Qué bello es vivir – La película navideña más vista de la historia

Qué bello es vivir – La película navideña más vista de la historia

Qué bello es vivir (It’s a wonderful life), es una película deliciosa y repleta de valores. Sin duda, una de la mejores películas de la historia del cine, al menos una de la más auténticas. Frank Capra —el artífice— no dudaba en afirmar que era su favorita y lo mismo le sucedía a Jimmy Stewart.

Es una película, claro, de las de antes. Su historia que nos enseña la importancia que tiene el darse a los demás y la trascendencia y repercusión que las buenas obras de cada uno tienen en el cielo… y en la tierra. Es una película optimista, divertida, muy humana, alegre y, desde luego, esperanzadora. Y es que después de verla lo primero que se piensa es en… ¡qué bello es vivir!

La película cuenta —desde la óptica católica— la vida de un hombre, George Bailey (James Stewart). Cuenta la historia de su vida. Pero comienza desde el presente, de forma que prácticamente todo el film es un especie de flashback. En un determinado momento, George, desesperado por un problema en los negocios, piensa en suicidarse para pagar la deuda económica con su seguro de vida. Y ese día es precisamente el día de Navidad. Ante tal situación Dios acude en su ayuda enviándole a un ángel, Clarence, para salvarle. Éste le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha repercutido para el bien de Bedford Falls. Y se lo hace ver, concediéndole un gran privilegio: viendo lo que hubiese sucedido si él no hubiese existido… George comprueba la enorme repercusión y trascendencia que los mil pequeños detalles de su vida han tenido en la vida de los demás. Y así, George —un tipo estupendo y con un gran corazón— entiende que el don de la vida es el más grande que ha recibido y recupera la alegría de vivir…

El film cuenta con la presencia de actores de primera categoría como James Stewart, Donna Reed, Lionel Barrymore, Thomas Mitchell, Ward Bond, Henry Travers, Frank Faylen…

Como en muchas de sus películas, aunque en ninguna de ellas con tanta brillantez, Frank Capra nos alecciona sobre los verdaderos valores humanos que —lejos del dinero, el prestigio o el poder— son el darse a los demás, la amistad, la comprensión con los más débiles, el olvido de uno mismo…

Qué bello es vivir - La película navideña más vista de la historiaQuizá pueda parecer que con tal tema de fondo la película deba ser aburrida. Nada más lejos de la realidad. Es una película ocurrente, divertida y sincera. Rica en la caracterización de personajes (George, Potter, Mary, Ernie, Bert, el tío Billy, Clarence, Violeta…). Y, como sucede en las grandes películas, puede decirse que no le sobran ni cinco minutos…

Sin embargo, no llegó a ganar ningún Oscar a pesar de contar con cinco nominaciones (entre ellas mejor película, director y actor…). Hubiera sido el cuarto Oscar de Frank Capra. Pero 1946 fue el gran año de Los mejores años de nuestra vida (The best years of our lives) obra de otro monstruo, William Wyler.

Qué bello es vivir quedó en el olvido poco después y no alcanzó el éxito comercial. De hecho, llegó a perder 525.000 dólares el primer año. Tuvo que ser casi dos décadas después cuando, extinguida su exclusiva, comenzó a emitirse por televisión (sobre todo en fechas navideñas) y encontró su merecido reconocimiento y acogida popular.

«No la hice para los críticos aburridos ni para los intelectuales pedantes. La hice para la gente sencilla como yo; gente que quizás había perdido a su marido, o a su padre, o a su hijo; gente que estaba a punto de perder la ilusión de soñar, y a la que había que decirle que ningún hombre es un fracasado» confesó Capra en su autobiografía.

Una película inolvidable y que no puede faltar en ninguna videoteca familiar.

Reseña de Clásicos del Cine

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Qué bello es vivir – Película

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Qué bello es vivir – Ficha técnica

Título original: It’s a Wonderful Life

Año: 1946

Duración: 130 min.

País: Estados Unidos

Director: Frank Capra

Guión: Frances Goodrich, Albert Hackett, Frank Capra

Música: Dimitri Tiomkin

Fotografía: Joseph Walker & Joseph Biroc (B&W)

Reparto: James Stewart, Donna Reed, Lionel Barrymore, Thomas Mitchell, Henry Travers, Beulah Bondi, Frank Faylen, Ward Bond, Gloria Grahame, H.B. Warner, Frank Albertson, Todd Karns, Samuel S. Hinds, Mary Treen, Virginia Patton, Charles Williams, Argentina Brunetti

Productora: RKO presents a Liberty Films Inc. Production

Género: Cine familiar | Navidad | Comedia dramática

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Películas navideñas para los más pequeños en Youtube

Películas navideñas para los más pequeños en Youtube

Con motivo de estas fechas navideñas, os proponemos algunas películas navideñas de dibujos y animación para los más pequeños de la familia que podréis ver online en el portal web YouTube.

¡Feliz Navidad! 

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Rudolf el reno

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Los nueve perritos de la Navidad

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Feliz Madagascar

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Pequeño el burrito de Navidad

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San Juan Cancio de Kety, con recursos audiovisuales

San Juan Cancio de Kety, con recursos audiovisuales

Hagamos un esfuerzo por imaginarnos el ambiente en que se encuadra la figura de este Santo y que es, en verdad, muy diverso del que hemos encontrado al hablar de otros muchos. Porque Polonia, en plena Edad Media, presentaba características profundamente similares. No era sólo su clima, extremado y duro, ni la vecindad, siempre amenazadora de los turcos, ni de la singularidad de su régimen político, fuertemente dominado por una aristocracia que, en su ceguera, habrá de conducir reiteradamente a lo largo de la historia al país hacia su ruina. Es, sobre todo, el carácter abigarrado del elemento humano.

Polonia, sin fronteras naturales, fácilmente accesible a sus vecinos, presentaba entonces, como continúa presentando hoy mismo, una extremada mezcla de razas. Cuando en 1390 nace el que habia de ser San Juan Cancio, su pueblo, Kanty, situado cerca de Auschwitz, al oeste de Cracovia, no pertenecía propiamente a Polonia, sino a Silesia y sólo muchos años después, hacia el fin de la vida del Santo, vol]vería a ser polaco. Pero no demos demasiada importancia a esto, porque todo era mezcla. En las mismas poblaciones inequívocamente polacas, continuaba rigiendo el Derecho germánico, juntamente con el polaco, y no era raro oir hablar alemán. Las mismas costumbres estaban fuertemente impregnadas de orientación teutónica, Lo mismo se diga, y mucho más, de Cracovia, donde habría de transcurrir casi toda la vida del Santo. Ciudad cosmopolita, constituía el más importante mercado del este de Europa. Aún no se había descubierto América, ni la ruta del Cabo de Buena Esperanza permitía traer los productos exóticos desde el Lejano Oriente. Por eso Cracovia era el gran mercado en que se abastecían españoles, italianos, franceses…, y al que concurrían también húngaros, checos, eslovacos e incluso, en los tiempos de paz, los mismos turcos.

En este ambiente va a actuar nuestro Santo. Y lo va a hacer en tiempos de intensa fermentación intelectual. Durante toda su vida ha de sentir frente a si el peso del atractivo que sobre la multitud estudiantil ejercían las nuevas ideas. La Universidad pasaba por un buen momento. Fundada por Casimiro el Grande en 1364, había conseguido en 1397 la Facultad de Teología, y se encontraba al mediar el siglo xv en una etapa de extraordinario florecimiento. Los reyes la habían mimado, y los estudiantes acudían a ella en gran cantidad. Pero… Ios errores de los husitas y taboritas no dejaban de ejercer atractivo y se imponia un trabajo duro para defender la ortodoxia.

Al llegar a la Universidad, Juan ponia fin a una educación que pudiéramos llamar casi campesina. Habia nacido en el seno de una familia patriarcal, y se habia educado cristianísimamente, con una orientación ortodoxa, sólida y segura. Incorporado a la Universidad, después de algunas duras pruebas que él supo sobrellevar con firmeza, se dedicó con tal entusiasmo a los estudios que su figura pronto destacó. En 1417 obtuvo el doctorado en Filosofía, y poco después en Teología. Ordenado de sacerdote, nombrado canónigo de Cracovia, obtuvo una cátedra de teologia en la Universidad, y continuó residiendo en el mismo Colegio Mayor en que había residido mientras fue estudiante. Fuera de su estancia en una parroquia y de sus viajes, no conocerá Juan ninguna otra residencia.

La estampa que nos ha llegado de él a través de los siglos es la de un profesor universitario verdaderamente ejemplar; sin faltar jamás a clase, enteramente al servicio de los estudiantes, consagrando largas horas al estudio, explicando con claridad y humildad, viviendo intensamente la vida universitaria. Sus méritos le llevarán hasta el mismo rectorado y durante muchos siglos la toga morada que él había ostentado mientras fue rector servirá también a quienes le sucedan en el cargo como una consigna de superación y de fidelidad.

No escapó, sin embargo, a las intrigas, no infrecuentes por desgracia en ambientes universitarios. Cuando el claustro hubo de designar algunos de sus miembros para tareas muy delicadas, pudo observarse que prescindían de él. Es posible que su rectitud hiciera de él un profesor incómodo, de los que no transigen, de los que, con su cumplimiento, constituyen una muda reprensión para los demás. Lo cierto es que un buen día la Universidad, correspondiendo a una petición de los feligreses de la parroquia de Olkusz, le designó como párroco de la misma.

La prueba debió de resultarle dura, porque no suele ser fácil que un intelectual se adapte a las tareas pastorales, en directo contacto con las almas. De hecho nos consta, sin embargo, que fue un párroco admirable, y que en los años, que no fueron muchos, que estuvo al frente de su parroquia, esta cambió profundamente. Había estado hasta entonces muy descuidada, faltando la instrucción religiosa, existiendo en ella facciones y partidos que se odiaban a muerte, y pudiéndose encontrar no poca indiferencia en algunos feligreses. Pero el párroco consiguió transformar por completo la parroquia: la caridad, la unión fraternal, el destierro de los vicios, proclamaron la fina calidad del buen pastor. Sin embargo, a éste se le hacía dura aquella vida, que parece que le condujo a sentir fuertes escrúpulos, y la Universidad terminó por darse cuenta del disparate que había hecho. En 1340 volvía a triunfar a su cátedra de teología. Y poco después fue designado como profesor de religión de la familia real de Polonia.

Es curioso que el Santo, que jamas se permitía faltar a clase, hiciera una excepción para emprender por dos veces muy largos viajes. En efecto, primero emprendió una peregrinación hacia Jerusalén, pasando por Roma, ciudad para él amadisima como sede del Papa. Y años después vuelve de nuevo a emprender el camino de Roma, aunque sin condescender con las peticiones de quienes, pasmados por su ciencia, querían que se quedase allí.

En uno de estos viajes le ocurrió el conocido episodio de su encuentro con los ladrones, que demuestra su amor a la verdad. Cuando le hubieron despojado de todo su dinero le preguntaron si tenía más, contestó que no, pero habiendo recordado que le quedaban unos escudos cosidos en el forro de su manto, llamó a los ladrones para entregárselo.

Más hermosa aún es la anécdota ocurrida en el refectorio del Colegio Mayor en que vivía. Iba a sentarse a la mesa cuando vió a la puerta un pobre pidiendo limosna. Los ojos de todos estaban fijos en él. Con toda sencillez se levantó, entregó su comida íntegra al pobre y al volver a su sitio… estaba allí la comida. Desde entonces, durante siglos, en el Colegio Universitario de Cracovia se preparaba siempre una ración para un pobre. «Pauper venit», viene un pobre, exclamaba el rector. «Iesus Christus venit», Jesucristo viene, contestaban todos los reunidos. Y la comida era entregada al pobre.

Notemos que, no sólo en su época de párroco, sino también en su cargo de profesor de Universidad, San Juan sentía como exigencia de su sacerdocio el trabajo directo con las almas. Con frecuencia se le veía predicando en las iglesias de la ciudad, ordinariamente en latín, lengua entonces muy corriente en Polonia, y a veces en polaco, porque, paradójicamente, en las iglesias de la ciudad se usaba el latín, mientras en la de la Universidad se usaba la lengua nacional.

Inmensamente limosnero, era el paño de lágrimas de todos los estudiantes necesitados de la ciudad. En cierta ocasión, en medio del crudísimo invierno polaco, cruzando la plaza a media noche, encontró a un pobre que temblaba, le entregó su manteo y siguió a cuerpo, muerto de frío, camino de la iglesia para recitar maitines. Casos como éstos, en ocasiones florecidos de milagros, se conservan en gran número en los documentos de la época.

Murió a los ochenta y tres años, en la vigilia de Navidad del año 1473. Pero antes pronunció, ante todo el claustro de la Universidad, reunido en torno a su lecho, una hermosisima alocución, en la que condensó su espiritualidad de sacerdote, de canónigo y de profesor de Universidad santo:

«Confiándoos el cuidado de formar la juventud en la ciencia y en las buenas costumbres, Dios os ha elevado, señores y hermanos mios, lo bastantemente alto para que no dudéis en pisotear, como indigna de vosotros, la gloria que los hombres reciben unos de otros, y cuya búsqueda insensata trae frecuentemente la muerte a nuestras almas. Velad cuidadosamente de la doctrina, conservad el depósito sin alteración y combatid, sin cansaros jamás, toda opinión contraria a la verdad; pero revestíos en este combate de las armas de la paciencia, de la dulzura y de la caridad recordando que la violencia, aparte del daño que hace a nuestras almas, daña las mejores causas. Aunque hubiera estado en el error sobre un punto verdaderamente capital, jamás un violento hubiera conseguido sacarme de él; muchos hombres están sin duda hechos como yo. Tened cuidado de los pobres, de los enfermos, de los huérfanos.»

Su voz se quebró al llegar aquí, sin duda por el esfuerzo que estaba haciendo. Descansó un momento, y continuó después:

«Causa y fin de todo lo que existe, Dios eterno y todopoderoso, que gobiernas y conservas por tu divina providencia todo lo que has creado, recíbeme en tu inefable misericordia, y consiente que por la pasión y los méritos infinitos de tu Hijo, yo me reúna a Ti por toda la eternidad.»

Y dicho esto, expiró suavemente.

Toda la ciudad se conmovió. Sus funerales fueron verdaderamente extraordinarios. Pronto empezó el rumor de los milagros obtenidos por su intercesión, que Matías de Miechow primero, y después otros continuadores fueron recogiendo en un curioso diario, en el que se reflejan las costumbres polacas del siglo xv, desde 1475 a 1519. Su cuerpo fue enterrado en la iglesia de Santa Ana de Cracovia, en la que sesenta años después se le dió una sepultura más honrosa. Sin embargo, su causa de beatificación se fue retrasando durante muchos años. En 1628 el cura de la iglesia de Santa Ana, Adán Opatavius (Opatowczyk) publicó una vida con un catálogo de milagros, en latín. En 1632 aparecía la traducción polaca. Y en 1680 Inocencio XII le beatificaba. Por fin, el 16 de julio de 1767, Clemente XII le canonizó, cinco años antes de la primera partición de Polonia. Su fiesta fue fijada el 20 de octubre y elevada por Pío VI en 1782 a rito doble. Acrualmente se celebra el 23 de diciembre.

«Insigne Juan, tú eres la gloria de la nación polaca, el orgullo del clero, el honor de la Universidad, el padre de tu patria».

Lamberto de Echeverría

Fuente: mercaba.org

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Otras fuentes en la web

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Recursos audiovisuales

San Juan Cancio o de Kety, por Encarni Llamas en DiócesisTV

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Catequesis sobre la «Sagrada Familia»

Catequesis sobre la «Sagrada Familia»

[…] celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. Con alegría dirijo un saludo a todas las familias del mundo, deseándoles la paz y el amor que Jesús nos ha dado al venir a nosotros en la Navidad.

En el Evangelio no encontramos discursos sobre la familia, sino un acontecimiento que vale más que cualquier palabra: Dios quiso nacer y crecer en una familia humana. De este modo, la consagró como camino primero y ordinario de su encuentro con la humanidad.

En su vida transcurrida en Nazaret, Jesús honró a la Virgen María y al justo José, permaneciendo sometido a su autoridad durante todo el tiempo de su infancia y su adolescencia (cf. Lc 2, 51-52). Así puso de relieve el valor primario de la familia en la educación de la persona. María y José introdujeron a Jesús en la comunidad religiosa, frecuentando la sinagoga de Nazaret. Con ellos aprendió a hacer la peregrinación a Jerusalén, como narra el pasaje evangélico que la liturgia de hoy propone a nuestra meditación. Cuando tenía doce años, permaneció en el Templo, y sus padres emplearon tres días para encontrarlo. Con ese gesto les hizo comprender que debía «ocuparse de las cosas de su Padre», es decir, de la misión que Dios le había encomendado (cf. Lc 2, 41-52).

Este episodio evangélico revela la vocación más auténtica y profunda de la familia: acompañar a cada uno de sus componentes en el camino de descubrimiento de Dios y del plan que ha preparado para él. María y José educaron a Jesús ante todo con su ejemplo: en sus padres conoció toda la belleza de la fe, del amor a Dios y a su Ley, así como las exigencias de la justicia, que encuentra su plenitud en el amor (cf. Rm 13, 10). De ellos aprendió que en primer lugar es preciso cumplir la voluntad de Dios, y que el vínculo espiritual vale más que el de la sangre.

La Sagrada Familia de Nazaret es verdaderamente el «prototipo» de toda familia cristiana que, unida en el sacramento del matrimonio y alimentada con la Palabra y la Eucaristía, está llamada a realizar la estupenda vocación y misión de ser célula viva no sólo de la sociedad, sino también de la Iglesia, signo e instrumento de unidad para todo el género humano.

Invoquemos ahora juntos la protección de María santísima y de san José sobre todas las familias, especialmente sobre las que se encuentran en dificultades. Que ellos las sostengan, para que resistan a los impulsos disgregadores de cierta cultura contemporánea, que socava las bases mismas de la institución familiar. Que ellos ayuden a las familias cristianas a ser, en todo el mundo, imagen viva del amor de Dios.

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Fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del domingo, 31 de diciembre de 2006

Conoce mejor la Navidad jugando a las Palabras Cruzadas

Conoce mejor la Navidad jugando a las Palabras Cruzadas

Con motivo de la Navidad, os proponemos que conozcáis mejor estas fiestas mediante la realización de este crucigrama.

Nosotros os ofrecemos esta dinámica para imprimir y realizar en papel, pero si queréis podéis realizar este crucigrama directamente en la página del Departamente de Religión del Grupo Educativo COAS.

Podéis obtener las imágenes en tamaño real, tanto del crucigrama como de la solución, pulsando directamente sobre el título.

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Conoce mejor la Navidad: Palabras Cruzadas

Palabras Cruzadas
Conoce mejor la Navidad jugando a las Palabras Cruzadas

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Conoce mejor la Navidad: Solucionario de las Palabras Cruzadas

Solucionario
Conoce mejor la Navidad jugando a las Palabras Cruzadas

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Fuente original: Departamento de Religión del Grupo Educativo COAS


Catequesis sobre san Pedro Canisio de Benedicto XVI

Catequesis sobre san Pedro Canisio de Benedicto XVI

Hoy quiero hablaros de san Pedro Kanis —Canisio en la forma latinizada de su apellido—, una figura muy importante en el ámbito católico del siglo XVI. Nació el 8 de mayo de 1521 en Nimega, Holanda. Su padre era burgomaestre de la ciudad. Cuando era estudiante en la Universidad de Colonia, frecuentó a los monjes cartujos de santa Bárbara, un centro propulsor de vida católica, y a otros hombres piadosos que cultivaban la espiritualidad de la llamada devotio moderna.

Entró en la Compañía de Jesús el 8 de mayo de 1543 en Maguncia (Renania – Palatinado), después de hacer ejercicios espirituales bajo la guía del beato Pedro Fabro —Pierre Favre—, uno de los primeros compañeros de san Ignacio de Loyola. Ordenado sacerdote en junio de 1546 en Colonia, ya al año siguiente, como teólogo del obispo de Augusta, el cardenal Otto Truchsess von Waldburg, estuvo presente en el concilio de Trento, donde colaboró con otros dos jesuitas, Diego Laínez y Alfonso Salmerón.

En 1548, san Ignacio le hizo completar en Roma la formación espiritual y lo envió después al Colegio de Messina para que se ejercitara en humildes servicios domésticos. Obtuvo el doctorado en teología en Bolonia el 4 de octubre de 1549, y san Ignacio lo destinó al apostolado en Alemania. El 2 de septiembre de ese año visitó al Papa Pablo III en Castelgandolfo y después fue a la basílica de San Pedro para rezar. Allí imploró la ayuda de los grandes santos Apóstoles Pedro y Pablo, a fin de que dieran eficacia permanente a la bendición apostólica para su gran destino, para su nueva misión. En su diario anotó algunas palabras de esta oración. Dice: «Allí sentí que por medio de tales intercesores (Pedro y Pablo) se me concedía una gran consolación y la presencia de la gracia. Ellos confirmaban mi misión en Alemania y parecían transmitirme, en cuanto apóstol de Alemania, el apoyo de su benevolencia. Tú conoces, Señor, de cuántos modos y cuántas veces ese mismo día me encomendaste Alemania, por la cual desde entonces iba a seguir siendo solícito, por la cual habría deseado vivir y morir».

Debemos tener presente que nos encontramos en el tiempo de la Reforma luterana, en el momento en que la fe católica en los países de lengua alemana, ante la fascinación de la Reforma, parecía apagarse. Era una tarea casi imposible la de Canisio, encargado de revitalizar, renovar la fe católica en los países germánicos. Sólo era posible con la fuerza de la oración. Sólo era posible desde el centro, es decir, desde una profunda amistad personal con Jesucristo, amistad con Cristo en su Cuerpo, la Iglesia, que se debe alimentar en la Eucaristía, su presencia real.

Siguiendo la misión recibida de san Ignacio y del Papa Pablo III, Canisio partió para Alemania y, ante todo, para el ducado de Baviera, que por algunos años fue el lugar de su ministerio. Como decano, rector y vicecanciller de la Universidad de Ingolstadt, se ocupó de la vida académica del Instituto y de la reforma religiosa y moral del pueblo. En Viena, donde durante breve tiempo fue administrador de la diócesis, desempeñó el ministerio pastoral en los hospitales y en las cárceles, tanto en la ciudad como en zonas rurales, y preparó la publicación de su Catecismo. En 1556 fundó el Colegio de Praga y, hasta 1569, fue el primer superior de la provincia jesuita de la Alemania superior.

En este cargo, estableció en los países germánicos una tupida red de comunidades de su Orden, especialmente de colegios, que fueron puntos de partida para la reforma católica, para la renovación de la fe católica. En ese tiempo participó también en el coloquio de Worms con los líderes protestantes, entre los cuales Philipp Melanchthon (1557); desempeñó el cargo de nuncio pontificio en Polonia (1558); participó en las dos Dietas de Augusta (1559 y 1565); acompañó al cardenal Estanislao Hozjusz, legado del Papa Pío IV ante el emperador Fernando (1560); intervino en la sesión final del concilio de Trento, donde habló de la cuestión de la Comunión bajo las dos especies y del Índice de libros prohibidos (1562).

En 1580 se retiró a Friburgo en Suiza, donde se dedicó plenamente a la predicación y a la composición de sus obras, y murió allí el 21 de diciembre de 1597. El beato Pío IX lo beatificó en 1864; el Papa León XIII, en 1897, lo proclamó segundo Apóstol de Alemania; y el Papa Pío XI, en 1925, lo canonizó y lo proclamó doctor de la Iglesia.

San Pedro Canisio pasó buena parte de su vida en contacto con las personas socialmente más importantes de su tiempo y ejerció una influencia especial con sus escritos. Fue editor de las obras completas de san Cirilo de Alejandría y de san León Magno, de las Cartas de san Jerónimo y de las Oraciones de san Nicolás de la Fluë. Publicó libros de devoción en varias lenguas, las biografías de algunos santos suizos y muchos textos de homilética. Pero sus escritos más difundidos fueron los tres Catecismoscompuestos entre 1555 y 1558. El primer Catecismo estaba destinado a los estudiantes en condiciones de comprender nociones elementales de teología; el segundo a los muchachos del pueblo para una primera instrucción religiosa; el tercero a los muchachos con una formación escolar a nivel de escuelas medias y superiores. La doctrina católica se exponía con preguntas y respuestas, brevemente, en términos bíblicos, con mucha claridad y sin tonos polémicos. Sólo en el tiempo de su vida se hicieron doscientas ediciones de este Catecismo. Y hasta el siglo XX se sucedieron centenares de ediciones. Así, en Alemania, incluso en la generación de mi padre, la gente llama al Catecismo simplemente el Canisio. Fue realmente el Catequista de Alemania, ha formado la fe de personas durante siglos.

Esta es una característica de san Pedro Canisio: saber componer armoniosamente la fidelidad a los principios dogmáticos con el respeto debido a cada persona. San Canisio distinguía la apostasía consciente, culpable, de la fe, de la pérdida de la fe inculpable, en las circunstancias. Y, con respecto a Roma, declaró que la mayor parte de los alemanes que se habían pasado al protestantismo no tenían culpa. En un momento histórico de fuertes contrastes confesionales, evitaba —esto es algo extraordinario— la dureza y la retórica de la ira —algo raro, como he dicho, en aquellos tiempos en las discusiones entre cristianos— y solamente buscaba la presentación de las raíces espirituales y la revitalización de la fe en la Iglesia. Para ello le resultó útil el conocimiento vasto y penetrante que tenía de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia: el mismo conocimiento que sostuvo su relación personal con Dios y la austera espiritualidad que le derivaba de la devotio moderna y de la mística renana.

En la espiritualidad de san Canisio es característica una profunda amistad personal con Jesús. Escribe, por ejemplo, el 4 de septiembre de 1549 en su diario, hablando con el Señor: «Tú, al final, como si me abrieras el corazón del Sacratísimo Cuerpo, que me parecía ver ante mí, me mandaste que bebiera en ese manantial, invitándome, por decirlo así, a beber las aguas de mi salvación en tus fuentes, oh Salvador mío». Luego ve que el Salvador le da un vestido con tres partes, que se llaman paz, amor y perseverancia. Y con este vestido compuesto de paz, amor y perseverancia, Canisio llevó a cabo su obra de renovación del catolicismo. Su amistad con Jesús —que es el centro de su personalidad—, alimentada por el amor a la Biblia, por el amor al Sacramento, por el amor a los Padres, estaba claramente unida a la conciencia de ser en la Iglesia un continuador de la misión de los Apóstoles. Y esto nos recuerda que todo auténtico evangelizador siempre es un instrumento unido —y por eso fecundo— con Jesús y con su Iglesia.

En la amistad con Jesús san Pedro Canisio se había formado en el ambiente espiritual de la Cartuja de Colonia, donde había estado en estrecho contacto con dos místicos cartujos: Johann Lansperger, latinizado como Lanspergius, y Nicolas van Hesche, latinizado como Eschius. Sucesivamente profundizó la experiencia de aquella amistad, familiaritas stupenda nimis, con la contemplación de los misterios de la vida de Jesús, que ocupan gran parte en los Ejercicios espirituales de san Ignacio. Su intensa devoción al Corazón del Señor, que culminó en la consagración al ministerio apostólico en la basílica vaticana, encuentra aquí su fundamento.

En la espiritualidad cristocéntrica de san Pedro Canisio se arraiga una profunda convicción: no hay alma solícita de la propia perfección que no practique cada día la oración, la oración mental, medio ordinario que permite al discípulo de Jesús vivir la intimidad con el Maestro divino. Por eso, en los escritos destinados a la educación espiritual del pueblo, nuestro santo insiste en la importancia de la liturgia con sus comentarios a los Evangelios, a las fiestas, al rito de la santa misa y de los demás sacramentos, pero, al mismo tiempo, se cuida de mostrar a los fieles la necesidad y la belleza de que la oración personal diaria acompañe e impregne la participación en el culto público de la Iglesia.

Se trata de una exhortación y de un método que conservan intacto su valor, especialmente después de que el concilio Vaticano II los propusiera de nuevo con autoridad en la constitución Sacrosanctum Concilium: la vida cristiana no crece si no se alimenta con la participación en la liturgia, de modo particular en la santa misa dominical, y con la oración personal diaria, con el contacto personal con Dios. En medio de las mil actividades y de los múltiples estímulos que nos rodean, es necesario encontrar cada día momentos de recogimiento ante el Señor para escucharlo y hablar con él.

Al mismo tiempo, siempre es actual y de valor permanente el ejemplo que san Pedro Canisio nos dejó, no sólo en sus obras, sino sobre todo con su vida. Nos enseña con claridad que el ministerio apostólico sólo es eficaz y produce frutos de salvación en los corazones si el predicador es testigo personal de Jesús y sabe ser instrumento a su disposición, estrechamente unido a él por la fe en su Evangelio y en su Iglesia, por una vida moralmente coherente y por una oración incesante como el amor. Y esto vale para todo cristiano que quiera vivir con compromiso y fidelidad su adhesión a Cristo. Gracias.

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Audiencia general del Santo Padre emérito Benedicto XVI

En el Aula Pablo VI, el miércoles, 9 de febrero de 2011


¡Colorea árboles de Navidad! (II)

¡Colorea árboles de Navidad! (II)

Con motivo de las próximas fiestas de Navidad, os ofrecemos las siguientes láminas para que los niños de la familia se diviertan coloreando el árbol de Navidad.

Os deseamos a todos feliz Navidad y que los Reyes Magos sean buenos con toda la familia.

Podéis acceder a las láminas en tamaño real pulsando sobre los títulos de cada imagen y también en las propias imágenes.

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¡Colorea árboles de Navidad!

Árbol de Navidad 11

Àrbol de Navidad 12

Árbol de Navidad 11 Árbol de Navidad 12
Árbol de Navidad 13

Àrbol de Navidad 14

Árbol de Navidad 13 Árbol de Navidad 14
Árbol de Navidad 15

Àrbol de Navidad 16

Árbol de Navidad 15 Árbol de Navidad 16
Árbol de Navidad 17

Àrbol de Navidad 18

Árbol de Navidad 17 Árbol de Navidad 18
Árbol de Navidad 19

Àrbol de Navidad 20

Árbol de Navidad 19 Árbol de Navidad 20


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¡Colorea árboles de Navidad! (I)

¡Colorea árboles de Navidad! (II)

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¡Colorea árboles de Navidad! (II)

¡Colorea árboles de Navidad! (I)

Con motivo de las próximas fiestas de Navidad, os ofrecemos las siguientes láminas para que los niños de la familia se diviertan coloreando el árbol de Navidad.

Os deseamos a todos feliz Navidad y que los Reyes Magos sean buenos con toda la familia.

Podéis acceder a las láminas en tamaño real pulsando sobre los títulos de cada imagen y también en las propias imágenes.

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¡Colorea árboles de Navidad!

Árbol de Navidad 1

Àrbol de Navidad 2

Árbol de Navidad 1 Árbol de Navidad 2
Árbol de Navidad 3

Àrbol de Navidad 4

Árbol de Navidad 3 Árbol de Navidad 4
Árbol de Navidad 5

Àrbol de Navidad 6

Árbol de Navidad 5 Árbol de Navidad 6
Árbol de Navidad 7

Àrbol de Navidad 8

Árbol de Navidad 7 Árbol de Navidad 8
Árbol de Navidad 9

Àrbol de Navidad 10

Árbol de Navidad 9 Árbol de Navidad 10


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¡Colorea árboles de Navidad! (I)

¡Colorea árboles de Navidad! (II)

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¡Se necesita ser valientes para formar una familia!

¡Se necesita ser valientes para formar una familia!

Queridos jóvenes de Umbría, ¡buenas tardes!

Gracias por haber venido, gracias por esta fiesta. De verdad, ¡ésta es una fiesta! Y gracias por vuestras preguntas.

Estoy contento de que la primera pregunta haya sido de una joven pareja. Un bello testimonio. Dos jóvenes que han elegido, han decidido, con alegría y con valor formar una familia. Sí, porque es verdad, se necesita valor para formar una familia. ¡Se necesita valor! Y vuestra pregunta, jóvenes esposos, se une a la de la vocación. ¿Qué es el matrimonio? Es una auténtica vocación, como lo son el sacerdocio y la vida religiosa. Dos cristianos que se casan han reconocido en su historia de amor la llamada del Señor, la vocación a formar de dos, hombre y mujer, una sola carne, una sola vida. Y el Sacramento del matrimonio envuelve este amor con la gracia de Dios, lo enraíza en Dios mismo. Con este don, con la certeza de esta llamada, se puede partir seguros, no se tiene miedo de nada, se puede afrontar todo, ¡juntos!

Pensemos en nuestros padres, en nuestros abuelos o bisabuelos: se casaron en condiciones mucho más pobres que las nuestras, algunos en tiempo de guerra, o de posguerra; algunos emigraron, como mis padres. ¿Dónde encontraban la fuerza? La encontraban en la certeza de que el Señor estaba con ellos, que la familia está bendecida por Dios con el Sacramento del matrimonio, y que bendita es la misión de traer al mundo hijos y educarles. Con estas certezas superaron incluso las pruebas más duras. Eran certezas sencillas, pero verdaderas; formaban columnas que sostenían su amor. No fue fácil su vida; había problemas, muchos problemas. Pero estas certezas sencillas les ayudaban a ir adelante. Y lograron formar una bella familia, dar vida, criar a los hijos.

Queridos amigos, se necesita esta base moral y espiritual para construir bien, ¡de modo sólido! Hoy, esta base ya no está garantizada por las familias y por la tradición social. Es más, la sociedad en la que habéis nacido privilegia los derechos individuales más que la familia —estos derechos individuales—, privilegia las relaciones que duran hasta que surjan dificultades, y por esto a veces habla de relación de pareja, de familia y de matrimonio de manera superficial y equívoca. Bastaría mirar ciertos programas televisivos y se ven estos valores. Cuántas veces los párrocos —también yo lo oí algunas veces— oyen a una pareja que va a casarse: «¿Pero vosotros sabéis que el matrimonio es para toda la vida?». «Ah, nosotros nos queremos mucho, pero… estaremos juntos mientras dure el amor. Cuando acabe, uno por un lado, el otro por otro». Es el egoísmo: cuando yo no siento, corto el matrimonio y me olvido de ese «una sola carne», que no puede dividirse. Es arriesgado casarse: ¡es arriesgado! Es ese egoísmo el que nos amenaza, porque dentro de nosotros todos tenemos la posibilidad de una doble personalidad: la que dice: «Yo, libre, yo quiero esto…», y la otra que dice: «Yo, mi, me, conmigo, para mí…». El egoísmo siempre, que vuelve y no sabe abrirse a los demás. La otra dificultad es esta cultura de lo provisional: parece que nada es definitivo. Todo es provisional. Como dije antes: bah, el amor, hasta que dure. Una vez oí a un seminarista —capaz— que decía: «Yo quiero ser sacerdote, pero durante diez años. Después me lo replanteo». Es la cultura de lo provisional, y Jesús no nos salvó provisionalmente: ¡nos salvó definitivamente!

¡Pero el Espíritu Santo suscita siempre respuestas nuevas a las nuevas exigencias! Y así se han multiplicado en la Iglesia los caminos para novios, los cursos de preparación al matrimonio, los grupos de jóvenes parejas en las parroquias, los movimientos familiares… Son una riqueza inmensa. Son puntos de referencia para todos: jóvenes en búsqueda, parejas en crisis, padres en dificultad con los hijos y viceversa. Nos ayudan todos. Y después están las diversas formas de acogida: la tutela, la adopción, las casas-familia de varios tipos… La fantasía —me permito la palabra—, la fantasía del Espíritu Santo es infinita, pero es también muy concreta. Entonces desearía deciros que no tengáis miedo de dar pasos definitivos: no tengáis miedo de darlos. Cuántas veces he oído a las mamás que me dicen: «Pero, padre, yo tengo un hijo de 30 años y no se casa: no sé qué hacer. Tiene una bella novia, pero no se decide». ¡Pero señora, no le planche más las camisas! Es así. No tener miedo de dar pasos definitivos, como el del matrimonio: profundizad en vuestro amor, respetando sus tiempos y las expresiones, orad, preparaos bien, pero después tened confianza en que el Señor no os deja solos. Hacedle entrar en vuestra casa como uno de la familia; Él os sostendrá siempre.

La familia es la vocación que Dios ha escrito en la naturaleza del hombre y de la mujer, pero existe otra vocación complementaria al matrimonio: la llamada al celibato y a la virginidad por el Reino de los cielos. Es la vocación que Jesús mismo vivió. ¿Cómo reconocerla? ¿Cómo seguirla? Es la tercera pregunta que me habéis hecho. Pero alguno de vosotros puede pensar: pero este obispo, ¡qué bueno! Hemos hecho las preguntas y tiene las respuestas todas listas, escritas. Recibí las preguntas hace algunos días. Por esto las conozco. Y os respondo con dos elementos esenciales sobre cómo reconocer esta vocación al sacerdocio o a la vida consagrada. Orar y caminar en la Iglesia. Estas dos cosas van juntas, están entrelazadas. En el origen de toda vocación a la vida consagrada hay siempre una experiencia fuerte de Dios, una experiencia que no se olvida, se recuerda durante toda la vida. Es la que tuvo Francisco. Y esto nosotros no lo podemos calcular o programar. ¡Dios nos sorprende siempre! Es Dios quien llama; pero es importante tener una relación cotidiana con Él, escucharle en silencio ante el Sagrario y en lo íntimo de nosotros mismos, hablarle, acercarse a los Sacramentos. Tener esta relación familiar con el Señor es como tener abierta la ventana de nuestra vida para que Él nos haga oír su voz, qué quiere de nosotros. Sería bello oíros a vosotros, oír aquí a los sacerdotes presentes, a las religiosas… Sería bellísimo, porque cada historia es única, pero todas parten de un encuentro que ilumina en lo profundo, que toca el corazón e involucra a toda la persona: afecto, intelecto, sentidos, todo. La relación con Dios no se refiere sólo a una parte de nosotros mismos, se refiere a todo. Es un amor tan grande, tan bello, tan verdadero, que merece todo y merece toda nuestra confianza. Y una cosa querría decirla con fuerza, especialmente hoy: ¡la virginidad por el Reino de Dios no es un «no», es un «sí»! Cierto, comporta la renuncia a un vínculo conyugal y a una familia propia, pero en la base está el «sí», como respuesta al «sí» total de Cristo hacia nosotros, y este «sí» hace fecundos.

Pero aquí en Asís no hay necesidad de palabras. Está Francisco, está Clara, ¡hablan ellos! Su carisma continúa hablando a muchos jóvenes en el mundo entero: chicos y chicas que dejan todo para seguir a Jesús en el camino del Evangelio.

He aquí: Evangelio. Desearía tomar la palabra «Evangelio» para responder a las otras dos preguntas que me habéis hecho, la segunda y la cuarta. Una se refiere al compromiso social, en este período de crisis que amenaza la esperanza; la otra se refiere a la evangelización, llevar el anuncio de Jesús a los demás. Me habéis preguntado: ¿qué podemos hacer? ¿Cuál puede ser nuestra contribución?

Aquí en Asís, aquí cerca de la Porciúncula, me parece oír la voz de san Francisco que nos repite: «¡Evangelio, Evangelio!». Me lo dice también a mí, es más, antes a mí: ¡Papa Francisco, sé servidor del Evangelio! Si yo no logro ser un servidor del Evangelio, mi vida no vale nada.

Pero el Evangelio, queridos amigos, no se refiere sólo a la religión, se refiere al hombre, a todo el hombre, se refiere al mundo, a la sociedad, la civilización humana. El Evangelio es el mensaje de salvación de Dios para la humanidad. Pero cuando decimos «mensaje de salvación» no es una forma de hablar, no son sencillas palabras o palabras vacías como hay tantas hoy. La humanidad tiene verdaderamente necesidad de ser salvada. Lo vemos cada día cuando hojeamos el periódico, u oímos las noticias en televisión; pero lo vemos también a nuestro alrededor, en las personas, en las situaciones; y lo vemos en nosotros mismos. Cada uno de nosotros tiene necesidad de salvación. Solos no podemos. Tenemos necesidad de salvación. ¿Salvación de qué? Del mal. El mal actúa, hace su trabajo. Pero el mal no es invencible y el cristiano no se resigna frente al mal. Y vosotros, jóvenes, ¿queréis resignaros frente al mal, a las injusticias, a las dificultades? ¿Queréis o no queréis? [Los jóvenes responden: ¡No!]. Ah, vale. Esto agrada. Nuestro secreto es que Dios es más grande que el mal: y esto es verdad. Dios es más grande que el mal. Dios es amor infinito, misericordia sin límites, y este Amor ha vencido el mal de raíz en la muerte y resurrección de Cristo. Esto es el Evangelio, la Buena Nueva: el amor de Dios ha vencido. Cristo murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó. Con Él podemos luchar contra el mal y vencerlo cada día. ¿Lo creemos o no? [Los jóvenes responden: ¡Sí!] Pero este «sí» debe ir a la vida. Si yo creo que Jesús ha vencido el mal y me salva, debo seguir a Jesús, debo ir por el camino de Jesús durante toda la vida.

Así que el Evangelio, este mensaje de salvación, tiene dos destinos que están unidos: el primero, suscitar la fe, y esto es la evangelización; el segundo, transformar el mundo según el proyecto de Dios, y esto es la animación cristiana de la sociedad. Pero no son dos cosas separadas, son una única misión: llevar el Evangelio con el testimonio de nuestra vida transforma el mundo. Este es el camino: llevar el Evangelio con el testimonio de nuestra vida.

Miremos a Francisco: él hizo las dos cosas, con la fuerza del único Evangelio. Francisco hizo crecer la fe, renovó la Iglesia; y al mismo tiempo renovó la sociedad, la hizo más fraterna, pero siempre con el Evangelio, con el testimonio. ¿Sabéis qué dijo una vez Francisco a sus hermanos? «Predicad siempre el Evangelio y si fuera necesario también con las palabras». Pero, ¿cómo? ¿Se puede predicar el Evangelio sin las palabras? ¡Sí! ¡Con el testimonio! Primero el testimonio, después las palabras. ¡Pero el testimonio!

Jóvenes de Umbría: ¡haced así también vosotros! Hoy, en el nombre de san Francisco, os digo: no tengo oro, ni plata que daros, sino algo mucho más precioso, el Evangelio de Jesús. Id con valentía. Con el Evangelio en el corazón y entre las manos, sed testigos de la fe con vuestra vida: llevad a Cristo a vuestras casas, anunciadle entre vuestros amigos, acogedle y servidle en los pobres. Jóvenes, dad a Umbría un mensaje de vida, de paz y de esperanza. ¡Podéis hacerlo!

Después de rezar el Padre Nuestro e impartir la bendición, añadió:

Y por favor, os pido: rezad por mí.

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Palabras del Santo Padre Francisco

Visita pastoral a Asís

Encuentro con los jóvenes de Umbría

Plaza de la Basílica di Santa María de los Ángeles, Asís

Viernes 4 de octubre de 2013