
Juego de Pasapalabra
Repasa algunos de los contenidos fundamentales de nuestra fe con este famoso concurso televisivo.
Este juego es aconsejable para niños mayores de 6 años.
Para jugar, debéis descargar el juego en Powerpoint.
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Repasa algunos de los contenidos fundamentales de nuestra fe con este famoso concurso televisivo.
Este juego es aconsejable para niños mayores de 6 años.
Para jugar, debéis descargar el juego en Powerpoint.
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Cristo es iluminado: dejémonos iluminar junto con él; Cristo se hace bautizar: descendamos al mismo tiempo que él, para ascender con él.
Juan está bautizando, y Cristo se acerca; tal vez para santificar al mismo por quien va a ser bautizado; y, sin duda, para sepultar en las aguas a todo el viejo Adán, santificando el Jordán antes de nosotros y por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua.
Juan se niega, Jesús insiste. Entonces: Soy yo el que necesito que tú me bautices, le dice la lámpara al Sol, la voz a la Palabra, el amigo al Esposo, el mayor entre los nacidos de mujer al Primogénito de toda la creación, el que había saltado de júbilo en el seno materno al que había sido ya adorado cuando estaba en él, el que era y habría de ser precursor al que se había manifestado y se manifestará. Soy yo el que necesito que tú me bautices; y podría haber añadido: «Por tu causa.» Pues sabía muy bien que habría de ser bautizado con el martirio; o que, como a Pedro, no sólo le lavarían los pies.
Esta Oración la entonó san Juan Pablo II en el Sitio del Bautismo del Señor, durante su visita a Tierra Santa, el 21 de marzo de 2000.
En el Evangelio de San Lucas leemos «Que la Palabra de Dios bajó sobre Juan, Hijo de Zacarías, en el desierto. Y él recorrió toda la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (3, 2-3). Aquí, en el Río Jordán, cuyas orillas han sido visitadas por multitudes de peregrinos que rinden honor al Bautismo del Señor, también yo elevo mi corazón en oración.
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Para participar los niños y los padres en la escuela o en la parroquia.
1. Monición inicial
Queridos papás y mamás, queridos niños y niñas: la espera más alegre en una familia es la de un hermanito. Todos estamos contentos y preparamos nuestra casa y nuestro corazón.
Nuestra Madre la Virgen María, con gozo, va a tener a su Hijo, Jesús. Le daremos una gran alegría si nosotros, que también somos hijos de la Virgen María, lo recibimos muy contentos. Vamos a pedirle a nuestra buena Madre del Cielo que nos ayude a hacerlo de la mejor manera.
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Para subrayar el sentido religioso del belén, puede bendecirse en familia con un sencillo rito que suponga el inicio de las fiestas navideñas.
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Reunida la familia, uno de los padres dice:
P./ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R./ Amén
La Navidad es un tiempo de celebración del nacimiento de Jesús, que abarca desde la Nochebuena del 24 de diciembre hasta la fiesta del Bautismo del Señor.
La preceden cuatro semanas de preparación (Adviento).
El corazón de estas fiestas es la Solemnidad del 25 de diciembre, Navidad.
Posteriormente, tienen lugar las siguientes fiestas: San Esteban (primer mártir: día 26); San Juan (el discípulo a quien Jesús más amaba: día 27); Santos Inocentes (día 28); Sagrada Familia (domingo siguiente a Navidad); Santa María, Madre de Dios (1 de enero); Adoración de los Magos (Epifanía, 6 de enero); Y el Bautismo de Nuestro Señor (domingo siguiente a Epifanía), con que termina el tiempo litúrgico de la Navidad.
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Durante las fiestas de Navidad viene siendo tradicional el intercambio de tarjetas con las que nos felicitamos mutuamente estas fiestas. En ellas suele aparecer imágenes del Nacimiento del Niño Dios u otros motivos navideños… aunque últimamente nos vemos invadidos por «tarjetas de Navidad» en las que solo aparecen motivos invernales y de regalos, desvirtuando estas fechas como simples fiestas de paso de año y de celebración del solsticio. Un cristiano no debe olvidar la razón de estas celebraciones —el nacimiento del Salvador—, y relacionar con ella todas las felicitaciones y los buenos deseos para el año entrante.
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En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
Y cuando ellos se encontraban allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento. Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y vigilaban por turno su rebaño durante la noche. De improviso un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz. Y se llenaron de un gran temor. El ángel les dijo: —No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia celestial, que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres en los que Él se complace». (Lc 2, 1-14)
En el año 1223, san Francisco de Asís fue como peregrino a Tierra Santa. Quedó muy impresionado al rezar en la gruta donde nació Jesús.
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