por CeF | Varios en Internet | 31 Oct, 2010 | Confirmación Vida de los Santos
San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio las palabras de Jesús; «Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará». Llegó a ser Arzobispo de Milán y Cardenal, su fiesta se celebra el 4 de noviembre, y es el patrón de los catequistas y de los seminaristas. Su nombre, Carlos, significa «hombre prudente».
Era de familia muy rica. Su hermano mayor, a quien correspondía la mayor parte de la herencia, murió repentinamente al caer de un caballo.
Él consideró la muerte de su hermano como un aviso enviado por el cielo, para estar preparado porque el día menos pensado llega Dios por medio de la muerte a pedirnos cuentas. Renunció a sus riquezas y fue ordenado sacerdote y mas tarde Arzobispo de Milán. Aunque no faltan las acusaciones de que su elección fue por nepostismo (era sobrino del Papa), sus enormes frutos de santidad demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.
Como obispo, su diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria. Los atendía a todos. Su escudo llevaba una sola palabra: «Humilitas», humildad. El, siendo noble y riquísimo, vivía cerca del pueblo, prívandose de lujos. Fue llamado con razón «padre de los pobres».
Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.
Para con los necesitados era supremamente comprensivo. Para con sus colaboradores era muy amigable y atento, pero exigente. Y para consigo mismo era exigentísimo y severo.
Fue el primer secretario de Estado del Vaticano (en el sentido moderno).
Fue blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al agresor.
Fundó seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios.
Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.
Murió joven y pobre, habiéndo enriquecido enormemente a muchos con la gracia. Murió diciendo: «Ya voy, Señor, ya voy». En Milán casi nadie durmió esa noche, ante la tremenda noticia de que su queridísimo Cardenal arzobispo, estaba agonizando.
Artículo original en corazones.org
* * *
Recursos audiovisuales
* * *
* * *
* * *
por Anónimo | Luis M. Benavides | 31 Oct, 2010 | Postcomunión Narraciones
Al atardecer, cuando los últimos rayos del sol tocaban las puntas de las tiendas de los campamentos sioux, los niños solían sentarse alrededor del fuego junto a los ancianos de la tribu para escuchar sus historias y aprender sobre la vida.
El viejo cacique sioux, Achomawi (que significa hombre del río) estaba teniendo una charla con sus dos nietos Leotie (flor de la pradera) y Pakiutlema (guardián del cañón).
Les decía:
—Me siento como si una gran pelea estuviera ocurriendo en mi corazón y es entre dos lobos.
Uno de los lobos representa la maldad, es violento, rencoroso, y vengador.
El otro, es bondadoso, humilde, generoso y está lleno de amor y compasión.
Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes, y dentro de todos los seres de la tierra…
Los niños se quedaron contemplando en silencio el fuego por un largo rato. Finalmente, Leotie alzó sus ojos almendrados y profundos y preguntó:
—Abuelo, dime: ¿cuál de los lobos ganará?
Y el viejo cacique respondió simplemente:
—El que ustedes alimenten…
Adaptación de autor desconocido
Para la reflexión personal
Pelea concreta y cotidiana que todos libramos con nuestros propios lobos y con los de los demás. Estar atentos a qué cosas alimentamos en nuestro interior y sobre todo, con qué lo hacemos, ya estamos mediando en esa lucha. Si nuestra mente y nuestro interior, permanentemente están alimentados de imágenes de violencia, de lecturas superficiales, de amistades interesadas, de pensamientos oscuros, de banalidades y maledicencias, de conversaciones dañinas, de cuestiones superficiales; sin preocuparnos nada más que por nosotros mismos, no tendríamos que sorprendernos que en nuestra vida vayan creciendo dichos sentimientos.
Dicen que en la mitad de la vida, uno tiene la cara que se merece. No estoy tan seguro de que esto sea tan cierto, pero algo de verdad indica, seguramente. Si de jóvenes nos vamos rodeando de buenos compañeros, trabajamos honestamente por cimentar los valores en nuestra personalidad; escuchamos, vemos y leemos cuestiones que nos elevan; examinamos todo y nos quedamos con lo bueno; dialogamos con todo y con todos, pero seguimos firmes a nuestros principios y tenemos una actitud abierta, franca y sincera, probablemente el bien, la bondad y la belleza, por ende, la armonía se constituyan en un disfrute sereno en nuestra vejez.
El lobo que representa la maldad, la violencia, la envidia, el rencor y la venganza, hace que finalmente se enfrente con nosotros, y nos caiga con todo su horror destruyendo lo que somos. La maravilla de esto es que depende exclusivamente de nosotros. Si alimentamos el bien, nos hará crecer cada vez más, agrandando y ennobleciendo eso de ser humanos, haciéndonos felices a nosotros mismos y a los demás. Como Dios quiere…
Para compartir en familia o en grupo
- Enumerar diez actitudes, cosas o situaciones que pueden alimentar el lobo del mal en nosotros.
- Enumerar diez actitudes, cosas o situaciones que pueden alimentar el lobo del bien en nosotros.
- ¿Qué lobo siento que está mejor alimentado en mí? ¿Quién creo que ganará la lucha y por qué?
- ¿Qué elementos en nuestro proyecto de vida nos ayudarán a alimentar el lobo del bien, la bondad y la belleza?
- Buscar algún adulto mayor de nuestra confianza y estima, leerle el cuento y compartir lo reflexionado, estableciendo semejanzas y diferencias.
Valores en juego
Aprender. Bondad. Consejo. Integridad. Libertad.
Para disfrutar del buen cine
Dersu Uzala
- Origen: Japón
- Director: Akira Kurosawa
- Protagonistas: Maxim Munzg / Yuri Solomine
- Año: 1975
- Duración: 120 min
- Género: Aventuras, drama
- Calificación: ATP
El hombre sin rostro
- Origen: EE UU
- Director: Mel Gibson
- Protagonistas: Mel Gibson / G. Lewis/ M. Whitton
- Otro título: The Man Without a Face
- Año: 1983
- Duración: 110 min
- Género: Drama
- Calificación: SAM 14
La fuerza de uno
- Origen: EE UU / Francia
- Director: John G. Vildsen
- Protagonistas: N. Kubheka / S. Fenton
- Otro título: The Power of One
- Año: 1992
- Duración: 127 min
- Género: Drama
- Calificación: SAM 14
La misión
- Origen: EE UU
- Director: Roland Joffe
- Protagonistas: Robert De Niro / Jeremy Irons
- Otro título: The Mission
- Año: 1986
- Duración: 120 min
- Género: Testimonial, histórico
- Calificación: ATP
por Luis M. Benavides | 31 Oct, 2010 | Catequesis Metodología
Todo cristiano, o mejor, toda persona que sinceramente desea comunicarse con su Señor, va experimentando diferentes formas de oración a lo largo de su vida. Podríamos resumirlas o agruparlas en torno a tres elementos:
1. Los momentos reservados a la oración personal.
2. Una actitud de fe que informa e inspira sus actos diarios.
3. La celebración comunitaria de esa fe.
El niño tendrá que ir experimentando desde pequeño las diferentes formas de oración que han surgido en la historia del Pueblo de Dios. Para cada momento el niño conocerá y vivirá una forma de oración. Así, conocerá la alabanza por todo lo bello y hermoso que Dios nos dio; la oración de súplica; la de acción de gracias; la oración a través del canto, del gesto, del dibujo; las oraciones de carácter repetitivo, los textos breves de la Palabra de Dios, la oración personal, etcétera.
Aunque existen diversas maneras de hacer oración, podríamos hablar de dos formas básicas: la oración personal o silenciosa y la oración comunitaria. Es decir, la oración individual que cada ser humano realiza con su Dios y la oración compartida con los hermanos en torno a un mismo Padre.
La oración personal o silenciosa
Los niños tienen que acostumbrarse paulatinamente a lograr espacios de silencio interior. Es decir, a lograr momentos de comunicación profunda con Dios nuestro Padre. El niño -también el adulto- tiene que poder ponerse delante de Dios, para presentarle sus inquietudes, sus temores y esperanzas, sus peticiones, sus alabanzas, sus acciones de gracias. En todo momento debe captar que Dios es su Padre y que nunca lo abandona, aun en los momentos difíciles. El niño debe aprender a invocar a Dios que nos ama y nos conserva; a Jesús Hijo de Dios y hermano nuestro que nos conduce al Padre; al Espíritu Santo que habita en nosotros y a María, Madre de Jesús y Madre nuestra.
La oración comunitaria
Los niños necesitan ir realizando sus primeras experiencias de oración comunitaria, desde pequeños. Ellos deben poder captar que la comunidad, la familia, los amigos, los demás también están para rezar con uno, para compartir alegrías y dolores, para rezar juntos por una intención personal. Un niño pidiendo a sus amigos que recen por su gatito enfermo está generando un acto salvífico del amor de Dios.
Así, por medio de la oración comunitaria, el niño conocerá:
- la oración de alabanza por todo lo bello y hermoso que Dios nos da y nos regala constantemente a través de toda la Creación. La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que Él es. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia Aquél que es su fuente y su término. La alabanza tiene su síntesis vital del Antiguo Testamento en la expresión hebrea «¡Hallelu-Ya!» (Aleluya), «¡Alabad al Señor!»
- la oración de súplica y petición: que no sólo presenta ante Dios todas nuestras necesidades, angustias y miedos sino que nos solidariza con el resto de los hombres, haciéndonos conscientes y responsables de todos aquellos a quienes tenemos presentes en nuestras oraciones, abriéndonos a todos los problemas personales y sociales. Orar por otros, como expresión de la “comunión de los santos”, incluso por los enemigos; nos acerca a la oración de Jesús.
- la oración de acción de gracias: expresa nuestro continuo agradecimiento por todo lo que Dios nos regala y realiza cada día y en cada momento por nosotros. Agradecemos por que su Amor es infinito. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros (1 Ts 5, 18).
Es muy importante que los niños puedan hacer oración y expresar en voz alta sus propias preocupaciones, sus propias intenciones. Estas oraciones espontáneas -de petición, de alabanza y de agradecimiento- muy gratas a los niños y, estoy convencido, que a Dios también, van a ir despertando el sentido comunitario de la oración.
En ese sentido, tenemos que ayudar a los niños, para que escuchen atentamente las oraciones de los otros y no las repitan por imitación o costumbre y tratar de que las oraciones sean lo más personalizadas posibles. La idea es ponerle rostros concretos de personas a todas las oraciones y siempre en primera persona (singular o plural). Ejemplos:
- Una cosa es orar diciendo: “Yo le pido al Señor por los chicos pobres…” (impersonal y en 3.ª persona) y, otra muy distinta, es orar diciendo: “Yo te pido Jesús por esos tres chicos que hoy a la mañana observé limpiando los parabrisas de los coches, para que los ayudes…”.
- Una cosa es pedir “por los enfermos” y otra muy distinta, es compartir con los compañeros: “Buen Jesús, te pido por mi abuela Clara que está enferma…”.
- Una cuestión es rezar para “que seamos cada vez más buenos” y otra, muy diferente es rezar por “fulano” (con nombre y apellido) ese compañero que no me llevo muy bien, para que pueda comprenderlo mejor y acercarme a él…
De esta manera, por las experiencias de oración junto a los demás (sobre todo, en las Celebraciones de la Palabra), los niños van tomando conciencia paulatina de la gran oración comunitaria de la Iglesia: la Liturgia, que alcanza su expresión máxima en la Eucaristía o Santa Misa. Es de lamentar que a medida que pasan los años, más nos vamos alejando de la oración comunitaria, compartida desde la vida.
* * *
No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es Él quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia en permanecer con él en oración. El quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que él está dispuesto a darnos…
San Agustín
(De la Serie «Iniciación en la oración», columna 6.ª)
por internetprom.com | Evaristo Martín Nieto | Mercaba.org | 24 Oct, 2010 | Confirmación Vida de los Santos
San Judas Tadeo es uno de los santos más populares, a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe. En Alemania, Italia, América y muchos sitios más, tiene numerosos devotos que consiguen por su intercesión admirables ayudas de Dios, especialmente en cuanto a conseguir empleo, casa u otros beneficios más.
Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo.
Judas es una palabra hebrea que significa: «alabanzas sean dadas a Dios».
Tadeo quiere decir: «valiente para proclamar su fe».
Simón significa: «Dios ha oído mi súplica». A San Simón y San Judas Tadeo se les celebra la fiesta en un mismo día, el 28 de octubre, porque según una antigua tradición los dos iban siempre juntos predicando la Palabra de Dios por todas partes.
San Judas Tadeo estaba íntimamente relacionado con nuestro Señor por su parentesco con San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen. Sobrino nieto de estos dos santos, es a la vez sobrino de María y José, de donde resulta ser primo de nuestro Señor Jesucristo.
San Judas es hermano del Apóstol Santiago el Menor. Tenía otros dos hermanos a quienes llama el Evangelio «hermanos» de Jesús. Cuando nuestro Señor regresó de Judea a Nazaret, comenzó a enseñar en la sinagoga. Las gentes que le oían estaban asombradas y decían: «¿ De dónde le ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?» (Mt 13,54).
La palabra «hermanos» en hebreo comúnmente significa un pariente próximo. El padre de San Judas era Cleofás. El nombre de su madre era María, que era pariente próxima de la Virgen Santísima. Ella también permaneció junto a la Cruz cuando murió nuestro Señor Jesucristo. «Cerca de la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre , María, esposa de Cleofás, y María Magdalena» (Jn 19,25).
Durante su adolescencia y juventud, Judas fué compañero de Jesús. Cuando Jesús comenzó su vida pública, Judas dejó todo por seguirle. A San Judas se le llama Tadeo para diferenciarlo de Judas Iscariote que fue el que vendió a Jesús. En la noche de la Última Cena le preguntó a Jesús: «¿Por qué revelas tus secretos a nosotros y no al mundo?». Jesús le respondió que esto se debía a que ellos lo amaban a Él y cumplían sus mandatos y que a quien lo ama y obedece, vienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y forman habitación en su alma (Jn. 14, 22).
Como Apóstol, trabajó con gran celo por la conversión de los paganos. Fue misionero por toda la Mesopotamia durante diez años. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles. Después se unió a Simón en Libia, donde los dos Apóstoles predicaron el Evangelio a los habitantes de aquel país.
Refiere la tradición que San Judas y San Simón sufrieron martirio en Suanis, ciudad de Persia, donde habían trabajado como misioneros. A San Judas le dieron muerte con una cachiporra. Por eso se le representa con una porra sobre la cabeza. Luego, le cortaron la cabeza con un hacha. Trasladaron su cuerpo a Roma y sus restos se veneran ahora en la Basílica de San Pedro.
San Judas es conocido principalmente como autor de la Carta de su nombre en el Nuevo Testamento. Carta probablemente escrita antes de la caída de Jerusalén, por los años 62 al 65. En ella, San Judas denuncia las herejías de aquellos primeros tiempos y pone en guardia a los cristianos contra la seducción de las falsas doctrinas. Habla del juicio que amenaza a los herejes por su mala vida y condena los criterios mundanos, la lujuria y «a quienes por interés adulan a la gente». Anima a los cristianos a permanecer firmes en la fe y les anuncia que surgirán falsos maestros, que se burlarán de la Religión, a quienes Dios, en cambio, les tiene reservada la condenación .
A la soberbia de los malos contrapone la humilde lealtad del Arcángel San Miguel. Anima a los cristianos a levantar un edificio espiritual llevando una vida fundada en la fe, el amor a Dios, la esperanza y la oración. Alienta la práctica del amor al prójimo; exhorta a los cristianos a que sean pacientes y con sus vidas virtuosas conviertan a los herejes.
San Judas concluye su carta con una oración de alabanza a Dios por la Encarnación, pues por ella Jesucristo, Palabra eterna de Dios, tomó sobre sí nuestra naturaleza humana para redimirnos.
internetprom.com
* * *
El apóstol es un enviado de Jesucristo. Un hombre llamado por Jesucristo para ser un testimonio vivo de su mensaje redentor en el mundo. Así estos dos hombres: Simón y Judas.
Bien poco sabemos de Simón. Unos le identificaron con Simón el Cananeo, o el Zelotes, uno de los doce apóstoles del Señor. Otros aseguran que fue obispo de Jerusalén, sucesor del apóstol Santiago el Menor (hacia el a. 62; cf. EUSEBIO, H. E., 11 t.20 col.245 ). En esta última hipótesis hubiera sellado con su sangre la fe cristiana en la persecución del emperador Trajano, hacia el año 107. Pero esto resulta insostenible, puesto que el Simón obispo de Jerusalén fue, según Eusebio, hijo de Cleofás y no hermano de Santiago.
En la lista de los apóstoles le suelen llamar siempre Simón el Cananeo, o el Zelotes, dos términos que se identifican. Son, en efecto, dos traducciones de un mismo vocabla hebreo, qanná, que quiere decir zelotes o celoso. Así Simón, apóstol fiel de Jesucristo, encarna en su persona el gran celo del Dios omnipotente; «de hecho, el Dios de Israel se muestra como un ser «celoso» de sí mismo, que no puede en manera alguna tolerar cualquier atentado contra su trascendente majestad» (Ex. 20,5; 34,14).
En los albores ya de la era mesiánica los romanos toman definitivamente en sus manos las riendas de la administración palestinense. Los judíos, agobiados por el peso aplastante de la opresión extranjera, se esfuerzan desesperadamente por abrirse un resquicio de libertad y de esperanza. Quieren crear una fuerza de resistencia que los libere. A impulsos de Judas de Gamala y del fariseo Sadduk se organiza un partido de oposición. Los miembros que integran el partido toman el sobrenombre de zelotes.
El partido se ampara en un sentido eminentemente religioso. Quieren ser en medio de la dominación extranjera corrompida por el paganismo, un monumento vivo a la fidelidad a la ley mosaica.
Una gran preocupación mesiánica invadía el sentimiento nacional de estos hombres. La espera incontenida del gran Libertador se vivía en el partido con el alma en tensión, siguiendo la línea de los grandes profetas de Israel.
La impotencia humana para quebrar, por fin, la esclavitud, les empuja irresistiblemente a un patriotismo exaltado y zozobrante, que culmina en la guerra judía.
Simón pertenecía evidentemente a este partido, en el que se habían enlazado indisolublemente la religión y la política. No podemos olvidar que en la historia del pueblo elegido la preocupación social, religiosa y política iba siempre de la mano. Simón fue un zelotes. Es verdad que en su vida pesaba, sobre todo, el matiz religioso. El celo ardiente por la Ley le quemaba el centro de su alma israelita. Como San Pablo, es Simón un judío entregado plenamente al cumplimiento de las tradiciones paternales. Rozando en su persona el formulismo asfixiante y agobiador de los fariseos.
Pero un día, venturoso para él, se encontró con la mirada del Maestro y se convirtió sinceramente al Evangelio (Act. 21,20).
Perdido en su humildad, la Providencia ha querido dejarle olvidado en un casto silencio. De todos los apóstoles, él es el menos conocido. La tradición nos dice que predicó la doctrina evangélica en Egipto, y luego en Mesepotamia y después en Persia, ya en compañía de San Judas.
En la lista de los apóstoles aparece ya al final, junto a su compañero San Judas (cf. Mt. 10,3-4; Mc. 3,16,19; Lc. 6,13; Act. 1,13).
Simón es el Zelotes para distinguirle de Simón Pedro, el príncipe del Colegio Apostólico; Judas es llamado Tadeo (Lebbeo en algunos manuscritos de San Mateo) para distinguirle de Judas el traidor. San Juan le llama expresamente «Judas, no el Iscariote».
San Judas aparece también en el Evangelio con un gran celo apostólico. En la última cena, Jesucristo hace de sí mismo causa común con su Padre. El que le ame a Él, será amado de su Padre celestial. Acaba el Señor de proclamar el mandamiento nuevo. Y Judas siente que se le quema el alma de caridad al prójimo, y no puede aguantarse: «Señor, ¿cómo ha de ser esto, que te has de mostrar a nosotros, y no al mundo?» (Io. 14,22). La inefable dulzura del amor a Jesucristo, el testimonio caliente de la revelación del Verbo, tenía que penetrar el mundo entero. A través de estas palabras tímidas, pero selladas con el marchamo inconfundible de un apóstol, descubrimos la presencia de un alma grande y un corazón ancho.
Los evangelios no nos conservan de él ni una palabra más. La tradición, recogida en los martirologios romanos, el de Beda y Adón, y a través de San Jerónimo y San Isidoro, nos dicen que San Simón y San Judas fueron martirizados en Persia.
Afirma la leyenda que los templos de la ciudad de Suamir estaban recargados de ídolos. Los santos apóstoles fueron apresados. Simón fue conducido al templo del Sol y Judas al de la Luna, para que los adoraran. Pero ante su presencia los ídolos se derrumbaron estrepitosamente. De sus figuras desmoronadas salieron, dando gritos rabiosos, los demonios en figuras de etíopes. Los sacerdotes paganos se revolvieron contra los apóstoles y los despedazaron. El azul sereno de los cielos se enluteció de pronto. Una horrible tempestad originó la muerte a gran multitud de gentiles. El rey, ya cristiano por la predicación de los santos apóstoles, levantó en Babilonia un templo suntuoso, donde reposaron sus cuerpos hasta que fueron trasladados a San Pedro de Roma.
El nombre de Judas es muy frecuente en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva (cf. Mt. 13,55, Mc. 6,3). San Clemente de Alejandría, influenciado, sin duda, por el protoevangelio de Santiago, cuenta a Judas entre los hijos del primer matrimonio de San José. San Lucas le llama «Judas de Santiago» (6,13,16). Aquí se suelen apoyar no pocos exegetas para decir que Judas era hermano de Santiago. Así lo afirmaban los escritores eclesiásticos de los primeros siglos testificando al propio tiempo que era «hermano», es decir, «pariente» del Señor, aunque luego no se pongan de acuerdo al darle el título de apóstol. Y así se viene invariablemente repitiendo en la exégesis católica. Y, sin embargo, el genitivo suele indicar siempre relación de paternidad, más que de fraternidad. El mismo San Lucas, en el mismo contexto, habla de «Santiago de Alfeo», es decir, hijo de Alfeo.
Cuando San Judas se presento a sí mismo en su carta apostólica, parece que no se incluye en el número de los doce. Se llama humildemente «un siervo de Jesucristo». Y hasta da la sensación que se excluye positivamente del grupo apostólico (v. 17 ).
Esto, tal vez, concordaría más con la actitud de Jesucristo, que no elige a sus familiares para ser apóstoles de su doctrina. De hecho los hermanos del Señor se colocan fuera de los doce (cf. Act. 1,13-14).
Pero los católicos han proclamado siempre para San Judas el apostolado apoyados en Mc. 6,3, donde Santiago y Judas son llamados «hermanos de Jesucristo».
A través de la breve carta, escrita con un claro sentido de polémica, contra las primeras herejías nacientes, descubrimos en San Judas un escritor de mentalidad semita, con un conocimiento exquisito de la lengua griega. El clasicismo griego alterna en él con alguna influencia popular del estilo.
Desprecian ya estos herejes primeros del cristianismo la divinidad de Jesucristo, imbuidos indudablemente por las ideas gnósticas. Quieren propalar una doctrina esoterica, con una clara tendencia al iluminismo. Se creen con el monopolio de la santidad y no vacilan en llamarse «pneumáticos» o espirituales, mientras menosprecian a los demás con el nombre de «psíquicos» o carnales. Contra ellos levanta San Judas su voz, llena de un santo celo.
La fuente de inspiración es para él el Viejo Testamento, donde descubre una serie de sentidos típicos en orden al Nuevo Testamento. Tiene San Judas un gran conocimiento de documentos extrabíblicos. Hace referencia a los Apócrifos de Henoc y a la Asunción de Moisés.
Este uso que el apóstol hace en su predicación de la Biblia y de la tradición judaica tenía, sin duda, un valor extraordinario para los convertidos del judaísnio. La fe, según San Judas, constituye el fundamento de la vida cristiana. Pero esta fe, cálida y viva, va necesariamente unida a la caridad. El cristianismo es en él una aventura. Hay que jugárselo todo por el amor de Dios y del prójimo. Así la predicación de San Judas evoca la doctrina del cuarto evangelio. Como San Juan, predica él la confianza plena en el día del juicio, como una consecuencia obligada de haberse refugiado en la misericordia de Jesucristo.
La misericordia, la paz, la caridad, son una maravillosa expresión del ritmo ternario de la epístola y de su doctrina apostólica, La doxología final tiene una gran influencia doctrinal en la literatura cristiana de los primeros tiempos, comenzando por San Pedro y San Pablo. San Policarpo, igual que San Judas, desea a los filipenses la misericordia, la paz, la caridad en abundancia.
El hecho de llamarse a sí mismo «hermano de Santiago», nos indica que San Judas se dirige a cristianos que tenían en gran estima a aquel apóstol. Y estas comunidades hemos de buscarlas en Palestina, Siria y Mesopotamia, donde, como hemos dicho, señala la tradición el campo de actividades al apóstol.
San Judas, tal vez, perteneció a la humilde clase de los trabajadores. Eusebio cuenta que fueron acusados ante el emperador Domiciano unos nietos de Judas, por ser parientes del Señor. Pero el emperador los dejó en libertad, al ver sus manos encallecidas por el trabajo.
Evaristo Martín Nieto en Mercaba.org
* * *
Para saber más sobre estos apóstoles, recomendamos la lectura de la Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI sobre Simón cananeo y Judas Tadeo.
por P. Pegueros | REDIFAM.org | 17 Oct, 2010 | Novios Artículos temáticos
¿Cómo eran los Matrimonios en los primeros siglos de la Iglesia?…
¿Cómo fue cambiando el Matrimonio cristiano hasta llegar a la forma que actualmente conocemos?…
¿Desde un principio se consideró el Matrimonio como Sacramento?…
¿Se puede decir que el Matrimonio es un sacerdocio?…
* * *
Decía el beato Juan XXIII: “Jesucristo dignificó el Matrimonio elevando este contrato entre los bautizados a la categoría de Sacramento, y quiso también santificar con su ejemplo la convivencia familiar haciéndose miembro de un hogar, espejo de las más hermosas virtudes” (2 de octubre de 1959).
Hay un documento muy antiguo llamado Carta a Diogneto que se escribió por el año 160 de la era cristiana. Según esta Carta los cristianos “se casan como todos”, por lo judío, por lo griego, por lo romano. Aceptan las leyes imperiales, mientras no vayan en contra del Evangelio. El Matrimonio se celebra “en el Señor”, dentro de la comunidad cristiana, sin una ceremonia especial.

En el mundo judío, venían primero los esponsales y unos meses más tarde la boda tenía lugar en la casa, no en la sinagoga. Pero, como todo en Israel, tenía una dimensión religiosa ya que la celebración incluía oración y bendición.
En el mundo romano había diversas maneras, pero el consentimiento viene a constituir en la práctica lo esencial de la unión matrimonial. Decía la ley romana: “No es la unión sexual lo que hace el matrimonio, sino el consentimiento.
Los cristianos se casan como todo el mundo, pero “dan muestras de una conducta especial, admirable y, por acuerdo de todos, sorprendente”, sigue diciendo la Carta. Acogen la vida que nace, no abandonan a sus hijos y respetan el lecho matrimonial.
San Ignacio de Antioquía invita a los cristianos a casarse “con conocimiento del Obispo para que el casamiento sea conforme al Señor y no por solo deseo”.
Los Papas mostraron mucho interés por el Matrimonio cristiano, pero el reconocimiento del matrimonio como Sacramento fue muy lento. San Agustín lo llamó sacramento, en sentido de misterio, refiriéndose al plan divino sobre la unión del hombre y la mujer. No será sino hasta el Concilio II de Lyon (1274), cuando la Iglesia lo reconozca como uno de los siete Sacramentos instituidos por Cristo.
Un poco antes se dispuso que el Matrimonio fuera celebrado en la propia parroquia, con el fin de que fuera un acto conocido de toda la comunidad, lo que no sucedía cuando tenía lugar en la casa de la novia, ante pocos testigos.
La Iglesia, después del Vaticano II, ha venido estudiando juntos el Sacerdocio y el Matrimonio, porque “estos dos Sacramentos están ordenados a la salvación de los demás.
Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1534).
El Matrimonio ha sido instituido por Dios para celebrar la realidad del amor humano entre marido y mujer, vivido bajo la acción del Espíritu Santo.
* * *
Fuente: Red de Institutos Universitarios Latinoamericanos de Familia
por CeF | Mi casita sobre roca | 17 Oct, 2010 | Primera comunión Historias de la Biblia
En esta semana las lecturas del Evangelio nos ofrecen dos de las parábolas referidas al perdón y a la compasión: el buen samaritano y el amigo inoportuno. En el siguiente enlace presentamos el capítulo de «Mi casita sobre la Roca» en el que se aborda la parábola del amigo inoportuno. Las canciones, marionetas y personajes hacen de este un material idóneo para niños en sus primeros pasos de iniciación cristiana y en la preparación de su Primera Comunión.
También incluimos, para la catequesis y uso de padres y catequistas, varias versiones diferentes y el texto de la parábola.
* * *
Capítulo de «Mi casita sobre la roca»
* * *
Versión en dibujos animados
* * *
Otra versión en dibujos animados
* * *
Texto de la parábola en Lucas 11, 5-13
«Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle», y aquél, desde dentro, le responde: «No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos», os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite». Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!»
* * *
Mi casita sobre la roca – Valivan producciones
por CeF | Mi casita sobre roca | 17 Oct, 2010 | Despertar religioso Historias de la Biblia
Presentamos el capítulo de Mi casita sobre la Roca en el que se aborda la parábola del fariseo y el publicano. Las canciones, marionetas y personajes hacen de este un material idóneo para niños en sus primeros pasos de iniciación cristiana y en la preparación de su Primera Comunión.
* * *
Parábola del fariseo y el publicano
Texto de la parábola en Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: «¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.» En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!» Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.
* * *
por SS Juan Pablo II | 10 Oct, 2010 | Catequesis Magisterio
Juan Pablo II se preocupó especialmente por la transmisión de la devoción del Rosario en la familia. Sobre este asunto, escribió a todos los católicos la carta apóstolica Rosarium Virginis Mariae, en octubre de 2002. En ella nos recordaba:
Además de oración por la paz, el Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia. Antes esta oración era apreciada particularmente por las familias cristianas, y ciertamente favorecía su comunión. Conviene no descuidar esta preciosa herencia. Se ha de volver a rezar en familia y a rogar por las familias, utilizando todavía esta forma de plegaria.
Si en la Carta apostólica Novo millennio ineunte he alentado la celebración de la Liturgia de las Horas por parte de los laicos en la vida ordinaria de las comunidades parroquiales y de los diversos grupos cristianos, deseo hacerlo igualmente con el Rosario. Se trata de dos caminos no alternativos, sino complementarios, de la contemplación cristiana. Pido, por tanto, a cuantos se dedican a la pastoral de las familias que recomienden con convicción el rezo del Rosario.
La familia que reza unida, permanece unida. El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera también la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios.
Muchos problemas de las familias contemporáneas, especialmente en las sociedades económicamente más desarrolladas, derivan de una creciente dificultad comunicarse. No se consigue estar juntos y a veces los raros momentos de reunión quedan absorbidos por las imágenes de un televisor.
Volver a rezar el Rosario en familia significa introducir en la vida cotidiana otras imágenes muy distintas, las del misterio que salva: la imagen del Redentor, la imagen de su Madre santísima. La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino.
Es hermoso y fructuoso confiar también a esta oración el proceso de crecimiento de los hijos. ¿No es acaso, el Rosario, el itinerario de la vida de Cristo, desde su concepción a la muerte, hasta la resurrección y la gloria? Hoy resulta cada vez más difícil para los padres seguir a los hijos en las diversas etapas de su vida. En la sociedad de la tecnología avanzada, de los medios de comunicación social y de la globalización, todo se ha acelerado, y cada día es mayor la distancia cultural entre las generaciones. Los mensajes de todo tipo y las experiencias más imprevisibles hacen mella pronto en la vida de los chicos y los adolescentes, y a veces es angustioso para los padres afrontar los peligros que corren los hijos. Con frecuencia se encuentran ante desilusiones fuertes, al constatar los fracasos de los hijos ante la seducción de la droga, los atractivos de un hedonismo desenfrenado, las tentaciones de la violencia o las formas tan diferentes del sinsentido y la desesperación.
Rezar con el Rosario por los hijos, y mejor aún, con los hijos, educándolos desde su tierna edad para este momento cotidiano de “intervalo de oración” de la familia, no es ciertamente la solución de todos los problemas, pero es una ayuda espiritual que no se debe minimizar. Se puede objetar que el Rosario parece una oración poco adecuada para los gustos de los chicos y los jóvenes de hoy. Pero quizás esta objeción se basa en un modo poco esmerado de rezarlo. Por otra parte, salvando su estructura fundamental, nada impide que, para ellos, el rezo del Rosario –tanto en familia como en los grupos– se enriquezca con oportunas aportaciones simbólicas y prácticas, que favorezcan su comprensión y valorización. ¿Por qué no probarlo? Una pastoral juvenil no derrotista, apasionada y creativa –¡las Jornadas Mundiales de la Juventud han dado buena prueba de ello!– es capaz de dar, con la ayuda de Dios, pasos verdaderamente significativos. Si el Rosario se presenta bien, estoy seguro de que los jóvenes mismos serán capaces de sorprender una vez más a los adultos, haciendo propia esta oración y recitándola con el entusiasmo típico de su edad.
* * *
por Jesús Martí Ballester | Teresa de Jesús | 10 Oct, 2010 | Postcomunión Taller de oración
Siempre tan dispuesta para la Verdad, el Bien, el Amor y el heroísmo, a través de años de intensa lucha para comunicarse con el Señor, es y será siempre: Maestra de oración.
* * *
Aficionado era su padre a leer buenos libros, y así los tenía para que los leyesen sus hijos. Especial interés puso su madre en que sus hijos numerosos rezasen y fueran devotos de la Virgen. Seis años de Teresa. Asimila rápido e intensamente. Ejemplo de toda virtud halla en sus padres. Y todos sus hermanos, personas de calidad. Es decir, nos encontramos en una excelente cantera familiar.
Cuando en el corazón del hogar se lee, Teresa escucha con avidez. Niña y todo, tiene ya un alma profunda con un instinto divino insobornable. Lo capta todo. Y, comunicativa como es, contagia, sobre todo a los hombres. Su hermano Rodrigo, siete años, manejado por ella, lee con ella vidas de santos. Y se escapan a tierras de moros para que los descabezasen por Cristo.
Como esta hazaña fue interceptada , se conformó con que los dos serían ermitaños. En consecuencia, construían ermitas en el huerto, jugando con creatividad y audacia y eficacia. Y repetían un “mantra” interesante: “para siempre, siempre, siempre”. La eternidad va a pesar mucho en su vida.
Las gestas y heroísmos de los santos, leídos en el hogar, al calor del fuego, releídos después en atmósfera fraterna y amorosa, calaron hondo en aquella tierra, tan dispuesta para la Verdad, el Bien, el Amor y el heroísmo. Ese es el hontanar prometedor de la Maestra de oración. Cuando sea mayor, los hombres de Iglesia no se lo pondrán muy fácil para que pueda realizar sus impulsos, responder a sus llamadas, consumar sus ideales.
Teólogos unilaterales , para quienes el ejercicio del intelecto es el supremo acto humano y religioso, como Melchor Cano, profesor de prima en la Universidad de Salamanca, escribirán que “si quien se da a la oración, Dios le da noticia del cielo y de la tierra y prudencia para obrar, cerremos los libros, mueran los estudios, y démonos todos a la oración». Desgraciadamente muchas cátedras ocupadas lo fueron por sabiduría, sensatez, valores humanos y divinos, magnanimidad y tolerancia. Mucho ha habido de amaño, arribismo, de hombre ascendido porque supo encontrar la clave del sistema, y también porque la astucia otorgadas por la naturaleza a quienes no proveyó de derecha, como un medio de sobrevivir. ¡Y, qué sobrevivir a veces, que colapsó el pálpito devino de genios que quedaron estériles! “No hay hombre sin hombre”, escribió Benavente en “Los intereses creados”, y ese es el leiv-motiv de la comedia, tan real y repetido. Lo del “carnet del partido” sólo es sombra de la verdad tan actual y de siempre y también siempre causa de descenso degenerativo.
Si Jesús no le hubiera dado a Teresa “libro vivo”, no hubiera sido la que fue, y la Maestra, Doctora de la Iglesia, de una Iglesia que le cortó el paso, que le segó la hierba bajo sus pies por obra, esta vez, del Inquisidor Valdés, Arzobispo de Sevilla, que prohibió la lectura de todos los libros de autores que hoy están en los altares, como los de San Francisco de Borja y San Pedro de Alcántara, y de otros que no lo están pero sí estuvieron en la cárcel, como el Arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, ya que toda la teología de aquél y su saber de Dios, se encerraba en esta frase que escribió despreciando las obras de Fray Luís de Granada: “La contemplación para mujeres de carpinteros”. Y en parte tenía razón, porque María, la gran mujer contemplativa, era mujer del carpintero.
La contemplación, como inicio de la oración mística, siempre ha sido motivo de escándalo, precisamente porque todo lo que se sale de lo ordinario y normal, lo causa. Pero no se piensa que la Iglesia nació mística. ¿Qué otra cosa fue Pentecostés? Tras los Hechos de los Apóstoles, con el recuerdo del Esposo vivo todavía, la comunidad paleocristiana vivió con intensidad enamorada la fe, y se valoró la oración por encima de todas las actividades y de todos los ministerios. Quedaba aún la Tradición de los Apóstoles que habían decidido abandonar la administración temporal, para dedicarse en plenitud “a la oración y al ministerio de la palabra” (He 6,4).
Y con la oración florecen los dones del Espíritu Santo, cuyo ejercicio precisamente constituye la oración mística, en la que la persona no es movida por virtudes que exigen esfuerzo humano, sino por fuerzas divinas, que por eso se llaman místicas, es decir mistéricas, es decir que llegan del misterio. Vinieron después los Padres y cuando falló su predicación, se sucedieron unos siglos de decadencia.
En los siglos XII y XIII se retornó a la oración, y retornó de nuevo la decadencia de los siglos XIV y XV. Después de esta larga noche y oscura, comienza de nuevo a despuntar la aurora en el siglo XVI, que es el de Teresa, que tuvo que enfrentarse aún con reductos de los siglos anteriores, como he señalado antes. Es el momento en que Jesús le da a Teresa “libro vivo”. La vocación a la santidad de todos los cristianos, pues, no nace en el primer tercio del siglo XX, sino que nace con la Iglesia, aunque tras el paso de varias vicisitudes el Espíritu ha suscitado apóstoles como el Padre Arintero y a Garrigou Lagrange, su continuador, para quienes la santidad pasa por la mística y es llamada universal, como ha proclamado el Vaticano II. Es natural que si hoy nos basamos en la inspiración paupérrima de libritos de cuarta o quinta división serviremos hamburguesas, pero no manjares sólidos, que sólo promueven una vida lánguida pasota y rutinaria. Es necesario volver a los maestros acreditados, a los guías nativos: a los místicos.
A Santa Teresa. Teresa es maestra y ¡qué Maestra! A la lengua se nota a quienes se formaron en su escuela. ¡Qué anchura! Los forja como águilas. Y también se ve a la legua la superficialidad humana y cristiana de los que ni la saludaron por el camino. Son los que se entretiene en cazar lagartijas cuando hay tanto espacio para volar. Entre tanto el pueblo de Dios, casi todito, desorientado, envejecido, esclerotizado, enervado, vegeta en el raquitismo átono y aferrado a la costumbre rutinaria y ramplona. “Donde no hay amor, pon amor y cosecharás amor”.
Esta es la doctrina magistral de los hombres de Dios, de los auténticos hombres. Pero ¿no salió Diógenes a buscar uno con un candil? El pueblo se muere de hambre. Y no es porque no nos reunimos y hablamos y hablamos y hablamos…Es que no se va a la raiz. Cuando Jesús venga no nos encontrará unidos; nos encontrará “reunidos”. Estos días los medios nos decían de una madre italiana que se había expuesto a morir de cáncer si seguía el embarazo. He oido decir a algunas madres que estaban dispuestas a dar la vida por un hijo. Y ¿qué otra cosa nos dice el Concilio que “la Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario que estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres” (LG VIII, 65). El Cura de Ars decía a sus feligreses: «todavía no he dado la sangre por vosotros”.
Mientras no lleguemos a gozar de ese espíritu, poco podemos esperar. El pueblo vive en una mediocridad que no hay quien la pare. Teresa la puede parar. Tiene mucho que enseñarnos y tenemos mucho que aprender.
Periódico ecuménico cubano. Miami, Florida, octubre de 2007
* * *
Poesías de santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia
Mi Amado para mí
Ya toda me entregué y di
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Muero porque no muero
Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
Después que muero de amor,
Porque vivo en el Señor
Que me quiso para Sí.
Cuando el corazón le di
Puso en él este letrero:
Que muero porque no muero.
Esta divina prisión
Del amor con que yo vivo
Ha hecho a Dios mi cautivo
Y libre mi corazón;
Y causa en mí tal pasión
Ver a Dios mi prisionero,
Que muero porque no muero.
¡Ay, que larga es esta vida,
Qué duros estos destierros,
Esta cárcel y estos hierros
En que el alma esta metida!
Sólo esperar la salida
Me causa dolor tan fiero,
Que muero porque no muero.
iAy, que vida tan amarga
Do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
No lo es la esperanza larga:
Quíteme Dios esta carga
Más pesada que el acero,
Que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
Vivo de que he de morir,
Porque muriendo el vivir
Me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
No te tardes, que te espero,
Que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
Vida, no me seas molesta,
Mira que sólo te resta,
Para ganarte, perderte;
Venga ya la dulce muerte,
Venga el morir muy ligero,
Que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
Que es la vida verdadera,
Hasta que esta vida muera
No se goza estando viva.
Muerte, no seas esquiva;
Viva muriendo primero,
Que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
A mi Dios que vive en mí,
Si no es perderte a ti
Para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
Pues a Él solo es al que quiero.
Que muero porque no muero.
Búscate en mí
Alma, buscarte has en Mí,
Y a Mí buscarme has en ti.
De tal suerte pudo amor,
Alma, en Mí te retratar,
Que ningún sabio pintor
Supiera con tal primor
Tal imagen estampar.
Fuiste por amor criada
Hermosa, bella, y ansí
En mis entrañas pintada,
Si te pierdes, mi amada,
Alma, buscarte has en Mí.
Que Yo sé que te hallarás
En mi pecho retratada
Y tan al vivo sacada,
Que si te ves te holgarás
Viéndote tan bien pintada.
Y si acaso no supieres
Donde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
Sino, si hallarme quisieres
A Mí, buscarme has en ti.
Porque tú eres mi aposento,
Eres mi casa y morada,
Y ansí llamo en cualquier tiempo,
Si hallo en tu pensamiento
Estar la puerta cerrada.
Fuera de ti no hay buscarme,
Porque para hallarme a Mí,
Bastará solo llamarme,
Que a ti iré sin tardarme
Y a Mí buscarme has en ti.
Vuestra soy
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía,
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad
Que hoy os canta amor ansí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criastes;
Vuestra, pues me redimistes;
Vuestra, pues que me sufristes;
Vuestra, pues que me llamastes;
Vuestra, pues me conservastes;
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
¿Que mandáis, pues, buen Señor,
Que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le havéis dado
A este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
Amor dulce, veisme aquí,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención,
Pues por vuestra me ofrecí
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida:
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz cumplida,
Flaqueza o fuerza a mi vida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
Dadme consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración,
Si no, dadme sequedad,
Si abundancia y devoción,
Y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
Sólo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme, pues, sabiduría,
O por amor ignorancia.
Dadme años de abundancia
O de hambre y carestía,
Dad tiniebla o claro día,
Revolvedme aquí o allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que este holgando,
Quiero por amor holgar,
Si me mandáis trabajar,
Morir quiero trabajando.
Decid, dónde, cómo y cuándo.
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
Desierto o tierra abundosa,
Sea Job en el dolor,
O Juan que al pecho reposa;
Sea viña fructuosa
O estéril, si cumple ansí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Sea Josef puesto en cadenas
O de Egipto Adelantado,
O David sufriendo penas,
O ya David encumbrado.
Sea Jonás anegado,
O libertado de allí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Esté callando o hablando,
Haga fruto o no le haga,
Muéstreme la Ley mi llaga,
Goce de Evangelio blando,
Esté penando o gozando,
Sólo Vos en mí vivid.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Hermosura de Dios
¡Oh, Hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir dolor hacéis,
Y sin dolor deshacéis
El amor de las criaturas.
¡Oh, ñudo que así juntáis
Dos cosas tan desiguales!
No sé por qué os desatáis,
Pues atado fuerza dais
A tener por bien los males.
Juntáis quien no tiene ser
Con el Ser que no se acaba:
Sin acabar acabáis,
Sin tener que amar amáis,
Engrandecéis vuestra nada.
Ayes del destierro
¡Cuán triste es, Dios mío;
La vida sin ti!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Carrera muy larga
Es la de este suelo,
Morada penosa,
Muy duro destierro.
¡Oh dueño adorado,
Sácame de aquí!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Lúgubre es la vida,
Amarga en estremo;
Que no vive el alma
Que está de ti lejos.
¡Oh dulce bien mío,
Que soy infeliz!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
iOh muerte benigna,
Socorre mis penas!
Tus golpes son dulces,
Que el alma libertan.
iQue dicha, oh mi amado,
Estar junto a Ti!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
El amor mundano
Apega a esta vida;
El amor divino
Por la otra suspira.
Sin ti, Dios eterno,
¿Quien puede vivir?
Ansiosa de verte
Deseo morir.
La vida terrena
Es continuo duelo;
Vida verdadera
La hay sólo en el cielo.
Permite, Dios mío,
Que viva yo allí.
Ansiosa de verte
Deseo morir.
¿Quién es el que teme
La muerte del cuerpo,
Si con ella logra
Un placer inmenso?
¡Oh, sí, el de amarte,
Dios mío, sin fin!
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Mi alma afligida
Gime y desfallece.
iAy! ¿Quién de su amado
Puede estar ausente?
Acabe ya, acabe
Aqueste sufrir.
Ansiosa de verte
Deseo morir.
El barbo cogido
En doloso anzuelo
Encuentra en la muerte
El fin del tormento.
iAy!, también yo sufro,
Bien mío, sin ti.
Y Ansiosa de verte
Deseo morir.
En vano mi alma
Te busca, ioh mi dueño!;
Tu siempre invisible
No alivias su anhelo.
iAy!, esto la inflama
Hasta prorrumpir:
Ansiosa de verte
Deseo morir.
iAy!, cuando te dignas
Entrar en mí pecho,
Dios mío, al instante
El perderte temo.
Tal pena me aflige
Y me hace decir:
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Haz, Señor, que acabe
Tan larga agonía,
Socorre a tu sierva
Que por ti suspira.
Rompe aquestos hierros
Y sea feliz.
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Mas no, dueño amado,
Que es justo padezca;
Que expíe mis yerros,
Mis culpas inmensas.
iAy!, logren mis lágrimas
Te dignes oír
Ansiosa de verte
Deseo morir.
Loas a la Cruz
Cruz, descanso sabroso de mi vida,
Vos seáis la bienvenida.
iOh, bandera, en cuyo amparo
El más flaco será fuerte!
iOh, vida de nuestra muerte,
Que bien la has resucitado!
Al león has amansado,
Pues por ti perdió la vida.
Vos seáis la bienvenida.
Quien no os ama está cautivo
Y ajeno de libertad;
Quien a vos quiere allegar
No tendrá en nada desvío.
iOh dichoso poderío
Donde el mal no halla cabida!
Vos seáis la bienvenida.
Vos fuisteis la libertad
De nuestro gran cautiverio;
Por vos se reparó mi mal
Con tan costoso remedio,
Para con Dios fuiste medio
De alegría conseguida.
Vos seáis la bienvenida.
La Cruz
En la cruz esta la vida
Y el consuelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
En la cruz esta el Señor
De cielo y tierra
Y el gozar de mucha paz,
Aunque haya guerra,
Todos los males destierra
En este suelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
De la cruz dice la Esposa
A su Querido
Que es una palma preciosa
Donde ha subido,
Y su fruto le ha sabido
A Dios del cielo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
Es una oliva preciosa
La santa cruz,
Que con su aceite nos unta
Y nos da luz.
Toma, alma mía, la cruz
Con gran consuelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
Es la cruz el árbol verde
Y deseado
De la Esposa que a su sombra
Se ha sentado
Para gozar de su Amado,
El Rey del cielo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
El alma que a Dios está
Toda rendida,
Y muy de veras del mundo
Desasida
La cruz le es árbol de vida
Y de consuelo,
Y un camino deleitoso
Para el cielo.
Después que se puso en cruz
El Salvador,
En la cruz esta la gloria
Y el honor,
Y en el padecer dolor
Vida y consuelo,
Y el camino más seguro
Para el cielo.
* * *