Pesadilla

Pesadilla

En tiempo de S. Gregorio vivía un estudiante a quien, en su infancia, su buena madre había educado muy cristianamente inculcándole una tierna devoción a la gloriosa Virgen María.

No obstante, como quedó huérfano siendo aún muy joven, fue arrastrado por el torbellino de la vida; y aunque de vez en cuando invocaba a la Madre de Dios, llevaba una vida bastante desordenada.

La Virgen, como buena madre de todos los huérfanos, tuvo compasión de él; y una noche en que se había acostado muy tarde por haber estado de francachela, tuvo la visión, en sueños, del Juicio Final.

Vio cómo la mayor desolación se esparcía por toda la tierra; cómo se desbordaban los mares y ríos, los volcanes arrojaban fuego y lava, los astros caían del firmamento, ciudades enteras quedaban sepultadas con todos sus habitantes, las montañas se hundían con horrísono estruendo, y el hambre, la guerra, la peste, la miseria y la muerte cundían por doquier.

En tan terribles instantes, cuando ya en el mundo no quedaba un ser viviente, bajaban los ángeles del cielo tocando unas largas y potentes trompetas, a cuyo sonido se levantaban todos los muertos tomando carne mortal. Entonces, en una nube de gloria vio descender al divino Crucificado, quien, sentado en un trono que formaban las nubes, iba juzgando a unos y a otros, Allí se veía cómo iban saliendo las faltas y los pecados de todos, y cómo ni los padres podían salvar a los hijos, ni los hijos a los padres; cada uno era responsable de sus propios actos.

Jesucristo los iba enviando, unos a la derecha y otros a la izquierda; los de la derecha marchaban derechitos a la gloria del Padre, y los de la izquierda eran sepultados en los profundos infiernos, donde debían arder eternamente y ser martirizados por los demonios.

El joven se encontraba entre la multitud de almas que habían de ser juzgadas. Mirándose a sí mismo y comprendiendo que por todos sus pecados estaba irremisiblemente condenado, no sabía qué hacer para salvarse y se iba corriendo hacia atrás, con el fin de retardar más su condenación.

Tanto y tanto retrocedió, que al final se vio separado de la gente y se encontró completamente solo.

Levantando los ojos hacia arriba, como buscando alguna ayuda, distinguió a la gloriosa Virgen María, y empezó a dar gritos diciéndole que tuviera compasión de él; que puesto que Ella era abogada de los pecadores, intercediese cerca de su divino Hijo para que le perdonase y le permitiese entrar en la Gloria ya que todo el mundo sabía que a su Madre no le negaba nada.

La Virgen, con una dulce sonrisa, le prometió interceder por él; pero le dijo que habría que hacer mucha penitencia como desagravio a la Divina Majestad por lo mucho que la había ofendido.

El joven se lo prometió así, y desapareciendo de sus ojos la divina visión, sintió que le llamaban ante el Tribunal de Dios.

La impresión que le produjo aquella llamada le despertó, y al levantarse y mirarse en el espejo pudo comprobar que sus cabellos, que eran negros como el ébano, se habían vuelto blancos como la nieve de las colinas. El estudiante comprendió claramente que había recibido un aviso de la Santísima Virgen para que se corrigiera y cambiara de vida; y abandonando todos los bienes terrenos, entró en una orden religiosa y murió santamente.

La noticia de lo sucedido cundió muy pronto por toda la ciudad; ante tal hecho muchos hicieron penitencia y glorificaron más y más a la soberana Reina de los Cielos.

¡Cuántos seres, si pudieran ver claramente su alma, como el estudiante de la leyenda, se quedarían horripilados al ver la sentencia que les espera en el Juicio de Dios!


* * *


Noticias Cristianas: «Historias para amar a la Virgen n.º 2» en Historias para amar, pp. 36-38.

¡Colorea el día de Todos los Santos!

¡Colorea el día de Todos los Santos!

Con motivo de la commemoración del día de Todos los Santos, os presentamos estas láminas para que los más pequeños de la familia se entretengan coloreando. Los dibujos están creados por el magnífico ilustrador Nunzio Rubino, quien colabora habitualmente en religiocando.it un maravilloso portal web italiano con todo tipo de recursos para la catequesis que muy bien podréis aprovechar padres y catequistas.

Podéis acceder a las láminas en tamaño real pulsando las imágenes o los títulos en texto de cada dibujo.

* * *

Láminas de santos para colorear

Todos los Santos

Día de Todos los Santos

San Pedro y San Pablo Santa Teresa de Liseux San Francisco de Asís
San Pedro y San Pablo Santa Teresa de Liseux San Francisco de Asís
Santa Caterina de Siena San Patricio San Ignacio de Loyola
Santa Caterina de Siena San Patricio San Ignacio de Loyola
San Nicolás San Sebastián Santa Clara de Asís
San Nicolás San Sebastián Santa Clara de Asís


* * *


Fuente original: Relifer

Oraciones a san Judas Tadeo

Oraciones a san Judas Tadeo

El 28 de octubre la Iglesia Universal celebra el día de san Simón y san Judas, apóstoles. Con motivo de esta festividad os presentamos estas oraciones a san Judas Tadeo. Previamente os recomendamos la lectura de la Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI sobre Simón cananeo y Judas Tadeo, así como esta breve historia de san Simón y san Judas.

*  *  *





Oración a San Judas Tadeo

¡Santo Apóstol San Judas, fiel siervo y amigo de Jesús!, la Iglesia te honra e invoca universalmente, como el patrón de los casos difíciles y desesperados. Ruega por mi, estoy solo y sin ayuda.

Te imploro hagas uso del privilegio especial que se te ha concedido, de socorrer pronto y visiblemente cuando casi se ha perdido toda esperanza. Ven en mi ayuda en esta gran necesidad, para que pueda recibir consuelo y socorro del cielo en todas mis necesidades, tribulaciones y sufrimientos, particularmente (haga aquí su petición), y para que pueda alabar a Dios contigo y con todos los elegidos por siempre.

Te doy las gracias glorioso San Judas, y prometo nunca olvidarme de este gran favor, honrarte siempre como mi patrono especial y poderoso y, con agradecimiento hacer todo lo que pueda para fomentar tu devoción.

Amén.


Novena de san Judas Tadeo

Oración

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Confiamos en que el padre oirá todas las oraciones ofrecidas en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, y nos unimos ahora en oración al Apóstol San Judas, quien goza en los cielos del triunfo de la muerte y resurrección de Cristo. Unidos a las oraciones de alabanza y petición de San Judas a Dios rezamos estas devociones.


Ofrecimiento

A Ti, Señor Jesucristo, Nuestro Mediador y Hermano, ofrecemos hoy nuestras oraciones. Reconocemos la especial amistad que tu apóstol Judas tiene contigo. A su amor y amistad unimos nuestras oraciones íntimamente con tu generosa muerte en la Cruz. A este acto constante de alabanza a Dios a través del cual nos hacemos gratos al Padre, pedimos sean unidas nuestras oraciones. Quédate con nosotros hoy y todos los días de nuestra vida. Intensifica nuestro amor a Dios y a nuestro prójimo. Haz que estas gracias y favores por los cuales oramos, nos sean concedidos a través de Ti, que vives y reinas con el Padre, en unidad del Espíritu Santo, Dios por los siglos de los siglos.

Amén.


Oración propia de la Novena

Glorioso San Judas Tadeo, por los sublimes privilegios con que fuiste adornado durante tu vida; en particular por ser de la familia humana de Jesús y por haberte llamado a ser Apóstol; por la gloria que ahora disfrutas en el Cielo como recompensa de tus trabajos apostólicos y por tu martirio, obtenme del Dador de todo bien las gracias que ahora necesito (mencione los favores que desea). Que guarde yo en mi corazón las enseñanzas divinas que nos has dado en tu carta: construir el edificio de mi santidad sobre las bases de la santísima fe, orando en el Espíritu Santo; mantenerme en el amor de Dios y esperando la misericordia de Jesucristo, que nos llevará a la vida eterna; y procurar por todos los medios ayudar a quienes se desvíen. Que yo alabe la gloria y majestad, el dominio y poder de aquel que puede preservar de todo pecado y presentarme sin mancha a nuestro divino Salvador, Jesucristo nuestro Señor.

Amén.


Consagración a san Judas

San Judas, Apóstol de Cristo y Mártir glorioso, deseo honrarte con especial devoción. Te acojo como mi patrón y protector. Te encomiendo mi alma y mi cuerpo, todos mis intereses espirituales y temporales y asimismo los de mi familia. Te consagro mi mente para que en todo proceda a la luz de la fe; mi corazón para que lo guardes puro y lleno de amor a Jesús y María; mi voluntad para que, como la tuya, esté siempre unida a la voluntad de Dios. Te suplico me ayudes a dominar mis malas inclinaciones y tentaciones evitando todas las ocasiones de pecado. Obtenme la gracia de no ofender a Dios jamás, de cumplir fielmente con todas las obligaciones de mi estado de vida y practicar las virtudes necesarias para salvarme. Ruega por mi Santo Patrón y auxilio mío, para que, inspirado con tu ejemplo y asistido por tu intercesión, pueda llevar una vida santa, tener una muerte dichosa y alcanzar la gloria del Cielo donde se ama y da gracias a Dios eternamente.

Amén.


Oración final

¡Dios, todopoderoso y eterno! Tú diste a conocer tu nombre por medio de los Apóstoles. Por intercesión de San Judas, haz que tu Iglesia continúe fortaleciéndose y aumente el número de sus fieles. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

Amén.

*  *  *


Catequesis de Benedicto XVI sobre Simón el Cananeo y Judas Tadeo

Catequesis de Benedicto XVI sobre Simón el Cananeo y Judas Tadeo

[…] Hoy contemplamos a dos de los doce Apóstoles: Simón el Cananeo y Judas Tadeo (a quien no hay que confundir con Judas Iscariote). Los consideramos juntos, no sólo porque en las listas de los Doce siempre aparecen juntos (cf. Mt 10, 4; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13), sino también porque las noticias que se refieren a ellos no son muchas, si exceptuamos el hecho de que el canon del Nuevo Testamento conserva una carta atribuida a Judas Tadeo.

Simón recibe un epíteto diferente en las cuatro listas: mientras Mateo y Marcos lo llaman «Cananeo», Lucas en cambio lo define «Zelota». En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo: en hebreo, el verbo qanà’ significa «ser celoso, apasionado» y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo que eligió (cf. Ex 20, 5), como a los hombres que tienen celo ardiente por servir al Dios único con plena entrega, como Elías (cf. 1 R 19, 10).

Por tanto, es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotas, al menos se distinguiera por un celo ardiente por la identidad judía y, consiguientemente, por Dios, por su pueblo y por la Ley divina. Si es así, Simón está en los antípodas de Mateo que, por el contrario, como publicano procedía de una actividad considerada totalmente impura. Es un signo evidente de que Jesús llama a sus discípulos y colaboradores de los más diversos estratos sociales y religiosos, sin exclusiones. A él le interesan las personas, no las categorías sociales o las etiquetas.

Y es hermoso que en el grupo de sus seguidores, todos, a pesar de ser diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades: de hecho, Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos. Esto constituye claramente una lección para nosotros, que con frecuencia tendemos a poner de relieve las diferencias y quizá las contraposiciones, olvidando que en Jesucristo se nos da la fuerza para superar nuestros conflictos.

Conviene también recordar que el grupo de los Doce es la prefiguración de la Iglesia, en la que deben encontrar espacio todos los carismas, pueblos y razas, así como todas las cualidades humanas, que encuentran su armonía y su unidad en la comunión con Jesús.

Por lo que se refiere a Judas Tadeo, así es llamado por la tradición, uniendo dos nombres diversos: mientras Mateo y Marcos lo llaman simplemente «Tadeo» (Mt 10, 3; Mc 3, 18), Lucas lo llama «Judas de Santiago» (Lc 6, 16; Hch 1, 13). No se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo y se explica como proveniente del arameo taddà’, que quiere decir «pecho» y por tanto significaría «magnánimo», o como una abreviación de un nombre griego como «Teodoro, Teódoto».

Se sabe poco de él. Sólo san Juan señala una petición que hizo a Jesús durante la última Cena. Tadeo le dice al Señor: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Es una cuestión de gran actualidad; también nosotros preguntamos al Señor: ¿por qué el Resucitado no se ha manifestado en toda su gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él» (Jn 14, 22-23). Esto quiere decir que al Resucitado hay que verlo y percibirlo también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado.

A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que se suelen llamar «católicas» por no estar dirigidas a una Iglesia local determinada, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige «a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo» (v. 1). Esta carta tiene como preocupación central alertar a los cristianos ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a otros hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia «alucinados en sus delirios» (v. 8), así define Judas esas doctrinas e ideas particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos y, utilizando palabras fuertes, dice que «se han ido por el camino de Caín» (v. 11). Además, sin reticencias los tacha de «nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre» (vv. 12-13).

Hoy no se suele utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En medio de todas las tentaciones, con todas las corrientes de la vida moderna, debemos conservar la identidad de nuestra fe. Ciertamente, es necesario seguir con firme constancia el camino de la indulgencia y el diálogo, que emprendió felizmente el concilio Vaticano II. Pero este camino del diálogo, tan necesario, no debe hacernos olvidar el deber de tener siempre presentes y subrayar con la misma fuerza las líneas fundamentales e irrenunciables de nuestra identidad cristiana.

Por otra parte, es preciso tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y valentía ante las contradicciones del mundo en que vivimos. Por eso, el texto de la carta prosigue así: «Pero vosotros, queridos ―nos habla a todos nosotros―, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A los que vacilan tratad de convencerlos…» (vv. 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas palabras: «Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén» (vv. 24-25).

Se ve con claridad que el autor de estas líneas vive en plenitud su fe, a la que pertenecen realidades grandes, como la integridad moral y la alegría, la confianza y, por último, la alabanza, todo ello motivado sólo por la bondad de nuestro único Dios y por la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, ojalá que tanto Simón el Cananeo como Judas Tadeo nos ayuden a redescubrir siempre y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo testimoniarla con valentía y al mismo tiempo con serenidad.

Saludos

Saludo a los peregrinos de España y Latinoamérica, especialmente a las Hijas de Cristo Rey y de María Auxiliadora. Que los apóstoles Simón el Cananeo y Judas Tadeo nos ayuden a vivir en profunda comunión con Jesús y entre nosotros, y a redescubrir la belleza de la fe cristiana, sabiendo dar testimonio fuerte y sereno de ella.

Me dirijo por último a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Hoy la liturgia recuerda al beato Juan XXIII, mi venerado predecesor, que sirvió con ejemplar dedicación a Cristo y a la Iglesia, trabajando con constante solicitud por la salvación de las almas. Que su protección os sostenga, queridos jóvenes, en el esfuerzo de fidelidad diaria a Cristo; a vosotros, queridos enfermos, os anime a no perder la confianza en la hora de la prueba y del sufrimiento; y a vosotros, queridos recién casados, os ayude a hacer de vuestra familia una escuela de crecimiento en el amor a Dios y a los hermanos.

Benedicto XVI

Audiencia General

Miércoles 11 de octubre de 2006

Beata Chiara «Luce» Badano, un ejemplo de amor para todos

Beata Chiara «Luce» Badano, un ejemplo de amor para todos

«Me quita la lucidez y solo puedo ofrecer a Jesús el dolor».

Palabras de Chiara «Luce» Badano rehusando la sedación con morfina pocos días antes de su muerte.

Más cercana a nosotros, la joven Chiara Badano (1971-1990), recientemente beatificada, experimentó cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor y estar habitado por la alegría. A la edad de 18 años, en un momento en el que el cáncer le hacía sufrir de modo particular, rezó al Espíritu Santo para que intercediera por los jóvenes de su Movimiento. Además de su curación, pidió a Dios que iluminara con su Espíritu a todos aquellos jóvenes, que les diera la sabiduría y la luz: «Fue un momento de Dios: sufría mucho físicamente, pero el alma cantaba» (Carta a Chiara Lubich, Sassello, 20 de diciembre de 1989). La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás. A menudo repetía: «Jesús, si tú lo quieres, yo también lo quiero».

Extracto del mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud 2012

* * *

El día 29 de octubre celebramos el día de la beata Chiara Badano, laica, miembro del Movimiento de los Focolares u Obra de María; una vida, una biografía, un amor, que todos debemos conocer, sobre todo los jóvenes.


Vida de Chiara «Luce» Badano

Una joven bella, extrovertida y exhuberante, enamorada de Dios. El espléndido designio de su vida se revela con el rápido ascenso en los dos años de enfermedad. Un modelo no sólo para los jóvenes.

Chiara Badano nace en Sassello (Italia). El 29 de octubre de 1971, después de 11 años de espera por parte de sus padres. Vive una infancia y una adolescencia serena, en una familia muy unida de la que recibe una sólida educación cristiana.

Chiara tiene un carácter generoso, extrovertido y exhuberante; con sólo 4 años elige con cuidado los juguetes para regalar a los niños pobres («No puedo dar juguetes rotos a los niños que no tienen»). En primer grado da especial atención a su compañera de banco, huérfana de madre: en Navidad, por iniciativa de su mamá la invita a almorzar, pide que arreglen la mesa con el mantel más bello, porque «¡hoy estará Jesús con nosotros!». Escucha con atención las parábolas del Evangelio y se prepara con un empeño particular a recibir a Jesús en la Eucaristía. Impresionará, seguidamente, su compostura y la atención al leer la Palabra de Dios y seguir la Misa. Visita a las «abuelitas» de un hogar para ancianos, y, más crecida, se ofrece para quedarse durante la noche con sus abuelos maternos. Una noche escribe: «Una compañera tiene escarlatina, y todos tienen miedo de ir a visitarla. De acuerdo con mis papás se me ocurre llevarle las tareas, para que no se sienta sola. Creo que más allá del temor, es importante amar».

Con 9 años descubre el Movimiento de los Focolares, y adhiere como gen (Generación Nueva, los jóvenes de los Focolares) al Ideal de la unidad. Su vida será su escalada en unión, con sus papás, con Chiara Lubich, con los jóvenes con quienes comparte la misma elección de vida. Además de su compromiso en el Movimiento Gen, trabaja activamente en la vida de la parroquia y en la diócesis.

En el ’81, con el papá y la mamá,participa en Roma del Family Fest, manifestación mundial de los Focolares. Es el inicio, para los 3 de una nueva vida. Se compromete con pasión en el Movimiento, con las gen. En su pequeño pueblito Chiara se lanza a amar a sus compañeras de escuela, cualquiera que pasa a su lado, decidida a vivir con radicalidad el Evangelio que la ha fascinado.

Desarrolla con Chiara Lubich una correspondencia que se volverá cada vez más constante. A ella le confía descubrimientos y pruebas, hasta el final.

En junio de 1983, con 12 años, participa en su primer congreso gen internacional en Rocca di Papa. Escribe a Chiara: «He descubierto a Jesús abandonado en un modo especial». Y en noviembre: «He descubierto que Jesús Abandonado es la llave de la unidad con Dios y quiero elegirlo como mi esposo y prepararme para cuando viene. ¡Preferirlo! He entendido que podemos encontrarlo en los alejados, en los ateos y que debo amarlos en modo especialísimo, sin interés». Una elección que nunca más pondrá en discusión.

De sus cartas y de los testimonios se entrevé la alegría y el estupor al descubrir la vida: una visión positiva y luminosa. Chiara es una muchacha como todas: alegre y vivaz, ama la música (tiene una voz bellísima), la natación y el tenis, los paseos en la montaña. Tiene muchos amigos. A quien le pregunta si les habla de Dios, responde: «Yo no debo decir Jesús, sino dar a Jesús con mi comportamiento».

Su camino no es solitario. Es un camino junto a las otras gen: no pierden la ocasión para «cimentar su unidad» –como ellas dicen- en los encuentros en lo que se cuentan entre ellas; las experiencias del Evangelio vivido, pero también con llamadas telefónicas, visitas, mensajes, fiestas, paseos, regalos. Entre ellas la comunión de los bienes es una realidad: Chiara conserva hasta su muerte en su habitación una lista de sus cosas, para ponerlas a disposición de quien más las necesita.

Tiene 17 años cuando un fuerte dolor en el hombro, durante un partido de tenis, hace sospechar a los médicos. Muy pronto el diagnóstico: tumor óseo.

En febrero del ’89 Chiara afronta la primera operación: las esperanzas son muy escasas. En el hospital se alternan los gen y otros amigos del Movimiento para sostenerla a ella y a su familia. Las estadías el hospital de Turín resultan cada vez más frecuentes. Ante cada nueva, dolorosa «sorpresa» su ofrecimiento es más decidido: «¡Por ti Jesús, si lo quieres Tú, también yo lo quiero!».

Pronto Chiara pierde el uso de las piernas. Una nueva operación se revela inútil, pero lo que la sostiene en los momentos más duros es la unión con «Jesús Abandonado», el cual sobre la cruz no advierte la presencia consoladora del Padre. Y Chiara afirma: «Si en estos momentos me preguntaran si quiero caminar, diría que no, porque así como estoy, me encuentro más cerca de Jesús».

Su médico, una persona no creyente y crítica respecto a la Iglesia, dirá: «Desde que conocí a Chiara, algo ha cambiado dentro de mí. En ella hay coherencia, en ella todo el cristianismo me calza».

A pesar de estar ya reducida a la inmovilidad, Chiara se mantiene activísima: vía telefónica, sigue el naciente grupo de Jóvenes por un Mundo Unido de Savona, se hace presente en congresos y actividades varias con mensajes, tarjetas, carteles, para hacer conocer a sus amigos y compañeros de clase, a las y los gen…Invita a muchos de ellos al Genfest ’90 (encuentro internacional de Jóvenes por un Mundo Unido, llevado a cabo en Roma, en mayo del ’90), evento que Chiara sigue directamente gracias a la antena parabólica que le instalaron en el techo de su casa.

Persevera en el ofrecimiento de su dolor: «A mí me interesa sólo la voluntad de Dios, hacer bien esa; en el momento presente: estar en el juego de Dios». Y aún más: «Lo he perdido todo (respecto a la salud), pero todavía tengo el corazón, y con éste puedo siempre amar». La sostiene la certeza de ser «inmensamente amada por Dios». Y es esto lo que la mantiene firme en su fe. A su mamá, que titubea al pensar cómo hará sin ella, le responde: «¡Confíate en Dios, y habrás hecho todo!».

Su relación con Chiara Lubich se hace cada vez más estrecha: la tiene continuamente al día. El 19 de julio del ’90, le escribe: «La medicina se dio por vencida. Al interrumpir la cura, los dolores en la columna han aumentado y ya casi no logro girarme hacia los lados. Me siento tan pequeña y el camino por recorrer es tan arduo…, con frecuencia siento que el dolor me vence. Sin embargo, es el Esposo que viene a mi encuentro, ¿verdad? Sí, yo también lo repito contigo: ‘Si lo quieres tú, yo también lo quiero’… ¡Estoy contigo en la certeza que junto a Él venceremos al mundo!»

La respuesta llega inmediatamente: «No temas, Chiara, de decirle tu sí a Él momento por momento. Él te dará la fuerza, ¡créelo! Yo también rezo por esto y estoy siempre allí contigo. Dios te ama inmensamente y quiere penetrar en la intimidad de tu alma y hacerte experimentar gotas de cielo. ‘Chiara Luce’ es el nombre que he pensado para ti: ¿te gusta? Es la luz del Ideal que vence al mundo. Te lo mando con todo mi afecto…»

Al avanzar la enfermedad, se necesita intensificar la dosis de morfina; sin embargo, Chiara Luce la rechaza: «Me quita la lucidez, cuando yo puedo ofrecerle a Jesús sólo el dolor».

En un momento de particular sufrimiento físico, le confiesa a la mamá que en su corazón está cantando: «Heme aquí, Jesús, también hoy delante de Ti…». Resulta ya claro que pronto podrá encontrarLo y se prepara.

Una mañana, después de una noche difícil, espontáneamente repeite en breves intervalos: «Ven, Señor Jesús». Son las 11 cuando, inesperadamente, llega a visitarla un sacerdote del Movimiento. Chiara Luce se alegra muchísimo: desde que se había despertado, en efecto, deseaba recibir a Jesús Eucaristía. Este se volverá su viático.

Chiara Luce parte para el cielo el 7 de octubre de 1990. Ya había pensado en todo: en los cantos de su funeral, en las flores, en su peinado, en su vestido, el cual quiso que fuera blanco, de novia…y con una recomendación: «Mamá, cuando me estés preparando, deberás repetir en cada momento: ahora Chiara Luce ve a Jesús». Al papá que le pregunta si siempre está dispuesta a donar sus corneas, le responde con una sonrisa luminosísima. Luego, un último saludo a la mamá: «Adiós, tienes que ser feliz porque yo lo soy», y una sonrisa al papá.

En el funeral, celebrado por el obispo diocesano participan cientos y cientos de jóvenes, y muchos sacerdotes.

Los integrantes del Movimiento interpretan los cantos escogidos por ella. Un gran ramo de flores y un telegrama les llega a los papás de parte de Chiara Lubich: «Agradezcamos a Dios por esta luminosa obra de arte suya».

* * *

Fuente original: Movimiento de los Focolares


Preparamos el día de Todos los Santos

Preparamos el día de Todos los Santos

Nos acercamos a la fiesta de Todos los Santos. En las últimas décadas su significado ha perdido valor a los ojos de muchos sectores de la sociedad, especialmente jóvenes y niños, con las cada vez más habituales celebraciones del Halloween durante la noche del 31 de octubre.

En anteriores artículos indicamos formas de celebración alternativas que acercan esta fiesta a su verdadero valor cristiano. En este, sin embargo, proponemos una dinámica catequética para los niños referida a esta fiesta, que ha sido elaborada por el equipo del Secretariado Diocesano de Evangelización y Catequesis de la Archidiócesis de México. Como es habitual, hemos actualizado la dinámica y la hemos reforzado con recursos.


* * *


I. Experiencia del niño

Ir acomodando a la vista de los niños dibujos o fotos de los superhéroes que más conocen por la televisión, y también algunos anti-superhéroes; que ellos los vayan reconociendo por sus nombres.

Pulsad sobre la imagen o sobre este enlace y accederéis a un pequeño mural de superhéroes.



Superheroes


Preguntadles cuáles más conocen ellos, id apuntando en un lugar visible los nombres que vayan dando y entrad en un diálogo:

–¿Cuál es tu superhéroe favorito?

–¿Qué es lo que más te gusta de él?

–¿Te gustaría tener sus superpoderes?

–¿Qué harías tú si fueras superhéroe?

–¿Por qué algunos son buenos y otros son malos?

–¿Por qué tienen poderes?

–¿Te has topado con alguno de ellos por la calle?

–¿Existen de verdad estos superhéroes?


II. Experiencia de los santos

Los católicos estamos de fiesta porque el Primero de Noviembre se celebra a todos los santos. Esa es la verdadera fiesta de estos días, celebrar a los monstruos y a las brujas no es de cristianos. Celebrar el día de muertos es una tradición de México, pero también de otros muchos lugares en España e Hispanoamérica, y es bueno que como cristianos hagamos oración por nuestros difuntos. Pero… ¿por qué celebrar la fiesta de todos los santos? ¿Quiénes son los santos?

Los santos no son personas diferentes de nosotros, en todos los tiempos ha habido santos, de diferente edad, unos niños, otros jóvenes, adultos, viejitos, hay santos y hay santas, unos flaquitos, otros gorditos, unos muy inteligentes otros muy sencillos, algunos han nacido muy ricos otros fueron muy pobres, unos son blancos otros negros, unos han sido santos desde pequeños, otros llevaron una vida en la que no conocían a Dios, y se portaron muy mal, pero cuando se encontraron con Jesús, cambiaron, y decidieron ser felices siguiéndolo.

Todos, pero todos, estamos llamados a ser santos, Dios nos quiere santos, y para eso nos dio el Don de la Fe, fue su regalo cuando nos bautizaron, y todos los que estamos bautizados tenemos que ser santos, pero también tenemos que querer serlo. El Don de la Fe es más grande que todos los superpoderes de tus héroes favoritos y además es de verdad. Pero la fe no es para tener unos músculos muy fuertes, o para poder volar, o ver a través de las paredes, ni para golpear a nadie.

Ser santos es querer seguir a Jesús, actuar como él, hacer el bien como él, amar como él:

Ser Santo es ser Amigo de Jesús

Ahora, dialoguemos con los niños:

–¿A qué santo o santa conoces?,

–¿Por qué es santo?

(Haced una pequeña lista como la de los superhéroes pero de los santos que los niños vayan nombrando).

–En tu casa, ¿hay imágenes de algún santo o santa?

–¿Sabes cómo vivió o qué hizo para ser santo?

–En la tele, ¿has visto algún programa o película sobre algún santo?

Vamos ahora a conocer algunos de ellos.


Santo Domingo Savio

Santo Domingo SavioHace un tiempo hubo un niño llamado Domingo Savio, que desde muy chiquito entendió que ser amigo de Jesús era lo más importante en la vida. El día que hizo su primera comunión, escribió en un papelito: «Mis amigos serán Jesús y María, me confesaré y comulgaré los domingos y días de fiesta, prefiero morir antes que pecar». Quería hacer la voluntad de Dios en todo. Un día un maestro preguntó en el recreo a todos los niños: «Si supieran que hoy iban a morir ¿qué harían?, uno contestó «correría con mi mamá», otro dijo: «yo iría a la Iglesia a rezar y a confesarme», y Domingo dijo: «seguiría jugando porque en este momento esa es la voluntad de Dios». Era un niño alegre, feliz, porque amaba a Jesús.


Santa Teresa de Lisieux

Santa Teresa de LisieuxSanta Teresita, también amaba mucho a Jesús y a María Santísima, tenía muchas hermanas y todas ellas quisieron consagrarse al Señor. Ella siempre supo que todas las cosas pequeñas, oraciones, trabajos, servicios hechos con amor eran lo que agradaba a Dios, un día le dijo a Jesús que ella quería ser su «pelotita» para que el niño Jesús jugara con ella. Cuando recibía la Sagrada Comunión era la más feliz del mundo. Era buena con todos y buscaba hacer favores a las personas que no sabían dar las gracias y eso le costaba trabajo pero se lo ofrecía a nuestro Señor. Rezaba como quien platica con el mejor de los amigos porque conocía muy bien quien era Jesús.


San Agustín de Hipona

San Agustín de HiponaSan Agustín fue un gran santo, pero él no siempre se portó bien, hacía sufrir a su mamá con su mal comportamiento, pero su mamá que era muy santa, se llamaba Mónica, rezaba mucho para que su hijo conociera a Jesús, y el día que Agustín encontró a Jesús en su vida se llenó de tanta alegría que ya no quiso nunca más pecar, fue con su mamá y juntos rezaron y dieron gracias a Dios. San Agustín llegó a ser Obispo y tenía tanta confianza en el amor de Dios que le decía: «Señor, nos creaste para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti». Pensaba y meditaba en las cosas de Dios, escribió muchos libros que ahora en la Iglesia sirven de guía para todos los cristianos. Decía también: «Ama y haz lo que quieras», porque sabía muy bien, que cuando se ama a Dios sólo harás lo que le agrada.


Santa Teresa de Calcuta

Santa Teresa de Calcuta

La Madre Teresa de Calcuta, quiso agradar a Jesús sirviendo a los más pobres, a los que nada tenían, a los que no podían pagar con nada, cuidaba con mucho amor a los enfermos porque decía que en los enfermos más pobres encontraba a Jesucristo. Todas las mañanas asistía a Misa, y comulgaba, para que todo lo que hiciera en el día fuera obra de Jesús. Cuando ya estaba muy viejita, seguía trabajando, hablaba a mucha gente, a los presidentes de los países, a los sacerdotes a personas de todo el mundo y los invitaba a que cuidaran la vida de todas la personas, sobre todo la de los niños. Ella rezaba siempre el Santo Rosario porque así siempre tenía la ayuda de la Virgen María.


La labor de otros santos

Otros santos han ido a lugares muy lejanos donde no se conoce a Jesús y les enseñan a amar a nuestro Señor, a ellos se les llaman Misioneros. Algunos han muerto dando su vida por la fe: estos son los Mártires. Otros se han dedicado a cuidar a los enfermos, a los pobres, algunos fundaron colegios para que los niños se educaran y conocieran a Jesús. Otros se han quedado en su ciudad y en su casa pero han hecho la voluntad de Dios y se han mantenido en su amistad.

Algunos santos son muy conocidos por todos, pero hay otros que nadie conoce, más que Dios. Otros que han estado enfermos le entregan a Jesús todos sus sufrimientos, y así, nos encontramos que aunque los santos no salen mucho en la televisión ni los periódicos nos platican de ellos, están haciendo que en el mundo brille la gloria de Dios.

Los nombres que tenemos muchas veces son los nombres de algún santo o santa, son nuestros patronos, por ejemplo san Carlos Borromeo, santa Teresa de Jesús, santa Cecilia, san Pedro, san Juan, san Alberto Magno, etc.


El culto a los santos

A los santos, o sea, a quienes ya están en el cielo porque vivieron su bautismo, se los venera porque son:

Modelo: Porque viendo lo que ellos hicieron para ser amigos de Dios nosotros los podemos imitar.

Estímulo: Porque ellos, lucharon como ahora nosotros y ya gozan de la herencia a la que también nosotros estamos llamados.

Intercesores: Son amigos y hermanos nuestros y grandes bienhechores a quienes podemos recurrir suplicándoles que hagan valer su influencia ante Dios en ayuda de nuestras necesidades.


III. Experiencia cristiana

Ya nos dimos cuenta que los superhéroes son algunos personajes de la televisión, que nos divertimos y jugamos a que somos ellos, pero que en realidad no podemos tener superpoderes porque ellos solo existen en las caricaturas y las películas, en cambio los santos son aquellos que han sido fieles a su bautismo, que el don de la fe que recibieron lo usaron muy bien.

Los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI nos han invitado a vivir la santidad muchas veces: ellos han llevado una vida de santidad y han subido al altar a muchos santos, y nos dicen que para ser santos hay que:

Orar. Hacer oración, no sólo rezar oraciones de memoria sino poner en ellas el corazón, orar es platicar con Dios.

Ir a Misa y comulgar. La Misa (la Eucaristía), es el lugar más hermoso del mundo, es como estar en el cielo porque ahí está presente Jesús que se nos da en la comunión.

La Confesión. Acercaros seguido al perdón que Dios siempre nos da cuando hemos pecado. Así recuperamos su amistad y volvemos a ser felices.

La Gracia. Confiar en Dios, saber que sólo porque Jesús nos acompaña siempre, podemos ser buenos.

Escuchar la Palabra de Dios. Conocer lo que Dios nos dice en la Biblia, aprender el catecismo, para hacer lo que le agrada a Dios.

Anunciar la Palabra de Dios. Ser misioneros, llevar a otros la alegría de encontrarse con Jesús, lo podemos hacer con palabras, con nuestro comportamiento, con nuestra compañía, ayudando a los demás con amor.

La Santísima Virgen, san José, los apóstoles, mártires y santos todos esperan nuestro triunfo, están atentos a nuestra lucha, no nos olvidan.

Concluimos la dinámica, dialogando con los niños:

–¿Qué crees que puedes hacer tú para ser santo?

–De los santos que hemos hablado hoy, ¿a quién te gustaría parecerte?


* * *


Fuente original: Secretariado Diocesano de Evangelización y Catequesis de la Archidiócesis de México.

Karol: un hombre que se hizo Papa – Película

Karol: un hombre que se hizo Papa – Película

«Queridos hermanos y hermanas, toda la vida del venerable Juan Pablo II se desarrolló en el signo de esta caridad, de la capacidad de entregarse de manera generosa, sin reservas, sin medida, sin cálculo. Lo que lo movía era el amor a Cristo, a quien había consagrado su vida, un amor sobreabundante e incondicional. Y precisamente porque se acercó cada vez más a Dios en el amor, pudo hacerse compañero de viaje para el hombre de hoy, extendiendo en el mundo el perfume del amor de Dios».

Extracto de la Homilía del Santo Padre Benedicto XVI

Basílica Vaticana

Lunes 29 de marzo de 2010

* * *

El día 22 de octubre la Iglesia Universal celebra la memoria del beato Juan Pablo II, al que muchos llaman «el Magno». La vida de este pontífice es un ejemplo a seguir por cualquier cristiano; por eso queremos ofreceros esta película, en la que se narra la vida y la obra de este humilde sacerdote polaco que, por sus virtudes, llegaría a ocupar la Cátedra de San Pedro.

Para estar preparados a cualquier posible pregunta, recomendamos a padres y catequistas la lectura de esta breve biografía de Juan Pablo II.

La película ha sido publicada en Youtube por Apologética Cristiana y también la podéis encontrar en Gloria.TV.

Karol: un hombre que se hizo Papa

Ficha

Título original: Karol, un uomo diventato Papa

Año: 2005

País: Italia, Polonia

Duración: 185 min

Género: Drama biográfico

Temática: Santos y beatos

Director: Giacomo Battiato

Guión: Giacomo Battiato (Libro: Gianfranco Svidercoschi)

Música: Ennio Morricone

Fotografía: Giovanni Mammolotti

Reparto: Piotr Adamczyk, Malgorzata Bela, Ken Duken, Hristo Shopov, Ennio Fantastichini, Violante Placido, Matt Craven, Olgierd Lukaszewicz, Lech Mackiewicz, Kenneth Welsh, Raoul Bova

* * *

La Biblia más infantil: Jueces

La Biblia más infantil: Jueces

Sansón y el león

Uno de esos Jueces se llamó Sansón. Era tan fuerte que venció a un león sólo con las manos. Peleó contra los filisteos, un pueblo que no quería a los israelitas, ganándoles muchas veces. La fuerza que Dios le había dado a Sansón, estaba en su pelo, que era muy largo.




«Dios mío, dame fuerzas para ser bueno».


* * *


Sansón y el temploSansón y el templo

Un día, los filisteos tendieron una trampa a Sansón y le cortaron el pelo mientras dormía. Al perder Sansón su fuerza, le hicieron prisionero y se lo llevaron al templo de su dios falso, donde le ataron a dos columnas. Sansón le pidió a Dios que le diera su fuerza por última vez. Tiró fuerte de las columnas, que cayeron destruyendo a la vez el templo y a los filisteos.


«¡Señor, Tú eres el Dios verdadero!».


* * *


El profeta SamuelEl profeta Samuel

El último de los Jueces de Israel fue Samuel. Dios le llamó cuando era niño. De mayor, gobernó a los israelitas durante mucho tiempo hasta que fue anciano. Su pueblo, al verle tan mayor y que tenían muchos pueblos enemigos, le pidieron que nombrara un rey joven que fuera el jefe de su ejército.



«Que sea bueno de pequeño y de mayor».


* * *


De La Biblia más infantil, Casals, 1999. Páginas 47 a 49

Coordinador: Pedro de la Herrán

Texto: Miguel Álvarez y Sagrario Fernández Díaz

Dibujos: José Ramón Sánchez y Javier Jerez


* * *


Anterior    <<    Índice general    >>    Siguiente


Nueva evangelización, nueva catequesis, nuevos catequistas

Nueva evangelización, nueva catequesis, nuevos catequistas

«La llamada a una nueva evangelización es la respuesta de la Iglesia a una crisis generalizada de fe en nuestro mundo occidental, fuera y también dentro de la Iglesia».

Mons. Fernando Sebastián Aguilar

Con ocasión del inicio del Año de la Fe, os ofrecemos para uso de padres y catequistas, un estudio sencillo y riguroso sobre el significado de la nueva evangelización escrito por monseñor Sebastián, Arzobispo emérito de Pamplona y Tudela; en este estudio aparecen directrices para el desarrollo de la catequesis en el mundo actual, apoyándose en el magisterio pontificio de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Nueva evangelización, nueva catequesis, nuevos catequistas

«El inicio de esta expresión se remonta a 1979: Juan Pablo II la utilizó en una homilía en el santuario de la Sta. Cruz, en Mogila, Polonia, el 9 de junio de 1979. Se trataba de alentar a los polacos a reconstruir la vida cristiana después de la desaparición del régimen comunista. Posteriormente utilizó la misma expresión en Puerto Príncipe, Haití (9 de marzo de 1983), ante el CELAM, con ocasión del inicio de la novena de años programada para celebrar el quinto centenario de la evangelización de América. Al poco tiempo, en una carta dirigida a los presidentes de las conferencias episcopales europeas (junio de 1986), aplicó el mismo concepto a las Iglesias europeas de vieja tradición cristiana. Desde entonces, las alusiones a la necesidad de una nueva evangelizadora fueron constantes en el magisterio de Juan Pablo II». Es curioso comprobar cómo fue comentando esta idea en los discursos conclusivos de las visitas ad limina apostolorum de los obispos de las Iglesias europeas. La «nueva evangelización » fue también comentada por el papa en las exhortaciones apostólicas de los Asambleas sinodales continentales celebradas durante su pontificado y en la encíclica Christifideles laici.

El título de mi intervención puede parecer un poco agresivo. Alguien puede decir «demasiadas novedades». Pero tiene un fondo de verdad. Y expresa la urgencia de la situación. Todo puede quedar bien, si lo pensamos con realismo y con un buen sentido de Iglesia. Cuando hablamos de «novedades», no se trata de menospreciar el pasado, sino de renovarnos constantemente en la continuidad, sin rupturas, para responder mejor a las necesidades de cada momento, y transmitir a las nuevas generaciones la fe católica de siempre.

Estamos en plena sintonía con la Iglesia. El papa Benedicto está pasando a la acción con determinaciones muy importantes: Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, el Atrio de los Gentiles, el nuevo Sínodo «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana».

1. Nueva evangelización

A estas horas ya todos sabemos las características de la nueva evangelización. Tratemos de exponer un breve resumen de lo que este concepto significa para nosotros. La llamada a una nueva evangelización es la respuesta de la Iglesia a una crisis generalizada de fe en nuestro mundo occidental, fuera y también dentro de la Iglesia.

En nuestros países occidentales se ha quebrado la transmisión pacífica de la fe a las nuevas generaciones. Los jóvenes bautizados tienen especiales dificultades para llegar a vivir la fe bautismal personalmente.

Las dificultades vienen en parte de las mismas familias. Antes los niños eran iniciados en la fe desde los primeros años a través de la convivencia familiar. Ahora este cauce de transmisión falla en muchos casos. Los padres conviven menos con los hijos. Muchas familias católicas tienen una vida religiosa deficiente, no asisten a la eucaristía dominical, no tienen costumbre de rezar en familia. En la convivencia familiar no aparece con suficiente nitidez el testimonio de la fe vivida, no hay contagio de fe.

A esta debilidad educativa de la familia hay que añadir la falta de ambiente religioso en muchos colegios. En casi todos los colegios públicos los niños encuentran un ambiente adverso, contrario a la fe y a la Iglesia. En muchos colegios concertados no encuentran tampoco la ayuda que necesitan para creer con firmeza a pesar del ambiente de incredulidad y de irreligiosidad en que viven.

Porque, en tercer lugar y este es el dato fundamental, tenemos que tener en cuenta que los niños asimilan rápidamente lo que hay a su alrededor, y hoy a su alrededor tienen una cultura y unos ejemplos de vida que no les ayudan a iniciarse en la fe, a entrar en una relación personal con Dios, con Jesucristo, sino que más bien los introducen insensiblemente en una forma de vida sin referencias religiosas, centrada en las cosas de este mundo, en sus propios intereses personales, sin horizontes de transcendencia, ni referencias religiosas de ninguna clase. En resumidas cuentas, nueva evangelización significa pastoral de la fe. Es una pastoral que tiene como objetivo primero y directo la ayuda para creer, el surgimiento y el fortalecimiento de la fe.

Estos son los fines que el papa Benedicto XVI ha asignado al Año de la fe. Estas son sus palabras: «Sucede con frecuencia que los cristianos se preocupan de las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no solo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en referencia al contenido de la fe, y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas».

Por lo cual, el Papa quiere que el Año de la fe sea «una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, Salvador del mundo», que nos haga «redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe». Porque «la fe solo crece y se fortalece creyendo. No hay otra posibilidad para alcanzar la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque proviene de Dios».

El Papa, al proclamar el Año de la fe, pretende promover en la Iglesia la pastoral de la fe. Dice así: «Quisiera esbozar un camino para comprender mejor no solo los contenidos de la fe, sino –juntamente con eso- el acto con el que decidimos entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios».

Al enunciar su intención, hace una indicación muy importante, que nos viene muy bien en este momento de nuestra reflexión. La intención del Papa no es animarnos a conocer mejor «las cosas de la fe», sino a creer más profundamente en Dios. Porque, antes que el conocimiento de cosas y misterios, «la fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él». Nos viene bien recordar lo que el Papa decía, más o menos con estas palabras, en su encíclica Deus caritas est: no se comienza a ser cristiano aprendiendo por un proceso ético o por determinadas razones, sino mediante un encuentro personal con Jesucristo como salvador de la vida, en nombre de Dios, por el Espíritu Santo. Comenzar a creer es aprender a vivir con Jesús, a estar con Jesús, a obedecer y seguir a Jesús.

Sin necesidad de buscar más, en este precioso documento, el Papa nos da los elementos que deben guiarnos en nuestra reflexión:

  • estamos viviendo una crisis general de fe;
  • esta crisis tiene unas causas generales de orden cultural;
  • no basta atender a los contenidos de la fe, sino que hay que atender especialmente al acto «personal y comunitario» por el cual nos entregamos libre y totalmente a Dios.

De lo cual tenemos que sacar nosotros algunas consecuencias para hacer una catequesis adecuada a las necesidades de nuestro tiempo:

  • necesitamos ver con claridad cuáles son las dificultades que tienen nuestros jóvenes para creer en Cristo, en Dios y en sus promesas de salvación;
  • necesitamos conocer la cultura en la que viven y cuáles son los elementos de esta cultura que les dificultan su decisión para creer;
  • necesitamos renovar nuestra comprensión de la fe;
  • necesitamos promover un estilo de catequesis que tienda especialmente a favorecer el despertar y el crecimiento de la fe en los catecúmenos.

2. Características de una catequesis evangelizadora

Ya sé que la idea estricta de catequesis supone la fe de los catequizandos. Algún puritano podría decir que la catequesis no puede ser evangelizadora. La evangelización es previa a la catequesis. Pero en la pastoral, por exigencias de la caridad, hay que ser muy realistas. Si a nuestras catequesis vienen niños y muchachos que no están claros ni firmes en la fe no tenemos más remedio que pensar en una catequesis evangelizadora, ordenada al fortalecimiento y, a veces, al surgimiento de la fe. Lo mismo se puede decir de la catequesis de adultos.

En la catequesis acompañamos a los neófitos para que vayan descubriendo las riquezas de su fe, dando por supuesto que quienes acuden a la catequesis, sea antes o después del bautismo, tienen ya, aunque sea imperfectamente, la fe verdadera.

Esto es precisamente lo que dice el Papa que hoy no podemos dar por supuesto. No podemos dar por supuesto que los niños o los jóvenes o los adultos que vienen a la catequesis tienen fe. Con frecuencia no la tienen:

  • porque no les han enseñado en su familia a creer, a vivir creyendo, en relación de adoración con Dios y con su enviado Jesucristo, o
  • porque, aunque les hayan enseñado en casa a creer y a rezar, viven en un ambiente cultural que asfixia su fe.

En el caso concreto de nuestros jóvenes, de los adultos jóvenes con los que tratamos, llevan dentro la influencia de la cultura irreligiosa de nuestro mundo, que les empuja insensiblemente a vivir como si Dios no existiera. Si la conservan, su fe es vacilante, llena de dudas, difícilmente concorde con la fe de la Iglesia en muchos puntos de la doctrina y de la moral, incapaz de clarificar, organizar y dirigir su vida. No tienen la fe que necesitan para vivir cristianamente en el mundo actual. No tienen esa fe de la que habla el Papa «que transforma el corazón» y «dura tanto como el camino de la vida».

Antes de abordar la última parte de nuestra reflexión, necesitamos detenernos brevemente en dos cuestiones a las que hemos aludido anteriormente: la influencia de la cultura dominante y la nueva teología de la fe.

2.1. Influencia de la cultura dominante

Para entender lo que queremos decir, conviene aclarar qué entendemos aquí por cultura. Siguiendo las indicaciones del Vaticano II en Gaudium et spes, por cultura entendemos la imagen de sí mismo y del mundo que uno lleva dentro de sí y con la que se rige en sus relaciones sociales y en sus acciones personales.

A estas horas sabemos que la fe, dentro del espíritu de cada creyente, tiene una estrecha relación con la cultura que vive y en la que vive. La fe se hace cultura, la fe influye en la cultura, y la cultura que uno lleva dentro influye también en facilitar o dificultar la fe personal, en sus aspectos más íntimos de decisión personal y en sus manifestaciones externas y comunitarias.

En virtud de la unidad interior de cada sujeto, lo que sabemos de una forma u otra, y lo que creemos, tiene que tener una armonía, una concordancia interior, que nos permita vivir y actuar con coherencia interior. No puede haber contradicción entre mi manera de entender el origen del mundo y mi fe en Dios creador, la sexualidad humana y la doctrina moral de la Iglesia, mi idea de libertad y la providencia de Dios, la mortalidad o inmortalidad del hombre y la vida eterna, por poner algunos ejemplos.

Hoy, la cultura dominante en Occidente, la que los niños y jóvenes reciben en colegios, en los medios, en sus ambientes, es una cultura muy individualista, centrada en el bienestar inmediato, por tanto oportunista, relativista, poco realista, soñadora, sentimental, insegura, cambiante, con pocas o con ninguna referencia trascendente, ni religiosa, ni casi moral. Estamos aquí, no sabemos por qué, disfruta lo que puedas, ve con cuidado, no te fíes mucho de nadie, trata de pasarlo lo mejor que puedas. Ese es el mensaje que reciben en muchos colegios y el mensaje que respiran en la sociedad en que viven.

2.2. La teología de la fe

En general, el estudio de la fe ha sido bastante deficiente en la teología católica. Lo era ya en la escolástica y lo ha sido más todavía después de la reforma protestante. No hemos desarrollado la idea bíblica de fe, ni siquiera la doctrina de fe sobre la fe y la justificación. Más bien hemos privilegiado la idea de fe como la aceptación de las cosas reveladas por Dios como verdaderas y hemos dejado en la sombra el acto previo de fe en Dios (fe en Cristo y fe en Dios), en virtud del cual creemos lo que Cristo y el propio Dios nos han revelado. Entendiendo la fe como conocimiento, la hemos dejado a merced de los ataques racionalistas. La fe es siempre un conocimiento imperfecto, no evidente, en inferioridad de condiciones en relación con los conocimientos científicos. La verdadera respuesta está en mostrar la fe como relación de confianza con otro sujeto, movida por el amor. Como consecuencia de esta fe que damos a alguien creíble, podemos alcanzar conocimientos, no evidentes, pero sí seguros, firmes, fiables. Esto significa que tenemos que recuperar el esquema bíblico de la fe, con el modelo no de «creo algo», sino de «creo en Ti», «me confío y me entrego a Ti, por lo que creo lo que Tú me dices». Creo «algo» porque antes he creído en «quien» me lo dice.

Si tenemos en cuenta esta situación, resulta que en estos momentos necesitamos una catequesis:

1. Que ayude a creer en Dios y en Jesucristo con fe viva y operante; no se trata tanto de que aprendan el catecismo, las afirmaciones de la fe, cuanto de que den el paso personal de creer en Jesucristo y en Dios. Entendiendo la fe como adoración, como confianza, amor, obediencia, seguimiento. Si esta conexión de confianza y adoración existe, aceptar la verdad de las afirmaciones de fe ya no cuesta trabajo. Lo difícil es ayudarles a dar este paso decisivo de vivir con Jesús, aceptar a Jesús como norma suprema de la propia vida, en su relación con Dios, con los hermanos, con las cosas de este mundo, con los proyectos de vida.

2. Que se preocupe de favorecer y fortalecer no solo los contenidos de la fe, sino previamente la acción de creer en Dios, de poner la vida en sus manos, mediante la fe en su enviado Jesucristo; es preciso tener en cuenta estos dos niveles indispensables, creer en Jesús, creer en Dios; con sus consecuencias esenciales, prioridad de la vida eterna, amor gratuito y universal.

3. Necesitamos lo que podríamos llamar una catequesis de conversión; a Cristo, a Dios, a la vida eterna, a la caridad, a la Iglesia; con sus consecuencias reales, con un cambio real de vida, en los amigos, en los ambientes que se frecuentan, en el tiempo de ocio, en los ideales, valores, dinero, amor, etc. Una fe que transforma realmente la vida porque la somete eficazmente a la imitación de Jesús y al reconocimiento de la voluntad de Dios manifestada en las enseñanzas y en la vida de Cristo. La fe es conversión en sentido fuerte.

4. Todo esto sin que podamos contar con la ayuda de la familia, ni siquiera con el interés verdadero del catecúmeno. Es preciso despertar su interés, que vean que lo que están ofreciendo y haciendo es importante para su vida, acostumbrados a hacer solo lo que les divierte.

5. Y en contra de los modelos de vida inmanentista y relativista, totalmente centrada en sí mismos, que los jóvenes ven por todas partes, una catequesis que prepare a nuestros catecúmenos para vivir cristianamente en un ambiente hostil, inhóspito, agresivo.

Esto requiere llegar a lo profundo de la persona, influir en las decisiones más íntimas que configuran su mentalidad y rigen su vida; es decir, requiere llegar a ese acto personal de fe en Dios por el cual el creyente decide la calidad de su vida. Esto requiere un clima de confianza, de credibilidad, un testimonio fuerte de vida práctica de fe, una clarificación de las ideas y sentimientos, una comunicación de mucha confianza y mucha sinceridad. Sin esto, no puede haber educación, y mucho menos esta educación en la fe personal que tiene que ser la catequesis.

Si queremos describir los rasgos de esta catequesis yo señalaría los siguientes:

a) Una catequesis que arranque desde muy pronto para iniciar el despertar de la fe. No se puede empezar la catequesis a los siete años, ni a los cinco. Esta catequesis inicial tendría que ser una catequesis familiar, vivencial, testimonial, práctica. La familia será un ámbito para iniciar en la oración, en el amor, en la obediencia a Dios, a Jesús, a la Virgen María, iniciar en la vida virtuosa, desarrollar y afinar la conciencia moral. Pero, ¿qué hacer cuando esta iniciación primaria a la vida cristiana no se da en las familias? ¿Qué hacer cuando nos vienen niños de siete u ocho años que no saben rezar? No podemos comenzar directamente a enseñar los contenidos de la fe como si ya fueran verdaderos creyentes. Hay que atender expresamente a suscitar la fe personal, a la vez que les enseñamos los principales contenidos, pero con cierta prioridad.

b) Tiene que ser una catequesis muy práctica. Hay que hablarles de Jesús y de Dios. Pero sobre todo hay que enseñarles prácticamente a tratar con ellos, a vivir con ellos, a contar con ellos en todos los momentos de la vida. El catequista tiene que rezar con ellos, adorar, practicar las virtudes cristianas con ellos, ayudarles a entrar en la experiencia real de la vida cristiana integral. ¿Qué hacen las madres para enseñar a hablar o a caminar a sus hijos? No los dan clases teóricas, sino que hablan y caminan con ellos. Así es como se enseña a creer, creyendo con ellos. Es fundamental tratar de incorporar a la familia, a las madres especialmente, a los padres, a los abuelos, a los hermanos mayores. ¿No hemos pensado en la catequesis familiar? Lo mejor sería que los padres aprendiesen a ser los catequistas, los iniciadores de sus hijos. Por lo menos en los primeros años. Tendríamos que convocar a los padres de los niños bautizados al año, cada año, y guiarles en la educación religiosa de sus hijos.

Con los adolescentes, con los jóvenes, hay que repetir el proceso. Cuando vienen a nosotros, tienen ya en la cabeza muchas objeciones, muchas reservas, aunque no las digan. Unas dificultades son teóricas: existencia o no existencia de Dios, creación o evolución, prejuicios contra la Iglesia, los sacerdotes. Otras muchas, y quizá más influyentes, son de tipo práctico, en relación con la vida moral, la sexualidad, el matrimonio, castidad y virginidad, control de la natalidad, aborto, cuestiones de bioética, fecundación artificial. Viven en un mundo confuso, alborotado, rebelde. En los temas religiosos están acostumbrados a aguantar el chaparrón, sin poner en ello verdadero interés, cumplir el expediente y luego seguir como si nada hubiera ocurrido. Hay que romper a toda costa esa defensa del desinterés. Necesitan muchas horas de escucha, de aclaraciones, de volver a fundamentar la fe inicial. Alguien podrá decir que esto es más que catequesis. No vale la pena discutir de palabras. Es la atención que nuestros jóvenes necesitan. Si no se la damos, lo demás no sirve de nada.

c) Esto quiere decir que tenemos que dar a nuestras catequesis la fuerza y la intensidad de un verdadero catecumenado, un itinerario práctico de fe y de incorporación progresiva a la práctica de la vida cristiana en su conjunto. El bautismo requiere, antes o después, pero indispensablemente, un catecumenado. Las circunstancias pastorales nos obligan a reconocer esta verdad tan elemental. Hoy no puede haber cristianos sin que pasen por un proceso catecumenal, entendido como un proceso de conversión personal a Dios y a su Reino, de entrega personal a Jesucristo y a la Iglesia, a la vida santa de la oración y de la caridad.

De esto se siguen muchas consecuencias prácticas. Vistas las cosas así, es evidente que la verdadera catequesis no puede limitarse a una hora escasa por semana. Hay que buscar la manera de aumentar este tiempo de «formación cristiana teórica y práctica». ¿Cómo se puede hacer? Tenemos que pensar en incorporar a este proceso de iniciación en la fe, a la labor catequética ordinaria, algunas jornadas de catequesis intensiva de conversión, algo parecido a los Cursillos de Cristiandad, los Ejercicios Espirituales de dos o tres días, marchas, campamentos, visitas a un monasterio. etc.

La catequesis, en tiempos de evangelización, tiene que ser personalizada, muy de relación personal con cada catecúmeno, con su familia, muy en relación con su vida real, con sus ambientes. Tiene que ser una catequesis práctica, muy experiencial, muy realista, muy concreta, de rezar con ellos, de proponerles actos concretos de revisión, de corrección, de práctica de las virtudes, que luego se comentan con ellos, etc. Y, a la vez, tiene que ser muy comunitaria, es preciso que entren los chicos en el misterio de la celebración litúrgica. No con las canciones, por lo menos no principalmente con las canciones ni con las guitarras, sino con la oración, con una verdadera asimilación de la oración litúrgica, de los sentimientos de la liturgia, fe, confianza, arrepentimiento, deseos, alabanza. No puede estar reñida la hondura litúrgica con la atención juvenil.

d) La catequesis parroquial tiene que relacionarse estrechamente con la labor del colegio, de la clase de religión, de la familia. Habría que llegar a elaborar un proceso unitario de formación que tenga en cuenta la colaboración de la familia, la parroquia, el colegio o las clases de religión. Bajo una misma dirección que corresponde al párroco y a sus colaboradores más cercanos.

Esta labor no se puede dejar en manos de nadie. El proceso de iniciación en la fe y en la vida cristiana tiene que estar personalmente dirigido en cada caso por el pastor. Hay que hablar con cada uno, con los padres, conocer los amigos, saber cómo reacciona por dentro el catecúmeno. Lo hace diariamente el catequista, pero tiene que hacerlo de vez en cuando el sacerdote responsable. Es el proceso de formación de los nuevos cristianos. Los sacerdotes no podemos estar ausentes.

En una pastoral de nueva evangelización hay que pensar en los adultos que llegan o vuelven a la Iglesia. Es indispensable pensar en un catecumenado de adultos. Si hay evangelización, tiene que haber nuevos cristianos, si hay nuevos cristianos tiene que haber catecumenado para adultos. Con todas las consecuencias. Para lograr una catequesis evangelizadora tenemos que tener en cuenta lo que el Papa nos reco-mienda como características de la pastoral durante el Año de la fe, en su carta de promulgación Porta fidei. El Papa insiste fuertemente en esta idea de que el Año de la fe sea realmente un año dedicado a la pastoral de la fe, un año de evangelización, que es lo mismo que decir un año de conversión. El Año de la fe es «una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo».

En este planteamiento, el Papa no se conforma con una fe cualquiera, quiere que los cristianos vivan una fe auténtica, una fe verdadera. Esa fe que transforma la vida de los creyentes. La fe, que «actúa por el amor (Gál 5, 6), se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (Rom 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Cor 5, 17)». Cuando uno cree de verdad en Dios y se pone en sus manos guiado por la fe en Jesucristo según la medida de nuestra disponibilidad, la mentalidad, los pensamientos, los sentimientos, las acciones del hombre se purifican y se transforman en un proceso que no termina en toda la vida.

Durante el Año de la fe es preciso que pongamos la fe en Cristo y la fe en Dios en el centro de nuestros objetivos pastorales. El Papa quiere que revisemos lo que estamos haciendo en la pastoral ordinaria en función de sus resultados de fe. La iniciación cristiana tal como la hacemos actualmente, la catequesis, las eucaristías dominicales… ¿promueven esta fe firme, segura, transformante y misionera entre nuestros cristianos?

Aplicando estos criterios, y como resumen de todo lo dicho hasta ahora, podemos decir que la catequesis en tiempos de evangelización tiene que ser una catequesis que despierte y desarrolle en los catecúmenos la fe verdadera, la fe que nos une espiritualmente a Cristo y a Dios, la fe que nos cambia la vida por el amor a Dios, la esperanza de la vida eterna, y el amor verdadero y efectivo a los hermanos.

3. Catequistas para los tiempos de evangelización

El catequista es el principal agente de la catequesis. Por eso es también factor central de cuanto estamos diciendo. La catequesis no la hacen los libros ni los materiales. La catequesis la hacen los catequistas. Hemos hecho muchos libros, muchos materiales. No sé si hemos cuidado suficientemente la preparación de los catequistas. Una preparación que hay que hacerla en cada diócesis, en cada parroquia con paciencia y con visión de futuro. Os ofrezco unas cuantas consideraciones prácticas.

1ª. Tenemos que ponderar mucho la importancia de los catequistas. Ponemos en sus manos la tarea más importante de la Iglesia: la transmisión de la fe, la educación en la fe de los nuevos cristianos, sean niños, jóvenes o adultos. A estas horas, el oficio de catequista tendría que ser un ministerio laical, oficialmente concedido por la Iglesia de manera pública y estable. Es una pena que no lo hayamos conseguido. Tenemos que proceder como si lo fuese. En realidad los catequistas cumplen un ministerio, una labor pública y ordenada al bien común de la comunidad eclesial.

2ª. En consecuencia, los catequistas tienen que ser testigos de la fe, capaces de enseñar a creer en Dios con las obras, con la vida, rezando con sus catecúmenos, acompañándolos personalmente en el surgimiento y en la maduración de su fe, en su conversión personal a Cristo y a Dios, en la renovación de su vida a medida que entran en el conocimiento y en la convivencia con Jesús, en el conocimiento de su vida y de sus enseñanzas, en su descubrimiento de Dios y en su experiencia de la fe, en la práctica de las virtudes teologales y morales, etc. Acompañándoles en la práctica de la vida cristiana en general. Son verdaderos tutores de la fe de sus catecúmenos, pedagogos. Recordemos las palabras de san Pablo: «Os quiero como a hijos. Ahora que estáis en Cristo tendréis muchos tutores, pero padres solo tenéis uno. Yo os engendré para Cristo por medio del Evangelio. Así pues os ruego que seáis imitadores míos (como yo lo soy de Cristo)» (1 Cor 4, 14-16). Otras veces dice a los cristianos que sean imitadores suyos, como él es imitador de Cristo (cfr. 1 Cor 11, 1; Fil 3, 17).

3ª. El catequista tiene que ser cristiano de oración, cristiano de acción, entusiasta, dinámico, capaz de ilusionar con una nueva forma de vivir; y capaz de dar confianza, de animarle y sostenerle en el conflicto consigo mismo, con su vida, con sus ambientes. El testimonio y la relación con el catequista tienen que ser más apreciable para el catecúmeno que todas las demás influencias que recibe en casa, en el colegio, en el ambiente general de la calle y de la conciencia. El catequista, junto con su sacerdote, tienen que ser verdaderos referentes de vida para el niño, para el adolescente que está aprendiendo a ser cristiano.

4ª. Y tiene que tener una buena formación intelectual. Ser capaz de comprender el ambiente familiar y las reacciones del niño, su ritmo de desarrollo, su manera de percibir las cosas. En el caso de los adolescentes hace falta comprender y saber responder a las muchas dificultades teóricas y prácticas que llevan en la cabeza. Y poner las bases de una antropología cristiana elemental, sin la cual no puede mantenerse la fe: existencia de Dios, creación (en relación con lo que se dice hoy en las ciencias), conceptos verdaderos de libertad, espiritualidad e inmortalidad, amor y sexualidad. No es una tarea fácil que se pueda improvisar.

5ª. De manera especial necesita una buena formación teológica en los temas fundamentales, una buena presentación de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre; cómo presentar hoy la enseñanza de Jesús sobre Dios, la Trinidad, su Providencia, sus relaciones con nosotros; una nueva y buena teología de la fe, ya no vale eso de «creer lo que no se ve». La fe como acción de poner nuestra vida en manos del Dios de Jesús, que nos ama, que nos resucita, amándole, orando, obedeciendo, viviendo como hijos suyos en el mundo.

6ª. Los mejores catequistas no suplen la presencia del párroco o del sacerdote responsable. Catequizar es preparar para celebrar los sacramentos con fe viva y vivir la vida real de cada día según la voluntad de Dios que se nos manifiesta en Jesucristo por medio de su Iglesia. Una labor que admite toda la colaboración de los seglares, pero que es también sacerdotal. El sacerdote tiene que ser modelo, maestro, ayuda de los catequistas.

7ª. El catecúmeno tiene que crecer, a la vez, en todos los aspectos de la fe. El catequista tiene que sentirse responsable y guía de la vida cristiana de sus catecúmenos, respaldado en todo ello por el párroco. Se cuidará:

  • la oración personal y comunitaria;
  • la vida litúrgica, eucaristía, penitencia;
  • virtudes teologales y morales;
  • ejercicio de la caridad, limosna, enfermos, acciones buenas positivas;
  • una buena presentación de la moral cristiana, persona, familia, vida social;
  • tiene que aprender a reconocer sus fallos, a examinarse, arrepentirse, renovarse, confesarse;
  • sin miedos ni ambigüedades, en los diferentes ambientes donde vive, el catecúmeno, poco a poco, tiene que irse diferenciando de los que no lo son.

La conversión requiere rectificaciones, rupturas, formas nuevas de vida, renovación de valores, que reclaman otras formas de ocupar el tiempo, etc. Si la catequesis no cambia la vida del catecúmeno quiere decir que no influye realmente en su vida. Para que este crecimiento sea posible en un medio adverso tiene que sentirse integrado en un grupo de compañeros y de adultos en el que se sienta acogido, entendido, apoyado, normalizado.

Los catecúmenos no pueden sentirse solos, abandonados en el mundo, sino que tienen que sentir la realidad eclesial en la que viven, en la que crecen, la comunidad tiene que ser percibida como el mundo verdadero, un mundo real y amable, el mundo del corazón, del que salen y al que vuelven, en el que se sienten a gusto y encuentran su propia identidad. Como los astronautas en la nave, salen y entran, salen pero vuelven, están siempre conectados, se llevan consigo el mundo, el oxígeno del alma.

Es decir, hay que buscar el modo de que el joven cristiano se sienta más miembro de la comunidad eclesial que de la sociedad secular y descreída. Familia, parroquia, colegio, ocio y tiempo libre tienen que ofrecerle ese contexto de convivencia que necesita.

Todos necesitamos un esfuerzo para alcanzar la mentalidad de evangelizadores. Vivimos en un continente de incredulidad. Tenemos que trabajar ante todo para promover la fe de nuestros oyentes, no la fe de saber muchas cosas, sino la fe de aceptar cordialmente a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestra vida; la fe de confiar en Dios y poner en Él el centro de nuestra vida y de nuestros deseos; la fe de no ser hijos del mundo, sino hijos de Dios, herederos de su gloria y ciudadanos del cielo. En contraste con un mundo que olvida a Dios y adora los bienes de este mundo.

En una pastoral de evangelización nada en la Iglesia se puede organizar sin tener en cuenta a los que viven fuera del «campamento», a los que buscan, a los que se fueron o a los que todavía no han venido. «En nuestro contexto cultural, muchas personas, aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico preámbulo de la fe».

Tenemos que inventar medios de contacto con ellos, convocatorias para ellos, vínculos con ellos, que nos permitan llegar algún día a abrirles los tesoros de nuestra fe. Hemos de ser capaces de inventar fases diferentes, sostenerlos hasta la adultez, hasta el matrimonio, necesitamos tiempo para completar la formación moral como consecuencia de la fe, del seguimiento, del deseo de salvación.

Este es el hermoso y apasionante panorama que ponen ante nosotros estos tiempos de evangelización. Que María, la primera maestra y hasta catequista de Jesús, nos dé una generación entusiasta de catequistas sabios y santos capaces de engendrar muchos nuevos cristianos, convertidos y convencidos.


*  *  *

Texto completo en formato PDF: Nueva evangelización, nueva catequesis, nuevos catequistas

* * *


Madrid, 13 de febrero de 2012

Fernando Sebastián Aguilar: «Nueva evangelización, nueva catequesis, nuevos catequistas». Actualidad Catequética, N.º 233/234, 2012/I-II, pp 56-69.

Fuente original: Conferencia Episcopal Española