Evangelio del día: ¡Preparad los caminos del Señor!

Evangelio del día: ¡Preparad los caminos del Señor!

Juan 1, 6-8.19-28. III domingo del Tiempo de Adviento. Es nuestra tarea escuchar hoy esa «voz que grita en el desierto» para conceder espacio y acogida en el corazón a Jesús, Palabra que nos salva. 

Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era luz, sino el testigo de la luz. Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías». «¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?». Juan dijo: «No». «¿Eres el Profeta?». «Tampoco», respondió. Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia». Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán donde Juan bautizaba.

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Isaías, Is 61, 1-2a.10-11

Salmo: (Tomado del) Evangelio según San Lucas, Lc 1, 46-50.53-54

Segunda lectura: Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses, 1 Tes 5, 16-24

Oración introductoria

Señor, como Juan Bautista quiero ser testigo de tu luz, de tu amor, de tu verdad. Que esta meditación, con tu gracia, me ayude a crecer en el amor, a cambiar mi corazón para poder cumplir con mi propósito de amarte en los demás, cada día, más y mejor.

Petición

Que la experiencia de tu amor mueva mi voluntad para querer compartir con los demás la buena noticia de saber que Tú nos amas.

Meditación del Papa

Queridos hermanos y hermanas:

[…] Juan Bautista se define como la «voz que grita en el desierto: preparad el camino al Señor, allanad sus senderos» (Lc 3, 4). La voz proclama la palabra, pero en este caso la Palabra de Dios precede, en cuanto es ella misma la que desciende sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto (cf. Lc 3, 2). Por lo tanto él tiene un gran papel, pero siempre en función de Cristo. Comenta san Agustín: «Juan es la voz. Del Señor en cambio se dice: «En el principio existía el Verbo» (Jn 1, 1). Juan es la voz que pasa, Cristo es el Verbo eterno que era en el principio. Si a la voz le quitas la palabra, ¿qué queda? Un vago sonido. La voz sin palabra golpea el oído, pero no edifica el corazón» (Discurso 293, 3: pl 38, 1328). Es nuestra tarea escuchar hoy esa voz para conceder espacio y acogida en el corazón a Jesús, Palabra que nos salva. En este tiempo de Adviento preparémonos para ver, con los ojos de la fe, en la humilde Gruta de Belén, la salvación de Dios (cf. Lc 3, 6). En la sociedad de consumo, donde existe la tentación de buscar la alegría en las cosas, el Bautista nos enseña a vivir de manera esencial, a fin de que la Navidad se viva no sólo como una fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios, que ha venido a traer a los hombres la paz, la vida y la alegría verdadera.

A la materna intercesión de María, Virgen de Adviento, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, para estar preparados a acoger, en el corazón y en toda la vida, al Emanuel, Dios-con-nosotros.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del II Domingo de Adviento, 9 de diciembre de 2012

Propósito

Hoy le hablaré a alguien, con mucha alegría y esperanza, de lo que Cristo ha hecho en mí.

Diálogo con Cristo

¿Cuántas veces he sentido pena de reconocer mi fe ante los demás? ¿Cuántas veces te he negado Señor por miedo a las críticas o burlas en el trabajo, en la escuela, con los vecinos o familia? Tú sabes Padre mío de mi debilidad, de mi cobardía ante el qué dirán, por ello te suplico que fortalezcas mi voluntad para que sepa comunicar a los demás la auténtica alegría de la Navidad. Que mi testimonio de vida ayude a que otros sepan preparar el camino para recibirte en su corazón.

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Evangelio en Evangelio del día


¿Cómo dar catequesis?: Indicaciones básicas para los catequistas

¿Cómo dar catequesis?: Indicaciones básicas para los catequistas

La catequesis es un pilar maestro para la educación de la fe, y hacen falta buenos catequistas. Gracias por este servicio a la Iglesia y en la Iglesia. Aunque a veces pueda ser difícil, se trabaje mucho, con mucho empeño, y no se vean los resultados deseados, educar en la fe es hermoso. Es, quizás, la mejor herencia que podemos dejar: la fe. Educar en la fe, para hacerla crecer. Ayudar a niños, muchachos, jóvenes y adultos a conocer y amar cada vez más al Señor, es una de las más bellas aventuras educativas: se construye la Iglesia. «Ser» catequistas. No trabajar como catequistas: eso no vale. Uno trabaja como catequista porque le gusta la enseñanza… Pero si tú no eres catequista, ¡no vale! No serás fecundo, no serás fecunda. Catequista es una vocación: “ser catequista”, ésta es la vocación, no trabajar como catequista. ¡Cuidado!, no he dicho «hacer» de catequista, sino «serlo», porque incluye la vida. Se guía al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Recuerden lo que nos dijo Benedicto XVI: “La Iglesia no crece por proselitismo. Crece por atracción”. Y lo que atrae es el testimonio. Ser catequista significa dar testimonio de la fe; ser coherente en la propia vida. Y esto no es fácil. ¡No es fácil! Ayudamos, guiamos al encuentro con Jesús con las palabras y con la vida, con el testimonio. Me gusta recordar lo que San Francisco de Asís decía a sus frailes: “Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras”. Las palabras vienen… pero antes el testimonio: que la gente vea en vuestra vida el Evangelio, que pueda leer el Evangelio. Y «ser» catequistas requiere amor, amor cada vez más intenso a Cristo, amor a su pueblo santo. Y este amor no se compra en las tiendas, no se compra tampoco aquí en Roma. ¡Este amor viene de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo! Y si viene de Cristo, sale de Cristo y nosotros tenemos que caminar desde Cristo, desde este amor que Él nos da.

SS Francisco: Discurso a los participantes en el
Congreso Internacional sobre la Catequesis,
27 de septiembre de 2013. 

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En este artículo os presentamos unas cuantas consideraciones para los catequistas, especialmente para aquellos que comienzan su trabajo con niños.

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Índice

Ayudas para un catequista que empieza

1. Para conocer mejor a los niños

2. Descubrir la vida de los niños

3. La catequesis hoy

4. El ambiente

5. Las preguntas

La fe, para crecer, necesita razonarse y dialogar.

6. Diversos medios de expresión

7. Orar en catequesis

8. La reunión de catequesis no se improvisa…

9. Conocer los libros que los niños utilizan

10. Las reuniones de padres

12. Material didáctico

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Ayudas para un catequista que empieza 

1. Para conocer mejor a los niños

Para «dar catequesis» hay que conocer, naturalmente, el evangelio y lo esencial de la fe cristiana. Pero también hay que conocer a los niños. A veces uno se deja llevar por un cierto pesimismo acerca de los niños que se puede entrever en las opiniones que otras personas nos dan cuando les decimos que vamos a ser catequistas, «los niños de hoy en día…»

Otras veces ponemos al niño una «etiqueta»: «A David la catequesis le importa un comino», o «Beatriz es una niña deliciosa», o Héctor siempre tiene ocurrencias»… Su agresividad, su tranquilidad, su simpatía o sus travesuras no lo dicen todo de un niño, Para conocer a un niño hay que quererlo.

Entonces, ¿qué hay que hacer? 

Ser condescendiente y tener de cada niño una idea previa positiva. Saber el nombre de cada uno. Recordar sus intereses. Escuchar lo que dicen esforzándose por comprenderlos, Saber comunicarle confianza en el mismo. Que estén seguros de nuestro cariño, aunque a veces tengamos que enfadarnos.

Procurar no dejarse impresionar por los resultados. Un niño que dibuja muy bien, otro que sabe expresarse, aquel que sube rezar con sentimiento, o aquel otro que siempre hace preguntas inteligentes…. Pero, ¿los demás qué? Todos son importantes, sin distinciones de unos y otros.

Intentar comprender en vez de juzgar. «A David no le interesa nada». Se trata de una constatación, nada más. Para poder ayudar a David lo que hay que hacer es buscar por qué manifiesta esa indiferencia: ¿Se encuentra solo, aislado o incómodo en el grupo? ¿Comprende lo que se habla en el grupo? Cuando se le dice que haga tal actividad, o tal trabajo, ¿es precisamente ése el medio como mejor se comunica y expresa David? ¿Viene a catequesis a la fuerza? ¿Tiene problemas en la familia? Muchas veces lo mejor es preguntar a sus padres qué opinan: «No acabo de saber si David realmente se siente bien en el grupo, o conmigo… ¿Qué os parece a vosotros?»…

Conocer algunos datos de psicología.

De ese modo no esperaremos del niño precisamente lo que todavía no puede ofrecer. Hay muchos libros de catequesis que ofrecen esos mínimos datos de psicología evolutiva. No es necesario todo un tratado. Pero si unos mínimos conocimientos de lo que cada niño es en cada edad.

Cuestionario 

¿Puedes contestar estos datos de cada uno de los niños de tu grupo?

  • Nombre y apellidos. Dirección y teléfono.
  • ¿Conoces su casa? ¿Su colegio? ¿Su clase?
  • ¿Conoces su situación familiar? (Viven los padres, están separados, etc.).
  • ¿Vive con sus padres o con algún familiar?
  • ¿Tiene hermanos y hermanas? ¿Qué lugar ocupa entre ellos?
  • ¿Cuál es su juego, su deporte favorito?
  • ¿Es espontáneo en el grupo? ¿Hace preguntas?
  • ¿Cómo se expresa mejor: de palabra, con un dibujo, o de alguna otra manera?
  • ¿Viene normalmente a la catequesis? ¿Viene a gusto?

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2. Descubrir la vida de los niños

En un grupo de catequesis se juntan niños cuyas experiencias de vida son muy distintas. No es tan sencillo conocer a unos niños cuyo ambiente social es totalmente diferente del que vivo yo; si vivo en el centro, y doy catequesis en un barrio, por ejemplo. ¿Qué dirían si vinieran a mi casa, que posiblemente es el doble de grande que la suya, con ascensor con memoria, portero electrónico, etc.?

Un niño, por ejemplo, oye comentar a su padre problemas que tiene en el almacén, o en la oficina, con sus jefes, con sus empleados… Y los problemas de los encargos,… Y piensa lo duro que es eso de ser jefe del almacén. Pero cuando viene al grupo, otro niño habla de la huelga que mantienen unos agricultores o empleados y lo pone como ejemplo de solidaridad y de cristianismo. Al oír estas cosas, se siente aislado.

Cuando uno empieza a ser catequista es muy importante conocer el barrio o el pueblo en función de los niños que viven en él. Podes hacerte todas estas preguntas:

  • ¿Cuántos colegios hay en el barrio, o en el pueblo?
  • ¿Cuántas horas pasa cada niño en su colegio? ¿Y en el transporte escolar? ¿Hacen gimnasia en el colegio? ¿Hacen algún deporte? ¿Tienen un coro? ¿Se organizan salidas, excursiones…?
  • ¿Tienen deberes para casa?
  • ¿Dónde tienen los niños un sitio para moverse libremente, para jugar?
  • ¿O tienen que jugar en la calle misma? ¿O no les queda más remedio que pasarse la tarde viendo la tele? O…
  • ¿Qué diversiones hay en el barrio para los niños? ¿Cuánto cuestan?
  • ¿Hay alguien que organice algo en el barrio, en el pueblo, para los niños? ¿Quién? ¿Algún centro social, un club juvenil, un grupo privado o asociación, un movimiento infantil, o la misma escuela? ¿Cuántos niños de mi grupo participan?
  • ¿Hay movimientos cristianos infantiles?
  • ¿Cuándo se reúnen? ¿Dónde? ¿Con quién? ¿Ven a ellos los niños de mi grupo?

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3. La catequesis hoy

Escuchar, trabajar, hacer, orar 

Ser catequista es hacer que un grupo de niños lleguen a descubrir a Jesucristo y animar sus actividades. Es dar testimonio en ese grupo de la fe de la iglesia y no únicamente expresar sus opiniones personales. Es inducir al niño en el conocimiento vivo de Jesús en vez de enseñarle únicamente fórmulas doctrinales.

Los niños, en la catequesis, están activos: escuchan al catequista y a los demás niños, leen y estudian de una manera adecuada a su edad los relatos del evangelio, dan sus propias opiniones, miran unos dibujos y cuentan lo que les sugieren, dibujan, recortan, pegan… cantan, oran con su corazón y con su cuerpo…

También el catequista está activo en la catequesis… Cuenta un episodio de la Biblia o del evangelio, explica muy claramente todos los detalles de la actividad que van a hacer, anima una discusión de grupo, procurando que se escriben unos a otros; les hace cantar, dirige la oración, etc. etc.

En una reunión de catequesis el modo de estar activo no es siempre el mismo: las actividades son muy variadas. Normalmente los libros que se utilizan en la catequesis explican con claridad todos los pasos a dar en las diversa actividades.

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4. El ambiente 

Cuando hay ruido, distracción… es difícil que llegue a darse la experiencia que buscamos en la catequesis. El ambiente de la catequesis es algo esencial si queremos lograr algo más que pasar el rato sin avanzar realmente en la experiencia humana y cristiana que buscamos.

Algunas reglas

  • Si queremos ganar tiempo debemos llegar 10 minutos antes. 
  • Si la sala está desordenada, todo predispone al follón. 
  • Cuando un niño no es bien acogido, él tampoco sabrá «acoger» lo que se le quiere ofrecer en la catequesis. 
  • Si hablamos muy alto en la catequesis, los niños hablarán alto y harán ruido. 
  • Si un niño no tiene nada que hacer, tiene derecho a estar de charla con el vecino, no enterarse de nada y molestar al resto. 
  • Es mejor subrayar lo bueno, los éxitos, etc., que pasarse la catequesis reprochando fallos, errores y fracasos. 
  • Si amenazamos pero no hacemos, si prometemos pero no cumplimos, ése es el mejor método para perder toda la autoridad moral que necesitamos. 
  • Enfadarse y dar gritos es un solemne error. 
  • Si lo que decimos es vago y abstracto, la atención que pongan los niños será también vaga y abstracta. 
  • Cuando un catequista se siente feliz y a sus anchas con los niños, la catequesis es realmente una gozada para todos. Algunas reflexiones 

Un buen catequista está constantemente atento a lo que pasa en el grupo. De esta manera se dará cuenta de que, por ejemplo, hay un niño que es tímido y que, sin embargo, quisiera decir algo, pero no se atreve a decirlo porque siempre son los mismos los que hablan y lo dicen todo. Se dará cuenta, por ejemplo, de que hay dos niños, en un rincón, que no hacen otra cosa que darse patadas por debajo de la mesa porque la explicación está siendo demasiado larga y uno se ha enrollado.

Si estamos constantemente pendientes del libro para ver lo que hay que hacer y lo que hay que decir, difícilmente estaremos atentos a lo que dicen y hacen los niños.

Cuando, por fin, conseguimos una actividad interesante para los niños, el ambiente cambia, los niños están felices, y se logra avanzar en el a grupo.

Un castigo es, siempre, en cierto modo, un fracaso del educador. A veces, sin embargo, es un mal menor. Es preferible cambiar a un niño de sitio que pasarse todo el tiempo distraído y distrayendo a los demás. Es mejor confiscar una pelota, un muñeco, un cromo… que verlo pasar todo el rato de mano en mano… Si el catequista sabe contener sus nervios y sin excesiva represión ordinariamente puede lograr un mínimo de paz en el grupo.

A veces hay niños difíciles y que no hacen más que molestar y distraer a los demás. Se impone generalmente en estos casos armarse de toda la paciencia del mundo para lograr convivir lo mejor posible. Pero si un niño impide por completo todo trabajo en el grupo, es preferible sugerirle que cambie de grupo o que otro catequista lo tome aparte y trabaje con él solo. Muchas veces estos niños son más bien muy nerviosos, o, en el fondo, tienen problemas familiares: en esos casos el castigo nunca sirve para nada.

La actitud del catequista debe variar según las diversas edades: con los más pequeños, una sonrisa atenta da seguridad. Con los medianos se pueden dejar establecidas desde el comienzo unas mínimas reglas para el grupo: escuchar al que está hablando sin interrumpirle, que estemos con calma y seriedad cuando rezamos… si hacemos esto, se puede hacer de vez en cuando una evaluación de cómo van las cosas y si se cumplen las normas establecidas.

Algunas «recetas»

  • No mandes más de una cosa cada vez. Si dices, por ejemplo: «Bueno, ahora recoge bien todos los papeles, pinturas y lo demás, y juego estaremos un momentito en silencio», lo único que lograrás es un lío que puede durar toda la eternidad.
  • Espera a que todos estén atentos antes de comenzar a explicar las cosas. Si no, tendrás que volverlo a repetir una, dos, tres o cuatro veces más.
  • Habla despacito y con claridad. Si hablas precipitadamente no vas a provocar más que «meneo» y no os van a entender.
  • Entre los medianos, si tienes un grupo de niños muy habladores y espontáneos, hazle escribir de vez en cuando la respuesta, cada uno, y que luego la vayan leyendo uno a uno.
  • El modo de colocarse en la catequesis tiene su importancia. Hay que buscar una colocación que favorezca la atención y la participación de los chicos impidiendo al mismo tiempo la distracción y la indisciplina.

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5. Las preguntas

Hacemos preguntas a los niños

Evitar: 

Hacer varias preguntas a la vez.

Hacer muy a menudo preguntas que sólo se contestan con un sí o con un no.

Acosar a los niños con preguntas cuya respuesta está claro que ignoran. Por ejemplo, algo así como: Había una persona que tenía muchas ganas de conocer a Jesús. —¿Sabes quién? Un niño dice: —¡Pedro!, otro: —¡Zaqueo!; otro: ¡María! Y el catequista: —No, no. la respuesta es Juan Bautista»… ¡Pero si los niños no lo conocen todavía…!

Quieres arrancar la respuesta que necesitamos. Los niños van dando respuestas —inexactas— para lo que nosotros pretendemos de antemano. Al final… les tenemos que decir: —La respuesta correcta era… (y nos quedamos tan satisfechos…)

Intentar: 

Que las preguntas sean concretas: «¿Qué le dijo Jesús a Jairo?»

Hacer preguntas que puedan tener diversas respuestas, pues eso provoca diálogos interesantes entre los niños. Por ejemplo: —¿Qué podrían pensar de Jesús los vendedores del templo cuando los echó de allí…?

Hacer preguntas que ayuden a dar contestaciones muy concretas: un niño, por ejemplo, dice: —Jesús anunciaba la Buena Noticia—. Se le puede preguntar: —¿Y cuál es esa Buena Noticia?

Que las preguntas hagan referencia a la experiencia de los niños: —Imaginamos a una persona que es muy acogedora: —¿Cómo actúa?.

Los niños nos preguntan a nosotros 

Hay preguntas cuya respuesta no se puede evitar: la muerte, la creación, la presencia de Dios. Pueden discutirse en casa, o en la reunión de catequistas, para estar preparados cuando nos las hagan.

A veces las respuestas tienen que ser breves y meramente informativas. Por ejemplo: —Sí, Jesús era judío… o —Sí, realmente existió.

Antes de ponernos nerviosos, cuando un niño nos pregunta hay que asegurarse de haber entendido bien la pregunta. Por ejemplo, un niño pregunta: —¿Y Jesús se equivocó alguna vez?.

Si hace este tipo de preguntas es porque ya tiene alto en la cabeza. Hay que ayudar al niño a expresarse.

Cuando un niño nos pregunta quiere saber lo que pensamos nosotros y lo que hay que pensar. Por ejemplo:

—¿Jesús resucitó de verdad?

— Yo así lo creo porque lo dijeron los apóstoles. Para mí y para los cristianos, Jesús está verdaderamente vivo.

A veces podemos consultar a los demás catequistas: «El otro día Javi me preguntó si los niños no bautizados son hijos de Dios. ¿Qué le dirías tú?»

Otras veces lo que podemos hacer es ayudar al niño a que él mismo encuentre la respuesta, ayudándole a recordar cosas que ya conoce, o diciéndole que lea un texto que ya conoce, etc.

Cuando uno, de pronto, se queda sin saber qué contestar, lo mejor es decirle al niño: «Voy a pensarlo en casa estos días y la semana que viene volvemos a hablar de esto, ¿te parece?». Pero lo importante es hacerlo de verdad la semana siguiente…

Una catequesis donde hay intercambio de preguntas y respuestas, de interrogantes mutuos, etc., evidencia un tono, un ambiente de interés y libertad.

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La fe, para crecer, necesita razonarse y dialogar.


6. Diversos medios de expresión

Aprender a expresarse… 

En las reuniones de catequistas se proponen a veces actividades que requieren una cierta técnica concreta. Un catequista, al principio, no sabe hacerlo todo. Por eso, puede empezar haciendo cosas sencillas… y, poco a poco, irse formando a medida que la catequesis avanza.

Normalmente el libro de catequesis propone una serie de actividades para cada reunión o sesión de catequesis. Hay que elegir, de todas ellas, aquella que sea posible su realización, o la que nos parece más adaptada. Todo eso depende del tiempo que tengamos para la reunión, del espacio, de los gustos de los niños, de sus posibilidades reales…

Hoy en día, los niños no son demasiado capaces de escuchar un discurso muy largo… Pero sí son capaces de expresar la fe con gestos, con dibujos, con canciones…

… de muchas maneras 

El gesto puede ayudar al grupo a revivir o a interiorizar un relato. Puede servir para acompañar una oración. El catequista, por ejemplo, subraya, en un relato del Evangelio, las principales actitudes de los personajes (recogimiento, conversión, escucha, necesidad…). Y piensa cómo pueden expresarse esas actitudes con gestos sobrios. Se lo propone al grupo. El grupo mismo, al cabo de dos o tres veces, llegará ser capaz él mismo de pensar la manera de expresar con el cuerpo el Padrenuestro o un Salmo, etc.: levantar las manos, abrir los brazos, etc.

La canción crea un clima alegre y meditativo. Une a todos en una misma oración, pacifica. Podemos utilizar para ello casetes, cedés, vídeos de Internet, karaokes… No es necesario, pues, ser buen cantante para ser catequista. Se escucha la canción una vez y luego se canta al mismo tiempo que la casete, etc.

El mural: Se pueden reunir en él los dibujos de todos los niños en torno, por ejemplo, a una frase. Pueden colocarse en él las ideas de todos los subgrupos para hacer luego una puesta en común, o un debate sobre algo… El conjunto del mural se piensa entre todos y luego ya la realización se deja a la libre iniciativa de los niños. Antes de darlo por acabado los niños deben fijarse si han expresado bien lo que querían. Un mural debe poderse leer a 2 pies de distancia como mínimo.

El dibujo es, tal vez, la técnica que más se usa en catequesis. Pero no basta él solo. Hay niños a los que no les gusta dibujar y hay que buscar algo diferente para ellos. Lo principal del dibujo no es la habilidad con que está realizado, sino su significado: ¡todo dibujo tiene derecho a provocar una inmensa simpatía!

Realizar bien las actividades

Antes de empezar hay que tener preparado todo el material: revistas, pegamento, dibujos, cedés, radio… Con los más pequeños no es recomendable que sean ellos los que busquen las fotos en las revistas.

Hay que exponer con claridad y de un modo entusiásticamente lo que se va a hacer para que los niños se sientan motivados a hacerlo. Explicarlo una primera vez y constatar que se ha entendido bien todo. Volverlo a explicar de otra manera si es necesario. Si a los niños no se les ocurre nada, se les pueden poner ejemplos para echar a andar su imaginación… Es importante decirles qué se ya a hacer después con lo que hayan hecho: enseñárselo a sus papás, presentarlo en la eucaristía, etc.

Dialogar durante toda la actividad el catequista debe estar atento para escuchar a los niños. Pasa a su lado para facilitar el diálogo, sobre todo con los que les cuesta expresarse en el grupo. Ayudarles a profundizar las ideas que se les ocurren: Conchita da gracias a Dios por haber tenido un sobresaliente.

—¿Quién te ha puesto ese sobresaliente?

Conchita contesta: —La señorita.

El catequista: —Entonces, ¿por qué darle gracias sólo a Dios? 

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7. Orar en catequesis

Todo el sentido de la catequesis es ayudar a los niños a ponerse en comunicación viva con Dios. Todo lo que se dice y hace en la catequesis tiene su importancia de cara a la educación para la oración.

Escucharse 

Para ponerse en relación con Dios, a quien no se le ve, hay que ponerse en relación con los hermanos a quien vemos y tenemos a nuestro lado.

Descubrir el valor del silencio 

Aprender a hacer silencio, no para ser bueno sino para poder estar atento a lo que nos rodea, para pensar en alguien querido, para acordarse de algo bonito. Es el aprendizaje del silencio interior, silencio activo en donde puede brotar y nacer la oración.

Ver a alguien orando 

Algunos niños no han visto nunca a alguien orando, ni siquiera han orado ellos antes de que vinieran a la catequesis. Hay que darles tiempo para irse introduciendo en la oración y no —hacer— la oración corno si fuese algo evidente al venir a catequesis. Al comienzo, el catequista mismo es quien ora, mientras los niños le escuchan. Poco a poco va invitando a los niños que quieran a participar en su oración repitiendo palabras sencillas.

Alimentar la oración con la vida 

La vida del grupo puede expresarse en la oración:

«Señor, tú nos conoces y nos quieres a cada uno de nosotros. Te pedimos por Oscar, que no ha podido venir… y por Nuria, porque su papá no tiene trabajo».

Aprender a orar la oración del Señor

Una oración tan importante como el Padrenuestro no pueden decirla los niños sin una cierta preparación. Es normal que hayan ya oído a otras personas rezar el Padrenuestro en misa, en una celebración, etc. Por eso el Padrenuestro es un poco para ellos la oración de los cristianos. Por eso ahora puede hacérsele sitio a esta oración en la catequesis, Y poco a poco se puede ir explicando su sentido.

Un mural adquiere todo su sentido cuando los niños y el catequista se ponen juntos a mirarlo. Puede leerse despacito la frase que hay escrita en el medio. Luego, cada uno, la lee para sus adentros en silencio. Se puede cantar una canción, o leer un texto del Evangelio sobre el que se ha tenido la catequesis. Los que quieran pueden decir en voz alta una oración personal.

Mirar juntos algo bonito en lo que se ha puesto el alma para llegarlo a hacer, escuchar un mensaje cuyo contenido ya se entiende… eso son caminos posibles para la contemplación de Dios.

Cuando se hace bien un gesto bonito, todo el cuerpo se impregna con las palabras de la oración y las hace suyas. Los niños se sienten inmediatamente a gusto haciendo una oración con gestos, muy sencillos y bonitos.

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8. La reunión de catequesis no se improvisa… 

La reunión de catequesis es algo serio y hay que prepararla. El catequista debe pensar bien que es lo que pretende: que los niños descubran un aspecto del misterio de Cristo, o de la vida cristiana, etc. Quiere que la reunión no sea inútil, que realmente sirva para algo, Y quiere hacer determinadas cosas, bien hechas: una reflexión, buscar y leer algunos textos del Evangelio, oración, un mural, una escenificación… Pero para conseguir lo que se pretende hay que tener previsto el camino y las etapas de ese camino.

Preparación en grupo 

Realmente el ideal, que hay que conseguir como sea, es que los catequistas de la parroquia, del grupo, etc., se reúnan periódicamente para preparar juntos la catequesis siguiente. De este modo todos pueden beneficiara de la experiencia, de las cualidades, de la creatividad, etc. de los demás.

Preparación personal

De todos modos, cada catequista debe preparar personalmente su reunión con los niños. Aquí les hacemos algunas sugerencias:

Días antes de la reunión: 

Estudiar detenidamente cómo ya a desarrollarse la reunión. Concretar el plan de la reunión, cómo enlazar los diversos momentos…

Pensar los medios que vamos a utilizar: un cuento, un texto con preguntas, una canción, un mural, una escenificación. Seleccionar lo que nos parezca mejor pedagógicamente.

Si se trata de un texto del Evangelio, leer y meditarlo personalmente.

Apuntar las cosas que se necesitan: papel, revista, casete… Buscar un tiempo en la semana para tenerlo preparado.

Pensar cómo vamos a presentar a los niños las diferentes actividades para que comprendan claramente lo que hay que hacer.

Inmediatamente antes de la reunión:

Hacer lo imposible para llegar un rato antes de que lleguen los niños. Ordenar la sala antes de que vengan. Un pequeño toque de sensibilidad tiene su importancia: flores, una planta…

Dos o tres minutos antes de que los niños lleguen, hacer una pausa para que, cuando aparezcan, uno esté ya por completo a su disposición.

Cuando la reunión está bien preparada el catequista no tiene problemas para afrontar lo imprevisible si es que ocurre.

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9. Conocer los libros que los niños utilizan 

Hay una gran variedad de materiales de catequesis: manuales, fichas, libros, cuadernos de actividades…

El catequista tiene que conocer lo mejor posible los libros y materiales que los niños utilizan, sean los de la misma catequesis, lo mismo que los de la escuela.

Un lenguaje adaptado

¿Cómo hablar a los niños, con un lenguaje asequible a ellos, de Dios creador, de los milagros de Jesús, de la Eucaristía, de cómo vivir hoy el Evangelio, etc.? A veces es realmente difícil pero en muchos libros de catequesis, en los materiales tan variados, etc., podemos encontrar modos, ejemplos y palabras que a nosotros no se nos ocurrirían a primera vista.

Una verdadera mina de recursos Esos libros nos ofrecen oraciones, dibujos, textos de la Biblia, al alcance de los niños. Y, si son los libros que ellos mismo utilizan —de ahí la importancia de saber elegir— podemos hacer referencia a ellos. Por ejemplo, si a un niño se te ocurre preguntar de repente: «¿Y qué es un fariseo?», al catequista le sería muy útil conocer de tal manera el libro que el niño tiene a su alcance para poderle indicar la página donde puede encontrar la respuesta adecuada.

Un instrumento de diálogo con los papás 

Cuando los padres dicen: «Mi hijo no tiene ni idea de lo que es la misa», es el momento de estar preparado para poderle decir: «mire usted la página 60 y 61 de su libro y podrá comentarlas con él». Otros se lamentan: «Mi hijo todavía no se sabe el Padre Nuestro…». Se le puede indicar al padre que, de vez en cuando, lo lea juntamente con su hijo en la página…

Tened en cuenta ¿Qué tipo de libro tiene el niño? ¿Es un libro de lectura seguida? Entonces puede utilizarse libremente según el interés del grupo, de las fiestas que hay que preparar… Y tened en cuenta también que es un libro para leerlo, para hacer que lo lean: no contentarse con contarles a los niños lo que el libro dice.

¿Se trata de un manual organizado sistemáticamente según un programa para todo el año? En ese caso, lo esencial es el modo como se van enlazando los capítulos.

¿Se trata de una serie de folletos que se les van dando a los niños? También en este caso es importante captar la continuidad que hay entre ellos. Con frecuencia estos folletos proponen trabajos o actividades. Hay que tener muy claro entonces lo que se le pide al niño y ayudarle a que tenga todo lo necesario para realizar esos trabajos, en el grupo o en su casa.

Recordar el título del libro 

Puede parecer una perogrullada pero ocurre muchas veces que los catequistas se pasan meses incluso sin fijarse en el título del libro que se utiliza en la catequesis. Y, sin embargo, el libro tiene un título: no es simplemente «el libro amarillo» o «el libro azul»…

Estudiar detenidamente los índices

Guiarse de la lista de títulos y subtítulos del índice para hojear el conjunto de, libro. Conocer bien los índices para poder encontrar rápidamente lo que buscarnos.

Dar tanta importancia a las imágenes como a los textos Las imágenes suelen decir algo distinto de lo que dice el texto. Hay que intentar comprender lo que quieren decir, por qué los autores han colocado en tal página esa foto o ese dibujo. Los mismos niños nos pueden ayudar a comprender este tipo de cosas.

Perder un tiempo al comienzo de curso para estudiar el libro que utilizan los niños es ganar tiempo durante el curso de catequesis.

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10. Las reuniones de padres 

El límite entre padres y catequistas no es terminante. Con frecuencia el catequista es un padre (¡una madre…!), Los padres que no son catequistas pueden participar en la formación cristiana de su hijo y también interesarse en la vida del grupo de catequesis.

Es difícil, pero es importante 

Los papás de un niño están tan cerca de él que están prácticamente allí con él, en la catequesis. Los niños repiten sus frases, reflejan muchas de sus actitudes. Esos padres, en realidad, forman parte del grupo. No es fácil reunirles a todos. Unas veces porque trabajan los dos, otras porque viven lejos, o están a turnos y no coinciden unos y otros… Otras veces no hay conocimiento suficiente entre padres y catequistas como para ahondar sinceramente en algunos temas. Está claro que no es tan sencillo contactar realmente con los padres.

Sin embargo, cuando se da ese conocimiento, se entienden de forma distinta muchas de las cosas que pensábamos. Empezamos a saber matizar ciertos juicios que fácilmente hacemos todos: «Esos padres mandan al niño a la catequesis y ya se despreocupan de todo… ¿Cómo van a ir a misa los niños si los primeros que no van son sus padres?» Las situaciones familiares se clarifican conociendo la historia de cada familia, sus dificultades. Se puede llegar a entender más desde dentro la indiferencia religiosa de algunos. Esa indiferencia puede darse al mismo tiempo que una gran entrega a los hijos o una disponibilidad total con los vecinos…

Construir la Iglesia  

Si habláramos con los padres, les vamos a encontrar frecuentemente inquietos ante los nuevos métodos de catequesis. Otros, de lo que se admiran es de que el niño mismo sea quien quiere ir a la catequesis con sus compañeros. Hay mucho de qué hablar, muchas cosas que ayudar a descubrir. Todos esos pequeños contactos, poco a poco, van tejiendo la Iglesia.

Es cierto que las reuniones con los padres, o cuando nos encontramos y hablamos con ellos, no siempre son gratificantes. Muchas veces hablarnos y hablamos y nos parece que estamos siempre donde habíamos empezado. Pero este es precisamente el mundo al que vino Jesús a buscar y no un grupo selecto de personas. No nos debe sorprender que muchos digan que más importante que la catequesis de los niños es la de sus padres.

Si en algún momento llegamos a conseguir que los padres aprendan a escucharse unos a claridad lo que piensan y dejarse interpelar por los otros… entonces estaremos iniciando un nuevo camino junto.

Precisamente gracias a la catequesis de sus hijos, muchos padres empiezan a descubrir una Iglesia muy diferente de la que conocieron de niños o de jóvenes. A muchos, con ocasión de la catequesis de sus hijos, se les vuelve a despertar el deseo de orar, cosa que habían abandonado hace tiempo y que ahora redescubren al acompañar a sus hijos a la Eucaristía, por ejemplo. O comienzan a hacerse las preguntas que dejaron tanto tiempo sin contestar… Todo eso significaría que comentamos a caminar juntos al encuentro de Dios, y habríamos conseguido una gran cosa.

Contactos muy sencillos 

En la misma compra, a la salida del colegio, en la reunión de padres de alumnos, el encuentro con los padres se realiza de modo absolutamente natural, —de igual a igual—. Y eso es muy importante, aunque no se hable precisamente de la catequesis.

Las celebraciones, las misas de niños, son ocasiones excelentes para saludar a los padres y cambiar con ellos algunas palabras. Pero también se les puede llamar por teléfono o ir a su casa. En esos casos, es posible que hablemos más de sus problemas más urgentes que de la misma catequesis, pero el conocimiento que hemos hecho de esa familia nunca es tiempo perdido.

A lo mejor se nos ocurre que sería bueno que se conocieran los padres de los niños del mismo grupo. Se les puede invitar. Cuando el grupo es pequeño, se habla más sinceramente. Y no es indiferente el sitio donde nos reunamos: la casa de uno de ellos o una sala agradable de la parroquia. Eso, mejor que reunirnos en un aula llena de pupitres pequeños en los que no pueden apenas sentarse.

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11. La oración

Es triste que muchos católicos no sepan orar o simplemente no lo hacen, por lo que creemos que se debe dedicar tiempo a enseñar sobre la oración en cada clase el cual debe incluir breve tiempo para orar con los niños.

Usar ideas para manejar la oración como: tren para enseñar oración.

Este tren se dibuja en un pliego de cartulina y se usa para decorar el salón de clase, el tren tiene dos vagones, uno dice «de mí para Dios – Peticiones» y otro «de Dios para mí – Gracias». Se hace una abertura arriba de cada uno de los dos vagones y se pega por detrás una hoja o sobre para que quede en forma de bolsa, los niños anotarán sus peticiones en tarjetitas y se orará por todas las peticiones. Cuando Dios conteste la petición se pasará al vagón de gracias.

Cuaderno de temas de oración

El propósito de este cuaderno es ayudarnos a enseñar a los niños diferentes aspectos de la oración.
Se hace con un cuaderno de dibujo grande y en cada página ponemos un aspecto que los niños deberán aprender sobre la oración.

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12. Material didáctico

  • Caricatura: Todo el mundo se divierte mirando una caricatura graciosa. Muchos puntos quisquillosos se pueden introducir o ilustrar por medio de una caricatura sin que nadie se ofenda. En cambio, la verdad pintada exactamente como es podría herir o provocar rechazo total de ella. Podemos hojear revistas y periódicos para adquirir ideas. Demos seriedad a lo que puede hacer reír si sirve para introducir una verdad.
  • Cuadros: El uso de cuadros es muy importante en la enseñanza de los niños, sobre todo en los de pequeña edad. El maestro debe tener cuadros o ilustraciones de lo que el quiere enseñar. Los niños pequeños tienen mayor dificultad para aprender cosas abstractas (como amor, santidad, justicia) por lo que el maestro deberá tener recortes de periódicos y revistas que le sirvan para su enseñanza en clase. Existen muchos libros con cuadros para dar lecciones a los niños. Se introducen cuadros de ilustraciones en las páginas de la Biblia, cuando decimos «la Biblia dice que…» sacamos la ilustración de la Biblia para que el niño visualice que la lección procede de la Biblia (es más aconsejable hacerlo así que narrar con el expositor en la mano).
  • Elaboración de un archivero para nuestros cuadros: El archivero se puede hacer con una caja de cartón, o como los pequeños archiveros que venden de plástico u otro material. Las divisiones del archivero se pueden poner de acuerdo al tipo de cuadros que se archivan en él. Los cuadros se archivarán de acuerdo al orden que escojamos y puede ser: Por orden alfabético: Adán, Isaac, Jacob, Jesús, Josué, Mateo, Moisés, Pablo, etc. Por temas: Amor, Navidad, Pecado, Templo de Jerusalén, Vida de Cristo, etc. Las historias se pueden poner de acuerdo al orden en que aparecen en la Biblia.
  • Anaquel para cuadros: Se pone esta pequeña repisa para poner los cuadros como adorno en el cambiándolo en las diferentes clases o temas del mes.
  • Cuerda para cuadros: Se pone una cuerda estirada de lado a lado del salón, y se colocan los cuadros con pinzas para tender la ropa.
  • Dibujos: Los dibujos ilustran, dan variedad. El dibujo es parte de la misma fibra del pueblo latino. Se puede decorar un salón con dibujos de los alumnos. Se puede sacar provecho a los alumnos que son dibujantes.
Santa Leocadia, patrona de Toledo (España), con recursos audiovisuales

Santa Leocadia, patrona de Toledo (España), con recursos audiovisuales

El emperador Diocleciano comenzó su reinado con los mejores auspicios. Dotado de singulares dotes de gobierno, había de ser uno de los grandes soberanos del Bajo Imperio romano.

Un cuarto de siglo llevaban los cristianos gozando de relativa paz, y el recuerdo de las pasadas persecuciones se hacía cada vez más lejano. Dividido el territorio imperial en dos mitades administrativas, Diocleciano, que se asoció como césar a Galerio, se reservó el Oriente, mientras en la parte occidental ejercía d supremo mando Maximiano, con la colaboración de Constancio Cloro.

Sin que hoy se puedan precisar con exactitud las causas, Diocleciano, benévolo con los cristianos durante un decenio, cambió radicalmente de conducta influido por el césar Galerio, verdadero responsable de la enorme matanza que se siguió. En Oriente la sangre se derramó sin medida, y los tormentos de los mártires revistieron inaudita crueldad y satánicos refinamientos.

También en Occidente abundaron los martirios durante los primeros años del siglo IV. El poeta Prudencio, con estro pindárico, pudo escribir años después su libro De las coronas, el Peristephanon, con los relatos martiriales de quienes en aquella persecución pagaron con la vida su inquebrantable adhesión a Cristo.

Víctima de ella fue también la doncella toledana Leocadia. La blancura, representada por su nombre, de origen griego, coincidía con su corta edad de adolescente, casi de niña. Un templo parroquial de Toledo a ella dedicado, y en cuya demarcación se escriben estas páginas, se eleva sobre el lugar que se cree fue su casa paterna, mostrándose un subterráneo considerado como lugar de oración de la santa niña.

Los calendarios mozárabes atestiguan desde muy antiguo el culto de esta mártir, cuya prisión y muerte fue narrada en un relato compuesto en el siglo VII.

Según en él se nos dice, procedente de las Galias, penetró en España el gobernador imperial Daciano, llegado para cortar a sangre y fuego todo brote cristiano que pudiera haber nacido en un territorio saturado de paganismo.

Como lobo hambriento de sangre y cadáveres, inició un recorrido que había de extenderse desde Gerona hasta Mérida. Letanía de mártires para el cielo y de simiente cristiana en la tierra fue su itinerario por Gerona, Barcelona, Zaragoza, Alcalá, Toledo, Ávila y Mérida. El autor del relato escribe: «La tierra, empapada en sangre, gritaría, si la lengua callase, la magnitud de los escarnios, azotes, tormentos y derramamiento de sangre por él perpetrados. Testimonio cruento de su paso feroz los mártires Félix, Cucufate, Eulalia, los Innumerables de Zaragoza, los santos hermanos Justo y Pastor, los también hermanos Vicente, Sabina y Cristeta y la emeritense virgen Eulalia».

Desde Alcalá, Daciano se trasladó a Toledo. La noticia de su llegada hubo de poner estremecimientos de pánico en la reducida comunidad cristiana existente en la ciudad. Muy poco tardó en citar a su tribunal a la cándida joven Leocadia, sometiéndola a un interrogatorio, sostenido de la siguiente forma:

—Pero ¿ cómo ha sido posible que tú, nacida de tan noble familia, te hayas dejado obsesionar por un engaño tan burdo y sin sentido, y que, abandonando las prácticas de culto de nuestros dioses, te hayas adherido a ese Cristo desconocido?

Con inesperada entereza contestóle Leocadia:

—Tus recriminaciones no me apartarán de mi fe en Cristo, como tampoco la melosidad de tus palabras ni el apego a las comodidades de mi familia, con que intentas persuadirme, me van a arrancar de la servidumbre y promesa hecha a mi Señor Jesucristo, que, al redimimos con su preciosa sangre, nos concedió la máxima libertad.

Enrojecido por la ira, mandó Daciano a sus sayones que con fuertes amarras atasen a la intrépida doncella y la encerrasen en una oscura cárcel, mientras él se tomaba tiempo para excogitar las penas y tormentos a que había de someterla para quebrantar su férrea voluntad.

En la parte baja del lado oriental del famoso Alcázar toledano, que, asomado al Tajo, hubo de ser desde los tiempos celtibéricos hasta nuestros días fortaleza casi inexpugnable, existe hoy un. recinto ruinoso, desmantelado y cerrado con una verja de hierro. Desde el siglo XIII, renovado por Alfonso X se sitúa en este lugar el emplazamiento de la mazmorra de Santa Leocadia. Un autor del siglo pasado atestigua: «Todavía existía, y nosotros hemos tocado, una señal de cruz cavada en la piedra por la costumbre continua que la mártir tenía de imprimir con sus dedos este signo de nuestra redención». Sobre la cruz incisa en el muro, una inscripción recordaba que allí, cargada de cadenas, había sido encarcelada la Santa y que con sus manos había excavado la santa cruz.

Aherrojada en lóbrega mazmorra quedaba la cristiana doncella, mientras Daciano reemprende su viaje persecutorio. fijando sus sangrientas estancias en Évora, Ávila y Mérida. Las vidas de los mártires Vicente, Sabina, Cristeta y Eulalia enjoyan como rubíes la corona del Rey de la gloria.

Los tormentos y la crueldad desplegada con ellos, sobre todo con la virgen emeritense Eulalia, pronto fueron conocidos con espanto, y la noticia de ellos llegó hasta Toledo y penetró a través de los barrotes de la cárcel donde Leocadia se encontraba.

Fuera de santa envidia o fruto de sus oraciones, o a causa del acabamiento por el inhumano trato a que estaba sometida, en la misma cárcel, arrodillada, entregó su alma a Dios esta incruenta mártir toledana, a quien los textos litúrgicos hispanos califican de confesora y mártir. Su fallecimiento tuvo lugar el 9 de diciembre del 303 o del 304.

Enterrada en el cementerio local, en el pomerio occidental de la ciudad, junto al Tajo, en la vega, muy pronto surgió en torno a su tumba un culto martirial. incrementado años después al ser reconocida por Constantino la religión cristiana. Posiblemente en el mismo siglo IV se erigió sobre el sepulcro una basílica romana, que fue notablemente mejorada en el 618 por el rey Sisebuto, siendo consagrada el 29 de octubre. Durante el siglo VII el culto a la Santa vive su época de esplendor. Los grandes arzobispos de Toledo buscan la cercanía intercesora de los restos de Leocadia para fijar en la basílica su sepultura. Eladio, Eugenio, Ildefonso y Julián fueron en ella enterrados y allí también se celebraron tres de los renombrados concilios toledanos.

El recuerdo de Santa Leocadia está íntimamente relacionado con San Ildefonso, pues ambos bienaventurados fueron los protagonistas de un singular portento ocurrido en el interior del famoso templo.

Con inusitado esplendor se preparaba aquel año la festividad de la Santa, día 9 de diciembre. Clero, nobleza y pueblo se agolpan en el recinto de la basílica.

El poeta Valdivielso reconstruye la escena con abundancia de anacronismos:

…El Cabildo con capas de oro y plata,

perlas sembradas por la plata y oro,

de cuya majestad decir no puedo

más de que es Cabildo de Toledo.

Los sufragáneos del Arzobispado

con pontificio ornato acompañaban

al varón justo, al singular prelado,

a quien con todo corazón amaban…

Sale ostentando toda su potencia

el rey de la española monarquía,

mayor haciendo con su real presencia

el alborozo del solemne día…

Hace Toledo ostentación gallarda,

de consulares ropas adornados,

los padres de la Patria, en que se vían

que la sangre y las letras competían…

Ha tomado el rey asiento en su trono. Ildefonso se arrodilla a los pies del sepulcro de la Santa, totalmente recubierto por una losa enteriza. Entonaban los cantores estrofas e himnos de composición ildefonsiana. Súbitamente, por obra de manos invisibles, remuévese la piedra y aparece Leocadia, recortándose su casta silueta sobre el fondo prestado por su manto extendido. Obispos, clero, nobles y pueblo claman glorificando a Dios. A las voces de todos une la suya la virgen mártir para alabar a Ildefonso por los servicios prestados a la Madre de Dios.

Entretanto, el arzobispo, ajeno al panegírico que tan portentosamente se tejía en su honor, asióse del manto de Leocadia y, echando mano al estilete que colgaba de la cintura de Recesvinto, cortó un trozo de aquella vestidura, que pasa en seguida a enriquecer, como una reliquia más, el sagrado tesoro de Toledo.

Hasta mediados del siglo VIII descansaron los huesos de la Santa en la basílica toledana. Mas por estas fechas, al producirse la persecución de Abderramán I contra los cristianos y sus reliquias, los atemorizados mozárabes huyeron de la ciudad, llevando consigo como sagrado depósito las reliquias de Santa Leocadia y de los otros santos toledanos.

Trasladados a Oviedo los de la Santa, Alfonso el Casto erigió una basílica en su honor para que allí recibiera el culto de que se había visto privada en Toledo.

En Oviedo permanecieron los restos de Santa Leocadia probablemente hasta finales del siglo XI, en que, según tradición, un conde de Hainaut, llegado a España como romero de Santiago, colaboró con Alfonso VI en la obra de la Reconquista, y de él obtuvo como inapreciable regalo los cuerpos de Santa Leocadia y San Sulpicio, que guardaba la iglesia ovetense.

Ciertamente se sabe que en el siglo XII se encontraba el cuerpo de la Santa toledana en la abadía benedictina de Saint-Ghislain, sita al oeste de la actual Bélgica.

Con culto creciente cada día en toda la comarca, allí fue visitada por los archiduques Felipe el Hermoso y Juana la loca, . quienes obtuvieron para la catedral de Toledo una tibia de la Santa, venerada hoy en el mástil de un precioso relicario gótico que simula una nave y que posee la citada catedral.

Las guerras de religión e independencia de los Países Bajos tuvieron también sus tristes consecuencias en la abadía de Saint-Ghislain, invadida en alguna ocasión por los herejes, quienes, deslumbrados por el fulgor de las chapas de bronce que cubrían la arqueta de las reliquias de la Santa, y pensando que serían de oro, las arrancaron de ella, dejando al descubierto la caja de madera en que se guardaban.

Conocida es la preocupación de Felipe II por reunir en España el mayor número posible de reliquias santas. Las de Santa Leocadia eran muy notables y su recuerdo perduraba en la iglesia de Toledo con la esperanza de que a ella pudieran regresar aquellos restos, que eran la mejor gloria cristiana de la ciudad. El duque de Alba, toledano y gobernador de los Paises Bajos, hizo algunos intentos para conseguirlo, mas sus poderosas instancias resultaron fallidas ante la negativa de la comunidad, que de forma alguna quería desprenderse de tan rico tesoro.

Más hábil y afortunado fue el jesuíta padre Miguel Hernández; también nacido en la provincia toledana, quien, ejerciendo sus ministerios apostólicos en los Países Bajos, comenzó en 1583 a madurar la audaz empresa de conseguir, para su restitución a Toledo, el cuerpo de Santa Leocadia.

La tarea no fue fácil. Hubo que convencer a los monjes de la justicia de la petición y demostrarles que el amor y reverencia que sentían por aquellos restos se patentizaría más permitiendo que se trasladaran a lugar seguro que no dejándolos en aquel monasterio, rodeado de herejes en lucha, quienes, como ya había ocurrido, podrían adueñarse de él y reducir a cenizas los huesos que por permisión divina se habían v1sto protegidos contra tantos perseguidores.

Inesperadamente los monjes accedieron a la solicitud, no sin antes exigir documentos de Felipe II y del Romano Pontífice Gregorio XIII. En presencia de los prelados de Cambray y Tournai, el abad hizo entrega de los preciosos restos al padre Hernández, y dio comienzo una larga peregrinación, que había de prolongarse cuatro años. Dos dificultades se oponían al feliz éxito de la empresa. Era la primera la temida oposición de los flamencos, que no veían con agrado el verse privados de aquel santo cuerpo, que durante tantos años había sido objeto de su piadosa veneración. La otra, sin duda más grave, se debía al estado belicoso en que los Países Bajos se encontraban contra el dominio español y el catolicismo.

El itinerario más corto para llegar los restos a Toledo era el que atravesaba Francia, pero era el menos seguro y a la sazón debía de desecharse por ser sumamente expuesto a toda clase de riesgos. Eligióse, por tanto, el que a través de Alemania e Italia conduciría hasta un puerto seguro del Mediterráneo, donde con plenas garantías las reliquias pudieran ser embarcadas para su traslado a España.

Extremando cautelas, orillando los peligros, desorientando a los posibles raptores, el padre Hernández llegaba a Roma con su inestimable depósito el 13 de febrero de 1586. El 1 de agosto partía de Génova por mar, llegando a Barcelona el 12. Sin embargo, el desembarco del cuerpo de Santa Leocadia tuvo lugar en Valencia.

Desde Cuenca el traslado hasta Toledo fue apoteósico. El monarca, el cardenal don Gaspar de Quiroga y el Cabildo toledano no regatearon ni previsiones ni gastos. Como Felipe II quería asistir con su real familia a la entrega oficial del glorioso cuerpo, tan difícilmente logrado, a la catedral de Toledo, hubo de demorarse la fecha de tan solemne acto hasta finales de abril de 1587.

En la relación de actos que en la ciudad se tuvieron en tan memorable día, los cronistas se hacen lenguas. El Cabildo y el Ayuntamiento competían en la erección de arcos y tribunas. El recibimiento tributado a la santa mártir por sus paisanos y por la muchedumbre de personas, llegadas de todas partes, rebasaba todo cuanto pudiera decirse.

Luego de haberse depositado la arqueta con las santas reliquias en un templete erigido en la basílica de Santa Leocadia, en la Vega, el domingo 26 de abril se verificó la solemne traslación. . Al llegar ante la fachada principal del templo primado, Felipe II puso sobre sus hombros uno de los brazos de la litera en que el santo cuerpo era transportado, mientras el heredero, don Felipe, sostenía un cordón a ella cogido. Detrás iba, ennobleciendo el lucido cortejo, la hermana del monarca, doña María de Austria, y la hija, Isabel Clara Eugenia, que con sus veinte años demostraba cómo había sido eficaz para su nacimiento otro traslado glorioso, el de San Eugenio, verificado con la misma suntuosidad el año 1565.

En la catedral el monarca hizo la entrega oficial del cuerpo al arzobispo, y ton él se incrementó notablemente el relicario de la Iglesia toledana.

Desde 1593 las veneradas reliquias reposan en una riquísima arca de plata, blanca y dorada, diseñada por Nicolás Vergara y confeccionada por el platero Merino. Custodiada durante el año en la grandiosa lipsacoteca denominada El Ochavo, juntamente con las demás reliquias que la catedral atesora, el 9 de diciembre es puesta sobre una carroza, revestida de terciopelo carmesí y adornada con ramos de laurel, y es procesionalmente paseada por todo el ámbito de la catedral, mientras la schola catedralicia, acompañada por los capitulares y prebendados, canta el himno procesional de la Santa.

En los ocho días siguientes el arca de las reliquias permanece expuesta en el altar de la capilla del Sagrario para que ante ella desfilen los toledanos y soliciten su valiosa intercesión, pues no sin motivo Santa Leocadia es la Patrona principal de la ciudad.

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Otros recursos en la red

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Recursos audiovisuales

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Evangelio del día: Un Bautismo de «conversión»

Evangelio del día: Un Bautismo de «conversión»

Marcos 1, 1-8. (Segundo) II Domingo del Tiempo de Adviento. Cristo inició una humanidad nueva, que viene «de Dios», pero al mismo tiempo germina en nuestra tierra, en la medida en que se deja fecundar por el Espíritu del Señor. Por tanto, se trata de entrar plenamente en la lógica de la fe: creer en Dios, en su designio de salvación, y al mismo tiempo comprometerse en la construcción de su reino.

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: «Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos», así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mi vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Isaías, Is 40, 1-5.9-11

Salmo: Sal 85(84), 9-14

Segunda lectura: Epístola II Carta de San Pedro, 2 Pe 3, 8-14

Oración introductoria

Jesús, qué alegría y qué don tener este tiempo de oración para poder estar contigo a solas. Quiero descubrirte y conocerte de modo más profundo. Quiero esperar en Ti más firmemente. Quiero amarte más. Solo Tú puedes darme estos dones.

Petición

Jesús, dame la gracia para que puedas permanecer siempre en mí.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

Desde hace una semana estamos viviendo el tiempo litúrgico de Adviento: tiempo de apertura al futuro de Dios, tiempo de preparación para la santa Navidad, cuando él, el Señor, que es la novedad absoluta, vino a habitar en medio de esta humanidad decaída para renovarla desde dentro. En la liturgia de Adviento resuena un mensaje lleno de esperanza, que invita a levantar la mirada al horizonte último, pero, al mismo tiempo, a reconocer en el presente los signos del Dios-con-nosotros.

En este segundo domingo de Adviento la Palabra de Dios asume el tono conmovedor del así llamado segundo Isaías, que a los israelitas, probados durante decenios de amargo exilio en Babilonia, les anunció finalmente la liberación: «Consolad, consolad a mi pueblo —dice el profeta en nombre de Dios—. Hablad al corazón de Jerusalén, decidle bien alto que ya ha cumplido su tribulación» (Is 40, 1-2). Esto es lo que quiere hacer el Señor en Adviento: hablar al corazón de su pueblo y, a través de él, a toda la humanidad, para anunciarle la salvación.

También hoy se eleva la voz de la Iglesia: «En el desierto preparadle un camino al Señor» (Is 40, 3). Para las poblaciones agotadas por la miseria y el hambre, para las multitudes de prófugos, para cuantos sufren graves y sistemáticas violaciones de sus derechos, la Iglesia se pone como centinela sobre el monte alto de la fe y anuncia: «Aquí está vuestro Dios. Mirad: Dios, el Señor, llega con fuerza» (Is 40, 11).

Este anuncio profético se realizó en Jesucristo. Él, con su predicación y después con su muerte y resurrección, cumplió las antiguas promesas, revelando una perspectiva más profunda y universal. Inauguró un éxodo ya no sólo terreno, histórico y como tal provisional, sino radical y definitivo: el paso del reino del mal al reino de Dios, del dominio del pecado y la muerte al del amor y la vida. Por tanto, la esperanza cristiana va más allá de la legítima esperanza de una liberación social y política, porque lo que Jesús inició es una humanidad nueva, que viene «de Dios», pero al mismo tiempo germina en nuestra tierra, en la medida en que se deja fecundar por el Espíritu del Señor. Por tanto, se trata de entrar plenamente en la lógica de la fe: creer en Dios, en su designio de salvación, y al mismo tiempo comprometerse en la construcción de su reino. En efecto, la justicia y la paz son un don de Dios, pero requieren hombres y mujeres que sean «tierra buena», dispuesta a acoger la buena semilla de su Palabra.

Primicia de esta nueva humanidad es Jesús, Hijo de Dios e hijo de María. Ella, la Virgen Madre, es el «camino» que Dios mismo se preparó para venir al mundo. Con toda su humildad, María camina a la cabeza del nuevo Israel en el éxodo de todo exilio, de toda opresión, de toda esclavitud moral y material, hacia «los nuevos cielos y la nueva tierra, en los que habita la justicia» (2 Pe 3, 13). A su intercesión materna encomendamos las esperanza de paz y de salvación de los hombres de nuestro tiempo.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del II Domingo de Adviento, 7 de diciembre de 2008

Propósito

Hacer una visita al Santísimo para agradecer a Cristo su amor.

Diálogo con Cristo

Qué hermoso saber que tengo un Padre que me ama y está cerca de mí, que se interesa por mi bien, y que me ha dado en Jesucristo el modelo de vida al que debo aspirar. Además, con la gracia de su Espíritu Santo, puedo tener la sabiduría y la fortaleza para responder con prontitud a su llamado. ¿Qué más puedo pedir? ¿Hay acaso un regalo mayor? Por eso quiero vivir con este lema: Hacer siempre lo que Dios quiera y para ello me propongo ser fiel a mis compromisos de vida espiritual.

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Evangelio en Catholic.net

Evangelio en Evangelio del día

Todo sobre el «Año de la vida consagrada»

Todo sobre el «Año de la vida consagrada»

En este artículo os comunicamos los sitios donde podéis estar bien informados sobre todos los aspectos del «Año de la vida consagrada».

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[Queridos hermanos y hermanas:]

En este espíritu de reconocimiento y de comunión, desearía haceros tres invitaciones, a fin de que podáis entrar plenamente por la «puerta de la fe» que está siempre abierta para nosotros (cf. Carta ap. Porta fidei, 1)…

Os invito en primer lugar a alimentar una fe capaz de iluminar vuestra vocación. Os exhorto por esto a hacer memoria, como en una peregrinación interior, del «primer amor» con el que el Señor Jesucristo caldeó vuestro corazón, no por nostalgia, sino para alimentar esa llama. Y para esto es necesario estar con Él, en el silencio de la adoración; y así volver a despertar la voluntad y la alegría de compartir la vida, las elecciones, la obediencia de fe, la bienaventuranza de los pobres, la radicalidad del amor. A partir siempre de nuevo de este encuentro de amor, dejáis cada cosa para estar con Él y poneros como Él al servicio de Dios y de los hermanos (cf. Exhort. ap. Vita consecrata, 1).

En segundo lugar os invito a una fe que sepa reconocer la sabiduría de la debilidad. En las alegrías y en las aflicciones del tiempo presente, cuando la dureza y el peso de la cruz se hacen notar, no dudéis de que la kenosi de Cristo es ya victoria pascual. Precisamente en la limitación y en la debilidad humana estamos llamados a vivir la conformación a Cristo, en una tensión totalizadora que anticipa, en la medida posible en el tiempo, la perfección escatológica (ib., 16). En las sociedades de la eficiencia y del éxito, vuestra vida, caracterizada por la «minoridad» y la debilidad de los pequeños, por la empatía con quienes carecen de voz, se convierte en un evangélico signo de contradicción.

Finalmente os invito a renovar la fe que os hace ser peregrinos hacia el futuro. Por su naturaleza, la vida consagrada es peregrinación del espíritu, en busca de un Rostro, que a veces se manifiesta y a veces se vela: «Faciem tuam, Domine, requiram» (Sal 26, 8). Que éste sea el anhelo constante de vuestro corazón, el criterio fundamental que orienta vuestro camino, tanto en los pequeños pasos cotidianos como en las decisiones más importantes. No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días; más bien revestíos de Jesucristo y portad las armas de la luz —como exhorta san Pablo (cf. Rm 13, 11-14)—, permaneciendo despiertos y vigilantes. San Cromacio de Aquileya escribía: «Que el Señor aleje de nosotros tal peligro para que jamás nos dejemos apesadumbrar por el sueño de la infidelidad; que nos conceda su gracia y su misericordia para que podamos velar siempre en la fidelidad a Él. En efecto, nuestra fidelidad puede velar en Cristo» (Sermón 32, 4).

Queridos hermanos y hermanas: la alegría de la vida consagrada pasa necesariamente por la participación en la Cruz de Cristo. Así fue para María Santísima. El suyo es el sufrimiento del corazón que se hace todo uno con el Corazón del Hijo de Dios, traspasado por amor. De aquella herida brota la luz de Dios, y también de los sufrimientos, de los sacrificios, del don de sí mismos que los consagrados viven por amor a Dios y a los demás se irradia la misma luz, que evangeliza a las gentes.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Homilía del sábado, 2 de febrero de 2013

Presentación del Señor con ocasión de la XVII Jornada de la Vida Consagrada

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Si quieres estar bien informado sobre el «Año de la vida consagrada»…

Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

Año de la Vida Consagrada en Aciprensa

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Cuento de Adviento

Cuento de Adviento

El comienzo del Adviento me ha traído a la memoria, una vez más, este cuento bien conocido…

Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.

Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía: «Martín, mañana Dios vendrá a verte». Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche…

Se levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó inmediatamente, lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le regaló unos zapatos.

Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de la sopa excelente que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus hijos y se los dio para que no pasaran más frío.

Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo.

—¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios… –se dijo el zapatero.

—Tengo sed –exclamó el borracho.

Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con los restos de la sopa del mediodía.

Cuando el borracho marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó: «Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestistes…Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hiciste…».

Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo…

El Adviento es la esperanza de la venida de Dios que de muchas formas nos visita.

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Blog Iglesia y Nueva Evangelización de Ramiro Pellitero Iglesias

El mejor regalo de Navidad

El mejor regalo de Navidad

En 1994, dos americanos respondieron a una invitación del Departamento de Educación Rusa, para enseñar moral y ética (basado en principios bíblicos) en las escuelas públicas. Fueron invitados a enseñar en prisiones, negocios, departamentos de bombero y policía, y en un inmenso orfanato. Alrededor de 100 niños y niñas que habían sido abandonados, abusados, y dejados en cargo de un programa del gobierno, estaban en este orfanato. Ellos relatan esta historia en sus propias palabras.

Se acercaban los días de fiestas Navideñas, 1994, tiempo para que nuestros huérfanos escucharan por primera vez, la historia tradicional de Navidad. Les contamos como María y José llegaron a Belén. No encontraron albergue en la posada y la pareja se fue a un establo, donde nació el niño Jesús y fue puesto en un pesebre.

Durante el relato de la historia, los niños y los trabajadores del orfanato estaban asombrados mientras escuchaban. Algunos estaban sentados al borde de sus taburetes, tratando de captar cada palabra. Terminando la historia, le dimos a los niños tres pequeños pedazos de cartulina para que construyeran un pesebre. A cada niño le dimos un pedazo de papel cuadrado cortados de unas servilletas amarillas, que yo había traído conmigo pues no habían servilletas de colores en la cuidad.

Siguiendo las instrucciones, los niños rasgaron el papel y colocaron las tiras con mucho cuidado en el pesebre. Pequeños pedazos de cuadros de franela, cortados de un viejo camisón de dormir que había desechado una señora Americana al irse de Rusia, fue usado para la frazada del bebé. Un bebé tipo muñeca fue cortado de una felpa color canela que habíamos traído de los Estados Unidos.

Los huérfanos estaban ocupados montando sus pesebres, mientras yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban ayuda. Parecía ir todo bien hasta que llegue a una de las mesas donde estaba sentado el pequeño Misha. Lucía tener alrededor de 6 años y ya había terminado su proyecto. Cuando miré en el pesebre de este pequeño, me sorprendió ver no uno, pero dos bebés en el pesebre. Enseguida llame al traductor para que le preguntara al chico porque habían dos bebés en el pesebre. Cruzando sus brazos y mirando a su pesebre ya terminado, empezó a repetir la historia muy seriamente.

Para ser un niño tan pequeño que solo había escuchado la historia de Navidad una vez, contó el relato con exactitud… hasta llegar a la parte donde María coloca el bebé en el pesebre. Entonces Misha empezó a agregar. Inventó su propio fin de la historia diciendo: «Y cuando María colocó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar donde ir. Yo le dije: «no tengo mamá y no tengo papá, así que no tengo donde quedarme». Entonces Jesús me dijo que me podía quedar con El. Pero le dije que no podía porque no tenía regalo para darle como habían hecho los demás. Pero tenía tantos deseos de quedarme con Jesús, que pensé que podría darle de regalo. Pensé que si lo pudiera mantenerle caliente, eso fuera un buen regalo. Le pregunté a Jesús: «¿Si te mantengo caliente, sería eso un buen regalo?». Y Jesús me dijo: «Si me mantienes caliente, ese sería el mejor regalo que me hayan dado». Así que me metí en el pesebre, y entonces Jesús me miró y me dijo que me podría quedar con El… para siempre».

Mientras el pequeño Misha termina su historia, sus ojos se desbordaban de lágrimas que les salpicaban por sus cachetes. Poniendo su mano sobre su cara bajo su cabeza hacia la mesa y sus hombros se estremecían mientras sollozaba y sollozaba.El pequeño huérfano había encontrado alguien quien nunca lo abandonaría o lo abusara, alguien quien se mantendría con el…PARA SIEMPRE. Gracias a Misha he aprendido que lo que cuenta, no es lo que uno tiene en su vida, si no, a quien uno tiene en su vida. No creo que lo ocurrido a Misha fuese imaginación. Creo que Jesús de veras le invitó a estar junto a El PARA SIEMPRE. Jesús hace esa invitación a todos, pero para escucharla hay que tener corazón de niño.

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Cuento anónimo, versión de Aciprensa

Adviento en Aciprensa

Un noviazgo que prepare para un feliz matrimonio

Un noviazgo que prepare para un feliz matrimonio

El noviazgo es una etapa maravillosa, llena de retos. Es una gran aventura, una travesía envuelta de ilusiones donde se aprende a querer y a ser querido. Aquí el corazón está inquieto, bulle como un volcán y qué mejor que aprovechar este momento tan especial y único para conocer al otro, para madurar los sentimientos, y crecer juntos.

Ahora bien, si reducimos este período en salir a bailar, a ir de en boliche en boliche, entre otras cosas, el día en que la pareja se cuestione la decisión de contraer matrimonio podrá sentir un gran vacío ya que cuando le llegue la hora de decir en el consentimiento matrimonial acepto por esposo/a a fulanito/a de tal en verdad no se tendrá ni el más mínimo conocimiento del otro en cuanto persona única e irrepetible, sino sólo un conocimiento volátil y superficial. En otras palabras, de lo dicho se deduce que podremos saber si me divierto con él o con ella, si me cae bien, si me gusta físicamente, pero casi no se podría decir nada más.

No resulta extraño, en este marco decir que es capital en el noviazgo la comunicación, y esto es algo, a lo cual no deberíamos restarle importancia. En primer lugar, hay que tener en cuenta que esta etapa es previa a un posible matrimonio y por tanto, no se debería descuidar la comunicación en lo que respecta a la propia intimidad, a los proyectos concernientes al matrimonio y familia, a los temas trascendentales de la vida, como indica Gerardo Castillo. Urge, así, hablar de los temas fundamentales de la vida, aquellos en los cuales tendrán que ponerse de acuerdo en la vida matrimonial. Es fundamental ir forjando un proyecto familiar, teniendo en cuenta que toda persona a lo largo del camino de la vida se fija metas a alcanzar, y éstas son las que le van guiando en su caminar así como lo es la rosa de los vientos para cualquier marinero. Por tanto, el proyecto familiar debe comenzar a formularse desde el noviazgo y luego, reformularse con el correr del tiempo. Es muy común observar en las parejas que dicho proyecto no se realiza explícitamente. Sin embargo, ello es muy útil hacerlo puesto que en muchas ocasiones se evitan contradicciones como puede ser el caso a la hora de ponerse de acuerdo en la forma de educar a los hijos.

Si dejamos volar nuestra imaginación, podemos ver al noviazgo como a un marinero en medio de altamar que al mirar al frente, sin ver nada más que agua, le provoca una sensación de inmensidad, donde se le hace sencillo soñar con grandes planes. Precisando un poco más, cabría decir, que soñar es bárbaro, fantástico, pero no hay que olvidar que los proyectos para que sean sólidos es fundamental que se construyan sobre roca, con madurez personal, de lo contrario se puede caer en el error de crearse una novela rosa. A su vez, no hay que perder de vista, como sostienen muchos autores, como es el caso de Gerardo Castillo (1998), que «una de las causas principales de las crisis conyugales en la actualidad es la inmadurez para el matrimonio. Es preocupante que muchos jóvenes contraigan matrimonio sin tener la capacidad y la preparación necesaria para esa nueva situación. Muchos no son concientes de las exigencias y responsabilidades de la vida conyugal». Veámoslo con el detenimiento necesario.

Como indica el autor mencionado, la madurez para el matrimonio está influenciada con un noviazgo bien llevado. De acuerdo a lo dicho, es capital descubrir el sentido y las cualidades del noviazgo. Ahora bien, ¿qué es el noviazgo?. Para comprenderlo en su profundidad, hay que entender en primera instancia qué es el matrimonio. Éste es una comunidad de vida y amor, es la unión de una con uno y para siempre. A su vez, no hay qué olvidar que tanto el matrimonio como la familia responden a una estructura natural de la persona, a la tendencia o inclinación natural del varón a la unión con la mujer y viceversa. Dicha inclinación natural es la ley natural sobre el matrimonio. Por tanto, no es fruto de un invento o capricho del hombre, y si éste se le ocurre transgredir dicha ley, el único perjudicado es él mismo, ya que se degrada como persona humana. A modo de ejemplo, es como si un pájaro decide un buen día nadar, ya que al observar a los peces, le resulta más aventurera su vida, pero ¿qué pasaría?, la respuesta es más que obvia, se moriría al instante, ¿no?.

Luego de dar una breve síntesis de lo que es el matrimonio pasaremos a lo que es el noviazgo. Como ya se dijo, éste es la preparación previa al matrimonio. Es recomendable que tenga una duración adecuada, para que los novios puedan conocerse mutuamente lo suficiente para luego decidir responsablemente si quieren contraer matrimonio o no. Como se recalcó varias veces, en el noviazgo hay una apertura al matrimonio, al menos como posibilidad. Pero si esto se excluye no hay lugar para hablar de noviazgo, sino que se trataría de otra cosa. Por esta razón, es muy común escuchar estoy saliendo con tal persona, aunque las manifestaciones de afecto no sean propias de amigos. Esta clase de relaciones no implica ningún compromiso por parte de ninguno de los dos, lo cual es un rasgo de inmadurez que tendrá que superarse para contraer matrimonio.

Por otra parte, el noviazgo se diferencia del matrimonio en que no es indisoluble, pero se asemejan en que en ambos la pareja se debe fidelidad. A su vez, cómo el noviazgo no es lo mismo que matrimonio los novios no deberían tener relaciones sexuales. Pero como todo en la vida tiene su fundamento, esto no es una orden producto de un conjunto de personas retrógradas. Éstas son un signo corporal de una donación total mutua, pero hay que tener en cuenta que no es propio del noviazgo la entrega total. Profundizando un poco más, cuando se dan relaciones íntimas en el noviazgo, no hay una tendencia a la donación total, a la unión, sino que uno se busca así mismo, no se supera el plano individual, sino que uno se mueve en el plano de la curiosidad, especialmente, en las primeras, y como consecuencia se utiliza al otro como un mero instrumento sexual. En pocas palabras, éste comportamiento encierra un gran egocentrismo. Para entender bien éste hecho, hay que comprender que el obrar sigue al ser, es decir que un matrimonio al tener relaciones manifiestan por medio de su obrar lo que son, una caro, una carne. A su vez, debido a que la persona es una unidad substancial, que es persona encarnada, y que el cuerpo está modalizado en dualidad, la persona encuentra en su cuerpo, el don sincero de sí mismo y la aceptación de la persona amada y la posibilidad de conformar una sóla carne.

En unas palabras, es en su misma carne donde la persona puede encontrarse íntimamente con otra para darse así mismo y acoger al otro. Mediante su cuerpo encuentra la dinámica comunicativa por excelencia. En suma, en el noviazgo no hay una entrega total, sino parcial, ya que la totalidad implica no reservarse nada, como por ejemplo la dimensión de la maternidad. Es decir, no habría una entrega total ni esencial (de acuerdo a lo dicho), ni existencial puesto que no se entregaría todas las facetas de la femineidad y masculinidad en toda su duración en el tiempo.

Con otras palabras, el tener relaciones íntimas en el noviazgo podría traducirse con estas simples palabras «me gustas mucho, me lo paso bomba contigo, me atraes un montón pero todavía no quiero entregarte mi vida entera». O sea, «estoy dispuesto a pasar una noche junto a ti, pero no me pidas nada más, en otras palabras, te entrego mi cuerpo, pero no mi vida». Ahora bien, hay una gran contradicción puesto que la entrega del cuerpo es la expresión de la entrega total de la persona, pero la persona o se entrega para siempre, para toda la vida, o de lo contrario no hay lugar para hablar de entrega. De acuerdo a todo lo dicho no se podría hablar de un verdadero amor, pues éste se caracteriza por ser incondicional, y en éste caso no lo es.

No quisiera terminar sin unas palabras de Gerardo Castillo, «El noviazgo sirve para que dos personas de distinto sexo desarrollen, progresivamente, la capacidad de comunicarse y la capacidad de quererse».

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Fuente en Aciprensa.

Bibliografía: Castillo, Gerardo (1998): Preparar a los hijos para la vida. Colecc. «Hacer Familia», n.16. Ediciones Palabra, Madrid.

Oraciones para el Adviento

Oraciones para el Adviento

La Navidad es algo más: nosotros vamos por este camino para encontrar al Señor. ¡La Navidad es un encuentro! Y caminamos para encontrarlo: encontrarlo con el corazón, con la vida; encontrarlo viviente, como es Él; encontrarlo con fe. Y no es fácil vivir con la fe. El Señor, en la palabra que hemos escuchado, se maravilló de este centurión: se maravilló de la fe que él tenía. Había emprendido un camino para encontrar al Señor, pero lo había hecho con fe. Por esto no solamente él ha encontrado al Señor, sino que ha sentido la alegría de ser encontrado por el Señor. Y este es precisamente el encuentro que queremos: ¡el encuentro de la fe! […]

Cuando solamente somos nosotros los que encontramos al Señor, somos nosotros — entre comillas, digámoslo — los dueños de este encuentro; pero cuando nos dejamos encontrar por Él, es Él que entra dentro de nosotros, es Él que renueva todo, porque ésta es la venida, aquello que significa cuando viene Cristo: renovar todo, renovar el corazón, el alma, la vida, la esperanza, el camino. ¡Nosotros estamos en camino con fe, con la fe de este centurión, para encontrar al Señor y principalmente para dejarnos encontrar por Él! […]

¡Corazón abierto, para que Él me encuentre! Y me diga aquello que Él quiera decirme, que no siempre es aquello que yo quiero que me diga! Él es el Señor y Él me dirá lo que tiene para mí, porque el Señor no nos mira a todos juntos, como a una masa. ¡No, no! Nos mira a cada uno en la cara, a los ojos, porque el amor no es un amor así, abstracto: ¡es amor concreto! De persona a persona: El Señor, persona, me mira a mí, persona. Dejarse encontrar por el Señor es justamente esto: ¡dejarse amar por el Señor! […]

En la oración al inicio de la misa hemos pedido la gracia de hacer este camino con algunas actitudes que nos ayuden. La perseverancia en la oración: rezar más. La laboriosidad en la caridad fraterna: acercarnos un poco más a quienes tienen necesidad. Y la alegría en la alabanza al Señor […].

Comenzamos este camino con la oración, la caridad y la alabanza, a corazón abierto, para que el Señor nos encuentre.

SS Francisco, Extracto de la Homilía en Santa Marta del 2 de diciembre de 2013.

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Colección de oraciones para el Adviento

I. La creación de la felicidad

1. Tu alegría insobornable

2. Ven, Señor, a salvarnos

3. Diez razones para la alegría

4. La alegría y la paz de Dios

II. El Adviento es soñador

1. El sueño

2. ¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!

3. Rebosar de amor

4. En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra

5. Señor, enséñame tus caminos (Sal 24)

6. Oración

III. El simbolismo de Juan Bautista

1. Allanad los caminos

2. Súplica a favor del testigo (Sal 71)

3. Para anunciar el Adviento

4. A tientas

5. Sensibilidad para apreciar los valores

 

* * *

 

Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén (So 3, 14)

* * *

 

La creación de la felicidad

En cierta ocasión se reunieron todos los dioses y decidieron crear al hombre y a la mujer. Y planearon hacerlo a su imagen y semejanza. Entonces uno de ellos dijo:

—Esperen; si vamos a hacerlos a nuestra imagen y semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, y una fuerza y una inteligencia iguales a las nuestras. Debemos pensar en algo que los diferencia de nosotros; de lo contrario, estaríamos creando nuevos dioses. Debemos quitarles algo; pero ¿qué les quitamos?

Después de mucho pensar, uno de ellos dijo: —¡Ya sé! Vamos a quitarles la felicidad. Aunque el problema va a ser dónde la escondemos para que no la encuentren jamás…

Propuso el primero: —Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.

A lo que inmediatamente repuso el segundo: — No, recuerda que les dimos fuerza; alguna vez alguien subirá y la encontrará; y si la encuentra uno, ya todos sabrán dónde está…

Luego propuso otro: — Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar.

Y otro replicó: — No, recuerda que les dimos inteligencia. Alguna vez alguien construirá una esquina por la que pueda entrar y bajar, y entonces la encontrará.

Otro más dijo: — Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra.

Y le dijeron: — No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien construirá una nave en la que puedan viajar a otros planetas, y la descubrirán; y entonces todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros.

Y el último de ellos era un dios que había permanecido en silencio escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás dioses. Tras analizar en silencio cada una de ellas, rompió el silencio y dijo: —Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la encuentren.

Todos se sorprendieron y preguntaron al unísono: — ¿Dónde?

— La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándola fuera que nunca la encontrarán.

Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así. El ser humano pasa su vida buscando la felicidad sin saber que la lleva consigo.

José Carlos Bermejo: Regálame la salud de un cuento

* * *

 

Tu alegría insobornable

Concédenos, Señor, tu alegría insobornable.
La diversión tiene precio y propaganda,
y sus mercaderes son expertos.
Se alquila la evasión fugaz
con sus rutas exóticas y vanas.
Se bebe el gozo con tarjetas de crédito
y se estruja como un vaso desechable.
Pero tu alegría no tiene precio,
ni podemos seducirla.
Es un don para ser acogido y regalado.

Concédenos, Señor, tu alegría sorprendente.
Más unida al perdón recibido
que a la perfección farisaica de las leyes.
Encontrada en la persecución por el Reino
más que en el aplauso de los jefes.
Crece al compartir lo mío con las otras
y se muere al acumular lo de los otros como mío.
Se ahonda al servir a los criados de la historia
más que ser servidos como maestros y señores.
Se multiplica al bajar con Jesús al abismo humano,
se diluye al trepar sobre cuerpos despojados.
Se renueva al apostar por el futuro inédito,
se agota al acaparar las cosechas del pasado.
Tu alegría es humilde y paciente
y camina de la mano de los pobres.

Concédenos, Señor, la “perfecta alegría”.
La que mana como una resurrección fresca
entre escombros de proyectos fracasados.
La que no logra desalojar de los pobres
ni la cárcel de los sistemas sociales
ni los edictos arbitrarios de los amos.
La decepción más honda y golpeada
no puede blindarnos para siempre
contra su iniciativa inagotable.
Tu alegría es perseguida y golpeada
pero es inmortal desde tu Pascua.

Concédenos, Señor, la sencilla alegría.
La que es hermanas de las cosas pequeñas,
de los encuentros cotidianos y de las rutinas necesarias.
La que se mueve libre entre los grandes,
sin uniforme ni gestos entrenados, como brisa sin amo ni codicia.
Tu alegría es confiada y veraz,
ve la más pequeña criatura amada por ti,
con un puesto en tu corazón y tu proyecto.

Benjamín González Buelta, SJ

* * *

 

Ven, Señor, a salvarnos

Necesitamos, sí, tu salvación,
porque sólo un Dios puede salvarnos.
El progreso científico-técnico nos enriquece,
pero nada más.
El consumo nos engorda, pero nos deja vacíos.
Los sabios y los líderes nos asombran,
pero no nos cambian.
Los artistas y los famosos nos entretienen,
también nos aburren.
No son nuestros salvadores.
Y tampoco nos salvan los políticos,
los militares, banqueros y periodistas,
los tecnócratas y deportistas,
y tampoco los maestros o gurúes o los eclesiásticos.

Sólo un Dios puede salvarnos:
de la tristeza, des desencanto, del desamor.
Sólo un Dios puede salvar al mundo
de sus cegueras y sus crueldades,
de sus cadenas y sus miserias,
de todas sus profundas llagas.
¡Ven, Señor, a salvarnos!

Salva a los oprimidos que esperan justicia,
a los hambrientos que sueñan con el pan,
a los cautivos que no ven el día de su libertad.
Ven, Señor, a abrir los ojos de los ciegos,
a enderezar a los que se doblan,
a guardar a los emigrantes,
a sustentar a los que desfallecen.

Ven, Señor. Pero Dios viene siempre.
Dios ya ha venido.
Vino Dios a salvarnos, e hizo algo más,
hizo de nosotros salvadores.
Somos un dios en pequeño.
Sed lo que sois, cristianos.
Cada miseria es un compromiso.
Hijos de Dios, salvad, por favor al mundo.

* * *

 

Diez razones para la alegría

La cristiana se alegra:

1. Porque se siente inmensamente amada

2. Porque ha dado sentido a su vida, que no es otro que el amor

3. Porque nunca se siente sola. Vive siempre el gozo de la comunión, tanto hacia dentro —íntima comunión divina— como hacia fuera —gozosa comunión con los hermanos—

4. Porque ya no teme nada. Sabe que está en buenas manos, y se siente enteramente y constantemente protegida.

5. Porque asegura el cumplimiento de su esperanza y deseos. Sabe de quién se fía.

6. Porque se siente salvada. Posee ya las arras del Espíritu, “que a vida eterna sabe”.

7. Porque convierte su trabajo en vocación.

8. Porque puede iluminar sus relaciones oscuras, como el sufrimiento, la limitación y el fracaso. Todo lo relativiza, con gran sentido del humor.

9. Porque está segura que nada, ni sus pecados, le apartarán de su Absoluto, de su Amor. Por eso, sabe reírse de sí misma.

10. Porque, gracias a Cristo, incluso la muerte se le convierte en Pascua. Es por eso la persona de mayor esperanza.

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La alegría y la paz de Dios

Estad alegres. La paz de Dios custodiará vuestros corazones (Flp 4, 7)

La paz de Dios consolida nuestra confianza básica,
nos infunde tenacidad y coraje,
temple y arrojo para llegar lejos
sin perder altura de miras.

La alegría y la paz de Dios

La paz de Dios afianza y dinamiza nuestra voluntad
es paciente para sostener y resistir,
es impaciente para resignarse y consolarse,
regula y dirige nuestro esfuerzo.

La alegría y la paz de Dios

La paz de Dios atempera nuestro ímpetu vehemente
para que no atropelle y desbarate.
Encauza nuestra pasión cegada
para que no se desvíe y se pierda.

La alegría y la paz de Dios

La paz de Dios nos moviliza y nos da aplomo,
nos pone en marcha y nos modera,
sopla viento en nuestras velas
y echa el ancla cuando es preciso.

La alegría y la paz de Dios

Joaquín Suárez

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Mirad que llegan días —oráculo del Señor—, en que cumpliré la promesa que hice
a la casa de Israel y a la casa de Judá (Jr 33, 14).

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El Adviento es soñador

He tenido un sueño….

Soñé que un día las naciones de la tierra escuchaban el clamor desgarrado de los pobres de la tierra. De repente, se les abrieron los oídos y sus corazones se estremecieron ante tanto sufrimiento, sus ojos se abrieron para contemplar los millones de hermanos que morían cerca, muy cerca de ellos y al ver sus rostros demacrados y al cruzarse su mirada con aquellos ojos enormes, silenciosos, océanos de sufrimiento y humillaciones incontables, sintieron que eran carne de su carne y sangre de su sangre.

Y se reunieron, alrededor de una inmensa mesa redonda, representantes de todos los pueblos, tribus, razas y naciones. Y todos eran iguales. No hubo muchas palabras, ni discursos; al mirarse a los ojos, comprendieron que el mundo no podía seguir así y estrecharon sus manos y anudaron sus brazos en una inmensa cadena de solidaridad fraterna.

E hicieron un pacto de no agresión y de amistad, que sellaron con pan y con vino; y nunca el pan les supo tan sabrosos, ni el vino tan embriagador.

Y un día convenido, una gran luminaria se encendió sobre la tierra: en una pira inmensa quemaron los cañones, las pistolas, los fusiles, obuses, misiles y lanzaderas, y fundieron el hierro, con el que hicieron tractores…. Y de nuevo se sentaron alrededor de la mesa redonda para repartir equitativamente los bienes de la tierra, de forma que ya no existiera más hambre, ni paro, ni injusticia.

* * *

 

El sueño

Una vez, en un el lugar más hermoso del universo, vivía un niño llamado Sueño, el cual anhelaba crecer y conocer otros mundos.

Sueño se entretenía por allá arriba, por las nubes, jugando y jugando todo el día.

Un día, Sueño, se dio cuenta de que él no crecía como crecían sus amigos; además empezó a sentirse muy débil y, poco a poco, perdió sus ganas de jugar.

De pronto, llegó un mensajero que llevaba consigo un maletín muy especial, el cual contenía alimentos para fortalecer y hacer crecer a Sueño.

Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó, Sueño empezó a sentirse mejor y mejor, ya que cada día aquel mensajero lo alimentaba con aquellos manjares. Muchos caldos de constancia con fuerza, platos muy nutritivos de voluntad y trabajo, postres hechos a base de paciencia, fantásticos jugos hechos con decisión…. y, lo más importante, tratándolo con mucha confianza.

Sueño creció y creció y llegó a dejar de ser Sueño para convertirse en Meta, y claro que siguió jugando, pero ya no por las nubes, sino aquí en la tierra, conociendo cada vez más mundos, como la felicidad y la satisfacción. Y un buen día Meta dejó de ser Meta y se transformó en Realidad.

«Regálame la salud de un cuento». Sal Térrea.

* * *

 

¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!

Yo no soy un Buda feliz
que arrancó la raíz de los deseos.

Yo soy el amigo que dice: Ven.

Yo soy la novia que grita: Ven.

Yo soy la madre que espera: Ven.

El mundo lucha y evoluciona.
Es la historia que está de parto,
que ha sido fecundada por el Espíritu,
que prepara la llegada del hijo nuevo.
El Adviento.

Los trabajos del científico y del obrero,
las luchas del guerrillero
y del no-violento,
los desvelos de los padres y los líderes,
los sufrimientos
de los enfermos marginados
cantan a coro: Ven.

Las ilusiones de los niños,
las esperanzas del joven,
el tedio de los ancianos,
el canto de los que triunfan
y el llanto de los caídos
no dejan de repetir: Ven.

Un Adviento creciente,
hijo de la esperanza y la paciencia,
padre de la ilusión y del esfuerzo.
Una fuente secreta
y un murmullo repetido,
orquestado por el Espíritu:
¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!

* * *

 

Rebosar de amor

Que el Señor os come y os haga rebosar de amor (1 Tes 3, 12)

Que el Señor nos colme de su amor
hasta saciarnos y más.
Nos llene de amor mutuo y de amor universal.
Y nos haga rebosar.

Rebosar de amor

Que el Señor nos colme
de buenos sentimientos y palabras afectuosas,
capaces de llegar al corazón
y conmover las entrañas.
Y nos haga rebosar.

Rebosar de amor

Que el señor nos colme
de sensibilidad al dolor ajeno
y conciencia lúcida y avispada
para salir al encuentro del mal.
Y nos haga rebosar.

Rebosar de amor

Que el Señor nos colme
de actitudes cordiales y bondad tangible.
Un amor solidario, traducido
en gestos altruista, en acciones humanitarias.
Y nos haga rebosar.

Rebosar de amor

Joaquín Suárez

* * *

 

En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra

Cristo trae esperanza a todos los que la han perdido.
Luz a todos los que viven en la oscuridad.
Justicia a quienes viven bajo el yugo de la opresión.
Él viene como salvación para todos.
¿Te dice algo todo esto?
¿Sientes dentro de ti la necesidad de gritar, con todas tus fuerzas “Ven Señor”?
Si no lo sientes, tal vez sea porque el lugar que debe ocupar Dios en tu vida de cristiana,
esté ocupado ya y esperas luz, salvación, justicia…. de otros dioses a quienes das culto:
el dinero, la comodidad, el consumismo…
o porque no te preocupa demasiado que haya en el mundo
marginados, víctimas de la guerra, estructuras injustas de poder…
El Señor está cerca… Él viene… ya está ahí…
Pero sólo para quienes lo esperan ansiosamente.

* * *

 

Señor, enséñame tus caminos (Sal 24)

A ti, Señor, levanto mi alma.
No te pido que me escuches,
porque todo está abierto a tu presencia,
porque tienes tu oído pegado a mi corazón
y oyes el flujo de mi vida
y escuchas hasta mis silencios.
Sólo pido que yo sepa escucharte.

No te pido que me enseñes tus caminos,
porque ya los has enseñado maravillosamente.
Tus caminos están abiertos ante mí
y están perfectamente señalizados.
Sólo te pido que mis pasos
no se desvíen ni un milímetro de tus caminos.
Ayúdame a recorrer los caminos que me has enseñado,
el Camino que me has regalado.

No es camino de estrellas, ni de leyes ni de libros,
es un camino de carne.
Es un camino cimentado en el amor,
asfaltado por la misericordia,
señalizado por el servicio y la entrega.
Tu Camino es el Hijo del amor y la misericordia.
Tu Camino son los hijos necesitados
del amor y la misericordia.
Que yo sepa andar por tus caminos,
despacito y vigilante,
para no dejar pasar ninguna de sus señales,
para llenarme y derramarme
en amor y misericordia.

* * *

 

Oración

Señor, Jesús, al comenzar este tiempo de Adviento, ponemos en ti nuestra confianza. Fortalece nuestra esperanza para saber descubrirte ya presente entre nosotros. Despiértanos de nuestros sueños y levántanos de nuestras pasividades e indiferencias.

Haz, Señor, que este Adviento nos empuje hacia ti; nos ayude a vivir centradas en tu Hijo Jesucristo. Que sea un tiempo de salvación. Un tiempo de encuentro y de conversión.

A pesar de dificultades y contratiempos seguimos confiando. Tu presencia entre nosotros nos ilumina y fortalece en el camino de la fe.

Te esperamos y salimos a tu encuentro, pues Tú eres nuestra esperanza.

Revista «Dabar»

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El simbolismo de Juan Bautista

Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos (Lc 3, 5)

La importancia que tiene el Bautista en Adviento le viene no sólo a título personal, sino por todo lo que representa. El Bautista es el último eslabón de la economía antigua. Representa a Moisés y a todos los profetas. Por eso su testimonio es tan importante. En su boca se condensa todo el testimonio del Antiguo Testamento a favor del Nuevo. Él es el último eslabón de los testigos de la luz. Pero le ha llegado su tiempo de ser dejado atrás por aquel que se pone delante.

El Bautista nos repetirá hasta la saciedad “Yo no soy”. Yo no soy el Cristo, no soy Elías, no soy el profeta, no soy la luz. Esta es la naturaleza del testigo. No importa quién sea. Es sólo una voz sin rostro, sin nombre. Lo único que importa es el contenido es el contenido de su mensaje. La voz es efímera, pasa y se pierde en el espacio. Sólo queda la palabra. Pero Juan no es la palabra, es sólo la voz.

Es la verdadera naturaleza de todo testigo de Cristo. “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (2 Co 4, 5). Todo testigo de Cristo descubre en la persona del Bautista la fuente del verdadero gozo.

Juan Manuel Martían-Moreno: «Personajes del cuarto evangelio».

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Allanad los caminos

Allanad los caminos.
Allanad, sí, todos los caminos de la tierra
porque el Señor está cerca.
El vendrá y llenará de esperanza
a quienes la perdieron
Vendrá en la noche para ser luz.
Vendrá para acompañar a los cansados,
a los eternos desilusionados.
Ya pueden cantar victoria
quienes se creían abandonados.
Ya está el Salvador a la puerta.

Allanad los caminos.
Abrid caminos de esperanza,
quienes pasáis por este mundo
sin encontrar sentido a la vida.
Allanad los senderos, porque él vendrá.
Vendrá como rocío mañanero.
Rasgará los corazones de piedra
y ablandará la dureza
de nuestra tierra seca.
Vendrá el Señor, no tardará.
Esperadlo en el umbral de vuestra casa,
porque sin hacer ruido vendrá
y lo inundará todo con su amor.

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Súplica a favor del testigo (Sal 71)

Inunda, oh Dios, con el torrente de tu audacia
a la persona llamada a ser tu testigo:
que su compromiso a favor de los pobres
y su estar al lado del necesitado y desvalido
ayuden a desvelar tu imagen
de un Dios que aborrece toda iniquidad;

que la experiencia de tu amor en su vida
sea como lluvia y rocío
que hagan fértil la tierra baldía de nuestras desesperanzas;
que la paz de su corazón y de sus palabras
hagan posible el abrazo de todas las ideas y creencias;
y que nos ayude a comprender que el único enemigo del ser humano
es el que niega o hace imposible al hermano
su vocación de amor universal.

Caigan rendidos ante la fuerza de su testimonio
quienes defendían la necesidad de la guerra
e incrementaban el poder de las armas aniquiladoras;
que los poderosos de este mundo alcancen a ver en él
que todo poder es corrupción
cuando no es servicio desinteresado.
Pues la vida de un desheredado es más valiosa a tus ojos,
Señor, que todas las culturas y civilizaciones
que se sostienen a costa de la miseria de muchos.

¡Jamás nos falte un testigo de tu amor!
Sólo él /ella nos hará abundar en la perfecta alegría,
porque cambiará nuestros cultivos de egoísmo
en campos ubérrimos de comunión y amistad;
sólo él conseguirá que sea bendición
la maldición de mutua desconfianza
que hoy pesa sobre el ser humano;
sólo él, porque aceptó, con el sacrificio de su vida,
ser sendero de Dios entre los hombres y mujeres:
aurora de un mundo nuevo bajo el signo de la fraternidad.

¡Bendito el Dios de rostro humano,
único que lleva al ser humano al gozo de ser su testigo!
¡Bendito el Dios que nos envía signos clarividentes
de su amor hecho carne, presencia, riesgo!
¡Bendito el Dios que consagra los pasos de sus elegidos
con el cuenco abundante de la esperanza
que derriba todo muro de lo imposible!

La tierra estrenará nuevo taje de fiesta
allí donde los oídos se abran
a la palabra hecha carne del testigo de Dios.

Antonio López Baeza

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Para anunciar el Adviento

Este es el tiempo de la espera, del anhelo y la ilusión.
Es un tiempo de ojos abiertos,
de miradas largas como el horizonte
y de pasos ligeros por oteros y valles.

Es el tiempo de las salas de espera,
de los sueños buenos que soñamos
y de los embarazos de vida.

Es tiempo de anuncios, pregones y sobresaltos;
de vigías, centinelas y carteros,
de trovadores y profetas.

Es tiempo de luces y coronas,
de puertas y ventanas entreabiertas,
de susurros, sendas y parteras.

Es tiempo de pobres y emigrantes,
de cadenas y cárceles rotas
y de hojas con buenas noticias.

Es el tiempo de Isaías, Juan Bautista y María;
y de José, quitando fantasmas,
embarcado en la aventura
y pasando las noches en claro.

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A tientas

Esperar,
cuando una se adentra en la madurez de la vida,
o lleva años afirmando y regando el jardín de sus flores y seguridades,
no consiste en soñar, ni en volar,
ni adentrarse en un mundo de ilusiones,
ni en quitar las hierbas malas,
ni en dar respuesta a todos los interrogantes,
ni en tener una estructura lógica y razonable en la que apoyarse…

Esperar, hoy, Señor
es andar a tientas, tanto de día como de noche,
entre sombras y luces, bullicios y silencios
—que velan, desvelan, confunden y alertan—
e intentar, con los sentidos cansados,
olerte, oírte, verte, tocarte y besarte en tus mediaciones.
Y alegrarse de estar aquí así, a tientas.

F. Ulibarri: Al viento del Espíritu.

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Sensibilidad para apreciar los valores

Qué vuestra comunidad de amor siga creciendo en sensibilidad
para apreciar los valores (Flp. 1,9-10)

Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad

Sensibilidad para apreciar los valores.

Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
en aquel conocimiento que nos hace comprensivas,
en aquel buen sentido que nos hace prudentes,
en aquella conciencia que nos hace honradas.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad

Sensibilidad para apreciar los valores.

Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
en la profundidad del océano divino,
en la superficie de la ternura,
en la densidad de la contemplación.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad

Sensibilidad para apreciar los valores.

Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
por dentro y hacia fuera, madure y fructifique,
se explicite en actitudes definidas,
se materialice en acciones concretas.
Que nuestra comunidad de amor siga creciendo
y ensanchando los círculos de afecto
hasta llegar del centro a las orillas,
en oleadas sucesivas de amistad y fraternidad.
Así seguiremos creciendo en sensibilidad

Sensibilidad para apreciar los valores.

Joaquín Suárez.

Puedes descargarte estos tres grupos de oraciones en los siguientes enlaces:
primera parte, segunda parte, tercera parte.