Encuentro 6. Una gran historia de amor

Encuentro 6. Una gran historia de amor

Objetivos

Descubrir el valor de la Biblia para la Iglesia y la vida del cristiano.

Conocer los libros que componen el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Identificar las grandes etapas de la Historia de la Salvación.

Experimentar que Dios se dirige hoy a mí a través de los textos bíblicos.

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Encuentro 6. Una gran historia de amor.

 

[ DIOS NOS HABLA ]

Vídeo «Historia de la Salvación», capítulo 1: La Sagrada Biblia (El Antiguo Testamento) de Editorial Casals.

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[ EXPLICACIÓN DE LA FE ]

Vídeo «Historia de la Salvación», capítulo 1: La Sagrada Biblia (La interpretación de la Biblia) de Editorial Casals.

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[ PARA TU VIDA ]

Sobre la Palabra de Dios (exhortación del Papa Benedicto XVI).

Sobre la Palabra de Dios (exhortación del Papa Benedicto XVI)[…] la Palabra de Dios está en la base de toda espiritualidad auténticamente cristiana. Con ello, los Padres sinodales han seguido la línea de lo que afirma la Constitución dogmática Dei Verbum: «Todos los fieles… acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o bien en otras instituciones u otros medios, que para dicho fin se organizan hoy por todas partes con aprobación o por iniciativa de los Pastores de la Iglesia. Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración».[291] La reflexión conciliar pretendía retomar la gran tradición patrística, que ha recomendado siempre acercarse a la Escritura en el diálogo con Dios. Como dice san Agustín: «Tu oración es un coloquio con Dios. Cuando lees, Dios te habla; cuando oras, hablas tú a Dios».[292] Orígenes, uno de los maestros en este modo de leer la Biblia, sostiene que entender las Escrituras requiere, más incluso que el estudio, la intimidad con Cristo y la oración.

Extracto de la Exhortación Apostólica Postsinodal VERBUM DOMINI del Santo Padre Benedicto XVI sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia

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[ CELEBRAMOS ]

Canción «Alma misionera». Versión de la hermana Glenda.

 

Canción «Alma misionera». letra.

Señor,

toma mi vida nueva

antes de que la espera

desgaste años en mí.

Estoy

dispuesto a lo que quieras

no importa lo que sea

Tú llámame a servir.

[CORO:]

Llévame donde los hombres

necesiten tus palabras

necesiten

mis ganas de vivir

donde falte la esperanza

donde falte la alegría

simplemente,

por no saber de Ti.

Te doy

mi corazón sincero

para gritar sin miedo,

tu grandeza, Señor.

Tendré

mis manos sin cansancio

tu historia entre mis labios

y fuerza en la oración.

[CORO:]

Y así

en marcha iré cantando

por calles predicando

lo bello que es tu amor.

Señor,

tengo alma misionera

condúceme a la tierra

que tenga sed de Dios

[CORO:]

 

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[ EN FAMILIA ]

Cómo construir una corona de Adviento

Cómo construir una corona de Adviento

 

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Película «La Historia de la Natividad» – Fragmento.

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Encuentro 6. Una gran historia de amor

Encuentro 5. El don de la fe

Objetivos

Valorar la amistad como camino de relación, de conocimiento y de confianza.

Conocer el significado y el alcance de los términos Revelación y fe.

Descubrir que la razón es un camino para llegar a conocer la existencia de Dios.

Reconocer que la fe la recibimos de la Iglesia y en actitud humilde.

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Encuentro 5. El don de la fe.

 

[ PARA TU VIDA ]

Padre Jorge Loring: «Razones para ser cristiano».

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[ EXPLICACIÓN DE LA FE ]

Cristo, plenitud de la Revelación (del Catecismo de la Iglesia Católica).

III Cristo Jesús, «mediador y plenitud de toda la Revelación» (DV 2)

Dios ha dicho todo en su Verbo

65 «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo» (Hb 1,1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta. San Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa, comentando Hb 1,1-2:

«Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra […]; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en Él, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad» (San Juan de la Cruz, Subida del monte Carmelo 2,22,3-5: Biblioteca Mística Carmelitana, v. 11 (Burgos 1929), p. 184.).

No habrá otra revelación

66 «La economía cristiana, como alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (DV 4). Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos.

67 A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de «mejorar» o «completar» la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia.

La fe cristiana no puede aceptar «revelaciones» que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes «revelaciones».

Catecismo de la Iglesia Católica: Primera parte: la profesión de la fe

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[ CELEBRAMOS ]

Cantamos a la Virgen.

Canción mariana «Eres mas pura que el sol»

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[ EN FAMILIA ]

San Agustín de Hipona – Fragmento.

 

Ficha completa de la miniserie y enlaces.

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Encuentro 6. Una gran historia de amor

Encuentro 4. Venid, aclamemos al Señor

Objetivos

Conocer el significado del Año litúrgico y de los tiempos que lo componen.

Conocer y comprender los cinco mandamientos de la Iglesia.

Descubrir a la Iglesia como madre que nos ayuda a amar a Dios y a orar durante el Año litúrgico.

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Encuentro 4. Venid, aclamemos al Señor.

 

[ DIOS NOS HABLA ]

«Tiempo litúrgicos de la Iglesia Católica»: vídeo sobre el Año litúrgico de Procesiones Chachualpa.

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[ CELEBRAMOS ]

«Las vestiduras litúrgicas».

El sacerdote Juan Antonio Gómez habla en este vídeo sobre las vestiduras litúrgicas (Alba, Cíngulo, Estola, Casulla) exponiendo el significado profundo de «revestirse de Cristo», hablar y actuar «in persona Christi».

 

Canción eucarística «Un niño se te acerco aquella tarde».

 

Letra de la canción eucarística «Un niño se te acerco aquella tarde».

Un niño se te acercó,

aquella tarde,

sus cinco panes te dio

para ayudarte.

Los dos hicisteis que ya

no hubiera hambre.

(2 veces).

La tierra, el aire y el sol,

son tu regalo,

y mil estrellas de luz

sembró tu mano.

El hombre pone su amor

y su trabajo.

(2 veces).

También yo quiero poner

sobre tu mesa,

mis cinco panes que son

una promesa,

de darte todo mi amor

y mi pobreza.

(2 veces).

 

Canción «Cantemos al Amor de los Amores».

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Encuentro 6. Una gran historia de amor

Encuentro 3. Este es el día que hizo el Señor

Objetivos

Conocer en profundidad el significado y alcance del domingo, día del Señor y de la Iglesia.

Participar activamente en la celebración de la eucaristía dominical e identificar en ella las distintas formas de oración.

Realizar cada domingo gestos de vida familiar y fraterna fruto de la comunión con el Señor.

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Encuentro 3. Este es el día que hizo el Señor

 

[ DIOS NOS HABLA ]

Adoración eucarística en la JMJ 2014 de Río de Janeiro.

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[ EXPLICACIÓN DE LA FE ]

Vídeo «La institución de la Eucaristía» de la serie Iglesia y Sacramentos de Editorial Casals.

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[ TESTIGO DE FE Y MISERICORDIA ]

Mártires de Abitinia (palabras del Santo Padre emérito Benedicto XVI).

Mártires de Abitinia (palabras del Santo Padre emérito Benedicto XVI)Queridos hermanos y hermanas:

[…] La Eucaristía es como el corazón palpitante que da vida a todo el cuerpo místico de la Iglesia: un organismo social basado en el vínculo espiritual pero concreto con Cristo. Como afirma el apóstol san Pablo: «Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1 Co 10, 17). Sin la Eucaristía la Iglesia sencillamente no existiría. La Eucaristía es, de hecho, la que hace de una comunidad humana un misterio de comunión, capaz de llevar a Dios al mundo y el mundo a Dios. El Espíritu Santo, que convierte el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, transforma también en miembros del cuerpo de Cristo a cuantos lo reciben con fe, de forma que la Iglesia es realmente sacramento de unidad de los hombres con Dios y entre sí.

En una cultura cada vez más individualista, como lo es la cultura en la que estamos inmersos en las sociedades occidentales, y que tiende a difundirse en todo el mundo, la Eucaristía constituye una especie de «antídoto», que actúa en la mente y en el corazón de los creyentes y que siembra continuamente en ellos la lógica de la comunión, del servicio, del compartir, es decir, la lógica del Evangelio. Los primeros cristianos, en Jerusalén, eran un signo evidente de este nuevo estilo de vida, porque vivían en fraternidad y ponían en común sus bienes, para que nadie fuese indigente (cf. Hch 2, 42-47). ¿De qué derivaba todo esto? De la Eucaristía, es decir, de Cristo resucitado, realmente presente en medio de sus discípulos y operante con la fuerza del Espíritu Santo. Y también en las generaciones siguientes, a través de los siglos, la Iglesia, a pesar de los límites y los errores humanos, ha seguido siendo en el mundo una fuerza de comunión. Pensemos especialmente en los periodos más difíciles, de prueba: en lo que significó, por ejemplo, para los países sometidos a regímenes totalitarios, la posibilidad de congregarse en la misa dominical. Como decían los antiguos mártires de Abitinia: «Sine Dominico non possumus», sin el «Dominicum», es decir, sin la Eucaristía dominical no podemos vivir. Pero el vacío producido por la falsa libertad puede ser también muy peligroso, y entonces la comunión con el Cuerpo de Cristo es medicina de la inteligencia y de la voluntad, para volver a encontrar el gusto de la verdad y del bien común.

Queridos amigos, invoquemos a la Virgen María, a quien mi predecesor, el beato Juan Pablo II, definió «Mujer eucarística» (Ecclesia de Eucharistia, 53-58). Que en su escuela también nuestra vida llegue a ser plenamente «eucarística», abierta a Dios y a los demás, capaz de transformar el mal en bien con la fuerza del amor, orientada a favorecer la unidad, la comunión y la fraternidad.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del domingo, 26 de junio de 2011

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[ CELEBRAMOS ]

Tema musical Gloria in excelsis Deo.

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[ EN FAMILIA ]

Fragmento de la película Marcelino pan y vino.

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Encuentro 6. Una gran historia de amor

Encuentro 2. Enséñame, Señor, tu camino

Objetivos

Conocer cómo nos narra el evangelio una jornada de Jesús.

Descubrir que el cristiano reza en diversos momentos del día.

Profundizar en las siete peticiones del Padrenuestro.

Tomar conciencia de que el cristiano intenta vivir como Jesús vivía.

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Encuentro 2. Enséñame, Señor, tu camino

 

[ EXPLICACIÓN DE LA FE ]

Mis Catequesis: «La señal de la cruz» de EWTN.

 

Aprende «la señal de la cruz». Todo lo que necesitas saber sobre «la señal de la cruz».

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[ PARA TU VIDA ]

Parábola de La Oveja Perdida – Valivan

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[ TESTIGO DE FE Y MISERICORDIA ]

Vida de san Martín de Porres

Vida de san Martín de PorresEn Sudamérica es muy popular San Martín de Porres y hasta se han filmado hermosas películas acerca de su vida y milagros. Es un santo muy simpático y milagroso.

Nació en Lima, Perú, hijo de un blanco español y de una negra africana. Por el color de su piel, su padre no lo quiso reconocer y en la partida de bautismo figura como «de padre desconocido». Su infancia no fue demasiado feliz, pues por ser mulato (mitad blanco y mitad negro, pero más negro que blanco) era despreciado en la sociedad.

Aprendió muy bien los oficios de peluquero y de enfermero, y aprovechaba sus dos profesiones para hacer muchos favores gratuitamente a los más pobres.

A los 15 años pidió ser admitido en la comunidad de Padres Dominicos. Como a los mulatos les tenían mucha desconfianza, fue admitido solamente como «donado», o sea un servicial de la comunidad. Así vivió 9 años, practicando los oficios más humildes y siendo el último de todos.

Al fin fue admitido como hermano religioso en la comunidad y le dieron el oficio de peluquero y de enfermero. Y entonces sí que empezó a hacer obras de caridad a manos llenas. Los frailes se quejaban de que Fray Martín quería hacer del convento un hospital, porque a todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba a algunos más graves y pestilentes a recostarlos en su propia cama cuando no tenía más donde se los recibieran.

Con la ayuda de varios ricos de la ciudad fundó el Asilo de Santa Cruz para reunir a todos los vagos, huérfanos y limosneros y ayudarles a salir de su penosa situación.

Aunque él trataba de ocultarse, sin embargo su fama de santo crecía día por día. Lo consultaban hasta altas personalidades. Muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era: «Que venga el santo hermano Martín». Y él nunca negaba un favor a quien podía hacerlo. Pasaba la mitad de la noche rezando. A un crucifijo grande que había en su convento iba y le contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y arrodillado ante la imagen de la Virgen María pasaba largos tiempos rezando con fervor.

Sin moverse de Lima, fue visto sin embargo en China y en Japón animando a los misioneros que estaban desanimados. Sin que saliera del convento lo veían llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos. A los ratones que invadían la sacristía los invitaba a irse a la huerta y lo seguían en fila muy obedientes. En una misma cacerola hacía comer al mismo tiempo a un gato, un perro y varios ratones. Llegaron los enemigos a su habitación a hacerle daño y él pidió a Dios que lo volviera invisible y los otros no lo vieron.

Cuando oraba con mucha devoción se levantaba por los aires y no veía ni escuchaba a la gente. A veces el mismo virrey que iba a consultarle (siendo Martín tan de pocos estudios) tenía que aguardar un buen rato en la puerta de su habitación, esperando a que terminara su éxtasis. En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía: «Yo tengo mis modos de entrar y salir».

El Arzobispo se enfermó gravemente y mandó llamar al hermano Martín para que le consiguiera la curación para sus graves dolores. Él le dijo: ¿Cómo se le ocurre a su excelencia invitar a un pobre mulato? Pero luego le colocó la mano sobre el sitio donde sufría los fuertes dolores, rezó con fe, y el arzobispo se mejoró en seguida.

Recogía limosnas en cantidades asombrosas y repartía todo lo que recogía. Miles de menesterosos llegaban a pedirle ayuda.

A los 60 años, después de haber pasado 45 años en la comunidad, mientras le rezaban el Credo y besando un crucifijo, murió el 3 de noviembre de 1639. Toda la ciudad acudió a su entierro y los milagros empezaron a obtenerse a montones por su intercesión.

Vida de san Martín de Porres. Artículo original en EWTN

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[ CELEBRAMOS ]

Canción «Padrenuestro» de Jason L.

Canción «Padrenuestro». Artículo completo.

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[ EN FAMILIA ]

Poesía «No me mueve mi Dios para quererte» en formato de canción.

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Película «Jesús de Nazaret » de Franco Zeffirelli

Película «Jesús de Nazaret » de Franco Zeffirelli

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Encuentro 6. Una gran historia de amor

Encuentro 1. El Señor es mi luz y mi salvación

Objetivos

Reconocer la Persona de Jesús como luz para nuestra vida.

Crecer en la experinecia orante pidiéndole a Dios que avive en cada uno la llama de la fe.

Reconocer que en el bautismo somos hechos hijos de Dios y miembros de la Iglesia

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Encuentro 1. El Señor es mi luz y mi salvación

 

Himno oficial de la JMJ 2013 en Río de Janeiro.

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[ DIOS NOS HABLA ]

My Last Day, «Mi último día», es un corto animado del 2011, basado en las peliculas La vida pública de Jesús de 1979 y La pasión de Cristo de 2004.

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[ EXPLICACIÓN DE LA FE ]

Vídeo «El Bautismo» de la serie Iglesia y Sacramentos de Editorial Casals.

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[ TESTIGO DE FE Y MISERICORDIA ]

Vida de santo Domingo Savio: articulo de EWTN

Vida de santo Domingo SavioDomingo significa: El que está consagrado al Señor.

Entre los miles de alumnos que tuvo el gran educador san Juan Bosco, el más famoso fue Santo Domingo Savio, joven estudiante que murió cuando apenas le faltaban tres semanas para cumplir sus 15 años.

Domingo Savio nació en Riva de Chieri (Italia) el 2 de abril de 1842. Era el mayor entre cinco hijos de Ángel Savio, un mecánico muy pobre, y de Brígida, una sencilla mujer que ayudaba a la economía familiar haciendo costuras para sus vecinas.

Desde muy pequeñín le agradaba mucho ayudar en la Santa Misa como acólito, y cuando llegaba al templo muy de mañana y se encontraba cerrada la puerta, se quedaba allí de rodillas adorando a Jesús Eucaristía, mientras llegaba el sacristán a abrir.

El día anterior a su primera confesión le pidió perdón a su mamá por todos los disgustos que le había proporcionado con sus defectos infantiles. El día de su primera comunión redactó el famoso propósito que dice: «Prefiero morir antes que pecar».

A los 12 años se encontró por primera vez con Don Bosco y le pidió que lo admitiera gratuitamente en el colegio que el futuro santo tenía para niños pobres. Don Bosco, para probar si de verdad tenía buena memoria le dio un libro y le dijo que se aprendiera un capítulo. Poco tiempo después llegó Domingo Savio y le recitó de memoria todo aquel capítulo. Y fue aceptado. Al recibir tan bella noticia le dijo a su gran educador: «Ud. será el sastre. Yo seré el paño. Y haremos un buen traje de santidad para obsequiárselo a Nuestro Señor». Esto se cumplió admirablemente.

Un día le dijo a su santo confesor que cuando iba a bañarse a un pozo en especial, allá escuchaba malas conversaciones. El sacerdote le dijo que no podía volver a bañarse ahí. Domingo obedeció aunque esto le costaba un gran sacrificio, pues hacía mucho calor y en su casa no había baño de ducha. Y Don Bosco añade al narrar este hecho: «Si este jovencito hubiera seguido yendo a aquel sitio no habría llegado a ser santo». Pero la obediencia lo salvó.

Cierto día dos compañeros se desafiaron a pelear a pedradas; Domingo Savio trató de apaciguarlos pero no le fue posible. Entonces cuando los dos compañeros estaban listos para lanzarse las primeras piedras, Domingo se colocó en medio de los dos con un crucifijo en las manos y les dijo: «Antes de empezar, mirad a Cristo y decid: «Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente». Después podéis empezar arrojando vuestra primera piedra contra mí». Los dos enemigos se dieron la mano, hicieron las paces, y no se realizó la tal pelea. Por muchos años recordaban con admiración este modo de obrar de su amiguito santo.

Domingo Savio iba cada día a visitar al Santísimo Sacramento en el templo, y en la santa Misa después de comulgar se quedaba como en éxtasis hablando con Nuestro Señor. Un día no fue a desayunar ni a almorzar, lo buscaron por toda la casa y lo encontraron en la iglesia, como suspendido en éxtasis. No se había dado cuenta de que ya habían pasado varias horas. Tanto le emocionaba la visita a Nuestro Señor Jesucristo en el Sagrario.

Domingo Savio ganó el Premio de Compañerismo durante tres años seguidos por votación popular entre los 800 alumnos del colegio. Los compañeros se admiraban de verlo siempre tan alegre, tan amable, y tan servicial con todos. El repetía: «Nosotros demostramos la santidad estando siempre alegres».

Con los mejores alumnos del colegio fundó una asociación llamada «Compañía de la Inmaculada» para animarse unos a otros a cumplir mejor sus deberes y a dedicarse con más fervor al apostolado. Y es curioso que de los 18 jóvenes con los cuales dos años después fundó San Juan Bosco la Comunidad Salesiana, 11 eran de la asociación fundada por Domingo Savio.

En un sueño-visión supo que Inglaterra iba a dar pronto un gran paso hacia el catolicismo. Y esto sucedió varios años después al convertirse el futuro cardenal Newman y varios grandes hombres ingleses al catolicismo. Otro día supo por inspiración que debajo de una escalera en una casa lejana se estaba muriendo una persona y que necesitaba los últimos sacramentos. El sacerdote fue allá y le ayudó a bien morir.

Al corregir a un joven que decía malas palabras, el otro le dio un bofetón. Domingo se enrojeció y le dijo: «Te podía pegar yo también porque tengo más fuerza que tú. Pero te perdono, con tal de que no vuelvas a decir lo que no conviene decir». El otro se corrigió y en adelante fue su amigo.

Un día hubo un grave desorden en clase. Domingo no participó en él, pero al llegar el profesor, los alumnos más indisciplinados le echaron la culpa de todo. El profesor lo regañó fuertemente y lo castigó. Domingo no dijo ni una verdad, el profesor le preguntó por qué no se había defendido y él respondió: «Es que Nuestro Señor tampoco se defendió cuando lo acusaron injustamente. Y además a los promotores del desorden sí los podían expulsar si sabían que eran ellos, porque ya habían cometido faltas. En cambio a mí, como era la primera falta que me castigaban, podía estar seguro de que no me expulsarían». Muchos años después el profesor y los alumnos recordaban todavía con admiración tanta fortaleza en un niño de salud tan débil.

La madre de Don Bosco, mamá Margarita, le decía un día a su hijo: «Entre tus alumnos tienes muchos que son maravillosamente buenos. Pero ninguno iguala en virtud y en santidad a Domingo Savio. Nadie tan alegre y tan piadoso como él, y ninguno tan dispuesto siempre a ayudar a todos y en todo».

Don Bosco era el santo de la alegría. Nadie lo veía triste jamás, aunque su salud era muy deficiente y sus problemas enormes. Pero un día los alumnos lo vieron extraordinariamente serio. ¿Qué pasaba? Era que se alejaba de su colegio el más amado y santo de todos sus alumnos: Domingo Savio. Los médicos habían dicho que estaba tosiendo demasiado y que se encontraba demasiado débil para seguir estudiando, y que tenía que irse por unas semanas a descansar en su pueblo.

Cada mes, en el Retiro Mensual se rezaba un Padrenuestro por aquel que habría de morir primero. Domingo les dijo a los compañeros: «el Padrenuestro de este mes será por mí». Nadie se imaginaba que iba a ser así, y así fue. Cuando Dominguito se despidió de su santo educador que en sólo tres años de bachillerato lo había llevado a tan grande santidad, los alumnos que lo rodeaban comentaban: «Miren, parece que Don Bosco va a llorar». Casi que se podía repetir aquel día lo que la gente decía de Jesús y un amigo suyo: «¡Mirad, cómo lo amaba!».

Domingo Savio estaba preparado para partir hacia la eternidad. Los médicos y especialistas que Don Bosco contrató para que lo examinaran comentaban: «El alma de este muchacho tiene unos deseos tan grandes de irse con Dios, que su débil cuerpo ya no es capaz de contenerla más. Este jovencito muere de amor, de amor a Dios». Y así fue.

El 9 de marzo de 1857, poco antes de los 15 años, Domingo Savio, después de confesarse y comulgar y recibir la Unción de los enfermos, sintió que se iba hacia la eternidad. Llamó a su padre para que le rezara oraciones del devocionario junto a su cama (la madre no se sintió con fuerzas de acompañarlo en su agonía y su fue a llorar a una habitación cercana). Y a eso de las 9 de la noche exclamó: «Papá, papá, qué cosas tan hermosas veo»; y con una sonrisa angelical expiró dulcemente.

A los ocho días su padre sintió en sueños que Domingo se le aparecía para decirle muy contento que se había salvado. Y unos años después se le apareció a Don Bosco, rodeado de muchos jóvenes más que están en el cielo. Venía hermosísimo y lleno de alegría. Y le dijo: «Lo que más me consoló a la hora de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María. Recomiéndele a todos que le recen mucho y con gran fervor. Y dígales a los jóvenes que los espero en el Paraíso».

Hagamos el propósito de conseguir la hermosa biografía de Santo Domingo, escrita por san Juan Bosco. Y hagámosla leer en nuestra familia a jóvenes y mayores. A todos puede hacer un gran bien esta lectura.

Domingo: ¡Quiero ser como tú!.

Vida de santo Domingo Savio: artículo original en el portal web de EWTN

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[ CELEBRAMOS ]

Canción «Pescador de hombres» de Cesáreo Gabaraín.

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[ EN FAMILIA ]

Película «Nuestra Señor de Fátima» (min 00.12-00.22)

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Encuentro 6. Una gran historia de amor

«Aprendo a ser testigo del Señor»: presentación e índice general de recursos

Los cuadernos Aprendo a ser testigo del Señor son unos guiones prácticos para trabajar en catequesis los diversos apartados del catecismo Testigos del Señor. La presente Guía ayudará a usar adecuadamente esos cuadernos.

La presente Guía tiene como finalidad ayudar a los catequistas a conducir cada encuentro de catequesis y a utilizar bien los numerosos recursos didácticos que le ofrecen los cuadernos, dando un tono atractivo y dinámico a los encuentros de catequesis. También puede ser una ayuda para los padres de familia, pues cada tema del cuaderno tiene una página dedicada a la catequesis en familia.

La página web complementaria de los cuadernos ofrecerá al catequista números recursos que le ayudarán a hacer más entretenidos los encuentros de catequesis. En ella se ofrecen videos, canciones, juegos, celebraciones de la Palabra, vidas de santos, etc., que el catequista utilizará según estime más conveniente.

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Cuaderno 1

    Guía para el catequista 

    JESUCRISTO ES LA LUZ

    Encuentro 1. El Señor es mi luz y mi salvación 

    Encuentro 2. Enséñame, Señor, tu camino

    Encuentro 3. Este es el día que hizo el Señor

    Encuentro 4. Venid, aclamemos al Señor

    JESUCRISTO ES LA PALABRA

    Encuentro 5. El don de la fe

    Encuentro 6. Una gran historia de amor

    Encuentro 7. Dios, fuente de vida, crea el mundo    

    Encuentro 8. Dios crea al hombre y a la mujer

    Encuentro 9.  Dios nos ama a pesar del pecado

    Encuentro 10. Dios elige a Abrahán

    Encuentro 11. Dios llama a Moisés

    Encuentro 12. Dios hace una alianza

    Encuentro 13. Dios elige a David

    Encuentro 14. Dios invita a la conversión

    Encuentro 15. Dios consuela a su pueblo

    Encuentro 16. Dios educa a su pueblo

    Encuentro 17. Juan el Bautista

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Cuaderno 2

    Guía para el catequista 

    JESUCRISTO ES LA VERDAD

   Encuentro 18. El Hijo de Dios se hizo hombre 

    Encuentro 19. Jesús nació de santa María Virgen

    Encuentro 20. Jesús es el Hijo unigénito de Dios

    Encuentro 21. Jesús es el Mesías, el Cristo

    Encuentro 22. Jesús es el Señor: Pasión y muerte

    Encuentro 22 b. Jesús es el Señor: La Resurrección

    JESUCRISTO ES LA VIDA

    Encuentro 23. Jesús promete y envía el Espíritu Santo

    Encuentro 24. El Espíritu Santo da vida a la Iglesia    

    Encuentro 25. Sois Pueblo de Dios

    Encuentro 26. Pedro, apóstol de Jesucristo

    Encuentro 27. Llamados a la conversión

    Encuentro 28. Bautizados en el nombre de Cristo.
El sacramento del bautismo

    Encuentro 29. Fortalecidos por el don del Espíritu Santo.
El sacramento de la confirmación

    Encuentro 30. Fuente y culmen de la vida cristiana.
El sacramento de la eucaristía

    Encuentro 31. En nombre de Jesucristo, levántate y anda.
El sacramento de la penitencia

    Encuentro 32. Acudían enfermos y todos eran curados.
El sacramento de la unción de enfermos

    Encuentro 33. Se fió de mí y me confió este ministerio.
El sacramento del orden

    Encuentro 34. Ya no son dos, sino una sola carne.
El sacramento del matrimonio

    Encuentro 35. Esperamos unos cielos nuevos
y una tierra nueva

    Encuentro 36. Esta es nuestra fe, esta es la fe
de la Iglesia

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Cuaderno 3

Guía para el catequista

JESUCRISTO ES EL CAMINO

Encuentro 37. Pablo, escogido para anunciar el Evangelio de Dios

Encuentro 38. Tened los sentimientos de Cristo Jesús

Encuentro 39. Estáis salvados por pura gracia

Encuentro 40. Ya no eres esclavo, sino hijo

Encuentro 41. Obedeced a vuestros padres en el Señor

Encuentro 42. Dios da la vida

Encuentro 43. Vivid en el amor

Encuentro 44. No pongáis la confianza en las riquezas

Encuentro 45. Goza con la verdad

Encuentro 46. ¿Cómo piensa un cristiano?

Encuentro 47. ¿Cómo vive un cristiano?

Encuentro 48. ¿Cómo actúa un cristiano?

Encuentro 49. ¿Cómo reza un cristiano?

Encuentro 50. Sed siempre testigos del Señor

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Santo Domingo de Guzmán: vida de oración

Santo Domingo de Guzmán: vida de oración

Queridos hermanos y hermanas:

La Iglesia celebra hoy la memoria de santo Domingo de Guzmán, sacerdote y fundador de la Orden de Predicadores, llamados dominicos. En una catequesis anterior ya ilustré esta insigne figura y la contribución fundamental que aportó a la renovación de la Iglesia de su tiempo. Hoy, quiero poner de relieve un aspecto esencial de su espiritualidad: su vida de oración. Santo Domingo fue un hombre de oración. Enamorado de Dios, no tuvo otra aspiración que la salvación de las almas, especialmente de las que habían caído en las redes de las herejías de su tiempo; imitador de Cristo, encarnó radicalmente los tres consejos evangélicos uniendo a la proclamación de la Palabra el testimonio de una vida pobre; bajo la guía del Espíritu Santo progresó en el camino de la perfección cristiana. En todo momento la oración fue la fuerza que renovó e hizo cada vez más fecundas sus obras apostólicas.

El beato Jordán de Sajonia, fallecido en 1237, su sucesor en el gobierno de la Orden, escribió: «Durante el día nadie se mostraba más sociable que él… Viceversa, de noche, nadie era más asiduo que él en velar en oración. El día lo dedicaba al prójimo, pero la noche la entregaba a Dios» (P. Filippini, Santo Domingo visto por sus contemporáneos, Bolonia 1982, p. 133). En santo Domingo podemos ver un ejemplo de integración armoniosa entre contemplación de los misterios divinos y actividad apostólica. Según los testimonios de las personas más cercanas a él, «hablaba siempre con Dios o de Dios». Esta observación indica su comunión profunda con el Señor y, al mismo tiempo, el compromiso constante de llevar a los demás a esta comunión con Dios. No dejó escritos sobre la oración, pero la tradición dominicana recogió y transmitió su experiencia viva en una obra titulada: Los nueve modos de orar de santo Domingo. Este libro, compuesto entre 1260 y 1288 por un fraile dominico, nos ayuda a comprender algo de la vida interior del Santo y nos ayuda también a nosotros, con todas las diferencias, a aprender algo sobre cómo rezar.

Son, por tanto, nueve los modos de orar según santo Domingo, y cada uno de estos, que realizaba siempre ante Jesús crucificado, expresa una actitud corporal y una espiritual que, íntimamente compenetradas, favorecen el recogimiento y el fervor. Los primeros siete modos siguen una línea ascendente, como pasos de un camino, hacia la comunión con Dios, con la Trinidad: santo Domingo reza de pie inclinado para expresar humildad, postrado en tierra para pedir perdón por los propios pecados, de rodillas haciendo penitencia para participar en los sufrimientos del Señor, con los brazos abiertos mirando fijamente al Crucificado para contemplar al Sumo Amor, con la mirada hacia el cielo sintiéndose atraído al mundo de Dios. Por lo tanto, son tres modos: de pie, de rodillas y postrado en tierra; pero siempre con la mirada dirigida al Señor crucificado. Los dos últimos modos, sobre los que quiero reflexionar brevemente, corresponden, en cambio, a dos prácticas de piedad vividas habitualmente por el Santo. Ante todo, la meditación personal, donde la oración adquiere una dimensión aún más íntima, fervorosa y tranquilizadora. Al final del rezo de la Liturgia de las Horas, y después de la celebración de la misa, santo Domingo prolongaba el coloquio con Dios, sin ponerse límites de tiempo. Sentado tranquilamente, se recogía en sí mismo en actitud de escucha, leyendo un libro o fijando la mirada en el Crucificado. Vivía tan intensamente estos momentos de relación con Dios que también exteriormente se podían percibir sus reacciones de alegría o de llanto. Por tanto, asimiló en sí, meditando, las realidades de la fe. Los testigos cuentan que, a veces, entraba en una especie de éxtasis con el rostro transfigurado, pero inmediatamente después retomaba humildemente sus actividades cotidianas con la nueva fuerza que viene de lo Alto. Luego, la oración durante los viajes entre un convento y otro; recitaba con los compañeros las Laudes, la Hora media y las Vísperas y, atravesando los valles o las colinas, contemplaba la belleza de la creación. Entonces brotaba de su corazón un canto de alabanza y de acción de gracias a Dios por tantos dones, sobre todo por la maravilla más grande: la redención realizada por Cristo.

Queridos amigos, santo Domingo nos recuerda que en el origen del testimonio de la fe, que todo cristiano debe dar en la familia, en el trabajo, en el compromiso social y también en los momentos de distensión, está la oración, el contacto personal con Dios. Sólo esta relación real con Dios nos da la fuerza para vivir intensamente cada acontecimiento, especialmente los momentos de mayor sufrimiento. Este santo nos recuerda también la importancia de las posturas exteriores en nuestra oración. Arrodillarse, estar de pie ante el Señor, fijar la mirada en el Crucificado, detenerse y recogerse en silencio, no son secundarios, sino que nos ayudan a ponernos interiormente, con toda la persona, en relación con Dios. Quiero llamar una vez más la atención sobre la necesidad para nuestra vida espiritual de encontrar diariamente momentos para rezar con tranquilidad; debemos tomarnos este tiempo especialmente en las vacaciones, dedicar un poco de tiempo a hablar con Dios. Será un modo también para ayudar a quien está cerca de nosotros a entrar en el rayo luminoso de la presencia de Dios, que trae la paz y el amor.

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Santo Padre emérito Benedicto XVI

Audiencia General del miércoles, 8 de agosto de 2012


Catequesis sobre santo Domingo de Guzmán

Catequesis sobre santo Domingo de Guzmán

Queridos hermanos y hermanas:

La semana pasada presenté la luminosa figura desan Francisco de Asís. Hoy quiero hablaros de otro santo que, en la misma época, dio una contribución fundamental a la renovación de la Iglesia de su tiempo. Se trata de santo Domingo, el fundador de la Orden de Predicadores, conocidos también como Frailes Dominicos.

Su sucesor al frente de la Orden, el beato Jordán de Sajonia, ofrece un retrato completo de santo Domingo en el texto de una famosa oración: «Inflamado del celo de Dios y de ardor sobrenatural, por tu caridad sin límites y el fervor del espíritu vehemente te consagraste totalmente, con el voto de pobreza perpetua, a la observancia apostólica y a la predicación evangélica». Se subraya precisamente este rasgo fundamental del testimonio de Domingo: hablaba siempreconDios ydeDios. En la vida de los santos van siempre juntos el amor al Señor y al prójimo, la búsqueda de la gloria de Dios y de la salvación de las almas.

Domingo nació en España, en Caleruega, en torno al año 1170. Pertenecía a una noble familia de Castilla la Vieja y, con el apoyo de un tío sacerdote, se formó en una célebre escuela de Palencia. Se distinguió en seguida por el interés en el estudio de la Sagrada Escritura y por el amor a los pobres, hasta el punto de vender los libros, que en su tiempo constituían un bien de gran valor, para socorrer, con lo obtenido, a las víctimas de una carestía.

Ordenado sacerdote, fue elegido canónigo del cabildo de la catedral en su diócesis de origen, Osma. Aunque este nombramiento podía representar para él cierto motivo de prestigio en la Iglesia y en la sociedad, no lo interpretó como un privilegio personal, ni como el inicio de una brillante carrera eclesiástica, sino como un servicio que debía prestar con entrega y humildad. ¿Acaso no existe la tentación de hacer carrera y tener poder, una tentación de la que no están inmunes ni siquiera aquellos que tienen un papel de animación y de gobierno en la Iglesia? Lo recordé hace algunos meses, durante la consagración de cincos obispos: «No buscamos poder, prestigio, estima para nosotros mismos. (…) Sabemos cómo las cosas en la sociedad civil, y no raramente también en la Iglesia, sufren por el hecho de que muchos de aquellos a quienes les ha sido conferida una responsabilidad trabajan para sí mismos y no para la comunidad» (Homilía en la misa de ordenación episcopal de cinco prelados, 12 de septiembre de 2009: L’Osservatore Romano,edición en lengua española, 18 de septiembre de 2009, p. 7).

El obispo de Osma, que se llamaba Diego, un pastor auténtico y celoso, notó muy pronto las cualidades espirituales de Domingo, y quiso contar con su colaboración. Juntos se dirigieron al norte de Europa, para realizar misiones diplomáticas que les había encomendado el rey de Castilla. Durante el viaje, Domingo se dio cuenta de dos enormes desafíos que debía afrontar la Iglesia de su tiempo: la existencia de pueblos aún sin evangelizar, en los confines septentrionales del continente europeo, y la laceración religiosa que debilitaba la vida cristiana en el sur de Francia, donde la acción de algunos grupos herejes creaba desorden y alejamiento de la verdad de la fe. Así, la acción misionera hacia quienes no conocen la luz del Evangelio, y la obra de nueva evangelización de las comunidades cristianas se convirtieron en las metas apostólicas que Domingo se propuso conseguir. Fue el Papa, al que el obispo Diego y Domingo se dirigieron para pedir consejo, quien pidió a este último que se dedicara a la predicación a los albigenses, un grupo hereje que sostenía una concepción dualista de la realidad, es decir, con dos principios creadores igualmente poderosos, el Bien y el Mal. Este grupo, en consecuencia, despreciaba la materia como procedente del principio del mal, rechazando también el matrimonio, hasta negar la encarnación de Cristo, los sacramentos en los que el Señor nos «toca» a través de la materia, y la resurrección de los cuerpos. Los albigenses estimaban la vida pobre y austera —en este sentido eran incluso ejemplares— y criticaban la riqueza del clero de aquel tiempo. Domingo aceptó con entusiasmo esta misión, que llevó a cabo precisamente con el ejemplo de su vida pobre y austera, con la predicación del Evangelio y con debates públicos. A esta misión de predicar la Buena Nueva dedicó el resto de su vida. Sus hijos realizarían también los demás sueños de santo Domingo: la misiónad gentes,es decir, a aquellos que aún no conocían a Jesús, y la misión a quienes vivían en las ciudades, sobre todo las universitarias, donde las nuevas tendencias intelectuales eran un desafío para la fe de los cultos.

Este gran santo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero, que impulsa incesantemente a llevar el primer anuncio del Evangelio y, donde sea necesario, a una nueva evangelización: de hecho, Cristo es el bien más precioso que los hombres y las mujeres de todo tiempo y de todo lugar tienen derecho a conocer y amar. Y es consolador ver cómo también en la Iglesia de hoy son tantos —pastores y fieles laicos, miembros de antiguas Órdenes religiosas y de nuevos movimientos eclesiales— los que con alegría entregan su vida por este ideal supremo: anunciar y dar testimonio del Evangelio.

A Domingo de Guzmán se asociaron después otros hombres, atraídos por la misma aspiración. De esta forma, progresivamente, desde la primera fundación en Tolosa, tuvo su origen la Orden de Predicadores. En efecto, Domingo, en plena obediencia a las directrices de los Papas de su tiempo, Inocencio III y Honorio III, adoptó la antigua Regla de san Agustín, adaptándola a las exigencias de la vida apostólica, que lo llevaban a él y a sus compañeros a predicar trasladándose de un lugar a otro, pero volviendo después a sus propios conventos, lugares de estudio, oración y vida comunitaria. De modo especial, Domingo quiso dar relevancia a dos valores que consideraba indispensables para el éxito de la misión evangelizadora: la vida comunitaria en la pobreza y el estudio.

Ante todo, Domingo y los Frailes Predicadores se presentaban como mendicantes, es decir, sin grandes propiedades de terrenos que administrar. Este elemento los hacía más disponibles al estudio y a la predicación itinerante y constituía un testimonio concreto para la gente. El gobierno interno de los conventos y de las provincias dominicas se estructuró sobre el sistema de capítulos, que elegían a sus propios superiores, confirmados después por los superiores mayores; una organización, por tanto, que estimulaba la vida fraterna y la responsabilidad de todos los miembros de la comunidad, exigiendo fuertes convicciones personales. La elección de este sistema nació precisamente del hecho de que los dominicos, como predicadores de la verdad de Dios, debían ser coherentes con lo que anunciaban. La verdad estudiada y compartida en la caridad con los hermanos es el fundamento más profundo de la alegría. El beato Jordán de Sajonia dice de santo Domingo: «Acogía a cada hombre en el gran seno de la caridad y, como amaba a todos, todos lo amaban. Se había hecho una ley personal de alegrarse con las personas felices y de llorar con aquellos que lloraban» (Libellus de principiis Ordinis Praedicatorum autore Iordano de Saxonia,ed. H.C. Scheeben, [Monumenta Historica Sancti Patris Nostri Dominici,Romae, 1935]).

En segundo lugar, Domingo, con un gesto valiente, quiso que sus seguidores adquirieran una sólida formación teológica, y no dudó en enviarlos a las universidades de la época, aunque no pocos eclesiásticos miraban con desconfianza a esas instituciones culturales. Las Constituciones de la Orden de Predicadores dan mucha importancia al estudio como preparación al apostolado. Domingo quiso que sus frailes se dedicasen a él sin reservas, con diligencia y piedad; un estudio fundado en el alma de cada saber teológico, es decir, en la Sagrada Escritura, y respetuoso de las preguntas planteadas por la razón. El desarrollo de la cultura exige que quienes desempeñan el ministerio de la Palabra, en los distintos niveles, estén bien preparados. Exhorto, por tanto, a todos, pastores y laicos, a cultivar esta «dimensión cultural» de la fe, para que la belleza de la verdad cristiana pueda ser comprendida mejor y la fe pueda ser verdaderamente alimentada, fortalecida y también defendida. En este Año sacerdotal, invito a los seminaristas y a los sacerdotes a estimar el valor espiritual del estudio. La calidad del ministerio sacerdotal depende también de la generosidad con que se aplica al estudio de las verdades reveladas.

Domingo, que quiso fundar una Orden religiosa de predicadores-teólogos, nos recuerda que la teología tiene una dimensión espiritual y pastoral, que enriquece el alma y la vida. Los sacerdotes, los consagrados y también todos los fieles pueden encontrar una profunda «alegría interior» al contemplar la belleza de la verdad que viene de Dios, verdad siempre actual y siempre viva. El lema de los Frailes Predicadores —contemplata aliis tradere— nos ayuda a descubrir, además, un anhelo pastoral en el estudio contemplativo de esa verdad, por la exigencia de comunicar a los demás el fruto de la propia contemplación.

Cuando Domingo murió, en 1221, en Bolonia, la ciudad que lo declaró su patrono, su obra ya había tenido gran éxito. La Orden de Predicadores, con el apoyo de la Santa Sede, se había difundido en muchos países de Europa en beneficio de toda la Iglesia. Domingo fue canonizado en 1234, y él mismo, con su santidad, nos indica dos medios indispensables para que la acción apostólica sea eficaz. Ante todo, la devoción mariana, que cultivó con ternura y que dejó como herencia preciosa a sus hijos espirituales, los cuales en la historia de la Iglesia han tenido el gran mérito de difundir la oración del santo rosario, tan arraigada en el pueblo cristiano y tan rica en valores evangélicos, una verdadera escuela de fe y de piedad. En segundo lugar, Domingo, que se hizo cargo de algunos monasterios femeninos en Francia y en Roma, creyó hasta el fondo en el valor de la oración de intercesión por el éxito del trabajo apostólico. Sólo en el cielo comprenderemos hasta qué punto la oración de las monjas de clausura acompaña eficazmente la acción apostólica. A cada una de ellas dirijo mi pensamiento agradecido y afectuoso.

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Santo Padre emérito Benedicto XVI

Audiencia General del miércoles, 3 de febrero de 2010