Corpus Christi: catequesis del Papa emérito Benedicto XVI

Corpus Christi: catequesis del Papa emérito Benedicto XVI

Esta tarde quiero meditar con vosotros sobre dos aspectos, relacionados entre sí, del Misterio eucarístico: el culto de la Eucaristía y su sacralidad. Es importante volverlos a tomar en consideración para preservarlos de visiones incompletas del Misterio mismo, como las que se han dado en el pasado reciente.

Ante todo, una reflexión sobre el valor del culto eucarístico, en particular de la adoración del Santísimo Sacramento. Es la experiencia que también esta tarde viviremos nosotros después de la misa, antes de la procesión, durante su desarrollo y al terminar. Una interpretación unilateral del concilio Vaticano II había penalizado esta dimensión, restringiendo en la práctica la Eucaristía al momento celebrativo. En efecto, ha sido muy importante reconocer la centralidad de la celebración, en la que el Señor convoca a su pueblo, lo reúne en torno a la doble mesa de la Palabra y del Pan de vida, lo alimenta y lo une a sí en la ofrenda del Sacrificio. Esta valorización de la asamblea litúrgica, en la que el Señor actúa y realiza su misterio de comunión, obviamente sigue siendo válida, pero debe situarse en el justo equilibrio. De hecho —como sucede a menudo— para subrayar un aspecto se acaba por sacrificar otro. En este caso, la justa acentuación puesta sobre la celebración de la Eucaristía ha ido en detrimento de la adoración, como acto de fe y de oración dirigido al Señor Jesús, realmente presente en el Sacramento del altar. Este desequilibrio ha tenido repercusiones también sobre la vida espiritual de los fieles. En efecto, concentrando toda la relación con Jesús Eucaristía en el único momento de la santa misa, se corre el riesgo de vaciar de su presencia el resto del tiempo y del espacio existenciales. Y así se percibe menos el sentido de la presencia constante de Jesús en medio de nosotros y con nosotros, una presencia concreta, cercana, entre nuestras casas, como «Corazón palpitante» de la ciudad, del país, del territorio con sus diversas expresiones y actividades. El Sacramento de la caridad de Cristo debe permear toda la vida cotidiana.

En realidad, es un error contraponer la celebración y la adoración, como si estuvieran en competición una contra otra. Es precisamente lo contrario: el culto del Santísimo Sacramento es como el «ambiente» espiritual dentro del cual la comunidad puede celebrar bien y en verdad la Eucaristía. La acción litúrgica sólo puede expresar su pleno significado y valor si va precedida, acompañada y seguida de esta actitud interior de fe y de adoración. El encuentro con Jesús en la santa misa se realiza verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que él, en el Sacramento, habita su casa, nos espera, nos invita a su mesa, y luego, tras disolverse la asamblea, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión, recogiendo nuestros sacrificios espirituales y ofreciéndolos al Padre.

En este sentido, me complace subrayar la experiencia que viviremos esta tarde juntos. En el momento de la adoración todos estamos al mismo nivel, de rodillas ante el Sacramento del amor. El sacerdocio común y el ministerial se encuentran unidos en el culto eucarístico. Es una experiencia muy bella y significativa, que hemos vivido muchas veces en la basílica de San Pedro, y también en las inolvidables vigilias con los jóvenes; recuerdo por ejemplo las de Colonia, Londres, Zagreb y Madrid. Es evidente a todos que estos momentos de vigilia eucarística preparan la celebración de la santa misa, preparan los corazones al encuentro, de manera que este resulta incluso más fructuoso. Estar todos en silencio prolongado ante el Señor presente en su Sacramento es una de las experiencias más auténticas de nuestro ser Iglesia, que va acompañado de modo complementario con la de celebrar la Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios, cantando, acercándose juntos a la mesa del Pan de vida. Comunión y contemplación no se pueden separar, van juntas. Para comulgar verdaderamente con otra persona debo conocerla, saber estar en silencio cerca de ella, escucharla, mirarla con amor. El verdadero amor y la verdadera amistad viven siempre de esta reciprocidad de miradas, de silencios intensos, elocuentes, llenos de respeto y veneración, de manera que el encuentro se viva profundamente, de modo personal y no superficial. Y lamentablemente, si falta esta dimensión, incluso la Comunión sacramental puede llegar a ser, por nuestra parte, un gesto superficial. En cambio, en la verdadera comunión, preparada por el coloquio de la oración y de la vida, podemos decir al Señor palabras de confianza, como las que han resonado hace poco en el Salmo responsorial: «Señor, yo soy tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza invocando el nombre del Señor» (Sal 115, 16-17).

Ahora quiero pasar brevemente al segundo aspecto: la sacralidad de la Eucaristía. También aquí, en el pasado reciente, de alguna manera se ha malentendido el mensaje auténtico de la Sagrada Escritura. La novedad cristiana respecto al culto ha sufrido la influencia de cierta mentalidad laicista de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Es verdad, y sigue siendo siempre válido, que el centro del culto ya no está en los ritos y en los sacrificios antiguos, sino en Cristo mismo, en su persona, en su vida, en su misterio pascual. Y, sin embargo, de esta novedad fundamental no se debe concluir que lo sagrado ya no exista, sino que ha encontrado su cumplimiento en Jesucristo, Amor divino encarnado. La Carta a los Hebreos, que hemos escuchado esta tarde en la segunda lectura, nos habla precisamente de la novedad del sacerdocio de Cristo, «sumo sacerdote de los bienes definitivos» (Hb 9, 11), pero no dice que el sacerdocio se haya acabado. Cristo «es mediador de una alianza nueva» (Hb 9, 15), establecida en su sangre, que purifica «nuestra conciencia de las obras muertas» (Hb 9, 14). Él no ha abolido lo sagrado, sino que lo ha llevado a cumplimiento, inaugurando un nuevo culto, que sí es plenamente espiritual pero que, sin embargo, mientras estamos en camino en el tiempo, se sirve todavía de signos y ritos, que sólo desaparecerán al final, en la Jerusalén celestial, donde ya no habrá ningún templo (cf. Ap 21, 22). Gracias a Cristo, la sacralidad es más verdadera, más intensa, y, como sucede con los mandamientos, también más exigente. No basta la observancia ritual, sino que se requiere la purificación del corazón y la implicación de la vida.

Me complace subrayar también que lo sagrado tiene una función educativa, y su desaparición empobrece inevitablemente la cultura, en especial la formación de las nuevas generaciones. Si, por ejemplo, en nombre de una fe secularizada y no necesitada ya de signos sacros, fuera abolida esta procesión ciudadana del Corpus Christi, el perfil espiritual de Roma resultaría «aplanado», y nuestra conciencia personal y comunitaria quedaría debilitada. O pensemos en una madre y un padre que, en nombre de una fe desacralizada, privaran a sus hijos de toda ritualidad religiosa: en realidad acabarían por dejar campo libre a los numerosos sucedáneos presentes en la sociedad de consumo, a otros ritos y otros signos, que más fácilmente podrían convertirse en ídolos. Dios, nuestro Padre, no obró así con la humanidad: envió a su Hijo al mundo no para abolir, sino para dar cumplimiento también a lo sagrado. En el culmen de esta misión, en la última Cena, Jesús instituyó el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, el Memorial de su Sacrificio pascual. Actuando de este modo se puso a sí mismo en el lugar de los sacrificios antiguos, pero lo hizo dentro de un rito, que mandó a los Apóstoles perpetuar, como signo supremo de lo Sagrado verdadero, que es él mismo. Con esta fe, queridos hermanos y hermanas, celebramos hoy y cada día el Misterio eucarístico y lo adoramos como centro de nuestra vida y corazón del mundo. Amén.

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Homilía del Papa emérito Benedicto XVI

Basílica de San Juan de Letrán

Jueves 7 de junio de 2012

 

Sobre la fiesta del Corpus Christi

Sobre la fiesta del Corpus Christi

Corpus Christi es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.

Este día recordamos la institución de la Eucaristía que se llevó a cabo el Jueves Santo durante la Última Cena, al convertir Jesús el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.

Es una fiesta muy importante porque la Eucaristía es el regalo más grande que Dios nos ha hecho, movido por su querer quedarse con nosotros después de la Ascensión.

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Origen de la fiesta

Dios utilizó a santa Juliana de Mont Cornillon para propiciar esta fiesta. La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Por diferentes intrigas tuvo que irse del convento. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.

Juliana, desde joven, tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre añoraba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haberse intensificado por una visión que ella tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.

Ella le hizo conocer sus ideas a Roberto de Thorete, el entonces obispos de Liège, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos; a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Liège, después obispo de Verdun, Patriarca de Jerusalén y finalmente al Papa Urbano IV. El obispo Roberto se impresionó favorablemente y como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; también el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan debía escribir el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.

El obispo Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez por los cánones de San Martín en Liège. Jacques Pantaleón llegó a ser Papa el 29 de agosto de 1261. La ermitaña Eva, con quien Juliana había pasado un tiempo y quien también era ferviente adoradora de la Santa Eucaristía, le insistió a Enrique de Guelders, obispo de Liège, que pidiera al Papa que extendiera la celebración al mundo entero.

Urbano IV, siempre siendo admirador de esta fiesta, publicó la bula «Transiturus» el 8 de septiembre de 1264, en la cual, después de haber ensalzado el amor de nuestro Salvador expresado en la Santa Eucaristía, ordenó que se celebrara la solemnidad de «Corpus Christi» en el día jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, al mismo tiempo otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la santa misa y al oficio. Este oficio, compuesto por el doctor angélico, Santo Tomás de Aquino, por petición del Papa, es uno de los más hermosos en el breviario Romano y ha sido admirado aun por Protestantes.

La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. Publicó un nuevo decreto incorporando el de Urbano IV. Juan XXII, sucesor de Clemente V, instó su observancia.

Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se hicieron bastante comunes en a partir del siglo XIV.

La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida de Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.

En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.

El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurección de Nuestro Señor Jesucristo.

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Fuente original: Catholic.net

Celebración del pan y del vino – Dinámica sobre el Corpus Christi

Celebración del pan y del vino – Dinámica sobre el Corpus Christi

En la víspera de su Pasión, durante la Cena pascual, el Señor tomó el pan en sus manos —como acabamos de escuchar en el Evangelio— y, después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, este es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, dio gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos» (Mc 14, 22-24). Toda la historia de Dios con los hombres se resume en estas palabras. No sólo recuerdan e interpretan el pasado, sino que también anticipan el futuro, la venida del reino de Dios al mundo. Jesús no sólo pronuncia palabras. Lo que dice es un acontecimiento, el acontecimiento central de la historia del mundo y de nuestra vida personal.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Solemnidad del Corpus Christi

Homilía del jueves, 15 de junio de 2006

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Celebración del pan y del vino

Celebración para niños de postcomunión con motivo de la Solemnidad del Corpus Christi. Los cantos son de libre elección y el código utilizado para las lecturas es el siguiente: C: celebrante, L1: lector 1, L2: lector 2, y R: respuesta.


C. Mientras escuchamos este “Es mi cuerpo tomad y comed” se acerca cada uno a la mesa, donde esta en su lugar un pan.

Para hacernos discípulos, Jesús nos hace eucaristía. Vamos a reflexionar sobre nuestro propio proceso de formación en la acción a través de los pasos de Jesús en la Última Cena: Tomo pan, lo bendijo, lo partió, lo repartió, Esto es mi cuerpo y mi sangre, coman y beban todos, hagan esto en memoria mía. Detallemos estos pasos:


1.- Tomó pan en sus manos.

L1. Tú eres el pan en las manos de Jesús. El quiso moldearte a su imagen y semejanza. “Como el barro en manos del alfarero, así son ustedes en mis manos, casa de Israel” (Jr 18, 6). Como un día moldeo a Adán y delineo los rasgos que definen los suyos, así te toma a ti para hacerte su discípulo, antes que ser un miembro del grupo. Tus cualidades y limitaciones son la materia prima con la que hace un vaso nuevo.

C. Mientras se canta “Un vaso nuevo” cada uno toma en sus manos el pan y se siente en manos de Dios. Para trabajar por el Señor, primero hemos de ser trabajados por El; para ser liberadores, hemos de ser liberados; para predicar el amor de Dios, hemos de experimentarlo. ¿Qué materia prima ofrezco al Señor?

R. Desprogramarnos

La computadora trabaja gracias a un programa que capacita su trabajo, pero también que la condiciona. A veces hemos hecho planes de nuestra vida, pero los proyectos del Señor pueden sorprendernos. También Saulo estaba convencido de seguir la voluntad del Señor cuando perseguía a los cristianos, y se dejo desprogramar en el camino de Damasco. De pronto, no veía nada, no podía nada, no sabia nada. Y dijo: “Señor ¿qué quieres que haga?” (Hc 22,10).

C. Al escuchar el canto “Entre tus manos”, nosotros hacemos la misma afirmación.


2.- Lo bendijo

L1. Bendecir significa “decir bien”. Sobre tu vida Cristo dice una palabra viva y eficaz que afirma tu verdad. Te conoce como eres, te acepta como eres, pero te dirige su Palabra para que vayas identificándote con sus mismos valores. Moldea así tu forma de pensar, que determinara tu forma de ser y actuar. Como ir grabando un disco para que luego reproduzca el mensaje. “Así como la lluvia empapa la tierra y la fecunda, así mi Palabra no tornara a mi vacía” (Is 55, 10, 11). Más cortante que espada de dos filos, esa Palabra penetra hasta la raíz de tus decisiones.

C. Mientras se canta “Tu Palabra me da Vida”, en el símbolo del pan tratas de pensar lo que impide que su Palabra de fruto en ti:

  • las preocupaciones del mundo, que consisten en afanarte por las cosas transitorias.
  • el afán de riquezas que comprende la exagerada búsqueda de bienes materiales.
  • el placer de la carne que es la satisfacción desmedida de todos los sentidos.

R. Escuchar.

“El primer mandamiento es este: Escucha Israel” (Mc 12, 28). Solo si escuchamos al Señor no le achacaremos nuestros errores e imposiciones, no nos equivocaremos ni arriesgaremos a otros “Habla Señor, que tu siervo escucha” “He aquí la esclava del Señor, Hágase en mi según tu Palabra”.


3.- Lo partió

L1. Después que el Señor te tomo en sus manos tal como eres, pronuncio sobre ti su Palabra viva, te consagra a través de una purificación para que seas capaz de ser ofrenda espiritual. Para que seas ázimo, libre de toda contaminación por la levadura. “Purifíquense de toda vieja levadura, para ser masa nueva, pues son panes ácimos, porque Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado” (1Cor 5, 7). Necesitas ser partido, destrozado, para despojarte de todo lo que te sobra o te daña.

L2. Si tuvieras más posibilidades, sería más efectivo tu trabajo. Pero el problema más serio tal vez no es lo que te falta, sino lo que te sobra. Los metales son puros si no tienen aleaciones. La pureza de intención consiste en hacer las cosas por una sola razón, que sea Evangélica, sin mezclarle intereses personales o ventajas.

C. En este momento cada uno va partiendo su pan en cuantos pedazos sea necesario mientras revisamos las cosas que nos sobran, y las acciones que contaminamos, que no nos dejan ser libres.

¿Que nos sobra?: el egoísmo, materialismo., competencia con nuestros compañeros, orgullo, soberbia, las heridas emocionales a consecuencia del pecado.

Nuestras acciones:

  • Realizamos un importante trabajo en el grupo, pero nuestra única intención es ser tomados en cuenta por los demás; por eso nos desanimamos cuando no nos reconocen.
  • Nos esforzamos por cumplir el deber y lo que nos encomiendan, pero para ganar otra competencia con otros compañeros del grupo. Buscamos quedar bien o superarlos.
  • Desaprobamos un proyecto señalándole mil desventajas, pero el verdadero problema es que no nos tomaron en cuenta para hacerlo.
  • Buscamos estar en el grupo para servir una pascua, e incluso lo hacemos como una opción prioritaria, pero más que servir, nos servimos de esto para incrementar el culto a nuestra persona.
  • Hacemos oración todos los domingos, pero no con vista a Dios, sino al reconocimiento de los demás
  • Servimos al Señor pero esperando una recompensa material.

Igual que los fariseos:

  • Ayunaban de acuerdo a la ley, pero demacraban su rostro para que todos advirtieran su sacrificio.
  • Buscaban hacer notorias oraciones para que se hablara bien de ellos.

Mientras se canta este CANTO, revisemos en nuestro interior que es lo que más nos sobra.

L2. El oro y la plata pasan por un largo proceso de purificación, pero el diamante no puede ser purificado. Hay áreas de nuestra vida que solo dependen de la acción del Espíritu Santo. Somos libres par aceptar que nos lave los pies, pero no podemos hacer nada para que nos lave las manos y la cabeza. No se trata de mejorar nuestra fachada exterior, sino de purificar el corazón. Seria pintar de blanco el sepulcro y dejar por dentro la corrupción. El Señor vomita el doblez de corazón. “Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5)

C. Ahora cada uno saque un poco de migaron de su pan, sintiéndose que es el mismo, lo moldea y lo come. Mientras escuchamos el proceso que debemos seguir para purificarnos.


Medios de purificación:

A) La persecución:

L1. A través de la crítica, la burla, la incomprensión, la destitución, Dios te va liberando de toda seguridad, para depender solo de El. “Ustedes que me han seguido recibirán el ciento por uno, junto con persecuciones, y después la vida eterna” (Mc 10, 29-30) “El siervo bueno es más que su señor; si a mi me han perseguido, también los perseguirán a ustedes” (Jn 15, 20) “Si fueran del mundo, el mundo los amaría. Pero como ya no son del mundo, porque yo al elegirlos los saque del mundo, por eso el mundo los odia” (Jn 15, 19). Si no has sido perseguido, posiblemente eres perseguidor: “El que no esta conmigo, esta contra mi”. El ladrillo de barro necesita meterse al fuego para poder ser utilizado en la construcción. El grano de trigo debe morir para dar fruto.

C. Reflexión.

B) El fracaso

L2. A veces Dios puede permitirlo para que hagamos un alto en el camino y rectifiquemos. La nueva Jerusalén se construye sobre ruinas de la antigua, Así mostramos que trabajamos, si no por fidelidad a Dios y a la misión encomendada. “Uno siembra, otro recoge, Cristo es quien da el crecimiento”. Independientemente del éxito que tengamos en el grupo, nosotros hemos sido enviados a evangelizar.

C. Reflexión.

C) Los problemas:

L1. Jesús nunca nos dijo que todo seria fácil. Nos mando como ovejas entre los lobos. Solo que tendríamos un poder especial para vencer las pruebas y superar las dificultades. Pablo lucho contra el aguijón de la carne, el ángel de Satanás que lo abofeteaba, y al no poder vencerlo suplico y suplico al Señor que lo librara, pero el Señor le respondió: “Te basta mi gracia”. Dios no nos evita los problemas, pero nos da garantía de victoria. Debemos cargar con la cruz para seguir a Cristo a su Pascua. “En el mundo tendrán tribulaciones, pero animo, Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).

Los problemas y dificultades purifican nuestras intenciones. Trabajamos, no por comodidad, ni por ventajas personales, sino porque El nos ha seducido y nos hemos dejado seducir. Hay un fuego prendido en nuestros huesos, como en Jeremías, que es imposible extinguir. La obra no es nuestra, sino de Dios. Los problemas sentimos que nos sobrepasan, pero de ninguna manera superan el amor de Dios. Esa es la fe que mueve montañas. Podemos pasar las aguas caudalosas del Mar Rojo, pero el triunfo no es nuestro, pues el Señor ha solucionado los problemas que para nosotros eran imposibles.

C. Reflexión.

D) La calumnia:

L2. Jesús lo prometió: “Los atacaran con toda clase de mentiras” (Mt 5, 11). Es una de las bienaventuranzas, no una desgracia que echa por tierra todo lo construido. La dura experiencia de ser condenados o mal interpretados por algo que no hicimos ni dijimos; y Dios guardando silencio, como si estuviera de parte de quien tiene la injusticia y la mentira. Todo esto propicia la tentación de renunciar al grupo o a encerrarnos en nosotros mismos en actitud defensiva. Y parece que a Dios no le importa el grito de su siervo. En esas circunstancias, el plan de Dios no es manifestar su poder ni extender su brazo vengador, sino purificar a los que han vivido bajo el complejo de esclavitud, forjando al hombre nuevo que conquiste la tierra prometida. Por eso el Señor mismo ha corrido el riesgo de que su nombre sea difamado, de perder su reputación ante los creyentes. Y nosotros no aceptamos que nuestra imagen sea derrumbada y nuestra estatua derribada. Cuando le seguimos a pesar de las calumnias, es que nuestra motivación es su amor, por encima de nuestra fama, prestigio o renombre. Le seguimos por El, no por lo que nos puede dar.

C. Reflexión.

R. Desprendimiento:

Si quemamos las naves, no nos queda otra sino internarnos en la aventura de Jesús. Cuando Jesús dijo: “¿Ustedes también quieren retirarse?” Pedro respondió: “¿A quién iremos, solo tú tienes palabras de vida eterna?”. No importa que sean los buenos quienes nos persigan. Fueron los buenos los que llevaron a Jesús a la Cruz. Tal vez los responsables de representar a Dios te estén obligando a callar, a dejar de trabajar, te tachan de enemigo del orden establecido. Solo te queda abandonarte completamente en Dios, abrazándote a la Cruz. Ya vendrá la resurrección. Tus pecados que son muchos te quedan perdonados porque amas mucho.


4.- Lo repartió.

L1. El pan no se deja en las manos de Jesús, sino que se da a los demás. Jesús llamo a sus discípulos para que estuvieran con El y para enviarlos a predicar. Quien descubre a Jesús comparte su hallazgo con los demás. Entre más partido hayas sido, más repartido serás, y más alcanzaran a comer de esta multiplicación de panes que ha hecho el Señor contigo. Tú pondrás tus cinco panes y dos peces que tienes para ti, y El hace el milagro de darte fecundidad. La vida se conquista dándola. “El hijo del hombre no ha venido ha ser servido sino a servir, y a dar la vida en rescate de todos”.

R. Servicio generoso:

La viuda pobre dio más que todos, porque “Ofrendo todo cuanto tenia”. Nosotros medimos la calidad de la oferta por la cantidad. Pero el ofrendómetro divino mide lo que se dejo de dar, no lo que se dio. Desprendernos para una relación de exclusividad con Cristo y con la causa del reino.

C. ¿En qué urge que sigas sirviendo? En este momento como signo de que queremos ser compartidos intercambiamos nuestros trozos de pan con los demás.

CANTO


5.- Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre.

L1. Nosotros nos transformamos en el mismo Jesús. La formación de un discípulo apóstol se termina hasta que es transformado en cristo Jesús. “Vivo, mas no vivo yo, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2, 20). Todos juntos, amasados como granos de trigo hecha harina, formamos el cuerpo de Cristo. Somos miembros unos de otros. Hay variedad de carismas, ministerios, actividades, pero un mismo Espíritu que anima. Buscamos el crecimiento de todo el cuerpo.

C. ¿Hay personas que no acepto en este grupo? Manifestamos un gesto de paz unos con otros mientras se canta “Hazme un Instrumento de Paz”.


6. Coman y beban todos.

L2. Ser comido y bebido significa gastar la vida en servicio de los demás, para que ellos vivan. Los malos pastores viven de sus ovejas; el buen pastor da la vida por sus ovejas. Sobre todo por la oveja perdida, rebelde, que nada puede dar a cambio.

R. Disposición incondicional:

Un servidor es como el grano de trigo que muere para dar fruto. Sabe desaparecer en tiempo oportuno, entregándose en alimento para que otros crezcan. Esta en la entera disposición de quien lo necesita.

C. Todos pasan a beber un poco de vino en el cáliz comen de su pan. (Se pone un poco de música.)


7.- Hagan esto en memoria mía.

L1. Ya que hemos sido hechos Eucaristía, ahora Jesús nos manda repetir este mismo gesto, para hacer otros discípulos como El nos ha hecho a nosotros. Así nos ofreceremos juntos al Padre. No basta entrenar a la gente con dinámicas de grupo y administración, con clases de religión y ciencias de la comunicación. “Enséñenles a guardar todo lo que Yo les he mandado”. Este es el programa de vida que se te ofrece en cada Eucaristía. En ella vas siendo cada día más discípulo y pastor.

C. Compromiso.

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Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Eucaristía: Jesús quiere alimentar mi capacidad de compromiso

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Eucaristía: Jesús quiere alimentar mi capacidad de compromiso

A través de la Eucaristía Cristo quiere entrar en nuestra existencia e impregnarla con su gracia, de tal modo que en cada comunidad cristiana exista esta coherencia entre liturgia y vida.

El corazón se llena de confianza y esperanza pensando en las palabras de Jesús citadas en el Evangelio: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6, 54). Vivamos la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de alegría comunitaria, de atención hacia los necesitados y hacia las necesidades de tantos hermanos y hermanas, con la certeza de que el Señor cumplirá lo que nos ha prometido: la vida eterna.

SS Francisco, Audiencia general, 12 de febrero de 2014.

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Objetivo

Apreciar la Eucaristía como alimento que Jesús nos da para mantener nuestra capacidad de compromiso.

Vídeo

La Eucaristía. Sobre escenas de La Pasión de Cristo (Mel Gibson)

Canción de ambientación

Jaire: Jesús Amigo, sobre la Eucaristía (con letra)

Charla aclaratoria para debatir después en los grupos

Por la Encarnación «el Verbo se hizo carne», Dios se hizo humano para acompañarnos de cerca de forma que entendamos su amor. Sufrió todo tipo de problemas humanos. Se solidarizó con todos. Hasta murió igual, o mucho peor, que la mayoría de nosotros.

El amor verdadero busca siempre solidaridad profunda con las personas amadas. Jesús, como humano, tenía que morir, pero prometió que seguiría siempre al lado de toda persona sufriente. Y nos pide permiso para habitar en el corazón de cada uno de los que creemos en él. Sigue encarnándose en cada sufriente y en cada creyente.

Pero su amor fue más creativo aun. Se inventó cómo hacernos presentes en su muerte y resurrección. En la Eucaristía podemos participar realmente de su agonía y su vuelta triunfante a la vida. Es lo mismo que si hubiéramos estado allá presentes. Es como un «túnel del tiempo». Y nuestra participación puede ser activa, de ayuda o de condena, o de indiferencia…

Pero no se trata sólo de hacernos presentes. Además, conociendo él lo débiles que somos, se ofrece a sí mismo como alimento de nuestro amor. Jesús se deja comer por nosotros como entrega suprema de amor, para que nosotros seamos capaces de compromisos heroicos, a su estilo.

Podemos rechazar su oferta o aceptarla a medias. La intensidad depende de nosotros.

Cada Eucaristía debería ser una fiesta de reconciliación y de solidaridad… La comunión no es simplemente un acto de piedad. Es poder ofrecer nuestra solidaridad a todos los hermanos de Jesús, con sus energías y viendo en ellos al mismo Jesús.

La celebración eucarística debe devolvernos a la vida comprometida con la dignificación humana. Cada vez que celebramos la eucaristía anunciamos la redención de este mundo, que tanto necesita de esperanzas.

PowerPoint con citas bíblicas

Eucaristía, sacramento de fraternidad.

Puedes descargar esta presentación pinchando aquí.

Texto iluminador leído, dialogado y orado en el grupo

Lc 22, 14-20: La Cena pascual

Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios».

Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios».

Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».

Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes».

¿Qué significa para nosotros asistir a una Eucaristía? Pros y contras…

¿Cómo deberíamos sentirnos? ¿Qué deberíamos cambiar?

Jn 6, 32-71: Discurso eucarístico: el Pan de Vida.

Jesús respondió: «Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo».

Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan».

Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día».

Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madres. ¿Cómo puede decir ahora: «Yo he bajado del cielo»?

Jesús tomó la palabra y les dijo: «No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: «Todos serán instruidos por Dios». Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo».

Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?».

Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente».

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?». Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».

Jesús continuó: «¿No soy yo, acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un demonio». Jesús hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, que era uno de los Doce, el que lo iba a entregar.

¿Es para mí realmente pan de vida?

¿Comulgo conscientemente para fortalecer mi capacidad de compromiso?

Oración

Padre Dios, concédeme la gracia de comprender que Jesús me ofrece su intimidad en la Eucaristía / para que experimente y celebre la fuerza de su amor.

Creo, Jesús, que en la Eucaristía se hace activamente presente tu muerte y tu resurrección.

Que tu Mandato de amor universal sea mi lema.

Conviérteme, como tú, en pan partido y compartido.

Creo que eres tú mismo: tu presencia es real, en la Eucaristía, en la Palabra y en mis hermanos.

El Jesús de la Hostia Consagrada es el mismo que espera mi compromiso en los más pobres.

No quieres manteles de lujo en tus altares, sino sábanas para tus enfermos y abrigo para tus ancianos.

En los despreciados nos esperas tú mismo en persona…

Tu Pan y tu Palabra nos dan hambre y sed de justicia:

Nos alimentas para que seamos capaces de reconocerte y servirte en todo prójimo necesitado.

Dinámica

¿En qué podemos participar activamente los jóvenes en una Eucaristía?

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Si hay oración, la educación camina…

Si hay oración, la educación camina…

Entrevista con el padre escolapio Gonzalo Carbó Bolta. Nació en Real de Gandía cerca de Valencia en España el 8 de julio de 1940. Tiene dos hermanos. Estudió con las carmelitas de Gandía hasta los 8 años y después pasó a los escolapios.

“Vengo de una familia sencilla” −cuenta Gonzalo− “una familia cristiana: mi padre trabajaba en una zapatería y mi madre, además de trabajar en la casa, era bordadora artística…”. Gonzalo parece casi perderse en el recuerdo de su infancia y, luego de un instante de silencio cargado de contenido, agrega: “mis padres eran amantes de la educación y poseían una gran espiritualidad”.

En 1951 entró en el postulantado escolapio. “A la semana ya había perdido varios kilos porque rechazaba la comida. Mis padres me dijeron ‘vente a casa’. Pero yo, con claridad impropia de niño, les dije: ‘no, me quedo’.” Fue ordenado sacerdote el 22 de febrero de 1964, en pleno Concilio Vaticano II, según el cual quería y suplicaba recibir y vivir el presbiterado.

Actualmente, el padre Gonzalo vive en Valencia en la casa de formación y dedica todo su tiempo al trabajo con niños. Desde hace 16 años comparte, vive, trabaja y ayuda en la vida espiritual de los niños pequeños, una experiencia que ha crecido con el tiempo y que cautiva a quienes se acercan a ella.

Además, le gusta mucho la música y el arte. Evangeliza desde hace 30 años las comunidades parroquiales que viven la renovación bautismal y eclesial según el Camino Neocatecumenal.

Al preguntarle cuál es la experiencia que como escolapio le ha tocado el corazón, a Gonzalo se le ilumina el rostro y responde: “La relación con los niños, algo que siempre había deseado en la Orden, un deseo profundo que ahora gracias a Dios me ocupa prácticamente todo el tiempo ministerial”.

¿Qué te gustaría ser cuando llegues a mayor?

Cuando tenía 11 años me propusieron ser escolapio. En esa época se usaba hacerlo de este modo. Claro que antes, cuando tenía 9, ya me habían preguntado qué me gustaría ser de mayor. Mi respuesta fue que sacerdote, maestro o médico. Un padre, el entonces provincial Jesús Gómez, me dijo: “Entonces te haces escolapio.

Así eres maestro, sacerdote y médico de las almas”.

Fue así como anuncié a mi familia que quería ser escolapio. Mi madre dijo “habla con tu padre”. Él estaba trabajando, y cuando le dije a él que quería ser escolapio, me respondió que no. Pero hablaron con un sacerdote, el P. Antonio Fuster, y al volver me dijeron “puedes marcharte cuando quieras”.

¿Te consideras un sacerdote del Vaticano II?

Mi generación vivió mucho el Concilio. Siento que el Señor me ha ido abriendo en tantas cosas, me ha ido formando poco a poco al hoy eclesial y dejándome siempre abierto a lo nuevo y siempre con esperanza. He sentido mías las palabras de Agustín: “Attende ubi albescit veritas”. No lo he buscado yo, me lo ha puesto Él.

¿Cómo surge la experiencia de la oración con niños?

Por pura Providencia. Cuando dejé de ser provincial solicité hacer algo con niños.

Tenía la experiencia de la oración continua de Calasanz. Él junto a otros santos dicen que los niños son capaces de oración y de contemplación, y que todo lo pueden con el corazón de Dios. Así me vi metido orando con los niños. Ellos están especialmente preparados para esto y desde el primer día quedé cautivado por la experiencia. Ya van 16 años del que llamamos “Oratorio de Niños Pequeños”.

¿Qué hacen?

Acercar los niños a Jesús para que, encontrándose ambos, puedan establecer un diálogo de amor entre ellos. Jesús habla a los niños y ellos creen y aman, y pueden pasar a sus vidas lo que viven en la oración. Además, se hacen misioneros de la experiencia para llevarla y comunicarla a sus padres. Seguimos una estructura.

Comenzamos por orar en intimidad o “en secreto”. Luego se ora con la Palabra: la escuchan, aprenden, la aplican a su vida o la cantan. Y después se hacen hace oración en común, con súplicas o dando gracias en voz alta. Son niños que tienen entre 5 y 12 años.

Dices que acercan los niños a Jesús… Imagino que los niños te acercarán a Jesús también a ti, ¿no?

Sin duda. Ellos tienen una percepción muy nueva, certera, original y alegre del Evangelio. Juan Pablo II hablaba del “evangelio de los niños”: ellos nos lo entrega y nos llevan a Jesús. Fundamentalmente presentamos al Jesús de la resurrección, el encuentro el encuentro es con Jesús resucitado. Los teólogos discuten eternamente, pero los niños entienden perfectamente que Jesús con un cuerpo nuevo o un cuerpo espiritual está en la Palabra, en la Eucaristía, en un gesto, en un pequeño, en cualquier necesitado… Presentamos a un “Cristo sensible”, que entra por los sentidos, que se puede escuchar, ver, tocar, “gustar”, besar, ayudar, abrazar… Cuéntanos alguna anécdota Una vez, presentando la pasión de Cristo a niños de 5 años, al final de explicarla hacemos la misma pregunta que hacía Calasanz a los niños: “Si Jesús así nos ha amado ¿qué podríamos hacer nosotros por Jesús que está en cruz?”. Normalmente la respuesta que damos sería: “no pecar, querer a Jesús…”, pensando más en nosotros que en Jesús, ¿no? Pues una vez un grupo de niños dijo : “¿No tienes una sierra y así cortamos los clavos y bajamos a Jesús de la cruz?”. “¿Y dónde lo vais a colocar?”, le pregunté. “¡En nuestro corazón!”, contestaron ellos.

¿Se ayuda a los niños a entender que hay otras situaciones sociales como la pobreza o la inmigración?

Sí, claro. Además, ellos son muy sensibles a estas situaciones. Intentamos ayudarles a ser solidarios con estas realidades, desde sus posibilidades concretas como niños. Por ejemplo, después de recibir los regalos de Reyes, cada niño piensa en el mejor regalo para entregarlo a Jesús, y por Él a los necesitados. Se abre un combate dentro de sus corazones y con sus padres, pero el Señor acaba venciendo para el Amor. Estos regalos los ofrecemos a otros niños pobres, familias pobres, niños con cáncer o SIDA, gitanos, o los enviamos hacia otros países.

¿Cómo se integra la oración en la realidad cotidiana?

Si Jesús está presente en un pobre, la oración es ver lo que ese pobre necesita. Y la respuesta es darle lo que yo tengo. Si está en un niño, es acogerle con amor y respeto. Va apareciendo una oración que enseña a vivir la vida con amor de evangelio, que supone una donación de lo que uno es, sabe y tiene.

Nombraste la oración continua, ¿cuál era el significado para Calasanz?

Cuando Calasanz inicia su obra, debido a su propia experiencia y a la devoción creciente en Roma al Santísimo Sacramento, empieza a llevar los niños al oratorio. Entonces, durante el horario escolar, siempre había un grupito rezando y preparándose para los sacramentos. Calasanz pone esta experiencia −“piadosa costumbre de enseñar a orar”− como el corazón de su educación, ya desde el inicio de sus escuelas. Si hay oración, la educación camina… Entendemos que lo pusiera como corazón de la educación porque la relación con Jesús en la vida ordinaria permite superar los límites que una educación puramente humana nunca podría superar.

Yendo a lo personal, ¿qué te ha cambiado a ti esta experiencia con niños?

Es como vivir la parte buena, la parte de María en el Evangelio sentada a los pies de Jesús. Toda mi vida ministerial queda iluminada y conducida por esta experiencia de oración con los niños. Me ha ayudado a amar la entraña escolapia que es la oración. Al mismo tiempo me ha hecho ver el germen de una pedagogía nueva, porque las actitudes que aparecen en las oraciones de los niños tienen una capacidad transformadora: al llevar esas actitudes al aula, hacen que la misma experiencia pedagógica también cambie.

Cuando ves a un niño pequeño, ¿qué piensas al recordar que a los 10 años decidiste ser escolapio?

Veo que muchos niños que, a esa edad o incluso antes, desean lo mismo y lo dicen claramente y con naturalidad. Es que creo que Dios llama cuando quiere. El tema es cómo hacer el proceso junto a la familia, cómo cultivar el germen que tienen.

No se puede dejar de lado el cultivo y el proceso. Calasanz decía que nuestro carisma es trabajar “desde”: desde la infancia y hasta que acaban el proceso. No se concibe una ruptura de esta continuidad o abandonar el cultivo de los indicios que hay en el niño…

¿Por qué se da la ruptura de ese proceso de fe y de inicio vocacional?

El ambiente es muy diferente ahora: muchas familias no son creyentes, los programas educativos no siempre están al servicio de los niños sino en obediencia a las leyes. Necesitamos también educadores que crean y se comprometan en su vocación cristiana… Hay que dar más confianza y credibilidad al “a teneris annis” del pedagogo y santo Calasanz…

¿Hay una crisis de vocaciones?

Sigue habiendo vocaciones. Dios sigue llamando, enriqueciendo con carismas y ministerios a su Pueblo. Es cierto que hay algunos carismas con más vocaciones que otros. Hay formas nuevas, movimientos que están llenos de espíritu misionero y vocacional, caminos de renovación que apuntan a la radicalidad primera. Nos tendremos que preguntar por qué Dios no nos bendice con las que −creemos− necesarias vocaciones. Me lo pregunto en mi Provincia, tras bastantes años de significativa bendición vocacional…

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Fuente: Curia General de los Padres Escolapios

 

 

El hombre en oración: Introducción e índice general

El hombre en oración: Introducción e índice general

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero comenzar una nueva serie de catequesis. Después de las catequesis sobre los Padres de la Iglesia, sobre los grandes teólogos de la Edad Media, y sobre las grandes mujeres, ahora quiero elegir un un tema que nos interesa mucho a todos: es el tema de la oración, de modo específico de la cristiana, es decir, la oración que Jesús nos enseñó y que la Iglesia sigue enseñándonos. De hecho, es en Jesús en quien el hombre se hace capaz de unirse a Dios con la profundidad y la intimidad de la relación de paternidad y de filiación. Por eso, juntamente con los primeros discípulos, nos dirigimos con humilde confianza al Maestro y le pedimos: «Señor, enséñanos a orar» (Lc 11, 1).

En las próximas catequesis, acudiendo a las fuentes de la Sagrada Escritura, la gran tradición de los Padres de la Iglesia, de los maestros de espiritualidad y de la liturgia, queremos aprender a vivir aún más intensamente nuestra relación con el Señor, casi una «escuela de oración». En efecto, sabemos bien que la oración no se debe dar por descontada: hace falta aprender a orar, casi adquiriendo siempre de nuevo este arte; incluso quienes van muy adelantados en la vida espiritual sienten siempre la necesidad de entrar en la escuela de Jesús para aprender a orar con autenticidad. La primera lección nos la da el Señor con su ejemplo. Los Evangelios nos describen a Jesús en diálogo íntimo y constante con el Padre: es una comunión profunda de aquel que vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre que lo envió para la salvación del hombre.

Santo Padre emérito Benedicto XVI: El hombre en oración

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El hombre en oración: Introducción e índice general

1. Culturas antiguas

2. El hombre es un ser religioso

3. La intercesión de Abraham por Sodoma

4. Lucha nocturna y encuentro con Dios

5. La intercesión de Moisés por su pueblo

6. Confrontación entre profetas y oraciones

7. El pueblo de Dios que reza: los Salmos

8. La lectura de la Biblia, alimento del espíritu

9. El «oasis» del espíritu

10. La meditación

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El noviazgo y la fe católica: conferencia de Marino Restrepo

El noviazgo y la fe católica: conferencia de Marino Restrepo

En este artículo os ofrecemos la conferencia de Marino Restrepo acerca del noviazgo y la fe católica. Marino Restrepo, fundador de la misión Peregrinos del amor, fue hasta sus 47 años un artista drogadicto, alcohólico y lujurioso. Tras un secuestro por parte de las FARC, donde vivió en condiciones infrahumanas, tuvo una visión divina que cambió su vida radicalmente. Hoy día es un hombre de Iglesia y de férrea fe, dedica sus días a predicar la palabra de Dios.

Antes de visionar la conferencia, os recomendamos conocer el extraordinario testimonio de vida de Marino Restrepo

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El noviazgo y la fe católica

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San Bernabé, apóstol

San Bernabé, apóstol

Los apóstoles impusieron al levita José el sobrenombre Bernabé, que significa «hijo de consolación». Su espíritu conciliador y su simpatía de «hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe» (Act 11, 24) inspiraron ese sobrenombre.

Algunos autores, como Clemente Alejandrino y Eusebio de Cesarea, suponen que San Bernabé fue uno de los 72 discípulos de los que habla el Evangelio. En cualquier caso, Bernabé aparece en la Iglesia primitiva como una figura relevante que, sin pertenecer al grupo de los Doce, merece, al lado de San Pablo, el título de Apóstol. Su vocación al apostolado fue anterior al episodio de la imposición de manos en Antioquía, antes de partir para la misión de Chipre; Bernabé había venido de la Iglesia de Jerusalén, donde ya era una personalidad destacada. Toda su actuación lleva la impronta de la dignidad apostólica. Fue Bernabé quien tomó consigo a San Pablo, lo condujo a los apóstoles y les refirió cómo en el camino había visto al Señor, y cómo en Damasco había predicado intrépidamente en el nombre de Jesús. Bernabé buscó a Pablo en Tarso para trabajar juntos durante todo un año en la organización de la comunidad de Antioquía, a la que comenzaban a afluir los griegos o gentiles, y en la que los discípulos empezaron a llamarse «cristianos». Ambos apóstoles subieron a Jerusalén para llevar socorros a los hermanos de la Iglesia madre, víctimas del hambre, regresando a Antioquía, «cumplido su ministerio», trayendo consigo a Juan Marcos. Bernabé había de hacer de guía, por expresa intervención del Espíritu Santo, en una celebración litúrgica, para que el Apóstol de las gentes comenzara la misión que Cristo le había confiado, y que tenía por primer objetivo la isla de Chipre.

Los misioneros comenzaron a predicar en Salamina. Les acompañaba como auxiliar Juan Marcos, sobrino o primo de Bernabé. Comenzaron a predicar en las sinagogas, llevando Bernabé la dirección. Pero ya en Pafos, Saulo tomó la iniciativa y la palabra, y castigó con la ceguera al mago Barjesús. Terminada la misión en Chipre, los apóstoles navegaron hasta Perge de Panfilia, donde Marcos los abandonó, regresando a Jerusalén. Después de evangelizar también Derbe, regresaron a Antioquía de Siria, recorriendo en sentido inverso las regiones y ciudades evangelizadas.

Siguieron después unidos para hacer frente a los judaizantes, que querían imponer a los paganos convertidos la ley mosaica, en Antioquía y en el concilio de Jerusalén, permaneciendo luego en Antioquía «enseñando y anunciando con otros muchos la palabra de Dios». Pero cuando Pablo propuso a Bernabé volver a visitar las comunidades establecidas en la primera misión, surgió entre ambos apóstoles una disensión, seguramente providencial, que señala el término del ministerio apostólico de Bernabé conocido con seguridad. «Quería Bernabé llevar consigo también a Juan, llamado Marcos. Pablo, en cambio, no juzgaba conveniente llevar consigo a quien se había separado de ellos desde Panfilia y no les había acompañado en la empresa. La disensión llegó al extremo de separarse el uno del otro, y Bernabé, tomando consigo a Marcos, se embarcó hacia Chipre» (Act. 15, 36-39). Aunque ignoramos el resultado de esta segunda misión, parece que Bernabé colaboró con Pablo también en Corinto.

Según los Hechos y martirio de San Bernabé apóstol, obra de Juan Marcos y compuestos en Chipre en el siglo V, Bernabé coronó su segunda misión en Chipre, siendo pronto lapidado y quemado vivo por los judíos en Salamina, hacia el año 63. Su cuerpo fue hallado en el 458 d.C., llevando en el pecho el evangelio de San Mateo, que, junto con las piedras de la lapidación, constituyen los atributos de su iconografía.

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Artículo original: ¿Sabes quién era San Bernabé? – Su fiesta se celebra el 11 de junio

 

 

Colorea el Corpus Christi

Colorea el Corpus Christi

Con motivo de la fiesta del Corpus Christi, os ofrecemos las siguientes láminas para que los más peques de la familia se diviertan coloreando el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

Podéis acceder a las láminas pulsando los enlaces de cada título de las imágenes.

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Colorea el Corpus Christi

Corpus Christi – Lámina 1  

Corpus Christi – Lámina 2

 

Corpus Christi - Lámina 1 Corpus Christi - Lámina 2
 

Corpus Christi – Lámina 3

 

 

Corpus Christi – Lámina 4

 

Corpus Christi - Lámina 3 Corpus Christi - Lámina 4
 

Corpus Christi – Lámina 5

 

 

Corpus Christi – Lámina 6

 

Corpus Christi - Lámina 5 Corpus Christi - Lámina 6
 

Corpus Christi – Lámina 7

 

 

Corpus Christi – Lámina 8

 

Corpus Christi - Lámina 7 Corpus Christi - Lámina 8

 

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