Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras de la Iglesia

Principio de catolicidad

Todos los cristianos, presentes en las Iglesias particulares, no han de perder de vista la universalidad del pueblo de Dios al que pertenecen y al que están llamados a formar parte todos los hombres. Juntamente con el Sumo Pontífice y bajo su autoridad se ha de mirar por el bien común de toda la Iglesia. De aquí se derivan, entre las diversas Iglesias, unos vínculos de íntima comunicación de bienes en lo que respecta a riquezas espirituales, operarios apostólicos y ayudas temporales (cf. LG 13).


Principio del bien común

El bien común de la Diócesis prevalece sobre el bien particular, tanto de las comunidades que la integran, como de las personas que la encarnan. Para determinar este bien común, bajo la guía del Obispo ha de conocerse la situación de la diócesis, recurriendo al consejo de los fieles en sus distintos estados y situaciones y valiéndose de los procedimientos técnicos actuales.


Principio de unidad

Bajo el cuidado del Obispo, principio y fundamento visible de la unidad de la Iglesia, se ha de velar por la unidad de la comunidad cristiana. Esta unidad admite legítimas diversidades, que al Obispo corresponde discernir.


Principio de corresponsabilidad

Todos los cristianos, tanto singularmente como asociados entre ellos, tienen el derecho y el deber de colaborar en la misión de la Iglesia, según la propia vocación y los dones del Espíritu Santo. Se ha de reconocer y preservar la sana multiplicidad de iniciativas, y la justa libertad de los individuos y de los grupos, animándolos a que asuman conscientemente las tareas de colaboración eclesial que hayan aceptado de sus pastores.


Principio de subsidiariedad

Los responsables no han de concentrar en su persona todo el quehacer. Deben saber compartir las responsabilidades con otros colaboradores y ser respetuosos de las legítimas competencias de cada uno.


Principio de coordinación

Mientras, por una parte, se ha de estimular, animar y acrecentar las fuerzas que operan en la diócesis, estas deben ser coordinadas entre sí bajo la legítima autoridad; así se evitan dispersiones dañinas, repeticiones inútiles y discordias destructivas.


Principio de idoneidad

La elección de los colaboradores, debe estar animada por criterios sobrenaturales. Prioritariamente se ha de mirar el bien del pueblo, respetando la dignidad de las personas y utilizando su capacidad en el modo más justo y útil posible, asignando la persona idónea para el puesto adecuado.


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Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: características de las estructuras eclesiales

Las estructuras de la Iglesia diocesana: características de las estructuras eclesiales

Consistencia

Las estructuras tienen su consistencia en Cristo. «El mantiene en el mundo a su Iglesia Santa» (LG 8) y mediante el Espíritu Santo le sigue comunicando la verdad y la vida. Cristo es el que da vida a la Iglesia y la constituye en sacramento de salvación para todo el género humano. «Solamente Cristo es el mediador y el camino de salvación, presente a nosotros en su cuerpo, que es la Iglesia» (LG 14). Cualquier estructura desconectada de Cristo en su origen, o si no lleva a Cristo como finalidad, se convierte en algo vacío y carente de sentido. No tiene otros ideales ni se le ha encomendado otra misión, que la de comunicar a los hombres la buena nueva de la salvación realizada por Cristo.


Organización

Las estructuras responden a una Iglesia organizada y Jerárquica. La Iglesia no es una reunión que nace de la voluntad de los que creen en Cristo y actúan espontáneamente, sino que «ha sido establecida y organizada en este mundo como una sociedad, que subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él» (LG 8).


Humildad y pobreza

Son estructuras de una Iglesia peregrina que, en su vida y en su talante, están al servicio de la comunión y de la misión que Cristo efectuó en pobreza, humildad, sacrificio, obediencia y servicio abnegado; de modo que «aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo» (LG 8).


Transparencia

Las estructuras han de ser lo más transparentes y sencillas posibles para que dejen percibir que sólo son medios al servicio de la comunión del hombre con Dios.


Servicio y solidaridad

Servidora y solidaria como instrumento y prolongación de Cristo que «fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos para buscar y salvar lo que estaba perdido; así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana […], se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo» (LG 8).


Trascendencia

No busca su fuerza en su perfecto entramado o en la calidad o cantidad de las personas que la integran, sino en la fuerza del Espíritu Santo, la presencia de Cristo, la perseverancia en la Oración y en la comunión fraterna (Hch 42,46). Las estructuras, por tanto, valen en la medida en que cumplen la doble tarea de respuesta a la llamada de Dios y de testimonio ante los hombres. Trascendencia y encarnación son elementos esenciales y constituyentes, no solo de la estructura personal de Cristo, sino de cualquier estructura que se derive de Él y de su mensaje.


Revisión

Las estructuras nunca podrán ser un fin sí mismas. Por ello, necesitan de una constante revisión y renovación, ya que «la Iglesia encierra en su seno a pecadores y, siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación» (LG 8). Como estructuras humanas, están expuestas a la rutina, la decadencia, el cansancio, así como a la suficiencia y satisfacción narcisista en las mismas.

Sin embargo, aunque la revisión es una necesidad permanente, no puede constituirse en un ídolo que acapare la atención primordial del cristiano. Ante este deber, podríamos tener en cuenta las líneas señaladas por el teólogo Congar al respecto: «Primacía de la caridad y de lo pastoral; permanencia en la comunión; la paciencia y el respeto en las demoras; el retorno al principio de la tradición, no el retorno a la introducción de una novedad mediante una adaptación mecánica».

Nuestra fidelidad a Cristo ha de situarnos ante las siguientes preguntas: ¿Qué mediaciones son las que dan cuerpo verdadero a nuestra fidelidad a Cristo?; es decir, ¿cuáles son los signos, las cosas, los hechos a través de los cuales podemos descubrir la comunión ofrecida y mantenida ininterrumpidamente por Dios para con los hombres? ¿Cuáles son los signos, las cosas, los hechos mediante los cuales acogemos esa comunión establecida y testimoniamos nuestra permanencia en ella, es decir nuestra fidelidad a Él? ¿A través de qué acciones y formas de inserción en el mundo podemos seguir siendo testigos de Cristo?

Como han dicho los obispos de la Conferencia Episcopal Española: «Es necesario que en todas partes surja una mentalidad nueva, una visión abierta y comprensiva de la Iglesia que abarque toda su realidad y en la que todos encuentren su sitio y función. Necesitamos promover estructuras representativas, previstas y alentadas por el Concilio Vaticano II que faciliten la incorporación y la articulación de los diferentes sectores y de las numerosas instituciones en la unidad variada y viviente de la única Iglesia. Y esto, desde los niveles básicos de la parroquia, hasta los más amplios de la Diócesis» (TDV 47).


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Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: la Encarnación de Cristo ilumina el sentido

La Encarnación de Cristo ilumina el sentido de las estructuras. Por eso, a la Iglesia «se la compara, por una notable analogía, al misterio del Verbo Encarnado, pues así como la naturaleza asumida sirve al Verbo Divino como instrumento vivo de salvación unido indisolublemente a Él, de modo semejante la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el acrecentamiento de su cuerpo» (LG 8). Las estructuras de la Iglesia son una consecuencia más de la Encarnación. Cristo prolonga su presencia entre nosotros por medio de la Iglesia. La Iglesia realiza su misión, encarnándose en el espacio y en el tiempo; es decir, su misión está unida a la historia de la humanidad. Que nuestra fidelidad a Él en toda su radical seriedad, haya de pasar por las fidelidades diminutas de tantas concreciones, no es mayor escándalo que el que la comunión absoluta de Dios con los hombres sólo fuera reconocible a través de un hombre, Jesús de Nazaret, que estaba condicionado por una raza, una herencia familiar y cultural y que vivió una vida determinada. «¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María? […] y se escandalizaban de Él» (Mt 13,55.57).


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Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: Cristo, realizador del proyecto del Padre

Este proyecto querido desde toda la eternidad (Rom 8, 29) y destinado a todos los hombres (1Tim 2,4) lo lleva a cabo por medio de Jesucristo su Hijo, el Verbo hecho carne. Su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue el instrumento de nuestra salvación. Esta obra de redención Cristo la realizó con sus palabras, sus obras… y «principalmente por el misterio pascual de su Bienaventurada Pasión y Resurrección de entre los muertos» (SC 5). Así, tenemos acceso al Padre por medio de nuestro Señor Jesucristo.

La Iglesia, pues, nace como el ámbito en el que el Señor Jesús, mediante su Espíritu, sus signos y su palabra, hace transparente y contemporánea la fidelidad de Dios, invitando a los hombres a la comunión con Él. El cristiano, por tanto, es aquel que vive la comunión con Dios Padre en su comunión con Jesús, mediante su comunión con los hermanos, que prolongan la experiencia de su encuentro con Él, en la proclamación de la Palabra y la fracción del Pan Eucarístico, dejándose conducir por el Espíritu Santo.

La fidelidad a Cristo pasa por la fidelidad a la Iglesia y toma cuerpo en las estructuras que ella se ha ido creando para dar cumplimiento al mandato del Señor. Cristo, único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia Santa. De modo que la asamblea visible y la comunidad espiritual «no deben ser consideradas como dos realidades distintas, sino que más bien forman una realidad compleja que está integrada de un elemento humano y otro divino» (LG 8).


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Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: la Iglesia, manifestación y cumplimiento de la fidelidad

La Iglesia misma, con su estructuración, aparece ante el mundo como la realización y revelación de la eterna fidelidad de Dios que «decretó elevar a todos los hombres a participar de su vida divina…» (LG 2). El, antes de todos los siglos, estableció convocar a todos los hombres en la Santa Iglesia, prefigurada en la creación, preparada con el pueblo de Israel, constituida en los tiempos definitivos, manifestada por la efusión del Espíritu Santo y destinada a consumarse gloriosamente al final de los tiempos (cf. LG 2).


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Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: contempladas desde la fidelidad del cristiano

La esencia y el dinamismo de la vida del cristiano se fundamentan en la fidelidad como respuesta permanente a la llamada del Señor que le invita, por los caminos que Él ha establecido, a vivir en comunión con Él y a trabajar por su Reino.

La fidelidad es aquel talante o disposición del alma que incita al hombre a mantener la comunión que ha instaurado con otra persona, a llevar a efecto la promesa hecha, a realizar el encargo libremente aceptado y a no retirar la palabra dada.

Los cristianos, desde los primeros tiempos eligieron muy pronto para sí el apelativo de «fieles», que reflejaba su identidad. Por la fe, se fiaban de Jesús y se sometían al plan de vida comunitario establecido e inaugurado por Él.

La fidelidad del cristiano hoy se sitúa de tal manera que «al mismo tiempo que sabe ser fiel a la verdad recibida de Cristo, debe serlo también para estar atento a los signos de los tiempos… y de insertar el mensaje cristiano en las corrientes de pensamiento, de palabra, de cultura, de costumbres, de tendencias de la humanidad, tal como hoy se vive y se agita sobre la faz de la tierra» (cf. ES 27).


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Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

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Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: introducción teológico-pastoral

A los ojos de todos, creyentes o no, la Iglesia aparece como una amplia institución, de alcance universal, con una determinada concretización local; con sus propios criterios, su organización, sus ritos, leyes, símbolos, disciplina y tradiciones, que configuran su propia identidad.

Estos elementos conforman el entramado que podríamos considerar como la estructura de la Iglesia, que al tiempo que le dan su propia configuración visible, contiene los instrumentos aptos para que ella pueda cumplir su misión de ser «signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG l); es decir, están al servicio de la comunión y de la misión de la Iglesia.

El fiel y correcto uso de sus estructuras ha sido objeto de continua reflexión de la Iglesia a lo largo de su historia; de modo especial, en sus momentos fuertes de reflexión renovadora: Concilios, Sínodos… El Concilio Vaticano II sometió a profunda revisión las distintas estructuras de la Iglesia, imprimiendo en ellas un espíritu de renovación y adaptación a los tiempos presentes.


Actitudes ante las estructuras

No obstante, en el seno de la misma Iglesia se observan a veces algunas actitudes incorrectas. Mientras algunos, por una parte mantienen una actitud de menosprecio en relación con las estructuras, considerándolas como elementos adheridos al ser de la Iglesia, que impiden el auténtico seguimiento evangélico de Cristo y condicionan el dinamismo del Reino de Dios; otros, les atribuyen un valor absoluto identificándola, sin más, con la misma Iglesia y ponen toda su confianza apostólica en un perfecto entramado de unas estructuras robustas y consistentes por si mismas.

Por último, se encuentran aquellos que, desde su amor a la Iglesia y su compromiso como miembros de la misma, se esfuerzan, con mayor o menor acierto, por conseguir una renovación total, o en algunos de sus aspectos, para adaptarlas al querer de Cristo en cada situación concreta.

El cristiano ha de tener el adecuado conocimiento de las estructuras eclesiales, pues la autenticidad de su vida cristiana y la eficacia de su labor apostólica, depende, en gran parte, del recto uso que haga de las mismas estructuras.

Las estructuras que hoy presenta la Iglesia, están integradas, por una parte, por elementos esenciales que configuran su naturaleza en todo tiempo y lugar, como son la Palabra de Dios, los Sacramentos, el Ministerio Apostólico… Su existencia obedece a la voluntad de Cristo que dio a la Iglesia una determinada constitución. Frente a ellas, la única postura posible para un cristiano es intentar comprenderlas y asumirlas con verdadera fidelidad. Cuanto más y mejor se penetre en las estructuras legadas por Cristo, mayor capacidad se tiene para discernir sobre el valor relativo de las otras estructuras eclesiales.

Por otra parte, la Iglesia está integrada por elementos que han ido surgiendo a lo largo del tiempo por voluntad de los hombres, atendiendo al empuje del Espíritu Santo que «rejuvenece a la Iglesia y la renueva incesantemente»(LG 4), y a las instancias culturales, psicológicas u ocasionales del lugar y del tiempo en que la Iglesia desarrolla su cometido. Respecto a estas, existe entre ellas un valor diferente. Unas han sido introducidas como un modo de explicitar los elementos esenciales de la Iglesia, mediante la intervención solemne y oficial de su Jeraquía; otras obedecen a situaciones circunstanciales de tiempo y lugar, con un valor transitorio. Ante ellas el cristiano ha de tener una actitud de «asimilación y discernimiento», siempre desde un espíritu de amor a la Iglesia, disponibilidad de colaboración, autocrítica, y paciencia en los procesos de transformación.


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Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)


Las estructuras de la Iglesia diocesana: principios que deben estar presentes en las estructuras

Las estructuras de la Iglesia diocesana: índice general

La Iglesia es labranza, o arada de Dios (cf. 1 Co 3,9). En ese campo crece el vetusto olivo, cuya raíz santa fueron los patriarcas, y en el cual se realizó y concluirá la reconciliación de los judíos y gentiles (cf. Rm 11,13- 26). El celestial Agricultor la plantó como viña escogida (cf. Mt 21,33-34 par.; cf. Is 5,1 ss). La verdadera vid es Cristo, que comunica vida y fecundidad a los sarmientos, que somos nosotros, que permanecemos en El por medio de la Iglesia, y sin El nada podemos hacer (cf. Jn 15,1-5).

Lumen Gentium, Constitución Dogmática sobre la Iglesia

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Las estructuras de la Iglesia diocesana: índice general

Introducción teológico-pastoral
Contempladas desde la fidelidad del cristiano
La Iglesia, manifestación y cumplimiento de la fidelidad de Dios
Cristo, realizador del proyecto del Padre
La Encarnación de Cristo ilumina el sentido de las estructuras
Características de las estructuras eclesiales
Principios que deben estar presentes en las estructuras de la Iglesia
Niveles estructurales
Organismos de colaboración con el obispo (I)
Organismos de colaboración con el obispo (II)
Organismos de colaboración con el obispo (III)
Organismos de colaboración con el obispo (IV)


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Obra original:  extracto del Libro del Sínodo, tema 11

Fuente original: Diócesis de san Cristóbal de la Laguna, Tenerife (España)

San José Pignatelli, restaurador de los Jesuitas, con recursos audiovisuales

San José Pignatelli, restaurador de los Jesuitas, con recursos audiovisuales

El mérito especial de este santo fue el de conservar lo que quedaba de la Compañía de Jesús (que es la Comunidad religiosa más numerosa en la Iglesia Católica) y tratar de que los religiosos de esa comunidad pudieran sobrevivir, a pesar de una terrible persecución.

De familia italiana, nació en Zaragoza (España) en 1737. Se hizo jesuita y empezó a trabajar en los apostolados de su Comunidad, especialmente en enseñar catecismo a los niños y a los presos.

En 1767 la masonería mundial se puso de acuerdo para pedir a todos los gobernantes que expulsaran de sus países a los Padres Jesuitas. El rey Carlos III de España obedeció las órdenes masónicas y declaró que de España y de todos los territorios de América que dependían de ese país quedaban expulsados los jesuitas. Con este decreto injusto le hizo un inmenso mal a muchas naciones y a la Santa Iglesia Católica.

El Padre José Pignatelli y su hermano, que eran de familia de la alta clase social, recibieron la oferta de poder quedarse en España pero con la condición de que se salieran de la Compañía de Jesús. Ellos no aceptaron esto y prefirieron irse al destierro. Se fueron a la Isla de Córcega, pero luego los franceses invadieron esa isla y de allá también los expulsaron.

En 1774 Clemente XIV por petición de los reyes de ese tiempo dio un decreto suprimiendo la Compañía de Jesús. Como efecto de ese Decreto 23,000 jesuitas quedaron fuera de sus casas religiosas.

San José PignatelliEl Padre Pignatelli y sus demás compañeros, cuando oyeron leer el terrible decreto exclamaron: «Tenemos voto de obediencia al Papa. Obedecemos sin más, y de todo corazón».

Durante los 20 años siguientes la vida del Padre José y la de los demás jesuitas será de tremendos sufrimientos. Pasando por situaciones económicas sumamente difíciles (como los demás jesuitas dejados sin su comunidad), pero siempre sereno, prudente, espiritual, amable, fiel.

Se fue a la ciudad de Bolonia y allí estuvo dedicado a ayudar a otros sacerdotes en sus labores sacerdotales, y a coleccionar libros y manuscritos relacionados con la Compañía de Jesús y a suministrar ayuda a sus compañeros de religión. Muchos de ellos estaban en la miseria y si eran españoles no les dejaban ni siquiera ejercer el sacerdocio. Un día al pasar por frente a una obra del gobierno, alguien le dijo que aquello lo habían construido con lo que les habían quitado a los jesuitas, y Pignatelli respondió: «Entonces deberían ponerle por nombre «Haceldama», porque así se llamó el campo que compraron con el dinero que Judas consiguió al vender a Jesús.

Cuando los gobiernos de Europa se declaraban en contra de los jesuitas, la emperatriz de Rusia, Catalina, prohibió publicar en su país el decreto que mandaba acabar con la Compañía de Jesús, y recibió allá a varios religiosos de esa comunidad. El Padre Pignatelli con permiso del Papa Pío VI se afilió a los jesuitas que estaban en Rusia y con la ayuda de ellos empezó a organizar otra vez a los jesuitas en Italia. Conseguía vocaciones y mandaba los novicios a Rusia y allá eran recibidos en la comunidad. El jefe de los jesuitas de Rusia lo nombró provincial de la comunidad en Italia, y el Papa Pío VII aprobó ese nombramiento. Así la comunidad empezaba a renacer otra vez, aunque fuera bajo cuerda y en gran secreto.

El Padre Pignatelli oraba y trabajaba sin descanso por conseguir que su Comunidad volviera a renacer. En 1804 logró con gran alegría que en el reino de Nápoles fuera restablecida la Compañía de Jesús. Fue nombrado Provincial. Con las generosas ayudas que le enviaban sus familiares logró restablecer casas de Jesuitas en Roma, en Palermo, en Orvieto y en Cerdeña.

Ya estaba para conseguir que el Sumo Pontífice restableciera otra vez la Compañía de Jesús, cuando Napoleón se llevó preso a Pío VII al destierro.

El Padre Pignatelli murió en 1811 sin haber logrado que su amada Comunidad religiosa lograra volver a renacer plenamente, pero tres años después de su muerte, al quedar libre de su destierro el Papa Pío VII y volver libre a Roma, decretó que la Compañía de Jesús volvía a quedar instituida en todo el mundo, con razón Pío XI llamaba a San José Pignatelli «el anillo que unió la Compañía de Jesús que había existido antes, con la que empezó a existir nuevamente». Los Jesuitas lo recuerdan con inmensa gratitud, y nosotros le suplicamos a Dios que a esta comunidad y a todas las demás comunidades religiosas de la Iglesia Católica las conserve llenas de un gran fervor y de grandísima santidad.

Artículo original en EWTN-Fe

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Otras biografías en la red

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Recursos audiovisuales

San José Pignatelli, por mujerfuerte.org, Hijas del Sagrado Corazón de Jesús IFCJ

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San José Pignatelli, por Encarni Llamas en DiócesisTV

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São José Pignatelli (portugués)

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