Colorea el Domingo de Ramos

Colorea el Domingo de Ramos

Con motivo de la fiesta del Domingo de Ramos, que da inicio a la Semana Santa, os ofrecemos las siguientes láminas para que los niños de la familia se diviertan coloreando y aprendiendo algunas de las escenas más importantes de la vida de Nuestro Señor Jesucristo.

Podéis acceder a las láminas en tamaño real pulsando sobre los títulos de cada imagen y sobre las propias imágenes.

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Colorea el Domingo de Ramos

Domingo de Ramos

Lámina 1

Domingo de Ramos

Lámina 2

Domingo de Ramos Lámina 1 Domingo de Ramos Lámina 2

Domingo de Ramos

Lámina 3

Domingo de Ramos

Lámina 4

Domingo de Ramos Lámina 3 Domingo de Ramos Lámina 4

Domingo de Ramos

Lámina 5

Domingo de Ramos

Lámina 6

Domingo de Ramos Lámina 5 Domingo de Ramos Lámina 6

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Domingo de Ramos

Lámina 7

Domingo de Ramos Lámina 7

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«Domingo de Ramos»: catequesis del Santo Padre Francisco

«Domingo de Ramos»: catequesis del Santo Padre Francisco

1. Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompaña festivamente, se extienden los mantos ante él, se habla de los prodigios que ha hecho, se eleva un grito de alabanza: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» (Lc 19,38).

Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios y se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma.

Este es Jesús. Este es su corazón atento a todos nosotros, que ve nuestras debilidades, nuestros pecados. El amor de Jesús es grande. Y, así, entra en Jerusalén con este amor, y nos mira a todos nosotros. Es una bella escena, llena de luz –la luz del amor de Jesús, de su corazón–, de alegría, de fiesta.

Al comienzo de la Misa, también nosotros la hemos repetido. Hemos agitado nuestras palmas. También nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida. Jesús es Dios, pero se ha abajado a caminar con nosotros. Es nuestro amigo, nuestro hermano. El que nos ilumina en nuestro camino. Y así lo hemos acogido hoy. Y esta es la primera palabra que quisiera deciros: alegría. No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables, y ¡hay tantos! Y en este momento viene el enemigo, viene el diablo, tantas veces disfrazado de ángel, e insidiosamente nos dice su palabra. No le escuchéis. Sigamos a Jesús. Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Y, por favor, no os dejéis robar la esperanza, no dejéis robar la esperanza. Esa que nos da Jesús.

2. Segunda palabra: ¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar (cf. Lc 19,39-40). Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla, que tiene el sentido de ver en Jesús algo más; tiene ese sentido de la fe, que dice: Éste es el Salvador. Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero. Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Pienso en lo que decía Benedicto XVI a los Cardenales: Vosotros sois príncipes, pero de un rey crucificado. Ese es el trono de Jesús. Jesús toma sobre sí… ¿Por qué la cruz? Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios. Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que nadie puede llevárselo consigo, lo debe dejar. Mi abuela nos decía a los niños: El sudario no tiene bolsillos. Amor al dinero, al poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación. Y también –cada uno lo sabe y lo conoce– nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo y a toda la creación. Y Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección. Este es el bien que Jesús nos hace a todos en el trono de la cruz. La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados y de hacer un poquito eso que ha hecho él aquel día de su muerte.

3. Hoy están en esta plaza tantos jóvenes: desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: jóvenes. Queridos jóvenes, os he visto en la procesión cuando entrabais; os imagino haciendo fiesta en torno a Jesús, agitando ramos de olivo; os imagino mientras aclamáis su nombre y expresáis la alegría de estar con él. Vosotros tenéis una parte importante en la celebración de la fe. Nos traéis la alegría de la fe y nos decís que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre: un corazón joven incluso a los setenta, ochenta años. Corazón joven. Con Cristo el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y vosotros lo sabéis bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y vosotros no os avergonzáis de su cruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo, en el don de sí, en salir de uno mismo, y en que él ha triunfado sobre el mal con el amor de Dios. Lleváis la cruz peregrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La lleváis respondiendo a la invitación de Jesús: «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año. La lleváis para decir a todos que, en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz. Queridos amigos, también yo me pongo en camino con vosotros, desde hoy, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Os doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Preparaos bien, sobre todo espiritualmente en vuestras comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero. Los jóvenes deben decir al mundo: Es bueno seguir a Jesús; es bueno ir con Jesús; es bueno el mensaje de Jesús; es bueno salir de uno mismo, a las periferias del mundo y de la existencia, para llevar a Jesús. Tres palabras: alegría, cruz, jóvenes.

Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida. Que así sea.

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Santo Padre Francisco: Domingo de Ramos

Homilía del domingo, 24 de marzo de 2013



El Señor de La Salle – Película

El Señor de La Salle – Película

La grandeza del apostolado y la visión cristiana de educador de san Juan Bautista de la Salle, conservan toda su actualidad para el mundo de hoy. Su carisma, alimentado por la contemplación asidua de Dios, Creador y Salvador, y vivido según el ideal religioso de una existencia consagrada al Señor en una vida comunitaria y fraterna, muestra que educar, enseñar y evangelizar forman un todo. La educación queda incompleta si no lleva al aprendizaje del respeto a la vida y a la libertad, del servicio a la verdad y del deseo de entrega de sí. Al anunciar el Evangelio en las escuelas, objetivo de vuestro apostolado, os dedicáis a formar a cada hombre, a formar al hombre integral.

San Juan Pablo II

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Ficha en IMDb

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Ficha cinematográfica

Tíulo: El Señor de La Salle

País: España

Año: 1964

Género: Historica

Duración: 138 min

Dirección: Luis Cesar Amadori

Producción: Tulio Demicheli

Guión: Luis César Amadori

Música: Gregorio Garcia Segura

Fotografía: Antonio Macasoli

Reparto: Mel Ferrer, Manuel Alexandre, Tomás Blanco, José María Caffarel, Roberto Camardiel, Carlos Casaravilla, Antonio Casas, Antonio Ferrandis, Fernando Rey, Alfredo Mayo.

San Juan Bautista de La Salle, con recursos audiovisuales

San Juan Bautista de La Salle, con recursos audiovisuales

Con su talento pedagógico, san Juan Bautista de la Salle fue un ilustre pionero de la educación popular de niños y jóvenes. Como verdadero apóstol, supo servir a los niños que acudían a sus escuelas, dedicándose principalmente a formar a sus maestros. Esta intuición sigue siendo fundamental también hoy, pues pone de manifiesto que la educación supone, por una parte, la transmisión de los valores humanos y cristianos, y, por otra, el testimonio de adultos que muestren a los jóvenes lo que es una vida hermosa y equilibrada. Por tanto, la educación, más que un oficio, es una misión, que consiste en ayudar a cada persona a reconocer lo que tiene de irreemplazable y único, para que crezca y se desarrolle. Al proclamar a vuestro fundador patrono de todos los educadores de la infancia y de la juventud, la Iglesia lo propone como modelo y ejemplo a imitar por todos los que tienen una tarea educativa, invitándolos a dar muestras de creatividad, paciencia y entrega, y a discernir las necesidades de los jóvenes, respondiendo así a sus aspiraciones profundas.

Beato Juan Pablo II.

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San Juan Bautista De La Salle, es el Fundador de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y Patrono Universal de de los Maestros Cristianos. Nació en Reims, Francia, el 30 de abril de 1651. Sus padres Luis De La Salle y Nicole Moet, le brindaron a Él y a sus 6 hermanos una educación fundamentada en valores cristianos.

Ingresó al Seminario de San Sulpicio a los 10 años; a los 16 años, recibió la Canonjía de la Catedral de Reims, título que se le otorgaba a las personas que pertenecían a las clases más privilegiadas.

Se ordenó como Sacerdote el 9 de abril de 1678 y recibió el título de Doctor en Teología en 1680.

Fue una persona que siempre se preocupó por la educación de los más necesitados, sustentando que la formación recibida en los primeros años de vida, era la que marcaba la existencia del ser humano.

El 24 de junio de 1684 dio inicio a la Congregación de los Hermanos de las escuelas Cristianas, posesionándose como el pionero en la implementación de Escuelas de Formación de Maestros Rurales, Escuelas especiales para jóvenes con condenas judiciales, Escuelas técnicas y Escuelas secundarias para letras y ciencias.

Murió en Ruán, Francia el 7 de abril de 1719; fue canonizado en 1900 por el Papa León XIII y el 15 de mayo de 1950, el Papa Pío XII lo proclamó Celestial Patrono de los Maestros Cristianos del mundo; y en su honor, el 15 de mayo de 1950 fue declarado el día del Educador en Colombia.

Su obra está proyectada en 86 naciones, las cuales dan fe de la importante labor educativa de nuestro Fundador. La Educación Lasallista es reconocida en las esferas nacionales e internacionales por su excelente Calidad y por ayudar al ser humano a hacer y vivir su propio proyecto de vida.

La Iglesia proclamó a San Juan Bautista De la Salle Patrono Universal de los maestros cristianos el 15 de mayo de 1950, reconociéndole de una forma aún más solemne y general su carisma educativo, por los frutos recibidos durante tres siglos y resaltando la importancia de poner a los educadores bajo el patrocinio de un pedagogo brillante y santo.

En los albores del Siglo XXI el Fundador continúa siendo un referente para los educadores; gracias a la invención de un estilo educativo que en su esencia mantiene vigencia y que mediante su carisma es capaz de dar respuesta a muchos jóvenes que quieren trabajar en beneficio de las clases pobres y en favor de la justicia.

Hoy tenemos claro que San Juan Bautista De La Salle no es propiedad privada de los Hermanos. Su Carisma es un don del Espíritu Santo a toda la Iglesia y por eso se ha convertido en Padre Espiritual de religiosos, religiosas, sacerdotes y seglares que se inspiran en su estilo de vivir el Evangelio. Esto lo sintetiza muy bien la Regla de 1986 cuando afirma: «Los dones espirituales que la Iglesia ha recibido en San Juan Bautista De La Salle desbordan el marco del Instituto que fundó».

Enlace al artículo original en delasalle.edu.co.

Obras completas de san Juan Bautista de La Salle.

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Otros recursos en la red

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Recursos audiovisuales

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Cartas al padre Jacob (película sobre el perdón y la redención)

Cartas al padre Jacob (película sobre el perdón y la redención)

¿Qué ha dejado la Cruz en los que la han visto y en los que la han tocado? ¿Qué deja en cada uno de nosotros? Miren, deja un bien que nadie más nos puede dar: la certeza del amor fiel de Dios por nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos. En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer. Queridos jóvenes, fiémonos de Jesús, confiemos en Él (cf. Lumen fidei, 16). Porque Él nunca defrauda a nadie. Sólo en Cristo muerto y resucitado encontramos la salvación y redención. Con Él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra, porque Él nos da esperanza y vida: ha transformado la Cruz de ser un instrumento de odio, y de derrota, y de muerte, en un signo de amor, de victoria, de triunfo y de vida.

Santo Padre Francisco

Discurso durante el «Vía Crucis» con los jóvenes

JMJ de Río de Janeiro, el viernes 26 de julio de 2013

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Cartas al padre Jacob – Sinopsis de la película

Leila es una mujer que, después de haber sido condenada a cadena perpetua, es indultada, y le ofrecen trabajo como ayudante de Jacob, un anciano cura rural ciego. Su trabajo consiste básicamente en responder a las cartas que los fieles le escriben al sacerdote pidiéndole ayuda y consejo. Esta labor que para el cura es vital, a Leila, en cambio, le parece una tarea estéril; en consecuencia, la relación entre ambos personajes es bastante tensa. Pero llega un momento en que Jacob deja de recibir cartas y, entonces, siente que su vida ha perdido todo sentido. Este hecho será el desencadenante de una dramática revelación.

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Cartas al padre Jacob – Ficha en IMDb

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Cartas al padre Jacob – Ficha de la película

Título original: Postia pappi Jaakobille

Año: 2009

Duración: 72 min.

País: Finlandia

Director: Klaus Härö

Guión: Klaus Härö, Jaana Makkonen

Música: Dani Strömbäck

Fotografía: Tuomo Hutri

Reparto: Kaarina Hazard, Heikki Nousiainen, Jukka Keinonen, Esko Roine

Productora: Kinotar / Yleisradio (YLE)

Género: Drama | Religión

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Portal web de Gloria.TV

Portal web de Film Affinity


Cómo hacer «Cruces de Palma»

Cómo hacer «Cruces de Palma»

La palma y el ramo de olivo se conservan, ante todo, como un testimonio de la fe en Cristo, rey mesiánico, y en su victoria pascual.

Es tradicional en todas los templos católicos llevar ramos y palmas para que sean benditos en la liturgia del Domingo que inaugura la Semana Santa, y luego mantener durante todo el año estos ramos y palmas en nuestras casas para recordad la Pascua.

Preparar cruces de palma es un buena oportunidad de hacer una actividad en familia con los hijos. En este artículo os presentamos cómo hacer fácilmente las cruces de palma. 

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Hacer una «Cruz de Palma» en ocho pasos

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Tutorial para hacer «Cruces de Palma» (en inglés con subtítulos en español)

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Examen de conciencia para niños

Examen de conciencia para niños

El examen de conciencia tiene un valor pedagógico importante: educa a mirar con sinceridad la propia existencia, a confrontarla con la verdad del Evangelio y a valorarla con parámetros no sólo humanos, sino también tomados de la Revelación divina. La confrontación con los Mandamientos, con las Bienaventuranzas y, sobre todo, con el Mandamiento del amor, constituye la primera gran «escuela penitencial».

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Discurso del viernes, 25 de marzo de 2011

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Qué es y para qué es el Examen de Conciencia

Se trata de examinar nuestra conciencia en oración ante Dios, a la luz de las enseñanzas de la Iglesia, a partir de nuestra última confesión. Es paso necesario antes de hacer una buena confesión. Además es aconsejable hacer un examen del día antes de dormir.

El fin del examen no es angustiarse con las culpas sino reconocerlas con seriedad y confianza en Dios para confesarlas sabiendo que seremos perdonados. Todo el proceso se mueve en la misericordia infinita de Dios manifestada en Jesucristo.

Padre Jordi Rivero

Qué es y para qué es el Examen de Conciencia

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Pecados contra el primer mandamiento

Amarás a Dios sobre todas las cosas.

  1. ¿Te has confesado sin arrepentimiento o has dejado de hacer la penitencia que te dejó el sacerdote?
  2. ¿Callaste algún pecado grave en tu confesión anterior?
  3. ¿Has comulgado sabiendo que estás en pecado grave?
  4. ¿Has hablado mal de Dios, la Virgen, el Papa o la Iglesia?
  5. ¿Te has enojado y desesperado con Dios?


Pecados contra el segundo mandamiento

No jurarás el nombre de Dios en vano.

  1. ¿Has jurado hacer algo malo, como vengarte o hacerle daño a alguien?
  2. ¿Has blasfemado?


Pecados contra el tercer mandamiento

Santificarás las fiestas.

  1. ¿Has dejado de ir a misa en algún domingo o fiesta de precepto?
  2. ¿Has estado distraído en misa, jugando y platicando?


Pecados contra el cuarto mandamiento

Honrarás a tu padre y tu madre.

  1. ¿Has desobedecido a tus papás?
  2. ¿Te has burlado de ellos?
  3. ¿Les has hablado de mala manera y sin respeto?
  4. ¿Les ayudas en las labores de la casa y en el cuidado de tus hermanos?


Pecados conta el quinto mandamiento

No matarás.

  1. ¿Has deseado que alguien muera o que le pasen cosas graves?
  2. ¿Has hablado mal de alguien más?
  3. ¿Te has negado a perdonar a alguien?
  4. ¿Estás enojado con alguien?
  5. ¿Te has negado a pedir perdón cuando has ofendido a alguien?
  6. ¿Has sido causante de que alguien más cometa un pecado?


Pecados contra el sexto mandamiento

No cometerás actos impuros.

  1. ¿Has cometido acciones que son deshonestas y que te avergonzaría que se supieran?
  2. ¿Has visto películas, videos o fotografías que no son buenas?
  3. ¿Has tenido conversaciones que nos son buenas con alguien más?


Pecados contra el séptimo mandamiento

No robarás.

  1. ¿Te has quedado con algo que no es tuyo?
  2. ¿Has ayudado a que alguien más robe algo?
  3. ¿Has hecho voluntariamente daño a las cosas de otras personas?
  4. ¿Has hecho trampa en los juegos para ganar?
  5. ¿Has copiado en tus tareas o exámenes?


Pecados contra el octavo mandamiento

No mentirás.

  1. ¿Has dicho mentiras a tus papás?
  2. ¿Has dicho mentirás s tus maestros?
  3. ¿Has dicho mentiras de alguien más para perjudicarlo?
  4. ¿Has hablado mal de alguien más?


Pecados contra el noveno mandamiento

No consentirás actos impuros.

  1. ¿Has consentido pensamientos impuros?
  2. ¿Has imaginado que haces cosas malas contra otras personas?


Pecados contra el décimo mandamiento

No desearás los bienes ajenos.

  1. ¿Has intentado robarle o dañar las pertenencias de alguien más, aunque al final no lo hayas conseguido?
  2. ¿Has sentido envidia por las cosas buenas que le pasan a los demás?
  3. ¿Has sentido envidia por las cosas que tienen otros que tú no tienes?

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Documento original del Departamento de Religión del Colegio Erain


El tazón de madera

El tazón de madera

El abuelo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel.

El hijo y su esposa se cansaron de la situación.

Tenemos que hacer algo con el abuelo. Dijo el hijo. Ya he tenido suficiente, derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo.

Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado sólo. Sin embargo, las únicas palabras que el hijo y la nuera le dirigían eran frías llamadas de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.

El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Se le acercó y le preguntó dulcemente: —Hijo mío, ¿qué estás haciendo? Con la misma dulzura el niño le contestó: Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, vosotros comáis en ellos. Sonrió y siguió con su tarea. Las palabras del pequeño golpearon a su padre de tal forma que quedó sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. El padre contó lo sucedido a su esposa y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.

Esa tarde el hijo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, el hijo y la nuera nunca más se molestaron cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

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Reflexión

Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si los hijos ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud para el resto de sus vidas. Los padres y madres inteligentes se percatan que cada día colocan los bloques con los que construyen el futuro de sus hijos. Seamos constructores sabios y modelos a seguir. La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca cómo los hiciste sentir.

He aprendido que puedes decir mucho de una persona por la forma en que maneja tres cosas: un día lluvioso, el equipaje perdido y las luces del arbolito enredadas. He aprendido que, independientemente de la relación que tengas con tus padres, los vas a extrañar cuando ya no estén contigo. He aprendido que aun cuando me duela, no debo estar solo. He aprendido que aún tengo mucho que aprender.

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Cuaderno «Es tiempo de… Cuaresma»

Jóvenes Agustinos Recoletos (JAR)

Entra y verás. Pastoral juvenil y vocacional

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Sacramento de la Reconciliación – Catequesis del Santo Padre Francisco

Sacramento de la Reconciliación – Catequesis del Santo Padre Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

A través de los sacramentos de iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta vida «en vasijas de barro» (2 Cor 4, 7), estamos aún sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por ello el Señor Jesús quiso que la Iglesia continúe su obra de salvación también hacia los propios miembros, en especial con el sacramento de la Reconciliación y la Unción de los enfermos, que se pueden unir con el nombre de «sacramentos de curación». El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y no funciona bien. La imagen bíblica que mejor los expresa, en su vínculo profundo, es el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).

El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación brota directamente del misterio pascual. En efecto, la misma tarde de la Pascua el Señor se aparece a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y, tras dirigirles el saludo «Paz a vosotros», sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 21-23). Este pasaje nos descubre la dinámica más profunda contenida en este sacramento. Ante todo, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos nosotros mismos. Yo no puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, es un don del Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de misericordia y de gracia que brota incesantemente del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza; y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz del alma tan bella que sólo Jesús puede dar, sólo Él.

A lo largo del tiempo, la celebración de este sacramento pasó de una forma pública —porque al inicio se hacía públicamente— a la forma personal, a la forma reservada de la Confesión. Sin embargo, esto no debe hacer perder la fuente eclesial, que constituye el contexto vital. En efecto, es la comunidad cristiana el lugar donde se hace presente el Espíritu, quien renueva los corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús. He aquí, entonces, por qué no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario confesar humilde y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que le alienta y le acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana. Uno puede decir: yo me confieso sólo con Dios. Sí, tú puedes decir a Dios «perdóname», y decir tus pecados, pero nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia, a los hermanos, en la persona del sacerdote. «Pero padre, yo me avergüenzo…». Incluso la vergüenza es buena, es salud tener un poco de vergüenza, porque avergonzarse es saludable. Cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país decimos que es un «sinvergüenza». Pero incluso la vergüenza hace bien, porque nos hace humildes, y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas cosas, que tanto pesan a mi corazón. Y uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia, con el hermano. No tener miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la fila para confesarse, siente todas estas cosas, incluso la vergüenza, pero después, cuando termina la Confesión sale libre, grande, hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la Confesión! Quisiera preguntaros —pero no lo digáis en voz alta, que cada uno responda en su corazón—: ¿cuándo fue la última vez que te confesaste? Cada uno piense en ello… ¿Son dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga cuentas, pero cada uno se pregunte: ¿cuándo fue la última vez que me confesé? Y si pasó mucho tiempo, no perder un día más, ve, que el sacerdote será bueno. Jesús está allí, y Jesús es más bueno que los sacerdotes, Jesús te recibe, te recibe con mucho amor. Sé valiente y ve a la Confesión.

Queridos amigos, celebrar el sacramento de la Reconciliación significa ser envueltos en un abrazo caluroso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos la hermosa, hermosa parábola del hijo que se marchó de su casa con el dinero de la herencia; gastó todo el dinero, y luego, cuando ya no tenía nada, decidió volver a casa, no como hijo, sino como siervo. Tenía tanta culpa y tanta vergüenza en su corazón. La sorpresa fue que cuando comenzó a hablar, a pedir perdón, el padre no le dejó hablar, le abrazó, le besó e hizo fiesta. Pero yo os digo: cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta. Sigamos adelante por este camino. Que Dios os bendiga.

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Santo Padre Francisco

Audiencia General del miércoles, 19 de febrero de 2014