El Matrimonio en el Catecismo de la Iglesia Católica

El Matrimonio en el Catecismo de la Iglesia Católica

Este sacramento nos conduce al corazón del designio de Dios, que es un designio de alianza con su pueblo, con todos nosotros, un designio de comunión. Al inicio del libro del Génesis, el primer libro de la Biblia, como coronación del relato de la creación se dice: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó… Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne» (Gn 1, 27; 2, 24). La imagen de Dios es la pareja matrimonial: el hombre y la mujer; no sólo el hombre, no sólo la mujer, sino los dos. Esta es la imagen de Dios: el amor, la alianza de Dios con nosotros está representada en esa alianza entre el hombre y la mujer. Y esto es hermoso. Somos creados para amar, como reflejo de Dios y de su amor. Y en la unión conyugal el hombre y la mujer realizan esta vocación en el signo de la reciprocidad y de la comunión de vida plena y definitiva.

Cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se «refleja» en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros. También Dios, en efecto, es comunión: las tres Personas del Padre, Hijo y Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta. Y es precisamente este el misterio del matrimonio: Dios hace de los dos esposos una sola existencia. La Biblia usa una expresión fuerte y dice «una sola carne», tan íntima es la unión entre el hombre y la mujer en el matrimonio. Y es precisamente este el misterio del matrimonio: el amor de Dios que se refleja en la pareja que decide vivir juntos. Por esto el hombre deja su casa, la casa de sus padres y va a vivir con su mujer y se une tan fuertemente a ella que los dos se convierten —dice la Biblia— en una sola carne.

San Pablo, en la Carta a los Efesios, pone de relieve que en los esposos cristianos se refleja un misterio grande: la relación instaurada por Cristo con la Iglesia, una relación nupcial (cf. Ef 5, 21-33). La Iglesia es la esposa de Cristo. Esta es la relación. Esto significa que el matrimonio responde a una vocación específica y debe considerarse como una consagración (cf. Gaudium et spes, 48; Familiaris consortio, 56). Es una consagración: el hombre y la mujer son consagrados en su amor. Los esposos, en efecto, en virtud del sacramento, son investidos de una auténtica misión, para que puedan hacer visible, a partir de las cosas sencillas, ordinarias, el amor con el que Cristo ama a su Iglesia, que sigue entregando la vida por ella, en la fidelidad y en el servicio.

SS Francisco, Audiencia general del 2 de abril de 2014.

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El Matrimonio en el Catecismo de la Iglesia Católica

Artículo 7

El Sacramento del Matrimonio

1601 «La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados» (CIC, can. 1055,1)

I El matrimonio en el plan de Dios

1602 La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las «bodas del Cordero» (Ap 19,7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su «misterio», de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación «en el Señor» (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf Ef 5,31-32).

El matrimonio en el orden de la creación

1603 «La íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias, se establece sobre la alianza del matrimonio… un vínculo sagrado… no depende del arbitrio humano. El mismo Dios es el autor del matrimonio» (GS 48,1). La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanente. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad (cf GS 47,2), existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. «La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar» (GS 47,1).

1604 Dios que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,2), que es Amor (cf 1 Jn 4,8.16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf Gn 1,31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. «Y los bendijo Dios y les dijo: «Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla'» (Gn 1,28).

1605 La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: «No es bueno que el hombre esté solo». La mujer, «carne de su carne», su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como una «auxilio», representando así a Dios que es nuestro «auxilio» (cf Sal 121,2). «Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne» (cf Gn 2,18-25). Que esto significa una unión indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue «en el principio», el plan del Creador: «De manera que ya no son dos sino una sola carne» (Mt 19,6).

El matrimonio bajo la esclavitud del pecado

1606 Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Este desorden puede manifestarse de manera más o menos aguda, y puede ser más o menos superado, según las culturas, las épocas, los individuos, pero siempre aparece como algo de carácter universal.

1607 Según la fe, este desorden que constatamos dolorosamente, no se origina en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones, sino en el pecado. El primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan distorsionadas por agravios recíprocos (cf Gn 3,12); su atractivo mutuo, don propio del creador (cf Gn 2,22), se cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia (cf Gn 3,16b); la hermosa vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de multiplicarse y someter la tierra (cf Gn 1,28) queda sometida a los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan (cf Gn 3,16-19).

1608 Sin embargo, el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf Gn 3,21). Sin esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó «al comienzo».

El matrimonio bajo la pedagogía de la antigua Ley

1609 En su misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son consecuencia del pecado, «los dolores del parto» (Gn 3,16), el trabajo «con el sudor de tu frente» (Gn 3,19), constituyen también remedios que limitan los daños del pecado. Tras la caída, el matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre s í mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la ayuda mutua, al don de sí.

1610 La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas y de los reyes no es todavía prohibida de una manera explícita. No obstante, la Ley dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque ella lleve también, según la palabra del Señor, las huellas de «la dureza del corazón» de la persona humana, razón por la cual Moisés permitió el repudio de la mujer (cf Mt 19,8; Dt 24,1).

1611 Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel (cf Os 1-3; Is 54.62; Jr 2-3. 31; Ez 16,62;23), los profetas fueron preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio (cf Mal 2,13-17). Los libros de Rut y de Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor «fuerte como la muerte» que «las grandes aguas no pueden anegar» (Ct 8,6-7).

El matrimonio en el Señor

1612 La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la nueva y eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por él (cf. GS 22), preparando así «las bodas del cordero» (Ap 19,7.9).

1613 En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo -a petición de su Madre- con ocasión de un banquete de boda (cf Jn 2,1-11). La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.

1614 En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón (cf Mt 19,8); la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: «lo que Dios unió, que no lo separe el hombre» (Mt 19,6).

1615 Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable (cf Mt 19,10). Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada (cf Mt 11,29-30), más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a s í mismos, tomando sobre s í sus cruces (cf Mt 8,34), los esposos podrán «comprender» (cf Mt 19,11) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.

1616 Es lo que el apóstol Pablo da a entender diciendo: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla» (Ef 5,25-26), y añadiendo enseguida: «‘Por es o dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne’. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia» (Ef 5,31-32).

1617 Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por así decirlo, como el baño de bodas (cf Ef 5,26-27) que precede al banquete de bodas, la Eucaristía. El Matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (cf DS 1800; CIC, can. 1055,2).

La virginidad por el Reino de Dios

1618 Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con El ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf Lc 14,26; Mc 10,28-31). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (cf Ap 14,4), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (cf 1 Co 7,32), para ir al encuentro del Esposo que viene (cf Mt 25,6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que El es el modelo:

Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda (Mt 19,12).

1619 La virginidad por el Reino de los Cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo (cf 1 Co 7,31; Mc 12,25).

1620 Estas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mismo. Es él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivirlos conforme a su voluntad (cf Mt 19,3-12). La estima de la virginidad por el Reino (cf LG 42; PC 12; OT 10) y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente:

Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad… (S. Juan Crisóstomo, virg. 10,1; cf FC, 16).

II La celebración del Matrimonio

1621 En el rito latino, la celebración del matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente dentro de la Santa Misa, en virtud del vínculo que tienen todos los sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo (cf SC 61). En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada por la que se entregó (cf LG 6). Es, pues, conveniente que los esposos sellen su consentimiento en darse el uno al otro mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo por su Iglesia, hecha presente en el sacrificio eucarístico, y recibiendo la Eucaristía, para que, comulgando en el mismo Cuerpo y en la misma Sangre de Cristo, «formen un solo cuerpo» en Cristo (cf 1 Co 10,17).

1622 «En cuanto gesto sacramental de santificación, la celebración del matrimonio…debe ser por sí misma válida, digna y fructuosa» (FC 67). Por tanto, conviene que los futuros esposos se dispongan a la celebración de su matrimonio recibiendo el sacramento de la penitencia.

1623 Según la tradición latina, los esposos, como ministros de la gracia de Cristo, manifestando su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio. En las tradiciones de las Iglesias orientales, los sacerdotes —Obispos o presbíteros— son testigos del recíproco consentimiento expresado por los esposos (cf. CCEO, can. 817), pero también su bendición es necesaria para la validez del sacramento (cf CCEO, can. 828).

1624 Las diversas liturgias son ricas en oraciones de bendición y de epíclesis pidiendo a Dios su gracia y la bendición sobre la nueva pareja, especialmente sobre la esposa. En la epíclesis de este sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo como Comunión de amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5,32). El Espíritu Santo es el sello de la alianza de los esposos, la fuente siempre generosa de su amor, la fuerza con que se renovará su fidelidad.

III El consentimiento matrimonial

1625 Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. «Ser libre» quiere decir:

  • no obrar por coacción;
  • no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.

1626 La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable «que hace el matrimonio» (CIC, can. 1057,1). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.

1627 El consentimiento consiste en «un acto humano, por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente» (GS 48,1; cf CIC, can. 1057,2): «Yo te recibo como esposa» – «Yo te recibo como esposo» (OcM 45). Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos «vienen a ser una sola carne» (cf Gn 2,24; Mc 10,8; Ef 5,31).

1628 El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo (cf CIC, can. 1103). Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento (CIC, can. 1057, 1). Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido.

1629 Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio; cf. CIC, can. 1095-1107), la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar «la nulidad del matrimonio», es decir, que el matrimonio no ha existido. En este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente precedente (cf CIC, can. 1071).

1630 El sacerdote ( o el diácono) que asiste a la celebraci ón del matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La presencia del ministro de la Iglesia (y también de los testigos) expresa visiblemente que el matrimonio es una realidad eclesial.

1631 Por esta razón, la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio (cf Cc. de Trento: DS 1813-1816; CIC, can. 1108). Varias razones concurren para explicar esta determinación:

  • El matrimonio sacramental es un acto litúrgico. Por tanto, es conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la Iglesia.
  • El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los esposos y para con los hijos.
  • Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).
  • El carácter público del consentimiento protege el «Sí» una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.

1632 Para que el «Sí» de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y estables, la preparación para el matrimonio es de primera importancia:

El ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias son el camino privilegiado de esta preparación.

El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como «familia de Dios» es indispensable para la transmisión de los valores humanos y cristianos del matrimonio y de la familia (cf. CIC, can. 1063), y esto con mayor razón en nuestra época en la que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no aseguran suficientemente esta iniciación:

Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, dignidad , tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la castidad, puedan pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo vivido al matrimonio (GS 49,3).

Matrimonios mixtos y disparidad de culto

1633 En numerosos países, la situación del matrimonio mixto (entre católico y bautizado no católico) se presenta con bastante frecuencia. Exige una atención particular de los cónyuges y de los pastores. El caso de matrimonios con disparidad de culto (entre católico y no bautizado) exige una aún mayor atención.

1634 La diferencia de confesión entre los cónyuges no constituye un obstáculo insuperable para el matrimonio, cuando llegan a poner en común lo que cada uno de ellos ha recibido en su comunidad, y a aprender el uno del otro el modo como cada uno vive su fidelidad a Cristo. Pero las dificultades de los matrimonios mixtos no deben tampoco ser subestimadas. Se deben al hecho de que la separación de los cristianos no se ha superado todavía. Los esposos corren el peligro de vivir en el seno de su hogar el drama de la desunión de los cristianos. La disparidad de culto puede agravar aún más estas dificultades. Divergencias en la fe, en la concepción misma del matrimonio, pero también mentalidades religiosas distintas pueden constituir una fuente de tensiones en el matrimonio, principalmente a propósito de la educación de los hijos. Una tentación que puede presentarse entonces es la indiferencia religiosa.

1635 Según el derecho vigente en la Iglesia latina, un matrimonio mixto necesita, para su licitud, el permiso expreso de la autoridad eclesiástica (cf CIC, can. 1124). En caso de disparidad de culto se requiere una dispensa expresa del impedimento para la validez del matrimonio (cf CIC, can. 1086). Este permiso o esta dispensa supone que ambas partes conozcan y no excluyan los fines y las propiedades esenciales del matrimonio; además, que la parte católica confirme los compromisos -también haciéndolos conocer a la parte no católica- de conservar la propia fe y de asegurar el Bautismo y la educación de los hijos en la Iglesia Católica (cf CIC, can. 1125).

1636 En muchas regiones, gracias al diálogo ecuménico, las comunidades cristianas interesadas han podido llevar a cabo una pastoral común para los matrimonios mixtos. Su objetivo es ayudar a estas parejas a vivir su situación particular a la luz de la fe. Debe también ayudarles a superar las tensiones entre las obligaciones de los cónyuges, el uno con el otro, y con sus comunidades eclesiales. Debe alentar el desarrollo de lo que les es común en la fe, y el respeto de lo que los separa.

1637 En los matrimonios con disparidad de culto, el esposo católico tiene una tarea particular: «Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente» ( 1 Co 7,14). Es un gran gozo para el cónyuge cristiano y para la Iglesia el que esta «santificación» conduzca a la conversión libre del otro cónyuge a la fe cristiana (cf. 1 Co 7,16). El amor conyugal sincero, la práctica humilde y paciente de las virtudes familiares, y la oración perseverante pueden preparar al cónyuge no creyente a recibir la gracia de la conversión.

IV Los efectos del sacramento del Matrimonio

1638 «Del matrimonio válido se origina entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo por su misma naturaleza; además, en el matrimonio cristiano los cónyuges son fortalecidos y quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la dignidad de su estado» (CIC, can. 1134).

El vínculo matrimonial

1639 El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf Mc 10,9). De su alianza «nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad» (GS 48,1). La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: «el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino» (GS 48,2).

1640 Por tanto, el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Este vínculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la fidelidad de Dios. La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de la sabiduría divina (cf CIC, can. 1141).

La gracia del sacramento del matrimonio

1641 «En su modo y estado de vida, (los cónyuges cristianos) tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios» (LG 11). Esta gracia propia del sacramento del matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia «se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial conyugal y en la acogida y educación de los hijos» (LG 11; cf LG 41).

1642 Cristo es la fuente de esta gracia. «Pues de la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos» (GS 48,2). Permanece con ellos, les da la fuerza de segu irle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (cf Ga 6,2), de estar «sometidos unos a otros en el temor de Cristo» (Ef 5,21) y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero:

¿De dónde voy a sacar la fuerza para describir de manera satisfactoria la dicha del matrimonio que celebra la Iglesia, que confirma la ofrenda, que sella la bendición? Los ángeles lo proclaman, el Padre celestial lo ratifica…¡Qué matrimonio el de dos cristianos, unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, el mismo servicio! Los dos hijos de un mismo Padre, servidores de un mismo Señor; nada los separa, ni en el espíritu ni en la carne; al contrario, son verdaderamente dos en una sola carne. Donde la carne es una, también es uno el espíritu (Tertuliano, ux. 2,9; cf. FC 13).

V Los bienes y las exigencias del amor conyugal

1643 «El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad-; mira una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos» (FC 13). Unidad e indisolubilidad del matrimonio

1644 El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: «De manera que ya no son dos sino una sola carne» (Mt 19,6; cf Gn 2,24). «Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total» (FC 19). Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la Eucaristía recibida en común.

1645 «La unidad del matrimonio aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor» (GS 49,2). La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo.

La fidelidad del amor conyugal

1646 El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. «Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad» (GS 48,1).

1647 Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo.

1648 Puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que les conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial (cf FC 20).

1649 Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución sería, s i es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble (cf FC; 83; CIC, can. 1151-1155).

1650 Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo («Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio»: Mc 10,11-12), que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia.

1651 Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de aquellos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados:

Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios (FC 84).

La apertura a la fecundidad

1652 «Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación» (GS 48,1):

Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: «No es bueno que el hombre esté solo (Gn 2,18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer» (Mt 19,4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: «Creced y multiplicaos» (Gn 1,28). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más (GS 50,1).

1653 La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos (cf. GE 3). En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida (cf FC 28).

1654 Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.

VI La iglesia doméstica

1655 Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la «familia de Dios». Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, «con toda su casa», habían llegado a ser creyentes (cf Hch 18,8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase «toda su casa» (cf Hch 16,31 y 11,14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente.

1656 En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, «Ecclesia domestica» (LG 11; cf. FC 21). En el seno de la familia, «los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada» (LG 11).

1657 Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, «en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras» (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y «escuela del más rico humanismo» (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.

1658 Es preciso recordar asimismo a un gran número de personas que permanecen solteras a causa de las concretas condiciones en que deben vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Estas personas se encuentran particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello, merecen afecto y solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus pastores. Muchas de ellas viven sin familia humana, con frecuencia a causa de condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación según el espíritu de las bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de manera ejemplar. A todas ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares, «iglesias domésticas» y las puertas de la gran familia que es la Iglesia. «Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos están ‘fatigados y agobiados’ (Mt 11,28)» (FC 85).

Resumen

1659 San Pablo dice: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia…Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia» (Ef 5,25.32).

1660 La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento (cf. GS 48,1; CIC, can. 1055,1).

1661 El sacramento del matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna (cf. Cc. de Trento: DS 1799).

1662 El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo.

1663 Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de vida en la Iglesia, la celebración del mismo se hace ordinariamente de modo público, en el marco de una celebración litúrgica, ante el sacerdote (o el testigo cualificado de la Iglesia), los testigos y la asamblea de los fieles.

1664 La unidad, la indisolubilidad, y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio. La poligamia es incompatible con la unidad del matrimonio; el divorcio separa lo que Dios ha unido; el rechazo de la fecundidad priva la vida conyugal de su «don más excelente», el hijo (GS 50,1).

1665 Contraer un nuevo matrimonio por parte de los divorciados mientras viven sus cónyuges legítimos contradice el plan y la ley de Dios enseñados por Cristo. Los que viven en esta situación no están separados de la Iglesia pero no pueden acceder a la comunión eucarística. Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe.

1666 El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente «Iglesia doméstica», comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana.

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Retiro. Sacramento de la Reconciliación

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Retiro. Sacramento de la Reconciliación

El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación brota directamente del misterio pascual. En efecto, la misma tarde de la Pascua el Señor se aparece a los discípulos, encerrados en el cenáculo, y, tras dirigirles el saludo «Paz a vosotros», sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 21-23). Este pasaje nos descubre la dinámica más profunda contenida en este sacramento. Ante todo, el hecho de que el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos nosotros mismos. Yo no puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, es un don del Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de misericordia y de gracia que brota incesantemente del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza; y cuando recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz del alma tan bella que sólo Jesús puede dar, sólo Él.

SS Francisco, Audiencia general, 19 de febrero de 2014.

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Objetivo

Dios misericordioso dispuesto siempre a sanarnos y fortificarnos. Preparación y recepción del sacramento de la Reconciliación.

Vídeos

Martín Valverde: No te rindas

Cristóbal Fones: Padre, vuelvo a casa

Charla preparatoria

Cuando vamos a celebrar un acontecimiento importante nos bañamos y nos vestimos bien. Ahora también, a una semana de confirmar nuestro sí oficial a Jesús, es bueno que limpiemos nuestra conciencia y nos presentemos espiritualmente elegantes.

Todos somos pecadores. Con frecuencia nos hacemos daño a nosotros mismos y a los demás. Nos ensuciamos. Podemos meternos en caminos equivocados. Somos capaces de estropear nuestro futuro. Por eso es muy importante que nos paremos a reflexionar sobre la dirección de nuestros pasos, para poder corregirlos a tiempo, ya que es fácil engañarnos.

Dios está siempre dispuesto a ayudarnos. Pero nunca se nos impone a la fuerza. Tenemos que aceptar conscientemente su ayuda. Él nos ofrece un detergente muy especial para limpiar nuestras suciedades; y un reconstituyente para desarrollar nuestras cualidades: el sacramento de la confesión.

Lo primero es examinar con sinceridad nuestra conciencia. Pero no a la luz de nuestro orgullo, sino iluminados por la bondadosa misericordia de Dios. Él nos ha dado hermosas cualidades a desarrollar y está siempre dispuesto a colaborar. Con su ayuda, todas nuestras suciedades se pueden limpiar y todos nuestros pasos equivocados se pueden corregir.

Pero es imprescindible que creamos de veras en la misericordia de Dios, manifestada de una forma especial en Jesús. Tenemos que aprender a recibir a corazón lleno el perdón de Dios, pero también saber perdonar a los demás y especialmente a nosotros mismos.

El sacerdote representa a Jesús. Él nos perdona en su nombre. Y nos puede aconsejar y ayudar a caminar más derecho hacia el Amor.

El Papa Francisco habla sobre la confesión

Examen personal de conciencia

Fijarme especialmente en mis actitudes negativas más profundas, que pueden influir en mi futuro.

¿Soy sincero(a) conmigo mismo(a)? ¿Me gusta engañarme con drogas de cualquier clase?

¿Me siento superior a los demás, y los desprecio?

¿Me respeto y me hago respetar?

¿Sé respetar a mis «mayores» y aprender de su experiencia?

¿Tiendo al lujo, al derroche, a hacer compras inútiles?

¿Me «engancha» la pornografía? ¿Me agrada experimentar sexo sin amor?

¿Soy fiel a mis amigos? ¿Sé cultivar amistades sinceras?

¿Qué es lo que más me atemoriza? ¿Tengo miedos supersticiosos o fundamentalistas?

¿Tomo con responsabilidad mis estudios?

¿Desarrollo mis cualidades para ponerlas al servicio de los demás?

¿Me esfuerzo en cultivar mi fe?

¿Me ilusiono con conocer, amar y seguir a Jesucristo?

(También puedes consultar la colección de artículos
en esta web «Soy joven y quiero confesarme».)

Mi proyecto de vida

¿Qué cosas debo corregir?

¿En qué debo insistir?

¿Cómo cultivar mejor mi fe en Jesús?

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Pablo VI, un Papa en la tempestad – Miniserie

Pablo VI, un Papa en la tempestad – Miniserie

Contemplando a este gran Papa, a este cristiano comprometido, a este apóstol incansable, ante Dios hoy no podemos más que decir una palabra tan sencilla como sincera e importante: Gracias. Gracias a nuestro querido y amado Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia.

El que fuera gran timonel del Concilio, al día siguiente de su clausura, anotaba en su diario personal: «Quizás el Señor me ha llamado y me ha puesto en este servicio no tanto porque yo tenga algunas aptitudes, o para que gobierne y salve la Iglesia de sus dificultades actuales, sino para que sufra algo por la Iglesia, y quede claro que Él, y no otros, es quien la guía y la salva» (P. Macchi, Paolo VI nella sua parola, Brescia 2001, 120-121). En esta humildad resplandece la grandeza del Beato Pablo VI que, en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y con visión de futuro –y quizás en solitario– el timón de la barca de Pedro sin perder nunca la alegría y la fe en el Señor.

Pablo VI supo de verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la «sagrada, solemne y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en la tierra la misión de Cristo» (Homilía en el inicio del ministerio petrino, 30 junio 1963: AAS 55 [1963], 620), amando a la Iglesia y guiando a la Iglesia para que sea «al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación» (Carta enc. Ecclesiam Suam, Prólogo).

SS Francisco, Homilía en la beatificación de Pablo VI, Plaza de San Pedro, 19 de octubre de 2014

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Pablo VI, un Papa en la tempestad, ficha en IMDb

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Ficha de la miniserie

Título original: Paolo VI – Il Papa nella tempesta (miniserie para TV)

pablo_vi_peliculaAño: 2008

Duración: 200 min.

País: Italia

Director: Fabrizio Costa

Guión: Francesco Arlanch, Maura Nuccetelli, Gianmario Pagano

Música: Marco Frisina

Fotografía: Giovanni Galasso

Reparto: Fabrizio Gifuni, Mauro Marino, Antonio Catania, Mariano Rigillo, Claudio Botosso, Fabrizio Bucci, Luca Lionello, Sergio Fiorentini, Giovanni Visentin, Carlo Cartier, Angelo Maggi, Luciano Virgilio, Maciej Robakiewicz, Luis Molteni, Gaetano Aronica

Productora: Lux Vide / Radiotelevisione Italiana (RAI) / Rai Fiction / RaiTrade

Sinopsis: Telefilm que se centra en la figura de Pablo VI desde que era sacerdote con 27 años, hasta los meses más cercanos a su muerte en marzo de 1978. Desde la perspectiva de Pablo VI, la película recoge momentos históricos como el fascismo en Italia, los Nazis, la II Guerra Mundial y el Concilio Vaticano II en el que Pablo VI tuvo un papel relevante o incluso la guerra de Vietnam.

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Retiro. Sacramento de la Reconciliación

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Anexo de canciones extra para las sesiones

Con el silencio, el canto ocupa un lugar importante en vuestras oraciones comunitarias. (…) El canto es un apoyo y una expresión incomparable de la oración. Cantando a Cristo os abrís también al misterio de su esperanza. No tengáis miedo de preceder a la aurora para alabar a Dios. No seréis defraudados.

Queridos jóvenes amigos, Cristo no os saca del mundo. Os envía allí donde falta la luz para que la llevéis a los demás. Sí: todos estáis llamados a ser pequeñas luces para quienes os rodean. Con vuestra atención a una repartición más equitativa de los bienes de la tierra, con el compromiso por la justicia y por una nueva solidaridad humana, ayudaréis a cuantos os rodean a comprender mejor cómo el Evangelio nos conduce, al mismo tiempo, hacia Dios y hacia los demás. De este modo, con vuestra fe contribuís a hacer brotar la confianza sobre la tierra.

Estad llenos de esperanza.

SS Benedicto XVI, Palabras en Taizé: Encuentro Europeo de los Jóvenes,
29 de diciembre de 2012
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Otras posibles canciones

Yo no soy tonto. Sé de quién me he fiado

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La respuesta no es la huida

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Niño Bravo: Libre.

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Javier Úriz: Oh, mi Señor.

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Derecho a vivir

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José Luis Rodríguez: Se busca.

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Martín Valverde: No te rindas.

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Silvio Rodríguez: Te molesta mi amor.

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Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Retiro. Sacramento de la Reconciliación

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Mi compromiso en la Confirmación

La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras.

La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un signo espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez en la vida.

Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1316 y 1317.

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Objetivo

Asumir mi compromiso en la Confirmación: Con la ayuda del Espíritu, me comprometo a cultivar responsablemente mi fe en Jesús, y ser siempre su fiel amigo.

Video

Sacramento de la Confirmación (Película de animación)

Cesáreo Gabaráin: Pescador de hombres (Señor, me has mirado a los ojos). Con letra.

Si quieres la letra, tablatura para guitarra o teclado,
partitura y más versiones de esta canción, pincha aquí.

Charla aclaratoria para compartir

El sacramento de la Confirmación está íntimamente unido al Bautismo. Porque nos bautizaron siendo aun bebés, es muy importante que ahora, ya crecidos, confirmemos nuestro bautizo. Pero es tan grande este compromiso, que Jesús nos ofrece un nuevo sacramento de fortalecimiento.

Se trata de recibir una ayuda especial del Espíritu Santo que nos fortalezca para poder crecer siempre en la fe en Jesús, de forma que seamos capaces de dar testimonio de su amor, sin avergonzarnos de vivir claramente como seguidores suyos, ni de hablar de él a los demás.

Este sacramento es de fortificación, de decisiones firmes. Nos comprometemos en serio a conocer, amar y seguir de cerca a Cristo en nuestra futura profesión y posible familia. Pudiera ser que me llamara a seguirlo en el sacerdocio o vida religiosa… Acepto discernir con él mi futuro. Él me conoce y quiere lo mejor para mí.

Nos comprometemos a que la fe en Jesús no quede nunca desfasada; a que crezca constantemente según crece nuestra personalidad. A que sea siempre la luz y el vigor de nuestra vida, en todas las etapas.

Ésta es una decisión de adultos. Ya no somos niños. Y por consiguiente tiene que realizarse con toda libertad. No porque me lo dicen o me lo imponen. Si no estoy convencido, será mejor que sea honrado y no participe.

Canto

Adrián Romero: No hay paredes (con letra)

Textos bíblicos para reflexionar

Hc 2, 1-17. 32s: El Espíritu Santo se apodera de los discípulos y les hace actuar con claridad y valentía.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios». Unos a otros se decían con asombro: «¿Qué significa esto?». Algunos, burlándose, comentaban: «Han tomado demasiado vino». Entonces, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: «Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. Estos hombres no están ebrios, como ustedes suponen, ya que no son más que las nueve de la mañana, sino que se está cumpliendo lo que dijo el profeta Joel: «En los últimos días, dice el Señor, derramaré mi Espíritu sobre todos los hombres y profetizarán sus hijos y sus hijas; los jóvenes verán visiones y los ancianos tendrán sueños proféticos».

»A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen. Porque no es David el que subió a los cielos; al contrario, él mismo afirma: «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a todos tus enemigos debajo de tus pies». Por eso, todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías». Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?». Pedro les respondió: «Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos aquellos que están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar». Y con muchos otros argumentos les daba testimonio y los exhortaba a que se pusieran a salvo de esta generación perversa. Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil. Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Intimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.

¿Soy valiente y claro para hablar sobre Jesucristo?

Debatir entre todos qué entendemos y a qué
nos comprometemos en la Confirmación.

Oración síntesis

Reconozco, Jesús, que estoy confundido, que me siento débil, que busco quién me sepa ayudar…

Necesito con frecuencia un consolador y un abogado, pues me meto en muchos problemas.

Tú, Jesús, amigo fiel, me ofreces un maravilloso consolador y un magnífico abogado.

Pero yo, con demasiada frecuencia, no acepto tus ofrecimientos, por orgulloso, por necio.

Soy terco, ocioso, irresponsable con mi futuro. Me muero de hambre rodeado de alimentos…

Creo, Espíritu Santo, don precioso de Jesús, que vives en mí desde el día de mi bautismo.

Ahora quiero ser consecuente con mi Confirmación.

Quiero recibir, a pecho descubierto, tus reconfortantes energías.

Sé que con tu ayuda, nada ni nadie me impedirían desarrollar mi auténtica personalidad.

Enséñame a experimentar la fraternidad de Jesús, sus energías de resucitado.

Enséñame a ser miembro activo de la Iglesia de Cristo.

Ayúdame a elegir un movimiento juvenil cristiano que me ayude a seguir creciendo en mi fe.

Ayúdame a sentirme hermano, servidor y constructor de un mundo nuevo.

Tarea

A qué me comprometo para poder seguir siempre cultivando la fe en Jesús.

Concretar la pertenencia activa a un movimiento juvenil cristiano.

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Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Retiro. Sacramento de la Reconciliación

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Jesús nos envía al Espíritu Santo

La Confirmación (…) no es obra de los hombres, sino de Dios, quien se ocupa de nuestra vida para modelarnos a imagen de su Hijo, para hacernos capaces de amar como Él. Lo hace infundiendo en nosotros su Espíritu Santo, cuya acción impregna a toda la persona y toda la vida, como se trasluce de los siete dones (…): Sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Y estos dones nos han sido dados precisamente con el Espíritu Santo en el sacramento de la Confirmación. (…)

Cuando acogemos el Espíritu Santo en nuestro corazón y lo dejamos obrar, Cristo mismo se hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida; a través de nosotros, será Él, Cristo mismo, quien reza, perdona, infunde esperanza y consuelo, sirve a los hermanos, se hace cercano a los necesitados y a los últimos, crea comunión, siembra paz. Pensad cuán importante es esto: por medio del Espíritu Santo, Cristo mismo viene a hacer todo esto entre nosotros y por nosotros.

SS Francisco, Audiencia general, 29 de enero de 2014.

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Objetivo

Conocer que Jesús nos envía al Espíritu Santo para que nos ayude a crecer en la fe en él y capacitarnos así para comprometernos con él.

Canciones de ambientación a elegir

Ven Fuego Santo

Charla de clarificación para debatir en los grupos

Antes de mandar a los apóstoles a predicar por todo el mundo, Jesús les promete una ayuda especial: el Espíritu Santo. Su fuego inflamará cada fibra de su ser para convertirlos en entusiastas testigos del amor y la vida de Jesús.

Nosotros también podemos revivir la experiencia de Pentecostés el día de nuestra Confirmación. Jesús presenta al Espíritu como «Consolador» y «Abogado», pues sabe que tenemos muchos problemas y necesitamos fuerte ayuda. Jesús lo pone a nuestra disposición, pero nosotros tenemos que saber recibir su colaboración.

Intentamos comprender lo que significa la experiencia del Espíritu llenando todo nuestro ser, como lo hizo con los discípulos el día de Pentecostés.

Abrirle las puertas al Espíritu Santo posibilita un crecimiento redentor sin fin. Él transformó totalmente a Pedro, a Juan y a los demás discípulos. Él le dio una nueva vida a aquellos hombres hundidos: quedaron llenos de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza y ciencia.

Ruega al Espíritu que te transforme también a ti, con capacidad para progresar en la fe y la alegría fraterna (Flp 1,25).

Acepta de corazón a tu Abogado Consolador para que viva siempre en tu casa y puedas contar a cada momento con su ayuda. Reflexiona sobre cómo vives tu vida interior cuando escuchas sus insinuaciones a través de tu conciencia. Si no lo aceptas conscientemente, él no puede ayudarte.

Todo lo que realizas en tu juventud es decisivo para tu futuro, no sólo para ti, sino también para los que Dios te dará para que los ames y seas amado por ellos. Tu Abogado mira lejos y te quiere preparar para que puedas enfrentar con dignidad lo que te espera. Cuenta con su ayuda segura… ¡No la desaproveches! Estás construyendo los cimientos de tu futuro.

PowerPoint opcional

Oración de perdón al Espíritu Santo.

Puedes descargar la presentación pinchando aquí. 

Textos iluminadores para orar y dialogar en grupos

Jn 7, 37-39*; 15, 26-27**; 16, 12-13***: Jesús promete enviarnos al Consolador.

El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, poniéndose de pie, exclamó: «El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí». Como dice la Escritura: «De su seno brotarán manantiales de agua viva». Él se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él. Porque el Espíritu no había sido dado todavía, ya que Jesús aún no había sido glorificado.

** «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio».

*** «Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo».

¿Sabré yo recibirlo? ¿Cómo se recibe al Espíritu Santo?
¿Busco en él la Verdad de mi vida?

Oración síntesis

Creo, Espíritu Santo, don precioso de Jesús, que desde mi bautismo vives en mí / como abogado consolador, fuego abrasador, viento impetuoso, agua purificadora…

Perdón porque te ignoro y prescindo de ti continuamente, ¡como si no existieras!

Soy hipócrita. Insisto en que vengas a ayudarme, pero no quiero dejarme ayudar por ti.

Me mantengo neciamente postrado en la debilidad. ¡Muero de hambre en despensa repleta!

Espíritu Creador, enséñame a conectarme a la energía maravillosa del Resucitado, que tanto necesito.

Queremos dejarnos llevar por ti, Espíritu de Amor, y expandir tus energías creadoras.

¡Defiéndenos de nuestras propias necedades, tú que eres nuestro abogado!

Restaña nuestras heridas, tú, nuestro médico.

Levanta nuestro ánimo, tú, nuestro consolador.

Contágianos la libertad creativa del amor fraterno, tú que eres fuego y viento arrollador.

Haznos crecer según los planos de nuestro Ingeniero Jefe, tú que eres nuestro constructor.

Tarea para la semana

Realizar un collage lo más original posible sobre las ayudas que nos ofrece el Espíritu Santo.

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Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Retiro. Sacramento de la Reconciliación

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Cinedebate: ‘Jesús’

En Jesús de Nazaret, Dios visita realmente a su pueblo, visita a la humanidad de un modo que va más allá de toda espera: envía a su Hijo Unigénito; Dios mismo se hace hombre. Jesús no nos dice algo sobre Dios, no habla simplemente del Padre, sino que es revelación de Dios, porque es Dios, y nos revela de este modo el rostro de Dios. San Juan, en el Prólogo de su Evangelio, escribe: «A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado» (Jn 1, 18).

(…)

El deseo de conocer realmente a Dios, es decir, de ver el rostro de Dios es innato en cada hombre, también en los ateos. Y nosotros tenemos, tal vez inconscientemente, este deseo de ver sencillamente quién es Él, qué cosa es, quién es para nosotros. Pero este deseo se realiza siguiendo a Cristo; así vemos su espalda y vemos en definitiva también a Dios como amigo, su rostro en el rostro de Cristo. Lo importante es que sigamos a Cristo no sólo en el momento en que tenemos necesidad y cuando encontramos un espacio en nuestras ocupaciones cotidianas, sino con nuestra vida en cuanto tal.

SS Benedicto XVI, Audiencia general, 16 de enero de 2013.

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Objetivo

Analizar la figura de Jesús: un Jesús que ríe, bromea, ama y sufre, amigo de sus discípulos.

Película Jesús

Primera parte

Sobre esta se realizará el cinefórum.

Segunda parte

Ficha de la película

Título original: Jesus.

Año: 1999.

Duración: 240 min.

Director: Roger Young

Música: Patrick Williams

Reparto: Jeremy Sisto, Debra Messing, Armin Mueller-Stahl, Jacqueline Bisset, Gary Oldman, David O’Hara, Claudio Amendola.

Un Jesús moderno

Hay en el director una voluntad decidida de reinvención, que no se trata tanto de una relectura actualizada, sino que actúa en la introducción de elementos extraevangélicos a la narración, sean éstos personajes, palabras o escenas completas. Su intención parece ser la adaptación al público de sensibilidad postmoderna. Para ello añade ingredientes como las luchas y tensiones políticas y militares destacando a un Poncio Pilatos déspota y conspirador; la vida familiar de Jesús; el enamoramiento de María la hermana de Lázaro; los efectos especiales en el bautismo y las tentaciones.

La divinidad de Jesús

El episodio de las tentaciones ofrece algunas claves interesantes. Las tentaciones tienen que ver con la naturaleza humana de Jesús, así el diablo le dirá «para que sepas lo que es ser hombre», es decir, «frágil, solitario y pequeño». Este proceso de abajamiento supone que Jesús renuncie el poder de su condición divina y de su especial relación con el Padre.

Aquí es interesante esta reflexión sobre el poder humano que nacido de la libertad es causa de hambre, deformación del mensaje evangélico y ejercicio de violencia y guerra. El mal se reproduce en la vida de los hombres cuando se mueven desde el poder, que en definitiva es el poder del pecado. La tentación del poder que suprime la libertad se dirige a la divinidad de Jesús.

«¿Para qué morir de dolor cuando puedes cambiar todo?» Sin embargo, Jesús acepta un camino plenamente humano. En este punto echamos en falta una reflexión sobre el poder del amor más allá del poder del pecado.

Escena de la primera tentación

Satanás ¿Estás dispuesto a sentir como sienten los hombres, Jesús? Sin la protección del Padre. Sabes que es necesario. El Espíritu lo dice. Tú lo sabes. Sólo de esta forma podremos enfrentarnos.

Jesús Estoy dispuesto. (Plano picado sobre Jesús. La tierra tiembla y él exhala un grito. Primer plano de Jesús y Satanás, de perfil, frente a frente)

Satanás Bienvenido a la vida, Jesús. (La tela roja de nuevo le marca el rostro. Sale volando y al caer al suelo emerge de nuevo Satanás, ahora en forma masculina, ataviado con un moderno traje)

Satanás No tienes muy buen aspecto, Jesús. ¿Estás hambriento?

Jesús Sí.

Satanás (Cogiendo piedras del suelo) Pues di a estas piedras que se conviertan en pan.

Jesús ¿Quieres que invoque el poder de mi Padre?

Satanás (Asintiendo) Tienes poder para dar órdenes a estas piedras, ¿no?

Jesús Yo sólo soy su hijo.

Satanás Pero tú tienes el poder. (Ríe)

Jesús Si lo uso así fracasaré en su misión. Él me ha ordenado llevar su palabra a los hombres, no que los aplaste con su poder.

Satanás Sólo pido un poco de pan para aliviar tu hambre, Jesús. Los hombres tienen hambre. Alimenta a tu pueblo hambriento, Jesús. (Bajan la vista y aparece una niña. Jesús se arrodilla junto a ella)

Jesús No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra salida de la boca de Dios. (Satanás le ayuda a incorporarse. Se encuentran en un edificio en ruinas lleno de hambrientos. Avanzan entre ellos.)

Satanás ¿No lo comprendes, Jesús? Tú tienes el poder para solucionar los problemas de la humanidad. Alimenta a esta gente. Tú puedes alimentarlos.

Jesús He sido enviado para alimentarlos con la verdad.

Satanás Mueren porque necesitan pan.

Jesús Se mueren de hambre porque otros hombres tienen el corazón de piedra, no porque Dios lo quiera así.

Diálogo sobre la película

  • ¿Estamos de acuerdo con la figura humana de esta interpretación de Jesús?
  • ¿Qué escenas nos agradaron más? Describirlas…
  • ¿En algo no estamos de acuerdo? ¿Por qué?
  • Hacer un análisis de la escena de las tentaciones y la de las bodas de Caná.
  • ¿Cómo veo el papel de María y de José?
  • Recordemos las escenas en las que se muestra Jesús como amigo.

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Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Retiro. Sacramento de la Reconciliación

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Actualizo mi bautismo comprometiéndome en serio con Cristo

Muchos de nosotros no tienen el mínimo recuerdo de la celebración de este Sacramento, y es obvio, si hemos sido bautizados poco después del nacimiento. He hecho esta pregunta dos o tres veces, aquí, en la plaza: quien de vosotros sepa la fecha del propio Bautismo, que levante la mano. Es importante saber el día que fui inmerso precisamente en esa corriente de salvación de Jesús. Y me permito daros un consejo. Pero más que un consejo, una tarea para hoy. Hoy, en casa, buscad, preguntad la fecha del Bautismo y así sabréis bien el día tan hermoso del Bautismo. Conocer la fecha de nuestro Bautismo es conocer una fecha feliz. El riesgo de no conocerla es perder la memoria de lo que el Señor ha hecho con nosotros; la memoria del don que hemos recibido.

SS Francisco, Audiencia general, 8 de enero de 2014.

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Objetivo

Comprender el sentido del sacramento del Bautismo, asumir las promesas que nuestros padrinos hicieron en nuestro nombre, y actualizarlo, con un compromiso en serio con Cristo.

Canción para memorar mi bautismo de niño

Bautismo. Jesús mi amigo

Vídeo

Bautismo de Jesús. Imágenes de Jesús de Nazaret (Zeffirelli) con canción de Catalina Calderon.

Charla aclaratoria para debatir en los grupos

Todos nosotros hemos sido bautizados de pequeños. Nadie nos pidió permiso para meternos en un compromiso tan serio. Por eso ahora necesitamos discernir este asunto tan importante. ¿Estamos o no estamos dispuestos a seguir a Jesucristo? Tenemos que ser sinceros…

La confirmación trata justamente de aceptar el bautismo conscientemente, con todas sus consecuencias. Si quiero confirmarme en mi fe en Cristo, primero debo aceptar el paso inicial que fue el bautismo. Por eso hoy vamos a intentar reactivarlo, sincera y libremente.

En el bautismo Jesucristo nos acepta como hermanos suyos, y el Padre Dios, por consiguiente, como sus hijos legítimos, herederos de todos sus bienes. Y los dos, conociendo lo débiles que somos para desarrollar tanta dignidad, nos regalan la presencia fortificante del Espíritu Santo.

En el bautismo se nos entregan todas las energías necesarias para poder vivir en serio la fe cristiana. Pero no se nos impone a la fuerza. Ni se desarrolla automáticamente, sin ningún esfuerzo nuestro. Es necesaria nuestra colaboración activa. Por eso ahora, iniciada ya nuestra adolescencia, es importante que decidamos en serio si queremos o no ser cristianos de veras.

Dios respeta nuestras decisiones. Lo que no le agrada es que seamos hipócritas, que digamos que sí y luego resulta que no.

PowerPoint de apoyo a la charla

Bautismo, filiación divina.

Puedes descargártelo aquí. 

Canción de conclusión

Jesús, yo estoy aquí

Textos iluminadores para orar y dialogar en grupos

Rm 6, 3-11: El bautismo transmite la vida de Jesús.

¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, par que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

¿Cómo está mi conexión con Jesús? ¿Cómo la puedo mejorar?

Ga 3, 26-29: Todos hermanos en Cristo.

Porque todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa.

¿Experimento la fraternidad en Jesús que me da el bautismo?

¿Acepto ahora, consciente, mi bautismo, y todas sus consecuencias…?
Pros y contras…

Dinámica

Actualización del bautismo, eligiendo entre los compañeros padrino y ministro. El ministro lo bautiza y le dice después una cita bíblica, el padrino lo abraza y le da un consejo, y el bautizado realiza un compromiso.

Hoy esta ceremonia se realiza en lugar de la Misa, si habitualmete, los chavales acuden a ella tras la sesión de catequesis.

Oración resumen

Nos sentimos llamados, Jesús, a vivir en plenitud nuestro bautismo, como nuestro primer compromiso contigo.

Queremos conocerte de veras, tal como tú eres, sin romanticismos aniñados.

Queremos amarte, a corazón lleno, con todas sus consecuencias.

Queremos seguirte de cerca, por donde tú afirmas que caminas.

Sabemos que nos llamas a ser tus testigos en nuestra vida de familia, de amistad y de estudio.

Que nuestra vida sea coherente.

Buscamos construir juntos contigo tu Reino, una sociedad y un mundo más justo, respetuoso y fraterno.

Enséñanos a verte activo en los entusiasmos de los enamorados; / en las risas de los niños; en nuestros estudios, en la vida dura del trabajo; / en la pedagogía de los profesores; en los triunfos de las organizaciones populares; / en las maravillas creadas por los artistas; en los cantos a la vida y al amor…

Tarea para la semana

Busco mi certificado de bautismo, lo archivo en la carpeta y prometo celebrar cada año su aniversario.

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Confirmando nuestra fe en Jesucristo – Retiro. Sacramento de la Reconciliación

Confirmando nuestra fe en Jesucristo – María, la Madre, nos lleva a Jesús

Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización.

SS Francisco, Evangelii gaudium, n. 288..

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Objetivo

Conocer la función de la Virgen María en la Historia de la Salvación.

Vídeo

María–José Kowalchuk, La Anununciación, escena de la película de animación La Natividad

Canción de ambientación

Jesuitas de Bogotá: Señora del Camino

Charla aclaratoria para debatir después en los grupos

Debemos recuperar la imagen histórica de María, la Madre de Jesús. Ella jamás tuvo ropas de lujo, ni menos coronas de oro. Dios eligió a una chica muy joven de un pueblito desconocido. Ella era pobre, muy sencilla, sin estudios, pero con un corazón inmenso y una fe inquebrantable. Nacida del pueblo, pobre y servicial, debemos respetarla tal como Dios la eligió.

Ella fue madre antes de los 15 años. Así era la costumbre de entonces. Su vida se desarrolló muy austera, en un ambiente muy difícil, dominado por las crueldades del ejército romano. Pero en ese ambiente hostil, su grado de maduración se había desarrollado de forma maravillosa. Y su confianza en Dios era total.

Tanto se fió de Dios, que permaneció siempre «virgen», su espíritu jamás se manchó con ningún tipo de pecado. Pero para nada era una chica ingenua. Sabe dialogar con el mensajero de Dios. Su cántico de acción de gracias revela una conciencia social muy crítica: se alegra de que los ricos bajen y los pobres suban.

Vive un maravilloso espíritu de solidaridad. Por eso va a ayudar a su parienta Isabel…

Es esposa fiel y madre solícita. Acompaña a su Hijo siempre, especialmente en los momentos de dolor. Se mantiene firme al pie de la cruz. Pero no se guarda a su hijo para sí. Ella lo entrega, nos lo da a nosotros. Y nos pide, como en Caná, «hagan lo que él les diga»…

Después de la cruel muerte de su hijo, serena, se mantiene junto a sus discípulos, animándolos siempre. Está entre ellos cuando el día de Pentecostés son fortalecidos con la venida del Espíritu Santo. Y sigue siempre junto a nosotros, consolándonos, animándonos a seguir a Jesús y a recibir la fortaleza de su Espíritu.

Vídeo

La Anunciación. Escena de Jesús de Nazaret (Zeffirelli)

También puede optarse por este otro vídeo:

La Anunciación. Escena de la película María de Nazaret.

Textos iluminadores para orar y dialogar en grupos

Lucas 1, 34-38: Disponibilidad dialogada.

María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho».Y el Ángel se alejó.

Lucas 1, 46-55: Conciencia agradecida y realista del Plan de Dios.

María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

Lucas 2, 4-18: Nos da a Jesús.

José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!».  

Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado». Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de que decían los pastores.

¿Logro sentir la presencia materna de María en mi caminar hacia Jesús?

¿Participo en algo de su conciencia del Plan de Dios?
¿O mi devoción a María es solo romántica?

Oración

María, Madre de Jesús y Madre nuestra, enséñanos a conocer y a amar a Jesús como tú lo conoces y lo amas.

No me gustan tus imágenes románticas, lujosas y dulzonas. Tú no eres así.

Eres modelo de joven creyente, digna, con los pies en el lodo de la vida y el corazón rebosando amor.

Quiero tener tu forma realista de pensar y de amar.

Queremos parecernos a ti, aprendiendo a ver al mundo desde los ojos de Jesús.

Que nos alegremos, como tú, cuando los poderosos bajan y los pobres suben…

Concédenos una disponibilidad dialogada y una conciencia agradecida, a tu estilo.

Queremos vivir como dignos hijos tuyos, / hermanos de todos tus otros hijos, sin despreciar a ninguno.

Enséñanos a vivir en actitud de servicio, respetándonos y complementándonos entre todos.

Para ello, ponnos con tu Hijo, cerca siempre de él,

como ideal inquebrantable, metido muy dentro del corazón.

Tarea

Buscar en Internet una imagen de la Madre de Jesús que me guste, imprimirla y pegarla en mi carpeta de Confirmación, poniéndole al pie una breve oración.

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