Evangelio del día: Y tú… ¿abrirás tu casa al Rey?

Evangelio del día: Y tú… ¿abrirás tu casa al Rey?

Marcos 13, 33-37. Primer domingo del Tiempo de Adviento. Comienzo del Año Litúrgico: ciclo B. ¡El horizonte de la esperanza! El tiempo de Adviento que hoy nuevamente comenzamos nos devuelve el horizonte de la esperanza: una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios; una esperanza que no decepciona, sencillamente porque el Señor no decepciona jamás. ¡Él es fiel! ¡Él no decepciona! ¡Pensemos y sintamos esta belleza!

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado y estén prevenidos porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: «¡Estén prevenidos!»».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de Isaías, Is 63, 16b-17.19b; 64, 2b-7

Salmo: Sal 80(79), 2ac.3b.15-16.18-19

Segunda lectura: Carta I de San Pablo a los Corintios, 1 Cor 1, 3-9

Oración introductoria

Señor, gracias por este tiempo del Adviento que me ayuda a prepararme espiritual y apostólicamente al gran acontecimiento de la Navidad. Permite que esta meditación me descubra los medios de perseverancia en lo que tengo que poner más atención.

Petición

¡Ven, Señor, no tardes! ¡Ven que te esperamos! ¡Ven pronto Señor!

Meditación del Santo Padre Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Comenzamos hoy, primer domingo de Adviento, un nuevo año litúrgico, es decir un nuevo camino del Pueblo de Dios con Jesucristo, nuestro Pastor, que nos guía en la historia hacia la realización del Reino de Dios. Por ello este día tiene un atractivo especial, nos hace experimentar un sentimiento profundo del sentido de la historia. Redescubrimos la belleza de estar todos en camino: la Iglesia, con su vocación y misión, y toda la humanidad, los pueblos, las civilizaciones, las culturas, todos en camino a través de los senderos del tiempo.

¿En camino hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Y cuál es esta meta? El Señor nos responde a través del profeta Isaías, y dice así: «En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor, en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas. Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas»» (2, 2-3). Esto es lo que dice Isaías acerca de la meta hacia la que nos dirigimos. Es una peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén, donde surge el templo del Señor, porque desde allí, de Jerusalén, ha venido la revelación del rostro de Dios y de su ley. La revelación ha encontrado su realización en Jesucristo, y Él mismo, el Verbo hecho carne, se ha convertido en el «templo del Señor»: es Él la guía y al mismo tiempo la meta de nuestra peregrinación, de la peregrinación de todo el Pueblo de Dios; y bajo su luz también los demás pueblos pueden caminar hacia el Reino de la justicia, hacia el Reino de la paz. Dice de nuevo el profeta: «De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra» (2, 4).

Me permito repetir esto que dice el profeta, escuchad bien: «De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra». ¿Pero cuándo sucederá esto? Qué hermoso día será ese en el que las armas sean desmontadas, para transformarse en instrumentos de trabajo. ¡Qué hermoso día será ése! ¡Y esto es posible! Apostemos por la esperanza, la esperanza de la paz. Y será posible.

Este camino no se acaba nunca. Así como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de comenzar de nuevo, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Es ese el horizonte para hacer un buen camino. El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. Una esperanza que no decepciona, sencillamente porque el Señor no decepciona jamás. ¡Él es fiel!, ¡Él no decepciona! ¡Pensemos y sintamos esta belleza!

El modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida, es la Virgen María. Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en el corazón toda la esperanza de Dios. En su seno, la esperanza de Dios se hizo carne, se hizo hombre, se hizo historia: Jesucristo. Su Magníficat es el cántico del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y mujeres que esperan en Dios, en el poder de su misericordia. Dejémonos guiar por Ella, que es madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar por Ella en este tiempo de espera y de vigilancia activa.

Santo Padre Francisco

Ángelus del I Domingo de Adviento, 1 de diciembre de 2013

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

La Iglesia empieza hoy un nuevo Año litúrgico […]. El primer tiempo de este itinerario es el Adviento, formado, en el Rito Romano, por las cuatro semanas que preceden a la Navidad del Señor, esto es, el misterio de la Encarnación. La palabra «adviento» significa «llegada» o «presencia». En el mundo antiguo indicaba la visita del rey o del emperador a una provincia; en el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Dios, a su presencia en el mundo; un misterio que envuelve por entero el cosmos y la historia, pero que conoce dos momentos culminantes: la primera y la segunda venida de Cristo. La primera es precisamente la Encarnación; la segunda el retorno glorioso al final de los tiempos. Estos dos momentos, que cronológicamente son distantes —y no se nos es dado saber cuánto—, en profundidad se tocan, porque con su muerte y resurrección Jesús ya ha realizado esa transformación del hombre y del cosmos que es la meta final de la creación. Pero antes del fin, es necesario que el Evangelio se proclame a todas las naciones, dice Jesús en el Evangelio de san Marcos (cf. 13, 10). La venida del Señor continúa; el mundo debe ser penetrado por su presencia. Y esta venida permanente del Señor en el anuncio del Evangelio requiere continuamente nuestra colaboración; y la Iglesia, que es como la Novia, la Esposa prometida del Cordero de Dios crucificado y resucitado (cf. Ap 21, 9), en comunión con su Señor colabora en esta venida del Señor, en la que ya comienza su retorno glorioso.

A esto nos llama hoy la Palabra de Dios, trazando la línea de conducta a seguir para estar preparados para la venida del Señor. En el Evangelio de Lucas, Jesús dice a los discípulos: «Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y la inquietudes de la vida… Estad despiertos en todo tiempo, rogando» (Lc 21, 34.36). Por lo tanto, sobriedad y oración. Y el apóstol Pablo añade la invitación a «crecer y rebosar en el amor» entre nosotros y hacia todos, para que se afiancen nuestros corazones y sean irreprensibles en la santidad (cf. 1 Ts 3, 12-13). En medio de las agitaciones del mundo, o los desiertos de la indiferencia y del materialismo, los cristianos acogen de Dios la salvación y la testimonian con un modo distinto de vivir, como una ciudad situada encima de un monte. «En aquellos días —anuncia el profeta Jeremías— Jerusalén vivirá tranquila y será llamada «El Señor es nuestra justicia»» (33, 16). La comunidad de los creyentes es signo del amor de Dios, de su justicia que está ya presente y operante en la historia, pero que aún no se ha realizado plenamente y, por ello, siempre hay que esperarla, invocarla, buscarla con paciencia y valor.

La Virgen María encarna perfectamente el espíritu de Adviento, hecho de escucha de Dios, de deseo profundo de hacer su voluntad, de alegre servicio al prójimo. Dejémonos guiar por ella, a fin de que el Dios que viene no nos encuentre cerrados o distraídos, sino que pueda, en cada uno de nosotros, extender un poco su reino de amor, de justicia y de paz.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del I Domingo de Adviento, 2 de diciembre de 2012

Propósito

¡Ojalá que le abramos la puerta y le dejemos entrar a nuestra casa esta Navidad! Tenemos cuatro semanas de Adviento para preparar nuestra alma.

Diálogo con Cristo

Señor Jesús, al iniciar la andadura de un nuevo Año Litúrgico me pongo alerta sobre la necesidad de vivir siempre en vela, esperando que vengas en cualquier momento. Aquí me tienes, dispuesto a recibirte hoy en la comunión, preparándome para tu venida en Navidad, orientando toda mi vida para el encuentro definitivo contigo en el umbral de la eternidad. Tú, mi amigo, serás mi juez.

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Evangelio en Catholic.net

Evangelio en Evangelio del día

Dinámica de Adviento para Confirmación: Navegando en tu corazón

Dinámica de Adviento para Confirmación: Navegando en tu corazón

El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?

Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía. Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que esta proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo. La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (…) el NiñoDios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos.

Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero también tan sólo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo (…).

SS Benedicto XVI: El sentido del Adviento
(palabras dichas cuando aún era Cardenal).
 

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Para el tiempo de Adviento, os presentamos esta dinámica de catequesis para niños de Educación Primaria «Navegando en tu corazón», especialmente para aquellos que preparan su Primera Comunión, gentileza del blog Reflejos de luz, de las HH. Agustinas Misioneras.

 

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Primera semana

Un reto asequible

Desde el corazón

Segunda semana

Buenas noticias

Desde el corazón

Tercera semana

La figurita de plástico

Desde el corazón

Cuarta semana

En tierra extraña

Desde el corazón

Desde el corazón

Desde el corazón

 

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Primera semana

 

Un reto asequible

Le gustaba asomarse al abismo. Desde lo alto de la montaña contemplaba fascinado el acantilado. En su interior se mezclaba una poderosa atracción con un sentimiento de miedo. El abismo le atraía con una fuerza tremenda, solo proporcional al temor que le suscitaba.

No era la primera vez que subía a esa montaña. En realidad, lo hacía a menudo. Buscaba un remanso de paz, lejos de todos los ruidos que perturbaban su reflexión. Allí, en lo alto, después de un agotador ascenso, nada le distraía y se encontraba consigo mismo, aunque no siempre resultara una compañía agradable.

Hacía tiempo que no emprendía el ascenso a la cima. Muchos proyectos y preocupaciones se habían agolpado en su agenda. Cuantas más tareas se le acumulaban, más difícil resultaba encontrar un momento de respiro. Estaba saturado. Necesitaba serenarse.

El susurro del viento de la cima era una melodía que le resultaba familiar; un canto sin letra cuyo significado conocía perfectamente: era la llamada del abismo. Era el de siempre —aguardaba frente a él amenazador— pero, al mismo tiempo, era distinto. Eso era precisamente lo que a Daniel le fascinaba.

navegando-en-tu-corazon-inf-01La tenue frontera entre el suelo de la montaña y el vacío del acantilado se mantenía imperturbable. Apenas se podía detectar algún cambio significativo. A pesar de que la línea de división siempre fuera la misma, los espacios que separaba había cambiado; esa línea distinguía dos mundos que se transformaban con el paso del tiempo: el territorio de sus seguridades y el de lo novedoso.

En el primero, Daniel se sentía protegido. Había conquistado palmo a palmo un espacio de tranquilidad, construido a base de certezas y eliminando toda incertidumbre. Era el mundo de lo conocido, de lo experimentado, la senda que podía ser transitada sin dificultad.

Pero existía otro territorio, otro espacio. Se trataba de lo nuevo, de lo que está por descubrir; o lo que todavía no existe y, desde su silencio, reclama a un creador que le dé forma. Ante ese mundo, Daniel sentía miedo. Era el miedo de la responsabilidad, de la indecisión; era el temor que suscita el misterio, lo que todavía está por conocer.

Su experiencia le demostraba que es mundo enigmático no era alfo impenetrable, monolítico, estático. Había comprobado cómo lo que tiempo atrás resultaba un territorio por explorar, una tierra nueva por conocer, tras luchas y vicisitudes, se convertía en un espacio familiar, colonizado, seguro.

Sin embargo, aunque el paisaje pudiera variar, el temor a lo nuevo permanecía. El abismo nunca desaparecía. Permanecía inalterable como un océano de imprevisión y emergía una vez más anunciando nuevas fronteras, nuevos horizontes, nuevos territorios.

Si el abismo sobrevenía a los cambios, la angustia que le acompañaba, también. Allí estaba. No se desvanecía con el paso del tiempo. Seguía viva y le empujaba a salir del refugio de sus seguridades, a traspasar la frontera y adentrarse en lo desconocido.

Mil veces se había prometido a sí mismo renunciar al riesgo y a la aventura constante. Había hecho el propósito de no internarse nunca más en los espacios vacíos que se hallan a l otro lado del abismo. Tenía que instalarse definitivamente en tierra firme y cesar en su empeño de surcar nuevos mares. Sin embargo, era incapaz. Una fuerza mayor que él le arrastraba hacia las nuevas fronteras. Lo conocido le hastiaba. Lo nuevo, aunque le aterrase, le seducía con una fuerza irresistible.

De su interior surgía una necesidad que era superior a su miedo. Pero, ¿cómo lanzarse solo a tal empresa? ¿Quién sería su cómplice? ¿Quién se atrevería a cometer semejante temeridad?

Daniel tenía miedo a sentirse decepcionado. Era demasiado celoso de sus proyectos. Temía que otros se apropiaran de ellos o que malgastaran irresponsablemente los resultados que tanto había costado lograr. La presencia de unos posibles compañeros de exploración era un auténtico riesgo que no estaba seguro de estar dispuesto a asumir.

Tal vez este fuera su gran reto, atreverse a no cruzar solo el abismo y aventurarse a construir ese espacio nuevo en compañía de otros que le sirvieran de puente para cruzar las aguas turbulentas de lo desconocido, pero que a su vez él fuera también un puente para ellos que les permitiera participar en un proyecto arriesgado y fascinante.

Ante el abismo, Daniel sintió que tenía que dar un paso. La desconfianza no le conducía a ninguna parte. Tenía que arriesgarse, fiarse de sí mismo, de la vida, del futuro, de los demás. De lo contrario se exponía a convertirse en una estatua humana, asentada firmemente en una posición elevada, ajena a todo peligro, pero sin vida. Daniel tomó su teléfono móvil y empezó a teclear un número que no había olvidado.

 

«La confianza, como el arte, nunca nace de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas las preguntas».

(Earl Gray Stevens)

 

1. Comenta el significado de esta frase: La confianza, como el arte, nunca nace de tener todas las respuestas, sino de estar abierto a todas las preguntas (Earl Gray Stevens)

2. ¿Te gusta asumir retos? ¿Te dan miedo los cambios?

3. Describe una situación de incertidumbre.

4. ¿Por qué nos cuesta fiarnos de los demás?

5. ¿Confías en ti mismo? ¿Por qué?

6. ¿Te da miedo del futuro? ¿Por qué?

7. ¿Qué diferencia hay entre la confianza y la seguridad?

 

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navegando-en-tu-corazon-inf-02Desde el corazón

Desde el corazón,
comenzamos nuestro navegar
por el mar del Adviento,
por el mar de la espera,
por el mar de las buenas obras.
Jesús, sé nuestro guía en la travesía.

 navegando-en-tu-corazon-inf-08

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

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Segunda semana

 

Buenas noticias

Camuflado entre los multicolores folletos del correo comercial, escondido entre las rutinarias notificaciones del banco —que fielmente dejan constancia de los movimientos de su cuenta corriente—, y entre las facturas habituales, Alba encontró en su buzón un sobre muy especial.

Llevaba semanas esperando una carta. Al verla, la reconoció inmediatamente. En el sobre figuraba el anagrama de una institución oficial. Alba esperaba recibir buenas noticias.

La abrió con cierto desasosiego. Estaba nerviosa. Tantos meses de incertidumbre culminaban en ese momento. ¿Y si al final surgía algún contratiempo y la respuesta fuera negativa? Cualquier imprevisto podía echar por tierra un proyecto meticulosamente preparado durante dos largos años.

El miedo era proporcional a sus expectativas. Alba y su marido se habían aventurado en un complicado mundo, demasiado complejo para la gran mayoría. A pesar de ello, había tomado la decisión de adoptar una niña de otro país.

Les costó mucho vencer sus temores. Pero una vez se decidieron, fueron hasta el final. Tampoco les resultó fácil escoger el país de origen. Sin embargo, poco a poco se fueron decantando por una opción concreta. Luego estudiaron la cultura del país: sus costumbres, su gastronomía, su historia y su religión. Finalmente se matricularon en una escuela de idiomas para conocer su lengua.

Pero no todo resultaba tan romántico. Las cuestiones burocráticas parecían una carrera de obstáculos. Papeles y más papeles. Un auténtico galimatías jurídico de formularios y solicitudes. Después, entrevistas y más entrevistas; con psicólogos, médicos, asistentes sociales, abogados y diplomáticos. En ocasiones, Alba acudía sola; otras, iban los dos juntos.

Al principio, Alba se sentía muy incómoda. A no ser por un motivo como este, nunca hubiera aceptado quela examinaran tan concienzudamente. Tenía miedo a que husmearan en su intimidad. Algunas preguntas podían ser demasiado personales y no le apetecía exhibir sus sentimientos más ocultos a un desconocido. Sin embargo, no fue tan terrible.

El problema era explicar el motivo de la adopción. Entonces, Alba tenía que abrir en su memoria esa carpeta donde guardaba los recuerdos más duros de su vida; aquellos que, sin poder olvidarlos, había relegado a un segundo plano de su atención para esquivar los zarpazos de un dolor tan profundo como intenso.

Alba había intentado en diversas ocasiones ser madre, pero las circunstancias no le acompañaron y los embarazos no fueron afortunados. En especial, el último, que desembocó en un trágico parto prematuro.

Al recordar estos dramáticos acontecimientos, revivía el sufrimiento físico, pero, sobre todo, el sentimiento de injusticia, de impotencia, de rabia, de absurdo. Si con frecuencia se preguntaba qué sentido tenía nacer para cualquier ser humano, con más dolor se cuestionaba qué sentido podía tener engendrar una vida que apenas sobreviviría.

A pesar de todo, las noticias de la carta no podían resultar más halagüeñas. La comisión pertinente había valorado muy positivamente su caso, Todos los informes eran favorables y el Ministerio había resuelto concederles en adopción una niña.

Ahora empezaba otra fase, que se podía alargar unos meses más, pero ya no importaba. Su vida estaba unida a otro ser que todavía no conocía. Sus caminos se habían cruzado de una forma misteriosa. Era un ser real; no un simple producto de sus expectativas y de su ilusión. Había alguien con quien pronto se encontraría y unirían sus historias.

Con todo, le esperaba mucho trabajo. Tenía que viajar a ese lejano país y continuar con los trámites burocráticos. Más entrevistas, más formularios. Además tenía que resolver las cuestiones de intendencia: adecuar una habitación para la pequeña, buscar un colegio, comprar ropa…

navegando-en-tu-corazon-inf-01De repente se dio cuenta de que, una vez más, se estaba precipitando y, dejándose llevar por su apasionamiento, se adelantaba a los hechos. Tenía que continuar leyendo la carta. Allí se especificaba cada uno de los pasos que debían seguirse. No obstante, solo buscaba una información. ¿Cuándo conocería a la niña?

Por fin, encontró la fecha. Todavía faltaban unas semanas para el encuentro. Sería unas semanas interminables, pero la esperanza suavizaría la aridez de la espera. Sin embargo, de pronto, una lágrima asomó por los enternecidos ojos de Alba. Aunque pensaba que se había olvidado, en el calendario de lo profundo de su inconsciente todo seguía vivo. Desde algún lugar alguien le había lanzado un guiño de complicidad que la llenaba de esperanza. La adopción se formalizaría, precisamente, el día en que el pequeño cuyo rostro nunca vio celebraría su cumpleaños.

 

«En todo tipo de amor femenino se transparenta también algo de amor maternal».

(Nietzsche)

 

1. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación? En todo tipo de amor femenino se transparenta también algo de amor maternal (Nietzsche).

2. ¿Qué sentimientos van asociados a la maternidad?

3. Ser madre, ¿puede ayudar a una mujer a ser mejor persona?

4. Una mujer sin hijos, ¿puede desarrollar sus sentimientos maternales en otros ámbitos? ¿Cuáles?

5. ¿Qué puede motivar a una mujer con hijos a adoptar?

 

* * *

 

navegando-en-tu-corazon-inf-03Desde el corazón

Jesús, desde el corazón,
preparamos nuestro barco
con todo lo necesario para navegar por tu mar.

Metemos en él nuestro cariño
para repartir a los que encontremos,
metemos nuestra alegría para que nadie esté triste,
metemos nuestra generosidad
para que a nadie le falte nada.

Gracias, Jesús, por no dejarme solo, en este navegar.

 

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Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

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Tercera semana

 

La figurita de plástico

La alegría que sentía compensaba tantas horas de trabajo. Olga estaba cansada del ajetreo de los últimos días, empleados en ir de compras, arreglar la casa y preparar todos los pormenores. Le gustaba organizarse con cierta anticipación. No quería que faltara el menor detalle. La Navidad bien merece ese esfuerzo.

Ella no era la única que disfrutaba de este mágico momento. Los niños participaban de la celebración. Llevaban semanas ilusionados con una fiesta que acrecentaba aún más su inocente ternura. Su madre les contagiaba ese entusiasmo capaz de movilizar los sentimientos más delicados del corazón humano.

Mientras bajaba del desván unas enormes cajas repletas de sorpresas, Guille y Rut asistían maravillados a un espectáculo conmovedor. Estaban rescatando del polvo los adornos navideños que, año tras año, guardaba meticulosamente como si de un tesoro se tratara. Los niños estaban expectantes, hasta que, por fin, ante sus asombrados ojos, aparecieron decenas de esferas de colores, una reluciente estrella, luces parpadeantes, unos variopintos cachivaches y las figuritas del belén. Allí estaban todos los enseres destinados a engalanar la casa en una fiesta tan entrañable.

En su exploración de los recovecos de la caja, Rut se percató de la ausencia de algo importante: “No encuentro al Niño Jesús”- dijo con cierto tono de tristeza.

“No puede ser”, replicó su madre. “Búscalo mejor. El año pasado lo guardamos junto a las otras piezas. No puede ser que se haya perdido”.

Rut siguió las instrucciones de su madre y continuó buscando. “Posiblemente esté escondido entre el musgo de plástico”, pensó esperanzada, “o metido en alguna grieta de las montañas de corcho”.

Sea como fuere, la búsqueda resultó infructuosa. A pesar de los esfuerzos de Olga y de Rut, el Niño Jesús no aparecía. La niña tenía razón, no encontraban una figurita que por chiquita que fuera tenía su importancia.

Ya no sabían por dónde buscar, así que desistieron y pensaron un plan alternativo. No podían comprar otra figurita: en ningún lugar vendían niños Jesús sueltos. Olga tampoco estaba dispuesta a cambiar un belén entero solo por una pieza. Llevaban años ampliándolo con nuevos personajes. Todo estaba calculado hasta el último detalle. No iban a comprar uno nuevo porque faltara una figurita.

Olga era perfeccionista. No podía permitir que algo pudiera deslucir la fiesta que estaba organizando. Así pues, quitarían la luz de dentro del establo y colocarían un poco más de paja entre la Virgen y San José y ya está. Seguramente, de este modo, nadie se daría cuenta. Además, el árbol era enorme y quedaría impresionante con unas luces nuevas; a sus pies, el belén casi ni se vería.

navegando-en-tu-corazon-inf-01¿Quién se iba a fijar? Ningún invitado se agacharía para hurgar en el interior del pequeño establo. Todo el mundo ya sabía lo que había allí dentro. ¿Para qué buscar? A nadie se le pasaría por la cabeza comprobar si realmente el Niño Jesús estaba dentro.

En medio de los razonamientos de su madre, Rut no estaba satisfecha con esta solución. No la entendía. Olga intentaba convencerla inútilmente de que ya estaba todo arreglado; pero la pequeña le preguntaba con cierta perplejidad: “si es el cumpleaños de Jesús, ¿cómo lo celebraremos sin él?”.

En medio de este repentino caos familiar, apareció Guille con los ojos llorosos. Olga sabía que era un niño muy sensible y le quiso quitar importancia al incidente. “No te preocupes, no pasa nada”, le dijo para que se calmara, pensando que sufría a causa de la pieza del belén extraviada.

El niño parecía ajeno al diálogo entre su madre y su hermana. Tembloroso, metió su mano en el bolsillo y sacó la figurita del Niño Jesús. “¿Dónde lo has encontrado?” – le preguntó Olga. “No lo he encontrado. Lo tenía escondido. El año pasado lo cogí para que no estuviera solo en una caja y lo he estado cuidando”.

Olga no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Por mucha inventiva que tuviera Guille, esta vez la había sorprendido de verdad. Nunca se hubiera imaginado que el niño fuera capaz de un detalle como ese.

Además, se daba cuenta de que Rut tenía su parte de razón. Su mente infantil era más sensible para captar lo esencial y no dejarse arrastrar por lo superfluo. Tal vez Olga, tan atareada con los preparativos de la fiesta, se había olvidado de lo que estaba celebrando y, en realidad, la presencia del Niño Jesús era algo imprescindible y no una simple figurita de plástico.

 

«Un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir».

(Alberto Lleras Camargo)

 

1. Un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir (Alberto Lleras Camargo) ¿Qué sucede cuando se pierde el sentido de las tradiciones?

2. Averigua el origen de la costumbre de montar el Belén por Navidad

3. ¿Cómo celebráis la Navidad en tu familia?

4. ¿Qué otras tradiciones celebráis? ¿Qué significado tienen?

5. ¿Las tradiciones te ayudan a estar más cerca de los demás?

6. ¿Las tradiciones te pueden alejar de los demás? Propón algún ejemplo. ¿Cómo lo podemos evitar?

 

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Desde el corazón

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Desde el corazón,
avanzo despacio
por el mar de la vida.

No me detengo
y poco a poco
me acerco hasta Belén,
donde sé que Tú, Jesús,
me esperas
para darme un abrazo.

Gracias, Jesús, porque quieres navegar conmigo.

 

navegando-en-tu-corazon-inf-08Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

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Cuarta semana

 

En tierra extraña

Hacía poco que había llegado a este país frío e inhóspito. Bashir procedía de una aldea cercana al gran desierto de arena. Allí ayudaba a su abuelo a vigilar las cabras mientras se alimentaban de las escasas hierbas que brotaban entre los áridos pedregales. Aunque no disponía de muchas comodidades, era feliz.

Desde hacía unos años, los jóvenes de la aldea habían optado por emigrar a tierras más prósperas con la esperanza de mejorar su nivel de vida. En pequeñas embarcaciones cruzaban intrépidamente el mar tal como hicieron sus antepasados muchos siglos antes. Las expediciones de sus ancestros eran militares; llenos de fuerza y de vigor habían conquistado medio mundo. En cambio ahora, los jóvenes de la aldea de Bashir, así como muchos otros procedentes de otros pueblos, se dirigían a las tierras de Europa en busca de trabajo.

Y un día le tocó el turno a su familia. Su padre decidió arriesgarse a buscar trabajo en una tierra desconocida y, seguramente, poco acogedora. Se iban con la esperanza de regresar cuando hubieran reunido suficiente dinero para montar un negocio en la ciudad. Bashir se fue con sus padres y tuvo que dejar a sus abuelos, sus amigos, sus noches en el frío desierto y sus cabras.

Para Bashir no fue fácil aclimatarse a un nuevo mundo. Sus compañeros del colegio hablaban una lengua muy complicada y, por mucho que se esforzaba, difícil de aprender. Sus costumbres le resultaban muy extrañas. Comían carne de cerdo. Las chicas vestían de manera muy rara. Era un mundo diferente donde no se encontraba a gusto. Se sentía desubicado, solo, sin raíces.

Además, los otros muchachos de su raza que llevaban más tiempo en el país estaban renunciando a las costumbres de su pueblo. No respetaban las antiguas tradiciones y, si lo hacían, solo era para reafirmar su identidad y enfrentarse a los otros estudiantes que se comportaban como si fueran los dueños de la escuela. La actitud de los niños era de reflejo del ambiente que se respiraba en sus casas. Sus familias estaban convencidas de ser los únicos con derecho a vivir en esa tierra. ¿Dónde está escrito a quién pertenece un país? ¿Alguien puede tener el monopolio? ¿No será que al final pertenece a los más fuertes que han impuesto por las armas su voluntad sobre los más débiles?

Bashir sabía que en otra época su pueblo había ejercido este papel de dominador. Pero ahora se habían invertido los papeles y él se sebtía dominado. Añoraba su aldea, su comida, sus olores y, sobre todo, el aire del desierto.

Para los otros estudiantes, Bashir era un intruso, un competidor que, el día de mañana, les podía quitar un trabajo cobrando un sueldo inferior al estipulado. Y, ahora, por su culpa, estaba bajando el nivel de la clase. La maestra le dedicaba mucho tiempo; demasiado, en opinión de algunos padres que se habían quejado a la directora. Incluso algunas familias habían decidido matricular a sus hijos en otra escuela de un barrio más céntrico, donde no había tantos inmigrantes y, supuestamente, se garantizaba un mayor nivel educativo.

Esta sensación de ser un estorbo alimentaba la amargura de los que eran como Bashir. Como reacción a la etiqueta de inmigrantes, actuaban con agresividad. Las peleas, típicas de una edad en la que todavía resulta difícil controlar los comportamientos más impulsivos, se convertían en un auténtico enfrentamiento de culturas; y, también, de religiones.

navegando-en-tu-corazon-inf-01Hacía pocas semanas, Bashir había celebrado con su familia una de las fiestas más importantes de su religión. Sus ritos acompañados de prácticas muy exigentes. Algunas de estas prescripciones religiosas resultaban difíciles de cumplir en medio de gente que no las respetaba. En la aldea todo el mundo las seguía. En cambio aquí, en un país occidental, algunos de sus compañeros se reían. Decían que eso era de la Edad Media.

Sin embargo, a pesar de sus aires de superioridad, ellos también tenían sus propias celebraciones. Ahora, el calendario anunciaba una festividad religiosa muy importante, la única en la que participaban las familias de la escuela.

Todo el mundo se había esmerando en decorar el colegio. Bashir estaba asombrado. Nunca había visto un árbol iluminado ni tantas guirnaldas de colores. No obstante, lo que más llamó su atención fue una gran maqueta instalada en el vestíbulo de la escuela. Preguntó qué era. Le respondieron que se trataba del belén, pero ese nombre no significa nada para él. Aun así, lo que realmente le sorprendió era que no representaba el paisaje de los alrededores del colegio, ni tampoco el de los campos vecinos, sino el de su añorada aldea. Allí estaban los dromedarios, las palmeras, las casitas blancas, las cabras y las ovejas. Incluso las figuritas iban vestidas con túnicas, como su familia y sus vecinos. Frente a esa original maqueta, Bashir se sintió mucho más cerca de los suyos.

Finalmente, lleno de curiosidad, preguntó quién era ese niño escondido en una choza y rodeado de animales. Su maestra le explicó una historia, un poco extraña para la mentalidad de Bashir; sin embargo, de pronto, se iluminó su rostro al oír que ese niño era el portador de una buena noticia.

Inmediatamente la maestra se dio cuenta del cambio de actitud del muchacho y le preguntó el motivo de su inesperada alegría, a lo que él respondió: “En la lengua de mi pueblo, el portador de buenas noticias recibe el nombre de Bashir”.

 

«El que no sale nunca de su tierra vive lleno de prejuicios».

(Carlo Goldoni)

 

1. ¿Cuál es el origen de los prejuicios según este autor? El que no sale nunca de su tierra, vive lleno de prejuicios (Carlo Goldoni).

2. ¿Alguna vez te has sentido extraño en medio de la gente?

3. ¿Cómo te sentirías si vivieras en otro país?

4. ¿Crees que somos tan diferentes las personas de orígenes diversos?

5. ¿Consideras que es enriquecedor convivir con personas de culturas diferentes?

6. ¿Qué se puede hacer para que haya entendimiento entre las personas de culturas diferentes?

7. Investiga los elementos con los que celebramos la Navidad y que proceden de otras tradiciones culturales.

 

* * *

 

navegando-en-tu-corazon-inf-06Desde el corazón

Desde el corazón,
te digo, Jesús, lo mucho que te quiero
y lo mucho que te necesito.

Échame una mano cuando me veas triste y cansado,
y no permitas que me pierda en esos mares
que no me llevan a ti.

 

navegando-en-tu-corazon-inf-08Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

* * *

 

navegando-en-tu-corazon-inf-01

Desde el corazón

Desde el corazón, te doy gracias
por los bienes que me das
y por las cosas que comparto.


Quiero ser una persona responsable
y atenta a las necesidades de los demás.

Haz, Jesús, que mi corazón
esté siempre abierto para dar
y abierto para recibir todo lo que viene de ti:
amor, justicia, paz.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

* * *

 

Desde el corazón

Desde el corazón, quiero ser apoyo
y ayuda para los que me acompañan:
amigos, compañeros de clase y familiares.

Que en el mar de la vida
nunca les falte una sonrisa,
una palabra de consuelo,
una mano amiga que les ayude a caminar.

Gracias, Jesús, por todos ellos.

 

navegando-en-tu-corazon-inf-08Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

* * *

 

Descárgatelo en formato .doc en este enlace.

Dinámica de Adviento para Confirmación: Navegando en tu corazón

Dinámica de Adviento para Primera Comunión: Navegando en tu corazón

Cuando un niño tiene una pesadilla, se despierta, llorando… el papá va y le dice no tengas miedo, no tengas miedo, Yo estoy aquí, aquí. Así habla el Señor. ‘No tengas miedo, gusano de Jacob, larva de Israel’. El Señor tiene esta forma de hablar: se acerca … Cuando miramos a un padre o a una madre que habla con su hijo, vemos que éstos se vuelven pequeños y hablan con la voz de un niño y hacen gestos de niños. Alguien que los ve desde el exterior puede pensar, ¡pero estos son ridículos! Se empequeñecen, allí mismo, ¿no? Porque el amor de la mamá y del papá tiene que acercarse, uso esta palabra: empequeñecerse precisamente para alcanzar el mundo del niño. Sí: si mamá y papá le hablan normalmente, el niño igualmente entenderá, pero ellos quieren adoptar la forma de hablar del niño. Se acercan, se hacen niños. Así también es el Señor.

Y entonces, el papá y la mamá también dicen cosas un poco ridículas al niño: ‘¡Mi amor, mi juguete …’ , y todas esas cosas. El Señor dice: ‘Gusanito de Jacob’, ‘eres como un gusano para mí, una cosita pequeña, pero te quiero mucho’. Este es el lenguaje de Dios, el lenguaje del amor de padre, de madre. ¿Palabra del Señor? Si, escuchemos lo que nos dice. Pero también veamos cómo lo dice: y nosotros debemos hacer aquello que hace el Señor, hacer aquello que dice y hacerlo como lo dice: con amor, con ternura, con esa condescendencia hacia los hermanos.

Dios es como “la brisa suave”, o – como dice Isaías– “un hilo sonoro de silencio”: así el Señor se acerca con aquella sonoridad del silencio propia del amor. Sin hacer espectáculo. Y se hace pequeño para hacerme fuerte; Él va hacia a la muerte, con esa condescendencia, para que yo pueda vivir: Esta es la música del lenguaje del Señor, y nosotros en preparación hacia la Navidad debemos escucharla: nos hará bien escucharla, nos hará tanto bien. Normalmente, la Navidad parece una fiesta de mucho barullo: nos hará bien guardar un poco de silencio y escuchar estas palabras de amor, palabras de tanta cercanía, estas palabras de ternura…’ ¡Eres un gusano, pero te amo tanto!’. Por esto. Y guardar silencio, en este momento en el que (…) estamos en espera, vigilantes.

SS Francisco, Homilía en Santa Marta, 12 de diciembre de 2013.

 

* * *

Para el tiempo de Adviento, os presentamos esta dinámica de catequesis para niños de Educación Primaria «Navegando en tu corazón», especialmente para aquellos que preparan su Primera Comunión, gentileza del blog Reflejos de luz, de las HH. Agustinas Misioneras.

 

* * *

El dragón nube

Desde el corazón

El cantor de ópera

Desde el corazón

La extraña pajarería

Desde el corazón

Billetes de cielo

Desde el corazón

Desde el corazón

Desde el corazón

 

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Primera semana

navegando-en-tu-corazon-pri-01

El dragón nube

En las oscuras tierras de las brujas y los trolls, vivía hace mucho tiempo el dragón más terrible que nunca existió. Sus mágicos poderes le permitían ser como una nube, para moverse rápido como el viento, ser ligero como una pluma y tomar cualquier forma, desde una simple ovejita, a un feroz ogro. Y por ser un dragón nube, era el único capaz de lanzar por su boca no solo llamaradas de fuego, sino brillantes rayos de tormenta.

El dragón nube atacaba aldeas y poblados solo por placer, por el simple hecho de oír los gritos de la gente ante sus terribles apariciones. Pero únicamente encontraba verdadera diversión cada vez que los hombres enviaban a alguno de sus caballeros y héroes a tratar de acabar con él. Entonces se entretenía haciendo caer interminables lluvias sobre su armadura, o diminutos relámpagos que requemaban y ponían de punta todos los pelos del valiente caballero. Luego se transformaba en una densa niebla, y el caballero, sin poder ver nada a su alrededor, ni siquiera era consciente de que la nube en que estaba sumergido se elevaba y echaba a volar. Y tras jugar con él por los aires durante un buen rato, hasta que quedaba completamente mareado, el dragón volvía a su forma natural, dejando al pobre héroe flotando en el aire. Entonces no dejaba de reír y abrasarlo con sus llamaradas, mientras caía a gran velocidad hasta estamparse en la nieve de las frías montañas, donde dolorido, helado y chamuscado, el abandonado caballero debía buscar el largo camino de vuelta.

Solo el joven Yela, el hijo pequeño del rey, famoso desde pequeño por sus constantes travesuras, sentía cierta simpatía por el dragón. Algo en su interior le decía que no podía haber nadie tan malo y que, al igual que le había pasado a él mismo de pequeño, el dragón podría aprender a comportarse correctamente. Así que cuando fue en su busca, lo hizo sin escudo ni armaduras, totalmente desarmado, dispuesto a averiguar qué era lo que llevaba al dragón a actuar de aquella manera.

El dragón, nada más ver venir al joven príncipe, comenzó su repertorio de trucos y torturas. Yela encontró sus trucos verdaderamente únicos, incluso divertidos, y se atrevió a disfrutar de aquellos momentos junto al dragón. Cuando por fin se estampó contra la nieve, se levantó chamuscado y dolorido, pero muy sonriente, y gritó: “ ¡Otra vez! ¡Yuppi!”.

El dragón nube se sorprendió, pero parecía que hubiera estado esperando aquello durante siglos, pues no dudó en repetir sus trucos, y hacer algunos más, para alegría del joven príncipe, quien disfrutó de cada juego del dragón. Éste se divertía tanto que comenzó a mostrar especial cuidado y delicadeza con su compañero de juegos, hasta tal punto, que cuando pararon para descansar un rato, ambos lo hicieron juntos y sonrientes, como dos buenos amigos.

Yela no solo siguió dejando que el dragón jugara con él. El propio príncipe comenzó a hacer gracias, espectáculos y travesuras que hacían las delicias del dragón, y juntos idearon muchos nuevos trucos. Finalmente Yela llegó a conocer a la familia del dragón, solo para darse cuenta de que, a pesar de tener cientos de años, no era más que un dragón chiquitito, un niño enorme con ganas de hacer travesuras y pasarlo bien.

Y así, pudo el príncipe regresar a su reino sobre una gran nube con forma de dragón, ante la alegría y admiración de todos. Y con la ayuda de niños, cómicos, actores y bufones, pudieron alegrar tanto la vida del pequeño dragón, que nunca más necesitó hacer daño a nadie para divertirse. Y como pago por sus diversiones, regalaba su lluvia, su sombra y sus rayos a cuantos los necesitaban.

 

* * *

navegando-en-tu-corazon-pri-02


 

Desde el corazón

Desde el corazón,

comenzamos nuestro navegar

por el mar del Adviento,

por el mar de la espera,

por el mar de las buenas obras.

Jesús, sé nuestro guía en la travesía.

navegando-en-tu-corazon-pri-09Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

* * *

 

Segunda semana

navegando-en-tu-corazon-pri-03

El cantor de ópera

A la pequeña ciudad de Chiquitrán llegó un día en tren llevando una gran maleta un tipo curioso. Se llamaba Matito, y tenía una pinta totalmente corriente; lo que le hacía especial es que todo lo que hablaba, lo hacía cantando ópera. Daba igual que se tratara de responder a un breve saludo como «buenos días»; él se aclaraba la voz y respondía:

Bueeeeenos díiiiiiias tenga usteeeeeeeed.

Y la verdad, a casi todo el mundo se le hacía bastante pesadito el tal Matito. Nadie era capaz de sacarle una palabra normal, y como tampoco se sabía muy bien cómo se ganaba la vida y vivía bastante humildemente, utilizando siempre su mismo traje viejos de segunda mano, a menudo le trataban con desprecio, burlándose de sus cantares, llamándole «don nadie», «pobretón» y «gandul».
Pasaron algunos años, hasta que un día llegó un rumor que se extendió como un reguero de pólvora por toda la ciudad: Matito había conseguido un papel en una ópera importantísima de la capital, y todo se llenó con carteles anunciando el evento. Nadie dejó de ver y escuchar la obra, que fue un gran éxito, y al terminar, para sorpresa de todos en su ciudad, cuando fue entrevistado por los periodistas, Matito respondió a sus preguntas muy cortésmente, con una clara y estupenda voz.

Desde aquel día, Matito dejó de cantar a todas horas, y ya solo lo hacía durante sus actuaciones y giras por el mundo. Algunos suponían por qué había cambiado, pero otros muchos aún no tenían ni idea y seguían pensando que estaba algo loco. No lo hubieran hecho de haber visto que lo único que guardaba en su gran maleta era una piedra con un mensaje tallado a mano que decía: «Practica, hijo, practica cada segundo, que nunca se sabe cuándo tendrás tu oportunidad», y de haber sabido que pudo actuar en aquella ópera solo porque el director le oyó mientras compraba un vulgar periódico.

Fuente del cuento.

 

* * *navegando-en-tu-corazon-pri-04

 

Desde el corazón

Jesús, desde el corazón,

preparamos nuestro barco

con todo lo necesario para navegar por tu mar.

Metemos en él nuestro cariño

para repartir a los que encontremos,

metemos nuestra alegría para que nadie esté triste,

metemos nuestra generosidad

para que a nadie le falte nada.

Gracias, Jesús, por no dejarme solo, en este navegar.

 

navegando-en-tu-corazon-pri-09Gloria al Padre y al Hijo

y al Espíritu Santo,

como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

* * *


Tercera semana

 navegando-en-tu-corazon-pri-05

La extraña pajarería

El señor Pajarian era un hombrecillo de cara simpática y sonriente que tenía una tienda de pajaritos. Era una pajarería muy especial, en la que todas las aves caminaban sueltas por cualquier lado sin escaparse, y los niños disfrutaban sus colores y sus cantos.
Tratando de saber cómo lo conseguía, el pequeño Nico se ocultó un día en una esquina de la tienda. Estuvo escondido hasta la hora del cierre, y luego siguió al pajarero hasta la trastienda.

Allí pudo ver cientos de huevos agrupados en pequeñas jaulas, cuidadosamente conservados. El señor Pajarian llegó hasta un grupito en el que los huevecillos comenzaban a moverse; no tardaron en abrirse, y de cada uno de ellos surgió un precioso ruiseñor.

Fue algo emocionante, Nico estaba como hechizado, pero entonces oyó la voz del señor Pajarian. Hablaba con cierto enfado y desprecio, y lo hacía dirigiéndose a los recién nacidos: «¡Ay, miserables pollos cantores… ni siquiera volar sabéis, menos mal que algo cantaréis aquí en la tienda!»- Repitió lo mismo muchas veces. Y al terminar, tomó los ruiseñores y los introdujo en una jaula estrecha y alargada, en la que solo podían moverse hacia adelante.
A continuación, sacó un grupito de petirrojos de una de sus jaulas alargadas. Los petirrojos, más creciditos, estaban en edad de echar a volar, y en cuanto se vieron libres, se pusieron a intentarlo. Sin embargo, el señor Pajarian había colocado un cristal suspendido a pocos centímetros de sus cabecitas, y todos los que pretendían volar se golpeaban en la cabeza y caían sobre la mesa.

«¿Veis los que os dije?» —repetía— «solo sois unos pobres pollos que no pueden volar. Mejor será que os dediquéis a cantar»…

El mismo trato se repitió de jaula en jaula, de pajarito en pajarito, hasta llegar a los mayores. El pajarero ni siquiera tuvo que hablarles: en su mirada triste y su andar torpe se notaba que estaban convencidos de no ser más que pollos cantores. Nico dejó escapar una lagrimita pensando en todas las veces que había disfrutado visitando la pajarería. Y se quedó allí escondido, esperando que el señor Pajarian se marchara.

Esa noche, Nico no dejó de animar a los pajaritos. «¡Claro que podéis volar! ¡Sois pájaros! ¡Y sois estupendos!», decía una y otra vez. Pero solo recibió miradas tristes y resignadas, y algún que otro bello canto.
Nico no se dio por vencido, y la noche siguiente, y muchas otras más, volvió a esconderse para animar el espíritu de aquellos pobre pajarillos. Les hablaba, les cantaba, les silbaba, y les enseñaba innumerables libros y dibujos de pájaros voladores «¡Ánimo, pequeños, seguro que podéis! ¡Nunca habéis sido pollos torpes!», seguía diciendo.

Finalmente, mirando una de aquellas láminas, un pequeño canario se convenció de que él no podía ser un pollo. Y tras unos pocos intentos, consiguió levantar el vuelo… ¡Aquella misma noche, cientos de pájaros se animaron a volar por vez primera! Y a la mañana siguiente, la tienda se convirtió en un caos de plumas y cantos alegres que duró tan solo unos minutos: los que tardaron los pajarillos en escapar de allí.

Cuentan que después de aquello, a menudo podía verse a Nico rodeado de pájaros, y que sus agradecidos amiguitos nunca dejaron de acudir a animarle con sus alegres cantos cada vez que el niño se sintió triste o desgraciado.

Fuente del cuento.

 

* * *

 

navegando-en-tu-corazon-pri-06Desde el corazón

Desde el corazón,

avanzo despacio

por el mar de la vida.

No me detengo

y poco a poco

me acerco hasta Belén,

donde sé que Tú, Jesús,

me esperas

para darme un abrazo.

Gracias, Jesús, porque quieres navegar conmigo.

 

navegando-en-tu-corazon-pri-09Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

* * *


Cuarta semana

 navegando-en-tu-corazon-pri-07

Billetes de cielo

Había una vez un niño enfermo llamado Juan. Tenía una grave y rara enfermedad, y todos los médicos aseguraban que no viviría mucho, aunque tampoco sabían decir cuánto. Pasaba largos días en el hospital, entristecido por no saber qué iba a pasar, hasta que un payaso que pasaba por allí y comprobó su tristeza se acercó a decirle:

—¿Cómo se te ocurre estar así parado? ¿No te hablaron del Cielo de los niños enfermos?

Juan negó con la cabeza, pero siguió escuchando atento.

—Pues es el mejor lugar que se pueda imaginar, mucho mejor que el cielo de los papás o cualquier otra persona. Dicen que es así para compensar a los niños por haber estado enfermos. Pero para poder entrar tiene una condición.

—¿Cuál? —preguntó interesado el niño.

—No puedes morirte sin haber llenado el saco.

—¿El saco?

—Sí, sí. El saco. Un saco grande y gris como este – dijo el payaso mientras sacaba uno bajo su chaqueta y se lo daba. —Has tenido suerte de que tuviera uno por aquí. Tienes que llenarlo de billetes para comprar tu entrada.

—¿Billetes? Pues vaya. Yo no tengo dinero.

—No son billetes normales, chico. Son billetes especiales: billetes de buenas acciones; un papelito en el que debes escribir cada cosa buena que hagas. Por la noche un ángel revisa todos los papelitos, y cambia los que sean buenos por auténticos billetes de cielo.

—¿De verdad?

—¡Pues claro! Pero date prisa en llenar el saco. Llevas mucho tiempo enfermo y no sabemos si te dará tiempo. Esta es una oportunidad única ¡Y no puedes morirte antes de llenarlo, sería una pena terrible!

El payaso tenía bastante prisa, y cuando salió de la habitación Juan quedó pensativo, mirando el saco. Lo que le había contado su nuevo amigo parecía maravilloso, y no perdía nada por probar. Ese mismo día, cuando llegó su mamá a verle, él mostró la mejor de sus sonrisas, e hizo un esfuerzo por estar más alegre que de costumbre, pues sabía que aquello la hacía feliz. Después, cuando estuvo solo, escribió en un papel: “hoy sonreí para mamá”. Y lo echó al saco.

A la mañana siguiente, nada más despertar, corrió a ver el saco ¡Allí estaba! ¡Un auténtico billete de cielo! Tenía un aspecto tan mágico y maravilloso, que el niño se llenó de ilusión, y el resto del día no dejó de hacer todo aquello que sabía que alegraba a los doctores y enfermeras, y se preocupó por acompañar a otros niños que se sentían más solos. Incluso contó chistes a su hermanito y tomó unos libros para estudiar un poquito. Y por cada una de aquellas cosas, echó su papelito al saco.

Y así, cada día, el niño despertaba con la ilusión de contar sus nuevos billetes de cielo, y conseguir muchos más. Se esforzaba cuanto podía, porque se había dado cuenta de que no servía el truco de juntar los billetes en el saco de cualquier manera: cada noche el ángel los colocaba de la forma en que menos ocupaban. Y Juan se veía obligado a seguir haciendo buenas obras a toda velocidad, con la esperanza de conseguir llenar el saco antes de ponerse demasiado enfermo…

Y aunque aún tuvo muchos días, nunca llegó a llenar el saco. Juan, que se había convertido en el niño más querido de todo el hospital, en el más alegre y servicial, terminó curando del todo. Nadie sabía cómo: unos decían que su alegría y su actitud tenían que haberle curado a la fuerza; otros estaban convencidos de que el personal del hospital le quería tanto, que dedicaban horas extra a tratar de encontrar alguna cura y darle los mejores cuidados; y algunos contaban que un par de ancianos millonarios a los que había animado mucho durante su enfermedad, habían pagado un costosísimo tratamiento experimental para él.

El caso es que todos decían la verdad, porque tal y como el payaso había visto ya muchas veces, solo había que poner un poquito de cielo cada noche en su saco gris para que lo que parecía una vida que se apaga, fueran los mejores días de toda una vida, durase lo que durase.

 

* * *

 

Desde el corazón

Desde el corazón,

te digo, Jesús, lo mucho que te quiero

y lo mucho que te necesito.

Échame una mano cuando me veas triste y cansado,

y no permitas que me pierda en esos mares

que no me llevan a ti.

 

navegando-en-tu-corazon-pri-09Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

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navegando-en-tu-corazon-pri-08

 

Desde el corazón

Desde el corazón, te doy gracias

por los bienes que me das

y por las cosas que comparto.

Quiero ser una persona responsable

y atenta a las necesidades de los demás.

Haz, Jesús, que mi corazón

esté siempre abierto para dar

y abierto para recibir todo lo que viene de ti:

amor, justicia, paz.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

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navegando-en-tu-corazon-inf-01Desde el corazón

Desde el corazón, quiero ser apoyo

y ayuda para los que me acompañan:

amigos, compañeros de clase y familiares.

Que en el mar de la vida

nunca les falte una sonrisa,

una palabra de consuelo,

una mano amiga que les ayude a caminar.

Gracias, Jesús, por todos ellos.

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

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Dinámica de Adviento para Confirmación: Navegando en tu corazón

Dinámica de Adviento para niños: Navegando en tu corazón

Los niños son el rostro de Dios a través de ellos El nos habla, ellos son el ejemplo vivo de cómo debemos los adultos vivir, ellos son sencillos no se complican tanto como nosotros. El niño es un ser débil y humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, no busca puestos privilegiados,  no tiene nada que decir en la avidez de los adultos, el niño tiene conocimiento de su pequeñez y su debilidad y de esto muchos se aprovechan y no le dan la importancia adecuada, ni tiempo y esmero. Nos conformamos con decir que son simplemente niños y ahí se queda todo; pero no son solo niños, son la esperanza de la humanidad, en ellos se está fraguando el futuro, son semillas germinando y desarrollándose y somos nosotros los adultos los que regamos y ayudamos a que crezcan bien para que en el futuro sus frutos sean buenos; pero desgraciadamente los adultos vivimos inmiscuidos en nuestro propio mundo que nos olvidamos formarles lo suficiente y de disfrutar su alegría que contagia a cualquiera, pero lo que más atrae y conquista es su sinceridad, y su amor limpio; ellos están siempre abiertos a aprender, a conocer algo nuevo, y lo que más me impacta es su espíritu por conocer al Señor, por saber más de él… Es oportuno dejar que nuestros niños se acerquen a Jesús no se los impidamos, no permitamos que crezcan sin conocerlo, debemos animarlos a que convivan y hagan una relación estrecha con el Señor. Me preocupa que muchos padres de familia y muchos educadores no están poniendo el esmero suficiente para llevar estos niños a Jesús; prefieren dar más tiempo a otros quehaceres que darles el tiempo a los niños. Es importante dedicar más tiempo para ensenarlos y darles el pan de la verdad, ellos lo reciben con gran emoción y alegría.

Padre Alejandro Díaz: «Dejen que los niños se acerquen a mí…», padrealex.com.

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Para el tiempo de Adviento, os presentamos esta dinámica de catequesis para niños pequeños «Navegando en tu corazón», especialmente para los que cursan Educación Infantil, gentileza del blog Reflejos de luz, de las HH. Agustinas Misioneras.

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Primera semana


Desde el corazón

navegando-en-tu-corazon-inf-02

Desde el corazón,

comenzamos nuestro navegar

por el mar del Adviento,

por el mar de la espera,

por el mar de las buenas obras.

Jesús, sé nuestro guía en la travesía.

navegando-en-tu-corazon-inf-08

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

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navegando-en-tu-corazon-inf-03

Desde el corazón

preparamos nuestro barcoJesús, desde el corazón,

con todo lo necesario para navegar por tu mar.

Metemos en él nuestro cariño

para repartir a los que encontremos,

metemos nuestra alegría para que nadie esté triste,

metemos nuestra generosidad

para que a nadie le falte nada.

Gracias, Jesús, por no dejarme solo, en este navegar.

navegando-en-tu-corazon-inf-08

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

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Segunda semana


Desde el corazón

navegando-en-tu-corazon-inf-04

Desde el corazón,

avanzo despacio

por el mar de la vida.

No me detengo

y poco a poco

me acerco hasta Belén,

donde sé que Tú, Jesús,

me esperas

para darme un abrazo.

Gracias, Jesús, porque quieres navegar conmigo.

navegando-en-tu-corazon-inf-08

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

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navegando-en-tu-corazon-inf-01

Desde el corazón

Desde el corazón,

te digo, Jesús, lo mucho que te quiero

y lo mucho que te necesito.

Échame una mano cuando me veas triste y cansado,

y no permitas que me pierda en esos mares

que no me llevan a ti.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

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Tercera semana

navegando-en-tu-corazon-inf-05

Desde el corazón


por
los bienes que me dasDesde el corazón, te doy gracias

y por las cosas que comparto.

Quiero ser una persona responsable

y atenta a las necesidades de los demás.

Haz, Jesús, que mi corazón

esté siempre abierto para dar

y abierto para recibir todo lo que viene de ti:

amor, justicia, paz.

navegando-en-tu-corazon-inf-08

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

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navegando-en-tu-corazon-inf-01

Desde el corazón

Desde el corazón, quiero ser apoyo

y ayuda para los que me acompañan:

amigos, compañeros de clase y familiares.

Que en el mar de la vida

nunca les falte una sonrisa,

una palabra de consuelo,

una mano amiga que les ayude a caminar.

Gracias, Jesús, por todos ellos.

navegando-en-tu-corazon-inf-08

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

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Cuarta semana

navegando-en-tu-corazon-inf-06

Desde el corazón

Desde el corazón,

me acerco hasta Belén,

donde sé que Tú, Jesús,

me esperas

para darme un abrazo,

para regalarme tu vida.

Gracias, Jesús, porque quieres navegar conmigo.

navegando-en-tu-corazon-inf-08

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén

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navegando-en-tu-corazon-inf-07

Desde el corazón

Desde el corazón,

llegamos a la cueva de Belén,

y descubrimos a ese Niño

recién nacido

que nos habla de amor, esperanza, paz.

 

navegando-en-tu-corazon-inf-08

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,

como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén

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Puedes descargarte esta dinámica en formato .doc en este enlace. 

Retiro de Adviento: Una esperanza que no muere

Retiro de Adviento: Una esperanza que no muere

Comenzamos […] un nuevo año litúrgico, es decir un nuevo camino del Pueblo de Dios con Jesucristo, nuestro Pastor, que nos guía en la historia hacia la realización del Reino de Dios. Por ello este día tiene un atractivo especial, nos hace experimentar un sentimiento profundo del sentido de la historia. Redescubrimos la belleza de estar todos en camino: la Iglesia, con su vocación y misión, y toda la humanidad, los pueblos, las civilizaciones, las culturas, todos en camino a través de los senderos del tiempo.

¿En camino hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Y cuál es esta meta? El Señor nos responde a través del profeta Isaías, y dice así: «En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor, en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas. Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: “Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas”» (2, 2-3). Esto es lo que dice Isaías acerca de la meta hacia la que nos dirigimos. Es una peregrinación universal hacia una meta común, que en el Antiguo Testamento es Jerusalén, donde surge el templo del Señor, porque desde allí, de Jerusalén, ha venido la revelación del rostro de Dios y de su ley. La revelación ha encontrado su realización en Jesucristo, y Él mismo, el Verbo hecho carne, se ha convertido en el «templo del Señor»: es Él la guía y al mismo tiempo la meta de nuestra peregrinación, de la peregrinación de todo el Pueblo de Dios; y bajo su luz también los demás pueblos pueden caminar hacia el Reino de la justicia, hacia el Reino de la paz. Dice de nuevo el profeta: «De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra» (2, 4).

Me permito repetir esto que dice el profeta, escuchad bien: «De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra». ¿Pero cuándo sucederá esto? Qué hermoso día será ese en el que las armas sean desmontadas, para transformarse en instrumentos de trabajo. ¡Qué hermoso día será ése! ¡Y esto es posible! Apostemos por la esperanza, la esperanza de la paz. Y será posible.

Este camino no se acaba nunca. Así como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de comenzar de nuevo, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Es ese el horizonte para hacer un buen camino. El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. Una esperanza que no decepciona, sencillamente porque el Señor no decepciona jamás. ¡Él es fiel!, ¡Él no decepciona! ¡Pensemos y sintamos esta belleza!

El modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida, es la Virgen María. Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en el corazón toda la esperanza de Dios. En su seno, la esperanza de Dios se hizo carne, se hizo hombre, se hizo historia: Jesucristo. Su Magníficat es el cántico del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y mujeres que esperan en Dios, en el poder de su misericordia. Dejémonos guiar por Ella, que es madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar por Ella en este tiempo de espera y de vigilancia activa.

SS Francisco: Ángelus del I Domingo de Adviento, 1 de diciembre de 2013.

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Retirarse va muy bien. Nos conviene encontrarnos con nosotros mismos. Te propongo un retiro de Adviento. Sí. Cinco días de oración, de reflexión y de crecimiento interior. El tema: UNA ESPERANZA QUE NO MUERE. El Adviento es un tiempo de recordar la esperanza que tenemos. Y esta esperanza se asienta sobre Jesús de Nazaret. No importa si conoces o no a Jesús, si eres mucho o poco creyente. Este retiro es para ti. Seguro que te servirá del algo. Intenta hacerlo.

Lo primero de todo, acomoda en tu casa un rincón de plegaria. ¿Cómo se hace? Pues mira, un ejemplo: busca un espacio tranquilo de tu casa. Un sitio donde puedas estar tú y nadie más (a no ser que quieras hacer el retiro en compañía de otras personas, que también es posible). Pero lo del sitio tranquilo es importante. Prepara una mesita con un mantel. Sobre la mesa una vela blanca gruesa y a su lado una Biblia. En círculo, en torno a la vela gruesa y a la Biblia, coloca cinco velitas más pequeñas. Procura que cuando vayas a hacer la meditación la luz predominante sea la de la vela gruesa. Si necesitas luz eléctrica para leer, intenta que sea muy suave (una lámpara de noche o algo así).

Cada día te indicaré lo que debes hacer. Por supuesto, tú puedes añadir o quitar. Pero sería mejor que añadieras oraciones o, mejor aún, una lectura atenta de la Palabra de Dios. Durante el tiempo de Adviento los libros de los Profetas (sobre todo Isaías, Jeremías y Ezequiel) son muy importantes.

Busca la mejor hora para ti, pero intenta ser fiel a ese momento durante los cinco días. Como si tuvieras una cita muy, muy, importante. Olvídate de la tele, intenta tener tu mente y tu corazón dentro de ti y en búsqueda contemplativa. Aunque estés en tu trabajo, deja que la paz te inunden y que el efecto de tu oración anime todo. Procura el silencio y la quietud interior. A ser posible, esos días, dedica tu ocio al retiro. Juntos caminaremos y juntos veremos algo de la luz de Dios que ilumina en lo más íntimo del corazón. No tengas miedo, déjate seducir por el misterio que hay dentro de ti.

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Día primero

Enciende la vela gruesa. Y recita esta oración:

 Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma
y enciende en mí el fuego de tu amor.

Acomódate. Coge la Biblia y ábrela por el libro de Isaías, capítulo 64, y lee, tranquilamente, los versículos del 3 al 7. Coloca la Biblia abierta por el pasaje que has leído sobre la mesa. Guarda un momento de silencio… Ahora lee despacio esta meditación:

Meditación

Lo esencial es invisible a los ojos, por eso para encontrar lo esencial, lo que de verdad merece la pena, hemos de arriesgarnos a creer y a adentrarnos en nosotros mismos para rescatar lo que de verdad da sentido a todo y lo que de verdad nos hace vibrar hasta el infinito. Y, al arriesgarnos, nos situamos al borde del camino, ese camino por el que aparecerá Él, el que sostiene nuestra esperanza.

Estamos en Adviento. Acabamos de estrenarlo. Adviento significa esperar a alguien que está en camino y a punto de llegar. ¿Quién viene? ¿Cuándo llegará? ¿Qué tiene que ofrecernos?

Dicen algunos que Dios guarda silencio y yo, lo afirmo, digo que Dios no calla. Dios, el Dios vivo, el Dios de la historia, el Dios innombrable y completamente enamorado, habla. Lo que pasa que habla a través de una Palabra ya pronunciada. Y no lo digo yo sólo, sino que también lo afirma la Carta a los Hebreos (1,1-2):

«Dios habló en otro tiempo a nuestros antepasados por medio de los profetas, y lo hizo en distintas ocasiones y de múltiples maneras. Ahora, llegada la etapa final, nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien trajo el Universo a la existencia».

También es verdad que la Escritura señala que esta Palabra que Dios ha pronunciado, no ha sido escuchada por muchos, aún menos por aquellos que la esperaban. Así dice Jn 1, 1.10-11:

«Cuando todas las cosas comenzaron, ya existía aquel que es la Palabra. Y aquel que es la Palabra vivía junto a Dios y era Dios. En el mundo estaba y, aunque el mundo fue hecho por él, el mundo no le reconoció. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron;»

 Sin embargo, hubo quien prestó atención. Hubo quien, inesperadamente, se encontró cara a cara con la Palabra pronunciada por Dios. Y, según Juan (1,12): » a los que le recibieron y creyeron en él les concedió el llegar a ser hijos de Dios». Porque aquellos que escuchan la Palabra definitiva de Dios, pronunciada de una vez para siempre, son testigos de la Verdad y, al acoger la Verdad, que es la revelación del misterio de Dios y de lo humano, han sabido que Jesucristo es el Señor y, al reconocerle, han sido capaces de descubrir el rostro de Dios y han sido capaces de captar el amor inmenso de Dios, que fue capaz de tomar la iniciativa, salir a nuestro encuentro y, dándose a sí mismo como prueba, proponernos el ser hijos suyos, entrando a formar parte de su propio misterio.

La Palabra de Dios sigue viniendo y los que la hemos escuchado percibimos que sigue en camino y se va haciendo cada vez más diáfana, más impresionante, más silenciosa. En la medida en que entramos en el centro de la historia, o sea, en el centro del misterio, en esa medida el silencio es más profundo, los conceptos van perdiendo sentido y toda idolatría, toda mentira, toda limitación, pierde fuerza hasta desaparecer por completo. Pero la única Palabra válida, la única que sigue teniendo sentido, la única que aún puede pronunciarse es Jesucristo mismo. Vivir como Cristo, es vivir como Dios. Vivir como Dios es adecuar nuestra vida a su Palabra, que es Verdad. Porque Jesucristo, que es la Palabra definitiva de Dios, pronunciada de una vez para siempre, Palabra viva, no encadenada, Palabra eficaz, no conceptualizada, Palabra creadora, no desencarnada,… Jesucristo es la Palabra no contradicha de Dios.

La Palabra de Dios llama a la puerta. Lo impresionante de todo es que él ha sido el primero en tomar la iniciativa y por su amor «nos proclama y nos hace hijos suyos» (1Jn 3,1). Y esta Palabra sin vocablos llama insistentemente y pide ser escuchada: «Mira, estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo» (Ap. 3,20). Esta fue la experiencia de Zaqueo: colocarse al borde del camino, por donde pensaba que pasaría Él. Sorprendentemente, fue Jesús quien tomó la iniciativa de querer entrar en su casa y, en medio de las críticas de los que supuestamente estaban con él, se quedó a cenar. Y Jesús se sentó a la mesa de Zaqueo, comió de su pan y bebió de su vino. Zaqueo, aquella noche, quedó seducido por la Palabra que le salió al encuentro y se transformó en un hombre nuevo. Fue también la experiencia de María de Magdala, completamente sumida en la oscuridad, pero ansiosa de salir de su situación. Cuando intuyó que Jesús era la Palabra capaz de iluminar su vida, no tuvo vergüenza de entrar en una casa de alto abolengo, interrumpir la cena y, sin decir nada, ponerse al alcance de la Palabra, y María, habiendo entrado con un corazón lleno de amargura y oscuridad, pero lleno de esperanza, salió con un corazón iluminado y lleno de amor. Sin duda:

La Palabra se hizo carne y habita entre nosotros (Jn 1,14).

Guarda un momento de silencio… Recita esta plegaria:

Plegaria y testimonio 

Anda, pasa.
Pasa, anda,
no tengo más remedio que admitirte.
Tú eres el que viene cuando todos se van.
El que se queda cuando todos se marchan.

El que cuando todo se apaga, se enciende.
El que nunca falta.
Mírame aquí,
sentada en una silla dibujando…


Todos se van, apenas se entretienen.
Haz que me acostumbre a las cosas de abajo.
Dame la salvadora indiferencia,
haz un milagro más,
dame la risa,
¡hazme payaso, Dios, hazme payaso!

(Gloria Fuertes)

Cuando hayas acabado, enciende una de las velitas pequeñas. Acomódate bien, coloca tus manos abiertas hacia el cielo sobre tus rodillas y guarda un buen rato de silencio, dejando que tu mente recoja alguna idea clave de las que has recibido hoy. No fuerces nada. Deja que surja. Cuando surja algo (aunque sea solo el silencio) deja que tu alma se recree. Cuando ya notes que te cansas o que debas dejar la oración, extiende tus manos en cruz y recita esta plegaria:

Padre nuestro, que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

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Día segundo

Enciende la vela gruesa. Y recita esta oración:

Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma
y enciende en mí el fuego de tu amor.

Enciende también la velita de ayer.

Acomódate. Coge la Biblia y ábrela por el libro de Jeremías, capítulo 31, y lee, tranquilamente, los versículos del 38 al 40. Coloca la Biblia abierta por el pasaje que has leído sobre la mesa. Guarda un momento de silencio… Ahora lee despacio esta meditación:

Meditación

Hay un grito enorme en el corazón de todo hombre y mujer, de modo particular en aquellos que buscan intensamente a Dios y aquellos que desean escuchar su Palabra. Juan Tauler, un místico del siglo XIV, que influyó notablemente en San Juan de la Cruz, y cuyo testimonio seguiremos muy de cerca en las meditaciones de cada domingo, formuló muy bien esta pregunta: «¡Oh Dios! ¿En dónde pronuncias tu Palabra?» (sermón del 2º Domingo del tiempo de Navidad). La pregunta del hombre de hoy por Dios, no es más que la traducción actual de la pregunta que se hacía fray Juan Tauler, dos siglos antes de que se la hiciese San Juan de la Cruz. El hombre y la mujer actuales necesitan oír esa Palabra de Dios, están sedientos de ella y, sin embargo, parece que no llega. Los hombres y mujeres de hoy, muchos al menos, se espantan porque experimentan el silencio de Dios y, entonces, se plantean tres posibilidades: olvidarse de Dios y cerrar los oídos; buscar respuestas en otros sitios; o quedarse aguardando, a la vera del camino, en medio de muchas oscuridades.

Dios no guarda silencio. Dios ha hablado de una vez por todas y dijo todo lo que tenía que decir. A quien es capaz de quedarse aguardando, le espera una larga experiencia de desierto y de silencio, pero una espera que conduce al encuentro. Quien es capaz de aguardar, quien es capaz de no moverse del camino, allí por donde pasará el Señor, en el momento más inesperado, cuando piense que el Señor pasará de largo, oirá su Palabra: «Ven, hoy me hospedaré en tu casa» (Lc 19, 5). El que sabe esperar, el que sabe permanecer atento, aún en medio de la noche, aún en medio del frío, de la soledad y del sufrimiento, le será dado escuchar, «cuando un sosegado silencio todo lo envuelva y la noche se encuentre aún en la mitad de su carrera, tu Palabra poderosa fue enviada desde el cielo» (Sb 18,14). Podrá decir, lo que testimonia el libro de Job: «a mí se me ha dicho furtivamente una palabra, mi oído ha percibido su susurro» (Jb 4,12). O lo que decía aliviado el profeta Jeremías (Jr. 15, 16): «Siempre que se presentaba tu Palabra, la devoraba; tu Palabra era para mí un gozo y alegría de mi corazón».

Efectivamente, como dice fray Juan Tauler, allí, en lo recóndito, en el fondo esencial. Allí donde se percibe la frontera de lo humano, allí donde ningún ídolo tiene cabida, donde ninguna imagen tiene consistencia, donde ninguna palabra puede pronunciarse, allí, exactamente allí, donde sólo hay expectación y donde sólo cabe la esperanza, a pesar de las apariencias en contra; allí, de una forma inesperada, Dios actúa y se da en plenitud. Allí donde no hay mediaciones posibles, ni de ídolos, ni de imágenes, ni de conceptos, ni de asideros, ni de intereses, ni de argumentos. Allí, Dios Padre engendra al Hijo, Dios actúa sin imagen ni semejanza pronunciando, de una forma definitiva, su única Palabra.

Hay creyentes, de fe superficial, que insisten en un activismo vacío, aunque tal vez lleno de compensaciones y de éxitos aparentes. Hay cristianos que, en nombre de un Dios que no conocen, son capaces de decir con toda certeza quiénes están en línea con el Evangelio y quiénes no. Hay creyentes que, apoyados en liderazgos humanos, sectarizan el Evangelio y repudian todo lo que no se ajuste a sus esquemas. Hay creyentes que repudian el mundo, que es el soporte del trono de Dios, y defienden un alejamiento de él, alegando que Dios está más allá que acá. Hay creyentes que se entretienen en mil cosas, disfrazados de «progres» y modernos, y descuidan lo esencial. Hay creyentes que, manteniéndose en una mal entendida tradición, por no decir pereza, cierran el paso a la acción del Espíritu de Dios. La crisis que padece la Iglesia, las comunidades cristianas, la familia, nuestros jóvenes,… no nace de la maldad del mundo, un mundo que Dios ha hecho con sus manos y en el cual se revela hasta hacerse hombre. Nace de que muchos cristianos han sustituido la experiencia de Dios disfrazando de cristianismo a los ídolos de nuestro tiempo. Por eso, cuando llega el primer golpe, sucumben y pierden la esperanza. Sólo el hombre y la mujer que ponen su casa sobre roca, a pesar de las tormentas y huracanes a que se enfrentarán, sólo ellos, permanecerán firmes y no sucumbirán. Y la roca es firme, porque la roca es Cristo, la Palabra definitiva de Dios. No se necesitan muchas palabras, sólo una es necesaria y la única importante. Uniéndome a lo que sugiere Juan Tauler, diré que, «lo mejor es callar y dejar que Dios hable aquí y opere dentro».

Guarda un momento de silencio… Recita estas plegarias:

Plegaria y testimonio

¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, yo fuera. Por fuera te buscaba y me lanzaba sobre el bien y la belleza creados por Ti. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo ni conmigo. Me retenían lejos las cosas. No te veía ni te sentía, ni te echaba de menos. Mostraste tu resplandor y pusiste en fuga mi ceguera. Exhalaste tu perfume, y respiré, y suspiro por Ti. Gusté de Ti, y siento hambre y sed. Me tocaste, y me abraso en tu paz.

(San Agustín)

 Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré estando ausente? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en una claridad inaccesible. Pero, ¿dónde se halla esa inaccesible claridad? ¿Quién me conducirá hasta allí para verte en ella? Y luego, ¿con qué señales, bajo qué rasgos te buscaré? Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro… Enséñame a buscarte y muéstrame a quien te busca, porque no puedo ir en tu busca a menos que Tú me enseñes, y no puedo encontrarte si Tú no te manifiestas. Deseando, te buscaré; te desearé buscando; amando te hallaré; y encontrándote, te amaré.

(San Ambrosio)

Oh, Señor de mi vida, estaré ante Ti cara a cara. Con las manos juntas, oh, Señor de todas las Palabras, estaré ante Ti, cara a cara. Bajo tu gran cielo, en soledad y silencio con humilde corazón, estaré ante Ti, cara a cara. ¿En este mundo laborioso de herramientas y luchas y multitudes con prisa, estaré ante Ti, cara a cara?

(Rabindranath Tagore)

Cuando hayas acabado, enciende otra de las velitas pequeñas. Acomódate bien, coloca tus manos abiertas hacia el cielo sobre tus rodillas y guarda un buen rato de silencio, dejando que tu mente recoja alguna idea clave de las que has recibido hoy. No fuerces nada. Deja que surja. Cuando surja algo (aunque sea sólo el silencio) deja que tu alma se recree. Cuando ya notes que te cansas o que debas dejar la oración, extiende tus manos en cruz y recita esta plegaria:

Padre nuestro, que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

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Día tercero

Enciende la vela gruesa. Y recita esta oración:

Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma y
enciende en mí el fuego de tu amor. 

Enciende también las dos velitas de ayer.

Acomódate. Coge la Biblia y ábrela por el libro de Isaías, capítulo 7, y lee, tranquilamente, los versículos del 10 al 17. Coloca la Biblia abierta por el pasaje que has leído sobre la mesa. Guarda un momento de silencio… Ahora lee despacio esta meditación:

Meditación

Aquel que tenga el coraje suficiente de permanecer a la espera, aún en medio de muchas oscuridades, experimentará el gozo de encontrarse, inesperadamente, cara a cara, con el Señor que viene. Aquel que se encuentra cara a cara con Jesús, se encuentra cara a cara, en desnudez, ante la Palabra misma de Dios. Jesús es, efectivamente, la Palabra definitiva de Dios. Otros lo llamarán Sabiduría de Dios. En realidad Palabra y Sabiduría, en su raíz, significan lo mismo: ponerse a la escucha de la Verdad y seguir su camino.

Un gran teólogo de nuestro tiempo, Karl Rahner, ya fallecido, decía que el cristiano del mañana será un místico, es decir, alguien que ha experimentado algo o, de lo contrario, no tendrá nada que decir. Efectivamente, uno de los signos de nuestro tiempo es que hay una incesante búsqueda de Dios, pero no de un Dios filosófico, o de un Dios formulado con definiciones retóricas. Sino que se busca al Dios vivo, al Dios que es. Por eso, más que grandes teorías, más que grandes ejercicios piadosos, más que grandes estructuras, la renovación de la vida cristiana, es decir, la renovación de nuestra esperanza, pasa por la experiencia de Dios. Y esta experiencia de Dios pasa por el encuentro personal con Jesucristo, que es su Palabra, su manifestación humana. La auténtica manifestación humana de Dios. No lo dudes, Jesús viene, está de camino, hemos de salirle al paso, situarnos al borde del camino si queremos encontrarnos con él.

Descubrir a Jesús significa comenzar un itinerario de espera, una espera confiada. Supone ponerse a la escucha, a la escucha de ese susurro del Espíritu de Dios que nos hace percibir el eco de los pasos de Jesús. Jesús viene, está viniendo. La Palabra de Dios se ha pronunciado de una vez para siempre y sigue resonando. Dios no está mudo, sino que ya ha dicho todo lo que tenía que decir. No es que Dios no hable, es que no se le escucha. Por eso, el primer paso para salir al camino de la Vida es ponerse a la escucha, y eso requiere guardar silencio. Y guardar silencio supone entrar en una dimensión de interioridad y de intimidad a la que no estamos acostumbrados y a la que muchos tienen miedo. Guardar silencio requiere todo un proceso.

El silencio supone tomar conciencia de los ruidos y descubrir la sed y la urgencia de la búsqueda de eso esencial que es invisible a los ojos. El silencio supone un ejercicio de interiorización. La interiorización exige, además, darse cuenta de los obstáculos, de los ruidos que nos estorban, de las distracciones que tenemos, de todo aquello que frena este impulso de búsqueda. Pero supone, también, descubrir que aún en medio de esos ruidos y obstáculos, ese eco de la Palabra pronunciada de Dios sigue llegándome, como un susurro lejano, pero ahí está.

Poco a poco, a medida que vaya tomando conciencia de los ruidos y obstáculos, iré siendo capaz de deshacerme de ellos. A veces no podré yo solo, y necesitaré la ayuda de otros que ya hayan emprendido la búsqueda. Por eso es tan importante la comunidad cristiana y los distintos ministerios y carismas que el Señor ha depositado en ella. Hay hermanos y hermanas capacitados por Dios para discernir los signos de los tiempos y las dificultades del corazón. Son los profetas. Hay hermanos y hermanas capaces de intuir la acción de Dios en la vida de cada uno. Hay hermanas y hermanos capaces de guiar y conducir, orientar, sanar y reconciliar y aglutinar la comunidad entorno al Señor que se celebra: son los moderadores de la comunidad. Hay hermanas y hermanos que han optado por un seguimiento más estrecho y por un esfuerzo más exclusivo por adentrarse en esa interioridad y descubrir lo que Dios dice: son los religiosos. Hay hermanas y hermanos que son capaces de acercarse a las fronteras del dolor y de la muerte para llevar un poco de paz y de vida: son los que se esfuerzan en los actos de amor al prójimo. Hay hermanas y hermanos que saber darse y compartir la vida por amor y construir una comunidad de amor: son los esposos… Poco a poco, a medida que vamos yendo hacia la profundidad, vamos descubriendo su impresionante atractivo.

El silencio es el ámbito privilegiado del encuentro con Dios. Nuestra fe es débil porque no ha experimentado al Señor, no se ha encontrado cara a cara con Jesucristo. Nuestra confianza se fortalece en la medida en que, desde el silencio del corazón, percibimos los ecos de sus pasos que vienen hacia nosotros. El Señor viene, ya se acerca. La Palabra de Dios va haciéndose cada vez más audible, en la medida en que silenciamos nuestras voces sin sentido.

Esperar al borde del camino, confiando en el alba. Esperar significa salir a la intemperie y a una situación de provisionalidad. Esperar significa aguardar, a pesar de las apariencias en contra. Él ya está de camino, ya se acerca… ¿no oís sus pasos en la lejanía? ¿No sentís el soplo de su aliento, como una suave brisa?

Esperar significa adentrarse en la noche y, tal vez, distanciarse de los otros que prefieren seguir caminando sin rumbo, porque la espera les aturde y les aburre. La experiencia de Dios no está rodeada de milagrismos extáticos, sino de una consciencia madura y valiente de la propia pobreza y de la propia oscuridad. El que espera tiene la confianza de que llegará el momento del encuentro y, a partir de entonces, todo será nuevo, todo será definitivo, todo será diferente. El que espera abre su corazón a una plegaria de confianza que no tiene muchas palabras, sólo silencios, sólo esperas. Esperar, salir al camino, y, como Zaqueo, subirse a un árbol, si es necesario, y quedarse quieto, hasta que él pase, hasta que él descubra mi espera, hasta que él, la Palabra única y verdadera, decida quedarse en mi casa y compartir mi mesa.

Guarda un momento de silencio… Recita pausadamente y con entonación, esta plegaria:

Plegaria y testimonio

Hasta que llegue el alba
te aguardaré impaciente
entonando himnos de alabanza.

Hasta que llegue el alba
estaré en vilo, vigilante,
para percibir los ecos de tu mensaje.

Hasta que llegue el alba,
apoyado a la puerta de mi casa,
soñaré que te detienes y me hablas.

Hasta que llegue el alba,
aún en medio de la noche,
dejaré encendida mi lámpara.

Hasta que llegue el alba
permanecerá firme mi esperanza
de contemplarte cara a cara.

Hasta que llegue el alba,
aunque el temor me ronde,
invocaré sin cesar tu nombre:
hasta que llegue el alba.

Hasta que el alba asome,
y aunque la espera se prolongue,
yo seguiré aguardando tu llegada:
hasta que llegue el alba.

Cuando hayas acabado, enciende otra de las velitas pequeñas. Acomódate bien, coloca tus manos abiertas hacia el cielo sobre tus rodillas y guarda un buen rato de silencio, dejando que tu mente recoja alguna idea clave de las que has recibido hoy. No fuerces nada. Deja que surja. Cuando surja algo (aunque sea solo el silencio) deja que tu alma se recree. Cuando ya notes que te cansas o que debas dejar la oración, extiende tus manos en cruz y recita esta plegaria:

Padre nuestro, que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

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Día cuarto

Podemos hacer que este día coincida con el día de Nuestra señora de Guadalupe, 12 de diciembre (al final del este apunte del retiro encontramos para este día  las oraciones a nuestra Madre).

Hoy necesitarás papel y bolígrafo. Una vez lo hayas preparado, colócalo cerca de ti y prepárate para el retiro de hoy. Enciende la vela gruesa. Y recita esta oración:

Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma
y enciende en mí el fuego de tu amor.

Enciende también las tres velitas de ayer.

Acomódate. Coge la Biblia y ábrela por el libro de Isaías, capítulo 9, y lee, tranquilamente, los versículos del 1 al 6. Coloca la Biblia abierta por el pasaje que has leído sobre la mesa. Guarda un momento de silencio… Ahora lee despacio esta meditación:

Meditación

Pero la experiencia de Dios tiene varias etapas. Todos los grandes místicos lo dicen. Y si ellos, grandes buscadores de la Palabra, lo diceN, debe ser cierto. En este proceso hay una acción del Dios que viene, misteriosa, pero eficaz.

Recogiendo el testimonio, hecho predicación, de Juan Tauler, a propósito del salmo 42 («como busca la cierva corrientes de agua viva, así mi alma te busca a ti, Dios mío»), y de Jn 7,37 («Si alguno tiene sed venga a mi, y beba»), decía más o menos lo siguiente: La sed de Dios va acompañada de un sentimiento de hastío, de impotencia y de cierta desgana. Incluso, después de una fuerte experiencia llena de euforia, porque da la impresión de que se palpa a Dios, suele darse una situación de hastío, de asco, de sequedad, de profunda duda y de unas ganas tremendas de mandarlo todo a la porra. Juan Tauler describe esto con una imagen teatral: «Algunos no pueden contener el fervor y el corazón sufre la herida de amor. ¡Tan fuertes e intensas son las maravillas de Dios! Pero Dios, moderador de las cosas, viendo que alguno excesivamente atraído por sus gracias se aficiona demasiado, procede con ellos como buen y prudente padre de familia, que tiene en casa abundancia de vinos generosos. Terminado el banquete, se levanta de la mesa, deja el vino y se retira un poco a descansar. Sus hijos, entre tanto, bajan a la bodega y beben de aquel vino hasta embriagarse. Al levantarse el padre se da cuenta y prepara todo tipo de utensilios para devolverlos a la serenidad. Todo lo que hace el padre es para que se acabe la embriaguez«. De este modo, la experiencia de sequedad y hastío devuelve la sobriedad, y la experiencia de Dios se encarrila, no por cauces de sentimentalismos eufóricos y, en cierto modo, enfermizos, sino por la vía de la madurez y del progreso correcto de la persona en su experiencia de Dios. Así, poco a poco, nos vamos disponiendo al encuentro y vamos despojándonos de todo lo que estorba, de todo lo que puede desvirtuar la Palabra de Dios, de todo lo que puede impedir que cuando pase delante de nosotros no nos reconozca y pase de largo.

Cuando habla del encuentro con Dios, Juan Tauler no duda en decir que, quien se adentra en el misterio de la contemplación y empieza a percibir al Dios que buscaba, al Dios vivo, se da cuenta de que ha estado buscando a Dios muy lejos y dando muchos rodeos. El encuentro con Dios introduce en una dimensión inesperada y difícil de describir. El encuentro con el Dios que habla definitivamente, cuya Palabra escuchamos de una manera nueva, produce un efecto curioso: da la impresión de que la multiplicidad desaparece, de que todos los ruidos y obstáculos se desvanecen y nos adentramos en una experiencia de unidad y armonía. Aún así, en esta percepción novedosa de la presencia del Dios que viene a nuestro encuentro, hay tinieblas y la certeza de no haber conseguido plenamente verle cara a cara. Pero la luz que percibimos de su presencia en nuestras vidas, de su comunicación con nosotros, esa luz es esencial, si bien sigue siendo invisible a los ojos. Nos encontramos como aquel caminante cansado que llega a la fuente y se sienta a reposar y se deleita tan sólo con el hecho de estar allí y beber del agua que le restablece la vida.

El mismo Juan Tauler, hablando de su propia experiencia exclama, como sin poder contenerse: «¡Oh fuente cristalina de aguas dulces, transparentes, frescas, como son los manantiales antes de correr al calor de los aires y del sol! Cuán delicioso es beber de este agua manantial. ¿Quién lo podrá expresar? Querría beber a boca llena, hundido hasta la garganta, pero en vano aquí me esfuerzo, mientras espero. Entre tanto, me sumerjo en el abismo de la divinidad y allí me fundo, como las aguas se filtran en la tierra».

El Señor viene, la Palabra única pronunciada por Dios, Jesucristo, está de camino. Viene cada día, cada noche, cada tarde, en el momento más inesperado. Sólo el que sabe esperar tendrá el privilegio de encontrarse con Él. No conocemos su rostro, ni, como los discípulos de Emaús, sabemos muy bien de dónde viene y hacia donde va, ni cómo se presentará. Pero para el que se afirma en la confianza del Dios que ha pronunciado una Palabra definitiva, la espera es de por sí toda una experiencia de bienaventuranza, de alegría, de transfiguración.

La esperanza, decía otro contemplativo del siglo XIII, llamado fr. Tomás de Aquino, es el deseo de ver la Verdad, de ver, con nuestros propios ojos a aquel que nos sostiene, a aquel al que buscamos. La fe nos prepara a ver aquello que no percibimos, decía otro gran buscador de Dios llamado Agustín de Hipona. Y es la confianza de esa luz lejana e incompleta que percibimos, la que nos hace permanecer a la espera.

La oración es la mejor manera de mantenernos al borde del camino. Confiando que la Palabra pronunciada por Dios nos sea regalada. La oración nos prepara y nos alienta y abre el camino para que el que está viniendo se detenga ante nosotros y quiera quedarse en nuestra compañía. La oración no está hecha de palabrería ni erudición, sino de silencios y de escuchas llenas de confianza.

El Señor está viniendo, lo sentimos, lo necesitamos, lo percibimos… Él viene. Salgamos al borde del camino, esperemos a que él pase y se detenga. Quien permanezca fiel en la búsqueda y no se aleje del borde del camino, quien aliente con la plegaria el deseo de este amor infinito, quien mire al horizonte con confianza y no se aparte del camino, ése, sin duda, verá colmada su esperanza.

Ser cristiano es ponerse a la escucha de la Palabra definitiva de Dios, es salir a la intemperie, situarse al borde del camino, esperar a que pase el que viene. Ser cristiano es encontrarse con Jesucristo y Jesucristo es el Señor.

Guarda un momento de silencio… Lee este testimonio:

Plegaria y testimonio

¿Quién es Jesús para mí? ¡Respuesta imposible! Es grata, sin embargo la alegría de repetir lo que en ocasiones tan diversas nunca cesó de surgir en mí: Jesucristo fue desde el principio y sigue siendo un «ambiente». Es un «ambiente» hallado en todas partes, en las miserias y en las fiestas, en el campamento y en los talleres. Estoy seguro que no procedía de mí, de que no era yo el que lo creaba. Veo a Jesucristo vivo y lo identifico, activo y oculto en los caminos y en cada ambiente de fraternidad. La seguridad que ahora me une a Él se ha forjado en la dura esperanza y en la amable amistad de innumerables hermanos. Jesucristo es una «clave», la única coherencia de lo que, fuera de Él, se dispersa en todas direcciones. Sin Él, el pobre y el inocente están perdidos. Y la historia está también perdida. No sé cómo, pero con Él se iluminan las desdichas lo mismo que si las bañara un sol oculto. Rescata a los inocentes y los alivia; rescata, asimismo, como a través del fuego, a los verdugos, que somos todos nosotros. Para mí, Jesucristo es una sed, un clamor. El grito que lanzó un día sobre la cruz y que nada podrá extinguir. Lo oigo día y noche, grito del hombre moribundo, el clamor de los pueblos masacrados, del inocente atropellado. Esto significa que Jesús me llama y que yo lo llamo. No abrigo la menor duda de ello. Y estoy seguro también de que Jesús no necesita ser identificado para ser reconocido y para reconocernos. Jesucristo es como la sirena de incendio que en la noche nos lanza fuera de la cama y nos hace correr, jadeante, hacia los siniestrados. Jesucristo, para mí, es nuestro lazo de unión.

(Joseph Robert, sacerdote obrero)

Ahora, coge papel y bolígrafo. Intenta expresar lo que Jesús significa para ti y por qué depositas en Él tu esperanza. Anota las dificultades o los avances. Intenta descubrir dónde encuentras tú habitualmente a Jesús. Y qué estás dispuesto a hacer para mejorar tu relación con Él.

Cuando hayas acabado, enciende otra de las velitas pequeñas. Acomódate bien, coloca tus manos abiertas hacia el cielo sobre tus rodillas y guarda un buen rato de silencio, dejando que tu mente recoja alguna idea clave de las que has recibido hoy. No fuerces nada. Deja que surja. Cuando surja algo (aunque sea solo el silencio) deja que tu alma se recree. Cuando ya notes que te cansas o que debas dejar la oración, extiende tus manos en cruz y recita esta plegaria:

Padre nuestro, que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

*  *  *

Día quinto

Encuentro con Jesús

Hasta aquí, has meditado sobre el Verbo Encarnado. Y has descubierto, seguramente, que Jesús tiene mucho que aportarte. Te propongo ahora un autoejercicio de contemplación, sumamente útil, si te lo tomas en serio y con calma. Es un ejercicio de meditación. Sigue las instrucciones y todo irá bien.

Enciende, por este orden, la vela gruesa, y mientras recitas la oración, una por una las otras velas pequeñas:

Ven Espíritu divino, ilumina las entrañas de mi alma
y enciende en mi el fuego de tu amor.

Guarda un momento de silencio e intenta repasar las grandes ideas que te hayan impactado en estos días de retiro.

Ahora, colócate en una postura cómoda. Intenta concentrar tu mente. Respira hondo. Al inspirar siente cómo el aire penetra en tus pulmones y te infunde vida y paz. Al expirar date cuenta de cómo te liberas de un peso y dejas sitio para el aire nuevo. Acompasa tu respiración, concéntrate bien en ella. Llénate de aire y de vida. Procura fijar tu mirada en un punto concreto. Si te es mejor, cierra los ojos un momento, hasta que te sientas en paz, con la mente en blanco, sin nada en qué pensar. Cuando creas que estás a punto, sigue adelante en el ejercicio, tal y como se te indica aquí. Los puntos suspensivos quieren decir que te detengas y medites hasta que tú veas que debes seguir la meditación que se te propone. Te sugiero que no la interrumpas en un punto y otro, sino que la hagas toda, aunque te dure tiempo. Seguramente descubrirás cosas inauditas y tendrás el deseo de volver a hacer este ejercicio que puedes repetir cuantas veces lo desees. Vamos allá.

Mi relación con Jesucristo es de suprema importancia, porque soy su discípulo… Quiero profundizar en esta relación con él. Quiero conocerle mejor…

Imagino que Él me ha invitado a encontrarme consigo y me está esperando en lo alto de una solitaria montaña… y salgo de inmediato… ¿Qué sentimientos nacen en mi interior cuando pienso que pronto me voy a encontrar con él?…

En la soledad de mi montaña me entretengo en contemplar la llanura que se extiende allá abajo… y, de pronto, tomo conciencia de que Él está ahí, conmigo… ¿De qué manera se me muestra?… ¿Cómo reacciono ante su presencia? …

Le hablo y le hago comentarios sobre nuestra amistad. Primero lo negativo: los sentimientos de duda…, de desconfianza…, temor…, resentimiento… Mi amigo se convierte en una carga cuando me plantea exigencias que no deseo satisfacer; cuando se hace absorbente; cuando me niega lo que deseo o necesito…

Si albergo resentimientos o temores en mi interior, mi relación puede mejorar tomando conciencia de ellos. Así pues, me pregunto si Jesús es una carga; ¿es la clase de amigo cuyas exigencias producen sentimientos de culpabilidad?… ¿Es la clase de amigo que me presiona, que me pide cosas que no estoy dispuesto a hacer?… ¿Es el tipo de amigo que me da miedo, que me inquieta por sus actitudes o exigencias?… ¿Es el tipo de amigo que restringe mi libertad?… Si es así, se lo digo abiertamente… y escucho su respuesta…

Ahora me pregunto ¿qué adjetivos definirían mejor nuestra amistad? Puede ser que sean negativos, ambiguos e incluso contradictorios… pero si responden a la realidad me ayudarán a profundizar en la relación. Me pongo en diálogo con Él y decidimos qué imágenes simbolizan mejor nuestra amistad…

Pasamos del presente al pasado. Pienso en lo que Jesucristo ha significado para mí en mi niñez… y en las diferentes etapas de mi crecimiento como persona humana… Pienso en los altibajos por los que ha pasado nuestra relación….

Pero una relación de amistad y encuentro exige algo más: exige que yo ponga en claro mis expectativas con respecto al otro. Intento pensar qué es lo que espero de Jesús de Nazaret… Qué deseo de Él…. Qué me gustaría que Él hiciese por mí…. Se lo digo abiertamente… También le pregunto lo que Él espera de mí…

El tiempo se va agotando… Él tiene que marcharse pero, antes, nos miramos y nos preguntamos por el futuro… ¿Qué clase de futuro deseamos que tenga nuestra relación?… ¿Estoy dispuesto a mantener nuestra relación?… ¿Lo está Él?… ¿Qué podemos hacer al respecto?…

Poco a poco su presencia se desvanece… y me quedo un tiempo solo en la montaña…. Durante unos instantes saboreo el encuentro y compruebo mi estado de ánimo… ¿Cómo me siento después del Encuentro con Jesús?… ¿Qué sentimientos noto?… ¿Corren por mi cabeza mil ideas e imágenes desordenadas o, por el contrario, tengo una sensación de paz y de silencio?…

Comienzo a bajar de la montaña. Noto mis pies pesados, como sin ganas de irme, pero he de volver al camino de la vida… Allí en la realidad de mi vida humana me encontraré muchas veces con Jesús… Me pregunto: ¿seré capaz de reconocerle, de dialogar con él?… Me hago el propósito de que subiré a la montaña a menudo para seguir charlando amistosamente… Mientras tanto, surge dentro de mi una cancioncilla…

JESÚS ES LA VERDAD Y EL CAMINO, LA LUZ QUE ILUMINA MI DESTINO

Mientras vas volviendo a la normalidad, no dejes de retener en tu mente la imagen de Jesús y ora…

*  *  *

Día 12 de diciembre, Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de las Américas y Filipinas

Los que vivimos en Latinoamérica pedimos que nos ayuden en la oración, para que la violencia reinante en todos nuestros países, sean aplacados por la gracia de Dios.

Finalizada la práctica del retiro, una vez que hayas rezado el Padrenuestro elevemos nuestras oraciones a  María. Siguiendo el estilo del triduo sin rosario, ya que hemos hecho nuestra meditación.

Himno

Ayer, Alba  en el alba, subiste presurosa

Por servir a tu prima, cual sierva ante los siervos.

Hoy a México bajas, cual Rosa misteriosa

Para anunciar al indio que en sus ratos acervos.

Jamás estará solo; porque jamás, oh Madre,

Has sido en nuestra historia cobarde subterfugio;

Porque tu eres la esclava ante el Hijo del Padre:

¡Tú el regazo y el puente; tu defensa y refugio!

Eres cifra y compendio de nuestra patria suave;

Eres signo y substancia de nuestra nueva raza;

Eres lámpara y  cuna, eres báculo y ave,

Eres vínculo y nudo, eres tilma y casa.

Por tus manos  en hueco, patena de ternura,

Consagrados al Padre de todos los consuelos,

Por el Hijo, en la llama quemaste la amargura

Del sudor hecho lágrimas y el júbilo hecho anhelos. Amén.

Preces

Alabemos a Dios Padre todo Poderoso, el creador por quien se vive, y digámosle:

Señor, por quien vivimos, escucha nuestras plegarias.

Bendito seas, Señor del universo, que en tu inmensidad nos enviaste a la Madre de tu Hijo,

—para llamarnos a la fe y hacernos ingresar a tu santo pueblo.

Te bendecimos, Señor, porque ocultaste tu mensaje a los sabios y prudentes según el mundo

—y lo revelaste a los pequeños, a los que son tenidos por insignificante y despreciables

concédenos ser, como Juan Diego, embajadores tuyos muy dignos de confianza,

—que llevemos a todos los hombres y a todas las naciones tu mensaje de amor y de paz.

Tú que, con la presencia de María, haces brillar los riscos como perlas y las espinas como el oro,

—haz que el amor de la Santísima Virgen María nos transforme en otros Cristos.

Haz que, como Juan Diego, seamos siempre fieles al culto divino y a tus mandatos,

—para que merezcamos, también nosotros, que la Virgen María nos salga al paso en el camino de nuestra vida.

Una intención particular

—Señor por quien vivimos, escucha nuestras plegarias

AVEMARÍA…

Santos Luis y María Beltrame-Corsini, un matrimonio santo

Santos Luis y María Beltrame-Corsini, un matrimonio santo

Estos esposos vivieron, a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana, el amor conyugal y el servicio a la vida. Cumplieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, entregándose generosamente a sus hijos para educarlos, guiarlos y orientarlos al descubrimiento de su designio de amor. En este terreno espiritual tan fértil surgieron vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, que demuestran cómo el matrimonio y la virginidad, a partir de sus raíces comunes en el amor esponsal del Señor, están íntimamente unidos y se iluminan recíprocamente.

San Juan Pablo II 
Homilía durante la Santa Misa de beatificación
del matrimonio de Luis y María Beltrame Quattrochi,
Homilía del domingo, 21 de octubre de 2001

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En un gesto sin precedentes en la historia de la Iglesia, el 21 de octubre de 2001, Juan Pablo II beatificaba conjuntamente a un matrimonio: los esposos italianos Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini.

Y la diócesis de Roma celebraba por vez primera la memoria de los nuevos beatos el 25 de noviembre de 2001: contrariamente a la tradición eclesial, la fecha de la celebración no era el dies natalis (fecha de la muerte: nacimiento a la vida eterna), sino el aniversario de la boda de este matrimonio ejemplar, que fue el 25 de noviembre de 1905.


Luis Beltrame Quattrochi

El 18 de febrero de 1880 nacía Luis en Catania, tercero de los cuatro hijos de los esposos Carlo y Francesca, de clase media. Cuando el niño contaba unos nueve años se trasladó a Roma -donde residiría el resto de su vida- para vivir con sus tíos Luigi y Stefania, que no podían tener hijos. Stefania se encargaría personalmente de la formación cristiana de su sobrino, al que enviaron a buenos centros docentes para una formación integral, que completó con el doctorado en Derecho, en 1902, en la Universidad «La Sapienza».

1905 fue un año decisivo: el 25 de noviembre se casó con María Corsini en la basílica de Santa María la Mayor. Desde el primer momento quisieron formar una familia fundada en el sacramento que santifica y decidieron acoger a los hijos como don de Dios, dispuestos a superar juntos todas las dificultades de la vida. Tuvieron dos hijos y dos hijas: los dos varones llegaron a ser sacerdotes y la mayor de las hijas, religiosa. La menor se dedicó a la docencia de idiomas.

El sentido del deber y de la rectitud moral cristiana orientó siempre el ejercicio de la profesión de Luis. No aceptó nunca componendas ni favoritismos, sino que se mostró muy atento y sensible ante los más necesitados. No se dejó atemorizar por los poderosos ni corromper por los ricos. Precisamente por esto fue siempre estimado y respetado por los compañeros, cualesquiera que fueran su fe o sus ideas políticas. Al mismo tiempo que su actividad forense, cultivó y animó el asociacionismo católico, dedicándose a varios tipos de apostolado y obras de caridad. Fue miembro y consejero de la junta central de la Asociación de Scouts católicos italianos, colaboró con el profesor Luigi Gedda en la Acción Católica y en el Movimiento de Renacimiento Cristiano. El franciscano Pellegrino Paoli, a quien Luis eligió como director espiritual, acertó a orientar la vida de fe del cristiano, del esposo, del padre de familia, del abogado.

Su vida estuvo completamente centrada en Dios: en profunda comunión con su esposa, la fe era el centro de su vida personal, conyugal, familiar y profesional. Eso le ayudó a ver la vida como vocación, la familia como una iglesia doméstica, la profesión como una misión evangélica, el diálogo con Dios como una exigencia cotidiana de su espíritu. Su relación afectiva con su esposa se convirtió cada vez más en comunión de espíritus, impulso generoso y alegre a través de un itinerario de fe realizado juntos; opción concorde de vida familiar, caracterizada por la sencillez, la penitencia y la caridad, con el firme propósito de apartar todo lo que dañara la virtud. Sus compromisos espirituales más importantes eran la misa diaria (a menudo en la basílica de Santa María la Mayor), la comunión eucarística, la confesión semanal, la devoción al Sagrado Corazón y a la Virgen, con el rezo diario del rosario en familia. Fe y obras: su caridad en favor de los pobres y marginados era proverbial entre sus conocidos, a pesar de que procuraba que su mano izquierda no se enterara de lo que hacía su derecha.

Lleno de méritos, habiendo dejado ejemplos de vida evangélica por donde pasó, el 9 de noviembre de 1951 volaba al cielo: era la tercera crisis cardíaca, que no pudo superar como las dos primeras, en 1941 y 1944. A su entierro en el cementerio de Campo Verano acudieron multitud de amigos, que antes habían participado en el funeral, celebrado en la parroquia de San Vitale.


María Corsini

Florencia, la ciudad del arte, vio nacer a María, hija única del matrimonio Angiolo Corsini y Giulia Salvi, el 24 de junio de 1884. A los cuatro días era bautizada. La que era hija de una famosa familia de excelente posición económica y social, se convertía en hija de Dios.

Los abuelos de María, que vivían en su misma casa, ejercieron una influencia positiva en la formación de la personalidad de su nieta. Por motivos laborales de su padre, oficial de los granaderos de Cerdeña, la familia cambió varias veces de domicilio: Pistoya, Florencia, Arezzo y por último Roma, a donde se trasladaron también los abuelos. Hizo la primera comunión, punto de arranque de su crecimiento espiritual, el 30 de septiembre de 1897. Dotada de inteligencia viva, espíritu atento y sensibilísimo, aprovechó muy bien las ventajas de su ambiente familiar, especialmente las lecturas, para conseguir una buena formación cultural. Junto a una excelente formación cristiana y vivencia de la fe, destacaba en el dominio del humanismo, como buena florentina: a los diecisiete años conocía a fondo la literatura italiana.

La Providencia quiso que la vida de Maria estuviera un día unida a la de un buen cristiano: el 15 de marzo de 1905 se prometía con Luis Beltrame, joven abogado, cuyos tíos eran amigos de la familia Corsini. Una intensa correspondencia, que duró 46 años, nos permite conocer los sentimientos de ambos y el constante crecimiento de su relación en pureza, sinceridad y gracia, teniendo como base los valores espirituales. Después del matrimonio, celebrado el 25 de noviembre de 1905, se establecieron en la casa Corsini-Salvi. Un año después dio a luz a su primer hijo, Filippo; dos años más tarde, a Stefania; y al año siguiente, a Cesare. En el cuarto embarazo se le presentó una grave patología, que en aquel lejano 1913 obligaba a optar por la vida de la madre con el aborto o por la del hijo, si se proseguía el embarazo con altísimo riesgo personal para la madre. De común acuerdo, los esposos decidieron continuar el embarazo y a los ocho meses, tras una operación delicadísima, dio a luz a su hija menor, Enrichetta, que fue bautizada en seguida. Madre e hija salvaron su vida. Dios tenía para ellas misiones de testimonio cristiano en el mundo.

El matrimonio Beltrame Quattrocchi buscó con acierto la colaboración de buenos religiosos y religiosas, tanto para la formación de sus hijos como para su apostolado seglar. Educaron a los hijos en el Instituto Máximo de los jesuitas y a las hijas en las damas inglesas; se preocuparon también de que sus hijos se dedicaran a actividades buenas y de sana distracción: los chicos se afiliaron a los Scouts y las chicas frecuentaron a las religiosas reparadoras. María, además de cuidar de los hijos, atendía a los abuelos ya enfermos y se dedicaba al apostolado de la pluma. El encuentro con el padre Matteo Crawley, en 1916, en plena guerra mundial, dio nuevo impulso a su apostolado: le ayudó a divulgar la devoción al Sagrado Corazón, contribuyó a salvar la institución familiar mediante la exaltación de sus valores morales y religiosos. Trabajó como catequista; asistió a los heridos de guerra, e hizo numerosas obras de caridad en favor de los pobres. Más tarde colaboró con Armida Bareli y el padre Agostino Gemelli, o.f.m. Acompañó enfermos a Lourdes y Loreto para infundirles esperanza y ayudarles a aceptar los sufrimientos; consiguió el diploma de la Cruz Roja y durante nueve años trabajó en los hospitales civiles y militares, a menudo como encargada de sala. Pero María no podía ocultar su profunda formación humanística: un talento que aprovechó siempre que pudo como excelente instrumento de apostolado, por medio de sus escritos.

Hubo una ocasión providencial para expresar, a través de su pluma, lo que sentía aquella alma llena de Dios: a la elegancia de su estilo unía la experiencia mística de su vivencia evangélica. Maria tenía sólo 35 años. Una gravísima enfermedad la puso al borde de la muerte. Y, como despedida, dedicó a su marido y a sus hijos su testamento espiritual y dos cartas. Recobrada la salud, en 1920 entró en el Consejo Central de la Acción Católica, y el 12 de noviembre fue nombrada miembro del secretariado central de estudio, lo que la llevó a escribir con regularidad en periódicos. En 1922, en el espacio de pocos meses, tres de sus hijos manifestaron su deseo de consagrarse a Dios. En 1930, las bodas de plata de matrimonio coincidieron con la ordenación sacerdotal de su hijo Filippo, que en su primera misa bendijo los anillos de sus padres; ya para entonces Cesare era benedictino, y había elegido como nombre Paulino, y la hija Stefania había ingresado en el monasterio de benedictinas de Milán. El 9 de noviembre de 1951 murió el marido y afrontó este dolor con gran fe. Ella continuó su apostolado, adhiriéndose, por indicación del padre Garrigou-Lagrange, op., su director espiritual, al movimiento «Frente de la Familia», del que fue vicepresidenta del comité romano, prodigándose en la defensa de la integridad de la familia. El dominico Garrigou-Lagrange, profesor en la Universidad de Santo Tomás (Angélicum), es conocido mundialmente por sus escritos de teología espiritual, y el joven sacerdote polaco Karol Wojtyla, estudiante de dicha Universidad y futuro papa Juan Pablo II, eligió al docto dominico para dirigir su tesis doctoral. María Corsini fue también responsable de la sección femenina de «Renacimiento cristiano», en el que trabajó intensamente.

En pleno verano, el 26 de agosto de 1965, María se fue al encuentro de su esposo, que la esperaba junto al Señor. El amor, más fuerte que la muerte, los unió para siempre en la gloria.


Una vida ordinaria de modo extraordinario

Cuando Juan Pablo II declaró beatos a los esposos Luis y María, en presencia de tres de sus hijos -Filippo y Cesare, sacerdotes, y Enrichetta-, aprovechó la ocasión para exponer la importancia de la vida cristiana en el matrimonio: al hilo de la doctrina iba exponiendo el papa el testimonio de los nuevos beatos:

«Queridos hermanos y hermanas, amadísimas familias, hoy nos hemos dado cita para la beatificación de dos esposos: Luis y María Beltrame Quattrocchi. Con este solemne acto eclesial queremos poner de relieve un ejemplo de respuesta afirmativa a la pregunta de Cristo. La respuesta la dan dos esposos, que vivieron en Roma en la primera mitad del siglo XX, un siglo durante el cual la fe en Cristo fue sometida a dura prueba. También en aquellos años difíciles los esposos Luis y María mantuvieron encendida la lámpara de la fe -lumen Christi- y la transmitieron a sus cuatro hijos, tres de los cuales están presentes hoy en esta basílica. Queridos hermanos, vuestra madre escribió estas palabras sobre vosotros: «Los educábamos en la fe, para que conocieran a Dios y lo amaran» (L’ordito e la trama, p. 9). Pero vuestros padres también transmitieron esa llama viva a sus amigos, a sus conocidos y a sus compañeros. Y ahora, desde el cielo, la donan a toda la Iglesia.

»No podía haber ocasión más feliz y más significativa que ésta para celebrar el vigésimo aniversario de la exhortación apostólica «Familiaris consortio’. Este documento, que sigue siendo de gran actualidad, además de ilustrar el valor del matrimonio y las tareas de la familia, impulsa a un compromiso particular en el camino de santidad al que los esposos están llamados en virtud de la gracia sacramental, que «no se agota en la celebración del sacramento del matrimonio, sino que acompaña a los cónyuges a lo largo de toda su existencia» (Familiaris consortio, 56). La belleza de este camino resplandece en el testimonio de los Beatos Luis y María, expresión ejemplar del pueblo italiano, que tanto debe al matrimonio y a la familia fundada en él.

»Estos esposos vivieron, a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana, el amor conyugal y el servicio a la vida. Cumplieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, entregándose generosamente a sus hijos para educarlos, guiarlos y orientarlos al descubrimiento de su designio de amor. En este terreno espiritual tan fértil surgieron vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, que demuestran cómo el matrimonio y la virginidad, a partir de sus raíces comunes en el amor esponsal del Señor, están íntimamente unidos y se iluminan recíprocamente.

»Los beatos esposos, inspirándose en la palabra de Dios y en el testimonio de los santos, vivieron una vida ordinaria de modo extraordinario. En medio de las alegrías y las preocupaciones de una familia normal, supieron llevar una existencia extraordinariamente rica en espiritualidad. En el centro, la Eucaristía diaria, a la que se añadían la devoción filial a la Virgen María, invocada con el rosario que rezaban todos los días por la tarde, y la referencia a sabios consejeros espirituales. Así supieron acompañar a sus hijos en el discernimiento vocacional, entrenándolos para valorarlo todo «de tejas para arriba», como simpáticamente solían decir.

‘La riqueza de fe y amor de los esposos Luis y María Beltrame Quattrocchi es una demostración viva de lo que el Concilio Vaticano II afirmó acerca de la llamada de todos los fieles a la santidad, especificando que los cónyuges persiguen este objetivo «propriam viam sequentes», «siguiendo su propio camino» (Lumen gentium, 41). Esta precisa indicación del Concilio se realiza plenamente hoy con la primera beatificación de una pareja de esposos: practicaron la fidelidad al Evangelio y el heroísmo de las virtudes a partir de su vivencia como esposos y padres.

»En su vida, como en la de tantos otros matrimonios que cumplen cada día sus obligaciones de padres, se puede contemplar la manifestación sacramental del amor de Cristo a la Iglesia.»


Matrimonio y vida consagrada

Con frecuencia se ha ponderado tanto la excelencia de la vida consagrada –monástica, religiosa, sacerdotal–, que ha quedado en un modesto segundo plano la grandeza del matrimonio cristiano. Con motivo de la beatificación de los esposos Luigi y María, alguien recordó aquella anécdota de San Pío X, cuando le preguntaron qué vocación era la mejor para la Iglesia. El santo patriarca de Venecia se quitó el anillo pastoral, pidió a unos esposos sus anillos, y dijo mostrando los tres: Sin los anillos de mis padres no hubiera sido posible este anillo episcopal.

Ciertamente, la tradición de la Iglesia se ha inclinado más a la exaltación de la vida consagrada por el reino de los cielos –un don que Dios da a quien él elige– que a la vida matrimonial. Por eso, cuando se escuchan las palabras de Juan Pablo II, se descubre la plena realidad: las diversas vocaciones son complementarias en la Iglesia, y la santidad no es monopolio de un estado, sino vocación y patrimonio de todos los bautizados.

Esto no es nuevo en la Iglesia. Nada menos que en el siglo IV, el obispo Anfiloquio de Iconio, de gran influencia en el Concilio de Constantinopla (381), y muy reconocido después de muerto en el Concilio de Éfeso (431), decía en una homilía, precisamente en la fiesta que la Iglesia de nuestros días ha elegido como Día de la Vida Consagrada (2 de febrero).

«La virginidad es admirable como tesoro de no servidumbre, como morada de libertad, como ornamento ascético, como superior al estado humano, como libre de las necesarias pasiones, como aquella que entra con el esposo Cristo en el tálamo del reino de los cielos. Éstos y otros semejantes son los valores de la virginidad. Un honorable matrimonio (Hb 13, 4) supera todo don terreno, como árbol que da fruto, como planta hermosa, como raíz de virginidad, como cultivo de ramas razonables y vitales, como bendición del crecimiento del mundo, como consolación de la raza, como creador de la humanidad, como pintor de la imagen divina, como poseedor de la bendición de su Señor, como el que abraza todo el mundo para cargarlo, como el que habita en aquel a quien suplicó que se encarnase, como el que puede decir con confianza: «Henos aquí a mí y a los hijos que Dios me ha dado» (Hb 2, 13; Is 8, 18). Elimina el matrimonio honorable, y no hallarás la flor de la virginidad; porque en él y en ninguna otra parte se recoge la flor de la virginidad. Al decir todo esto no queremos meter una pugna entre la virginidad y el matrimonio, sino que apreciamos ambos como necesarios. Pues el mismo Señor, que proveyó una y otro, no ha opuesto la primera al segundo, sino que mantiene a ambos como partes del temor de Dios. Porque sin el piadoso temor de Dios, ni es preciosa la virginidad, ni honorable el matrimonio’ (Homilía II en la fiesta de la Presentación de nuestro Señor Jesucristo).

Los Beatos Luis y María vivieron el sacramento del matrimonio con todas sus consecuencias de santificación. Y, entre las consecuencias más valiosas, la vivencia del Evangelio y de sus valores en el seno de la familia que se convierte en iglesia doméstica, en primer seminario: En casa, siempre se respiró un clima sobrenatural, sereno, alegre, no beato –declaraba Cesare, uno de los hijos sacerdotes que han sido testigos de la beatificación–. La educación, que nos llevó a tres de nosotros a la consagración, era el pan cotidiano. Todavía tengo una Imitación de Cristo, que mamá me regaló cuando tenía diez años. La dedicatoria me sigue produciendo escalofríos: Acuérdate de que a Cristo se le sigue, si es necesario, hasta dar la vida».

¡Cuántos hemos escuchado de labios de la madre palabras semejantes, que han marcado nuestra vida para siempre!

Fuente original en mercaba.org

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Otros recursos en la red

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Recursos ausiovisuales


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Juan Pablo I: la sonrisa de Dios – Miniserie

Juan Pablo I: la sonrisa de Dios – Miniserie

Vemos en tal participación la estima y la confianza que vosotros tenéis en la Santa Sede y en la Iglesia, humilde mensajera del Evangelio en todos los pueblos de la tierra para ayudar a crear un clima de justicia, de fraternidad, de solidaridad y de esperanza, sin el que no se podría vivir en el mundo. Todos los presentes, grandes y pequeños, estén seguros de nuestra disponibilidad a servirles según el espíritu del Señor.

Rodeado de vuestro amor y sostenido por vuestra oración, comenzamos nuestro servicio apostólico invocando, cual espléndida estrella de nuestro camino, a la Madre de Dios, María, Salus populi romani y Mater Ecclesiae, que la liturgia venera de manera particular en este mes de septiembre.

La Virgen, que ha guiado con delicada ternura nuestra vida de niño, de seminarista, de sacerdote y de obispo, continúe iluminando y dirigiendo nuestros pasos, para que, convertidos en voz de Pedro, con los ojos y la mente fijos en su Hijo, Jesús, proclamemos al mundo con alegre firmeza, nuestra profesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16).

SS Juan Pablo I,
Homilía en la Misa de comienzo del Ministerio de Sumo pastor,
domingo, 3 de septiembre de 1978.

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Ficha en IMDb

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Ficha de la miniserie

Título original: Papa Luciani – Il sorriso di Dio (miniserie para TV)

Año: 2006

Duración: 200 min

País: Italia

Director: Giorgio Capitani

Guión: Francesco Scardamaglia, Massimo Cerofolini

Juan Pablo I: la sonrisa de DiosMúsica: Marco Frisina

Fotografía: Claudio Sabatini

Reparto: Neri Marcorè, José María Blanco, Paolo Romano, Franco Interlenghi, Imma Colomer, Gabriele Ferzetti, Roberto Citran, Jacques Sernas, Sergio Fiorentini, Alberto Di Stasio, Mario Opinato, Giorgia Bongianni, Alberto Scala, Emilio De Marchi, Daniele Griggio

Productora: Compagnia Leone Cinematografica / Rai Fiction

Sinopsis: El cardenal Albino Luciani (Neri Marcorè) ha viajado a Fátima donde se entrevista con la hermana Lucía (Imma Colomer), última superviviente de los tres pastorcillos que vieron a la Virgen y escucharon y guardaron los secretos que les confió. Lucía le revela al cardenal que pronto será elegido Papa, pero que su papado ‘será breve como lo es la vida de una semilla, ya que la semilla debe morir para que la planta pueda crecer y dar fruto’. Esas palabras llenan de inquietud a monseñor Luciani quien, a pesar de su frágil salud —y erróneos diagnósticos médicos—, a lo largo de su vida ha dedicado todas sus fuerzas a ayudar a pobres y desvalidos, ya que él mismo vivió con su familia la máxima pobreza y lo sinsabores de una forzada emigración. En 1978, un año después de la revelación de la hermana Lucía, fallece Pablo VI y el cardenal Luciani es elegido Papa. En recuerdo de sus dos antecesores y valedores —Juan XXIII (Claudio Angelini) y Pablo VI (Massimo Rinaldi)—, Luciani adopta el nombre de Juan Pablo I y emprende la puesta en marcha de la modernización de la Iglesia, aunque sabe que el tiempo del que dispone es muy breve.

Dinámicas de catequesis para conocerse los unos a los otros

Dinámicas de catequesis para conocerse los unos a los otros

Conviene conocer a los demás para conocerse a sí mismo. Ya sabemos que lo más difícil y lo que genera más inquietud es responder a una pregunta básica y fundamental: «¿Quién soy yo realmente?».

Sin la referencia a los otros es imposible dar una respuesta satisfactoria a esta pregunta que ha hundido a gente en la más brutal desesperanza y a otros los ha puesto en camino hacia una búsqueda apasionante, abierta también al «Totalmente Otro» (Dios).

Ludwig Börne (escritor y político alemán).

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En este artículo os presentamos más veinte dinámicas destinadas a permitir a que los miembros de un grupo de catequesis se conozcan los unos a los otros. Pueden utilizarse en un primer momento, simplemente con el objetivo de aprender los nombres de cada persona, o bien tratarse de una presentación o conocimiento más profundo y vital.

Antes de empezar cada dinámica el catequista ha de asegurarse de que se han entendido bien las indicaciones de la dinámica y cómo se desarrolla.

Se trata de dinámicas muy sencillas, que ayudan al catequista a crear un ambiente positivo en el grupo, especialmente cuando los participantes no se conocen.

Como veréis, la mayoría de ellas son de presentación de nombres; estos pueden sustituirse por cualidades personales que cada uno considere de sí mismo, nacionalidad, nombre de los padres, número de hermanos, etc. Es decir, cualquier dato que el catequista considere relevante para la integración positiva del grupo.

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1. Entrevistas mutuas

2. Cambiar de punto de vista

3. El nido

4. Este es mi amigo

5. Conociendo a mis compañeros

6. ¿Te gustan tus vecinos?

7. Coro de nombres

8. Pelota al aire

9. Palmadas

10. Me pica aquí

11. La cesta está revuelta

12. La madeja de lana

13. Álbum de recuerdos

14. Explota globos

15. Estoy sentado, y amo

16. ¡Plash!

17. Ocupar el terreno

18. Rueda de nombres

19. Rasgos en común

20. El abusón

21. El gangoso

22. Si yo fuera…

23. Persecución de nombres

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1. Entrevistas mutuas

Sinopsis

Se trata de crear un mundo en común, por parejas.

Objetivo

Comprender la diferencia de relaciones, cuando se basan en una desconfianza o confianza a priori.

Participantes

Grupos desde 11-12 años. Cada pareja debe aislarse y no contactar con los demás. Hay que intentar contar lo más posible de sí mismo.

Desarrollo

Explicación de la dinámica al grupo, seguida de agrupamiento por parejas, intentando elegir a alguien con quien no se conviva habitualmente.

La dinámica dura 20 minutos.

Las parejas se aíslan, y durante 10 minutos, cada compañero dice al otro la idea que tiene de sí mismo, a fin de crear un mundo en común.

Evaluación

Ha de apreciarse la evolución de los sentimientos durante la dinámica y las cosas aportadas por cada participante. También los cambios que se han producido y se producirán en las relaciones.

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2. Cambiar de punto de vista

Sinopsis

Consiste en ponerse en lugar de los otros.

Objetivo

Aprender a percibir una situación, desde el punto de vista de otra persona del grupo.

Participantes

Para niños desde 12 años.

Materiales necesarios

Papel y bolígrafo.

Desarrollo

Propuesta-ejemplo para un intercambio con otro grupo cultural (interno o externo al grupo).

El yo: ¿Qué es importante para mí? ¿Qué es lo que me hace único? ¿Cuáles son mis puntos fuertes y débiles? ¿Quién y qué han hecho de mi lo que soy?

El yo y los otros: ¿Cuáles son mis amistades preferentes (individuos o grupos)? ¿Quiénes son mis héroes, mis modelos? ¿Qué tipo de diferencia tengo y con quién? ¿Cómo se arreglan estas diferencias?

El yo y la sociedad: ¿Cuál es mi papel en la sociedad hoy y mañana? ¿Qué influencia podría ejercer en ella? ¿En qué medida depende mi existencia de la sociedad?

Los participantes primero responden como creen que responderían los del otro grupo. Después responden a las preguntas desde su punto de vista. La primera serie de repuestas (las de «en lugar de los otros»), se remiten al otro grupo que envía sus reacciones después de la lectura.

Evaluación

Se analiza la diferencia entre las reacciones prejuzgadas y las reales. Consecuencias de nuestros prejuicios. Visión actual en nuestro grupo y el cambio experimentado.

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3. El nido

Sinopsis

Consiste en crear un recorrido para hacer con un objeto-ficha, mientras se expresan sentimientos y se comparten experiencias.

Objetivo

Favorecer el conocimiento entre los participantes a través de una serie de cuestiones que ellos mismos decidirán.

Participantes

Grupos de 4-6 personas, desde los 6 años.

Si el grupo es numeroso, es mejor formar subgrupos.

Materiales necesarios

Un gran papel, pinturas, bolígrafos y algún dado.

Desarrollo

Cada uno buscará un objeto que sirva de ficha. Colocará ésta sobre el papel y dibujará alrededor del nido.

El que empieza tira el dado. Si salen 4, dibujará cuatro casillas a partir de los nidos y colocará su ficha en la cuarta. En esta casilla tiene que poner una misión/prenda (por ejemplo, contar un sentimiento, un corto episodio del pasado, etc.) que escribirá junto a la casilla (por ejemplo, un viaje, gustos…). La prenda o misión tiene que ser tan general que todos puedan hablar de ella.

Los siguientes participantes irán sucesivamente tirando el dado y cayendo en las casillas ya escritas o haciendo nuevas. Si la casilla en la que caen está vacía, obrarán como el primer participante. Si aquella tiene mensaje, deberán hablar sobre el ya puesto.

Tienen que llegar a formar un circuito cerrado en el que irán jugando hasta que se piense que es suficiente.

Evaluación

No es necesaria. Puede hablarse sobre que ha aportado la dinámica al grupo y a cada uno de los participantes.

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4. Este es mi amigo

Sinopsis

Se trata de que cada participante presente al compañero al resto del grupo, convirtiendo la presentación, de una cosa «mía» en una cosa nuestra.

Objetivo

Integración de todos los participantes al grupo.

Participantes

Grupo completo, para niños desde los 4 años

Materiales necesarios

No requiere materiales.

Desarrollo

Los participantes se sientan en círculo con las manos unidas. Uno comienza presentando al compañero de la izquierda con la fórmula «este es mi amigo x», cuando dice el nombre alza la mano de su amigo al aire; se continúa la dinámica hasta que todos hayan sido presentados.

Evaluación

Hay que procurar el conseguir que todos los participantes se sientan integrados y aceptados dentro del grupo. Es importante que todos los compañeros sepan su nombre (reacción ante la progresiva «numerificación»).

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5. Conociendo a mis compañeros

Sinopsis

Se trata de conocer al resto de los participantes utilizando una pelota que deberán arrojar al contrario.

Objetivo

Favorecer el conocimiento entre los participantes a través de una serie de dinámicas con una pelota.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Un balón.

Desarrollo

En esta dinámica uno de los participantes (participante 1) toma el balón y lo arroja hacia arriba al mismo tiempo que dice el nombre de uno de los otros (participante 2).

Mientras el que fue nombrado (participante 2) corre a tomar el balón, el resto corre lo más lejos posible.

Para que paren de correr, el participante (participante 2) nombrado debe tomar el balón y decir fuerte una característica que distinga al primero (participante 1) que arrojó el balón hacia arriba.

Cuando los participantes que corrían escuchen esta característica deben pararse en el lugar que estén para que quien tenga el balón (participante 2) trate de golpearlos con él.

El que sea golpeado con el balón pierde una vida y debe comenzar otra vez la dinámica. Si no golpea a nadie, el participante nombrado pierde una vida y debe reanudar la dinámica.

Se puede asignar un número de vidas a cada participante o eliminar a la primera vez que se es golpeado o que no se pudo tocar a nadie con el balón.

Evaluación

No es necesaria.

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6. ¿Te gustan tus vecinos?

Sinopsis

Cada uno ha de responder si le gustan sus vecinos y, en caso negativo, llamar a quien le gustaría tener.

Objetivo

Aprender los nombres y pasar un rato divertido.

Participantes

Grupo de niños desde 5 años.

Materiales necesarios

Una silla menos que participantes.

Indicaciones antes de comenzar

La dinámica tiene que desarrollarse con rapidez.

Desarrollo

Todos sentados en círculo.

El animador —puede ser el catequista o un miembro del grupo— sin (silla) dará comienzo a la dinámica.

Acercándose a alguien le preguntará: —¿Te gustan tus vecinos?

Si la repuesta es no, habrá de decir los nombres de las personas que le gustaría que vivieran a ocupar los lugares de sus actuales vecinos de derecha e izquierda, mientras que estos tendrán que abandonar su lugar, que intentará ser ocupado por los vecinos es atrapados.

Durante el cambio de sitios, las personas del centro intentarán ocupar una silla.

Si la respuesta es sí, todo el grupo girará un puesto a la derecha.

Cuando se oiga el tercer sí (no importa que sean dichos por diferentes personas) se girarán dos puestos a la derecha. Al cuarto, dos a la izquierda, y así sucesivamente.

Después de cada pregunta, las personas que queden sin silla continúan la dinámica.

Evaluación

No es necesaria.

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7. Coro de nombres

Sinopsis

Se trata de decir tu nombre a una señal del catequista.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Grupo de niños desde los 5 años

Materiales necesarios

Ninguno.

Indicaciones antes de comenzar

La dinámica tiene que desarrollarse con rapidez.

Desarrollo

Todos en círculo. El catequista en el centro de pie gritará con el brazo estirado señalando con el dedo. Cada uno dice su nombre cuando el catequista lo señale.

Puede girar despacio, saltando, cambiando de lado.

Evaluación

No es necesaria.

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8. Pelota al aire

Sinopsis

Consiste en lanzar y retomar una pelota, disco u otro objeto diciendo el nombre de una persona del grupo que tendrá que retomarlo antes de que caiga al suelo.

Objetivo

Aprender los nombre. Estimular la precisión en los envíos.

Participantes

Grupo de niños desde los 6 años.

Materiales necesarios

Pelota, disco u objeto similar.

Indicaciones antes de comenzar

La dinámica tiene que desarrollarse de forma rápida. Los participantes no pueden entrar dentro del círculo mientras no sean nombrados.

Desarrollo

Los participantes están de pie en el círculo, menos uno que está en el centro con el objeto a lanzar.

La persona del centro lanza el objeto al aire al tiempo que dice un nombre, volviendo al círculo.

La persona nombrada ha de tomarlo antes de que caiga al suelo y a su vez lanzarlo al aire diciendo otro nombre.

La dinámica continúa hasta que todos han sido presentados.

Evaluación

No es necesaria.

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9. Palmadas

Sinopsis

Se trata de decir el nombre propio y el de otra persona llevando el ritmo marcado.

Objetivo

Aprender los nombres. Desarrollar el sentido del ritmo.

Participantes

Grupo de niños desde los 5 años.

Materiales necesarios

Ninguno.

Desarrollo

En círculo, el catequista marca el ritmo: un golpe con las palmas de las manos sobre las piernas, una palmada, mano derecha hacia atrás por encima del hombro y con el pulgar mirando hacia atrás, este mismo movimiento con la mano izquierda.

Al llevar la derecha hacia atrás hay que decir el nombre de uno mismo y al llevar la izquierda el de otra persona del grupo.

Todo el grupo tiene que hacer los mismos movimientos llevando el ritmo.

La persona nombrada dice su nombre y el de otra persona.

Así sucesivamente hasta ser presentados todos algunas veces, sin perder el ritmo.

Se pueden hacer variantes, cambiando el ritmo, habiéndolo también con los pies estando sentados.

Evaluación

No es necesaria.

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10. Me pica aquí

Sinopsis

Esta dinámica nos ayuda a aprender los nombres de los demás. Cuando un grupo se reúne por primera vez, a menudo una dinámica activo de nombres proporciona un ambiente de seguridad y positivo, relajará la tensión que provoca el estar con gente nueva.

Objetivo

Aprender los nombres. Ayudar a los demás a recordar.

Participantes

Grupo de chavales desde los 8 años.

Materiales necesarios

Ninguno.

Desarrollo

Es bueno darse cuenta de que se puede ayudar a que la gente se acuerde de los nombres, no hay nada malo en no saberlos todos. La primera persona dice: «se llama Juan y le pica allí» (rascando la cabeza de Juan) y yo me llamo maría y me pica aquí» (rascándose). La tercera dice: «se llama maría y le pica allí y yo me llamo Carmen y me pica aquí» (rascándole a maría y luego a sí misma…..).

Evaluación

No es necesaria.

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11. La cesta está revuelta

Sinopsis

Se trata de decir el nombre del compañero cuya fruta coincida con la que hemos dicho.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Grupo de 10, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Ninguno.

Indicaciones antes de comenzar

Todos los participantes se colocan formando un círculo.

Desarrollo

Cada persona se considerará «plátano», a la persona de su derecha «limón» y a la de su izquierda «naranja» (o cualquier fruta que se quiera).

El catequista, en el centro, señalará a uno de ellos y le dirá el nombre de una fruta, según la fruta que le diga la persona señalada tendrá que decir el nombre de la persona en cuestión.

Si la persona señalada se equivoca, pasará a ocupar el lugar del catequista, y así sucesivamente.

Evaluación

No es necesaria.

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12. La madeja de lana

Sinopsis

Se trata de presentarnos ante el resto de los compañeros, cuando hemos acabado tenemos que lanzar un ovillo de lana a otro participante que hará lo mismo.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años.

Materiales necesarios

Una madeja de lana.

Indicaciones antes de comenzar

Todos los participantes se colocan formando un círculo.

Desarrollo

El que tiene la madeja de lana comienza diciendo su nombre, profesión, aficiones, etc., cuando termina lanza la madeja de lana a cualquier otro participante sosteniendo la punta de ésta, el que recoge la madeja dice también su nombre, aficiones, etc., y del mismo modo, sosteniendo la lana, lanza el ovillo a otro participante, así hasta que todos han dicho su nombre y demás.

Para retomar el ovillo, se irá diciendo el nombre y todo lo que ha dicho la persona que anteriormente te ha lanzado la madeja, y se le lanzará ahora a él, así hasta que el ovillo queda recogido.

Evaluación

No es necesaria.

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13. Álbum de recuerdos

Sinopsis

Se trata de acertar las cualidades de cada uno.

Objetivo

Conocer a los demás.

Participantes

Más de 6, a partir de 14 años

Materiales necesarios

Fotografía de pequeño de cada participante, cartulinas, bolígrafos.

Desarrollo

Se reparten cartulinas entre los participantes, las cuales deberán doblarlas por la mitad, en una parte pegarán la fotografía, y en la otra escribirán datos de la infancia, tales como: mi mayor travesura, mi primer amor, mi mejor regalo, mis primeros amigos, etc.

Una vez hecho todos los álbumes, se barajarán y se repartirán a los participantes, se irán leyendo uno a uno y se mostrará la fotografía, entre todos se tratará de adivinar a quién pertenece el álbum.

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14. Explota globos

Sinopsis

Consiste en decir el nombre de un compañero de una forma muy original.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años.

Materiales necesarios

Globos.

Indicaciones antes de comenzar

Todos los participantes se colocan formando un círculo.

Desarrollo

Se reparte un globo a cada participante, sale uno al centro con el globo entre las piernas dando pequeños saltos.

Cuando llega al centro señala a otra persona que irá, también, hacia el centro; el primero coge su y se lo pone en el pecho, abraza al segundo y gritando su nombre explota el globo con un fuerte apretón.

Cuando el globo explote el primero se volverá hacia su sitio en el círculo, y el segundo llamará a otra persona, así hasta que todos hayan explotado su globo.

Evaluación

No es necesaria.

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15. Estoy sentado, y amo

Sinopsis

Una variante a la dinámica de la silla que nos sirve como dinámica de presentación.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Ninguno.

Indicaciones antes de comenzar

Todos los participantes se colocan formando un círculo, sentados en sillas o puestos en cuclillas.

Desarrollo

Se deja un hueco libre. La persona que tenga el hueco a la derecha salta ocupando el hueco libre a la vez que dice: «Estoy sentado…».

Una segunda salta correlativa a este diciendo: «Y amo…».

Una tercera y última termina diciendo: «Muy, muy en secreto a (nombre de una persona del grupo)», dejando la vacante a su izquierda.

Los compañeros que estén a ambos lados de la persona nombrada deben impedir que éste vaya a ocupar el lugar libre.

Evaluación

No es necesaria.

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16. ¡Plash!

Sinopsis

Una divertida forma de presentarse.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 12, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Ninguno

Indicaciones antes de comenzar

Los participantes se colocan formando dos círculos de igual número de componentes.

Desarrollo

Los niños del círculo exterior miran hacia dentro, y las del interior hacia fuera, empiezan a girar los círculos en sentido contrario, y a una palmada del catequista se paran los círculos.

Aquellos de los distintos círculos que caigan juntas comenzarán a hablarse presentándose y contándose cosas de ellos.

El catequista marcará el tiempo, y a otra palmada comenzarán los círculos a girar de nuevo, así hasta estar todos presentados.

Evaluación

No es necesaria.

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17. Ocupar el terreno

Sinopsis

Correr cada vez más rápido.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Ninguno.

Indicaciones antes de comenzar

Todos los participantes se colocan formando un círculo.

Desarrollo

Comienza un componente que a la vez que grita el nombre de un compañero se lanza hacia el lugar que éste ocupa, éste correrá hacia otro compañero, y así sucesivamente, tratando de que cada vez sea más rápido.

Evaluación

No es necesaria.

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18. Rueda de nombres

Sinopsis

Consiste en repetir los nombres de los demás.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Ninguno.

Indicaciones antes de comenzar

Todos los participantes se colocan formando un círculo.

Desarrollo

Comienza uno diciendo su nombre. El de su izquierda dice el nombre del anterior y el suyo, y así sucesivamente hasta el último, que deberá repetir todos los nombres.

Se pueden realizar diversas variantes, tales como decir tu nombre y el de una fruta que empiece por la misma letra, decir tu nombre y algo que te gusta o disgusta, etc.

Evaluación

No es necesaria.

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19. Rasgos en común

Sinopsis

Consiste en sacar el mayor número de similitudes que hay entre cada pareja.

Objetivo

Aprender las características que tenemos en común con los demás.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Ninguno.

Indicaciones antes de comenzar

Dividir el grupo por parejas.

Desarrollo

Cada pareja debe sacar el mayor número de similitudes que hay entre ellos, como color de pelo, ropa, aficiones, familia, etc.

Gana la pareja que mayor parecido tenga.

Evaluación

No es necesaria.

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20. El abusón

Sinopsis

Una forma un poco brusca de aprender los nombres de nuestros compañeros.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Ninguno.

Indicaciones antes de comenzar

Todos los participantes se colocan formando un círculo.

Desarrollo

Uno de ellos se sitúa en medio y dirigiéndose a otro, le dice de malas maneras a la vez que le empuja: —Eh, tú, quítate de ahí (nombre).

El otro responde asustado: —¿Por qué?

Y el primero le tiene que decir un motivo cualquiera y le quita su lugar.

El otro debe salir al centro y hacer la misma operación.

Evaluación

No es necesaria.

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21. El gangoso

Sinopsis

Una forma muy graciosa de decir los nombres.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Ninguno.

Indicaciones antes de comenzar

Todos los participantes se colocan formando un círculo.

Desarrollo

Los participantes deben decir uno a uno su nombre haciendo el gangoso. También lo pueden decir tartamudeando, chillando, sin decir las vocales, diciendo sólo las vocales, abriendo mucho la boca, etc.

Evaluación

No es necesaria.

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22. Si yo fuera…

Sinopsis

Dinámica de preguntas.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 5, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Ninguno.

Desarrollo

Se pide a un participante que piense en una persona del grupo, los demás deben adivinar quién es haciéndole preguntas del tipo: «Si yo fuera… ¿qué sería?»

Este debe responder lo que más identifica con la persona que ha pensado.

Quien acierte la persona que es, piensa en otro del grupo.

Evaluación

No es necesaria.

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23. Persecución de nombres

Sinopsis

Dinámica de presentaciones.

Objetivo

Aprender los nombres.

Participantes

Más de 10, a partir de 7 años

Materiales necesarios

Bolígrafos, etiquetas adhesivas y folios.

Indicaciones antes de comenzar

El grupo se divide en varios subgrupos.

Desarrollo

Cada componente se pega en la espalda su nombre y edad. Cada equipo debe descubrir y anotar el máximo de nombres y edades correctas, y tratar de que no descubran los nombres de las personas de su grupo.

Si el grupo ya se conoce, se pueden poner el nombre de algún personaje famoso y una edad inventada.

Evaluación

No es necesaria.

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Evangelio del día: Parábola de los talentos

Evangelio del día: Parábola de los talentos

Mateo 25, 14-30. Trigésimo tercer domingo del Tiempo Ordinario. Acoger la invitación a la vigilancia es la actitud de quien sabe que el Señor volverá y querrá ver en él los frutos de su amor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. «Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor». Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor». Llegó luego el que había recibido un solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!». Pero el señor le respondió: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes»».

Sagrada Escritura en el portal web de la Santa Sede

Lecturas

Primera lectura: Libro de los Proverbios, Prov 31, 10-13.19-20.30-31

Salmo: Sal 128(127), 1-5

Segunda lectura: Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses, 1 Tes 5, 1-6

Oración introductoria

Señor, gracias por los talentos que me has dado. No permitas que la apatía o el desánimo me lleven a enterrarlos o a utilizarlos para mi beneficio personal. Ilumina mi oración, permite que me acerque a Ti con confianza y con un corazón sincero, para desprenderme de mi voluntad y unirme más a la tuya.

Petición

Padre, ayudanos a comprender que lo que se nos ha dado se multiplica dándolo. Es un tesoro que hemos recibido para gastarlo, invertirlo y compartirlo con todos.

Meditación del Santo Padre emérito Benedicto XVI

Queridos hermanos y hermanas:

En la célebre parábola de los talentos —que narra el evangelista Mateo (cf. 25, 14-30)—, Jesús habla de tres siervos a los que el señor, en el momento de partir para un largo viaje, les confía sus bienes. Dos de ellos se comportan bien, porque hacen fructificar el doble los bienes recibidos. El tercero, en cambio, esconde el dinero recibido en un hoyo. Al volver a casa, el señor pide cuentas a los siervos de lo que les había confiado y, mientras se complace con los dos primeros, el tercero lo defrauda. En efecto, el siervo que mantuvo escondido el talento sin valorizarlo hizo mal sus cálculos: se comportó como si su señor ya no fuera a regresar, como si no hubiera un día en que le pediría cuentas de su actuación. Con esta parábola, Jesús quiere enseñar a los discípulos a usar bien sus dones: Dios llama a cada hombre a la vida y le entrega talentos, confiándole al mismo tiempo una misión que cumplir. Sería de necios pensar que estos dones se nos deben, y renunciar a emplearlos sería incumplir el fin de la propia existencia. Comentando esta página evangélica, san Gregorio Magno nota que el Señor a nadie niega el don de su caridad, del amor. Escribe: «Por esto, es necesario, hermanos míos, que pongáis sumo cuidado en la custodia de la caridad, en toda acción que tengáis que realizar» (Homilías sobre los Evangelios 9, 6). Y tras precisar que la verdadera caridad consiste en amar tanto a los amigos como a los enemigos, añade: «Si uno adolece de esta virtud, pierde todo bien que tiene, es privado del talento recibido y arrojado fuera, a las tinieblas» (ib.).

Queridos hermanos, acojamos la invitación a la vigilancia, a la que tantas veces nos exhortan las Escrituras. Esta es la actitud de quien sabe que el Señor volverá y querrá ver en nosotros los frutos de su amor. La caridad es el bien fundamental que nadie puede dejar de hacer fructificar y sin el cual cualquier otro don es vano (cf. 1 Co 13, 3). Si Jesús nos ha amado hasta el punto de dar su vida por nosotros (cf. 1 Jn 3, 16), ¿cómo podríamos no amar a Dios con todas nuestras fuerzas y amarnos de todo corazón los unos a los otros? (cf. 1 Jn 4, 11). Sólo practicando la caridad, también nosotros podremos participar en la alegría de nuestro Señor. Que la Virgen María sea nuestra maestra de laboriosa y alegre vigilancia en el camino hacia el encuentro con Dios.

Santo Padre emérito Benedicto XVI

Ángelus del domingo, 13 de noviembre de 2011

Propósito

El que ama de verdad no deja escapar ninguna ocasión para aprovechar sus dones y hacerlos fructificar en bien de los demás.

Diálogo con Cristo

Señor, qué fácilmente olvido lo fugaz y lo temporal de esta vida. En vez de buscar multiplicar, en clave al amor a los demás, los numerosos talentos con los que has enriquecido mi vida, frecuentemente me dejo atrapar por el camino fácil de la comodidad o la ley del menor esfuerzo. Concédeme la gracia de saber reconocer y multiplicar los dones recibidos.

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