San Francisco de Sales, doctor de la Piedad, con recursos audiovisuales

San Francisco de Sales, doctor de la Piedad, con recursos audiovisuales

Los años convulsionados en Francia, después de la Reforma Protestante, formaron el fondo de la vida de Francisco de Sales. Nació el 21 de agosto de 1567 de una familia noble, en el reino de Saboya, situado entre Francia, Italia y Suiza. Estudió en el Colegio de Clermont de los Jesuitas, en París, y en la Universidad de Padua, donde se doctoró en Derecho Canónico y Civil.

Siendo estudiante en París, tuvo que atravesar la tempestad de una severa crisis espiritual, al sufrir la tentación de desesperación respecto a la predestinación.

Para su papá, fue una gran decepción que Francisco no aceptara una carrera espléndida en el mundo, sino que prefiriera el sacerdocio. Después de la ordenación, su obispo lo envió como joven misionero a Chablais, región de Saboya, por cuatro años. Allá adquirió una gran fama por sus folletos en defensa de la fe pero también apenas escapó de un atentado contra su vida. Sus escritos de esa época fueron publicados con el título de Controversias y la Defensa del Estandarte de la Santa Cruz. Al finalizar su apostolado de misionero, había persuadido aproximadamente a 72.000 Calvinistas para que volvieran a la Iglesia Católica.

Fue consagrado obispo de Ginebra en 1602, pero residía en Annecy (ahora ubicada en Francia), ya que Ginebra estaba bajo el dominio de los Calvinistas y, por lo tanto, cerrada para él. Su diócesis se volvió muy conocida en Europa a causa de su eficiente organización, de su celoso clero y de sus laicos bien esclarecidos,  realización monumental en aquella época. Su fama como director espiritual y escritor aumentaba. Lo convencieron para que reuniese, organizase y difundiese sus muchas cartas sobre asuntos espirituales y las publicase. Es lo que hizo en 1609, con el título de Introducción a la Vida Devota. Esta se volvió su obra más famosa y, todavía hoy, se considera una obra clásica que se encuentra en las librerías del mundo entero. Pero su proyecto esencial fue escribir El Tratado del Amor de Dios, fruto de años de oración y de trabajo. Éste también continúa siendo publicado en la actualidad. Quería escribir además una obra paralela al Tratado, o sea, sobre el Amor al Prójimo, pero su muerte el 28 de diciembre de 1622, a los 55 años de edad, frustró este proyecto. Además de las obras arriba mencionadas, sus cartas, predicaciones y coloquios ocupan cerca de 30 volúmenes. El valor permanente y la popularidad de sus escritos llevaron a la Iglesia a concederle el título de Patrono de Escritores y Periodistas Católicos.

Francisco aceptó en su casa a un joven con dificultad de audición y creó un lenguaje de símbolos para posibilitar la comunicación. Esa obra de caridad condujo a la Iglesia a darle otro título, o sea, el de Patrono de los de Difícil Audición.

Junto a Santa Francisca de Chantal fundó la Orden religiosa de las Hijas de la Visitación de Santa María, conocidas por la simplicidad de su regla y tradiciones y por su apertura especial a las viudas. Fue a través de la perseverante insistencia de una de estas hermanas, unos 250 años más tarde, la Madre María de Sales Chappuis, que un sacerdote de Troyes, en Francia, Luis Brisson, fundó a los Oblatos de San Francisco de Sales, una comunidad de sacerdotes y hermanos, dedicados a la vivencia y divulgación del espíritu y de las enseñanzas de San Francisco de Sales. Padre Brisson fundó también una comunidad de Hermanas con el mismo nombre, las Oblatas de San Francisco de Sales.

El espíritu y la fama de Francisco y la influencia de sus escritos se extendieron rápidamente después de su muerte. En 1665 la Iglesia lo declaró santo y le dio el título excepcional de Doctor de la Iglesia en 1867 – un título otorgado sólo a unos 30 santos en la historia, que son famosos por sus escritos. Se celebra su fiesta el día 24 de enero.

A diferencia de muchos santos C cuyas vidas, repletas de acontecimientos maravillosos, parecen estar fuera del alcance de cristianos comunes C la vida de Francisco de Sales no presenta nada de extraordinario. Sus ideales de moderación y caridad, de gentileza y humildad, de alegría y entrega a la voluntad de Dios son expresados con una sensatez que anima a los débiles y alimenta a los fuertes, ocasionándole la reputación de «el Santo Caballero».

Para conmemorar el cuarto centenario de su nacimiento, el Papa Paulo VI escribió una Carta Apostólica, en 1967, en la cual destacó la conveniente actualidad de Francisco de Sales para nuestra época moderna. Él escribe: ANinguno de los Doctores de la Iglesia, más que San Francisco de Sales preparó las deliberaciones y decisiones del Concílio Vaticano II con una visión tan perspicaz y progresista. Él ofrece su contribución por el ejemplo de su vida, por la riqueza de su verdadera y sólida doctrina, por el hecho que él abrió y reforzó las sendas de la perfección cristiana para todos los estados y condiciones de vida. Proponemos que esas tres cosas sean imitadas, acogidas y seguidas.

Fuente: oblatos.net

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Pequeña reseña biográfica de san Francisco de Sales

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San Francisco de Sales, El Santo de la Dulzura, la película completa en español

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Vida de San Francisco de Sales – Don Bosco y San Francisco de Sales

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El combate espiritual según San Francisco De Sales

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¿Cómo ganar la indulgencia plenaria por el Año Santo de la Misericordia?

¿Cómo ganar la indulgencia plenaria por el Año Santo de la Misericordia?

La indulgencia jubilar se gana:

  1. Realizando una breve peregrinación, como signo de sincera conversión, para entrar por la Puerta Santa abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por cada obispo diocesano;
  2. Cada vez que un fiel viva personalmente una de las obras de misericordia corporales o espirituales obtendrá la indulgencia jubilar.

Condiciones generales para los fieles:

  • Estos actos deben estar unidos, ante todo, al Sacramento de la Penitencia y a la celebración de la Eucaristía, con una reflexión sobre la misericordia.
  • Será necesario también añadir la profesión de fe (el Credo) y una oración por el Papa y sus intenciones.
  • La indulgencia se puede ganar para uno mismo o para un difunto (sólo una por día).

Los que están impedidos para llegar a la Puerta Santa:

  • Los enfermos y las personas ancianas y solas que no pueden salir de casa: vivir con fe y gozosa esperanza este momento de prueba, recibiendo la Comunión o participando en la Santa Misa a través de los medios de comunicación.
  • Los presos, que experimentan la limitación de su libertad. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia cada vez que atraviesen la puerta de su celda, invocando sinceramente la misericordia de Dios.

(Cfr. Carta del Papa al Presidente del Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización, 1-IX-2015)

Evangelio del día: Acoger al Señor

Evangelio del día: Acoger al Señor

Lucas 4, 21-30. Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario. Para que haya paz en una familia, en una comunidad, en un país, en el mundo, debemos primero empezar a estar con el Señor, porque donde está el Señor no hay envidias, ni celos… ni criminalidad. Hay fraternidad.

Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». Pero él les respondió: «Sin duda ustedes me citarán el refrán: «Médico, cúrate a ti mismo». Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm». Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio». Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Jeremías, Jer 1, 4-5.17-19

Salmo: Sal 71(70), 1-6.15.17

Segunda lectura: Primera Carta de san Pablo a los Corintios, 1 Cor 12, 31; 13, 1-13

Oración introductoria

Espíritu Santo, acompaña e inspira esta oración para que me identifique con los sentimientos y con la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, reconociéndolo, glorificándolo y siguiendo fielmente la voluntad del Padre.

Petición

Jesús, dame la fe para saber reconocerte y seguirte con generosidad a donde quiera que vayas.

Meditación del Santo Padre Francisco

La lengua, la locuacidad, las habladurías son armas que cada día insidian la comunidad humana, sembrando envidia, celos y ansia de poder. Con ellas se puede llegar a matar a una persona. Por eso hablar de paz significa también pensar en el mal que es posible hacer con la lengua. Es la reflexión que propuso el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, costumbre reanudada el lunes 2 de septiembre, por la mañana.

El Papa partió del relato del retorno de Jesús a Nazaret, como lo propone Lucas (4, 16-30) en uno de los pasajes del Evangelio entre los más «dramáticos», en el que —dijo el Pontífice— «se puede ver cómo es nuestra alma» y cómo el viento puede hacer que gire de una parte a otra. En Nazaret, como explicó el Santo Padre, «todos esperaban a Jesús. Querían encontrarle. Y Él fue a encontrar a su gente. Por primera vez volvía a su lugar. Y ellos le esperaban porque habían oído todo lo que Jesús había hecho en Cafarnaún, los milagros. Y cuando inicia la ceremonia, como es costumbre, piden al huésped que lea el libro. Jesús hace esto y lee el libro del profeta Isaías, que era un poco la profecía sobre Él y por esto concluye la lectura diciendo: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír»».

La primera reacción —explicó el Pontífice— fue bellísima; todos lo apreciaron. Pero después en el ánimo de alguno empezó a insinuarse la carcoma de la envidia y comenzó a decir: «¿Pero dónde ha estudiado éste? ¿No es éste el hijo de José? Y nosotros conocemos a toda la familia. ¿Pero en qué universidad ha estudiado?». Y empezaron a pretender que Él hiciera un milagro: sólo después creerían. «Ellos —precisó el Papa— querían el espectáculo: «Haz un milagro y todos nosotros creeremos en ti». Pero Jesús no es un artista».

Jesús no hizo milagros en Nazaret. Es más, subrayó la poca fe de quien pedía el «espectáculo». Estos, observó el Papa Francisco, «se enfadaron mucho, y, levantándose, empujaban a Jesús hasta el monte para despeñarle y matarle». Lo que había empezado de una manera alegre corría peligro de concluir con un crimen, la muerte de Jesús «por los celos, por la envidia». Pero no se trata solamente de un suceso de hace dos mil años, evidenció el Obispo de Roma. «Esto —dijo— sucede cada día en nuestro corazón, en nuestras comunidades» cada vez que se acoge a alguien hablando bien de él el primer día y después cada vez menos hasta llegar a la habladuría casi al punto de «despellejarlo». Quien, en una comunidad, parlotea contra un hermano acaba por «quererlo matar», subrayó el Pontífice. «El apóstol Juan —recordó—, en la primera carta, capítulo 3, versículo 15, nos dice esto: el que odia en su corazón a su hermano es un homicida». Y el Papa añadió enseguida: «estamos habituados a la locuacidad, a las habladurías» y a menudo transformamos nuestras comunidades y también nuestra familia en un «infierno» donde se manifiesta esta forma de criminalidad que lleva a «matar al hermano y a la hermana con la lengua».

Entonces, ¿cómo construir una comunidad?, se preguntó el Pontífice. Así «como es el cielo», respondió; así como anuncia la Palabra de Dios: «Llega la voz del arcángel, el sonido de la trompa de Dios, el día de la resurrección. Y después de esto dice: y así para siempre estaremos con el Señor». Por lo tanto, «para que haya paz en una comunidad, en una familia, en un país, en el mundo, debemos empezar a estar con el Señor. Y donde está el Señor no hay envidia, no está la criminalidad, no existen celos. Hay fraternidad. Pidamos esto al Señor: jamás matar al prójimo con nuestra lengua y estar con el Señor como todos nosotros estaremos en el cielo».

Santo Padre Francisco: La amenaza de la habladuría

Meditación del lunes, 2 de septiembre de 2013

Propósito

Bueno, y nosotros, ¿qué enseñanzas y aplicaciones podemos sacar de este pasaje para nuestras vidas? Muchas. Pero yo sólo voy a proponer aquí dos sugerencias:

Primera: la llamada a la conversión –es decir, a acercarnos más a Dios, a la vida de gracia y a los sacramentos—, basada en la fe y en una humildad profunda de alma. No seamos nosotros como esos judíos, incrédulos y duros de corazón, que no hacen caso a Dios porque se sienten superiores a los demás y con derechos adquiridos. «Yo no necesito confesarme» –dice mucha gente, más por pereza, superficialidad e indiferencia que por verdadera malicia-.

Y segunda: aceptar a los demás con sencillez y caridad, sin criticar ni murmurar del prójimo, pues nosotros no conocemos sus motivos ni sus intenciones. No juzguemos por el exterior, porque casi siempre nos equivocamos. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón.

Diálogo con Cristo

Señor, este domingo, tu día, será especial para mi familia si me decido a vivirlo con plenitud, poniendo todo lo que esté de mi parte para hacer más agradable la vida a todos y propiciando un ambiente que los lleve a participar en la Eucaristía. Con tu gracia, sé que lo podré lograr.

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Evangelio del día en «Catholic.net»

Evangelio del día en «Evangelio del día»

Evangelio del día en «Orden de Predicadores»

Evangelio del día en «Evangeli.net»

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Evangelio del día: Dar a conocer el Reino de Dios

Evangelio del día: Dar a conocer el Reino de Dios

Marcos 4, 21-25. Jueves de la 3.ª semana del Tiempo Ordinario. Quien está sólidamente fundado en la fe, quien tiene plena confianza en Dios y vive en la Iglesia, es capaz de llevar la fuerza extraordinaria del Evangelio.

Jesús les decía: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!». Y les decía: «¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro Segundo de Samuel, 2 Sam 7, 19-19.24-29 

Salmo: Sal 132(131), 1-5.11-14

Oración introductoria

Señor, te doy gracias por tu inmensa bondad que me permite acercarme a Ti en la oración. Ayúdame a vivir para Ti, conforma mi vida contigo, de modo que esté siempre unido a Ti y pueda ser una criatura nueva.

Petición

Señor, concédeme la gracia de vivir siempre con fe y caridad y dar testimonio de ello a los demás.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

La tentación del desánimo, de la resignación, afecta a quien es débil en la fe, a quien confunde el mal con el bien, a quien piensa que ante el mal, con frecuencia profundo, no hay nada que hacer. En cambio, quien está sólidamente fundado en la fe, quien tiene plena confianza en Dios y vive en la Iglesia, es capaz de llevar la fuerza extraordinaria del Evangelio. Así se comportaron los santos y las santas que florecieron a lo largo de los siglos, así como laicos y sacerdotes de hoy […]. Que sean ellos quienes os mantengan siempre unidos y alimenten en cada uno el deseo de proclamar, con las palabras y las obras, la presencia y el amor de Cristo. Pueblo de Sicilia, mira con esperanza tu futuro. Haz emerger en toda su luz el bien que quieres, que buscas y que tienes. Vive con valentía los valores del Evangelio para hacer que resplandezca la luz del bien. Con la fuerza de Dios todo es posible.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Homilía del domingo, 3 de octubre de 2010

Propósito

Hacer todo movido por el amor a Dios, con pureza de intención, confiando que con Él todo es posible.

Diálogo con Cristo

Gracias, Señor, por esta meditación que me recordó que debo ser luz para los demás y eso sólo lo voy a lograr si Tú vienes a hacer tu morada en mí. Quiero hacer todo movido por el amor, únicamente así tendré la fuerza para amar a los demás con sinceridad, con desinterés, con pureza de intención, sin esperar nada a cambio.

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Evangelio del día: Parábola del sembrador

Evangelio del día: Parábola del sembrador

Marcos 4, 3-8.14-20. Miércoles del 3.ª semana del Tiempo Ordinario. Nosotros somos el terreno donde el Señor arroja incansablemente la semilla de su Palabra y de su amor. ¿Con qué disposición la acogemos?

Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar y esto era lo que les enseñaba: «¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno». El sembrador siembra la Palabra. Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos. Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa. Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro Segundo de Samuel, 2 Sam 4-17

Salmo: Sal 89(88), 4-5.27-30 

Oración introductoria

Señor, hoy vienes a la tierra de mi alma dispuesto a sembrar tu mensaje en ella. Ayúdame a escucharte, a aceptar tu Palabra, a configurar mi vida con ella. Concédeme ser una tierra buena que produzca fruto abundante por saber acoger y trasmitir tu gracia.

Petición

Jesucristo, concédeme corresponderte y ser fiel a todas las gracias que derramas en mi alma.

Meditación del Santo Padre Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (Mt 13, 1-23) nos presenta a Jesús predicando a orillas del lago de Galilea, y dado que lo rodeaba una gran multitud, subió a una barca, se alejó un poco de la orilla y predicaba desde allí. Cuando habla al pueblo, Jesús usa muchas parábolas: un lenguaje comprensible a todos, con imágenes tomadas de la naturaleza y de las situaciones de la vida cotidiana.

La primera que relata es una introducción a todas las parábolas: es la parábola del sembrador, que sin guardarse nada arroja su semilla en todo tipo de terreno. Y la verdadera protagonista de esta parábola es precisamente la semilla, que produce mayor o menor fruto según el terreno donde cae. Los primeros tres terrenos son improductivos: a lo largo del camino los pájaros se comen la semilla; en el terreno pedregoso los brotes se secan rápidamente porque no tienen raíz; en medio de las zarzas las espinas ahogan la semilla. El cuarto terreno es el terreno bueno, y sólo allí la semilla prende y da fruto.

En este caso, Jesús no se limitó a presentar la parábola, también la explicó a sus discípulos. La semilla que cayó en el camino indica a quienes escuchan el anuncio del reino de Dios pero no lo acogen; así llega el Maligno y se lo lleva. El Maligno, en efecto, no quiere que la semilla del Evangelio germine en el corazón de los hombres. Esta es la primera comparación. La segunda es la de la semilla que cayó sobre las piedras: ella representa a las personas que escuchan la Palabra de Dios y la acogen inmediatamente, pero con superficialidad, porque no tienen raíces y son inconstantes; y cuando llegan las dificultades y las tribulaciones, estas personas se desaniman enseguida. El tercer caso es el de la semilla que cayó entre las zarzas: Jesús explica que se refiere a las personas que escuchan la Palabra pero, a causa de las preocupaciones mundanas y de la seducción de la riqueza, se ahoga. Por último, la semilla que cayó en terreno fértil representa a quienes escuchan la Palabra, la acogen, la custodian y la comprenden, y la semilla da fruto. El modelo perfecto de esta tierra buena es la Virgen María.

Esta parábola habla hoy a cada uno de nosotros, como hablaba a quienes escuchaban a Jesús hace dos mil años. Nos recuerda que nosotros somos el terreno donde el Señor arroja incansablemente la semilla de su Palabra y de su amor. ¿Con qué disposición la acogemos? Y podemos plantearnos la pregunta: ¿cómo es nuestro corazón? ¿A qué terreno se parece: a un camino, a un pedregal, a una zarza? Depende de nosotros convertirnos en terreno bueno sin espinas ni piedras, pero trabajado y cultivado con cuidado, a fin de que pueda dar buenos frutos para nosotros y para nuestros hermanos.

Y nos hará bien no olvidar que también nosotros somos sembradores. Dios siembra semilla buena, y también aquí podemos plantearnos la pregunta: ¿qué tipo de semilla sale de nuestro corazón y de nuestra boca? Nuestras palabras pueden hacer mucho bien y también mucho mal; pueden curar y pueden herir; pueden alentar y pueden deprimir. Recordadlo: lo que cuenta no es lo que entra, sino lo que sale de la boca y del corazón.

Que la Virgen nos enseñe, con su ejemplo, a acoger la Palabra, custodiarla y hacerla fructificar en nosotros y en los demás.

Santo Padre Francisco

Ángelus del domingo, 13 de julio de 2014

Propósito

Ser tierra buena que da frutos por nutrirse por la Palabra de Dios, leer el salmo 95.

Diálogo con Cristo

Señor, no permitas que en mi vida se vaya ahogando la semilla de la fe, concédeme descubrir cuáles son esas piedras, esos espinos que la impiden crecer, haz que me deshaga de todo lo que seca la tierra de mi alma y me impide dar frutos de oración, de apostolado, de caridad.

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Semana de Oración por la Unidad de los cristianos

Semana de Oración por la Unidad de los cristianos

«Destinados a proclamar las grandezas del Señor» (cf. 1 Pe 2, 9)

Un año más nos preparamos para celebrar la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos [18 al 25 de enero], haciendo nuestro el deseo del Señor expresado en su oración a Dios Padre en la última cena: «que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea» (Jn 17, 21).

Esta iniciativa a la que se adhieren la mayoría de las denominaciones cristianas empezó su andadura en 1908 y desde entonces se ha ido constituyendo en una cita anual que nos damos los cristianos para rezar por la plena unidad visible de la Iglesia de Cristo. Los materiales son propuestos conjuntamente por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de Iglesias, aunque desde 1975 se encarga de su elaboración inicial un grupo ecuménico local. Los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2016 han sido elaborados inicialmente por un grupo de Letonia. El lema elegido es: «Destinados a proclamar las grandezas del Señor». Este lema se inspira en un pasaje de la Primera Carta de san Pedro (2, 9-10), que es el texto bíblico de referencia para este año. La idea fundamental que se quiere transmitir es que todos los bautizados, aunque formen parte de diferentes Iglesias y comunidades eclesiales, comparten la misma vocación de proclamar las grandezas del Señor. Una imagen que puede representar bien este concepto es la que se propone en la introducción a los materiales de este año: «La más antigua pila bautismal de Letonia es de los tiempos del gran evangelizador de Letonia san Meinardo. Originalmente se encontraba en la catedral de Ikšķile. Hoy se encuentra en el mismo centro de la catedral luterana de la capital del país, Riga. La ubicación de la pila, tan cerca del púlpito ornamentado de la catedral, expresa elocuentemente la relación entre bautismo y proclamación y la vocación que comparten todos los bautizados de proclamar las grandezas del Señor». Por eso, en los folletos y los carteles editados por la Conferencia Episcopal Española para la Semana de Oración de este año se ha querido utilizar como imagen una fotografía del bautismo de un adulto celebrado en dicha pila bautismal, cedida cordialmente por los responsables de la catedral luterana de Riga. El tema de este año se entiende aún mejor a la luz de la historia de Letonia, que existió por primera vez como estado de 1918 a 1940 y recuperó su independencia en 1991, después de los duros años del régimen soviético, en los que muchos cristianos padecieron la tortura, el exilio y la muerte a causa de su fe en Jesucristo. Esta comunión en el sufrimiento creó una profunda unión entre los cristianos letones, que pertenecen más o menos en proporción igual a la Iglesia católica, ortodoxa y luterana, y les llevó a descubrir su común sacerdocio bautismal que les capacita para ofrecer sus sufrimientos en unión con los sufrimientos de Cristo y para dar testimonio común de su fe. La unión entre los cristianos de Letonia también fue importante a la hora de luchar juntos por la independencia del país. Inspirándonos pues en esta propuesta que se nos hace este año desde Letonia, nos uniremos a los cristianos de todo el mundo durante la Semana de Oración, descubriendo nuestro sacerdocio común que se fundamenta en el bautismo, que se administra válidamente en las distintas Iglesias y comunidades eclesiales y que nos capacita para dar testimonio de las «grandezas», las maravillas que hace el Señor en nuestras vidas y en las de los demás. A lo largo de este último año han tenido lugar importantes acontecimientos relacionados con el ecumenismo y el diálogo interreligioso que nos abren a la esperanza y nos mueven a un compromiso mayor. En este sentido, cabe recordar las reiteradas afirmaciones del papa Francisco sobre el escándalo que supone la desunión y la importancia que tiene para él la búsqueda de la unidad de los cristianos: «Alcanzar esa meta, hacia la cual nos encaminamos con confianza, representa una de mis principales preocupaciones, por la cual no dejo nunca de orar a Dios». Así les dijo a una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla que lo visitó el 27 de junio 2015, con ocasión de la solemnidad de san Pedro y san Pablo. En nuestro contexto español queremos destacar la visita que realizó el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, a Valencia a principios de marzo del año pasado. Organizada por la Facultad de Teología de Valencia, el Centro Ecuménico Interconfesional de Valencia y el Centro Ecuménico Padre Congar, tuvo varios momentos señalados, como la conferencia que impartió el 4 de marzo en la Facultad de Teología San Vicente Ferrer con el elocuente título: «Ut unum sint: El ecumenismo como obligación eclesiológica del Concilio Vaticano II». También cabe señalar en el contexto actual la tan dolorosa persecución de cristianos en distintas partes del mundo, las afirmaciones del papa Francisco sobre el «ecumenismo de la sangre», que ya ha repetido en diferentes ocasiones. Una de ellas ha sido un video-mensaje con motivo de una jornada de diálogo y oración celebrada en mayo, en la diócesis estadounidense de Phoenix, junto a un grupo de pastores evangélicos pentecostales: «me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé. Pero hay alguien que “sabe” que, pese a las diferencias, somos uno. Y es el que nos persigue. El que persigue hoy día a los cristianos, el que nos unge con el martirio, sabe que los cristianos son discípulos de Cristo: ¡que son uno, que son hermanos! No le interesa si son evangélicos, ortodoxos, luteranos, católicos, apostólicos… ¡no le interesa! Son cristianos. Y esa sangre se junta. Hoy estamos viviendo, queridos hermanos, el “ecumenismo de la sangre”. Esto nos tiene que animar a hacer lo que estamos haciendo hoy: orar, hablar entre nosotros, acortar distancias, hermanarnos cada vez más». Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales queremos aprovechar este mensaje para hacer un llamamiento a las comunidades cristianas a la solidaridad efectiva con estos hermanos nuestros que padecen persecución a causa de su fe. Al mismo tiempo oramos por la paz y pedimos que cesen los actos violentos e inhumanos. Junto a la promoción de la unidad de los cristianos, la Comisión Episcopal también se ocupa del diálogo interreligioso y de las relaciones con las religiones no cristianas. En este ámbito, el 28 de octubre del año pasado se celebró el 50 aniversario de la promulgación de la Declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II. Con este motivo organizamos, en el marco de las Jornadas anuales para Delegados Episcopales de Relaciones Interconfesionales, un acto conmemorativo en la sede de la Conferencia Episcopal Española, consistente en una ponencia sobre la historia y la repercusión de la declaración conciliar y una mesa redonda con los representantes nacionales de la comunidad judía y musulmana. En Europa cada día nos damos más cuenta de la importancia que tiene el diálogo interreligioso para luchar juntos contra un laicismo beligerante que pretende excluir a Dios y a la religión del espacio público. También es cada vez más evidente la necesidad de ese diálogo para aislar al fanatismo nihilista que nada tiene que ver con una vivencia auténtica de la religión, y para construir un futuro de paz verdadera y estable. La reciente escalada del terrorismo, la tensión creciente en el ámbito internacional, los movimientos migratorios de personas que huyen de la guerra y de la miseria buscando un futuro mejor para ellos y sus hijos, son otros tantos factores que nos empujan a intentar comprender mejor el mundo en el que vivimos en toda su complejidad religiosa, social y cultural. Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales queremos exhortar a que no se confunda la religión con los actos execrables que cometen algunos y a que se acoja como hijos de un mismo Padre a los que vienen a nuestras tierras buscando paz y bienestar. En esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2016 rezaremos juntos por la plena unidad visible de todos los creyentes en Cristo, pero también elevaremos nuestra oración al Creador por las víctimas de los actos terroristas, por la paz y por la conversión de los corazones.

Los Obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales

Enero 2016

Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales
con motivo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2016 

Evangelio del día: El espíritu del Señor

Evangelio del día: El espíritu del Señor

Lucas 1, 1-4. 4, 14-21. Tercer Domingo del Tiempo Ordinario. Nuestro Señor Jesucristo nos dice que cada momento puede convertirse en un «hoy» propicio para nuestra conversión. Cada día (kathēmeran) puede convertirse en el hoy salvífico, porque la salvación es historia que continúa para la Iglesia y para cada discípulo de Cristo. Este es el sentido cristiano del «carpe diem»: aprovecha el hoy en el que Dios te llama para darte la salvación.

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto». Pero Zacarías dijo al Angel: «¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada». El Angel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo». Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario.

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Nehemías, Neh 8, 2-4a.5-6.8-10

Salmo: Sal 19(18), 8-10.15

Segunda lectura: Primera Carta de san Pablo a los Corintios, 1 Cor 12, 12-14.27

Oración introductoria

Señor, en Cristo te has hecho presente en nuestra historia, por eso es relativamente fácil tener el deseo de seguirte, pero qué difícil es continuar con entusiasmo cuando se empiezan a experimentar las exigencias de tu seguimiento. Para perseverar en la fidelidad necesito de tu gracia, te la pido en esta oración.

Petición

Señor, ayúdame a tomar cada día como una oportunidad para crecer en el amor, en la imitación, en el seguimiento de tu Hijo Jesucristo.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

La liturgia de hoy nos presenta, juntos, dos pasajes distintos del Evangelio de Lucas. El primero (1, 1-4) es el prólogo, dirigido a un tal «Teófilo»; dado que este nombre en griego significa «amigo de Dios», podemos ver en él a cada creyente que se abre a Dios y quiere conocer el Evangelio. El segundo pasaje (4, 14-21) nos presenta en cambio a Jesús, que «con la fuerza del Espíritu» entra el sábado en la sinagoga de Nazaret. Como buen observante, el Señor no se sustrae al ritmo litúrgico semanal y se une a la asamblea de sus paisanos en la oración y en la escucha de las Escrituras. El rito prevé la lectura de un texto de la Torah o de los Profetas, seguida de un comentario. Aquel día Jesús se puso en pie para hacer la lectura y encontró un pasaje del profeta Isaías que empieza así: «El Espíritu del Señor está sobre mí, / porque el Señor me ha ungido. / Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres» (61, 1-2). Comenta Orígenes: «No es casualidad que Él abriera el rollo y encontrara el capítulo de la lectura que profetiza sobre Él, sino que también esto fue obra de la providencia de Dios» (Homilías sobre el Evangelio de Lucas, 32, 3). De hecho, Jesús, terminada la lectura, en un silencio lleno de atención, dijo: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4, 21). San Cirilo de Alejandría afirma que el «hoy», situado entre la primera y la última venida de Cristo, está ligado a la capacidad del creyente de escuchar y enmendarse (cf. pg 69, 1241). Pero en un sentido aún más radical, es Jesús mismo «el hoy» de la salvación en la historia, porque lleva a cumplimiento la plenitud de la redención. El término «hoy», muy querido para san Lucas (cf. 19, 9; 23, 43), nos remite al título cristológico preferido por el mismo evangelista, esto es, «salvador» (sōtēr). Ya en los relatos de la infancia, éste es presentado en las palabras del ángel a los pastores: «Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11).

Queridos amigos, este pasaje «hoy» nos interpela también a nosotros. Ante todo nos hace pensar en nuestro modo de vivir el domingo: día de descanso y de la familia, pero antes aún día para dedicar al Señor, participando en la Eucaristía, en la que nos alimentamos del Cuerpo y Sangre de Cristo y de su Palabra de vida. En segundo lugar, en nuestro tiempo dispersivo y distraído, este Evangelio nos invita a interrogarnos sobre nuestra capacidad de escucha. Antes de poder hablar de Dios y con Dios, es necesario escucharle, y la liturgia de la Iglesia es la «escuela» de esta escucha del Señor que nos habla. Finalmente, nos dice que cada momento puede convertirse en un «hoy» propicio para nuestra conversión. Cada día (kathēmeran) puede convertirse en el hoy salvífico, porque la salvación es historia que continúa para la Iglesia y para cada discípulo de Cristo. Este es el sentido cristiano del «carpe diem»: aprovecha el hoy en el que Dios te llama para darte la salvación.

Que la Virgen María sea siempre nuestro modelo y nuestra guía para saber reconocer y acoger, cada día de nuestra vida, la presencia de Dios, Salvador nuestro y de toda la humanidad.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del domingo, 27 de enero de 2013

Propósito

¡Ojalá que nuestra fe y nuestro amor nos ayuden a alcanzar los frutos benditos de la Redención que Cristo nos adquirió con su Pasión, muerte y resurrección, y que se actualizan en los sacramentos! Si sabemos aprovechar esas gracias, también hoy nos llega a nosotros la salvación de Jesucristo.

Diálogo con Cristo

Señor, me has dado muchos medios para conocerte: tu Palabra en la Escritura, los sacramentos, el buen ejemplo de otros cristianos; gracias por ayudarme a buscarte con fe, esperanza y amor. Dame la gracia de seguirte con sinceridad y transparencia para cumplir la misión que me has encomendado.

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Evangelio del día en «Catholic.net»

Evangelio del día en «Evangelio del día»

Evangelio del día en «Orden de Predicadores»

Evangelio del día en «Evangeli.net»

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Palabras del Papa Francisco en la Fiesta del Bautismo de Cristo

Palabras del Papa Francisco en la Fiesta del Bautismo de Cristo

También este año, en la Fiesta del Bautismo del Señor, la solemnidad de la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico se adorna con la ternura de algunos recién nacidos, bautizados por el Papa Francisco, prosiguiendo una tradición instaurada por San Juan Pablo II y que prosiguió asimismo Benedicto XVI.

En vísperas del domingo con el que concluye el tiempo de Navidad, nos preparamos a la fiesta del Bautismo del Señor, en la que la Iglesia nos invita a contemplar a Jesucristo, el Hijo amado de Dios, su predilecto, para redescubrir el significado de nuestro Bautismo. Y nos preparamos con esta exhortación del Papa Francisco:

«Invito a todos a experimentar en la vida de cada día la gracia que recibimos en el Bautismo, siendo verdaderos hermanos y hermanas en Cristo y verdaderos miembros de la Iglesia»

Ésta era su invitación, dando comienzo a una serie de catequesis sobre los sacramentos que son el centro de la fe cristiana, «por los que Dios comunica su gracia, se hace presente y actúa en nuestra vida». En la audiencia general del 8 de enero de 2015, reflexionando sobre el Bautismo, hizo hincapié en que «los siete sacramentos de la Iglesia prolongan en la historia la acción salvífica y vivificante de Cristo, con la fuerza del Espíritu Santo»:

«El Bautismo es el sacramento sobre el que se fundamenta nuestra fe y nos hace miembros vivos de Cristo y de su Iglesia. No es un simple rito o un hecho formal, es un acto que afecta en profundidad la existencia. Por él, nos sumergimos en la fuente inagotable de vida, que proviene de la muerte de Jesús. Así podemos vivir una vida nueva, de comunión con Dios y con los hermanos. Aunque muchos no tenemos el mínimo recuerdo de la celebración de este sacramento, estamos llamados a vivir cada día aspirando a la vocación que en él recibimos.

Si seguimos a Jesús y permanecemos en la Iglesia, con nuestros límites y fragilidades, es gracias a los sacramentos por los que nos convertimos ennuevas criaturas y somos revestidos de Cristo».

Fuente: Radio Vaticano

Evangelio del día: Bodas de Caná

Evangelio del día: Bodas de Caná

Juan 2, 1-11. Segundo Domingo del Tiempo Ordinario. El «vino bueno» es la presencia de Jesús en la fiesta. Él es el secreto de la alegría plena, la que verdaderamente alegra el corazón.

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga». Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: «Siempre se sirve primero el bu en vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento». Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Isaías, Is 62, 1-5

Salmo: 96(95), 1-3.7-10

Segunda lectura: Primera Carta de san Pablo a los Corintios, 1 Cor 12, 4-11

Oración introductoria

Espíritu Santo, ilumina mi oración de modo que pueda salir de mí mismo, de mis preocupaciones y problemas, para abrir mi corazón a lo que hoy quieres decirme. Pido la intercesión de tu Madre santísima, que solucionó las necesidades de los demás, poniéndolas en tus manos.

Petición

Señor, así como cambiaste el agua en vino en Caná de Galilea, te pido que transformes mi vida en la clave del amor.

Meditación del Santo Padre Francisco

3ª Pregunta: El estilo de la celebración del Matrimonio

Santidad, en estos meses estamos haciendo muchos preparativos para nuestra boda. ¿Puede darnos algún consejo para celebrar bien nuestro matrimonio?

Haced todo de modo que sea una verdadera fiesta —porque el matrimonio es una fiesta—, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana. El motivo más profundo de la alegría de ese día nos lo indica el Evangelio de Juan: ¿recordáis el milagro de las bodas de Caná? A un cierto punto faltó el vino y la fiesta parecía arruinada. Imaginad que termina la fiesta bebiendo té. No, no funciona. Sin vino no hay fiesta. Por sugerencia de María, en ese momento Jesús se revela por primera vez y hace un signo: transforma el agua en vino y, haciendo así, salva la fiesta de bodas. Lo que sucedió en Caná hace dos mil años, sucede en realidad en cada fiesta de bodas: lo que hará pleno y profundamente auténtico vuestro matrimonio será la presencia del Señor que se revela y dona su gracia. Es su presencia la que ofrece el «vino bueno», es Él el secreto de la alegría plena, la que calienta verdaderamente el corazón. Es la presencia de Jesús en esa fiesta. Que sea una hermosa fiesta, pero con Jesús. No con el espíritu del mundo, ¡no! Esto se percibe, cuando el Señor está allí.

Al mismo tiempo, sin embargo, es bueno que vuestro matrimonio sea sobrio y ponga de relieve lo que es verdaderamente importante. Algunos están más preocupados por los signos exteriores, por el banquete, las fotos, los vestidos y las flores… Son cosas importantes en una fiesta, pero sólo si son capaces de indicar el verdadero motivo de vuestra alegría: la bendición del Señor sobre vuestro amor. Haced lo posible para que, como el vino de Caná, los signos exteriores de vuestra fiesta revelen la presencia del Señor y os recuerden a vosotros y a todos los presentes el origen y el motivo de vuestra alegría.

Pero hay algo que tú has dicho y que quiero retomar al vuelo, porque no quiero dejarlo pasar. El matrimonio es también un trabajo de todos los días, podría decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a su esposa y la esposa tiene la tarea de hacer más hombre a su marido. Crecer también en humanidad, como hombre y como mujer. Y esto se hace entre vosotros. Esto se llama crecer juntos. Esto no viene del aire. El Señor lo bendice, pero viene de vuestras manos, de vuestras actitudes, del modo de vivir, del modo de amaros. ¡Hacernos crecer! Siempre hacer lo posible para que el otro crezca. Trabajar por ello. Y así, no lo sé, pienso en ti que un día irás por las calles de tu pueblo y la gente dirá: «Mira aquella hermosa mujer, ¡qué fuerte!…». «Con el marido que tiene, se comprende». Y también a ti: «Mira aquél, cómo es». «Con la esposa que tiene, se comprende». Es esto, llegar a esto: hacernos crecer juntos, el uno al otro. Y los hijos tendrán esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que crecieron juntos, haciéndose —el uno al otro— más hombre y más mujer.

Santo Padre Francisco

Discurso a las parejas de novios que se preparan para el matrimonio

Discurso del viernes, 14 de febrero de 2014

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

La liturgia de hoy propone el Evangelio de las bodas de Caná, un episodio narrado por Juan, testigo ocular del hecho. Tal relato se ha situado en este domingo que sigue inmediatamente al tiempo de Navidad porque, junto a la visita de los Magos de Oriente y el Bautismo de Jesús, forma la trilogía de la epifanía, es decir de la manifestación de Cristo. El episodio de la bodas de Caná es, en efecto, «el primero de los signos» (Jn 2, 11), es decir, el primer milagro realizado por Jesús, con el cual Él manifestó su gloria en público, suscitando la fe de sus discípulos. Nos remitimos brevemente a lo que ocurre durante aquella fiesta de bodas en Caná de Galilea. Sucede que falta el vino, y María, la Madre de Jesús, lo hace notar a su Hijo. Él le responde que aún no había llegado su hora; pero luego atiende la solicitud de María y tras hacer llenar de agua seis grandes ánforas, convirtió el agua en vino, un vino excelente, mejor que el anterior. Con este «signo», Jesús se revela como el Esposo mesiánico que vino a sellar con su pueblo la nueva y eterna Alianza, según las palabras de los profetas: «Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo» (Is 62, 5). Y el vino es símbolo de esta alegría del amor; pero hace referencia a la sangre, que Jesús derramará al final, para sellar su pacto nupcial con la humanidad.

La Iglesia es la esposa de Cristo, quien la hace santa y bella con su gracia. Sin embargo, esta esposa, formada por seres humanos, siempre necesita purificación. Y una de las culpas más graves que desfiguran el rostro de la Iglesia es aquella contra su unidad visible, en particular las divisiones históricas que han separado a los cristianos y que aún no se han superado. Precisamente en estos días, del 18 al 25 de enero, tiene lugar la Semana de oración por la unidad de los cristianos, un momento siempre grato a los creyentes y a las comunidades, que despierta en todos el deseo y el compromiso espiritual por la comunión plena. En este sentido ha sido muy significativa la vigilia que pude celebrar hace casi un mes, en esta plaza, con miles de jóvenes de toda Europa y con la comunidad ecuménica de Taizé: un momento de gracia donde hemos experimentado la belleza de formar en Cristo una cosa sola. Aliento a todos a rezar juntos a fin de que podamos realizar «lo que el Señor exige de nosotros» (cf. Miq 6, 6-8), como dice este año el tema de la Semana; un tema propuesto por algunas comunidades cristianas de la India, que invitan a comprometerse con decisión hacia la unidad visible entre todos los cristianos y a superar, como hermanos en Cristo, todo tipo de discriminación injusta. El viernes próximo, al final de estas jornadas de oración, presidiré las Vísperas en la basílica de San Pablo Extramuros, con la presencia de los representantes de las demás Iglesias y Comunidades eclesiales.

Queridos amigos, a la oración por la unidad de los cristianos quisiera añadir una vez más la oración por la paz, para que, en los diversos conflictos por desgracia en curso, cesen las viles masacres de civiles indefensos, tenga fin toda violencia y se encuentre la valentía del diálogo y de la negociación. Por ambas intenciones invocamos la intercesión de María santísima, mediadora de gracia.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del domingo, 20 de enero de 2013

Propósito

¡Ojalá, pues, que nuestra confianza en la poderosa intercesión de María Santísima sea total y filial, como la del niño pequeño que confía ciegamente en su madre! Acudamos a Ella siempre que lo necesitemos y en todos los momentos de nuestra vida. Ella, como en Caná, arrancará otro milagro de su Hijo cuando nosotros, como aquellos jóvenes esposos, «ya no te tengamos vino» para seguir viviendo con fe, alegría y perseverancia nuestra vida cristiana.

Diálogo con Cristo

Sólo el amor a Cristo será capaz de despertar en mí una mayor entrega, sólo el amor me dará la fuerza para ser santo, sólo el amor me hará obediente y perseverante, sólo el amor a los demás me impulsará a servirles con el ejercicio continuo de la caridad.

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