«Primeros pasos con Jesús»: método y recursos

«Primeros pasos con Jesús»: método y recursos

Primeros pasos con Jesús es un método experimental de catecumenado para la iniciación cristiana de los más pequeños. El primer lugar donde los niños se acercan a la fe es en su propia casa, en su familia, con el ejemplo, el ánimo y la dedicación de sus padres y sus padrinos de Bautismo, sus hermanos, sus abuelos, etc.


¿Por qué decimos «catecumenado»? 

El mundo actual ha alejado a muchas personas y grupos familiares de la práctica religiosa. Los conocimientos sobre la fe y el evangelio de muchos católicos son escasos. Con este método pretendemos que, con el acercamiento del menor a la fe, también se acerquen los mayores: que se evangelicen los progenitores a través de sus hijos y viceversa. Estos pasos con Jesús los harán padres e hijos de la mano, acercándose poco a poco al Señor, haciéndose amigos de Él, conociéndole como si fuera la primera vez.


Materiales adicionales por tema

Dividimos este camino con Jesús en varios encuentros, en los que se irán tratando los temas fundamentales de la fe. Cada uno de ellos tendrá una unidad impresa o imprimible. Además, como la red nos ofrece miles de posibilidades para entrar en contacto con el Evangelio, muchas de las actividades propuestas tendrán complementos audiovisuales, materiales extra —dibujos, vídeos, juegos— imposible de reproducir en el formato clásico. 

En este artículo os ofrecemos una lista de los recursos que podéis utilizar en vuestro «paseo con Jesús», y que van indicados en el cuadernillo de cada encuentro:


Encuentro «Somos hijos de Dios»

Podéis descargar la unidad en formato pdf: Somos hijos de Dios

El Padre Nuestro para niños – Dibujos para colorear

Padrenuestro para niños

«Padre Nuestro» – Karaoke

Entrada al templo – Vídeo

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Encuentro «María, nuestra Madre del cielo»

Podéis descargar la unidad en formato pdf: María, nuestra Madre del cielo.

Vídeo «La Virgen niña»

Canción «Avemaría»

Canción «Venid y vamos todos con flores a María»

Dibujos para colorear a María

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La fe, producto de la vida familiar

La fe, producto de la vida familiar

Personalmente, sé que mi fe ha sido producto de mi vida familiar. Recuerdo muy vivamente momentos y experiencias en las que diversas situaciones se ponían siempre en relación con Dios.

«Religión=Relación» con un Ser que nos transciende, que en nuestro caso es Abba, el Dios que Jesucristo nos ha enseñado. Esta fe o confianza radical en Dios afianzada desde los primeros años de vida y desde las situaciones cotidianas en el hogar, hace que la fe sea una fe sólida y enraizada desde la vida, como todo lo que se aprende desde casa y en los primeros años.

Cuando el niño vive cualquier experiencia buena o mala a la que sus padres le dan buen sentido y además la ponen en relación con Dios esto queda grabado para siempre.

Por poner un ejemplo, si una niña tiene una mala experiencia en el colegio ya que se han reído de ella porque tiene gafas, al llegar a casa su padre la toma en sus brazos, le dice que le quiere mucho y que además está preciosa con esas gafas tan bonitas y después le dice que así como él le quiere Dios también le quiere con sus gafas y todo y que para Él es la niña más preciosa del mundo, esa niña aprende por medio del cariño de su padre el cariño de Dios.

Todo lo que se aprende desde niño y rodeado del calor y del amor de los padres queda grabado para siempre.

Ayudar a los padres a que descubran que la fe es un tesoro que va a hacer mucho bien a sus hijos o hijas, que va a dar sentido a sus vidas y que las va a hacer más plenas es una labor pastoral preciosa. Ellos lo ven y lo viven con agrado.

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Pilar Iceta Olaizola

Delegada de catequesis de la diócesis de San Sebastián (España)


Los primeros años son los mejores para introducir a los niños en el misterio de Dios

Los primeros años son los mejores para introducir a los niños en el misterio de Dios

Está una señora de visita en casa de una amiga suya que tiene seis hijos. Viven en una casa que ocupa dos pisitos pequeños unidos por una escalera interior. Las dos mujeres están en la parte baja de la vivienda. En el rellano de la escalera, los padres han colocado una imagen de María, que ellos y sus hijos saludan con la mirada y el corazón, cuando pasan por allí.

De repente, la visitante escucha el llanto fuerte de la niña pequeña, que está en la parte de arriba y busca a su madre. La oyen acercarse, bajando como puede las escaleras. De repente la madre de la niña le dice a su amiga:

—Ya verás, ahora se callará y al cabo de unos segundos, volverá a llorar.

Y así sucede. La visitante pide una explicación y la madre le cuenta:

—Le hemos enseñado a saludar a la Virgen del rellano y nunca se olvida, y claro no puede saludarla y llorar a la vez.

Los niños imitan a sus padres. Sus ojos son dos cámaras de televisión que graban y guardan lo que hacen sus padres. De adultos, no recordamos lo que nuestros padres nos decían, sino lo que vivían. La mejor catequesis familiar es la alegría de los padres, el amor con que se miran y se hablan, las miradas que papá y mamá lanzan a la imagen de María que está en la habitación…

Un niño capta que la Misa es el milagro más grande que sucede en el mundo, al ver cómo se preparan sus padres, cómo le visten y se visten ellos, con las mejores ropas, cómo le peinan y cómo se arreglan ellos, cómo sacan brillo a los zapatos, y cómo todo el día gira en torno a la Misa. La importancia del domingo les entra por los ojos al ver cómo ese día se festeja con una comida especial, muestra de la alegría de sabernos en manos de un Dios que es nuestro Padre.

Los primeros años son los mejores para introducir a los niños en el misterio de Dios. Cuando están descubriendo la vida envueltos en la sorpresa de los primeros deslumbres de la creación, cuando las preguntas sobre lo que son las cosas surgen continuamente de sus labios, cuando sus ojos se agrandan ante tanta belleza y tanta variedad, en esos primeros años están especialmente preparados para oír hablar de Dios, del misterio de Jesús, el Dios hecho hombre. No se extrañan, Para ellos, todo es «normal», porque todo es nuevo. Los niños tienen una gran capacidad de entender a Dios porque su alma no esta aún manchada, y por eso, aunque tienen las huellas del pecado original y pueden obrar mal, tienen un instinto más vivo que nosotros para Dios.

Los padres transmiten la fe en Dios cuando les cuentan a sus hijos la vida de Jesús, presentándoselo como quien es, una Persona viva, Dios hecho hombre, que muere en la Cruz por amor y resucita al tercer día y así nos salva. Los padres enseñan quién es Dios cuando les hacen ver a sus hijos que el amor que les tienen tiene su origen en Dios, que es amor.

Trabajo de capellán en un colegio de niñas. Enseñadas por sus madres, casi todas ex alumnas, aprenden que lo primero es ir a saludar a Jesús, que está vivo en el Sagrario. Y todas van, y hacen como pueden la genuflexión, y después besan los pies del Jesús en la Cruz que está cerca de la puerta. Algunas vuelven a ver a Jesús durante el recreo porque les atrae esa «cajita dorada» envuelta en un tenue velo, que preside el retablo. Una vez vi cómo una niña de tres años avanzaba decidida hacia el sagrario y se postraba de rodillas unos segundos ante Jesús. A su vuelta, le hice una señal para que se acercara y le pregunté:

—¿Te ha sonreído Jesús?

Y ella, sin inmutarse, como si le hubieran hecho una pregunta evidente, como tantas que hacen los adultos, contestó:

—Pues, claro.

Esa niña era hija de una mamá que visita con frecuencia a Jesús en el Sagrario.

Otro día unos padres me contaron que una compañera de su hija había fallecido en un accidente de tráfico. Los padres fueron a visitar a la familia con la niña y la niña vio a su compañera de pupitre muerta en el tanatorio. Al volver a casa la niña les espetó:

—Y yo, ¿por qué vivo?

Mientras el padre pensaba una respuesta razonada, la madre contestó:

—Porque Dios te ama. Has nacido del amor de papá y mamá y antes Dios te amó y te sigue amando; por eso vives.

La niña, ya serena, respondió:

—Vale.

Lo mejor es dedicarles tiempo y hablarles de Jesús, de que Dios es un Padre lleno de amor y ternura para con nosotros, de que la tierra y todo lo que hay en ella son regalos de Dios para sus hijos, el sol, las montañas, las plantas, los animales, las estrellas, la nieve, hablarles mucho de lo mucho que nos quiere Dios, tanto que ha querido quedarse con nosotros en el Sagrario, escondido en las apariencias de pan.

Todos los padres aprenden historias y cuentos para contarles. A través de ellos se les transmite la sabiduría de la vida, y también la vida cristiana. Entre esas historias, que esté muy presente la vida de Jesús y de la Virgen en Nazaret y después la vida pública de Jesús en Palestina, en Galilea y Judea. Con los más pequeños pueden ser de ayuda las vidas de Jesús con ilustraciones o videos. Así se despierta en ellos ya desde el comienzo de sus vidas la necesidad de agradecer todo a Dios: los papás, la comida, el sol, los animales, los árboles…

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Capellán del Colegio Montealto (Madrid, España)

Aprende el «Ave María» – Dinámica con caligrafía

Aprende el «Ave María» – Dinámica con caligrafía

Os presentamos esta dinámica para aprender el Ave María. Está dirigida a los niños más pequeños, en edad de despertar religioso y el objetivo es el aprendizaje de esta oración básica a Nuestra Señora a la vez que refuerzan el aprendizaje de la caligrafía… todo ello de forma amena y divertida coloreando la oración.

La manera más bonita de terminar esta dinámica sería la de leer (orar) y ofrecer cada trabajo terminado a la Virgen María; por ejemplo, llevando la oración a la iglesia el domingo y acompañado, además de los padres.

Podéis acceder a la lámina en tamaño real pulsando sobre la imagen y sobre su título.

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Aprende el «Ave María»

Aprende el «Ave María»

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Catequesis de san Juan Pablo II sobre la peregrinación a Fátima

Catequesis de san Juan Pablo II sobre la peregrinación a Fátima

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Deseo reflexionar hoy con vosotros sobre la peregrinación a Fátima, que el Señor me permitió realizar el viernes y el sábado de la semana pasada. Siguen vivas en mí las emociones que experimenté. Tengo ante mis ojos la inmensa muchedumbre que se reunió en la explanada frente al santuario, el viernes por la tarde, a mi llegada, y especialmente el sábado por la mañana para la beatificación de los pastorcitos Francisco y Jacinta. Una multitud llena de alegría y, al mismo tiempo, capaz de crear momentos de absoluto silencio y de intenso recogimiento.

Mi corazón rebosa de gratitud: por tercera vez, en la fiesta del 13 de mayo, fecha de la primera aparición de la Virgen en Cova de Iría, la Providencia me ha concedido ir en peregrinación a los pies de la Virgen, donde ella se manifestó a los tres pastorcitos, Lucía, Francisco y Jacinta, de mayo a octubre de 1917. Lucía vive aún, y una vez más he tenido la alegría de encontrarme con ella.

Expreso mi sincera gratitud al obispo de Fátima y a todo el Episcopado de Portugal por la preparación de esta visita y por la cordial acogida. Asimismo, renuevo mi saludo y mi agradecimiento al señor presidente, al primer ministro y a las demás autoridades portuguesas por las atenciones que me dispensaron, así como por el empeño que pusieron para el éxito de esta peregrinación apostólica.

2. Como sucedió en Lourdes, también en Fátima la Virgen eligió a unos niños, Francisco, Jacinta y Lucía, como destinatarios de su mensaje. Ellos lo acogieron tan fielmente que no sólo merecieron ser reconocidos como testigos creíbles de las apariciones, sino también se convirtieron ellos mismos en ejemplo de vida evangélica.

Lucía, la prima, algo mayor, y que vive aún, ha dado retratos significativos de los dos nuevos beatos. Francisco era un niño bueno, reflexivo, de espíritu contemplativo. Jacinta era viva, bastante susceptible, pero muy dulce y amable. Sus padres los habían educado en la oración, y el Señor mismo los atrajo más íntimamente hacia sí mediante la aparición de un ángel que, con un cáliz y una Hostia en las manos, les enseñó a unirse al sacrificio eucaristico para reparación de los pecados.

Esta experiencia los preparó para los sucesivos encuentros con la Virgen, la cual los invitó a orar asiduamente y a ofrecer sacrificios por la conversión de los pecadores. Con los dos pastorcitos de Fátima la Iglesia ha proclamado beatos a dos niños, porque, a pesar de que no fueron mártires, dieron muestras de vivir las virtudes cristianas en grado heroico, no obstante su tierna edad. Heroísmo de niños, pero verdadero heroísmo.

Su santidad no depende de las apariciones, sino de la fidelidad y del esmero con que correspondieron al don singular que recibieron del Señor y de María santísima. Después del encuentro con el ángel y con la hermosa Señora, rezaban el rosario varias veces al día, ofrecían frecuentes penitencias por el fin de la guerra y por las almas más necesitadas de la misericordia divina, y sentían el intenso deseo de «consolar» al Corazón de Jesús y al de María. Además, los pastorcitos tuvieron que sufrir las fuertes presiones de los que los impulsaban, con la fuerza y con terribles amenazas, a negarlo todo y a revelar los secretos recibidos. Pero ellos se animaban mutuamente, confiando en el Señor y en la ayuda de «aquella Señora», de la que Francisco decía: «Es nuestra amiga». Por su fidelidad a Dios, constituyen un luminoso ejemplo, para niños y adultos, de cómo conformarse de modo sencillo y generoso a la acción transformadora de la gracia divina.

3. Por consiguiente, mi peregrinación a Fátima fue una acción de gracias a María por lo que quiso comunicar a la Iglesia a través de estos niños y por la protección que me ha concedido durante mi pontificado: una acción de gracias que he querido renovarle simbólicamente con el don del precioso anillo episcopal que me regaló el cardenal Wyszyñski pocos días después de mi elección a la Sede de Pedro.

Al parecerme que los tiempos estaban maduros, he considerado oportuno hacer público el contenido de la así llamada tercera parte del secreto.

Me alegra haber podido orar en la capilla de las Apariciones, construida en el lugar donde la «Señora resplandeciente de luz» se manifestó en varias ocasiones a los tres niños y habló con ellos. Di gracias por lo que la divina misericordia ha realizado en el siglo XX, gracias a la intercesión materna de María. A la luz de las apariciones de Fátima, los acontecimientos de este período histórico tan convulso asumen una elocuencia singular. Por eso, no es dificil comprender mejor cuánta misericordia ha derramado Dios sobre la Iglesia y sobre la humanidad por medio de María. No podemos por menos de dar gracias a Dios por el testimonio valiente de tantos heraldos de Cristo que han permanecido fieles a él hasta el sacrificio de su vida. Además, me complace recordar aquí a niños y adultos, hombres y mujeres, que, según las indicaciones que dio la Virgen de Fátima, han ofrecido diariamente oraciones y sacrificios, sobre todo con el rezo del santo rosario y con la penitencia. A todos los quisiera recordar una vez más, dando gracias a Dios.

4. Desde Fátima se difunde por todo el mundo un mensaje de conversión y esperanza, un mensaje que, de acuerdo con la revelación cristiana, está profundamente insertado en la historia. Partiendo precisamente de las experiencias vividas, invita a los creyentes a orar con asiduidad por la paz en el mundo y a hacer penitencia para abrir los corazones a la conversión. Este es el Evangelio genuino de Cristo que vuelve a proponer a nuestra generación, particularmente probada por los acontecimientos pasados. La llamada que Dios nos ha comunicado mediante la Virgen santísima sigue siendo plenamente actual.

Acojamos, amadísimos hermanos y hermanas, la luz que viene de Fátima: dejémonos guiar por María. Que su Corazón inmaculado sea nuestro refugio y el camino que nos lleve a Cristo. Que los beatos pastorcitos intercedan por la Iglesia, para que prosiga con valentía su peregrinación terrena y anuncie con fidelidad constante el Evangelio de la salvación a todos los hombres.

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San Juan Pablo II: catequesis sobre su peregrinación apostólica a Fátima

Audiencia General del miércoles, 17 de mayo del año 2000

Dibujos para colorear y aprender la vida de la Virgen María

Dibujos para colorear y aprender la vida de la Virgen María

Os presentamos 24 láminas que muestran la vida completa de la Virgen María para realizar una catequesis en grupos grandes de niños. Que cada niño coloree una lámina y al terminar todos, colocados en orden, lean cada uno el texto de su dibujo y de esta manera reciten la vida de Nuestra Señora para que todo el grupo lo aprenda.

También se puede hacer un libro de dibujo con todas las láminas y que cada niño individualmente lo vaya coloreando sin prisas.

Nota: podéis obtener las imágenes en tamaño real pulsando directamente sobre el título o la imagen de cada capítulo.

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– DIBUJOS PARA COLOREAR LA VIDA DE LA VIRGEN MARÍA –


Vida María 1

Vida María 2

Vida María 3

Vida María 4

Vida Virgen María 1 Vida María 2 Vida María 3 Vida María 4

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Vida María 5

Vida María 6

Vida María 7

Vida María 8

Vida María 5 Vida María 6 Vida María 3 Vida María 8

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Vida María 9

Vida María 10

Vida María 11

Vida María 12

Vida María 9 Vida María 10 Vida María 11 Vida María 12

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Vida María 13

Vida María 14

Vida María 15

Vida María 16

Vida María 13 Vida María 14 Vida María 15 Vida María 16

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Vida María 17

Vida María 18

Vida María 19

Vida María 20

Vida María 17 Vida María 18 Vida María 19 Vida María 20

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Vida María 21

Vida María 22

Vida María 23

Vida María 24

Vida María 21 Vida María 22 Vida María 23 Vida María 24

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Dinámica original en el portal web Florida Center for Peace

Una gran devota de Nuestra Señora de Luján

Una gran devota de Nuestra Señora de Luján

En la historia de la Virgen de Luján hay una mujer que desempeña un papel excepcional: Doña Ana de Matos y Encinas.

¿Quién era?

En el testamento ella misma da sus datos personales:

«Yo, Doña Ana de Matos y Encinas, viuda del sargento mayor Marcos de Sequeira, natural de la Ciudad de Córdoba, en la provincia del Tucumán, hija legítima del Capitán Lázaro de Matos y de doña Francisca de Encinas, vecinos que fueron de dicha ciudad de Córdoba, y yo al presente de esta en Santísima Trinidad, Puerto de Buenos Aires, estando en mi entero juicio y entendimiento,! creyendo como creo verdaderamente en todo lo que tiene, confiesa, enseña y predica Nuestra! Madre Iglesia Católica, Romana, en cuya fe y creencia he vivido y quiero morir, otorgo mi testamento».

Era ella una mujer muy capaz; hace su testamento diciendo de dónde viene, quién es, dónde vive, que vivió en la fe católica y que quiere morir en la fe católica.

Se casó el 5 de marzo de 1630, para el mes en que llega la Virgen de Luján a Buenos Aires. Su esposo era, en aquella época, uno de los vecinos más ricos y nombrados de la ciudad de Buenos Aires; sirvió al Rey en cargos de importancia; en Buenos Aires fue Alcalde Ordinario. Recibió mercedes de tierras; entre ellas, en Arrecifes y en Luján. Falleció el 15 de diciembre de 1643. Ana de Matos Quedó viuda, pero volvió a casarse v tuvo tres hijos: Juan Bautista, Gregorio y María.


Virgen de LujánDevota de la Virgen

Los documentos también nos hablan del papel singular que le toca a esta mujer en la historia de Luján. Es muy importante porque ella es la que cuenta esta historia -de la cual fue contemporánea- al primer historiador de la Virgen, el padre mercedario Pedro Nolasco de Santa María. Este padre mercedario en 1737 relata lo sucedido de esta manera:

«Por ser mucha la frecuencia de devotos, que acudían, movidos de sus muchos milagros -los de la Virgen- y no tener en dicha estancia de Rosendo dónde albergarse, pidió una señora, a quien yo conocí, llamada Doña Ana de Matos, le diesen dicha Imagen de Nuestra Señora, que la llevaría a su hacienda, que estaba en dicho río Luján; y con efecto se la dejaron llevar, y colocola en un Oratorio, también pequeño, donde conocí a dicha imagen».

Y de allí también le viene el conocimiento al otro historiador de la Virgen, Francisco José Maqueda, que en 1812 escribe:

«Padecían los peregrinos algún desconsuelo por no haber en aquel paraje casa, ni rancho donde poderse hospedar y frecuentar las visitas. Deseosa de remediar esta necesidad y ansiosa de que se aumentasen los cultos a la Purísima Madre, cierta señora llamada Doña Ana de Matos, viuda que era del sargento mayor don Marcos de Sequeira, pidió al heredero del dicho Rosendo, le concediese dicha imagen, asegurándole la cuidaría y le haría Capilla en su estancia. No tuvo mucha dificultad en condescender a la propuesta el Maestro Oramas, porque se persuadía que los concurrentes a la Capilla le robaban el ganado de la estancia, y dicha señora Doña Ana correspondió agradecida en darle alguna gratificación, no menos que doscientos pesos. Llevose, pues, la Santa Imagen a su casa, y colocola en un cuarto decente con ánimo de edificarle en breve Capilla pública».

Ana de Matos cumplió con su promesa de levantarle capilla. Así lo afirma el historiador Santa María:

«Se pusieron a fabricar la Capilla, como en efecto fabricaron la que hasta hoy permanece, y haciendo dicha señora Doña Ana de Matos donación de la tierra, que constará de sus instrumentos».

Todo esto lo podemos confirmar con el testimonio de la misma Ana de Matos. Efectivamente, en su testamento relata el hecho, y con mayor amplitud lo hace en la escritura de donación de tierras, que felizmente pudo ser descubierta no hace mucho tiempo, entre los protocolos del Archivo General de la Nación. Allí se lee:

«Porque he tenido y tengo mucho amor y devoción a la advocación de Nuestra Señora de Limpia Concepción y a su Santa Imagen, que ha estado colocada en las tierras de dicha mi estancia de Luján, en Capilla separada, la cual se ha determinado fabricar de nuevo con más decencia y capacidad, y para que con fervor y perpetua permanencia pueda conseguirse lo referido, otorgo a dicha Santa Imagen el sitio que necesitare para fábrica de dicha su Capilla, con más una cuadra de sitio en contorno a ella, y asimismo le hago donación de un cuarto de legua de tierras sobre el dicho río de la otra banda, para que las sementeras y lo demás que fuere conveniente para la conservación y aumento de este Santuario; porque así es mi voluntad. Y esta donación hago con calidad y condición de que dicha Capilla y la Santa Imagen ha de estar perpetuamente en dichas tierras de mi estancia de Luján, y en caso que suceda el trasmutar dicha Santa Imagen a otro paraje, es mi voluntad que quede revocada esta donación de tierras, y entren en su derecho mis herederos, cobrando asimismo la dicha Santa Imagen de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, respecto de haberla adquirido con mi dinero, de mano del Maestro Juan de Oramas Filiano, Cura Rector que al presente es de esta ciudad».

La escritura está fechada el 2 de octubre de 1682.

Gracias a la generosidad de Doña Ana de Matos hemos conocido a la Virgen de Luján miles de devotos. Ya desde niños aprendimos a amarla y reconocemos tantas gracias que nos ha hecho a nosotros. De manera especial quiero decir que aún siendo seminarista siempre le pedí a Ella la gracia de poder orientar muchas vocaciones. Por eso, las vocaciones, el que podamos tener tantas vocaciones, es una gracia que le atribuyo a la Virgen de Luján.

Es digno destacar la previsión de esta mujer. Tantas veces se hace el bien, pero no se hace «bien» el bien. Ella podría haber donado, por ejemplo, y no poner el cargo, entonces se le podría haber ocurrido a lo mejor a algún obispo o a algún sacerdote llevar la imagen de la Virgen de Luján;! a Buenos Aires o a otro lugar. Pero ella, era una mujer previsora. La Imagen debería quedarse en esas tierras.

Aprendamos de ella a vivir de tal manera que podamos morir bien. Murió recibiendo los sacramentos. El 16 de setiembre de 1697 hacía doña Ana de Matos su testamento, que firma de puño y letra, a pesar de estar en una edad muy avanzada. Solicita en este testamento la mediación de María Santísima, su Madre, para alcanzar la salvación, e invoca por intercesores la protección de Santa Ana, su patrona; del Ángel de la Guardia, del arcángel San Miguel, y la de los Santos Pedro y Pablo, con los demás de la Corte Celestial y pide humildemente que su cuerpo «sea sepultado en la Iglesia del Seráfico Patriarca San Francisco con el hábito y mortaja de su Orden, y sepultado en la Capilla Mayor en la parte y lugar donde fue enterrado mi marido Marcos del Sequeira».

Pidamos en la fiesta de Nuestra Señora de Luján, por Argentina. Ella es la Patrona. A Ella ha sido consagrada la Patria argentina de manera solemne años atrás por un presidente de la Nación que actuó como cabeza de la sociedad civil.

De tal manera que, a pesar de los grandes problemas que tiene nuestra Patria, siempre hay una luz encendida: ¡la consagración a la Santísima Virgen! Y también demos gracias a Dios por todas las bendiciones que nos ha concedido por medio de la Virqen de Luján.

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Enlace al artículo original


La hija de la Virgen María

La hija de la Virgen María

A la entrada de un extenso bosque vivía un leñador con su mujer y un solo hijo, que era una niña de tres años de edad; pero eran tan pobres que no podían mantenerla, pues carecían del pan de cada día. Una mañana fue el leñador muy triste a trabajar y cuando estaba partiendo la leña, se le presentó de repente una señora muy alta y hermosa que llevaba en la cabeza una corona de brillantes estrellas, y dirigiéndole la palabra le dijo:

—Soy la señora de este país; tú eres pobre miserable; tráeme a tu hija, la llevaré conmigo, seré su madre y tendré cuidado de ella.

El leñador obedeció; fue a buscar a su hija y se la entregó a la señora, que se la llevó a su palacio.

La niña era allí muy feliz: comía bizcochos, bebía buena leche, sus vestidos eran de oro y todos procuraban complacerla.

Cuando cumplió los catorce años, la llamó un día la señora, y la dijo:

—Querida hija mía, tengo que hacer un viaje muy largo; te entrego esas llaves de las trece puertas de palacio, puedes abrir las doce y ver las maravillas que contienen, pero te está prohibido tocar a la decimotercia que se abre con esta llave pequeña; guárdate bien de abrirla, pues te sobrevendrían grandes desgracias.

La joven prometió obedecer, y en cuanto partió la señora comenzó a visitar las habitaciones; cada día abría una diferente hasta que hubo acabado de ver las doce; en cada una se hallaba el sitial de un rey, adornado con tanto gusto y magnificencia que nunca había visto cosa semejante. Llenábase de regocijo, y los pajes que la acompañaban se regocijaban también como ella. No la quedaba ya más que la puerta prohibida, y tenía grandes deseos de saber lo que estaba oculto dentro, por lo que dijo a los pajes que la acompañaban.

—No quiero abrirla toda, mas quisiera entreabrirla un poco para que pudiéramos ver a través de la rendija.

—¡Ah! no dijeron los pajes, sería una gran falta, lo ha prohibido la señora y podría sucederte alguna desgracia. La joven no contestó, pero el deseo y la curiosidad continuaban hablando en su corazón y atormentándola sin dejarla descanso. Apenas se marcharon los pases, dijo para sí:

—Ahora estoy sola, y nadie puede verme.

Tomó la llave, la puso en el agujero de la cerradura y la dio vuelta en cuanto la hubo colocado. La puerta se abrió y apareció, en medio de rayos del más vivo resplandor, la estatua de un rey magníficamente ataviada; la luz que de ella se desprendía la tocó ligeramente en la punta de un dedo y se volvió de color de oro. Entonces tuvo miedo, cerró la puerta muy ligera y echó a correr, pero continuó teniendo miedo a pesar de cuanto hacía y su corazón latía constantemente sin recobrar su calma habitual; y el color de oro que quedó en su dedo no se quitaba a pesar de que todo se la volvía lavarse.

Al cabo de algunos días volvió la señora de su viaje, llamó a la joven y la pidió las llaves de palacio; cuando se las entregaba la dijo:

—¿Has abierto la puerta decimatercera?

—No, la contestó.

La señora puso la mano en su corazón, vio que latía con mucha violencia y comprendió que había violado su mandato y abierto la puerta prohibida. Díjola sin embargo otra vez.

—¿De veras no lo has hecho?

—No, contestó la niña por segunda vez.

La señora miró el dedo, que se había dorado al tocarle la luz; no dudó ya de que la niña era culpable y la dijo por tercera vez:

—¿No lo has hecho?

—No, contestó la niña por tercera vez. La señora la dijo entonces:

—No me has obedecido y has mentido, no mereces estar conmigo en mi palacio.

La joven cayó en un profundo sueño y cuando despertó estaba acostada en el suelo, en medio de un lugar desierto.

Quiso llamar, pero no podía articular una sola palabra; se levantó y quiso huir, mas por cualquiera parte, que lo hiciera, se veía detenida por un espeso bosque que no podía atravesar. En el círculo en que se hallaba encerrada encontró un árbol viejo con el tronco hueco que eligió para servirla de habitación. Allí dormía por la noche, y cuando llovía o nevaba, encontraba allí abrigo. Su alimento consistía en hojas y yerbas, las que buscaba tan lejos como podía llegar.

Durante el otoño reunía una gran cantidad de hojas secas, las llevaba al hueco y en cuanto llegaba el tiempo de la nieve y el frío, iba a ocultarse en él. Gastáronse al fin sus vestidos y se la cayeron a pedazos, teniendo que cubrirse también con hojas. Cuando el sol volvía a calentar, salía, se colocaba al pie del árbol y sus largos cabellos la cubrían como un manto por todas partes. Permaneció largo tiempo en aquel estado, experimentando todas las miserias y todos los sufrimientos imaginables.

Un día de primavera cazaba el rey del país en aquel bosque y perseguía a un corzo; el animal se refugió en la espesura que rodeaba al viejo árbol hueco; el príncipe bajó del caballo, separó las ramas y se abrió paso con la espada. Cuando hubo conseguido atravesar, vio sentada debajo del árbol a una joven maravillosamente hermosa, a la que cubrían enteramente sus cabellos de oro desde la cabeza hasta los pies. La miró con asombro y la dijo:

—¿Cómo has venido a este desierto?

Mas ella no le contestó, pues le era imposible despegar los labios. El rey añadió, sin embargo.

—¿Quieres venir conmigo a mi palacio?

Le contestó afirmativamente con la cabeza. El rey la tomó en sus brazos; la subió en su caballo y se la llevó a su morada, donde la dio vestidos y todo lo demás que necesitaba, pues aun cuando no podía hablar, era tan bella y graciosa que se apasionó y se casó con ella.

Había trascurrido un año poco más o menos, cuando la reina dio a luz un hijo; por la noche, estando sola en su cama, se la apareció su antigua señora, y la dijo así:

—Si quieres contar al fin la verdad, y confesar que abriste la puerta prohibida, te abriré la boca y te volveré la palabra, pero si te obstinas e insistes en el pecado e insistes en mentir, me llevaré conmigo tu hijo recién nacido. Entonces pudo hablar la reina, pero dijo solamente:

—No, no he abierto la puerta prohibida.

La señora la quitó de los brazos su hijo recién nacido y desapareció con él. A la mañana siguiente, como no encontraban el niño, se esparció el rumor entre la servidumbre de palacio de que la reina era ogra y le había matado. Todo lo oía y no podía contestar, pero el rey la amaba con demasiada ternura para creer lo que se decía de ella. Trascurrido un año, la reina tuvo otro hijo; la señora se la apareció de nuevo por la noche y la dijo.

—Si quieres confesar al fin que has abierto la puerta prohibida te volveré a tu hijo, y te desataré la lengua, pero si te obstinas en tu pecado y continúas mintiendo, me llevaré también a este otro hijo.

La reina contestó lo mismo que la vez primera:

—No, no he abierto la puerta prohibida.

La señora cogió a su hijo en los brazos y se le llevó a su morada. Por la mañana cuando se hizo público que el niño había desaparecido también, se dijo en alta voz habérsele comido la reina y los consejeros del rey pidieron que se la procesase; pero la amaba con tanta ternura que les negó el permiso, y mandó no volviesen a hablar más de este asunto bajo pena de la vida.

Al año tercero la reina dio a luz una hermosa niña, y la señora se presentó también a ella durante la noche, y la dijo:

—Sígueme.

La cogió de la mano, la condujo a su palacio, y la enseñó a sus dos primeros hijos, que la conocieron y jugaron con ella, y como la madre se alegraba mucho de verlos, la dijo la señora:

—Si quieres confesar ahora que has abierto la puerta prohibida, te volveré a tus dos hermosos hijos.

La reina contestó por tercera vez:

—No, no he abierto la puerta prohibida.

La señora la volvió a su cama, y la tomó su tercera hija. A la mañana siguiente, viendo que no la encontraban, decían todos los de palacio a una voz:

—La reina es ogra, hay que condenarla a muerte.

El rey tuvo en esta ocasión que seguir el parecer de sus consejeros; la reina compareció delante de un tribunal y como no podía hablar ni defenderse, fue condenada a morir en una hoguera. Estaba ya dispuesta la pira, atada ella al palo, y la llama comenzaba a rodearla, cuando el arrepentimiento tocó a su corazón.

—Si pudiera, pensó entre sí, confesar antes de morir que he abierto la puerta…

Y exclamó:

—Sí, señora, soy culpable.

Apenas se la había ocurrido este pensamiento, cuando comenzó a llover y se la apareció la señora, llevando a sus lados los dos niños que la habían nacido primero y en sus brazos la niña que acababa de dar a luz, y dijo a la reina con un acento lleno de bondad:

—Todo el que se arrepiente y confiesa su pecado es perdonado.

La entregó sus hijos, la desató la lengua y la hizo feliz por el resto de su vida.

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Jacob Grimm (autor).

Wilhelm Grimm (coautor).

José S. Viedma (traductor).

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Original en Cervantes virtual


Vida de la Virgen María – Dinámica audiovisual

Vida de la Virgen María – Dinámica audiovisual

Os proponemos la visualización de alguna o de todas estas producciones audiovisuales que enseñan la vida de Nuestra Señora (la última es una narración con fondo musical que bien podéis leer a los niños).

Os recomendamos tener a mano un catecismo infantil para responder posibles preguntas y fijar conocimientos; por ejemplo, el catecismo «Jesús es el Señor» de la Conferencia Episcopal Española dedica el Capítulo 9 exclusivamente a María.

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La Virgen, tu madre

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La Virgen María

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Vida de la Virgen María

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