por Catequesis en Familia | 2 Oct, 2015 | La Biblia
Marcos 10, 35-45. Vigésimo noveno Domingo del Tiempo Ordinario. Santiago y Juan persiguen sueños de gloria junto a Jesús, no comprenden la lógica de vida de la que Jesús da testimonio: el servicio a Dios y a los hermanos.
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». El les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria». Jesús le dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?». «Podemos», le respondieron. Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados». Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de Isaías, Is 53, 10-11
Salmo: Sal 33(32), 4-5.18-22
Segunda lectura: Carta a los Hebreos, Heb 4, 14-16
Oración introductoria
Señor Jesús, creo que has venido al mundo para salvarme y cargar con el peso de mis pecados; creo que Tú eres el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y que todos tus sufrimientos son para salvarme. Confío en ti, Señor, fuente de amor y de misericordia. Sé que te entregas a los mayores oprobios para que yo sea feliz. Por eso, no puedo hacer más que buscar amarte cada día más y corresponder a tu amor con una vida santa y abnegada, vivida según tu voluntad.
Petición
Ayúdame, Señor, a aceptar siempre tu voluntad, aun en los más duros momentos.
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
Jesús se presenta como siervo, ofreciéndose como modelo a imitar y seguir. Del trasfondo del tercer anuncio de la pasión, muerte y resurrección del Hijo del hombre, se aparta con llamativo contraste la escena de los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, que persiguen todavía sueños de gloria junto a Jesús. Le pidieron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda» (Mc 10,37). La respuesta de Jesús fue fulminante, y su interpelación inesperada: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? (v. 38). La alusión es muy clara: el cáliz es el de la pasión, que Jesús acepta para cumplir la voluntad del Padre. El servicio a Dios y a los hermanos, el don de sí: esta es la lógica que la fe auténtica imprime y desarrolla en nuestra vida cotidiana y que no es en cambio el estilo mundano del poder y la gloria.
Con su petición, Santiago y Juan ponen de manifiesto que no comprenden la lógica de vida de la que Jesús da testimonio, la lógica que, según el Maestro, ha de caracterizar al discípulo, en su espíritu y en sus acciones. La lógica errónea no se encuentra sólo en los dos hijos de Zebedeo ya que, según el evangelista, contagia también «a los otros diez» apóstoles que «se indignaron contra Santiago y Juan» (v. 41). Se indignaron porque no es fácil entrar en la lógica del Evangelio y abandonar la del poder y la gloria.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Alocución del sábado, 18 de febrero de 2012
Propósito
Ofreceré a Jesús todas las adversidades y contratiempos de este día, como aceptación de su voluntad en mi vida.
Diálogo con Cristo
Señor Jesús, gracias por la vida que me das, por la salvación que me alcanzas por tu cruz y por morir por mí. Gracias por mostrarme cómo debo actuar frente a las dificultades y miedos que enfrento cada día. Gracias por tu donación en la cruz, Señor, pues no sólo me enseñas a cumplir los designios del Padre, sino también a amar más y mejor a los demás hasta el olvido de mí mismo. Ayúdame, te pido, a prepararme bien para celebrar los misterios de tu pasión, muerte y resurrección, viviendo cada vez mejor mi vida cristiana en los trabajos de cada día. Señor, llena mi día con tus bendiciones. Amén.
* * *
Evangelio del día en «Catholic.net»
Evangelio del día en «Evangelio del día»
Evangelio del día en «Orden de Predicadores»
Evangelio del día en «Evangeli.net»
* * *
por Capellanía de la Universidad La Sabana (Colombia) | 1 Oct, 2015 | Catequesis Artículos
Sin lugar a dudas el Don más grande que Dios nos ha hecho es la Gracia Santificante, que consiste nada menos que la participación en la Vida divina. Nada puede compararse con esto; por la Gracia, Dios nos hace semejantes a Él hasta en su Divinidad. Dios nos diviniza gratuitamente con este Don, cosa que naturalmente no nos corresponde por ser tan solo creaturas suyas.
La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, posee naturalmente la Divinidad desde toda la eternidad y al encarnarse en las entrañas purísimas de María Santísima dicha Divinidad le corresponde plenamente a Jesucristo, «Dios de Dios, Luz de Luz».
Nosotros en cambio, somos por naturaleza meramente humanos y sin embargo, por amor, Dios nos comunica su Vida Divina por el Espíritu Santo.
Por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia fundada por Él, nos comunica el Don de la Gracia por medio de los Sacramentos instituidos por Cristo mismo y nos santifica, nos hace santos, hijos de Dios y coherederos de la Gloria.
* * *
Índice
1. ¿Qué son los sacramentos?
2. Los sacramentos de iniciación
3. La Confirmación
4. El Espíritu Santo
5. El aceite: materia del sacramento
6. ¿Por qué, además del bautismo, es necesaria la Confirmación?
7. La Confirmación fue instituida por Nuestro Señor Jesucristo.
8. La Confirmación es un signo sensible
9. Los efectos de la Confirmación
9.1. Nos hace soldados de Cristo
9.2. Nos hace cristianos perfectos
9.3. Nos llena del Espíritu Santo
10. Los dones del Espíritu Santo
11. Necesidad e importancia de la Confirmación
12. El ministro de la Confirmación
13. El sujeto de la Confirmación
14. Las obligaciones del confirmado
15. Los padrinos de la Confirmación
16. La celebración de la Confirmación
17. Reflexión final
* * *
1. ¿Qué son los sacramentos?
Para que percibiéramos el Don gratuito e invisible de la Gracia, Nuestro Señor Jesucristo instituyó siete acciones sagradas en las cuales, por medio de algo perceptible por los sentidos, el Espíritu Santo actúa en nosotros. Son «obras maestras» y «fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo», que es la Iglesia, para santificar a los hombres.
Podemos definir los Sacramentos de la siguiente manera: «Son signos sensibles instituidos por Jesucristo, para infundir y acrecentar la Vida Divina (Gracia Santificante) en nuestras almas para hacernos santos».
La Iglesia afirma que para los creyentes, los Sacramentos son necesarios para la salvación. El cristiano que no frecuenta los Sacramentos, no ha entendido realmente su vocación cristiana y pone en peligro su salvación eterna.
* * *
2. Los sacramentos de iniciación
Haciendo una analogía con la vida natural, que tiene un origen, crecimiento y sustento, la Iglesia llama Sacramentos de Iniciación al Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. Nacemos a la Vida divina por el primero, la fortalecemos con la Confirmación y alimentamos la Vida Divina con la Eucaristía, alimento de Vida eterna.
* * *
3. La Confirmación
El Concilio Vaticano II en su documento «Lumen Gentium» (La Luz de las Naciones) dice bellamente: «Por el Sacramento de la Confirmación (los fieles) se vinculan con más perfección a la Iglesia, se enriquecen con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma se obligan con mayor compromiso a difundir y defender la fe, con sus palabras y sus obras como verdaderos testigos de Cristo». (LG 11)
Este Sacramento ha sido llamado de diferentes maneras: San Agustín lo llamaba «imposición de las manos», San Cirilo de Jerusalén «el Crisma místico», etc. El nombre que lleva actualmente fue empleado por primera vez en el siglo V por San León Magno.
* * *
4. El Espíritu Santo
El protagonista del Sacramento de la Confirmación es la tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Ya desde el Antiguo Testamento los Profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías esperado: «Sobre él reposará el Espíritu de Yahvé» (Is. 11,2) «El Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí» (Is.61, 1), lo cual se hizo patente en el Bautismo de Cristo en el Jordán: «Una vez bautizado, Jesús salió del río. De repente se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como paloma y venía sobre él» (Mt.3, 16).
Pero la plenitud del Espíritu Santo no estaba destinada únicamente al Mesías, sino a todo el Pueblo Mesiánico: «Infundiré mi Espíritu en ustedes para que vivan según mis mandatos y respetan mis órdenes» (Ez.36, 27).
Cristo en repetidas ocasiones prometió esta efusión a sus seguidores: «El Espíritu Santo les enseñará en ese mismo momento lo que hay que decir» (Lc.12, 12) y lo cumplió el mismo día de la Pascua: «Dicho esto, sopló sobre ellos diciendo: Reciban al Espíritu Santo (Jn.20, 22) y de una manera más notable en Pentecostés: «y quedaron llenos del Espíritu Santo» (Hech.2, 4). Aquellos que se hicieron bautizar ese mismo día, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo: «Dios les dará el Espíritu Santo». (Hech.2, 38)
A partir de entonces, los Apóstoles en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaban a los recién bautizados, por la imposición de las manos, el don del Espíritu Santo. La tradición cristiana ha considerado desde el principio dicha imposición de las manos como el signo primitivo del Sacramento de la Confirmación. Sin embargo, muy pronto para mejor significar la unción espiritual se añadió la unción con el óleo perfumado (Crisma). Precisamente el nombre de «cristiano» significa seguidor de Cristo, el «Ungido».
* * *
5. El aceite: materia del sacramento
Muy atinadamente en algunos Sacramentos se usan óleos consagrados para la unción con distintos significados: antes del Bautismo significa purificación y fortaleza (usamos aceites y crema para limpiar la piel, para practicar deportes); el Oleo de los enfermos significa y realiza curación y consuelo (muchas medicinas tienen como base aceites); por su parte las unciones con el Santo Crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación Sacerdotal son signos de consagración, como el sello de propiedad que se imprime en un documento.
Así el confirmado recibe la «marca» o el sello del Espíritu Santo: «Es Dios el que nos conforta juntamente con nosotros en Cristo y el que nos ungió y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones» (2 Cor. 1,22).
* * *
6. ¿Por qué, además del bautismo, es necesaria la Confirmación?
El Bautismo, que hace nacer nuestra alma a la Vida Divina y que nos hace miembros de la Iglesia de Cristo, es tan solo el principio, como el niño que es dado a la luz posee la vida humana y es miembro de su familia, pero debe llegar a su plenitud en la madurez. En el terreno espiritual, la Gracia Santificante se desarrollará con la recepción de los demás Sacramentos y la Confirmación produce en nosotros el crecimiento necesario para llegar a la madurez cristiana: el Espíritu Santo nos comunica sus siete Dones y nos hace adultos en la fe, capaces de dar testimonio de ella y de luchar como soldados por el
Reino de Dios en la tierra. Ciertamente ya desde el Bautismo Dios habita en nosotros con sus Tres Divinas Personas, pero en la Confirmación se nos da el Espíritu Santo con más abundancia: es como un Pentecostés para los discípulos de Cristo.
* * *
7. La Confirmación fue instituida por Nuestro Señor Jesucristo.
San Juan Evangelista nos dice «muchas otras cosas hay que hizo Jesús, que si se escribieran una por una, me parece que no cabrían en el mundo los libros que se habrían de escribir» (Jn.21, 25). No debe entonces extrañarnos el no saber exactamente cuándo y cómo Jesucristo instituyó el Sacramento de la Confirmación, pero consta en muchos pasajes del Nuevo Testamento que los Apóstoles, imponiendo las manos a los Bautizados, los confirmaban en la fe: «Pedro y Juan imponían las manos a los samaritanos» que habían sido ya bautizados por el Diácono Felipe y éstos recibían al Espíritu Santo (Hech.8, 12-17). De igual modo San Pablo habiendo llegado a Éfeso, bautizó en el nombre de Cristo a discípulos de San Juan Bautista y a continuación les impuso las manos para hacer descender sobre ellos el Espíritu Santo. «Y como Pablo les impusiera las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, hablaron lenguas y profetizaron» (Hech. 19,6).
Un rito tan importante, de tanta trascendencia en la vida de los cristianos, no pudo ser inventado o improvisado por los Apóstoles: con toda certeza podemos inferir que no hicieron sino practicar lo que Jesús hacía y les indicó seguir haciendo.
* * *
8. La Confirmación es un signo sensible
Claramente vemos en los pasajes citados cómo la imposición de las manos es aquel signo sensible necesario en todo Sacramento y que ahora, unido a la unción con el Santo Crisma, confiere al bautizado la plenitud del Espíritu Santo.
* * *
9. Los efectos de la Confirmación
9.1. Nos hace soldados de Cristo
La vida del hombre sobre la tierra es un continuo combate contra los enemigos de su alma, que como nos enseña la Iglesia, son el mundo, el demonio y nuestras propias concupiscencias. Este combate da comienzo apenas el niño va teniendo uso de razón y no termina sino con la muerte. Job dice en la Biblia, que «la vida es una milicia».
Para sostener la lucha en contra de enemigos tan poderosos como tenaces, necesitamos auxilios especiales que precisamente nos proporciona la Gracia de este Sacramento. Pública y solemnemente, ante el Obispo, somos alistados en el ejército del Señor para luchar por el bien de nuestras almas, por la extensión del Reino de Dios, por el bien de las almas, por la gloria de Dios.
La Confirmación imprime en el alma ese carácter indeleble (por eso este Sacramento no se repite) de testigo de Cristo y da la fuerza necesaria para confesar la fe sin temor ante los respetos humanos y defenderla, si es necesario, con la ofrenda de la vida.
* * *
9.2. Nos hace cristianos perfectos
Este Sacramento nos confirma en la fe y perfecciona todas las virtudes y dones recibidos en el Bautismo. Precisamente por esto recibe el nombre de Confirmación.
Un autor del siglo V llamado el Pseudo-Dionisio Areopagita, escribiendo sobre el Sacramento de la Confirmación, precisa la diferencia entre los bautizados y los confirmados en estos términos:
«A todos llamamos hijos de Dios, incorporados todos a Jesucristo, herederos todos del Paraíso; pero imperfectos los primeros y perfectos los segundos, la Confirmación no solamente nos hace divinos, sino grandísimamente divinos».
* * *
9.3. Nos llena del Espíritu Santo
Es la Confirmación el Sacramento que da cumplimiento a aquellas palabras de Cristo: «Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a ustedes. Pero si me voy, yo lo enviaré» (Jn.16, 7).
En efecto, así como en Pentecostés descendió el Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico reunido en oración con la Santísima Virgen María, en lo sucesivo, los cristianos recibieron al Espíritu Santo por medio de los Apóstoles y luego de los Obispos con la imposición de las manos y la santa unción.
Y de la misma manera que el Espíritu Santo se manifestó de manera prodigiosa en Pentecostés, no faltaron casos en la Iglesia Apostólica en que el administrar a los fieles la Confirmación, sucedieran milagros parecidos como el profetizar o el hablar en lenguas. Esto llevó al mago Simón a ofrecer dinero a los Apóstoles para que le dieran el poder de confirmar (Hech.8, 14). Leemos también cómo al confirmar San Pablo a los bautizados, venía sobre ellos el Espíritu Santo obrando prodigios (Hech.19)
Actualmente no suceden tales prodigios pues Dios no multiplica los milagros sin necesidad. La Iglesia está bien establecida y ya no es necesario. Pero aunque sin señales externas, los confirmados reciben ciertamente al Espíritu Santo con sus siete Dones.
* * *
10. Los dones del Espíritu Santo
Los Dones del Espíritu Santo son siete auxilios Espirituales que capacitan el alma para ejercitar las virtudes necesarias a la perfección cristiana. Estos siete Dones son: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, Temor de Dios.
El Don de Sabiduría es el más perfecto de todos los Dones. El nos hace preferir los bienes celestiales a los terrenales y que encontremos así nuestras delicias en las cosas de Dios, de la Religión.
El Don de Entendimiento, nos hace comprender mejor las verdades de la Religión. Nos descubre el significado oculto de las Sagradas Escrituras. Comprender el significado de los Sacramentos y de las ceremonias de la Iglesia. Penetrar en los planes ocultos de la Providencia, en el gobierno del mundo y de los hombres, etc., etc. Quien tiene este Don, no piensa como los mundanos que el mundo está mal arreglado, sino que, por el contrario, admira en él, la Sabiduría, inteligencia y Providencias divinas.
El Don de Consejo nos da a conocer con toda prontitud y seguridad, lo que conviene para nuestra salvación y la del prójimo, de un modo especial en los casos más difíciles y decisivos.
Este es el Don que Nuestro Señor prometió a sus Apóstoles con estas palabras: «Cuando jueces y gobernantes malvados, y enemigos de Dios los citarán para exigirles cuenta de su conducta y de sus obras de celo, no piensen cómo o qué tienen que responder, porque en aquella hora el Espíritu Santo les sugerirá lo que debes decir» (Mt.10,20).
Fue este Don el que hizo a San Pedro contestar al Sanedrín cuando éste le ordenaba no predicar a Jesucristo: «Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hech.5, 29)
El Don de la Fortaleza nos da la energía que necesitamos para resistir a los obstáculos que se oponen a nuestra santificación para resistir las tentaciones y no caer en pecado, para despreciar el respeto humano, para perseverar durante toda la vida en el cumplimiento del deber, en la vida cristiana.
Es este Don el que nos da la fuerza para emprender sin temor ni vacilación, obras que miran a la mayor gloria de Dios. El acto por excelencia del Don de la Fortaleza, es el martirio, pero hay que recordar que es comparable a él una vida empleada en el servicio de Dios y en procurar la salvación de las almas.
El Don de la Ciencia, no por supuesto de la ciencia profana, sino de la Ciencia de Dios, nos da a conocer el camino que debemos seguir para llegar al Cielo.
Este Don nos hace ver todas las cosas en Dios, como creaturas suyas, como manifestaciones de su Poder, Sabiduría y Bondad infinitas. Por medio de este Don todas ellas vienen a ser para nosotros, como un reflejo de Dios.
San Francisco de Asís, poseía este Don en alto grado, considerando todas las cosas creadas como hijas de Dios, veía en todas ellas otros tantos hermanos, el hermano sol, la hermana agua, la hermana oveja, etc., hasta la hermana muerte.
El Don de Piedad, despierta en el confirmado un afecto filial hacia Dios a quien podemos dirigirnos con toda confianza y una tierna devoción y prontitud para cumplir con nuestros deberes religiosos.
Este Don hace que encontremos placer en las oraciones, y en las prácticas religiosas –que nos sacrifiquemos por Dios y por su Gloria, y –que recibamos todo como venido de la Mano de Dios, y nos abandonemos a sus manos como el niño se abandona a las de su madre.
El Don de Temor de Dios, inclina nuestra voluntad a un respeto filial hacia Él; nos aleja del pecado porque le desagrada y nos hace esperar en su poderoso auxilio.
Pero entiéndase bien que este Don del Espíritu Santo, nada tiene de común con el temor al castigo de Dios por nuestros pecados, el temor a las penas de esta vida, a las del Purgatorio y del Infierno.
No es el temor del subordinado que sirve al jefe porque no lo castigue, sino el temor del buen hijo que teme disgustar al mejor de los padres.
Este Don del Espíritu Santo nos inspira un vivo sentimiento de la grandeza y bondad de Dios y por lo tanto, sumo horror a las menores faltas; una viva contrición de éstas porque ofenden a un Dios tan bueno, un deseo vivísimo de repararlas con muchos actos de amor y sacrificio y en fin, suma diligencia de huir de las ocasiones de pecado.
* * *
11. Necesidad e importancia de la Confirmación
Por lo que hemos dicho al exponer los maravillosos efectos de la Confirmación, cualquiera verá la conveniencia, necesidad e importancia de recibirla; pero el punto de vista bajo el cual vamos a considerar ahora este Sacramento, es este otro: ¿Es necesaria la Confirmación para la Salvación?
Ciertamente que la Confirmación no es indispensable para la salvación como el Bautismo y el Sacramento de la Penitencia si se ha caído en pecado mortal; no es tan necesaria como la Sagrada Eucaristía, que por un prodigio de la Bondad divina podemos recibir todos los días; pero si consideramos la gran abundancia de bienes espirituales que gratuitamente nos comunica este Sacramento, todos debemos apresurarnos a recibirlo y e invitar a recibir a quienes no lo hayan hecho.
Es tan importante la salvación, que para alcanzarla no debemos descuidar ningún medio eficaz, y siendo uno de los principales la Confirmación, no puede menos que ser una falta de gratitud a Nuestro Señor Jesucristo nuestra indiferencia para aprovecharla. Pero si es el desprecio la causa de esta indiferencia, ciertamente que ello constituiría una falta muy grave.
Es la Gracia Bautismal el mayor tesoro de nuestra alma. ¿Por qué si para proteger un tesoro material ponemos tanto cuidado y no encontramos Banco bastante seguro para él, ni caja fuerte bastante resistente, no sabemos estimar ni aprovechar el Sacramento de la Confirmación que viene a cuidar, a proteger y a acrecentar el mayor tesoro de nuestra alma?
* * *
12. El ministro de la Confirmación
Normalmente el ministro es el Obispo, aunque en algunos casos, se puede conceder a los sacerdotes la facultad para confirmar. El que el Obispo sea el que confirme pone de relieve que es sucesor de los Apóstoles y cabeza de la diócesis. Así la Confirmación tiene como efecto unir más estrechamente al bautizado con la Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a su misión como testigo de Cristo de la comunidad.
En peligro de muerte, cualquier presbítero puede dar la Confirmación ya que la Iglesia quiere que ninguno de sus hijos, aún en la más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el Espíritu Santo.
* * *
13. El sujeto de la Confirmación
Según el Derecho Canónico (can. 889), todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir la Confirmación. Sin este Sacramento y la Eucaristía, la iniciación cristiana quedaría incompleta.
La Confirmación es el Sacramento «de la madurez cristiana» y por eso es conveniente y necesario que el bautizado haya llegado al uso de la razón y es recomendable, según el Concilio Vaticano II, esperar y proporcionar al confirmando una sólida y profunda formación cristiana y una preparación pre-sacramental que podría consistir en un retiro espiritual previo a la Confirmación.
Todo esto nos habla de la conveniencia de que los confirmados hayan pasado los 15 o 16 años con el fin de que comprendan realmente lo que está por suceder y el compromiso que están adquiriendo.
Es indispensable que el sujeto se presente en Gracia de Dios para no hacer de la Confirmación una farsa. Si es necesario, deberá recurrir antes al Sacramento de la Reconciliación para recibir al Espíritu Santo con el alma purificada.
* * *
14. Las obligaciones del confirmado
En continuidad con el Bautismo, el confirmado renueva las promesas que en aquella ocasión sus padres y padrinos hicieron por él si fue bautizado pequeño.
Ahora con pleno uso de razón, deberá renunciar radicalmente al pecado, a Satanás, padre del pecado, y a todas sus insidias. Y esto no debe ser un mero formulismo. Tan cierto es que Satanás existe, como de que somos débiles y pecadores y la vida cristiana nos obliga a luchar valientemente por la Gracia de Dios.
Igualmente el cristiano confirmado está comprometido no tan solo a guardar la fe, sino a conquistar a los demás para Cristo.
En el mundo actual, olvidado de Dios, corrompido integralmente en la mentira, cohecho, el hurto, el hedonismo desenfrenado, violencia y sexo, no será fácil mantenerse en la lucha por el bien. Será vivir cuesta arriba o contra corriente todo el tiempo. Será necesario evitar con cuidado toda clase de pecado, instruirse permanentemente en Religión, y sobre todo frecuentar los Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía.
El soldado de Cristo debe estar preparado para dar la batalla al mal, venga de donde venga. ¿Qué diríamos de un soldado bien armado que ni siquiera se molestara en desempacar sus armas y aprender a usarlas? ¿Cómo espera ganar la batalla cuando le falta la voluntad y el valor para entrar en ella? Así son los cristianos que no saben aprovechar los medios que la Iglesia pone en sus manos y que se amilanan ante los demás.
La fe en Cristo debe ser nuestro timbre de gloria como para un soldado es su bandera. Negarla o avergonzarnos de ella es indigno de un hijo de Dios.
* * *
15. Los padrinos de la Confirmación
Señala la Iglesia que todo confirmando cuente con la ayuda espiritual de un padrino o una madrina, preferentemente los mismos del Bautismo, para remarcar la unión entre ambos Sacramentos.
Para que una persona pueda desempeñar válidamente su compromiso de padrino o madrina, se requieren las siguientes condiciones:
– Estar confirmado.
– Tener uso de razón y la intención de cumplir adecuadamente esta función.
– No ser hereje o estar excomulgado.
– No ser ni el padre ni la madre ni el cónyuge del confirmado.
– Asistir a la ceremonia; en el momento de la Confirmación pondrá su mano derecha sobre el hombro izquierdo del confirmando para simbolizar su compromiso como padrino o madrina.
– La misión de los padrinos es cuidar con la palabra y con el ejemplo el crecimiento en la fe de su ahijado. Por eso se deben elegir como padrinos a personas ejemplares, que den testimonio cristiano con su vida corriente; casados sacramentalmente, instruidos en Religión y de buenas costumbres.
* * *
16. La celebración de la Confirmación
Antes de la ceremonia de la Confirmación, el Obispo ha consagrado el aceite perfumado para la unción, en la Solemne Misa Crismal del Jueves Santo.
El rito de la Confirmación tiene lugar en el desarrollo de la Santa Misa, después de la Liturgia de la Palabra, es decir cuando el Obispo termina su Homilía.
La liturgia del sacramento tiene tres momentos:
– Renovación de los compromisos bautismales. El párroco o capellán presenta a los candidatos, quienes hacen la renovación de sus promesas bautismales y la Profesión de la fe. Con esto se pone de manifiesto la estrecha relación que existe entre estos dos Sacramentos. El Ritual de la Confirmación contiene cinco fórmulas distintas para la renovación de las promesas del Bautismo adecuadas para la mentalidad de los confirmandos, sean niños, jóvenes o adultos. Responder «Sí, renuncio» o «Sí, creo» ante Dios y la Iglesia, implica hace una pública manifestación de la fe cara a Dios y a los demás.
Es por eso que la preparación al Sacramento debe tener la profundidad necesaria para que el candidato tome conciencia de la grandeza de su vocación cristiana y del compromiso que está aceptando.
– Imposición de las manos: El Obispo a continuación extiende las manos sobre los confirmandos, repitiendo el gesto de los Apóstoles, que es un signo del don del Espíritu Santo. Al mismo tiempo, pronuncia la oración propia del Sacramento invocando a Dios Padre para que envíe su Espíritu con sus siete dones sobre los confirmandos, por los méritos de su Hijo, Jesucristo.
– Unción con el Santo Crisma: el Ministro del Sacramento de la Confirmación procede a la unción haciendo con el oleo santo la señal de la cruz en la frente de cada confirmando, mientras que pronuncia las siguientes palabras:
«Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo».
El confirmado responde: «Amén».
Luego añade: “La paz sea contigo”.
Se responde: “Y con tu espíritu”.
Durante este momento solemne todos los demás fieles acompañarán con cantos invocando al Espíritu Santo.
Se termina la liturgia del Sacramento con la oración de los fieles, y se continúa con la Liturgia de la Eucaristía, que inicia con la procesión de las ofrendas.
* * *
17. Reflexión final
La Confirmación, dándonos la plenitud del Espíritu Santo, nos hace adultos en la fe y soldados de Cristo para salvar al mundo por medio del Evangelio.
Bien preparado, bien vivido, rinde magníficos frutos en cada confirmando, en sus familias y en el sitio donde cada uno se desempeña. Dejemos actuar al Espíritu Santo en nuestras almas, para perfeccionados con sus dones podamos dar un testimonio coherente de Cristo en todo momento y lugar.
«Nuestra Confirmación de hoy es nuestro Pentecostés para la vida. ¿Cuál será nuestro estilo de vida en adelante? ¡El de los Apóstoles a la salida del Cenáculo!… El de los cristianos de todo tiempo, enérgicamente fieles a la oración, al testimonio de la fe, a la fracción del pan eucarístico, al servicio del prójimo, imitando a Jesucristo que no vino a ser servido sino a servir.
* * *
Descargue aquí el fichero pdf en su duente original.
por Varios en Internet | 30 Sep, 2015 | Postcomunión Narraciones
Estoy seguro de que todos conocemos esta bella oración que es el Santo Rosario. ¿A quién se le habrá ocurrido repetir las Aves Marías tantas veces? ¿Que sentido tiene? Ya lo van a saber, y cada vez que lo recen, verán que cada Ave María es una preciosa rosa para la Virgen.
Una leyenda cuenta que un hermano lego, que no era sacerdote de la Orden de los Dominicos, no sabía leer ni escribir, por lo que no podía leer los Salmos, como era la costumbre en los conventos de la época.
Entonces, cuando terminaba sus labores por la noche, pues él era el portero, el barrendero, el hortelano, etc., se iba a la capilla del convento y se hincaba frente a la imagen de la Virgen María y recitaba 150 avemarías (el número de los salmos), luego se retiraba a su celda a dormir. Por la mañana, de madrugada, se levantaba antes que todos sus hermanos y se dirigía a la capilla para repetir su costumbre de saludar a la Virgen.
El Hermano Superior notaba que todos los días, cuando él llegaba a la capilla para celebrar las oraciones de la mañana con todos los monjes, había un exquisito olor a rosas recién cortadas y le dio curiosidad, por lo que preguntó a todos quién se encargaba de adornar el altar de la Virgen tan bellamente, a lo que contestaron que ninguno lo hacía y los rosales del jardín no se notaban faltos de sus flores. El Hermano lego enfermó de gravedad; los demás monjes notaron que el altar de la Virgen no tenía las rosas acostumbradas y dedujeron que era el Hermano quien ponía las rosas. ¿Pero cómo? Nadie le había visto nunca salir del convento, ni sabían que comprara las bellas rosas.
Una mañana les extrañó que se había levantado, pero no lo hallaban por ninguna parte. Al fin, se reunieron en la capilla y cada monje que entraba quedaba asombrado, pues el Hermano lego estaba arrodillado frente a la imagen de la Virgen, recitando extasiado sus avemarías y a cada una que dirigía a la Señora,una rosa aparecía en los floreros. Así al terminar sus 150 saludos, cayó muerto a los pies de la Virgen.
Con el correr de los años, Santo Domingo de Guzmán (se dice que por revelación de la Santísima Virgen) dividió las 150 avemarías en tres grupos de 50 y los asoció a la meditación de la Biblia: los Misterios Gozosos, los Misterios Dolorosos y los Misterios Gloriosos, a los cuales el Beato Juan Pablo II añadió losMisterios Luminosos.
* * *
por Pedro de la Herrán | Luis M. Benavides | 29 Sep, 2015 | Catequesis Artículos
El influjo de la familia en la expansión del cristianismo (I)
Ninguna ingeniería económica y política está en capacidad de sustituir este aporte de las familias. El proyecto de Babel edifica rascacielos sin vida. El Espíritu de Dios, en cambio, hace florecer los desiertos (cfr Is 32, 15). Debemos salir de las torres y de las bóvedas blindadas de las élites, para frecuentar de nuevo las casas y los espacios abiertos a las multitudes, abiertos al amor de la familia.
SS Francisco
* * *
La transmisión de la fe en el pueblo de Israel
La familia en el pueblo de Israel tenía una estructura profundamente patriarcal en la que un elemento fundamental era la transmisión de la fe de padres a hijos.
El «Shemá» es la oración fundamental del pueblo de Israel. Este texto bíblico ha mantenido unido al pueblo hebreo a lo largo de los siglos: «iEscucha, Israel. El Señor es nuestro Dios, Él es Único. iAmarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas!». Y enseguida añade: «¡Que estas palabras que te dicto hoy estén siempre en tu corazón. Las repetirás a tus hijos, y hablaras de ellas cuando estés sentado en casa y al ir de camino, al acostarte y al levantarte!» (Dt 6, 4-9).
En otras palabras, la transmisión de la fe en el pueblo de Israel no se apoyaba en la labor de la casta sacerdotal, sino en el núcleo familiar. La religión del Pueblo de Dios se transmitía esencialmente en la familia.
Las conversiones entre los primeros cristianos
El Nuevo Testamento presenta un panorama bastante parecido. Vemos cómo familias enteras se convierten después de la conversión del padre: es el caso de la conversión del funcionario de Cafarnaún («creyó él y toda su casa»: Jn 4, 53); o el del carcelero de san Pablo y Silas («se bautizaron él y todos los suyos»: Act 16, 25-34), etc.
Eusebio de Cesárea cuenta que los primeros evangelizadores cristianos estaban tan fortalecidos por el «Espíritu divino», que «al oírlos por primera vez, las multitudes, como si fueran una sola persona, abrazaban entusiásticamente en sus corazones la piedad para con el Creador del universo» (Historia eclesiástica III, 37, 3).
Muchos historiadores modernos aceptan el testimonio de Eusebio de Cesaréa sobre las conversiones masivas como la única respuesta al fenómeno de la rapidez de la expansión del cristianismo en los primeros tiempos.
Adolf von Harnack, autor de gran renombre como estudioso de la Teología y de la Historia del cristianismo, califica el crecimiento del cristianismo en términos de «rapidez inconcebible» y «expansión asombrosa», y expresó su creencia de que «el cristianismo hubo de reproducirse gracias a los milagros, pues el portento más grande de todos habría sido la extraordinaria expansión de esta religión sin contar con milagro alguno» (335, n. 2).
Sin embargo, las ciencias sociales modernas han expresado otras hipótesis para explicar el crecimiento del cristianismo en los primeros tiempos.
Pero este será el tema del siguiente artículo.
por Pedro de la Herrán | Luis M. Benavides | 29 Sep, 2015 | Catequesis Artículos
La circulación de un estilo familiar en las relaciones humanas es una bendición para los pueblos: trae nuevamente la esperanza a la tierra. Cuando los afectos familiares se dejan convertir por el testimonio del Evangelio se hacen capaces de cosas impensables, que permiten tocar con la mano las obras de Dios, aquellas obras que Dios realiza en la historia, como aquellas que Jesús ha hecho para los hombres, las mujeres, los niños que ha encontrado.
SS Francisco, Audiencia general del 2 de septiembre de 2015.
* * *
Iniciamos una serie de artículos dirigidos a padres de familia jóvenes interesados en ayudar a sus hijos pequeños a llegar a ser buenos cristianos, es decir cristianos coherentes con la fe recibida en su Bautismo. Niños y niñas que crezcan en un ambiente familiar en el que saberse y sentirse católico sea un motivo de inmensa satisfacción y alegría.
También tendremos presentes en estos artículos a sacerdotes, especialmente párrocos y catequistas, que tratan de orientar a matrimonios jóvenes en su ardua tarea de llevar a cabo en sus hogares («Iglesias domésticas») lo que la Iglesia llama «catequesis familiar», la cual, en palabras de San Juan Pablo II, debe «preceder, acompañar y fortalecer cualquier otra forma de catequesis».
Los autores vamos a intentar que estos artículos tengan un carácter muy práctico y, a la vez, que resulten amenos. Para ello, procuraremos ser breves en el discurso y prácticos en las propuestas y sugerencias. De vez en cuando, intercalaremos algunas anécdotas que hagan más cercana y amable la exposición. Quizás los primeros artículos que tienen un enfoque más histórico no responsan exactamente a estos criterios, pero pronto se retomará la línea anunciada.
* * *
Índice de artículos
1. Influjo de la familia en la expansión del cristianismo en los primeros siglos: parte 1.
2. Influjo de la familia en la expansión del cristianismo en los primeros siglos: parte 2.
3. Crisis actual en la transmisión de la fe
4. ¿Cómo remontar la crisis de la familia?
5. La oración en familia: un método infalible.
5. ¿Qué se entiende por Catequesis Familiar? (1 artículo).
6. El niño como ser religioso y capaz de Dios (1 artículo).
7. Lo más importante: el testimonio y el ejemplo de los padres cristianos (1 artículo).
8. Las «redes de apoyo» a la catequesis familiar:
a) La Parroquia (1 artículo)
b) El Colegio de ideario católico (1 artículo)
c) Los Grupos de Orientación Familiar (1 artículo)
9. Los niños y la Palabra de Dios (1 artículo).
10. La iniciación de los niños a la oración (1 artículo).
11. La oración en familia (1 artículo).
12. La iniciación litúrgica: los signos, los gestos, el canto y el silencio (1 artículo).
13. El templo, casa de Dios
14. La celebración de las fiestas cristianas (1 artículo).
15. La iniciación en los Sacramentos: el Bautismo y la Confirmación (1 artículo).
16. La iniciación en la Eucaristía (1 artículo).
17. La edad de la Primera Confesión y de la Primera Comunión (1 artículo).
18. La Misa dominical en familia (1 artículo).
19. ¿Misas para niños? (1 artículo).
20. La iniciación moral del niño. El sentido del bien y del mal.
21. Algunas virtudes básicas en la infancia.
22. La Virgen María en la vida del niño.
23. La educación de la afectividad y de la sexualidad.
24. Algunos temas difíciles: El sufrimiento de los niños y la muerte. El demonio y el infierno. El Cielo y quiénes van a él.
25. A modo de epílogo.
* * *
por Catequesis en Familia | 28 Sep, 2015 | La Biblia
Mateo 11, 25-30. Día 15 de octubre. Fiesta de santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia. Recorramos los caminos de la vida de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre a Jesús.
En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro del Eclesiástico, Eclo 15, 1-6
Salmo: Sal (89)88, 2-9.16-19
Oración introductoria
Señor, creo, confío y te amo sobre todas las cosas. Me acerco a Ti en esta oración para reanimar la fe, para recibir la energía espiritual que mueva mi corazón y que me mantenga en vigilante espera.
Petición
Dios mío, concédeme vivir alerta, de cara a la eternidad, con mi alma limpia, lista para el encuentro definitivo contigo.
Meditación del Santo Padre Francisco
A Monseñor Jesús García Burillo, Obispo de Ávila.
Querido Hermano:
El 28 de marzo de 1515 nació en Ávila una niña que con el tiempo sería conocida como santa Teresa de Jesús. Al acercarse el quinto centenario de su nacimiento, vuelvo la mirada a esa ciudad para dar gracias a Dios por el don de esta gran mujer y animar a los fieles de la querida diócesis abulense y a todos los españoles a conocer la historia de esa insigne fundadora, así como a leer sus libros, que, junto con sus hijas en los numerosos Carmelos esparcidos por el mundo, nos siguen diciendo quién y cómo fue la Madre Teresa y qué puede enseñarnos a los hombres y mujeres de hoy.
En la escuela de la santa andariega aprendemos a ser peregrinos. La imagen del camino puede sintetizar muy bien la lección de su vida y de su obra. Ella entendió su vida como camino de perfección por el que Dios conduce al hombre, morada tras morada, hasta Él y, al mismo tiempo, lo pone en marcha hacia los hombres. ¿Por qué caminos quiere llevarnos el Señor tras las huellas y de la mano de santa Teresa? Quisiera recordar cuatro que me hacen mucho bien: el camino de la alegría, de la oración, de la fraternidad y del propio tiempo.
Teresa de Jesús invita a sus monjas a «andar alegres sirviendo» (Camino 18,5). La verdadera santidad es alegría, porque «un santo triste es un triste santo». Los santos, antes que héroes esforzados, son fruto de la gracia de Dios a los hombres. Cada santo nos manifiesta un rasgo del multiforme rostro de Dios. En santa Teresa contemplamos al Dios que, siendo «soberana Majestad, eterna Sabiduría» (Poesía 2), se revela cercano y compañero, que tiene sus delicias en conversar con los hombres: Dios se alegra con nosotros. Y, de sentir su amor, le nacía a la Santa una alegría contagiosa que no podía disimular y que transmitía a su alrededor. Esta alegría es un camino que hay que andar toda la vida. No es instantánea, superficial, bullanguera. Hay que procurarla ya «a los principios» (Vida 13,1). Expresa el gozo interior del alma, es humilde y «modesta» (cf. Fundaciones 12,1). No se alcanza por el atajo fácil que evita la renuncia, el sufrimiento o la cruz, sino que se encuentra padeciendo trabajos y dolores (cf. Vida 6,2; 30,8), mirando al Crucificado y buscando al Resucitado (cf. Camino 26,4). De ahí que la alegría de santa Teresa no sea egoísta ni autorreferencial. Como la del cielo, consiste en «alegrarse que se alegren todos» (Camino 30,5), poniéndose al servicio de los demás con amor desinteresado. Al igual que a uno de sus monasterios en dificultades, la Santa nos dice también hoy a nosotros, especialmente a los jóvenes: «¡No dejen de andar alegres!» (Carta 284,4). ¡El Evangelio no es una bolsa de plomo que se arrastra pesadamente, sino una fuente de gozo que llena de Dios el corazón y lo impulsa a servir a los hermanos!
La Santa transitó también el camino de la oración, que definió bellamente como un «tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama» (Vida 8,5). Cuando los tiempos son «recios», son necesarios «amigos fuertes de Dios» para sostener a los flojos (Vida 15,5). Rezar no es una forma de huir, tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una amistad que tanto más crece cuanto más se trata al Señor, «amigo verdadero» y «compañero» fiel de viaje, con quien «todo se puede sufrir», pues siempre «ayuda, da esfuerzo y nunca falta» (Vida 22,6). Para orar «no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho» (Moradas IV,1,7), en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente (cf. Camino 26,3-4). Por muchos caminos puede Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es el «camino seguro» (Camino 21,5). Dejarla es perderse (cf. Vida 19,6). Estos consejos de la Santa son de perenne actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la oración, con determinación, sin detenerse, hasta el fin! Esto vale singularmente para todos los miembros de la vida consagrada. En una cultura de lo provisorio, vivan la fidelidad del «para siempre, siempre, siempre» (Vida 1,5); en un mundo sin esperanza, muestren la fecundidad de un «corazón enamorado» (Poesía 5); y en una sociedad con tantos ídolos, sean testigos de que «sólo Dios basta» (Poesía 9).
Este camino no podemos hacerlo solos, sino juntos. Para la santa reformadora la senda de la oración discurre por la vía de la fraternidad en el seno de la Iglesia madre. Ésta fue su respuesta providencial, nacida de la inspiración divina y de su intuición femenina, a los problemas de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo: fundar pequeñas comunidades de mujeres que, a imitación del «colegio apostólico», siguieran a Cristo viviendo sencillamente el Evangelio y sosteniendo a toda la Iglesia con una vida hecha plegaria. «Para esto os juntó Él aquí, hermanas» (Camino 2,5) y tal fue la promesa: «que Cristo andaría con nosotras» (Vida 32,11). ¡Qué linda definición de la fraternidad en la Iglesia: andar juntos con Cristo como hermanos! Para ello no recomienda Teresa de Jesús muchas cosas, simplemente tres: amarse mucho unos a otros, desasirse de todo y verdadera humildad, que «aunque la digo a la postre es la base principal y las abraza todas» (Camino 4,4). ¡Cómo desearía, en estos tiempos, unas comunidades cristianas más fraternas donde se haga este camino: andar en la verdad de la humildad que nos libera de nosotros mismos para amar más y mejor a los demás, especialmente a los más pobres! ¡Nada hay más hermoso que vivir y morir como hijos de esta Iglesia madre!
Precisamente porque es madre de puertas abiertas, la Iglesia siempre está en camino hacia los hombres para llevarles aquel «agua viva» (cf. Jn 4,10) que riega el huerto de su corazón sediento. La santa escritora y maestra de oración fue al mismo tiempo fundadora y misionera por los caminos de España. Su experiencia mística no la separó del mundo ni de las preocupaciones de la gente. Al contrario, le dio nuevo impulso y coraje para la acción y los deberes de cada día, porque también «entre los pucheros anda el Señor» (Fundaciones 5,8). Ella vivió las dificultades de su tiempo –tan complicado– sin ceder a la tentación del lamento amargo, sino más bien aceptándolas en la fe como una oportunidad para dar un paso más en el camino. Y es que, «para hacer Dios grandes mercedes a quien de veras le sirve, siempre es tiempo» (Fundaciones 4,6). Hoy Teresa nos dice: Reza más para comprender bien lo que pasa a tu alrededor y así actuar mejor. La oración vence el pesimismo y genera buenas iniciativas (cf. Moradas VII,4,6). ¡Éste es el realismo teresiano, que exige obras en lugar de emociones, y amor en vez de ensueños, el realismo del amor humilde frente a un ascetismo afanoso! Algunas veces la Santa abrevia sus sabrosas cartas diciendo: «Estamos de camino» (Carta 469,7.9), como expresión de la urgencia por continuar hasta el fin con la tarea comenzada. Cuando arde el mundo, no se puede perder el tiempo en negocios de poca importancia. ¡Ojalá contagie a todos esta santa prisa por salir a recorrer los caminos de nuestro propio tiempo, con el Evangelio en la mano y el Espíritu en el corazón!
«¡Ya es tiempo de caminar!» (Ana de San Bartolomé, Últimas acciones de la vida de santa Teresa). Estas palabras de santa Teresa de Ávila a punto de morir son la síntesis de su vida y se convierten para nosotros, especialmente para la familia carmelitana, sus paisanos abulenses y todos los españoles, en una preciosa herencia a conservar y enriquecer.
Querido Hermano, con mi saludo cordial, a todos les digo: ¡Ya es tiempo de caminar, andando por los caminos de la alegría, de la oración, de la fraternidad, del tiempo vivido como gracia! Recorramos los caminos de la vida de la mano de santa Teresa. Sus huellas nos conducen siempre a Jesús.
Les pido, por favor, que recen por mí, pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Fraternalmente,
Francisco
Mensaje del Santo Padre Francisco al obispo de Ávila
con motivo de la apertura del Año Jubilar Teresiano
Vaticano, 15 de octubre de 2014
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
A lo largo de las catequesis que he querido dedicar a los Padres de la Iglesia y a grandes figuras de teólogos y de mujeres del Medievo me detuve también a hablar de algunos santos y santas que fueron proclamados doctores de la Iglesia por su eminente doctrina. Hoy quiero iniciar una breve serie de encuentros para completar la presentación de los doctores de la Iglesia. Y comienzo con una santa que representa una de las cimas de la espiritualidad cristiana de todos los tiempos: santa Teresa de Ávila (de Jesús).
Nace en Ávila, España, en 1515, con el nombre de Teresa de Ahumada. En su autobiografía ella misma menciona algunos detalles de su infancia: su nacimiento de «padres virtuosos y temerosos de Dios», en el seno de una familia numerosa, con nueve hermanos y tres hermanas. Todavía niña, cuando tiene menos de nueve años, lee las vidas de algunos mártires que le inspiran el deseo del martirio, hasta el punto de que improvisa una breve huida de casa para morir mártir y subir al cielo (cf. Vida 1, 5); «quiero ver a Dios» dice la pequeña a sus padres. Algunos años más tarde, Teresa hablará de sus lecturas de la infancia y afirmará que en ellas descubrió la verdad, que resume en dos principios fundamentales: por un lado «el hecho de que todo lo que pertenece al mundo de aquí, pasa»; y, por otro, que sólo Dios es «para siempre, siempre, siempre», tema que se reitera en la famosísima poesía «Nada te turbe / nada te espante; / todo se pasa. / Dios no se muda; / la paciencia todo lo alcanza; / quien a Dios tiene / nada le falta / ¡Sólo Dios basta!». Al quedar huérfana de madre a los 12 años, pide a la santísima Virgen que le haga de madre (cf. Vida 1, 7).
Aunque en la adolescencia la lectura de libros profanos la había llevado a las distracciones de una vida mundana, la experiencia como alumna de las religiosas agustinas de Santa María de las Gracias de Ávila y la lectura de libros espirituales, sobre todo clásicos de la espiritualidad franciscana, le enseñan el recogimiento y la oración. A la edad de 20 años, entra en el monasterio carmelita de la Encarnación, también en Ávila; en la vida religiosa toma el nombre de Teresa de Jesús. Tres años después, enferma gravemente; tanto que permanece cuatro días en coma, aparentemente muerta (cf. Vida 5, 9). Incluso en la lucha contra sus enfermedades la santa ve el combate contra las debilidades y las resistencias a la llamada de Dios: «Deseaba vivir —escribe—, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte, y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar; y quien me la podía dar tenía razón de no socorrerme, pues tantas veces me había tornado a sí y yo dejádole» (Vida 8, 2). En 1543 pierde la cercanía de sus familiares: su padre muere y todos sus hermanos emigran, uno tras otro, a América. En la Cuaresma de 1554, a los 39 años, Teresa alcanza la cima de la lucha contra sus debilidades. El descubrimiento fortuito de la estatua de «un Cristo muy llagado» (Vida 9, 1) marca profundamente su vida. La santa, que en aquel período encuentra profunda consonancia con el san Agustín de las Confesiones, describe así el día decisivo de su experiencia mística: «Acaecíame… venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios, que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí, o yo toda engolfada en él» (Vida 10, 1).
Paralelamente a la maduración de su interioridad, la santa comienza a desarrollar concretamente el ideal de reforma de la Orden carmelita: en 1562 funda en Ávila, con el apoyo del obispo de la ciudad, don Álvaro de Mendoza, el primer Carmelo reformado, y poco después recibe también la aprobación del superior general de la Orden, Giovanni Battista Rossi. En los años sucesivos prosigue las fundaciones de nuevos Carmelos, en total diecisiete. Es fundamental el encuentro con san Juan de la Cruz, con quien, en 1568, constituye en Duruelo, cerca de Ávila, el primer convento de Carmelitas Descalzos. En 1580 obtiene de Roma la erección como provincia autónoma para sus Carmelos reformados, punto de partida de la Orden religiosa de los Carmelitas Descalzos. La vida terrena de Teresa termina precisamente mientras está comprometida en la actividad de fundación. En efecto, en 1582, después de haber constituido el Carmelo de Burgos y mientras se encuentra camino de regreso a Ávila, muere la noche del 15 de octubre en Alba de Tormes, repitiendo humildemente dos expresiones: «Al final, muero como hija de la Iglesia» y «Ya es hora, Esposo mío, de que nos veamos». Una existencia consumida dentro de España, pero entregada por toda la Iglesia. Beatificada en 1614 por el Papa Pablo V y canonizada por Gregorio xv en 1622, el siervo de Dios Pablo vi la proclama «doctora de la Iglesia» en 1970.
Teresa de Jesús no tenía una formación académica, pero siempre sacó provecho de las enseñanzas de teólogos, literatos y maestros espirituales. Como escritora, siempre se atuvo a lo que personalmente había vivido o había visto en la experiencia de otros (cf. Prólogo al Camino de perfección), es decir, a la experiencia. Teresa teje relaciones de amistad espiritual con numerosos santos, en particular con san Juan de la Cruz. Al mismo tiempo, se alimenta con la lectura de los Padres de la Iglesia, san Jerónimo, san Gregorio Magno, san Agustín. Entre sus principales obras hay que recordar ante todo la autobiografía, titulada Libro de la vida, que ella llama Libro de las misericordias del Señor. Compuesta en el Carmelo de Ávila en 1565, refiere el itinerario biográfico y espiritual, escrito, como afirma la propia Teresa, para someter su alma al discernimiento del «Maestro de los espirituales», san Juan de Ávila. El objetivo es poner de relieve la presencia y la acción de Dios misericordioso en su vida: por esto, la obra refiere a menudo su diálogo de oración con el Señor. Es una lectura que fascina, porque la santa no sólo cuenta, sino que muestra que revive la experiencia profunda de su relación con Dios. En 1566, Teresa escribe el Camino de perfección, que ella llama Avisos y consejos que da Teresa de Jesús a sus hermanas. Las destinatarias son las doce novicias del Carmelo de san José en Ávila. Teresa les propone un intenso programa de vida contemplativa al servicio de la Iglesia, cuya base son las virtudes evangélicas y la oración. Entre los pasajes más preciosos está el comentario al Padre nuestro, modelo de oración. La obra mística más famosa de santa Teresa es el Castillo interior, escrito en 1577, en plena madurez. Se trata de una relectura de su propio camino de vida espiritual y, al mismo tiempo, de una codificación del posible desarrollo de la vida cristiana hacia su plenitud, la santidad, bajo la acción del Espíritu Santo. Teresa se refiere a la estructura de un castillo con siete moradas, como imagen de la interioridad del hombre, introduciendo, al mismo tiempo, el símbolo del gusano de seda que renace mariposa, para expresar el paso de lo natural a lo sobrenatural. La santa se inspira en la Sagrada Escritura, en particular en el Cantar de los cantares, por el símbolo final de los «dos esposos», que le permite describir, en la séptima morada, el culmen de la vida cristiana en sus cuatro aspectos: trinitario, cristológico, antropológico y eclesial. A su actividad de fundadora de los Carmelos reformados Teresa dedica el Libro de las fundaciones, escrito entre 1573 y 1582, en el cual habla de la vida del grupo religioso naciente. Como en la autobiografía, la narración trata de poner de relieve sobre todo la acción de Dios en la obra de fundación de los nuevos monasterios.
No es fácil resumir en pocas palabras la profunda y articulada espiritualidad teresiana. Quiero mencionar algunos puntos esenciales. En primer lugar, santa Teresa propone las virtudes evangélicas como base de toda la vida cristiana y humana: en particular, el desapego de los bienes o pobreza evangélica, y esto nos atañe a todos; el amor mutuo como elemento esencial de la vida comunitaria y social; la humildad como amor a la verdad; la determinación como fruto de la audacia cristiana; la esperanza teologal, que describe como sed de agua viva. Sin olvidar las virtudes humanas: afabilidad, veracidad, modestia, amabilidad, alegría, cultura. En segundo lugar, santa Teresa propone una profunda sintonía con los grandes personajes bíblicos y la escucha viva de la Palabra de Dios. Ella se siente en consonancia sobre todo con la esposa del Cantar de los cantares y con el apóstol san Pablo, además del Cristo de la Pasión y del Jesús eucarístico.
Asimismo, la santa subraya cuán esencial es la oración; rezar, dice, significa «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Vida 8, 5). La idea de santa Teresa coincide con la definición que santo Tomás de Aquino da de la caridad teologal, como «amicitia quaedam hominis ad Deum», un tipo de amistad del hombre con Dios, que fue el primero en ofrecer su amistad al hombre; la iniciativa viene de Dios (cf. Summa Theologiae ii-ii, 23, 1). La oración es vida y se desarrolla gradualmente a la vez que crece la vida cristiana: comienza con la oración vocal, pasa por la interiorización a través de la meditación y el recogimiento, hasta alcanzar la unión de amor con Cristo y con la santísima Trinidad. Obviamente no se trata de un desarrollo en el cual subir a los escalones más altos signifique dejar el precedente tipo de oración, sino que es más bien una profundización gradual de la relación con Dios que envuelve toda la vida. Más que una pedagogía de la oración, la de Teresa es una verdadera «mistagogia»: al lector de sus obras le enseña a orar rezando ella misma con él; en efecto, con frecuencia interrumpe el relato o la exposición para prorrumpir en una oración.
Otro tema importante para la santa es la centralidad de la humanidad de Cristo. Para Teresa, de hecho, la vida cristiana es relación personal con Jesús, que culmina en la unión con él por gracia, por amor y por imitación. De aquí la importancia que ella atribuye a la meditación de la Pasión y a la Eucaristía, como presencia de Cristo, en la Iglesia, para la vida de cada creyente y como corazón de la liturgia. Santa Teresa vive un amor incondicional a la Iglesia: manifiesta un vivo «sensus Ecclesiae» frente a los episodios de división y conflicto en la Iglesia de su tiempo. Reforma la Orden carmelita con la intención de servir y defender mejor a la «santa Iglesia católica romana», y está dispuesta a dar la vida por ella (cf. Vida 33, 5).
Un último aspecto esencial de la doctrina teresiana, que quiero subrayar, es la perfección, como aspiración de toda la vida cristiana y meta final de la misma. La santa tiene una idea muy clara de la «plenitud» de Cristo, que el cristiano revive. Al final del recorrido del Castillo interior, en la última «morada» Teresa describe esa plenitud, realizada en la inhabitación de la Trinidad, en la unión con Cristo a través del misterio de su humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, santa Teresa de Jesús es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de todos los tiempos. En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, santa Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo de nuestro corazón, este deseo de ver a Dios, de buscar a Dios, de estar en diálogo con él y de ser sus amigos. Esta es la amistad que todos necesitamos y que debemos buscar de nuevo, día tras día. Que el ejemplo de esta santa, profundamente contemplativa y eficazmente activa, nos impulse también a nosotros a dedicar cada día el tiempo adecuado a la oración, a esta apertura hacia Dios, a este camino para buscar a Dios, para verlo, para encontrar su amistad y así la verdadera vida; porque realmente muchos de nosotros deberían decir: «no vivo, no vivo realmente, porque no vivo la esencia de mi vida». Por esto, el tiempo de la oración no es tiempo perdido; es tiempo en el que se abre el camino de la vida, se abre el camino para aprender de Dios un amor ardiente a él, a su Iglesia, y una caridad concreta para con nuestros hermanos. Gracias.
Santo Padre emérito Benedicto XVI: Catequesis sobre santa Teresa de Jesús
Audiencia General del miércoles, 2 de febrero de 2011
Propósito
Vivir responsablemente este día, aprovechando el tiempo como así lo hizo nuestra querida santa Teresa de Jesús.
Diálogo con Cristo
Sean pocos o muchos los años que me quedan de vida, necesito estar listo para lo que la Providencia permita. Jesús, Tú conoces todas mis acciones, mis pensamientos y guías siempre mi camino, por eso te doy gracias; pero también conoces mis temores y mi fragilidad, por eso te pido la fortaleza y la sabiduría que necesito para sentir la urgencia de trabajar por tu Iglesia.
* * *
Evangelio del día en «Catholic.net»
Evangelio del día en «Evangelio del día»
Evangelio del día en «Orden de Predicadores»
Evangelio del día en «Evangeli.net»
* * *
por SS Francisco | 27 Sep, 2015 | Catequesis Magisterio
Como hace con cierta frecuencia, el Papa Francisco decidió salirse del programa y pronunciar un discurso completamente improvisado en el Festival del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, Estados Unidos, el 26 de septiembre de 2015. A continuación el discurso que había preparado y que no leyó, pero que entregó para su difusión. Al final, tienen también el discurso improvisdo:
Queridas familias:
Quiero agradecerle, en primer lugar, a las familias que se han animado a compartir con nosotros su vida, gracias por su testimonio. Siempre es un regalo poder escuchar a las familias compartir sus experiencias de vida; eso toca el corazón. Sentimos que ellas nos hablan de cosas verdaderamente personales y únicas que en cierta medida nos involucran a todos. Al escuchar sus vivencias podemos sentirnos implicados, interpelados como matrimonios, como padres, como hijos, hermanos, abuelos.
Mientras los escuchaba pensaba cuán importante es compartir la vida de nuestros hogares y ayudarnos a crecer en esta hermosa y desafiante tarea de «ser familia».
Estar con ustedes me hace pensar en uno de los misterios más hermosos del cristianismo. Dios no quiso venir al mundo de otra forma que no sea por medio de una familia. Dios no quiso acercarse a la humanidad sino por medio de un hogar. Dios no quiso otro nombre para sí que llamarse Emmanuel (Mt 1,23), es el Dios-con-nosotros. Y este ha sido desde el comienzo su sueño, su búsqueda, su lucha incansable por decirnos: «Yo soy el Dios con ustedes, el Dios para ustedes». Es el Dios que, desde el principio de la creación, dijo: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2,18a), y nosotros podemos seguir diciendo: No es bueno que la mujer esté sola, no es bueno que el niño, el anciano, el joven estén solos; no es bueno. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos no serán sino una sola carne (cf. Gn 2,24). Los dos no serán sino un hogar, una familia.
Y así desde tiempos inmemorables, en lo profundo del corazón, escuchamos esas palabras que golpean con fuerza en nuestro interior: No es bueno que estés solo. La familia es el gran don, el gran regalo de este «Dios-con-nosotros», que no ha querido abandonarnos a la soledad de vivir sin nadie, sin desafíos, sin hogar.
Dios no sueña solo, busca hacerlo todo «con nosotros». El sueño de Dios se sigue realizando en los sueños de muchas parejas que se animan a hacer de su vida una familia.
Por eso, la familia es el símbolo vivo del proyecto amoroso que un día el Padre soñó. Querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con Él, es animarse a construir con Él, es animarse a jugarse con Él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo, que nadie sienta que sobra o que no tiene un lugar.
Los cristianos admiramos la belleza y cada momento familiar como el lugar donde de manera gradual aprendemos el significado y el valor de las relaciones humanas. «Aprendemos que amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisión, es un juicio, es una promesa» (Erich Fromm, el Arte de amar). Aprendemos a jugárnosla por alguien y que esto vale la pena.
Jesús no fue un «solterón», todo lo contrario. Él ha desposado a la Iglesia, la ha hecho su pueblo. Él se jugó la vida por los que ama dando todo de sí, para que su esposa, la Iglesia, pudiera siempre experimentar que Él es el Dios con nosotros, con su pueblo, su familia. No podemos comprender a Cristo sin su Iglesia, como no podemos comprender la Iglesia sin su esposo, Cristo-Jesús, quien se entregó por amor y nos mostró que vale la pena hacerlo.
Jugársela por amor, no es algo de por sí fácil. Al igual que para el Maestro, hay momentos que este «jugársela» pasa por situaciones de cruz. Momentos donde parece que todo se vuelve cuesta arriba. Pienso en tantos padres, en tantas familias, a las que les falta el trabajo o poseen un trabajo sin derechos que se vuelve un verdadero calvario. Cuánto sacrificio para poder conseguir el pan cotidiano. Lógicamente, estos padres, al llegar a su hogar, no pueden darle lo mejor de sí a sus hijos por el cansancio que llevan sobre sus «hombros».
Pienso en tantas familias que no poseen un techo sobre el que cobijarse o viven en situaciones de hacinamiento. Que no poseen el mínimo para poder construir vínculos de intimidad, de seguridad, de protección frente a tanto tipo de inclemencias.
Pienso en tantas familias que no pueden acceder a los servicios sanitarios mínimos. Que, frente a problemas de salud, especialmente de los hijos o de los ancianos, dependen de un sistema que no logra tomarlos con seriedad, postergando el dolor y sometiendo a estas familias a grandes sacrificios para poder responder a sus problemas sanitarios.
No podemos pensar en una sociedad sana que no le dé espacio concreto a la vida familiar. No podemos pensar en una sociedad con futuro que no encuentre una legislación capaz de defender y asegurar las condiciones mínimas y necesarias para que las familias, especialmente las que están comenzando, puedan desarrollarse. Cuántos problemas se revertirían si nuestras sociedades protegieran y aseguraran que el espacio familiar, sobre todo el de los jóvenes esposos, encontrara la posibilidad de tener un trabajo digno, un techo seguro, un servicio de salud que acompañe la gestación familiar en todas las etapas de la vida.
El sueño de Dios sigue irrevocable, sigue intacto y nos invita a nosotros a trabajar, a comprometernos en una sociedad pro familia. Una sociedad, donde «el pan, fruto de la tierra y el trabajo de los hombres» (Misal Romano), siga siendo ofrecido en todo techo alimentando la esperanza de sus hijos.
Ayudémonos a que este «jugársela por amor» siga siendo posible. Ayudémonos los unos a los otros, en los momentos de dificultad, a aliviar las cargas. Seamos los unos apoyo de los otros, seamos las familias apoyo de otras familias.
No existen familias perfectas y esto no nos tiene que desanimar. Por el contrario, el amor se aprende, el amor se vive, el amor crece «trabajándolo» según las circunstancias de la vida por la que atraviesa cada familia concreta. El amor nace y se desarrolla siempre entre luces y sombras. El amor es posible en hombres y mujeres concretos que buscan no hacer de los conflictos la última palabra, sino una oportunidad. Oportunidad para pedir ayuda, oportunidad para preguntarse en qué tenemos que mejorar, oportunidad para poder descubrir al Dios con nosotros que nunca nos abandona. Este es un gran legado que le podemos dejar a nuestros hijos, una muy buena enseñanza: nos equivocamos, sí; tenemos problemas, sí; pero sabemos que eso no es lo definitivo. Sabemos que los errores, los problemas, los conflictos son una oportunidad para acercarnos a los demás, a Dios.
Esta noche nos encontramos para rezar, para hacerlo en familia, para hacer de nuestros hogares el rostro sonriente de la Iglesia. Para encontrarnos con el Dios que no quiso venir al mundo de otra forma que no sea por medio de una familia. Para encontrarnos con el Dios con nosotros, el Dios que está siempre entre nosotros.
* * *
El Papa Francisco improvisó un magistral discurso en el Festival del Encuentro Mundial de las Familias realizado el 26 de septiembre en Filadelfia (Estados Unidos). A continuación el texto completo de las palabras del Santo Padre en el B. Franklin Parkway.
Queridas familias:
Gracias a quienes han dado testimonio. Gracias a quienes nos alegraron con el arte, con la belleza que es el camino para llegar a Dios. La belleza nos lleva a Dios. Y un testimonio verdadero nos lleva a Dios porque Dios también es la verdad, es la belleza y es la verdad. Y un testimonio, dado para servir es bueno, nos hace buenos porque Dios es bondad, nos lleva a Dios.
Todo lo bueno, todo lo verdadero y todo lo bello nos lleva a Dios. Porque Dios es bueno. Dios es bello, Dios es Verdad. Gracias a todos, a los que nos dieron su mensaje y a la presencia de ustedes que también es testimonio. Un verdadero testimonio de que vale la pena en familia, de que una sociedad crece fuerte, crece buena, crece hermosa y crece verdadera si se edifica en la base de la familia.
Una vez, un chico me preguntó -ustedes saben que los chicos preguntan cosas difíciles- me preguntó: Padre, ¿qué hacía Dios antes de crear el mundo? Les aseguro que me costó contestar y le dije lo que les digo ahora a ustedes: antes de crear el mundo Dios amaba porque Dios es Amor. Pero era tal el amor que tenía en sí mismo, ese amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Ese nombre era tan grande, tan desbordante… que esto no sé si es muy teológico pero lo van a entender. Era tan grande que no podía ser egoísta, tenía que salir de sí mismo para tener a quién amar fuera de sí mismo y ahí Dios creó al mundo, ahí Dios hizo esta maravilla en la que vivimos y como estamos un poquito mareados la estamos destruyendo.
Pero lo más lindo que hizo Dios, dice la Biblia, fue la familia. Creó al hombre y a la mujer y les entregó todo, les entregó el mundo, crezcan, multiplíquense, cultiven la tierra, háganla producir, háganla crecer, todo el amor que hizo en esa creación maravillosa se la entregó a una a una familia. Volvemos atrás un poquito. Todo el amor que Dios tiene en sí, toda la belleza que Dios tiene en sí, toda la verdad que Dios tiene en sí, la entrega a la familia. Una familia es verdaderamente familia cuando es capaz de abrir los brazos y recibir todo ese amor.
Por supuesto que el paraíso terrenal no está acá, que la vida tiene sus problemas. Que los hombres, por la astucia del demonio, aprendieron a dividirse y todo ese amor que Dios nos dio, casi se pierde. Y al poquito tiempo el primer crimen, el primer fraticidio. Un hermano mata a otro hermano: la guerra.
El amor, la belleza y la verdad de Dios y la destrucción de la guerra y entre esas dos posiciones, caminamos nosotros hoy. Nos toca a nosotros, nos toca a nosotros, decidir el camino para andar. Pero volvamos para atrás. Cuando el hombre y su esposa se equivocaron y se alejaron de Dios, Dios no los dejó solos. Tanto el amor, tanto el amor que empezó a caminar con la humanidad, empezó a caminar con su pueblo hasta que llegó el momento maduro y le dio la muestra de más grande de amor: su Hijo.
Y a su hijo ¿dónde lo mandó? ¿a un palacio? ¿a una ciudad? ¿a hacer una empresa? Lo mandó a una familia. Dios mandó a su Hijo al mundo en una familia. Dios entró al mundo por una familia y pudo hacerlo porque esa familia era una familia que tenía el corazón abierto al amor, que tenía las puertas abiertas al amor.
Pensemos en María jovencita. No lo podía creer, ¿cómo puede suceder esto? Y cuando le explicaron obedeció. Pensemos en José lleno de ilusiones, de formar un hogar, se encuentra con esta sorpresa que no entiende. Acepta, obedece y en la obediencia de amor, de esta mujer María y de este hombre José, se da una familia en la que viene Dios. Dios siempre golpea las puertas de los corazones, les gusta hacerlo, le sale de adentro, ¿pero saben lo que más le gusta? Golpear las puertas de las familias, encontrar las familias unidas, encontrar las familias que se quieren encontrar las familias que hacen crecer a sus hijos y los educan y que los llevan adelante y que crean una sociedad de bondad, de verdad y de belleza.
Estamos en la fiesta de las familias. La familia tiene carta de ciudadanía divina, ¿está claro? La carta de ciudadanía que tiene la familia se la dio Dios para que en su seno creciera cada vez más la verdad, el amor y la belleza. Claro alguno de ustedes me pueden decir: Padre, usted habla así porque es soltero.
En la familia hay dificultades, en las familias discutimos, en la familia a veces vuelan los platos. En las familias los hijos traen dolores de cabeza. No voy a hablar de las suegras, pero en las familias siempre, siempre hay cruz, siempre. Porque el amor de Dios, el Hijo de Dios, nos abrió también ese camino. Pero en las familias también después de la Cruz hay Resurrección porque el Hijo de Dios nos abrió ese camino. Porque la Familia, perdónenme la palabra, es una fábrica de esperanza, una fábrica de vida y resurrección, pues Dios fue quien abrió ese camino. Y los hijos, los hijos dan trabajo. Nosotros como hijos dimos trabajo.
A veces en casa veo algunos de mis colaboradores que vienen a trabajar con ojeras. Tienen un bebé de un mes, dos meses, y le pregunto ¿no dormiste? No, lloró toda la noche. En la familia hay dificultades, pero esas dificultades se superan con amor. El odio no supera ninguna dificultad. La división de los corazones no supera ninguna dificultad, solamente el amor es capaz de superar la dificultad, el amor es fiesta, el amor es gozo, el amor es seguir adelante y no quiero seguir hablando porque se hace demasiado largo, pero quisiera marcar dos puntitos de la familia, en los que quisiera que se tuviera un especial cuidado. No solo quisiera tenemos que tener un especial cuidado: los niños y los abuelos.
Los niños y los jóvenes son el futuro, son la fuerza, los que llevan adelante. Son aquellos en los que ponemos esperanzas. Los abuelos son la memoria de la familia, son los que nos dieron la fe, nos transmitieron la fe. Cuidar a los abuelos y cuidar a los niños es la muestra de amor. No sé si más grande, pero yo diría, más promisoria de la familia, porque promete el futuro. Un pueblo que no sabe cuidar a los niños y un pueblo que no sabe cuidar a los abuelos es un pueblo sin futuro porque no tiene la fuerza y no tiene la memoria que los lleve adelante. Y bueno, la familia es bella, pero cuesta, trae problemas. En la familia a veces hay enemistades, el marido se pelea con la mujer o se miran mal o los hijos con el padre. Les sugiero un consejo: nunca terminen el día sin hacer la paz en la familia.
En una familia no se puede terminar el día en guerra. Que Dios los bendiga, que Dios les dé fuerzas, que Dios los anime a seguir adelante. Cuidemos la familia, defendemos la familia porque ahí se juega nuestro futuro.
Gracias, que Dios los bendiga y recen por mi.
por Catequesis en Familia | 25 Sep, 2015 | La Biblia
Lucas 11, 27-28. Solemnidad de Nuestra Señora del Pilar. Un recuento sobre esta fiesta de la «Patrona de la Hispanidad». Luz hermosa, claro día. Amor constante de los españoles y de Hispanoamérica.
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!». Jesús le respondió: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: 1 Crón 15, 3-4.15-16; 16, 1-2 (alternativa Hch 1, 12-14)
Salmo: Sal 27(26), 1-5
Reflexión
El evangelio de hoy es bien breve, pero encierra un significado importante en el conjunto del evangelio de Lucas. Nos da la clave para entender lo que Lucas enseña respecto de María, la Madre de Jesús, en el así llamado Evangelio de la Infancia (Lc 1 y 2).
• Lucas 11,27: La exclamación de la mujer.“Estaba él diciendo estas cosas cuando alzó la voz una mujer de entre la gente y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» La imaginación creativa de algunos apócrifos sugiere que aquella mujer era una cecina de Nuestra Señora, allá en Nazaret. Tenía un hijo, llamado Dimas, que, como tantos otros chicos jóvenes de Galilea de aquella época, entró en la guerrilla contra los romanos, fue llevado a la cárcel y ejecutado junto con Jesús. Era el buen ladrón (Lc 23,39-43). Su madre, al oír que Jesús hablaba tan bien a la gente, recordó a María, su vecina y dijo: “¡María debe ser tan feliz teniendo a un hijo así!”.
• Lucas 11,28: La respuesta de Jesús. Jesús responde, haciendo el mayor elogio de su madre: “Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan”. Lucas habla poco de María: aquí (Lc 11,28) y en el Evangelio de la Infancia (Lc 1 y 2). Para Lucas, María es la hija de Sión, imagen del nuevo pueblo de Dios. Presenta a María como modelo para la vida de las comunidades. En el Concilio Vaticano II, el documento preparado sobre María, fue inserto como capítulo final en el documento Lumen Gentium sobre la Iglesia. María es modelo para la Iglesia. Y sobre todo en la manera de relacionarse con la Palabra de Dios Lucas ve en ella el ejemplo para las comunidades. María nos enseña cómo acoger la Palabra de Dios, cómo encarnarla, vivirla, profundizarla, rumiarla, hacerla nacer y crecer, dejarnos plasmar por ella, aún cuando no la entendemos o cuando nos hace sufrir. Es ésta la visión que subyace detrás del Evangelio de la Infancia (Lc 1 e 2). La llave para entender estos dos capítulos nos es dada en el evangelio de hoy: “Dichosos, más bien, los que oyen la palabra de Dios y la guardan”.
Solemnidad del Pilar
1. La primera lectura de la fiesta del Pilar, 1 Crónicas 15, recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la alianza, presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia.
La segunda lectura (He 1,12) y el evangelio (Lc 11, 27) nos hablan también de la presencia de la Virgen en la Iglesia y de las alabanzas que el pueblo le tributa.
El prefacio celebra las maravillas que Dios ha realizado en María, «esperanza de los fieles y gozo de todo nuestro pueblo». En la oración colecta se pide por intercesión de la Virgen «fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor», y en la oración de las ofrendas, se muestra el deseo de «permanecer firmes en la fe».
La Antífona de entrada: piensa en la Virgen como «la columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto», y en el salmo cantamos que «el Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado». Termina el aleluya: «afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca un cántico nuevo».
Domina pues en la liturgia la idea de la presencia de María en la Iglesia y de la firmeza que su intercesión y su devoción procura al pueblo de Dios.
2. Según una piadosa y antigua tradición, ya desde los albores de su conversión, los primitivos cristianos levantaron una ermita en honor de la Virgen María a las orillas del Ebro, en la ciudad de Zaragoza.
La primitiva y pequeña capilla, con el correr de los siglos, se ha convertido hoy en una basílica grandiosa que acoge, como centro vivo de peregrinaciones, a innumerables fieles que, desde todas las partes del mundo, vienen a rezar a la Virgen y a venerar su Pilar.
3. La advocación de nuestra Señora del Pilar ha sido objeto de un especial culto por parte de los españoles: difícilmente podrá encontrarse en el amplio territorio patrio un pueblo que no guarde con amor la pequeña imagen sobre la santa columna. Muchas instituciones la veneran también como patrona.
4. Muy por encima de milagros espectaculares, de manifestaciones clamorosas y de organizaciones masivas, la Virgen del Pilar es invocada como refugio de pecadores, consoladora de los afligidos, madre de España. Su quehacer es, sobre todo, espiritual. Y su basílica, en Zaragoza, es un lugar privilegiado de oración, donde sopla con fuerza el Espíritu.
5. La devoción al Pilar tiene una gran repercusión en Hispanoamérica, cuyas naciones celebran la fiesta del descubrimiento de su continente el día doce de octubre. Como prueba de su devoción a la Virgen, los numerosos mantos que cubren la sagrada imagen y las banderas que hacen guardia de honor a la Señora ante su santa capilla, testimonian la vinculación fraterna que Hispanoamérica tiene por el Pilar, con la patria española.
Abierta la basílica durante todo el día, jamás faltan fieles que llegan al Pilar en busca de reconciliación, gracia y diálogo con Dios (LH).
6. La tradición, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles predicaban el Evangelio. Se dice que el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, vino a evangelizar a España.
7. Los documentos dicen que Santiago, «pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, Celtiberia, la la Cesaraugusta romana, hoy Zaragoza, en la ribera del Ebro. Allí predicó Santiago y, entre los muchos convertidos eligió a ocho hombres».
8. En la noche del 2 de enero del año 40, estando Santiago con sus discípulos junto al río Ebro, «oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol».
La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, pidió al Apóstol que le construyese allí una iglesia, en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que «permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio».
9. Desapareció la Virgen y quedó allí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron a edificar una ermita en aquel sitio. Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresar a Judea. Fue la primera iglesia dedicada a la Virgen Santísima.
10. Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición basados en una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza.
El más antiguo de estos testimonios es el sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, que representa, en un bajorrelieve, el descenso de la Virgen aparececiéndose al Apóstol Santiago.
11. Asimismo, hacia el año 835, Almoino, monje de San Germáin de París, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, «donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente», cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María.
También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza, en 714, había allí un templo dedicado a la Virgen.
12. La devoción del pueblo a la Virgen del Pilar está tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que el Papa permitió el Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como «una antigua y piadosa creencia».
El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos hispanos, se celebraba la venida de la Madre de Dios en carne mortal.
13. Fue una venida extraordinaria de la Virgen, cuando todavía vivía en Palestina: «Con ninguna nación hizo cosa semejante», canta con razón la liturgia del 2 de enero, fiesta de la Venida de la Virgen.
Ahí nace la vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea de Santiago de Compostela. Por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de España.
14. El pilar o columna: la idea de la solidez del edificio-iglesia con la de la firmeza de la columna-confianza en la protección de María. La columna es símbolo y la «manifestación de la potencia de Dios en el hombre y la potencia del hombre con el poder de Dios».
Es soporte de los sagrado y de la vida cotidiana. María, la puerta del cielo, la escala de Jacob, ha sido la mujer escogida por Dios para venir a nuestro mundo. En ella la tierra y el cielo se han unido en Jesucristo. Las columnas garantizan la solidez del edificio, sea arquitectónico o social. Quebrantarlas es amenazar el edificio entero.
La columna es la primera piedra del templo, que se desarrolla a su alrededor; es el eje de la construcción que liga entre si los diferentes niveles. María es también la primera piedra de la Iglesia, el templo de Dios; en torno a ella, lo mismo que los apóstoles reunidos el día de Pentecostés, va creciendo el pueblo de Dios; la fe y la esperanza de la Virgen alientan a los cristianos en su esfuerzo por edificar el reino de Dios.
15. Como en Ex 13, 21-22, una columna de fuego por la noche acompañaba al pueblo de Israel peregrino en el desierto, dirigiendo su itinerario. El pueblo ve en la Virgen del Pilar simbolizada «la presencia de Dios, una presencia activa que, guía al pueblo de elegido a través de las emboscadas de la ruta».
16. El Papa Juan Pablo II en 1984, al hacer escala en su viaje a Santo Domingo para iniciar la conmemoración del descubrimiento de América, reconoció a la Virgen del Pilar como «patrona de la hispanidad».
Aumentó la devoción a la Virgen del Pilar el prodigio ocurrido en la guerra civil de 1936-1939, cuando las tres bombas que cayeron sobre el templo no estallaron en lo que muchos vieron un signo de la especial protección de la Virgen sobre las tropas nacionalistas. De toda España acudían peregrinos a pie a dar gracias a la Virgen por haberlos librado de los peligros de la guerra.
17. El día 12 de octubre de 1492, precisamente cuando las tres carabelas de Cristóbal Colon avistaban las desconocidas tierras de América, al otro lado del Atlántico, los monjes jerónimos cantaban alabanzas a la Madre de Dios en su santuario de Zaragoza, por lo cual, el 12 de Octubre día de la Virgen del Pilar, es también el día de la Raza.
18. Invoquemos su intercesión para que hoy libre a España de tantos errores, siembre la verdad, barra las mentiras, desbarate las intrigas, aleje para siempre la lacra del terrorismo, eleve el nivel ético y moral de los ciudadanos, purifique la fe de los creyentes y la haga operativa por la caridad y la práctica de las virtudes cristianas, enfervorice a los tibios y haga santos a los que ya son buenos.
* * *
Evangelio del día en «Catholic.net»
Evangelio del día en «Evangelio del día»
Evangelio del día en «Orden de Predicadores»
Evangelio del día en «Evangeli.net»
* * *
por Catequesis en Familia | 24 Sep, 2015 | La Biblia
Marcos 10, 17-30. Vigésimo octavo domingo del Tiempo Ordinario. Hoy son muchos los jóvenes que quieren seguir a Jesús, pero cuando tienen el corazón lleno de otra cosa, y no son tan valientes para vaciarlo, dan un paso atrás, y así esa alegría se convierte en tristeza.
Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!». Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible». Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna».
Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede
Lecturas
Primera lectura: Libro de Sabiduría, Sab 7. 7-11
Salmo: Sal 90(89), 12-17
Segunda lectura: Carta de san Pablo a los Hebreos, Heb 4, 12-13
Oración introductoria
Señor, creo y confío en que escuchándote en mi oración, podré descubrirte y amarte más y aceptar plenamente las exigencias de cumplir tu voluntad. No quiero ser como el joven rico del Evangelio que pregunta sin querer escuchar. Tú eres mi Maestro, Tú eres mi guía, mi Señor. ¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Dime en esta oración cómo puedo agradarte más, cómo puedo cumplir mejor tus mandamientos.
Petición
Jesús, ayúdame a descubrir en esta oración, qué es lo que me falta para alcanzar mi salvación y la de mis hermanos.
Meditación del Santo Padre Francisco
Pedir al Señor que mande a su Iglesia religiosas y sacerdotes libres «de la idolatría de la vanidad, de la idolatría de la soberbia, de la idolatría del poder, de la idolatría del dinero». Rezar con la consciencia de que las vocaciones están, pero se necesitan jóvenes valientes, capaces de responder a la llamada siguiendo a Jesús «de cerca» y teniendo el corazón sólo para Él. Es ésta la «oración por las vocaciones» que el Papa Francisco indicó durante la misa que celebró el lunes 3 de marzo, por la mañana, en Santa Marta.
La meditación del Pontífice se inspiró en el tema del pasaje evangélico que relata el encuentro de Jesús con el joven rico (Mc 10, 17-27). Es «una historia», dijo, que «hemos escuchado muchas veces»: un hombre «busca a Jesús y se postra de rodillas ante Él». Y lo hace «delante de la multitud» porque «tenía muchas ganas de escuchar las palabras de Jesús» y «en su corazón algo lo impulsaba». Así, «de rodillas delante de Él», le preguntó que debía hacer para heredar la vida eterna. El corazón de este hombre, destacó el Papa, estaba movido «por el Espíritu Santo». Era, en efecto, «un hombre bueno —explicó trazando su perfil— porque desde su juventud había cumplido los mandamientos». Ser «bueno», sin embargo, «no era suficiente para él: quería más. El Espíritu Santo lo impulsaba».
En efecto, continuó el Pontífice, «Jesús fijó la mirada en él, contento al oír estas cosas». Tan fue así que «el Evangelio dice que lo amó». Por lo tanto, «incluso Jesús sentía este entusiasmo. Y le hace la propuesta: vende todo y ven conmigo a predicar el Evangelio». Pero, se lee en el relato del evangelista, «el hombre, al escuchar estas palabras, frunció el ceño y se marchó triste».
Ese hombre bueno «había venido con esperanza, con alegría, a encontrarse con Jesús. Hizo su petición. Escuchó las palabras de Jesús. Y tomó una decisión: marcharse». Así, «aquella alegría que lo impulsaba, la alegría del Espíritu Santo, se convierte en tristeza». Marcos cuenta, en efecto, que «se marchó de allí porque poseía muchos bienes».
El problema, comentó el Papa, era que «su corazón inquieto» por obra del «Espíritu Santo, que lo impulsaba a acercarse a Jesús y a seguirlo, era un corazón que estaba lleno». Pero «no tuvo el valor de vaciarlo. E hizo la elección: el dinero». Tenía «un corazón lleno de dinero». Y eso que no «era un ladrón, un malhechor. Era un hombre bueno: jamás había robado, jamás había estafado». Su dinero «era dinero honesto». Pero «su corazón estaba encarcelado allí, estaba atado al dinero y no tenía la libertad de elegir». Así, al final, «el dinero eligió por él».
El Evangelio de Marcos continúa con el discurso de Jesús sobre la riqueza. Pero el Pontífice se centró en particular en el discurso de la vocación. Y dirigió el pensamiento a todos aquellos jóvenes que «sienten en su corazón esta llamada a acercarse a Jesús. Y están entusiasmados, no tienen miedo de ir ante Jesús, no tienen vergüenza de postrarse». Precisamente como hizo el joven rico, con un «signo público», con «una demostración pública de su fe en Jesucristo».
Para el Papa Francisco también hoy son muchos los jóvenes que quieren seguir a Jesús. Pero «cuando tienen el corazón lleno de otra cosa, y no son tan valientes para vaciarlo, dan un paso atrás». Y así «esa alegría se convierte en tristeza». Cuántos jóvenes, constató, tienen esa alegría de la que habla san Pedro en la primera carta (1, 3-9) proclamada durante la liturgia: «y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe». En verdad, estos jóvenes son «muchos, pero hay algo en medio que los detiene».
En realidad, destacó el Pontífice, «cuando pedimos al Señor» que envíe «vocaciones para que anuncien el Evangelio, Él las envía». Está quien dice desconsolado: «Padre, pero que mal va el mundo: no hay vocaciones religiosas, no hay vocaciones sacerdotales, estamos perdidos». En cambio, subrayó el Papa, vocaciones «hay muchas». Pero entonces —se preguntó— «si hay muchas, ¿por qué debemos rezar para que el Señor las envíe?». La respuesta del Papa fue clara: «Debemos rezar para que el corazón de estos jóvenes se pueda vaciar: vaciarse de otros intereses, de otros amores. Para que su corazón llegue a ser libre». He aquí la auténtica, gran «oración por las vocaciones: Señor, envíanos religiosas, envíanos sacerdotes; defiéndelos de la idolatría de la vanidad, de la idolatría de la soberbia, de la idolatría del poder, de la idolatría del dinero». Entonces, «nuestra oración es para preparar estos corazones para poder seguir de cerca a Jesús».
Volviendo al pasaje evangélico, el Santo Padre no ocultó que la figura del joven rico suscita una cierta participación, que nos lleva a decir: «Pobrecito, tan bueno y luego tan infeliz, porque no se marchó feliz», tras el diálogo con Jesús. Y hoy hay muchos jóvenes como él. Pero —y ésta fue la pregunta del Papa— «¿qué hacemos por ellos?». La primera cosa que se debe hacer es rezar: «Ayuda, Señor, a estos jóvenes a ser libres y no esclavos», de modo «que tengan el corazón sólo para Ti». De este modo «la llamada del Señor puede llegar, puede dar fruto».
El Papa Francisco concluyó su meditación invitando a recitar con frecuencia «esta oración por las vocaciones». Con la consciencia de que «las vocaciones están»: nos corresponde a nosotros rezar y hacer que «aumenten, que el Señor pueda entrar en esos corazones y dar esta «alegría indecible y gloriosa» que tiene toda persona que sigue de cerca a Jesús».
Santo Padre Francisco: Religiosas y sacerdotes libres de la idolatría
Meditación del lunes, 3 de marzo de 2014
Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este domingo (Mc 10, 17-30) tiene como tema principal el de la riqueza. Jesús enseña que para un rico es muy difícil entrar en el Reino de Dios, pero no imposible; en efecto, Dios puede conquistar el corazón de una persona que posee muchos bienes e impulsarla a la solidaridad y a compartir con quien está necesitado, con los pobres, para entrar en la lógica del don. De este modo aquella se sitúa en el camino de Jesús, quien —como escribe el apóstol Pablo— «siendo rico se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza» (2 Co 8, 9). Como sucede a menudo en los evangelios, todo empieza con un encuentro: el de Jesús con uno que «era muy rico» (Mc 10, 22). Se trataba de una persona que desde su juventud observaba fielmente todos los mandamientos de la Ley de Dios, pero todavía no había encontrado la verdadera felicidad; y por ello pregunta a Jesús qué hacer para «heredar la vida eterna» (v. 17). Por un lado es atraído, como todos, por la plenitud de la vida; por otro, estando acostumbrado a contar con las propias riquezas, piensa que también la vida eterna se puede «comprar» de algún modo, tal vez observando un mandamiento especial. Jesús percibe el deseo profundo que hay en esa persona y —apunta el evangelista— fija en él una mirada llena de amor: la mirada de Dios (cfr. v. 21). Pero Jesús comprende igualmente cuál es el punto débil de aquel hombre: es precisamente su apego a sus muchos bienes; y por ello le propone que dé todo a los pobres, de forma que su tesoro —y por lo tanto su corazón— ya no esté en la tierra, sino en el cielo, y añade: «¡Ven! ¡Sígueme!» (v. 22). Y aquél, sin embargo, en lugar de acoger con alegría la invitación de Jesús, se marchó triste (cf. v. 23) porque no consigue desprenderse de sus riquezas, que jamás podrán darle la felicidad ni la vida eterna.
Es en este momento cuando Jesús da a sus discípulos —y también a nosotros hoy— su enseñanza: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!» (v. 23). Ante estas palabras, los discípulos quedaron desconcertados; y más aún cuando Jesús añadió: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios». Pero al verlos atónitos, dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo» (cf. vv. 24-27). Comenta san Clemente de Alejandría: «La parábola enseña a los ricos que no deben descuidar la salvación como si estuvieran ya condenados, ni deben arrojar al mar la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino que deben aprender cómo utilizarla y obtener la vida» (¿Qué rico se salvará? 27, 1-2). La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de personas ricas que utilizaron sus propios bienes de modo evangélico, alcanzando también la santidad. Pensemos en san Francisco, santa Isabel de Hungría o san Carlos Borromeo. Que la Virgen María, Trono de la Sabiduría, nos ayude a acoger con alegría la invitación de Jesús para entrar en la plenitud de la vida.
Santo Padre emérito Benedicto XVI
Ángelus del domingo, 14 de octubre de 2012
Propósito
Ante el relativismo y hedonismo imperante, ser fiel a mis convicciones de fe. Pondré en agenda mi próxima dirección espiritual.
Diálogo con Cristo
Señor, porque me amas, no te cansas de mostrarme, por diversos medios, cuál es el camino que tengo que seguir. Sencillo de entender pero no fácil de caminar. No permitas que me pase lo del joven del Evangelio que cree cumplir todo hasta el momento en que ocurre algo que le muestra que hay otras cosas más importantes que cumplir tu voluntad. Tú sabes que trato de seguirte fielmente, aunque muchas veces no ha sido nada fácil. Ayúdame a salir de mi zona de confort para dejar a un lado todo lo que entorpezca o disminuya mi amor y mi generosidad a Ti y a los demás.
* * *
Evangelio del día en «Catholic.net»
Evangelio del día en «Evangelio del día»
Evangelio del día en «Orden de Predicadores»
Evangelio del día en «Evangeli.net»
* * *