Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones – Mensaje del Papa emérito Benedicto XVI

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones – Mensaje del Papa emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

Con motivo de la 50 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 21 de abril de 2013, cuarto domingo de Pascua, quisiera invitaros a reflexionar sobre el tema: «Las vocaciones signo de la esperanza fundada sobre la fe», que se inscribe perfectamente en el contexto del Año de la Fe y en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II. El siervo de Dios Pablo VI, durante la Asamblea conciliar, instituyó esta Jornada de invocación unánime a Dios Padre para que continúe enviando obreros a su Iglesia (cf. Mt 9,38). «El problema del número suficiente de sacerdotes –subrayó entonces el Pontífice– afecta de cerca a todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de la sociedad cristiana, sino también porque este problema es el índice justo e inexorable de la vitalidad de fe y amor de cada comunidad parroquial y diocesana, y testimonio de la salud moral de las familias cristianas. Donde son numerosas las vocaciones al estado eclesiástico y religioso, se vive generosamente de acuerdo con el Evangelio» (Pablo VI, Radiomensaje, 11 abril 1964).

En estos decenios, las diversas comunidades eclesiales extendidas por todo el mundo se han encontrado espiritualmente unidas cada año, en el cuarto domingo de Pascua, para implorar a Dios el don de santas vocaciones y proponer a la reflexión común la urgencia de la respuesta a la llamada divina. Esta significativa cita anual ha favorecido, en efecto, un fuerte empeño por situar cada vez más en el centro de la espiritualidad, de la acción pastoral y de la oración de los fieles, la importancia de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

La esperanza es espera de algo positivo para el futuro, pero que, al mismo tiempo, sostiene nuestro presente, marcado frecuentemente por insatisfacciones y fracasos. ¿Dónde se funda nuestra esperanza? Contemplando la historia del pueblo de Israel narrada en el Antiguo Testamento, vemos cómo, también en los momentos de mayor dificultad como los del Exilio, aparece un elemento constante, subrayado particularmente por los profetas: la memoria de las promesas hechas por Dios a los Patriarcas; memoria que lleva a imitar la actitud ejemplar de Abrahán, el cual, recuerda el Apóstol Pablo, «apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: Así será tu descendencia» (Rm 4,18). Una verdad consoladora e iluminante que sobresale a lo largo de toda la historia de la salvación es, por tanto, la fidelidad de Dios a la alianza, a la cual se ha comprometido y que ha renovado cada vez que el hombre la ha quebrantado con la infidelidad y con el pecado, desde el tiempo del diluvio (cf. Gn 8,21-22), al del éxodo y el camino por el desierto (cf. Dt 9,7); fidelidad de Dios que ha venido a sellar la nueva y eterna alianza con el hombre, mediante la sangre de su Hijo, muerto y resucitado para nuestra salvación.

En todo momento, sobre todo en aquellos más difíciles, la fidelidad del Señor, auténtica fuerza motriz de la historia de la salvación, es la que siempre hace vibrar los corazones de los hombres y de las mujeres, confirmándolos en la esperanza de alcanzar un día la «Tierra prometida». Aquí está el fundamento seguro de toda esperanza: Dios no nos deja nunca solos y es fiel a la palabra dada. Por este motivo, en toda situación gozosa o desfavorable, podemos nutrir una sólida esperanza y rezar con el salmista: «Descansa sólo Dios, alma mía, porque él es mi esperanza» (Sal 62,6). Tener esperanza equivale, pues, a confiar en el Dios fiel, que mantiene las promesas de la alianza. Fe y esperanza están, por tanto, estrechamente unidas. De hecho, «»esperanza», es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras «fe» y «esperanza» parecen intercambiables. Así, la Carta a los Hebreos une estrechamente la «plenitud de la fe» (10,22) con la «firme confesión de la esperanza» (10,23). También cuando la Primera Carta de Pedro exhorta a los cristianos a estar siempre prontos para dar una respuesta sobre el logos –el sentido y la razón– de su esperanza (cf. 3,15), «esperanza» equivale a «fe»» (Enc. Spe salvi, 2).

Queridos hermanos y hermanas, ¿en qué consiste la fidelidad de Dios en la que se puede confiar con firme esperanza? En su amor. Él, que es Padre, vuelca en nuestro yo más profundo su amor, mediante el Espíritu Santo (cf. Rm 5,5). Y este amor, que se ha manifestado plenamente en Jesucristo, interpela a nuestra existencia, pide una respuesta sobre aquello que cada uno quiere hacer de su propia vida, sobre cuánto está dispuesto a empeñarse para realizarla plenamente. El amor de Dios sigue, en ocasiones, caminos impensables, pero alcanza siempre a aquellos que se dejan encontrar. La esperanza se alimenta, por tanto, de esta certeza: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16). Y este amor exigente, profundo, que va más allá de lo superficial, nos alienta, nos hace esperar en el camino de la vida y en el futuro, nos hace tener confianza en nosotros mismos, en la historia y en los demás. Quisiera dirigirme de modo particular a vosotros jóvenes y repetiros: «¿Qué sería vuestra vida sin este amor? Dios cuida del hombre desde la creación hasta el fin de los tiempos, cuando llevará a cabo su proyecto de salvación. ¡En el Señor resucitado tenemos la certeza de nuestra esperanza!» (Discurso a los jóvenes de la diócesis de San Marino-Montefeltro, 19 junio 2011).

Como sucedió en el curso de su existencia terrena, también hoy Jesús, el Resucitado, pasa a través de los caminos de nuestra vida, y nos ve inmersos en nuestras actividades, con nuestros deseos y nuestras necesidades. Precisamente en el devenir cotidiano sigue dirigiéndonos su palabra; nos llama a realizar nuestra vida con él, el único capaz de apagar nuestra sed de esperanza. Él, que vive en la comunidad de discípulos que es la Iglesia, también hoy llama a seguirlo. Y esta llamada puede llegar en cualquier momento. También ahora Jesús repite: «Ven y sígueme» (Mc 10,21). Para responder a esta invitación es necesario dejar de elegir por sí mismo el propio camino. Seguirlo significa sumergir la propia voluntad en la voluntad de Jesús, darle verdaderamente la precedencia, ponerlo en primer lugar frente a todo lo que forma parte de nuestra vida: la familia, el trabajo, los intereses personales, nosotros mismos. Significa entregar la propia vida a él, vivir con él en profunda intimidad, entrar a través de él en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo y, en consecuencia, con los hermanos y hermanas. Esta comunión de vida con Jesús es el «lugar» privilegiado donde se experimenta la esperanza y donde la vida será libre y plena.

Las vocaciones sacerdotales y religiosas nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él, para entrar en su voluntad. Es necesario, pues, crecer en la experiencia de fe, entendida como relación profunda con Jesús, como escucha interior de su voz, que resuena dentro de nosotros. Este itinerario, que hace capaz de acoger la llamada de Dios, tiene lugar dentro de las comunidades cristianas que viven un intenso clima de fe, un generoso testimonio de adhesión al Evangelio, una pasión misionera que induce al don total de sí mismo por el Reino de Dios, alimentado por la participación en los sacramentos, en particular la Eucaristía, y por una fervorosa vida de oración. Esta última «debe ser, por una parte, muy personal, una confrontación de mi yo con Dios, con el Dios vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada una y otra vez por las grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la oración litúrgica, en la cual el Señor nos enseña constantemente a rezar correctamente» (Enc. Spe salvi, 34).

La oración constante y profunda hace crecer la fe de la comunidad cristiana, en la certeza siempre renovada de que Dios nunca abandona a su pueblo y lo sostiene suscitando vocaciones especiales, al sacerdocio y a la vida consagrada, para que sean signos de esperanza para el mundo. En efecto, los presbíteros y los religiosos están llamados a darse de modo incondicional al Pueblo de Dios, en un servicio de amor al Evangelio y a la Iglesia, un servicio a aquella firme esperanza que sólo la apertura al horizonte de Dios puede dar. Por tanto, ellos, con el testimonio de su fe y con su fervor apostólico, pueden transmitir, en particular a las nuevas generaciones, el vivo deseo de responder generosamente y sin demora a Cristo que llama a seguirlo más de cerca. La respuesta a la llamada divina por parte de un discípulo de Jesús para dedicarse al ministerio sacerdotal o a la vida consagrada, se manifiesta como uno de los frutos más maduros de la comunidad cristiana, que ayuda a mirar con particular confianza y esperanza al futuro de la Iglesia y a su tarea de evangelización. Esta tarea necesita siempre de nuevos obreros para la predicación del Evangelio, para la celebración de la Eucaristía y para el sacramento de la reconciliación. Por eso, que no falten sacerdotes celosos, que sepan acompañar a los jóvenes como «compañeros de viaje» para ayudarles a reconocer, en el camino a veces tortuoso y oscuro de la vida, a Cristo, camino, verdad y vida (cf. Jn 14,6); para proponerles con valentía evangélica la belleza del servicio a Dios, a la comunidad cristiana y a los hermanos. Sacerdotes que muestren la fecundidad de una tarea entusiasmante, que confiere un sentido de plenitud a la propia existencia, por estar fundada sobre la fe en Aquel que nos ha amado en primer lugar (cf. 1Jn 4,19). Igualmente, deseo que los jóvenes, en medio de tantas propuestas superficiales y efímeras, sepan cultivar la atracción hacia los valores, las altas metas, las opciones radicales, para un servicio a los demás siguiendo las huellas de Jesús. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de seguirlo y de recorrer con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del compromiso generoso. Así seréis felices de servir, seréis testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno, aprenderéis a «dar razón de vuestra esperanza» (1 P 3,15).

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Fuente original: Página web de la Santa Sede

Vaticano, 6 de octubre de 2012

Santo Padre Emérito Benedicot XVI

¡Colorea religiosos!

¡Colorea religiosos!

Con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Oración por las Vocaciones el domingo 21 de abril, os ofrecemos las siguientes láminas para que los más pequeños de la familia se diviertan coloreando religiosos.

Podéis acceder a las láminas pulsando los enlaces de texto o las imágenes.

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¡Colorea religiosos!

Religioso 1

Religioso 2

Religioso 1 Religioso 2

Religioso 3

Religioso 4

Religioso 3 Religioso 4

Religioso 5

Religioso 6

Religioso 5 Religioso 6

Religioso 7

Religioso 8

Religioso 7

Religioso 8


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San Jorge de Capadocia – Biografía

San Jorge de Capadocia – Biografía

Con motivo del día de san Jorge de Capadocia, patrón de las Comunidades de Aragón y de Castilla y León, el día 23 de abril, os presentamos su biografía..

Leyenda

En la Edad Media fue inmensa su popularidad que fue causa de su veneración incluso entre los musulmanes. El origen de la leyenda de san Jorge data del siglo IV. Nació en una familia cristiana de finales del siglo III. Su padre Geroncio, de Capadocia, era oficial en el ejército romano. Su madre Policromía quedó viuda y regresó con su joven hijo a su ciudad natal, Lydda, luego Diospolis, y en la actualidad Lod, en Israel. Dio una buena educación a su hijo, que al llegar a la mayoría de edad se alistó en el ejército, la carrera de su padre. Ascendió muy pronto de grado, y llegó a ser tribuno y comes y destinado a Nicomedia como miembro de la guardia personal del emperador romano Diocleciano.

ersecución de los cristianos

En 303, Diocleciano decretó la persecución cruel de los cristianos en todo el imperio, que fue continuada por Galerio. San Jorge recibió órdenes de participar en la persecución, pero prefirió profesar su religión y se atrevió a criticar la decisión del emperador, por lo que Diocleciano reaccionó ordenando la tortura y ejecución del traidor. Tras diversos tormentos, Jorge fue decapitado frente a las murallas de Nicomedia el 23 de abril del 303. Su ejemplo facilitó a los testigos de sus sufrimientos convencer a la emperatriz Alejandra y a una sacerdotisa pagana para que se convirtieran al cristianismo, y fueron también martirizadas como san Jorge, cuyo cuerpo fue enterrado en Lydda.

Su veneración como mártir

Su biografía es dudosa. Pero su veneración como mártir comenzó muy pronto. Se tienen noticias de peregrinos de una iglesia construida en su honor en Dióspolis, la antigua Lydda, en el reinado de Constantino I, que se convirtió en el centro del culto oriental a san Jorge. El archidiácono y bibliotecario Teodosio relata que Diospolis era el centro del culto de san Jorge. Un peregrino de Piacenza afirma lo mismo hacia el 570. Aquella iglesia fue destruida y más tarde reconstruida por los cruzados. En el 1191 y durante la Tercera Cruzada (1189-1192), fue destruida otra vez por las fuerzas de Saladino. Una nueva iglesia fue erigida en 1872 y aún se mantiene en pie. En el siglo IV su veneración se extendió desde Palestina al resto del Imperio Romano de Oriente. En el siglo V su popularidad llegó a la parte occidental del imperio. Fue canonizado en 494 por el papa Gelasio I.

El Palimpsesto

El texto más antiguo sobre la vida del santo se encuentra en el Acta Sanctórum, identificado por estudiosos como un palimpsesto del siglo V. El abad irlandés Adomnanus, de la abadía de la isla de Iona, relata algunas leyendas orientales de san Jorge recogidas por el obispo galo Arkulf recogidas en su peregrinaje a Tierra Santa en el año 680. En los comienzos del Islam, a través del sincretismo religioso y cultural, san Jorge fue unido al profeta judío Elías, al predicador judío samaritano Pineas y al santo islámico al-Hadr para formar una figura religiosa que era y es todavía venerada en las tres grandes religiones monoteístas.

Protección de san Jorge a la Corona de Aragón

En 1096, en Alcoraz, cerca de Huesca, las huestes del rey Sancho Ramírez de Aragón asediaban la ciudad musulmana. Tras recibir ayuda desde Zaragoza, los asediados consiguieron matar al rey, pero perdieron la batalla de Alcoraz, gracias a la aparición de San Jorge. Más tarde el rey Pedro I de Aragón conquistó Huesca habiendo invocado la ayuda del santo.

Leyendas

A partir del siglo XIII surgen otras leyendas y apariciones en el reino. Jaime I el Conquistador cuenta que en la conquista de Valencia se apareció el santo. así lo testifica el monarca: «Se apareció san Jorge con muchos caballeros del paraíso, que ayudaron a vencer en la batalla, en la que no murió cristiano alguno. El mismo rey Jaime cuenta que en la conquista de Mallorca «según le contaron los sarracenos, éstos vieron entrar primero a caballo a un caballero blanco con armas blancas», que él rey identificó con san Jorge. El patrocinio de san Jorge sobre los reyes de Aragón y, sobre toda la Corona de Aragón se reconoce oficialmente en el siglo XV con la creación de una festividad. El santo es muy venerado en Alcoy, Banyeres, Benejama y Bocairente del Reino de Valencia, en cuyas ciudades celebran en su honor las célebres fiestas patronales de «moros y cristianos».

En 1969, el papa Pablo VI sacó a san Jorge del santoral de la iglesia católica, aunque lo mantuvo a nivel opcional, pero no por eso su devoción ha decaído.

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Fuente original: www.ciberia.es


Oraciones para los novios

Oraciones para los novios

Os presentamos estas oraciones dirigidas especialmente a todas aquellas personas que quieran apoyarse en el Señor para que les ayude en sus relaciones sentimentales en diferentes circunstancias: para encontrar a esa persona querida, para no perderla o recuperarla, para reforzar el vínculo sentimental orientado con vistas al matrimonio y a la creación de una familia…

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Oración para conseguir pareja

Dios mío, Padre amado,

Te pido humildemente que me ayudes a encontrar a mi futuro esposo/a y a tener una maravillosa relación sentimental.

Por favor, guíame para encontrarlo, para conocernos y disfrutar el uno del otro.

Por favor, ilumíname y elimina de mí cualquier temor hacia el amor.

Pido Tu ayuda para crear las circunstancias adecuadas.

Pido Tu ayuda para saber escuchar y seguir Tu Divina Guía.

Sé que mi futuro esposo/a me está buscando con el mismo fervor que yo le busco. Ambos pedimos que nos permitas estar juntos y poder así darte gracias por todas tus bendiciones.

Gracias Dios mío por escucharme.

Amén.

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Oración para recuperar a tu pareja

Señor Jesucristo, Hijo de Dios, Rey de Reyes, Espejo de la Pureza,

te pido con toda mi fe que influyas en los sentimientos de (mencione el nombre de la persona),

para que regrese a mi lado y que, aunque se encuentre muy distante, piense en mí y sienta la necesidad de venir a mí.

Concédeme Señor Jesucristo, el deseo que con tanto fervor te pido y haz que regrese.

Muéstrale el camino y hazle saber que nuestra felicidad depende de su presencia.

Amen.

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Oración de los Novios

En mi corazón, Señor, se ha encendido el amor por una criatura que tú conoces y amas.

Tú mismo la pusiste delante de mí y un día me la presentaste.

Te doy gracias por este don, que me llena de alegría profunda, que me hace semejante a Ti, que eres amor, y que me ayuda a comprender el valor de la vida que me has dado.

Ayúdame para que no malgaste esta riqueza que tú pusiste en mi corazón.

Enséñame que el amor es don y que no puede mezclarse con ningún egoísmo.

Que el amor es puro y que no puede quedar en ninguna bajeza.

Que el amor es fecundo y desde hoy debe producir un nuevo modo de vivir en los dos.

Te pido, Señor,

por quien me espera y piensa en mí;

por quien camina a mi lado;

haznos dignos el uno del otro;

que seamos ayuda y modelo.

Ayúdanos en nuestra preparación al matrimonio, a su grandeza, a su responsabilidad, a fin de que desde ahora nuestras almas dominen nuestros pensamientos y los conduzcan en el amor.

Amén.

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Oración de los Novios

Señor que eres amor, y fuente de todo amor,

Tú que conoces el corazón de los jóvenes,

Tú has puesto en nuestro corazón

la capacidad de amar y ser amado,

Tú sabes que las pasiones hacen olvidar

el verdadero sentido del amor

y que tenemos que luchar

para conservar un corazón puro y amante.

Concédenos, no envilecer el amor,

haznos comprender todo el egoísmo

que se esconde a veces en esta palabra,

danos un amor limpio y sencillo,

enséñanos la dignidad del amor.

No permitas que jamás profanemos

en el pensamiento, en el corazón, en el cuerpo,

este don de vida que nos has confiado,

bendice y purifica nuestro amor para que,

si es tu voluntad, algún día lleguemos a ser esposos y padres.

Amén.

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Oración de los novios

Te pedimos, Señor, que quites todo egoísmo de nuestro amor.

Que nuestro cariño sea puente que une.

Que sea un impulso para participar más,

para ayudar más, para buscar juntos los caminos de la verdad.

Que juntos amemos más al prójimo.

Que juntos seamos más humildes, más libres, más fuertes.

Y apoyados en Ti, podamos desafiarlo todo, por seguirte.

Amén.

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Oración de los novios a la Virgen

Madre Nuestra,

En tu nombre hemos unido nuestros corazones.

Queremos que presidas nuestro amor;

que defiendas, conserves y aumentes nuestra ilusión.

Quita de nuestro camino cualquier obstáculo

que haga nacer la sombra o las dudas entre los dos.

Apártanos del egoísmo que paraliza el verdadero amor.

Líbranos de la ligereza que pone en peligro la Gracia de nuestras almas.

Haz que, abriendo nuestras almas, merezcamos la maravilla de encontrar a Dios el uno en el otro.

Haz que nuestro trabajo sea ayuda y estímulo para lograrlos plenamente.

Conserva la salud de nuestros cuerpos.

Resuelve necesidades materiales.

Y haz que el sueño de un hogar nuevo y de unos hijos nacidos de nuestro amor y del cuerpo, sean realidad y camino que nos lleve rectamente a tu Corazón.

Amén.

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Oración a la Sagrada Familia

Jesús, tu que elegiste una familia humana normal para vivir tu vida oculta, concédeme formar una a ejemplo de la tuya, donde nazcan y se desarrolle la fe y las virtudes de los hijos que nos regalen.

Santa María, Madre de Dios, tú que fuiste elegida para formar una familia ejemplo de todas las que vendrían, ayúdame a elegir con el corazón y la cabeza a mi futuro esposo/a. Que esa persona me ayude a llegar a contemplar el rostro de tu Hijo.

San José, fiel y buen esposo de María: ya que aceptaste la delicada y difícil misión de cuidar a la Virgen y al Niño, ayúdame a ser un buen esposo/a para que, cumpliendo mis deberes familiares, santifiquemos nuestra unión, junto a nuestros hijos, parientes, amigos y las personas que tratemos.

Que algún día lleguemos como familia a la gloria de la resurrección.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

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Soy joven y quiero confesarme: Oraciones para el acto de contrición en vídeo

Soy joven y quiero confesarme: Oraciones para el acto de contrición en vídeo

Os presentamos aquí estas oraciones para el acto de contrición en formato vídeo para todos aquellos que realizan un aprendizaje más fácil mediante la forma oral.

Estas oraciones han demostrado su eficacia a lo largo de los años. Como siempre, os aconsejamos aprender y comprender todos los actos que realizamos los católicos, por lo cual os recomendamos la lectura del apartado anterior en el que se explica qué es el acto de contrición e, incluso, repasar el magisterio de la iglesia sobre la oración.

Acto de contrición: oración


Acto de contrición: oración


Acto de contrición: oración


Acto de contrición: canción


Acto de contrición: canción


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    Índice general    

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Soy joven y quiero confesarme: Oraciones para el acto de contrición en vídeo

Soy joven y quiero confesarme: El acto de contrición en vídeo

Dios mío, me arrepiento de todo corazón de todo lo malo que he hecho y de lo bueno que he dejado de hacer; porque pecando te he ofendido a ti, que eres el sumo bien y digno de ser amado sobre todas las cosas.

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La contrición como «un intenso dolor y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante». La definición implica tres actos de la voluntad: dolor del alma, aborrecimiento del pecado, propósito. La contrición es el elemento primario y más necesario del sacramento de la penitencia y fue en todos los tiempos condición indispensable para obtener el perdón de los pecados.

Si queréis profundizar y tener un conocimiento doctrinal sólido, os recomendamos leeros estos artículos en el orden que os presentamos, los cuales exponen el magisterio de la Iglesia:

  1. La conciencia moral
  2. Penitencia interior
  3. Acto de contrición


Programa Oraciones del cristiano


Programa Hagamos un mundo con Cristo


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    Índice general    

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Soy joven y quiero confesarme: Oraciones para el acto de contrición en vídeo

Soy joven y quiero confesarme: Oraciones para el acto de contrición

Os presentamos aquí estas oraciones para el acto de contrición. Oraciones cuya eficacia ha sido probada a lo largo de los años. Como siempre, os aconsejamos aprender y comprender todos los actos que realizamos los católicos, por lo cual os recomendamos la lectura del apartado anterior en el que se explica qué es el acto de contrición e, incluso, repasar el magisterio de la iglesia sobre la oración.

Oraciones para el acto de contrición


Acto penitencial

Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante vosotros, hermanos,

que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión,

por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen,

a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,

que intercedáis por mi ante Dios, nuestro Señor.

Amén.

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Acto de contrición

Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido.

Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí;

pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Tú;

antes querría haber muerto que haberte ofendido,

y propongo firmemente —ayudado por tu divina gracia—

no pecar más y evitar las ocasiones próximas de pecado.

Amén.

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Acto de contrición

¡Señor mío Jesucristo!,

Dios y Hombre verdadero,

Creador, Padre y Redentor mío;

por ser quien sois, Bondad infinita,

y porque os amo sobre todas las cosas,

me pesa de todo corazón haberos ofendido;

también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.

Ayudado de vuestra divina gracia,

propongo firmemente nunca más pecar,

confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta.

Amén.

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Acto de Contrición

Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero,

Creador, Padre y Redentor mío;

por ser Tú quien eres y porque te amo sobre todas las cosas,

me arrepiento de todo corazón de todo lo malo que he hecho

y de todo lo bueno que he dejado de hacer,

porque pecando te he ofendido a Ti,

que eres el sumo bien

y digno de ser amado sobre todas las cosas.

Ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados.

Propongo firmemente, con la ayuda de tu gracia,

hacer penitencia, no volver a pecar y huir de las ocasiones de pecado.

Señor, por los méritos de tu pasión y muerte,

apiadate de mí, y dame tu gracia para nunca más volverte a ofender.

Amén.

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Soy joven y quiero confesarme: Oraciones para el acto de contrición en vídeo

Soy joven y quiero confesarme: El acto de contrición

Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados.

Salmo 50, 1-8

La contrición como «un intenso dolor y detestación del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante». La definición implica tres actos de la voluntad: dolor del alma, aborrecimiento del pecado, propósito. La contrición es el elemento primario y más necesario del sacramento de la penitencia y fue en todos los tiempos condición indispensable para obtener el perdón de los pecados.

Si queréis profundizar y tener un conocimiento doctrinal sólido, os recomendamos leeros estos artículos en el orden que os presentamos, los cuales exponen el magisterio de la Iglesia:

  1. La conciencia moral
  2. Penitencia interior
  3. Acto de contrición

Propiedades de la contrición

La contrición saludable ha de ser interna, sobrenatural, universal y máxima en cuanto a la valoración.

Interna: cuando es acto del entendimiento y de la voluntad. Pero por ser parte del signo sacramental, debe manifestarse también al exterior.

Sobrenatural: cuando se verifica bajo el influjo de la gracia actual (Cf Catecismo 2000 y 2001) y se concibe el pecado como una ofensa a Dios (atención porque esto es muy importante: hay gente que se confiesa de sus «fallos», pero no ven en sus pecados una ofensa personal a Dios: hay que hacer una verdadera catequesis hoy en este campo). El arrepentimiento puramente natural no tiene valor saludable (Dz. 813,1207).

Universal: cuando se extiende a todos los pecados graves cometidos. No es posible que un pecado mortal se perdone desligado de todos los demás.

Máxima en cuanto a la valoración: cuando el pecador aborrece el pecado como el mayor mal y está dispuesto a sufrir cualquier mal antes que ofender a Dios de nuevo con culpa grave.

Fuente original: Gloria TV

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Viviendo la Pascua en Familia – Testimonio de una mamá católica

Viviendo la Pascua en Familia – Testimonio de una mamá católica

Si algo he aprendido en mis tres años de ser una mamá católica es que la batalla de mantener el balance entre los aspectos religiosos y seculares de una celebración no son tan fáciles de llevar. Y, no es fácil, porque las celebraciones seculares casi siempre son más atractivas que su contraparte religiosa.

La Pascua no es la excepción. Como católicos que somos, la Pascua es la celebración litúrgica más importante del año. Es un día en que reafirmamos nuestra fe en la Resurrección de Cristo entre los muertos. Pero, para la mayoría de los chicos, es el día en que el conejo de Pascua les trae una canasta llena de dulces y regalos. Les garantizo que si ustedes le preguntan a cualquiera de sus hijos menores de 10 años que escojan entre ir a Misa para celebrar la Resurrección de Cristo o participar de una fiesta con conejo pascual incluido de seguro este gracioso animal ganaría.

El hecho es que, he descubierto que si me esfuerzo al máximo, siempre hay maneras de encontrar conexiones entre la religión y las tradiciones seculares. El como lo hacemos es nuestro desafío como padres, abuelos, tíos, tías y padrinos católicos que somos.

Por ejemplo, mientras tus niños les encanta la cacería de los huevos de pascua por la casa, (así se ganarían los premios escondidos dentro), les puedes explicar que la costumbre de los huevos de pascua tiene un origen cristiano y que simboliza a Cristo: así como el huevo oculta una vida que brotará, la tumba de Jesús también oculta su futura resurrección. También, que el anhelado conejo de Pascua es un símbolo cristiano de la Resurrección. Su uso se remonta a antiguos predicadores del norte europeo que veían en la liebre un símbolo de la Ascensión de Jesús y de cómo debe vivir el cristiano: las fuertes patas trasera de la liebre le permiten ir siempre hacia arriba con facilidad, mientras que sus débiles patas delanteras le dificultan el descenso. Estas pequeñas explicaciones -que se las puedes decir a manera de historias- pueden abrir la puerta para una discusión entretenida sobre el bautismo, la resurrección de Cristo, etc.

Aún si el niño es muy pequeño para entender lo que el Sacramento del Bautismo, por ejemplo, verdaderamente significa, es bueno ir introduciéndolos sobre este tipo de temas de una forma sencilla y entretenida. Por ejemplo, cuando tu hijo abra su libro de fotos y observe las fotos de su bautismo, junto con tu esposo pueden ir contándole que esas fotografías fueron tomadas el día en que ella entró a formar parte de la familia de la Iglesia. Tales argumentos, por lo menos, hacen que los hijos sean consciente de este sacramento y de lo que significa.


Explicando temas difíciles

Parte del desafío de hacer participar a nuestros hijos en las celebraciones religiosas es que la mayoría de las fiestas de la Iglesia son para adultos en naturaleza y contenido.

Por ejemplo, algunos años atrás, leí un libro sobre la Semana Santa y la Pascua a mi sobrina de cuatro años, Samanta. Luego de semanas de leer el libro, Samanta le hizo preguntas a su mamá -que sólo podría hacerlas niñas de cuatro años- acerca de lo injusto que había sido el arresto y la crucifixión de Jesús y como él se las «ingenió» para resucitar entre los muertos después de tres días.

En vez de apartar su atención de estos temas, mi hermana aprovechó la oportunidad de responder, de una forma creativa, las preguntas de Samanta a la luz del Evangelio.

Los muchos símbolos e historias que acompañan la Semana Santa y la Pascua provee numerosas oportunidades para comprometer a los chicos y enseñarles más acerca de la fe. En esta Pascua busca oportunidades para hacer conexión entre las tradiciones festivas seculares y las cristianas. Oportunidades hay, tu deberás aprender algo nuevo en el proceso.

Si no estás segura cuales son esas conexiones, debes visitar una librería local con libros para la Pascua y sus tradiciones o buscarlas en la web. Tu parroquia también debe tener recursos disponibles.


Los mayorcitos de la casa

¿Cómo hacer que los adolescentes se involucren en la Pascua? En esta etapa difícil y rebelde de todo ser humano, toma un poco más de esfuerzo hacer que ellos se involucren ya que por lo general los chicos aprovechan estas fiestas para pasar más tiempo con sus amigos en lugares de diversión o simplemente optan por estar fuera de casa. Por ello, conviene apoyarse en los grupos juveniles que existen en las parroquias o en los propios colegios. Casi siempre, durante los oficios de Viernes Santo, los pasajes del Evangelio sobre la Pasión de Cristo, su muerte y Resurrección son leídas o interpretadas en alguna obra teatral.

Estas obras a menudos son interpretadas en la Cuaresma y Pascua. Se sugiere que el grupo juvenil o grupo de amigos -con la guía de un párroco o liturgista- protagonicen la obra de la Pasión para la comunidad parroquial o escolar.

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Fuente original: Aciprensa