por CeF | 27 Nov, 2012 | Postcomunión Narraciones
Hay un pajarito que en medio de los rigores del invierno, cuando las demás aves han emigrado por temor de la nieve y de los hielos, se queda único señor del bosque, y por esta razón se le llama el pajarito del frío.
Cuenta una tradición que en una ocasión en que el sol estaba escondido detrás de unas nubes grises, y una niebla fría envolvía como una gasa sutil árboles y casas, salió a pasear por el bosque el Genio del Frío para gozarse en su obra: cuando hirió sus oídos el alegre canto del pajarillo.
— ¿Dónde pasaste la noche?, le preguntó.
—Entré en una cuadra. Y ¡qué calentito se estaba allí!
—Donde entras tú, también podré entrar yo, gruñó el Frío, al siguiente día se encontró en el bosque al reyezuelo, destrenzando arpegios y trinos como si tal cosa.
—¡Demonio de bicho!, pensó para su capote el Frío. Dime bribón: ¿No te has muerto todavía?
El pajarillo, reyezuelo del bosque, siguió lanzando al aire sus primorosos gorjeos.
—¿Qué cantas?, preguntó de mal talante el Frío. ¿Dónde has pasado la noche que tan cantarín estás?
—Me acurruqué en un huequecito que había en el techo de un lavadero en que las lavanderas habían hecho hervir la lejía.
—Bueno, bueno. Ya llegaré yo también hasta allí, volvió a gruñir el Frío mientras se alejaba.
¡Cómo heló aquella noche! Hasta el agua cliente de la lejía se enfrió y llegó a helarse.
A la mañana siguiente el pajarillo cantaba nuevamente. El Frío, asombrado, vencido, le volvió a preguntar airado:
—Pero, ¿no has muerto?
—¿Morir? ¿Por qué?
—¿Pues dónde pasaste la noche?
—Estuve junto al corazón de una madre, que tenía estrechamente abrazado a su chiquitín, para defenderlo del frío. Te aseguro que lugar más caliente no lo hubiera podido encontrar.
El Frío exclamó con visible mal humor: ¡Este es un sitio a donde yo jamás podré llegar!
Y tenía razón, porque el frío de la indiferencia o del olvido podrá llegar a muchos corazones, pero jamás al corazón de una madre.
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Noticias Cristianas: «Historias para amar al prójimo n.º 6»
en Historias para amar, pp. 87.
por SS. Benedicto XVI | 26 Nov, 2012 | Confirmación Dinámicas
Queridos hermanos y hermanas:
En las últimas dos catequesis hemos hablado de la figura de san Pedro. Ahora, en la medida en que nos permiten las fuentes, queremos conocer un poco más de cerca también a los otros once apóstoles. Por tanto, hoy hablamos del hermano de Simón Pedro, san Andrés, quien también era uno de los doce.
Lo primero que impresiona en Andrés es el nombre: no es hebreo, como uno se esperaría, sino griego, signo indicativo de una cierta apertura cultural de su familia.
Nos encontramos en Galilea, donde el idioma y la cultura griega están bastante presentes. En las listas de los doce, Andrés se encuentra en segundo lugar, en Mateo (10,1-4) y en Lucas (6,13-16), o en el cuarto lugar, en Marcos (3,13-18) y en los Hechos de los Apóstoles (1,13-14). En todo caso, sin duda tenía un gran prestigio dentro de las primeras comunidades cristianas.
El lazo de sangre entre Pedro y Andrés, así como la llamada común que les dirigió Jesús, son mencionados expresamente en los Evangelios. Puede leerse: «Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres»» (Mateo 4,18-19; Marcos 1,16-17). Por el cuarto Evangelio sabemos otro detalle importante: en un primer momento, Andrés era discípulo de Juan Bautista; y esto nos muestra que era un hombre que buscaba, que compartía la esperanza de Israel, que quería conocer más de cerca la palabra del Señor, la presencia del Señor. Era verdaderamente un hombre de fe y de esperanza; y un día escuchó que Juan Bautista proclamaba a Jesús como «el cordero de Dios» (Juan 1, 36); entonces, se movió, y junto a otro discípulo, cuyo nombre no es mencionado, siguió a Jesús, quien que era llamado por Juan «cordero de Dios». El evangelista refiere: «vieron donde vivía y se quedaron con él» (Juan 1, 37-39). Andrés, por tanto, disfrutó de momentos de intimidad con Jesús. La narración continúa con una observación significativa: «Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo», y le condujo hacia Jesús (Juan 1,40-43), demostrando inmediatamente un espíritu apostólico fuera de lo común. Andrés, por tanto, fue el primer apóstol que recibió la llamada y siguió a Jesús. Por este motivo la liturgia de la Iglesia bizantina le honra con el apelativo de «Protóklitos», que significa el «primer llamado». Por la relación fraterna entre Pedro y Andrés, la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla se sienten de manera especial como Iglesias hermanas entre sí. Para subrayar esta relación, mi predecesor, el Papa Pablo VI, en 1964, restituyó la insigne reliquia de san Andrés, hasta entonces custodiada en la Basílica vaticana, al obispo metropolita ortodoxo de la ciudad de Patrás, en Grecia, donde según la tradición, el apóstol fue crucificado.
Las tradiciones evangélicas mencionan particularmente el nombre de Andrés en otras tres ocasiones, permitiéndonos conocer algo más de este hombre. La primera es la de la multiplicación de los panes en Galilea. En aquella ocasión, Andrés indicó a Jesús la presencia de un muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos peces: muy poco –constató– para toda la gente que se había congregado en aquel lugar (Cf. Juan 6, 8-9). Vale la pena subrayar el realismo de Andrés: había visto al muchacho, es decir, ya le había planteado la pregunta: «Pero, ¿qué es esto para toda esta gente?» (ibídem) y se dio cuenta de la falta de recursos. Jesús, sin embargo, supo hacer que fueran suficientes para la multitud de personas que habían ido a escucharle.
La segunda ocasión fue en Jerusalén. Saliendo de la ciudad, un discípulo le mostró el espectáculo de los poderosos muros que sostenían el Templo. La respuesta del Maestro fue sorprendente: dijo que de esos muros no quedaría piedra sobre piedra. Entonces Andrés, junto a Pedro, Santiago y Juan, le preguntó: «Dinos cuándo sucederá esto y cuál será la señal de que ya están por cumplirse todas estas cosas» (Marcos 13,1-4). Como respuesta a esta pregunta, Jesús pronunció un importante discurso sobre la destrucción de Jerusalén y sobre el final del mundo, invitando a sus discípulos a leer con atención los signos del templo y a mantener siempre una actitud vigilante. De este episodio podemos deducir que no tenemos que tener miedo de plantear preguntas a Jesús, pero al mismo tiempo, tenemos que estar dispuestos a acoger las enseñanzas incluso sorprendentes y difíciles que Él nos ofrece.
En los Evangelios se registra, por último, una tercera iniciativa de Andrés. El escenario sigue siendo Jerusalén, poco antes de la Pasión. Con motivo de la fiesta de la Pascua, narra Juan, habían venido a la ciudad santa algunos griegos, quizá prosélitos o temerosos de Dios, para adorar al Dios de Israel en la fiesta de Pascua.
Andrés y Felipe, los dos apóstoles con nombres griegos, hacen de intérpretes y mediadores de este pequeño grupo de griegos ante Jesús. La respuesta del Señor a su pregunta parece enigmática, como sucede con frecuencia en el Evangelio de Juan, pero precisamente de este modo se revela llena de significado. Jesús dice a sus discípulos y, por su mediación, al mundo griego: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trino no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Juan 12, 23-24). ¿Qué significan estas palabras en este contexto? Jesús quiere decir: sí, mi encuentro con los griegos tendrá lugar, pero el mío no será un coloquio sencillo y breve con algunas personas, llevadas sobre todo por la curiosidad. Con mi muerte, comparable a la caída en la tierra de un grano de trigo, llegará la hora de mi glorificación. De mi muerte en la cruz surgirá la gran fecundidad: el «grano de trigo muerto» –símbolo de mi crucifixión– se convertirá, en la resurrección, en pan de vida para el mundo: será luz para los pueblos y las culturas. Sí, el encuentro con el alma griega, con el mundo griego, tendrá lugar en esa profundidad a la que hace referencia el grano de trigo que atrae hacia sí las fuerzas de la tierra y del cielo y se convierte en pan. En otras palabras, Jesús profetiza la Iglesia de los griegos, la Iglesia de los paganos, la Iglesia del mundo como fruto de su Pascua.
Tradiciones muy antiguas consideran que Andrés, quien transmitió a los griegos estas palabras, no sólo es el intérprete de algunos griegos en el encuentro con Cristo que acabamos de recordar, sino que es considerado como el apóstol de los griegos en los años que siguieron a Pentecostés; nos dicen que en el resto de su vida fue el anunciador y el intérprete de Jesús para el mundo griego. Pedro, su hermano, llegó a Roma desde Jerusalén, pasando por Antioquía, para ejercer su misión universal; Andrés, por el contrario, fue el apóstol del mundo griego: de este modo, tanto en la vida como en la muerte, se presentan como auténticos hermanos, una fraternidad que se expresa simbólicamente en la relación especial de las sedes de Roma y de Constantinopla, Iglesias verdaderamente hermanas.
Una tradición sucesiva, como decía, narra la muerte de Andrés en Patras, donde también él sufrió el suplicio de la crucifixión. Ahora bien, en aquel momento supremo, como su hermano Pedro, pidió ser colocado en una cruz diferente a la de Jesús. En su caso, se trató de una cruz en forma de equis, es decir, con los dos maderos cruzados diagonalmente, que por este motivo es llamada «cruz de san Andrés». Esto es lo que habría dicho en aquella ocasión, según una antigua narración (inicios del siglo VI), titulada «Pasión de Andrés»:
«Salve, oh Cruz, inaugurada por medio del cuerpo de Cristo, que te has convertido en adorno de sus miembros, como si fueran perlas preciosas. Antes de que el Señor subiera sobre ti, provocabas un temor terreno. Sin embargo, ahora, dotada de un amor celeste, te has convertido en un don. Los creyentes saben cuánta alegría posees, cuántos regalos deparas. Confiado, por tanto, y lleno de alegría, vengo para que tú también me recibas exultante como discípulo de quien fue colgado de ti… Cruz bienaventurada, que recibiste la majestad y la belleza de los miembros del Señor…, tómame y llévame lejos de los hombres y entrégame a mi Maestro para que a través de ti me reciba quien por medio de ti me ha redimido. ¡Salve, oh Cruz, sí, verdaderamente, salve!».
Como podemos ver, nos encontramos ante una espiritualidad cristiana sumamente profunda, que ve en la Cruz, más que un instrumento de tortura, el medio incomparable de una asimilación plena con el Redentor, con el Grano de trigo caído en la tierra. Tenemos que aprender una lección muy importante: nuestras cruces alcanzan valor si son consideradas y acogidas como parte de la cruz de Cristo, si son tocadas por el reflejo de su luz.
Sólo por esa Cruz también nuestros sufrimientos quedan ennoblecidos y alcanzan su verdadero sentido.
Que el apóstol Andrés nos enseñe a seguir a Jesús con prontitud (Cf. Mateo 4, 20; Marcos 1, 18), a hablar con entusiasmo de Él a todos aquellos con los que nos encontramos, y sobre todo a cultivar con Él una relación de auténtica familiaridad, conscientes de que sólo en Él podemos encontrar el sentido último de nuestra vida y de nuestra muerte.
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SS. Benedicto XVI
Audiencia General
Ciudad del Vaticano, Miércoles 14 de junio de 2006
por Hijos de la Divina Voluntad | 26 Nov, 2012 | Confirmación Vida de los Santos
Sentada sobre el lago de Genesareth estaba Cafarnaúm, y junto a Cafarnaúm, Corozaím y Bethsaida. Bethsaida y Corozaím, pequeñas aldeas de pescadores y campesinos, miraban con envidia a Cafarnaúm, que poco a poco se había ido convirtiendo en una ciudad populosa y comercial. Situada en el camino de las caravanas que desde Damasco se dirigían al mar, había llegado a ser un punto de cita para artesanos, traficantes, mercaderes, comisionistas, soldados, recaudadores y funcionarios. De los pueblos limítrofes le llegaban sin cesar gentes deseosas de ganarse la vida o de ocupar un puesto en las covachuelas del fisco. Así habían llegado dos pescadores de Bethsaida: Simón, hijo de Jonás, y su hermano Andrés. Pero Simón venía empujado por el amor, pues al llegar a Cafarnaúm se había establecido con su mujer en casa de su suegra.
En la ciudad, lo mismo que en la aldea, los dos hermanos viven de la pesca; pero tanto como las carpas y los boquerones, les interesan las cuestiones religiosas. En las noches serenas, mientras aguardan a que los peces vengan a meterse en la red, hablan en voz baja del último capítulo de los Profetas, leído por el rabino en la sinagoga, y se preguntan si el Mesías no estará a punto de aparecer. Cuando Juan Bautista empieza a bautizar en el Jordán, los dos hermanos se entusiasman con aquel movimiento teocrático, y Andrés, que está más libre, se marcha de casa en busca del Profeta. Es una naturaleza ardiente, un corazón sencillo, un hombre que busca lealmente el reino de Dios. Juan le admite entre sus discípulos. Una tarde estaba Andrés con su maestro cerca del agua, cuando oyeron ruido de pasos. Delante de ellos caminaba un hombre cuya frente aparecía aureolada por una serenidad divina. El Bautista levantó la cabeza, clavó en el transeúnte una mirada de admiración y respeto, y dijo a su discípulo: «He aquí al Cordero de Dios.»
Estas palabras impresionaron tan vivamente al joven pescador, que, dejando a Juan, echó a correr detrás del desconocido.
—¿Qué quieres?—preguntó éste, volviendo la cabeza; y había tal dulzura en su voz, que Andrés se atrevió a decirle, como pidiéndole una entrevista;
—Rabbí, ¿dónde moras? Y el Rabbí le contestó:
—Ven conmigo y lo verás.
Este fue el primer encuentro de Andrés de Bethsaida y Jesús de Nazareth.
Sin duda, el Señor habitaba entonces algunas de las casitas que se alzaban en las riberas del Jordán, tal vez una choza formada de ramas de terebinto y de palmera, sobre la cual el viajero arrojaba su manto de piel de cabra. Eran las cuatro de la tarde cuando Andrés entró en la morada de Jesús, y se quedó con Él todo el día. «¡Oh día dichoso!
—exclamaba San Agustín—. ¡Quién pudiera decirnos lo que en aquellas horas aprendió el afortunado discípulo.»
Loco de alegría con su descubrimiento, Andrés fue a anunciárselo a su hermano.
—He hallado al Mesías—le dijo.
Y, cogiéndole del brazo, le llevó a donde estaba Jesús. El Señor miró al hombre rudo, tostado por los aires y los soles del lago, y viendo en él la roca inmutable sobre la cual construiría su Iglesia, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Jonás; pero en adelante te llamarás Pedro.»
Después Jesús se volvió a Galilea, y los dos discípulos siguieron echando sus redes en el agua. Pero al poco tiempo el Profeta de Nazareth estaba de vuelta en Cafarnaúm, «su ciudad», como dice San Mateo. Por las tardes solía vérsele a la orilla del lago, viendo llegar las barcas con la vela hinchada por la brisa y saludando a los hombres, que descendían con los pies descalzos, llevando las viejas redes goteando o las cestas donde brillaba la plata de los peces agonizantes. Pero a veces las cestas estaban vacías, y entonces las palabras del Nazareno curaban el mal humor de los corazones, amargados por la brega infructuosa. Y sucedió que un atardecer volvió a ver Jesús a los dos hermanos, que desde su barca arrojaban las redes en el mar; y hablándoles desde la orilla, les dijo: «Venid en pos de Mí, que Yo os haré pescadores de hombres.» Era la vocación definitiva. En el mismo instante, Simón y Andrés dejaron la barca y las redes y siguieron a Jesús.
Durante tres años, Andrés recogió los secretos del corazón del Maestro, asistió a sus milagros, escuchó con avidez su doctrina, y fue testigo de su Pasión y muerte. De todos los Doce fue el primero en seguir a Jesús; y aquel primer entusiasmo no desmaya nunca, ni en los caminos de Galilea, ni en los silencios del desierto, ni ante los muros enemigos de Jerusalén. Oye con los demás Apóstoles el mandato divino: «Id y predicad a todas las gentes»; y cuando llega la hora de lanzarse a través del mundo a predicar la buena nueva, deja para siempre su tierra y el lago inolvidable donde había brillado para él la luz de la verdad, y camina a través del mundo romano, enarbolando intrépidamente la antorcha divina: del Asia Menor al Peloponeso, del Peloponeso a Tracia, de Tracia a las regiones del Ponto Euxino. No le detiene el Cáucaso, ni las fronteras del Imperio. Donde ha renunciado a pasar el soldado de Roma, allá llega él armado de la cruz. La región misteriosa de la Escitia, cuna de hordas salvajes y de conquistadores bárbaros, le mira como su primer Apóstol. Los helenos, acostumbrados a la música poética de Sófocles, escuchan ahora con respeto esta voz que tiene rudezas semitas, pero que trae la luz a los espíritus y el calor a los corazones. En Patras, ciudad de Acaia, la multitud rodea al sabio que predica la filosofía de la cruz.
Andrés es un apasionado de la cruz. La cruz es su bandera, su espada y su armadura. Llevado a presencia del prefecto, le dice: «Oh Egeas; si tú quisieses conocer este misterio de la cruz, y cómo el Creador del mundo quiso morir en el madero para salvar al hombre, seguramente creerías en él y le adorarías.»
Tal vez Egeas era uno de aquellos hombres escépticos que pululaban en el Imperio romano durante el gobierno de los primeros cesares, y que veían en la religión oficial una tradición de belleza, íntimamente unida con la grandeza de Roma. Recibió despectivo la invitación del Apóstol y le ordenó que sacrificase a los dioses. Es bellísima la respuesta de Andrés: «Cada día ofrezco a Dios todopoderoso un sacrificio vivo, no el humo del incienso, ni la sangre de los cabritos, ni la sangre de los toros; mi ofrenda es el Cordero sin mancha, cuya carne es verdadera comida, y cuya sangre es verdadera bebida con que se alimenta el pueblo creyente; y, a pesar de esto, después de la inmolación persevera vivo y entero, como antes de ser sacrificado.»
Estas misteriosas palabras provocaron, como era natural, la cólera del magistrado. Condenado a muerte, Andrés vio levantarse ante sí una cruz en forma de aspa. Era el instrumento del suplicio. Lleno de júbilo, cayó delante de ella, prorrumpiendo en aquellas palabras que la Iglesia ha recogido en su liturgia: « ¡Oh cruz amable, oh cruz ardientemente deseada y al fin tan dichosamente hallada! ¡Oh cruz que serviste de lecho a mi Señor y Maestro, recíbeme en tus brazos y llévame de en medio de los hombres para que por ti me reciba quien me redimió por ti y su amor me posea eternamente!» Así Andrés, «el primogénito de los Apóstoles», como le llama Bossuet, fue elegido para dar al mundo un ejemplo heroico de amor al signo adorable de la cruz.
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Fuente original: Hijos de la Divina Voluntad
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Otras fuentes en la red
- San Andrés, Apóstol, en EWTN-Fe.
- San Andrés, Apóstol, en corazones.org.
- San Andrés, Apóstol, en Aciprensa.
- El Santo Apóstol Andrés, en Pregunta Santoral.
- Fiesta de San Andrés, Apóstol en mercaba.org.
- «San Andrés, Apóstol», artículo de J. McCrory en mercaba.org.
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Recursos audiovisuales
San Andrés, Apóstol, por Encarni Llamas en DiocesisTV
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Vida de San Andrés, Apóstol, en dibujos animados
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San Andrés, Apóstol, en En Jesús Unidos (canal de Youtube)
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Vida de San Andrés, Apóstol, por Erika Rodotenks
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por Pedro Gracía. Misionero Claretiano | Catholic.net | 24 Nov, 2012 | La Biblia
Juan 18, 33-37. Trigésimo cuarto Domingo del Tiempo Ordinario. Cristo Rey. Cristo reina desde la cruz y con los brazos abiertos, que abarcan a todos los pueblos de la tierra y les atrae a la unidad.
En aquel tiempo preguntó Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» Pilato le respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Jesús le contestó: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis seguidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero no, mi Reino no es de aquí». Pilato le dijo: Conque ¿tú eres rey? Jesús le contestó:«Tú lo dices: soy Rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».
Oración introductoria
Señor mío, Tú eres mi Dios, mi Señor, mi Redentor. Quiero que seas mi Rey, mi Dueño. Toma mi libertad, mi voluntad, mi mente y mi corazón. Quiero que Tú imperes en mí con la fuerza de tu bondad, de tu misericordia y de tu caridad. Aleja de mi alma todo aquello que me separa de Ti y ven a instaurar tu Reino en mi corazón.
Petición
Jesús, ayúdame a luchar todos los días para hacerte reinar más en mi corazón y en el de los demás. ¡Venga tu Reino!
Meditación del Papa
Queridos hermanos y hermanas, os invito por tanto a fortalecer vuestra fe en Jesucristo mediante una auténtica conversión a su persona. Sólo Él nos da la verdadera vida, y nos libera de nuestros temores y resistencias, de todas nuestras angustias. Buscad las raíces de vuestra existencia en el bautismo que habéis recibido y que os ha hecho hijos de Dios. Que Jesucristo os dé a todos la fuerza para vivir como cristianos y tratar de transmitir con generosidad a las nuevas generaciones lo que habéis recibido de vuestros padres en la fe. Que el Señor os llene de su gracia.
En este día de fiesta, nos alegramos del reino de Cristo Rey en toda la tierra. Él es quien remueve todo lo que obstaculiza la reconciliación, la justicia y la paz. Recordemos que la verdadera realeza no consiste en una ostentación de poder, sino en la humildad del servicio; no en la opresión de los débiles, sino en la capacidad de protegerlos para darles vida en abundancia. Cristo reina desde la cruz y con los brazos abiertos, que abarcan a todos los pueblos de la tierra y les atrae a la unidad. Por la cruz, derriba los muros de la división, y nos reconcilia unos con otros y con el Padre.
Benedicto XVI, 20 de noviembre de 2011.
Reflexión
Hemos llegado al último domingo del tiempo ordinario, antes de iniciar el período del adviento. Y la Iglesia siempre celebra y proclama en este día a Jesucristo, Rey universal.
Las lecturas de la Misa de hoy nos presentan al Cristo Rey ya glorificado y Señor de la historia: en el Apocalipsis aparece Jesucristo, «el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra». Él es «el que es, el que era y el que viene»; o sea el Eterno, el Todopoderoso. Es este mismo Jesús glorificado a quien contempla el profeta Daniel en su visión apocalíptica: «Yo vi en una visión nocturna venir a un Hijo de hombre sobre las nubes del cielo, y a Él se le dio el poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno, no cesará; su reino no acabará».
En el Evangelio, en cambio, vemos al Jesús «terreno», al Jesús histórico, que comparece ante Pilato poco antes de ser condenado a muerte y colgado sobre la cruz. Y aparece el Cristo Hombre en toda su majestad y grandeza, como prefigurando ya su divinidad: «Tú lo dices -responde a Pilato—: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo»…. ¡Sí! Para ser Rey.
Pero Cristo no es un rey cualquiera: «Mi reino no es de este mundo». No es un reino de honores, de riquezas, de poderes y dignidades como lo entiende el mundo. Su reino es de una dimensión trascendente y muy superior. No es un reino terreno, sino celestial. Es un reino de amor, de justicia, de gracia y de paz; un reino que está muy por encima de las ambiciones humanas. Un reino que heredarán los pobres, los mansos, los que sufren, los misericordiosos, los humildes, los pacíficos, los perseguidos… Un reino, en definitiva, que poseeremos plenamente en la otra vida, pero que ya ha iniciado desde ahora.
Hay en la Biblia una relación, de suma importancia, sobre la unción de David en Hebrón como rey de Israel. Dios lo había escogido hacía muchos años, en sustitución de Saúl. Pero la vida de David había sido hasta el presente muy azarosa. Al principio fue fulgurante, cuando, matado con la honda el gigante Goliat, salían las muchachas bailando y cantando:
– ¡Saúl ha matado mil, y David ha liquidado a diez mil!
Era como decir: el próximo rey será David. Y le entraron los celos a Saúl, que, de amigo, se convirtió en enemigo implacable. Llega un momento en que David, después de una vida de guerrero valiente y estratega magnífico, consulta a Dios:
– ¿Debo ir a alguna ciudad de Judá?
– Sí; vete a Hebrón.
Allí se establece David, que desde Samuel había recibido la promesa de que un día llegaría a ser el rey de todo el pueblo. Primero le ungen como rey los hombres de Judá, y en Hebrón reinará siete años. Muerto Saúl, llegan los hombres de las diez tribus de Israel, que le dicen:
– Somos como huesos tuyos y carne tuya.
– ¿Qué queréis decirme con esto?
– Que tú, aunque viviera todavía Saúl, nos guiabas antes como jefe nuestro. Ahora, ha llegado el momento de que se cumpla la palabra del Señor sobre ti, pues te dijo: Tú apacentarás como un pastor a mi pueblo; tú serás el rey de Israel.
Subido a Jerusalén, allí reinará treinta y tres años, completando, con los siete de Hebrón, cuarenta años de reinado sobre el Pueblo de Dios.
Pero, esto será nada más que un signo: a David le promete Dios darle en uno de sus descendientes un reino eterno. Cuando llegue el momento, dirá el Angel a María:
– El hijo que vas a tener será grande; Dios le dará el trono de David, su antepasado; reinará para siempre sobre Judá, y su reinado no tendrá fin.
Jesús será Rey. ¡Pero será un Rey tan distinto del que soñaban los judíos de su tiempo!…
Nos basta ver cuándo y cómo es proclamado por los demás, y cómo se proclama Él mismo como Rey, para darnos cuenta de que va a ser y es un Rey muy especial.
– Mi reino no es de este mundo, le dice a Pilato, el cual, le pregunta a su vez:
– Entonces, ¿tú eres rey?.
– Sí; yo soy rey.
La investidura de semejante Rey es muy original. Los hombres lo hacen todo por burla, pero Dios convierte esa burla en el acto más sagrado y solemne. Herodes, un miserable reyezuelo, acaba de echarle encima una vestidura brillante y vieja, para decirle que es un rey loco… Los soldados brutos, se han dicho:
– ¿Que éste es el rey de los judíos? ¡Pues, vamos a coronarlo!
Y le ciñen una corona de espinas. Pilato lo muestra así al pueblo:
– ¡Mirad al hombre! ¡Mirad a vuestro Rey!…
Y hace colocar en el patíbulo de la cruz la causa de su condena a muerte:
– Jesús Nazareno, el Rey de los judíos.
Está claro, que nuestro Rey Jesús es un Rey muy especial. En vez de empezar su reinado -conquistado con su propia sangre- aplastando a sus enemigos, lo primero que hace es perdonar:
– Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen.
Y al ladrón, que le confiesa como Rey desde su propia cruz, le promete con gozo inmenso:
– ¡Hoy, hoy mismo, estarás conmigo en el paraíso!…
Porque su reino va a ser esto: un reinado de amor, de perdón, de santidad, de paz. Y el premio que dará a los suyos, al final de todo -acabada la guerra contra todos los enemigos de Dios-, será hacerles participar de su propio Reino en una gloria inacabable:
– Venid, benditos de mi Padre, venid al reino que os está preparado desde la creación del mundo.
La Biblia entera, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, proclama continuamente al Mesías o al Cristo como Rey de todas las cosas.
La Iglesia lo ha reconocido mejor que nadie, y modernamente ha instituido la Fiesta de Jesucristo Rey para recordar a todos los pueblos que tienen un Soberano con autoridad suprema sobre todas las naciones. Pero no hay que temerlo. Como canta un himno de Navidad ante la matanza de los Inocentes, les dice la Iglesia a todos las palabras dirigidas a Herodes: No quita los reinos de la tierra el que a todos da el Reino de los Cielos.
Jesucristo es Rey para salvar. Si lucha, no es sino contra Satanás, para arrebatarle su imperio y arrancar de sus garras las almas que lleva a la perdición. Y Jesucristo se las arrebata para salvarlas a todas.
Propósito
Asistir, preferentemente en familia, a la Sagrada Eucaristía que celebra hoy a Cristo Rey.
Diálogo con Cristo
Señor, somos súbditos fieles tuyos, del Rey de reyes. Estamos comprometidos a ser los dispensadores de tu paz, de tu perdón, de tu amor. Ahora, nos toca la lucha de cada día, e ir teñidos en sangre, como nuestro Rey en el pretorio de Pilato y en la cruz. ¿El día de mañana?…, nos tocará ceñir corona de oro y manto de púrpura, como Tu, el Rey inmortal de los siglos….
por Mons. Fernando Castro Aguayo | 22 Nov, 2012 | Novios Magisterio
Catecismo la Familia y el Matrimonio.
12. La participación en la vida de la Iglesia
a) Función religiosa de la familia
118. ¿Cuál es la misión de la familia en la Iglesia?
La familia está llamada a edificar el Reino de Dios y a participar activamente en la vida y misión de la Iglesia Los miembros de la familia, enseñados por la Palabra de Dios, confortados con los sacramentos y los auxilios de la gracia, e irradiando el espíritu del Evangelio, vienen a ser una pequeña porción viva de la iglesia.
119. ¿Qué relación tiene la familia con la fe?
La Iglesia siempre ha enseñado que la familia cristiana es una comunidad creyente y evangelizadora, que testimonia la presencia salvadora de Cristo en el mundo a través de la unidad y fidelidad de los esposos, y la conservación y transmisión de la fe a los hijos.
120. ¿Por qué se dice que la familia es evangelizadora?
En la familia los padres deben comunicar el Evangelio a los hijos, pero también pueden recibirlo de ellos. La familia debe transmitir la fe a otras familias y a los ambientes donde se desenvuelve su vida ordinaria.
121. ¿Cómo se puede concretar la evangelización en la familia?
Los padres deben dar ejemplo con naturalidad de cómo vivir la vida y las tradiciones cristianas. Los hijos deben saber que sus padres tratan a Dios todos los días, que procuran recibir los sacramentos con frecuencia y asistir a la Santa Misa los domingos y otras fiestas. Que veneran al Papa y a la jerarquía de la Iglesia. También evangelizarán con su ejemplo y su palabra, transmitiendo los valores humanos y cristianos: el amor al trabajo, el sentido de responsabilidad, el respeto a los mayores y al buen nombre de los demás; el amor a la verdad, la sinceridad, la vida sencilla, austera y limpia; el saber compartir con los demás los bienes que tenemos, el ser agradecidos con Dios por todo, etc.: porque todas esas virtudes las vivió Jesucristo.
122. ¿Cómo pueden las familias contribuir socialmente a la evangelización?
Las familias son testimonio y fermento de vida cristiana en la sociedad en la medida en que los esposos viven bien las exigencias de su vocación matrimonial. Ese clima de amor y generosidad cristiana facilitará prestar ayuda espiritual o material a otras familias que lo necesiten. También pueden hacerse presentes en las actividades propias de la pastoral evangelizadora de la Iglesia a través de las parroquias o movimientos apostólicos.
123. ¿Debe aprenderse el Catecismo en la familia?
Los padres son los primeros iniciadores de la fe en sus hijos. Deben enseñarlos a rezar y comenzar a explicarles las principales verdades contenidas en el Catecismo. La parroquia o la escuela perfeccionara más tarde esa enseñanza. Lo que los padres enseñan en la infancia, tiene una gran importancia para la vida futura de los hijos.
124. ¿Es necesario orar en familia?
Jesucristo nos enseñó que «cuando hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 17,19). Alabar a Dios, darle gracias y pedirle sus dones forma parte esencial de la vida de una familia cristiana.
125. ¿Qué motivos tenemos para orar en familia?
Los motivos son las mismas circunstancias ordinarias de la vida que debemos y podemos referir a Dios: estar juntos en alegrías y dolores; esperanzas y tristezas; nacimientos y cumpleaños; aniversarios de bodas; viajes, alejamientos y regresos; momentos importantes; fallecimiento de personas queridas, etc.
126. ¿Quiénes deben iniciar a los hijos en la vida de oración?
Los padres son los principales educadores en la oración. Deben enseñar a sus hijos a orar y a tratar a Dios en ocasiones ordinarias de la vida: al acostarse y al levantarse; antes y después de las comidas; a dar gracias por los beneficios; en la asistencia a la Misa dominical; a celebrar los misterios cristianos: Navidad, Semana Santa, etc.; la celebración de las fiestas de Jesucristo, de la Virgen y de algunos Santos; a orar por las necesidades espirituales y materiales de los demás; etc. La principal educación para la oración será siempre el testimonio de los padres.
127. ¿Qué otras oraciones pueden ejercitarse en la familia?
El rezo y la meditación del Santo Rosario, principalmente en familia, han sido especialmente recomendados como una de las más excelentes oraciones para conservar su unidad.
128. ¿Qué otras devociones se pueden practicar en las familias?
La presencia de imágenes piadosas en los principales sitios de la vivienda: el crucifijo, imágenes de la Virgen; la imposición del escapulario. En Venezuela hay una costumbre muy cristiana, que es la bendición que piden los hijos a los padres. A la petición de la bendición por los hijos, los padres contestan: «que Dios te bendiga». Es una costumbre que muestra la devoción por los padres y parientes mayores, y que tiene una honda raíz cristiana. Debemos mantenerla y propagarla.
b) Gracia de Dios y sacramentos
129. ¿El sacramento del matrimonio confiere la gracia de Dios para toda la vida matrimonial?
El sacramento del matrimonio, recibido con las debidas disposiciones, confiere la gracia de Jesucristo que ayudará a los esposos a santificarse en todas las circunstancias de su vida conyugal, porque Dios no nos abandona nunca en nuestra vocación, y el matrimonio es una vocación, un camino hacia la santidad.
130. ¿Qué relación existe entre Eucaristía y Matrimonio?
En la Eucaristía el mismo Jesucristo se entrega como alimento, vivificando espiritualmente a los esposos y asemejándolos a Él. La Eucaristía es el sacrificio de la Nueva Alianza, alianza que encarnan los esposos entre sí en la vivencia cristiana de su matrimonio. Además, la Eucaristía es fuente de caridad y vínculo de unidad, virtudes muy necesarias para la estabilidad y armonía de toda la familia.
131. ¿Qué relación hay entre el sacramento de la Penitencia y el Matrimonio?
Los esposos y los demás miembros de la familia deben recibir él sacramento de la Penitencia cuando en sus vidas esté presente el pecado o cuando quieran crecer en el fervor y en el amor de Dios. La Confesión es fuente de purificación y de fortaleza, necesaria para afrontar las dificultades de la vida conyugal.
b) La preparación para el matrimonio
132. ¿Por qué es necesaria una preparación para el matrimonio?
En otros tiempos la preparación para el matrimonio no era tal necesaria porque las jóvenes parejas se hallaban como protegidas por un ambiente naturalmente cristiano, que las defendía En nuestro tiempo se ha dado un cambio cultura fuertemente opuesto al matrimonio y a los valores familiares, y es necesario que los jóvenes aprendan a defender y asumir con responsabilidad su compromiso matrimonial. La verdadera preparación al matrimonio se inicia en la propia familia, que es la primera formadora de los valores humanos y cristianos. Allí se inicia el conocimiento y el respeto de la dignidad del hombre y de la mujer y la grandeza del matrimonio y la familia. Durante el noviazgo debe continuar esa formación que permita a los novios cultivar el conocimiento mutuo y la aceptación y el respeto a las ideas, sentimientos y modos de ser del futuro cónyuge.
133. ¿Qué otros aspectos abarca la preparación para el matrimonio?
Esa preparación requiere un camino suficientemente largo para que los novios lleguen a la boda con la requerida disposición para la entrega total del uno al otro, que se perfeccionará después durante la vida conyugal. Si el noviazgo no persigue ese objetivo, las expresiones de intimidad que serían propias de los esposos, en el noviazgo son solo debilidades. Parte importante de la preparación para el amor conyugal y el matrimonio está en el respeto que los novios deben tenerse mutuamente Ese respeto en el noviazgo abarca: las ideas, los modos de ser, la intimidad, los cuerpos y los sentimientos. Ese respeto es una señal de verdadero amor, destinado a crecer y fortalecerse en el matrimonio.
134. ¿Exige la iglesia a los novios cierta preparación para recibir el sacramento del matrimonio?
En muchos sitios la Iglesia pide a los novios que van a contraer matrimonio, que participen de un «Curso prematrimonial». En él se deben tratar los aspectos humanos, doctrinales y espirituales que cualquier matrimonio cristiano debe conocer. Los novios deben ver en este curso prematrimonial no solo un requisito para su boda, sino una ayuda que les facilita recibir digna y provechosamente el sacramento.
135. ¿Qué se debe decir a quienes afirman que las parejas deben tener relaciones íntimas previas al matrimonio?
Esas relaciones sexuales, llamadas prematrimoniales, no son una preparación para el matrimonio, sino un pecado grave y un abuso de la sexualidad. Muchas veces esas relaciones son efecto de la debilidad, de un enamoramiento romántico, o sentimental, que está muy lejos del verdadero amor. Los novios, como aún no son esposos y no se pertenecen, no tienen derecho a esa intimidad que puede afectar gravemente su amor y también los derechos de otras personas, y en concreto los del hijo que fruto de esas relaciones puedan concebir. Por otra parte es muy sabido que las relaciones prematrimoniales con frecuencia destruyen el noviazgo y otras muchas veces preparan la infidelidad extraconyugal.
136. La preparación para el matrimonio que proporciona la Iglesia ¿tiene otros motivos?
A veces se acude al matrimonio con falta de libertad, o forzando una situación que requeriría, un tiempo de prudente espera, que la preparación previa puede ayudar a discernir. El embarazo, como fruto de relaciones prematrimoniales, puede ser una de las causas que apresure irresponsablemente la boda en parejas que aún no están preparadas ni física, ni emocional, ni espiritualmente para ello. Las estadísticas demuestran que los matrimonios de adolescentes suelen terminar en divorcios muy pronto: tanto más pronto cuanto más jóvenes se casaron.
137. ¿Qué hacer para evitar esas situaciones?
Los novios deben evitar las ocasiones en que puedan darse relaciones prematrimoniales, permanecer solos mucho tiempo, o en lugares aislados, así como las manifestaciones de ternura que serían propias de los esposos, pues no solo deben evitar las relaciones íntimas, sino que tampoco deben iniciarlas. Deben saber resistir las presiones del ambiente que impulsan a los novios a vivir como si fueran personas casadas. Y saber que el esfuerzo por vivir limpiamente su amor tendrá la garantía de su duración. Además, siempre hay que pensar que Dios no pide imposibles, y que el noviazgo se puede vivir limpiamente con la ayuda de su gracia, frecuentando los sacramentos y siendo amigos de Dios.
c) La celebración del matrimonio
138. ¿Qué características debe tener la celebración del matrimonio?
El matrimonio cristiano requiere una celebración litúrgica que exprese ante la Iglesia, representada ante unos testigos, la naturaleza sacramental de la alianza conyugal que establece. Los esposos deben saber que expresan las promesas de su alianza ante el mismo Jesucristo representado por el ministro de la Iglesia y los testigos que asisten al matrimonio. La ceremonia de la boda se lleva a cabo una vez aclarado que no existen impedimentos, que dicho acuerdo se realiza responsable y libremente, que se expresa con claridad el consentimiento que realiza la alianza conyugal, y que se observan las formas establecidas por la Iglesia con una ceremonia sencilla y digna.
139. ¿Qué manifiesta la celebración matrimonio cristiano?
El matrimonio cristiano manifiesta de modo público que los esposos ? aquel hombre y aquella mujer ? han sido llamados por Dios para establecer libremente una comunidad de vida y de amor que debe ser un camino hacia la santidad En él, se ceden mutuamente el derecho sobre sus cuerpos para realizar los actos propios de la generación y educación de sus hijos. Este derecho es perpetuo y solo exclusivo de ellos.
d) Situaciones irregulares y difíciles en las familias
140. ¿Cuáles son las principales situaciones irregulares en la familia?
Las principales situaciones irregulares que contradicen el plan de Dios sobre la familia son: el llamado «matrimonio a prueba»; las uniones libres; los católicos unidos solo por el matrimonio civil; las personas separadas o divorciadas no casadas de nuevo; las personas divorciadas y vueltas a casar; los privados de familia.
141. ¿Qué es el «matrimonio a prueba»?
Se llama así a la cohabitación de una pareja que prueba su compatibilidad durante un tiempo, pensando en la posibilidad de contraer posteriormente un enlace definitivo Propiamente hablando, esta «prueba» no se trata de un matrimonio, porque en él se prevé la posibilidad de una futura ruptura; y esto es incompatible con el verdadero matrimonio.
142. ¿Qué son las uniones libres?
Son uniones constituidas por un hombre y una mujer que deciden vivir juntos, sin ningún tipo de compromiso entre ellos. Estas situaciones pueden ser fruto de determinadas circunstancias económicas o culturales; de la inmadurez afectiva y sicológica de la pareja, o consecuencia de la búsqueda desordenada del placer. En todo caso estas uniones reflejan una gran inmadurez humana, porque indican que no se es capaz de asumir el compromiso de formar una familia.
143. ¿Cómo es posible evitar esas situaciones?
Es necesario averiguar las causas en cada caso para ponerles remedio. En general, es preciso promover la educación de los jóvenes mostrando los grandes bienes de la fidelidad, del matrimonio y de la familia, y la conveniencia de construir hogares estables.
144. ¿Cuál es la situación dentro de la Iglesia de los católicos unidos en matrimonio civil?
Hay que distinguir dos grupos de personas: los que nunca recibieron el sacramento del matrimonio; y los que lo recibieron y se divorciaron para volver a contraer matrimonio civil. Los primeros tienen una situación distinta a las uniones libres, porque aceptan de alguna manera las obligaciones del matrimonio. Se les debe animar a que santifiquen su hogar recibiendo el sacramento del matrimonio, para que sean coherentes con la fe que profesan y el estilo de vida que llevan. En todo caso, no pueden acceder a los sacramentos de la Iglesia mientras perdure esa situación, porque entre católicos el único matrimonio válido y lícito es el sacramental.
145. ¿Puede una persona católica divorciarse cuando la convivencia con el otro cónyuge es imposible?
Si la convivencia conyugal se hace imposible por problemas de infidelidad, o de violencia, malos ejemplos para los hijos, etc., el cónyuge inocente puede pedir lícitamente la separación pues el otro cónyuge «perdió sus derechos», pero convendrá que se aconseje previamente con un sacerdote.
146. ¿Cuál es la situación dentro de la Iglesia, de las personas divorciadas, que han vuelto a contraer un matrimonio civil?
La Iglesia ruega por todos ellos y desea atenderles como a miembros especialmente necesitados de su ayuda, porque las palabras de Jesús sobre la licitud de su situación son claras: Yo les digo: cualquiera que repudie a su mujer y se una con otra, comete adulterio (Mt 19,9); y en otro pasaje: el que repudie a su mujer la expone a cometer adulterio, y el que se una con la repudiada comete adulterio (Mt 5,32). Así pues, deben tratar de resolver su situación: sea investigando la posible nulidad de su primer matrimonio con intención de contraer legítimamente el actual; sea disolviendo la segunda unión civil y tratando de recomponer su primera unión matrimonial; o viviendo con su actual cónyuge, si así lo exigen las obligaciones de justicia adquiridas por los hijos que se tengan, pero sin tener relaciones con él. Solo en este último caso, cuando ambos viven como hermano y hermana, y quitando toda posibilidad de causar escándalo a otros fieles, podrían participar de los sacramentos. En todo caso deben recibir el consejo de un sacerdote prudente y experimentado.
147. ¿Estas personas están separadas de la Iglesia?
De ningún modo. Pueden y deben como todos los católicos acudir a la oración, escuchar la Palabra de Dios, participar de la Misa, y procurar realizar obras de caridad y misericordia. Pueden también fomentar las iniciativas en favor de la justicia, educar a los hijos en la fe cristiana y cultivar el espíritu y las obras de penitencia. De este modo se disponen también a recibir la ayuda de Dios para regularizar su situación.
148. ¿Cuáles son los sentimientos de la Iglesia respecto a los que no tienen familia?
Estas personas son valoradas con afecto y consideración por parte de la Iglesia El Santo Padre, Juan Pablo II, siempre ha animado a que se les abra todavía más la puerta de la Iglesia a las personas que no tienen familia porque la Iglesia es la casa de todos, especialmente de los fatigados y necesitados.
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por Mons. Fernando Castro Aguayo | 22 Nov, 2012 | Novios Magisterio
Catecismo la Familia y el Matrimonio.
11. La participación en el desarrollo de la sociedad
a) Principales derechos de la familia
104. ¿Qué servicios presta la familia a la sociedad?
Además del servicio a la vida, de la educación de los hijos y ser escuela de amor, la familia debe producir en la sociedad abundantes frutos de caridad, unión, servicio, fraternidad. Por ejemplo: la ayuda a otras familias, la adopción desinteresada de niños sin hogar, la atención a ancianos minusválidos enfermos, drogadictos, encarcelados, etc. La familia además es escuela de trabajo desinteresado y vínculo entre las generaciones.
105. ¿En el plano político que pueden hacer las familias?
Las familias deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado sostengan y favorezcan positivamente los derechos y los deberes de la familia
106. ¿Qué derechos deben garantizar el Estado a las familias?
Todo Estado debe garantizar a las familias los siguientes derechos: a existir y progresar como familia; a ejercitar su responsabilidad en la transmisión de la vida; a educar a los hijos a la intimidad de la vida familiar; a la estabilidad del vínculo matrimonial; a creer, profesar y difundir su propia fe; a educar conforme a sus propios valores religiosos, culturales, etc.; a la seguridad física, social, política y económica; a la vivienda adecuada y digna; a la libertad de expresión; a crear asociaciones de familia; a proteger a los menores contra las drogas, el alcoholismo, la pornografía, etc.; al descanso y al tiempo libre que favorezca los valores familiares; a una vida y muerte dignas para los ancianos; a emigrar libremente.
107. ¿Qué actitud debe tener el Estado frente a la familia?
El Estado debe garantizar los derechos de las familias y fomentar y favorecer sus legítimas iniciativas. Las autoridades públicas, convencidas de que el bien de las familias constituye una parte indispensable del bien común de toda la sociedad, deben hacer lo posible para promover aquellas ayudas económicas, sociales educativas, políticas culturales, etc., necesarias para su desarrollo y estabilidad.
b) La educación de los hijos: los padres, primeros educadores
108. ¿Quiénes son los primeros educadores?
La Iglesia, defendiendo los derechos de la familia, siempre ha enseñado que los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos,
109. ¿Por qué son los padres los primeros educadores?
El derecho de educar a los hijos es algo íntimamente ligado a la transmisión de la vida, porque entre padres e hijos: se establece una relación de amor insustituible que no puede ser delegada ni usurpada por nadie.
110. ¿Por qué la educación fundamental de los hijos no debe ser sustituida por otras instituciones o personas?
Porque nadie podrá igualar el amor de los padres que los capacita para educar con dulzura, constancia, bondad, afán de servicio, desinterés y espíritu de sacrificio a sus hijos. Y porque es un derecho primario que los padres orienten, en sus líneas generales, los principios que deben sustentar la educación de sus hijos.
111. ¿Qué aconseja la Iglesia a, los padres en relación con la educación de los hijos?
Los padres deben formar a sus hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Deben enseñarles además los principios de la fe cristiana. Los hijos deben crecer en espíritu de libertad frente a los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene.
112. ¿Qué virtudes sociales convendrán estimular en los hijos?
Los padres deberán educar sus hijos en el clima propio de virtudes que les hagan solidarios con los demás: la generosidad, el desprendimiento, la compasión, el trabajo realizado con el espíritu de servicio, y sobre todo, la caridad. El egoísmo es el enemigo de toda relación con otras personas.
c) Educar la sexualidad
113. ¿Hay que educar la sexualidad de los hijos?
La sexualidad debe ser educada del mismo modo que se educan otros aspectos de la vida de los jóvenes, pero con sus particularidades propias: debe entenderse como educación para el amor, para la entrega; que facilite a los jóvenes la comprensión de la belleza y la trascendencia del amor conyugal en el matrimonio, la grandeza de la misión de la familia. La educación de la sexualidad no puede separar los aspectos biológicos de los aspectos afectivos, morales y espirituales.
114. ¿A quién corresponde la educación sexual?
En primer lugar le corresponde a los padres, que por conocer bien a sus hijos, saben cuál es el mejor momento y el modo para explicarles todo lo relativo a esta materia. Esta es la mejor educación personalizada, que además garantizará el pudor y la delicadeza de sus enseñanzas. La escuela puede cooperar con los padres pero nunca sustituirlos. Los padres deben conocer y autorizar los conceptos que reciban sus hijos en la escuela, particularmente en esta materia.
115. ¿Qué opinión merecen los programas educativos que proponen una simple información fisiológica o biológica en esta materia?
Esos programas lesionan la formación de los adolescentes en la medida en que estén separados de los principios morales. Deben estimular a vivir lis virtudes humanas que llevan a un dominio de si mismo y fomenten el verdadero amor y la castidad.
116. ¿Atenta la práctica de la castidad contra la libertad?
De ningún modo, porque la castidad es una virtud que orienta el recto uso de la sexualidad, y su vivencia suele variar según las circunstancias en cada etapa de la vida. En la adolescencia debe ser educada, ya que la corrupción de costumbres comienza frecuentemente por el abuso de la facultad de engendrar, que debe ser orientada hacia el amor, la vida y la fecundidad. De la misma manera que en otras materias los padres y los educadores no tratan a sus hijos o alumnos como animales, tampoco deben hacerlo en este tema. Plantear los aspectos relativos a la sexualidad separados de los valores específicamente humanos y cristianos, lleva a un comportamiento animal, indigno de la condición de hombres y mujeres.
117. ¿Deben estar atentos los padres sobre estos aspectos de la educación sexual de los hijos?
Sí, porque Dios les ha encargado la tarea de formar a sus hijos como hombres cabales y como cristianos. Descuidar este aspecto sería faltar a un grave deber y dejarlos, hoy en día, a merced del ambiente de libertinaje que se propaga en nuestro tiempo.
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por Mons. Fernando Castro Aguayo | 22 Nov, 2012 | Novios Magisterio
Catecismo la Familia y el Matrimonio.
10. El servicio a la vida
a) Custodiar la vida
87. ¿Cuál es la tarea fundamental de la familia?
La tarea fundamental de la familia es ponerse al servicio de la vida. Los esposos realizan la bendición de Dios desde el comienzo del mundo: «Creced y multiplicaos. Llenad la tierra» (Gen 1,28).
88 ¿Qué valor tiene la fecundidad en el matrimonio?
La fecundidad es el fruto y el signo del auténtico amor conyugal. Es testimonio vivo de la entrega de los esposos. El cultivo del amor conyugal tiende a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza y generosidad con el Creador, en el aumento y enriquecimiento de la familia humana.
89. ¿Ha cambiado la doctrina de la Iglesia respecto a la fecundidad en el matrimonio?
Esta doctrina no ha cambiado en nada. Hay una unidad perfecta en las enseñanzas de los Concilios y los Papas de todos los tiempos. Así se comprueba también por el Magisterio eclesiástico emanado del Concilio Vaticano II, del Papa Pablo VI y de Juan Pablo II. La doctrina de la Iglesia siempre ha sido la misma, porque no tiene otra doctrina que la de Jesucristo, que es siempre actual.
90. ¿Cómo se puede resumir la doctrina de la Iglesia sobre la fecundidad en el matrimonio?
Esta enseñanza puede resumirse diciendo que el amor conyugal debe ser plenamente humano exclusivo y abierto a la vida.
91. ¿Son justas las leyes que regulan el aborto en algunos países?
Esas leyes son gravemente criminales El aborto es un crimen horrendo porque consiste en quitar la vida a una criatura inocente e indefensa. Este crimen se hace aún más grave por el hecho de que lo autorizan y realizan justamente aquellas personas que debieran cuidar al niño: sus padres, los médicos, los legisladores, las autoridades. Ese pecado se agrava además porque esas criaturas son privadas del Bautismo y de otros dones sobrenaturales.
92. ¿Se puede provocar el aborto para evitar que nazca un niño anormal?
Nunca es lícito privar de la vida a un inocente. Eliminar a un niño enfermo el un acto criminal e inhumano y un fracaso de la medicina. Solo Dios es dueño de la vida. No se puede dar la muerte a una criatura por el hecho de que sea enfermo o se sospeche alguna anormalidad. Es una gran injusticia
93. A veces se dice que hay que procurar el aborto para salvar la vida de la madre ¿qué se debería hacer en esos casos?
La medicina cada día está más adelantada. El deber de los médicos es intentar salvar la vida de ambos. No es lícito nunca matar a un niño directamente para salvar la vida de la madre. Si en el esfuerzo por salvar ambas vidas falleciera la madre o el hijo no habría ningún delito.
94. ¿Se pueden tomar medicinas o realizar operaciones que puedan causar indirectamente la muerte de un niño no nacido?
En enfermedades graves, si no hay otro tratamiento, es lícito tomar medicinas que pudieran causar accidentalmente algún daño o la muerte al feto, siempre que no se busque directamente ese efecto. Se trata de casos muy excepcionales sobre los que conviene aconsejarse preguntando siempre al sacerdote y a médicos católicos experimentados y con doctrina segura.
95. ¿Se pueden tomar productos o seguir tratamientos que causen la esterilidad?
En algunos casos, por razones de enfermedad, pueden necesitarse medicinas o tratamientos médicos o quirúrgicos que causen la esterilidad temporal o perpetua. En estos casos debe haber proporcionalidad entre la gravedad de la enfermedad que se desea tratar y la consecuencia de producir la esterilidad a una persona.
96. ¿Qué criterio moral existe sobre los dispositivos intrauterinos o medicinas que hagan directamente infecundo el acto conyugal?
Esos medios son siempre contrarios a los fines propios del matrimonio, y por tanto son ilícitos moralmente. Además, muchas veces esas drogas y siempre los dispositivos intrauterinos, tienen efectos abortivos precoces y no son solo anticonceptivos.
97. ¿Qué criterio moral tiene la fecundación artificial, los «bebés probeta»?
Los «bebés probeta» y todas las prácticas que rodean esa tecnología ?alquiler de madres, congelación de embriones, etc.-, son gravemente inmorales por la manipulación de los gametos que ambos esposos aportan para concebir el niño así como por el elevado número de pérdida de vidas humanas que comportan, y por su inhumanidad. Esto atenta contra la dignidad de los esposos, la dignidad de la procreación, y la dignidad de la criatura, que tiene derecho a ser concebida por sus padres de modo humano y amoroso.
b) Políticas demográficas
98. ¿El Estado debe tomar medidas de protección de la familia?
El Estado debe crear el ordenamiento jurídico y social necesario para que la familia pueda desarrollarse convenientemente.
99. ¿Pueden los Estados imponer políticas demográficas?
El Estado debe garantizar el bien común y el desarrollo de los ciudadanos en todas sus dimensiones ?no solo en la económica, y de modo especial la familiar. En este sentido puede dar orientaciones demográficas siempre que respete el ordenamiento propio de la familia y la dignidad de cada persona.
100. ¿Existen en la actualidad políticas demográficas que atenten contra los derechos la dignidad de las personas?
Como han señalado los obispos, en Latinoamérica existe un «imperialismo anticonceptivo» que promueve campañas descaradas de control de la natalidad y esterilización. En numerosos países hay leyes que permiten el aborto y el infanticidio. Hay Estados que imponen el número de hijos a las familias. Todos estos hechos son verdaderos abusos que atentan contra la dignidad del hombre, contra su libertad y contra la familia.
101. ¿Puede una política demográfica sustituir las decisiones de los esposos?
Sería una intromisión tiránica que el Estado impusiera a los esposos lo que solo ellos pueden decidir: el número de hijos. La Iglesia condena toda forma de intromisión en la vida familiar, y es garante de la libertad de los esposos en sus decisiones libres y responsables sobre el número de hijos.
102. ¿Hay peligro de que se acaben los recursos para alimentar la población del mundo?
No está demostrado que el crecimiento de la población sea un peligro para el resto de la humanidad. Quienes así piensan adoptan una actitud egoísta en la medida que quieren privar a otros, de los bienes de la Creación que ellos disfrutan. La experiencia de la historia demuestra que el crecimiento de la población estimula y fomenta el progreso humano, aun en los aspectos económicos.
103. ¿Qué hacer para adecuar el desarrollo del mundo al plan de Dios?
El mundo será más humano y cristiano en la medida en que cada uno acoja en, su corazón el mensaje del Evangelio. La fidelidad a la doctrina sobre la familia y el matrimonio, según la enseñanza, de Jesucristo y de la Iglesia, es uno de los aspectos básicos para poder edificar una sociedad verdaderamente justa y humana.
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por Mons. Fernando Castro Aguayo | 22 Nov, 2012 | Novios Magisterio
Catecismo la Familia y el Matrimonio.
9. Formar una comunidad de personas.
a) La armonía familiar
69. ¿Qué se debe hacer para que la familia esté cada vez más unida?
Cada uno de los miembros de la familia, especialmente los esposos, deben esmerarse en sus respectivos deberes con toda responsabilidad, a costa de los sacrificios que sean precisos: el trabajo, la educación de los hijos el cuidado de los ancianos y de los enfermos de la familia etc. Los hijos también tienen su propia parte: cumplir sus deberes de obediencia, docilidad, cariño y respeto por sus padres; y en el estudio y el trabajo bien hechos.
70. ¿Cuáles son las principales manifestaciones del amor cristiano en la familia?
Son muchas: el respeto, la comprensión, el perdón mutuo, la paciencia, la ayuda mutua, el espíritu de servicio y de sacrificio, etc. El amor en la familia se manifiesta sobre todo por la renuncia y la abnegación para hacer amable la vida a los demás; en la lealtad y la confianza; en el respeto y la comprensión. También en el espíritu de servicio y la generosidad, porque así se supera el egoísmo y la comodidad, que son fuentes de impaciencia y mal humor, verdaderos enemigos de la armonía conyugal y familiar.
71. ¿Cuál es la principal manifestación del amor cristiano, en relación a los esposos?
La misión de la familia impone a los padres una profunda y generosa dedicación por educar a los hijos. Faltan gravemente a este deber los padres que por adquirir abundancia de bienes materiales, por razones de trabajo, o por cualquier otro motivo, descuidan la dedicación y la educación de sus hijos. Para la esposa, es necesario resaltar la importancia que las tareas del hogar tienen en relación a la educación de los hijos, la armonía familiar y la buena marcha de toda la casa. Cuando el hogar está ordenado y limpio será el lugar donde todos los miembros de la familia desearán descansar y compartir porque ningún otro sido les será más agradable.
72. ¿Qué se puede hacer cuando hay divisiones en la familia?
La unión familiar debe preservarse con sacrificio y generosidad porque es un gran bien. Para ello, todos deben fomentar las disposiciones de comprensión mutua, tolerancia, el perdón de 1as ofensas y la reconciliación.
73. ¿Qué medios tenemos los cristianos para fomentar la unión en la familia?
Además de los dichos anteriormente se pueden señalar: la oración, acudir al sacramento de la Confesión para buscar la reconciliación con Dios, y la recepción frecuente y con las debidas disposiciones del sacramento de la Eucaristía, fuente de amor y de unidad.
74. ¿Es causa de división, en el seno de la familia, considerar a la mujer inferior al hombre?
Sí, porque en la familia y en el matrimonio tanto la mujer como el hombre tienen un papel principal e igualmente importante, con las características propias de cada sexo.
75. ¿Qué puesto tiene la mujer en la familia?
La mujer tiene un puesto esencial en la familia: de ella depende en gran parte la educación de los hijos, la transmisión de la fe, la armonía familiar y el tono y la marcha de todo el hogar. No son cristianas las posturas machistas que pretenden relegar a la mujer a un nivel inferior al esposo. La Iglesia ha puesto de relieve en numerosas ocasiones la dignidad de la mujer.
b) La dignidad de la mujer
76. ¿Tienen igual dignidad la mujer y el varón?
En nuestro tiempo ha crecido significativamente la conciencia de la igual dignidad de la mujer adecuada promoción y del varón, aunque en la práctica muchas veces se la desconoce y violenta. La adecuada promoción de la mujer exige que sea reconocido públicamente, entre otras cosas, el valor insustituible de su función materna y familiar. La sociedad debe estructurarse de tal manera que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de su casa.
77. ¿Qué se opone a la dignidad de la mujer?
Se oponen las actitudes machistas y la frecuente mentalidad que ve a la mujer como una cosa objeto de compraventa, al servicio de intereses egoístas y como instrumento de placer. La primera víctima de esa mentalidad es la misma mujer. Estas actitudes también producen frutos muy negativos especialmente en los niños y en los adolescentes.
78. ¿Qué actitud debe tener el varón en el hogar?
Debe tener una actitud de respeto y consideración por su mujer; asumir su papel insustituible en la educación de sus hijos; evitar un excesivo autoritarismo, y dar testimonio del vida cristiana más con su ejemplo que con sus palabras.
79. ¿Cómo puede la mujer fomentar el reconocimiento de su dignidad ante los demás?
Lo hace cuando se comporta con la sencillez y la elegancia que proporciona el pudor y el recato. Si su modo de vestir, su comportamiento y sus palabras son verdaderamente femeninos, contribuirá significativamente a elevar el tono humano de quienes la rodean.
Siempre deberá tener en cuenta que existen propagandas, determinadas modas y actitudes que tienden a convertirla en un objeto sexual al servicio del hombre. Frente a esto cualquier ser humano debe rebelarse, pero especialmente las mismas mujeres.
c) Niños y ancianos
80. ¿Qué deben encontrar los niños en sus familias?
Los niños necesitan protección, cuidado y educación para poder desarrollarse humana y espiritualmente como ciudadanos y como cristianos. La acogida, la estima, el amor y el cuidado de los niños es una característica de la vida cristiana,
81. ¿Cuál es la dignidad de la tarea educativa de los niños?
Formar bien el alma de un joven, o educar a un niño es una de las tareas más trascendentales que puede realizar una persona. Es algo especialmente bendecido por Dios. Educar a los niños puede suponer grandes sacrificios por 1as circunstancias complejas de la sociedad y por la paciencia que deben tener los padres. Pero vale la pena; Cristo asegura que todo lo que hicimos con sus hermanos más pequeños, con Él mismo lo hicimos (cf. Mt 25,40).
82. Si fuera el caso, ¿Qué deben hacer los padres para ayudar a los hijos tenidos fuera del matrimonio?
Es un deber de justicia que se responsabilicen de su educación y cuiden lo mejor que puedan de ellos. Y con el ejemplo de su rectificación inculcarles el modelo de familia al que aspira cualquier hijo. Esos hijos no deben seguir la conducta de los padres sino más bien intentar formar una familia ejemplar, con la ayuda de Dios. Los niños tienen el derecho a nacer en una familia bien constituida y se les causa una grave injusticia cuando se les engendra fuera del matrimonio, quedando muchas veces privados de la custodia y presencia de alguno de sus padres.
83. ¿Se puede decir que ha fracasado un matrimonio que no tenga, hijos?
Cuando la procreación es imposible por enfermedad u otras causas, el matrimonio no pierde su valor. El amor de los esposos debe seguir creciendo para desbordarse en otros servicios a la sociedad, en tareas educativas, en ayuda a otras familias o a niños necesitados o impedidos, Además, siempre podrán adoptar a otros niños abandonados o carentes de familia.
84. ¿Cómo se deben cuidar a los ancianos en la familia?
Los ancianos tienen el tesoro de la experiencia y la sabiduría de la vida; pueden ser una fuente de unión para toda la familia. Atenderlos en sus necesidades materiales y espirituales es una gran obra de caridad y un deber de piedad para los hijos y demás miembros de la familia.
85. ¿Y cómo deben tratarse a los enfermos?
Debemos tratar a los enfermos de la familia como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Debemos atenderlos, cuidarlos, y si fuera el caso procurarles los auxilios espirituales necesarios a tiempo para que lleguen dignamente al encuentro con Dios.
86. Todas estas tareas con los niños, ancianos y enfermos ¿son un obstáculo para la realización personal de los demás miembros de la familia?
Todo lo contrario. Esas tareas son una fuente de humanidad para todos los miembros de la familia. El primer lugar para vivir y desarrollarse como personas es la familia. Aplicarnos en esas tareas es vivir el mandato de la caridad, que empieza con la propia familia, y dedicar nuestros mejores esfuerzos a ellos es un camino de santidad.
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por Mons. Fernando Castro Aguayo | 22 Nov, 2012 | Novios Magisterio
Catecismo la Familia y el Matrimonio.
8. Misión de la familia
63. ¿Cuál es la misión de la familia?
La familia tiene la misión de revelar, custodiar y comunicar el amor. Ese amor es el reflejo del Amor de Dios a los hombres y del Amor de Cristo a su Iglesia Solo en un ambiente amoroso puede el hombre aprender a desplegar plenamente su personalidad y alcanzar la meta que Dios propone a todo hombre: la santidad La familia es el medio querido por Dios para que los hombres colaboren ordenadamente en su decreto Creador y Salvador.
64. ¿Cuál es la dignidad de la familia?
Por su misión, por su origen y por su naturaleza es muy grande la dignidad de la familia. En el plano meramente natural, por voluntad expresa de Dios, es el fundamento de la sociedad ?y por eso merece especial solicitud por parte de la autoridad civil ?. Pero además, es parte del fundamento de la Iglesia y uno de los medios querido por Dios para realizar su crecimiento.
65. ¿Cuál es la fuerza que unifica a la familia?
La fuerza que unifica a la familia es el amor. El amor es mucho más que un sentimiento. Los sentimientos son pasajeros, y están relacionados con factores físicos, biológicos y emocionales que son cambiantes El verdadero amor es estable, permanente y sacrificado. Es el amor lo que convierte la mera convivencia en vida familiar.
66. ¿Cómo es el verdadero amor?
El verdadero amor abarca la totalidad de la persona: tiende a hacer a los esposos un solo corazón y una sola alma (Hch 4,32); es fiel y exclusivo hasta la muerte; es fecundo, es abnegado. Es fruto de la caridad (cf. 1 Cor 13). Y debe crecer continuamente.
67. ¿Cómo se entiende el amor de los esposos desde una perspectiva cristiana?
Los esposos deben quererse con un amor que también sea sobrenatural: porque se ven como un don de Dios del uno para el otro y porque se reconocen mutuamente colmo hijos de Dios. De este modo también en el matrimonio se puede vivir el culmen de la perfección que es la caridad.
68. ¿Cómo realiza la familia su misión?
La familia realiza su misión principalmente en cuatro áreas: a) formando una comunidad de personas; b) estando al servicio de la vida; c) participando en el desarrollo de la sociedad; d) participando en la vida y misión de la Iglesia.
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