Evangelio del día: La parábola del sembrador

Evangelio del día: La parábola del sembrador

Mateo 13, 1-9. Miércoles de la 16.ª semana del Tiempo Ordinario. «tierra buena» es el corazón ardiente capaz de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia, de modo que dé fruto con generosidad para bien de muchos.

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Jeremías, Jer 1, 1.4-10

Salmo: Sal 71(70), 1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17

Oración introductoria

Gracias, Señor, por este tiempo de oración; ayúdame a ser «buena tierra» para aprovechar bien esta contemplación. Incrementa mi fe para que pueda descubrirte en lo ordinario de este día. Aumenta mi esperanza para que pueda confiar en Ti siempre. Ensancha mi amor para serte fiel en los detalles más pequeños que hoy pongas en mi camino.

Petición

Señor, concédeme vivir unido a Ti, para dar muchos frutos en la misión.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

El Señor arroja con abundancia y gratuidad la semilla de la Palabra de Dios, aun sabiendo que podrá encontrar una tierra inadecuada, que no le permitirá madurar a causa de la aridez, y que apagará su fuerza vital ahogándola entre zarzas. Con todo, el sembrador no se desalienta porque sabe que parte de esta semilla está destinada a caer en «tierra buena», es decir, en corazones ardientes y capaces de acoger la Palabra con disponibilidad, para hacerla madurar en la perseverancia, de modo que dé fruto con generosidad para bien de muchos.

La imagen de la tierra puede evocar la realidad más o menos buena de la familia; el ambiente con frecuencia árido y duro del trabajo; los días de sufrimiento y de lágrimas. La tierra es, sobre todo, el corazón de cada hombre, en particular de los jóvenes, a los que os dirigís en vuestro servicio de escucha y acompañamiento: un corazón a menudo confundido y desorientado, pero capaz de contener en sí energías inimaginables de entrega; dispuesto a abrirse en las yemas de una vida entregada por amor a Jesús, capaz de seguirlo con la totalidad y la certeza que brota de haber encontrado el mayor tesoro de la existencia. Quien siembra en el corazón del hombre es siempre y sólo el Señor. Únicamente después de la siembra abundante y generosa de la Palabra de Dios podemos adentrarnos en los senderos de acompañar y educar, de formar y discernir. Todo ello va unido a esa pequeña semilla, don misterioso de la Providencia celestial, que irradia una fuerza extraordinaria, pues la Palabra de Dios es la que realiza eficazmente por sí misma lo que dice y desea.

Hay otra palabra de Jesús que utiliza la imagen de la semilla, y que se puede relacionar con la parábola del sembrador: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12, 24). Aquí el Señor insiste en la correlación entre la muerte de la semilla y el «mucho fruto» que dará. El grano de trigo es él, Jesús. El fruto es la «vida en abundancia» (Jn 10, 10), que nos ha adquirido mediante su cruz. Esta es también la lógica y la verdadera fecundidad de toda pastoral vocacional en la Iglesia: como Cristo, el sacerdote y el animador deben ser un «grano de trigo», que renuncia a sí mismo para hacer la voluntad del Padre; que sabe vivir oculto, alejado del clamor y del ruido; que renuncia a buscar la visibilidad y la grandeza de imagen que hoy a menudo se convierten en criterios e incluso en finalidades de la vida en buena parte de nuestra cultura y fascinan a muchos jóvenes.

Queridos amigos, sed sembradores de confianza y de esperanza, pues la juventud de hoy vive inmersa en un profundo sentido de extravío. Con frecuencia las palabras humanas carecen de futuro y de perspectiva; carecen incluso de sentido y de sabiduría. Se difunde una actitud de impaciencia frenética y una incapacidad de vivir el tiempo de la espera. Sin embargo, esta puede ser la hora de Dios: su llamada, mediante la fuerza y la eficacia de la Palabra, genera un camino de esperanza hacia la plenitud de la vida. La Palabra de Dios puede ser de verdad luz y fuerza, manantial de esperanza; puede trazar una senda que pasa por Jesús, «camino» «puerta», a través de su cruz, que es plenitud de amor.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Discurso en la Sala Clementina el sábado, 4 de julio de 2009

Diálogo con Cristo

Señor, desde la eternidad has sembrado en mi corazón la vocación de ser tu discípulo y misionero. Permite que la semilla de mi fe, recibida en mi bautismo, crezca y dé abundantes frutos para el bien de los demás, principalmente aquellos más cercanos. Ayúdame a vivir con el constante deseo de trabajar por Ti y corresponderte como Tú te mereces.

Propósito

Pidiendo la luz del Espíritu Santo, darme un tiempo para reflexionar y descubrir ese apego que no me deja crecer en mi amor a Dios y a los demás.

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Evangelio en Catholic.net

Evangelio en Evangelio del día


Dinámica completa sobre la parábola del trigo y la cizaña

Dinámica completa sobre la parábola del trigo y la cizaña

Lectura de la párabola

Y les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: «Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él? El les respondió: «Esto lo ha hecho algún enemigo». Los peones replicaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?». «No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero». También les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas». Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa». Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: «Hablaré en parábolas anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo». Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». El les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!».

Evangelio según san Mateo 13, 24-43

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

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Animación «stop motion» de la parábola del trigo y la cizaña creada por los propios alumnos de secundaria

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Explicación, diálogo y debate sobre la parábola del trigo y la cizaña

Una vez leída la parábola y vista la producción audiovisual, se debería realizar una breve explicación y a continuación iniciar un diálogo/debate, animando a los niños a realizar preguntas.

Lo más interesante es que los niños tengan una idea clara y natural de la «convivencia» del bien y el mal en el mundo que les rodea.

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Colorea el campo con el trigo y la cizaña

Os proponemos este par de láminas para colorear o que los niños dibujen un obra completamente original y libre relacionada con la parábola del trigo y la cizaña.

Podéis obtener las láminas en tamaño grande pulsando sobre el título o sobre la imagen.

Colorea campo 1

Colorea campo 2

Parábola del trigo y la cizaña 1 Parábola del trigo y la cizaña 2

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Parábola del trigo y la cizaña

Parábola del trigo y la cizaña

Y les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: «Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él? El les respondió: «Esto lo ha hecho algún enemigo». Los peones replicaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?». «No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero». También les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas». Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa». Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: «Hablaré en parábolas anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo». Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». El les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!».

Evangelio según san Mateo 13, 24-43

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

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Escuchar la parábola del trigo y la cizaña

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Meditación del P. Enrique Cases

La existencia del mal en el mundo

Dormirse porque se han hecho bien las cosas, no es cosa buena; hay que contar con la acción de los diversos enemigos entre los que destaca el diablo. Es un misterio que Dios permita la acción del diablo y la malicia de los pervertidores. No hay que escandalizarse ante la presencia del mal en el mundo; la extirpación definitiva de todos los males se dará en la fase última del reino. En la fase inicial se trata de sembrar, en la intermedia vigilar, sólo en la definitiva, cosechar.

La explicación

Jesús, en la explicación, ha añadido un dato importante: el reino tiene una fase o dimensión escatológica, es decir, existe un juicio, un premio eterno y un castigo, también eterno. Tener en cuenta esto es muy importante. No caben indiferencias: existe el cielo y el infierno para los que acepten o rechacen el Reino. También es importante porque coloca en su sitio la misión del Mesías que no venía a establecer un reino temporal.

Artículo original en Catholic.net

Página personal del P. Enrique Cases

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Meditación del Hermano Mariosvaldo Florentino

Hermano Mariosvaldo Florentino de la Orden de los Franciscanos Menores Capuchinos

¿Quiénes son los Franciscanos Menores Capuchinos?

Portal web de los Franciscanos Menores Capuchinos

Portal web del proyecto «Gotas de paz»

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Catequesis de verano para los «peques» de la familia

Catequesis de verano para los «peques» de la familia

No existe ámbito en la vida en el que no se encuentre Dios; así, la fe también se vive en las vacaciones. Por ello os proponemos esta dinámica que los niños pueden hacer a su ritmo y sin ninguna prisa. Padres y catequistas pueden elegir la mejor manera de proponerla y combinarla (se puede hacer en un día o en una semana…).

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Lectura del cuento «El reflejo de Dios»

Ágata era una niña que vivía en plena selva e iba al río que bajaba de la alta montaña para poder mirar su cara, porque en la selva no había espejos para mirarse la cara tan bonita que tenía. 

Un día las misioneras la llevaron a la escuela y le enseñaron muchas cosas buenas. La misionera Inés le enseñó lo que era un espejo y ante su asombro le preguntó que dónde se miraba. 

Ágata le contó que se miraba la cara en el río y entonces la misionera Inés le preguntó:

¿cómo te veías en el agua? ¿Sabes quién te veía?

No. –Contestó la niña.

Pues te lo diré: te miraba muy bonita el que hizo la fuente, la selva y el río y todos los animales y al hombre y a la mujer. ¿No sabes su nombre?

No, pero, desde luego, tuvo que ser alguien muy bueno y listo.

Pues ese alguien tan bueno y listo se llama Dios. Por eso aquí le queremos tanto.

Es natural. -Le dijo Agata a Inés.

Fin.

Actividad. Haz un diálogo con el niño o los niños a partir de la pregunta: ¿Cómo te imaginas a Dios?

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Ejercicio de caligrafía con el Padre Nuestro

Imprime la siguiente lámina con el Padre Nuestro y que los niños sobreescriban la oración y además coloreen la página a su gusto. Al terminar que los niños la lean en voz alta.

Nota: podéis obtener la lámina en tamaño grande pulsando sobre el título o la imagen (tiene el tamaño de un folio DIN A4).

Padre Nuestro
Padre Nuestro

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Colorea un día de vacaciones con tu familia y amigos

Imprime las siguientes láminas con el dibujo de una playa y una piscina para que los niños pinten el día de vacaciones que han pasado. Al terminar, establecemos un diálogo con el niño y le preguntamos sobre los elementos que ha dibujado.

Nota: podéis obtener las láminas en tamaño grande pulsando sobre el título o la imagen (tienen el tamaño de un folio DIN A4).

Día en la playa Día en la piscina
Día en la playa Día en la piscina

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Cuéntale al Señor cómo fue tu día de vacaciones

En la otra cara del folio en que los niños colorearon su día de vacaciones, le pedimos que escriba a Jesús qué hizo ese día y que le pida que cuide de su familia y amigos. 

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Colorea un dibujo veraniego de Fano

Fano en verano 1 Fano en verano1
 Fano en verano 1  Fano en verano 1
Fano en verano 2 Fano en verano 2
Fano en verano 2 Fano en verano 2
Fano en verano 3 Fano en verano 3
Fano en verano 3 Fano en verano 3

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La Santa Misa: significado y estructura – Catequesis audiovisual

La Santa Misa: significado y estructura – Catequesis audiovisual

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo». Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?». Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente».

Evangelio según san Juan, Jn 6, 48-58

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Os proponemos esta sesión de catequesis para aprender la liturgia de la Santa Misa su significado y su estructura— que consiste en el uso de los siguientes recursos audiovisuales:

-Un vídeo  corto que nos intruduce en el tema (está en inglés, por lo que debemos activar el menú de subtítulos).

-Un vídeo que nos presenta la estructura completa de la Santa Misa (este material se puede obtener en formato powerpoint). Para preparar una buena sesión con preguntas, debates, etc. el catequista puede apoyarse en los siguientes materiales:

-Por último, tres videos a elegir para visionar tranquilamente en casa con la familia (son muy largos para una sesión de catequesis). El primero es un documental muy general sobre la Eucaristía, y el segundo y el tercero son una  «radiografía completa» de la Santa Misa en sendas conversaciones con jóvenes. 

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Quédate con nosotros, Señor – Vídeo introductorio

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Estructura de la Santa Misa: las partes de la misa

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La Eucaristía (documental)

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El misterio de la Santa Misa

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La actitud interior durante la Santa Misa

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San Pedro Damián de Molokai, apóstol de los leprosos

San Pedro Damián de Molokai, apóstol de los leprosos

Sé que voy a un perpetuo destierro, y que tarde o temprano me contagiaré de la lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo.

San Pedro Damián de Molokai (José de Veuster), apóstol de los leprosos

Beatificado por el Juan Pablo II en el año 1994 y canonizado por Benedicto XVI 2009. 

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Películas sobre la vida del beato Padre Damián de Molokai

Molokai, la isla maldita

Molokai: La historia del Padre Damián

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Vida del Padre Damián de Molokai

Lo han llamado «el leproso voluntario», porque con tal de poder atender a los leprosos que estaban en total abandono, aceptó volverse leproso como ellos.

El Padre Damián nació el 3 de enero de 1840, en Tremeloo, Bélgica. De pequeño en la escuela ya gozaba haciendo como obras manuales, casitas como la de los misioneros en las selvas. Tenía ese deseo interior de ir un día a lejanas tierras a misionar.

De joven fue arrollado por una carroza, y se levantó sin ninguna herida. El médico que lo revisó exclamó: «este muchacho tiene energías para emprender trabajos muy grandes».

Un día siendo apenas de ocho años dispuso irse con su hermanita a vivir como ermitaños en un bosque solitario, a dedicarse a la oración. El susto de la familia fue grande cuando notó su desaparición. Afortunadamente unos campesinos los encontraron por allá y los devolvieron a casa. La mamá se preguntaba: ¿qué será lo que a este niño le espera en el futuro?

De joven tuvo que trabajar muy duro en el campo para ayudar a sus padres que eran muy pobres. Esto le dio una gran fortaleza y lo hizo práctico en muchos trabajos de construcción, de albañilería y de cultivo de tierras, lo cual le iba a ser muy útil en la isla lejana donde más tarde iba a misionar.

A los 18 años lo enviaron a Bruselas (la capital) a estudiar, pero los compañeros se le burlaban por sus modos acampesinados que tenía de hablar y de comportarse. Al principio aguantó con paciencia, pero un día, cuando las burlas llegaron a extremos, agarró por los hombros a uno de los peores burladores y con él derribó a otros cuatro. Todos rieron, pero en adelante ya le tuvieron respeto y, pronto, con su amabilidad se ganó las simpatías de sus compañeros.

Religioso

A los 20 años escribió a sus padres pidiéndoles permiso para entrar de religioso en la comunidad de los sagrados Corazones. Su hermano Jorge se burlaba de él diciéndole que era mejor ganar dinero que dedicarse a ganar almas (el tal hermano perdió la fe más tarde).

Una gracia pedida y concedida

Muchas veces se arrodillaba ante la imagen del gran misionero, San Francisco Javier y le decía al santo: «Por favor alcánzame de Dios la gracia de ser un misionero, como tú». Y sucedió que a otro religioso de la comunidad le correspondía irse a misionar a las islas Hawai, pero se enfermó, y los superiores le pidieron a Damián que se fuera él de misionero. Eso era lo que más deseaba.

Su primera conquista

En 1863 zarpó hacia su lejana misión en el viaje se hizo sumamente amigo del capitán del barco, el cual le dijo: «yo nunca me confieso. soy mal católico, pero le digo que con usted si me confesaría». Damián le respondió: «Todavía no soy sacerdote pero espero un día, cuando ya sea sacerdote, tener el gusto de absolverle todos sus pecados». Años mas tarde esto se cumplirá de manera formidable.

Empieza su misión

Poco después de llegar a Honolulú, fue ordenado sacerdote y enviado a una pequeña isla de Hawai. las Primeras noches las pasó debajo de una palmera, porque no tenía casa para vivir. Casi todos los habitantes de la isla eran protestantes. Con la ayuda de unos pocos campesinos católicos construyó una capilla con techo de paja; y allí empezó a celebrar y a catequizar. Luego se dedicó con tanto cariño a todas las gentes, que los protestantes se fueron pasando casi todos al catolicismo.

Fue visitando uno a uno todos los ranchos de la isla y acabando con muchas creencias supersticiosas de esas pobres gentes y reemplazándolas por las verdaderas creencias. Llevaba medicinas y lograba la curación de numerosos enfermos. Pero había por allí unos que eran incurables: eran los leprosos.

Beato Padre Damián de Molokai, apóstol de los leprosos

Molokai, la isla maldita

Como en las islas Hawai había muchos leprosos, los vecinos obtuvieron del gobierno que a todo enfermo de lepra lo desterraran a la isla de Molokai. Esta isla se convirtió en un infierno de dolor sin esperanza. Los pobres enfermos, perseguidos en cacerías humanas, eran olvidados allí y dejados sin auxilios ni ayudas. Para olvidar sus penas se dedicaban los hombres al alcoholismo y los vicios y las mujeres a toda clase de supersticiones.

Enterrado vivo

Al saber estas noticias el Padre Damián le pidió al Sr. Obispo que le permitiera irse a vivir con los leprosos de Molokai. Al Monseñor le parecía casi increíble esta petición, pero le concedió el permiso, y allá se fue.

En 1873 llego a la isla de los leprosos. Antes de partir había dicho : «Sé que voy a un perpetuo destierro, y que tarde o temprano me contagiaré de la lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo».

Los leprosos lo recibieron con inmensa alegría. La primera noche tuvo que dormir también debajo de una palmera, porque no había habitación preparada para él. Luego se dedicó a visitar a los enfermos. Morían muchos y los demás se hallaban desesperados.

Trabajo y distracción

El Padre Damián empezó a crear fuentes de trabajo para que los leprosos estuvieran distraídos. Luego organizó una banda de música. Fue recogiendo a los enfermos mas abandonados, y él mismo los atendía como abnegado enfermero. Enseñaba reglas de higiene y poco a poco transformó la isla convirtiéndola en un sitio agradable para vivir.

Pidiendo al extranjero

Empezó a escribir al extranjero, especialmente a Alemania, y de allá le llegaban buenos donativos. Varios barcos desembarcaban alimentos en las costas, los cuales el misionero repartía de manera equitativa. Y también le enviaban medicinas, y dinero para ayudar a los más pobres. Hasta los protestantes se conmovían con sus cartas y le enviaban donativos para sus leprosos.

Confesión a larga distancia

Pero como la gente creía que la lepra era contagiosa, el gobierno prohibió al Padre Damián salir de la isla y tratar con los que pasaban por allí en los barcos. Y el sacerdote llevaba años sin poder confesarse. Entonces un día, al acercarse un barco que llevaba provisiones para los leprosos, el santo sacerdote se subió a una lancha y casi pegado al barco pidió a un sacerdote que allí viajaba, que lo confesara. Y a grito entero hizo desde allí su única y última confesión, y recibió la absolución de sus faltas.

Haciendo de todo

Como esas gentes no tenían casi dedos, ni manos, el Padre Damián les hacía él mismo el ataúd a los muertos, les cavaba la sepultura y fabricaba luego como un buen carpintero la cruz para sus tumbas. Preparaba sanas diversiones para alejar el aburrimiento, y cuando llegaban los huracanes y destruían los pobres ranchos, él en persona iba a ayudar a reconstruirlos.

Leproso para siempre

El santo para no demostrar desprecio a sus queridos leprosos, aceptaba fumar en la pipa que ellos habían usado. Los saludaba dándoles la mano. Compartía con ellos en todas las acciones del día. Y sucedió lo que tenía que suceder: que se contagió de la lepra. Y vino a saberlo de manera inesperada.

Beato Padre Damián de Molokai, apóstol de los leprosos

La señal fatal

Un día metió el pie en un una vasija que tenía agua sumamente caliente, y él no sintió nada. Entonces se dió cuenta de que estaba leproso. Enseguida se arrodilló ante un crucifijo y exclamó: «Señor. por amor a Ti y por la salvación de estos hijos tuyos, acepté esta terrible realidad. La enfermedad me ira carcomiendo el cuerpo, pero me alegra el pensar que cada día en que me encuentre más enfermo en la tierra, estaré más cerca de Ti para el cielo».

La enfermedad se fue extendiendo prontamente por su cuerpo. Los enfermos comentaban: «Qué elegante era el Padre Damián cuando llegó a vivir con nosotros, y que deforme lo ha puesto la enfermedad». Pero él añadía: «No importa que el cuerpo se vaya volviendo deforme y feo, si el alma se va volviendo hermosa y agradable a Dios».

Sorpresa final. Poco antes de que el gran sacerdote muriera, llegó a Molokai un barco. Era el del capitán que lo había traído cuando llegó de misionero. En aquél viaje le había dicho que con el único sacerdote con el cual se confesaría sería con él. Y ahora, el capitán venía expresamente a confesarse con el Padre Damián. Desde entonces la vida de este hombre de mar cambió y mejoró notablemente. También un hombre que había escrito calumniando al santo sacerdote llegó a pedirle perdón y se convirtió al catolicismo.

Y el 15 de abril de 1889 «el leproso voluntario», el Apóstol de los Leprosos, voló al cielo a recibir el premio tan merecido por su admirable caridad.

En 1994 el Papa Juan Pablo II, después de haber comprobado milagros obtenidos por la intercesión de este gran misionero, lo declaró beato, y patrono de los que trabajan entre los enfermos de lepra.

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Artículo original en EWTN


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Molokai, la isla maldita

Molokai, la isla maldita

Dios, Padre Nuestro, Tú nos has manifestado tu amor en tu hijo Jesús que vino para servirnos y dar su vida por nosotros. Te damos gracias por las maravillas que realizaste en la vida del Bienaventurado Damián de Molokai. Él escuchó el llamado de Jesús a seguirlo y entregó su vida por los más pobres, los leprosos, a quienes hizo recuperar su dignidad de personas humanas. Animados por su ejemplo y confiados en su intercesión, venimos a Ti con nuestros sufrimientos, nuestras penas, y con nuestras esperanzas.

Que el Espíritu Santo abra nuestros corazones ante la miseria del mundo, entonces, como Damián, te encontraremos en los rostros marginados por la sociedad y podremos revelarles el amor que Tú tienes por cada uno de ellos Bendito seas Tú, Señor, Padre lleno de ternura y amor, Tú que eres nuestro Dios, desde siempre y por toda la eternidad. Amén.

Oración de intercesión del San Pedro Damián de Molokai

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Molokai, la isla maldita – Sinopsis

A finales del 1800 un comité de higiene del gobierno de la Isla de Hawaii había decidido que todo enfermo de lepra debía de pasar el resto de su vida en la isla de Molokai, alejados de sus familias, en tierra de nadie donde imperaba solo la ley de la fuerza y de la muerte. Es allí donde por propia voluntad llega en una goleta el padre Damián, belga, sacerdote de la congregación de los Sagrados Corazones. El sacerdote ha decidido dedicar todo su tiempo a la población leprosa de esta pequeña isla del archipiélago de Hawaii…

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Molokai, la isla maldita – Gloria TV

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Molokai, la isla maldita – You Tube

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Molokai, la isla maldita – Ficha de la película

Título original: Molokai, la isla maldita

Año: 1959

Duración: 105 min.

Género: Drama 

País: España

Director: Luis Lucia

Guión: Luis Lucia, Jaime García Herranz (Historia: Jaime García Herranz)

Música: Salvador Ruiz de Luna

Fotografía: Manuel Berenguer (B&W)

Reparto: Javier Escrivá, Roberto Camardiel, Gerard Tichy, Marcela Yurfa, Nani Fernández, Ángel Aranda, María Arellano

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Molokai: La historia del Padre Damián

Molokai: La historia del Padre Damián

Glorioso y venerado San Pedro Damián de Molokai: Sois modelo y patrono de los leprosos. Por vuestro amor os entregásteis en cuerpo y alma al cuidado de los leprosos de Molokai. Yo, impulsado por la confianza que me inspira tu valimiento poderoso ante Dios y tu caridad hacia los más necesitados, acudo a ti. Llena mi corazón de amor hacia los más necesitados, alcánzame un gran espíritu de fe, saber aceptar y ofrecerte todas las contrariedades de la vida y poder gozar un día de vuestra compañía en el cielo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

Oración de intercesión del San Pedro Damián de Molokai

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Molokai: La historia del Padre Damián – Sinopsis

A partir de la biografía escrita por Hilde Eynikel, el director holandés Paul Cox dirige esta película sobre el famoso santo de la Iglesia Católica que dedicó su vida a los enfermos de lepra en la Isla de Molokai (Hawaii). La historia tiene lugar en el siglo XIX y se centra en las vicisitudes del beato Padre Damián, y todo lo que tuvo que sufrir en su afán de ayudar a los leprosos de la isla. La película presenta un hombre que por amor a Dios entregó completamente su vida a los parias de los parias.

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Molokai: La historia del Padre Damián – Gloria TV

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Molokai: La historia del Padre Damián – You Tube

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Molokai: La historia del Padre Damián – Ficha de la película

Título original: Molokai: The Story of Father Damien

Director: Paul Cox

Año: 1999

Países: Australia, Bélgica, Holanda

Dirección: Paul Cox

Intérpretes: David Wenham, Kate Ceberano, Sam Neill, Jan Decleir, Chris Haywood, Derek Jacobi, Alice Krige, Kris Kristofferson, Peter O’Toole, Tom Wilkinson, Leo McKern, Dirk Roofthooft, Aden Young, Thom Hoffman

Argumento: Hilde Eynikel (Libro Damiaan, de definitieve biografie)

Guión: John Briley

Música: Paul Grabowsky

Fotografía: Nino Gaetano Martinetti

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Evangelio del día: El temor de Dios

Evangelio del día: El temor de Dios

Mateo 10, 24-33. Sábado de la 14.ª semana del Tiempo Ordinario.  Quien teme a Dios permanece tranquilo incluso en medio de las tempestades, porque Dios, como nos lo reveló Jesús, es Padre lleno de misericordia y bondad.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: «El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Isaías, Is 6, 1-8

Salmo: Sal 93(92), 1ab.1cd-2.5

Oración introductoria

Señor y Dios mío, no dejes que me escandalice por la radicalidad de tu Palabra, que es la verdad.  Ayúdame a no temer y a perseverar en el camino del amor. Que llegue a ser digno a tus ojos.

Petición

Señor, no dejes nunca que desconfíe de Ti a causa de mis temores; por eso te pido que seas mi fortaleza, mi refugio.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

En el evangelio de este [día] encontramos dos invitaciones de Jesús: por una parte, «no temáis a los hombres» (cf. Mt 10, 26), y por otra «temed» a Dios (cf. Mt 10, 28). Así, nos sentimos estimulados a reflexionar sobre la diferencia que existe entre los miedos humanos y el temor de Dios. El miedo es una dimensión natural de la vida. Desde la infancia se experimentan formas de miedo que luego se revelan imaginarias y desaparecen; sucesivamente emergen otras, que tienen fundamentos precisos en la realidad: estas se deben afrontar y superar con esfuerzo humano y con confianza en Dios. Pero también hay, sobre todo hoy, una forma de miedo más profunda, de tipo existencial, que a veces se transforma en angustia: nace de un sentido de vacío, asociado a cierta cultura impregnada de un nihilismo teórico y práctico generalizado.

Ante el amplio y diversificado panorama de los miedos humanos, la palabra de Dios es clara: quien «teme» a Dios «no tiene miedo». El temor de Dios, que las Escrituras definen como «el principio de la verdadera sabiduría», coincide con la fe en él, con el respeto sagrado a su autoridad sobre la vida y sobre el mundo. No tener «temor de Dios» equivale a ponerse en su lugar, a sentirse señores del bien y del mal, de la vida y de la muerte. En cambio, quien teme a Dios siente en sí la seguridad que tiene el niño en los brazos de su madre (cf. Sal 131, 2): quien teme a Dios permanece tranquilo incluso en medio de las tempestades, porque Dios, como nos lo reveló Jesús, es Padre lleno de misericordia y bondad.

Quien lo ama no tiene miedo: «o hay temor en el amor —escribe el apóstol san Juan—; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira al castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor» (1 Jn 4, 18). Por consiguiente, el creyente no se asusta ante nada, porque sabe que está en las manos de Dios, sabe que el mal y lo irracional no tienen la última palabra, sino que el único Señor del mundo y de la vida es Cristo, el Verbo de Dios encarnado, que nos amó hasta sacrificarse a sí mismo, muriendo en la cruz por nuestra salvación.

Cuanto más crecemos en esta intimidad con Dios, impregnada de amor, tanto más fácilmente vencemos cualquier forma de miedo. En el pasaje evangélico de hoy, Jesús repite muchas veces la exhortación a no tener miedo. Nos tranquiliza, como hizo con los Apóstoles, como hizo con san Pablo cuando se le apareció en una visión durante la noche, en un momento particularmente difícil de su predicación: «No tengas miedo —le dijo—, porque yo estoy contigo» (Hch 18, 9-10). El Apóstol de los gentiles, de quien nos disponemos a celebrar el bimilenario de su nacimiento con un especial Año jubilar, fortalecido por la presencia de Cristo y consolado por su amor, no tuvo miedo ni siquiera al martirio.

Que este gran acontecimiento espiritual y pastoral suscite también en nosotros una renovada confianza en Jesucristo, que nos llama a anunciar y testimoniar su Evangelio, sin tener miedo a nada.

Santo padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del domingo, 22 de junio de 2008

Propósito

Adoptar la bondad de Dios en mis pensamientos y negar la entrada de cualquier temor o miedo que me pueda apartar de Cristo.

Diálogo con Cristo

Señor, quiero configurar todo mi ser al programa de vida que propone tu Palabra. Te prometo no escatimar esfuerzos por conocer las implicaciones morales del Evangelio para conformar con ellas todo mi obrar, y desterrar de mi vida todo lo que pueda ser un obstáculo para crecer en mi amor a Ti y a los demás.

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