Oración y novena para tener éxito en los estudios

Oración y novena para tener éxito en los estudios

El comienzo del curso escolar es un momento ideal para aprender oraciones que nos ayuden a tener éxito en nuestros estudios; y con más razón si estas oraciones de petición se hacen pidiendo la intercesión de san José de Cupertino, patrono de los estudiantes.

No obstante, para evitar cualquier equívoco, es imprescindible que sepamos qué entendemos exáctamente los católicos por oración de petición. Así pues, recomendamos: primero, la lectura del catecismo; y segundo, la exhortación del sacerdote o catequista cercano a ti.

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Oración

Querido Santo, purifica mi corazón, transfórmalo y hazlo semejante al tuyo, infunde en mí tu fervor, tu sabiduría y tu fe. Muestra tu bondad ayudándome y yo me esforzaré en imitar tus virtudes.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en la principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Amable protector mío, el estudio frecuentemente me resulta difícil, duro y aburrido. Tú puedes hacérmelo fácil y agradable. Esperas solamente mi llamada. Yo te prometo un mayor esfuerzo en mis estudios y una vida más digna de tu santidad.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Oh Dios, que dispusiste atraerlo todo a tu unigénito Hijo, elevado sobre la tierra en la Cruz, concédenos qué, por los méritos y ejemplos de tu Seráfico Confesor José, sobreponiéndonos a todas las terrenas concupiscencias, merezcamos llegar a El, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Novena

Recomendaciones para realizar la novena: Se debe realizar en nueve días, puede ser los nueve días antes del examen, los nueve primeros viernes de cada mes, etc. El lugar apropiado puede ser cualquiera, siempre que exista el ambiente apropiado para concentrarse y no distraerse en otras cosas; como es lógico, el más apropiado es el templo.

Por la señal…

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén

Señor mío Jesucristo…

Señor mio, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quién sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que los perdonareis, por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y servicio, hasta el fin de mi vida.

Amén.

Oración…

Gloriosísimo San José de Cupertino, protector de los examinandos, no desdeñéis las súplicas que os dirijo implorando vuestro auxilio en los exámenes de mis estudios.

Alcanzadme del Señor que, como verdadera fuente de luz y sabiduría, disipe las dos clases de tinieblas de mi entendimiento, el pecado y la ignorancia, instruyendo mi lengua y difundiendo en mis labios la gracia de su bendición.

Dadme agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, y en el momento del examen, gracia y abundancia para hablar, acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar, si así conviene a la mayor gloria de Dios y provecho de mi alma.

Amén.

 

Máximas y jaculatorias

Meditar a continuación las máximas y jaculatorias del día que corresponda.

Día primero

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Máxima: «El que tiene fe es señor del mundo».

Jaculatoria: San José de Cupertino, espejo de fe, ruega por mí.

Día segundo

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Máxima: «Quien tiene esperanza en todo lugar, no hace poco».

Jaculatoria: San José de Cupertino, espejo de esperanza, ruega por mí.

Día tercero

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Máxima: «Todo se debe hacer para volver propicia la misericordia divina hacia el prójimo».

Jaculatoria: San José de Cupertino, fuente de caridad, ruega por mí.

Día cuarto

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Máxima: «En cualquier tentación, no confiéis nunca en vosotros mismos; mas levantando la mirada al Crucifijo, apoyaos enteramente en el Salvador, y luego nada, temáis, que Dios no dejaré de seros fiel si vosotros permanecéis con El».

Jaculatoria: San José de Cupertino, modelo de humildad, ruega por mi.

Día quinto

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Máxima: «La obediencia es el más eficaz exorcismo contra el demonio».

Jaculatoria: San José de Cupertino, modelo de prudencia, ruega por mí.

Día sexto

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Máxima: «Quien tiene paciencia en todo lugar, no hace poco».

Jaculatoria: San José de Cupertino, modelo de paciencia, ruega por mí.

Día séptimo

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Máxima: «Los santos no se hacen en el Paraíso, sino en la tierra, por donde es necesario padecer en este mundo para poder gozar del Paraíso».

Jaculatoria: San José de Cupertino, ejemplo de penitencia, ruega por mí.

Día octavo

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Máxima: «Refugio de pecadores, Madre de Dios, acuérdate de mi».

Jaculatoria: San José de Cupertino, tesoro de gracia, ruega por mí.

Día noveno

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Máxima: «Siendo tú creado para amar y servir a Dios, te será pedida cuenta de si has amado a tu Creador».

Jaculatoria: San José de Cupertino, hoguera de amor de Dios, ruega por mí.

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Fuente original: www.sanjosecupertino.galeon.com

 

Santa Hildegarda de Bingen: una mujer muy moderna

Santa Hildegarda de Bingen: una mujer muy moderna

«Enriquecida con particulares dones sobrenaturales desde su tierna edad, Santa Hildegarda [1098-1179] profundizó en los secretos de la teología, medicina, música y otras artes, y escribió abundantemente sobre ellas, poniendo de manifiesto la unión entre la Redención y el Hombre.»

San Juan Pablo II

Décima y última hija de un matrimonio noble y próspero, de constitución débil y enfermiza, a los catorce años fue confiada para su educación a Jutta, hija del conde de Spanheim y reclusa en el monasterio de San Disibodo.

El monasterio había sido fundado no mucho tiempo atrás por el arzobispo Willigis de Maguncia para albergar a doce clérigos que se encontraban bajo su cuidado, y en 1108 su sucesor Ruthardo llamó a los benedictinos de la abadía de San Jacobo para habitarlo, lo que obligó a construir un nuevo monasterio; la jovencita Hildegarda vivió esas tareas, circunstancias que pueden haber influido en la concepción arquitectónica de sus visiones, y en los trabajos de construcción de su propio monasterio en San Ruperto. Junto a la edificación para los monjes, y siguiendo una costumbre de época, se puso un claustro para las monjas, una de cuyas dos ventanas daba a la iglesia; desde allí participaban de la celebración del Oficio Divino –tan importante en la vida benedictina–, que conjugaba admirablemente palabra y música: otra influencia fundamental moldeaba así desde temprano el espíritu de Hildegarda. Entre 1112 y 1115 profesa con votos perpetuos y a la muerte de Jutta, en 1136, es elegida abadesa de una comunidad que cuenta con diez religiosas.

Desde sus tres años de edad estuvo dotada del regalo de la visión divina sobre la que, cuando ya contaba más de setenta años, escribió al que sería su secretario, Guiberto de Gembloux, en la carta anteriormente mencionada:

«Y tal como el sol, la luna y las estrellas se reflejan en el agua, así en esta luz [la que ella llama ‘sombra de la luz viviente’] resplandecen para mí los escritos, los sermones, las virtudes y algunas obras de los hombres.
Todo lo que he visto o aprendido en esta visión lo guardo en mi memoria por mucho tiempo y lo recuerdo, porque alguna vez lo he visto y oído. Veo, oigo y conozco simultáneamente, y casi al mismo tiempo que conozco, aprendo. […] Y lo que escribo, lo veo y lo oigo en la visión, y no pongo otras palabras que aquellas que oigo […].
Pero mi alma jamás carece de la luz que llamo ‘sombra de la luz viviente’, y la veo como si contemplara el firmamento sin estrellas en una nube luminosa: en esa luz veo aquello de lo que hablo frecuentemente, y lo que respondo a quienes me interrogan procede del fulgor de la luz viviente.»

Tal es el origen de su sabiduría, de su don de profecía, del conocimiento de las almas; esta es su voz ante los hombres, la autoridad de sus respuestas, la confiada seguridad de sus acciones.

En 1141 recibe una visión que le ordena escribir cuanto ha visto y oído. Luego de dudas y resistencias castigadas con largos períodos de enfermedad, comenzó a escribir Scivias (Conoce los caminos de Dios), con la colaboración del monje Volmar, quien hasta su muerte (1173) será su secretario y amigo. A esta obra, que relata las visiones de la profetisa con ilustraciones de intenso cromatismo (la luz es un elemento fundamental en la vida y la obra de Hildegarda) realizadas por los monjes bajo su dirección, y que ponían en imágenes sus revelaciones, aludiremos luego. Pero algo quiero señalar ahora en cuanto a los dibujos: son inusitados para su época, audaces, y con ciertas características muy definidas, como por ejemplo la permanente presencia de zonas luminosas –habitualmente “fuego brillante”– y zonas oscuras –“fuego tenebroso”–; el rojo como color predominante; el uso de la forma circular para indicar la presencia de la divinidad, la actividad divina, la energía vital que anima al mundo entero, y la forma rectangular con la que se refiere a lo ordenado y estructurado.

Entre los años 1146 y 1147 escribe a San Bernardo en busca de comprensión y seguridad, y él le contesta de manera un tanto impersonal, pero la alienta y recomienda su trabajo al Papa cisterciense Eugenio III quien, enterado del asunto, había enviado una comisión a Disibodenberg para examinarla. Los informes son favorables, y el propio pontífice, que se encuentra presidiendo un sínodo en Tréveris, lee públicamente un fragmento de Scivias y la exhorta a continuar escribiendo. A partir de ese momento comienza para la abadesa, que cuenta ya con cincuenta años, una etapa de actividad febril: cartas de diversa índole y destinatarios, visitas que recibe y las que realiza fuera del monasterio, la composición musical… y, en 1150, la fundación de su propio monasterio en San Ruperto, circunstancia que le trajo muchos problemas con su anterior convento, que no quería dejarla marchar por motivos de conveniencia económica, y de prestigio. Hildegarda era un foco de atracción del que no querían desprenderse.

 

Su correspondencia

Podríamos ya aquí detenernos en algunos puntos, como por ejemplo, en su correspondencia. Variados son los temas: dirección espiritual, respuestas a preguntas de diversa índole, solución de problemas de vida o bien de cuestiones intelectuales (el maestro de teología y más tarde obispo Odo de Soissons, por ejemplo, la consulta: “Tenemos la confianza de pedirte algo: muchos sostienen que la paternidad y la divinidad de Dios son atributos de Dios, pero no son Dios mismo. No tardes en exponernos y transmitirnos lo que sepas de esto desde lo celestial.” Se trata de una tesis de Gilberto de la Porrée, discutida por entonces en las escuelas y en el concilio de Reims). También son diversos los destinatarios (reyes, nobles, Papas, estudiosos, prelados, monjes y monjas, laicos), y la procedencia geográfica de los corresponsales de la abadesa. Pero ella es siempre la misma persona inspirada por el amor a la Verdad y al Bien, que procura las obras de la Justicia. Así, al emperador Federico Barbarroja le escribe:

«Oh rey, sé el soldado, el caballero armado que combate valientemente al demonio, para que no te disperses y que tu reino terrestre no haya de sufrir. […] Rechaza la avaricia, escoge la abstinencia, eso que el Rey de reyes en verdad ama. Pues es muy necesario que tú seas prudente en toda ocasión. En efecto, en visión mística yo te veo viviendo toda suerte de trastornos y contrariedades a los ojos de tus contemporáneos; sin embargo tendrás, en el tiempo de tu reinado, cuanto conviene para los asuntos terrenales. Ten cuidado entonces de que el Soberano Rey no te derribe a tierra a causa de la ceguera de tus ojos, que no ven cómo usar rectamente el cetro de tu reino que tienes en tu mano. Sé tal que la gracia de Dios no te falte jamás.»

Asombra la libertad con que esta monja, que se describe a sí misma como una frágil mujer, enfermiza y angustiosamente insegura, se dirige a ese hombre robusto y sólido, al poderoso soberano que, asombrosamente también, con tanto respeto la recibe. En efecto, recientemente elegido emperador Federico I Barbarroja, quiso entrevistarse con Hildegarda en el palacio de Ingelsheim, y desde entonces conservó en todo momento una actitud deferente hacia ella y la apoyó en todas sus dificultades, a pesar de las reconvenciones que le dirigirá la abadesa con motivo de sus enfrentamientos con el Papado. Pero también al Papa Anastasio IV, quien le ha escrito saludándola y felicitándola por los dones que Dios le ha concedido, le responde con duras expresiones por su indolencia frente a los desórdenes del clero y a la impunidad que parecen gozar los cátaros:

«Oh hombre, que te has cansado de reprimir la jactancia de los hombres soberbios que se han puesto bajo tu protección, ¿por qué no haces revivir a los náufragos que no pueden emerger de sus dificultades si no reciben ayuda? ¿Y por qué no cortas tú la raíz del mal que ahoga las hierbas buenas y útiles, las que tienen gusto dulce y suave olor? Tú descuidas a la hija del rey, es decir, la justicia, amada por los poderes superiores y que te había sido confiada. Tú permites que esta hija del rey sea arrojada a tierra, que la diadema y el ornamento de su túnica sean destrozados por la grosería de las costumbres extrañas de esos hombres que ladran como los perros y que, como los gallos que a veces intentan cantar de noche, emiten el necio llamado de su voz […].»

Indudablemente no se andaba con vueltas la abadesa. Me parece igualmente interesante traer expresiones de alguna de las tantas cartas que le fueron dirigidas. Así, la de Felipe de Alsacia, conde de Flandes, hombre cruel, ambicioso y remiso en el cumplimiento de sus deberes para con la Iglesia, pero que no desdeña recurrir a Hildegarda y lo hace en estos términos:

«Vuestra santidad habrá sabido que estoy pronto para hacer todo lo que pueda para complaceros, pues vuestra conversación santa y vuestra vida muy recta han resonado muy frecuentemente en mis oídos con suavísimo renombre. […] Se aproxima para mí el tiempo en que debo emprender el camino de Jerusalén […]. Os pido entonces humildemente que, de acuerdo a lo que os ha concedido la misericordia divina, preguntéis a Dios qué debo hacer, y que por el portador de esta carta tengáis a bien decirme vuestro consejo, qué debo hacer y cómo, para que el nombre de la cristiandad sea exaltado en mi tiempo, y se rechace la dura ferocidad de los Sarracenos, y si será útil para mí que yo permanezca en esa tierra o bien que regrese. Bienvenida en Cristo, hermana amada, y sabed que mucho deseo escuchar vuestro consejo, y que tengo la más grande confianza en vuestras oraciones.»

Notable carta, que muy a las claras manifiesta el predicamento de que gozaba Hildegarda entre sus contemporáneos.

 

Sus escritos: la medicina

Entre los años 1151 y 1158 terminó de escribir Scivias y elaboró sus escritos médicos: Liber simplicis medicinae o Physica, y el Liber compositae medicinae, Causae et curae, en los que trata de los elementos de la naturaleza; de las divisiones de las cosas creadas; del cuerpo humano y sus alimentos; de las causas, síntomas y tratamientos de las enfermedades y, además, propone y trabaja finamente una tipología femenina según los cuatro temperamentos tradicionales, pero distinguiendo entre varón y mujer y relacionando sus observaciones con las características sexuales de uno y otro. o

También toma en cuenta para su análisis la condición social y la educación de la mujer, y lo mismo hace cuando aborda el estudio del amor humano –que valora grandemente, en contraste con la opinión de su época– combinando características fisiológicas y psíquicas. Tratamiento audaz, innovador y realista del tema, por cierto. En su libro Hildegarde de Bingen. Conscience inspirée du XIIe siècle, la medievalista Régine Pernoud se refiere a este tópico de los conocimientos médicos de nuestra monja, y nos recuerda que el interés por la medicina y su práctica no era ajeno a las preocupaciones de una abadesa benedictina del siglo XII, pues formaba parte de sus responsabilidades al frente del monasterio el cuidado de la salud de quienes estaban a su cargo. Pero los trabajos de Hildegarda presentan otro enfoque, ya que ella buscaba en todo momento establecer relaciones entre lo producido por la naturaleza y los seres humanos, cuyo equilibrio y salud le importaban en primer término. Y esto es lo que ha interesado a los hombres de nuestro tiempo, haciendo de ella una mujer muy contemporánea.

Adelantándose a la homeopatía, a las flores de Bach y a otras manifestaciones medicinales, al describir plantas, animales, piedras Hildegarda se detiene en las cualidades y en su propiedad curativa, ya que el uso del elemento en que se halle la cualidad faltante a la persona enferma restablecerá el equilibrio perdido y le devolverá la salud. Por otra parte, conocedora de su interacción no separa los estados anímicos de los males corporales, trabajando ambos en la curación del enfermo. Busca en algunas plantas el medio para curar la melancolía, que fundamentalmente proviene de la bilis negra mal eliminada; por eso se producen alteraciones en el metabolismo, y se cae en la depresión. De la bilis provienen, además, los ataques de gota o los de reumatismo, y los accesos de cólera. La abadesa da una serie de prescripciones para eliminar la bilis: comidas bien preparadas –destaca la importancia de un buen régimen alimenticio–, y también algún medicamento, como la rosa mezclada con salvia en una muy pequeña proporción, reducidas ambas a polvo: en los casos de cólera, poner bajo la nariz de la persona afectada, pues la salvia apacigua, y la rosa alegra. ¿No estamos acaso ante la aromaterapia?

Hildegarda vincula la enfermedad a la maldad, y dice que aquella sería producto de esta, a la que presenta como un desarreglo interior, una quiebra de la belleza y la armonía interiores que constituyen la salud del hombre y su estado natural. Por eso, la preservación de la salud es una tarea cotidiana de vigilancia, que involucra al espíritu y al cuerpo juntamente. En esa consideración psicosomática da gran importancia a la alimentación, que incluye el ayuno –alivianado con cocimientos de legumbres, jugo de frutas y tisanas variadas– purificador del organismo, el cual debe hacerse con cierta periodicidad, a fin de eliminar los excesos y recuperar el equilibrio y la consiguiente calma. Mucho quedaría por decir sobre la medicina de Hildegarda, pero será en otro lugar. Sigamos, pues, adelante.

 

La música

También compuso por entonces la Symphonia armoniae caelestium revelationum (Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales), ciclo de unas setenta canciones litúrgicas –antífonas, secuencias, responsorios, himnos– dedicado a Dios Padre, la Virgen y el Hijo, el Espíritu Santo, los coros angélicos y los santos. La Dra. Nancy Fierro (Colegio del Monte Sta. María, Los Ángeles, California) nos recuerda que, para esta singular compositora, la música es un medio privilegiado: para recrear la armonía que el hombre pierde muchas veces al día, para dirigir nuevamente hacia el cielo los corazones que han perdido su camino, para centrarlos en Dios como su punto de referencia. Al cantar y ejecutar música se integran espíritu, corazón y cuerpo, se pacifican las discordias, se celebra la vida y se tributa alabanza a Dios. Si bien algunas obras de Hildegarda adoptan el estilo del canto llano o gregoriano, como los Cantos para la fiesta de Santa Úrsula, la mayoría de ellas se caracteriza por desenvolverse tocando los extremos de un registro muy ancho, dilatando y contrayendo las frases melódicas para crear las bóvedas o arcos de elevación, con contornos a veces angulares, todo lo cual representa no poca dificultad para los cantantes. Más tarde tendremos oportunidad de volver sobre el significado de la música para Hildegarda. Por ahora, veamos cómo transcurría su vida en esa etapa que se inicia con la fundación de su monasterio en Rupertsberg, superadas las desinteligencias y trabas que encontrara en Disibodenberg.

Tres giras de predicaciones tienen lugar entre 1158 y 1163 y clero y pueblo escucharán admirados a esa monja que les predica en las iglesias y en las plazas. Esta es una faceta muy interesante de la personalidad de Hildegarda, un hecho singular, como ya hemos dicho, que conocemos a través de la correspondencia a que dio lugar. Su presencia era solicitada por los sacerdotes y sus obispos, y también por los abades de los monasterios, conocedores todos ellos de su fama cimentada en su carácter de visionaria, en su vasta cultura –que ella afirmaba no poseer– y en la claridad de su vida. Pero Hildegarda, si bien respondía a los requerimientos, no los sentía como un halago sino como una misión, y hablaba sin concesiones, advirtiendo al clero su negligencia en lo que hacía a practicar el bien y enseñarlo, y señalando los males que aquejaban a la Cristiandad, interpretándolos como advertencias divinas para la conversión, antes del castigo.

 

El mundo, creación divina. El hombre como microcosmos

Los viajes y las predicaciones alternaron con la escritura de su segunda obra profética, el Liber vitae meritorum (Libro de los méritos de la vida), descripción de la vida cristiana en términos del combate espiritual entre virtudes y vicios que retoma el tema de la Psicomaquia de Prudencio (siglo IV), pero en el contexto de una visión cristológica; y con el comienzo de la tercera: Liber divinorum operum (Libro de las obras divinas), que finalizaría diez años después, verdadera teología del macrocosmos y del hombre como microcosmos –ambos en íntima correspondencia expresada en forma de paralelismos–, del hombre como cima de la creación divina y espejo del esplendor del mundo. También esta obra, al igual que Scivias, está profusamente ilustrada en el manuscrito Lucca, del siglo XIII, pero no es segura la autoría de Hildegarda en este caso, por la disparidad que a veces se observa entre la visión y el dibujo que la ilustra; sin embargo, se maneja la hipótesis de que pudieron existir bocetos de la monja, que habrían servido de modelo a los responsables de la edición. La atención a la naturaleza con una mirada que busca lo divino en ella es característica del siglo XII. El P. Chenu –según refiere Mateo Fox, O.P.– habla del descubrimiento del carácter sacramental del universo, percibido como una totalidad en la que el todo penetra cada una de sus partes: “Dios lo concibió como un único ser viviente”, dice. En Scivias, Hildegarda pinta al mundo como un huevo cósmico, subrayando la idea de esa totalidad como algo orgánico, vivo, en crecimiento, dinamismo opuesto al universo estático de Platón. En su explicación de la visión alienta el origen divino de la creación, eterna en el seno de la Trinidad y desplegada en el tiempo; la simbología es profusa, característica de todas sus visiones y acorde a su condición de profetisa. Pero en el Libro de las obras divinas el universo tiene la forma de una esfera, figura que le permite un mejor manejo de las proporciones, en relación con las del cuerpo humano (dos dibujos de Hildegarda nos recuerdan, con cuatro siglos de anticipación, el famoso estudio sobre las proporciones del cuerpo humano, de Leonardo da Vinci). Sin embargo, no es precisamente con esos dibujos que se abre el Libro de las obras divinas, sino con una figura humana de pie, con tres cabezas y cuatro alas pintadas de color escarlata. El comentario que la acompaña dice: (

«La figura hablaba en estos términos: ‘Yo soy la energía suprema, la energía ígnea. Soy yo quien ha inflamado cada chispa de vida, y nada mortal ha salido de mí. Yo decido sobre toda realidad. Con mis alas superiores, es decir, con la sabiduría, sobrevuelo el círculo terrestre envolviéndolo, y lo ordeno con justicia. […] En el hombre florece toda la obra de Dios. En el hombre, a quien creó a Su imagen y a Su semejanza, y en quien inscribe –guardando la proporción debida– la totalidad de las criaturas. […] Esa vida que se mueve y obra es Dios. […] La tierra es la materia de la cual Dios hizo al hombre. Si penetro las aguas con mi luz, así el alma penetra el cuerpo todo entero, como el agua penetra la tierra entera. Si soy luz ardiente en el sol y en la luna, así es la inteligencia: ¿no son acaso las estrellas las innumerables palabras de la inteligencia? Y si con mi soplo, como una vida invisible que lo sostiene, despierto el universo a la vida, así por el aire y por el viento subsiste todo lo que nace y crece, sin dejar de ser lo que es ‘[…] Y nuevamente escucho que desde el cielo me dice: ‘Cuando Dios considera al hombre, Le place mucho, porque lo ha creado a Su imagen y según Su semejanza, ya que el hombre tiene que proclamar, por el instrumento de su voz racional, la totalidad de las maravillas divinas. Pues el hombre es la plenitud de la obra divina, y Dios es conocido por el hombre porque Dios creó para él todas las criaturas, y porque le concedió, en el beso del verdadero Amor, proclamarlo por la razón, y alabarlo. Pero le faltaba al hombre una ayuda semejante a él: Dios le dio esta ayuda en el espejo que es la mujer. Esta contiene asimismo todo el género humano que debía desarrollarse en la energía de la fuerza divina, como con esta energía Él había producido al primer hombre. Y así el hombre y la mujer se unen para cumplir juntamente su obra, pues el hombre sin la mujer no se llamaría hombre, ni la mujer sin varón sería llamada mujer. La mujer es la obra del hombre, el hombre es la visión de la consolación femenina, y ninguno de ellos puede ser sin el otro. El hombre significa la divinidad, la mujer la humanidad del Hijo de Dios.”

Maravillosa concepción del hombre y de la mujer, y de su mutua relación que, unidas al profundo sentimiento del mundo como creación divina, se hacen presentes en sus escritos de 1164 contra los cátaros, a pedido de los prelados de Maguncia.

 

Escribe, predica, cura, funda…

Entretanto, no es fácil imaginar cómo, pero lo cierto es que Hildegarda se da tiempo también para otras actividades: atiende consultas de orden espiritual, cura enfermos, funda en 1165 el monasterio de Eibingen –que visita dos veces por semana– y continúa escribiendo. Las Vidas (de San Disibodo y de San Ruperto), la Expositio Evangeliorum (cincuenta homilías sobre los Evangelios), 38 Solutiones Quaestionum (respuestas a cuestiones sobre textos de la Sagrada Escritura, propuestas por los monjes de Villers a través de Guiberto de Gembloux), son algunos títulos de la vasta producción de la religiosa.

A propósito de la curación de enfermos, hay un caso interesante de relatar, por los medios de los que se vale la abadesa. Hacia el año 1169 unos monjes le escribieron pidiéndole ayuda para Sigewisa, joven mujer poseída por el demonio. Hildegarda supo (“vi y oí la respuesta”) que no puede haber posesión diabólica sino obsesión, trastorno, locura; y no pudiendo acudir personalmente a causa de una enfermedad, les escribió:

«Escuchad entonces, no una respuesta de hombre, sino la de Aquel que vive. Escoged siete sacerdotes a quienes recomienden los méritos de sus vidas, en el nombre y en el orden de Abel, Noé, Abraham, Melquisedec, Jacob y Aarón, los cuales ofrecieron un sacrificio al Dios viviente, y el séptimo en el nombre de Cristo, quien se ha ofrecido sobre la cruz a Dios Padre. Después de ayunos, flagelaciones, plegarias, limosnas y celebraciones de misas, con intención humilde, vestiduras sacerdotales y sus estolas vengan hacia la paciente y pónganse en círculo a su alrededor, cada uno con una vara en su mano, figura del bastón con el que Moisés en Egipto golpeó el Mar Rojo y la piedra, según el mandato de Dios; para que Dios, al igual que allí mostró sus milagros mediante el bastón, rechace aquí por los bastones a este enemigo tan malvado, y Dios sea glorificado. […] Estos sacerdotes serán siete, figurando los dones del Espíritu Santo, a fin de que el Espíritu de Dios, que en el principio se encontraba por encima de las aguas y que inspira el soplo de vida en el rostro del hombre, espire al espíritu inmundo del hombre fatigado.»

La prescripción de Hildegarda surtió efecto por un tiempo, pero luego la mujer volvió a padecer, y los monjes solicitaron a la abadesa que la recibiera, lo que finalmente hizo: “Nos ha asustado la llegada de esta mujer. […] Pero Dios tuvo a bien enviar sobre nosotros el rocío de su dulzura, y hemos podido hacerla entrar y alojarla en la casa de las hermanas sin la ayuda de los hombres. Y después no nos hemos separado de ella, a despecho del horror o de la confusión con que el demonio nos confundía por culpa de nuestros pecados, y a pesar de los nombres odiosos y ridículos con los que pretendía nombrarnos, y del comportamiento de la pobre mujer, y de su pésimo aliento”. Mientras tanto, todo el convento rezaba, ayunaba, daba limosna, desde la Purificación de María (2 de febrero) hasta el Sábado Santo, día en que finalmente y en medio de grandes manifestaciones, la enferma se alivió. La primera parte del tratamiento tenía una presentación dramática que debió causar fuerte impacto en la mente impresionable de la trastornada joven. Luego, la compañía indeficiente de Hildegarda le permitió descargar con gritos, furia y violencia cuanto la oprimía y desbordaba, tornándose entonces receptiva ante las palabras y las actitudes de la abadesa, que poco a poco la llevaron a tranquilizarse y a recuperar la salud del alma y del cuerpo. Armanda Guiducci, al relatar este caso, habla de una puesta en escena de un psicodrama, otros aluden a un exorcismo, pero creo que ambas interpretaciones bien pueden ir de la mano de nuestra inspiradamente moderna abadesa.

En 1173, poco después de su cuarta gira, fallece su secretario Volmar; duro golpe para Hildegarda, que por añadidura tiene otra vez discusiones con los monjes de Disibodenberg por la provisión de un nuevo amanuense. Finalmente, le envían a Godofredo, quien muere al poco tiempo. Viene a ella entonces Guiberto de Gembloux, con quien la anciana monja ya mantenía correspondencia (la famosa carta De modo visionis suae, en respuesta a un pedido del religioso).

 

Que el cuerpo, unido al alma, cante de viva voz…

Ochenta años tiene ya Hildegarda cuando se ve obligada a afrontar una sentencia de interdicción, pronunciada por los prelados de Maguncia y confirmada en primera instancia por el arzobispo Christian, dada su negativa a exhumar el cadáver de un noble sepultado en el cementerio de Rupertsberg. El hombre había sido excomulgado, pero antes de morir se había reconciliado con la Iglesia y había recibido los sacramentos, hecho que por lo visto los prelados desconocían. Ante la actitud de estos la abadesa se dirigió al lugar de la sepultura, con su báculo trazó sobre ella la señal de la cruz, y luego quitó todo indicio que permitiera individualizarla, para evitar la profanación. Acto seguido comenzó en el monasterio un tiempo de privación de los sacramentos… y del Oficio Divino al modo benedictino, esto es, cantado. Esta dolorosísima situación le dio oportunidad para dirigir una carta a dichos hombres de la Iglesia, en la que les reprocha la medida tomada, y expone su concepción de la música como medio para recuperar el paraíso perdido y, en él, la voz de la alabanza a Dios:

«Para que, en lugar de acordarse de su destierro, los hombres se acordasen de la dulzura y alabanza divinas que antes de su caída alegraban a Adán en la compañía de los ángeles, y para atraerlos hacia ellas, los santos profetas […] no solo compusieron los salmos y cánticos que cantaban para encender la devoción de sus oyentes, sino que también crearon instrumentos musicales de distintas clases con los que producían melodías variadas. Y lo hicieron para que, tanto por el aspecto exterior y las particularidades de esos instrumentos como por el sentido de las palabras que recitaban acompañándose de ellos, sus oyentes, debidamente advertidos y dispuestos por los elementos exteriores, aprendieran algo sobre su realidad interior. A estos santos profetas los imitaron los estudiosos y los sabios, e inventaron con su arte cierta clase de melodías humanas a fin de cantarlas para el deleite del alma […], recordando que en la voz de Adán, antes de su caída, residía toda la armonía y toda la dulzura del arte musical . […] Pero el que lo había engañado –el diablo–, al oír que el hombre había comenzado a cantar por inspiración de Dios y que por ello se transformaría y recordaría la dulzura de los cánticos de la patria celestial, y viendo así que sus perversas maquinaciones fracasarían, se asustó de tal modo que desde entonces no ha dejado de perturbar o impedir la proclamación, la belleza y la dulzura de la alabanza divina y de los cánticos espirituales.
[…]
Por eso vosotros y todos los prelados tenéis que andaros con muchísimo cuidado antes de cerrar con vuestro mandato la boca de una asamblea que canta a Dios […]. Velad para que Satán, que arranca al hombre de la armonía celestial y de las delicias del Paraíso, no os engañe en vuestros juicios. El cuerpo es el vestido del alma que da vida a la voz. Por eso conviene que el cuerpo unido al alma cante de viva voz las alabanzas de Dios. Y puesto que al escuchar algún canto el hombre a menudo suspira y gime porque recuerda la armonía celestial, el profeta [David], considerando atentamente la naturaleza profunda del espíritu y sabiendo que el alma es sinfónica, nos exhorta en un salmo a que proclamemos al Señor con la cítara y toquemos el salterio de diez cuerdas: la cítara, que suena en un tono más bajo, para incitar a la disciplina del cuerpo; el salterio, que emite un sonido más agudo, para alentar el esfuerzo del espíritu; las diez cuerdas, para el cumplimiento de la Ley.»

La música ya estaba presente en la primera obra de Hildegarda, Scivias, que finaliza con un esbozo de drama musical cuyo tema es moral: la lucha del hombre que peregrina en la tierra, acechado por el demonio y defendido por las virtudes, hasta que victorioso llega al Cielo. Hacia 1152 el esbozo tendrá forma acabada en Ordo virtutum (El drama de las virtudes), el más antiguo drama litúrgico cantado (a excepción de los textos que corresponden al demonio, quien por su espíritu opuesto a toda armonía no puede cantar), que habría sido estrenado en la dedicación de la iglesia del monasterio en Rupertsberg. La música está presente durante toda la vida de Hildegarda, que por ella eleva su última voz.

Pero la carta no tuvo buena acogida entre los prelados, y debió pasar casi un año para que el arzobispo, ahora debidamente enterado de todo, levantara la medida. Fatigada por los muchos años y los muchos trabajos, seis meses después, el 17 de septiembre de 1179, Hildegarda perdió su voz en aquella voz de Adán y alabó al Señor en el paraíso finalmente recuperado.

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Conferencia pronunciada el 17 de septiembre de 1998

Institución Cultural Argentino-Germana

Enlace al artículo completo, con fuentes, anotaciones y bibliografía.

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Santa Hildegarda de Bingencompositora, poeta, naturalista, fundadora de conventos, teóloga, predicadora, taumaturga y exorcista

 

El gusto de vivir – Las «bienaventuranzas» de Tomás Moro

El gusto de vivir – Las «bienaventuranzas» de Tomás Moro

«El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral»

Tomás Moro

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Santo Tomás Moro nació en Londres en 1477. Recibió una excelente educación clásica, graduándose de la Universidad de Oxford en abogacía. Su carrera en leyes lo llevó al parlamento. En 1505 se casó con su querida Jane Colt con quien tuvo un hijo y tres hijas. Jane muere joven y Tomás contrae nuevamente nupcias con una viuda, Alice Middleton.

Hombre de gran sabiduría, reformador, amigo de varios obispos.

En 1516 escribió su famoso libro «Utopía». Atrajo la atención del rey Enrique VIII quién lo nombró a varios importantes puestos y finalmente «Lord Chancellor», canciller, en 1529. En el culmen de su carrera Tomás renunció, en 1532, cuando el rey Enrique persistía en repudiar a su esposa para casarse, para lo cual el rey se disponía a romper la unidad de la Iglesia y formar la iglesia anglicana bajo su autoridad.

Santo Tomás pasó el resto de su vida escribiendo sobre todo en defensa de la Iglesia. En 1534, con su buen amigo el obispo y santo Juan Fisher, rehusó rendir obediencia al rey como cabeza de la iglesia. Estaba dispuesto a obedecer al rey dentro de su campo de autoridad que es lo civil pero no aceptaba su usurpación de la autoridad sobre la Iglesia. Tomás y el obispo Fisher se ayudaron mutuamente a mantenerse fieles a Cristo en un momento en que la gran mayoría cedía ante la presión del rey por miedo a perder sus vidas. Ellos demostraron lo que es ser de verdad discípulos de Cristo y el significado de la verdadera amistad. Ambos pagaron el máximo precio ya que fueron encerrados en La Torre de Londres. Catorce meses mas tarde, nueve días después de la ejecución de San Juan Fisher, Sto. Tomás fue juzgado y condenado como traidor. El dijo a la corte que no podía ir en contra de su conciencia y decía a los jueces que «podamos después en el cielo felizmente todos reunirnos para la salvación eterna».

Ya en el andamio para la ejecución, Santo Tomás le dijo a la gente allí congregada que el moría como «El buen servidor del rey, pero primero Dios». Nos recuerda las palabras de Jesús: «Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios». Fue decapitado el 6 de julio de 1535. Su fiesta es el 22 de junio.

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El gusto de vivir

Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse.

Felices los que saben distinguir una montaña de una piedrita, porque evitarán muchos inconvenientes.

Felices los que saben descansar y dormir sin buscar excusas porque llegarán a ser sabios.

Felices los que saben escuchar y callar, porque aprenderán cosas nuevas.

Felices los que son suficientemente inteligentes, como para no tomarse en serio, porque serán apreciados por quienes los rodean.

Felices los que están atentos a las necesidades de los demás, sin sentirse indispensables, porque serán distribuidores de alegría.

Felices los que saben mirar con seriedad las pequeñas cosas y tranquilidad las cosas grandes, porque irán lejos en la vida.

Felices los que saben apreciar una sonrisa y olvidar un desprecio, porque su camino será pleno de sol.

Felices los que piensan antes de actuar y rezan antes de pensar, porque no se turbarán por los imprevisible.

Felices ustedes si saben callar y ójala sonreir cuando se les quita la palabra, se los contradice o cuando les pisan los pies, porque el Evangelio comienza a penetrar en su corazón.

Felices ustedes si son capaces de interpretar siempre con benevolencia las actitudes de los demás aún cuando las apariencias sean contrarias. Pasarán por ingenuos: es el precio de la caridad.

Felices sobretodo, ustedes, si saben reconocer al Señor en todos los que encuentran entonces habrán hallado la paz y la verdadera sabiduría.

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Fuente original de la biografía de Santo Tomás Moro

Fuente original de la obra: El gusto de vivir

 

Evangelio del día: Fiesta de la Natividad de Nuestra Señora

Evangelio del día: Fiesta de la Natividad de Nuestra Señora

Mateo 1, 1-16.18-23. Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen. Dios ha predestinado a la Virgen María a estar íntimamente asociada a la vida y a la obra de su Hijo unigénito. Por esto la ha santificado, de manera admirable y singular, desde el primer momento de su concepción, haciéndola «llena de gracia» (cf. Lc 1, 28); la ha hecho conforme con la imagen de su Hijo: una conformidad que, podemos decir, fue única, porque María fue la primera y la más perfecta discípulo del Hijo.

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Aram; Aram, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboam; Roboam, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Joram; Joram, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatam; Joatam, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia. Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacim; Eliacim, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquim; Aquim, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no han vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: «La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel», que traducido significa: «Dios con nosotros».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Miqueas, Miq 5, 1-4a

Salmo: Sal 13(12), 6

Oración introductoria

A María el Evangelio la llama bienaventurada, porque siempre creyó en el cumplimiento de la Palabra. Te suplico, Señor, que tu Santísima Madre, cuyo nacimiento celebramos hoy, interceda por mí para que sepa escucharte y creer en lo que hoy me quieres decir.

Petición

Dios mío, aumenta mi fe, para poder imitar a María en su fidelidad.

Meditación de san Juan Pablo II

Esta festividad mariana es toda ella una invitación a la alegría, precisamente porque con el nacimiento de María Santísima Dios daba al mundo como la garantía concreta de que la salvación era ya inminente: la humanidad que, desde milenios, en forma más o menos consciente, había esperado algo o alguien que la pudiese liberar del dolor, del mal, de la angustia, de la desesperación, y que dentro del Pueblo elegido había encontrado, especialmente en los Profetas, a los portavoces de la Palabra de Dios, confortante y consoladora, podía mirar finalmente, conmovida y emocionada, a María «Niña», que era el punto de convergencia y de llegada de un conjunto de promesas divinas, que resonaban misteriosamente en el corazón mismo de la historia.

Precisamente esta Niña, todavía pequeña y frágil, es la «Mujer» del primer anuncio de la redención futura, contrapuesta por Dios a la serpiente tentadora: «Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza, y tú le morderás a él el calcañal» (Gén 3, 15).

Precisamente esta Niña es la «Virgen» que «concebirá y parirá un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que quiere decir ‘Dios con nosotros’» (cf. Is 7, 14; Mt 1, 23). Precisomente esta Niña es la «Madre» que parirá en Belén «a aquel que señoreará en Israel» (cf. Miq 5, 1 s.).

La liturgia de hoy aplica a María recién nacida el pasaje de la Carta a los Romanos, en el que San Pablo describe el designio misericordioso de Dios en relación con los elegidos: María es predestinada por la Trinidad a una misión altísima; es llamada; es santificada; es glorificada.

Dios la ha predestinado a estar íntimamente asociada a la vida y a la obra de su Hijo unigénito. Por esto la ha santificado, de manera admirable y singular, desde el primer momento de su concepción, haciéndola «llena de gracia» (cf. Lc 1, 28); la ha hecho conforme con la imagen de su Hijo: una conformidad que, podemos decir, fue única, porque María fue la primera y la más perfecta discípulo del Hijo.

El designio de Dios en María culminó después en esa glorificación, que hizo a su cuerpo motal conforme con el cuerpo glorioso de Jesús resucitado; la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo representa como la última etapa de la trayectoria de esta Criatura, en la que el Padre celestial ha manifestado, de manera exaltante, su divina complacencia.

Por tanto, toda la Iglesia no puede menos de alegrarse hoy al celebrar la Natividad de María Santísima, que —como afirma con acentos conmovedores San Juan Damasceno— es esa «puerta virginal y divina, por la cual y a través de la cual Dios, que está por encima de todas las cosas, hizo su entrada en la tierra corporalmente… Hoy brotó un vástago del tronco de Jesé, del que nacerá al mundo una Flor sustancialmente unida a la divinidad. Hoy, en la tierra, de la naturaleza terrena, Aquel que en un tiempo separó el firmamento de las aguas y lo elevó a lo alto, ha creado un cielo, y este cielo es con mucho divinamente más espléndido que el primero» (Homilía sobre la Natividad de María: PG 96, 661 s.).

3. Contemplar a María significa mirarnos en un modelo que Dios mismo nos ha dado para nuestra elevación y para nuestra santificación.

Y María hoy nos enseña, ante todo, a conservar intacta la fe en Dios, esa fe que se nos dio en el bautismo y que debe crecer y madurar continuamente en nosotros durante las diversas etapas de nuestra vida cristiana. Comentando las palabras de San Lucas (Lc 2, 19), San Ambrosio se expresa así: «Reconozcamos en todo el pudor de la Virgen Santa, que, inmaculada en el cuerpo no menos que en las palabras, meditaba en su corazón los temas de la fe» (Expos. Evang. sec. Lucam II, 54: CCL XIV, pág. 54). También nosotros, hermanos y hermanas queridísimos, debemos meditar continuamente en nuestro corazón «los temas de la fe», es decir, debemos estar abiertos y disponibles a la Palabra de Dios, para conseguir que nuestra vida cotidiana —a nivel personal, familiar, profesional— esté siempre en perfecta sintonía y en armoniosa coherencia con el mensaje de Jesús, con la enseñanza de la Iglesia, con los ejemplos de los Santos.

María, la Virgen-Madre, proclama hoy de nuevo ante todos nosotros el valor altísimo de la maternidad, gloria y alegría de la mujer, y además el de la virginidad cristiana, profesada y acogida «por amor del Reino de los cielos» (cf. Mt 19, 12), esto es, como un testimonio en este mundo caduco, de ese mundo final en el que los que se salvan serán «como los ángeles de Dios» (cf. Mt 22, 30).

San Juan Pablo II

Homilía del lunes, 8 de septiembre de 1980

Oración de san Juan Pablo II

¡Oh Virgen naciente,

esperanza y aurora de salvación para todo el mundo, vuelve benigna tu mirada materna hacia todos nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias!

¡Oh Virgen fiel,

que siempre estuviste dispuesta y fuiste solícita para acoger, conservar y meditar la Palabra de Dios, haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana, tesoro precioso que nos han transmitido nuestros padres!

¡Oh Virgen potente,

que con tu pie aplastaste la cabeza de la serpiente tentadora, haz que cumplamos, día tras dÍa, nuestras promesas bautismales, con las cuales hemos renunciado a Satanás, a sus obras y a sus seducciones, y que sepamos dar en el mundo un testimonio alegre de esperanza cristiana!

¡Oh Virgen clemente,

que abriste siempre tu corazón materno a las invocaciones de la humanidad, a veces dividida por el desamor y también, desgraciadamente, por el odio y por la guerra, haz que sepamos siempre crecer todos, según la enseñanza de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del único Padre celestial!

Amén.

Propósito

Celebrando el cumpleaños de la Virgen María, aprovechemos para renovar nuestra fe. Unámonos en familia en torno a ella y pidámosle que nos ayude a descubrir siempre la mano de Dios en nuestra vida. Que al igual que María y José, sepamos confiar en la Providencia buscando en todo servir y agradar a Dios.

Diálogo con Cristo

Gracias Jesús por dejarnos a María como madre y modelo de santidad. Quiero acercarme más a Ella para poder seguir mejor su ejemplo y así lograr que todo momento de mi existencia sea un paso para crecer en el amor a Dios y a mis hermanos.

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Evangelio del día en «Catholic.net»

Evangelio del día en «Evangelio del día»

Evangelio del día en «Orden de Predicadores»

Evangelio del día en «Evangeli.net»

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La Biblia más infantil: Moisés y los Diez Mandamientos

La Biblia más infantil: Moisés y los Diez Mandamientos

Un día nació un niño israelita y a su madre le daba mucha pena tirarle al río. Entonces, decidió hacer una cesta de paja, meterlo en ella y dejarlo flotando en el agua. La cesta con el niño fue bajando por el río y, al pasar cerca del palacio del Faraón, donde estaba bañándose su hija, le gustó tanto que lo tomó en sus brazos y se lo quedó como si fuera hijo suyo. Le puso por nombre Moisés, que quiere decir «salvado de las aguas».

 

 

«Gracias porque en el Bautismo me hiciste tu hijo»

 

* * *

 

Moisés en el carroMoisés en el carro

Moisés fue educado en el palacio, como un miembro más de la familia del Faraón. Un día, cuando era ya mayor, se enteró de que él era israelita. Al ver lo mal que vivía su pueblo, como esclavos, se puso triste y escapó del palacio. Se dirigió al desierto, haciéndose pastor de ovejas.

 

 

«Señor, que ayude a quien está necesitado»

* * *

 

Moisés ante la zarza ardienteMoisés ante la zarza ardiente

Cierto día estaba Moisés cuidando el rebaño, cuando vio una zarza ardiendo. Al acercarse, oyó una voz que le decía: «Moisés, Moisés, soy el Dios de tu padre Abraham, de Isaac y de Jacob. He visto lo que sufren los israelitas en Egipto y voy a sacarlos de allí. Vete y dile al Faraón que yo te mando, para que os deje marchar a todos». Pero el Faraón se negó, y Dios le castigó a él y al pueblo egipcio con muchas plagas.

 

«Que haga caso siempre a lo que Tú me mandas»

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La salida de EgiptoSalida de Egipto

Con el último castigo que mandó Dios a los egipcios, murieron los hijos mayores de cada familia, incluido el hijo del Faraón. Éste, por fin, dejó salir de Egipto a los israelitas, que guiados por Moisés, se dirigieron a la Tierra Prometida o tierra de Canaán. A esta salida de Egipto se llama Éxodo.

 

 

«Señor, que acepte los castigos que por no ser bueno me merezco»

* * *

 

Cruzando el Mar RojoEl paso del Mar Rojo

Los israelitas se encontraron en su camino con el mar Rojo. Se asustaron mucho porque el ejército egipcio los perseguía muy de cerca. Moisés rezó a Dios, levantó la mano sobre el mar y Dios dividió las aguas del mar Rojo dejando en medio un camino seco. Los israelitas pasaron por allí y, cuando acabaron de pasar, Dios cerró el mar de nuevo y los egipcios fueron derrotados.

 

«Dios mío, gracias porque siempre me proteges»

* * *

 

Moisés en el Monte Sinaímontesinai - detalle

Dios guió al pueblo de Israel por el desierto y lo llevó hasta el monte Sinaí. Un día la montaña se llenó de fuego y hubo relámpagos y truenos y grandes sonidos de trompetas.

Lectura de la historia del Monte SinaíDios llamó a Moisés a la montaña y le dijo: «Yo soy tu Dios, el que os ha sacado de la tierra de Egipto. Vosotros seréis mi pueblo. Cumpliréis mis mandamientos y no tendréis otros dioses».

 

 

 

«¡Qué grande eres Dios mío!»

* * *

 

tablasley - fotoLAS TABLAS DE LA LEY

Dios le dio a Moisés las tablas de la Ley como señal de su Alianza con el pueblo. Eran de piedra. En ellas estaban escritos los Diez Mandamientos de la Ley de Dios:

 

  1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
  2. No usarás el nombre de Dios en vano.
  3. Santificarás las fiestas.
  4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
  5. No matarás.
  6. No cometerás actos impuros.
  7. No robarás.
  8. No mentirás.
  9. No pensarás nada impuro.
  10. No codiciarás las cosas de otro.

«Gracias, Dios mío, por enseñarme a ser bueno»

 

* * *

 

El Arca de la Alianza

El Arca de la Alianza

Moisés construyó un arca por mandato de Dios. Era como un cofre o caja con unas figuras de Ángeles encima. En ella guardó las tablas de la Ley. Los soldados de los israelitas la vigilaban cuando marchaban por el desierto. Cuando paraban, la ponían en una tienda de campaña adornada con tapices, que era su templo. Allí rezaban.

 

«¡Que guarde en mi corazón tus mandamientos»

* * *

 

Moisés ante la Tierra PrometidaMoisés ante la Tierra Prometida

Por fin llegaron a la Tierra Prometida. Moisés la vio desde lo alto de un monte. Habían tardado cuarenta años en llegar, porque los israelitas no siempre fueron buenos mientras vigilaban por el desierto. Y Dios quiso darles tiempo para que se hiciesen mejores. Moisés era ya muy viejo y se murió sin entrar en la Tierra Prometida.

 

 

«Señor, que sea cada vez más bueno»

* * *

 

De La Biblia más infantil, Casals, 1999. Páginas 35 a 43

Coordinador: Pedro de la Herrán

Texto: Miguel Álvarez y Sagrario Fernández Díaz

Dibujos: José Ramón Sánchez y Javier Jerez

* * *

 

 

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Santa Teresa de Calcuta: dibujos, video biográfico para niños y más

Santa Teresa de Calcuta: dibujos, video biográfico para niños y más

En este artículo ofrecemos materiales diversos para que los niños conozcan la vida ejemplar de la Madre Teresa de Calcuta.

El primer material es un magnífico vídeo de dibujos animados con la biografía de la Madre Teresa, ofrecido por padrepiotv.blogspot.com.

El segundo material es una serie de dibujos en línea para colorear de la Santa. Dependiendo de su estilo serán más apropiados para edades tempranas o más mayores. Casi todos ellos provienen del portal www.jugarycolorear.com. Recordad que para abrirlos en su tamaño original, habréis de pinchar sobre cada dibujo, el cual se abrirá a tamaño completo en otra ventana y podréis imprimirlo.

Mini_MadreTeresa01

El tercer grupo de material es el ideario escrito por la Madre Teresa, muy adecuado para ser recitado por quienes se preparan para la Primera Comunión.

 

¿Cuál es el día más bello? Hoy

¿El obstáculo más grande? El miedo

¿La raíz de todos los males? El egoísmo

¿La peor derrota? El desaliento

¿La primera necesidad? Comunicarse

¿El misterio más grande? La muerte

¿La persona más peligrosa? La mentirosa

¿El regalo más bello? El perdón

¿La ruta más rápida? El camino correcto

¿El resguardo más eficaz? La sonrisa

¿La mayor satisfacción? El deber cumplido

¿Las personas más necesitadas? Los padres

¿La cosa más fácil? Equivocarse

¿El error mayor? Abandonarse

¿La distracción más bella? El trabajo

¿Los mejores profesores? Los niños

¿Lo que más hace feliz? Ser útil a los demás

¿El peor defecto? El malhumor

¿El sentimiento más ruin? El rencor

¿Lo más imprescindible? El hogar

¿La sensación más grata? La paz interior

¿El mejor remedio? El optimismo

¿La fuerza más potente del mundo? La fe

¿La cosa más bellas de todo? El Amor

 

Finalmente, y más dirigido a padres, catquistas y profesores, para que tengan un mayor conocimiento de la ejemplar vida de Teresa de Calcuta, os ofrecemos los siguientes enlaces:

 


Y un poema de santa Teresa:

Para padres y maestros

Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.

Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.

Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.

Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.

Oraciones a María – Dinámica con dibujos para colorear

Oraciones a María – Dinámica con dibujos para colorear

La oración es, quizás, la máxima expresión del amor entre la creatura y su Creador. El Bautismo establece una relación de amor entre Dios y el niño, creando en él el poder y la necesidad de responder a ese amor. Favorecer el crecimiento espiritual del niño significa, pues ayudarlo a entrar libremente en la reciprocidad de esta relación de amor.

El niño debe hacer de la oración con su Padre Dios un estilo de vida. Cualquier momento, cualquier acto, cualquier ocasión; todo, puede ser motivo de alabanza, de acción de gracias, de petición, de oración. Desde pequeño, el niño debe internalizar la presencia de Dios como algo definitivo en su vida. La oración es uno de los mejores momentos que el ser humano posee para vivir espontáneamente su relación con Dios.

No se trata de llenar la cabeza de los chicos de ideas sobre Dios sino, sobre todo, de enseñarles a vivir constantemente en la presencia de Dios, a vivir con Dios. Considero que podremos sentirnos ampliamente satisfechos en nuestra tarea, si logramos provocar en los niños el gusto por la oración, el deseo de dialogar permanentemente con Dios.

Iniciación en la oración: El camino de la oración en los niños

Luis María Benavides

*  *  *

Oraciones a María – Dinámica con dibujos para colorear

Os proponemos la siguiente dinámica de catequesis: cinco láminas con una oración a la Virgen María escritas por Marcelo A. Murúa y una ilustración de Las Melli que se puede colorear. La actividad consiste en que cada niño coloree el dibujo, dibuje todo lo que quiera añadir a la lámina y cuando lo tenga terminado, lea a todos la oración dedicada a Nuestra Señora.

Recomendamos a padres y catequistas la lectura del artículo Orar a través del dibujo del catequista Luis María Benevides.

Podéis acceder a las láminas en tamaño real pulsando sobre el título de cada oración o sobre el dibujo.

 *  *  *

Para rezar a la Virgen
Querida Madre.

Acompañame todos los días.

Ayúdame a portarme bien

y ser un buen hijo,

servicial y atento

para lo que necesiten mis papás.

Quiero ser un buen hermano,

que no discuta ni me pelee tan fácil

por cosas que no son importantes.

Dame una manito en las cosas de la escuela

y ayúdame a tener siempre

una sonrisa para todos

los que me rodean.

Ayudame a vivir

haciendo el bien,

como le enseñaste

a tu hijo Jesús.

Ayudame a ser como El.

Para rezar a la Virgen
Oración de Marcelo A. Murúa en BuenasNuevas.com

*  *  *

A María, nuestra madre
Querida Virgen María.

Gracias por ser

nuestra mamá en la fe,

por estar cerca nuestro

y cuidarnos mucho

como hiciste con Jesús-niño.

Quiero conocer mejor a tu hijo

y a quererlo más cada día.

Quiero vivir como Jesús.

Ser buen hijo,

buen hermano

y buen amigo.

Contagiame tu esperanza.

Que aprenda, como vos,

a vivir en las manos de Dios.

Ayudame a hacer crecer mi fe.

Madre Buena, enseñame a seguir

los pasos de Jesús.

 A María, nuestra madre
Oración de Marcelo A. Murúa en BuenasNuevas.com

*  *  *

Madre, quiero seguir tus pasos
Hoy me dirijo a vos, María,

para pedirte que me ayudes

a escuchar con confianza

la palabra del Señor.

Contagiame tu fe,

tu amor y tu esperanza

para que yo pueda responder sí

a todo lo que Dios me pida.

Enseñame

a disponer el corazón,

a saber escuchar,

a guardar dentro mío

lo que el Señor va diciendo.

A recibir con generosidad

todo lo que El propone.

Ayudame a ser fiel

y a mantener el rumbo

que pide el Señor.

Que no me olvide

de dedicar cada día

un ratito a charlar con Jesús

y escuchar su voz en la Biblia.

Madre, quiero seguir tus pasos,

acompañame en el camino.

 Madre, quiero seguir tus pasos
Oración de Marcelo A. Murúa en BuenasNuevas.com

*  *  *

Madre de nuestro pueblo
Te pedimos hoy, María,

por todo nuestro pueblo.

Por la gente que sufre y está sin trabajo,

por los que están enfermos y sin atención médica.

Por los niños de la calle

y los que no van a la escuela.

Danos fuerzas para vivir solidarios

y tender siempre una mano .

No nos dejes ser indiferentes y ayúdanos

a cambiar las cosas aún desde lo pequeño.

Ilumina a nuestros gobernantes

para que escuchen a su pueblo y trabajen por su dignidad.

Que no le vuelvan la espalda a sus necesidades

y no se enriquezcan con lo que es de todos.

Guíanos madre hacia un futuro más justo y más fraterno.

Queremos construirlo con nuestro esfuerzo,

nuestra fe y nuestra esperanza.

Danos fuerzas para lograrlo.

¡Que así sea, Señor!

Madre de nuestro pueblo
Oración de Marcelo A. Murúa en BuenasNuevas.com

*  *  *

Madre nuestra de cada día
María,

querida madre.

Quiero pedirte

por mi familia

para que todos estén sanos y bien.

Que mis papás tengan trabajo

y mis hermanos y yo podamos estudiar mucho.

Ayúdame

a ser más bueno cada día.

A ayudar en mi casa,

a no pelear con mis hermanos y amigos.

A respetar a todos

y no contestar mal.

Quiero seguir tus pasos

y estar cerca de Dios

como vos lo estás.

Acompañame siempre en toda mi vida.

¡Que así sea, Señor!

Madre nuestra de cada día
Oración de Marcelo A. Murúa en BuenasNuevas.com

*  *  *

Las catequesis de Benedicto XVI sobre san Agustín de Hipona (VI)

Las catequesis de Benedicto XVI sobre san Agustín de Hipona (VI)

San Agustín (5). Las conversiones de san Agustín.

Queridos hermanos y hermanas:

Con el encuentro de hoy quiero concluir la presentación de la figura de san Agustín. Después de comentar su vida, sus obras, y algunos aspectos de su pensamiento, hoy quiero volver a hablar de su experiencia interior, que hizo de él uno de los más grandes convertidos de la historia cristiana. A esta experiencia dediqué en particular mi reflexión durante la peregrinación que realicé a Pavía, el año pasado, para venerar los restos mortales de este Padre de la Iglesia. De ese modo le expresé el homenaje de toda la Iglesia católica, y al mismo tiempo manifesté mi personal devoción y reconocimiento con respecto a una figura a la que me siento muy unido por el influjo que ha tenido en mi vida de teólogo, de sacerdote y de pastor.

Todavía hoy es posible revivir la historia de san Agustín sobre todo gracias a las Confesiones, escritas para alabanza de Dios, que constituyen el origen de una de las formas literarias más específicas de Occidente, la autobiografía, es decir, la expresión personal de la propia conciencia. Pues bien, cualquiera que se acerque a este extraordinario y fascinante libro, muy leído todavía hoy, fácilmente se da cuenta de que la conversión de san Agustín no fue repentina ni se realizó plenamente desde el inicio, sino que puede definirse más bien como un auténtico camino, que sigue siendo un modelo para cada uno de nosotros.

Ciertamente, este itinerario culminó con la conversión y después con el bautismo, pero no se concluyó en aquella Vigilia pascual del año 387, cuando en Milán el retórico africano fue bautizado por el obispo san Ambrosio. El camino de conversión de san Agustín continuó humildemente hasta el final de su vida, y se puede decir con verdad que sus diferentes etapas —se pueden distinguir fácilmente tres— son una única y gran conversión.

San Agustín buscó apasionadamente la verdad: lo hizo desde el inicio y después durante toda su vida. La primera etapa en su camino de conversión se realizó precisamente en el acercamiento progresivo al cristianismo. En realidad, había recibido de su madre, santa Mónica, a la que siempre estuvo muy unido, una educación cristiana y, a pesar de que en su juventud había llevado una vida desordenada, siempre sintió una profunda atracción por Cristo, habiendo bebido con la leche materna, como él mismo subraya (cf. Confesiones, III, 4, 8), el amor al nombre del Señor.

Pero también la filosofía, sobre todo la platónica, había contribuido a acercarlo más a Cristo, manifestándole la existencia del Logos, la razón creadora. Los libros de los filósofos le indicaban que existe la razón, de la que procede todo el mundo, pero no le decían cómo alcanzar este Logos, que parecía tan lejano. Sólo la lectura de las cartas de san Pablo, en la fe de la Iglesia católica, le reveló plenamente la verdad. San Agustín sintetizó esta experiencia en una de las páginas más famosas de las Confesiones: cuenta que, en el tormento de sus reflexiones, habiéndose retirado a un jardín, escuchó de repente una voz infantil que repetía una cantilena que nunca antes había escuchado: «tolle, lege; tolle, lege», «toma, lee; toma, lee» (VIII, 12, 29). Entonces se acordó de la conversión de san Antonio, padre del monaquismo, y solícitamente volvió a tomar el códice de san Pablo que poco antes tenía en sus manos: lo abrió y la mirada se fijó en el pasaje de la carta a los Romanos donde el Apóstol exhorta a abandonar las obras de la carne y a revestirse de Cristo (Rm 13, 13-14).

Había comprendido que esas palabras, en aquel momento, se dirigían personalmente a él, procedían de Dios a través del Apóstol y le indicaban qué debía hacer en ese momento. Así sintió cómo se disipaban las tinieblas de la duda y quedaba libre para entregarse totalmente a Cristo: «Habías convertido a ti mi ser», comenta (Confesiones, VIII, 12, 30). Esta fue la conversión primera y decisiva.

El retórico africano llegó a esta etapa fundamental de su largo camino gracias a su pasión por el hombre y por la verdad, pasión que lo llevó a buscar a Dios, grande e inaccesible. La fe en Cristo le hizo comprender que en realidad Dios no estaba tan lejos como parecía. Se había hecho cercano a nosotros, convirtiéndose en uno de nosotros. En este sentido, la fe en Cristo llevó a cumplimiento la larga búsqueda de san Agustín en el camino de la verdad. Sólo un Dios que se ha hecho «tocable», uno de nosotros, era realmente un Dios al que se podía rezar, por el cual y en el cual se podía vivir.

Es un camino que hay que recorrer con valentía y al mismo tiempo con humildad, abiertos a una purificación permanente, que todos necesitamos siempre. Pero, como hemos dicho, el camino de san Agustín no había concluido con aquella Vigilia pascual del año 387. Al regresar a África, fundó un pequeño monasterio y se retiró a él, junto a unos pocos amigos, para dedicarse a la vida contemplativa y al estudio. Este era el sueño de su vida. Ahora estaba llamado a vivir totalmente para la verdad, con la verdad, en la amistad de Cristo, que es la verdad. Un hermoso sueño que duró tres años, hasta que, contra su voluntad, fue consagrado sacerdote en Hipona y destinado a servir a los fieles. Ciertamente siguió viviendo con Cristo y por Cristo, pero al servicio de todos. Esto le resultaba muy difícil, pero desde el inicio comprendió que sólo podía realmente vivir con Cristo y por Cristo viviendo para los demás, y no simplemente para su contemplación privada.

Así, renunciando a una vida consagrada sólo a la meditación, san Agustín aprendió, a menudo con dificultad, a poner a disposición el fruto de su inteligencia para beneficio de los demás. Aprendió a comunicar su fe a la gente sencilla y a vivir así para ella en aquella ciudad que se convirtió en su ciudad, desempeñando incansablemente una actividad generosa y pesada, que describe con estas palabras en uno de sus bellísimos sermones: «Continuamente predicar, discutir, reprender, edificar, estar a disposición de todos, es una gran carga y un gran peso, una enorme fatiga» (Serm. 339, 4). Pero cargó con este peso, comprendiendo que precisamente así podía estar más cerca de Cristo. Su segunda conversión consistió en comprender que se llega a los demás con sencillez y humildad.

Pero hay una última etapa en el camino de san Agustín, una tercera conversión: la que lo llevó a pedir perdón a Dios cada día de su vida. Al inicio, había pensado que una vez bautizado, en la vida de comunión con Cristo, en los sacramentos, en la celebración de la Eucaristía, iba a llegar a la vida propuesta en el Sermón de la montaña: a la perfección donada en el bautismo y reconfirmada en la Eucaristía. En la última parte de su vida comprendió que no era verdad lo que había dicho en sus primeras predicaciones sobre el Sermón de la montaña: es decir, que nosotros, como cristianos, vivimos ahora permanentemente este ideal. Sólo Cristo mismo realiza verdadera y completamente el Sermón de la montaña. Nosotros siempre tenemos necesidad de ser lavados por Cristo, que nos lava los pies, y de ser renovados por él. Tenemos necesidad de una conversión permanente. Hasta el final necesitamos esta humildad que reconoce que somos pecadores en camino, hasta que el Señor nos da la mano definitivamente y nos introduce en la vida eterna. San Agustín murió con esta última actitud de humildad, vivida día tras día.

Esta actitud de humildad profunda ante el único Señor Jesús lo introdujo en la experiencia de una humildad también intelectual. San Agustín, que es una de las figuras más grandes en la historia del pensamiento, en los últimos años de su vida quiso someter a un lúcido examen crítico sus numerosísimas obras. Surgieron así las Retractationes («Revisiones»), que de este modo introducen su pensamiento teológico, verdaderamente grande, en la fe humilde y santa de aquella a la que llama sencillamente con el nombre de Catholica, es decir, la Iglesia. «He comprendido —escribe precisamente en este originalísimo libro (I, 19, 1-3)— que uno sólo es verdaderamente perfecto y que las palabras del Sermón de la montaña sólo se realizan totalmente en uno solo: en Jesucristo mismo. Toda la Iglesia, por el contrario —todos nosotros, incluidos los Apóstoles—, debemos rezar cada día: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden».

San Agustín, convertido a Cristo, que es verdad y amor, lo siguió durante toda la vida y se transformó en un modelo para todo ser humano, para todos nosotros, en la búsqueda de Dios. Por eso quise concluir mi peregrinación a Pavía volviendo a entregar espiritualmente a la Iglesia y al mundo, ante la tumba de este gran enamorado de Dios, mi primera encíclica, Deus caritas est, la cual, en efecto, debe mucho, sobre todo en su primera parte, al pensamiento de san Agustín.

También hoy, como en su época, la humanidad necesita conocer y sobre todo vivir esta realidad fundamental: Dios es amor y el encuentro con él es la única respuesta a las inquietudes del corazón humano, un corazón en el que vive la esperanza —quizá todavía oscura e inconsciente en muchos de nuestros contemporáneos—, pero que para nosotros los cristianos abre ya hoy al futuro, hasta el punto de que san Pablo escribió que «en esperanza fuimos salvados» (Rm 8, 24). A la esperanza he dedicado mi segunda encíclica, Spe salvi, la cual también debe mucho a san Agustín y a su encuentro con Dios.

En un escrito sumamente hermoso, san Agustín define la oración como expresión del deseo y afirma que Dios responde ensanchando hacia él nuestro corazón. Por nuestra parte, debemos purificar nuestros deseos y nuestras esperanzas para acoger la dulzura de Dios (cf. In I Ioannis, 4, 6). Sólo ella nos salva, abriéndonos también a los demás. Pidamos, por tanto, para que en nuestra vida se nos conceda cada día seguir el ejemplo de este gran convertido, encontrando como él en cada momento de nuestra vida al Señor Jesús, el único que nos salva, nos purifica y nos da la verdadera alegría, la verdadera vida.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Audiencia General del miércoles, 27 de febrero de 2008

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Preguntas y respuestas sobre Santa Rosa de Lima

Preguntas y respuestas sobre Santa Rosa de Lima

Concurso de preguntas y respuestas. Para nivel primario.


1. ¿Cuál fue su nombre original?

Su nombre original fue Isabel Flores de Oliva.

2. Su mama al ver su rostro tan hermoso y sonrosado la empezó a llamar con otro nombre. ¿Cuál era ese nombre?

La mamá al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa.

3. ¿Hacia qué tenía inclinación Rosa cuando era niña?

Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación.

4. Un día se le apareció Jesús cuando rezaba. ¿Qué le dijo Jesús?

Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: «Rosa conságrame a mí todo tu amor».

5. ¿Qué hace Rosa para no llamar la atención ya que era tan hermosa?

Se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie.

6. ¿Para quién era su amor y a que renunciaba?

Declaró que se había propuesto que su amor sería totalmente para Dios y que renunciaba por completo a todo matrimonio, por brillante que fuera.

7. ¿Qué señal le envía Dios para indicarle a que orden debía ingresar?

Seguía pidiéndole a Dios que le indicara a que asociación religiosa debería ingresar. Y de pronto empezó a llegar junto a ella cada día una mariposa de blanco y negro. Y revoloteaba junto a sus ojos. Con esto le pareció entender que debería buscar una asociación que tuviera un hábito de blanco y negro. Y descubrió que eran las terciarias dominicas.

8. ¿De qué color era la ropa que vestían las religiosas de la orden de las terciarias dominicas, y donde vivían?

Las mujeres se vestían con túnica blanca y manto negro y llevaban vida como de religiosas, pero vivían en sus propias casas.

9. ¿Qué santa era su modelo y Patrona?

La más famosa terciaria dominica era Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo.

10. ¿Qué fabrico Rosa en el solar de su casa?

Pero sucedió que la gente admirada de su comportamiento empezó a señalarla y a llamarla «la santa». Entonces ella que sabía que nada es tan peligroso como la vanidad y el orgullo y el deseo de aparecer, se fabricó una pequeña habitación en el solar de la casa donde vivía y allí se dedicó a practicar por largas horas del día y de la noche sus meditaciones, sus penitencias y sus muchas oraciones.

11. ¿Cómo ayudaba Rosa a su familia en los gastos que tenía el hogar?

Su padre fracasó en el negocio de una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar.

12. ¿Qué penitencias se propuso Rosa?

Lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: «quien se humilla será enaltecido». Una segunda penitencia de Rosa de lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad.

13. ¿Donde dormía Rosa?

Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada.

14. ¿Cuál fu la fecha del anuncio de su muerte?

Cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: «Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo». Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador.

15. ¿Cuántos años tenía la Santa cuando murió?

Rosa tenía 31 años.

16. ¿Cuál es la fecha del nacimiento de la Santa?

Santa Rosa de Lima nació el 30 de abril de 1586 en la vecindad del hospital del Espíritu Santo de la ciudad de Lima.

17. ¿Cuántos hermanos tenia?

Era una de los trece hijos habidos en el matrimonio de Gaspar Flores, entonces tenía doce hermanos.

18. ¿Cuál era el nombre de su mama?

Su mama se llamaba María de Oliva.

19. ¿Dónde recibió el bautismo?

Recibió bautismo en la parroquia de San Sebastián de Lima.

20. ¿Quiénes fueron sus padrinos de bautismo?

Sus padrinos Hernando de Valdés y María Orozco.

21. Nombre del arzobispo que confirmo a Rosa.

Recibió el sacramento de la confirmación de manos del arzobispo de Lima, Santo Toribio Alonso de Mogrovejo, quien efectuaba una visita pastoral en la jurisdicción.

22. ¿Quién ayudo a rosa en la construcción de la ermita?

Con la ayuda de su hermano, Hernando Flores, labró una pequeña celda o ermita en el jardín de la casa de sus padres.

23. ¿Cuánto media la ermita aproximadamente?

La ermita tenía un espacio de poco más de dos metros cuadrados (que todavía hoy es posible apreciar).

24. Santa Rosa es Patrona de:

Santa Rosa de Lima sobresale por ser la primera santa de América.

Actualmente es patrona de Lima, América, Filipinas e Indias Orientales. También Patrona de Chajari.

25. ¿Qué enseñaba a los niños la Santa?

Como dominica seglar da clases a los niños, incluyendo aprendizaje de instrumentos musicales (guitarra, arpa, cítara).

26. Fecha de su canonización.

Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671.

27. Nombra características físicas de Rosa.

Rosa era de rostro ovalado, cabello rubio, tez blanca y sonrosada como una rosa, y su estatura más bien alta.

28. Nombre de algunos de sus hermanos.

Hernando (1584), quien declaró abundantemente en el proceso de canonización de su hermana, Bernardina (1581), otra que muere a los 14 años, Francisco (1590), Juana (1592), Andrés, Gaspar, Antonio y Matías.

29. Nombre de su abuela.

El nombre de su abuela era Isabel Herrera.

30. ¿Rosa fue laica o monja?

Santa Rosa fue laica (no fue monja de clausura como a veces se cree). Vivió en casa de sus padres como terciaria dominica (usando el hábito dominico).

31. ¿Qué hacía por los pobres?

Auxiliaba a los pobres y más necesitados de Lima, acondicionando para ello una habitación de su hogar como enfermería.

Fuente del artículo original.