Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo.

El Laicado

El Laicado es una dimensión esencial en la estructura de la Iglesia. La revalorización del laicado ha sido una de las grandes aportaciones del Concilio Vaticano II que proclamó «la plena pertenencia de los fieles laicos a la Iglesia y a su misterio y el carácter peculiar a su vocación, que tiene en modo especial la finalidad de buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios» (cf. ChL 9).

La inmensa tarea que ha de realizar la Iglesia en nuestros días, hace necesarias muchas formas de presencia y de acción para llevar el mensaje del evangelio a las variadas condiciones de vida de los hombres de hoy, como son el campo cultural, social, educativo y profesional. (cf. ChL 26). Corresponde al Obispo, además de estimular en toda la Diócesis las diversas formas de apostolado, coordinarlas entre sí, para que estas vayan de acuerdo en la acción pastoral y resalte con más claridad la unidad de la Diócesis (cf. ChD 17).

Así mismo, los laicos están llamados a presentar al obispo su parecer sobre los asuntos espirituales y temporales de la Iglesia, a través del diálogo personal y de los cauces establecidos y prestar su colaboración en organismos eclesiales de ámbito diocesano, arciprestal, parroquial…


Agrupaciones laicales

Aunque «cada cristiano está llamado a ejercer el apostolado individual en las variadas circunstancias de su vida […], sin embargo, dada la condición social del hombre y la dimensión comunitaria de la fe, los cristianos han de ejercer el apostolado aunando sus esfuerzos. El apostolado organizado responde adecuadamente a las exigencias humanas y cristianas de los fieles, y es al mismo tiempo signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo» (AA 18). La llamada de los pastores a los fieles en este sentido, es permanente y apremiante.

El apostolado comunitario encuentra su primer campo inmediato e ineludible en la familia, en la parroquia y en la diócesis. Más allá de estos espacios fundamentales, los cristianos pueden ejercer el apostolado asociado incorporándose en algunas de las asociaciones existentes o erigir, bajo la iluminación del Espíritu, otras nuevas; siempre evitando la dispersión de las fuerzas.

Las asociaciones son la materialización del derecho fundamental reconocido a todos los bautizados, de fundar, dirigir asociaciones para fines de caridad o piedad o para fomentar la vocación cristiana en el mundo.

El Código clasifica las asociaciones en «públicas» y «privadas» atendiendo a sus relaciones con la jerarquía. Todas las asociaciones deben tener sus estatutos propios, aprobados y oportunamente revisados por la autoridad eclesiástica. Si lo desean, pueden obtener también la personalidad jurídica en la ley civil. Corresponde a la autoridad eclesiástica competente erigir asociaciones de fieles que se propongan fomentar la doctrina cristiana en nombre de la Iglesia, promover el culto público u otros fines reservados por su naturaleza a la autoridad eclesiástica.

Aunque gozan de autonomía, corresponde al Ordinario cuidar de que en las asociaciones se conserve la integridad de la fe, y evitar que se deriven abusos en la disciplina eclesiástica. «Puede, además, la autoridad eclesiástica, por exigencia del bien común de la Iglesia, de entre las asociaciones y obras apostólicas elegir algunas y promoverlas de un modo peculiar» (AA 24). De entre las asociaciones, merecen hoy especial atención:


Los Movimientos Apostólicos:

Son organizaciones de apostolado seglar, generalmente especializados, que responden, en cuanto a la procedencia de sus miembros, actividades apostólicas, metodología… a medios y ambientes sociales concretos. Su misión es la evangelización de los ambientes donde se mueven sus militantes, en comunión con la Iglesia particular y las parroquias respectivas.


Las Pequeñas comunidades:

Nacen de la necesidad de vivir con mayor intensidad la vida de la Iglesia, o del deseo de buscar un encuentro humano más cercano que difícilmente pueden ofrecer las comunidades eclesiales más grandes. Pueden ser consideradas como lugar de evangelización, que ayuda a la diócesis y a la parroquia, en la medida que buscan alimentarse de la Palabra de Dios y no se dejan aprisionar por una polarización política o ideológica; evitan la contestación sistemática, el peligro de aislarse, o el orgullo de sentirse los únicos o los mejores.


La Vida Consagrada

Reviste especial importancia la presencia, y la colaboración de las personas consagradas en la fisonomía de la Iglesia Diocesana y el desarrollo de su vida pastoral. La vida consagrada «no es un estado intermedio entre los clérigos y los laicos, sino que, de uno y otro, algunos cristianos son llamados por Dios para poseer un don particular en la vida de la Iglesia y para que contribuyan a la misión salvífica de ésta» (LG 43).

Las personas consagradas, siguiendo a Cristo por el camino de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, y con la rica y multiforme variedad de los carismas peculiares de cada Instituto, representan una gran riqueza para la Iglesia Diocesana.

Los fieles diocesanos deberán estimar en su justo valor la vida consagrada, conocer los carismas de los Institutos existentes en la Diócesis, y apoyar con su aliento y oración el fiel cumplimiento de los mismos.

Por su parte, los consagrados, tratarán también de conocer, respetar y valorar las características peculiares de la Iglesia diocesana, y en concreto, de la parroquia y de la zona donde ejercen su carisma, sintiéndose miembros de la misma y prestar la colaboración personal y comunitaria que puedan ofrecer, así como tener conocimiento de la espiritualidad del presbítero diocesano y del laico.

Existen también otras formas de vida consagrada, como son los Institutos Seculares y las Sociedades de Vida Apostólica, cuyos miembros, insertos en las realidades temporales, viven de forma asociada o individual, su peculiar entrega a Dios. A estas formas se asemeja el Orden de las Vírgenes que, consagradas a Dios por el Obispo Diocesano, se entregan al servicio de la Iglesia.


*  *  *

Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


*  *  *

Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (I)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo.

Curia diocesana

Para llevar a cabo con la mayor eficacia y prontitud las distintas acciones pastorales, la Iglesia establece como ayuda del obispo, una serie de organismos y personas, que, de modo estable, cooperan en el gobierno de la diócesis. Todos estos elementos forman una estructura que recibe el nombre de Curia Diocesana (canon 464). Para desempeñar estos puestos, unas personas han de ser necesariamente sacerdotes y en otros casos, pueden ser ocupados indistintamente por cualquier miembro del pueblo de Dios, capacitado para ejercerlo. De esta forma, la Curia es un espacio adecuado para ejercitar la corresponsabilidad que todos los bautizados tienen en la misión de la Iglesia.

En la labor pastoral de su Diócesis, el Obispo cuenta con la ayuda inmediata de los vicarios: general, episcopales y de justicia, quienes, dentro de los cauces que señala la legislación eclesiástica, prestan su colaboración en el gobierno de toda la diócesis, en un sector pastoral o territorial de la misma, y en el campo de la justicia respectivamente. También cuenta con la colaboración personal del Canciller Secretario, Notarios, Ecónomo Diocesano, Delegados y Directores de Secretariados y otros cargos de la Curia, que ejercen sus funciones de acuerdo con lo dispuesto en el Código de Derecho Canónico y las normas diocesanas.

Así mismo, para su debido asesoramiento, cuenta el Obispo con diversos ORGANISMOS Y CONSEJOS, cuyos cometidos y líneas de funcionamiento se rigen por las normas del derecho canónico y de forma más concreta, por su propia reglamentación diocesana.

De estos, los más importantes son:

a) El Consejo Presbiteral, que representa colegialmente a todo el presbiterio diocesano y que tiene como fin asesorar al obispo en las cuestiones más importantes de la marcha de la diócesis, y de ser expresión de la comunión que debe existir entre los sacerdotes y el obispo y de estos entre sí.

b) El Colegio de Consultores que, constituido por un grupo de sacerdotes elegidos por el obispo de entre los miembros del consejo presbiteral, tiene por oficio asesorar al obispo en asuntos de especial atención y de elegir al administrador diocesano cuando se encuentre vacante la sede episcopal.

c) Consejo Diocesano de Pastoral, que compuesto por un número adecuado de sacerdotes, miembros de la vida consagrada y sobre todo laicos, tienen por cometido asesorar corporativamente al prelado en las líneas generales de la acción pastoral que se ha de seguir en la diócesis.

d) Consejo de Asuntos Económicos, que constituido por varios miembros, preferentemente laicos, expertos en la materia, ayudan al obispo en la gestión de los bienes diocesanos.

e) Cabildo de Canónigos. Dentro de la Iglesia particular destaca, por su significado, la Catedral. Es considerada como la Iglesia Madre de toda la Diócesis, sede cátedra del obispo y lugar, donde de forma especial, se expresa junto al obispo la comunión de la Iglesia particular. Al Cabildo de Canónigos corresponde atender a la Catedral en sus funciones litúrgicas, de acuerdo con lo establecido por la legislación eclesiástica y sus propios estatutos.

f) Delegaciones y Secretariados diocesanos. Toda la acción pastoral de la diócesis se enmarca en áreas en las que se integran las delegaciones y secretariados, que tienen como misión fomentar las diferentes actividades pastorales. Tienen como funciones concretas: promover las acciones y campañas correspondientes, dar a conocer las directrices y novedades de la Iglesia al respecto, coordinar los trabajos existentes y ofrecer la orientación y el asesoramiento pertinente. Al frente de las mismas se encuentra un delegado o director, sacerdote o laico, según convenga.

g) Centro de Estudios Teológicos. La Diócesis de Tenerife está comprometida con la formación teológica no solo de los futuros sacerdotes, sino también de los laicos que deseen obtener una adecuada capacitación académica, en el Centro de Estudios Teológicos, a través de los diversos cauces de formación.


*  *  *

Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


*  *  *

Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: niveles estructurales

Las estructuras de la Iglesia diocesana: niveles estructurales

La Diócesis

El mejor punto de vista para analizar las diversas estructuras de la Iglesia, es la Diócesis o Iglesia Particular. En la Iglesia particular se hace concreta y tangible la Iglesia de Cristo. Normalmente, es el único cauce que tiene el cristiano para encontrarse con Cristo y trabajar por Él. La Diócesis es la actualización y revelación a nivel local de la Iglesia de Cristo con toda la riqueza misteriosa de las estructuras con que Él la dotó.

El decreto ChD 11 ofrece la definición de la diócesis y presenta los elementos que la constituyen, que no son otra cosa que la concretización de aquellos con que Cristo constituyó a su Santa Iglesia: a) Es una porción del pueblo de Dios; b) confiada al Obispo para ser apacentada con la colaboración de sus presbíteros; c) reunida en la comunión del Espíritu Santo; d) congregada por el Evangelio; e) en torno a la Eucaristía.

La Iglesia de Cristo, siendo una y única en todas partes, sin embargo, se encarna de hecho en las Iglesias particulares, constituidas por una determinada porción de la humanidad concreta, que habla una lengua, es tributaria de una herencia cultural, de una visión del mundo, de un pasado histórico, de un substrato humano determinado (EN 62). Todas estas circunstancias dan a los elementos comunes de la Iglesia una fisonomía peculiar que contribuye a expresar la rica variedad de la catolicidad de la Iglesia. De este modo, Cristo, el Señor, expresa y prolonga en el tiempo su encarnación. La fidelidad a Cristo lleva al cristiano a aceptar la forma concreta en que él sale al encuentro del hombre en la Diócesis.


El Pueblo de Dios

La primera afirmación que se hace de la Diócesis es su condición de Pueblo de Dios. Este pueblo tiene como base la igual dignidad de todos sus miembros como consecuencia del único bautismo (cf. 1Pe 2,9-10). El concepto de pueblo no hace referencia vaga a la colectividad en general, sino que fija su atención en las personas que lo forman. El pueblo se constituye en virtud de la respuesta de fe que da el hombre a la llamada del Señor. Esto lleva consigo la necesidad de despertar la conciencia eclesial y facilitar la corresponsabilidad de cada cristiano.

La comunidad diocesana, porción del Pueblo de Dios, se encuentra unificada y diversificada básicamente en tres estados de vida que expresan las multiformes riquezas de los carismas del Espíritu Santo: El ministerio ordenado, el estado laical y la vida consagrada.


El Obispo diocesano

El Obispo es el principio y fundamento visible de la unidad diocesana (LG 23). Al obispo se le encomienda la función de mantener en la Iglesia diocesana los elementos por los que ella es diócesis (ChD 11), de tal modo que, en expresión de San Cipriano, «una Iglesia es un todo unido al obispo».

La misión episcopal se perfila en los documentos conciliares con dos líneas de orientación definidas:

1) COMO PASTOR DE LA IGLESIA LOCAL, le corresponde la edificación de la comunidad diocesana mediante su ministerio pastoral con la colaboración de su presbiterio, y en ella aparece como su centro y artífice, con los oficios de: maestro (LG 25; EN 68); santificador (ChD 15); sacerdote (SC 15); legislador (SC 27); director y coordinador del apostolado (ChD 23); moderador y promotor de la vida litúrgica (ChD 15), y de todas las actividades pastorales (ChD 17); alentador de la caridad (LG 27).

A los fieles se les pide: unión con el Obispo (LG 27); obediencia cristiana (SC 21); participación litúrgica con él (LG 41); aceptación de su magisterio (LG 25); oración por él (LG 37); cooperación en el apostolado y asesoramiento personal e institucionalizado.

2) COMO MIEMBRO DEL COLEGIO EPISCOPAL, le corresponde al Obispo en comunión con todos los obispos, bajo la autoridad del Romano Pontífice, la solicitud por todas las iglesias del mundo. Mediante el obispo diocesano, la iglesia particular que él preside, vive su comunión con las otras Iglesias particulares y con la Iglesia Universal, así como con el Romano Pontífice, «que ostenta también la primacía de potestad ordinaria sobre todas las iglesias particulares» (canon 333), acogiendo sus enseñanzas y velando por la disciplina de la Iglesia Universal, a través de los cauces establecidos: visitas «ad limina», concilios, sínodos, conferencias episcopales, conferencias regionales… y otras relaciones ocasionales a nivel personal o corporativo.


Los Presbíteros

Junto al obispo se encuentran los presbíteros «diligentes cooperadores del orden episcopal y ayuda e instrumento suyo» (LG 28), que bajo la guía del Obispo, constituyen el Presbiterio Diocesano. Bajo la autoridad del Obispo, santifican y rigen la porción de la grey del Señor a ellos encomendada. El obispo ha de tratarlos como hermanos y amigos y consultarles personalmente, o de forma institucionalizada, sobre temas pastorales.


Los Diáconos

A continuación de los presbíteros, se encuentran los diáconos que, «confortados con la gracia sacramental, en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad» (LG 29).


Seminario diocesano

El seminario es una comunidad cristiana educativa, erigida por el Obispo, que proporciona a los que manifiestan tener vocación sacerdotal, el discernimiento y la formación necesaria según las normas de la Iglesia y las directrices del obispo diocesano en orden a formar los futuros pastores del Pueblo de Dios en esta Iglesia Diocesana.


*  *  *

Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


*  *  *

Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras de la Iglesia

Principio de catolicidad

Todos los cristianos, presentes en las Iglesias particulares, no han de perder de vista la universalidad del pueblo de Dios al que pertenecen y al que están llamados a formar parte todos los hombres. Juntamente con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad se ha de mirar por el bien común de toda la Iglesia. De aquí se derivan, entre las diversas Iglesias, unos vínculos de íntima comunicación de bienes en lo que respecta a riquezas espirituales, operarios apostólicos y ayudas temporales (cf. LG 13).


Principio del bien común

El bien común de la Diócesis prevalece sobre el bien particular, tanto de las comunidades que la integran, como de las personas que la encarnan. Para determinar este bien común, bajo la guía del Obispo ha de conocerse la situación de la diócesis, recurriendo al consejo de los fieles en sus distintos estados y situaciones y valiéndose de los procedimientos técnicos actuales.


Principio de unidad

Bajo el cuidado del Obispo, principio y fundamento visible de la unidad de la Iglesia, se ha de velar por la unidad de la comunidad cristiana. Esta unidad admite legítimas diversidades, que al Obispo corresponde discernir.


Principio de corresponsabilidad

Todos los cristianos, tanto singularmente como asociados entre ellos, tienen el derecho y el deber de colaborar en la misión de la Iglesia, según la propia vocación y los dones del Espíritu Santo. Se ha de reconocer y preservar la sana multiplicidad de iniciativas, y la justa libertad de los individuos y de los grupos, animándolos a que asuman conscientemente las tareas de colaboración eclesial que hayan aceptado de sus pastores.


Principio de subsidiariedad

Los responsables no han de concentrar en su persona todo el quehacer. Deben saber compartir las responsabilidades con otros colaboradores y ser respetuosos de las legítimas competencias de cada uno.


Principio de coordinación

Mientras, por una parte, se ha de estimular, animar y acrecentar las fuerzas que operan en la diócesis, estas deben ser coordinadas entre sí bajo la legítima autoridad; así se evitan dispersiones dañinas, repeticiones inútiles y discordias destructivas.


Principio de idoneidad

La elección de los colaboradores, debe estar animada por criterios sobrenaturales. Prioritariamente se ha de mirar el bien del pueblo, respetando la dignidad de las personas y utilizando su capacidad en el modo más justo y útil posible, asignando la persona idónea para el puesto adecuado.


*  *  *

Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


*  *  *

Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: características de las estructuras eclesiales

Las estructuras de la Iglesia diocesana: características de las estructuras eclesiales

Consistencia

Las estructuras tienen su consistencia en Cristo. «El mantiene en el mundo a su Iglesia Santa» (LG 8) y mediante el Espíritu Santo le sigue comunicando la verdad y la vida. Cristo es el que da vida a la Iglesia y la constituye en sacramento de salvación para todo el género humano. «Solamente Cristo es el mediador y el camino de salvación, presente a nosotros en su cuerpo, que es la Iglesia» (LG 14). Cualquier estructura desconectada de Cristo en su origen, o si no lleva a Cristo como finalidad, se convierte en algo vacío y carente de sentido. No tiene otros ideales ni se le ha encomendado otra misión, que la de comunicar a los hombres la buena nueva de la salvación realizada por Cristo.


Organización

Las estructuras responden a una Iglesia organizada y Jerárquica. La Iglesia no es una reunión que nace de la voluntad de los que creen en Cristo y actúan espontáneamente, sino que «ha sido establecida y organizada en este mundo como una sociedad, que subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él» (LG 8).


Humildad y pobreza

Son estructuras de una Iglesia peregrina que, en su vida y en su talante, están al servicio de la comunión y de la misión que Cristo efectuó en pobreza, humildad, sacrificio, obediencia y servicio abnegado; de modo que «aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo» (LG 8).


Transparencia

Las estructuras han de ser lo más transparentes y sencillas posibles para que dejen percibir que sólo son medios al servicio de la comunión del hombre con Dios.


Servicio y solidaridad

Servidora y solidaria como instrumento y prolongación de Cristo que «fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos para buscar y salvar lo que estaba perdido; así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana […], se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo» (LG 8).


Trascendencia

No busca su fuerza en su perfecto entramado o en la calidad o cantidad de las personas que la integran, sino en la fuerza del Espíritu Santo, la presencia de Cristo, la perseverancia en la Oración y en la comunión fraterna (Hch 42,46). Las estructuras, por tanto, valen en la medida en que cumplen la doble tarea de respuesta a la llamada de Dios y de testimonio ante los hombres. Trascendencia y encarnación son elementos esenciales y constituyentes, no solo de la estructura personal de Cristo, sino de cualquier estructura que se derive de Él y de su mensaje.


Revisión

Las estructuras nunca podrán ser un fin sí mismas. Por ello, necesitan de una constante revisión y renovación, ya que «la Iglesia encierra en su seno a pecadores y, siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación» (LG 8). Como estructuras humanas, están expuestas a la rutina, la decadencia, el cansancio, así como a la suficiencia y satisfacción narcisista en las mismas.

Sin embargo, aunque la revisión es una necesidad permanente, no puede constituirse en un ídolo que acapare la atención primordial del cristiano. Ante este deber, podríamos tener en cuenta las líneas señaladas por el teólogo Congar al respecto: «Primacía de la caridad y de lo pastoral; permanencia en la comunión; la paciencia y el respeto en las demoras; el retorno al principio de la tradición, no el retorno a la introducción de una novedad mediante una adaptación mecánica».

Nuestra fidelidad a Cristo ha de situarnos ante las siguientes preguntas: ¿Qué mediaciones son las que dan cuerpo verdadero a nuestra fidelidad a Cristo?; es decir, ¿cuáles son los signos, las cosas, los hechos a través de los cuales podemos descubrir la comunión ofrecida y mantenida ininterrumpidamente por Dios para con los hombres? ¿Cuáles son los signos, las cosas, los hechos mediante los cuales acogemos esa comunión establecida y testimoniamos nuestra permanencia en ella, es decir nuestra fidelidad a Él? ¿A través de qué acciones y formas de inserción en el mundo podemos seguir siendo testigos de Cristo?

Como han dicho los obispos de la Conferencia Episcopal Española: «Es necesario que en todas partes surja una mentalidad nueva, una visión abierta y comprensiva de la Iglesia que abarque toda su realidad y en la que todos encuentren su sitio y función. Necesitamos promover estructuras representativas, previstas y alentadas por el Concilio Vaticano II que faciliten la incorporación y la articulación de los diferentes sectores y de las numerosas instituciones en la unidad variada y viviente de la única Iglesia. Y esto, desde los niveles básicos de la parroquia, hasta los más amplios de la Diócesis» (TDV 47).


*  *  *

Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


*  *  *

Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: la Encarnación de Cristo ilumina el sentido

La Encarnación de Cristo ilumina el sentido de las estructuras. Por eso, a la Iglesia «se la compara, por una notable analogía, al misterio del Verbo Encarnado, pues así como la naturaleza asumida sirve al Verbo Divino como instrumento vivo de salvación unido indisolublemente a Él, de modo semejante la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el acrecentamiento de su cuerpo» (LG 8). Las estructuras de la Iglesia son una consecuencia más de la Encarnación. Cristo prolonga su presencia entre nosotros por medio de la Iglesia. La Iglesia realiza su misión, encarnándose en el espacio y en el tiempo; es decir, su misión está unida a la historia de la humanidad. Que nuestra fidelidad a Él en toda su radical seriedad, haya de pasar por las fidelidades diminutas de tantas concreciones, no es mayor escándalo que el que la comunión absoluta de Dios con los hombres sólo fuera reconocible a través de un hombre, Jesús de Nazaret, que estaba condicionado por una raza, una herencia familiar y cultural y que vivió una vida determinada. «¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María? […] y se escandalizaban de Él» (Mt 13,55.57).


*  *  *

Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


*  *  *

Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: Cristo, realizador del proyecto del Padre

Este proyecto querido desde toda la eternidad (Rom 8, 29) y destinado a todos los hombres (1Tim 2,4) lo lleva a cabo por medio de Jesucristo su Hijo, el Verbo hecho carne. Su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue el instrumento de nuestra salvación. Esta obra de redención Cristo la realizó con sus palabras, sus obras… y «principalmente por el misterio pascual de su Bienaventurada Pasión y Resurrección de entre los muertos» (SC 5). Así, tenemos acceso al Padre por medio de nuestro Señor Jesucristo.

La Iglesia, pues, nace como el ámbito en el que el Señor Jesús, mediante su Espíritu, sus signos y su palabra, hace transparente y contemporánea la fidelidad de Dios, invitando a los hombres a la comunión con Él. El cristiano, por tanto, es aquel que vive la comunión con Dios Padre en su comunión con Jesús, mediante su comunión con los hermanos, que prolongan la experiencia de su encuentro con Él, en la proclamación de la Palabra y la fracción del Pan Eucarístico, dejándose conducir por el Espíritu Santo.

La fidelidad a Cristo pasa por la fidelidad a la Iglesia y toma cuerpo en las estructuras que ella se ha ido creando para dar cumplimiento al mandato del Señor. Cristo, único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia Santa. De modo que la asamblea visible y la comunidad espiritual «no deben ser consideradas como dos realidades distintas, sino que más bien forman una realidad compleja que está integrada de un elemento humano y otro divino» (LG 8).


*  *  *

Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


*  *  *

Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: la Iglesia, manifestación y cumplimiento de la fidelidad

La Iglesia misma, con su estructuración, aparece ante el mundo como la realización y revelación de la eterna fidelidad de Dios que «decretó elevar a todos los hombres a participar de su vida divina…» (LG 2). El, antes de todos los siglos, estableció convocar a todos los hombres en la Santa Iglesia, prefigurada en la creación, preparada con el pueblo de Israel, constituida en los tiempos definitivos, manifestada por la efusión del Espíritu Santo y destinada a consumarse gloriosamente al final de los tiempos (cf. LG 2).


*  *  *

Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


*  *  *

Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: organismos de colaboración con el obispo (II)

Las estructuras de la Iglesia diocesana: contempladas desde la fidelidad del cristiano

La esencia y el dinamismo de la vida del cristiano se fundamentan en la fidelidad como respuesta permanente a la llamada del Señor que le invita, por los caminos que Él ha establecido, a vivir en comunión con Él y a trabajar por su Reino.

La fidelidad es aquel talante o disposición del alma que incita al hombre a mantener la comunión que ha instaurado con otra persona, a llevar a efecto la promesa hecha, a realizar el encargo libremente aceptado y a no retirar la palabra dada.

Los cristianos, desde los primeros tiempos eligieron muy pronto para sí el apelativo de «fieles», que reflejaba su identidad. Por la fe, se fiaban de Jesús y se sometían al plan de vida comunitario establecido e inaugurado por Él.

La fidelidad del cristiano hoy se sitúa de tal manera que «al mismo tiempo que sabe ser fiel a la verdad recibida de Cristo, debe serlo también para estar atento a los signos de los tiempos… y de insertar el mensaje cristiano en las corrientes de pensamiento, de palabra, de cultura, de costumbres, de tendencias de la humanidad, tal como hoy se vive y se agita sobre la faz de la tierra» (cf. ES 27).


*  *  *

Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


*  *  *

Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)