Colorea la Santa Cruz

Colorea la Santa Cruz

La cruz de Cristo, abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza, sino a la alegría, a la alegría de ser salvados.

Santo Padre Francisco

Homilía del domingo, 24 de marzo de 2013

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Con motivo de la fiesta de la Invención de la Santa Cruz, el día 3 de mayo, os ofrecemos estas láminas para que los niños coloreen la Santa Cruz.

Para acceder a los dibujos en tamaño real debéis pulsar sobre los títulos o las imágenes.

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Colorea la Santa Cruz

Santa Cruz

Lámina 1

Santa Cruz

Lámina 2

Santa Cruz Lámina 1 Santa Cruz Lámina 2


Santa Cruz

Lámina 3

Santa Cruz

Lámina 4

Santa Cruz Lámina 3 Santa Cruz Lámina 4


Santa Cruz

Lámina 5

Santa Cruz

Lámina 6

Santa Cruz Lámina 5 Santa Cruz Lámina 6


Santa Cruz

Lámina 7

Santa Cruz

Lámina 8

Santa Cruz Lámina 7 Santa Cruz Lámina 8


Santa Cruz

Lámina 9

Santa Cruz

Lámina 10

Santa Cruz Lámina 9 Santa Cruz Lámina 10

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Catequesis y dinámica sobre el deporte

Catequesis y dinámica sobre el deporte

Ya sabéis que en el estadio todos los atletas corren, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así: para ganar.

1 Co 9, 24

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Con motivo del inicio de los cursos escolares y deportivos, os proponemos esta dinámica de grupo, cuyo objetivo principal es concienciar a los jóvenes de los valores cristianos que se encuentran en el deporte y cómo éste puede ayudarles a formarse como personas y a desarrollar su vida cristiana.

La dinámica consiste, principalmente, en el desarrollo de un coloquio que el catequista debe ordenar y dirigir a partir de una serie de materiales que ofrecemos a continuación (vídeos, textos…), a los que acompañará de breves exposiciones y continuará con el planteamineto de una serie de preguntas.

El catequista puede modificar la dinámica como estime conveniente (con nuevos materiales, cambiando el orden, etc.), lo importante es asimilar la idea y preparar una bonita y divertida catequesis de unos 45 minutos en la que los jóvenes aprendan que el deporte es una actividad muy grata para Dios y muy buena para su vida en Cristo (y viceversa).

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VÍDEOS PROPUESTOS

El deporte y la vida (vídeo introductorio)

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Al fútbol también jugaron los santos (identificación entre deporte y vida cristiana)

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Deporte y vida cristiana (identificación entre deporte y vida cristiana)

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¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? (simpático vídeo de despedida)

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TEXTOS PROPUESTOS (cada párrafo se considera un texto único)

Textos del Santo Padre emérito Benedicto XVI

[Queridos atletas] Con vuestras competiciones ofrecéis al mundo un atractivo espectáculo de disciplina y de humanidad, de belleza artística y voluntad tenaz. Mostráis qué metas puede alcanzar la vitalidad de la juventud cuando no se rehúye la fatiga de duros entrenamientos y se aceptan de buen grado no pocos sacrificios y privaciones. Todo esto constituye una importante lección de vida también para vuestros coetáneos.

[…] el deporte, practicado con pasión y atento sentido ético, especialmente por la juventud, se convierte en gimnasio de sana competición y perfeccionamiento físico, escuela de formación en los valores humanos y espirituales, medio privilegiado de crecimiento personal y de contacto con la sociedad. […] no es difícil darse cuenta de cuántas potencialidades ha dotado Dios al cuerpo humano, y qué interesantes objetivos de perfección puede alcanzar.

[…] La Iglesia sigue y se interesa por el deporte, practicado no como un fin en sí mismo, sino como un medio, como instrumento precioso para la formación perfecta y equilibrada de toda la persona. También en la Biblia encontramos interesantes referencias al deporte como imagen de la vida. Por ejemplo, el apóstol san Pablo lo considera un auténtico valor humano; no sólo lo utiliza como metáfora para ilustrar altos ideales éticos y ascéticos, sino también como medio para la formación del hombre y como parte de su cultura y de su civilización.

[…] queridos atletas, sois modelo para vuestros coetáneos, y vuestro ejemplo puede ser determinante para ellos en la construcción positiva de su futuro. Así pues, ¡sed campeones en el deporte y en la vida! […] manifestaciones deportivas como la vuestra, gracias a los medios modernos de comunicación social, ejercen un notable impacto en la opinión pública, dado que el lenguaje del deporte es universal y llega especialmente a las nuevas generaciones. Hacer circular mensajes positivos a través del deporte contribuye, por tanto, a construir un mundo más fraterno y solidario.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Discurso del sábado, 1 de agosto de 2009

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Textos de san Juan Pablo II

[…] dar gracias a Dios por el don del deporte, con el que el hombre ejercita su cuerpo, su inteligencia y su voluntad, reconociendo que estas capacidades son dones de su Creador.

Gran importancia cobra hoy la práctica del deporte, porque puede favorecer en los jóvenes la afirmación de valores importantes como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la comunión y la solidaridad.

A causa de la dimensión planetaria que ha adquirido esta actividad, es grande la responsabilidad de los deportistas en el mundo. Están llamados a convertir el deporte en ocasión de encuentro y de diálogo, superando cualquier barrera de lengua, raza y cultura. En efecto, el deporte puede dar una valiosa aportación al entendimiento pacífico entre los pueblos y contribuir a que se consolide en el mundo la nueva civilización del amor.

«Los atletas se privan de todo; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita» (Primera carta de san Pablo a los corintios, 1 Co 9, 25). Todo cristiano está llamado a convertirse en un buen atleta de Cristo, es decir, en un testigo fiel y valiente de su Evangelio. Pero para lograrlo, es necesario que persevere en la oración, se entrene en la virtud y siga en todo al divino Maestro. En efecto, él es el verdadero atleta de Dios; Cristo es el hombre «más fuerte» (cf. Mc 1, 7), que por nosotros afrontó y venció al «adversario», Satanás, con la fuerza del Espíritu Santo, inaugurando el reino de Dios. Él nos enseña que para entrar en la gloria es necesario pasar a través de la pasión (cf. Lc 24, 26 y 46), y nos precedió por este camino, para que sigamos sus pasos.

San Juan Pablo II: Jubileo de los deportistas

Homilía del domingo, 29 de octubre de 2000

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Texto del Santo Padre Francisco

El deporte no es sólo una forma de entretenimiento, sino también —y diría sobre todo— un instrumento para comunicar valores que promueven el bien de la persona humana y contribuyen a la construcción de una sociedad más pacífica y fraterna. Pensemos en la lealtad, la perseverancia, la amistad, el compartir, la solidaridad. De hecho, son muchos los valores y las actitudes que promueve el [deporte] y que se revelan importantes no sólo en el campo de juego, sino en todos los ámbitos de la existencia, y en concreto en la construcción de la paz. El deporte es escuela de paz, nos enseña a construir la paz.

Santo Padre Francisco

Videomensaje con motivo del Mundial de Fútbol Brasil 2014

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PREGUNTAS PROPUESTAS

Estas preguntas son orientativas, sirven como ejemplo para que el catequista desarrolle ordenadamente el coloquio; no obstante, se deben seleccionar y añadir preguntas acordes a la elección de los vídeos y los textos que se hayan elegido.

  • ¿Qué valores cristianos consideras que se desarrollan con la práctica deportiva?
  • ¿Cuáles son las virtudes cristianas que ejercitas en el deporte?
  • ¿Qué paralelo encuentras entre la práctica deportiva y la vida cristiana?
  • ¿Qué crees que puede significar la expresión «atletas del Señor»?
  • ¿De qué manera debe afrontar un cristiano la competitividad en el deporte? ¿Vale también para otros aspectos de la vida?
  • ¿Cómo podemos evitar -a la luz del evangelio- los aspectos negativos derivados de la competición deportiva (violencia, odio, etc.)?

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San Nicolás de Tolentino

San Nicolás de Tolentino

Este sacerdote habla como quien trae mensajes del cielo. Predica con dulzura y amabilidad, pero los oyentes estallan en lágrimas al oírle. Sus palabras penetran en el corazón y parecen quedar escritas en el cerebro del que escucha. Sus oyentes suspiran emocionados y se arrepienten de su mala ida pasada.

Arzobispo san Antonino

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Vida de san Nicolás de Tolentino

El nombre Nicolás significa «Victorioso con el pueblo» (Nico = victorioso. Laos = pueblo).

El sobrenombre Tolentino le vino de la ciudad italiana donde trabajó y murió.

Sus papás después de muchos años de matrimonio no tenían hijos, y para conseguir del cielo la gracia de que les llegara algún heredero, hicieron una peregrinación al santuario de San Nicolás de Bari. Al año siguiente nació este niño y en agradecimiento al santo que les había conseguido el regalo del cielo, le pusieron por nombre Nicolás.

Ya desde muy pequeño le gustaba alejarse del pueblo e irse a una cueva a orar. Cuando ya era joven, un día entró a un templo y allí estaba predicado un famoso fraile agustino, el Padre Reginaldo, el cual repetía aquellas palabras de San Juan: «No amen demasiado el mundo ni las cosas del mundo. Todo lo que es del mundo pasará». Estas palabras lo conmovieron y se propuso hacerse religioso. Pidió ser admitido como agustino, y bajo la dirección del Padre Reginaldo hizo su noviciado en esa comunidad.

Ya religioso lo enviaron a hacer sus estudios de teología y en el seminario lo encargaron de repartir limosna a los pobres en la puerta del convento. Y era tan exagerado en repartir que fue acusado ante sus superiores. Pero antes de que le llegara la orden de destitución de ese oficio, sucedió que impuso sus manos sobre la cabeza de un niño que estaba gravemente enfermo diciéndole: «Dios te sanará», y el niño quedó instantáneamente curado. Desde entonces los superiores empezaron a pesar que sería de este joven religioso en el futuro.

Ordenado de sacerdote en el año 1270, se hizo famoso porque colocó sus manos sobre la cabeza de una mujer ciega y le dijo las mismas palabras que había dicho al niño, y la mujer recobró la vista inmediatamente.

Fue a visitar un convento de su comunidad y le pareció muy hermoso y muy confortable y dispuso pedir que lo dejaran allí, pero al llegar a la capilla oyó una voz que le decía: «A Tolentino, a Tolentino, allí perseverarás». Comunicó esta noticia a sus superiores, y a esa ciudad lo mandaron.

Al llegar a Tolentino se dio cuenta de que la ciudad estaba arruinada moralmente por una especie de guerra civil entre dos partidos políticos, lo güelfos y los gibelinos, que se odiaban a muerte. Y se propuso dedicarse a predicar como recomienda San Pablo. Oportuna e inoportunamente». Y a los que no iban al templo, les predicaba en las calles.

A Nicolás no le interesaba nada aparecer como sabio ni como gran orador, ni atraerse los aplausos de los oyentes. Lo que le interesaba era entusiasmarlos por Dios y obtener que cesara las rivalidades y que reinara la paz. El Arzobispo San Antonino, al oírlo exclamó: «Este sacerdote habla como quien trae mensajes del cielo. Predica con dulzura y amabilidad, pero los oyentes estallan en lágrimas al oírle. Sus palabras penetran en el corazón y parecen quedar escritas en el cerebro del que escucha. Sus oyentes suspiran emocionados y se arrepienten de su mala ida pasada»Los que no deseaban dejar su antigua vida de pecado hacían todo lo posible por no escuchar a este predicador que les traía remordimientos de conciencia.

Uno de esos señores se propuso irse a la puerta del templo con un grupo de sus amigos a boicotearle con sus gritos y desórdenes un sermón al Padre Nicolás. Este siguió predicando como si nada especial estuviera sucediendo. Y de un momento a otro el jefe del desorden hizo una señal a sus seguidores y entró con ellos al templo y empezó a rezar llorando, de rodillas, muy arrepentido. Dios le había cambiado el corazón. La conversión de este antiguo escandaloso produjo una gran impresión en la ciudad, y pronto ya San Nicolás empezó a tener que pasar horas y horas en el confesionario, absolviendo a los que se arrepentían al escuchar sus sermones.

Nuestro santo recorría los barrios más pobres de la ciudad consolando a los afligidos, llevando los sacramentos a los moribundos, tratando de convertir a los pecadores, y llevando la paz a los hogares desunidos.

En las indagatorias para su beatificación, una mujer declaró bajo juramento que su esposo la golpeaba brutalmente, pero que desde que empezó a oír al Padre Nicolás, cambió totalmente y nunca la volvió a tratar mal. Y otros testigos confirmaron tres milagros obrados por el santo, el cual cuando conseguía una curación maravillosa les decía: «No digan nada a nadie»«Den gracias a Dios, y no a mí. Yo no soy más que un poco de tierra. Un pobre pecador».

Murió el 10 de septiembre de 1305, y cuarenta años después de su muerte fue encontrado su cuerpo incorrupto. En esa ocasión le quitaron los brazos y de la herida salió bastante sangre. De esos brazos, conservados en relicarios, ha salido periódicamente mucha sangre. Esto ha hecho más popular a nuestro santo.

San Nicolás de Tolentino vio en un sueño que un gran número de almas del purgatorio le suplicaban que ofreciera oraciones y misas por ellas. Desde entonces se dedicó a ofrecer muchas santas misas por el descanso de las benditas almas. Quizás a nosotros nos quieran pedir también ese mismo favor las almas de los difuntos.

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Artículo original en EWTN Television

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Portal web de la Orden de los Agustinos Recoletos (Provincia de san Nicolás de Tolentino)

Nuestra Señora de los Llanos, patrona de Albacete (España)

Nuestra Señora de los Llanos, patrona de Albacete (España)

La festividad de la Virgen de los Llanos se celebra el día ocho de septiembre.

Leyenda del hallazgo

Desde hace siglos la tradición popular nos dice que la sagrada imagen de la Virgen de los Llanos fue encontrada casualmente por un sencillo labrador que se encontraba realizando esta tarea en el paraje denominado “Los Llanos”, lo que hoy en día es la actual ciudad de Albacete. Es cierto que otras fuentes han adornado en exceso la procedencia de esta imagen, diciendo que fue el mismo apóstol San Lucas quien la talló y el apóstol Santiago quien la trajo y escondió en nuestro país; naturalmente estas fuentes no gozan de credibilidad alguna.

Lo que sí que goza de credibilidad y probablemente sea la hipótesis más acertada, es la que sostiene que la sagrada imagen de la Virgen de los Llanos fue traída a Albacete por los soldados de Jaime II de Aragón al conquistar esta región en el año 1296, comenzando desde ese entonces un nuevo culto a esa imagen, muy probablemente con distinta advocación.

El descubrimiento es situado históricamente en 1447 (según Joaquín Sánchez Jiménez): la tradición nos dice que, estando labrando un sencillo labriego con un par de mulas en el paraje de “Los Llanos”, sacó de la tierra con el arado una efigie de mujer pequeñita y a la vez rara. Sorprendiéndose el pobre labrador por ese hallazgo, la recogió en una manta y la llevó hasta su casa, con el deseo de que sirviera a su hija como muñeca para sus juegos. Al siguiente día, al terminar la jornada de trabajo, regresó a su casa y, para su sorpresa, la sagrada imagen ya no estaba allí. Al día siguiente la volvió a encontrar en el mismo sitio donde la reja del arado la sacó de la tierra, y muy amarrada con nudos y cuerdas a la manta, la depositó en su casa, desapareciendo ésta misteriosamente por segunda vez.

El labrador, superado por este caso, que a su corto entender no comprendía, hizo llamar a las autoridades eclesiásticas, que con mucha diligencia se trasladaron al paraje de los Llanos para conocer de primera mano lo sucedido. Y tal fue la sorpresa que al llegar allí presenciaron la aparición: a flor de la tierra estaba la pequeña imagen, exactamente igual que en las dos ocasiones anteriores. “Ya no había duda de que se trababa del hallazgo milagroso de la antigua talla de Santa María”, relataba la Real Asociación de la Virgen de los Llanos.


Culto en la antigüedad y en la actualidad

Esta primitiva y pequeña imagen de la Virgen pronto empezó a recibir culto por los fieles de Albacete y de los pueblos aledaños, bajo la advocación de la Virgen de los Llanos, haciendo referencia al lugar del hallazgo (el paisaje de Albacete se caracteriza por ser una inmensa llanura, a los terrenos de labor agrícola adyacentes a la ciudad se les llama popularmente “llanos”). Bajo este mismo título que se le dio a la Virgen se fue construyendo una pequeña ermita: “una ermita costeada con limosnas y donativos de todos los habitantes de la villa de Albacete y sus cercanías”. Existen algunos documentos que hacen referencia a una procesión que tenía lugar en primavera y que trasladaba a la Virgen de los Llanos desde esta modesta ermita hasta la iglesia de San Juan en la villa de Albacete (hoy en día catedral de San Juan Bautista).

Es en el siglo XVII cuando se construyó una ermita mucho mayor, para dar cabida a todos los files devotos de la Virgen que acudían al lugar. Fue entonces cuando el Ayuntamiento decidió hacer cada año, el día 16 de mayo, una misa y procesión en su honor por las gracias obtenidas de la Virgen. Desde este momento se la declaró oficialmente patrona de la villa, con el título de Santa María de los Llanos. Aunque no se sabe con seguridad en qué año fue, muchas fuentes apuntan entre los años 1616-1632.

Pasado otro siglo, ya en el XVII, la imagen de la Virgen permanecía en la ermita de Los Llanos, siendo traslada a Albacete en la romería de mayo, celebraciones especiales o en caso de rogativa. Es en el año 1836, tras la desamortización, cuando desapareció el convento franciscano que había anexo a la ermita y, con él, los frailes que custodiaban el lugar. Fue entonces cuando el Ayuntamiento reclamó la sagrada imagen y la depositó en la iglesia de San Juan Bautista. Para acoger a la patrona en esta iglesia se tuvieron que hacer algunos arreglos al rico retablo barroco que había, añadiéndole una hornacina. A partir de este hecho, la Virgen de los Llanos permanece en la catedral. En 1875 se instituyó la cofradía, que más tarde, en el año 1917, pasó a llamarse Real Asociación de Santa María de los Llanos.

Durante los periodos bélicos de las guerras carlistas y otros conflictos que tuvieron lugar durante esos años, la imagen no sufrió daño alguno y permaneció en la catedral, así como los actos en su honor se siguieron celebrando. Fue en el trienio de la Guerra Civil cuando la catedral fue expoliada casi por completo, siendo pasto del fuego el retablo mayor. La sagrada imagen se depositó en la iglesia de la Purísima Concepción, hasta que ésta también fue expoliada, quedando la sagrada imagen “decapitada y semidesecha”. Gracias a Dº Joaquín Sánchez, que la recogió entre los restos del desastre, pudo salvarse, permaneciendo a buen recaudo en la Diputación provincial hasta el fin de la guerra.

En los años 40 del siglo pasado, al restaurarse la catedral, fue colocada en el nuevo retablo en el ábside izquierdo. En 1950 se creó la Diócesis de Albacete y, por tanto, la Virgen de los Llanos pasó a ser la patrona de todo el nuevo territorio, teniendo lugar seis años después, en 1956, la coronación canónica, oficiada por el nuncio papal de España en el parque de los mártires.

En la actualidad su fiesta se celebra la madrugada del 7 al 8 de septiembre, cuando se procesiona en una cabalgata la réplica que se conserva en el Ayuntamiento. Desde el mismo Ayuntamiento parte la comitiva hasta el recinto ferial, donde la alcaldesa, con la imagen en brazos, abre las puertas de hierros (puertas del recinto ferial), dando comienzo a diez días de feria; donde se suceden muchos actos en su honor, misas diarias, ofrenda de flores, bailes regionales etc. Al término de la feria, la alcaldesa de la ciudad nuevamente cierra la puerta de hierros con la imagen del Virgen en brazos, dando por finalizados los 10 días de festejos. Por esta razón, los albaceteños decimos que la Virgen de los Llanos es la que abre y cierra la feria año tras año.

La talla

De la Virgen de los Llanos existen cuatro imágenes dentro de la ciudad de Albacete, se puede decir que la más venerada es la auténtica, que se encuentra en la catedral de San Juan Bautista, permaneciendo allí todo el año. Tiene unos rasgos muy finos y femeninos, no alcanza más del medio metro de altura. En los brazos sostiene a un pequeño Niño Jesús.

Como decíamos antes, en la Guerra Civil sufrió algunos daños y fue salvada de ser pasto de las llamas. Fue en 1939 cuando, ya acabado el conflicto bélico, se procedió a restaurarla, y para sorpresa de los maestros ebanistas y el escultor-restaurador, descubrieron “el secreto” de la Virgen de los Llanos. Tal y como se cuenta en un acta notarial firmada por el notario Dº Narciso García el día 12 de agosto de 1939, al comenzar la restauración encontraron fortuitamente una concavidad dentro del busto de la talla de la Virgen, y allí “aparecieron la cabeza de una imagen de unos siete centímetros, tallada y moldeada con encarnación bien conservada, al parecer de una Virgen; y otra cabeza más pequeña, posiblemente del Niño Jesús, de factura idéntica, aunque algo más toscamente modelada; y un trozo de lienzo inmovilizado como cuña, las cabezas y unos fragmentos de madera y yeso y en la tabla levantada, al dorso, fuertemente adherido, un papel con la siguiente inscripción: “Ésta es la cabeza de la Virgen de Los Llanos, que fue el principio de la devoción de esta casa suya, y por ser de materia tan flaca, se hizo este cuerpo y esta cabeza de madera. Año de mil seiscientos treinta y uno”. La escritura tiene todas las características de la época de su redacción”.

Y es que, como algunas familias albaceteñas sostenían, al parecer un mayordomo del templo llamado Juan Reolid, por aquel entonces y al ver la imagen tan deteriorada, decidió por cuenta propia sustituir las cabezas. Tal enojo surgió del pueblo que se vio obligado a conservar de alguna forma las antiguas cabezas junto a la imagen restaurada por él.

En la actualidad, la venerada imagen está totalmente restaurada, y en su interior contiene estas reliquias junto al pergamino que confirma su autenticidad. El día 27 de mayo de cada año se abre el camarín para que todo aquel que así lo desee pueda contemplar de cerca a la Virgen y contemplar las reliquias.

Las tres imágenes que también reciben veneración junto con la auténtica son éstas:

  • “La Limosnera”: se le llama popularmente de esta manera porque era la que solían sacar los PP. Franciscanos para pedir las limosnas con las que subsistían.
  • “La del Ayuntamiento”, es la anteriormente mencionada. Permanece todo el año en el Ayuntamiento y los días de feria es trasladada a la capilla del recinto ferial. Carece de valor artístico.
  • Existe también una tercera réplica que es muy fiel a la verdadera imagen. Se viste con los mantos que la ciudad de Albacete le ha regalado a través del tiempo y es sacada en procesión en el mes de mayo.

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Artículo original de David Garrido para www.preguntasantoral.es


Nuestra Señora de Covadonga

Nuestra Señora de Covadonga

La imagen de la Virgen de Covadonga nos recuerda y hace vivir lo que ella fue en la historia de salvación para Jesús y para sus discípulos de ayer y de hoy. La Santina es una imagen de María entrañada e inculturada en el pueblo asturiano por historia, por antigua tradición, por transmisión familiar, por experiencia religiosa personal. Arraigada profundamente en las gentes de esta tierra y constituye uno de los signos con más fuerza y poder de convocatoria de los que Asturias tiene.

Realidad y Significado

Covadonga es un nombre que designa una realidad. Tal realidad atesora muchos significados. Covadonga está en Asturias. Su dimensión física se realiza en la evolución natural de esta tierra. Su dimensión histórica y cultural se integra en el avance milenario de esta sociedad. Es más, Covadonga ha dado origen a lo que ha sido y es Asturias. Desde este germen creció la España cristiana como muralla que detuvo y rechazó la invasión islámica. Por ello aquí se salvó Europa como universo de luz racional, libertad, humanismo y trascendencia. Por ello merece la pena acercarse y entrar con la mirada abierta en este lugar donde se funden naturaleza e historia, altura y profundidad, fuerza y belleza, intimidad recogida y proyección universal

¿Cómo se formó este paisaje? El cimiento geológico de Asturias presenta dos zonas diferenciadas. La primera sería la occidental, más primitiva, formada por rocas silíceas, que originan sus formas redondeadas y oscuras de severa belleza, y que dominan esa parte de nuestra región. En cambio la zona centro-oriental se ha formado en el periodo carbonífero. Por eso en ella dominan las rocas calizas, fácilmente erosionables. Aquí la orogénesis alpina ha levantado los Picos de Europa, en cuyo borde se abre el valle de Covadonga.

Así el monte Auseva, la sorprendente abertura de la Cueva, el chorrón que cae debajo de ella, son producto final de una acción erosiva, que arranca desde hace millones de años. El manto vegetal que los cubre combina especies supervivientes de las glaciaciones cuaternarias con otras que han venido tras la mejora climática del Neolítico. Éste trae la agricultura, la domesticación de animales y, al final, los metales, que permitirán la acción humana sobre el medio, lo que explica muchos aspectos del paisaje actual.

¿Por qué se llama Covadonga esa oquedad hundida rompiendo la pared de caliza gris que el monte lanza para apoyarse sobre el suelo? El nombre no es un brote ambiguo o un azar lingüístico, sino que nace de algo anterior a él, que está allí y que califica su cóncavo espacio. No es una vaguedad que genera confusión o ambigüedad. Es una presencia fuerte que impone una definición precisa. Además, mujer, y no sometida a ningún yugo, sino dominante desde ella misma. Eso dice el título latino: Cova Domínica o Cueva de la Señora. La evolución a través del uso abrevia con frecuencia las voces largas. Entonces domínica acabó en donga . Y resultó Covadonga. Acerquémonos a contemplar tan extraordinaria Señora.

Nuestra Señora de Covadonga

Su presencia destella en una imagen. Desde su venida a la Cueva, hace más de mil trescientos años, las presiones agresivas del duro clima, quizá hayan obligado a cambiar las imágenes concretas en numerosas ocasiones. En este momento nos interesa conocer aquella que tenemos ante nosotros.

Su figura ha sido tallada, encarnada, dorada y policromada sobre madera de roble. El tiempo de su confección es el siglo XVI. Sus medidas son 71, 4 cm de altura, incluyendo la peana. La anchura llega a 46 cm, y la profundidad a 21. El Niño actual ha sido colocado en el año 1704, sobre la mano izquierda de la Madre.

En su vestidura merece destacarse el manto que luce Nuestra Señora desde los hombros hasta los pies y cae en su parte posterior en ángulo hasta la base de la peana. Sus colores cambian según los tiempos litúrgicos. El manto normal es de color rojo púrpura, con una cenefa dorada. Se completa con el jubón, camisa de manga larga ceñida al talle, y la basquiña o falda con sencillas estampaciones de motivos florales.

A lo largo del tiempo ha recibido siempre esmerada atención y cuidados constantes. Así el conjunto fue retocado en 1820. Se reajustó en 1874. Finalmente ha sido restaurada por el Instituto Nacional de Conservación y Restauración de la Dirección General de Bellas Artes en 1971 y 1986.

La actual imagen de Covadonga estuvo en la capilla de la Colegiata de San Fernando desde 1778 hasta 1820 en que fue llevada a la Cueva, donde se había habilitado una pequeña capilla para su custodia.

La antigua talla del siglo XVI fue en 1874 transformada en la Santina que hoy conocemos por el imaginero y dorador valenciano Antonio Gasch, responsable también de la brillante decoración del camarín de la Cueva, diseñado por Roberto Fransinelli. Igualmente a Gasch se debe la hechura de la artística peana con tres cabezas de querubines sobre la que descansa la venerada figura. La imagen de la Virgen de Covadonga nos recuerda y hace vivir lo que ella representa en la historia de salvación para Jesús y para sus discípulos de ayer y de hoy. La Santina es una imagen universalmente conocida. Preside calles, fachadas y el interior de los hogares. Tras una cierta decadencia a finales del siglo XVIII y parte del siglo XIX, su devoción ha crecido y se extiende sin cesar.

Esta cordialmente arraigada en el pueblo asturiano. Sobre todo, en los emigrantes que, alejados un tiempo de su tierrina natal, al retornar, sienten como un deber cordial acudir a Covadonga, como se acude al hogar de la Madre. Es un signo que, por encima de cualquier división, une a todos los hijos de esa comunidad histórica que llamamos Asturias.


Origen del culto a Sta. María en la Santa Cueva

La historia primitiva nada nos ha dejado escrito acerca de los comienzos del culto a la Virgen María en la Cueva de Covadonga, y las noticias que de aquella época tenemos, es necesario buscarlas en la tradición.Refiere ésta que la Cueva de Covadonga servía de retiro a un ermitaño que la tenía dedicado al culto de la Virgen, cuya imagen allí se veneraba.

En cierta ocasión Pelayo, refugiado con otros cristianos en aquellas montañas, entró en la Cueva persiguiendo a un malhechor. El ermitaño rogó a Pelayo que lo perdonara, puesto que se había acogido a la protección de la Virgen, y que llegaría también el día en que él tendría necesidad de buscar en la Cueva el amparo y ayuda de Nuestra Señora.

Algunos historiadores dicen- que lo más verosímil es que Pelayo y los cristianos, en la huída por aquellas montañas, llevarían consigo alguna imagen de la Virgen, que colocaron en la Cueva para implorar su protección, o mejor que la pondrían allí después de la victoria obtenida, a fin de dar culto a María Santísima en memoria’ y gratitud por el triunfo obtenido por su mediación y, más tarde, Pelayo, deseando tributar a María un homenaje perenne, edificó en la misma Cueva un altar a la Virgen María.

Las Crónicas árabes, cuando hablan de Covadonga afirman que en esta Cueva las mermadas fuerzas de Pelayo encontraron refugio, alimentándose de la miel que las abejas habían producido en las colmenas construidas en las hendiduras de las rocas.

Ante ella se libró lo que se vino a llamar la «Batalla de Covadonga» y que vendría a ser una de «las primeras piedras de la Europa cristiana». Las viejas crónicas ponen en boca de Pelayo esta afirmación: «Nuestra esperanza está en Cristo y de este pequeño monte saldrá la salvación de España». El rey Alfonso I y su esposa Dª Hermesinda, construyeron una iglesia y en ella fueron erigidos tres altares, dedicados uno a la Santísima Virgen, en el misterio de su Natividad; otro a San Juan Bautista y el tercero a San Andrés. Además, con el fin de que se tributara un culto continuo a la Madre de Dios, fundaron dichos monarcas un monasterio.

La escritura de fundación que se atribuye a Alfonso I dice que hace entrega de la iglesia a los monjes Benedictinos; trae la lista de donaciones de objetos para el culto y privilegios y firman el Rey y la Reina, tres Obispos, dos Abades y algunos caballeros y manda trasladar desde el Monsacro una imagen de Nuestra Señora. A este templo construido en la hendidura de la peña se le llamó «del milagro» dado que al ser construido con madera y ésta volar tanto sobre el abismo era un auténtico milagro que se mantuviese en pie.


Erección de la Iglesia y Monasterio

El rey Alfonso I y su esposa Doña Hermesinda, construyeron una iglesia y en ella fueron erigidos tres altares, dedicados uno a la Santísima Virgen, en el misterio de su Natividad, otro a San Juan Bautista y el tercero a San Andrés. Además, con el fin de que se tributara un culto continuo a la Madre de Dios, fundaron dichos monarcas un monasterio. La escritura de fundación que se atribuye a Alfonso I expone cómo hace entrega de la iglesia a los monjes benedictinos, y trae la lista de donaciones de objetos para el culto y privilegios. La firman el Rey y la Reina, tres obispos, dos abades y algunos caballeros.


Covadonga en los s. XVI y XVII

Después de un silencio de dos siglos, en que apenas documento alguno hace mención de Covadonga, aparece el Rey Felipe II enviando a su cronista, Ambrosio de Morales, a que visite el Santuario y le diese cuenta de su estado. Llegó Morales a Covadonga en el año 1.572 y, en su interesante obra «Viaje Santo» describe cómo se hallaba en aquella fecha la Santa Cueva y la Capilla construida en su interior.

Dice así

«Para hacer la iglesia en la misma Cueva, porque el suelo era muy pequeño, encajaron en la peña vigas, cavando agujeros, los cuales vuelan tanto, sin ningún sostenimiento, que parece milagro no caerse el edificio, y de esto tiene temor quien mira de abajo. Quedó así el suelo parte de la peña y parte de esta madera, para hacer una iglesia más larga, no toda tuvo altura bastante, y hay covachas y otras entradillas, que no quisieron picar, a lo que yo creo, por dejar lo más que se pudiera de lo natural. Hay forma de Capilla mayor con un arco labrado de piedra, y otro al lado, que parece hacer nave; mas todo tan pequeño, que estando el sacerdote y el ministro en la Misa, no cabe ya más nadie dentro de lo que es la Capilla. Anchura tiene la iglesia, aunque desigual, y no conforme nada con el lado contrario, que es el de la madera; y porque si el coro estuviera abajo, ocupara mucho allá arriba lo repartieron bien con otro altar, porque que alcanza mal el abajo. Con esto hay en la iglesia Capilla mayor, con laterales, coro y algo a la manera de crucero. Esta iglesia dicen que la labró el Rey D. Alfonso el Casto che Alfonso I) de la manera que ahora está, y que así dura desde entonces milagrosamente sin pudrirse la madera. Dios más que esto puede hacer; mas yo veo manifiestas señales en todo de obra nueva, y no del tiempo de aquel rey. En el altar mayor está una imagen de Nuestra Señora, de obra bien hecha. Con esta imagen se tiene gran devoción en esta tierra, y se hacen en ella grandes romerías, y hay gran concurso el día de Nuestra Señora de septiembre y por ello se llama el Monasterio de Santa María de Covadonga. En el altar está siempre una cruz harto grande, de plata».

Durante el pontificado del Obispo D. Diego Aponte de Quiñónes (1.585-1.599), se construyó la iglesia de San Fernando, que se conserva actualmente en buen estado. Tiene torre cuadrada, bóveda de crecería y coro. Adosada a esta iglesia, sobre la primitiva vivienda de monjes Benedictinos, se levantó la Colegiata que hoy existe que Con el paso del tiempo vino a llamarse «Casa de las Novenas».

Las partes más antiguas de este edificio corresponden a dos sepulcros de abades de estilo románico y que se encuentran en el claustro bajo flanqueando la entrada del actual «Cementerio de los Canónigos». En este claustro bajo, en la pared de una de sus crujías, se encuentra el sepulcro de D. Pedro José Pidal y Món, primer marqués de Pidal, concedido por el Cabildo de Covadonga en la segunda mitad del siglo XIX. Felipe IV sería el gran impulsar de Covadonga al facilitar el paso del Cabildo regular a secular aumentando la dotación y elevando el número de los capitulares. Para ello se construyeron once casas como lugar de vivienda para seis canónigos y cinco beneficiados y un albergue de peregrinos.

El reinado de Carlos II trajo para Covadonga la construcción de una escalera de subida a la Santa Cueva y que viniese a sustituir la antigua de madera. Es la llamada escalera del perdón. El reinado de Felipe V fue también beneficioso para Covadonga. Agregó a la Colegiata las rentas de la antigua abadía de Muñón.


Incendio en la Iglesia de la Santa Cueva

En 1.676, siendo obispo D. Alfonso Antonio de San Martín, era de la manera siguiente: En el interior de la iglesia de la Santa Cueva, según el inventario del año «El templo de Santa María tiene altar y retablo de cuatro columnas, entorchados a los lados en que está la imagen de A Nuestra Señora en su caja sobre un trono de bulto de madera, estofado de plata con su media luna del mismo género y pintura con lámparas de plata siempre ardiendo, estrechado coro de trece sillas y en la cajonería ricas alhajas y primorosos ornamentos.

Entre las alhajas se cuentan cuatro lámparas de plata, una de ellas regalo de Carlos II; dos Cálices donados por Felipe II; un viril guarnecido de rubíes, diamantes y esmeraldas, por Felipe IV; un magnífico terno de tisú de oro, de la casa de los Duques de Gandía, que había servido en el oratorio de San Francisco de Borja». Tal era el estado de la Santa Cueva cuando un incendio producido, dicen por un rayo, la redujo a cenizas, pereciendo entre las llamas la imagen de la Virgen y todas las riquezas que eran muchas, en materia de joyas y ornamentos sagrados. Comisionado por el Cabildo de Covadonga el Abad.

Nicolás de Campomanes, informó a la Corte de la situación en la que se encontraba el Santuario, al enterarse el Rey Carlos III, movido por el Conde de Campomanes, ordenó se levantara un nuevo templo monumental, para ello mandó a su arquitecto de cámara Ventura Rodríguez a que «pasase por Covadonga y levantase la planta de un edificio correspondiente a la celebridad del Santuario».

Se hizo el presupuesto del proyecto que ascendía a la cantidad de catorce millones de reales. Ordenó el Rey una cuestación en toda España con el fin de recaudar esa cantidad. El proyecto del templo que se iba a construir, era grandioso y de arquitectura greco-romana. Las obras del mismo se inician en el mes de mayo del año 1.781 siendo encargada la construcción del mismo al arquitecto Manuel Reguera; si embargo debido a la oposición del Cabildo «por ocultar la hermosura silvestre de la Cueva» y al elevado coste del mismo, hizo que tal proyecto no pasase de los cimientos que son los que actualmente se encuentran al pie de la Cueva canalizando el río Deva.

Entretanto a la Virgen se le daba culto, después del incendio del año 1.777, en una capilla situada a un lado de la Santa Cueva, colocándose en ella una imagen donada por el Cabildo de Oviedo. Tuvo lugar esa donación el 17 de julio de 1.778. Los oficios religiosos se celebraban en la Iglesia de San Fernando.


Construcción del Templo Monumental

Para emplazar el templo monumental que se proyectaba, se eligió el cerro situado entre el Monte Auseva y el Monte Ginés. El primer proyecto se debe a Roberto Frasinelli, también llamado el «Alemán de Corao». Comenzaron las obras el 30 de julio de 1.877, poniendo el primer barreno el rey Alfonso XII, iniciando el desmonte de veintisiete mil metros cúbicos de piedra que fue necesario extraer para llegar el nivel conveniente.

El 11 de noviembre del mismo año el Obispo Sanz y Forés bendijo y colocó la primera piedra del templo que no logró ver terminado por haber sido trasladado a Valladolid. El 14 de octubre de 1.882 se suspendieron las obras por falta de medios económicos. Después de una breve residencia del Obispo Sebastián Herrero Espinosa, fue nombrado Obispo de Oviedo Fray Ramón Martínez Vigil. Éste continuaría con las obras de construcción de la Basílica encargándole para ello los planos al Arquitecto Federico Aparici, a quien la Junta de Oviedo había encargado últimamente la dirección de las obras del templo de Covadonga.

La empresa no era fácil ya que el nuevo arquitecto se encontraba sin plano alguno y sólo existía un dibujo ideado por Frasinelli.

El 15 de noviembre de 1.891 inauguró el Obispo Martínez Vigil la cripta del templo. Al mismo tiempo que realizaban las obras del templo, se construyó el palacio episcopal, con la sala capitular, archivo, biblioteca y otros inmuebles. También dieron comienzo, por estas fechas, las obras de construcción del «Hotel Pelayo».

E1 28 de abril de 1.886, se procedió a construir el templo sobre la cripta y, desde esta fecha, se continuaron las obras sin interrupción. El presupuesto del templo ascendía a la cantidad de 1.226.120 Ptas. Por fin, después de veinticuatro años, el 7 de septiembre de 1.901, el Obispo Martínez Vigil lo vio terminado y elevado a la categoría de Basílica por el Papa León XIII. Era Abad de Covadonga D. Nemesio de Barinaga anteriormente párroco de Pola de Siero.

Coronación de la Virgen

Con motivo del duodécimo centenario de la batalla de Covadonga, el 8 de septiembre de 1.918, fue coronada solemnemente la Virgen de Covadonga por el Arzobispo de Toledo el asturiano D. Victoriano Guisasola en presencia de las Reyes D. Alfonso XIII y D’ Victoria Eugenia. La idea de la coronación había partido del entonces Obispo de Oviedo doctor Baztán y Urniza.

La corona fue costeada con las joyas y donativos de todos los asturianos y construida por el sacerdote nacido en Pola de Lena D. Félix Granda Buylla en su taller de Madrid (Talleres de Arte Granda) según consta en el Acta de la Coronación canónica de Nuestra Señora de Covadonga en el duodécimo centenario de la batalla.


Covadonga al inicio del s.XX

En el siglo XX Covadonga experimenta una actividad muy enriquecedora para el Real Sitio. Se inaugura la línea del tranvía de vapor «Arriondas-Covadonga» en el año 1.908 junto con el «Hotel Pelayo» construido también según los planos de Federico Aparici. Se Construye el «Hostal Favila», edificio de singular nobleza que actualmente ocupa en parte la Escolanía y en parte el Museo. Este edificio había sido construido para, como propiamente su nombre dice, hostal de peregrinos modestos según los planos de Miguel García-Lomas y Manchobas.

También se compone el himno de Covadonga «Bendita la Reina» de Restituto del Valle e Ignacio Busca Sagastizábal; y se comienza a publicar el 15 de junio de 1.922 la Revista «Covadonga», aunque anteriormente ya se habían publicado números extraordinarios en los años 1.917 y 1.918.


El exilio de la imagen de la Santina

La imagen de la Santina fue secuestrada y llevada a París en 1.939, aunque no fue objeto de profanación alguna. Estuvo en Francia en calidad de rehén para ser canjeada, dado el caso, por algún alto jefe político o militar. Terminada la Guerra, se hizo cargo de la Embajada Española en París el doctor D Pedro Abadal, quien describe de esta forma el hallazgo de la imagen: «Practiqué por todo el edificio un reconocimiento y encontré muchas cosas…»

En el desván encontré una imagen de la Virgen…con el Niño en brazos. Era de madera policromada en su parte anterior… «La verdad es que no la identifiqué pero, avisado el portero de la finca, éste me aseguró que se trataba de la Virgen de Covadonga… «Después de comunicado el hallazgo y dada la orden de devolverla a su lugar fue el mismo Sr. Abadal el que la trajera en su coche cerrado desde la embajada de España en París, donde fue encontrada, hasta la frontera con España. El día 11 de junio de 1.939 entraba triunfalmente en España la imagen de la Santina. La ciudad de Irún se disponía a recibirla con una extrema exaltación de religiosidad: las calles estaban engalanadas… volteaban las campanas.


La enorme muchedumbre la recibió de rodillas y con una ovación inenarrable.

El mismo entusiasmo suscitó la Santa Imagen en San Sebastián, Loyola, Mondragón, Vitoria, Valladolid, y León. El día 13 llegaba a Asturias entrando por Pajares. El entusiasmo del recibimiento fue indescriptible. Pasó nueve días en la Catedral de Oviedo visitó Gijón, Avilés y un sinfín de pueblos hasta que por fin llegó a Covadonga donde con gran entusiasmo se entronizaría.

Fue recibida en el llamado campo del Repelao por el Cabildo de la Colegiata el seis de agosto, depositándose la imagen de la Virgen en la Cueva del Auseva a la una y media de la tarde.

Bendita la reina de nuestras montañas

Himno de la Virgen de Covadonga

Estrofa I

Bendita la Reina de nuestra montaña,

que tiene por trono la cuna de España

y brilla en la altura más bella que el sol.

Es Madre y es Reina. Venid, peregrinos,

que ante ella se aspiran amores divinos

y en ella está el alma del pueblo español.


Estrofa II

Dios te salve, Reina y Madre

del pueblo que hoy te corona

en los cánticos que entona

te da el alma y el corazón

causa de nuestra alegría,

vida y esperanza nuestra,

bendice a la Patria y muestra

que sus hijos tuyos son.


Estrofa III

Como la estrella del alba

brilla anunciando la gloria

y es el pórtico la gruta

del templo de nuestra historia.

Ella es el cielo y la fe,

y besa el alma de España

quien llega a besar su pie.


Estrofa IV

Virgen de Covadonga, Virgen gloriosa

flor del cielo que aromas nuestra montaña

tu eres la más amante, la más hermosa,

Reina de los que triunfan, Reina de España.

Nuestros padres sus ojos a ti volvieron

y una patria en tus ojos adivinaron

con tu nombre en sus labios por ti lucharon

con tu amor en las almas por ti vencieron.


Reformas de la Capilla de la Santa Cueva

La capilla de la Cueva, en su aspecto exterior, parecía tener poca estética, la belleza natural de la Cueva aparecía empañada por la capilla construida en 1.874.

La aspiración constante del Cabildo fue siempre establecer una reforma de manera que, conservando la Cueva su estado primitivo, sirviera de templo natural a la imagen de la Virgen. Y ninguna de las reformas que se había proyectado hasta entonces llenaban estos deseos.

Terminada la guerra civil inició el Cabildo constantes gestiones cercanas al Gobierno nacional pidiendo ayuda para reparar los daños en Covadonga y sobre todo para emprender la restauración de la Santa Cueva. Se creó un Patronato Pro-Covadonga el cual solicitó el informe de las Reales Academias de San Fernando, de la Historia y de la Dirección General de Bellas Artes.

El Patronato encomendó al notable arquitecto asturiano D. Luis Menéndez Pidal, que hiciera el proyecto de reforma de la Cueva con arreglo al informe dado por las academias. Pronto dieron comienzo las obras de reforma tal como se contempla en la actualidad, desde el paso subterráneo en forma de túnel hasta la actual forma de la misma Cueva. En el interior se construye una Capilla-Sagrario cubierta con madera de castaño policromada y dorada por el Valenciano Juan García Talens.

En su espadaña se colocó una campana donada por el ayuntamiento de Gijón y fundida en los talleres Adaro en dicha villa. Lleva, entre otras, la siguiente inscripción: «Llamo al peregrino a la morada Santa María de Covadonga, inspiradora de Pelayo, Rey de Gijón» En el interior de la Capilla-Sagrario se encuentra grabada en sus muros la siguiente leyenda: «De la Madre la victoria y del hijo el aliento para el camino pues los alimentó con flor de trigo y con miel de la roca»


La visita del Papa Juan Pablo II

Los días 21 y 22 de agosto del año 1.989 el Papa Juan Pablo II, peregrino de la fe a Santiago de Compostela, quiso visitar pastoralmente la iglesia particular de Asturias, después de haber tenido encuentro con ella en el «aeropuerto de la Morgal», en el concejo de Llanera, peregrinó a Covadonga siendo recibido en la explanada de la Casa de Ejercicios, donde pernoctó, por el Cabildo del Real Sitio y feligreses de la Parroquia.

Al día siguiente se reunió con el Patronato del Real Sitio y gruta de Covadonga en la antigua Colegiata, subió seguidamente a la Santa Cueva y ante la imagen de la Santina oró largamente recitando al final una hermosa plegaria. A las diez de la mañana celebró la Eucaristía en la explanada de la Basílica. Con él concelebro toda la Conferencia Episcopal Española y una gran representación del Presbiterio Diocesano. Asistió a la misma una gran cantidad de fieles. Anteriormente, siendo Patriarca de Venecia, había visitado ‘ Covadonga el Cardenal Roncalli, futuro Juan XXIII; ocurrió el 21 de julio de 1.954 quedando impresionado con la imagen de la Virgen de Covadonga y de su Santuario.

Se llevó con él una réplica que posteriormente, al ser elegido Papa la llevó consigo colocándola en su dormitorio del Vaticano y a la que dedicaba su primera oración de la mañana.


Las reliquias de S.Melchor y S. Pedro Poveda en Covadonga

El Arzobispo de Oviedo, doctor Díaz Merchán, presidió el día 10 de mayo de 1.997, en Covadonga, una solemne Eucaristía con motivo de la recepción, por parte del Cabildo Colegial, de las reliquias de San Melchor y del Santo Pedro Poveda, que se unirían a las de los Santos Padres del siglo V, San Atanasio y San Basilio. Las reliquias de San Melchor, cuyos restos descansan en la capilla de Covadonga de la Catedral de Oviedo, han sido donadas por el Cabildo Catedral Ovetense.

Las de San Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana en 1.911 en Covadonga, se encontraban en la casa que la citada Institución tiene en Los Negrales (Madrid) donde reposan sus restos. Poveda fue canónigo en Covadonga entre los años 1.906 y 1.913. La arqueta, realizada por el orfebre Carlos Álvarez, imita en dimensiones y formato a la Caja de las Ágatas que se conserva en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo.

Tiene unas dimensiones de 40 x 30 cm. lleva grabada la Cruz de la Victoria y la corona de la Virgen. También está embellecida con elementos decorativos simbólicos, como la corona de laurel de la victoria y la palma de los mártires. Con la recepción de las reliquias y la instalación del nuevo arca se dieron por finalizados los trabajos de remodelación del Presbiterio de la Basílica de Covadonga al que se ha incorporado en un lateral una Virgen sedente, obra de Juan Samsó, un ambón, una Cruz de la Victoria y se ha rectificado la base del altar.

En el año 2.001 se inauguró el nuevo órgano de la Basílica fabricado por la «Organistería Actores» de Torquemada (Palencia)


La iconografía de la Virgen de Covadonga

¿Cómo fue la primitiva imagen de la Santina? Nada se sabe.

Si sabemos que tenía una hechura humilde, rústica, tosca escultura románica quizás como la que se guarda en la pequeña capilla del pueblo de Teleña (Cangas de Onís) a la que curiosamente también se le llama Santina. En la Parroquia de Cillaperlata, Diócesis de Burgos se encuentra una imagen de Ntra. Sra. de Covadonga que es la titular de la misma y que preside el retablo mayor; es de hechura más reciente, posiblemente de la Baja Edad Media. Ambrosio de Morales, en su ya citado «Viaje Santo» de finales del siglo XVI habla de una imagen de Ntra. Sra. de Covadanga de «obra nueva y bien hecha». ¿Sería una copia de ésta imagen h que el Obispo Caba11era de Paredes colocó en un altar que se encontraba ‘a la entrada de la Cámara Santa en dicha Catedral?.


¿Cuál fue la que pereció en el incendio de 1.777?

Demasiadas interrogantes difíciles de responder. La que regaló el Cabildo de Oviedo ¿era una copia de la que allí se encontraba? Posiblemente si. De todas maneras la que actualmente se conserva en Covadonga, la llamada imagen de la Santina S. XV – XVI, fue restaurada par el Obispo Sanz y Forés en el siglo pasado modificándosele el rostro debido al deterioro en el que se encontraba. Con la inauguración de la Basílica de Covadonga, se volvió a la primitiva tradición al colocarse una imagen de Ntra. Sra. de Covadonga en actitud sedente a modo de Trono de la Sabiduría.

En estampas y grabados se encuentra la imagen de Ntra. Sra. de Covadonga. La Real Congregación de Naturales y Originarios de Asturias en Madrid, hizo una tirada de estampas en papel con la imagen de la Virgen de Covadonga tal como, se conserva en el altar de la desaparecida iglesia de San Luis en Madrid en el S. XVIII.

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Artículo original en la página web Santuario de Covadonga


Nacimiento, infancia y juventud de María en el Protoevangelio de Santiago

Nacimiento, infancia y juventud de María en el Protoevangelio de Santiago

En el caso de la Virgen, la acción de Dios resulta ciertamente sorprendente. María no posee ningún título humano para recibir el anuncio de la venida del Mesías. Ella no es el sumo sacerdote, representante oficial de la religión judía, y ni siquiera un hombre, sino una joven sin influjo en la sociedad de su tiempo. Además, es originaria de Nazaret, aldea que nunca cita el Antiguo Testamento y que no debía gozar de buena fama, como lo dan a entender las palabras de Natanael que refiere el evangelio de san Juan: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1,46).

San Juan Pablo II.

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Nacimiento, infancia y juventud de María en el Protoevangelio de Santiago

Dolor de Joaquín

I 1. Consta en las historias de las doce tribus de Israel que había un hombre llamado Joaquín, rico en extremo, el cual aportaba ofrendas dobles, diciendo: El excedente de mi ofrenda será para todo el pueblo, y lo que ofrezca en expiación de mis faltas será para el Señor, a fin de que se me muestre propicio.

2. Y, habiendo llegado el gran día del Señor, los hijos de Israel aportaban sus ofrendas. Y Rubén se puso ante Joaquín, y le dijo: No te es lícito aportar tus ofrendas el primero, porque no has engendrado, en Israel, vástago de posteridad.

3. Y Joaquín se contristó en gran medida, y se dirigió a los archivos de las doce tribus de Israel, diciéndose: Veré en los archivos de las doce tribus si soy el único que no ha engendrado vástago en Israel. E hizo perquisiciones, y halló que todos los justos habían procreado descendencia en Israel. Mas se acordó del patriarca Abraham, y de que Dios, en sus días postrimeros, le había dado por hijo a Isaac.

4. Y Joaquín quedó muy afligido, y no se presentó a su mujer, sino que se retiró al desierto. Y allí plantó su tienda, y ayunó cuarenta días y cuarenta noches, diciendo entre sí: No comeré, ni beberé, hasta que el Señor, mi Dios, me visite, y la oración será mi comida y mi bebida.

Dolor de Ana

II 1. Y Ana, mujer de Joaquín, se deshacía en lágrimas, y lamentaba su doble aflicción, diciendo: Lloraré mi viudez, y lloraré también mi esterilidad.

2. Y, habiendo llegado el gran día del Señor, Judith, su sierva, le dijo: ¿Hasta cuándo este abatimiento de tu corazón? He aquí llegado el gran día del Señor, en que no te es lícito llorar. Mas toma este velo, que me ha dado el ama del servicio, y que yo no puedo ceñirme, porque soy una sierva, y él tiene el signo real.

3. Y Ana dijo: Apártate de mi lado, que no me pondré eso, porque el Señor me ha humillado en gran manera. Acaso algún perverso te ha dado ese velo, y tú vienes a hacerme cómplice de tu falta. Y Judith respondió: ¿Qué mal podría desearte, puesto que el Señor te ha herido de esterilidad, para que no des fruto en Israel?

4. Y Ana, sumamente afligida, se despojó de sus vestidos de duelo, y se lavó la cabeza, y se puso su traje nupcial, y, hacia la hora de nona, bajó al jardín, para pasearse. Y vio un laurel, y se colocó bajo su sombra, y rogó al Señor, diciendo: Dios de mis padres, bendíceme, y acoge mi plegaria, como bendijiste las entrañas de Sara, y le diste a su hijo Isaac.

Trenos de Ana

III 1. Y, levantando los ojos al cielo, vio un nido de gorriones, y lanzó un gemido, diciéndose: ¡Desventurada de mí! ¿Quién me ha engendrado, y qué vientre me ha dado a luz? Porque me he convertido en objeto de maldición para los hijos de Israel, que me han ultrajado y expulsado con irrisión del templo del Señor.

2. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a los pájaros del cielo, porque aun los pájaros del cielo son fecundos ante ti, Señor.

3. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a las bestias de la tierra, porque aun las bestias de la tierra son fecundas ante ti, Señor.

4. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a estas aguas, porque aun estas aguas son fecundas ante ti, Señor.

5. ¡Desventurada de mí! ¿A quién soy semejante? No a esta tierra, porque aun esta tierra produce fruto a su tiempo, y te bendice, Señor.

La promesa divina

IV 1. Y he aquí que un ángel del Señor apareció, y le dijo: Ana, Ana, el Señor ha escuchado y atendido tu súplica. Concebirás, y parirás, y se hablará de tu progenitura en toda la tierra. Y Ana dijo: Tan cierto como el Señor, mi Dios, vive, si yo doy a luz un hijo, sea varón, sea hembra, lo llevaré como ofrenda al Señor, mi Dios, y permanecerá a su servicio todos los días de su vida.

2. Y he aquí que dos mensajeros llegaron a ella, diciéndole: Joaquín tu marido viene a ti con sus rebaños. Porque un ángel del Señor ha descendido hasta él, diciéndole: Joaquín, Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego. Sal de aquí, porque tu mujer Ana concebirá en su seno.

3. Y Joaquín salió, y llamó a sus pastores, diciendo: Traedme diez corderos sin mácula, y serán para el Señor mi Dios; y doce terneros, y serán para los sacerdotes y para el Consejo de los Ancianos; y cien cabritos, y serán para los pobres del pueblo.

4. Y he aquí que Joaquín llegó con sus rebaños, y Ana, que lo esperaba en la puerta de su casa, lo vio venir, y, corriendo hacia él, le echó los brazos al cuello, diciendo: Ahora conozco que el Señor, mi Dios, me ha colmado de bendiciones; porque era viuda, y ya no lo soy; estaba sin hijo, y voy a concebir uno en mis entrañas. Y Joaquín guardó reposo en su hogar aquel primer día.

Concepción de María

V 1. Y, al día siguiente, presentó sus ofrendas, diciendo entre sí de esta manera: Si el Señor Dios me es propicio, me concederá ver el disco de oro del Gran Sacerdote. Y, una vez hubo presentado sus ofrendas, fijó su mirada en el disco del Gran Sacerdote, cuando éste subía al altar, y no notó mancha alguna en sí mismo. Y Joaquín dijo: Ahora sé que el Señor me es propicio, y que me ha perdonado todos mis pecados. Y salió justificado del templo del Señor, y volvió a su casa.

2. Y los meses de Ana se cumplieron, y, al noveno, dio a luz. Y preguntó a la partera: ¿Qué he parido? La partera contestó: Una niña. Y Ana repuso: Mi alma se ha glorificado en este día. Y acostó a la niña en su cama. Y, transcurridos los días legales, Ana se lavó, dio el pecho a la niña, y la llamó María.

Fiesta del primer año

VI 1. Y la niña se fortificaba de día en día. Y, cuando tuvo seis meses, su madre la puso en el suelo, para ver si se mantenía en pie. Y la niña dio siete pasos, y luego avanzó hacia el regazo de su madre, que la levantó, diciendo: Por la vida del Señor, que no marcharás sobre el suelo hasta el día que te lleve al templo del Altísimo. Y estableció un santuario en su dormitorio, y no le dejaba tocar nada que estuviese manchado, o que fuese impuro. Y llamó a las hijas de los hebreos que se conservaban sin mancilla, y que entretenían a la niña con sus juegos.

2. Y, cuando la niña llegó a la edad de un año, Joaquín celebró un gran banquete, e invitó a él a los sacerdotes y a los escribas y al Consejo de los Ancianos y a todo el pueblo israelita. Y presentó la niña a los sacerdotes, y ellos la bendijeron, diciendo: Dios de nuestros padres, bendice a esta niña, y dale un nombre que se repita siglos y siglos, a través de las generaciones. Y el pueblo dijo: Así sea, así sea. Y Joaquín la presentó a los príncipes de los sacerdotes, y ellos la bendijeron, diciendo: Dios de las alturas, dirige tu mirada a esta niña, y dale una bendición suprema.

3. Y su madre la llevó al santuario de su dormitorio, y le dio el pecho. Y Ana entonó un cántico al Señor Dios, diciendo: Elevará un himno al Señor mi Dios, porque me ha visitado, y ha alejado de mí los ultrajes de mis enemigos, y me ha dado un fruto de su justicia a la vez uno y múltiple ante Él. ¿Quién anunciará a los hijos de Rubén que Ana amamanta a un hijo? Sabed, sabed, vosotras las doce tribus de Israel, que Ana amamanta a un hijo. Y dejó reposando a la niña en el santuario del dormitorio, y salió, y sirvió a los invitados. Y, terminado el convite, todos salieron llenos de júbilo, y glorificando al Dios de Israel.

Consagración de María en el templo

VII 1. Y los meses se sucedían para la niña. Y, cuando llegó a la edad de dos años, Joaquín dijo: Llevémosla al templo del Señor, para cumplir la promesa que le hemos hecho, no sea que nos la reclame, y rechace nuestra ofrenda. Y Ana respondió: Esperemos al tercer año, a fin de que la niña no nos eche de menos. Y Joaquín repuso: Esperemos.

2. Y, cuando la niña llegó a la edad de tres años, Joaquín dijo: Llamad a las hijas de los hebreos que estén sin mancilla, y que tome cada cual una lámpara, y que estas lámparas se enciendan, para que la niña no vuelva atrás, y para que su corazón no se fije en nada que esté fuera del templo del Señor. Y ellas hicieron lo que se les mandaba, hasta el momento en que subieron al templo del Señor. Y el Gran Sacerdote recibió a la niña, y, abrazándola, la bendijo, y exclamó: El Señor ha glorificado tu nombre en todas las generaciones. Y en ti, hasta el último día, el Señor hará ver la redención por Él concedida a los hijos de Israel.

3. E hizo sentarse a la niña en la tercera grada del altar, y el Señor envió su gracia sobre ella, y ella danzó sobre sus pies y toda la casa de Israel la amó.

Pubertad de María

VIII 1. Y sus padres salieron del templo llenos de admiración, y glorificando al Omnipotente, porque la niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo del Señor, nutriéndose como una paloma, y recibía su alimento de manos de un ángel.

2. Y, cuando llegó a la edad de doce años, los sacerdotes se congregaron, y dijeron: He aquí que María ha llegado a la edad de doce años en el templo del Señor. ¿Qué medida tomaremos con ella, para que no mancille el santuario? Y dijeron al Gran Sacerdote: Tú, que estás encargado del altar, entra y ruega por María, y hagamos lo que te revele el Señor.

3. Y el Gran Sacerdote, poniéndose su traje de doce campanillas, entró en el Santo de los Santos, y rogó por María. Y he aquí que un ángel del Señor se le apareció, diciéndole: Zacarías, Zacarías, sal y reúne a todos los viudos del pueblo, y que éstos vengan cada cual con una vara, y aquel a quien el Señor envíe un prodigio, de aquel será María la esposa. Y los heraldos salieron, y recorrieron todo el país de Judea, y la trompeta del Señor resonó, y todos los viudos acudieron a su llamada.

José, guardián de María

IX 1. Y José, abandonando sus herramientas, salió para juntarse a los demás viudos, y, todos congregados, fueron a encontrar al Gran Sacerdote. Este tomó las varas de cada cual, penetró en el templo, y oró. Y, cuando hubo terminado su plegaria, volvió a tomar las varas, salió, se las devolvió a sus dueños respectivos, y no notó en ellas prodigio alguno. Y José tomó la última, y he aquí que una paloma salió de ella, y voló sobre la cabeza del viudo. Y el Gran Sacerdote dijo a José: Tú eres el designado por la suerte, para tomar bajo tu guarda a la Virgen del Señor.

2. Mas José se negaba a ello, diciendo: Soy viejo, y tengo hijos, al paso que ella es una niña. No quisiera servir de irrisión a los hijos de Israel. Y el Gran Sacerdote respondió a José: Teme al Señor tu Dios, y recuerda lo que hizo con Dathan, Abiron y Coré, y cómo, entreabierta la tierra, los sumió en sus entrañas, a causa de su desobediencia. Teme, José, que no ocurra lo mismo en tu casa.

3. Y José, lleno de temor, recibió a María bajo su guarda, diciéndole: He aquí que te he recibido del templo del Señor, y que te dejo en mi hogar. Ahora voy a trabajar en mis construcciones, y después volveré cerca de ti. Entretanto, el Señor te protegerá.

El velo del templo

X 1. Y he aquí que los sacerdotes se reunieron en consejo, y dijeron: Hagamos un velo para el templo del Señor. Y el Gran Sacerdote dijo: Traedme jóvenes sin mancilla de la casa de David. Y los servidores fueron a buscarlas, y encontraron siete jóvenes. Y el Gran Sacerdote se acordó de María, y de que era de la tribu de David, y de que permanecía sin mancilla ante Dios. Y los servidores partieron, y la trajeron.

2. E introdujeron a las jóvenes en el templo del Señor, y el Gran Sacerdote dijo: Echad a suertes sobre cuál hilará el oro, el jacinto, el amianto, la seda, el lino fino, la verdadera escarlata y la verdadera púrpura. Y la verdadera escarlata y la verdadera púrpura tocaron a María, que, habiéndolas recibido, volvió a su casa. Y, en este momento, Zacarías quedó mudo, y Samuel lo reemplazó en sus funciones, hasta que recobró la palabra. Y María tomó la escarlata, y empezó a hilarla.

Oración de san Juan Pablo II para la Natividad de la Virgen María

Oración de san Juan Pablo II para la Natividad de la Virgen María

Dios la ha predestinado a estar íntimamente asociada a la vida y a la obra de su Hijo unigénito. Por esto la ha santificado, de manera admirable y singular, desde el primer momento de su concepción, haciéndola «llena de gracia» (cf. Lc 1, 28); la ha hecho conforme con la imagen de su Hijo: una conformidad que, podemos decir, fue única, porque María fue la primera y la más perfecta discípulo del Hijo.

El designio de Dios en María culminó después en esa glorificación, que hizo a su cuerpo motal conforme con el cuerpo glorioso de Jesús resucitado; la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo representa como la última etapa de la trayectoria de esta Criatura, en la que el Padre celestial ha manifestado, de manera exaltante, su divina complacencia.

Por tanto, toda la Iglesia no puede menos de alegrarse hoy al celebrar la Natividad de María Santísima, que —como afirma con acentos conmovedores San Juan Damasceno— es esa «puerta virginal y divina, por la cual y a través de la cual Dios, que está por encima de todas las cosas, hizo su entrada en la tierra corporalmente… Hoy brotó un vástago del tronco de Jesé, del que nacerá al mundo una Flor sustancialmente unida a la divinidad. Hoy, en la tierra, de la naturaleza terrena, Aquel que en un tiempo separó el firmamento de las aguas y lo elevó a lo alto, ha creado un cielo, y este cielo es con mucho divinamente más espléndido que el primero».

San Juan Pablo II

Homilía en la Fiesta de la Natividad de la Virgen María

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Oración de san Juan Pablo II

¡Oh Virgen naciente,

esperanza y aurora de salvación para todo el mundo, vuelve benigna tu mirada materna hacia todos nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias!

¡Oh Virgen fiel,

que siempre estuviste dispuesta y fuiste solícita para acoger, conservar y meditar la Palabra de Dios, haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra fe cristiana, tesoro precioso que nos han transmitido nuestros padres!

¡Oh Virgen potente,

que con tu pie aplastaste la cabeza de la serpiente tentadora, haz que cumplamos, día tras dÍa, nuestras promesas bautismales, con las cuales hemos renunciado a Satanás, a sus obras y a sus seducciones, y que sepamos dar en el mundo un testimonio alegre de esperanza cristiana!

¡Oh Virgen clemente,

que abriste siempre tu corazón materno a las invocaciones de la humanidad, a veces dividida por el desamor y también, desgraciadamente, por el odio y por la guerra, haz que sepamos siempre crecer todos, según la enseñanza de tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del único Padre celestial!

Amén.

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Oración de san Juan Pablo II en la Fiesta litúrgica de la Natividad de la Virgen María


Novena de la Natividad de la Santísima Virgen María

Novena de la Natividad de la Santísima Virgen María

Una buena forma de preparar las fiestas es rezando una novena en familia. Para ello buscaremos un momento en el día que sea tranquilo, y la realizaremos ante una pequeña imagen y, por qué no, con una candela encendida. Esta novena de la Natividad es especialmente indicada para iniciar a nuestros pequeños cristianos en este tipo de devoción.

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Oración inicial

¡Oh María santísima! elegida y destinada ab eterno por la augustísima Trinidad para Madre del unigénito Hijo del Padre, anunciada por los Profetas, esperada de los Patriarcas, y deseada de todas las gentes; sagrario y templo vivo del Espíritu Santo, sol sin mancha, porque fuisteis concebida sin pecado original, Señora del cielo y de la tierra, Reina de los Ángeles; nosotros humildemente postrados os veneramos, y nos alegramos de la solemne conmemoración anual de vuestro felicísimo Nacimiento; y de lo más íntimo de nuestro corazón os suplicamos que os dignéis benigna venir a nacer espiritualmente en nuestras almas, para que cautivadas estas por vuestra amabilidad y dulzura, vivan siempre unidas a vuestro dulcísimo y amabilísimo Corazón.

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Día I

Ahora con nueve distintas salutaciones contemplaremos los nueve meses que estuvisteis encerrada en el seno materno; diciéndoos que oriunda de la Real prosapia de David, salisteis con grande honor a luz de las entrañas de santa Ana vuestra afortunadísima madre. Avemaría.

Día II

Os saludamos, oh Niña celestial, paloma candidísima de pureza, que a despecho del infernal dragón fuisteis concebida sin pecado original. Avemaría.

Día III

Os saludamos, oh Aurora brillantísima, que como precursora del Sol de justicia, trajisteis la primera luz al mundo. Avemaría.

Día IV

Os saludamos, oh Elegida, que, cual sol sin mancha alguna, despuntasteis en la noche más tenebrosa del pecado. Avemaría.

Día V

Os saludamos, oh bellísima Luna, que iluminasteis al mundo envuelto en las más densas tinieblas del gentilismo. Avemaría.

Día VI

Os saludamos como a esforzada amazona, que sola, a manera de un numeroso ejército, pusisteis en fuga a todo el infierno. Avemaría.

Día VII

Os saludamos, oh hermosa alma de María, a quien Dios poseyó desde la eternidad. Avemaría.

Día VIII

Os saludamos, oh amada Niña, y veneramos vuestro santísimo cuerpecito, los sagrados pañales en que fuisteis envuelta, y la sagrada cuna en que estuvisteis acostada, y bendecimos el punto y momento en que nacisteis. Avemaría.

Día IX

Os saludamos finalmente, oh amada Niña, como adornada de todas las virtudes en grado inmensamente más elevado que los otros Santos, y que, hecha digna Madre del Salvador, y habiendo concebido por virtud del Espíritu Santo, paristeis al Verbo encarnado. Avemaría.

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Oración final

¡Oh graciosísima Niña! que con vuestro feliz nacimiento habéis consolado al mundo, alegrado al cielo y aterrado al infierno; habéis dado ayuda a los caídos, consuelo a los tristes, salud a los enfermos y alegría a todos; os suplicamos con los más fervorosos afectos que renazcáis espiritualmente con vuestro santo amor en nuestras almas; renovad nuestro espíritu para que os sirvamos, encended de nuevo nuestro corazón para que os amemos; y haced florecer en nosotros aquellas virtudes con las que podamos hacernos siempre más agradables a vuestros benignísimos ojos. ¡Oh María! Sed para nosotros María, haciéndonos experimentar los saludables efectos de vuestro suavísimo Nombre; sírvanos la invocación de este Nombre de alivio en los trabajos, de esperanza en los peligros, de escudo en las tentaciones, de aliento en la muerte. Sea el Nombre de María como la miel en la boca, la melodía en el oído, y el júbilo en el corazón. Así sea.

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¿Por qué me convertí al catolicismo? (G. K. Chesterton)

¿Por qué me convertí al catolicismo? (G. K. Chesterton)

Aunque sólo hace algunos años que soy católico, sé sin embargo que el problema «por qué soy católico» es muy distinto del problema «por qué me convertí al catolicismo». Tantas cosas han motivado mi conversión y tantas otras siguen surgiendo después… Todas ellas se ponen en evidencia solamente cuando la primera nos da el empujón que conduce a la conversión misma.

Todas son también tan numerosas y tan distintas las unas de las otras, que, al cabo, el motivo originario y primordial puede llegar a parecernos casi insignificante y secundario. La «confirmación» de la fe, vale decir, su fortalecimiento y afirmación, puede venir, tanto en el sentido real como en el sentido ritual, después de la conversión. El convertido no suele recordar más tarde de qué modo aquellas razones se sucedían las unas a las otras. Pues pronto, muy pronto, este sinnúmero de motivos llega a fundirse para él en una sola y única razón.

Existe entre los hombres una curiosa especie de agnósticos, ávidos escudriñadores del arte, que averiguan con sumo cuidado todo lo que en una catedral es antiguo y todo lo que en ella es nuevo. Los católicos, por el contrario, otorgan más importancia al hecho de si la catedral ha sido reconstruida para volver a servir como lo que es, es decir, como catedral.

¡Una catedral! A ella se parece todo el edificio de mi fe; de esta fe mía que es demasiado grande para una descripción detallada; y de la que, sólo con gran esfuerzo, puedo determinar las edades de sus distintas piedras.

A pesar de todo, estoy seguro de que lo primero que me atrajo hacia el catolicismo, era algo que, en el fondo, debería más bien haberme apartado de él. Estoy convencido también de que varios católicos deben sus primeros pasos hacia Roma a la amabilidad del difunto señor Kensit.

El señor Kensit, un pequeño librero de la City, conocido como protestante fanático, organizó en 1898 una banda que, sistemáticamente, asaltaba las iglesias ritualistas y perturbaba seriamente los oficios. El señor Kensit murió en 1902 a causa de heridas recibidas durante uno de esos asaltos. Pronto la opinión pública se volvió contra él, clasificando como «Kensitite Press» a los peores panfletos antirreligiosos publicados en Inglaterra contra Roma, panfletos carentes de todo juicio sano y de toda buena voluntad.

Recuerdo especialmente ahora estos dos casos: unos autores serios lanzaban graves acusaciones contra el catolicismo, y, cosa curiosa, lo que ellos condenaban me pareció algo precioso y deseable.

En el primer caso creo que se trataba de Horton y Hocking— se mencionaba con estremecido pavor, una terrible blasfemia sobre la Santísima Virgen de un místico católico que escribía: «Todas las criaturas deben todo a Dios; pero a Ella, hasta Dios mismo le debe algún agradecimiento». Esto me sobresaltó como un son de trompeta y me dije casi en alta voz: «¡Qué maravillosamente dicho!». Me parecía como si el inimaginable hecho de la Encarnación pudiera con dificultad hallar expresión mejor y más clara que la sugerida por aquel místico, siempre que se la sepa entender.

En el segundo caso, alguien del diario Daily News (entonces yo mismo era todavía alguien del Daily News), como ejemplo típico del «formulismo muerto» de los oficios católicos, citó lo siguiente: un obispo francés se había dirigido a unos soldados y obreros cuyo cansancio físico les volvía dura la asistencia a Misa, diciéndoles que Dios se contentaría con su sola presencia, y que les perdonaría sin duda su cansancio y su distracción. Entonces yo me dije otra vez a mi mismo: «¡Qué sensata es esa gente! Si alguien corriera diez leguas para hacerme un gusto a mi, yo le agradecería muchísimo, también, que se durmiera enseguida en mi presencia».

Junto con estos dos ejemplos, podría citar aún muchos otros procedentes de aquella primera época en que los inciertos amagos de mi fe católica se nutrieron casi con exclusividad de publicaciones anticatólicas.

Tengo un claro recuerdo de lo que siguió a estos primeros amagos. Es algo de lo cual me doy tanta más cuenta cuanto más desearía que no hubiese sucedido. Empecé a marchar hacia el catolicismo mucho antes de conocer a aquellas dos personas excelentísimas a quienes, a este respecto, debo y agradezco tanto: al reverendo Padre John O’Connor de Bradford y al señor Hilaire Belloc; pero lo hice bajo la influencia de mi acostumbrado liberalismo político; lo hice hasta en la madriguera del Daily News.

Este primer empuje, después de debérselo a Dios, se lo debo a la historia y a la actitud del pueblo irlandés, a pesar de que no hay en mí ni una sola gota de sangre irlandesa. Estuve solamente dos veces en Irlanda y no tengo ni intereses allí ni sé gran cosa del país. Pero ello no me impidió reconocer que la unión existente entre los diferentes partidos de Irlanda se debe en el fondo a una realidad religiosa; y que es por esta realidad que todo mi interés se concentraba en ese aspecto de la política liberal.

Fui descubriendo cada vez con mayor nitidez, enterándome por la historia y por mis propias experiencias, cómo, durante largo tiempo se persiguió por motivos inexplicables a un pueblo cristiano, y todavía sigue odiándosele. Reconocí luego que no podía ser de otra manera, porque esos cristianos eran profundos e incómodos como aquellos que Nerón hizo echar a los leones.

Creo que estas mis revelaciones personales evidencian con claridad la razón de mi catolicismo, razón que luego fue fortificándose. Podría añadir ahora cómo seguí reconociendo después, que a todos los grandes imperios, una vez que se apartaban de Roma, les sucedía precisamente lo mismo que a todos aquellos seres que desprecian las leyes o la naturaleza: tenían un leve éxito momentáneo, pero pronto experimentaban la sensación de estar enlazados por un nudo corredizo, en una situación de la que ellos mismos no podían librarse. En Prusia hay tan poca perspectiva para el prusianismo, como en Manchester para el individualismo manchesteriano.

Todo el mundo sabe que a un viejo pueblo agrario, arraigado en la fe y en las tradiciones de sus antepasados, le espera un futuro más grande o por lo menos más sencillo y más directo que a los pueblos que no tienen por base la tradición y la fe. Si este concepto se aplicase a una autobiografía, resultaría mucho más fácil escribirla que si se escudriñasen sus distintas evoluciones; pero el sistema sería egoísta. Yo prefiero elegir otro método para explicar breve pero completamente el contenido esencial de mi convicción: no es por falta de material que actúo así, sino por la dificultad de elegir lo más apropiado entre todo ese material numeroso. Sin embargo trataré de insinuar uno o dos puntos que me causaron una especial impresión.

Hay en el mundo miles de modos de misticismo capaces de enloquecer al hombre. Pero hay una sola manera entre todas de poner al hombre en un estado normal. Es cierto que la humanidad jamás pudo vivir un largo tiempo sin misticismo. Hasta los primeros sones agudos de la voz helada de Voltaire encontraron eco en Cagliostro. Ahora la superstición y la credulidad han vuelto a expandirse con tan vertiginosa rapidez, que dentro de poco el católico y el agnóstico se encontrarán lado a lado. Los católicos serán los únicos que, con razón, podrán llamarse racionalistas. El mismo culto idolátrico por el misterio empezó con la decadencia de la Roma pagana a pesar de los «intermezzos» de un Lucrecio o de un Lucano.

No es natural ser materialista ni tampoco el serlo da una impresión de naturalidad. Tampoco es natural contentarse únicamente con la naturaleza. El hombre, por lo contrario, es místico. Nacido como místico, muere también como místico, sobre todo si en vida ha sido un agnóstico. Mientras que todas las sociedades humanas consideran la inclinación al misticismo como algo extraordinario, tengo yo que objetar, sin embargo, que una sola sociedad entre ellas, el catolicismo, tiene en cuenta las cosas cotidianas. Todas las otras las dejan de lado y las menosprecian.

Un célebre autor publicó una vez una novela sobre la contraposición que existe entre el convento y la familia (The Cloister and the hearth). En aquel tiempo, hace 50 años, era realmente posible en Inglaterra imaginar una contradicción entre esas dos cosas. Hoy en día, la así llamada contradicción, llega a ser casi un estrecho parentesco. Aquellos que en otro tiempo exigían a gritos la anulación de los conventos, destruyen hoy sin disimulo la familia. Este es uno de los tantos hechos que testimonian la verdad siguiente: que en la religión católica, los votos y las profesiones más altas y «menos razonables» por decirlo así— son, sin embargo, los que protegen las cosas mejores de la vida diaria.

¿Por qué me convertí al catolicismo?

Muchas señales místicas han sacudido el mundo. Pero una sola revolución mística lo ha conservado: el santo está al lado de lo superior, es el mejor amigo de lo bueno. Toda otra aparente revelación se desvía al fin hacia una u otra filosofía indigna de la humanidad; a simplificaciones destructoras; al pesimismo, al optimismo, al fatalismo, a la nada y otra vez a la nada; al «nonsense», a la insensatez.

Es cierto que todas las religiones contienen algo bueno. Pero lo bueno, la quinta esencia de lo bueno, la humildad, el amor y el fervoroso agradecimiento «realmente existente» hacia Dios, no se hallan en ellas. Por más que las penetremos, por más respeto que les demostremos, con mayor claridad aún reconoceremos también esto: en lo más hondo de ellas hay algo distinto de lo puramente bueno; hay a veces dudas metafísicas sobre la materia, a veces habla en ellas la voz fuerte de la naturaleza; otras, y esto en el mejor de los casos, existe un miedo a la Ley y al Señor.

Si se exagera todo esto, nace en las religiones una deformación que llega hasta el diabolismo. Sólo pueden soportarse mientras se mantengan razonables y medidas. Mientras se estén tranquilas, pueden llegar a ser estimadas, como sucedió con el protestantismo victoriano. Por el contrario, la más alta exaltación por la Santísima Virgen o la más extraña imitación de San Francisco de Asís, seguirían siendo, en su quintaesencia, una cosa sana y sólida. Nadie negará por ello su humanismo, ni despreciará a su prójimo. Lo que es bueno, jamás podrá llegar a ser DEMASIADO bueno. Esta es una de las características del catolicismo que me parece singular y universal a la vez. Esta otra la sigue:

Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo. El otro día, Bernard Shaw expresó el nostálgico deseo de que todos los hombres vivieran trescientos años en civilizaciones más felices. Tal frase nos demuestra cómo los santurrones sólo desean como ellos mismos dicen— reformas prácticas y objetivas.

Ahora bien: esto se dice con facilidad; pero estoy absolutamente convencido de lo siguiente: si Bernard Shaw hubiera vivido durante los últimos trescientos años, se habría convertido hace ya mucho tiempo al catolicismo. Habría comprendido que el mundo gira siempre en la misma órbita y que poco se puede confiar en su así llamado progreso. Habría visto también cómo la Iglesia fue sacrificada por una superstición bíblica, y la Biblia por una superstición darwinista. Y uno de los primeros en combatir estos hechos hubiera sido él. Sea como fuere, Bernard Shaw deseaba para cada uno una experiencia de trescientos años. Y los católicos, muy al contrario de todos los otros hombres, tienen una experiencia de diecinueve siglos. Una persona que se convierte al catolicismo, llega, pues, a tener de repente dos mil años.

Esto significa, si lo precisamos todavía más, que una persona, al convertirse, crece y se eleva hacia el pleno humanismo. Juzga las cosas del modo como ellas conmueven a la humanidad, y a todos los países y en todos los tiempos; y no sólo según las últimas noticias de los diarios. Si un hombre moderno dice que su religión es el espiritualismo o el socialismo, ese hombre vive íntegramente en el mundo más moderno posible, es decir, en el mundo de los partidos.

El socialismo es la reacción contra el capitalismo, contra la insana acumulación de riquezas en la propia nación. Su política resultaría del todo distinta si se viviera en Esparta o en el Tíbet. El espiritualismo no atraería tampoco tanto la atención si no estuviese en contradicción deslumbrante con el materialismo extendido en todas partes. Tampoco tendría tanto poder si se reconocieran más los valores sobrenaturales.

Jamás la superstición ha revolucionado tanto el mundo como ahora. Sólo después que toda una generación declaró dogmáticamente y una vez por todas, la IMPOSIBILIDAD de que haya espíritus, la misma generación se dejó asustar por un pobre, pequeño espíritu. Estas supersticiones son invenciones de su tiempo -podría decirse en su excusa-. Hace ya mucho, sin embargo, que la Iglesia Católica probó no ser ella una invención de su tiempo: es la obra de su Creador, y sigue siendo capaz de vivir lo mismo en su vejez que en su primera juventud: y sus enemigos, en lo más profundo de sus almas, han perdido ya la esperanza de verla morir algún día.

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¿Por qué me convertí al catolicismo? – Artículo original en Aciprensa

Gilbert Keith Chesterton