Juan 16, 16-20. Jueves de la 6.ª semana del Tiempo de Pascua. La paz es la semilla de la alegría, la alegría en la esperanza. Si tienes paz en el alma en el momento de la oscuridad, en el momento de las dificultades, en el momento de las persecuciones, cuando todos se alegran de tu mal, es el signo claro de que tú tienes la semilla de aquella alegría que vendrá después.
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver». Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: «¿Qué significa esto que nos dice: «Dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver?». Decían: «¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir». Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: «Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras: «Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver. Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo».
Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 18, 1-8
Salmo: Sal 148(147), 1-2.11-12.14
Oración introductoria
Gracias, Señor, por recordarme que los momentos de confusión, de dificultad o de tristeza, son momentos para crecer, para amar más, para centrarme en lo esencial, para crecer en la fe y la confianza. Fortaléceme Señor, para salir de esta oración más unido a Ti.
Petición
Padre mío, ayúdame a vivir, y a trasmitir a los demás, la alegría de tu presencia.
Meditación del Santo Padre Francisco
«No tener miedo», sobre todo en los momentos difíciles: he aquí el mensaje que el Papa Francisco volvió a proponer en la misa que celebró el viernes 30 de mayo en la capilla de la Casa Santa Marta. Un mensaje de esperanza que impulsa a ser valientes y a tener «la paz del alma» precisamente en las pruebas —la enfermedad, la persecución, los problemas de cada día en familia— seguros que después se vivirá el gozo verdadero, porque «después de la oscuridad siempre llega el sol».
En esta perspectiva san Pablo —un hombre «muy valiente», explicó— «hizo tantas cosas porque tenía la fuerza del Señor, su vocación para llevar adelante la Iglesia, para predicar el Evangelio». Y, sin embargo, parece que también él algunas veces tenía temor. Tanto que el Señor una noche, en una visión, le invitó expresamente a «no tener miedo».
Por lo tanto, también san Pablo «conocía lo que sucede a todos nosotros en la vida», es decir, tener «un poco de miedo». Un miedo que nos lleva incluso a revisar nuestra vida cristiana, preguntándonos quizás si, en medio de tantos problemas, en el fondo «no fuera mejor bajar un poco el nivel» para ser «no tan cristiano», buscando «negociar con el mundo», para que «las cosas no sean tan difíciles».
Un razonamiento, sin embargo, que no fue el de san Pablo, que «sabía que lo que hacía no era del agrado ni de los judíos ni de los paganos». Y los Hechos de los apóstoles describen las consecuencias: fue llevado al tribunal, y he aquí «las persecuciones, los problemas». Todo esto, continuó el Pontífice, nos remite también «a nuestros miedos, nuestros temores». Y surge preguntarnos si el tener miedo sea propio de un cristiano. Por lo demás, recordó el Papa, «Jesús mismo lo tuvo. Pensad en la oración en Getsemaní. Tenía angustia». Pero Jesús dice también: «No te asustes, sigue adelante». Precisamente de esto habla san Juan (16, 20-23), cuando les dice claramente: «Vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre», es más, se burlará de vosotros.
Lo que, después sucedió puntualmente. «Pensemos, —recalcó el obispo de Roma— en aquellos espectáculos del Coliseo, por ejemplo con los primeros mártires» que fueron llevados «a morir mientras la gente se alegraba» diciendo: «Estos tontos que creen en el Resucitado ahora que acaben así». Para muchos el martirio de los cristianos «era una fiesta: ver cómo morían». Sucedió, pues, precisamente lo que Jesús había dicho a los discípulos: «el mundo se alegrará» mientras «vosotros os entristeceréis».
Existe, entonces, «el miedo del cristiano, la tristeza del cristiano». Por lo demás, explicó el Pontífice, «nosotros debemos decir la verdad: no toda la vida cristiana es una fiesta. No toda. Se llora, muchas veces se llora». Las situaciones difíciles de la vida son múltiples: por ejemplo, hizo notar, «cuando tú estás enfermo, cuando tienes un problema en familia, con los hijos, con la hija, con la esposa, con el marido. Cuando ves que el sueldo no llega a fin de mes y tienes un hijo enfermo y ves que no puedes pagar el préstamo de la casa y tienes que irte». Son «muchos problemas los que tenemos». Y sin embargo, «Jesús nos dice: no tengáis miedo».
Existe además «otra tristeza», añadió el Papa Francisco: la «que nos viene a todos nosotros cuando vamos por un camino que no es bueno». O cuando, «por decirlo sencillamente, compramos, vamos a comprar el gozo, la alegría del mundo, la del pecado». Con el resultado de que «al final está el vacío dentro de nosotros, está la tristeza». Es ésta, precisamente, «la tristeza de la alegría mala».
Pero si el Señor no esconde la tristeza, no nos deja, sin embargo, sólo con esta palabra. Sigue adelante y dice: «Pero si vosotros sois fieles, vuestra tristeza se convertirá en alegría». He aquí el punto clave: «El gozo cristiano es un gozo en esperanza que llega. Pero en el momento de la prueba nosotros no la vemos».
Es, de hecho, «un gozo que se purifica con las pruebas, también por las pruebas de cada día». Dice el Señor: «Vuestra tristeza se convertirá en alegría». Un discurso difícil de hacer comprender, reconoció el Papa. Esto se ve, por ejemplo, «cuando vas con un enfermo, con una enferma que sufre mucho, para decir: ¡ánimo, ánimo, mañana tendrás alegría!». Se trata de hacer sentir a esa persona que sufre, «como le ha hecho sentir Jesús». Es «un acto de fe en el Señor» y lo es también para nosotros «cuando estamos precisamente en la oscuridad y no vemos nada». Un acto que nos hace decir: «Lo sé, Señor, que esta tristeza se convertirá en alegría. No sé cómo, pero lo sé».
En estos días, observó el Pontífice, en la liturgia la Iglesia celebra el momento en el que «el Señor se fue y dejó a sus discípulos solos». En ese momento «quizá algunos de ellos habrán sentido miedo». Pero en todos «estaba la esperanza, la esperanza de que aquel miedo, aquella tristeza se convertiría en alegría». Y «para hacernos entender bien que esto es cierto, el Señor pone el ejemplo de la mujer que da a luz», explicando: «Sí, es verdad, en el parto la mujer sufre mucho, pero después cuando tiene al niño consigo se olvida» de todo el dolor. Y «lo que queda es la alegría», la alegría «de Jesús: una alegría purificada en el fuego de las pruebas, de las persecuciones, de todo lo que se debe hacer para ser fiel».
He aquí, entonces, «el mensaje de la Iglesia hoy: no tener miedo», ser «valerosos en el sufrimiento y pensar que después viene el Señor; después viene el gozo, después de la oscuridad llega el sol». El Pontífice expresó, luego, el deseo de que «el Señor dé a todos nosotros este gozo en esperanza». Y explicó que la paz es «el signo de que nosotros tenemos esta alegría en esperanza». Dan testimonio de esta «paz del alma» especialmente, tantos «enfermos al final de la vida, con los dolores». Porque precisamente «la paz —concluyó el Papa— es la semilla de la alegría, es la alegría en esperanza». Si, en efecto, «tienes paz en el alma en el momento de la oscuridad, en el momento de las dificultades, en el momento de las persecuciones, cuando todos se alegran de tu mal», es el signo claro de que «tú tienes la semilla de aquella alegría que vendrá después».
1718 Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer:
«Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada» (San Agustín, De moribus Ecclesiae catholicae, 1, 3, 4).
«¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de ti» (San Agustín, Confessiones, 10, 20, 29).
«Sólo Dios sacia» (Santo Tomás de Aquino, In Symbolum Apostolorum scilicet «Credo in Deum» expositio, c. 15).
1719 Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe.
Vivir hoy intensamente la caridad, como si fuera hoy mi último día.
Diálogo con Cristo
Jesús, Tú me enseñas que el amor produce alegría y paz. Y, sólo puedo realizarme en el amor, en la entrega generosa y confiada a los demás. Ayúdame a hacer esta misma experiencia cada día, porque me has creado para recibir y dar amor.
Juan 16, 12-15. Miércoles de la 6.ª semana del Tiempo de Pascua. El Espíritu Santo nos hace entrar en una comunión cada vez más profunda con Jesús, donándonos la inteligencia de las cosas de Dios.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».
Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 17, 15.22; 18, 1
Salmo: Sal 148(147), 1-2.11-14
Oración introductoria
Señor, creo que estás presente aquí y ahora, dispuesto a derramar tu luz en mi oración. Tengo la confianza en que me darás la gracia que necesito para crecer en el amor y poder así dar el testimonio que puede acercar a otros a querer experimentar también tu presencia. Gracias por tu amor, por tu inmensa generosidad, te ofrezco mi vida y todo mi esfuerzo.
Petición
Espíritu Santo, aumenta mi fe para que ninguna distracción me aparte del gozo de poder experimentar tu cercanía y tu amor.
Meditación del Santo Padre Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!:
Hoy quisiera reflexionar sobre la acción que realiza el Espíritu Santo al guiar a la Iglesia y a cada uno de nosotros a la Verdad. Jesús mismo dice a los discípulos: el Espíritu Santo «os guiará hasta la verdad» (Jn16, 13), siendo Él mismo «el Espíritu de la Verdad» (cf. Jn 14, 17; 15, 26; 16, 13).
Vivimos en una época en la que se es más bien escéptico respecto a la verdad. Benedicto XVI habló muchas veces de relativismo, es decir, de la tendencia a considerar que no existe nada definitivo y a pensar que la verdad deriva del consenso o de lo que nosotros queremos. Surge la pregunta: ¿existe realmente «la» verdad? ¿Qué es «la» verdad? ¿Podemos conocerla? ¿Podemos encontrarla? Aquí me viene a la mente la pregunta del Procurador romano Poncio Pilato cuando Jesús le revela el sentido profundo de su misión: «¿Qué es la verdad?» (Jn 18, 38). Pilato no logra entender que «la» Verdad está ante él, no logra ver en Jesús el rostro de la verdad, que es el rostro de Dios. Sin embargo, Jesús es precisamente esto: la Verdad, que, en la plenitud de los tiempos, «se hizo carne» (Jn 1, 1.14), vino en medio de nosotros para que la conociéramos. La verdad no se aferra como una cosa, la verdad se encuentra. No es una posesión, es un encuentro con una Persona.
Pero, ¿quién nos hace reconocer que Jesús es «la» Palabra de verdad, el Hijo unigénito de Dios Padre? San Pablo enseña que «nadie puede decir: “¡Jesús es Señor!”, sino por el Espíritu Santo» (1 Co 12, 3). Es precisamente el Espíritu Santo, el don de Cristo Resucitado, quien nos hace reconocer la Verdad. Jesús lo define el «Paráclito», es decir, «aquel que viene a ayudar», que está a nuestro lado para sostenernos en este camino de conocimiento; y, durante la última Cena, Jesús asegura a los discípulos que el Espíritu Santo enseñará todo, recordándoles sus palabras (cf. Jn 14, 26).
¿Cuál es, entonces, la acción del Espíritu Santo en nuestra vida y en la vida de la Iglesia para guiarnos a la verdad? Ante todo, recuerda e imprime en el corazón de los creyentes las palabras que dijo Jesús, y, precisamente a través de tales palabras, la ley de Dios —como habían anunciado los profetas del Antiguo Testamento— se inscribe en nuestro corazón y se convierte en nosotros en principio de valoración en las opciones y de guía en las acciones cotidianas; se convierte en principio de vida. Se realiza así la gran profecía de Ezequiel: «os purificaré de todas vuestras inmundicias e idolatrías, y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo… Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos» (36, 25-27). En efecto, es del interior de nosotros mismos de donde nacen nuestras acciones: es precisamente el corazón lo que debe convertirse a Dios, y el Espíritu Santo lo transforma si nosotros nos abrimos a Él.
El Espíritu Santo, luego, como promete Jesús, nos guía «hasta la verdad plena» (Jn 16, 13); nos guía no sólo al encuentro con Jesús, plenitud de la Verdad, sino que nos guía incluso «dentro» de la Verdad, es decir, nos hace entrar en una comunión cada vez más profunda con Jesús, donándonos la inteligencia de las cosas de Dios. Y esto no lo podemos alcanzar con nuestras fuerzas. Si Dios no nos ilumina interiormente, nuestro ser cristianos será superficial. La Tradición de la Iglesia afirma que el Espíritu de la Verdad actúa en nuestro corazón suscitando el «sentido de la fe» (sensus fidei) a través del cual, como afirma el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio, se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida, la profundiza con recto juicio y la aplica más plenamente en la vida (cf. Const. dogm. Lumen gentium, 12). Preguntémonos: ¿estoy abierto a la acción del Espíritu Santo, le pido que me dé luz, me haga más sensible a las cosas de Dios? Esta es una oración que debemos hacer todos los días: «Espíritu Santo haz que mi corazón se abra a la Palabra de Dios, que mi corazón se abra al bien, que mi corazón se abra a la belleza de Dios todos los días». Quisiera hacer una pregunta a todos: ¿cuántos de vosotros rezan todos los días al Espíritu Santo? Serán pocos, pero nosotros debemos satisfacer este deseo de Jesús y rezar todos los días al Espíritu Santo, para que nos abra el corazón hacia Jesús.
Pensemos en María, que «conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19.51). La acogida de las palabras y de las verdades de la fe, para que se conviertan en vida, se realiza y crece bajo la acción del Espíritu Santo. En este sentido es necesario aprender de María, revivir su «sí», su disponibilidad total a recibir al Hijo de Dios en su vida, que quedó transformada desde ese momento. A través del Espíritu Santo, el Padre y el Hijo habitan junto a nosotros: nosotros vivimos en Dios y de Dios. Pero, nuestra vida ¿está verdaderamente animada por Dios? ¿Cuántas cosas antepongo a Dios?
Queridos hermanos y hermanas, necesitamos dejarnos inundar por la luz del Espíritu Santo, para que Él nos introduzca en la Verdad de Dios, que es el único Señor de nuestra vida. En este Año de la fepreguntémonos si hemos dado concretamente algún paso para conocer más a Cristo y las verdades de la fe, leyendo y meditando la Sagrada Escritura, estudiando el Catecismo, acercándonos con constancia a los Sacramentos. Preguntémonos al mismo tiempo qué pasos estamos dando para que la fe oriente toda nuestra existencia. No se es cristiano a «tiempo parcial», sólo en algunos momentos, en algunas circunstancias, en algunas opciones. No se puede ser cristianos de este modo, se es cristiano en todo momento. ¡Totalmente! La verdad de Cristo, que el Espíritu Santo nos enseña y nos dona, atañe para siempre y totalmente nuestra vida cotidiana. Invoquémosle con más frecuencia para que nos guíe por el camino de los discípulos de Cristo. Invoquémosle todos los días. Os hago esta propuesta: invoquemos todos los días al Espíritu Santo, así el Espíritu Santo nos acercará a Jesucristo.
4. El Espíritu Santo, alma de la Iglesia y principio de comunión
Pero para comprender la misión de la Iglesia hemos de regresar al Cenáculo donde los discípulos permanecían juntos (cf. Lc 24, 49), rezando con María, la «Madre», a la espera del Espíritu prometido. Toda comunidad cristiana tiene que inspirarse constantemente en este icono de la Iglesia naciente. La fecundidad apostólica y misionera no es el resultado principalmente de programas y métodos pastorales sabiamente elaborados y «eficientes», sino el fruto de la oración comunitaria incesante (cf. Pablo VI, Exhort. apost. Evangelii nuntiandi, 75). La eficacia de la misión presupone, además, que las comunidades estén unidas, que tengan «un solo corazón y una sola alma» (cf. Hch 4, 32), y que estén dispuestas a dar testimonio del amor y la alegría que el Espíritu Santo infunde en los corazones de los creyentes (cf. Hch 2, 42). El Siervo de Dios Juan Pablo II escribió que antes de ser acción, la misión de la Iglesia es testimonio e irradiación (cf. Enc. Redemptoris missio, 26). Así sucedía al inicio del cristianismo, cuando, como escribe Tertuliano, los paganos se convertían viendo el amor que reinaba entre los cristianos: «Ved –dicen– cómo se aman entre ellos» (cf. Apologético, 39, 7).
Concluyendo esta rápida mirada a la Palabra de Dios en la Biblia, os invito a notar cómo el Espíritu Santo es el don más alto de Dios al hombre, el testimonio supremo por tanto de su amor por nosotros, un amor que se expresa concretamente como «sí a la vida» que Dios quiere para cada una de sus criaturas. Este «sí a la vida» tiene su forma plena en Jesús de Nazaret y en su victoria sobre el mal mediante la redención. A este respecto, nunca olvidemos que el Evangelio de Jesús, precisamente en virtud del Espíritu, no se reduce a una mera constatación, sino que quiere ser «Buena Noticia para los pobres, libertad para los oprimidos, vista para los ciegos…». Es lo que se manifestó con vigor el día de Pentecostés, convirtiéndose en gracia y en tarea de la Iglesia para con el mundo, su misión prioritaria.
Nosotros somos los frutos de esta misión de la Iglesia por obra del Espíritu Santo. Llevamos dentro de nosotros ese sello del amor del Padre en Jesucristo que es el Espíritu Santo. No lo olvidemos jamás, porque el Espíritu del Señor se acuerda siempre de cada uno y quiere, en particular mediante vosotros, jóvenes, suscitar en el mundo el viento y el fuego de un nuevo Pentecostés.
III. El Espíritu y la Palabra de Dios en el tiempo de las promesas
702 Desde el comienzo y hasta «la plenitud de los tiempos» (Ga 4, 4), la Misión conjunta del Verbo y del Espíritu del Padre permanece oculta pero activa. El Espíritu de Dios preparaba entonces el tiempo del Mesías, y ambos, sin estar todavía plenamente revelados, ya han sido prometidos a fin de ser esperados y aceptados cuando se manifiesten. Por eso, cuando la Iglesia lee el Antiguo Testamento (cf. 2 Co 3, 14), investiga en él (cf. Jn 5, 39-46) lo que el Espíritu, «que habló por los profetas» (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150), quiere decirnos acerca de Cristo.
Por «profetas», la fe de la Iglesia entiende aquí a todos los que fueron inspirados por el Espíritu Santo en el vivo anuncio y en la redacción de los Libros Santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. La tradición judía distingue la Ley [los cinco primeros libros o Pentateuco], los Profetas [que nosotros llamamos los libros históricos y proféticos] y los Escritos [sobre todo sapienciales, en particular los Salmos] (cf. Lc 24, 44).
En la Creación
703 La Palabra de Dios y su Soplo están en el origen del ser y de la vida de toda creatura (cf. Sal 33, 6; 104, 30; Gn 1, 2; 2, 7; Qo 3, 20-21; Ez 37, 10):
«Es justo que el Espíritu Santo reine, santifique y anime la creación porque es Dios consubstancial al Padre y al Hijo […] A Él se le da el poder sobre la vida, porque siendo Dios guarda la creación en el Padre por el Hijo» (Oficio Bizantino de las Horas. Maitines del Domingo según el modo segundo. Antífonas 1 y 2).
704 «En cuanto al hombre, Dios lo formó con sus propias manos [es decir, el Hijo y el Espíritu Santo] Y Él dibujó trazó sobre la carne moldeada su propia forma, de modo que incluso lo que fuese visible llevase la forma divina» (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 11: SC 62, 48-49).
El Espíritu de la promesa
705 Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continua siendo «a imagen de Dios», a imagen del Hijo, pero «privado de la Gloria de Dios» (Rm 3, 23), privado de la «semejanza». La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá «la imagen» (cf. Jn 1, 14; Flp 2, 7) y la restaurará en «la semejanza» con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu «que da la Vida».
706 Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo (cf. Gn 18, 1-15; Lc 1, 26-38. 54-55; Jn 1, 12-13; Rm4, 16-21). En ella serán bendecidas todas las naciones de la tierra (cf. Gn 12, 3). Esta descendencia será Cristo (cf. Ga 3, 16) en quien la efusión del Espíritu Santo formará «la unidad de los hijos de Dios dispersos» (cf. Jn 11, 52). Comprometiéndose con juramento (cf.Lc 1, 73), Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado (cf. Gn 22, 17-19; Rm 8, 32;Jn 3, 16) y al don del «Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda … para redención del Pueblo de su posesión» (Ef 1, 13-14; cf. Ga 3, 14).
En las Teofanías y en la Ley
707 Las Teofanías [manifestaciones de Dios] iluminan el camino de la Promesa, desde los Patriarcas a Moisés y desde Josué hasta las visiones que inauguran la misión de los grandes profetas. La tradición cristiana siempre ha reconocido que, en estas Teofanías, el Verbo de Dios se dejaba ver y oír, a la vez revelado y «cubierto» por la nube del Espíritu Santo.
708 Esta pedagogía de Dios aparece especialmente en el don de la Ley (cf. Ex 19-20; Dt 1-11; 29-30), que fue dada como un «pedagogo» para conducir al Pueblo hacia Cristo (Ga 3, 24). Pero su impotencia para salvar al hombre privado de la «semejanza» divina y el conocimiento creciente que ella da del pecado (cf. Rm 3, 20) suscitan el deseo del Espíritu Santo. Los gemidos de los Salmos lo atestiguan.
En el Reino y en el Exilio
709 La Ley, signo de la Promesa y de la Alianza, habría debido regir el corazón y las instituciones del pueblo salido de la fe de Abraham. «Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza […], seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex 19,5-6; cf. 1 P2, 9). Pero, después de David, Israel sucumbe a la tentación de convertirse en un reino como las demás naciones. Pues bien, el Reino objeto de la promesa hecha a David (cf. 2 S 7; Sal 89; Lc 1, 32-33) será obra del Espíritu Santo; pertenecerá a los pobres según el Espíritu.
710 El olvido de la Ley y la infidelidad a la Alianza llevan a la muerte: el Exilio, aparente fracaso de las Promesas, es en realidad fidelidad misteriosa del Dios Salvador y comienzo de una restauración prometida, pero según el Espíritu. Era necesario que el Pueblo de Dios sufriese esta purificación (cf. Lc 24, 26); el Exilio lleva ya la sombra de la Cruz en el Designio de Dios, y el Resto de pobres que vuelven del Exilio es una de la figuras más transparentes de la Iglesia.
La espera del Mesías y de su Espíritu
711 «He aquí que yo lo renuevo»(Is 43, 19): dos líneas proféticas se van a perfilar, una se refiere a la espera del Mesías, la otra al anuncio de un Espíritu nuevo, y las dos convergen en el pequeño Resto, el pueblo de los Pobres (cf. So 2, 3), que aguardan en la esperanza la «consolación de Israel» y «la redención de Jerusalén» (cf. Lc 2, 25. 38).
Ya se ha dicho cómo Jesús cumple las profecías que a Él se refieren. A continuación se describen aquéllas en que aparece sobre todo la relación del Mesías y de su Espíritu.
712 Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el Libro del Emmanuel (cf. Is 6, 12) (cuando «Isaías vio […] la gloria» de Cristo Jn 12, 41), especialmente en Is 11, 1-2:
«Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor».
713 Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 18-21; Jn 1, 32-34; y también Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y por último Is 50, 4-10 y 52, 13-53, 12). Estos cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino desposándose con nuestra «condición de esclavos» (Flp 2, 7). Tomando sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.
714 Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2):
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».
715 Los textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu Santo son oráculos en los que Dios habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los acentos del «amor y de la fidelidad» (cf. Ez 11, 19; 36, 25-28; 37, 1-14; Jr 31, 31-34; y Jl 3, 1-5, cuyo cumplimiento proclamará San Pedro la mañana de Pentecostés (cf. Hch 2, 17-21). Según estas promesas, en los «últimos tiempos», el Espíritu del Señor renovará el corazón de los hombres grabando en ellos una Ley nueva; reunirá y reconciliará a los pueblos dispersos y divididos; transformará la primera creación y Dios habitará en ella con los hombres en la paz.
716 El Pueblo de los «pobres» (cf. So 2, 3; Sal 22, 27; 34, 3; Is 49, 13; 61, 1; etc.), los humildes y los mansos, totalmente entregados a los designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no de los hombres sino del Mesías, todo esto es, finalmente, la gran obra de la Misión escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de las Promesas para preparar la venida de Cristo. Esta es la calidad de corazón del Pueblo, purificado e iluminado por el Espíritu, que se expresa en los Salmos. En estos pobres, el Espíritu prepara para el Señor «un pueblo bien dispuesto» (cf. Lc 1, 17).
Hacer una oración de agradecimiento a Dios por el don de mi fe, preferentemente ante el Santísimo.
Diálogo con Cristo
Jesús, no dejes que la pereza o el desaliento dominen mi determinación de vivir siempre en tu presencia. Dame tu gracia y el amor que me mueva a hacer rendir todos los dones con los que has colmado mi vida.
* * *
El Espíritu Santo es el don más alto de Dios al hombre,
Juan 16, 5-11. Martes de la 6.ª semana del Tiempo de Pascua. El Espíritu Santo es enviado con la misión de dar testimonio del Señor y asistir a los creyentes, enseñándoles y guiándoles hasta la Verdad completa.
Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: «¿A dónde vas?». Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.
Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 16, 22-34
Salmo: Sal 138(137), 1-3.7-8
Oración introductoria
¡Ven, Espíritu Santo! Ayúdame a estar abierto a tus inspiraciones, a conservar en mi corazón la alegría de saberme amado por Ti para que, con gran confianza, siga con prontitud y docilidad lo que hoy quieras pedirme.
Petición
¡Ven Espíritu creador, visita las almas de tus fieles y enciende en ellas el fuego de tu amor!
Meditación del Santo Padre Benedicto XVI
2. La promesa del Espíritu Santo en la Biblia
La escucha atenta de la Palabra de Dios respecto al misterio y a la obra del Espíritu Santo nos abre al conocimiento cosas grandes y estimulantes que resumo en los siguientes puntos.
Poco antes de su ascensión, Jesús dijo a los discípulos: «Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido» (Lc 24, 49). Esto se cumplió el día de Pentecostés, cuando estaban reunidos en oración en el Cenáculo con la Virgen María. La efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente fue el cumplimiento de una promesa de Dios más antigua aún, anunciada y preparada en todo el Antiguo Testamento.
En efecto, ya desde las primeras páginas, la Biblia evoca el espíritu de Dios como un viento que «aleteaba por encima de las aguas» (cf. Gn 1, 2) y precisa que Dios insufló en las narices del hombre un aliento de vida, (cf. Gn 2, 7), infundiéndole así la vida misma. Después del pecado original, el espíritu vivificante de Dios se ha ido manifestando en diversas ocasiones en la historia de los hombres, suscitando profetas para incitar al pueblo elegido a volver a Dios y a observar fielmente los mandamientos. En la célebre visión del profeta Ezequiel, Dios hace revivir con su espíritu al pueblo de Israel, representado en «huesos secos» (cf. 37, 1-14). Joel profetiza una «efusión del espíritu» sobre todo el pueblo, sin excluir a nadie: «Después de esto –escribe el Autor sagrado– yo derramaré mi Espíritu en toda carne… Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días» (3, 1-2).
En la «plenitud del tiempo» (cf. Ga 4, 4), el ángel del Señor anuncia a la Virgen de Nazaret que el Espíritu Santo, «poder del Altísimo», descenderá sobre Ella y la cubrirá con su sombra. El que nacerá de Ella será santo y será llamado Hijo de Dios (cf. Lc 1, 35). Según la expresión del profeta Isaías, sobre el Mesías se posará el Espíritu del Señor (cf. 11, 1-2; 42, 1). Jesús retoma precisamente esta profecía al inicio de su ministerio público en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí –dijo ante el asombro de los presentes–, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres. Para anunciar a los cautivos la libertad y, a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; y para anunciar un año un año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2). Dirigiéndose a los presentes, se atribuye a sí mismo estas palabras proféticas afirmando: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír » (Lc 4, 21). Y una vez más, antes de su muerte en la cruz, anuncia varias veces a sus discípulos la venida del Espíritu Santo, el «Consolador», cuya misión será la de dar testimonio de Él y asistir a los creyentes, enseñándoles y guiándoles hasta la Verdad completa (cf. Jn 14, 16-17.25-26; 15, 26; 16, 13).
I. La misión conjunta del Hijo y del Espíritu Santo
689 Aquel al que el Padre ha enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo (cf. Ga 4, 6) es realmente Dios. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, tanto en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vivificante, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Padre envía su Verbo, envía también su Aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables. Sin ninguna duda, Cristo es quien se manifiesta, Imagen visible de Dios invisible, pero es el Espíritu Santo quien lo revela.
690 Jesús es Cristo, «ungido», porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación mana de esta plenitud (cf. Jn 3, 34). Cuando por fin Cristo es glorificado (Jn 7, 39), puede a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: Él les comunica su Gloria (cf. Jn 17, 22), es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica (cf. Jn 16, 14). La misión conjunta se desplegará desde entonces en los hijos adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él:
«La noción de la unción sugiere […] que no hay ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu. En efecto, de la misma manera que entre la superficie del cuerpo y la unción del aceite ni la razón ni los sentidos conocen ningún intermediario, así es inmediato el contacto del Hijo con el Espíritu, de tal modo que quien va a tener contacto con el Hijo por la fe tiene que tener antes contacto necesariamente con el óleo. En efecto, no hay parte alguna que esté desnuda del Espíritu Santo. Por eso es por lo que la confesión del Señorío del Hijo se hace en el Espíritu Santo por aquellos que la aceptan, viniendo el Espíritu desde todas partes delante de los que se acercan por la fe» (San Gregorio de Nisa, Adversus Macedonianos de Spirirtu Sancto, 16).
Programar mi siguiente confesión para celebrar plenamente la fiesta de Pentecostés.
Diálogo con Cristo
Espíritu Santo, Tú eres el guía y el artífice de la santidad, por eso te ofrezco en esta oración todo mi ser, ven hacer en mí tu morada, dame la gracia para acoger tus inspiraciones, sin límite ni reserva alguna, con humildad y celo por hacerlas fructificar, por el bien de los demás.
Juan 15, 26; 16, 4. Lunes de la 6.ª semana de Pascua. Testimoniar a Cristo es la esencia de la Iglesia.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio». Les he dicho esto para que no se escandalicen. Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios. Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho. No les dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con ustedes».
Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 16, 11-15
Salmo: Sal 149(148), 1-6.9
Oración introductoria
Creo en Ti, Señor, y te amo, por eso, parafraseando al Papa Francisco, «pido al Padre misericordioso que pueda vivir plenamente la fe que he recibido como un regalo en el día de mi bautismo para ser capaz de dar un testimonio alegre, libre y valiente de mi fe». (Santo Padre Francisco el 20 marzo de 2013).
Petición
Espíritu Santo, ayúdame a creer en Ti por los que no creen, a amarte por los que no te aman, y a confiar en Ti por los que no esperan en tu Palabra.
Meditación del Santo Padre Francisco
Testimoniar a Cristo es la esencia de la Iglesia que, de otro modo, acabaría siendo sólo una estéril «universidad de la religión» impermeable a la acción del Espíritu Santo. Lo volvió a afirmar el Papa Francisco en la misa del martes 6 de mayo, en la Casa Santa Marta.
La meditación sobre la fuerza del testimonio surgió del pasaje de los Hechos de los apóstoles (7, 51-8,1a) que relata el martirio de Esteban. A sus perseguidores, que no creían, Esteban dijo: «Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos. Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo». Y precisamente «estas palabras —comentó el Pontífice—, de una forma u otra, las había dicho Jesús, incluso literalmente: como eran vuestros padres así sois vosotros; ¿hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran?».
Los perseguidores, destacó el Santo Padre, ciertamente no eran personas serenas, con el corazón en paz. No es que no estaban de acuerdo con lo que Esteban predicaba: ¡odiaban!». Y «este odio —explicó el Papa— había sido sembrado en su corazón por el diablo. Es el odio del demonio contra Cristo».
Precisamente «en el martirio —continuó— se ve clara esta lucha entre Dios y el demonio. Se ve en este odio. No era una discusión serena». Por lo demás, hizo notar, «ser perseguidos, ser mártires, dar la vida por Jesús es una de las bienaventuranzas». Tanto que «Jesús no dijo a los suyos: «Pobrecillos si os suceden estas cosas». No, Él dijo: «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. ¡Alegraos!»».
Es evidente, pues, que «el demonio no puede soportar la santidad de la Iglesia». Y en contra de Esteban —dijo el Papa— suscitó odio en el corazón de esas personas, para perseguir, para insultar, para calumniar. Y así mataron a Esteban», el cual «murió como Jesús, perdonando».
«Martirio, en la tradición de la palabra griega, significa testimonio», explicó el Pontífice. Y «así podemos decir que para un cristiano el camino va por las huellas de este testimonio de Jesús para dar testimonio de Él». Un testimonio que muchas veces termina con el sacrificio de la vida.
La cuestión central, argumentó el Pontífice, es que el cristianismo no es una religión «de sólo ideas, de pura teología, de estética, de mandamientos. Nosotros somos un pueblo que sigue a Jesucristo y da testimonio, quiere dar testimonio de Jesucristo. Y este testimonio algunas veces llega a costar la vida». Al respecto, el relato del martirio de Esteban es elocuente. Así, pues, «al morir Esteban, se desató la persecución contra todos». Los perseguidores «se sentían fuertes: el demonio suscitaba en ellos el desatar esta violenta persecución». Una persecución tan brutal que, «a excepción de los apóstoles que permanecieron allí, en el lugar, los cristianos se dispersaron por la región de Judea y Samaría». Precisamente «la persecución hizo que los cristianos fuesen lejos». Y a las personas que encontraban les «decían el por qué» de su fuga, «explicaban el Evangelio, daban testimonio de Jesús. Y comenzó la misión de la Iglesia. Muchos se convertían al escuchar a esta gente».
El obispo de Roma recordó al respecto que «uno de los padres de la Iglesia dijo: la sangre de los mártires es semilla de los cristianos». Y es precisamente eso lo que sucede: «Se desata la persecución, los cristianos se dispersan y con su testimonio predican la fe». Porque, destacó el Papa, «el testimonio siempre es fecundo»: lo es cuando tiene lugar en la vida cotidiana, pero también cuando se vive en las dificultades o cuando conduce incluso a la muerte. La Iglesia, por lo tanto, «es fecunda y madre cuando da testimonio de Jesucristo. En cambio, cuando la Iglesia se cierra en sí misma, se cree —digámoslo así— una universidad de la religión con muchas ideas hermosas, con muchos hermosos templos, con muchos bellos museos, con muchas cosas hermosas, pero no da testimonio, se hace estéril».
Los Hechos de los apóstoles puntualizan «que Esteban estaba lleno del Espíritu Santo». Y, en efecto, «no se puede dar testimonio sin la presencia del Espíritu Santo en nosotros. En los momentos difíciles, cuando tenemos que elegir la senda justa, cuando tenemos que decir que «no» a tantas cosas que tal vez intentan seducirnos, está la oración al Espíritu Santo: es Él quien nos hace fuertes para caminar por la senda del testimonio».
El Papa Francisco, como conclusión, recordó cómo de las «dos imágenes» propuestas por la liturgia —Esteban que muere y los cristianos que dan testimonio por doquier— brotan para cada uno algunas preguntas: «¿Cómo es mi testimonio? ¿Soy un cristiano testigo de Jesús o soy un simple miembro de esta secta? ¿Soy fecundo porque doy testimonio o permanezco estéril porque no soy capaz de dejar que el Espíritu Santo me lleve adelante en mi vocación cristiana?».
2044 La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. “El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios” (AA 6).
2045 Los cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo (cf Ef 1, 22), contribuyen a la edificación de la Iglesia mediante la constancia de sus convicciones y de sus costumbres. La Iglesia aumenta, crece y se desarrolla por la santidad de sus fieles (cf LG 39), “hasta que lleguemos al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo” (Ef 4, 13).
2046 Llevando una vida según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios, “Reino de justicia, de verdad y de paz” (Solemnidad de N. Señor Jesucristo Rey del Universo, Prefacio: Misal Romano). Esto no significa que abandonen sus tareas terrenas, sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor.
Señor, todo cristiano está llamado a dar testimonio de fe, de amor y de santidad. Ojalá que quien se acerque a nosotros se quede marcado para siempre, no por nuestra personalidad o nuestras cualidades, sino porque somos reflejo del amor de Ti al hombre, a todo hombre. Que se diga de nosotros lo mismo que se decía sobre los primeros cristianos: «¡Mirad, cómo se aman!».
Propósito
Viviré con especial intensidad este día, ofreciendo todo para que el mensaje del Año de la fe llegue a más personas.
Juan 15, 18-21. Sábado de la 5.ª semana del Tiempo de Pascua. La Iglesia es fecunda y madre cuando da testimonio de Jesucristo. La Iglesia es estéril cuando se cierra en sí misma.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, él mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió».
Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 16, 1-10
Salmo: Sal 100(99), 1-5
Oración introductoria
Ser un elegido de Cristo, ¿tiene alguna influencia en mi vida? Permite, Señor, que esta oración taladre la dura costra de mi indiferencia. No puedo seguir absorto en la rutina, inmerso en el conformismo, ciego ante las injusticas del mundo. Ayúdame a descubrir en las dificultades una oportunidad para afianzar mi vida en Ti.
Petición
Señor, enséñame a recorrer el camino de la cruz, que es el camino del amor.
Meditación del Santo Padre Francisco
Testimoniar a Cristo es la esencia de la Iglesia que, de otro modo, acabaría siendo sólo una estéril «universidad de la religión» impermeable a la acción del Espíritu Santo.
La meditación sobre la fuerza del testimonio surgió del pasaje de los Hechos de los apóstoles (7, 51-8,1a) que relata el martirio de Esteban. A sus perseguidores, que no creían, Esteban dijo: «Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos. Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo». Y precisamente «estas palabras —comentó el Pontífice—, de una forma u otra, las había dicho Jesús, incluso literalmente: como eran vuestros padres así sois vosotros; ¿hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran?».
Los perseguidores, destacó el Santo Padre, ciertamente no eran personas serenas, con el corazón en paz. No es que no estaban de acuerdo con lo que Esteban predicaba: ¡odiaban!». Y «este odio —explicó el Papa— había sido sembrado en su corazón por el diablo. Es el odio del demonio contra Cristo».
Precisamente «en el martirio —continuó— se ve clara esta lucha entre Dios y el demonio. Se ve en este odio. No era una discusión serena». Por lo demás, hizo notar, «ser perseguidos, ser mártires, dar la vida por Jesús es una de las bienaventuranzas». Tanto que «Jesús no dijo a los suyos: «Pobrecillos si os suceden estas cosas». No, Él dijo: «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. ¡Alegraos!»».
Es evidente, pues, que «el demonio no puede soportar la santidad de la Iglesia». Y en contra de Esteban —dijo el Papa— suscitó odio en el corazón de esas personas, para perseguir, para insultar, para calumniar. Y así mataron a Esteban», el cual «murió como Jesús, perdonando».
«Martirio, en la tradición de la palabra griega, significa testimonio», explicó el Pontífice. Y «así podemos decir que para un cristiano el camino va por las huellas de este testimonio de Jesús para dar testimonio de Él». Un testimonio que muchas veces termina con el sacrificio de la vida.
La cuestión central, argumentó el Pontífice, es que el cristianismo no es una religión «de sólo ideas, de pura teología, de estética, de mandamientos. Nosotros somos un pueblo que sigue a Jesucristo y da testimonio, quiere dar testimonio de Jesucristo. Y este testimonio algunas veces llega a costar la vida». Al respecto, el relato del martirio de Esteban es elocuente. Así, pues, «al morir Esteban, se desató la persecución contra todos». Los perseguidores «se sentían fuertes: el demonio suscitaba en ellos el desatar esta violenta persecución». Una persecución tan brutal que, «a excepción de los apóstoles que permanecieron allí, en el lugar, los cristianos se dispersaron por la región de Judea y Samaría». Precisamente «la persecución hizo que los cristianos fuesen lejos». Y a las personas que encontraban les «decían el por qué» de su fuga, «explicaban el Evangelio, daban testimonio de Jesús. Y comenzó la misión de la Iglesia. Muchos se convertían al escuchar a esta gente».
El obispo de Roma recordó al respecto que «uno de los padres de la Iglesia dijo: la sangre de los mártires es semilla de los cristianos». Y es precisamente eso lo que sucede: «Se desata la persecución, los cristianos se dispersan y con su testimonio predican la fe». Porque, destacó el Papa, «el testimonio siempre es fecundo»: lo es cuando tiene lugar en la vida cotidiana, pero también cuando se vive en las dificultades o cuando conduce incluso a la muerte. La Iglesia, por lo tanto, «es fecunda y madre cuando da testimonio de Jesucristo. En cambio, cuando la Iglesia se cierra en sí misma, se cree —digámoslo así— una universidad de la religión con muchas ideas hermosas, con muchos hermosos templos, con muchos bellos museos, con muchas cosas hermosas, pero no da testimonio, se hace estéril».
Los Hechos de los apóstoles puntualizan «que Esteban estaba lleno del Espíritu Santo». Y, en efecto, «no se puede dar testimonio sin la presencia del Espíritu Santo en nosotros. En los momentos difíciles, cuando tenemos que elegir la senda justa, cuando tenemos que decir que «no» a tantas cosas que tal vez intentan seducirnos, está la oración al Espíritu Santo: es Él quien nos hace fuertes para caminar por la senda del testimonio».
El Papa Francisco, como conclusión, recordó cómo de las «dos imágenes» propuestas por la liturgia —Esteban que muere y los cristianos que dan testimonio por doquier— brotan para cada uno algunas preguntas: «¿Cómo es mi testimonio? ¿Soy un cristiano testigo de Jesús o soy un simple miembro de esta secta? ¿Soy fecundo porque doy testimonio o permanezco estéril porque no soy capaz de dejar que el Espíritu Santo me lleve adelante en mi vocación cristiana?».
2030 El cristiano realiza su vocación en la Iglesia, en comunión con todos los bautizados. De la Iglesia recibe la Palabra de Dios, que contiene las enseñanzas de la “ley de Cristo” (Ga 6, 2). De la Iglesia recibe la gracia de los sacramentos que le sostienen en el camino. De la Iglesia aprende el ejemplo de la santidad; reconoce en la Bienaventurada Virgen María la figura y la fuente de esa santidad; la discierne en el testimonio auténtico de los que la viven; la descubre en la tradición espiritual y en la larga historia de los santos que le han precedido y que la liturgia celebra a lo largo del santoral.
2031 La vida moral es un culto espiritual. Ofrecemos nuestros cuerpos “como una hostia viva, santa, agradable a Dios” (Rm 12, 1) en el seno del Cuerpo de Cristo que formamos y en comunión con la ofrenda de su Eucaristía. En la liturgia y en la celebración de los sacramentos, plegaria y enseñanza se conjugan con la gracia de Cristo para iluminar y alimentar el obrar cristiano. La vida moral, como el conjunto de la vida cristiana, tiene su fuente y su cumbre en el Sacrificio Eucarístico.
I. Vida moral y Magisterio de la Iglesia
2032. La Iglesia, “columna y fundamento de la verdad” (1 Tm 3, 15), “recibió de los Apóstoles […] este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad que nos salva” (LG 17). “Compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas” (CIC can. 747, §2).
2033 El magisterio de los pastores de la Iglesia en materia moral se ejerce ordinariamente en la catequesis y en la predicación, con la ayuda de las obras de los teólogos y de los autores espirituales. Así se ha transmitido de generación en generación, bajo la dirección y vigilancia de los pastores, el “depósito” de la moral cristiana, compuesto de un conjunto característico de normas, de mandamientos y de virtudes que proceden de la fe en Cristo y están vivificados por la caridad. Esta catequesis ha tomado tradicionalmente como base, junto al Credo y el Padre Nuestro, el Decálogo que enuncia los principios de la vida moral válidos para todos los hombres.
2034 El Romano Pontífice y los obispos como “maestros auténticos por estar dotados de la autoridad de Cristo […] predican al pueblo que tienen confiado la fe que hay que creer y que hay que llevar a la práctica” (LG 25). El magisterio ordinario y universal del Papa y de los obispos en comunión con él enseña a los fieles la verdad que han de creer, la caridad que han de practicar, la bienaventuranza que han de esperar.
2035 El grado supremo de la participación en la autoridad de Cristo está asegurado por el carisma de la infalibilidad. Esta se extiende a todo el depósito de la revelación divina (cf LG 25); se extiende también a todos los elementos de doctrina, comprendida la moral, sin los cuales las verdades salvíficas de la fe no pueden ser salvaguardadas, expuestas u observadas (cf Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Mysterium ecclesiae, 3).
2036 La autoridad del Magisterio se extiende también a los preceptos específicos de la ley natural, porque su observancia, exigida por el Creador, es necesaria para la salvación. Recordando las prescripciones de la ley natural, el Magisterio de la Iglesia ejerce una parte esencial de su función profética de anunciar a los hombres lo que son en verdad y de recordarles lo que deben ser ante Dios (cf. DH 14).
2037 La ley de Dios, confiada a la Iglesia, es enseñada a los fieles como camino de vida y de verdad. Los fieles, por tanto, tienen el derecho (cf CIC can. 213) de ser instruidos en los preceptos divinos salvíficos que purifican el juicio y, con la gracia, sanan la razón humana herida. Tienen el deber de observar las constituciones y los decretos promulgados por la autoridad legítima de la Iglesia. Aunque sean disciplinares, estas determinaciones requieren la docilidad en la caridad.
2038 En la obra de enseñanza y de aplicación de la moral cristiana, la Iglesia necesita la dedicación de los pastores, la ciencia de los teólogos, la contribución de todos los cristianos y de los hombres de buena voluntad. La fe y la práctica del Evangelio procuran a cada uno una experiencia de la vida “en Cristo” que ilumina y da capacidad para estimar las realidades divinas y humanas según el Espíritu de Dios (cf 1 Co 2, 10-15). Así el Espíritu Santo puede servirse de los más humildes para iluminar a los sabios y los constituidos en más alta dignidad.
2039 Los ministerios deben ejercerse en un espíritu de servicio fraternal y de entrega a la Iglesia en nombre del Señor (cf Rm 12, 8.11). Al mismo tiempo, la conciencia de cada cual en su juicio moral sobre sus actos personales, debe evitar encerrarse en una consideración individual. Con mayor empeño debe abrirse a la consideración del bien de todos según se expresa en la ley moral, natural y revelada, y consiguientemente en la ley de la Iglesia y en la enseñanza autorizada del Magisterio sobre las cuestiones morales. No se ha de oponer la conciencia personal y la razón a la ley moral o al Magisterio de la Iglesia.
2040 Así puede desarrollarse entre los cristianos un verdadero espíritu filial con respecto a la Iglesia. Es el desarrollo normal de la gracia bautismal, que nos engendró en el seno de la Iglesia y nos hizo miembros del Cuerpo de Cristo. En su solicitud materna, la Iglesia nos concede la misericordia de Dios que va más allá del simple perdón de nuestros pecados y actúa especialmente en el sacramento de la Reconciliación. Como madre previsora, nos prodiga también en su liturgia, día tras día, el alimento de la Palabra y de la Eucaristía del Señor.
Colaborar en un proyecto apostólico en mi parroquia o en algún movimiento o asociación.
Diálogo con Cristo
Jesús, tu Evangelio me recuerda que para seguirte tengo que recorrer el camino de la cruz, que no es otra cosa que el desprenderme de todo obstáculo que me impida amarte más y mejor. Ayúdame a seguirte el día de hoy, ofreciéndote mi cumplimiento esmerado y fiel a mi deber, el control de mis reacciones y la renuncia a todo lo que me impida donarme a los demás.
Es la Virgen María quien, después de Nuestro Señor, ocupa el primer lugar en la Historia: la celebramos el Uno de Enero como Madre de Dios, le ofrecemos los sábados de todo el año, la recordamos en innumerables fiestas y los meses de mayo y octubre están especialmente dedicado al rezo del Rosario y a la Virgen María. En esta ocasión os ofrecemos un breve catecismo mariano en el que se contempla todo lo que necesitas saber para conocer, tratar, amar e imitar a Nuestra Señora.
* * *
La Virgen María
1. — ¿Quién es la Virgen María?
La Virgen María es la doncella escogida por Dios para ser la Madre de Nuestro Señor Jesucristo y Madre Nuestra.
2. — ¿Qué significa el nombre de María?
El nombre de María, que en hebreo es Miriam, significa: Doncella, Señora, Princesa.
3. — ¿Qué profecías más importantes aparecen en el Antiguo Testamento acerca de la Virgen?
En el Libro de Génesis, capítulo 3, versículo 15, se dice: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo; Ella te aplastará la cabeza, y tú en vano intentarás morderle el talón”.
4. — ¿Se cumplió la profecía de Isaías?
Sí, ocho siglos después se cumplió lo que pronunció el Señor por la boca del profeta. En el Evangelio de San Mateo, Capítulo 1, versículo 23, están recogidas las palabras de Isaías.
San Joaquín y Santa Ana
5. — ¿Cómo se llamaban los padres de la Virgen María?
Los padres de la Virgen María se llamaban Joaquín y Ana. Eran descendientes de la tribu de Judá y, más concretamente, de la familia del rey David.
6. — ¿Qué se entiende por Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo?
Por Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo entendemos que San Joaquín y Santa Ana llevaron a la Virgen, cuando aún era una niña, al Templo de Jerusalén para consagrarla al servicio de Dios.
La Anunciación
7. — ¿Para qué envió Dios al Arcángel San Gabriel a la virgen?
Dios envió al Arcángel San Gabriel a la Virgen, que vivía en Nazaret, ciudad de Galilea, para anunciarle que era la mujer escogida desde toda la eternidad para ser la Madre del futuro Redentor. Por eso a este momento se le llama Anunciación.
8. — ¿Qué dijo el Arcángel San Gabriel a la Virgen?
El Arcángel San Gabriel dijo a la Virgen:
«Dios te Salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres. No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin. El Espíritu Santo vendrá sobre ti, Y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra y por esto el hijo santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios» (S. Lucas 1, 28,30-33 y 35).
9. — ¿Aceptó la Virgen las palabras del Arcángel?
Con toda humildad y sumisión la Virgen dio su consentimiento para ser la Madre de Dios, diciéndole el Arcángel: He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra (S. Lucas 1, 38).
La Visitación
10. — ¿Para qué visitó la Virgen a su prima Santa Isabel?
La virgen, inspirada por el Espíritu Santo visitó a su prima Santa Isabel para servirle, ya que Isabel había concebido un hijo en su vejez. A este hecho se le llama la visitación.
11. — ¿Qué distancia recorrió la Virgen para ver a su prima?
La Virgen recorrió unos ciento cincuenta kilómetros, desde Nazaret a una pequeña ciudad de Judea llamada Ain-Karim, situada en la montaña a unos tres kilómetros de Jerusalén. El recorrido duró cuatro o cinco días.
12. — ¿Qué dijo Santa Isabel cuando recibió a la Virgen en su casa?
Santa Isabel, llena del Espíritu Santo, recibió a la Virgen con estas palabras: Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de ti vientre. Y ¿de dónde a mi tanto bien que venga la madres de mi Señor a visitarme? Pues lo mismo fue penetrar la voz de tu salutación en mis oídos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi vientre. ¡Oh, bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que han dicho de parte del Señor (S. Lucas 1, 42-45).
13. ¿Qué dijo la virgen al oír las alabanzas de Santa Isabel?
La Virgen pronunció un cántico lleno de belleza y poesía, al que la Iglesia llama Magnífica.
14. — ¿ Cuáles son las virtudes que nos enseña la Virgen en la Visitación La virgen nos enseña de un modo especial la Visitación, las virtudes de humildad, caridad, generosidad, así como el deseo de servir con prontitud.
15. — ¿Cuánto tiempo permaneció la virgen con Santa Isabel?
La Virgen permaneció con su prima unos tres meses, y luego se volvió a Nazaret.
San José
16. — ¿Quién es el Señor San José?
San José es el esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Un hombre escogido por Dios, virtuoso y santo para que cuidara a la Virgen y a Jesús.
17. — ¿San José y la Virgen eran descendientes del rey David?
Si, San José y la Virgen eran descendientes de la familia real de David.
18. — ¿Por qué San José y la Virgen María fueron a Belén?
San José y la Virgen fueron a Belén, que es la ciudad de David, para obedecer el edicto del emperador César Augusto, que ordenaba a todos sus súbitos que fueran a la ciudad de su estirpe para empadronarse.
El Nacimiento de Jesús
19. — ¿Qué sucedió al llegar a Belén?
Cuando San José y la Virgen llegaron a Belén, no encontraron lugar para hospedarse a causa de una gran concurrencia de forasteros, y se dirigieron a una cueva que servía de establo.
20. — ¿Y qué sucedió en la cueva?
La virgen estaba encinta, y como se le cumplieron los días del parto, dio a luz milagrosamente a Nuestro Señor Jesucristo; lo envolvió en pañales limpios y lo recostó en el pesebre.
21. — ¿Qué ejemplo nos da Jesús en el pesebre?
Jesús, en el pesebre, nos da ejemplo de humildad, fortaleza, pobreza y sencillez.
22. — ¿La Virgen tuvo otros hijos?
La Virgen no tuvo otros hijos, Jesucristo es su Hijo único, que fue concebido por obra del Espíritu Santo, sin intervención del varón.
23. — ¿Porqué es la Sagrada Escritura está escrito Los hermanos de Jesús?
En la Sagrada Escritura dice hermanos de Jesús porque, en el lenguaje oriental (hebreo, arameo y árabe), se les llama hermanos a los primos hermanos y parientes. Por lo tanto, Jesús no tuvo hermanos nacidos de la Virgen.
Los pastores y los reyes magos
24. — ¿Qué sucedió poco después del nacimiento del Niño Jesús?
Unos pastores de la región y unos reyes magos que llegaron de Oriente fueron adorar a Jesús.
A los pastores se les presentó un ángel del Señor y les dio la buena noticia sobre el nacimiento del Niño Jesús. Los magos fueron iluminados por el Espíritu Santo, y una estrella los guió hacia Belén.
25. — ¿Qué hicieron los magos cuando visitaron a Jesús?
La Sagrada Escritura dice que los magos, entraron en la casa, hallaron al niño con María, su madre y, postrándose, le adoraron, y, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. (San Mateo 2,11)
La Presentación de Jesús en el Templo
26. — ¿Por qué la Virgen y San José presentaron al Niño Jesús en el Templo?
La Virgen y San José presentaron al Niño Jesús en el Templo porque con ello estaban obedecieron un mandato que Dios había hecho a Moisés; que todo varón primogénito fuera presentado en el templo.
27. — ¿Por qué la Virgen se presentó en el Templo para purificarse?
La Virgen se presentó en el templo para purificarse porque también quiso someterse a la Ley de Moisés, que ordenaba a las madres israelitas que no entran en el Templo sino después de cuarenta días del nacimiento del hijo. La Virgen purísima no tenía necesidad de purificarse; lo hizo para enseñarnos a amar la Ley de Dios. Este hecho se conoce como la Purificación de Nuestra Señora.
28. — ¿Qué otro acontecimiento sucedió durante la Presentación de Jesús en el Templo?
Sucedió que un anciano muy santo, llamado Simeón, y una piadosa viuda, llamada Ana, inspirados por el Espíritu Santo, reconocieron a Jesús como el verdadero Mesías.
29. — ¿Cuáles fueron las palabras que dijo Simeón a la Virgen?
Simeón dijo a la Virgen; “Mira este niño está destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel, y será blanco de contradicción; y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”(S, Lucas 2, 34-35)
La huida a Egipto
30. — Después Jesús, María y José que huir a Egipto. ¿Sabemos por qué?
Sí, porque Herodes, rey de Judea por entonces, temiendo perder su reino por el advenimiento del Mesías, proyectó asesinar al Niño Jesús, pero un ángel se apareció en sueños a San José y él dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para quitarle la vida” (S, Mateo 2,11).
31. — ¿Hasta cuando estuvieron Jesús, María y José en Egipto?
Jesús, María y José estuvieron en Egipto hasta la muerte de Herodes, y luego regresaron a Nazaret.
La Virgen en Nazaret
32. — ¿Qué hacia la Virgen en Nazaret?
La Virgen trabajaba en el hogar de Nazaret, sirviendo con mucho amor a Jesús y a San José.
El niño perdido y hallado en el Templo
33. — ¿Qué sucedió cuando Jesús cumplió doce años?
Cuando Jesús cumplió doce años la Virgen y San José lo llevaron al Templo en Jerusalén por la fiesta de Pascua y, a su regreso a Nazaret no lo encontraron en la caverna en que iban, porque se había quedado en el templo sin que ellos se dieran cuenta.
34. — ¿Que hicieron la Virgen y San José cuando perdieron al Niño Jesús?
La virgen y San José buscaron a Jesús tres días y, al cabo de este tiempo, le hallaron en medio de los Doctores de la Ley, oyéndoles y preguntándoles.
35. — ¿Qué dijo la Virgen a Jesús al encontrarlo?
La Virgen le dijo a Jesús: Hijo ¿Por qué te has portado así con nosotros? Mira como tu padre y yo, llenos de aflicción, te hemos andado buscando. (S. Lucas 2, 48).
La Virgen en las Bodas de Cana
36. — ¿Cuál fue la primera intervención de la virgen en la vida pública de Jesús?
La primera intervención de la Virgen en la vida pública de Jesús fue durante las bodas de Cana en Galilea, a las que fueron invitados Jesús y su Santísima Madre, junto con los Apóstoles.
37. — ¿Qué sucedió en estas bodas?
La Virgen observó que faltaba vino y, queriendo evitar que los novios pasaran a una vergüenza, dijo a Jesús: No tienen vino.
Después dijo a los sirvientes: Haced lo que Él os diga (San Juan 2,3-5) Gracias a la mediación de la Virgen, Jesucristo realizó su primer milagro, el de convertir en agua en vino.
La Virgen junto a la Cruz
38. — ¿Estuvo presente la virgen en la Pasión y Muerte de Jesucristo?
Si, la Virgen estuvo junto a la Cruz de Jesús, llena de dolor, pero serena.
39. — ¿Qué nos enseña la Virgen estando al pie de la Cruz?
La Santísima Virgen enseña a sufrir con paciencia y fortaleza las penas y aflicciones de esta vida, aceptando con amor los designios de la Divina Providencia.
40. — ¿Cuáles fueron las palabras que Jesús dijo a la Virgen y a San Juan cuando estaba clavado en la Cruz?
Jesús mirando a la Virgen y San Juan, que también estaba allí, dijo a su Santísima Madre; Mujer, ahí tienes a tu hijo; Después, dirigiéndose al discípulo amado, dijo; Ahí tienes a tu madre (San Juan 19,26-27)
41. — ¿Qué significan estas palabras?
Con estas palabras Jesucristo quiere decir a su Madre bendita no se queda sola y la encomienda a San Juan, por su parte, la Virgen será, a partir de ese momento, la Madre espiritual de San Juan y de todos los cristianos, pues ese apóstol nos representaba a todos.
La Virgen después de la muerte, Resurrección y Ascensión de Jesucristo.
42. — ¿Qué hizo la Virgen después de la muerte y sepultura del Señor?
La Virgen se recogió a Jerusalén y esperó, llena de confianza, La Resurrección de su divino Hijo.
43. — ¿Se apareció Jesús a la Virgen después de la Resurrección?
La Tradición dice que Nuestro Señor Jesucristo se apareció a la Santísima Virgen apenas resucito, y que Ella fue la primera persona que los vio en ese estado glorioso.
44. — ¿Dónde permaneció la Virgen después de la Ascensión de Jesucristo, al lado de los Apóstoles, y, animados de un mismo espíritu, perseveraban juntos en la oración?
El día de Pentecostés sucedió que la Virgen y los Apóstoles estaban juntos en un mismo lugar, cuando de repente sobrevino del cielo un ruido como viento impetuoso y aparecieron unas como lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos y quedaron todos llenos del Espíritu Santo.
Dogmas acerca de la Virgen
45. — ¿Cuáles son los dogmas que la Iglesia enseña acerca de la Virgen?
La Iglesia enseña los siguientes dogmas acerca de la Virgen: La Maternidad Divina La Inmaculada Concepción La perpetua Virginidad y La Asunción a los cielos.
46. — ¿Debemos creer estos dogmas de fe?
Si, debemos creerlos plenamente. Si Alguno se atreviera a negarlos a dudar de ellos conscientemente, cometería un pecado mortal.
47. — ¿En qué consiste el Dogma de la Maternidad Divina?
El Dogma de la Maternidad Divina consiste en que la Virgen María es Verdadera Madre de Dios, por haber engendrado por obra del Espíritu Santo y dado a la luz de Jesucristo, no en cuanto a su Naturaleza Divina, sino en cuanto a la Naturaleza humana que había asumido. La Iglesia afirma este Dogma desde siempre, y lo definió solemnemente en el Concilio de Éfeso (Siglo V).
El Concilio Vaticano II menciona esta verdad con las siguientes palabras: “Desde lo0s tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título Madres de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con súplicas en todos sus peligros y necesidades” (Const. Dogmática Lumen Pentium, n, 66)
48. — ¿En qué consiste el Dogma de la Inmaculada Concepción?
El Dogma de la Inmaculada Concepción consiste en que la Virgen fue preservada inmune e la mancha del pecado original desde el primer instante de su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano Esta verdad fue proclamada como Dogma de fe por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.
49. — ¿En qué consiste el Dogma de la Perpetua Virginidad?
El Dogma de la Perpetua Virginidad consiste en que la Madre de Dios conservó plena y perdurablemente su Virginidad. Es decir fue Virgen antes del parto, en el parto y, perpetuamente, después del parto. La Iglesia afirma este Dogma desde el Credo compuesto por los Apóstoles.
El Concilio Vaticano II dice: “Es aquella Virgen que concebirá y dará a luz< un Hijo, que se llamará Emmanuel” (Const. Dogmática Lumen gentiun, n. 55)
50. — ¿En qué consiste el Dogma de la Asunción a los Cielos?
El Dogma de la Asunción a los Cielos consiste en que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrena, fue subida en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Este Dogma fue proclamado por el Papa Pio XII, el Primero de Noviembre de 1950, en la Constitución Munificentissimus Deus
Títulos de la Virgen
51. — Además de estos privilegios, ¿qué títulos tiene Nuestra Señora?
Nuestra Señora tiene los siguientes títulos: Madre de los hombres, Madre de la Iglesia, Abogada Nuestra, Corredentora, Medianera de todas las gracias, Reina y Señora de todo lo creado, y todas las alabanzas que contiene el Santo Rosario.
52. — ¿Cuáles son las relaciones que existen entre la Virgen y la Santísima Trinidad?
La Virgen tiene una relación especialísima con la Santísima Trinidad, porque:
Es Hija de Dios Padre, ya que fue creada por Dios.
Es Madre de Dios Hijo, pues es la Madre de Nuestro Señor Jesucristo.
Es Esposa de Dios, Espíritu Santo, pues el Espíritu Santo formó el cuerpo de Jesús en las entrañas purísimas de la Virgen.
Culto a la Virgen
53. — ¿Debemos de dar culto a la Virgen?
Sí, porque es Madre de Dios y Madre espiritual de todos los cristianos.
54. — ¿Rendimos el mismo culto a Dios que a la Virgen?
No, A Dios, por ser el supremo Señor de todo lo creado, le rendimos culto de adoración, llamado latría. A la virgen, en cambio, por su grandeza la veneramos con un culto especial, llamado hiperdulía.
55. — ¿Por qué llamamos medianera a la Virgen?
Aunque Jesucristo es el único Mediador entre Dios y los hombres, no se excluye por ello la existencia de otra mediación secundaria y subordinada: la de la virgen María. La Virgen es medianera de todas las gracias y porque nos lleva de la mano a la Patria Celestial.
56. — ¿Es necesario la devoción a la Virgen?
La devoción a la Virgen es necesaria para salvarnos, pero con necesidad moral, que se apoya en el querer de Dios que nos dio como Madre.
57. — ¿Qué características ha de tener nuestra devoción a la Virgen?
Como buenos hijos suyos, hemos de venerarla, invocarla, imitarla y amarla.
58. — ¿Cómo podemos imitar a la Virgen?
Imitamos a la Virgen a través de todas sus virtudes, pues todas las vivió en el mayor grado posible.
En Concilio Vaticano II dice: “Los fieles aún se esfuerzan por crecer en santidad venciendo al pecado; por eso levantan sus ojos hacia María, que brilla ante toda su comunidad de los elegidos como modelo de virtudes” (Const. Dogmática Lumen Gentiun, n 65) Fiestas en honor a la Virgen
59. — ¿Cuáles son las fiestas universales que celebramos en honor a la Santísima Virgen?
Las fiestas de la Virgen, de carácter universal son:
La Maternidad Divina 1º de Mayo
La Anunciación, 25 de marzo
El corazón Inmaculado de María Sábado siguiente a la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
La Visitación de la Santísima Virgen 31 de Mayo
Nuestra Señora del Carmen 16 de Julio
Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor 5 de Agosto
La Asunción de la Virgen 15 de Agosto.
Nuestra Señora Reina del Cielo 22 de Agosto.
La Natividad de la Virgen 8 de septiembre
Nuestra Señora del Rosario 7 de Octubre
La Presentación de la Virgen en el Templo 21 de noviembre
La Inmaculada Concepción 8 de Diciembre.
60. — ¿Conoces otras fiestas que los cristianos de algunos países celebran para honrar a la Santísima Virgen?
Nuestra Señora de Lourdes 11 de febrero
Nuestra Señora de Montserrat 27 de abril
Nuestra Señora Auxiliadora 24 de Mayo
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro 27 de Junio
Nuestra Señora del Refugio 4 de Julio.
Nuestra Señora de los Ángeles 2 de Agosto
Nuestra Señora de la Merced 24 de Septiembre
Nuestra Señora del Pilar 12 de Octubre.
Nuestra Señora de Guadalupe 12 de Diciembre.
61. — ¿Cuáles son las fiestas de la Virgen en que obliga la asistencia a la Santa Misa en cada nación?
Las fiestas de la Virgen en que obliga la asistencia a la Santa Misa en cada nación son:
La solemnidad de la Madre de Dios, 1.º de Enero
La Inmaculada Concepción, 8 de diciembre, fiesta en la mayoría de países de habla española.f
El día de la advocación de la Virgen que sea patrona nacional. Por ejemplo, en México, Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América y Filipinas, 12 de Diciembre.
62. — ¿Qué conmemoramos en las fiestas de Nuestra Señora?
Conmemoramos las distintas apariciones y milagros que la santísima Virgen ha realizado en diversos países del mundo a lo largo de los siglos, y además, exaltamos sus privilegios.
Algunas apariciones de la Virgen
63. — ¿A quién se apareció en México?
La Virgen se apareció varias veces en México a un indito Juan Diego en el cerro del Tepeaca. Sus apariciones fueron del 9 al 12 de Diciembre. La llamamos la Virgen de Guadalupe.
64. — ¿Cuál fue el mensaje de la Virgen a Juan Diego?
El mensaje de la virgen a Juan Diego fue el siguiente: “Sabe y tan entendido, tú, el más pequeño de mis hijos, que soy yo la siempre virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive, del Creador cabe quien está Todo, Señor del Cielo y de la tierra. Deseo vivamente que me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues soy vuestra piadosa madre, a ti, a todos vosotros juntos los moradores de este tierra y a los demás Amadores míos que me invoquen y en mí confíen; oír allí sus lamentos y remediar todas sus miserias, penas y dolores”.
65. — ¿A quién se apareció en Lourdes?
La Virgen se apareció varias veces a una joven campesina, cuyo nombre era Bernadette Soubirous, en una aldea de Francia llamada Lourdes. Sus apariciones fueron desde el 11 de Febrero al l6 de Julio de 1858.
66. — ¿Cuál fue el mensaje de la Virgen a Bernadette?
El contenido del mensaje de la Virgen a Bernadette fue el siguiente: No le prometía hacerla feliz en este mundo, pero sí en el otro. Le pidió que rogara a Dios por los pecadores y que era necesario hacer mucha penitencia. Pidió que dijera a los sacerdotes de su pueblo que construyeran una capilla en el lugar donde fueron las apariciones. Finalmente la virgen reveló: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
67. — ¿A quién se apareció en Fátima?
La Virgen se apareció tres veces a sus tres niños pastorcitos que vivían en una pequeña aldea de Portugal, llamada Fátima. Los niños se llamaban: Lucia, Francisco y Jacinta. Sus apariciones se realizaron desde el l3 de mayo al l3 de Octubre.
68. — ¿Cuál fue el mensaje de la Virgen a los tres niños?
El contenido del mensaje de la virgen a los tres niños fue el siguiente: Que tuvieron odio al pecado y que hicieran penitencia por los pecados. Les pidió una oración incesante y fervorosa diciéndole: “Rezad el Santo Rosario todos los días con devoción» Además, les pidió un apostolado generoso, la devoción a su Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora.
Oraciones a la Virgen
69. — ¿De qué manera podemos dirigirnos a la Santísima Virgen?
Además de las oraciones que la piedad de cada uno pueda componer, La Iglesia recomienda decir las siguientes: El Avemaría, el Ángelus, el Regina Coeli, la Salve, El Acordaos, el Magnificat, Dulce Madre, Bendita seas tu pureza, jaculatorias, y de manera especial porque Ella lo ha pedido, el rezo del Santo Rosario.
70. — ¿Cuál es la oración más excelente que le dirigimos a la Virgen?
La oración más excelente que le dirigimos a la Virgen María es el Avemaría.
71. — ¿De qué partes está compuesta el Avemaría? El Avemaría tiene dos partes; la primera está compuesta por los saludos que dirigieron a la Virgen el Arcángel San Gabriel en la Anunciación y Santa Isabel en la Visitación; la segunda parte la compuso la Iglesia, y con San Pio V, en el siglo XVI, quedó fijado como la conocemos actualmente.
72. — ¿Qué es el Ángelus?
El Ángelus es una plegaria que dirigimos a la Virgen, en donde recodamos el Misterio de la Encarnación del Hijos de Dios. El momento más usual para rezarlo a las l2 del día.
73. — ¿Cuándo rezamos en Regina Coeli?
El Regina Coeli lo rezamos en sustitución del Ángelus el tiempo pascual, es decir, desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés.
74. — ¿Quién compuso la oración Acordaos?
Se piensa que la oración Acordaos fue compuesta por San Bernardo de Claraval en el siglo XVII.
75. — ¿Ganamos indulgencias al rezar una oración a la Virgen?
Si, ganamos indulgencias parciales al rezar cuantas veces sea durante el día cualquier de las siguientes oraciones: El Ángelus o el Regina Coeli, el Acordaos, La Salve, el Magníficat, el Oficio Parvo de la Virgen María.
Devociones en honor a la Virgen
76. — ¿Qué devociones podemos practicar en honor a la Virgen?
Podemos practicar, entre otras, las siguientes devociones: considerar los quince misterios del Rosario, tener impuesto y llevar al cuello el Escapulario del Carmen; hacer romerías y peregrinaciones a Santuarios dedicados a Ella; la novena de la Inmaculada Concepción y la Consagración al Inmaculado Corazón de María.
El Santo Rosario
77. — ¿Qué es el Santo Rosario?
El Santo Rosario está compuesto de quince decenas de Avemarías, o sea de 150 Avemarías, cada decena va predicada de un Padrenuestro y se termina con el Gloria. Al final se añade la letanía, que es un conjunto de alabanzas a la virgen.
78. — ¿Por qué se llama Rosario a estas oraciones?
Se llama Rosario porque las oraciones, que se enlazan con las meditaciones de los misterios (Gozosos, Luminosos, Dolorosos y Gloriosos), forman una corona de rosas que se ofrece a María Santísima.
79. — ¿Podemos decir que hemos rezado el Santo Rosario cuando solo rezamos cinco misterios?
Si, basta rezar cinco misterios.
80. — ¿Qué alabanzas han dicho los Sumos Pontífices acerca del Santo Rosario?
Los Sumos Pontífices alaban el Santo Rosario diciendo:
“Es el salterio de la Santísima Virgen” (San Pio V)
“La devoción más hermosa, la más rica en gracias y gratísima al corazón de María” (Beato Pio IX)
«Bandera de la fe cristiana” (León XIII )
«Resumen del Evangelio y de la vida cristiana” (Pio XII)
«Forma devota de unión con Dios, y siempre de alta elevación espiritual” (Beato Juan XXIII)
“Compendio de todo el Evangelio” (Pablo VI)
“Es nuestra oración predilecta que dirigimos a María” (Juan pablo II)
81. — ¿Hay algún mes dedicado al Santo Rosario?
El mes especialmente dedicado por la Iglesia al Santo Rosario es el de Octubre.
El Escapulario de Carmen
82. — ¿Qué es el Escapulario de Carmen?
El Escapulario de Carmen es una reducción del hábito de los Religiosos Carmelitas y consta de dos pequeños trozos de tela de lana de color negro o café oscuro unidos con dos cordones.
83. — ¿Cuál es el origen del Escapulario de Carmen?
Es Escapulario de Carmen se remonta a una aparición de la Virgen a San Simón Stock, Superior General de la Orden de los Carmelitas, el 16 de Julio de 1251, en Inglaterra.
84. — ¿Ganamos indulgencias si llevamos el Escapulario?
Si, ganamos indulgencias parciales si usamos devotamente el Escapulario. Y ganamos indulgencias plenarias en las fiestas de:
San Simón Stock, 16 de Mayo.
Nuestra Señor del Carmen, 16 de Julio
San Elías, profeta, 20 de Julio.
Santa Teresita del Niño Jesús, 1º de Octubre
Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre
Todos los Santos Carmelitas, 14 de Noviembre
San Juan de la Cruz, 14 de Diciembre.
85. — ¿En qué consiste el privilegio Sabatino?
El privilegio sabatino consiste en que la Virgen prometió al Papa Juan XXII, en el siglo XIV, que quienes llevaran el Escapulario en el momento de la muerte, Ella, como Madre de la misericordia, bajaría al Purgatorio el sábado siguiente y librarías sus almas para conducirlas al Cielo.
86. — ¿Qué condiciones se requiere para obtener el privilegio Sabatino?
Además de estar en estado de gracia a la hora de la muerte:
Tener impuesto el escapulario y llevarlo habitualmente;
Guardar castidad, conforme al estado actual de cada cual;
El rezo del Oficio Divino o el Oficio Parvo de la Virgen, o siete Padrenuestros con Avemaría y Gloria, o al menos tres Avemarías.
87. — ¿Se puede sustituir el escapulario por una medalla?
Si, una vez el Escapulario ha sido impuesto puede sustituirse por una medalla metálica que lleve por un lado la imagen el Sagrado Corazón y por el otro una imagen de la Virgen Santísima.
Las Romerías
88. — ¿Qué son las Romerías?
Las romerías son visitas que hacemos a alguna Ermita o Santuario dedicados a la Virgen.
89. — ¿Conoces algunos Santuarios dedicados a la virgen?
En cada país donde hay fieles católicos suele haber uno o varios Santuarios dedicados a la Virgen. Entre los más visitados se encuentran:
Nuestra señora de Altotting Alemania
Nuestra Señora de Luján Argentina
Nuestra Señora de Mariazell Austria
Nuestra Señora de Monteagudo Bélgica
Nuestra Señora de Copacabana Bolivia
Nuestra Señora de la Aparecida Brasil
Nuestra Señora de Chiquinquirá Colombia
Nuestra Señora de la Caridad del Cobre Cuba
La Virgen de los Vázquez Chile
Nuestra Señora de la Nube Ecuador
Nuestra Señora de Pilar España
Nuestra Señora de Lourdes Francia
La Virgen del Rosario Guatemala.
La Virgen de Suyapa Honduras.
Reina de Irlanda Irlanda.
Santa María la Mayor Italia.
Nuestra Señora de Líbano Líbano
Nuestra Señora de África Marruecos
Nuestra Señora de Czestochowa Polonia.
Nuestra Señora de Fátima Portugal.
Nuestra Señora de la Paz San Salvador
Nuestra Señora de Einsiedeln Suiza
Nuestra Señora de Coromoto Venezuela.
Nuestra Señora de Guadalupe México
Nuestra Señora de la Defensa Puebla México .
Manifestaciones de Amor a la Virgen
90. — ¿De qué manera podemos manifestar externamente nuestro amor a la Virgen?
Externamente podemos también manifestar nuestro amor a la virgen besando sus imágenes; llevando siempre con nosotros una pequeña imagen suya y colocando otra en la habitación donde dormimos y una en nuestro lugar de trabajo, para verla con frecuencia y acudir a Ella en nuestras necesidades; haciendo una inclinación de cabeza al pasar delante de una imagen suya en una Iglesia, etc.
Mes y días dedicados a la Virgen
91. — ¿Cuál es el mes dedicado a la Virgen de modo especial?
El mes dedicado a la virgen es el mes de mayo. Así lo dispuso la Iglesia.
92. — ¿Cuál es el día de la semana tradicionalmente dedicado a la Virgen?
El día dedicado a la Virgen, por una tradición antiquísima, es el sábado. En este día podemos tener presente a Nuestra Madre de forma especial, ofreciéndole algún pequeño sacrificio y dirigiendo una oración en su honor, por ejemplo, La Salve.
La Devoción a la Virgen
93. — ¿Qué dicen algunos santos acerca de la devoción a la Virgen?
Todos los santos amaron profundamente a la Virgen.
Algunos dijeron:
“La devoción a la Virgen es la llave del Paraíso” (S. Efrén).
“María es las esclava misteriosa por la cual Dios baja a la tierra y los hombres suben al Cielo” (S. Fulgencio)
«La Devoción a María es señal de salvación eterna” (San Bernardo)
«Dios no nos salvará sin la intercesión de María” (S. Jerónimo)
“María es la dispensadora de todas a las gracias y la gracia de nuestra salvación viene por sus manos” (S. Bernardino de Siena)
“La Protección de María es más grande y poderosa de lo que podemos nosotros entender” (S. Germán).
“El nombre de María es la alegría para el corazón, miel para los labios y la melodía para el oído de sus devotos” (S, Antonio de Padua)
94. — ¿Hemos de propagar la devoción a la virgen?
Sí, porque los buenos hijos hablan de su Madre, y porque la aman propagan su culto. “Los que trabajan en publicar las glorias de María tienen asegurado el Cielo “(San Buenaventura).
95. — ¿Qué dice el Concilio Vaticano II acerca de la Devoción a la Virgen?
Advierte el Concilio Vaticano II a todos los fieles de la Iglesia lo siguiente: “Que tengan muy en consideración las prácticas y los ejercicios hacia Ella recomendados por el Magisterio a lo largo de los siglos “(Const. Dogmática Lumen gentium, n, 67).
Santa María en América
Nuestra Señora de Altagracia, República Dominicana
Nuestra Señora del Divino Pastor, Trinidad y Tobago
Nuestra Señora de los Treinta y tres, Uruguay
Nuestra Señora del Coromoto, Venezuela
Nuestra Señora de Copacabana, Bolivia
Nuestra Señora de Aparecida, Brasil
Nuestra Señora del Rosario de Cabo, Canadá
Nuestra Señora de Chiquinquirá, Colombia
Nuestra Señora de los Ángeles, Costa Rica
Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Cuba
Nuestra Señora del Carmen, Chile
Nuestra Señora del Quiche, Ecuador
Inmaculada Concepción, España y Estados Unidos
Nuestra Señora de Luján, Argentina
Nuestra Señora de la Paz, El Salvador
Nuestra Señora del Rosario, Guatemala
Nuestra Señora de Fátima, Portugal, Guyana y Surinam
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Haití
Nuestra Señora de Soyapá, Honduras
Nuestra Señora de Guadalupe, México
Inmaculada Concepción del Viejo, Nicaragua
Santa María de la Antigua, Panamá
Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, Paraguay
Nuestra Señora del Pilar, Hispanoamérica y Filipinas
* * *
Fuente: Ponrencia sobre la «Historia de la Virgen presentada» en el Año de las Cumbres Mundiales en el Perú (2008), dentro de la Programación Nacioan de Formación y Capacitación Permanente (PRONAFCAP), Área de Educación Religiosa.
Juan 14, 6-14. Fiesta de Felipe y Santiago, apóstoles. El objetivo hacia el que debe orientarse nuestra vida es encontrar a Jesús, como lo encontró Felipe, tratando de ver en él a Dios mismo, al Padre celestial. Si no actuamos así, nos encontraremos sólo a nosotros mismos, como en un espejo, y cada vez estaremos más solos. En cambio, Felipe nos enseña a dejarnos conquistar por Jesús, a estar con él y a invitar también a otros a compartir esta compañía indispensable; y, viendo, encontrando a Dios, a encontrar la verdadera vida.
Jesús respondió a Tomás: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto». Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta». Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?. El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Hombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.
Primera lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios, 1 Cor 15, 1-8
Salmo: Sal 19(18), 2-5
Oración introductoria
Ven, Espíritu Santo, inspira este momento de oración, para descubrir o confirmar el camino, la verdad y el estilo de vida que me propone Cristo Resucitado y pueda vivir así, en plenitud, la voluntad de Dios.
Petición
Concédeme, Padre Bueno, vivir ese amor unitivo con Cristo, que Tú concedes a quienes te lo piden.
Meditación del Santo Padre Benedicto XVI
Hay otra ocasión muy particular en la que interviene Felipe. Durante la última Cena, después de afirmar Jesús que conocerlo a él significa también conocer al Padre (cf. Jn 14, 7), Felipe, casi ingenuamente, le pide: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta» (Jn 14, 8). Jesús le responde con un tono de benévolo reproche: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? (…) Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14, 9-11). Son unas de las palabras más sublimes del evangelio según san Juan. Contienen una auténtica revelación.
Al final del Prólogo de su evangelio, san Juan afirma: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha revelado» (Jn 1, 18). Pues bien, Jesús mismo repite y confirma esa declaración, que es del evangelista. Pero con un nuevo matiz: mientras que el Prólogo del evangelio de san Juan habla de una intervención explicativa de Jesús a través de las palabras de su enseñanza, en la respuesta a Felipe Jesús hace referencia a su propia persona como tal, dando a entender que no sólo se le puede comprender a través de lo que dice, sino sobre todo a través de lo que él es. Para explicarlo desde la perspectiva de la paradoja de la Encarnación, podemos decir que Dios asumió un rostro humano, el de Jesús, y por consiguiente de ahora en adelante, si queremos conocer realmente el rostro de Dios, nos basta contemplar el rostro de Jesús. En su rostro vemos realmente quién es Dios y cómo es Dios.
Audiencia General del miércoles, 6 de septiembre de 2006
Catecismo de la Iglesia Católica, CEC
IV La Iglesia es apostólica
857 La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple sentido:
— fue y permanece edificada sobre «el fundamento de los Apóstoles» (Ef 2, 20; Hch 21, 14), testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo (cf. Mt 28, 16-20; Hch 1, 8; 1 Co 9, 1; 15, 7-8; Ga 1, l; etc.).
— guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza (cf. Hch 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas a los Apóstoles (cf 2 Tm 1, 13-14).
— sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los Apóstoles hasta la vuelta de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, «al que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia» (AG 5):
«Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio (Prefacio de los Apóstoles I: Misal Romano).
La misión de los Apóstoles
858 Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, «llamó a los que él quiso […] y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3, 13-14). Desde entonces, serán sus «enviados» [es lo que significa la palabra griega apóstoloi]. En ellos continúa su propia misión: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21; cf. Jn 13, 20; 17, 18). Por tanto su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe», dice a los Doce (Mt 10, 40; cf, Lc 10, 16).
859 Jesús los asocia a su misión recibida del Padre: como «el Hijo no puede hacer nada por su cuenta» (Jn 5, 19.30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él (cf. Jn 15, 5) de quien reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla. Los Apóstoles de Cristo saben por tanto que están calificados por Dios como «ministros de una nueva alianza» (2 Co 3, 6), «ministros de Dios» (2 Co 6, 4), «embajadores de Cristo» (2 Co 5, 20), «servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1 Co 4, 1).
860 En el encargo dado a los Apóstoles hay un aspecto intransmisible: ser los testigos elegidos de la Resurrección del Señor y los fundamentos de la Iglesia. Pero hay también un aspecto permanente de su misión. Cristo les ha prometido permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28, 20). «Esta misión divina confiada por Cristo a los Apóstoles tiene que durar hasta el fin del mundo, pues el Evangelio que tienen que transmitir es el principio de toda la vida de la Iglesia. Por eso los Apóstoles se preocuparon de instituir […] sucesores» (LG 20).
Los obispos sucesores de los Apóstoles
861 «Para que continuase después de su muerte la misión a ellos confiada, [los Apóstoles] encargaron mediante una especie de testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y consolidaran la obra que ellos empezaron. Les encomendaron que cuidaran de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la Iglesia de Dios. Nombraron, por tanto, de esta manera a algunos varones y luego dispusieron que, después de su muerte, otros hombres probados les sucedieran en el ministerio» (LG 20; cf. San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios, 42, 4).
862 «Así como permanece el ministerio confiado personalmente por el Señor a Pedro, ministerio que debía ser transmitido a sus sucesores, de la misma manera permanece el ministerio de los Apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ser ejercido perennemente por el orden sagrado de los obispos». Por eso, la Iglesia enseña que «por institución divina los obispos han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió» (LG 20).
El apostolado
863 Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y de los Apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es «enviada» al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado». Se llama «apostolado» a «toda la actividad del Cuerpo Místico» que tiende a «propagar el Reino de Cristo por toda la tierra» (AA 2).
864 «Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la Iglesia», es evidente que la fecundidad del apostolado, tanto el de los ministros ordenados como el de los laicos, depende de su unión vital con Cristo (AA 4; cf. Jn 15, 5). Según sean las vocaciones, las interpretaciones de los tiempos, los dones variados del Espíritu Santo, el apostolado toma las formas más diversas. Pero la caridad, conseguida sobre todo en la Eucaristía, «siempre es como el alma de todo apostolado» (AA 3).
865 La Iglesia es una, santa, católica y apostólica en su identidad profunda y última, porque en ella existe ya y será consumado al fin de los tiempos «el Reino de los cielos», «el Reino de Dios» (cf. Ap 19, 6), que ha venido en la persona de Cristo y que crece misteriosamente en el corazón de los que le son incorporados hasta su plena manifestación escatológica. Entonces todos los hombres rescatados por él, hechos en él «santos e inmaculados en presencia de Dios en el Amor» (Ef 1, 4), serán reunidos como el único Pueblo de Dios, «la Esposa del Cordero» (Ap 21, 9), «la Ciudad Santa que baja del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de Dios» (Ap21, 10-11); y «la muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero» (Ap 21, 14).
Al final del Evangelio dice Jesús que aquello que pidamos en su nombre lo concederá. Que la primera petición sea justamente esa: Jesús, quiero estar contigo, permíteme conocerte más.
Diálogo con Cristo
Jesús, eres camino, camino al Padre. Jesús eres verdad, verdad de que podemos conocer a Dios y amarlo. Jesús eres vida, vida que da la paz, la alegría y la fuerza que tanto deseamos como Felipe.
Juan 14, 1-6. Viernes de la 4.ª semana del Tiempo de Pascua. Vivir y actuar para la gloria de Dios es la razón y el sentido de toda vida cristiana.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy». Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?». Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
Primera lectura: Libro de los Hechos de los Apóstoles, Hch 13, 26-33
Salmo: Sal 2, 6-11
Oración introductoria
Señor, sosteniéndome con tu gracia me das la vida y, porque me amas, quieres mostrarme el camino, la verdad y el estilo de vida que me puede llevar a la felicidad. Ilumina mi oración, aparta la distracción para que pueda experimentar tu presencia y tu cercanía.
Petición
Jesús, quiero ser dócil a tus inspiraciones, ¡ilumíname!
Meditación del Santo Padre Francisco
Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida. Cada vez que uno vuelve a descubrirlo, se convence de que eso mismo es lo que los demás necesitan, aunque no lo reconozcan… A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno… Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no puede engañar, el mensaje que no puede manipular ni desilusionar. Es una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor…
Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre; vivimos y actuamos «para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús buscó durante toda su existencia. Él es el Hijo eternamente feliz con todo su ser «hacia el seno del Padre» (Jn1,18). Si somos misioneros, es ante todo porque Jesús nos ha dicho: «La gloria de mi Padre consiste en que deis fruto abundante» (Jn 15,8). Más allá de que nos convenga o no, nos interese o no, nos sirva o no, más allá de los límites pequeños de nuestros deseos, nuestra comprensión y nuestras motivaciones, evangelizamos para la mayor gloria del Padre que nos ama.
Santo Padre Francisco: Nadie va al Padre, sino por mi
2044 La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. “El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios” (AA 6).
2045 Los cristianos, por ser miembros del Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo (cf Ef 1, 22), contribuyen a la edificación de la Iglesia mediante la constancia de sus convicciones y de sus costumbres. La Iglesia aumenta, crece y se desarrolla por la santidad de sus fieles (cf LG 39), “hasta que lleguemos al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo” (Ef 4, 13).
2046 Llevando una vida según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios, “Reino de justicia, de verdad y de paz” (Solemnidad de N. Señor Jesucristo Rey del Universo, Prefacio: Misal Romano). Esto no significa que abandonen sus tareas terrenas, sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor.
No soy católico por seguir unos mandamientos o creer en una doctrina, sino por seguir a una persona, que me ama. Jesús, quiero ocupar esa habitación que con tanto amor has preparado para mí. No permitas que sea indiferente a esta maravillosa verdad. Ayúdame a permanecer siempre cerca de Ti, por la frescura y la delicadeza de la vida de gracia, por los momentos de oración y por la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.
Propósito
Ayunar de pesimismo para crecer en la esperanza de que, con Cristo, puedo ser santo.
La montaña de Montserrat, en Cataluña, famosa entre las montañas por su rara configuración, ha sido desde tiempos remotos uno de los lugares escogidos por la Santísima Virgen para manifestar su maternal presencia entre los hombres. Bajo la advocación plurisecular de Santa María de Montserrat, la Madre de Dios y Madre de la Iglesia ha dispensado sus bendiciones sobre los devotos de todo el mundo que a Ella han acudido a través de los siglos. Pero su maternidad se ha dejado sentir más particularmente, desde los pequeños orígenes de la devoción y en todas las épocas de su desarrollo, sobre las tierras presididas por la montaña que levanta su extraordinaria mole en el mismo corazón geográfico de Cataluña. Con razón, pues, la Iglesia, por boca de León XIII, ratificando una realidad afirmada por la historia de numerosas generaciones, proclamó a Nuestra Señora de Montserrat como Patrona de las diócesis catalanas, señalando. asimismo una especial solemnidad litúrgica para honrar a la Santísima Virgen y darle gracias por todos sus beneficios bajo esta su peculiar advocación.
Aunque la devoción a la Virgen Santísima en Montserrat sea, con toda verosimilitud, bastante más antigua, consta, por lo menos, históricamente que en el siglo IX existía en la montaña una ermita dedicada a Santa María. El padre de la patria Wifredo el Velloso la cede, junto con otras tres ermitas de Montserrat, al monasterio de Santa María de Ripoll. Será un gran prelado de este monasterio, figura señera de la Iglesia de su tiempo, el abad Oliva, quien siglo y medio después, estableciendo una pequeña comunidad monástica junto a la ermita de Santa María, dará a la devoción el impulso que la habrá de llevar a la gran expansión futura.
El culto a Santa María en Montserrat queda concretado bien pronto en una imagen. La misma que veneramos hoy. La leyenda dice que San Lucas la labró con los instrumentos del taller de San José, teniendo como modelo a la misma Madre de Jesús, y que San Pedro la trasladó a Barcelona. Escondida por los cristianos, ante la invasión de los moros, en una cueva de la montaña de Montserrat, fue milagrosamente hallada en los primeros tiempos de la Reconquista y también maravillosamente dio origen a la iglesia y monasterio que se erigieron para cobijarla. En realidad, Santa María de Montserrat es una hermosa talla románica del siglo XII. Dorada y policromada, se presenta sentada sobre un pequeño trono en actitud hierática de realeza, teniendo al Niño sobre sus rodillas, protegido por su mano izquierda, mientras en la derecha sostiene una esfera. El Niño levanta la diestra en acto de bendecir y en su izquierda sostiene una piña. Rostro y manos de las dos figuras ofrecen la particularidad de su color negro, debido en buena parte, según opinión de los historiadores, al humo de las velas y lámparas ofrecidas por los devotos en el transcurso de varios siglos. Así es como la Virgen de Montserrat se cuenta entre las más señaladas Vírgenes negras y recibe de los devotos el apelativo cariñoso de Moreneta.
Presidida por esta imagen, la devoción a Santa María de Montserrat se extendió rápidamente por las tierras de Cataluña y, llevada por la fama de los milagros que se obraban en la montaña, alcanzó bien pronto a otros puntos de la Península y se divulgó por el centro de Europa. Las conquistas de la corona catalano-aragonesa la difunden hacia Oriente, estableciéndola sobre todo firmemente en Italia, en donde pasan de ciento cincuenta las iglesias y capillas que se dedicaron a la Virgen negra. Más tarde el descubrimiento de América y el apogeo del imperio hispánico la extienden y consolidan en el mundo entonces conocido. No sólo se dedican a Nuestra Señora de Montserrat las primeras iglesias del Nuevo Mundo, no sólo se multiplican allí los templos, altares, monasterios e incluso poblaciones a Ella dedicados, sino que la advocación mariana de la montaña sigue también los grandes caminos de Europa y llega, por ejemplo, hasta presidir la capilla palatina de la corte vienesa del emperador. Si para España, en los momentos de su plenitud histórica, la Virgen morena de Montserrat es la Virgen imperial que preside sus empresas y centra sus fervores marianos, la misma advocación de Santa María de Montserrat. se presenta en la historia de la piedad mariana como la primera advocación de origen geográfico que alcanza, con las proporciones de la época, un renombre universal.
Es interminable la sucesión de personalidades señaladas por la devoción a Santa María de Montserrat. Los santos la visitan en su santuario: San Juan de Mata, San Pedro Nolasco, San Raimundo de Peñafort, San Vicente Ferrer, San Luis Gonzaga, San Francisco de Borja, San José de Calasanz, San Benito Labre, el Beato Diego de Cádiz, San Antonio María Claret, y sobre todo San Ignacio de Loyola, convertido en capitán del espíritu a los pies de la Virgen negra. Los monarcas y los poderosos suben también a honrarla en su montaña: después del paso de todos los reyes de la corona catalano-aragonesa, con sus dignatarios y con sus casas nobles, el emperador Carlos V visita Montserrat no menos de nueve veces y Felipe II, igualmente devoto de Santa María, se complace en la conversación con sus monjes y sus ermitaños. Es conocida la muerte de ambos monarcas sosteniendo en su mano vacilante la vela bendecida de Nuestra Señora de Montserrat. Los papas se sienten atraídos por la fama de los milagros y el fervor de las multitudes y colman de privilegios al santuario y a su Cofradía. Esa agrupación devota, instituida ya en el siglo XIII para prolongar con sus vínculos espirituales la permanencia de los fieles en Montserrat, constituye uno de los principales medios para la difusión del culto a la Virgen negra de la montaña, hasta llegar a la recobrada pujanza de nuestros días. Las más diversas poblaciones tienen actualmente sus iglesias, capillas o altares dedicados a Nuestra Señora de Montserrat, desde Roma a Manila o Tokio, por ejemplo, pasando al azar por París, Lourdes, Buenos Aires, Jerusalén, Bombay, Nueva York, Florencia, Tánger, Praga, Montevideo o Viena. Los poetas y literatos de todos los tiempos forman también en la sucesión de devotos de Santa María de Montserrat: Alfonso el Sabio la dedica varias cantigas, el canciller de Ayala, Cervantes, Lope de Vega, Goethe, Schiller, Mistral, con los escritores catalanes en su totalidad, cantan las glorias de la Moreneta, de su santuario, de su montaña. Familias distinguidas y humildes devotos se honran en ofrecer sus donativos a la Virgen, para sostener la tradicional magnificencia de su culto, atendido desde los orígenes por los monjes benedictinos, y para cooperar al crecimiento y esplendor de la devoción. Es ésta una bella constante de la historia de Montserrat, desde las antiguas donaciones consignadas en los documentos más primitivos, pasando por el trono de catorce arrobas de plata ofrendado por la familia de los Cardona y el retablo policromado del altar mayor que costeó la munificencia de Felipe II, hasta el trono y la campana mayor de nuestros días, sufragados por fervorosa suscripción popular. También las familias devotas de todas las épocas han tenido un verdadero honor en que sus hijos consagraran los años de la niñez al servicio de Santa María, encuadrados en la famosa Escolanía o agrupación de niños cantores consagrados al culto, importante asimismo por la escuela tradicional de canto y composición que forman sus maestros, existente ya con seguridad en el siglo XIII y probablemente tan antigua como el santuario. Con sus actuaciones musicales, siempre tan admiradas, en la liturgia de Montserrat esos niños constituyen una de las notas más típicas e inseparables de la devoción a la Virgen negra, a cuya imagen aparecen íntimamente unidos en la realidad de su propia vida como en el sencillo simbolismo de las antiguas estampas y las modernas pinturas de Nuestra Señora de Montserrat.
A lo largo de más de mil años de historia, en el despliegue de un conjunto tan singular como el que forma la montaña con la ermita inicial, con el santuario y con el monasterio, la Santísima Virgen, en su advocación de Montserrat, ha recibido el culto de las generaciones y ha dispensado sus gracias, sensibles o tal vez ocultas, a quienes la han invocado con fervor. Hoy como nunca suben numerosas multitudes a Montserrat. Peregrinos en su mayoría, pero también no pocos movidos por respetuosa curiosidad. El lugar exige un viaje ex profeso, pero las estadísticas hablan de cifras que cada vez se acercan más al millón anual y que en un solo día pueden redondear fácilmente los diez o doce mil, con un porcentaje siempre acentuado de visitantes extranjeros. En Montserrat encuentran una montaña sorprendente, maravillosa por su configuración peculiar. Encuentran un santuario que les ofrece ciertos tesoros artísticos y humildes valores de espiritualidad humana y sobrenatural. Encuentran la magnificencia del culto litúrgico de la Iglesia, servido por una comunidad de más de ciento cincuenta monjes que consagran su vida a la búsqueda de Dios, a la asistencia de los mismos fieles, a la labor científica y cultural, a los trabajos artísticos. Hijos de San Benito, esos monjes oran, trabajan y se santifican santificando, esforzándose por corresponder a las justas exigencias del pueblo fiel, que confía en su intercesión y busca en ellos una orientación para la vida espiritual y también humana. Por su unión íntima con el monasterio, en fin, el santuario aparece caracterizado como el santuario del culto solemne, del canto de los monjes y especialmente de los niños; pero sobre todo como el santuario de la participación viva de los fieles en la liturgia, o, resumiendo la idea con frase expresiva, como el santuario del misal.
Todo esto encuentra el peregrino en Montserrat. Pero por encima de todas esas manifestaciones, y en el fondo de todas ellas, encuentra a la Santísima Virgen, la cual, como en tantos otros lugares de la tierra, aunque siempre con un matiz particular y distinto, ha querido hacerse presente en Montserrat.
En 1881 fue coronada canónicamente la imagen de Nuestra Señora de Montserrat. Era la primera en España que recibía esta distinción. El mismo León XIII la señalaba como Patrona de las diócesis catalanas y concedía a su culto una especial solemnidad con misa y oficio propios. Hasta entonces la fiesta principal del santuario había sido la de la Natividad de Nuestra Señora, el 8 de septiembre. En realidad, esta solemne fiesta no debía perder su tradicional significación. Todavía hoy conserva su carácter como de fiesta mayor, popular, del santuario. Pero una nueva festividad, con característica de patronal, venía a honrar expresamente a la Santísima Virgen en su advocación de Montserrat. Es la fiesta que no puede dejar de celebrar hoy todo buen devoto de la Virgen negra. Situada al principio como fiesta variable en el mes de abril, después de una breve fluctuación quedó fijada para el día 27. El misterio que la preside es el de la Visitación. En verdad, la Santísima Virgen visita en la montaña a los que acuden a venerarla y, como pide la oración de la solemnidad, les dispone para llegar a la Montaña que es Jesucristo.
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Oraciones a Nuestra Señora de Montserrat
¡Qué consuelo saber que tu Corazón está siempre abierto para quienes recurren a ti! Confiamos a tu tierno cuidado e intercesión a nuestros seres queridos y a todos los que se sienten enfermos, solos o heridos. Ayúdanos, Santa Madre, a llevar nuestras cargas en esta vida hasta que lleguemos a participar de la gloria eterna y la paz con Dios.
Amén.
Nuestra Señora de Montserrat, ruega por nosotros.
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Oh Madre Santa, Corazón de amor, Corazón de misericordia, que siempre nos escucha y consuela, atiende a nuestras súplicas.
Como hijos tuyos, imploramos tu intercesión ante tu Hijo Jesús.
Recibe con comprensión y compasión las peticiones que hoy te presentamos, especialmente [se hace la petición]. Amén.