por Pedro de Alcántara Martínez OFM | Varios en internet | 18 Oct, 2014 | Postcomunión Vida de los Santos
Era el año del Señor de 1494 [o más bien: 1499] cuando en la Extremadura Alta, en la villa de Alcántara, nacía del gobernador don Pedro Garabito y de la noble señora doña María Villela de Sanabria un varón cuya vida había de ser un continuo milagro y un mensaje espiritual de Dios a los hombres, porque no iba a ser otra cosa sino una potente encarnación del espíritu en cuanto ello lo sufre la humana naturaleza. Ocurrió cuando España entera vibraba hasta la entraña por la fuerza del movimiento contrarreformista. Era el tiempo de los grandes reyes, de los grandes teólogos, de los grandes santos. En el cielo de la Iglesia española y universal fulgían con luz propia Ignacio, Teresa, Francisco de Borja, Juan de la Cruz, Francisco Solano, Javier… Entre ellos el Santo de Alcántara había de brillar con potentísima e indiscutible luz.
Había de ser santo franciscano. La liturgia de los franciscanos, en su fiesta, nos dice que, si bien «el Seráfico Padre estaba ya muerto, parecía como si en realidad estuviese vivo, por cuanto nos dejó copia de sí en Pedro, al cual constituyó defensor de su casa y caminó por todas las vías de su padre, sin declinar a la derecha ni hacia la izquierda». Todo el que haya sentido alguna vez curiosidad por la historia de la Orden de San Francisco, se encontrará con un fenómeno digno de ponderación, que apenas halla par en la historia de la Iglesia: iluminado por Dios, se apoderó el Santo de Asís del espíritu del Evangelio y lo plasmó en una altísima regla de vida que, en consecuencia, se convierte en heroísmo. Este evangelio puro, a la letra, es la cumbre de la espiritualidad cristiana y hace de los hombres otros tantos Cristos, otros tantos estigmatizados interiores; pero choca también con la realidad de la concupiscencia y pone al hombre en un constante estado de tensión, donde las tendencias hacia el amor que se crucifica y hacia la carne que reclama su imperio luchan en toda su desnuda crudeza. Por eso ya en la vida de San Francisco se observa que su ideal, de extraordinaria potencia de atracción de almas sedientas de santidad, choca con las debilidades humanas de quienes lo abrazan. Y las almas, a veces, ceden en puntos de perfección, masivamente, en grandes grupos, y parece, sin embargo, como si el espíritu del fundador hubiese dejado en ellas una simiente de perpetuo descontento, una tremenda ansia de superación, y constantemente, apenas la llama del espíritu ha comenzado a flaquear, se levanta el espíritu hecho llama en otro hombre y comienza un movimiento de reforma. Nuestro Santo fue, de todos esos hombres, el más audaz, el más potente y el más avanzado. Su significación es, por tanto, doble: es reformador de la Orden y, a través de ella, de la Iglesia universal.
San Francisco entendió la santidad como una identificación perfecta con Cristo crucificado y trazó un camino para ir a Él. El itinerario comienza por una intuición del Verbo encarnado que muere en cruz por amor nuestro, moviendo al hombre a penitencia de sus culpas y arrastrándole a una estrecha imitación. Así introduce al alma en una total pobreza y renuncia de este mundo, en el que vivirá sin apego a criatura alguna, como extranjera y peregrina; de aquí la llevará a desear el oprobio y menosprecio de los hombres, será humilde; de aquí, despojada ya de todo obstáculo, a una entrega total al prójimo, en purísima caridad fraterna. Ya en este punto el hombre encuentra realizada una triple muerte a sí mismo: en el deseo de la posesión y del goce, en la propia estima, en el propio amor. Entonces ha logrado la perfecta identificación con el Cristo de la cruz. Esto, en San Francisco, floreció en llagas, impresas por divinas manos en el monte de la Verna. Y, cuando el hombre se ha configurado así con el Redentor, su vida adquiere una plenitud insospechada de carácter redentivo, completando en sí los padecimientos de Cristo por su Iglesia; se hace alma víctima y corredentora por su perfecta inmolación. Cuando el alma se ha unido así con Cristo ha encontrado la paz interior consumada en el amor y sus ojos purificados contemplan la hermosura de Dios en lo creado; queda internamente edificada en sencilla simplicidad; vive una perpetua y perfecta alegría, que es sonrisa de cruz. Es franciscana.
Por estos caminos, sin declinar, iba a correr nuestro Santo de Alcántara. Nos encontramos frente a una destacadísima personalidad religiosa, en la que no sabemos si admirar más los valores humanos fundamentales o los sobrenaturales añadidos por la gracia. San Pedro fue hombre de mediana estatura, bien parecido y proporcionado en todos sus miembros, varonilmente gracioso en el rostro, afable y cortés en la conversación, nunca demasiada; de exquisito trato social. Su memoria fue extraordinaria, llegando a dominar toda la Biblia; ingenio agudo; inteligencia despejadísima y una voluntad férrea ante la cual no existían los imposibles y que hermanaba perfectamente con una extrema sensibilidad y ternura hacia los dolores del prójimo. Es de considerar cómo, a pesar de su extrema dureza, atraía de manera irresistible a las almas y las empujaba por donde quería, sin que nadie pudiese escapar a su influencia. Cuando la penitencia le hubo consumido hasta secarle las carnes, en forma de parecer –según testimonio de quienes le trataron– un esqueleto recién salido del sepulcro; cuando la mortificación le impedía mirar a nadie cara a cara, emanaba de él, no obstante, una dulzura, una fuerza interior tal, que inmediatamente se imponía a quien le trataba, subyugándole y conduciéndole a placer.
Sus padres cuidaron esmeradamente de su formación intelectual. Estudió gramática en Alcántara y debía de tener once o doce años cuando marchó a Salamanca. Allí cursó la filosofía y comenzó el derecho. A los quince años había ya hecho el primero de leyes. Tornó a su villa natal en vacaciones, y entonces coincidieron las dudas sobre la elección de estado con un período de tentaciones intensas. Un día el joven vio pasar ante su puerta unos franciscanos descalzos y marchó tras ellos, escapándose de casa apenas si cumplidos los dieciséis años y tomando el hábito en el convento de los Majarretes, junto a Valencia de Alcántara, en la raya portuguesa, año de 1515.
Fray Juan de Guadalupe había fundado en 1494 una reforma de la Orden conocida comúnmente con el nombre de la de los descalzos. Esta reforma pasó tiempos angustiosos, combatida por todas partes, autorizada y suprimida varias veces por los Papas, hasta que logró estabilizarse en 1515 con el nombre de Custodia de Extremadura y más tarde provincia descalza de San Gabriel. Exactamente el año en que San Pedro tomó el santo hábito.
La vida franciscana de éste fue precedida por larga preparación. Desde luego que nos enfrentamos con un individuo extraordinario. De él puede decirse con exactitud que Dios le poseyó desde el principio de sus vías. A los siete años de edad era ya su oración continua y extática; su modestia, sin par. En Salamanca daba su comida de limosna, servía a los enfermos, y era tal la modestia de su continente que, cuando los estudiantes resbalaban en conversaciones no limpias y le veían llegar, se decían: «El de Alcántara viene, mudemos de plática».
Claro está que solamente la entrada en religión, y precisamente en los descalzos, podía permitir que la acción del espíritu se explayase en su alma. Cuando San Pedro, después de haber pasado milagrosamente el río Tiétar, llamó a la puerta del convento de los Majarretes, encontró allí hombres verdaderamente santos, probados en mil tribulaciones por la observancia de su ideal altísimo, pero pronto les superó a todos. En él estaba manifiestamente el dedo de Dios.
Apenas entrado en el noviciado se entregó absolutamente a la acción de la divina gracia. Fue nuestro Santo ardiente amador y su vida se polarizó en torno a Dios, con exclusión de cualquier cosa que pudiese estorbarlo. El misterio de la Santísima Trinidad, donde Dios se revela viviente y fecundo; la encarnación del Verbo y la pasión de Cristo; la Virgen concebida sin mancha de pecado original, eran misterios que atraían con fuerza irresistible sus impulsos interiores. Ya desde el principio más bien pareció ángel que hombre, pues vivía en continua oración. Dios le arrebataba de tal forma que muchas veces durante toda su vida se le vio elevarse en el aire sobre los más altos árboles, permanecer sin sentido, atravesar los ríos andando sin darse cuenta por encima de sus aguas, absorto en el ininterrumpido coloquio interior. Como consecuencia que parece natural, ya desde el principio se manifestó hombre totalmente muerto al mundo y al uso de los sentidos. Nunca miró a nadie a la cara. Sólo conocía a los que le trataban por la voz; ignoraba los techos de las casas donde vivía, la situación de las habitaciones, los árboles del huerto. A veces caminaba muchas horas con los ojos completamente cerrados y tomaba a tientas la pobre refacción.
Gustaba tener huertecillos en los conventos donde poder salir en las noches a contemplar el cielo estrellado, y la contemplación de las criaturas fue siempre para su alma escala conductora a Dios.
Como es lógico, esta invasión divina respondía a la generosidad con que San Pedro se abrazara a la pobreza real y a la cruz de una increíble mortificación. Esta fue tanta que ha pasado a calificarle como portento, y de los más raros, en la Iglesia de Cristo. Ciertamente parece de carácter milagroso y no se explica sin una especial intervención divina.
Si en la mortificación de la vista había llegado, cual declaró a Santa Teresa, al extremo de que igual le diera ver que no ver, tener los ojos cerrados que abiertos, es casi increíble el que durante cuarenta años sólo durmiera hora y media cada día, y eso sentado en el suelo, acurrucado en la pequeña celda donde no cabía estirado ni de pie, y apoyada la cabeza en un madero. Comía, de tres en tres días solamente, pan negro y duro, hierbas amargas y rara vez legumbres nauseabundas, de rodillas; en ocasiones pasaba seis u ocho días sin probar alimento, sin que nadie pudiese evitarlo, pues, si querían regalarle de forma que no lo pudiese huir, eran luego sus penitencias tan duras que preferían no dar ocasión a ellas y le dejaban en paz.
Llevó muchísimos años un cilicio de hoja de lata a modo de armadura con puntas vueltas hacia la carne. El aspecto de su cuerpo, para quienes le vieron desnudo, era fantástico: tenía piel y huesos solamente; el cilicio descubría en algunas partes el hueso y lo restante de la piel era azotado sin piedad dos veces por día, hasta sangrar y supurar en úlceras horrendas que no había modo de curar, cayéndole muchas veces la sangre hasta los pies. Se cubría con el sayal más remendado que encontraba; llevaba unos paños menores que, con el sayal, constituían asperísimo cilicio. El hábito era estrecho y en invierno le acompañaba un manto que no llegaba a cubrir las rodillas. Como solamente tenía uno, veíase obligado a desnudarse para lavarlo, a escondidas, y tornaba a ponérselo, muchas veces helado, apenas lo terminaba de lavar y se había escurrido un tanto. Cuando no podía estar en la celda por el rigor del frío solía calentarse poniéndose desnudo en la corriente helada que iba de la puerta a la ventana abiertas; luego las cerraba poco a poco, y, finalmente, se ponía el hábito y amonestaba al hermano asno para que no se quejase con tanto regalo y no le impidiese la oración.
Su aspecto exterior era impresionante, de forma que predicaba solamente con él: la cara esquelética; los ojos de fulgor intensísimo, capaces de descubrir los secretos más íntimos del corazón, siempre bajos y cerrados; la cabeza quemada por el sol y el hielo, llena de ampollas y de golpes que se daba por no mirar cuando pasaba por puertas bajas, de forma que a menudo le iba escurriendo la sangre por la faz; los pies siempre descalzos, partidos y llagados por no ver dónde los asentaba y no cuidarse de las zarzas y piedras de los caminos.
San Pedro era víctima del amor de Dios más ardiente y su cuerpo no había florecido en cinco llagas como San Francisco, sino que se había convertido en una sola, pura, inmensa. Su vida entera fue una continua crucifixión, llenando en esta inmolación de amor por las almas las exigencias más entrañables del ideal franciscano.
No es de extrañar, claro está, que su vista no repeliese. Juntaba al durísimo aspecto externo una suavidad tal, un profundo sentido de humana ternura y comprensión hacia el prójimo, una afabilidad, cortesía de modales y un tal ardor de caridad fraterna, que atraía irresistiblemente a los demás, de cualquier clase y condición que fuesen. Es que el Santo era todo fuerza de amor y potencia de espíritu. Aborrecía los cumplimientos, pero era cuidadoso de las formas sociales y cultivaba intensamente la amistad. Tuvo íntima relación con los grandes santos de su época: San Francisco de Borja, quien llamaba «su paraíso» al convento de El Pedroso donde el Santo comenzó su reforma; el beato Juan de Ribera, Santa Teresa de Jesús, a quien ayudó eficazmente en la reforma carmelitana y a cuyo espíritu dio aprobación definitiva. Acudieron a él reyes, obispos y grandes. Carlos V y su hija Juana le solicitaron como confesor, negándose a ello por humildad y por desagradarle el género de vida consiguiente. Los reyes de Portugal fueron muy devotos suyos y le ayudaron muchas veces en sus trabajos. A todos imponía su espíritu noble y ardiente, su conocimiento del mundo y de las almas, su caridad no fingida.
Secuela de todo esto fue la eficacia de su intenso apostolado. San Pedro de Alcántara es un auténtico santo franciscano y su vida lo menos parecido posible a la de un cenobita. Como vivía para Dios completamente no le hacía el menor daño el contacto con el mundo. A pesar de ello le asaltaron con frecuencia graves tentaciones de impureza, que remediaba en forma simple y eficaz: azotarse hasta derramar sangre, sumergirse en estanques de agua helada, revolcarse entre zarzas y espinas. Desde los veinticinco años, en que por obediencia le hacen superior, estuvo constantemente en viajes apostólicos. Su predicación era sencilla, evangélica, más de ejemplo que de palabra. En el confesonario pasaba horas incontables y poseía el don de mover los corazones más empedernidos. Fue extraordinario como director espiritual, ya que penetraba el interior de las almas con seguro tino y prudencia exquisita: así fue solicitado en consejo por toda clase de hombres y mujeres, lo mismo gente sencilla de pueblo que nobles y reyes; igual teólogos y predicadores que monjas simples y vulgo ignorante. Amó a los niños y era amado por ellos, llegando a instalar en El Pedroso una escuelita donde enseñarles. Predicó constantemente la paz y la procuró eficazmente entre los hombres.
Dios confirmó todo esto con abundancia de milagros: innúmeras veces pasó los ríos a pie enjuto; dio de comer prodigiosamente a los religiosos necesitados; curó enfermos; profetizó; plantó su báculo en tierra y se desarrolló en una higuera que aún hoy se conserva; atravesó tempestades sin que la lluvia calara sus vestidos, y en una de nieve ésta le respetó hasta el punto de formar a su alrededor una especie de tienda blanca. Y sobre todas estas cosas el auténtico milagro de su penitencia.
Aún, sin embargo, nos falta conocer el aspecto más original del Santo: su espíritu reformador. No solamente ayuda mucho a Santa Teresa para implantar la reforma carmelitana; no se contenta con ayudar a un religioso a la fundación de una provincia franciscana reformada en Portugal, sino que él mismo funda con licencia pontificia la provincia de San José, que produjo a la Iglesia mártires, beatos y santos de primera talla. Si bien él mismo había tomado el hábito en una provincia franciscana austerísima, la de San Gabriel, quiso elevar la pobreza y austeridad a una mayor perfección, mediante leyes a propósito y, sobre todo, deseó extender por todo el mundo el genuino espíritu franciscano que llevaba en las venas, cosa que, por azares históricos, estaba prohibido a la dicha provincia de San Gabriel, que sólo podía mantener un limitado número de conventos. Con muchas contradicciones dio comienzo a su obra en 1556, en el convento de El Pedroso, y pronto la vio extendida a Galicia, Castilla, Valencia; más tarde China, Filipinas, América. Los alcantarinos eran proverbio de santidad entre el pueblo y los doctos por su vida maravillosamente penitentes. Dice un biógrafo que vivían en sus conventos –diminutos, desprovistos de toda comodidad– una vida que más bien tenía visos de muerte. Cocinaban una vez por semana, y aquel potaje se hacía insufrible al mejor estómago. Sus celdas parecían sepulcros. La oración era sin límites, igual que las penitencias corporales. Y si bien es cierto que las constituciones dadas por el Santo son muy moderadas en cuanto a esto, sin exigir mucho más allá que las demás reformas franciscanas conocidas, no se puede dudar que su poderosísimo espíritu dejó en sus seguidores una imborrable huella y un deseo extremo de imitación. Y es sorprendente el genuino espíritu franciscano que les comunicó, ya que tal penitencia no les distanciaba del pueblo, antes los unía más a él. Construían los conventos junto a pueblos y ciudades, mezclándose con la gente a través del desempeño del ministerio sacerdotal, en la ayuda a los párrocos, enseñanza a los niños; siempre afables y corteses, penitentes y profundamente humanos.
El 18 de octubre de 1562 murió en el convento de Arenas.
La Santa de Avila vio volar su alma al cielo y la oyó gozarse de la gloria ganada con su excelsa penitencia. El Santo moría en paz. Dejaba una obra hecha: una escuela de santos, un colegio de almas intercesoras y víctimas por las culpas del mundo. Sus penitencias llegaron a parecer a algunos «locuras y temeridades de hombre desesperado»; las gentes le tuvieron muchas veces por loco al ver los extremos a que le llevaba su vida de contemplación. Sólo que, como muy gentilmente aclaró a sus monjas Santa Teresa, aquellas locuras del bendito fray Pedro eran precisamente locuras de amor. Cuando Cristo ama intensamente a un alma no descansa hasta clavarla consigo en la cruz. Cuando un alma ama a Cristo no desea sino compartir con Él los mismos dolores, oprobios y menosprecios. La vocación franciscana es, recordémoslo, una vocación de amor crucificado y San Pedro supo vivirla con plenitud. Su penitencia venía condicionada por su papel corredentivo en la Iglesia de Dios y, si no a todos es dado imitarla materialmente, sí es exigido amar como él amó y desprenderse por amor, y al menos en espíritu, de las cosas temporales, abrazándose a la cruz.
Pedro de Alcántara Martínez, OFM, «San Pedro de Alcántara»,
en Año Cristiano, Tomo IV, Madrid, Ed. Católica (BAC 186), 1960, pp. 152-160.
Artículo en el Directorio Franciscano.
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por CeF | Varios en Internet | 16 Oct, 2014 | Postcomunión Vida de los Santos
Ignacio significa: «lleno de fuego», de Ingeus, ‘fuego’. Nuestro santo estaba lleno de fuego de amor por Dios.
Antioquía era una ciudad famosa en Asia Menor, en Siria, al norte de Jerusalén. En esa ciudad (que era la tercera en el imperio Romano, después de Roma y Alejandría) fue donde los seguidores de Cristo empezaron a llamarse «cristianos». De esa ciudad era obispo San Ignacio, el cual se hizo célebre porque cuando era llevado al martirio, en vez de sentir miedo, rogaba a sus amigos que le ayudaran a pedirle a Dios que las fieras no le fueran a dejar sin destrozar, porque deseaba ser muerto por proclamar su amor a Jesucristo.
Dicen que fue un discípulo de San Juan Evangelista. Por 40 años estuvo como obispo ejemplar de Antioquía que, después de Roma, era la ciudad más importante para los cristianos, porque tenía el mayor número de creyentes.
Mandó el emperador Trajano que pusieran presos a todos los que no adoraran a los falsos dioses de los paganos. Como Ignacio se negó a adorar esos ídolos, fue llevado preso y entre el perseguidor y el santo se produjo el siguiente diálogo.
—¿Por qué te niegas a adorar a mis dioses, hombre malvado?
—No me llames malvado. Más bien llámame Teóforo, que significa el que lleva a Dios dentro de sí.
—¿Y por qué no aceptas a mis dioses?
—Porque ellos no son dioses. No hay sino un solo Dios, el que hizo el cielo y la tierra. Y a su único Hijo Jesucristo, es a quien sirvo yo.
El emperador ordenó entonces que Ignacio fuera llevado a Roma y echado a las fieras, para diversión del pueblo.
Encadenado fue llevado preso en un barco desde Antioquía hasta Roma en un largo y penosísimo viaje, durante el cual el santo escribió siete cartas que se han hecho famosas. Iban dirigidas a las Iglesias de Asia Menor.
En una de esas cartas dice que los soldados que lo llevaban eran feroces como leopardos; que lo trataban como fieras salvajes y que cuanto más amablemente los trataba él, con más furia lo atormentaban.
El barco se detuvo en muchos puertos y en cada una de esas ciudades salían el obispo y todos los cristianos a saludar al santo mártir y a escucharle sus provechosas enseñanzas. De rodillas recibían todos su bendición. Varios se fueron adelante hasta Roma a acompañarlo en su gloriosos martirio.
Con los que se adelantaron a ir a la capital antes que él, envió una carta a los cristianos de Roma diciéndoles: «Por favor: no le vayan a pedir a Dios que las fieras no me hagan nada. Esto no sería para mí un bien sino un mal. Yo quiero ser devorado, molido como trigo, por los dientes de las fieras para así demostrarle a Cristo Jesús el gran amor que le tengo. Y si cuando yo llegue allá me lleno de miedo, no me vayan a hacer caso si digo que ya no quiero morir. Que vengan sobre mí, fuego, cruz, cuchilladas, fracturas, mordiscos, desgarrones, y que mi cuerpo sea hecho pedazos con tal de poder demostrarle mi amor al Señor Jesús». ¡Admirable ejemplo!.
Al llegar a Roma, salieron a recibirlo miles de cristianos. Y algunos de ellos le ofrecieron hablar con altos dignatarios del gobierno para obtener que no lo martirizaran. Él les rogó que no lo hicieran y se arrodilló y oró con ellos por la Iglesia, por el fin de la persecución y por la paz del mundo. Como al día siguiente era el último y el más concurrido día de las fiestas populares y el pueblo quería ver muchos martirizados en el circo, especialmente que fueran personajes importantes, fue llevado sin más al circo para echarlo a las fieras. Era el año 107.
Ante el inmenso gentío fue presentado en el anfiteatro. Él oró a Dios y en seguida fueron soltados dos leones hambrientos y feroces que lo destrozaron y devoraron, entre el aplauso de aquella multitud ignorante y cruel. Así consiguió Ignacio lo que tanto deseaba: ser martirizado por proclamar su amor a Jesucristo.
Algunos escritores antiguos decían que Ignacio fue aquel niño que Jesús colocó en medio de los apóstoles para decirles: «Quien no se haga como un niño no puede entrar en el reino de los cielos» (Mc. 9,36).
San Ignacio dice en sus cartas que María Santísima fue siempre Virgen. Él es el primero en llamar Católica, a la Iglesia de Cristo (católica significa ‘universal’).
Artículo original en EWTN.
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por Aciprensa | 15 Oct, 2014 | Novios Artículos temáticos
Carmen Peña García, directora especialista en Causas Matrimoniales de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid (España) aclaró que en la Iglesia no se «anula» ningún matrimonio, sino que se le declara nulo –que nunca existió– ya que el mensaje de Jesús en el Evangelio es preciso: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
Peña es profesora de derecho canónico y ha trabajado en el tema de la familia como defensora del vínculo y promotora de justicia del Tribunal Metropolitano de Madrid desde hace varios años. Este recorrido a favor de la familia le hizo llegar al Vaticano para participar como experta en el Sínodo Extraordinario para la Familia que se realiza hasta el 19 de octubre.
En conversación con ACI Prensa en Roma, la canonista española expresó que la Iglesia Católica se esfuerza por ayudar a entender su situación frente al matrimonio a aquellas parejas separadas cuyas nupcias nunca surtieron efecto a los ojos de Dios.
«No todos los primeros matrimonios fracasados son nulos, pero muchos sí pueden serlo. El reconocimiento de la nulidad no es tan difícil como a veces la gente piensa; hay muchas causas de nulidad y muchos motivos que la provocan. A veces hay un desconocimiento sobre esto, y se podría hacer mucho en este sentido», dijo.
«Un modo de solventar muchas situaciones de divorciados vueltos a casar que quieren estar en plena comunión eclesial y quieren volver a una vida plena dentro de la Iglesia pasa por el estudio que hace la Iglesia a través de sus tribunales si su primer matrimonio fue válido o no», añadió.
En relación a aquellas parejas divorciadas cuyo matrimonio fue válido de acuerdo a las normas del derecho canónico, Peña afirmó que la Iglesia está en camino para darles un acompañamiento.
«De algún modo se trata de ver, no obstante, cómo acompañar a esas personas, cómo apoyarlas, cómo reconocer que a pesar de esa situación son miembros de pleno derecho en la Iglesia. Como dice el Papa: ‘la Iglesia tiene que acoger a todas las personas y a todos los Hijos como una Madre amorosa, y más al débil o al herido’. Lo que quiere decir es que debemos acoger a cada persona con su vida a cuestas, porque la vida de cada uno debe ser tenida en consideración», expresó.
Por otro lado subrayó que «si el primer matrimonio es válido, por el principio de la indisolubilidad, la Iglesia parte de que no se puede reconocer un segundo matrimonio, porque el mensaje del Evangelio es claro».
Peña participa en el Sínodo como experta canonista y su labor fundamental es resolver las dudas en situaciones matrimoniales donde es necesario estudiar más en profundidad a nivel del derecho canónico.
«Ya seamos canonistas, teólogos, moralistas, de ciencias sociales y humanas, nosotros aportamos nuestro conocimiento en esas cuestiones, y con carácter general, ayudamos en la revisión de los documentos y en la preparación y elaboración de los documentos que se van entregando en la asamblea y que luego darán lugar a la relación final», indicó.
Por último la experta lamentó que en relación al Sínodo y desde el punto de vista mediático, se ha podido crear una impresión de que la Doctrina de la Iglesia va a cambiar de una día para otro. «Esto es un globo que el mismo Papa ha intentado pinchar muchas veces, por eso no hay que focalizar ahí el tema; el Sínodo de la Familia es mucho más amplio. El Sínodo busca líneas pastorales, no cambiar la doctrina», concluyó.
Fuente del artículo
por Catequesis en Familia | 14 Oct, 2014 | La Biblia
Mateo 22, 15-21. Vigésimo noveno Domingo del Tiempo Ordinario. La Iglesia está llamada a esparcir la levadura y la sal del Evangelio, es decir, el amor y la misericordia de Dios, que son para todos los hombres, indicando la meta ultraterrena y definitiva de nuestro destino, mientras que a la sociedad civil y política le corresponde la ardua tarea de organizar y encarnar en la justicia y en la solidaridad, en el derecho y en la paz, una vida cada vez más humana.
Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?». Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto». Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?». Le respondieron: «Del César». Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de Isaías, Is 45, 1.4-6
Salmo: Sal 96(95), 1.3.4-5.7-10a.10c
Segunda lectura: Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses, Tes 1, 1-5b
Oración introductoria
Padre, aumenta mi fe para poder crecer en el amor. Danos días de paz, vela sobre nuestro camino, haz que veamos a tu Hijo, llenos de alegría en el cielo.
Petición
Ayúdame a dar a Dios mi corazón, mi amor y nunca dar impoortancia a lo material, al dinero. Que lo que te pida cada día sea lo espiritual y no lo material.
Meditación del Santo Padre Francisco
[…] usted me pregunta también cómo se entiende la originalidad de la fe cristiana, centrada precisamente en la encarnación del Hijo de Dios, con respecto a otras religiones que se basan, en cambio, en la trascendencia absoluta de Dios.
La originalidad —diría yo— estriba precisamente en el hecho de que la fe nos hace participar, en Jesús, en la relación que Él tiene con Dios, que es Abbá y, a partir de ahí, en la relación que Él establece con los demás hombres, incluso con los enemigos, bajo el signo del amor. Con otras palabras, la filiación de Jesús, tal como nos la presenta la fe cristiana, no ha sido revelada para crear una separación insuperable entre Jesús y todos los demás, sino para decirnos que, en Él, todos estamos llamados a ser hijos del único Padre y hermanos entre nosotros. La singularidad de Jesús es para la comunicación, no para la exclusión.
Ciertamente, de aquí se sigue también —y no es algo banal— esa distinción entre la esfera religiosa y la esfera política que expresa la frase «dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César», afirmada claramente por Jesús, y sobre la cual, no sin dificultad, se ha construido la historia de occidente. La Iglesia, de hecho, está llamada a esparcir la levadura y la sal del Evangelio, es decir, el amor y la misericordia de Dios, que son para todos los hombres, indicando la meta ultraterrena y definitiva de nuestro destino, mientras que a la sociedad civil y política le corresponde la ardua tarea de organizar y encarnar en la justicia y en la solidaridad, en el derecho y en la paz, una vida cada vez más humana. Vivir la fe cristiana no significa huir del mundo o buscar una cierta hegemonía, sino servir al hombre, a todo el hombre y a todos los hombres, a partir de las periferias de la historia, teniendo despierto el sentido de la esperanza, que impulsa a hacer el bien a pesar de todo y mirando siempre más allá.
Santo Padre Francisco
Carta al periodista italiano Eugenio Scalfari del periódico «La Repubblica» el día 4 de septiembre de 2013
Meditación del Santo Padre emérito Bendicto XVI
Venerados hermanos, queridos hermanos y hermanas:
[…] Nos detenemos ahora en el pasaje del Evangelio. Se trata del texto sobre la legitimidad del tributo que hay que pagar al César, que contiene la célebre respuesta de Jesús: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 21). Pero antes de llegar a este punto, hay un pasaje que se puede referir a quienes tienen la misión de evangelizar. De hecho, los interlocutores de Jesús —discípulos de los fariseos y herodianos— se dirigen a él con palabras de aprecio, diciendo: «Sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie» (v. 16). Precisamente esta afirmación, aunque brote de hipocresía, debe llamar nuestra atención. Los discípulos de los fariseos y los herodianos no creen en lo que dicen. Sólo lo afirman como una captatio benevolentiae para que los escuche, pero su corazón está muy lejos de esa verdad; más bien quieren tender una trampa a Jesús para poderlo acusar. Para nosotros en cambio, esa expresión es preciosa y verdadera: Jesús, en efecto, es sincero y enseña el camino de Dios según la verdad y no depende de nadie. Él mismo es este «camino de Dios», que nosotros estamos llamados a recorrer. Podemos recordar aquí las palabras de Jesús mismo, en el Evangelio de san Juan: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (14, 6). Es iluminador al respecto el comentario de san Agustín: «era necesario que Jesús dijera: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» porque, una vez conocido el camino, faltaba conocer la meta. El camino conducía a la verdad, conducía a la vida… y nosotros ¿a dónde vamos sino a él? y ¿por qué camino vamos sino por él?» (In Ioh 69, 2). Los nuevos evangelizadores están llamados a ser los primeros en avanzar por este camino que es Cristo, para dar a conocer a los demás la belleza del Evangelio que da la vida. Y en este camino, nunca avanzamos solos, sino en compañía: una experiencia de comunión y de fraternidad que se ofrece a cuantos encontramos, para hacerlos partícipes de nuestra experiencia de Cristo y de su Iglesia. Así, el testimonio unido al anuncio puede abrir el corazón de quienes están en busca de la verdad, para que puedan descubrir el sentido de su propia vida.
Una breve reflexión también sobre la cuestión central del tributo al César. Jesús responde con un sorprendente realismo político, vinculado al teocentrismo de la tradición profética. El tributo al César se debe pagar, porque la imagen de la moneda es suya; pero el hombre, todo hombre, lleva en sí mismo otra imagen, la de Dios y, por tanto, a él, y sólo a él, cada uno debe su existencia. Los Padres de la Iglesia, basándose en el hecho de que Jesús se refiere a la imagen del emperador impresa en la moneda del tributo, interpretaron este paso a la luz del concepto fundamental de hombre imagen de Dios, contenido en el primer capítulo del libro del Génesis. Un autor anónimo escribe: «La imagen de Dios no está impresa en el oro, sino en el género humano. La moneda del César es oro, la de Dios es la humanidad… Por tanto, da tu riqueza material al César, pero reserva a Dios la inocencia única de tu conciencia, donde se contempla a Dios… El César, en efecto, ha impreso su imagen en cada moneda, pero Dios ha escogido al hombre, que él ha creado, para reflejar su gloria» (Anónimo, Obra incompleta sobre Mateo, Homilía 42). Y san Agustín utilizó muchas veces esta referencia en sus homilías: «Si el César reclama su propia imagen impresa en la moneda —afirma—, ¿no exigirá Dios del hombre la imagen divina esculpida en él? (En. in Ps., Salmo 94, 2). Y también: «Del mismo modo que se devuelve al César la moneda, así se devuelve a Dios el alma iluminada e impresa por la luz de su rostro… En efecto, Cristo habita en el interior del hombre» (Ib., Salmo 4, 8).
Esta palabra de Jesús es rica en contenido antropológico, y no se la puede reducir únicamente al ámbito político. La Iglesia, por tanto, no se limita a recordar a los hombres la justa distinción entre la esfera de autoridad del César y la de Dios, entre el ámbito político y el religioso. La misión de la Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente hablar de Dios, hacer memoria de su soberanía, recordar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su identidad, el derecho de Dios sobre lo que le pertenece, es decir, nuestra vida.
Santo Padre emérito Bendicto XVI
Homilía del domingo, 16 de octubre de 2011
Diálogo con Cristo
Jesús, te pido me des la docilidad y confianza para saber escuchar y responder con prontitud a tu llamada. Permite que sea un testigo de tu amor, auténtico y sincero, de manera que mi fe se manifieste en mis palabras, obras y acciones. Te pido me concedas la gracia para ser coherente con mi fe.
Propósito
Pensar hoy que lo que Dios quiere es mi corazón, mi amor, mi fidelidad. Esto es más importante que los bienes materiales que pueda querer o necesitar.
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Evangelio en Catholic.net
Evangelio en Evangelio del día
por Catequesis en Familia | 14 Oct, 2014 | Confirmación Vida de los Santos
Este artículo es un índice de todos los santos y advocaciones marianas que aparecen en nuestro portal, para que a nuestros usuarios les sea más fácil encontrar este tipo de recursos.
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A
Santa Águeda, un ejemplo de pureza
San Agustín de Hipona: catequesis de Benedicto XVI
San Agustín de Hipona: película «Agustín»
San Alberto Magno, Doctor de la Iglesia, con recursos audiovisuales
San Alberto Magno, Doctor de la Iglesia: catequesis de Benedicto XVI
Beato Álvaro del Portillo, primer prelado del Opus Dei, con recursos audiovisuales
Beata Ana Catalina Emmerich: La amarga Pasión de Cristo
San Andrés, apóstol, con recursos audiovisuales
Santa Ángela de la Cruz
San Antonio abad, con recursos de animación
San Antonio de Padua: biografía y tres películas online
San Antonio María Claret: catequesis sobre su vida y misión
Los Apóstoles: película «Los Hechos de los Apóstoles»
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B
San Bartolomé, apóstol y mártir
San Beda, el Venerable, sabio y humilde: catequesis de Benedicto XVI
San Benito de Nursia, Patrón de Europa
Boecio y Casiodoro, la cultura clásica se incorpora al pensamiento cristiano: Catequesis de Benedicto XVI
Santa Brígida de Suecia, Patrona de Europa, con recursos audiovisuales
San Bruno, fundador de los cartujos, con libro biográfico y recursos audiovisuales
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C
San Carlos Borromeo, el patrón de los catequistas
San Casimiro de Polonia: santo en la adolescencia
Casiodoro y Boecio, la cultura clásica se incorpora al pensamiento cristiano: catequesis de Benedicto XVI
Santa Catalina de Alejandría, virgen y mártir, con recursos audiovisuales
Santa Catalina Labouré y la Medalla Milagrosa, con recursos audiovisuales
Santa Cecilia, patrona de la Música, con recursos audiovisuales
San Charbel Makhlouf
San Charbel Makhlouf: catequesis
San Charbel Makhlouf: película biográfica «Charbel»
Santos Cirilo y Metodio, copatrones de Europa
Santa Clara de Asís: película «Francisco y Clara»
Santa Clara de Asís, el alma gemela de san Francisco
Beata Clara «Luce» Badano, un ejemplo de amor para todos
San Claudio de la Colombière, apóstol del Sagrado Corazón de Jesús, con recursos audiovisuales
San Clemente Romano: recursos para la catequesis
San Cleofás, el discípulo que acompaño al Señor a Emaús
San Conrado de Piacenza Confalonieri, el cazador eremita
Santos mártires de Corea: santos Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros
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D
San Dámaso I, el Papa que compuso el ‘Gloria Patri’
San Daniel Comboni, apóstol de África, con recursos audiovisuales
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E
Santa Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz): vida y pensamientos
San Edmundo: el rey que se sacrificó por la fe y por su pueblo
San Eladio de Toledo, de ministro de Hacienda a santo
San Enrique de Ossó, con recursos audiovisuales
Mártires de la Persecución Española, con homilía de san Juan Pablo II
San Esteban, el primer mártir de la Iglesia, con recursos audiovisuales
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F
Santa María Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia
Santa María Faustina Kowalska y la Divina Misericordia: Dos documentales
Santa María Faustina Kowalska: película «Faustina»
Santas Felicidad y Perpetua: actas de su martirio
San Felipe de Jesús, el mártir mexicano del Japón, con recursos audiovisuales
San Felipe Neri, el santo del buen humor, con recursos audiovisuales
San Fernando III de Castilla, ejemplo de gobernante cristiano
San Francisco de Asís: documental y película «Francisco y Clara»
San Francisco de Asís en el cine: cuatro grandes producciones online
San Francisco de Asís y el origen del «belén»
San Francisco de Sales: carta de Juan Pablo I en «Ilustrísimos señores»
San Francisco Javier y el tesoro del samurai, y más
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G
Santa Gema Galgani: biografía y recursos audiovisuales
San Gregorio Magno: catequesis de Benedicto XVI
San Gregorio Magno, su doctrina: catequesis de Benedicto XVI
San Gregorio VII, paladín de la fe
San Gregorio de Nisa: dos catequesis de Benedicto XVI
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H
Santa Hilario de Poitiers: catequesis de Benedicto XVI
San Hilario de Poitiers, doctor de la Iglesia – con recursos audiovisuales
Santa Hildegarda de Bingen: una mujer muy moderna
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I
San Ignacio de Antioquía: biografía y recursos audiovisuales
San Ignacio de Antioquía: catequesis de Benedicto XVI
San Ignacio de Loyola
San Ignacio de Loyola: «El capitán de Loyola», película biográfica
San Ildefonso de Toledo: La casulla de San Ildefonso
Santa Inés, patrona de los adolescentes, con recursos audiovisuales
Los Santos Inocentes, con recursos audiovisuales
San Isidoro de Sevilla, una vida en busca de Dios: catequesis de Benedicto XVI
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J
Santa Jacinta Mariscotti, un ejemplo para las jóvenes de hoy, con recursos audiovisuales
Mártires del Japón: san Pablo Miki y sus compañeros
Venerable Jérôme Lejeune: el científico que renunció al Nobel por defender la vida
San Jerónimo de Estridón: catequesis de Benedicto XVI
San Jerónimo de Estridón: la Orden de San Jerónimo en recursos audiovisuales
San Jerónimo Emiliani, patrón de los huérfanos y la infancia abandonada, con recursos audiovisuales
San Jorge de Capadocia: biografía
San Jorge y el dragón en la Leyenda Áurea
San Josafat de Lituania, patrón de la unión de los cristianos, con recursos audiovisuales
San José, Custodio de Nuestro Señor Jesucristo
San José: «José el carpintero», historia árabe
San José: «José el carpintero», historia copta
San José: película «José de Nazaret»
San José Pignatelli, restaurador de los Jesuitas, con recursos audiovisuales
San Josemaría Escrivá de Balaguer: obras
San Josemaría Escrivá de Balaguer: su iniciación cristiana
San Juan apóstol y evangelista, el discípulo amado: su biografía
San Juan apóstol y evangelista: primera catequesis de Benedicto XVI
San Juan apóstol y evangelista: segunda catequesis de Benedicto XVI
San Juan Bautista, el mártir que entregó su cabeza por la Verdad
San Juan Bautista: catequesis de Benedicto XVI sobre su natividad
San Juan Bautista de La Salle, con recursos audiovisuales
San Juan Bautista de La Salle: película «El Señor de La Salle»
San Juan Bosco, apóstol de los niños
San Juan Bosco: película «Don Bosco»
San Juan Cancio de Kety, con recursos audiovisuales
San Juan de Capistrano, el «Santo de Europa», con recursos audiovisuales
San Juan Casiano, maestro de la oración
San Juan de la Cruz, biografía y obras en versión musical
San Juan Diego, el mensajero de la Virgen de Guadalupe, las apariciones y película en dibujos animados
San Juan Diego y la Virgen de Guadalupe: película online
Beato Juan Duns Scoto: película «Scoto, el defensor de la Inmaculada Concepción»
San Juan de Ribera, arzobispo de Valencia – Con recursos audiovisuales
San Juan XXIII: película «El Santo Padre Juan XXIII»
Juan Pablo I: la sonrisa de Dios – Miniserie online
San Juan Pablo II: catequesis de Benedicto XVI
San Juan Pablo II: película «Karol, un hombre que se hizo Papa»
San Juan Pablo II: película «Karol II»
Santa Juana de Lestonnac: modelo de madre y de educadora
Santa Juana Francisca de Chantal
Santos Judas Tadeo y Simón Cananeo, apóstoles
Santos Judas Tadeo y Simón Cananeo, apóstoles: catequesis de Benedicto XVI
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K
Santos Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros, santos mártires coreanos
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L
San Leandro de Sevilla, con recursos audiovisuales
Santa Leocadia, patrona de Toledo (España), con recursos audiovisuales
San León I Magno: catequesis de Benedicto XVI y recursos audiovisuales
San Lucas evangelista: patrón de médicos y artistas
Santa Lucía de Siracusa, con recursos audiovisuales
Beatos Luis y María Beltrame-Corsini, un matrimonio santo – con enlaces y recursos audiovisuales
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M
San Macario de Alejandría, el Grande: un gran asceta
Santa Magdalena de Nagasaki
Santa Margarita de Escocia, con recursos audiovisuales
Santa Margarita María de Alacoque y el Sagrado Corazón de Jesús
Santa Margarita María de Alacoque: Historia del Sagrado Corazón de Jesús
Beatos María y Luis Beltrame-Corsini, un matrimonio santo – con enlaces y recursos audiovisuales
Santa María Goretti: biografía y película
Santa María Magdalena
Santa María Magdalena: canción «Alabaster Box», de CeCe Winans
Santa María Magdalena: película «Magdalena, de la vergüenza a la libertad»
Santa María Magdalena: película «María Magdalena, pecadora de Magdala»
Santa María Mazzarello: película biográfica «Maín, la casa de la felicidad»
Santa María Soledad Torres Acosta, fundadora de las Siervas de María
San Martín de Porres: tres películas de su vida
San Martín de Tours, con recursos audiovisuales
Los primeros mártires del Tercer Milenio, con homilía de san Juan Pablo II
San Mateo, apóstol y evangelista: evangelio de la misa y catequesis de los Papas Francisco y Benedicto XVI
San Mateo, apóstol y evangelista: catequesis de Benedicto XVI con recursos audiovisuales
San Mateo, apóstol y evangelista: película «El Evangelio según san Mateo»
San Mauricio y la legión tebana
San Maximiliano Kolbe: mártir de la generosidad
Santos Metodio y Cirilo, copatrones de Europa
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N
San Nicolás de Tolentino, con recursos audiovisuales
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O
Órdenes mendicantes: catequesis de Benedicto XVI
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P
San Pablo de Tarso: película «San Pablo, el apóstol misionero»
San Pablo de Tarso: película y cómic sobre su vida y conversión
San Pablo Miki y sus compañeros mártires en Japón, con recursos audiovisuales
Beato Pablo VI: El Papa en la tempestad, miniserie online
San Patricio: películas y fiesta
San Pedro, apóstol: La cátedra de San Pedro
San Pedro de Alcántara, con recursos audiovisuales
San Pedro Canisio: catequesis de Benedicto XVI
San Pedro Claver, el apóstol de los esclavos
San Pedro Damián, reformador y doctor de la Iglesia, con recursos audiovisuales
San Pedro Damián de Molokai, el apóstol de los leprosos
San Pedro Damián de Molokai: película «Molokai, la historia del Padre Damian»
San Pedro Damián de Molokai: película «Molokai, la isla maldita»
San Pedro Nolasco, con recursos audiovisuales
Santas Perpetua y Felicidad: Actas de su martirio
Beato Pío IX, el papa de la Inmaculada Concepción, con recurss audiovisuales
San Policarpo de Esmirna, pastor fiel hasta el martirio
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R
San Raimundo de Peñafort, con recursos audiovisuales
San Roque González, un ejemplo para los jóvenes
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S
Siete salesas mártires en 1936: Dieron su vida por la fe
Santiago el Mayor, el apóstol de la paz
San Saturnino de Tolosa, con recursos audiovisuales
San Sebastián, con recursos audiovisuales
San Sebastián, apóstol de mártires
Los santos amigos, fundadores de los Servitas, con recursos audiovisuales
San Silvestre I, Papa, con recursos audiovisuales
Santos Simón Cananeo y Judas Tadeo, apóstoles
Santos Simón Cananeo y Judas Tadeo, apóstoles: catequesis de Benedicto XVI
Santa María Soledad Torres Acosta, fundadora de las Siervas de María
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T
Santa Teresa de Calcuta: mujer, monja, fundadora
Santa Teresa de Jesús: catequesis de Benedicto XVI
Santa Teresa de Jesús: maestra de oración. Poemas líricos
Santa Teresa de Jesús: serie/película, también subtitulada en portugués
Santa Teresa de Lisieux: catequesis, películas, documentales y otros audiovisuales
Santa Teresa de Lisieux: obras
Santa Teresa Benedicta de la Cruz: vida y pensamientos
Santos Timoteo y Tito, colaboradores de san Pablo
La Fiesta de Todos los Santos
Santo Tomás de Aquino, el patrono de los estudiantes
Santos Tomás Dinh Viet Du y Domingo Nguyen Van Xuyên, y 117 los mártires de Vietnam
Santo Tomás Moro: El gusto de vivir, sus «bienaventuranzas»
Santo Tomás de Villanueva: catequesis con cómic
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V
San Vicente, diácono y mártir, con recursos audiovisuales
San Vicente de Paúl, el santo de la Caridad, con recursos audiovisuales
San Vicente de Paúl: película «Monsieur Vincent»
Mártires de Vietnam: santos Tomás Dinh Viet Du y Domingo Nguyen Van Xuyên, y 117 compañeros
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W
San Wenceslao, el príncipe de la unidad
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Santa María Virgen, madre de Dios y madre nuestra
Natividad de Santa María: Nacimiento, infancia y juventud de María en el Protoevangelio de Santiago
La Presentación de Nuestra Señora, con recursos audiovisuales
La Virgen María, modelo para una juventud actual
La Asunción de Nuestra Señora
A Jesús por María
La Virgen Santa, causa de nuestra alegría
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Advocaciones marianas
Nuestra Señora de la Almudena, Patrona de Madrid
Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de Costa Rica, con recursos audiovisuales
Nuestra Señora de Aparecida, Patrona de Brasil, con recursos audiovisuales
Nuestra Señora del Carmen: recursos audiovisuales
Nuestra Señora del Carmen, la Estrella del Mar
Nuestra Señora del Cisne: película «Virgen del Cisne, más allá del milagro»
Nuestra Señora de Covadonga, con recursos audiovisuales
Nuestra Señora Madre de la Divina Providencia, patrona de Puerto Rico
Nuestra Señora de los Dolores, con recursos audiovisuales
Nuestra Señora de Fátima: película «Fátima»
Nuestra Señora de Guadalupe de México, Patrona de las Américas y Filipinas
Nuestra Señora de Guadalupe y san Juan Diego: película online
Nuestra Señora de los Llanos, patrona de Albacete (España)
Nuestra Señora de Loreto: oración, himnos y recursos audiovisuales
Nuestra Señora de Lourdes: dos películas sobre las apariciones
Nuestra Señora de Luján: historia de una gran devota
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, con recursos audiovisuales
Nuestra Señora de las Mercedes
Nuestra Señora del Pilar: materiales para dinámica y catequesis
Nuestra Señora del Rosario
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Patrona de Colombia, con recursos audiovisuales
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por SS Francisco | 12 Oct, 2014 | Catequesis Magisterio
La familia es uno de los temas principales que el Papa Francisco trata cuando no habla a todos los católicos. La importancia de la familia en la trabsmisión de la fe, en la construcción de una sociedad justa, en el mantenimiento de la paz y en el desarrollo de la vida de la Iglesia son una constante en sus alocuciones, homilías y discursos.
En este artículo, y con ocasión de la celebración del Sínodo Extraordinario sobre la Familia, queremos ofreceros una veintena de ideas, de palabras dichas por el Santo Padre acereca de la familia.
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1. «En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad con los necesitados… Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús»
2. «Cuando nos preocupamos por nuestras familias y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas… cuando sostienen la familia, sus esfuerzos repercuten no sólo en beneficio de la Iglesia; también ayudan a la sociedad entera»
3. «Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido o la mujer perfectos. No digamos la suegra perfecta …Existimos nosotros, los pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: que un día no termine nunca sin pedir perdón».
4. «Tener un lugar a donde ir, se llama Hogar. Tener personas a quien amar, se llama Familia, y tener ambas se llama Bendición.»
5. «Educar en la solidaridad significa entonces educarnos en la humanidad. Apoyar y proteger a la familia para que eduque a la solidaridad y al respeto es un paso decisivo para caminar hacia una sociedad más equitativa y humana.»
6. «¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!»
7. «Preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y a que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de sus hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de los padres».
8. «En la vida, la familia experimenta tantos momentos bellos. El descanso, los almuerzos juntos, las salidas al parque, al campo, la visita a los abuelos, la visita a una persona enferma, pero si falta el amor, falta la alegría, la fiesta, y el amor siempre nos los da Jesús. Él es la fuente inacabable.»
9. «El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva. Pero su aporte a la sociedad supera el nivel de emotividad. El matrimonio no procede del sentimiento amoroso efímero, sino de una unión de vida total».
10. «El matrimonio es un trabajo de todos los días, se puede decir que artesanal, un trabajo de orfebrería porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a la mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más hombre al marido. Crecer también en humanidad, como hombre y mujer».
11. «Todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, en la pareja; fuerte algunas veces… Yo digo «vuelan los platos», ¿eh? Se dicen palabras fuertes, pero escuchen este consejo: no terminen el día sin hacer las paces. La paz se rehace cada día en la familia. Pidiendo perdón: «perdóname» y se recomienza de nuevo.»
12. «Un matrimonio no tiene éxito sólo si dura, es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos.»
13. «Veo la santidad en una mujer que cría a sus hijos. En un hombre que trabaja para llevar a casa el pan. En los enfermos. En las religiosas… Esta es la santidad común».
14. «Aquello que pesa más que todas las cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser recibidos. Pesan ciertos silencios. A veces, también en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor, el esfuerzo se hace más pesado, intolerable»
15. «En el Padrenuestro decimos: ‘Danos hoy nuestro pan de cada día». El matrimonio puede aprender a rezar así: ‘Danos hoy nuestro amor de cada día'».
16. «El verdadero vínculo es siempre con el Señor. Todas las familias, tienen necesidad de Dios: todas, ¡todas! Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. ¡Para rezar en familia se requiere sencillez! Cuando la familia reza unida, el vínculo se hace fuerte»
17. «El amor de dos esposos es una realización, una realidad que crece, y podemos decir que es como construir una casa, y esa casa se construye juntos, no solos».
18. «La verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente en el camino de la vida»
19. «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. Madura a la vez que nos damos a los otros».
20. «La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor».
21. «Hoy, la familia es despreciada, es maltratada, y lo que se nos pide es reconocer lo bello, auténtico y bueno que es formar una familia, ser familia hoy; lo indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro de la humanidad»
22. «Aquello que pesa más de todas las cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser recibidos. Pesan ciertos silencios. A veces, también en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor, el esfuerzo se hace más pesado, intolerable». Encuentro de Familias en Roma en octubre del 2013.
23. «Hay tres palabras mágicas: Permiso para no ser invasivo en la vida del cónyuge. Gracias, agradecer lo que el otro hizo por mí, la belleza del decir gracias. Y la otra, perdón, que a veces es más difícil, pero es necesario decirla». Audiencia General en la Plaza San Pedro, el miércoles 2 de abril.
24. «En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos inolvidables. Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús». Carta del 2 de febrero del Papa a las familias.
25. «El secreto es que el amor es más fuerte que el momento en que se pelea, y por eso aconsejo a los esposos: no terminen el día en que pelearon sin hacer las paces, siempre». Audiencia General en la Plaza San Pedro, el miércoles 2 de abril.
26. «El verdadero vínculo es siempre con el Señor. Todas las familias, tienen necesidad de Dios: todas, ¡todas! Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. ¡Para rezar en familia se requiere sencillez! Cuando la familia reza unida el vínculo se hace fuerte». Homilía de la Misa del Encuentro de Familias, que se realizó en Roma en octubre del 2013.
27. «Si el amor es una relación, se construye como una casa. No querrán construirla sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa: que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza». Palabras a los novios que se reunieron en la Plaza San Pedro en San Valentín.
28. «Hoy, la familia es despreciada, es maltratada, y lo que se nos pide es reconocer lo bello, auténtico y bueno que es formar una familia, ser familia hoy; lo indispensable que es esto para la vida del mundo, para el futuro de la humanidad». Palabras dirigidas a los obispos el 20 de febrero, en un encuentro que trataba el tema de la familia.
29. «El matrimonio es un largo viaje que dura toda la vida, y necesitan la ayuda de Jesús para caminar juntos, con confianza, para acogerse, uno al otro cada día, y perdonarse cada día, y esto es importante en las familias, saber perdonarse. Porque todos nosotros tenemos defectos. ¡Todos!». Encuentro de Familias en Roma en octubre del 2013.
30. «Cuando nos preocupamos por nuestras familias y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas, (…) cuando sostienen la familia, sus esfuerzos repercuten no sólo en beneficio de la Iglesia; también ayudan a la entera sociedad». Discurso dirigido a los obispos de Sri Lanka, el 5 de mayo del 2014.
31. «La verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente en el camino de la vida». Misa de clausura del Encuentro de Familias, en Roma.
por CeF | Varios en Internet | 12 Oct, 2014 | Confirmación Vida de los Santos
¡Oh, María Santísima! De los méritos de nuestro Señor Jesucristo en tu querida imagen de Aparecida, alcanza numerosos beneficios sobre todo a Brasil.
Yo, aunque indigno de pertenecer al número de tus hijos e hijas, pero lleno de deseo de participar de los beneficios de tu misericordia, postrado a tus pies consagro mi entendimiento para que siempre pienses en el amor que mereces.
Te consagro mi lengua para que siempre te alabe y propague tu devoción. Te consagro mi corazón para que, después de Dios, te ame sobre todas las cosas.
Recíbeme, Oh Reina incomparable. Tú, que en Cristo crucificado eres nuestra Madre en el dichoso número de tus hijos e hijas, recíbeme bajo tu protección.
Socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, sobre todo en la hora de mi muerte. Bendíceme oh celestial cooperadora; y con tu poderosa intercesión, fortaléceme en mi flaqueza a fin de que te sirva fielmente en esta vida y después pueda alabarte, amarte y darte gracias en el cielo por toda la eternidad.
Santo Padre Francisco, Ofrecimiento a la Virgen de Aparecida.
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La historia cuenta que en el año 1717, El gobernador de Sao Paulo y Minas Gerais, don Pedro de Almeida y Portugal, Conde de Assumar, pasó por la villa de Guaratinguetá camino a villa Rica. Por tal motivo, los pobladores del lugar, queriendo agasajar al invitado, solicitaron a tres pescadores, Domingos Garcia, Filipe Pedroso e João Alves, una provisión de peces.
Estos hombres se encontraban en el río Paraiba, arrojando sus redes en el agua, cuando de repente al levantar una de ellas, encontraron una figura rota de terracota de la Virgen de la Concepción, de tan solo 36 cm. Primero hallaron el cuerpo y al arrojar otra vez la red lograron ubicar la cabeza.
Luego del suceso, la pesca, que hasta ese momento había sido escasa, fue tan abundante, que tuvieron que volver a la costa por el peso que tenían sus pequeñas embarcaciones. Read More Uno de los pescadores llevó la imagen a su casa y le realizó un pequeño altar, unos años después crearon un oratorio, lugar que era visitado por todos los lugareños.
El 5 de mayo de 1743, se comenzó a construir un templo, que se inauguró el 26 de julio de 1745, venerando a la Virgen bajo la invocación de Nuestra Señora Aparecida.
El pueblo de Nuestra Señora Aparecida se encuentra a unos cuantos kilómetros de Guaratinguetá, villa del Estado de Sao Paulo. Se ignora completamente como es que la imagen fue a parar al río, pero si se conoce su autor, un monje de Sao Paulo, llamado Frei Agostino de Jesús quien la moldeo en el año 1650.
La Virgen es de color moreno y esta vestida con un manto grueso bordado, sus manos se ubican en el pecho en posición de oración, fue coronada solemnemente en 1904, por don José de Camargo Barros, obispo de Sao Paulo.
El 16 de julio de 1930, Pío XI la declaró a Nuestra Señora Aparecida patrona de Brasil. El día 4 de julio de 1980, el Papa Juan Pablo II visito el santuario y le dio el título de Basílica.
Arículo original en catholic.net
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Recursos audiovisuales
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por Varios en Internet | CeF | 11 Oct, 2014 | Primera comunión Dinámicas
El día 12 de octubre celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, y también el día de la Hispanidad. La llegada de Colón a América coincidió con esta fiesta, y así la Virgen del Pilar terminaría siendo reconocida como Patrona de la Hispanidad. La protección de María sobre los católicos americanos es verdaderamente especial, y el espíritu evangelizador de la Iglesia del Nuevo Mundo es especialmente mariano.
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Breve Historia de la Virgen del Pilar
La tradición, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles predicaban el Evangelio. Se dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión.
Los documentos dicen textualmente que Santiago, «pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro.
En la noche del 2 de enero del año 40 AD, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando «oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol». La Santísima Virgen, que aún vivía, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que «permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio».
Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresar a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.
Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza. El más antiguo de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago.
Asimismo, hacia el año 835, un monje de San Germán de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, «donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente», cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un templo dedicado a la Virgen.
La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como «una antigua y piadosa creencia».
Artículo original en la página web de la Guardia Civil española
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Dibujos para colorear
Podéis acceder al dibujo en tamaño grande pulsando sobre los títulos o sobre las imágenes.
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Nuestra Señora del Pilar, la primera aparición mariana
Historia de esta advocación, resultado de la primera aparición mariana de la historia.
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Himno a la Virgen del Pilar con letra sobreimpresa
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A la Virgen del Pilar
Luis Lucena le canta a la Virgen del Pilar.
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por siervasdemariacastilla.com | Beato Pablo VI | 10 Oct, 2014 | Confirmación Vida de los Santos
El 11 de Octubre de 1887, a las 9 de la mañana, M. Soledad se dormía en el amor de Dios, en su regazo.
Antes de tan esperado momento entregó a sus hijas el resumen de toda una vida de entrega a Cristo; era su Testamento
Hoy nos vuelve a repetir las mismas palabras, pues el Amor, la Paz y la Unión, siguen siendo base de nuestras comunidades.
Siervas de María.
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Testamento espiritual
«Hijas mías, deseo que seáis testimonios vivos de Cristo en el mundo»
Os dejo:
COMO MISIÓN: La asistencia a nuestros Hermanos enfermos para que curando sus cuerpos, podáis ayudar a salvar sus almas.
COMO MADRE: A la Virgen María con el título de «Salud de los Enfermos»
COMO MANDAMIENTO: El amor: Amaos las unas a las otras; sabed que os llevo a todas dentro del corazón.
COMO MENSAJE: La paz: Sufrid siempre con paz como buenas religiosas, llevando la sonrisa en los labios y la humildad en el alma.
COMO LEMA. La caridad: habéis de repartir lo que Dios os dé entre los pobres, la caridad es obligatoria.
OS DEJO: En manos de la Providencia; Adiós, Hijas mías, hasta la eternidad.
M.ª Soledad Torres
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Biografía de la santa fundadora
En Madrid (España) en la Calle de la Flor Baja números 3 hoy Gran vía nº 53, donde se ubica el hotel «Emperador» , habitaban el matrimonio formado por Manuel Torres y Antonia Acosta – ambos madrileños- fruto de su matrimonio nacieron cinco hijos.
El día 2 de Diciembre de 1826 nació la 2ª de sus hijos, que hoy es conocida por Sta. Mª Soledad. Era una niña pequeña, débil y enfermiza que preocupa a sus padres y les hace volcarse en cuidados.
Le bautizaron el día 4 de Diciembre del mismo años – dos días más tarde- en la Parroquia de San Martín de Madrid y se le imponen los nombres de Bibiana – Antonia – Manuela; Bibiana por ser el santo del día de su nacimiento. Antonia, como su madre: Manuela por su padre. Con éste último se le llamará hasta su ingreso en el convento.
Recibe el Sacramento de la Confirmación el día 16 de Enero de 1828 cuando a penas había cumplido un año.
Los años de su infancia transcurren en el anonimato, como cualquier familia humilde. Sabemos que sus padres son personas de sólidas virtudes cristianas, de gran amor a todo lo concerniente a la religión católica y de ferviente piedad mariana y así educan a sus hijos.
Desde pequeña Manolita, manifiesta gran devoción a la Virgen de los Dolores, fomentada tal vez por la asiduidad en ayudar a una tía a cuidar y arreglar un lienzo representando a la Virgen de los Dolores que había en la portería del convento de las Dominicas Reales, en la Plaza de Santo Domingo, muy cerca de su casa. Esto seguramente ayudó a configurar su devoción mariana y su preferencia a la advocación de los Dolores que más tarde reflejará en su nombre religioso: Soledad.
De su juventud nada especial sabemos, a no ser una clara inclinación a ser toda para Dios. Pide ingresar en las Dominicas Reales, como Hermana de Velo Blanco, ya que la dote no le da para más. Es aceptada, pero ha de esperar un tiempo a que haya una vacante. Manuela espera tranquila la «hora» de Dios. En esta espera Dios marca su «hora» y su camino poniendo al Cura de Chamberí como mediación de su voluntad.
El día 15 de Agosto de 1851 pronuncia susVotos en el Instituto que inicia D. Miguel Martínez en el barrio de Chamberí, bajo la protección y maternal mirada de la Virgen en su Asunción al Cielo. Manuela ve cumplidos sus sueños de seguir la llamada de Dios a ser toda para El y desde hoy se llamará Mª Soledad. Será una luz en la noche del dolor. La contemplativa de la Virgen para imitarla en la oración, disponibilidad, entrega y servicio. Será la «sierva que se cobija y mira en las manos de su Señora» la Virgen de la Salud, a la que acudirá en todas sus tribulaciones y será su Modelo en la andadura vocacional. «Tengo puesta en María mi confianza» repetirá muchas veces.
En 1855 D. Miguel decide marchar como misionero a Fernando Poo dejando a la Congregación, si así se le podía llamar, sin a penas recursos para subsistir y al personal sumamente mermado. D. Miguel ha puesto a Mª. Soledad como Superiora, tal vez por ser la única «superviviente» de las siete fundadoras. Tenía la Hermana Soledad 30 años de edad. En esta época se encontraban las pocas Siervas de María en la más absoluta pobreza y bajo la dirección de un joven e inexperto sacerdote puesto al frente por D. Miguel.
M. Soledad ante las dificultades que arrecian sobre lo que tanto ama: La Congregación toma una actitud que a muchos le causará asombro: Confia plenamente en Dios: «Dios abrirá puertas de claridad, Hijas mías» y las testigos nos dicen que empleaba cuatro horas diarias a la oración. Era tal su empeño porque no se derrumbe el Instituto, que desde este momento M. Soledad se convierte en FUNDADORA.
En 1856 la Cruz de Cristo aparece directamente en la persona de M. Soledad. Ante su humildad, silencio, una vida sin aparente brillo y dotes de relaciones influyentes, es destituida de Superiora General y enviada a Getafe. Ante el caos y confusión que reina, la Congregación está amenazada de ser suprimida y así lo hace saber el Cardenal de Toledo: Bonel y Orbe que está confuso. Destituido D. Francisco Morales, el director dejado por D. Miguel, toma la dirección el P. Gabino Sánchez – Agustino – quien lo primero que hace es restituir a Mª Soledad el nombramiento de Superiora General en Enero de 1857 trayéndola de nuevo a Madrid. Desde este momento hasta su muerte el 11 de Octubre de 1887 M. Soledad será la Superiora General de la Congregación.
En 1861 se aprueba interinamente el primer Reglamento y tiene lugar el primer Capítulo General, en el que sale elegida por unanimidad de votos la Madre Soledad Torres Acosta.
Con ella se ha consolidado la Congregación. Cuantas horas de oración, cuantos desvelos, lágrimas y soledad junto al Sagrario, pidiendo para que la «Barquilla» saliera a flote Dios la escuchó y le regaló poder contemplar la expansión de la Congregación más allá de los mares hasta Cuba y Puerto Rico.
Con gran gozo y regocijo recibe el Decreto de Alabanza del Instituto en 1867. La Aprobación del mismo en 1876. Todo ello prueba que ha luchado y vivido orientada hacia la voluntad de Dios en su vida.
Dios le regalará a su fiel Sierva, el ver como sus Hijas tendrán hermosa casa en la Capital de España, donde tiene su origen la Congregación y así el 18 de Diciembre de 1880 contemplara llena de esperanza la Colocación de la primera piedra de la Casa Matriz y el traslado de ella y sus hijas a la misma el 22 de Abril de 1883.
Después de muchos gozos y fatigas para ver extendido el Instituto con muchas Fundaciones a lo largo de la geografía española y más allá de los mares, Madre Soledad siente la llamada del Padre a descansar en su regazo y recibir el premio prometido por el Divino Maestro: «Venid ,benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo» (Mt. 25,34) Esto sucedía el día 11 de Octubre de 1887, dejándonos a todas sus Hijas un bello ejemplo de vida entregada siempre a Dios y a los enfermos.
Fuente: siervasdemariacastilla.com
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Estuve enfermo, y me visitasteis
De la homilía pronunciada por el papa Pablo VI en la canonización de santa Soledad Torres Acosta
María Soledad es una fundadora. La fundadora de una familia religiosa muy numerosa y difundida. Óptima y próvida familia. De este modo, María Soledad se inserta en ese grupo de mujeres santas e intrépidas que en el siglo pasado hicieron brotar en la Iglesia ríos de santidad y laboriosidad; procesiones interminables de vírgenes consagradas al único y sumo amor de Cristo, y mirando todas ellas al servicio inteligente, incansable, desinteresado del prójimo.
Por esto, contaremos a las Siervas de los enfermos en el heroico ejército de las religiosas consagradas a la caridad corporal y espiritual; pero no debemos olvidar un rango específico, propio del genio cristiano de María Soledad, el de la forma característica de su caridad; es decir, la asistencia prestada a los enfermos en su domicilio familiar, forma ésta que ninguno, así nos parece, había ideado en forma sistemática antes de ella; y que nadie antes de ella había creído posible confiar a religiosas pertenecientes a institutos canónicamente organizados.
La fórmula existía, desde el mensaje evangélico, sencilla, lapidaria, digna de los labios del divino Maestro: Estuve enfermo, y me visitasteis, dice Cristo, místicamente personificado en la humanidad doliente.
He aquí el descubrimiento de un campo nuevo para el ejercicio de la caridad; he aquí el programa de almas totalmente consagradas a la visita del prójimo que sufre.
Oración
Señor, tú que concediste a santa Soledad Torres Acosta la gracia de servirte con amor generoso en los enfermos que visitaba, concédenos tu luz y tu gracia para descubrir tu presencia en los que sufren y merecer tu compañía en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.