por Santo Padre emérito Benedicto XVI | 2 Oct, 2013 | Catequesis Magisterio
Queridos hermanos y hermanas:
En una catequesis reciente ilustré ya el papel providencial que tuvieron la Orden de los Frailes Menores y la Orden de los Frailes Predicadores, fundadas respectivamente por san Francisco de Asís y por santo Domingo de Guzmán, en la renovación de la Iglesia de su tiempo.
Hoy quiero presentaros la figura de san Francisco, un auténtico «gigante» de la santidad, que sigue fascinando a numerosísimas personas de todas las edades y religiones.
«Nacióle un sol al mundo». Con estas palabras, el sumo poeta italiano Dante Alighieri alude en la Divina Comedia (Paraíso, Canto XI) al nacimiento de Francisco, que tuvo lugar a finales de 1181 o a principios de 1182, en Asís. Francisco pertenecía a una familia rica —su padre era comerciante de telas— y vivió una adolescencia y una juventud despreocupadas, cultivando los ideales caballerescos de su tiempo. A los veinte años tomó parte en una campaña militar y lo hicieron prisionero. Enfermó y fue liberado. A su regreso a Asís, comenzó en él un lento proceso de conversión espiritual que lo llevó a abandonar gradualmente el estilo de vida mundano que había practicado hasta entonces. Se remontan a este período los célebres episodios del encuentro con el leproso, al cual Francisco, bajando de su caballo, dio el beso de la paz, y del mensaje del Crucifijo en la iglesita de San Damián. Cristo en la cruz tomó vida en tres ocasiones y le dijo: «Ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas». Este simple acontecimiento de escuchar la Palabra del Señor en la iglesia de san Damián esconde un simbolismo profundo. En su sentido inmediato san Francisco es llamado a reparar esta iglesita, pero el estado ruinoso de este edificio es símbolo de la situación dramática e inquietante de la Iglesia en aquel tiempo, con una fe superficial que no conforma y no transforma la vida, con un clero poco celoso, con el enfriamiento del amor; una destrucción interior de la Iglesia que conlleva también una descomposición de la unidad, con el nacimiento de movimientos heréticos. Sin embargo, en el centro de esta Iglesia en ruinas está el Crucifijo y habla: llama a la renovación, llama a Francisco a un trabajo manual para reparar concretamente la iglesita de san Damián, símbolo de la llamada más profunda a renovar la Iglesia de Cristo, con su radicalidad de fe y con su entusiasmo de amor a Cristo. Este acontecimiento, que probablemente tuvo lugar en 1205, recuerda otro acontecimiento parecido que sucedió en 1207: el sueño del Papa Inocencio III, quien en sueños ve que la basílica de San Juan de Letrán, la iglesia madre de todas las iglesias, se está derrumbando y un religioso pequeño e insignificante sostiene con sus hombros la iglesia para que no se derrumbe. Es interesante observar, por una parte, que no es el Papa quien ayuda para que la iglesia no se derrumbe, sino un pequeño e insignificante religioso, que el Papa reconoce en Francisco cuando este lo visita. Inocencio III era un Papa poderoso, de gran cultura teológica y gran poder político; sin embargo, no es él quien renueva la Iglesia, sino el pequeño e insignificante religioso: es san Francisco, llamado por Dios. Pero, por otra parte, es importante observar que san Francisco no renueva la Iglesia sin el Papa o en contra de él, sino sólo en comunión con él. Las dos realidades van juntas: el Sucesor de Pedro, los obispos, la Iglesia fundada en la sucesión de los Apóstoles y el carisma nuevo que el Espíritu Santo crea en ese momento para renovar la Iglesia. En la unidad crece la verdadera renovación.
Volvamos a la vida de san Francisco. Puesto que su padre Bernardone le reprochaba su excesiva generosidad con los pobres, Francisco, ante el obispo de Asís, con un gesto simbólico se despojó de sus vestidos, indicando así que renunciaba a la herencia paterna: como en el momento de la creación, Francisco no tiene nada más que la vida que Dios le ha dado, a cuyas manos se entrega. Desde entonces vivió como un eremita, hasta que, en 1208, tuvo lugar otro acontecimiento fundamental en el itinerario de su conversión. Escuchando un pasaje del Evangelio de san Mateo —el discurso de Jesús a los Apóstoles enviados a la misión—, Francisco se sintió llamado a vivir en la pobreza y a dedicarse a la predicación. Otros compañeros se asociaron a él y en 1209 fue a Roma, para someter al Papa Inocencio III el proyecto de una nueva forma de vida cristiana. Recibió una acogida paterna de aquel gran Pontífice, que, iluminado por el Señor, intuyó el origen divino del movimiento suscitado por Francisco. El «Poverello» de Asís había comprendido que todo carisma que da el Espíritu Santo hay que ponerlo al servicio del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia; por lo tanto, actuó siempre en plena comunión con la autoridad eclesiástica. En la vida de los santos no existe contraste entre carisma profético y carisma de gobierno y, si se crea alguna tensión, saben esperar con paciencia los tiempos del Espíritu Santo.
En realidad, en el siglo XIX y también en el siglo pasado algunos historiadores intentaron crear detrás del Francisco de la tradición, lo que llamaban un Francisco histórico, de la misma manera que detrás del Jesús de los Evangelios se intenta crear lo que llaman el Jesús histórico. Ese Francisco histórico no habría sido un hombre de Iglesia, sino un hombre unido inmediatamente sólo a Cristo, un hombre que quería crear una renovación del pueblo de Dios, sin formas canónicas y sin jerarquía. La verdad es que san Francisco tuvo realmente una relación muy inmediata con Jesús y con la Palabra de Dios, que quería seguir sine glossa, tal como es, en toda su radicalidad y verdad. También es verdad que inicialmente no tenía la intención de crear una Orden con las formas canónicas necesarias, sino que, simplemente, con la Palabra de Dios y la presencia del Señor, quería renovar el pueblo de Dios, convocarlo de nuevo a escuchar la Palabra y a obedecer a Cristo. Además, sabía que Cristo nunca es «mío», sino que siempre es «nuestro»; que a Cristo no puedo tenerlo «yo» y reconstruir «yo» contra la Iglesia, su voluntad y sus enseñanzas; sino que sólo en la comunión de la Iglesia construida sobre la sucesión de los Apóstoles se renueva también la obediencia a la Palabra de Dios.
También es verdad que no tenía intención de crear una nueva Orden, sino solamente renovar el pueblo de Dios para el Señor que viene. Pero entendió con sufrimiento y con dolor que todo debe tener su orden, que también el derecho de la Iglesia es necesario para dar forma a la renovación y así en realidad se insertó totalmente, con el corazón, en la comunión de la Iglesia, con el Papa y con los obispos. Sabía asimismo que el centro de la Iglesia es la Eucaristía, donde el Cuerpo de Cristo y su Sangre se hacen presentes. A través del Sacerdocio, la Eucaristía es la Iglesia. Donde sacerdocio y Cristo y comunión de la Iglesia van juntos, sólo aquí habita también la Palabra de Dios. El verdadero Francisco histórico es el Francisco de la Iglesia y precisamente de este modo habla también a los no creyentes, a los creyentes de otras confesiones y religiones.
Francisco y sus frailes, cada vez más numerosos, se establecieron en «la Porziuncola», o iglesia de Santa María de los Ángeles, lugar sagrado por excelencia de la espiritualidad franciscana. También Clara, una joven de Asís, de familia noble, se unió a la escuela de Francisco. Así nació la Segunda Orden franciscana, la de las clarisas, otra experiencia destinada a dar insignes frutos de santidad en la Iglesia.
También el sucesor de Inocencio III, el Papa Honorio III, con su bula Cum dilecti de 1218 sostuvo el desarrollo singular de los primeros Frailes Menores, que iban abriendo sus misiones en distintos países de Europa, incluso en Marruecos. En 1219 Francisco obtuvo permiso para ir a Egipto a hablar con el sultán musulmán Melek-el-Kâmel, para predicar también allí el Evangelio de Jesús. Deseo subrayar este episodio de la vida de san Francisco, que tiene una gran actualidad. En una época en la cual existía un enfrentamiento entre el cristianismo y el islam, Francisco, armado voluntariamente sólo de su fe y de su mansedumbre personal, recorrió con eficacia el camino del diálogo. Las crónicas nos narran que el sultán musulmán le brindó una acogida benévola y un recibimiento cordial. Es un modelo en el que también hoy deberían inspirarse las relaciones entre cristianos y musulmanes: promover un diálogo en la verdad, en el respeto recíproco y en la comprensión mutua (cf. Nostra aetate, 3). Parece ser que después, en 1220, Francisco visitó la Tierra Santa, plantando así una semilla que daría mucho fruto: en efecto, sus hijos espirituales hicieron de los Lugares donde vivió Jesús un ámbito privilegiado de su misión. Hoy pienso con gratitud en los grandes méritos de la Custodia franciscana de Tierra Santa.
A su regreso a Italia, Francisco encomendó el gobierno de la Orden a su vicario, fray Pietro Cattani, mientras que el Papa encomendó la Orden, que recogía cada vez más adhesiones, a la protección del cardenal Ugolino, el futuro Sumo Pontífice Gregorio IX. Por su parte, el Fundador, completamente dedicado a la predicación, que llevaba a cabo con gran éxito, redactó una Regla, que fue aprobada más tarde por el Papa.
En 1224, en el eremitorio de la Verna, Francisco ve el Crucifijo en la forma de un serafín y en el encuentro con el serafín crucificado recibe los estigmas; así llega a ser uno con Cristo crucificado: un don, por lo tanto, que expresa su íntima identificación con el Señor.
La muerte de Francisco —su transitus— aconteció la tarde del 3 de octubre de 1226, en «la Porziuncola». Después de bendecir a sus hijos espirituales, murió, recostado sobre la tierra desnuda. Dos años más tarde el Papa Gregorio IX lo inscribió en el catálogo de los santos. Poco tiempo después, en Asís se construyó una gran basílica en su honor, que todavía hoy es meta de numerosísimos peregrinos, que pueden venerar la tumba del santo y gozar de la visión de los frescos de Giotto, el pintor que ilustró de modo magnífico la vida de Francisco.
Se ha dicho que Francisco representa un alter Christus, era verdaderamente un icono vivo de Cristo. También fue denominado «el hermano de Jesús». De hecho, este era su ideal: ser como Jesús; contemplar el Cristo del Evangelio, amarlo intensamente, imitar sus virtudes. En particular, quiso dar un valor fundamental a la pobreza interior y exterior, enseñándola también a sus hijos espirituales. La primera Bienaventuranza en el Sermón de la montaña —Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 3)— encontró una luminosa realización en la vida y en las palabras de san Francisco. Queridos amigos, los santos son realmente los mejores intérpretes de la Biblia; encarnando en su vida la Palabra de Dios, la hacen más atractiva que nunca, de manera que verdaderamente habla con nosotros. El testimonio de Francisco, que amó la pobreza para seguir a Cristo con entrega y libertad totales, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior para crecer en la confianza en Dios, uniendo asimismo un estilo de vida sobrio y un desprendimiento de los bienes materiales.
En Francisco el amor a Cristo se expresó de modo especial en la adoración del Santísimo Sacramento de la Eucaristía. En las Fuentes franciscanas se leen expresiones conmovedoras, como esta:
«¡Tiemble el hombre todo entero, estremézcase el mundo todo y exulte el cielo cuando Cristo, el Hijo de Dios vivo, se encuentra sobre el altar en manos del sacerdote! ¡Oh celsitud admirable y condescendencia asombrosa! ¡Oh sublime humildad, oh humilde sublimidad: que el Señor del mundo universo, Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una pequeña forma de pan!». Francisco de Asís, Escritos, Editrici Francescane, Padua 2002, p. 401.
En este Año sacerdotal me complace recordar también una recomendación que Francisco dirigió a los sacerdotes: «Siempre que quieran celebrar la misa ofrezcan purificados, con pureza y reverencia, el verdadero sacrificio del santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo» (ib., 399). Francisco siempre mostraba una gran deferencia hacia los sacerdotes, y recomendaba que se les respetara siempre, incluso en el caso de que personalmente fueran poco dignos. Como motivación de este profundo respeto señalaba el hecho de que han recibido el don de consagrar la Eucaristía. Queridos hermanos en el sacerdocio, no olvidemos nunca esta enseñanza: la santidad de la Eucaristía nos pide ser puros, vivir de modo coherente con el Misterio que celebramos.
Del amor a Cristo nace el amor hacia las personas y también hacia todas las criaturas de Dios. Este es otro rasgo característico de la espiritualidad de Francisco: el sentido de la fraternidad universal y el amor a la creación, que le inspiró el célebre Cántico de las criaturas. Es un mensaje muy actual. Como recordé en mi reciente encíclica Caritas in veritate, sólo es sostenible un desarrollo que respete la creación y que no perjudique el medio ambiente (cf. nn. 48-52), y en el Mensaje para la Jornada mundial de la paz de este año subrayé que también la construcción de una paz sólida está vinculada al respeto de la creación. Francisco nos recuerda que en la creación se despliega la sabiduría y la benevolencia del Creador. Él entiende la naturaleza como un lenguaje en el que Dios habla con nosotros, en el que la realidad se vuelve transparente y podemos hablar de Dios y con Dios.
Querido amigos, Francisco fue un gran santo y un hombre alegre. Su sencillez, su humildad, su fe, su amor a Cristo, su bondad con todo hombre y toda mujer lo hicieron alegre en cualquier situación. En efecto, entre la santidad y la alegría existe una relación íntima e indisoluble. Un escritor francés dijo que en el mundo sólo existe una tristeza: la de no ser santos, es decir, no estar cerca de Dios. Mirando el testimonio de san Francisco, comprendemos que el secreto de la verdadera felicidad es precisamente: llegar a ser santos, cercanos a Dios.
Que la Virgen, a la que Francisco amó tiernamente, nos obtenga este don. Nos encomendamos a ella con las mismas palabras del «Poverello» de Asís:
«Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo entre las mujeres ninguna semejante a ti, hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros… ante tu santísimo Hijo amado, Señor y maestro». Francisco de Asís, Escritos, 163.
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Santo Padre emérito Benedicto XVI
Audiencia General del miércoles, 27 de enero de 2010
por CeF | 1 Oct, 2013 | Catequesis Metodología
Catequesis en Familia ha tenido el inmenso honor de contar con la colaboración de Luis María Benavides, maestro de catequistas y de catequesis para niños.
En este artículo os indexamos todas sus catequesis. Es especialmente recomendable para catequistas.
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Luis María Benavides, nacido en Buenos Aires, Argentina, es laico, casado con Liliana. Catequista, maestro, director de escuela, licenciado en Relaciones Humanas y Públicas y formador de catequistas y agentes de pastoral. Integrante de la Junta Arquidiocesan de Buenos Aires, bajo la gestión del Cardenal Bergoglio, actual Papa Francisco. Ha dictado charlas, conferencias y cursos en distintas instituciones religiosas y diócesis de Hispanoamérica y Estados Unidos; formando en su trayectoria a más de 40.000 catequistas, docentes familias y agentes de pastoral. Sus obras han sido publicadas en Argentina, México, Brasil, España, Bélgica y Estados Unidos.
Las catequesis de Luis María Benavides
Los niños y la liturgia
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Primera columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Segunda columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Tercera columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Cuarta columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Quinta columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Sexta columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Séptima columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Octava columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Novena columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Décima columna
De la Serie «Los niños y la Liturgia» – Décimo primera columna
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Los niños y la oración
De la Serie «Iniciación en la oración» – Primera columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Segunda columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Tercera columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Cuarta columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Quinta columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Sexta columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Séptima columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Octava columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Novena columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Décima columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Décimo primera columna
De la Serie «Iniciación en la oración» – Décimo segunda columna
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Los niños y la Navidad
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Catequesis en camino – Sitio web de Luis María Benavides
por Lucrecia Rego de Planas | Catholic.net | 1 Oct, 2013 | Postcomunión Dinámicas
«[…] invoquemos con confianza su ayuda, así como la protección de los ángeles custodios, cuya fiesta celebraremos dentro de algunos días, el 2 de octubre. La presencia invisible de estos espíritus bienaventurados nos es de gran ayuda y consuelo: caminan a nuestro lado y nos protegen en toda circunstancia, nos defienden de los peligros y podemos recurrir a ellos en cualquier momento. Muchos santos mantuvieron con los ángeles una relación de verdadera amistad, y son numerosos los episodios que testimonian su ayuda en ocasiones particulares. Como recuerda la carta a los Hebreos, los ángeles son enviados por Dios «a asistir a los que han de heredar la salvación» (Hb 1, 14), y, por tanto, son para nosotros un auxilio valioso durante nuestra peregrinación terrena hacia la patria celestial».
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Palabras de despedida el lunes 29 de septiembre de 2008
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¿Quiénes son los ángeles custodios?
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma a este respecto San Jerónimo: «Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia».
En el antiguo testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus ángeles para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel (1 Reyes 19, 5.)
En el nuevo testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que se ve la misión de los ángeles: el mensaje a José para que huyera a Egipto, la liberación de Pedro en la cárcel, los ángeles que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto.
La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.
Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como algo infantil, pero no debía ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el ángel custodio resulta de gran ayuda.
Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce exactamente lo que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una situación difícil.
El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península Ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.
Cuida tu fe
Actualmente se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden «angelitos» de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres. Hay que tener cuidado al comprar estos materiales, pues muchas veces dan a los ángeles atribuciones que no le corresponden y los elevan a un lugar de semi-dioses, los convierten en «amuletos» que hacen caer en la idolatría, o crean confusiones entre las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.
Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses. No son lo único que nos puede acercar a Dios ni podemos reducir toda la enseñanza de la Iglesia a éstos. No hay que olvidar los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, la oración, y otros medios que nos ayudan a vivir cerca de Dios.
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Artículo original de Lucrecia Rego de Planas para el portal web Catholic.net
por Editorial Casals | 30 Sep, 2013 | Confirmación Narraciones
El jesuita P. Juan Ogilvia, padeció duros tormentos y la muerte misma por la fe de cristo, en Glasgow, el día 10 de marzo de 1615.
El crimen de que se le acusó, y por el cual fue condenado, consistía en haber enseñado públicamente la doctrina de la Iglesia que establece la diferencia entre los dos poderes, civil y religioso, y que la autoridad espiritual corresponde al Papa, puesto por Dios para gobernar las almas, y no al rey, que a la sazón era Jacobo I de Inglaterra.
Caminando hacia el cadalso, se le acercó un pastor protestante que le dirigió la palabra, dándole a entender con apacibles maneras la gran compasión que inspiraba su desgraciada suerte.
El P. Ogilvia, simulando tener algún miedo, le contestó en voz baja:
—Si dependiese de mí el morir o no morir… nada puedo hacer ya en el trance en que me veo. Me han declarado reo de alta traición y no tengo más remedio que morir.
—Traición, traición… —dijo el protestante; creed, no hay nada de eso; lo que habéis de hacer es abjurar del Papismo y todo se os perdonará y aun os colmarán de favores.
—¿Os burláis de mí? —dijo el Padre.
—No —replicó el pastor; —os hablo formalmente y en nombre de nuestro arzobispo, que me ha encargado os dijera que, si os pasabais a nuestra iglesia, os daría una buena prebenda.
En esto habían ya llegado al lugar del suplicio, el protestante le importunaba a que mirase por sí, pues tan fácil le era salvarse de la muerte; el jesuita le respondía que de buena gana vendría en ello, si así pudiese salvar también su honra.
—Pero ya os he dicho —decía el hereje— que seréis luego colmado de honores.
—Pues, entonces, decid en alta voz a los que están aquí presentes a este lúgubre espectáculo lo que me acabáis de decir en particular.
—No hay inconveniente; lo haré con gusto.
El jesuita, de pie sobre el cadalso, tendiendo su mano hacia la muchedumbre que en torno se rebullía, impuso silencio; callaron todos, y dijo el Padre en voz alta:
—Señores: escuchad la proposición que me hacen.
Y el ministro protestante dijo también en voz alta y con gran solemnidad:
—Prometo, en nombre de nuestro arzobispo, al doctor Ogilvia, que, si quiere y se resuelve a ser de los nuestros, obtendrá en galardón una rica prebenda.
—¿Lo oís todos —dijo el Padre— y estáis prontos a dar de ello fe cuando fuere necesario?
—Sí, lo hemos oído —clamó la multidud— y daremos testimonio. Bajad, Ogilvia, bajad de ese patíbulo.
Los católicos allí presentes se estremecieron de horror; los herejes batían palmas de triunfo, gozosos por la adquisición para su secta de un hombre tan señalado en saber y elocuencia.
—Entonces —replicó el P. Ogilvia— ¿ya no seré acusado de traición, ya no seré perseguido por traidor al rey?
—No, no; gritaron de todas partes.
—De manera que si estoy en este infame lugar, ¿es solo por defender la religión católica, y que mi único crimen es haber defendido la fe romana?
—Sí, si —exclamaron llenos de alegría. En tanto los católicos, con la cabeza baja, avergonzados y confusos, se disponían para retirarse por no ver la escena que temían.
El P. Ogilvia, con voz más fuerte, resplandeciente de júbilo, dijo en medio de un profundo silencio:
—He conseguido más de lo que deseaba: sólo muero por mi religión, por mi fe solamente, que por ella daría mil vidas, si mil vidas tuviera; la única que tengo tomadla y arrancádmela, pero no me arrancaréis mi religión católica, que es la única verdadera.
Al oír estas palabras, los católicos aplaudieron rebosando de alegría y satisfacción, los protestantes rugieron de cólera; el pastor, corrido y confuso, dio orden al verdugo que cumpliese al punto su oficio.
El ilustre confesor de la fe católica se mantuvo suavemente sereno y apacible. En sus labios florecía una dulce y avasalladora sonrisa; los ojos los tenía vueltos al cielo. La encantadora tranquilidad de su espíritu no era menor que la invencible fortaleza de su alma.
El ejecutor pidió perdón al mártir, y éste le abrazó; antes de atarle las manos, arrojó el P. Ogilvia sus rosarios al pueblo, y fueron a dar en medio del pecho a un joven calvinista que viajaba entonces por Escocia, el barón Juan de Ekersdorff, que fue después gobernador de Tréveris y amigo íntimo del archiduque Leopoldo, hermano de Fernando III.
Ya muy anciano, dijo lo siguiente al P. Boleslao Balbino, de la Compañía de Jesús:
—Cuando la ejecución del P. Ogilvia, sus rosarios me dieron en el pecho, y hubiera podido cogerlos si la impetuosidad de los católicos, que me los arrancaron a viva fuerza, me lo hubiera permitido. No pensaba entonces cambiar de religión; pero aquellos rosarios me habían herido el corazón, y desde aquel momento no hallé reposo ni tuve paz. Perturbada mi conciencia, me decía: «¿Por qué los rosarios del P. Ogilvia cayeron sobre mí y no sobre otra persona?». Y esta idea, durante muchos años no me abandonó un solo momento, y me hice católico. Atribuyo mi conversión a estos rosarios, que compraría a cualquier precio, y que por nada cedería si llegasen a mis manos.
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Noticias Cristianas: «Historias para amar a Dios. II Parte: Historia, n.º 10»
Historias para amar, páginas 32-34
por Carmelitas Descalzas de Toro | Catholic.net | 20 Sep, 2013 | La Biblia
Lucas 9,18-22. Viernes de la 25.ª semana del Tiempo Ordinario. El que confiesa a Jesús como el salvador, su vida estará llena de alegría y paz.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado». «Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios». Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. «El hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Ag 1, 15b-2.9
Salmo: Sal 42, 1-4
Oración introductoria
Señor, Tú supiste buscar el mejor lugar y el mejor momento para la oración. Hoy yo quiero hacer lo mismo. Ven, Espíritu Santo, te pido que al comenzar esta meditación enciendas en mí el fuego de tu amor. Hazme dócil a tus inspiraciones y ayúdame a corresponder a ellas con generosidad.
Petición
Jesús, ayúdame a tener ese conocimiento interno de Ti que es un don del Espíritu Santo.
Meditación del Papa emérito
El Evangelio que hemos escuchado nos presenta un momento significativo del camino de Jesús, en el que pregunta a los discípulos qué piensa la gente de él y cómo lo consideran ellos mismos. Pedro responde en nombre de los Doce con una confesión de fe que se diferencia de forma sustancial de la opinión que la gente tiene sobre Jesús; él, en efecto, afirma: «Tú eres el Cristo de Dios». ¿De dónde nace este acto de fe? Si vamos al inicio del pasaje evangélico, constatamos que la confesión de Pedro está vinculada a un momento de oración: «Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él». Es decir, los discípulos son incluidos en el ser y hablar absolutamente único de Jesús con el Padre. Y de este modo se les concede ver al Maestro en lo íntimo de su condición de Hijo, se les concede ver lo que otros no ven; del «ser con él», del «estar con él» en oración, deriva un conocimiento que va más allá de las opiniones de la gente, alcanzando la identidad profunda de Jesús, la verdad.
Benedicto XVI, 20 de junio de 2010
Reflexión
Hay preguntas que no admiten evasivas. En un momento central de la vida cada uno tiene que enfrentarse consigo mismo para hacer luz en su conciencia. Puede ser este el punto de arranque para lograr una vida más serena y comprometida.
Jesús es el Mesías, como reconoce Pedro, pero este mesianismo no se mostrará plenamente más que en la cruz y en la resurrección. Es la piedra de toque. Un cristiano no se entenderá sin la vivencia de la cruz y de la resurrección. Acompañar a Jesús en el triunfo a todos nos agrada, pero seguirlo hasta la muerte requiere coraje, y resulta más fácil salir con evasivas que ligarte a un compromiso que pone en riesgo tu vida. Seguir al Mesías, y un Mesías crucificado, es lo que nos autentifica como cristianos; lo que nos da fuerza para aceptar el dolor; lo que nos capacita para dar una palabra de esperanza ante el sin sentido de la injusticia; lo que nos llena de alegría y paz el sabernos amados por Dios. El que confiesa a Jesús como el salvador de su vida y de la historia, ese es discípulo del Mesías.
Propósito
Revisar la cantidad y calidad de tiempo que dedico diariamente a mi oración personal, ¿cómo puede mejorar?
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, purifica nuestros labios para que podamos confesar tu nombre en medio de un mundo autosuficiente, y que la alegría de vivir contigo sea motivo para que los hombres te reconozcan como el Mesías, salvador del mundo.
por CeF | 19 Sep, 2013 | Confirmación Vida de los Santos
Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando actividades desaprobadas por Dios.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
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El cine de Pasolini se alimenta de la vida, de una cercana sensación en la que lo excelso y lo ridículo comparten la fatiga de la existencia. Primero fueron los desheredados -sean los jóvenes de Accattone o la prostituta de Mamma Roma- y ahora el príncipe de todos ellos: Jesús. En sus manos, el Mesías es un sujeto corriente animado por el calor de la rabia; la furia frente a la injusticia. Jesucristo es un personaje comprometido, incómodo y violento, capaz de molestar a todos sin excepción. Rodada con una simplicidad extrema, lejos de los tortuosos amaneramientos posteriores, el director de La trilogía de la vida alcanza a extraer de cada gesto su oculto y revolucionario lirismo. La fotografía casi monocroma, la banda sonora en la que se citan desde Bach a Billie Hollyday, las interpretaciones transparentes (¿dónde están los actores?) o la fuerza de un paisaje desolado son algunos de los elementos que van marcando los límites de una obra sencilla y vorazmente sincera. Una sinceridad que alcanza a Jesucristo tanto como a Judas Iscariote; espejos en los que se refleja la imagen de un director enfermo de esa herida llamada vida.
Crítica de Luis Martínez para el diario El País
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El Evangelio según san Mateo – Película online
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Ficha de la película
Título original: Il Vangelo secondo Matteo
Año: 1964
Duración: 131 min
País: Italia
Director: Pier Paolo Pasolini
Guión: Pier Paolo Pasolini
Música: Luis Enríquez Bacalov (AKA Luis Enrique Bacalov), J.S. Bach, W.A. Mozart, Billie Hollyday
Fotografía: Tonino Delli Colli
Reparto: Enrique Irazoqui, Margherite Caruso, Susanna Pasolini
Productora: Coproducción Italia-Francia; Arco Film Roma / Lux Compagnie Cinématographique de France
Género: Drama | Religión. Biblia
Premios
1964: Festival de Venecia: Premio Especial del Jurado
1966: 3 nominaciones al Oscar: bso (Adaptada), vestuario B&N, direcc. artíst. B&N
1966: Círculo de críticos de Nueva York: Nominada a Mejor película extranjera
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por Dr. Julio Badui Dergal y Dr. Rubén Rodríguez Balderas, Pbros. | 18 Sep, 2013 | Postcomunión Dinámicas
La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia.
La interpretación auténtica de la Palabra de Dios escrita o transmitida, ha sido confiada únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo.
«Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual.» (Constitución Dei Verbum, nn. 10 y 21)
«Estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.» (Jn 20, 31)
«Bienaventurados más bien los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica.» (Lc 11, 28)
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LA REVELACIÓN
1. ¿Qué es la Revelación?
La revelación es la manifestación que Dios ha hecho a los hombres de Sí mismo y de aquellas otras verdades necesarias o convenientes para la salvación eterna.
2. ¿Dónde se encuentra la Revelación?
La Revelación –también llamada Doctrina cristiana o Depósito de la fe– se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
3. ¿A quién fue confiada la Revelación?
Jesucristo confió la Revelación a la Iglesia católica por medio de sus Apóstoles, por tanto, solo la Iglesia tiene autoridad para custodiarla, enseñarla e interpretarla sin error.
LA SAGRADA ESCRITURA
4. ¿Qué es la Sagrada Escritura?
La Sagrada Escritura es la Palabra de Dios puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, Al conjunto de los libros inspirados le llamamos Biblia.
LA TRADICIÓN
5. ¿Qué es la Tradición?
La Tradición es la Palabra de Dios no contenida en la Biblia, sino transmitida por Jesucristo a los Apóstoles y por estos a la Iglesia.
6. ¿En dónde están contenidas las enseñanzas de la Tradición?
Las enseñanzas de la Tradición están contenidas en los Símbolos o Profesiones de la fe (por ejemplo, el Credo), en los documentos de los Concilios, en los escritos de los Santos Padres de la Iglesia y en los ritos de la Sagrada Liturgia.
NOMBRES
7. ¿Qué otros nombres tiene la Biblia?
De acuerdo con lo que hemos dicho, a la Biblia se le llama también: Sagrada Escritura, Libros Sagrados, Libros Inspirados, Palabra de Dios.
AUTOR
8. ¿Quién es el Autor principal de la Biblia?
El Autor principal de la Biblia es Dios.
9. ¿Quién es el autor secundario o instrumental de la Biblia?
EL autor secundario o instrumental de la Biblia es el escritor sagrado o hagiógrafo. Por ejemplo, Moisés, el profeta Isaías, san Mateo, san Pablo, etc.
DIVISIÓN
10. ¿Cómo se divide la Biblia?
La Biblia se divide en dos partes: Antiguo y Nuevo Testamento. A su vez los libros del Antiguo y Nuevo Testamento se dividen en: Libros Históricos, Didácticos y Proféticos. Y cada libro se divide en capítulos y versículos.
CONTENIDO
11. ¿Qué contiene el Antiguo Testamento?
El Antiguo Testamento contiene los Libros Inspirados escritos antes de la venda de Jesucristo. Son 46.
12. ¿Qué contiene el Nuevo Testamento?
EL Nuevo Testamento contiene los libros Inspirados escritos después de la venida de Jesucristo. Son 27.
ANTIGUO TESTAMENTO
13. ¿Cuáles son los libros Históricos del Antiguo Testamento?
Loa libros Históricos del Antiguo Testamento son 21:
Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio (que forman el Pentateuco), Josué, Jueces, Ruth, I y II Crónicas (o Paralipómenos), I y II Esdras (el II llamado también Nehemías), Tobías, Judit, Esther, I y II Macabeos.
14. ¿Cuáles son los libros Didácticos del Antiguo Testamento?
Los libros didácticos del Antiguo Testamento son 7:
Job, Salmos, Proverbio, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría y Eclesiástico.
15. ¿Cuáles son los libros Proféticos del Antiguo Testamento?
Los libros proféticos del Antiguo Testamento son 18:
- Los cuatro Profetas Mayores: Isaías, Jeremías (con Lamentaciones y Baruc), Ezequiel y Daniel.
- Los doce Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.
NUEVO TESTAMENTO
16. ¿Cuáles son los libros Históricos del Nuevo Testamento?
Los libros Históricos del Nuevo Testamento son 5: Los cuatro Evangelios (según san Mateo, san Marcos, san Lucas, san Juan) y los Hechos de los Apóstoles.
17. ¿Cuáles son los libros Didácticos del Nuevo Testamento?
Los libros Didácticos del Nuevo Testamento son 21:
- Las 14 Epístolas o Cartas de san Pablo: Romanos, I y II Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, I y II Tesalonicenses, I y II Timoteo, Tito, Filemón y Hebreos.
- Las 7 epístolas o Cartas llamadas católicas: I y II de san Pedro: I, II y III de san Juan, la de Santiago y la de san Judas.
18. ¿Cuáles son los libros Proféticos del Nuevo Testamento?
El único libro Profético del Nuevo Testamento es el Apocalipsis de san Juan.
INSPIRACIÓN
19. ¿Qué es la Inspiración bíblica?
La inspiración bíblica es una gracia específica que concede el Espíritu Santo, por la cual el escritor sagrado es movido a poner por escrito las cosas que Dios quiere comunicar a los demás hombres.
PROPIEDADES
20. ¿Cuáles son las propiedades de la Biblia?
Las propiedades de la Biblia son:
- La Unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y entre todas las partes de todos los libros.
- La Inerrancia (no contiene errores) y la Veracidad (contiene las verdades necesarias para nuestra salvación).
- La Santidad (procede de Dios, enseña una doctrina santa y nos conduce a la santidad).
CANON BÍBLICO
21. ¿Qué es el Canon bíblico?
El Canon bíblico es el catálogo de los sesenta y tres libros del Antiguo y del Nuevo Testamentos que forman la Biblia y que la Iglesia ha declarado como divinamente inspirados.
ÉPOCA DE COMPOSICIÓN
22. ¿En qué período se escribió la Biblia?
Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos entre el siglo XV y el siglo II antes de Cristo.
Los libros del Nuevo testamento fueron escritos en la segunda mitad del siglo I.
MATERIAL UTILIZADO
23. ¿Sobre qué material se escribieron los Libros Sagrados?
Los Libros Sagrados se escribieron al principio en papiro y más tarde en pergamino.
El papiro es una planta que abunda en Egipto, el pergamino es una piel de cabrito que permite escribir por las dos caras.
FORMATO ORIGINAL
24. ¿Cuál fue el formato primitivo de la Biblia?
Originalmente la Biblia estaba en rollos, es decir, largas fajas de papiro o de piel unidas en los extremos a dos bastones en torno a uno de los cuales giraba.
25. ¿En qué lenguas fueron escritos los Libros Sagrados?
Los Libros del Nuevo Testamento fueron escritos en griego, excepto el Evangelio de san Mateo que se escribió originalmente en arameo.
Los libros del Antiguo Testamento fueron escritos:
- en arameo (unos versículos del Génesis, de Jeremías, de Daniel y de Esdras);
- en griego (dos libros: Sabiduría y II Macabeos);
- en hebreo (todos los restantes).
VERSIONES
26. ¿A qué se llama Versiones de la Sagrada Escritura?
Se llaman Versiones de la Sagrada Escritura a las traducciones que se han hecho de la Biblia a otras lenguas distintas de aquellas en las que se escribieron originalmente los libros que la forman.
29. ¿Cuáles son las Versiones más importantes en la Iglesia?
Las Versiones más importantes en la Iglesia son: La Vulgata y la Neovulgata.
28. ¿Qué es la Vulgata?
La Vulgata es la traducción al latín que hizo san Jerónimo a finales del siglo IV. Esta versión fue solemnemente declarada como auténtica por el concilio de Trento (1546)
29. ¿Qué es la Neovulgata?
La Neovulgata es la misma versión Vulgata, a la que se han incorporado los avances y descubrimientos más recientes.
EL Papa Juan Pablo II aprobó y promulgó como edición Típica en 1979. El Papa lo hizo así para que esta nueva versión sirva como base segura para hacer traducciones de la Biblia a las lenguas modernas y para realizar estudios bíblicos.
30. ¿Puede haber errores en las traducciones o copias de la Sagrada Escritura?
En las traducciones o copias de la Sagrada Escritura puede haber errores por parte de los traductores o copistas, pero en las ediciones aprobadas por la Iglesia no puede haber errores en lo que atañe a la fe o a la moral.
LIBROS APÓCRIFOS
31. ¿Qué son los «libros apócrifos»?
Un «libro apócrifo» es aquel que, teniendo un argumento o título semejante a los libros inspirados, no tiene un autor cierto y no está incluido en el canon Bíblico fijado por la Iglesia, porque no fue divinamente inspirado y por contener algunos errores.
HERMENÉUTICA
32. ¿Qué es la Hermenéutica bíblica?
La Hermenéutica bíblica es la ciencia que trata de las normas para interpretar rectamente los Libros Sagrados.
33. ¿Quién puede interpretar la Biblia?
La Iglesia católica es la única capacitada para interpretar auténticamente (con pleno derecho y sin posibilidad de equivocarse) la Sagrada Escritura porque Dios le confió solamente a Ella la misión de guardar, enseñar y aclarar a los fieles su Palabra.
OTRAS BIBLIAS
34. ¿Qué otras Biblias existen?
Además de la Biblia católica, que es la única completa y verdadera, existen la Biblia Hebrea y las Biblias protestantes.
35. ¿Los hebreos admiten todos los libros contenidos en la Biblia?
No. La Biblia Hebrea solo contiene treinta y nueve libros del Antiguo Testamento. Por tanto, rechazan siete libros del Antiguo Testamento y todos los del Nuevo Testamento que forman la Biblia católica.
36. ¿Qué dicen los protestantes acerca de la interpretación de la Biblia?
Los protestantes admiten solamente el «libre examen» es decir, que cada uno ha de leer e interpretar la Biblia a su manera, sin necesidad de someterse a la autoridad de la Iglesia. Y eso supone un peligro grave para la Fe.
37. ¿La Biblia católica y las protestantes son iguales?
No. A las Biblias protestantes les suprimieron algunos libros que están en la Biblia católica; además en los libros que conservan, modifican algunas palabras para apoyar sus ideas erróneas.
38. ¿Qué otras características tienen las Biblias protestantes?
Carecen de notas y comentarios, no tienen aprobación de la autoridad de la Iglesia; muchas son editadas por las «Sociedades Bíblicas», algunas dicen: «Versión del original llevado a cabo por Cipriano de Valera y C. Reyna»; otras más suprimen varios libros del Antiguo Testamento (Sabiduría, Judit, Tobías, Eclesiástico y II Macabeos) y del Nuevo (Epístolas de Santiago, de san Pedro y de san Juan)
LECTURA DE LA BIBLIA
39. ¿Puede leerse cualquier Biblia?
No. Porque puede contener errores doctrinales o morales. Para evitar esos errores, un católico solo debe leer Biblias con notas y explicaciones aprobadas por la Iglesia católica, es decir, que tengan «Nihil Obstat» (expresión que significa ‘nada impide’) e «Imprimatur» (expresión que significa ‘imprímase’).
40. ¿La Iglesia recomienda la lectura de la Biblia?
Sí. Porque es alimento constante para la vida del alma; produce frutos de santidad, es fuente de oración, gran ayuda para la enseñanza de la doctrina cristiana y para la predicación. El Concilio Vaticano II «exhorta a todos los fieles con insistencia a que, por la frecuente lectura de las Escrituras, aprendan la ciencia eminente de Cristo» (Constitución Dei Verbum, n. 25).
41. ¿Qué disposiciones se deben tener para leer y estudiar la Biblia?
Las disposiciones que se deben tener para leer y estudiar la Biblia son: fe y amor a la Palabra de Dios, intención recta, piedad y humildad para aceptar lo que Dios dice.
42. ¿Cómo podemos conocer y amar la vida de Jesucristo Nuestro Señor?
Podemos conocer y amar la vida de Jesucristo leyendo los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, pero especialmente los cuatro Evangelios.
43. ¿Es recomendable leer los Evangelios diariamente?
Sí. Es recomendable leer los Evangelios diariamente durante unos cuantos minutos. San Jerónimo dice «Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; es más, nunca abandones la lectura sagrada».
TEMA CENTRAL
44. ¿Cuál es la enseñanza que se obtiene de la Biblia?
La Biblia nos permite conocer el modo de llegar al Cielo, que es el fin de nuestra vida, y eso solo puede lograrse conociendo, amando e imitando la vida de Jesucristo. «Ojala fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: este lee la vida de Jesucristo» (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, n. 2).
45. ¿Cuál es, pues, el tema central de la Biblia?
El tema central de la Biblia es Jesucristo Nuestro Señor, que está presente en todas sus páginas. En el Antiguo Testamento, como promesa y esperanza; y en el Nuevo Testamento como realidad visible: Perfecto Dios y Perfecto Hombre.
«Toda Escritura, divinamente inspirada, es útil para enseñar, para convencer, para corregir, para dirigir en la justicia.» (2 Tm 3, 16)
«Siguiendo los ejemplos de los Padres, con igual afecto de piedad e igual reverencia, la Iglesia recibe y venera todos los libros tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, porque un solo Dios es Autor de ambos» (Concilio de Trento, 8 de abril de 1546)
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por Editorial Casals | 18 Sep, 2013 | Despertar religioso Historias de la Biblia
Jesús lleva la cruz
Con la cruz a cuestas va Jesús camino del Calvario, que es una colina que hay muy cerca de Jerusalén.
Sobre sus hombros lleva el enorme peso de la Cruz. La lleva para pagar por los pecados de todos los hombres de todos los tiempos… La gente se burla al verla pasar.
«Jesús, quiero ayudarte a llevar la cruz»
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Jesús muere en la cruz
Jesús está ya en la Cruz, como un ladrón más, entre dos ladrones. Los fariseos se burlan: «Si eres Hijo de Dios, baja de la Cruz y creeremos en Ti». Mientras, Jesús reza y le pide a Dios: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen». Al pie de la cruz están la Virgen María y Juan el apóstol. Jesús nos da a su Madre como Madre nuestra antes de morir. Luego dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, murió.
Canción poesía: «Madrecita»
Madrecita de todos los niños,
Que estás en el cielo rezando por mí,
Si algún día tu hijito no es bueno,
Cógelo en tus brazos y acurrúcale.
Por las noches, cuando esté dormido,
Ven junto a mi cama,
Ven y bésame.
Con tu manto de luna y estrellas,
Cúbreme en tus brazos y acurrúcame.
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Jesús es bajado de la cruz
Dos hombres buenos y valientes bajan el cuerpo de Jesús y se lo dan a su Madre, que lo recibe en sus brazos con inmenso cariño y dolor. Después, le vendan con aromas y perfumes y lo ponen en un sepulcro nuevo, cavando en una roca que estaba cerca de allí.
«Jesús, que vaya a hacerte compañía en el Sagrario»
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Jesús es sepultado
El sepulcro donde ha sido enterrado Jesús tiene una gran piedra en la puerta. Los fariseos han pedido a Pilato que ponga guardias en la entrada, pues oyeron decir a Jesús que resucitaría al tercer día y temen que los discípulos se lleven el cuerpo de Jesús y luego digan que ha resucitado.
«Jesús, no quiero decir mentiras»
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De La Biblia más infantil, Casals, 1999. Páginas 115 a 118
Coordinador: Pedro de la Herrán
Texto: Miguel Álvarez y Sagrario Fernández Díaz
Dibujos: José Ramón Sánchez y Javier Jerez
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por evangeliodeldia.org | Catholic.net | 12 Sep, 2013 | Confirmación Liturgia
La comunión y el testimonio cristiano, ¿acaso no se fundan en el Misterio pascual, en la crucifixión, en la muerte y resurrección de Cristo? ¿No alcanzan en él su pleno cumplimiento? Hay un vínculo inseparable entre la cruz y la resurrección, que un cristiano no puede olvidar. Sin este vínculo, exaltar la cruz significaría justificar el sufrimiento y la muerte, no viendo en ello más que un fin inevitable. Para un cristiano, exaltar la cruz quiere decir entrar en comunión con la totalidad del amor incondicional de Dios por el hombre. Es hacer un acto de fe. Exaltar la cruz, en la perspectiva de la resurrección, es desear vivir y manifestar la totalidad de este amor. Es hacer un acto de amor. Exaltar la cruz lleva a comprometerse a ser heraldos de la comunión fraterna y eclesial, fuente del verdadero testimonio cristiano. Es hacer un acto de esperanza.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Discurso en su visita a la basílica de San Pablo de Harissa (Libano)
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Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.
Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fuellevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.
El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.
Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.
La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.
Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.
Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: «En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero» (Himno de Laudes).
En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.
Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: «El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga». Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.
«No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado» (León Bloy). «Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía» (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.
Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.
La Exaltación de la Santa Cruz – Himno (laudes)
Brille la cruz del Verbo luminosa,
Brille como la carne sacratísima
De aquel Jesús nacido de la Virgen
Que en la gloria del Padre vive y brilla.
Gemía Adán, doliente y conturbado,
Lágrimas Eva junto a Adán vertía;
Brillen sus rostros por la cruz gloriosa,
Cruz que se enciende cuándo el Verbo expira.
¡ Salve cruz de los montes y caminos,
junto al enfermo suave medicina,
regio trono de Cristo en las familias,
cruz de nuestra fe, salve, cruz bendita!
Reine el señor crucificado,
Levantando la cruz donde moría;
Nuestros enfermos ojos buscan luz,
Nuestros labios, el río de la vida.
Te adoramos, oh cruz que fabricamos,
Pecadores, con manos deicidas;
Te adoramos, ornato del Señor,
Sacramento de nuestra eterna dicha.
Amén.
La Exaltación de la Santa Cruz – Oración
Señor, Dios nuestro, que has querido salvar a los hombres por medio de tu Hijo muerto en la cruz, te pedimos, ya que nos has dado a conocer en la tierra la fuerza misteriosa de la Cruz de Cristo, que podamos alcanzar en el cielo los frutos de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
La Exaltación de la Santa Cruz – Himno (vísperas)
Las banderas reales se adelantan
Y las cruz misteriosa en ellas brilla:
La cruz en que la vida sufrió muerte
Y en que, sufriendo muerte, nos dio vida.
Ella sostuvo el sacrosanto cuerpo
Que, al ser herido por la lanza dura,
Derramó sangre y agua en abundancia
Para lavar con ellas nuestras culpas.
En ella se cumplió perfectamente
Lo que David profetizó en su verso,
Cuándo dijo a los pueblos de la tierra:
«Nuestro Dios reinará desde un madero».
¡Árbol lleno de luz, árbol hermoso,
árbol hornado con la regia púrpura
y destinado a que su tronco digno
sintiera el roce de la carne pura!
¡Dichosa cruz que con tus brazos firmes,
en que estuvo colgado nuestro precio,
fuiste balanza para el cuerpo santo
que arrebató su presa a los infiernos!
A ti, que eres la única esperanza,
Te ensalzamos, oh cruz, y te rogamos
Que acrecientes la gracia de los justos
Y borres los delitos de los malos.
Recibe, oh Trinidad, fuente salubre
La alabanza de todos los espíritus,
Y tú que con tu cruz nos das el triunfo,
Añádenos el premio, oh Jesucristo.
Amén.
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Artículo original: Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
Fuente original: Evangelio del día