Santa Leocadia, patrona de Toledo (España), con recursos audiovisuales

Santa Leocadia, patrona de Toledo (España), con recursos audiovisuales

El emperador Diocleciano comenzó su reinado con los mejores auspicios. Dotado de singulares dotes de gobierno, había de ser uno de los grandes soberanos del Bajo Imperio romano.

Un cuarto de siglo llevaban los cristianos gozando de relativa paz, y el recuerdo de las pasadas persecuciones se hacía cada vez más lejano. Dividido el territorio imperial en dos mitades administrativas, Diocleciano, que se asoció como césar a Galerio, se reservó el Oriente, mientras en la parte occidental ejercía d supremo mando Maximiano, con la colaboración de Constancio Cloro.

Sin que hoy se puedan precisar con exactitud las causas, Diocleciano, benévolo con los cristianos durante un decenio, cambió radicalmente de conducta influido por el césar Galerio, verdadero responsable de la enorme matanza que se siguió. En Oriente la sangre se derramó sin medida, y los tormentos de los mártires revistieron inaudita crueldad y satánicos refinamientos.

También en Occidente abundaron los martirios durante los primeros años del siglo IV. El poeta Prudencio, con estro pindárico, pudo escribir años después su libro De las coronas, el Peristephanon, con los relatos martiriales de quienes en aquella persecución pagaron con la vida su inquebrantable adhesión a Cristo.

Víctima de ella fue también la doncella toledana Leocadia. La blancura, representada por su nombre, de origen griego, coincidía con su corta edad de adolescente, casi de niña. Un templo parroquial de Toledo a ella dedicado, y en cuya demarcación se escriben estas páginas, se eleva sobre el lugar que se cree fue su casa paterna, mostrándose un subterráneo considerado como lugar de oración de la santa niña.

Los calendarios mozárabes atestiguan desde muy antiguo el culto de esta mártir, cuya prisión y muerte fue narrada en un relato compuesto en el siglo VII.

Según en él se nos dice, procedente de las Galias, penetró en España el gobernador imperial Daciano, llegado para cortar a sangre y fuego todo brote cristiano que pudiera haber nacido en un territorio saturado de paganismo.

Como lobo hambriento de sangre y cadáveres, inició un recorrido que había de extenderse desde Gerona hasta Mérida. Letanía de mártires para el cielo y de simiente cristiana en la tierra fue su itinerario por Gerona, Barcelona, Zaragoza, Alcalá, Toledo, Ávila y Mérida. El autor del relato escribe: «La tierra, empapada en sangre, gritaría, si la lengua callase, la magnitud de los escarnios, azotes, tormentos y derramamiento de sangre por él perpetrados. Testimonio cruento de su paso feroz los mártires Félix, Cucufate, Eulalia, los Innumerables de Zaragoza, los santos hermanos Justo y Pastor, los también hermanos Vicente, Sabina y Cristeta y la emeritense virgen Eulalia».

Desde Alcalá, Daciano se trasladó a Toledo. La noticia de su llegada hubo de poner estremecimientos de pánico en la reducida comunidad cristiana existente en la ciudad. Muy poco tardó en citar a su tribunal a la cándida joven Leocadia, sometiéndola a un interrogatorio, sostenido de la siguiente forma:

—Pero ¿ cómo ha sido posible que tú, nacida de tan noble familia, te hayas dejado obsesionar por un engaño tan burdo y sin sentido, y que, abandonando las prácticas de culto de nuestros dioses, te hayas adherido a ese Cristo desconocido?

Con inesperada entereza contestóle Leocadia:

—Tus recriminaciones no me apartarán de mi fe en Cristo, como tampoco la melosidad de tus palabras ni el apego a las comodidades de mi familia, con que intentas persuadirme, me van a arrancar de la servidumbre y promesa hecha a mi Señor Jesucristo, que, al redimimos con su preciosa sangre, nos concedió la máxima libertad.

Enrojecido por la ira, mandó Daciano a sus sayones que con fuertes amarras atasen a la intrépida doncella y la encerrasen en una oscura cárcel, mientras él se tomaba tiempo para excogitar las penas y tormentos a que había de someterla para quebrantar su férrea voluntad.

En la parte baja del lado oriental del famoso Alcázar toledano, que, asomado al Tajo, hubo de ser desde los tiempos celtibéricos hasta nuestros días fortaleza casi inexpugnable, existe hoy un. recinto ruinoso, desmantelado y cerrado con una verja de hierro. Desde el siglo XIII, renovado por Alfonso X se sitúa en este lugar el emplazamiento de la mazmorra de Santa Leocadia. Un autor del siglo pasado atestigua: «Todavía existía, y nosotros hemos tocado, una señal de cruz cavada en la piedra por la costumbre continua que la mártir tenía de imprimir con sus dedos este signo de nuestra redención». Sobre la cruz incisa en el muro, una inscripción recordaba que allí, cargada de cadenas, había sido encarcelada la Santa y que con sus manos había excavado la santa cruz.

Aherrojada en lóbrega mazmorra quedaba la cristiana doncella, mientras Daciano reemprende su viaje persecutorio. fijando sus sangrientas estancias en Évora, Ávila y Mérida. Las vidas de los mártires Vicente, Sabina, Cristeta y Eulalia enjoyan como rubíes la corona del Rey de la gloria.

Los tormentos y la crueldad desplegada con ellos, sobre todo con la virgen emeritense Eulalia, pronto fueron conocidos con espanto, y la noticia de ellos llegó hasta Toledo y penetró a través de los barrotes de la cárcel donde Leocadia se encontraba.

Fuera de santa envidia o fruto de sus oraciones, o a causa del acabamiento por el inhumano trato a que estaba sometida, en la misma cárcel, arrodillada, entregó su alma a Dios esta incruenta mártir toledana, a quien los textos litúrgicos hispanos califican de confesora y mártir. Su fallecimiento tuvo lugar el 9 de diciembre del 303 o del 304.

Enterrada en el cementerio local, en el pomerio occidental de la ciudad, junto al Tajo, en la vega, muy pronto surgió en torno a su tumba un culto martirial. incrementado años después al ser reconocida por Constantino la religión cristiana. Posiblemente en el mismo siglo IV se erigió sobre el sepulcro una basílica romana, que fue notablemente mejorada en el 618 por el rey Sisebuto, siendo consagrada el 29 de octubre. Durante el siglo VII el culto a la Santa vive su época de esplendor. Los grandes arzobispos de Toledo buscan la cercanía intercesora de los restos de Leocadia para fijar en la basílica su sepultura. Eladio, Eugenio, Ildefonso y Julián fueron en ella enterrados y allí también se celebraron tres de los renombrados concilios toledanos.

El recuerdo de Santa Leocadia está íntimamente relacionado con San Ildefonso, pues ambos bienaventurados fueron los protagonistas de un singular portento ocurrido en el interior del famoso templo.

Con inusitado esplendor se preparaba aquel año la festividad de la Santa, día 9 de diciembre. Clero, nobleza y pueblo se agolpan en el recinto de la basílica.

El poeta Valdivielso reconstruye la escena con abundancia de anacronismos:

…El Cabildo con capas de oro y plata,

perlas sembradas por la plata y oro,

de cuya majestad decir no puedo

más de que es Cabildo de Toledo.

Los sufragáneos del Arzobispado

con pontificio ornato acompañaban

al varón justo, al singular prelado,

a quien con todo corazón amaban…

Sale ostentando toda su potencia

el rey de la española monarquía,

mayor haciendo con su real presencia

el alborozo del solemne día…

Hace Toledo ostentación gallarda,

de consulares ropas adornados,

los padres de la Patria, en que se vían

que la sangre y las letras competían…

Ha tomado el rey asiento en su trono. Ildefonso se arrodilla a los pies del sepulcro de la Santa, totalmente recubierto por una losa enteriza. Entonaban los cantores estrofas e himnos de composición ildefonsiana. Súbitamente, por obra de manos invisibles, remuévese la piedra y aparece Leocadia, recortándose su casta silueta sobre el fondo prestado por su manto extendido. Obispos, clero, nobles y pueblo claman glorificando a Dios. A las voces de todos une la suya la virgen mártir para alabar a Ildefonso por los servicios prestados a la Madre de Dios.

Entretanto, el arzobispo, ajeno al panegírico que tan portentosamente se tejía en su honor, asióse del manto de Leocadia y, echando mano al estilete que colgaba de la cintura de Recesvinto, cortó un trozo de aquella vestidura, que pasa en seguida a enriquecer, como una reliquia más, el sagrado tesoro de Toledo.

Hasta mediados del siglo VIII descansaron los huesos de la Santa en la basílica toledana. Mas por estas fechas, al producirse la persecución de Abderramán I contra los cristianos y sus reliquias, los atemorizados mozárabes huyeron de la ciudad, llevando consigo como sagrado depósito las reliquias de Santa Leocadia y de los otros santos toledanos.

Trasladados a Oviedo los de la Santa, Alfonso el Casto erigió una basílica en su honor para que allí recibiera el culto de que se había visto privada en Toledo.

En Oviedo permanecieron los restos de Santa Leocadia probablemente hasta finales del siglo XI, en que, según tradición, un conde de Hainaut, llegado a España como romero de Santiago, colaboró con Alfonso VI en la obra de la Reconquista, y de él obtuvo como inapreciable regalo los cuerpos de Santa Leocadia y San Sulpicio, que guardaba la iglesia ovetense.

Ciertamente se sabe que en el siglo XII se encontraba el cuerpo de la Santa toledana en la abadía benedictina de Saint-Ghislain, sita al oeste de la actual Bélgica.

Con culto creciente cada día en toda la comarca, allí fue visitada por los archiduques Felipe el Hermoso y Juana la loca, . quienes obtuvieron para la catedral de Toledo una tibia de la Santa, venerada hoy en el mástil de un precioso relicario gótico que simula una nave y que posee la citada catedral.

Las guerras de religión e independencia de los Países Bajos tuvieron también sus tristes consecuencias en la abadía de Saint-Ghislain, invadida en alguna ocasión por los herejes, quienes, deslumbrados por el fulgor de las chapas de bronce que cubrían la arqueta de las reliquias de la Santa, y pensando que serían de oro, las arrancaron de ella, dejando al descubierto la caja de madera en que se guardaban.

Conocida es la preocupación de Felipe II por reunir en España el mayor número posible de reliquias santas. Las de Santa Leocadia eran muy notables y su recuerdo perduraba en la iglesia de Toledo con la esperanza de que a ella pudieran regresar aquellos restos, que eran la mejor gloria cristiana de la ciudad. El duque de Alba, toledano y gobernador de los Paises Bajos, hizo algunos intentos para conseguirlo, mas sus poderosas instancias resultaron fallidas ante la negativa de la comunidad, que de forma alguna quería desprenderse de tan rico tesoro.

Más hábil y afortunado fue el jesuíta padre Miguel Hernández; también nacido en la provincia toledana, quien, ejerciendo sus ministerios apostólicos en los Países Bajos, comenzó en 1583 a madurar la audaz empresa de conseguir, para su restitución a Toledo, el cuerpo de Santa Leocadia.

La tarea no fue fácil. Hubo que convencer a los monjes de la justicia de la petición y demostrarles que el amor y reverencia que sentían por aquellos restos se patentizaría más permitiendo que se trasladaran a lugar seguro que no dejándolos en aquel monasterio, rodeado de herejes en lucha, quienes, como ya había ocurrido, podrían adueñarse de él y reducir a cenizas los huesos que por permisión divina se habían v1sto protegidos contra tantos perseguidores.

Inesperadamente los monjes accedieron a la solicitud, no sin antes exigir documentos de Felipe II y del Romano Pontífice Gregorio XIII. En presencia de los prelados de Cambray y Tournai, el abad hizo entrega de los preciosos restos al padre Hernández, y dio comienzo una larga peregrinación, que había de prolongarse cuatro años. Dos dificultades se oponían al feliz éxito de la empresa. Era la primera la temida oposición de los flamencos, que no veían con agrado el verse privados de aquel santo cuerpo, que durante tantos años había sido objeto de su piadosa veneración. La otra, sin duda más grave, se debía al estado belicoso en que los Países Bajos se encontraban contra el dominio español y el catolicismo.

El itinerario más corto para llegar los restos a Toledo era el que atravesaba Francia, pero era el menos seguro y a la sazón debía de desecharse por ser sumamente expuesto a toda clase de riesgos. Eligióse, por tanto, el que a través de Alemania e Italia conduciría hasta un puerto seguro del Mediterráneo, donde con plenas garantías las reliquias pudieran ser embarcadas para su traslado a España.

Extremando cautelas, orillando los peligros, desorientando a los posibles raptores, el padre Hernández llegaba a Roma con su inestimable depósito el 13 de febrero de 1586. El 1 de agosto partía de Génova por mar, llegando a Barcelona el 12. Sin embargo, el desembarco del cuerpo de Santa Leocadia tuvo lugar en Valencia.

Desde Cuenca el traslado hasta Toledo fue apoteósico. El monarca, el cardenal don Gaspar de Quiroga y el Cabildo toledano no regatearon ni previsiones ni gastos. Como Felipe II quería asistir con su real familia a la entrega oficial del glorioso cuerpo, tan difícilmente logrado, a la catedral de Toledo, hubo de demorarse la fecha de tan solemne acto hasta finales de abril de 1587.

En la relación de actos que en la ciudad se tuvieron en tan memorable día, los cronistas se hacen lenguas. El Cabildo y el Ayuntamiento competían en la erección de arcos y tribunas. El recibimiento tributado a la santa mártir por sus paisanos y por la muchedumbre de personas, llegadas de todas partes, rebasaba todo cuanto pudiera decirse.

Luego de haberse depositado la arqueta con las santas reliquias en un templete erigido en la basílica de Santa Leocadia, en la Vega, el domingo 26 de abril se verificó la solemne traslación. . Al llegar ante la fachada principal del templo primado, Felipe II puso sobre sus hombros uno de los brazos de la litera en que el santo cuerpo era transportado, mientras el heredero, don Felipe, sostenía un cordón a ella cogido. Detrás iba, ennobleciendo el lucido cortejo, la hermana del monarca, doña María de Austria, y la hija, Isabel Clara Eugenia, que con sus veinte años demostraba cómo había sido eficaz para su nacimiento otro traslado glorioso, el de San Eugenio, verificado con la misma suntuosidad el año 1565.

En la catedral el monarca hizo la entrega oficial del cuerpo al arzobispo, y ton él se incrementó notablemente el relicario de la Iglesia toledana.

Desde 1593 las veneradas reliquias reposan en una riquísima arca de plata, blanca y dorada, diseñada por Nicolás Vergara y confeccionada por el platero Merino. Custodiada durante el año en la grandiosa lipsacoteca denominada El Ochavo, juntamente con las demás reliquias que la catedral atesora, el 9 de diciembre es puesta sobre una carroza, revestida de terciopelo carmesí y adornada con ramos de laurel, y es procesionalmente paseada por todo el ámbito de la catedral, mientras la schola catedralicia, acompañada por los capitulares y prebendados, canta el himno procesional de la Santa.

En los ocho días siguientes el arca de las reliquias permanece expuesta en el altar de la capilla del Sagrario para que ante ella desfilen los toledanos y soliciten su valiosa intercesión, pues no sin motivo Santa Leocadia es la Patrona principal de la ciudad.

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Otros recursos en la red

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Recursos audiovisuales

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Evangelio del día: Un Bautismo de «conversión»

Evangelio del día: Un Bautismo de «conversión»

Marcos 1, 1-8. (Segundo) II Domingo del Tiempo de Adviento. Cristo inició una humanidad nueva, que viene «de Dios», pero al mismo tiempo germina en nuestra tierra, en la medida en que se deja fecundar por el Espíritu del Señor. Por tanto, se trata de entrar plenamente en la lógica de la fe: creer en Dios, en su designio de salvación, y al mismo tiempo comprometerse en la construcción de su reino.

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: «Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos», así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mi vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Isaías, Is 40, 1-5.9-11

Salmo: Sal 85(84), 9-14

Segunda lectura: Epístola II Carta de San Pedro, 2 Pe 3, 8-14

Oración introductoria

Jesús, qué alegría y qué don tener este tiempo de oración para poder estar contigo a solas. Quiero descubrirte y conocerte de modo más profundo. Quiero esperar en Ti más firmemente. Quiero amarte más. Solo Tú puedes darme estos dones.

Petición

Jesús, dame la gracia para que puedas permanecer siempre en mí.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

Desde hace una semana estamos viviendo el tiempo litúrgico de Adviento: tiempo de apertura al futuro de Dios, tiempo de preparación para la santa Navidad, cuando él, el Señor, que es la novedad absoluta, vino a habitar en medio de esta humanidad decaída para renovarla desde dentro. En la liturgia de Adviento resuena un mensaje lleno de esperanza, que invita a levantar la mirada al horizonte último, pero, al mismo tiempo, a reconocer en el presente los signos del Dios-con-nosotros.

En este segundo domingo de Adviento la Palabra de Dios asume el tono conmovedor del así llamado segundo Isaías, que a los israelitas, probados durante decenios de amargo exilio en Babilonia, les anunció finalmente la liberación: «Consolad, consolad a mi pueblo —dice el profeta en nombre de Dios—. Hablad al corazón de Jerusalén, decidle bien alto que ya ha cumplido su tribulación» (Is 40, 1-2). Esto es lo que quiere hacer el Señor en Adviento: hablar al corazón de su pueblo y, a través de él, a toda la humanidad, para anunciarle la salvación.

También hoy se eleva la voz de la Iglesia: «En el desierto preparadle un camino al Señor» (Is 40, 3). Para las poblaciones agotadas por la miseria y el hambre, para las multitudes de prófugos, para cuantos sufren graves y sistemáticas violaciones de sus derechos, la Iglesia se pone como centinela sobre el monte alto de la fe y anuncia: «Aquí está vuestro Dios. Mirad: Dios, el Señor, llega con fuerza» (Is 40, 11).

Este anuncio profético se realizó en Jesucristo. Él, con su predicación y después con su muerte y resurrección, cumplió las antiguas promesas, revelando una perspectiva más profunda y universal. Inauguró un éxodo ya no sólo terreno, histórico y como tal provisional, sino radical y definitivo: el paso del reino del mal al reino de Dios, del dominio del pecado y la muerte al del amor y la vida. Por tanto, la esperanza cristiana va más allá de la legítima esperanza de una liberación social y política, porque lo que Jesús inició es una humanidad nueva, que viene «de Dios», pero al mismo tiempo germina en nuestra tierra, en la medida en que se deja fecundar por el Espíritu del Señor. Por tanto, se trata de entrar plenamente en la lógica de la fe: creer en Dios, en su designio de salvación, y al mismo tiempo comprometerse en la construcción de su reino. En efecto, la justicia y la paz son un don de Dios, pero requieren hombres y mujeres que sean «tierra buena», dispuesta a acoger la buena semilla de su Palabra.

Primicia de esta nueva humanidad es Jesús, Hijo de Dios e hijo de María. Ella, la Virgen Madre, es el «camino» que Dios mismo se preparó para venir al mundo. Con toda su humildad, María camina a la cabeza del nuevo Israel en el éxodo de todo exilio, de toda opresión, de toda esclavitud moral y material, hacia «los nuevos cielos y la nueva tierra, en los que habita la justicia» (2 Pe 3, 13). A su intercesión materna encomendamos las esperanza de paz y de salvación de los hombres de nuestro tiempo.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del II Domingo de Adviento, 7 de diciembre de 2008

Propósito

Hacer una visita al Santísimo para agradecer a Cristo su amor.

Diálogo con Cristo

Qué hermoso saber que tengo un Padre que me ama y está cerca de mí, que se interesa por mi bien, y que me ha dado en Jesucristo el modelo de vida al que debo aspirar. Además, con la gracia de su Espíritu Santo, puedo tener la sabiduría y la fortaleza para responder con prontitud a su llamado. ¿Qué más puedo pedir? ¿Hay acaso un regalo mayor? Por eso quiero vivir con este lema: Hacer siempre lo que Dios quiera y para ello me propongo ser fiel a mis compromisos de vida espiritual.

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Evangelio en Catholic.net

Evangelio en Evangelio del día

Todo sobre el «Año de la vida consagrada»

Todo sobre el «Año de la vida consagrada»

En este artículo os comunicamos los sitios donde podéis estar bien informados sobre todos los aspectos del «Año de la vida consagrada».

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[Queridos hermanos y hermanas:]

En este espíritu de reconocimiento y de comunión, desearía haceros tres invitaciones, a fin de que podáis entrar plenamente por la «puerta de la fe» que está siempre abierta para nosotros (cf. Carta ap. Porta fidei, 1)…

Os invito en primer lugar a alimentar una fe capaz de iluminar vuestra vocación. Os exhorto por esto a hacer memoria, como en una peregrinación interior, del «primer amor» con el que el Señor Jesucristo caldeó vuestro corazón, no por nostalgia, sino para alimentar esa llama. Y para esto es necesario estar con Él, en el silencio de la adoración; y así volver a despertar la voluntad y la alegría de compartir la vida, las elecciones, la obediencia de fe, la bienaventuranza de los pobres, la radicalidad del amor. A partir siempre de nuevo de este encuentro de amor, dejáis cada cosa para estar con Él y poneros como Él al servicio de Dios y de los hermanos (cf. Exhort. ap. Vita consecrata, 1).

En segundo lugar os invito a una fe que sepa reconocer la sabiduría de la debilidad. En las alegrías y en las aflicciones del tiempo presente, cuando la dureza y el peso de la cruz se hacen notar, no dudéis de que la kenosi de Cristo es ya victoria pascual. Precisamente en la limitación y en la debilidad humana estamos llamados a vivir la conformación a Cristo, en una tensión totalizadora que anticipa, en la medida posible en el tiempo, la perfección escatológica (ib., 16). En las sociedades de la eficiencia y del éxito, vuestra vida, caracterizada por la «minoridad» y la debilidad de los pequeños, por la empatía con quienes carecen de voz, se convierte en un evangélico signo de contradicción.

Finalmente os invito a renovar la fe que os hace ser peregrinos hacia el futuro. Por su naturaleza, la vida consagrada es peregrinación del espíritu, en busca de un Rostro, que a veces se manifiesta y a veces se vela: «Faciem tuam, Domine, requiram» (Sal 26, 8). Que éste sea el anhelo constante de vuestro corazón, el criterio fundamental que orienta vuestro camino, tanto en los pequeños pasos cotidianos como en las decisiones más importantes. No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días; más bien revestíos de Jesucristo y portad las armas de la luz —como exhorta san Pablo (cf. Rm 13, 11-14)—, permaneciendo despiertos y vigilantes. San Cromacio de Aquileya escribía: «Que el Señor aleje de nosotros tal peligro para que jamás nos dejemos apesadumbrar por el sueño de la infidelidad; que nos conceda su gracia y su misericordia para que podamos velar siempre en la fidelidad a Él. En efecto, nuestra fidelidad puede velar en Cristo» (Sermón 32, 4).

Queridos hermanos y hermanas: la alegría de la vida consagrada pasa necesariamente por la participación en la Cruz de Cristo. Así fue para María Santísima. El suyo es el sufrimiento del corazón que se hace todo uno con el Corazón del Hijo de Dios, traspasado por amor. De aquella herida brota la luz de Dios, y también de los sufrimientos, de los sacrificios, del don de sí mismos que los consagrados viven por amor a Dios y a los demás se irradia la misma luz, que evangeliza a las gentes.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Homilía del sábado, 2 de febrero de 2013

Presentación del Señor con ocasión de la XVII Jornada de la Vida Consagrada

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Si quieres estar bien informado sobre el «Año de la vida consagrada»…

Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

Año de la Vida Consagrada en Aciprensa

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Cuento de Adviento

Cuento de Adviento

El comienzo del Adviento me ha traído a la memoria, una vez más, este cuento bien conocido…

Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.

Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía: «Martín, mañana Dios vendrá a verte». Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche…

Se levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente, lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le regaló unos zapatos.

Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de la sopa excelente que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus hijos y se los dio para que no pasaran más frío.

Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo.

—¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios… –se dijo el zapatero.

—Tengo sed –exclamó el borracho.

Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía.

Cuando el borracho marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó: «Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestistes…Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hiciste…».

Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo…

El Adviento es la esperanza de la venida de Dios que de muchas formas nos visita.

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Blog Iglesia y Nueva Evangelización de Ramiro Pellitero Iglesias

El mejor regalo de Navidad

El mejor regalo de Navidad

En 1994, dos americanos respondieron a una invitación del Departamento de Educación Rusa, para enseñar moral y ética (basado en principios bíblicos) en las escuelas públicas. Fueron invitados a enseñar en prisiones, negocios, departamentos de bombero y policía, y en un inmenso orfanato. Alrededor de 100 niños y niñas que habían sido abandonados, abusados, y dejados en cargo de un programa del gobierno, estaban en este orfanato. Ellos relatan esta historia en sus propias palabras.

Se acercaban los días de fiestas Navideñas, 1994, tiempo para que nuestros huérfanos escucharan por primera vez, la historia tradicional de Navidad. Les contamos como María y José llegaron a Belén. No encontraron albergue en la posada y la pareja se fue a un establo, donde nació el niño Jesús y fue puesto en un pesebre.

Durante el relato de la historia, los niños y los trabajadores del orfanato estaban asombrados mientras escuchaban. Algunos estaban sentados al borde de sus taburetes, tratando de captar cada palabra. Terminando la historia, le dimos a los niños tres pequeños pedazos de cartulina para que construyeran un pesebre. A cada niño le dimos un pedazo de papel cuadrado cortados de unas servilletas amarillas, que yo había traído conmigo pues no habían servilletas de colores en la cuidad.

Siguiendo las instrucciones, los niños rasgaron el papel y colocaron las tiras con mucho cuidado en el pesebre. Pequeños pedazos de cuadros de franela, cortados de un viejo camisón de dormir que había desechado una señora Americana al irse de Rusia, fue usado para la frazada del bebé. Un bebé tipo muñeca fue cortado de una felpa color canela que habíamos traído de los Estados Unidos.

Los huérfanos estaban ocupados montando sus pesebres, mientras yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban ayuda. Parecía ir todo bien hasta que llegue a una de las mesas donde estaba sentado el pequeño Misha. Lucía tener alrededor de 6 años y ya había terminado su proyecto. Cuando miré en el pesebre de este pequeño, me sorprendió ver no uno, pero dos bebés en el pesebre. Enseguida llame al traductor para que le preguntara al chico porque habían dos bebés en el pesebre. Cruzando sus brazos y mirando a su pesebre ya terminado, empezó a repetir la historia muy seriamente.

Para ser un niño tan pequeño que solo había escuchado la historia de Navidad una vez, contó el relato con exactitud… hasta llegar a la parte donde María coloca el bebé en el pesebre. Entonces Misha empezó a agregar. Inventó su propio fin de la historia diciendo: «Y cuando María colocó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar donde ir. Yo le dije: «no tengo mamá y no tengo papá, así que no tengo donde quedarme». Entonces Jesús me dijo que me podía quedar con El. Pero le dije que no podía porque no tenía regalo para darle como habían hecho los demás. Pero tenía tantos deseos de quedarme con Jesús, que pensé que podría darle de regalo. Pensé que si lo pudiera mantenerle caliente, eso fuera un buen regalo. Le pregunté a Jesús: «¿Si te mantengo caliente, sería eso un buen regalo?». Y Jesús me dijo: «Si me mantienes caliente, ese sería el mejor regalo que me hayan dado». Así que me metí en el pesebre, y entonces Jesús me miró y me dijo que me podría quedar con El… para siempre».

Mientras el pequeño Misha termina su historia, sus ojos se desbordaban de lágrimas que les salpicaban por sus cachetes. Poniendo su mano sobre su cara bajo su cabeza hacia la mesa y sus hombros se estremecían mientras sollozaba y sollozaba.El pequeño huérfano había encontrado alguien quien nunca lo abandonaría o lo abusara, alguien quien se mantendría con el…PARA SIEMPRE. Gracias a Misha he aprendido que lo que cuenta, no es lo que uno tiene en su vida, si no, a quien uno tiene en su vida. No creo que lo ocurrido a Misha fuese imaginación. Creo que Jesús de veras le invitó a estar junto a El PARA SIEMPRE. Jesús hace esa invitación a todos, pero para escucharla hay que tener corazón de niño.

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Cuento anónimo, versión de Aciprensa

Adviento en Aciprensa

Un noviazgo que prepare para un feliz matrimonio

Un noviazgo que prepare para un feliz matrimonio

El noviazgo es una etapa maravillosa, llena de retos. Es una gran aventura, una travesía envuelta de ilusiones donde se aprende a querer y a ser querido. Aquí el corazón está inquieto, bulle como un volcán y qué mejor que aprovechar este momento tan especial y único para conocer al otro, para madurar los sentimientos, y crecer juntos.

Ahora bien, si reducimos este período en salir a bailar, a ir de en boliche en boliche, entre otras cosas, el día en que la pareja se cuestione la decisión de contraer matrimonio podrá sentir un gran vacío ya que cuando le llegue la hora de decir en el consentimiento matrimonial acepto por esposo/a a fulanito/a de tal en verdad no se tendrá ni el más mínimo conocimiento del otro en cuanto persona única e irrepetible, sino sólo un conocimiento volátil y superficial. En otras palabras, de lo dicho se deduce que podremos saber si me divierto con él o con ella, si me cae bien, si me gusta físicamente, pero casi no se podría decir nada más.

No resulta extraño, en este marco decir que es capital en el noviazgo la comunicación, y esto es algo, a lo cual no deberíamos restarle importancia. En primer lugar, hay que tener en cuenta que esta etapa es previa a un posible matrimonio y por tanto, no se debería descuidar la comunicación en lo que respecta a la propia intimidad, a los proyectos concernientes al matrimonio y familia, a los temas trascendentales de la vida, como indica Gerardo Castillo. Urge, así, hablar de los temas fundamentales de la vida, aquellos en los cuales tendrán que ponerse de acuerdo en la vida matrimonial. Es fundamental ir forjando un proyecto familiar, teniendo en cuenta que toda persona a lo largo del camino de la vida se fija metas a alcanzar, y éstas son las que le van guiando en su caminar así como lo es la rosa de los vientos para cualquier marinero. Por tanto, el proyecto familiar debe comenzar a formularse desde el noviazgo y luego, reformularse con el correr del tiempo. Es muy común observar en las parejas que dicho proyecto no se realiza explícitamente. Sin embargo, ello es muy útil hacerlo puesto que en muchas ocasiones se evitan contradicciones como puede ser el caso a la hora de ponerse de acuerdo en la forma de educar a los hijos.

Si dejamos volar nuestra imaginación, podemos ver al noviazgo como a un marinero en medio de altamar que al mirar al frente, sin ver nada más que agua, le provoca una sensación de inmensidad, donde se le hace sencillo soñar con grandes planes. Precisando un poco más, cabría decir, que soñar es bárbaro, fantástico, pero no hay que olvidar que los proyectos para que sean sólidos es fundamental que se construyan sobre roca, con madurez personal, de lo contrario se puede caer en el error de crearse una novela rosa. A su vez, no hay que perder de vista, como sostienen muchos autores, como es el caso de Gerardo Castillo (1998), que «una de las causas principales de las crisis conyugales en la actualidad es la inmadurez para el matrimonio. Es preocupante que muchos jóvenes contraigan matrimonio sin tener la capacidad y la preparación necesaria para esa nueva situación. Muchos no son concientes de las exigencias y responsabilidades de la vida conyugal». Veámoslo con el detenimiento necesario.

Como indica el autor mencionado, la madurez para el matrimonio está influenciada con un noviazgo bien llevado. De acuerdo a lo dicho, es capital descubrir el sentido y las cualidades del noviazgo. Ahora bien, ¿qué es el noviazgo?. Para comprenderlo en su profundidad, hay que entender en primera instancia qué es el matrimonio. Éste es una comunidad de vida y amor, es la unión de una con uno y para siempre. A su vez, no hay qué olvidar que tanto el matrimonio como la familia responden a una estructura natural de la persona, a la tendencia o inclinación natural del varón a la unión con la mujer y viceversa. Dicha inclinación natural es la ley natural sobre el matrimonio. Por tanto, no es fruto de un invento o capricho del hombre, y si éste se le ocurre transgredir dicha ley, el único perjudicado es él mismo, ya que se degrada como persona humana. A modo de ejemplo, es como si un pájaro decide un buen día nadar, ya que al observar a los peces, le resulta más aventurera su vida, pero ¿qué pasaría?, la respuesta es más que obvia, se moriría al instante, ¿no?.

Luego de dar una breve síntesis de lo que es el matrimonio pasaremos a lo que es el noviazgo. Como ya se dijo, éste es la preparación previa al matrimonio. Es recomendable que tenga una duración adecuada, para que los novios puedan conocerse mutuamente lo suficiente para luego decidir responsablemente si quieren contraer matrimonio o no. Como se recalcó varias veces, en el noviazgo hay una apertura al matrimonio, al menos como posibilidad. Pero si esto se excluye no hay lugar para hablar de noviazgo, sino que se trataría de otra cosa. Por esta razón, es muy común escuchar estoy saliendo con tal persona, aunque las manifestaciones de afecto no sean propias de amigos. Esta clase de relaciones no implica ningún compromiso por parte de ninguno de los dos, lo cual es un rasgo de inmadurez que tendrá que superarse para contraer matrimonio.

Por otra parte, el noviazgo se diferencia del matrimonio en que no es indisoluble, pero se asemejan en que en ambos la pareja se debe fidelidad. A su vez, cómo el noviazgo no es lo mismo que matrimonio los novios no deberían tener relaciones sexuales. Pero como todo en la vida tiene su fundamento, esto no es una orden producto de un conjunto de personas retrógradas. Éstas son un signo corporal de una donación total mutua, pero hay que tener en cuenta que no es propio del noviazgo la entrega total. Profundizando un poco más, cuando se dan relaciones íntimas en el noviazgo, no hay una tendencia a la donación total, a la unión, sino que uno se busca así mismo, no se supera el plano individual, sino que uno se mueve en el plano de la curiosidad, especialmente, en las primeras, y como consecuencia se utiliza al otro como un mero instrumento sexual. En pocas palabras, éste comportamiento encierra un gran egocentrismo. Para entender bien éste hecho, hay que comprender que el obrar sigue al ser, es decir que un matrimonio al tener relaciones manifiestan por medio de su obrar lo que son, una caro, una carne. A su vez, debido a que la persona es una unidad substancial, que es persona encarnada, y que el cuerpo está modalizado en dualidad, la persona encuentra en su cuerpo, el don sincero de sí mismo y la aceptación de la persona amada y la posibilidad de conformar una sóla carne.

En unas palabras, es en su misma carne donde la persona puede encontrarse íntimamente con otra para darse así mismo y acoger al otro. Mediante su cuerpo encuentra la dinámica comunicativa por excelencia. En suma, en el noviazgo no hay una entrega total, sino parcial, ya que la totalidad implica no reservarse nada, como por ejemplo la dimensión de la maternidad. Es decir, no habría una entrega total ni esencial (de acuerdo a lo dicho), ni existencial puesto que no se entregaría todas las facetas de la femineidad y masculinidad en toda su duración en el tiempo.

Con otras palabras, el tener relaciones íntimas en el noviazgo podría traducirse con estas simples palabras «me gustas mucho, me lo paso bomba contigo, me atraes un montón pero todavía no quiero entregarte mi vida entera». O sea, «estoy dispuesto a pasar una noche junto a ti, pero no me pidas nada más, en otras palabras, te entrego mi cuerpo, pero no mi vida». Ahora bien, hay una gran contradicción puesto que la entrega del cuerpo es la expresión de la entrega total de la persona, pero la persona o se entrega para siempre, para toda la vida, o de lo contrario no hay lugar para hablar de entrega. De acuerdo a todo lo dicho no se podría hablar de un verdadero amor, pues éste se caracteriza por ser incondicional, y en éste caso no lo es.

No quisiera terminar sin unas palabras de Gerardo Castillo, «El noviazgo sirve para que dos personas de distinto sexo desarrollen, progresivamente, la capacidad de comunicarse y la capacidad de quererse».

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Fuente en Aciprensa.

Bibliografía: Castillo, Gerardo (1998): Preparar a los hijos para la vida. Colecc. «Hacer Familia», n.16. Ediciones Palabra, Madrid.

Oraciones para el Adviento

Oraciones para el Adviento

La Navidad es algo más: nosotros vamos por este camino para encontrar al Señor. ¡La Navidad es un encuentro! Y caminamos para encontrarlo: encontrarlo con el corazón, con la vida; encontrarlo viviente, como es Él; encontrarlo con fe. Y no es fácil vivir con la fe. El Señor, en la palabra que hemos escuchado, se maravilló de este centurión: se maravilló de la fe que él tenía. Había emprendido un camino para encontrar al Señor, pero lo había hecho con fe. Por esto no solamente él ha encontrado al Señor, sino que ha sentido la alegría de ser encontrado por el Señor. Y este es precisamente el encuentro que queremos: ¡el encuentro de la fe! […]

Cuando solamente somos nosotros los que encontramos al Señor, somos nosotros — entre comillas, digámoslo — los dueños de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él que entra dentro de nosotros, es Él que renueva todo, porque ésta es la venida, aquello que significa cuando viene Cristo: renovar todo, renovar el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. ¡Nosotros estamos en camino con fe, con la fe de este centurión, para encontrar al Señor y principalmente para dejarnos encontrar por Él! […]

¡Corazón abierto, para que Él me encuentre! Y me diga aquello que Él quiera decirme, que no siempre es aquello que yo quiero que me diga! Él es el Señor y Él me dirá lo que tiene para mí, porque el Señor no nos mira a todos juntos, como a una masa. ¡No, no! Nos mira a cada uno en la cara, a los ojos, porque el amor no es un amor así, abstracto: ¡es amor concreto! De persona a persona: El Señor, persona, me mira a mí, persona. Dejarse encontrar por el Señor es justamente esto: ¡dejarse amar por el Señor! […]

En la oración al inicio de la misa hemos pedido la gracia de hacer este camino con algunas actitudes que nos ayuden. La perseverancia en la oración: rezar más. La laboriosidad en la caridad fraterna: acercarnos un poco más a quienes tienen necesidad. Y la alegría en la alabanza al Señor […].

Comenzamos este camino con la oración, la caridad y la alabanza, a corazón abierto, para que el Señor nos encuentre.

SS Francisco, Extracto de la Homilía en Santa Marta del 2 de diciembre de 2013.

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Colección de oraciones para el Adviento

I. La creación de la felicidad

1. Tu alegría insobornable

2. Ven, Señor, a salvarnos

3. Diez razones para la alegría

4. La alegría y la paz de Dios

II. El Adviento es soñador

1. El sueño

2. ¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!

3. Rebosar de amor

4. En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra

5. Señor, enséñame tus caminos (Sal 24)

6. Oración

III. El simbolismo de Juan Bautista

1. Allanad los caminos

2. Súplica a favor del testigo (Sal 71)

3. Para anunciar el Adviento

4. A tientas

5. Sensibilidad para apreciar los valores

 

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Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén (So 3, 14)

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La creación de la felicidad

En cierta ocasión se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y a la mujer. Y planearon hacerlo a su imagen y semejanza. Entonces uno de ellos dijo:

—Esperen; si vamos a hacerlos a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, y una fuerza y una inteligencia iguales a las nuestras. Debemos pensar en algo que los diferencia de nosotros; de lo contrario, estaríamos creando nuevos dioses. Debemos quitarles algo; pero ¿qué les quitamos?

Después de mucho pensar, uno de ellos dijo: —¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad. Aunque el problema va a ser dónde la escondemos para que no la encuentren jamás…

Propuso el primero: —Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.

A lo que inmediatamente repuso el segundo: — No, recuerda que les dimos fuerza; alguna vez alguien subirá y la encontrará; y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está…

Luego propuso otro: — Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.

Y otro replicó: — No, recuerda que les dimos inteligencia. Alguna vez alguien construirá una esquina por la que pueda entrar y bajar, y entonces la encontrará.

Otro más dijo: — Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.

Y le dijeron: — No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien construirá una nave en la que puedan viajar a otros planetas, y la descubrirán; y entonces todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros.

Y el último de ellos era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses. Tras analizar en silencio cada una de ellas, rompió el silencio y dijo: —Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren.

Todos se sorprendieron y preguntaron al unísono: — ¿Dónde?

— La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándola fuera que nunca la encontrarán.

Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así. El ser humano pasa su vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.

José Carlos Bermejo: Regálame la salud de un cuento

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Tu alegría insobornable

Concédenos, Señor, tu alegría insobornable.
La diversión tiene precio y propaganda,
y sus mercaderes son expertos.
Se alquila la evasión fugaz
con sus rutas exóticas y vanas.
Se bebe el gozo con tarjetas de crédito
y se estruja como un vaso desechable.
Pero tu alegría no tiene precio,
ni podemos seducirla.
Es un don para ser acogido y regalado.

Concédenos, Señor, tu alegría sorprendente.
Más unida al perdón recibido
que a la perfección farisaica de las leyes.
Encontrada en la persecución por el Reino
más que en el aplauso de los jefes.
Crece al compartir lo mío con las otras
y se muere al acumular lo de los otros como mío.
Se ahonda al servir a los criados de la historia
más que ser servidos como maestros y señores.
Se multiplica al bajar con Jesús al abismo humano,
se diluye al trepar sobre cuerpos despojados.
Se renueva al apostar por el futuro inédito,
se agota al acaparar las cosechas del pasado.
Tu alegría es humilde y paciente
y camina de la mano de los pobres.

Concédenos, Señor, la “perfecta alegría”.
La que mana como una resurrección fresca
entre escombros de proyectos fracasados.
La que no logra desalojar de los pobres
ni la cárcel de los sistemas sociales
ni los edictos arbitrarios de los amos.
La decepción más honda y golpeada
no puede blindarnos para siempre
contra su iniciativa inagotable.
Tu alegría es perseguida y golpeada
pero es inmortal desde tu Pascua.

Concédenos, Señor, la sencilla alegría.
La que es hermanas de las cosas pequeñas,
de los encuentros cotidianos y de las rutinas necesarias.
La que se mueve libre entre los grandes,
sin uniforme ni gestos entrenados, como brisa sin amo ni codicia.
Tu alegría es confiada y veraz,
ve la más pequeña criatura amada por ti,
con un puesto en tu corazón y tu proyecto.

Benjamín González Buelta, SJ

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Ven, Señor, a salvarnos

Necesitamos, sí, tu salvación,
porque sólo un Dios puede salvarnos.
El progreso científico-técnico nos enriquece,
pero nada más.
El consumo nos engorda, pero nos deja vacíos.
Los sabios y los líderes nos asombran,
pero no nos cambian.
Los artistas y los famosos nos entretienen,
también nos aburren.
No son nuestros salvadores.
Y tampoco nos salvan los políticos,
los militares, banqueros y periodistas,
los tecnócratas y deportistas,
y tampoco los maestros o gurúes o los eclesiásticos.

Sólo un Dios puede salvarnos:
de la tristeza, des desencanto, del desamor.
Sólo un Dios puede salvar al mundo
de sus cegueras y sus crueldades,
de sus cadenas y sus miserias,
de todas sus profundas llagas.
¡Ven, Señor, a salvarnos!

Salva a los oprimidos que esperan justicia,
a los hambrientos que sueñan con el pan,
a los cautivos que no ven el día de su libertad.
Ven, Señor, a abrir los ojos de los ciegos,
a enderezar a los que se doblan,
a guardar a los emigrantes,
a sustentar a los que desfallecen.

Ven, Señor. Pero Dios viene siempre.
Dios ya ha venido.
Vino Dios a salvarnos, e hizo algo más,
hizo de nosotros salvadores.
Somos un dios en pequeño.
Sed lo que sois, cristianos.
Cada miseria es un compromiso.
Hijos de Dios, salvad, por favor al mundo.

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Diez razones para la alegría

La cristiana se alegra:

1. Porque se siente inmensamente amada

2. Porque ha dado sentido a su vida, que no es otro que el amor

3. Porque nunca se siente sola. Vive siempre el gozo de la comunión, tanto hacia dentro —íntima comunión divina— como hacia fuera —gozosa comunión con los hermanos—

4. Porque ya no teme nada. Sabe que está en buenas manos, y se siente enteramente y constantemente protegida.

5. Porque asegura el cumplimiento de su esperanza y deseos. Sabe de quién se fía.

6. Porque se siente salvada. Posee ya las arras del Espíritu, “que a vida eterna sabe”.

7. Porque convierte su trabajo en vocación.

8. Porque puede iluminar sus relaciones oscuras, como el sufrimiento, la limitación y el fracaso. Todo lo relativiza, con gran sentido del humor.

9. Porque está segura que nada, ni sus pecados, le apartarán de su Absoluto, de su Amor. Por eso, sabe reírse de sí misma.

10. Porque, gracias a Cristo, incluso la muerte se le convierte en Pascua. Es por eso la persona de mayor esperanza.

* * *

 

La alegría y la paz de Dios

Estad alegres. La paz de Dios custodiará vuestros corazones (Flp 4, 7)

La paz de Dios consolida nuestra confianza básica,
nos infunde tenacidad y coraje,
temple y arrojo para llegar lejos
sin perder altura de miras.

La alegría y la paz de Dios

La paz de Dios afianza y dinamiza nuestra voluntad
es paciente para sostener y resistir,
es impaciente para resignarse y consolarse,
regula y dirige nuestro esfuerzo.

La alegría y la paz de Dios

La paz de Dios atempera nuestro ímpetu vehemente
para que no atropelle y desbarate.
Encauza nuestra pasión cegada
para que no se desvíe y se pierda.

La alegría y la paz de Dios

La paz de Dios nos moviliza y nos da aplomo,
nos pone en marcha y nos modera,
sopla viento en nuestras velas
y echa el ancla cuando es preciso.

La alegría y la paz de Dios

Joaquín Suárez

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Mirad que llegan días —oráculo del Señor—, en que cumpliré la promesa que hice
a la casa de Israel y a la casa de Judá (Jr 33, 14).

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El Adviento es soñador

He tenido un sueño….

Soñé que un día las naciones de la tierra escuchaban el clamor desgarrado de los pobres de la tierra. De repente, se les abrieron los oídos y sus corazones se estremecieron ante tanto sufrimiento, sus ojos se abrieron para contemplar los millones de hermanos que morían cerca, muy cerca de ellos y al ver sus rostros demacrados y al cruzarse su mirada con aquellos ojos enormes, silenciosos, océanos de sufrimiento y humillaciones incontables, sintieron que eran carne de su carne y sangre de su sangre.

Y se reunieron, alrededor de una inmensa mesa redonda, representantes de todos los pueblos, tribus, razas y naciones. Y todos eran iguales. No hubo muchas palabras, ni discursos; al mirarse a los ojos, comprendieron que el mundo no podía seguir así y estrecharon sus manos y anudaron sus brazos en una inmensa cadena de solidaridad fraterna.

E hicieron un pacto de no agresión y de amistad, que sellaron con pan y con vino; y nunca el pan les supo tan sabrosos, ni el vino tan embriagador.

Y un día convenido, una gran luminaria se encendió sobre la tierra: en una pira inmensa quemaron los cañones, las pistolas, los fusiles, obuses, misiles y lanzaderas, y fundieron el hierro, con el que hicieron tractores…. Y de nuevo se sentaron alrededor de la mesa redonda para repartir equitativamente los bienes de la tierra, de forma que ya no existiera más hambre, ni paro, ni injusticia.

* * *

 

El sueño

Una vez, en un el lugar más hermoso del universo, vivía un niño llamado Sueño, el cual anhelaba crecer y conocer otros mundos.

Sueño se entretenía por allá arriba, por las nubes, jugando y jugando todo el día.

Un día, Sueño, se dio cuenta de que él no crecía como crecían sus amigos; además empezó a sentirse muy débil y, poco a poco, perdió sus ganas de jugar.

De pronto, llegó un mensajero que llevaba consigo un maletín muy especial, el cual contenía alimentos para fortalecer y hacer crecer a Sueño.

Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó, Sueño empezó a sentirse mejor y mejor, ya que cada día aquel mensajero lo alimentaba con aquellos manjares. Muchos caldos de constancia con fuerza, platos muy nutritivos de voluntad y trabajo, postres hechos a base de paciencia, fantásticos jugos hechos con decisión…. y, lo más importante, tratándolo con mucha confianza.

Sueño creció y creció y llegó a dejar de ser Sueño para convertirse en Meta, y claro que siguió jugando, pero ya no por las nubes, sino aquí en la tierra, conociendo cada vez más mundos, como la felicidad y la satisfacción. Y un buen día Meta dejó de ser Meta y se transformó en Realidad.

«Regálame la salud de un cuento». Sal Térrea.

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¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!

Yo no soy un Buda feliz
que arrancó la raíz de los deseos.

Yo soy el amigo que dice: Ven.

Yo soy la novia que grita: Ven.

Yo soy la madre que espera: Ven.

El mundo lucha y evoluciona.
Es la historia que está de parto,
que ha sido fecundada por el Espíritu,
que prepara la llegada del hijo nuevo.
El Adviento.

Los trabajos del científico y del obrero,
las luchas del guerrillero
y del no-violento,
los desvelos de los padres y los líderes,
los sufrimientos
de los enfermos marginados
cantan a coro: Ven.

Las ilusiones de los niños,
las esperanzas del joven,
el tedio de los ancianos,
el canto de los que triunfan
y el llanto de los caídos
no dejan de repetir: Ven.

Un Adviento creciente,
hijo de la esperanza y la paciencia,
padre de la ilusión y del esfuerzo.
Una fuente secreta
y un murmullo repetido,
orquestado por el Espíritu:
¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!

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Rebosar de amor

Que el Señor os come y os haga rebosar de amor (1 Tes 3, 12)

Que el Señor nos colme de su amor
hasta saciarnos y más.
Nos llene de amor mutuo y de amor universal.
Y nos haga rebosar.

Rebosar de amor

Que el Señor nos colme
de buenos sentimientos y palabras afectuosas,
capaces de llegar al corazón
y conmover las entrañas.
Y nos haga rebosar.

Rebosar de amor

Que el señor nos colme
de sensibilidad al dolor ajeno
y conciencia lúcida y avispada
para salir al encuentro del mal.
Y nos haga rebosar.

Rebosar de amor

Que el Señor nos colme
de actitudes cordiales y bondad tangible.
Un amor solidario, traducido
en gestos altruista, en acciones humanitarias.
Y nos haga rebosar.

Rebosar de amor

Joaquín Suárez

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En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra

Cristo trae esperanza a todos los que la han perdido.
Luz a todos los que viven en la oscuridad.
Justicia a quienes viven bajo el yugo de la opresión.
Él viene como salvación para todos.
¿Te dice algo todo esto?
¿Sientes dentro de ti la necesidad de gritar, con todas tus fuerzas “Ven Señor”?
Si no lo sientes, tal vez sea porque el lugar que debe ocupar Dios en tu vida de cristiana,
esté ocupado ya y esperas luz, salvación, justicia…. de otros dioses a quienes das culto:
el dinero, la comodidad, el consumismo…
o porque no te preocupa demasiado que haya en el mundo
marginados, víctimas de la guerra, estructuras injustas de poder…
El Señor está cerca… Él viene… ya está ahí…
Pero sólo para quienes lo esperan ansiosamente.

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Señor, enséñame tus caminos (Sal 24)

A ti, Señor, levanto mi alma.
No te pido que me escuches,
porque todo está abierto a tu presencia,
porque tienes tu oído pegado a mi corazón
y oyes el flujo de mi vida
y escuchas hasta mis silencios.
Sólo pido que yo sepa escucharte.

No te pido que me enseñes tus caminos,
porque ya los has enseñado maravillosamente.
Tus caminos están abiertos ante mí
y están perfectamente señalizados.
Sólo te pido que mis pasos
no se desvíen ni un milímetro de tus caminos.
Ayúdame a recorrer los caminos que me has enseñado,
el Camino que me has regalado.

No es camino de estrellas, ni de leyes ni de libros,
es un camino de carne.
Es un camino cimentado en el amor,
asfaltado por la misericordia,
señalizado por el servicio y la entrega.
Tu Camino es el Hijo del amor y la misericordia.
Tu Camino son los hijos necesitados
del amor y la misericordia.
Que yo sepa andar por tus caminos,
despacito y vigilante,
para no dejar pasar ninguna de sus señales,
para llenarme y derramarme
en amor y misericordia.

* * *

 

Oración

Señor, Jesús, al comenzar este tiempo de Adviento, ponemos en ti nuestra confianza. Fortalece nuestra esperanza para saber descubrirte ya presente entre nosotros. Despiértanos de nuestros sueños y levántanos de nuestras pasividades e indiferencias.

Haz, Señor, que este Adviento nos empuje hacia ti; nos ayude a vivir centradas en tu Hijo Jesucristo. Que sea un tiempo de salvación. Un tiempo de encuentro y de conversión.

A pesar de dificultades y contratiempos seguimos confiando. Tu presencia entre nosotros nos ilumina y fortalece en el camino de la fe.

Te esperamos y salimos a tu encuentro, pues Tú eres nuestra esperanza.

Revista «Dabar»

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El simbolismo de Juan Bautista

Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos (Lc 3, 5)

La importancia que tiene el Bautista en Adviento le viene no sólo a título personal, sino por todo lo que representa. El Bautista es el último eslabón de la economía antigua. Representa a Moisés y a todos los profetas. Por eso su testimonio es tan importante. En su boca se condensa todo el testimonio del Antiguo Testamento a favor del Nuevo. Él es el último eslabón de los testigos de la luz. Pero le ha llegado su tiempo de ser dejado atrás por aquel que se pone delante.

El Bautista nos repetirá hasta la saciedad “Yo no soy”. Yo no soy el Cristo, no soy Elías, no soy el profeta, no soy la luz. Esta es la naturaleza del testigo. No importa quién sea. Es sólo una voz sin rostro, sin nombre. Lo único que importa es el contenido es el contenido de su mensaje. La voz es efímera, pasa y se pierde en el espacio. Sólo queda la palabra. Pero Juan no es la palabra, es sólo la voz.

Es la verdadera naturaleza de todo testigo de Cristo. “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (2 Co 4, 5). Todo testigo de Cristo descubre en la persona del Bautista la fuente del verdadero gozo.

Juan Manuel Martían-Moreno: «Personajes del cuarto evangelio».

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Allanad los caminos

Allanad los caminos.
Allanad, sí, todos los caminos de la tierra
porque el Señor está cerca.
El vendrá y llenará de esperanza
a quienes la perdieron
Vendrá en la noche para ser luz.
Vendrá para acompañar a los cansados,
a los eternos desilusionados.
Ya pueden cantar victoria
quienes se creían abandonados.
Ya está el Salvador a la puerta.

Allanad los caminos.
Abrid caminos de esperanza,
quienes pasáis por este mundo
sin encontrar sentido a la vida.
Allanad los senderos, porque él vendrá.
Vendrá como rocío mañanero.
Rasgará los corazones de piedra
y ablandará la dureza
de nuestra tierra seca.
Vendrá el Señor, no tardará.
Esperadlo en el umbral de vuestra casa,
porque sin hacer ruido vendrá
y lo inundará todo con su amor.

* * *

 

Súplica a favor del testigo (Sal 71)

Inunda, oh Dios, con el torrente de tu audacia
a la persona llamada a ser tu testigo:
que su compromiso a favor de los pobres
y su estar al lado del necesitado y desvalido
ayuden a desvelar tu imagen
de un Dios que aborrece toda iniquidad;

que la experiencia de tu amor en su vida
sea como lluvia y rocío
que hagan fértil la tierra baldía de nuestras desesperanzas;
que la paz de su corazón y de sus palabras
hagan posible el abrazo de todas las ideas y creencias;
y que nos ayude a comprender que el único enemigo del ser humano
es el que niega o hace imposible al hermano
su vocación de amor universal.

Caigan rendidos ante la fuerza de su testimonio
quienes defendían la necesidad de la guerra
e incrementaban el poder de las armas aniquiladoras;
que los poderosos de este mundo alcancen a ver en él
que todo poder es corrupción
cuando no es servicio desinteresado.
Pues la vida de un desheredado es más valiosa a tus ojos,
Señor, que todas las culturas y civilizaciones
que se sostienen a costa de la miseria de muchos.

¡Jamás nos falte un testigo de tu amor!
Sólo él /ella nos hará abundar en la perfecta alegría,
porque cambiará nuestros cultivos de egoísmo
en campos ubérrimos de comunión y amistad;
sólo él conseguirá que sea bendición
la maldición de mutua desconfianza
que hoy pesa sobre el ser humano;
sólo él, porque aceptó, con el sacrificio de su vida,
ser sendero de Dios entre los hombres y mujeres:
aurora de un mundo nuevo bajo el signo de la fraternidad.

¡Bendito el Dios de rostro humano,
único que lleva al ser humano al gozo de ser su testigo!
¡Bendito el Dios que nos envía signos clarividentes
de su amor hecho carne, presencia, riesgo!
¡Bendito el Dios que consagra los pasos de sus elegidos
con el cuenco abundante de la esperanza
que derriba todo muro de lo imposible!

La tierra estrenará nuevo taje de fiesta
allí donde los oídos se abran
a la palabra hecha carne del testigo de Dios.

Antonio López Baeza

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Para anunciar el Adviento

Este es el tiempo de la espera, del anhelo y la ilusión.
Es un tiempo de ojos abiertos,
de miradas largas como el horizonte
y de pasos ligeros por oteros y valles.

Es el tiempo de las salas de espera,
de los sueños buenos que soñamos
y de los embarazos de vida.

Es tiempo de anuncios, pregones y sobresaltos;
de vigías, centinelas y carteros,
de trovadores y profetas.

Es tiempo de luces y coronas,
de puertas y ventanas entreabiertas,
de susurros, sendas y parteras.

Es tiempo de pobres y emigrantes,
de cadenas y cárceles rotas
y de hojas con buenas noticias.

Es el tiempo de Isaías, Juan Bautista y María;
y de José, quitando fantasmas,
embarcado en la aventura
y pasando las noches en claro.

* * *

 

A tientas

Esperar,
cuando una se adentra en la madurez de la vida,
o lleva años afirmando y regando el jardín de sus flores y seguridades,
no consiste en soñar, ni en volar,
ni adentrarse en un mundo de ilusiones,
ni en quitar las hierbas malas,
ni en dar respuesta a todos los interrogantes,
ni en tener una estructura lógica y razonable en la que apoyarse…

Esperar, hoy, Señor
es andar a tientas, tanto de día como de noche,
entre sombras y luces, bullicios y silencios
—que velan, desvelan, confunden y alertan—
e intentar, con los sentidos cansados,
olerte, oírte, verte, tocarte y besarte en tus mediaciones.
Y alegrarse de estar aquí así, a tientas.

F. Ulibarri: Al viento del Espíritu.

* * *

 

Sensibilidad para apreciar los valores

Qué vuestra comunidad de amor siga creciendo en sensibilidad
para apreciar los valores (Flp. 1,9-10)

Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad

Sensibilidad para apreciar los valores.

Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
en aquel conocimiento que nos hace comprensivas,
en aquel buen sentido que nos hace prudentes,
en aquella conciencia que nos hace honradas.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad

Sensibilidad para apreciar los valores.

Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
en la profundidad del océano divino,
en la superficie de la ternura,
en la densidad de la contemplación.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad

Sensibilidad para apreciar los valores.

Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
por dentro y hacia fuera, madure y fructifique,
se explicite en actitudes definidas,
se materialice en acciones concretas.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad

Sensibilidad para apreciar los valores.

Joaquín Suárez.

Puedes descargarte estos tres grupos de oraciones en los siguientes enlaces:
primera parte, segunda parte, tercera parte.

Evangelio del día: Y tú… ¿abrirás tu casa al Rey?

Evangelio del día: Y tú… ¿abrirás tu casa al Rey?

Marcos 13, 33-37. Primer domingo del Tiempo de Adviento. Comienzo del Año Litúrgico: ciclo B. ¡El horizonte de la esperanza! El tiempo de Adviento que hoy nuevamente comenzamos nos devuelve el horizonte de la esperanza: una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios; una esperanza que no decepciona, sencillamente porque el Señor no decepciona jamás. ¡Él es fiel! ¡Él no decepciona! ¡Pensemos y sintamos esta belleza!

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado y estén prevenidos porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: «¡Estén prevenidos!»».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Isaías, Is 63, 16b-17.19b; 64, 2b-7

Salmo: Sal 80(79), 2ac.3b.15-16.18-19

Segunda lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios, 1 Cor 1, 3-9

Oración introductoria

Señor, gracias por este tiempo del Adviento que me ayuda a prepararme espiritual y apostólicamente al gran acontecimiento de la Navidad. Permite que esta meditación me descubra los medios de perseverancia en lo que tengo que poner más atención.

Petición

¡Ven, Señor, no tardes! ¡Ven que te esperamos! ¡Ven pronto Señor!

Meditación del Santo Padre Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Comenzamos hoy, primer domingo de Adviento, un nuevo año litúrgico, es decir un nuevo camino del Pueblo de Dios con Jesucristo, nuestro Pastor, que nos guía en la historia hacia la realización del Reino de Dios. Por ello este día tiene un atractivo especial, nos hace experimentar un sentimiento profundo del sentido de la historia. Redescubrimos la belleza de estar todos en camino: la Iglesia, con su vocación y misión, y toda la humanidad, los pueblos, las civilizaciones, las culturas, todos en camino a través de los senderos del tiempo.

¿En camino hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Y cuál es esta meta? El Señor nos responde a través del profeta Isaías, y dice así: «En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor, en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas. Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas»» (2, 2-3). Esto es lo que dice Isaías acerca de la meta hacia la que nos dirigimos. Es una peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén, donde surge el templo del Señor, porque desde allí, de Jerusalén, ha venido la revelación del rostro de Dios y de su ley. La revelación ha encontrado su realización en Jesucristo, y Él mismo, el Verbo hecho carne, se ha convertido en el «templo del Señor»: es Él la guía y al mismo tiempo la meta de nuestra peregrinación, de la peregrinación de todo el Pueblo de Dios; y bajo su luz también los demás pueblos pueden caminar hacia el Reino de la justicia, hacia el Reino de la paz. Dice de nuevo el profeta: «De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra» (2, 4).

Me permito repetir esto que dice el profeta, escuchad bien: «De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra». ¿Pero cuándo sucederá esto? Qué hermoso día será ese en el que las armas sean desmontadas, para transformarse en instrumentos de trabajo. ¡Qué hermoso día será ése! ¡Y esto es posible! Apostemos por la esperanza, la esperanza de la paz. Y será posible.

Este camino no se acaba nunca. Así como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de comenzar de nuevo, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Es ese el horizonte para hacer un buen camino. El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. Una esperanza que no decepciona, sencillamente porque el Señor no decepciona jamás. ¡Él es fiel!, ¡Él no decepciona! ¡Pensemos y sintamos esta belleza!

El modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida, es la Virgen María. Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en el corazón toda la esperanza de Dios. En su seno, la esperanza de Dios se hizo carne, se hizo hombre, se hizo historia: Jesucristo. Su Magníficat es el cántico del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y mujeres que esperan en Dios, en el poder de su misericordia. Dejémonos guiar por Ella, que es madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar por Ella en este tiempo de espera y de vigilancia activa.

Santo Padre Francisco

Ángelus del I Domingo de Adviento, 1 de diciembre de 2013

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

La Iglesia empieza hoy un nuevo Año litúrgico […]. El primer tiempo de este itinerario es el Adviento, formado, en el Rito Romano, por las cuatro semanas que preceden a la Navidad del Señor, esto es, el misterio de la Encarnación. La palabra «adviento» significa «llegada» o «presencia». En el mundo antiguo indicaba la visita del rey o del emperador a una provincia; en el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Dios, a su presencia en el mundo; un misterio que envuelve por entero el cosmos y la historia, pero que conoce dos momentos culminantes: la primera y la segunda venida de Cristo. La primera es precisamente la Encarnación; la segunda el retorno glorioso al final de los tiempos. Estos dos momentos, que cronológicamente son distantes —y no se nos es dado saber cuánto—, en profundidad se tocan, porque con su muerte y resurrección Jesús ya ha realizado esa transformación del hombre y del cosmos que es la meta final de la creación. Pero antes del fin, es necesario que el Evangelio se proclame a todas las naciones, dice Jesús en el Evangelio de san Marcos (cf. 13, 10). La venida del Señor continúa; el mundo debe ser penetrado por su presencia. Y esta venida permanente del Señor en el anuncio del Evangelio requiere continuamente nuestra colaboración; y la Iglesia, que es como la Novia, la Esposa prometida del Cordero de Dios crucificado y resucitado (cf. Ap 21, 9), en comunión con su Señor colabora en esta venida del Señor, en la que ya comienza su retorno glorioso.

A esto nos llama hoy la Palabra de Dios, trazando la línea de conducta a seguir para estar preparados para la venida del Señor. En el Evangelio de Lucas, Jesús dice a los discípulos: «Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y la inquietudes de la vida… Estad despiertos en todo tiempo, rogando» (Lc 21, 34.36). Por lo tanto, sobriedad y oración. Y el apóstol Pablo añade la invitación a «crecer y rebosar en el amor» entre nosotros y hacia todos, para que se afiancen nuestros corazones y sean irreprensibles en la santidad (cf. 1 Ts 3, 12-13). En medio de las agitaciones del mundo, o los desiertos de la indiferencia y del materialismo, los cristianos acogen de Dios la salvación y la testimonian con un modo distinto de vivir, como una ciudad situada encima de un monte. «En aquellos días —anuncia el profeta Jeremías— Jerusalén vivirá tranquila y será llamada «El Señor es nuestra justicia»» (33, 16). La comunidad de los creyentes es signo del amor de Dios, de su justicia que está ya presente y operante en la historia, pero que aún no se ha realizado plenamente y, por ello, siempre hay que esperarla, invocarla, buscarla con paciencia y valor.

La Virgen María encarna perfectamente el espíritu de Adviento, hecho de escucha de Dios, de deseo profundo de hacer su voluntad, de alegre servicio al prójimo. Dejémonos guiar por ella, a fin de que el Dios que viene no nos encuentre cerrados o distraídos, sino que pueda, en cada uno de nosotros, extender un poco su reino de amor, de justicia y de paz.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del I Domingo de Adviento, 2 de diciembre de 2012

Propósito

¡Ojalá que le abramos la puerta y le dejemos entrar a nuestra casa esta Navidad! Tenemos cuatro semanas de Adviento para preparar nuestra alma.

Diálogo con Cristo

Señor Jesús, al iniciar la andadura de un nuevo Año Litúrgico me pongo alerta sobre la necesidad de vivir siempre en vela, esperando que vengas en cualquier momento. Aquí me tienes, dispuesto a recibirte hoy en la comunión, preparándome para tu venida en Navidad, orientando toda mi vida para el encuentro definitivo contigo en el umbral de la eternidad. Tú, mi amigo, serás mi juez.

*  *  *

Evangelio en Catholic.net

Evangelio en Evangelio del día

Dinámica de Adviento para Confirmación: Navegando en tu corazón

Dinámica de Adviento para Confirmación: Navegando en tu corazón

El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?

Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía. Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que esta proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo. La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (…) el NiñoDios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos.

Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero también tan sólo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo (…).

SS Benedicto XVI: El sentido del Adviento
(palabras dichas cuando aún era Cardenal).
 

* * *

 

Para el tiempo de Adviento, os presentamos esta dinámica de catequesis para niños de Educación Primaria «Navegando en tu corazón», especialmente para aquellos que preparan su Primera Comunión, gentileza del blog Reflejos de luz, de las HH. Agustinas Misioneras.

 

* * *

 

Primera semana

Un reto asequible

Desde el corazón

Segunda semana

Buenas noticias

Desde el corazón

Tercera semana

La figurita de plástico

Desde el corazón

Cuarta semana

En tierra extraña

Desde el corazón

Desde el corazón

Desde el corazón

 

* * *

 

Primera semana

 

Un reto asequible

Le gustaba asomarse al abismo. Desde lo alto de la montaña contemplaba fascinado el acantilado. En su interior se mezclaba una poderosa atracción con un sentimiento de miedo. El abismo le atraía con una fuerza tremenda, solo proporcional al temor que le suscitaba.

No era la primera vez que subía a esa montaña. En realidad, lo hacía a menudo. Buscaba un remanso de paz, lejos de todos los ruidos que perturbaban su reflexión. Allí, en lo alto, después de un agotador ascenso, nada le distraía y se encontraba consigo mismo, aunque no siempre resultara una compañía agradable.

Hacía tiempo que no emprendía el ascenso a la cima. Muchos proyectos y preocupaciones se habían agolpado en su agenda. Cuantas más tareas se le acumulaban, más difícil resultaba encontrar un momento de respiro. Estaba saturado. Necesitaba serenarse.

El susurro del viento de la cima era una melodía que le resultaba familiar; un canto sin letra cuyo significado conocía perfectamente: era la llamada del abismo. Era el de siempre —aguardaba frente a él amenazador— pero, al mismo tiempo, era distinto. Eso era precisamente lo que a Daniel le fascinaba.

navegando-en-tu-corazon-inf-01La tenue frontera entre el suelo de la montaña y el vacío del acantilado se mantenía imperturbable. Apenas se podía detectar algún cambio significativo. A pesar de que la línea de división siempre fuera la misma, los espacios que separaba había cambiado; esa línea distinguía dos mundos que se transformaban con el paso del tiempo: el territorio de sus seguridades y el de lo novedoso.

En el primero, Daniel se sentía protegido. Había conquistado palmo a palmo un espacio de tranquilidad, construido a base de certezas y eliminando toda incertidumbre. Era el mundo de lo conocido, de lo experimentado, la senda que podía ser transitada sin dificultad.

Pero existía otro territorio, otro espacio. Se trataba de lo nuevo, de lo que está por descubrir; o lo que todavía no existe y, desde su silencio, reclama a un creador que le dé forma. Ante ese mundo, Daniel sentía miedo. Era el miedo de la responsabilidad, de la indecisión; era el temor que suscita el misterio, lo que todavía está por conocer.

Su experiencia le demostraba que es mundo enigmático no era alfo impenetrable, monolítico, estático. Había comprobado cómo lo que tiempo atrás resultaba un territorio por explorar, una tierra nueva por conocer, tras luchas y vicisitudes, se convertía en un espacio familiar, colonizado, seguro.

Sin embargo, aunque el paisaje pudiera variar, el temor a lo nuevo permanecía. El abismo nunca desaparecía. Permanecía inalterable como un océano de imprevisión y emergía una vez más anunciando nuevas fronteras, nuevos horizontes, nuevos territorios.

Si el abismo sobrevenía a los cambios, la angustia que le acompañaba, también. Allí estaba. No se desvanecía con el paso del tiempo. Seguía viva y le empujaba a salir del refugio de sus seguridades, a traspasar la frontera y adentrarse en lo desconocido.

Mil veces se había prometido a sí mismo renunciar al riesgo y a la aventura constante. Había hecho el propósito de no internarse nunca más en los espacios vacíos que se hallan a l otro lado del abismo. Tenía que instalarse definitivamente en tierra firme y cesar en su empeño de surcar nuevos mares. Sin embargo, era incapaz. Una fuerza mayor que él le arrastraba hacia las nuevas fronteras. Lo conocido le hastiaba. Lo nuevo, aunque le aterrase, le seducía con una fuerza irresistible.

De su interior surgía una necesidad que era superior a su miedo. Pero, ¿cómo lanzarse solo a tal empresa? ¿Quién sería su cómplice? ¿Quién se atrevería a cometer semejante temeridad?

Daniel tenía miedo a sentirse decepcionado. Era demasiado celoso de sus proyectos. Temía que otros se apropiaran de ellos o que malgastaran irresponsablemente los resultados que tanto había costado lograr. La presencia de unos posibles compañeros de exploración era un auténtico riesgo que no estaba seguro de estar dispuesto a asumir.

Tal vez este fuera su gran reto, atreverse a no cruzar solo el abismo y aventurarse a construir ese espacio nuevo en compañía de otros que le sirvieran de puente para cruzar las aguas turbulentas de lo desconocido, pero que a su vez él fuera también un puente para ellos que les permitiera participar en un proyecto arriesgado y fascinante.

Ante el abismo, Daniel sintió que tenía que dar un paso. La desconfianza no le conducía a ninguna parte. Tenía que arriesgarse, fiarse de sí mismo, de la vida, del futuro, de los demás. De lo contrario se exponía a convertirse en una estatua humana, asentada firmemente en una posición elevada, ajena a todo peligro, pero sin vida. Daniel tomó su teléfono móvil y empezó a teclear un número que no había olvidado.

 

«La confianza, como el arte, nunca nace de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas las preguntas».

(Earl Gray Stevens)

 

1. Comenta el significado de esta frase: La confianza, como el arte, nunca nace de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas las preguntas (Earl Gray Stevens)

2. ¿Te gusta asumir retos? ¿Te dan miedo los cambios?

3. Describe una situación de incertidumbre.

4. ¿Por qué nos cuesta fiarnos de los demás?

5. ¿Confías en ti mismo? ¿Por qué?

6. ¿Te da miedo del futuro? ¿Por qué?

7. ¿Qué diferencia hay entre la confianza y la seguridad?

 

* * *

 

navegando-en-tu-corazon-inf-02Desde el corazón

Desde el corazón,
comenzamos nuestro navegar
por el mar del Adviento,
por el mar de la espera,
por el mar de las buenas obras.
Jesús, sé nuestro guía en la travesía.

 navegando-en-tu-corazon-inf-08

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

* * *

 

Segunda semana

 

Buenas noticias

Camuflado entre los multicolores folletos del correo comercial, escondido entre las rutinarias notificaciones del banco —que fielmente dejan constancia de los movimientos de su cuenta corriente—, y entre las facturas habituales, Alba encontró en su buzón un sobre muy especial.

Llevaba semanas esperando una carta. Al verla, la reconoció inmediatamente. En el sobre figuraba el anagrama de una institución oficial. Alba esperaba recibir buenas noticias.

La abrió con cierto desasosiego. Estaba nerviosa. Tantos meses de incertidumbre culminaban en ese momento. ¿Y si al final surgía algún contratiempo y la respuesta fuera negativa? Cualquier imprevisto podía echar por tierra un proyecto meticulosamente preparado durante dos largos años.

El miedo era proporcional a sus expectativas. Alba y su marido se habían aventurado en un complicado mundo, demasiado complejo para la gran mayoría. A pesar de ello, había tomado la decisión de adoptar una niña de otro país.

Les costó mucho vencer sus temores. Pero una vez se decidieron, fueron hasta el final. Tampoco les resultó fácil escoger el país de origen. Sin embargo, poco a poco se fueron decantando por una opción concreta. Luego estudiaron la cultura del país: sus costumbres, su gastronomía, su historia y su religión. Finalmente se matricularon en una escuela de idiomas para conocer su lengua.

Pero no todo resultaba tan romántico. Las cuestiones burocráticas parecían una carrera de obstáculos. Papeles y más papeles. Un auténtico galimatías jurídico de formularios y solicitudes. Después, entrevistas y más entrevistas; con psicólogos, médicos, asistentes sociales, abogados y diplomáticos. En ocasiones, Alba acudía sola; otras, iban los dos juntos.

Al principio, Alba se sentía muy incómoda. A no ser por un motivo como este, nunca hubiera aceptado quela examinaran tan concienzudamente. Tenía miedo a que husmearan en su intimidad. Algunas preguntas podían ser demasiado personales y no le apetecía exhibir sus sentimientos más ocultos a un desconocido. Sin embargo, no fue tan terrible.

El problema era explicar el motivo de la adopción. Entonces, Alba tenía que abrir en su memoria esa carpeta donde guardaba los recuerdos más duros de su vida; aquellos que, sin poder olvidarlos, había relegado a un segundo plano de su atención para esquivar los zarpazos de un dolor tan profundo como intenso.

Alba había intentado en diversas ocasiones ser madre, pero las circunstancias no le acompañaron y los embarazos no fueron afortunados. En especial, el último, que desembocó en un trágico parto prematuro.

Al recordar estos dramáticos acontecimientos, revivía el sufrimiento físico, pero, sobre todo, el sentimiento de injusticia, de impotencia, de rabia, de absurdo. Si con frecuencia se preguntaba qué sentido tenía nacer para cualquier ser humano, con más dolor se cuestionaba qué sentido podía tener engendrar una vida que apenas sobreviviría.

A pesar de todo, las noticias de la carta no podían resultar más halagüeñas. La comisión pertinente había valorado muy positivamente su caso, Todos los informes eran favorables y el Ministerio había resuelto concederles en adopción una niña.

Ahora empezaba otra fase, que se podía alargar unos meses más, pero ya no importaba. Su vida estaba unida a otro ser que todavía no conocía. Sus caminos se habían cruzado de una forma misteriosa. Era un ser real; no un simple producto de sus expectativas y de su ilusión. Había alguien con quien pronto se encontraría y unirían sus historias.

Con todo, le esperaba mucho trabajo. Tenía que viajar a ese lejano país y continuar con los trámites burocráticos. Más entrevistas, más formularios. Además tenía que resolver las cuestiones de intendencia: adecuar una habitación para la pequeña, buscar un colegio, comprar ropa…

navegando-en-tu-corazon-inf-01De repente se dio cuenta de que, una vez más, se estaba precipitando y, dejándose llevar por su apasionamiento, se adelantaba a los hechos. Tenía que continuar leyendo la carta. Allí se especificaba cada uno de los pasos que debían seguirse. No obstante, solo buscaba una información. ¿Cuándo conocería a la niña?

Por fin, encontró la fecha. Todavía faltaban unas semanas para el encuentro. Sería unas semanas interminables, pero la esperanza suavizaría la aridez de la espera. Sin embargo, de pronto, una lágrima asomó por los enternecidos ojos de Alba. Aunque pensaba que se había olvidado, en el calendario de lo profundo de su inconsciente todo seguía vivo. Desde algún lugar alguien le había lanzado un guiño de complicidad que la llenaba de esperanza. La adopción se formalizaría, precisamente, el día en que el pequeño cuyo rostro nunca vio celebraría su cumpleaños.

 

«En todo tipo de amor femenino se transparenta también algo de amor maternal».

(Nietzsche)

 

1. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación? En todo tipo de amor femenino se transparenta también algo de amor maternal (Nietzsche).

2. ¿Qué sentimientos van asociados a la maternidad?

3. Ser madre, ¿puede ayudar a una mujer a ser mejor persona?

4. Una mujer sin hijos, ¿puede desarrollar sus sentimientos maternales en otros ámbitos? ¿Cuáles?

5. ¿Qué puede motivar a una mujer con hijos a adoptar?

 

* * *

 

navegando-en-tu-corazon-inf-03Desde el corazón

Jesús, desde el corazón,
preparamos nuestro barco
con todo lo necesario para navegar por tu mar.

Metemos en él nuestro cariño
para repartir a los que encontremos,
metemos nuestra alegría para que nadie esté triste,
metemos nuestra generosidad
para que a nadie le falte nada.

Gracias, Jesús, por no dejarme solo, en este navegar.

 

navegando-en-tu-corazon-inf-08



Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

* * *

 

Tercera semana

 

La figurita de plástico

La alegría que sentía compensaba tantas horas de trabajo. Olga estaba cansada del ajetreo de los últimos días, empleados en ir de compras, arreglar la casa y preparar todos los pormenores. Le gustaba organizarse con cierta anticipación. No quería que faltara el menor detalle. La Navidad bien merece ese esfuerzo.

Ella no era la única que disfrutaba de este mágico momento. Los niños participaban de la celebración. Llevaban semanas ilusionados con una fiesta que acrecentaba aún más su inocente ternura. Su madre les contagiaba ese entusiasmo capaz de movilizar los sentimientos más delicados del corazón humano.

Mientras bajaba del desván unas enormes cajas repletas de sorpresas, Guille y Rut asistían maravillados a un espectáculo conmovedor. Estaban rescatando del polvo los adornos navideños que, año tras año, guardaba meticulosamente como si de un tesoro se tratara. Los niños estaban expectantes, hasta que, por fin, ante sus asombrados ojos, aparecieron decenas de esferas de colores, una reluciente estrella, luces parpadeantes, unos variopintos cachivaches y las figuritas del belén. Allí estaban todos los enseres destinados a engalanar la casa en una fiesta tan entrañable.

En su exploración de los recovecos de la caja, Rut se percató de la ausencia de algo importante: “No encuentro al Niño Jesús”- dijo con cierto tono de tristeza.

“No puede ser”, replicó su madre. “Búscalo mejor. El año pasado lo guardamos junto a las otras piezas. No puede ser que se haya perdido”.

Rut siguió las instrucciones de su madre y continuó buscando. “Posiblemente esté escondido entre el musgo de plástico”, pensó esperanzada, “o metido en alguna grieta de las montañas de corcho”.

Sea como fuere, la búsqueda resultó infructuosa. A pesar de los esfuerzos de Olga y de Rut, el Niño Jesús no aparecía. La niña tenía razón, no encontraban una figurita que por chiquita que fuera tenía su importancia.

Ya no sabían por dónde buscar, así que desistieron y pensaron un plan alternativo. No podían comprar otra figurita: en ningún lugar vendían niños Jesús sueltos. Olga tampoco estaba dispuesta a cambiar un belén entero solo por una pieza. Llevaban años ampliándolo con nuevos personajes. Todo estaba calculado hasta el último detalle. No iban a comprar uno nuevo porque faltara una figurita.

Olga era perfeccionista. No podía permitir que algo pudiera deslucir la fiesta que estaba organizando. Así pues, quitarían la luz de dentro del establo y colocarían un poco más de paja entre la Virgen y San José y ya está. Seguramente, de este modo, nadie se daría cuenta. Además, el árbol era enorme y quedaría impresionante con unas luces nuevas; a sus pies, el belén casi ni se vería.

navegando-en-tu-corazon-inf-01¿Quién se iba a fijar? Ningún invitado se agacharía para hurgar en el interior del pequeño establo. Todo el mundo ya sabía lo que había allí dentro. ¿Para qué buscar? A nadie se le pasaría por la cabeza comprobar si realmente el Niño Jesús estaba dentro.

En medio de los razonamientos de su madre, Rut no estaba satisfecha con esta solución. No la entendía. Olga intentaba convencerla inútilmente de que ya estaba todo arreglado; pero la pequeña le preguntaba con cierta perplejidad: “si es el cumpleaños de Jesús, ¿cómo lo celebraremos sin él?”.

En medio de este repentino caos familiar, apareció Guille con los ojos llorosos. Olga sabía que era un niño muy sensible y le quiso quitar importancia al incidente. “No te preocupes, no pasa nada”, le dijo para que se calmara, pensando que sufría a causa de la pieza del belén extraviada.

El niño parecía ajeno al diálogo entre su madre y su hermana. Tembloroso, metió su mano en el bolsillo y sacó la figurita del Niño Jesús. “¿Dónde lo has encontrado?” – le preguntó Olga. “No lo he encontrado. Lo tenía escondido. El año pasado lo cogí para que no estuviera solo en una caja y lo he estado cuidando”.

Olga no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Por mucha inventiva que tuviera Guille, esta vez la había sorprendido de verdad. Nunca se hubiera imaginado que el niño fuera capaz de un detalle como ese.

Además, se daba cuenta de que Rut tenía su parte de razón. Su mente infantil era más sensible para captar lo esencial y no dejarse arrastrar por lo superfluo. Tal vez Olga, tan atareada con los preparativos de la fiesta, se había olvidado de lo que estaba celebrando y, en realidad, la presencia del Niño Jesús era algo imprescindible y no una simple figurita de plástico.

 

«Un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir».

(Alberto Lleras Camargo)

 

1. Un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir (Alberto Lleras Camargo) ¿Qué sucede cuando se pierde el sentido de las tradiciones?

2. Averigua el origen de la costumbre de montar el Belén por Navidad

3. ¿Cómo celebráis la Navidad en tu familia?

4. ¿Qué otras tradiciones celebráis? ¿Qué significado tienen?

5. ¿Las tradiciones te ayudan a estar más cerca de los demás?

6. ¿Las tradiciones te pueden alejar de los demás? Propón algún ejemplo. ¿Cómo lo podemos evitar?

 

* * *

 

Desde el corazón

navegando-en-tu-corazon-inf-04

Desde el corazón,
avanzo despacio
por el mar de la vida.

No me detengo
y poco a poco
me acerco hasta Belén,
donde sé que Tú, Jesús,
me esperas
para darme un abrazo.

Gracias, Jesús, porque quieres navegar conmigo.

 

navegando-en-tu-corazon-inf-08Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

* * *

 

Cuarta semana

 

En tierra extraña

Hacía poco que había llegado a este país frío e inhóspito. Bashir procedía de una aldea cercana al gran desierto de arena. Allí ayudaba a su abuelo a vigilar las cabras mientras se alimentaban de las escasas hierbas que brotaban entre los áridos pedregales. Aunque no disponía de muchas comodidades, era feliz.

Desde hacía unos años, los jóvenes de la aldea habían optado por emigrar a tierras más prósperas con la esperanza de mejorar su nivel de vida. En pequeñas embarcaciones cruzaban intrépidamente el mar tal como hicieron sus antepasados muchos siglos antes. Las expediciones de sus ancestros eran militares; llenos de fuerza y de vigor habían conquistado medio mundo. En cambio ahora, los jóvenes de la aldea de Bashir, así como muchos otros procedentes de otros pueblos, se dirigían a las tierras de Europa en busca de trabajo.

Y un día le tocó el turno a su familia. Su padre decidió arriesgarse a buscar trabajo en una tierra desconocida y, seguramente, poco acogedora. Se iban con la esperanza de regresar cuando hubieran reunido suficiente dinero para montar un negocio en la ciudad. Bashir se fue con sus padres y tuvo que dejar a sus abuelos, sus amigos, sus noches en el frío desierto y sus cabras.

Para Bashir no fue fácil aclimatarse a un nuevo mundo. Sus compañeros del colegio hablaban una lengua muy complicada y, por mucho que se esforzaba, difícil de aprender. Sus costumbres le resultaban muy extrañas. Comían carne de cerdo. Las chicas vestían de manera muy rara. Era un mundo diferente donde no se encontraba a gusto. Se sentía desubicado, solo, sin raíces.

Además, los otros muchachos de su raza que llevaban más tiempo en el país estaban renunciando a las costumbres de su pueblo. No respetaban las antiguas tradiciones y, si lo hacían, solo era para reafirmar su identidad y enfrentarse a los otros estudiantes que se comportaban como si fueran los dueños de la escuela. La actitud de los niños era de reflejo del ambiente que se respiraba en sus casas. Sus familias estaban convencidas de ser los únicos con derecho a vivir en esa tierra. ¿Dónde está escrito a quién pertenece un país? ¿Alguien puede tener el monopolio? ¿No será que al final pertenece a los más fuertes que han impuesto por las armas su voluntad sobre los más débiles?

Bashir sabía que en otra época su pueblo había ejercido este papel de dominador. Pero ahora se habían invertido los papeles y él se sebtía dominado. Añoraba su aldea, su comida, sus olores y, sobre todo, el aire del desierto.

Para los otros estudiantes, Bashir era un intruso, un competidor que, el día de mañana, les podía quitar un trabajo cobrando un sueldo inferior al estipulado. Y, ahora, por su culpa, estaba bajando el nivel de la clase. La maestra le dedicaba mucho tiempo; demasiado, en opinión de algunos padres que se habían quejado a la directora. Incluso algunas familias habían decidido matricular a sus hijos en otra escuela de un barrio más céntrico, donde no había tantos inmigrantes y, supuestamente, se garantizaba un mayor nivel educativo.

Esta sensación de ser un estorbo alimentaba la amargura de los que eran como Bashir. Como reacción a la etiqueta de inmigrantes, actuaban con agresividad. Las peleas, típicas de una edad en la que todavía resulta difícil controlar los comportamientos más impulsivos, se convertían en un auténtico enfrentamiento de culturas; y, también, de religiones.

navegando-en-tu-corazon-inf-01Hacía pocas semanas, Bashir había celebrado con su familia una de las fiestas más importantes de su religión. Sus ritos acompañados de prácticas muy exigentes. Algunas de estas prescripciones religiosas resultaban difíciles de cumplir en medio de gente que no las respetaba. En la aldea todo el mundo las seguía. En cambio aquí, en un país occidental, algunos de sus compañeros se reían. Decían que eso era de la Edad Media.

Sin embargo, a pesar de sus aires de superioridad, ellos también tenían sus propias celebraciones. Ahora, el calendario anunciaba una festividad religiosa muy importante, la única en la que participaban las familias de la escuela.

Todo el mundo se había esmerando en decorar el colegio. Bashir estaba asombrado. Nunca había visto un árbol iluminado ni tantas guirnaldas de colores. No obstante, lo que más llamó su atención fue una gran maqueta instalada en el vestíbulo de la escuela. Preguntó qué era. Le respondieron que se trataba del belén, pero ese nombre no significa nada para él. Aun así, lo que realmente le sorprendió era que no representaba el paisaje de los alrededores del colegio, ni tampoco el de los campos vecinos, sino el de su añorada aldea. Allí estaban los dromedarios, las palmeras, las casitas blancas, las cabras y las ovejas. Incluso las figuritas iban vestidas con túnicas, como su familia y sus vecinos. Frente a esa original maqueta, Bashir se sintió mucho más cerca de los suyos.

Finalmente, lleno de curiosidad, preguntó quién era ese niño escondido en una choza y rodeado de animales. Su maestra le explicó una historia, un poco extraña para la mentalidad de Bashir; sin embargo, de pronto, se iluminó su rostro al oír que ese niño era el portador de una buena noticia.

Inmediatamente la maestra se dio cuenta del cambio de actitud del muchacho y le preguntó el motivo de su inesperada alegría, a lo que él respondió: “En la lengua de mi pueblo, el portador de buenas noticias recibe el nombre de Bashir”.

 

«El que no sale nunca de su tierra vive lleno de prejuicios».

(Carlo Goldoni)

 

1. ¿Cuál es el origen de los prejuicios según este autor? El que no sale nunca de su tierra, vive lleno de prejuicios (Carlo Goldoni).

2. ¿Alguna vez te has sentido extraño en medio de la gente?

3. ¿Cómo te sentirías si vivieras en otro país?

4. ¿Crees que somos tan diferentes las personas de orígenes diversos?

5. ¿Consideras que es enriquecedor convivir con personas de culturas diferentes?

6. ¿Qué se puede hacer para que haya entendimiento entre las personas de culturas diferentes?

7. Investiga los elementos con los que celebramos la Navidad y que proceden de otras tradiciones culturales.

 

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navegando-en-tu-corazon-inf-06Desde el corazón

Desde el corazón,
te digo, Jesús, lo mucho que te quiero
y lo mucho que te necesito.

Échame una mano cuando me veas triste y cansado,
y no permitas que me pierda en esos mares
que no me llevan a ti.

 

navegando-en-tu-corazon-inf-08Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

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navegando-en-tu-corazon-inf-01

Desde el corazón

Desde el corazón, te doy gracias
por los bienes que me das
y por las cosas que comparto.


Quiero ser una persona responsable
y atenta a las necesidades de los demás.

Haz, Jesús, que mi corazón
esté siempre abierto para dar
y abierto para recibir todo lo que viene de ti:
amor, justicia, paz.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

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Desde el corazón

Desde el corazón, quiero ser apoyo
y ayuda para los que me acompañan:
amigos, compañeros de clase y familiares.

Que en el mar de la vida
nunca les falte una sonrisa,
una palabra de consuelo,
una mano amiga que les ayude a caminar.

Gracias, Jesús, por todos ellos.

 

navegando-en-tu-corazon-inf-08Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

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