Catequesis sobre la familia: La educación sexual (III)

Catequesis sobre la familia: La educación sexual (III)

Educar el pudor y la modestia

Aunque no esté de moda y va contracorriente, los padres están llamados a inculcar en los hijos, desde pequeños, el respeto hacia sí mismos, el pudor y, en la adolescencia, la virginidad.

La pureza exige el pudor. Este es parte integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona.

Designa el rechazo, a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas (CEC, 2521).

Lo que se llama permisividad de las costumbre se busca en una concepción errónea de la libertad humana; para llegar a su madurez, esta necesita dejarse educar previamente por la ley moral (CEC, 2526).

La práctica del pudor y de la modestia, al hablar, obrar y vestir, es muy importante para crear el clima adecuado para la maduración de la castidad; y por eso han de estar hondamente arraigados en el respeto del propio cuerpo y de la dignidad de los demás. Como se ha indicado, los padres deben velar para que ciertas modas y comportamientos amorales no violen la integridad del hogar, particularmente a través de un uso desordenado de los medios de comunicación.

Particularmente, en relación al cosas de la televisión, el Santo Padre ha especificado: «El modo de vivir —especialmente en las naciones más industrializadas— lleva con frecuencia a las familias a descargar sus responsabilidades educativas; encontrando en la facilidad para la evasión (a través especialmente de la televisión y de ciertas publicaciones) la manera de tener ocupados a los niños y los jóvenes. Nadie niega que existe para ello cierta justificación, dado que muy frecuentemente faltan estructuras e infraestructuras suficientes para potenciar y valorizar el tiempo libre de los jóvenes y orientar sus energías» (S. h. 56).


Los padres modelo para sus hijos

El buen ejemplo y el liderazgo de los padres es esencial para reforzar la formación de los jóvenes en la castidad. La madre que estima la vocación materna y su papel en la casa, ayuda muchísimo a desarrollar, en sus hijas, las cualidades de la feminidad y de la maternidad y pone ante los hijos varones un claro ejemplo de mujer recia y noble. El padre que inspira su conducta en un estilo de dignidad varonil, sin machismos, será un modelo atrayente para sus hijos e inspirará respeto, admiración y seguridad en las hijas (S. h. 59).


Familia numerosa

Nadie puede ignorar que el primer ejemplo y la mayor ayuda que los padres dan a sus hijos es su generosidad en acoger la vida, sin olvidar que así les ayudan a tener un estilo más sencillo de vida y, además, «que es menor mal negar a los propios hijos ciertas comodidades y ventajas materiales que privarlos de la presencia de hermanos y hermanas que podrían ayudarles a desarrollar su humanidad y a comprobar la belleza de la vida en cada una de sus fases y en toda su variedad» (S. h. 61).

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Catequesis sobre la familia: La educación sexual (III)

Catequesis sobre la familia: La educación sexual (II)

Importancia decisiva del clima afectivo que reina en la familia

Las ciencias psicológicas y pedagógicas, con sus más recientes conquistas, y la experiencia, concuerdan en destacar la importancia decisiva en orden a una armoniosa y válida educación sexual, del clima afectivo que reina en la familia, especialmente en los primeros años de la infancia y de la adolescencia y tal vez también en la fase prenatal, períodos en los cuales se instaran los dinamismos emocionales y profundos de los adolescentes. Se evidencia la importancia del equilibrio, de la aceptación y de la comprensión a nivel de la pareja. Se subraya además, el valor de la serenidad del encuentro relacional entre los esposos, de su presencia positiva —sea del padre sea de la madre— en los años importantes para el proceso de identificación, y de la relación de sereno afecto hacia los niños (S. h. 50).


El tiempo para estar con los hijos y dialogar con ellos

Ciertas graves carencias o desequilibrios que existen entre los padres (por ejemplo, la ausencia de la vida familiar de uno o de ambos padres, el desinterés educativo o la severidad excesiva) son factores capaces de causar en los niños traumas emocionales y afectivos que pueden entorpecer gravemente su adolescencia y a veces marcarlos para toda la vida. Es necesario que los padres encuentren el tiempo para estar con los hijos y dialogar con ellos. Los hijos, don y deber, son la tarea más importante, si bien aparentemente no siempre muy rentable; lo son más que el trabajo, más que el descanso, más que la posición social. En tales conversaciones —y de modo creciente con el pasar de los años— es necesario saberlos escuchar con atención, esforzarse por comprenderlos, saber reconocer la parte de verdad que puede haber en algunas formas de rebelión (S. h. 51).


La familia es la primera y fundamental escuela de sociabilidad

La familia cristiana puede ofrecer una atmósfera impregnada del amor a Dios que hace posible el auténtico don recíproco. Los niños que lo perciben están más dispuestos a vivir según las verdades morales practicadas por sus padres. Tendrán confianza en ellos y aprenderán aquel amor —nada mueve tanto a amar cuanto el saberse amados— que vence el miedo. Así el vínculo recíproco, que los hijos descubren en sus padres, será una protección segura de su serenidad afectiva. Tal vínculo afina la inteligencia, la voluntad y las emociones, rechazando o todo cuanto pueda degradar o envilecer el don de un sexualidad humana que, en una familia en la cual reina el amor, se entiende siempre como parte de la llamada a la entrega de sí en el antor a Dios y a los demás: «La familia es la primera y fundamental escuela de sociabilidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad» (S. h. 52).

En definitiva, la educación en el auténtico amor, que no es tal si no se convierte en amor de benevolencia, implica la acogida de la persona amada, considerar su bien como propio y, por tanto, instaurar oportunas relaciones con los demás. Es necesario enseñar al niño, al adolescente y al joven a establecer las oportunas relaciones con Dios, con sus padres, con sus hermanos y hermanas, con sus compañeros del mismo o diverso sexo, con los adultos (S. h. 53).

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Catequesis sobre la familia: La educación sexual (III)

Catequesis sobre la familia: La educación sexual (I)

Es deber de los padres cuidar de la educación sexual y moral de los hijos

Experiencias negativas en este campo pueden traumatizar al hijo de por vida. Es este un campo en que los padres están llamados a informarse, quizás con el auxilio de algún libro bueno, y siempre a la luz de la revelación.


Los derechos y los deberes de los padres

Desde el Concilio Vaticano II el matrimonio no solo se presenta como una «vocación» de Dios, así como la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, sino también como una «misión», de la que forma parte además de la generación de los hijos, la misión de educarlos en la fe, que incluye también la educación a la castidad y al descubrimiento de su propia vocación.


El significado del deber de los padres

Este deber de la educación familiar (de los padres) es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor y por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan… Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos, y en este campo tienen una competencia fundamental: son educadores por ser padres. (S. h. 23).

Este derecho implica una tarea educativa: si de hecho no imparten una adecuada formación en la castidad, los padres abandonan un preciso deber que les compete y serían culpables también si tolerasen una formación inmoral o inadecuada impartida a los hijos fuera del hogar (S. h. 44).

Esta tarea encuentra hoy una dificultad particular debido también a la difusión, a través de los medios de comunicación social, de la pornografía, inspirada en criterios comerciales que deforman la sensibilidad de los adolescentes. A este respecto se requiere por parte de los padres, un doble cuidado: una educación preventiva y crítica de los hijos y una acción de valiente denuncia ante la autoridad. Los padres, individualmente o asociados con otros, tienen el derecho y el deber de promover el bien de sus hijos y de exigir a la autoridad leyes de prevención y represión de la explotación de la sensibilidad de los niños y de los adolescentes (S. h. 45).

El Santo Padre Juan Pablo II subraya esta misión de los padres delineando la orientación y el objetivo: «Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta; el servicio educativo de los padres debe basarse en una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona —cuerpo, sentimiento y espíritu— y manifiesta su significado intimo al llevar a la persona hacia el don de sí misma en el amor» (S. h. 46).

No podemos olvidar, de todas maneras, que se trata de un derecho-deber, el de educar en la sexualidad, que los padres cristianos en el pasado han percibido y ejercitado poco, posiblemente porque el problema no tenía la gravedad actual, o porque su tarea era en parte sustituida por la fuerza de los modelos sociales dominantes y, además, por la suplencia que en este campo ejercía la Iglesia y la escuela católica. No es fácil para los padres asumir este compromiso educativo, porque hoy resulta complejo, superior a las posibilidades de las familias, y porque en la mayoría de los casos no existe la experiencia de cuanto con ellos hicieron sus padres (S. h. 47).

En tal contexto es necesario que los padres, remitiéndose a la enseñanza de la Iglesia, y con su apoyo, reivindiquen su propia tarea y, asociándose donde sea necesario o conveniente, ejerzan una acción educativa fundada en los valores de la persona y del amor cristiano, tomando una posición clara que supere el utilitarismo ético. Para que la educación corresponda a las exigencias objetivas del verdadero amor, los padres han de ejercitarla con responsabilidad autónoma. (S. h. 24).

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Aprende y colorea las Advocaciones de la Virgen María (V)

Aprende y colorea las Advocaciones de la Virgen María (V)

En este mes de mayo, mes de la Virgen María, os proponemos esta catequesis sobre las advocaciones a la Madre de Dios para que los niños conozcan mejor a Nuestra Señora.

La catequesis se realiza en tres pasos:

– El primero es el de explicar qué significa «advocación» para los católicos, de tal manera que los niños comprendan que, aunque nombramos de múltiples y diferentes maneras a la Virgen María (Virgen de Lourdes, Virgen de Fátima, Nuestra Señora de la Paz, Madre de la Eucaristía, etc.) siempre nos referimos a la misma y única Madre de Dios; y que esto constituye una de las mayores riquezas de la Iglesia.

– El segundo es el de explicar la «advocación» concreta que se vaya a tratar. Para ello, basta con utilizar los textos que acompañan a cada imagen.

– El tercero es el de imprimir los dibujos para que los niños coloreen cada «advocación».

Para tener bien preparada esta catequeis, y ante cualquier pregunta que pueda surgir, os recomendamos apoyaros en el artículo: Catecismo mariano: todo lo que has de saber sobre la Virgen María.

Os deseamos que disfrutéis con las maravillosas ilustraciones y textos del Hermano Roque Miguel Vernaz, religioso de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey.

Nota: podéis obtener las imágenes en tamaño real pulsando directamente sobre el título de cada advocación.

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Advocaciones de la Virgen María (V)

Nuestra Señora de Itatí

9 de julio

Nuestra Señora de Itatí

En el siglo XVII, los franciscanos llegaron a evangelizar el noroeste de Argentina, en la provincia de Corrientes. Al ser atacados por los aborígenes, huyeron con la imagen de la Inmaculada, cuyos rasgos son parecidos a los de las mujeres guaraníes.

Luego de ser robada en un nuevo ataque aborigen, la estatua apareció, inexplicablemente, sobre una punta de piedra (Itatí).

Actualmente la Virgen de Itatí es la patrona de la provincia de Corrientes y la Basílica de Itatí es el centro de peregrinación de los devotos a esta advocación mariana.

Nuestra Señora del Carmen

16 de julio

Nuestra Señora del Carmen

En 1251, la Virgen María se apareció a un religioso carmelita y le entregó el hábito que debía ser su signo distintivo —el Escapulario— y prometió que quien muera usándolo no sufriría el fuego eterno. Ella librará del Purgatorio a quienes lo vistan piadosamente.

Asunción de la Virgen María

15 de agosto

Asunción de la Virgen María

La Iglesia celebra cada año esta fiesta para recordar que la Santísima Virgen se encuentra en cuerpo y alma con su Hijo en el Cielo. El Papa Pío XII proclamó este dogma de fe en 1950. En este día María recibe el premio y el galardón de toda su vida inmaculada y llena de méritos.

Santa María Reina

22 de agosto

Santa María Reina

El beato Juan Pablo II habló de Ella así: «El pueblo cristiano quiere situarla por encima de todas las criaturas, exaltando su papel y su importancia en la vida de cada persona y del mundo entero. Los cristianos miran con confianza a María Reina y esto aumenta su abandono filial en Aquella que es madre en el orden de la gracia».

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Las ilustraciones y los textos son autoría del Hermano Roque Miguel Vernaz, religioso de la Congregación de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey.


Evangelio del día: El Corazón Inmaculado de María

Evangelio del día: El Corazón Inmaculado de María

Lucas, 2, 41-51. El Corazón Inmaculado de María. Sábado después del Domingo II después de Pentecostés. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

Reflexión

Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón

Hoy celebramos la memoria del Corazón Inmaculado de María. Un corazón sin mancha, lleno de Dios, abierto totalmente a obedecerle y escucharle. El corazón, en el lenguaje de la Biblia, se refiere a lo más profundo de la persona, de donde emanan todos sus pensamientos, palabras y obras. ¿Qué emana del corazón de María? Fe, obediencia, ternura, disponibilidad, espíritu de servicio, fortaleza, humildad, sencillez, agradecimiento, y toda una estela inacabable de virtudes.

¿Por qué? La respuesta la encontramos en las palabras de Jesús: «Donde está tu tesoro allí estará tu corazón» (Mt 6,21). El tesoro de María es su Hijo, y en Él tiene puesto todo su corazón; los pensamientos, palabras y obras de María tienen como origen y como fin contemplar y agradar al Señor.

El Evangelio de hoy nos da una buena muestra de ello. Después de narrarnos la escena del niño Jesús perdido y hallado en el templo, nos dice que «su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2,51). San Gregorio de Nisa comenta: «Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado». ¿Qué guarda María en su corazón? Desde la Encarnación hasta la Ascensión de Jesús al cielo, pasando por las horas amargas del Calvario, son tantos y tantos recuerdos meditados y profundizados: la alegría de la visita del ángel Gabriel manifestándole el designio de Dios para Ella, el primer beso y el primer abrazo a Jesús recién nacido, los primeros pasos de su Hijo en la tierra, ver cómo iba creciendo en sabiduría y en gracia, su «complicidad» en las bodas de Caná, las enseñanzas de Jesús en su predicación, el dolor salvador de la Cruz, la esperanza en el triunfo de la Resurrección…

Pidámosle a Dios tener el gozo de amarle cada día de un modo más perfecto, con todo el corazón, como buenos hijos de la Virgen.

Historia audiovisual de El Sagrado Corazón de Jesús

Historia audiovisual de El Sagrado Corazón de Jesús

Con motivo de la presencia de las reliquias de santa Margarita María Alacoque en México, las Hermanas de la Visitación realizaron este vídeo sobre la vida de la santa y su encuentro con el Sagrado Corazón de Jesús, el corazón que tanto ha amado a toda la humanidad.

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Historia de El Sagrado Corazón de Jesús – Parte I

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Historia de El Sagrado Corazón de Jesús – Parte II

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Historia de El Sagrado Corazón de Jesús – Parte III

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Historia de El Sagrado Corazón de Jesús – Parte IV

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Yo confío en ti – Canción al Sagrado Corazón de Jesús

Yo confío en ti – Canción al Sagrado Corazón de Jesús

Jesús mío dulcísimo, que en vuestra infinita y dulcísima misericordia prometisteis la gracia de la perseverancia final a los que comulgaren en honra de vuestro Sagrado Corazón nueve primeros viernes de mes seguidos: acordaos de esta promesa, y a mí, indigno siervo vuestro, que acabo de recibiros sacramentado con este fin e intención, concededme que muera detestando todos mis pecados, esperando en vuestra inefable misericordia y amando la bondad de vuestro amantísimo y amabilísimo Corazón. Amén.

Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, tened piedad de nosotros.

Padrenuestro…

Corazón de Jesús, rico en todos los que os invocan, tened piedad de nosotros.

Padrenuestro…

Corazón de Jesús, esperanza de los que mueren en Vos, tened piedad de nosotros.

Padrenuestro…

Oración de ofrecimiento al Sagrado Corazón de Jesús

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Con motivo del Sagrado Corazón de Jesús, os ofrecemos esta maravillosa canción de la comunidad mexicana Jesed – Ministerio de música.

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Yo confío en ti – Vídeo



Yo confío en ti – Letra


¡Oh, Jesús! A tu Corazón Confio mi Necesidad

Mírala y después deja tu corazón actuar.


Oh, Jesús, yo cuento contigo

Yo confio en Ti.


Oh, Jesús, de Ti estoy seguro,

Yo me entrego a ti

Tú que has dicho: si quieres agradarme Confia en Mí

Si quieres agradarme más, Confia más inmensamente, más,

Confia más inmensamente, más, confiaaaa….


Las almas que confiian en Ti

Serán recompensadas por Ti.

Sagrado corazon de Jesús,

Yo confío en Ti.


Las almas que confiian en Ti

Serán recompensadas por Ti

Sagrado corazon de Jesús,

Yo confío en Ti.


No habrá confusión que dure por siempre

Yo sé en quién he creído

Y mi esperanza no será defraudada

Pues Tú has dicho: si quieres agradarme

confia en Mí,

Si quieres agradarme más,

confia más inmensamente, más confiaa…..


Las almas que confían en Ti

Serán recompensadas por Ti.

Sagrado Corazón de Jesús,

Yo confio en Ti.


Las almas que confían en Ti

Serán recompensadas por Ti.

Sagrado Corazón de Jesús,

Yo confio en Ti.


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Catequesis sobre la familia: La educación sexual (III)

Catequesis sobre la familia: Hijos adolescentes

Respetar las crisis del hijo

En la etapa que va de la adolescencia a la edad adulta, lo normal es que los hijos pasen por períodos de crisis. Es en esta etapa que el joven está llamado a hacer suya la fe recibida a través de los padres, y en este hacer suya la fe siempre hay un proceso de lucha, lo mismo que nos pasó a nosotros. También los hijos están llamados a experimentar la lucha de Dios con Jacob, para hacer de ellos Israel, para que reconociendo y aceptando su debilidad vivan apoyados en Dios, se conviertan en Israel, «fuerte con Dios».

En los momentos de dificultad con algunos hijos los padres están llamados a vivir a la luz de la fe y no de la carne.

En ciertos momentos se tratará de tener paciencia, rezar por el hijo y respetar que tenga unos momentos de crisis, en los que se puede alejar del Camino. Pero, si las bases son buenas, volverá más fortalecido.

No hay fórmulas para solucionar los casos más difíciles. Cada hijo tiene su personalidad y Dios hace una historia con cada uno en el respeto de la libertad personal. Por eso es importante evitar en las comunidades los juicios sobre los hijos de las otras familias, sobre el modo de educar de otros padres. No existen normas únicas para todos; con cada familia el Señor hace una historia particular, como con cada persona. Ciertamente los padres están llamados a confiar en una asistencia particular del Espíritu Santo, ligada al sacramento del matrimonio, que los asiste y aconseja, en cada caso, con cada hijo.

Ni siquiera en la asunción de sus responsabilidades hay que tener demasiado miedo a equivocarse: puesto que cuando se actúa con recta intención, buscando el bien de los hijos, el Señor sabe sacar el bien también de nuestros inevitables errores. Para consuelo de los padres, estas palabras de San Agustín, un hijo rebelde que hizo derramar tantas lágrimas a su madre, y por estas lágrimas y súplicas fue salvado:

«Después que vosotros, padres, hayáis hecho todo lo posible para educar a vuestros hijos, si no creen como os esperabais, no os olvidéis nunca que hay Otro que tiene más interés que vosotros en su educación, el que es su verdadero Padre».


El peligro de la apostasía del hijo

Distinto es el caso de algún hijo, —y gracias a Dios se trata de casos muy puntuales, pero siempre posibles— que para afirmar su autonomía respecto a los padres, reniega de la fe.

A lo mejor se declara ateo y comienza a tener unas actitudes contrarias a la vida cristiana: o metiéndose en la droga, o viviendo una vida libertina, de fornicación o adulterio y, a lo mejor, pretendiendo quedarse en la casa y campar a sus anchas con los horarios, llevando una vida abiertamente pagana, exigiendo a los padres ser respetado e incluso ser apoyado económicamente.

En estos casos es necesaria una actitud decidida y firme por parte de los padres. No de enfado, porque no se trata de eso, sino con serenidad y tranquilamente, pero sobre todo con firmeza, afirmar que la suya es una familia cristiana, y que si el hijo quiere llevar una vida pagana, o respeta las normas de la familia, o bien se marcha de la casa y que haga lo quiera.

Los padres rezarán por él, para que el Señor lo vuelva a traer al recto camino, y como en la casa del hijo pródigo estarán siempre contentos de volver a acogerlo cuando decida llevar una vida cristiana. Para los judíos, a un hijo que apostataba se le consideraba como muerto; la Iglesia, comunidad de comunión, familia de Dios, excomulgaba a quien había tenido un comportamiento contrario a Dios, a los apóstatas, a los adúlteros y a los asesinos, no para su condenación, sino rezando por ellos y esperando y deseando su retorno a la comunión, a la que volvían a ser admitidos después de un tiempo transcurrido en la orden de los penitentes.

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Catequesis sobre la familia: La educación sexual (III)

Catequesis sobre la familia: Educación en los valores de la persona

Espíritu de sacrificio: Santa María Goretti

No tener miedo de proponer unos ideales altos cuyo alcance solicita a veces unas renuncias, unos sufrimientos y el ir contracorriente.

Conscientes de esto y de las dificultades reales que existen hoy en no pocos países para los jóvenes, especialmente en presencia de factores de degradación social y moral, los padres han de atreverse a pedirles y exigirles más. No pueden contentarse con evitar lo peor —que los hijos no se droguen o no cometan delitos— sino que deberán comprometerse a educarlos en los valores verdaderos de la persona, renovados por las virtudes de la fe, de la esperanza y del amor, la libertad, la responsabilidad la paternidad y la maternidad, el servicio, el trabajo profesional, la solidaridad, la honradez, el arte, el deporte, el gozo de saberse hijos de Dios y, con esto, hermanos de todos los seres humanos, etc. (S. h. 49).

El Papa, en la pasada fiesta de Santa María Goretti, ofrecía a los jóvenes de hoy un modelo:

Se concluye hoy, 6 de julio, la celebración del centenario de la muerte de santa María Goretti.

¿Qué dice a los jóvenes de hoy esta muchacha frágil, pero cristianamente madura, con su vida y sobre todo con su muerte heroica?

Marietta —así la llamaban familiarmente— recuerda a la juventud del tercer milenio que la verdadera felicidad exige entereza y espíritu de sacrificio, rechazo de cualquier componenda con el mal y disposición a pagar personalmente, incluso con la muerte, la fidelidad a Dios y a los mandamientos.

¡Qué actual es este mensaje! Hoy se exaltan a menudo el placer, el egoísmo o incluso la inmoralidad, en nombre de falsos ideales de libertad y de felicidad. Es necesario reafirmar con claridad que se debe defender la pureza del corazón y del cuerpo, porque la castidad «custodia» el amor autentico.

Santo Padre Juan Pablo II

Angelus

6 de julio de 2003

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