas de la Tebaida. Su nombre ilustra las hagiografías antiguas y los poemas modernos. Las leyendas contaron su gesta prodigiosa y los poetas celebraron su deslumbrante hermosura. Allá en el siglo x, siglo de hierro y de oscuridad, una monja alemana, Roswita, hacía de ella la protagonista de una de sus producciones dramáticas, y frente a ella colocaba la figura austera del santo anacoreta, galán afortunado, que lograba dominar aquel veleidoso corazón.

Serapión estaba triste al ver las almas que caían en las redes de la cortesana alejandrina; pero he aquí que deja su túnica de piel de oveja y su cilicio metálico, se lava por primera vez desde hace muchos años, derrama sobre su cabeza el bálsamo hecho de resinas y flores maceradas, cubre su cuerpo con una brillante túnica de escarlata, se echa al cuello una cadena de oro, y apoyandose en su bastón de puño de marfil, emprende la marcha en dirección a la ciudad.

Tais vive en la inmensa plaza donde se juntan las dos calles principales, de sesenta metros de anchura. Su casa es elegante y señorial: pórtico de columnas y capiteles, amplio peristilo, en cuyo centro se esconden, entre palmeras, deliciosos rincones adornados y perfumados por los rosales, los terebintos y los miosotis; largos senderos de mullidas alfombras polícromas, lo más exquisito de las fábricas de Egipto y Capadocia. Serapión los pisa confiado, como si no hubiera pasado lo mejor de su vida lejos del contacto con los hombres. Una fuerza interior le guía. No ha dudado, ni ha temblado siquiera. cuando poco antes de pisar los umbrales, unos muchachos le han ponderado la seducción irresistible de la cortesana.

Hele, al fin delante de la mujer terrible. La mira sin vacilar, clavando en los ojos de ella sus ojos profundos, acostumbrados a las lejanías de los cielos y de los desiertos. Por vez primera, Tais se acobarda delante de un hombre.

—¿Quién es este desconocido enigmático? dice, volviendo la mirada, con un gesto de turbación y desprecio a la vez.

—Soy un hombre que te ama—dice el falso galán.

—¡Bah!—musita ella—; eso mismo me dicen todos.

—Pero sólo yo te lo digo sin engaño. ¡Oh Tais, Tais! ¡Qué viaje tan largo he tenido que hacer sólo por tener la dicha de hablar contigo; de verte, de gozar este momento único!

Estas palabras habían despertado una gran ,curiosidad en la bella alejandrina. Este hombre, pensaba, no es un hombre vulgar; tal vez un príncipe lejano; tal vez un poeta famoso, peregrino de aventuras… Ella, que despreciaba a los hombres, no importándole más que su dinero y su adulación, preguntaba ahora casi vencida:

—Pero ¿quién eres tú? ¿Cuál es el secreto de tu vida?

—Bien dices—respondió el solitario—; tengo cosas muy íntimas que decirte.

Y como en este momento se oyese allí cerca el rumor que levantaba el ir y venir de los esclavos, añadió:

—¿No podríamos ir a otro lugar más retirado?

—Ven—dijo Tais levantándose y cogiendo a su huésped del brazo—; aquí tengo una salita muy mona y recogida, que sólo dos conocemos: Dios y yo.

—¡Dios! ¿Pero tú crees que Dios la conoce también?

—Así debe ser, pues dicen que no se le oculta nada.

—No entiendo; pero si Dios lo ve todo, debe importarle muy poco lo que hacen los hombres, bueno o malo.

—Precisamente los filósofos y los obispos enseñan todo lo contrario.

Por estas palabras comprendió el solitario toda la inconsciencia de aquella mujer y el verdadero estado de su alma. La suya se llenó de angustia y compasión, y no pudo retener un grito que salía de lo más profundo de su alma.

—¡Oh Cristo!—exclamó—. ¡Cuán grande es la benignidad de tu paciencia con nosotros! Ves pecar a los que te conocen, y sin embargo, aguardas, aguardas para no perdernos.

Había cambiado de color, su voz temblaba y sus ojos estaban llenos de lágrimas.

—¡Desgraciada!—continuó—. Tu locura me da miedo. Lloro tu perdición. Sabes todas esas cosas, y no cesas de arrastrar las almas a la muerte.

—Pero ¿tú quién eres? ¿A qué has venido aquí? ¿Por qué me atormentas?

Así preguntaba la pobre mujer, sin acabar de comprender todavía. Temblaba, vacilaba. Serapión la veía próxima a rendirse; y continuó su obra, más esperanzado, hablando del miedo del infierno, de las dulzuras del amor de Dios, de la vanidad de los bienes terrenos. Su voz pasaba de las blandas inflexiones del amor a los terribles apóstrofes de la indignación. Sus ojos relampagueaban al describir las sendas dolorosas del pecado. La pecadora no pudo resistir. Deshecha en lágrimas, temblando como una hoja, cayó a sus pies exclamando:

—Tú eres un enviado de Dios; habla, dime lo que tengo que hacer…

—Huir—dijo el solitario—, hacer penitencia, esconderte de tus amadores.

—Huiré, haré cuanto dices; pero déjame una hora para disponer de estas riquezas.

—No te preocupes por ellas; ya habrá quien las recoja.

—No es que quiera recogerlas o dárselas a los amigos; ni los pobres mismos deben participar de ellas, porque son el precio del pecado.

Poco después, la gran ciudad, acostumbrada a todas las novedades, veía el más extraño espectáculo. En la gran plaza se alzaba una pira inmensa. Sedas de la India, púrpuras y espejos de la Fenicia, ánforas de Cádiz y Sagunto, tapices de Siria, alhajas, pulseras, anillos, muebles de maderas preciosas, collares de perlas y brillantes, alfileres y ajorcas de oro, clámides y muselinas estatuas y pinturas, todo ardía, pintando el azul del cielo de rojizos resplandores. Los curiosos se aglomeraban alrededor de las llamas, diciendo burlones:

—La famosa cortesana se ha vuelto loca.

Entretanto, Tais entraba en una trirreme y se alejaba de Alejandría siguiendo el curso del Nilo. Allá, en el fondo de la Tebaida, conocía Serapión un convento de mujeres adonde no llegaban los ruidos mundanos. En él dejó a la bella alejandrina meditando sólo ideas de penitencia. Abrió en el muro de la basílica un agujero le volvió a tapiar, y allí dejó a su discípula, sin más que un pequeño ventanillo para comunicarse con el mundo que ella tanto había amado. La pobre mujer, acostumbrada a la libertad y a los regalos, temblaba al entra en,aquella cárcel oscura, pero tan firme había sido su resolución, que ni el recuerdo de los placeres perdidos ni la perspectiva de la espantosa soledad, pudieron hace vacilar un momento su espíritu. Allí quedó abandonada a su tristeza y a la misericordia de Dios. Su alma estaba en llagas por efecto de la contrición. Sus ojos eran dos fuentes de lágrimas. El sueño huía de ellos, ahuyentado por las alas negras del cuervo de la inquietud. Ya no le importaba lo que había dejado y quemado: sólo su felicidad eterna la preocupaba. Lloraba y rezaba, sin atreverse a levantar aquellos ojos que lanzaran flechas de fuego por las calles de la ciudad. Su oración era siemp la misma. Dolorida, humilde, temblorosa, clamaba si cesar: «¡Oh Tú que me criaste, ten compasión de mi!»

La misma incertidumbre atormentaba a Serapión en su choza lejana. Muchas veces pensaba en su cautiva ¿Qué será de ella? ¿Habrá lavado ya las manchas de sus pecados? Pero he aquí que llega un discípulo suyo y dice:

—Padre, he tenido una visión. Había en el Cielo un lecho adornado de paños blanquísimos. Cerca de él, y como guardándole, estaban cuatro vírgenes hermosísimas. Encima, una claridad apacible, de la cual yo no podía apartar los ojos, «Nadie más digno de esta gloria, decía yo en mi interior, que Serapión, mi padre y maestro.»

No, hijo mío—dijo el anacoreta—, tu padre no es digno de tanta ventura. Estoy oyendo una voz que me dice: Esa gloria la destina Dios a Tais, la meretriz…

Habían pasado tres años, tres años de lágrimas y penitencias, cuando, una tarde, la reclusa oyó que la decían desde fuera:

—Tais, hija mía; ábreme el ventanillo, que quiero hablarte.

—¿Quién es? ¿Quién se acuerda de mí?

—Soy Serapión, tu padre; vengo a que me hables de la historia de tu vida y del fervor de tu arrepentimiento.

—Sólo sé decir que no he hecho nada digno de Dios. Recogía como en un ramillete mis innumerables pecados, y los ponía delante de mis ojos, pensando en los suplicios del infierno.

—Y Dios te ha perdonado, hija mia.

Dijo el monje con tal seguridad estas palabras, que la santa emparedada tuvo súbitamente la certidumbre del perdón divino. Su frente se ilumino, una oleada de agradecimiento inundó su mirada, y su corazón se ensanchaba con una felicidad que no había sentido en los días de sus mayores triunfos. Tan grande fue la alegría que aquel cuerpo gastado por la penitencia y por el tormento interior de la lucha del espíritu consigo mismo ya no pudo resistir más. Los labios de la santa purificados ya por el fuego de las jaculatorias, pudieron aún repetir una vez más su oración favorita «¡Oh Tú que me creaste, ten compasión de mi!»‘

No lejos del Nilo, en los alrededores de Antinoé, la ciudad del emperador Adriano, se encontró a principios de este siglo la tumba de Serapión el anacoreta. Su momia aparecía cubierta del tosco sayal oscuro y acompañada de las pesadas cadenas con que quiso martirizarse en la vida. Del cuello le colgaba un feo collar de hierro sosteniendo una cruz. Bajo una bóveda cercana reposaba la momia de una mujer. La durmiente había querido presentarse a Cristo con los mejores atavíos de los días de fiesta, guiada por aquel mismo pensamiento que hacía decir a San Macario: «Guardo mi vestido nuevo para comparecer delante del Señor.» Viste una túnica inferior de lino, guarnecida en los bordes de una banda de terciopelo azul con dibujos de flores de un color pálido oscuro. Sobre la túnica, un manto de lana amarillo, adornado de franjas de seda con medallones, arabescos y hojas estilizadas de tonos mortecinos. Los pies se esconden en pequeñas sandalias de cuero, con realces de filigranas doradas, entre las cuales campea la cruz, y los cabellos en una amplia gasa de color carmín, que cuelga holgadamente por la espalda. Cubriendo el rostro de la yacente había un canastillo de mimbre, que nos recuerda la costumbre primitiva de colocar la sagrada Eucaristía en los sepulcros, según aquellas palabras de San Jerónimo: «Nadie es más dichoso que aquel que guarda el cuerpo del Señor en un cestillo de mimbres.» Sus manos sostenían una rosa de Jericó, la anastásica, la flor que resucita como Jesús, símbolo de la inmortalidad. Unas tablitas de madera y de marfil, taladradas con muchos agujeros, descansaban sobre el pecho. Era un instrumento para llevar la cuenta exacta, de las oraciones: un rosario. Cerca de ellas, una cruz ansada, que en el viejo Egipto era una figura de la vida y del eterno renacimiento; y bajo cada uno de los brazos, tocando la frente con las extremidades, dos palmas, símbolo clásico de gloria y de renovación. A un lado del nicho se leía esta inscripción en letras rojas:

«Aquí descansa Tais, la bienaventurada.»

Rosarín: historia del nacimiento del rosario para niños

Rosarín: historia del nacimiento del rosario para niños

La Virgen en el cielo se paseaba muy preocupada por todos sus hijos del mundo. Los veía confundidos, equivocados y hasta alejados de Dios.

Como misionera por excelencia buscaba una solución. Un buen día mirando hacia la tierra, encontró un fraile llamado Domingo de Guzmán, el fundador de la Orden de Predicadores, o sea, los Dominicos y las Dominicas.

Pero este fraile no podía dormir pensando en la cantidad de personas que no conocían la Verdad, que es Dios mismo. Sufría por todos los que no amaban a la Madre de Dios. Pasaba horas y horas de rodillas frente al sagrario orando: ¿Qué hago para salvar las almas? Y rogaba a su madre del cielo, una vez y otra vez, dale y dale…

Oró con tanta fuerza que la Virgen se asomó a la ventana del cielo, y de repente ¡sonrió fascinada! Más de un ángel brincó de gusto al ver a la Virgen bailando tan contenta.

Fue que el Espíritu Santo le había soplado la idea para que hasta en el último rincón del mundo, por los siglos de los siglos se alabara a Dios y a su Madre (esto pone feliz a Jesús).

Enseguida la Virgen cargó al Niño Dios y apareció justo delante de Domingo mientras él seguía rezando. Le pidió que extendiera sus manos y se sacó del corazón el gran regalo para toda la humanidad: EL ROSARIO.

Y en un diálogo fabuloso unieron Padrenuestro, Ave María y Gloria y ordenaron los misterios de la vida de Jesús en: misterios de gozo, misterios de dolor, misterios de gloria. Entonces le dijo la Virgen del Rosario: Enséñale esto a todo el mundo. Ve y predica porque Dios te ha elegido para este ministerio.

Así fundó Domingo el rosario, resumen del Evangelio salido del corazón de María. Fue por los caminos alabando, bendiciendo, predicando y enseñando a ser apóstoles con el rosario.

Desde entonces han pasado 800 años y el rosario sigue siendo la fuerza misionera de la Iglesia.

Este «Rosarín», en forma de cuento para los niños, ha sido elaborado por la «Infancia misionera»

Una llamada: San Bruno, fundador de los cartujos – Con libro y recursos audiovisuales

Una llamada: San Bruno, fundador de los cartujos – Con libro y recursos audiovisuales

«Para alabanza de la gloria de Dios, Cristo, palabra del Padre por mediación del Espíritu Santo, eligió desde el principio algunos hombres, a quienes llevó a la soledad para unirlos a sí en íntimo amor. Siguiendo esta vocación el Maestro Bruno entró con seis compañeros en el desierto de Cartuja y se instaló allí».

Estatutos I.1

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¿Quién era Bruno?

Nació en Colonia hacia 1030 y llegó, siendo aún joven, a estudiar en la escuela catedralicia de Reims. Adquirido el grado de doctor y nombrado Canónigo del Capítulo de la catedral, fue designado en 1056 escoláster, es decir, Rector de la Universidad. Fue uno de los maestros más renombrados de su tiempo : «…un hombre prudente, de palabra profunda».

Bruno, se encuentra cada vez menos a gusto en una ciudad donde no escasean los motivos de escándalo por parte del alto clero e incluso del mismo Arzobispo. Después de haber luchado con éxito contra estos desórdenes, Bruno experimenta el deseo de una vida más entregada totalmente a sólo Dios.

Tras un ensayo de vida solitaria de breve duración, llegó a la región de Grenoble donde el obispo, el futuro San Hugo, le ofreció un lugar solitario en las montañas de su diócesis. En el mes de junio de 1084 el mismo obispo, condujo a Bruno y sus seis compañeros al valle selvático de Cartuja que dará su nombre a la Orden. Allí construyen su eremitorio formado por algunas cabañas de madera que se abren a una galería, que permite acceder sin sufrir demasiado por la intemperie a los lugares de vida común: La iglesia, el refectorio y el Capítulo.

Después de seis años de apacible vida solitaria, Bruno fue llamado por el Papa Urbano II al servicio de la Sede Apostólica. Creyendo su comunidad que no podía continuar sin él, primero pensó en separarse pero finalmente se dejó convencer de continuar la vida en la que había sido formada. Consejero del Papa, Bruno no se sentía a gusto en la Corte Pontificia. Permaneció solamente unos meses en Roma. De acuerdo con el Papa fundó un nuevo eremitorio en los bosques de Calabria al sur de Italia, con algunos nuevos compañeros. Allí falleció el seis de octubre de 1101.

Un testimonio de sus hermanos de Calabria: 

«Por muchos motivos merece Bruno ser alabado, pero sobre todo por uno: Fue un hombre de carácter siempre igual. De rostro siempre alegre, era sencillo en su trato. A la firmeza de un padre unía la ternura de una madre. Ante nadie hizo ostentación de grandeza, sino que se mostró siempre manso como un cordero».

La primera Regla: Guigo

«A instancias de otros eremitorios fundados a imitación de Cartuja, Guigo, quinto Prior de Cartuja puso por escrito la norma de su propósito (las «Costumbres», o usos de Cartuja, hacia 1127) que todos se comprometieron a seguir e imitar como regla de su observancia y como vínculo de caridad de la naciente familia» Estatutos I.1.

Después que una avalancha destruyó el eremitorio en 1132 sepultando siete monjes. El Prior Guigo construyó el eremitorio en el emplazamiento que tiene actualmente la Gran Cartuja.

El nacimiento de la Orden: San Antelmo

«…durante el priorato de Antelmo se reunió el primer Capítulo General (1140) al cual se sometieron para siempre todas las casas, junto con la misma casa de Cartuja» Estatutos I.1.

Por lo tanto a partir de 1140 la Orden de los cartujos nació oficialmente y así quedó situada entre las grandes instituciones monásticas de la Edad Media.

Las monjas

«Por aquel entonces, las monjas de Prebayón abrazaron también espontáneamente el modo de vida cartujano» Estatutos I.1.

La incorporación tuvo lugar hacia 1145 y fue el comienzo de la rama femenina de la familia cartujana.

Artículo original en la web de la Orden de los Cartujos.

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San Francisco y Santa Clara de Asís en el cine: cuatro grandes producciones

San Francisco y Santa Clara de Asís en el cine: cuatro grandes producciones

Francisco inicia el Cántico así: «Altísimo, omnipotente y buen Señor… Alabado seas… con todas las criaturas». El amor por toda la creación, por su armonía. El Santo de Asís da testimonio del respeto hacia todo lo que Dios ha creado y como Él lo ha creado, sin experimentar con la creación para destruirla; ayudarla a crecer, a ser más hermosa y más parecida a lo que Dios ha creado. Y sobre todo san Francisco es testigo del respeto por todo, de que el hombre está llamado a custodiar al hombre, de que el hombre está en el centro de la creación, en el puesto en el que Dios —el Creador— lo ha querido, sin ser instrumento de los ídolos que nos creamos. ¡La armonía y la paz! Francisco fue hombre de armonía, un hombre de paz.

Santo Padre Francisco

Homilía en la Plaza de San Francisco, Asís, 4 de octubre de 2013.

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Con ocasión de la fiesta de san Francisco de Asís, que la Iglesia celebra el 4 de octubre, os ofrecemos cuatro grandes producciones sobre la vida de nuestro queridísimo santo.

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Fichas de las películas en IMDb

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Documental y película sobre san Francisco de Asís

Documental y película sobre san Francisco de Asís

Lo que es el hombre delante de Dios, eso es, y no más.

San Francisco de Asís

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Con motivo del día de san Francisco de Asís os proponemos para este fin de semana el visionado de dos obras audiovisuales acerca de este santo de la Iglesia. No solo se trata de que conozcamos esta figura del cristianismo, sino, mucho mejor, que la comprendamos para que nosotros mismos podamos comprender nuestra relación con Dios, pues, en palabras de Yve Congar: «Hay en nuestras vidas un momento en que se nos ofrece la ocasión, o se nos dirige la invitación a realizar un acto por el que, si aceptamos esa onerosa llamada, nos sobrepasaremos a nosotros mismos abandonándonos a un porvenir oscuro, cuyas exigencias o consecuencias eventuales nos espantan. Por pequeño que sea, en sí mismo, el acto que se nos pide, lleva consigo la aceptación y el programa de nuestro futuro, o la negativa de una renuncia total y de una conversión radical».

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Documental «Sobre la vida de san Francisco de Asís»

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La vida de san Francisco de Asís – Audiovisual animado

La vida de san Francisco de Asís – Audiovisual animado

Se ha dicho que Francisco representa un alter Christus, era verdaderamente un icono vivo de Cristo. También fue denominado «el hermano de Jesús». De hecho, este era su ideal: ser como Jesús; contemplar el Cristo del Evangelio, amarlo intensamente, imitar sus virtudes. En particular, quiso dar un valor fundamental a la pobreza interior y exterior, enseñándola también a sus hijos espirituales. La primera Bienaventuranza en el Sermón de la montaña —Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3)— encontró una luminosa realización en la vida y en las palabras de san Francisco. Queridos amigos, los santos son realmente los mejores intérpretes de la Biblia; encarnando en su vida la Palabra de Dios, la hacen más atractiva que nunca, de manera que verdaderamente habla con nosotros. El testimonio de Francisco, que amó la pobreza para seguir a Cristo con entrega y libertad totales, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior para crecer en la confianza en Dios, uniendo asimismo un estilo de vida sobrio y un desprendimiento de los bienes materiales.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Audiencia General del miércoles, 27 de enero de 2010

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La vida de san Francisco de Asís

Dibujos para colorear de los ángeles custodios

Dibujos para colorear de los ángeles custodios

Con motivo de la fiesta de los Santos Ángeles Custodios, el día 2 de octubre, os ofrecemos las siguientes láminas para que los niños de la familia se diviertan coloreando a los ángeles, custodios de nuestra vida en la tierra.

Podéis acceder a las láminas en tamaño real pulsando sobre los títulos de cada imagen y sobre las propias imágenes.

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Colorea los ángeles custodios

Ángeles custodios – Lámina 1 Ángeles custodios – Lámina 2
angel_custodio_01_thumb Ángeles - Lámina 2
Ángeles custodios – Lámina 3 Ángeles custodios – Lámina 4
Ángeles - Lámina 3 Ángeles - Lámina 4
Ángeles custodios – Lámina 5 Ángeles custodios – Lámina 6
Ángeles - Lámina 5 Ángeles - Lámina 6
Ángeles custodios – Lámina 7 Ángeles custodios – Lámina 8
Ángeles - Lámina 7 Ángeles - Lámina 8
Ángeles custodios – Lámina 9 Ángeles custodios – Lámina 10
Ángeles - Lámina 9 Ángeles - Lámina 10

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Catequesis-Guía didáctica sobre el Santo Rosario: El Rosario en familia

Catequesis-Guía didáctica sobre el Santo Rosario: El Rosario en familia

 

Además de oración por la paz, el Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia. Antes esta oración era apreciada particularmente por las familias cristianas, y ciertamente favorecía su comunión. Conviene no descuidar esta preciosa herencia. Se ha de volver a rezar en familia y a rogar por las familias, utilizando todavía esta forma de plegaria.

Si en la Carta apostólica Novo millennio ineunte he alentado la celebración de la Liturgia de las Horas por parte de los laicos en la vida ordinaria de las comunidades parroquiales y de los diversos grupos cristianos, deseo hacerlo igualmente con el Rosario. Se trata de dos caminos no alternativos, sino complementarios, de la contemplación cristiana. Pido, por tanto, a cuantos se dedican a la pastoral de las familias que recomienden con convicción el rezo del Rosario.

La familia que reza unida, permanece unida. El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios.

Muchos problemas de las familias contemporáneas, especialmente en las sociedades económicamente más desarrolladas, derivan de una creciente dificultad para comunicarse. No se consigue estar juntos y a veces los raros momentos de reunión quedan absorbidos por las imágenes de un televisor. Volver a rezar el Rosario en familia significa introducir en la vida cotidiana otras imágenes muy distintas, las del misterio que salva: la imagen del Redentor, la imagen de su Madre santísima. La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino.

San Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, n. 41

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Las recomendaciones de la Iglesia

León XIII destacó ampliamente la importancia del rezo en familia para el bien del matrimonio y de la familia.

San Pío X afirmaba: «Si queréis que la paz reine en vuestras familias y en vuestra patria, rezad todos los días el Rosario con todos los de casa».

El beato Pablo VI recomendaba: «Deseamos vivamente que, cuando un encuentro familiar se convierta en tiempo de oración, el Rosario sea su expresión frecuente y preferida» (Maríalis cultus, n. 54).

San Juan Pablo II proclama en su Carta Apostólica Rosarium Virginis Maríae (16 de octubre de 2002) «El Rosario es, desde siempre, una oración de la familia y por la familia… Se ha de volver a rezar en familia y a rogar por las familias, utilizando todavía esta forma de plegaria. La familia que reza unida, permanece unida. El santo Rosario, por antigua tradición, es una ora­ción que se presta particularmente para reunir a la familia… La familia que reza unida el Rosario reproduce en cierto modo el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino. Es hermoso y fructuoso confiar también a esta oración el proceso de crecimiento de los hijos… Rezar con el Rosario por los hijos, y, mejor aún, con los hijos (nn. 41-42).

Benedicto XVI invita a releer la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae del Siervo de Dios Juan Pablo II e invita a llevar a la práctica sus indicaciones a nivel personal, familiar y comunitario (Angelus 2. 10. 05)

Igualmente, invita a los recién casados, a «hacer del rezo del Rosario en familia un momento de crecimiento espiritual bajo la mirada de la Virgen María» (Audiencia General 17. 05. 06).

Francisco nos dice: «En el mes de mayo, quisiera recordar la importancia y la belleza de la oración del santo Rosario. Rezando el Ave María, somos conducidos a contemplar los misterios de Jesús, es decir a reflexionar sobre los momentos centrales de su vida, para que, como para María y para san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y de nuestras acciones. ¡Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, se rezase juntos en familia, con los amigos, en Parroquia, el santo Rosario o alguna oración a Jesús y a la Virgen María! La oración en conjunto es un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad! ¡Aprendamos a rezar cada vez más en familia y como familia!»

Ayuda a la santificación de la familia

La familia necesita rezar y orar para perseverar en la gracia, para ser fiel a los fines del matrimonio y para vivir unidos.

El rezo del Rosario ayuda a la familia a perseverar en la gracia porque estimula a acudir con frecuencia a los sacramentos, centrados en la Eucaristía. La familia no puede mantenerse si no se apoya en la gracia y en la oración.

El rezo del Rosario ayuda a la familia a ser fiel a los fines del Matrimonio porque alimenta los criterios de fe sobrenatural, alienta la esperanza que se apoya en Dios y favorece el verdadero amor como entrega y comunión.

El rezo del Rosario favorece la unión de la familia porque intensifica la unión con Cristo y en Él, todos somos uno. La familia fundamenta su unión en Cristo.

Vive el clima de la Sagrada Familia

La familia cristiana que reza el Rosario no sólo rememora el estilo de vida de Nazaret, sino que trata de hacerlo vida imitando las virtudes de la Virgen Madre, de San José como padre tutelar y del Niño Jesús, el mejor de los hijos.

El padre de familia aprenderá de San José a cumplir la voluntad de Dios en la entrega amorosa su mujer y a sus hijos, en el desvelo, en la atención, en el diálogo, en el saber escuchar, en el trabajo, en el perdón, en la paz, en la alegría…

La madre de familia aprenderá de la Virgen María a vivir entregada a su marido como a Cristo, tratando de complacerle, de ayudarlo, de comprenderlo, de compartir responsabilidades en clima de caridad, humildad, paz y alegría.

Los hijos de familia aprenderán de Jesús a amar a sus padres, a acoger sus enseñanzas, a obedecer, a estudiar y trabajar, a ayudarlos, a compartir… a vivir en serenidad, paz y alegría.

Conclusión

La familia que reza el Rosario permanece unida. Unida a Cristo y a la Iglesia porque perseveran en la gracia ayudados por la oración del Rosario. Unidos entre si porque actúa la gracia propia del sacramento del Matrimonio.

La familia que reza el Rosario da testimonio ante el mundo de la alegría de su matrimonio –hombre y mujer- , unido para siempre, y de la aceptación gozosa de los hijos que Dios le regala.

La familia que reza el Rosario afronta con espíritu sobrenatural los momentos de dolor y los de gozo aceptando la voluntad de Dios como Padre.

La familia que reza el Rosario en familia vive centrada en Cristo y es ampliamente bendecida por la Virgen que la sostiene y le ayuda a recorrer el camino de la santificación y salvación.

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¿Tendré Vocación?

¿Tendré Vocación?

Con motivo de la 50 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, la Conferencia Episcopal Española ha publicado una sección monográfica dedicada a este día. Además de este artículo que publicamos aquí, podréis encontrar numerosos artículos y recursos sobre el tema, y un apartado dedicado exclusivamente a la catequesis para niños, adolescentes y adultos.

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¿Tendré Vocación?

Cualquier joven responsable se plantea el futuro de su vida: piensa en una profesión, si va a fundar una familia, etc.

Un joven cristiano también se plantea la vida, pero preguntándose: ¿Qué espera Dios de mí? Sabe que Dios quiere la felicidad de cada persona y es capaz de dársela. Vocación significa «llamada»: es lo que Dios está llamando a cada uno.

Por la fe estamos todos llamados a vivir la vocación cristiana: ser testigos del amor de Dios en nuestro ambiente, en el trabajo, la familia, etc. Pero hay tres formas de vivir la vocación cristiana:

La vocación de laicos: Los cristianos que ejercen una profesión, viven en medio de la sociedad, se casan normalmente, fundan una familia y en todo tratan de construir el mundo segùn los planes de Dios.

La vocación sacerdotal: Los cristianos que reciben el sacramento del Orden para hacer presente a Jesucristo mediante la predicación de la Palabra de Dios, la celebración de los Sacramentos y el cuidado pastoral de la comunidad (parroquia, grupos, etc.). Para ello se preparan en el Seminario durante seis años y ofrecen su vida en una dedicación total, renunciando a constituir una familia y optando por el celibato consagrado a fin de imitar a Jesucristo y servir más plenamente a todos.

La vocación de vida consagrada: Consagrar la vida al servicio de Dios y de los demás, mediante la ofrenda de los tres votos o consejos evangélicos, a imitación de Jesucristo: la pobreza, la obediencia viviendo en fraternidad y la virginidad consagrada. Esta consagración se puede vivir de dos maneras:

Institutos de vida religiosa: Viven en comunidad y son variados, porque cada uno actualiza y se fija en algún aspecto de la vida de Jesús: la oración (los monjes y monjas contemplativos), el servicio a los pobres, la enseñanza, las obras de misereicordia, la predicación (religiosos y religiosas de vida activa).

Institutos seculares: Se parecen a los religiosos en que profesan los consejos evangélicos, pero se parecen a los laicos en que trabajan y viven en medio de la sociedad, sin llevar distintivos, sino distinguiéndose por su entrega y radicaclidad evangélica a fin de santificar el trabajo del mundo y las relaciones sociales.

Tanto la vocación sacerdotal como la vida consagrada suponen optar por el de celibato por el Reino los Cielos. No se renuncia al amor. Se experimenta el amor de Dios, se le elige a Él como el Amor absoluto de la vida y se ama a los demás por amor a Dios.

Imprescindible para una buena elección

1. Querer cumplir la voluntad de Dios y amarlo sobre todas las cosas.

2. Examinar a qué vocación te llama Dios, teniendo en cuenta tus cualidades y tus sensibilidades, a la vez que las necesidades que hay en el mundo.

3. Orar, consultar con algún sacerdote o persona consagrada.

4. Decidirse, sabiendo que Dios nos necesita para servir a los demás y quiere y puede hacernos felices en nuestra entrega.

 

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Fuente original: CEE – Conferencia Episcopal Española