por internetprom.com | Evaristo Martín Nieto | Mercaba.org | 24 Oct, 2010 | Confirmación Vida de los Santos
San Judas Tadeo es uno de los santos más populares, a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe. En Alemania, Italia, América y muchos sitios más, tiene numerosos devotos que consiguen por su intercesión admirables ayudas de Dios, especialmente en cuanto a conseguir empleo, casa u otros beneficios más.
Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo.
Judas es una palabra hebrea que significa: «alabanzas sean dadas a Dios».
Tadeo quiere decir: «valiente para proclamar su fe».
Simón significa: «Dios ha oído mi súplica». A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra la fiesta en un mismo día, el 28 de octubre, porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos predicando la Palabra de Dios por todas partes.
San Judas Tadeo estaba íntimamente relacionado con nuestro Señor por su parentesco con San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen. Sobrino nieto de estos dos santos, es a la vez sobrino de María y José, de donde resulta ser primo de nuestro Señor Jesucristo.
San Judas es hermano del Apóstol Santiago el Menor. Tenía otros dos hermanos a quienes llama el Evangelio «hermanos» de Jesús. Cuando nuestro Señor regresó de Judea a Nazaret, comenzó a enseñar en la sinagoga. Las gentes que le oían estaban asombradas y decían: «¿ De dónde le ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?» (Mt 13,54).
La palabra «hermanos» en hebreo comúnmente significa un pariente próximo. El padre de San Judas era Cleofás. El nombre de su madre era María, que era pariente próxima de la Virgen Santísima. Ella también permaneció junto a la Cruz cuando murió nuestro Señor Jesucristo. «Cerca de la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre , María, esposa de Cleofás, y María Magdalena» (Jn 19,25).
Durante su adolescencia y juventud, Judas fué compañero de Jesús. Cuando Jesús comenzó su vida pública, Judas dejó todo por seguirle. A San Judas se le llama Tadeo para diferenciarlo de Judas Iscariote que fue el que vendió a Jesús. En la noche de la Última Cena le preguntó a Jesús: «¿Por qué revelas tus secretos a nosotros y no al mundo?». Jesús le respondió que esto se debía a que ellos lo amaban a Él y cumplían sus mandatos y que a quien lo ama y obedece, vienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y forman habitación en su alma (Jn. 14, 22).
Como Apóstol, trabajó con gran celo por la conversión de los paganos. Fue misionero por toda la Mesopotamia durante diez años. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles. Después se unió a Simón en Libia, donde los dos Apóstoles predicaron el Evangelio a los habitantes de aquel país.
Refiere la tradición que San Judas y San Simón sufrieron martirio en Suanis, ciudad de Persia, donde habían trabajado como misioneros. A San Judas le dieron muerte con una cachiporra. Por eso se le representa con una porra sobre la cabeza. Luego, le cortaron la cabeza con un hacha. Trasladaron su cuerpo a Roma y sus restos se veneran ahora en la Basílica de San Pedro.
San Judas es conocido principalmente como autor de la Carta de su nombre en el Nuevo Testamento. Carta probablemente escrita antes de la caída de Jerusalén, por los años 62 al 65. En ella, San Judas denuncia las herejías de aquellos primeros tiempos y pone en guardia a los cristianos contra la seducción de las falsas doctrinas. Habla del juicio que amenaza a los herejes por su mala vida y condena los criterios mundanos, la lujuria y «a quienes por interés adulan a la gente». Anima a los cristianos a permanecer firmes en la fe y les anuncia que surgirán falsos maestros, que se burlarán de la Religión, a quienes Dios, en cambio, les tiene reservada la condenación .
A la soberbia de los malos contrapone la humilde lealtad del Arcángel San Miguel. Anima a los cristianos a levantar un edificio espiritual llevando una vida fundada en la fe, el amor a Dios, la esperanza y la oración. Alienta la práctica del amor al prójimo; exhorta a los cristianos a que sean pacientes y con sus vidas virtuosas conviertan a los herejes.
San Judas concluye su carta con una oración de alabanza a Dios por la Encarnación, pues por ella Jesucristo, Palabra eterna de Dios, tomó sobre sí nuestra naturaleza humana para redimirnos.
internetprom.com
* * *
El apóstol es un enviado de Jesucristo. Un hombre llamado por Jesucristo para ser un testimonio vivo de su mensaje redentor en el mundo. Así estos dos hombres: Simón y Judas.
Bien poco sabemos de Simón. Unos le identificaron con Simón el Cananeo, o el Zelotes, uno de los doce apóstoles del Señor. Otros aseguran que fue obispo de Jerusalén, sucesor del apóstol Santiago el Menor (hacia el a. 62; cf. EUSEBIO, H. E., 11 t.20 col.245 ). En esta última hipótesis hubiera sellado con su sangre la fe cristiana en la persecución del emperador Trajano, hacia el año 107. Pero esto resulta insostenible, puesto que el Simón obispo de Jerusalén fue, según Eusebio, hijo de Cleofás y no hermano de Santiago.
En la lista de los apóstoles le suelen llamar siempre Simón el Cananeo, o el Zelotes, dos términos que se identifican. Son, en efecto, dos traducciones de un mismo vocabla hebreo, qanná, que quiere decir zelotes o celoso. Así Simón, apóstol fiel de Jesucristo, encarna en su persona el gran celo del Dios omnipotente; «de hecho, el Dios de Israel se muestra como un ser «celoso» de sí mismo, que no puede en manera alguna tolerar cualquier atentado contra su trascendente majestad» (Ex. 20,5; 34,14).
En los albores ya de la era mesiánica los romanos toman definitivamente en sus manos las riendas de la administración palestinense. Los judíos, agobiados por el peso aplastante de la opresión extranjera, se esfuerzan desesperadamente por abrirse un resquicio de libertad y de esperanza. Quieren crear una fuerza de resistencia que los libere. A impulsos de Judas de Gamala y del fariseo Sadduk se organiza un partido de oposición. Los miembros que integran el partido toman el sobrenombre de zelotes.
El partido se ampara en un sentido eminentemente religioso. Quieren ser en medio de la dominación extranjera corrompida por el paganismo, un monumento vivo a la fidelidad a la ley mosaica.
Una gran preocupación mesiánica invadía el sentimiento nacional de estos hombres. La espera incontenida del gran Libertador se vivía en el partido con el alma en tensión, siguiendo la línea de los grandes profetas de Israel.
La impotencia humana para quebrar, por fin, la esclavitud, les empuja irresistiblemente a un patriotismo exaltado y zozobrante, que culmina en la guerra judía.
Simón pertenecía evidentemente a este partido, en el que se habían enlazado indisolublemente la religión y la política. No podemos olvidar que en la historia del pueblo elegido la preocupación social, religiosa y política iba siempre de la mano. Simón fue un zelotes. Es verdad que en su vida pesaba, sobre todo, el matiz religioso. El celo ardiente por la Ley le quemaba el centro de su alma israelita. Como San Pablo, es Simón un judío entregado plenamente al cumplimiento de las tradiciones paternales. Rozando en su persona el formulismo asfixiante y agobiador de los fariseos.
Pero un día, venturoso para él, se encontró con la mirada del Maestro y se convirtió sinceramente al Evangelio (Act. 21,20).
Perdido en su humildad, la Providencia ha querido dejarle olvidado en un casto silencio. De todos los apóstoles, él es el menos conocido. La tradición nos dice que predicó la doctrina evangélica en Egipto, y luego en Mesepotamia y después en Persia, ya en compañía de San Judas.
En la lista de los apóstoles aparece ya al final, junto a su compañero San Judas (cf. Mt. 10,3-4; Mc. 3,16,19; Lc. 6,13; Act. 1,13).
Simón es el Zelotes para distinguirle de Simón Pedro, el príncipe del Colegio Apostólico; Judas es llamado Tadeo (Lebbeo en algunos manuscritos de San Mateo) para distinguirle de Judas el traidor. San Juan le llama expresamente «Judas, no el Iscariote».
San Judas aparece también en el Evangelio con un gran celo apostólico. En la última cena, Jesucristo hace de sí mismo causa común con su Padre. El que le ame a Él, será amado de su Padre celestial. Acaba el Señor de proclamar el mandamiento nuevo. Y Judas siente que se le quema el alma de caridad al prójimo, y no puede aguantarse: «Señor, ¿cómo ha de ser esto, que te has de mostrar a nosotros, y no al mundo?» (Io. 14,22). La inefable dulzura del amor a Jesucristo, el testimonio caliente de la revelación del Verbo, tenía que penetrar el mundo entero. A través de estas palabras tímidas, pero selladas con el marchamo inconfundible de un apóstol, descubrimos la presencia de un alma grande y un corazón ancho.
Los evangelios no nos conservan de él ni una palabra más. La tradición, recogida en los martirologios romanos, el de Beda y Adón, y a través de San Jerónimo y San Isidoro, nos dicen que San Simón y San Judas fueron martirizados en Persia.
Afirma la leyenda que los templos de la ciudad de Suamir estaban recargados de ídolos. Los santos apóstoles fueron apresados. Simón fue conducido al templo del Sol y Judas al de la Luna, para que los adoraran. Pero ante su presencia los ídolos se derrumbaron estrepitosamente. De sus figuras desmoronadas salieron, dando gritos rabiosos, los demonios en figuras de etíopes. Los sacerdotes paganos se revolvieron contra los apóstoles y los despedazaron. El azul sereno de los cielos se enluteció de pronto. Una horrible tempestad originó la muerte a gran multitud de gentiles. El rey, ya cristiano por la predicación de los santos apóstoles, levantó en Babilonia un templo suntuoso, donde reposaron sus cuerpos hasta que fueron trasladados a San Pedro de Roma.
El nombre de Judas es muy frecuente en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva (cf. Mt. 13,55, Mc. 6,3). San Clemente de Alejandría, influenciado, sin duda, por el protoevangelio de Santiago, cuenta a Judas entre los hijos del primer matrimonio de San José. San Lucas le llama «Judas de Santiago» (6,13,16). Aquí se suelen apoyar no pocos exegetas para decir que Judas era hermano de Santiago. Así lo afirmaban los escritores eclesiásticos de los primeros siglos testificando al propio tiempo que era «hermano», es decir, «pariente» del Señor, aunque luego no se pongan de acuerdo al darle el título de apóstol. Y así se viene invariablemente repitiendo en la exégesis católica. Y, sin embargo, el genitivo suele indicar siempre relación de paternidad, más que de fraternidad. El mismo San Lucas, en el mismo contexto, habla de «Santiago de Alfeo», es decir, hijo de Alfeo.
Cuando San Judas se presento a sí mismo en su carta apostólica, parece que no se incluye en el número de los doce. Se llama humildemente «un siervo de Jesucristo». Y hasta da la sensación que se excluye positivamente del grupo apostólico (v. 17 ).
Esto, tal vez, concordaría más con la actitud de Jesucristo, que no elige a sus familiares para ser apóstoles de su doctrina. De hecho los hermanos del Señor se colocan fuera de los doce (cf. Act. 1,13-14).
Pero los católicos han proclamado siempre para San Judas el apostolado apoyados en Mc. 6,3, donde Santiago y Judas son llamados «hermanos de Jesucristo».
A través de la breve carta, escrita con un claro sentido de polémica, contra las primeras herejías nacientes, descubrimos en San Judas un escritor de mentalidad semita, con un conocimiento exquisito de la lengua griega. El clasicismo griego alterna en él con alguna influencia popular del estilo.
Desprecian ya estos herejes primeros del cristianismo la divinidad de Jesucristo, imbuidos indudablemente por las ideas gnósticas. Quieren propalar una doctrina esoterica, con una clara tendencia al iluminismo. Se creen con el monopolio de la santidad y no vacilan en llamarse «pneumáticos» o espirituales, mientras menosprecian a los demás con el nombre de «psíquicos» o carnales. Contra ellos levanta San Judas su voz, llena de un santo celo.
La fuente de inspiración es para él el Viejo Testamento, donde descubre una serie de sentidos típicos en orden al Nuevo Testamento. Tiene San Judas un gran conocimiento de documentos extrabíblicos. Hace referencia a los Apócrifos de Henoc y a la Asunción de Moisés.
Este uso que el apóstol hace en su predicación de la Biblia y de la tradición judaica tenía, sin duda, un valor extraordinario para los convertidos del judaísnio. La fe, según San Judas, constituye el fundamento de la vida cristiana. Pero esta fe, cálida y viva, va necesariamente unida a la caridad. El cristianismo es en él una aventura. Hay que jugárselo todo por el amor de Dios y del prójimo. Así la predicación de San Judas evoca la doctrina del cuarto evangelio. Como San Juan, predica él la confianza plena en el día del juicio, como una consecuencia obligada de haberse refugiado en la misericordia de Jesucristo.
La misericordia, la paz, la caridad, son una maravillosa expresión del ritmo ternario de la epístola y de su doctrina apostólica, La doxología final tiene una gran influencia doctrinal en la literatura cristiana de los primeros tiempos, comenzando por San Pedro y San Pablo. San Policarpo, igual que San Judas, desea a los filipenses la misericordia, la paz, la caridad en abundancia.
El hecho de llamarse a sí mismo «hermano de Santiago», nos indica que San Judas se dirige a cristianos que tenían en gran estima a aquel apóstol. Y estas comunidades hemos de buscarlas en Palestina, Siria y Mesopotamia, donde, como hemos dicho, señala la tradición el campo de actividades al apóstol.
San Judas, tal vez, perteneció a la humilde clase de los trabajadores. Eusebio cuenta que fueron acusados ante el emperador Domiciano unos nietos de Judas, por ser parientes del Señor. Pero el emperador los dejó en libertad, al ver sus manos encallecidas por el trabajo.
Evaristo Martín Nieto en Mercaba.org
* * *
Para saber más sobre estos apóstoles, recomendamos la lectura de la Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI sobre Simón cananeo y Judas Tadeo.
por P. Pegueros | REDIFAM.org | 17 Oct, 2010 | Novios Artículos temáticos
¿Cómo eran los Matrimonios en los primeros siglos de la Iglesia?…
¿Cómo fue cambiando el Matrimonio cristiano hasta llegar a la forma que actualmente conocemos?…
¿Desde un principio se consideró el Matrimonio como Sacramento?…
¿Se puede decir que el Matrimonio es un sacerdocio?…
* * *
Decía el beato Juan XXIII: “Jesucristo dignificó el Matrimonio elevando este contrato entre los bautizados a la categoría de Sacramento, y quiso también santificar con su ejemplo la convivencia familiar haciéndose miembro de un hogar, espejo de las más hermosas virtudes” (2 de octubre de 1959).
Hay un documento muy antiguo llamado Carta a Diogneto que se escribió por el año 160 de la era cristiana. Según esta Carta los cristianos “se casan como todos”, por lo judío, por lo griego, por lo romano. Aceptan las leyes imperiales, mientras no vayan en contra del Evangelio. El Matrimonio se celebra “en el Señor”, dentro de la comunidad cristiana, sin una ceremonia especial.

En el mundo judío, venían primero los esponsales y unos meses más tarde la boda tenía lugar en la casa, no en la sinagoga. Pero, como todo en Israel, tenía una dimensión religiosa ya que la celebración incluía oración y bendición.
En el mundo romano había diversas maneras, pero el consentimiento viene a constituir en la práctica lo esencial de la unión matrimonial. Decía la ley romana: “No es la unión sexual lo que hace el matrimonio, sino el consentimiento.
Los cristianos se casan como todo el mundo, pero “dan muestras de una conducta especial, admirable y, por acuerdo de todos, sorprendente”, sigue diciendo la Carta. Acogen la vida que nace, no abandonan a sus hijos y respetan el lecho matrimonial.
San Ignacio de Antioquía invita a los cristianos a casarse “con conocimiento del Obispo para que el casamiento sea conforme al Señor y no por solo deseo”.
Los Papas mostraron mucho interés por el Matrimonio cristiano, pero el reconocimiento del matrimonio como Sacramento fue muy lento. San Agustín lo llamó sacramento, en sentido de misterio, refiriéndose al plan divino sobre la unión del hombre y la mujer. No será sino hasta el Concilio II de Lyon (1274), cuando la Iglesia lo reconozca como uno de los siete Sacramentos instituidos por Cristo.
Un poco antes se dispuso que el Matrimonio fuera celebrado en la propia parroquia, con el fin de que fuera un acto conocido de toda la comunidad, lo que no sucedía cuando tenía lugar en la casa de la novia, ante pocos testigos.
La Iglesia, después del Vaticano II, ha venido estudiando juntos el Sacerdocio y el Matrimonio, porque “estos dos Sacramentos están ordenados a la salvación de los demás.
Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1534).
El Matrimonio ha sido instituido por Dios para celebrar la realidad del amor humano entre marido y mujer, vivido bajo la acción del Espíritu Santo.
* * *
Fuente: Red de Institutos Universitarios Latinoamericanos de Familia
por CeF | Mi casita sobre roca | 17 Oct, 2010 | Primera comunión Historias de la Biblia
En esta semana las lecturas del Evangelio nos ofrecen dos de las parábolas referidas al perdón y a la compasión: el buen samaritano y el amigo inoportuno. En el siguiente enlace presentamos el capítulo de «Mi casita sobre la Roca» en el que se aborda la parábola del amigo inoportuno. Las canciones, marionetas y personajes hacen de este un material idóneo para niños en sus primeros pasos de iniciación cristiana y en la preparación de su Primera Comunión.
También incluimos, para la catequesis y uso de padres y catequistas, varias versiones diferentes y el texto de la parábola.
* * *
Capítulo de «Mi casita sobre la roca»
* * *
Versión en dibujos animados
* * *
Otra versión en dibujos animados
* * *
Texto de la parábola en Lucas 11, 5-13
«Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle», y aquél, desde dentro, le responde: «No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos», os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite». Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!»
* * *
Mi casita sobre la roca – Valivan producciones
por CeF | Mi casita sobre roca | 17 Oct, 2010 | Despertar religioso Historias de la Biblia
Presentamos el capítulo de Mi casita sobre la Roca en el que se aborda la parábola del fariseo y el publicano. Las canciones, marionetas y personajes hacen de este un material idóneo para niños en sus primeros pasos de iniciación cristiana y en la preparación de su Primera Comunión.
* * *
Parábola del fariseo y el publicano
Texto de la parábola en Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: «¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.» En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!» Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.
* * *
por SS Juan Pablo II | 10 Oct, 2010 | Catequesis Magisterio
Juan Pablo II se preocupó especialmente por la transmisión de la devoción del Rosario en la familia. Sobre este asunto, escribió a todos los católicos la carta apóstolica Rosarium Virginis Mariae, en octubre de 2002. En ella nos recordaba:
Además de oración por la paz, el Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia. Antes esta oración era apreciada particularmente por las familias cristianas, y ciertamente favorecía su comunión. Conviene no descuidar esta preciosa herencia. Se ha de volver a rezar en familia y a rogar por las familias, utilizando todavía esta forma de plegaria.
Si en la Carta apostólica Novo millennio ineunte he alentado la celebración de la Liturgia de las Horas por parte de los laicos en la vida ordinaria de las comunidades parroquiales y de los diversos grupos cristianos, deseo hacerlo igualmente con el Rosario. Se trata de dos caminos no alternativos, sino complementarios, de la contemplación cristiana. Pido, por tanto, a cuantos se dedican a la pastoral de las familias que recomienden con convicción el rezo del Rosario.
La familia que reza unida, permanece unida. El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios.
Muchos problemas de las familias contemporáneas, especialmente en las sociedades económicamente más desarrolladas, derivan de una creciente dificultad comunicarse. No se consigue estar juntos y a veces los raros momentos de reunión quedan absorbidos por las imágenes de un televisor.
Volver a rezar el Rosario en familia significa introducir en la vida cotidiana otras imágenes muy distintas, las del misterio que salva: la imagen del Redentor, la imagen de su Madre santísima. La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino.
Es hermoso y fructuoso confiar también a esta oración el proceso de crecimiento de los hijos. ¿No es acaso, el Rosario, el itinerario de la vida de Cristo, desde su concepción a la muerte, hasta la resurrección y la gloria? Hoy resulta cada vez más difícil para los padres seguir a los hijos en las diversas etapas de su vida. En la sociedad de la tecnología avanzada, de los medios de comunicación social y de la globalización, todo se ha acelerado, y cada día es mayor la distancia cultural entre las generaciones. Los mensajes de todo tipo y las experiencias más imprevisibles hacen mella pronto en la vida de los chicos y los adolescentes, y a veces es angustioso para los padres afrontar los peligros que corren los hijos. Con frecuencia se encuentran ante desilusiones fuertes, al constatar los fracasos de los hijos ante la seducción de la droga, los atractivos de un hedonismo desenfrenado, las tentaciones de la violencia o las formas tan diferentes del sinsentido y la desesperación.
Rezar con el Rosario por los hijos, y mejor aún, con los hijos, educándolos desde su tierna edad para este momento cotidiano de “intervalo de oración” de la familia, no es ciertamente la solución de todos los problemas, pero es una ayuda espiritual que no se debe minimizar. Se puede objetar que el Rosario parece una oración poco adecuada para los gustos de los chicos y los jóvenes de hoy. Pero quizás esta objeción se basa en un modo poco esmerado de rezarlo. Por otra parte, salvando su estructura fundamental, nada impide que, para ellos, el rezo del Rosario –tanto en familia como en los grupos– se enriquezca con oportunas aportaciones simbólicas y prácticas, que favorezcan su comprensión y valorización. ¿Por qué no probarlo? Una pastoral juvenil no derrotista, apasionada y creativa –¡las Jornadas Mundiales de la Juventud han dado buena prueba de ello!– es capaz de dar, con la ayuda de Dios, pasos verdaderamente significativos. Si el Rosario se presenta bien, estoy seguro de que los jóvenes mismos serán capaces de sorprender una vez más a los adultos, haciendo propia esta oración y recitándola con el entusiasmo típico de su edad.
* * *
por Jesús Martí Ballester | Teresa de Jesús | 10 Oct, 2010 | Postcomunión Taller de oración
Siempre tan dispuesta para la Verdad, el Bien, el Amor y el heroísmo, a través de años de intensa lucha para comunicarse con el Señor, es y será siempre: Maestra de oración.
* * *
Aficionado era su padre a leer buenos libros, y así los tenía para que los leyesen sus hijos. Especial interés puso su madre en que sus hijos numerosos rezasen y fueran devotos de la Virgen. Seis años de Teresa. Asimila rápido e intensamente. Ejemplo de toda virtud halla en sus padres. Y todos sus hermanos, personas de calidad. Es decir, nos encontramos en una excelente cantera familiar.
Cuando en el corazón del hogar se lee, Teresa escucha con avidez. Niña y todo, tiene ya un alma profunda con un instinto divino insobornable. Lo capta todo. Y, comunicativa como es, contagia, sobre todo a los hombres. Su hermano Rodrigo, siete años, manejado por ella, lee con ella vidas de santos. Y se escapan a tierras de moros para que los descabezasen por Cristo.
Como esta hazaña fue interceptada , se conformó con que los dos serían ermitaños. En consecuencia, construían ermitas en el huerto, jugando con creatividad y audacia y eficacia. Y repetían un “mantra” interesante: “para siempre, siempre, siempre”. La eternidad va a pesar mucho en su vida.
Las gestas y heroísmos de los santos, leídos en el hogar, al calor del fuego, releídos después en atmósfera fraterna y amorosa, calaron hondo en aquella tierra, tan dispuesta para la Verdad, el Bien, el Amor y el heroísmo. Ese es el hontanar prometedor de la Maestra de oración. Cuando sea mayor, los hombres de Iglesia no se lo pondrán muy fácil para que pueda realizar sus impulsos, responder a sus llamadas, consumar sus ideales.
Teólogos unilaterales , para quienes el ejercicio del intelecto es el supremo acto humano y religioso, como Melchor Cano, profesor de prima en la Universidad de Salamanca, escribirán que “si quien se da a la oración, Dios le da noticia del cielo y de la tierra y prudencia para obrar, cerremos los libros, mueran los estudios, y démonos todos a la oración». Desgraciadamente muchas cátedras ocupadas lo fueron por sabiduría, sensatez, valores humanos y divinos, magnanimidad y tolerancia. Mucho ha habido de amaño, arribismo, de hombre ascendido porque supo encontrar la clave del sistema, y también porque la astucia otorgadas por la naturaleza a quienes no proveyó de derecha, como un medio de sobrevivir. ¡Y, qué sobrevivir a veces, que colapsó el pálpito devino de genios que quedaron estériles! “No hay hombre sin hombre”, escribió Benavente en “Los intereses creados”, y ese es el leiv-motiv de la comedia, tan real y repetido. Lo del “carnet del partido” sólo es sombra de la verdad tan actual y de siempre y también siempre causa de descenso degenerativo.
Si Jesús no le hubiera dado a Teresa “libro vivo”, no hubiera sido la que fue, y la Maestra, Doctora de la Iglesia, de una Iglesia que le cortó el paso, que le segó la hierba bajo sus pies por obra, esta vez, del Inquisidor Valdés, Arzobispo de Sevilla, que prohibió la lectura de todos los libros de autores que hoy están en los altares, como los de San Francisco de Borja y San Pedro de Alcántara, y de otros que no lo están pero sí estuvieron en la cárcel, como el Arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, ya que toda la teología de aquél y su saber de Dios, se encerraba en esta frase que escribió despreciando las obras de Fray Luís de Granada: “La contemplación para mujeres de carpinteros”. Y en parte tenía razón, porque María, la gran mujer contemplativa, era mujer del carpintero.
La contemplación, como inicio de la oración mística, siempre ha sido motivo de escándalo, precisamente porque todo lo que se sale de lo ordinario y normal, lo causa. Pero no se piensa que la Iglesia nació mística. ¿Qué otra cosa fue Pentecostés? Tras los Hechos de los Apóstoles, con el recuerdo del Esposo vivo todavía, la comunidad paleocristiana vivió con intensidad enamorada la fe, y se valoró la oración por encima de todas las actividades y de todos los ministerios. Quedaba aún la Tradición de los Apóstoles que habían decidido abandonar la administración temporal, para dedicarse en plenitud “a la oración y al ministerio de la palabra” (He 6,4).
Y con la oración florecen los dones del Espíritu Santo, cuyo ejercicio precisamente constituye la oración mística, en la que la persona no es movida por virtudes que exigen esfuerzo humano, sino por fuerzas divinas, que por eso se llaman místicas, es decir mistéricas, es decir que llegan del misterio. Vinieron después los Padres y cuando falló su predicación, se sucedieron unos siglos de decadencia.
En los siglos XII y XIII se retornó a la oración, y retornó de nuevo la decadencia de los siglos XIV y XV. Después de esta larga noche y oscura, comienza de nuevo a despuntar la aurora en el siglo XVI, que es el de Teresa, que tuvo que enfrentarse aún con reductos de los siglos anteriores, como he señalado antes. Es el momento en que Jesús le da a Teresa “libro vivo”. La vocación a la santidad de todos los cristianos, pues, no nace en el primer tercio del siglo XX, sino que nace con la Iglesia, aunque tras el paso de varias vicisitudes el Espíritu ha suscitado apóstoles como el Padre Arintero y a Garrigou Lagrange, su continuador, para quienes la santidad pasa por la mística y es llamada universal, como ha proclamado el Vaticano II. Es natural que si hoy nos basamos en la inspiración paupérrima de libritos de cuarta o quinta división serviremos hamburguesas, pero no manjares sólidos, que sólo promueven una vida lánguida pasota y rutinaria. Es necesario volver a los maestros acreditados, a los guías nativos: a los místicos.
A Santa Teresa. Teresa es maestra y ¡qué Maestra! A la lengua se nota a quienes se formaron en su escuela. ¡Qué anchura! Los forja como águilas. Y también se ve a la legua la superficialidad humana y cristiana de los que ni la saludaron por el camino. Son los que se entretiene en cazar lagartijas cuando hay tanto espacio para volar. Entre tanto el pueblo de Dios, casi todito, desorientado, envejecido, esclerotizado, enervado, vegeta en el raquitismo átono y aferrado a la costumbre rutinaria y ramplona. “Donde no hay amor, pon amor y cosecharás amor”.
Esta es la doctrina magistral de los hombres de Dios, de los auténticos hombres. Pero ¿no salió Diógenes a buscar uno con un candil? El pueblo se muere de hambre. Y no es porque no nos reunimos y hablamos y hablamos y hablamos…Es que no se va a la raiz. Cuando Jesús venga no nos encontrará unidos; nos encontrará “reunidos”. Estos días los medios nos decían de una madre italiana que se había expuesto a morir de cáncer si seguía el embarazo. He oido decir a algunas madres que estaban dispuestas a dar la vida por un hijo. Y ¿qué otra cosa nos dice el Concilio que “la Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario que estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres” (LG VIII, 65). El Cura de Ars decía a sus feligreses: «todavía no he dado la sangre por vosotros”.
Mientras no lleguemos a gozar de ese espíritu, poco podemos esperar. El pueblo vive en una mediocridad que no hay quien la pare. Teresa la puede parar. Tiene mucho que enseñarnos y tenemos mucho que aprender.
Periódico ecuménico cubano. Miami, Florida, octubre de 2007
* * *
Poesías de santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia
Mi Amado para mí
Ya toda me entregué y di
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Muero porque no muero
Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
Después que muero de amor,
Porque vivo en el Señor
Que me quiso para Sí.
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero:
Que muero porque no muero.
Esta divina prisión
Del amor con que yo vivo
Ha hecho a Dios mi cautivo
Y libre mi corazón;
Y causa en mí tal pasión
Ver a Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.
¡Ay, que larga es esta vida,
Qué duros estos destierros,
Esta cárcel y estos hierros
En que el alma esta metida!
Sólo esperar la salida
Me causa dolor tan fiero,
Que muero porque no muero.
iAy, que vida tan amarga
Do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
No lo es la esperanza larga:
Quíteme Dios esta carga
Más pesada que el acero,
Que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
Vivo de que he de morir,
Porque muriendo el vivir
Me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
No te tardes, que te espero,
Que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
Vida, no me seas molesta,
Mira que sólo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte,
Venga el morir muy ligero,
Que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
Que es la vida verdadera,
Hasta que esta vida muera
No se goza estando viva.
Muerte, no seas esquiva;
Viva muriendo primero,
Que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
A mi Dios que vive en mí,
Si no es perderte a ti
Para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
Pues a Él solo es al que quiero.
Que muero porque no muero.
Búscate en mí
Alma, buscarte has en Mí,
Y a Mí buscarme has en ti.
De tal suerte pudo amor,
Alma, en Mí te retratar,
Que ningún sabio pintor
Supiera con tal primor
Tal imagen estampar.
Fuiste por amor criada
Hermosa, bella, y ansí
En mis entrañas pintada,
Si te pierdes, mi amada,
Alma, buscarte has en Mí.
Que Yo sé que te hallarás
En mi pecho retratada
Y tan al vivo sacada,
Que si te ves te holgarás
Viéndote tan bien pintada.
Y si acaso no supieres
Donde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
Sino, si hallarme quisieres
A Mí, buscarme has en ti.
Porque tú eres mi aposento,
Eres mi casa y morada,
Y ansí llamo en cualquier tiempo,
Si hallo en tu pensamiento
Estar la puerta cerrada.
Fuera de ti no hay buscarme,
Porque para hallarme a Mí,
Bastará solo llamarme,
Que a ti iré sin tardarme
Y a Mí buscarme has en ti.
Vuestra soy
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía,
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad
Que hoy os canta amor ansí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criastes;
Vuestra, pues me redimistes;
Vuestra, pues que me sufristes;
Vuestra, pues que me llamastes;
Vuestra, pues me conservastes;
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
¿Que mandáis, pues, buen Señor,
Que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le havéis dado
A este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
Amor dulce, veisme aquí,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención,
Pues por vuestra me ofrecí
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida:
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz cumplida,
Flaqueza o fuerza a mi vida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
Dadme consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración,
Si no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
Sólo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme, pues, sabiduría,
O por amor ignorancia.
Dadme años de abundancia
O de hambre y carestía,
Dad tiniebla o claro día,
Revolvedme aquí o allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que este holgando,
Quiero por amor holgar,
Si me mandáis trabajar,
Morir quiero trabajando.
Decid, dónde, cómo y cuándo.
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa,
Sea Job en el dolor,
O Juan que al pecho reposa;
Sea viña fructuosa
O estéril, si cumple ansí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Sea Josef puesto en cadenas
O de Egipto Adelantado,
O David sufriendo penas,
O ya David encumbrado.
Sea Jonás anegado,
O libertado de allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Esté callando o hablando,
Haga fruto o no le haga,
Muéstreme la Ley mi llaga,
Goce de Evangelio blando,
Esté penando o gozando,
Sólo Vos en mí vivid.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Hermosura de Dios
¡Oh, Hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
Y sin dolor deshacéis
El amor de las criaturas.
¡Oh, ñudo que así juntáis
Dos cosas tan desiguales!
No sé por qué os desatáis,
Pues atado fuerza dais
A tener por bien los males.
Juntáis quien no tiene ser
Con el Ser que no se acaba:
Sin acabar acabáis,
Sin tener que amar amáis,
Engrandecéis vuestra nada.
Ayes del destierro
¡Cuán triste es, Dios mío;
La vida sin ti!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Carrera muy larga
Es la de este suelo,
Morada penosa,
Muy duro destierro.
¡Oh dueño adorado,
Sácame de aquí!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Lúgubre es la vida,
Amarga en estremo;
Que no vive el alma
Que está de ti lejos.
¡Oh dulce bien mío,
Que soy infeliz!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
iOh muerte benigna,
Socorre mis penas!
Tus golpes son dulces,
Que el alma libertan.
iQue dicha, oh mi amado,
Estar junto a Ti!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
El amor mundano
Apega a esta vida;
El amor divino
Por la otra suspira.
Sin ti, Dios eterno,
¿Quien puede vivir?
Ansiosa de verte
Deseo morir.
La vida terrena
Es continuo duelo;
Vida verdadera
La hay sólo en el cielo.
Permite, Dios mío,
Que viva yo allí.
Ansiosa de verte
Deseo morir.
¿Quién es el que teme
La muerte del cuerpo,
Si con ella logra
Un placer inmenso?
¡Oh, sí, el de amarte,
Dios mío, sin fin!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Mi alma afligida
Gime y desfallece.
iAy! ¿Quién de su amado
Puede estar ausente?
Acabe ya, acabe
Aqueste sufrir.
Ansiosa de verte
Deseo morir.
El barbo cogido
En doloso anzuelo
Encuentra en la muerte
El fin del tormento.
iAy!, también yo sufro,
Bien mío, sin ti.
Y Ansiosa de verte
Deseo morir.
En vano mi alma
Te busca, ioh mi dueño!;
Tu siempre invisible
No alivias su anhelo.
iAy!, esto la inflama
Hasta prorrumpir:
Ansiosa de verte
Deseo morir.
iAy!, cuando te dignas
Entrar en mí pecho,
Dios mío, al instante
El perderte temo.
Tal pena me aflige
Y me hace decir:
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Haz, Señor, que acabe
Tan larga agonía,
Socorre a tu sierva
Que por ti suspira.
Rompe aquestos hierros
Y sea feliz.
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Mas no, dueño amado,
Que es justo padezca;
Que expíe mis yerros,
Mis culpas inmensas.
iAy!, logren mis lágrimas
Te dignes oír
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Loas a la Cruz
Cruz, descanso sabroso de mi vida,
Vos seáis la bienvenida.
iOh, bandera, en cuyo amparo
El más flaco será fuerte!
iOh, vida de nuestra muerte,
Que bien la has resucitado!
Al león has amansado,
Pues por ti perdió la vida.
Vos seáis la bienvenida.
Quien no os ama está cautivo
Y ajeno de libertad;
Quien a vos quiere allegar
No tendrá en nada desvío.
iOh dichoso poderío
Donde el mal no halla cabida!
Vos seáis la bienvenida.
Vos fuisteis la libertad
De nuestro gran cautiverio;
Por vos se reparó mi mal
Con tan costoso remedio,
Para con Dios fuiste medio
De alegría conseguida.
Vos seáis la bienvenida.
La Cruz
En la cruz esta la vida
Y el consuelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
En la cruz esta el Señor
De cielo y tierra
Y el gozar de mucha paz,
Aunque haya guerra,
Todos los males destierra
En este suelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
De la cruz dice la Esposa
A su Querido
Que es una palma preciosa
Donde ha subido,
Y su fruto le ha sabido
A Dios del cielo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
Es una oliva preciosa
La santa cruz,
Que con su aceite nos unta
Y nos da luz.
Toma, alma mía, la cruz
Con gran consuelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
Es la cruz el árbol verde
Y deseado
De la Esposa que a su sombra
Se ha sentado
Para gozar de su Amado,
El Rey del cielo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
El alma que a Dios está
Toda rendida,
Y muy de veras del mundo
Desasida
La cruz le es árbol de vida
Y de consuelo,
Y un camino deleitoso
Para el cielo.
Después que se puso en cruz
El Salvador,
En la cruz esta la gloria
Y el honor,
Y en el padecer dolor
Vida y consuelo,
Y el camino más seguro
Para el cielo.
* * *
por Luis M. Benavides | 3 Oct, 2010 | Catequesis Metodología
La oración con el niño, la oración del niño.
A lo largo de este último período que hemos analizado, las posibilidades de oración del niño han ido creciendo, conjuntamente con el desarrollo del lenguaje y la toma de conciencia progresiva de su personalidad. Los adultos juegan un papel todavía más importante, en cuanto el niño es, cada vez más, capaz de Dios.
Los adultos son mucho más aptos de lo que creen para reestablecer una vida de relación con Dios a partir de las experiencias en torno a sus propios hijos. Es cierto que muchos no saben cómo rezar o qué palabras decir, pero como decíamos antes: a rezar se aprende rezando. ¡Tengan la plena confianza que el Espíritu les indicará qué decir o hacer! La oración siempre es una fuente de bendiciones para todos.
La tarea de los padres consistirá esencialmente en vivir ellos mismos su fe de la manera más sencilla y lógica posible, contagiando a sus hijos el amor por Dios y la necesidad de hablar con Él. Por lo tanto, es muy importante que los hijos participen en la oración de sus papás. Todos los demás adultos que rodean al niño (abuelos, tíos, padrinos, etc.) también pueden desempeñar un cometido mucho más profundo, en la medida en que ellos mismos entren en relación amorosa con el Señor.
Bases de la actividad orante del niño
Hasta los 3 años la vida de oración del niño, tanto individual como familiar, evoluciona con rapidez, apoyada en su desarrollo psicomotor.
La oración del cuerpo
El niño experimenta una necesidad vital de moverse, de utilizar todo su cuerpo en todo lo que hace. Por eso, los gestos, el ritmo, el baile, el canto han de formar la base idónea para su oración, primero por mimetismo con los adultos y luego de forma cada vez más espontánea, incluso solitaria: aplaudir, levantar las manos y ofrecer palmas abiertas, son gestos que dejan su impronta en el pequeño, así como la señal de la cruz (más adelante, en otras columnas analizaremos más detenidamente los gestos sagrados).
El desarrollo mental
La explosión del lenguaje al que asistimos ante un niño que acaba de aprender a andar solo, la alegría que demuestra al valerse de tantas palabras nuevas, es una ocasión privilegiada para ayudarle a orar. Cuando el niño es capaz de hacerse entender con palabras, su oración va cobrando más sentido.
Con todo, lo esencial sigue siendo su actitud interior más que la cantidad de oraciones que pueda aprender de memoria. La curiosidad, el espíritu de observación y la asociación de ideas son elementos favorables por demás en orden a la vida espiritual. Todo lo que para el niño sea motivo de admiración puede ser motivo de alabanza, de acción de gracias a Dios por todo lo que nos regala.
El desarrollo del lenguaje y la gran curiosidad del niño crean en él una necesidad imperiosa de preguntar por todo. Comienza la edad de los por qué. En todo momento, conviene ser realista y dar respuestas adecuadas a los niños; mostrando a Dios como fin último de las cosas creadas.
Diversas ocasiones para orar
a) A lo largo del día.
Tomando en cuenta los diferentes elementos que hemos evocado, ya descubrimos que las modalidades de la vida de oración a lo largo del día pueden ser múltiples. Lo importante no es ponerse a hablar de Dios en cada momento sino vivir en su presencia.
La oración ha pasado a ser una alabanza al Señor, una acción de gracias cotidiana ante las menudencias y, a la vez maravillas, de la vida. En el transcurso de la jornada puede aprovecharse para agradecer a Dios por lo maravilloso del mundo que nos rodea. Esta acción de gracias puede ir acompañada por cantos apropiados que entonen juntos chicos y grandes.
Pueden darse diferentes maneras de expresarse: a veces, será mediante una serie de invocaciones breves y alegres (primero por iniciativa del adulto y luego por contagio del niño). Hay infinidad de temas, pequeños y grandes, en torno a los cuales es posible hablar de Dios y de Jesús. Asimismo, todos los signos y gestos que puedan acompañar las palabras, reexpresarán la experiencia de fe. De esta manera cada jornada puede ser muy rica en ocasiones para orar.
b) La “liturgia familiar”.
El niño muestra deseos de participar de manera activa en la oración que congrega a su familia; querrá unírseles e imitarlos. El niño sólo comprende el sentido general de esa reunión, pero percibe intuitivamente el valor de la misma (por tal razón no debe ser excluido). Al margen de que la oración familiar sea algo organizado o se improvise, lo que al niño le agrada es que los padres recen con él, y no que le hagan rezar: se trata de una actividad en común, sin maestros ni “vigilantes”. Claro está que habrá que adaptarse a las necesidades de los niños pequeños. Insisto cuanto más intervenga el cuerpo y los sentidos en la oración, el niño más se sentirá “atrapado” en la misma.
Al mismo tiempo; hay que tener en cuenta el carácter del niño, su ritmo personal, sus características individuales y su personalidad. La participación del niño pequeño en la oración familiar deber ser breve, alegre y sentida. Si la oración familiar se prolonga el niño podrá marcharse libremente. Lo fundamental consiste en la libertad que se le deje al niño, en el detalle de respetar su deseo o su rechazo; con ello su participación en la oración no obtendrá más que beneficios. A Dios se le descubre en la libertad y en el amor; no en la moral, la obligación y la culpabilidad.
c) Las ceremonias litúrgicas.
Muy pronto el niño tendrá ocasión de asistir y hasta participar en ceremonias litúrgicas como la Misa u otras festividades religiosas importantes (Navidad, Pascua, Pentecostés, Santo Patrono, etc.). En la Misa habría que mantener el mismo principio que en una reunión familiar de cierta importancia. Los niños pequeños suelen estar presentes participando en lo que pueden, realizando otra actividad o simplemente jugando. Lo que hay que procurar es que la presencia de los niños en la Misa no perturbe en demasía el desarrollo de la celebración. Es aconsejable permitirle al niño que se sienta cómodo en la casa de Dios; por esa razón podría llevar alguno de sus juguetes, hojear libros, dibujar, etc.
Como esta actitud puede molestar a algunos, es preferible asistir a las Misas de Niños, donde todos ya saben que dicha Misa va ser más “bulliciosa” y “movida” por la presencia de los mismos. Estas misas pensadas y organizadas en función de los pequeños, suelen ser fuente de bendiciones para los adultos.
De esta manera, concluimos que la familia es un lugar privilegiado del encuentro entre los niños y Dios. Los padres son antes que nada, servidores y mediadores entre Dios y el pequeño que Él mismo les ha confiado. Dios actúa a través de ellos, en ellos y por ellos. Lo importante es dejarse llevar por Él de modo que esta etapa lleve a los niños a despertar al espíritu de oración, a una relación directa de los niños con “su” Dios.
«Dios ama nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones. La presencia invocada de Cristo a través de la oración en familia nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abre caminos de esperanza. Muchos vacíos de hogar pueden ser atenuados por servicios que presta la comunidad eclesial, familia de familias.
»… De importancia para toda su vida es el ejemplo de oración de sus padres y abuelos, quienes tienen la misión de enseñar a sus hijos y nietos las primeras oraciones…»
Documento Final de Aparecida, 119 y 441
(De la Serie «Iniciación en la oración», columna 5.ª)
* * *
* * *
por Colegio Borja (Gandía, España) | franciscodeborja.es | 3 Oct, 2010 | Postcomunión Dinámicas
Pequeña obra de teatro de marionetas adaptado al colegio Borja Jesuitas para Educación Infantil y Primer Ciclo de Primaria (España). Con pequeños cambios, puede utilizarse en sesiones de catequesis en cualquier parroquia o colegio.
Personajes
- Francisco de Borja niño
- Francisco de Borja adulto (de duque y de jesuita)
- Rey Carlos
- Reina
- Leonor de Castro
- Bandido Cádell
- Música ambiental
- Música medieval de la época
Decorados
- Patio de armas del palacio
- Un salón de la corte
- Un altar
La obra
Escena 1.ª
Decorado: Patio de armas del palacio
Música de fondo: medieval
(Francisco aparece de niño y se dirige a los niños.)
Francisco: ¡Hola! ¡Cuántos niños! ¿Sabéis porqué estoy aquí?
Niños: ¡¡Nooo!! (Advertir antes a los Niños para que contesten y participen al máximo.)
Francisco: ¿Queréis que os lo diga?
Niños: ¡¡Sííííííííííí!!
Francisco: ¿Sabéis quién soy yo?
Niños: ¡Noooo!!
Francisco: Estoy aquí para contaros mi historia, porque quiero que me conozcáis y porque vuestro colegio se llama como yo. ¿Cómo se llama vuestro colegio?
Niños: ¡¡Colegio Borja!!
Francisco: ¿Cómo?
Niños: ¡¡Colegio Borja!!
Francisco: Pues yo soy Francisco de Borja y yo nací en este palacio que ahora es vuestro colegio, aquí en Gandía vuestra ciudad en este palacio que vosotros conocéis muy bien. ¿Sabéis dónde me bautizaron? (dejar que contesten los Niños) Que levante la mano el que lo sepa, pues sí me bautizaron en la colegiata ¿Conocéis la colegiata? Pues en mi bautizo hubo una gran fiesta con música fuegos artificiales ¿os asustan los cohetes? Creo que a algunos sí…
(Pausa.)
De pequeño lo pasaba “chupi” porque tenía seis hermanos y jugábamos a pillar, al escondite, ¿os gusta jugar al escondite? (dejar que contesten los Niños.)
Francisco: Mis hermanos se llamaban Alfonso, María Ana, Isabel, Enrique, María Luisa y yo… que me llamo…
Niños: ¡¡¡Francisco de Borja!!!
Francisco: No os oigo… ¿cómo me llamo?
Niños: ¡¡¡Francisco de Borja!!!
Francisco: Vale, vale. Pero también me gustaba hacer los deberes y me gustaba mucho la música. Ahora os contaré una cosa muy muy triste que me ocurrió cuando tenía diez años.
(Música triste.)
Mi mamá se puso muy malita y se murió me puse muy triste pero luego pensaba que estaba todo el tiempo en el cielo con Jesús y ya me ponía más contento.
Un día estaba en mi habitación, vino corriendo mi escudero que se llamaba Diego y me dijo: (cambio de voz) “¡Mi señor, salid pronto! ¡Nos están atacando!…” y era verdad.
Tuve que huir con mis hermanos en una barca por el río, sí ese que veis desde el patio del recreo, por el río Serpis que antes era mucho más caudaloso. Bueno pues como os iba diciendo, tuvimos que huir hasta Denia y escondemos. Y menos mal que nos pudimos llevar el dinero, las joyas y algunas cosas de valor porque lo saquearon y lo robaron todo dejaron el palacio hecho una ruina.
(Pausa. Música ambiental.)
Un año después mi padre me envió a Zaragoza con mi tío que era Arzobispo. Allí estudiaba mucho y hacía muchos deberes, porque hay que trabajar mucho y estudiar, ¿vosotros trabajáis mucho?
Niños: ¡¡¡Síííí!!!
Francisco: ¿Hacéis todo lo que manda la “seño”?
Niños: ¡¡¡Síííí!!!
(Final de la primera escena, música ambiental se cierra el telón.)
Escena 2.ª
Decorado: Un salón de palacio
Personajes: Francisco (se cambia la marioneta por otra que representa a Francisco ya mayor), el rey, la reina Isabel y Leonor de Castro.
Francisco: Soy Francisco otra vez, pero como veis, ya me he hecho mayor. Mi tío el arzobispo me envió a Granada a un castillo donde había una princesa muy guapa y después aquí donde me veis ahora a la corte con el rey ¿Sabéis corno se llamaba el rey?
(Sale el rey.)
Rey: Eso, eso, como me llamo a ver si lo adivináis…
(Dejar que los Niños digan nombres).
Francisco: Pues se llamaba Carlos. ¿Y su mujer la reina, sabéis cómo se llamaba?
(Sale la reina.)
Reina: Eso, eso, ¿cómo me llamo? ¡No lo sabéis, no lo sabéis!…
(Dejar que digan nombres.)
Muy bien, me llamo Isabel y…. soy muy pero que muy guapa
Francisco: Ahora os contaré un secreto su dama también era muy guapa tan tan guapa que me enamoré de ella (música romántica). Se llamaba Leonor y me casé con ella.
(Suena la marcha nupcial; sale Leonor vestida de novia y se abrazan.)
Niños: ¡¡¡Que se besen, que se besen!!!
Rey: De regalo de boda te hago Marqués de Llombay.
(Otra vez la marcha nupcial y se cierra el telón, fin de la escena 2.º.)
Escena 3.ª
Personajes: Francisco, el rey y el bandido Cádell
Decorado: El mismo que la escena 2.ª
Música: Medieval.
Francisco: Bueno, ¿Os sigo contando mi historia?
Niños: ¡¡¡Síííí!!!
Francisco: Pues, yo acompañaba al rey a cazar y también a luchar en las batallas y tenía una armadura para la guerra ¿la habéis visto en la sala de armas? En una de esas batallas, mataron a mi amigo Garcilaso que era un gran poeta.
(Música triste.)
Rey: Te nombro capitán de mi ejército y te mando… ¡¡que persigas a todos los bandidos de Cataluña!!
Francisco: Uno de estos bandidos era Cádell era el peor de todos y yo lo perseguía para darle una buena lección. En fin, ahora vuelvo.
(Música; Francisco desaparece y aparece Cádell.)
Cádell: ¿Quien ha dicho mi nombre? He oído que decían Cádell, pues yo soy Cádell el bandido más malo de todos los que persigue Francisco (mirando a todas partes). Espero que no me vea Francisco, porque no quiero ni pensar si me encuentra…me esconderé…
(Desaparece Cádell y aparece Francisco.)
Francisco: Como os iba diciendo había un bandido muy malo que se llamaba Cádell por cierto creo que andaba por aquí ¿no lo habréis visto por casualidad?
Niños: ¡¡¡Síííí!!!
(Francisco se gira y aparece Cádell por detrás, se juega un poco al escondite Cádell aparece y desaparece, los Niños le irán indicando a Francisco por donde aparece el bandido hasta que Francisco al fin ve a Cádell.)
Francisco: Cádell ¡malvado! Espera y verás (Saca una cachiporra).
Cádell: ¡¡No, no, por favor, seré bueno! ¡Lo prometo…!
Francisco: (Persiguiéndolo y dándole con la cachiporra) ¡Como te pille…!
(Final de la 3.ª escena.)
Escena 4.ª
Personajes: Francisco sacerdote
Decorado: altar
Música: triste.
Francisco: (Aparece vestido de jesuita) Soy otra vez Francisco, ahora ya soy muy mayor ¿queréis saber por qué estoy vestido así?
Niños: ¡¡¡Síííií!!!
Francisco: ¿Os acordáis de la reina? ¿Recordáis lo guapa que era? (aparece la reina) Pues… se murió (la reina suspira profundamente y cae desplomada.)
Me puse tan triste que entonces me acordé de Jesús, el Señor, y… poco a poco me fui poniendo más contento (música: aleluya).
Mis hijos ya se habían hecho mayores y decidí que lo más importante era servir al Señor a Jesús, así que me hice sacerdote jesuita. Me ayudó a decidirme un buen amigo mío que se llamaba Ignacio de Loyola, otro día os hablaré de él.
Como os decía, me hice jesuita, igual que los que hay aquí en el palacio, ¿conocéis algún jesuita? ¿Sabéis por qué se llaman jesuitas? (Dejar que contesten los Niños.)
Francisco: Se llaman jesuitas porque quieren mucho a Jesús y quieren ser sus amigos. ¿Queréis ser vosotros amigos de Jesús?
Francisco: Mis amigos jesuitas y yo fuimos por todo el mundo, ayudando a los pobres y haciendo muchos colegios como el vuestro.
(Música medieval; Pausa.)
¿Os ha gustado mi historia?
Niños: ¡¡¡Síííí!!!
Francisco: ¡¡No os oigo!!… ¿Sí o no?
Niños: ¡¡¡Síííí!!!
Francisco: Pues, ¡hasta pronto, adiós!, y acordaos de ser buenos y trabajar mucho. Y ser muy amigos de Jesús y de su madre María ¡Adiós!
por Flory Martín | CEF | 26 Sep, 2010 | Primera comunión Taller de oración
Dios ha creado las cosas que vemos y también otras que no vemos. Un ejemplo de estas cosas que no vemos son los ángeles que existen pero no los vemos porque no tienen cuerpo.
Los ángeles son seres más perfectos que las personas porque son espíritus, con una gran inteligencia, memoria y voluntad. Han sido creados por Dios para que le den gloria y podemos valorar la grandeza de Dios. Le alaban, le obedecen y estén con Dios en el cielo.
Algunos de estos espíritus se rebelaron contra dios y dirigidos por Lucifer dijeron «¡No te serviré!». Los otros ángeles que permanecieron amigos de Dios siguiendo a San Miguel decían: «¿Quién como Dios?».
Los espíritus malos, junto con Lucifer, fueron condenados al infierno porque desobedecieron a Dios y pecaron contra Él. Desde entonces los demonios odian a Dios y a todos los que le aman. Intentan o procuran que los hombres cometan pecados y esto es lo que llamamos la tentación. Por ejemplo, procuran que un chico mienta, o robe algo, o desobedezca a sus padres u otras cosas. La tentación, no es pecado; pero si hacemos caso a lo que nos dice el demonio, entonces si es pecado.
Dios ha querido que contemos con la ayuda de los ángeles buenos y nos ha puesto un ángel a cada una de las personas al nacer para que a lo largo de nuestra vida podamos vencer las indicaciones malas de los demonios. Este ángel es el ángel de la guarda o ángel custodio que nos cuida siempre y nos ayuda en lo que necesitemos.
El día 2 de octubre celebramos la fiesta de los ángeles custodios y hay una oración que gusta mucho a los ángeles que podemos aprender para este día
Oración al ángel custodio
Ángel de mi Guarda,
duce compañía,
no de desampares
ni de noche ni de día,
no me dejes solo
que me perdería.
Amén.
Oración al ángel custodio
Ángel de mi guarda,
dulce compañía,
no me desampares
ni de noche ni de día;
si me desamparas
¡qué será de mí!,
ángel de mi guarda
ruega a Dios por mí.
Amén.
* * *