Colorea y completa el Ave María

Colorea y completa el Ave María

Os presentamos esta dinámica para que los niños aprendan la oración predilecta de los católicos: el Ave María.

Proponemos cuatro láminas a completar más una lámina completa.

Podéis acceder a las láminas pulsando sobre el texto o sobre la imagen.


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 Ave María: láminas para colorear y completar

Ave María en el que hay que completar con vocales

Ave María en el que hay que completar con consonantes

Ave María en el que hay que completar con vocales Ave María en el que hay que completar con consonantes

Ave María en el que hay que completar palabras

Ave María en el que hay que completar frases

Ave María en el que hay que completar palabras Ave María en el que hay que completar frases


Ave María: lámina completa

Ave María: lámina completa

Ave María: lámina completa


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Siete hábitos diarios para el camino de santidad

Siete hábitos diarios para el camino de santidad

Nadie nace santo. La santidad se consigue con mucho esfuerzo, pero también con la ayuda y la Gracia de Dios. Todos, sin exclusión, están llamados a reproducir en sí mismos la vida y el ejemplo de Jesucristo, caminar detrás de sus huellas.

Si estás leyendo esto es porque estás interesado en tomar tu vida espiritual más seriamente de ahora en adelante; quieres aceptar de corazón uno de los puntos clave del Concilio Vaticano II: la importancia de la doctrina de la llamada universal a la santidad. También porque conoces que Jesús es el único camino a la santidad: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida».

El secreto de la santidad es la oración constante, la cual puede ser definida como el continuo contacto con la Santísima Trinidad: «reza siempre y sin desfallecer» (Lucas 18, 1). Hay varios caminos para llegar a conocer a Jesús. Nosotros vamos a hablar brevemente sobre algunos de ellos en este artículo. Si quieres llegar a conocer, amar y servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de otras personas: tu esposa, miembros de tu familia y amigos íntimos, por ejemplo, deberás pasar un tiempo considerable con Él de forma regular y diaria. El retorno, si lo haces, es la única felicidad verdadera en esta vida y la visión de Dios en la próxima. No hay sustituto para esto.

La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado esfuerzo para cooperar con la Gracia santificante de Dios que viene por medio de los sacramentos.

Los siete hábitos diarios que propongo consisten en:

  • El ofrecimiento de la mañana
  • Al menos quince minutos de oración mental en silencio
  • Lectura espiritual: Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido por tu director espiritual
  • La Santa Misa y Comunión
  • El rezo del Santo Rosario
  • La recitación del Ángelus al mediodía
  • Un breve examen de conciencia por la noche

Estos son los principales medios para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere llevar a Cristo a otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los cuales almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo. La acción apostólica sin los sacramentos volverá ineficaz una sólida y profunda vida interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro camino todos estos hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos, contemplativos en medio del mundo.


Quiero remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos

Primero: recuerda que el crecimiento en estos hábitos diarios son como una dieta o un programa de ejercicio físico, es un trabajo de proceso gradual. No esperes incorporar los siete o aún dos o tres de ellos en tu agenda diaria inmediatamente. No puedes correr una carrera de cinco kilómetros si antes no te has entrenado. Tampoco puedes tocar a Liszt a la tercera clase de piano. Esta prisa te invita al fracaso, y Dios quiera que tengas éxito tanto en tu ritmo como en el Suyo. Debes trabajar cercanamente con tu director espiritual y gradualmente incorporar los hábitos a tu vida en el período de tiempo que corresponda a tu particular situación. Puede ser el caso que por las circunstancias de tu vida se requiera la modificación de los siete hábitos.

Segundo: al mismo tiempo debes hacer el firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus especiales intercesores, para hacer de ellos la prioridad de tu vida —más importante que comer, dormir, trabajar y descansar—. Quiero aclararte que estos hábitos no se pueden adquirir de cualquier manera. Ese no es el modo como nosotros queremos tratar a los que amamos. Deben realizarse cuando estemos más atentos, durante el día, en un lugar en silencio y sin distracciones, donde sea fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él. Después de todo ¿no es más importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto redundará llegado el momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en nuestro corazón.

Tercero: quiero dejar claro que vivir los hábitos no es una pérdida de tiempo. No estás perdiendo el tiempo, en realidad lo estás ganando. Nunca conocerás una persona que viva todos ellos diariamente que sea menos productiva como trabajador o peor esposo o que tenga menos tiempo para sus amigos o no pueda cultivar su vida intelectual. Todo lo contrario, Dios siempre recompensa a los que lo ponen a Él primero. Nuestro Señor multiplicará asombrosamente tú tiempo como multiplicó los panes y los peces y dio de comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro de que el beato Juan Pablo II, la santa Madre Teresa o san Maximiliano Kolbe rezaban mucho más que la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo del día.


Primer hábito: ofrecimiento de la mañana

El primer hábito es el ofrecimiento del día por la mañana, cuando te arrodillas y, utilizando tus propias palabras o una fórmula, ofreces todo tu día a la gloria de Dios. Lo que no es simple es lo que sucederá antes del ofrecimiento. Véncete cada día desde el primer momento, levantándote en punto, a la hora fija, sin conceder ni un minuto a la pereza. Si con la ayuda de Dios te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de la jornada.

¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza!

San Josemaría- Camino, 191.

En mi experiencia pastoral, quien puede vivir el «minuto heroico» en la mañana y a la noche se va a la cama en el tiempo previsto, tiene la energía física y espiritual a lo largo del día como para cesar lo que esté haciendo para cumplir los hábitos.


Segundo hábito: oración mental en silencio

El segundo hábito es por lo menos quince minutos de oración en silencio. Puedes agregar otros quince minutos extras en otro momento del día. Después de todo, ¿quién no desea pasar más tiempo en tan excelente compañía? La oración es una conversación uno a uno, directa con Jesucristo, preferentemente frente al Santísimo Sacramento en el Sagrario.

Esta es tu hora de la verdad o tu momento superior. Si lo deseas puedes abrirte y hablar acerca de lo que está en tu mente y en tu corazón. Al mismo tiempo adquirirás el hábito de escuchar cuidadosamente y meditar como otra María (Lucas 10, 38-42) para ver qué es lo que Jesús te está pidiendo y qué te quiere dar. Es aquí donde comprendemos su dicho «Sin Mí, nada podéis hacer».


Tercer hábito: lectura espiritual

El tercer hábito son quince minutos de lectura espiritual que usualmente consistirá en unos pocos minutos de sistemática lectura del Nuevo Testamento, para identificarnos con la Palabra y acciones de nuestro Salvador. El resto del tiempo en un libro clásico de espiritualidad católica recomendado por tu director espiritual. En cierto sentido, es el más práctico de nuestros hábitos porque a través de los años leeremos varias veces la vida de Cristo y adquiriremos la sabiduría de los santos y de la Iglesia junto con la lectura de docenas de libros, los cuales enriquecerán nuestro intelecto. También podremos poner las ideas allí expresadas en acción.


Cuarto hábito: la Santa Misa

El cuarto hábito es participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión en estado de gracia. Este es el hábito más importante de todos (cfr. Jn. 6, 22-65). La Santa Misa debe estar muy en el centro de nuestra vida interior y consecuentemente de nuestro día. Este es el acto más íntimo posible del hombre. Encontramos a Cristo vivo, participamos en la renovación de Su sacrificio por nosotros y nos unimos a su cuerpo y alma resucitada. Como el beato Juan Pablo II dijo en su Exhortación Apostólica Ecclesia in America: «La Eucaristía es el centro viviente y eterno centro alrededor del cual la comunidad entera de la Iglesia se congrega.» (n°35).


Quinto hábito: rezo del Angelus o Regina Coeli al mediodía

El quinto hábito es rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli invocando a Nuestra Santísima Madre de acuerdo al tiempo litúrgico. Esta es una costumbre católica que se remonta a muchos siglos. Este es un hermoso modo de honrar a Nuestra Señora por un momento. Como niños, recordamos a Nuestra Madre durante el día y meditamos sobre la Encarnación y Resurrección de Nuestro Señor, el cual da sentido a toda nuestra existencia.


Sexto hábito: rezo del Santo Rosario

El sexto hábito también es Mariano: el rezo del Santo Rosario cada día y la meditación de los misterios, los cuales versan sobre la vida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. Es un hábito que, una vez adquirido, es difícil abandonar. Junto con la repetición de las palabras de amor a María y el ofrecimiento de cada decena por nuestras intenciones, nosotros tomamos un atajo hacia Jesús, el cual pasa a través del corazón de María. Él no puede rechazar nada de Ella.


Séptimo hábito: examen de conciencia por la noche

El séptimo hábito es un breve examen de conciencia por la noche antes de ir a la cama. Te sientas, pides luces al Espíritu Santo y durante varios minutos revisas tu día en presencia de Dios preguntándote si te has comportado como un hijo de Dios en el hogar, en el trabajo, con tus amigos… También examinas alguna área particular, la cual tienes identificada con ayuda de tu director espiritual, quien conoce tus necesidades para mejorar y llegar a la santidad. También puedes hacer una rápida mirada para ver si has sido fiel en los hábitos diarios que hemos discutido en este artículo. Luego haces un acto de gratitud por todo lo bueno que has hecho y recibido, y un acto de contrición por aquellos aspectos en los que voluntariamente has fallado.


Consideraciones finales

Si una persona examinase honestamente su día, no importa cuán ocupado esté (y nunca me pareció encontrarme con gente que no esté muy ocupada a no ser que esté permanentemente retirada), puede frecuentemente encontrar que usualmente malgasta un poco de tiempo cada día.

Piensa, ¿qué necesidad hay de una taza de café extra cuando puedes usar ese tiempo para visitar el Santísimo Sacramento quince minutos antes de comenzar el trabajo? O la media hora (o mucho más) gastada mirando programas de televisión o vídeos. También es común gastar tiempo durmiendo en el tren o escuchando la radio en el auto cuando puede ser usado para rezar el Santo Rosario. Igualmente, ¿el diario no lo puedes leer en diez minutos en lugar de veinte dejando espacio para la lectura espiritual? ¿Y esa comida no podría hacerse en media hora dejando espacio para la Santa Misa? No olvides que esta media hora es tiempo malgastado cuando al final del día podrías haberla usado para una buena lectura espiritual, examinar tu conciencia e ir a la cama a tiempo para recuperar energías para las batallas del día siguiente. Y la lista continúa… Puedes hacer la tuya.

Sé honesto contigo y con Dios. Estos hábitos, vividos bien, nos capacitan para obedecer la segunda parte del gran mandamiento: amar a los otros como a nosotros mismos. Estamos en la tierra como estuvo el Señor «para servir y no para ser servido». Esto sólo puede ser alcanzado junto a nuestra gradual transformación en otro Cristo a través de la oración y los sacramentos. Viviendo estos siete hábitos llegaremos a ser personas santas y apostólicas, gracias a Dios. Ten por seguro que, cuando caigamos en algo grande o pequeño, siempre tendremos un Padre que nos ama y espera en el Sacramento de la Penitencia y la devota ayuda de nuestro consejero espiritual para que volvamos a nuestro curso correcto.

Padre John McCloskey

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Fuente original: Catholic.net

La Biblia más infantil: La vida de Jesús

La Biblia más infantil: La vida de Jesús

La vida de Jesús

Ahora os vamos a contar la historia de Jesús, el Mesías prometido. El Hijo de Dios que vino a la tierra a salvarnos, se hizo hombre y vivió en una familia como la nuestra. Él nos enseñó el camino del cielo. Mirad…

«Gracias, Jesús, porque puedo conocer tu vida»

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La AnunciaciónLa Anunciación

En Nazaret, una pequeña ciudad de Galilea, vivía una muchacha llamada María, que se iba a casar con José, de la familia del rey David. Un día se le apareció el argángel Gabriel y le dijo: «Dios te salve María, llena eres de gracia. Vas a tener un hijo al que llamarás Jesús. Será el Hijo de Dios y salvará a los hombres de sus pecados». La Virgen María contestó: «Yo soy la esclava del Señor. Que se haga en mí todo lo que Tú dices».


«Gracias, María, por decir que sí a Dios»

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La VisitaciónLa Visitación

El ángel también le contó a la Virgen que su prima Isabel iba a tener un hijo, Juan el Bautista. María se puso en camino para visitar a su prima y felicitarla. Cuando Isabel vio a la Virgen le dijo: «¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¡Qué alegría que venga a verme la madre de Jesús!».


Oración del «Avemaría»

Dios te salve, María, llena eres de gracia;

el Señor es contigo;

bendita tú eres entre todas las mujeres,

y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios;

ruega por nosotros, pecadores;

ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén.

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Camino de BelénCamino de Belén

El emperador de Roma quería saber cuántas personas vivían en su imperio, y les mandó a todos que se apuntaran cada uno en su ciudad. María y José obedecen y van camino de Belén, la ciudad del rey David y la suya.




«¡Madre mía, qué contento estoy, porque pronto nacerá Jesús!»

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De La Biblia más infantil, Casals, 1999. Páginas 69 a 72

Coordinador: Pedro de la Herrán

Texto: Miguel Álvarez y Sagrario Fernández Díaz

Dibujos: José Ramón Sánchez y Javier Jerez


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El juicio divino

El juicio divino

Una vez vio fray León en sueños los preparativos para el juicio divino. Veía a los ángeles que tocaban trompetas y otros varios instrumentos y congregaban grandísima muchedumbre en un campo. A un lado colocaron una escala roja que llegaba de la tierra al cielo, y a la parte opuesta otra que era blanca, y bajaba del cielo a la tierra. En la cima de la roja apareció Cristo en ademán de un Señor ofendido y muy irritado. San Francisco estaba en la misma escala algunas gradas más debajo de Cristo, y bajando más, llamaba y decía con gran voz y fervor:

—Venid, frailes míos, venid confiadamente, no temáis, venid y acercaos al Señor, que os llama.

Al oír a san Francisco, corrieron a su encuentro los frailes y subían, muy confiados, por la escalera roja. Pero, cuando ya estaban todos en ella, comenzaron a caerse, quien del tercer escalón, quien del cuarto, quien del quinto o del sexto, y caían todos, uno tras otro, de suerte que no quedó ninguno en la escala.

A vista de tal desgracia, movido san Francisco a compasión de sus frailes, como padre piadoso, rogaba por sus hijos al Juez para que tuviese misericordia de ellos. Y Cristo le mostraba las llagas sangrientas y le decía:

—Mira lo que me han hecho tus frailes.

El santo, después de insistir un poco en la misma súplica bajó algunas gradas, y llamando a los frailes que habían caído de la escala roja, les decía:

—Levantaos, hijos y hermanos míos, tened confianza, no os desaniméis, corred seguros a la escala blanca y subid por ella, que así seréis admitidos en el Reino de los Cielos.

Corrieron los frailes, enseñados por su Padre, a la dicha escala, y en la cima apareció, piadosa y clemente, la gloriosa Virgen María, Madre de Jesucristo, y los recibió. Y así entraron sin ninguna dificultad en el Reino Eterno.

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Noticias Cristianas: «Historias para amar a la Virgen»

en Historias para amar, página 50.

Oración final: dinámica sobre las Virtudes Teologales

Oración final: dinámica sobre las Virtudes Teologales

Dinámica sobre las Virtudes Teologales especialmente pensada para preadolescentes de hasta 12 años.

La autora, Pilar, plantea el siguiente esquema con unos materiales muy recomendados y acertados.

5.ª Parte: oración final.

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5.ª Parte: Oración final

Rezad juntos estas oraciones ofrecidas por catholic.net.


Acto de fe

Dios mío, porque eres verdad infalible,

creo firmemente todo aquello que has revelado

y la Santa Iglesia nos propone para creer.

Creo expresamente en ti, único Dios verdadero

en tres Personas iguales y distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Y creo en Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó

y murió por nosotros, el cual nos dará a cada uno,

según los méritos, el premio o el castigo eterno.

Conforme a esta fe quiero vivir siempre.

Señor, acrecienta mi fe.


Acto de esperanza

Dios mío, espero de tu bondad,

por tus promesas y por los méritos de Jesucristo,

nuestro Salvador, la vida eterna y la gracia necesaria

para merecerla con las buenas obras que debo y quiero hacer.

Señor, que pueda gozarte para siempre.


Acto de caridad

Dios mío, te amo con todo el corazón sobre todas las cosas,

porque eres infinitamente bueno y nuestra eterna felicidad:

por amor a ti amo a mi prójimo como a mí mismo,

y perdono las ofensas recibidas.

Señor, haz que yo te ame cada vez más.


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Fuente original: foros.marianistas.org

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Dinámica sobre las Virtudes Teologales

1.ª Parte: La fe, la esperanza y la caridad

2.ª Parte: Cuento que enseña a crecer, esperar y amar

3.ª Parte: Lectura sobre la caridad, sobre el amor

4.ª Parte: Poemas, oraciones y reflexión

5.ª Parte: Oración final

Oración final: dinámica sobre las Virtudes Teologales

Poemas, oraciones y reflexión: dinámica sobre las Virtudes Teologales

Dinámica sobre las Virtudes Teologales especialmente pensada para preadolescentes de hasta 12 años.

La autora, Pilar, plantea el siguiente esquema con unos materiales muy recomendados y acertados.

4.ª Parte: Poemas, oraciones y reflexión.

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4.ª Parte: Poemas, oraciones y reflexión

Preparad con los niños estos poemas de José Luís Martín Descalzo, y que los lean en voz alta, cada niño un verso o estrofa:


No temáis al amor

No temáis al amor, (nos dice Dios).

No tengáis miedo a lo mejor que hice

cuando construí el mundo.

Tened miedo, más bien, a enturbiarlo,

a enlodarlo, a ajarlo y marchitarlo.

Eso sí que sería una tragedia;

sería como ensuciar mi creación.

Porque el amor es la cosa más bella

que salió de mis manos.


Si me faltas Tú

En medio de la sombra y de la herida

me preguntan si creo en Ti. Y digo

que tengo todo cuando estoy contigo:

el sol, la luz, la paz, el bien, la vida.

Sin Ti, el sol es luz descolorida.

Sin Ti, la paz es un cruel castigo.

Sin Ti, no hay bien ni corazón amigo.

Sin Ti, la vida es muerte repetida.

Contigo el sol es luz enamorada

y contigo la paz es paz florida.

Contigo el bien es casa reposada

y contigo la vida es sangre ardida.

Pues, si me faltas Tú, no tengo nada:

ni sol, ni luz, ni paz, ni bien, ni vida.

Tengo todo cuando estoy contigo,

Si me faltas Tú, no tengo nada…


Todos juntos, rezad la «Oración para aprender a amar» de santa Teresa de Calcuta.

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;

Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;

Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.

Cuando sufra, dame alguien que necesite consuelo;

Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;

Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.

Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;

Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;

Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.

Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;

Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;

Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos que por todo el mundo viven y mueren pobres y hambrientos.

Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo. 


O bien descubramos y aprendamos con san Agustín lo sordos y ciegos que estamos, porque nunca es tarde…


Tarde te amé

¡Tarde te amé

hermosura tan antigua y tan nueva

tarde te amé!

Tú estabas dentro de mí,

pero yo andaba fuera de mí mismo,

y allá afuera te andaba buscando.

Me lanzaba todo deforme

entre las hermosuras que tú creaste.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo

me retenían lejos de ti cosas

que no existirían si no existieran en ti.

Me llamaste, y rompiste mi sordera.

Brillaste con fulgor espléndido,

y expulsaste mi ceguera.

Me inundó tu fragancia

y ahora suspiro por ti.

Te gusté, y tengo hambre y sed.

Me tocaste, y ardí en tu paz.


Podréis encontrar numerosas versiones en Youtube. Aquí os dejamos esta preciosa versión publicada por Dulce Corazón de María.


Dejad unos momentos de silencio para interiorizar las oraciones.


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Fuente original: foros.marianistas.org

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Dinámica sobre las Virtudes Teologales

1.ª Parte: La fe, la esperanza y la caridad

2.ª Parte: Cuento que enseña a crecer, esperar y amar

3.ª Parte: Lectura sobre la caridad, sobre el amor

4.ª Parte: Poemas, oraciones y reflexión

5.ª Parte: Oración final

Oración final: dinámica sobre las Virtudes Teologales

Lectura sobre la caridad, sobre el amor: dinámica sobre las Virtudes Teologales

Dinámica sobre las Virtudes Teologales especialmente pensada para preadolescentes de hasta 12 años.

La autora, Pilar, plantea el siguiente esquema con unos materiales muy recomendados y acertados.

3.ª Parte: Lectura sobre la caridad, sobre el amor.

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3.ª Parte: Lectura sobre la caridad, sobre el amor.

Escuchemos a San Pablo en la Primera Epístola a los Corintios (1 Cor 13, 1-13).

1. Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe.

2. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy.

3. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.

4. La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe;

5. es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal;

6. no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.

7. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.

8. La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia.

9. Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía.

10. Cuando vendrá lo perfecto, desaparecerá lo parcial.

11. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño.

12. Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido.

13. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.


Oramos en silencio…

Poned como fondo para la meditación la canción «Si no tengo amor…» del elepé ¿Cómo te podré pagar? de Brotes de Olivo.

Cómo descargar el álbum ¿Cómo te podré pagar? de Brotes de Olivo

Cómo obtener la discografía completa de Brotes de Olivo

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Fuente original: foros.marianistas.org

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Dinámica sobre las Virtudes Teologales

1.ª Parte: La fe, la esperanza y la caridad

2.ª Parte: Cuento que enseña a crecer, esperar y amar

3.ª Parte: Lectura sobre la caridad, sobre el amor

4.ª Parte: Poemas, oraciones y reflexión

5.ª Parte: Oración final

Oración final: dinámica sobre las Virtudes Teologales

Cuento «Las tres piedras»: dinámica sobre las Virtudes Teologales

Dinámica sobre las Virtudes Teologales especialmente pensada para preadolescentes de hasta 12 años.

La autora, Pilar, plantea el siguiente esquema con unos materiales muy recomendados y acertados.

2.ª Parte: Cuento «Las tres piedras» que enseña a crecer, esperar y amar.

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2.ª Parte: Cuento «Las tres piedras» que enseña a crecer, esperar y amar

Cuentan que el primer árabe que cruzó el desierto se encontró junto a una cueva con un anciano de aspecto venerable que le preguntó:

— Joven, ¿A dónde vas?

— Quiero cruzar el desierto.

El anciano quedó pensativo un momento y añadió.

— Deseas algo difícil. Para cruzar el desierto te harán falta tres cosas. Toma estas piedras. Este topacio es la fe, amarillo como las arenas del desierto, esta esmeralda es la esperanza, verde como las hojas de las palmeras, y este rubí, es la caridad, rojo como el sol de poniente. Anda siempre hacia el sur y encontrarás el oasis de Náscara, donde vivirás feliz. Pero no pierdas ninguna de las piedras, si no, no llegarás a tu destino.

El hombre se puso en camino y recorrió miles y miles de leguas a través de las dunas amarillentas sobre su camello.

Un día le asaltó una duda:

— ¿No me habrá engañado el anciano? ¿Y si no existiera el oasis que me prometió y el desierto no tuviera fin?.

Ya iba a volverse cuando notó que algo se le había caído sobre la arena. Era el topacio. El joven se bajó para cogerlo y pensó:

— No, no. Tengo que confiar en la promesa del anciano. Seguiré mi Camino.

Pasaron muchos días. El sol, el viento, el frío de la noche le iban agotando. Sus fuerzas desfallecían y ni una palmera ni una fuente se veían por el horizonte sin fin. Ya iba a dejarse caer del camello para aguardar la muerte bajo su sombra, cuando notó que se la caía algo al suelo. Era la esmeralda. El joven se bajo a recogerla y se dijo:

— Tengo que ser fuerte, tal vez, un poco más allá estará el oasis. Si no sigo, moriré sin remedio. Mientras tenga un soplo de vida seguiré.

Continúo el joven el camino, cuando encontró un pequeño charco de agua junto a una palmera. Ya iba a lanzarse sobre el charco, cuando vio los ojos de su camello suplicantes y tiernos como los de un hombre pidiendo, el agua. Pensó entonces que debería tener piedad del animal desfallecido, pues él aún podía resistir, y dejó que bebiera aquellos pocos sorbos.

Cuál no sería su asombro cuando el camello cayó muerto a sus pies. El agua estaba corrompida. En el suelo notó el joven que brillaba el rubí y lo recogió, dando gracias al cielo por haber recompensado su generosidad con el camello.

Al alzar la vista, vio a lo lejos unas palmeras. Era el oasis de Náscara. Al llegar, encontró junto a una limpia fuente, al anciano de la cueva que le sonrió alegremente.

— Has llegado a tu destino puesto que has conservado las tres piedras preciosas. La fe, la esperanza y la caridad. ¡Ay de ti si hubieras perdido alguna, hubieras perecido sin remedio!

El anciano después de darle agua fresca y dátiles, se despidió del joven diciéndole:

— Guarda siempre durante tu vida, junto a tu corazón, el topacio, la esmeralda y el rubí. Así llegarás hasta el paraíso. Nunca los pierdas.


Las tres piedras


Experiencia humana

El hombre náufrago desde el nacimiento y errante en el desierto, tiene que hacer la gran travesía, el recorrido de su vida. Otros la han realizado antes que él, pero ahora no le acompañan.

Aunque están en su origen y le esperan en su destino, el recorrido lo tiene que hacer él solo. No puede alejarse de su dama de compañía: La soledad. En ese recorrido le pesa la falta de confianza, siente la tentación del abandono y tiene tendencia a pensar sólo en él.

Tres virtudes humanas vienen en su ayuda: la fe en lo que hace y en sí mismo, visión esperanzada del futuro en el que entronca su destino, y donación generosa como actitud vital.


Para el diálogo

Quiero cruzar el desierto.

¿En qué se parece la vida de un hombre a la de quien quiere cruzar un desierto?.

A veces duramos en la vida, pero no vivimos, porque no lo elegimos. Poned ejemplos.

  • Deseas algo difícil.
  • Las metas difíciles estimulan al hombre ¿O no?

El joven se puso en camino y recorrió miles de leguas….

  • ¿Cómo ha sido nuestro camino?
  • ¿Cómo ha sido el camino de toda la humanidad?

Tengo que confiar en la promesa del anciano.

  • ¿En quién confía cada uno? ¿Y en qué?

El anciano ya había llegado.

  • ¿Cómo lo hizo y por qué?

Seguiré mi camino… mientras tenga un soplo de vida, seguiré.

  • ¿En qué situaciones hemos dicho lo mismo o nos gustaría decirlo?

Has llegado a tu destino, puesto que has conservado las tres piedras: la fe, la esperanza y la caridad.

  • ¿Cómo ha conservado cada uno esas tres virtudes en cuanto a virtudes humanas?

Guarda esas tres piedras. Así llegarás al paraíso.

  • Ha llegado al oasis, pero tiene que seguir caminando hasta el paraíso, aquel que estaba al principio y sólo encontraremos al final. ¿Qué piedras lleva cada uno en ese camino?


Para la acción

Reescribid la historia, siendo cada uno el protagonista. Señalar cuándo se nos ha caído y por qué cada piedra.

El joven se baja a recoger las piedras que se la van cayendo en vez de seguir adelante sin ellas. Recordar situaciones en que nos ha sucedido lo mismo o en que hemos abandonado las piedras.

Unid todo lo anterior a esta preciosa parábola que habla de compartir, de partir y repartir el pan, la vida y la esperanza.


Parábola de la piedra/La sopa de piedras

En un pequeño pueblo una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que había llamado a su puerta un extraño, correctamente vestido, que le pedía algo de comer. «Lo siento, dijo, pero ahora mismo no tengo nada en casa».

«No se preocupe, dijo amablemente el extraño, tengo una piedra de sopa en mi cartera, si usted me permitiera echarla en un puchero de agua hirviendo, yo haría la más exquisita sopa del mundo. Un puchero muy grande por favor.»

A la mujer le picó la curiosidad, puso el puchero al fuego y fue a contar el secreto de la piedra de sopa a sus vecinas. Cuándo el agua rompió a hervir, todo el vecindario se había reunido allí para ver a aquel extraño y su piedra de sopa. El extraño dejó caer la piedra en el agua, luego probó una pequeña cucharada con verdadera delectación y exclamó:

— ¡Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas patatas.

— ¡Yo tengo patatas en mi cocina! gritó una mujer. Y en pocos minutos estaba de regreso con una gran fuente de patatas peladas que fueron derechas al puchero.

El extraño volvió a probar el brebaje. ¡Excelente!, dijo, y añadió pensativamente: 

— Si tuviéramos un poco de carne, haríamos un cocido de lo más apetitoso….

Otra ama de casa salió zumbando y regreso con un pedazo de carne que el extraño tras aceptarlo cortésmente, introdujo en el puchero. Cuando volvió a probar el caldo, puso los ojos en blanco y dijo:

— ¡Ah, que sabroso! Si tuviéramos unas cuantas verduras, sería perfecto, absolutamente perfecto…

Una de las vecinas fue corriendo hasta su casa y volvió con una cesta llena de cebollas y zanahorias. Después de introducir las verduras en el puchero, el extraño probó nuevamente el guiso y con tono autoritario, dijo — La sal.

— Aquí la tiene, le dijo la dueña de la casa.

A continuación dio otra orden:— Platos para todo el mundo.

La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de platos. Algunas regresaron trayendo incluso pan y frutas.

Luego se sentaron todas a disfrutar de la espléndida comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa. Todas se sentían extrañamente felices, mientras reían, charlaban y compartían por primera vez su comida. En medio del alborozo, el extraño se escabulló silenciosamente, dejando tras de sí la milagrosa piedra de sopa, que ellas podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo.

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Fuente original: foros.marianistas.org

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Dinámica sobre las Virtudes Teologales

1.ª Parte: La fe, la esperanza y la caridad

2.ª Parte: Cuento que enseña a crecer, esperar y amar

3.ª Parte: Lectura sobre la caridad, sobre el amor

4.ª Parte: Poemas, oraciones y reflexión

5.ª Parte: Oración final